dissabte, 28 d’octubre del 2006

¡AY, LOS HOMBRES, QUE ESTÁN ACORRALADOS!

El Banco Mundial (¿quién, si no?) auspicia la publicación de un estudio llamado The Other Half of Gender: Men's Issues in Development ("La otra mitad del género, etc", compilado por doña Maria C. Correia (35$). Qué morro tiene la benéfica institución dirigida por el hoy cordero, ayer Wolfowitz, Paul. La señora Correia, quien también vende el libro en PDF por la módica suma de 45$ aborda el estudio científico de la condición masculina en el mundo de hoy y, claro, descubre algo que sabe todo el mundo: que el incremento de la agresividad de los hombres hacia las mujeres se debe a la situación de creciente inseguridad del género masculino en sociedades que cada vez controla menos. (Antes creía controlar más, como se ve en el cuadro de Jean-Eugène Buland, "Día siguiente a la noche de bodas", 1884). No sé aún, porque no he leído el libro, qué remedios propone la señora Correia para atajar tan lamentable situación, pero sean los que sean, no me convencerán porque niego que haya que buscar remedios distintos a obligar a los hombres a respetar a las mujeres como sus iguales, les guste o no.

Este libro me ha recordado otro de hace ya más de 30 años, escrito por Susan Brownmiller, una, entonces, joven intelectual de Brooklyn, en el que sostiene que la violación o amenaza de violación es el arma que utilizan los hombres para mantener sometidas a las mujeres. Su página güeb susanbrownmiller sigue afirmando ese criterio. Por cierto, si alguien entra, puede hacer un interesante test de los que llama la autora "IQ feminista". Algunos (y algunas) dicen que esto es una exageración. Vale. Si echamos una ojeada a las guerras de los últimos 10 años (no más), el rasgo común es la sistemática violación de las mujeres. Los últimos soldados de la fuerza yankee de ocupación en Irak ante un consejo de guerra lo están por violación.

De modo que muy bien esa publicación del Banco Mundial que muestra gran delicadeza de sentimientos al tratar de entender qué pasa a los hombres para poner solícito remedio. Pero, de momento, el que se propase, al talego.