dilluns, 10 de novembre del 2014

De ayer a hoy.


"Esa consulta es ilegal y no va a celebrarse." Rajoy, categórico y rotundo. Y con él, sus mirmidones. La vicepresidenta, en modo chivato, amenazaba a Mas con poner tras sus pasos a la Fiscalía. Ésta, por su cuenta, husmea ahora en los locales de la consulta en busca de delitos. El gobierno azuzaba al Tribunal Constitucional y acababa de hundir su escasísima autoridad. El ministro de Justicia, un Maquiavelo de campanario, perdonaba la vida al President si desertaba de su obligación. Se recurrió a la guerra sucia en todo el espectro, desde la filtración de dossiers a los ataques informáticos, pasando por el secuestro del censo. Los aliados echaron una manita. El socialista Francisco Vázquez quería ver los tanques patrullando las ramblas de Barcelona, en donde hay demasiados libros. Rosa Díez denunciaba la consulta en pleno en el juzgado de guardia y pedía al juez que retirara las urnas, como si fueran explosivos.

Pero la consulta ilegal se celebró. La Fiscalía se quedó con las ganas. Nadie hizo caso al TC. Mas reclamó para sí la responsabilidad del proceso y noqueó al ministro. Pujol fue a votar. La web de la Generalitat aguantó. Lo reconoció El País, que el día anterior, con gran ojo crítico, había calificado la consulta de inútil, admitiendo que el dispositivo de la Generalitat pasa la prueba. Hubo, pues, garantías democráticas de sobra. Votaron más de dos millones de catalan@s. Los tanques faltaron a la cita y los jueces rechazaron por desproporcionada la petición de Rosa Díez

La consulta que se celebró era ilegal. La única conclusión de este hecho es que el gobierno ha faltado a su obligación de cumplir y hacer cumplir la ley, aunque sea lo que él entiende por tal, algo cada vez más misterioso. Y si el gobierno incumple la ley, estaremos de acuerdo, debe dimitir. O haber instado antes un cambio legal para permitir la consulta. Ambas cosas tan ajenas a su espíritu como el respeto por la verdad. La ley solo se cambia cuando interesa al gobierno y dimitir es, como se dice en las redes, un nombre ruso.

Además, ¿por qué dimitir si lo de ayer es algo inútil, según "El País", convertido en asesor aúlico de la Moncloa cuando Rajoy afirma que la consulta es un "inútil ejercicio antidemocrático"? Entre tanto, el diario, que aún no es "La Razón", ha moderado el tono y ahora llama a la consulta "alternativa". Ya no es "inútil"; pero es "antidemocrática", dictamina Rajoy que de democracia sabe más que Pericles. En fin, se trata de una kermesse finisemanal, una chaladura de nazis nacionalistas a quienes ha dado por sacar urnas como el que saca la mascota, algo poco serio para cualquier persona digna con sentido común del que manda Dios. ¿Por qué va a dimitir el estadista monclovita de la Gran Nación por una jamboree de boys scouts?

Si tan de risa era y es, no se entiende porqué se movilizaron casi todos los recursos del Estado para frenarla y por qué no fueron todos. Y menos se entiende que el ministro de Justicia esté dispuesto a proceder disciplinariamente y, es de suponer, abrir expediente a directores de instituto, guardias de tráfico y personal de limpieza de los locales. Y, ya puestos, que expediente a los 2,2 millones de votantes por el antidemocrático hecho de haber ido a votar.

A Rajoy le dará mucha risa pero la consulta que no iba a celebrarse se ha celebrado; él ha quedado como un cantamañanas y la jornada ha sido un triunfo en general de l@s catalan@s, admirado en el mundo entero por su dignidad y civismo y en particular de Artur Mas que, con un liderazgo mosaico, tiene a su pueblo a la vista de la tierra prometida de la independencia o, para los izquierdistas que lo acompañan, al estilo del Mao de la larga marcha ya a la vista de la base de Yenan. Mas representa una victoria política, moral y también jurídica (el derecho a decidir es un derecho, según mi amigo Joan Ridao) de l@s catalanes. Su figura se ha engrandecido en la medida en que la de Rajoy se ha empequeñecido. El Gulliver del país de los enanos ha pasado al país de los gigantes.

Y por si hubiera alguna duda, Mas escenificó un triunfo al estilo de los césares romanos pero en la época de internet. Compareció en directo antiplasma ante una muchedumbre de periodistas de aquí, de allá y de acullá, más de los que presenciaron lo de Escocia; respondió a todas las preguntas sin haberlas pactado de antemano en las lenguas en que se le formulaban y realizó una declaración de intenciones también en cuatro idiomas, catalán, inglés, francés y español de la que probablemente Rajoy se enteró el último.

¿Qué propone Mas? Sentarse a negociar con Rajoy. El gobierno ya ha comenzado a refunfuñar que el asunto está muy crudo, dada la actitud rebelde de la Generalitat. Pero eso será como siempre. En cuanto telefoneen dos o tres dignatarios, todo será afirmar que la mano ha estado siempre tendida al diálogo,  dentro de la ley. Pero eso, ¿qué significa ahora cuando 2,2 millones de personas han participado en una votación ilegal? Ya se irá viendo.

Lo más interesante, creo, es el impacto de la victoria en el campo soberanista. Se ha alcanzado la meta: han votado tantos como los que votaron a los partidos de esta querencia. Y ahora, ¿qué? ¿Negociación con el Estado? ¿DUI? ¿Elecciones anticipadas? ¿Gobierno de concentración? Opciones abiertas a la política que seguiremos en próximos días.

Volveremos igualmente para tratar de explicar cómo la ineptitud del gobierno, al prohibir, pero no impedir, la consulta se ha dado de bruces con el peor escenario posible, uno que exagera la importancia relativa del independentismo. Es imposible hacerlo peor. Claro que no es solo él el culpable. Lo es el conjunto del nacionalismo español cuya ceguera parece ya predestinación.

(La imagen es una foto de Convergents, bajo licencia Creative Commons).