dimarts, 4 de setembre del 2007

Más machismo, que es la guerra,

En los novelones y melodramas de fines del XIX y primeros del XX había frecuentes crímenes pasionales. Un tipo de ellos consistía en que la mujer despechada, presa de los celos, arrojaba un frasco de vitriolo, o sea ácido sulfúrico, al rostro de la odiada rival. Esto del vitriolo acabó siendo un crimen "femenino". Los hombres resolvían el asunto a palos, por arma de fuego o por arma blanca. Por eso, el crimen de ayer en Madrid en el que un hombre roció con líquido corrosivo (parece que ácido clorhídrico) el rostro de su esposa en plena calle, tiene los elementos de un melodrama clásico, aunque con el sexo cambiado. Por cierto, se trata de rumanos. Es muy elevada la cantidad de extranjeros (comunitarios y no comunitarios) implicados en incidentes de violencia de género. Según estadísticas del Instituto de la Mujer la cantidad de extranjeras involucradas (supongo que básicamente como denunciantes) en casos de violencia de género, delitos o faltas, en 2003 supuso el 20,95% del total de mujeres denunciantes, un descenso respecto al 22,77% del año anterior cuando prácticamente de cada cuatro mujeres que padecían violencia de género una era extranjera. O sea, la violencia de género parece cebarse en los extranjeros ya que estos representan a lo más, el 10% de la población.

Esto, naturalmente, no significa que se haya de ser más proclive a infligir o padecer violencia de género por ser extranjero. Pensarlo sería estúpido. La violencia no sabe nada de permisos de residencia. Lo que sí es cierto es que los extranjeros, sobre todo si son inmigrantes y muy especialmente si además son ilegales viven en situaciones de tensión que exacerban los comportamientos conflictivos y violentos. Las condiciones materiales de vida tienen aquí su importancia pero no explican la violencia porque ésta se da en todos los estratos sociales.

La violencia es un recurso masculino que se ejerce individualmente pero se justifica colectivamente. Cada vez que se cuentan chistes machistas en las sobremesas se está justificando, como cuando se alardea de comportamientos que sojuzgan a las mujeres o las humillan. Esto de la violencia tiene una clara nota de afirmación patriarcal. Véase el magnífico cuanto insólito cuadro en la abundantísima producción del genio Dégas, La violación, que se encuentra en el Museum of Art, (Col. Henry P. McIlheny), Filadelfia. EEUU. La violación es un recurso al que los hombres echan mano individual o colectivamente. Basta con ver esos ejércitos que reciben orden de violar a todas las mujeres del enemigo que encuentren.

Por cierto, en la relación entre la violencia y el sexo hay aspectos turbios, difíciles de digerir. Recuerdo haber leído a las señoras Deutsch y Horney hablando, desde puntos de vista distintos, de un comportamiento masoquista en las mujeres. Otros especialistas, sin embargo, dicen que estas teorías son puras aberraciones machistas y que las mujeres tienen tantas ganas de que las maltraten, violen y asesinen como los notarios o los guardacoches. En tanto los especialistas se ponen de acuerdo, lo más sensato que puede hacerse es echar mano a los maltratadores en cuanto se pueda, prevenir la agresión si es posible y castigarla con rapidez y contundencia cuando se produzca.Todos los años muere una cantidad exagerada de mujeres a manos de sus parejas, ex parejas, postparejas o preparejas. Y eso cuando no mueren los bebés; aunque en esto de los bebés las mujeres tampoco se quedan atrás. Siempre paga el pato el más débil

Veo en El Mundo un video que es un corto de David Planell que se llama subir y bajar, un retrato contundente de la situación de tensión, angustia y miedo en que viven las víctimas de la violencia de género. Está aquí.

La verdad es que estas situaciones son insufribles y mucho más extendidas de lo que se cree. Con todo, si así nos parecen ahora que hay posibilidad de denunciarlas, hacerlas públicas, hay que imaginar cómo era la vida de las mujeres antes de que comenzara el proceso de emancipación, en el siglo XIX en que sólo eran visibles en ciertas ocasiones y en otras eran perfectamente invisibles, como si no existieran, igual que en una sociedad islámica.

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