Mi cuñada, Mabel Redondo, pertenece a un club feminista llamado "Club de las 25" que ayer noche otorgó en el Palace unos premios anuales a personas destacadas en su defensa de los derechos humanos, y nos invitó a Celia y a mí. El club está presidido por Karmele Marchante, a la izquierda en la fotografía, luciendo el abanico, objeto material del premio, obra del artista Carmelo Castellano. El sfumatto leonardesco no es una genialidad mía, sino una avería de la cámara. Menos mal que Karmele hermosea cualquier encuadre. Por cierto, recomiendo vivamente su página web, en especial su entrada del 10 de enero de 2007, titulada Contra el monstruo de la COPE. Hacía tiempo que no me reía tanto. Si otrxs periodistas tuvieran tanto valor y tanta integridad, el país sería mejor.
El Club de las 25, al que también pertenecen otras mujeres de valía personal, como mi colega Cecilia Castaño, así como la jueza Raimunda de Peñafort o la psicóloga Rosario Castaño, con quienes compartimos mesa, es una asociación en pro de los derechos humanos en el mundo entero desde una clara perspectiva de género. Un pedazo de sociedad civil palpitante, capaz de llevar a la práctica ideas que, de otro modo, se adocenan en especulaciones puramente académicas.
Este año, el club ha otorgado sus premios a Isidoro Macías (el "padre patera"), Juan Manuel Pardellas y a los Voluntarios de la Cruz Roja de Canarias por la labor que todxs han venido realizando en apoyo de los inmigrantes africanos que arriban a las costas canarias en situación de necesidad extrema, habiendo dejado detrás la helada falta de esperanza. En sus palabras de agradecimiento, el "padre Patera", franciscano, estuvo mínimo y sencillo, como el poverello de Assis y se ganó las simpatías de un público que, juraría, era mayoritariamente agnóstico o ateo.
Premio cayó también sobre el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, quien ha imputado un delito de genocidio a varios presuntos genocidas guatemaltecos, en especial al (siempre presunto, claro) criminal Efraín Ríos Montt, hoy candidato a la República de Guatemala. En nombre y recuerdo de lxs 250.000 indígenas asesinadxs en el país, el Club otorgó el premio a la también candidata a la presidencia, Rigoberta Menchú. Esa mujer menuda, de rostro aniñado e inefable sonrisa, premio Nobel de la Paz, simboliza mucho en el largo camino de los pueblos indígenas hacia su emancipación. Espero que lxs lectores sepan disculpar mi pequeña vanidad de saludar, felicitar y retratarme con la leyenda viva y futura Presidenta de Guatemala. Le dio el premio María Teresa Fernández de la Vega, otra mujer de rara virtud, objeto de infames ataques de la derecha y la política mejor valorada por lxs ciudadanxs con mucho que por algo será, digo yo.
Las 25 otorgaron también un premio a Rosa María Calaf, veterana corresponsal de TVE y recientemente despedida del "Ente" en el ERE que éste ha acometido. No sabía yo que Calaf hubiera estado en más de 160 países en el mundo. Marco Polo a su lado, un sedentario burgués.
Premio finalmente recayó a título póstumo sobre la periodista Anna Politkovskaya, cuyo apellido no supo pronunciar nadie, asesinada hace unos meses en Moscú con la obvia intención de acallar su voz en defensa de los derechos de los chechenios. Recogió el abanico en su lugar un amigo y colega suyo, Vyacheslav Izmaylov, un ruso que parecía salido de Nuestra Natacha.
Compartimos mesa igualmente con Marta Cibelina y otra colega suya del 20 Minutos, una suerte porque, aunque el concurso de los mejores 20 blogs me parece una caquifuti, creo que el periódico es el mejor de la red con mucho y una prueba incontrovertible es que, al cambiar su versión digital, El País le ha copiado bastantes cosas, pero no ha conseguido acercársele en diseños ni en contenidos informativos.
Unos premios combativos. Enhorabuena a lxs premiadxs y las premiadoras.