Ayer el Congreso aprobó la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres con la abstención del PP. Justifican los conservadores su abstención en que la ley prevea que, dentro de unos años, los consejos de administración de las empresas de más de 250 trabajadores hayan de tener cuando menos un 40% de mujeres y en no sé qué otra bobada de las listas electorales. Están a favor de la igualdad entre hombres y mujeres pero, me cachis, es que la ley es demasiado intervencionista y el PP es hoy un partido de "liberales clásicos", como el señor Aznar, quien asegura no ser un "neocon" sino lo dicho, un liberal clásico, uno de esos que piensan que la mujer ha de ser "mujer-mujer", sin duda por la misma razón por la que, después de la guerra, en España el café se anunciaba como "café-café". La duplicación del nombre garantiza la calidad de la mercancía y, al fin y al cabo, la mujer es una mercancía.
El cuerpo pedía a los populares votar que "no". Nada de abstenerse, como las damiselas cursis, sino un estentóreo "no" hubiera sido más acorde con la raíz cristiana y caballeresca del partido. Pero no siempre se puede dar gusto al cuerpo y, aunque muchas de las mujeres del PP en el Parlamento sean cipayas, más atentas a garantizar la innata superioridad del hombre que la dignidad de su sexo, nunca se sabe, hay una endiabladamente alta cantidad de mujeres en cualquier sociedad (más de la mitad) y si les da por votar a los seudopogres de pacotilla que van aprobando leyes de igualdad incluso para los homosexuales esto puede acabar como el rosario de la aurora, con las mujeres mandando. O sea que los socialistas no solamente permiten que De Juana Chaos se pegue la vida padre en su casa, sino que pretenden meter sus intervencionistas narices en la forma en que las personas de bien explotan a las mujeres.
Está claro: vivimos al borde del totalitarismo. Ya lo había notado Friedrich von Hayek en 1948 pero ahora es ya un hecho. Si Franco levantara la cabeza, estas atrocidades no se producirían.