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dilluns, 26 de desembre del 2011

El mensaje estaba en la foto

Atención a la foto a la izquierda del Rey en su charla al amor del Belén. Es él mismo entre Rajoy a su derecha y Zapatero a su izquierda, sutil detalle que insinúa la idea de que la que importa es la derecha. ¿Qué más tiene de interesante esa foto? Que no se había visto nunca. Es lógico, se tomó con motivo de la última alternancia en el gobierno. Es verdad, pero no recuerdo haber visto otra parecida con otros presidentes del gobierno, aunque puedo estar equivocado.

En todo caso, la foto está oportunamente enmarcada y exhibida a la vista de todos los españoles, al menos de los que siguieron el mensje real por la curiosidad de ver cómo faenaba el rey el morlaco de Urdangarin. Era una comparecencia que traía el morbo de los números de trapecio sin red en el circo. La red era la foto.

¿Qué más dice la solemne instantánea? No sólo dice, sino que canta el fementido bipartidismo que tiene a Llamazares en un grito. El Rey con los dos jefes de los dos partidos. Si el Rey lo fuera de verdad de todos los españoles se fotografiaría con toda la basca parlamentaria, incluido el de Amaiur. Pero el Rey no es un legítimo Camborio, así que va a lo segurito. Al sentido de Estado. La función de la foto es recordar a los amados súbditos que los dos partidos mayoritarios que juntos representan unos 18 millones de votos están como una piña con la Corona en momentos de zozobra y galerna. Luego cada cual interpreta las reales palabras como le interesa, lo cual es fácil porque, a fuer de genéricas, ambiguas y retóricas, son como las respuestas del oráculo de Delfos, en las que cada cual escuchaba lo que quería oír.

A Dolores de Cospedal, hablando en nombre del PP, el discurso le ha parecido muy bueno por no recuerdo qué razones y Marcelino Iglesias, en nombre del PSOE, cree que el Rey ha estado a la altura de las circunstancias. Definitivamente, la foto ha sido un éxito de merchandising. Un exitazo porque, además, ha resuelto el enojoso problema de la foto de familia que, en el mejor de los casos, quedaría reducida a cuatro de los ocho originales. ¡Un 50% de bajas en el choque de la institución con los pavores del siglo! Así que Rajoy y Zapatero son los sustitutos de los dos yernos ausentes. Es más: en momentos de peligro para las instituciones (es decir, la Monarquía) la familia del Rey son sus leales vasallos, jefes de sus mesnadas. Ya sé que es una interpretación algo feudal del signo de una Monarquía moderna, democrática, parlamentaria; es posible, pero también es cierta desde el momento en que la misma monarquía se enorgullece de hundir sus raíces en épocas lejanas, de las que trae evidentes efluvios.

diumenge, 25 de desembre del 2011

La justicia del Rey.

Contentísimos se han puesto los innumerables monárquicos y juancarlistas del Reino con el mensaje del Monarca. Tanto que algunos, me consta, se agarraron un entripado en la cena posterior y una media moña. Pues nada, hombre, a dormirla, a ver si en el día de hoy amanecen más despiertos. Estaban muy preocupados por el efecto que este mensaje pudiera tener, dada la incómoda situación en que se encuentra la corona con los presuntos garabatos del Duque de Palma, como vaticinaba Palinuro en su post de ayer, Esta noche hablo Yo. Pero ya se han tranquilizado.

¿Y qué ha dicho Juan Carlos para causar tanto alborozo? Que la justicia es igual para todos. Emocionado, El País saca un editorial exultante, hablando de la ejemplaridad real con un juego de palabras a propósito del pobre Urdangarin de comportamiento no ejemplar y, siempre más reticente y republicano, Público titula El rey sobre Urdangarin: "La Justicia es igual para todos". No puedo imaginar lo que dirán los diarios más oficialmente monárquicos, los fieles de toda la vida como Dios manda.

Todo esto muestra el bajo nivel crítico de los comunicadores y hacedores de opinión. Porque, ¿qué otra cosa podía decir el Rey? ¿Que la justicia no es igual para todos? Al afirmar este hecho, el Rey no está concediendo nada, no está haciendo nada que pudiera no conceder o no hacer. La justicia en España es igual para todos, lo diga el Rey o no, pues es la ley. Entonces ¿por qué subrayarlo, festejarlo y, en el fondo, agradecerlo? Porque en el espíritu servil que, por las razones que sean, caracteriza a buena parte de la opinión pública, existe siempre ese miedo a que el reinante o gobernante se salte el imperio de la ley. Sólo así puede explicarse que se hagan fiestas a alguien por decir una perogrullada.

La ley es también igual para Urdangarin quien parece que será imputado ya en los próximos días porque el aluvión de noticias sobre sus presuntos malabarismos de ladrón de guante blanco están colmando hasta la inenarrable paciencia de los españoles. El Rey lo ha dejado claro sin mencionarlo directamente. Pero aunque lo hubiera dejado oscuro, su yerno comparecerá ante la justicia si los jueces lo imputan y los jueces lo imputarán si creen que deben hacerlo.

No acaba ahí esta complacencia entregada a la bienamada monarquía sino que además se pasa por alto el hecho de que hay un caso en que el enunciado de "la justicia es igual para todos" es falso; precisamente en lo referente al Rey, que es inviolable y su persona no está sujeta a responsabilidad. O sea, la ley no es igual para todos. Es digno de consideración el argumento de que no se debe ser radical y sí admitir una insignificante excepción por tratarse de la Jefatura del Estado, pero no convence en absoluto. ¿Qué motivo real hay para que el Rey esté por encima de la ley?

El enunciado también es falso en otros flecos. En realidad, de hecho, hay enormes desigualdades ante la ley y la justicia. Está por ver que la igualdad ante la ley rija también para la infanta Cristina, cotitular de alguna de esas empresas sin ánimo de lucro con las que el matrimonio parece haberse forrado. Y también está por ver que lo sea para el propio Urdangarin. Todos coinciden en pedir celeridad en el procedimiento judicial para evitar juicios paralelos y mayor deterioro de la imagen de la Corona. Efectivamente de sobra se sabe que una justicia lenta no es justicia sino injusticia. Y no está bien que la padezca el Duque de Palma. Ni ninguno de los miles de justiciables del país que la sufren y son tan iguales ante la ley como Urdangarin. Es la enésima repetición de la célebre paremia de la Granja de animales, de Orwell: Todos los animales son iguales pero unos son más iguales que otros.

Tan bajo anda el nivel crítico de la opinión que nadie cuestiona que ese "tradicional" mensaje del Jefe del Estado se pronuncie en coincidencia con la máxima festividad de la iglesia católica, igual que en tiempos del Invicto. Nace Dios y con él viene la palabra del dios de la tierra. Queda por hacer en la tarea de separar la iglesia del Estado. Al lado de la imponente coyunda de esta fecha, que los ministros juren sobre la Biblia, que los crucifijos presidan las aulas, que los curas tomen las calles con los más variados motivos y digan al Parlamento cómo tiene que legislar, son acontecimientos menores.

dissabte, 24 de desembre del 2011

Esta noche hablo Yo.

Amargo cáliz. Tenía que salir Urdangarin a dar la cara. Claro que el pobre no puede. Como es sordo, no entendería las instrucciones en el plató. Además me corresponde; soy el Pater familias. Algunos dicen que reinar es fácil y lo hace cualquiera. A ver quién sale a decir a no sé cuántos millones de españoles que los tiempos son difíciles. Con el fondo de la bandera y las figuras del Belén que por lo menos serán de Salzillo, digo yo. La patria y el altar, lo más sagrado. A la misma hora unos agitadores han convocado caceroladas en las ciudades. Caceroladas para tapar mis palabras. Es lógico. Si llega la República será al son de sartenes y cacerolas, cosas del pueblo. Palabras de ánimo en el esfuerzo que todos los españoles hemos de hacer para superar la crisis. ¡Vaya crisis! Cuatro año de crisis y estos que vienen ahora pretenden prolongarla otro año. O sea, queridos vasallos, hay que seguir apretándose el cinturón. Y yo con Urdangarin en casa. La Reina me aconseja mucho, mucho tacto, no vaya a pasar lo de Grecia, su patria. Pero ella se larga a visitar a la pareja en Washington. Y yo me quedo a aguantar el chaparrón y escuchando todos los días al príncipe de Asturias al que le ha dado un sarpullido. Afortunadamente todos los políticos con algo de peso me apoyan lealmente. Do ut des. Mi real persona trajo la democracia; la democracia me debía una. Todos dicen que una cosa es un yerno (al fin y al cabo, un agnado) y otra la institución misma. Además, yo soy inviolable. Lo de la infanta anda algo más crudo, pero no creo la llamen a declarar ni como testigo. La mujeres no debían ser testigos pues no va con la etimología de la palabra. ¡Señor, Señor! Tenía que ser en diciembre. No podían los jueces esperar un mes y tirar del hilo en enero. Esto de dividir los poderes del Estado, que se le ocurrió a Carlos Luis de Secondat, fue una insigne torpeza. Porque yo ahora emitía una lettre de cachet y, ¡paf!, Urdangarin desaparecía. Missing, como se dice en español. Y a buscarlo. En fin, ¿qué diré, pobre de mí; a dónde iré, pobre de mí? Con lo mal pensado que es el personal. No puedo echarle la culpa a Zapatero; no cuadra. Si acaso, a la burbuja inmobiliaria. Pero, si lo hago, estos de ahora me bajan la asignación. Y habrá que pagar abogados. Encima, con este ojo que tengo a la virulé, enésima prueba de mi enemistad con las puertas. Bueno, puedo hablar de mi salud: la rodilla, el careto, un pulmón, el pie. Quita, quita, igual lo toman como una indirecta sobre los recortes de la sanidad. Como andan todos escocidos van a estar al acecho para hacer comparaciones odiosas y absurdas. Porque, aunque repartiera mis asignación entre todos los españoles, no iba a sacarlos de pobres. Tocarían a veinte céntimos por barba. Pero dicen que es el ejemplo, el símbolo, la apariencia lo importante. ¡Caramba! La sociedad tampoco es muy ejemplar que digamos. Los políticos, los empresarios, los banqueros, los sindicatos. Que alguien tire la primera piedra, como decía Cristo. Hablando de Cristo, hay que ver también qué cincinatti montaron este verano los curas con el Papa y los jóvenes; precisamente los jóvenes, con la que está cayendo. En fin, Cristo nace esta noche. Noche de paz, noche de amor, en que la familia recupera su hondo valor cristiano y augura un año en que volverá a ser lo que siempre fue de verdad. Y ya está, lo dejo aquí, no me acusen de meterme en política. Noche de amor, noche de paz. ¡Ah! Se acabó ETA, se acabó la pesadilla, la lacra del terrorismo y tampoco sigo por si piensan que respaldo a Rubalcaba en el guirigay de los socialistas. Además, con estos vascos nunca se sabe. ¡Pues no van los de Amaiur y piden que intervenga en ese avispero! Terminaré hablando de Europa, siempre muy socorrida, esa gran empresa, esa apuesta por los valores más altos de la civilización. Seguro que alguien pregunta si cotizan en bolsa y si yo he invertido en ellos mi fortuna. Definitivamente, conciudadanos, esta no es mi noche.

(La imagen es una foto de א (Aleph), bajo licencia de Creative Commons).

Negro y oro

Animado por un magnífico artículo de Félix de Azúa en El País, titulado Caballería de chispa y pedernal, me fui a ver la exposición sobre el toisón de oro de la Fundación Carlos de Amberes que, a pesar de ser empalagosamente monárquica, me cae bien porque está en la madrileña calle de Claudio Coello en la que nací. Cada cual tiene sus rarezas.

Así que el toisón de oro y la monarquía española. El valor de los símbolos. El mundo de la heráldica. Los colores, los signos, las figuras, los estandartes, los blasones, los emblemas, todo lo que permitía distinguir a los malos de los buenos, a los buenos de los mejores, a los mejores de los excelentes, a los excelentes de los sublimes, habitualmente un puñado en un tiempo en que los combatientes iban tan cubiertos por armaduras que no se distinguían sus rasgos personales. Los caballeros de la orden del Toisón de Oro, creada por Felipe el Bueno, duque de Borgoña en 1429 en el espíritu de las órdenes de caballería; segunda sola, según informa Miguel Ángel Aguilar, director de la Fundación, a la de la Jarretera inglesa. Está bien que sea el espíritu de la caballería originariamente entendida como militar, como las órdenes del Temple o de San Juan, Santiago, Calatrava, Montesa o Alcántara, todos guerreros. En la del Toisón de Oro, predominaba lo guerrero en Carlos el Temerario y Carlos I de España; luego ese afán militar desapareció y la orden adquirió un carácter de ostentación más pacífica, con Felipe II y los subsiguientes Austrias, que jamás combatieron en guerra alguna, al igual que los Borbones. Carlos III era más bien municipal, Carlos IV y Fernando VII se pusieron en manos del enemigo, Alfonso XIII se declaró neutral y no sigo.

En cuanto pasó de los burgundios a los austrias, a través del matrimonio de María de Borgoña con Maximiliano de Austria, el toisón se convirtió en atributo de la monarquía, del Imperio y, luego, de carambola, de la Monarquía hispánica que se identificó con él, con el símbolo, de tal modo que, cuando cambió la dinastía, pasó a los Borbones y hoy los monárquicos sostienen que es el signo distintivo de la monarquía española y no les gusta recordar que también lo es de los austrias del Imperio Germánico y después, del Imperio austro-húngaro. De forma que hoy hay dos órdenes distintas del Toisón, con grandes maestres distintos y que otorgan el distintivo por razones también distintas.

El toisón es el vellocino de oro que viene directo de la expedición de Jasón y los argonautas a la Cólquide para hacerse con el talismán entre aventuras sin cuento. Una empresa heroica, típica de la caballería andante, en la que participaron, entre otros héroes, Hércules, Castor y Pólux y Orfeo. Encaja bien en la mentalidad y puede decirse que el vellocino es una forma del Grial. ¿Por qué no? Nadie sabed qué forma tenía. Unos, los más, lo imaginan como una copa; otros, como un plato; otros como algo más viril. También podría ser un vellón. Pero el mito de Jasón tiene elementos escabrosos en la presencia de Medea, así que pronto se dio un intento católico de cristianizar la orden (al fin y al cabo era reconocida por una bula papal) refiriendo el carnero a la historia de Gedeón en la batalla contra los madianitas del Libro de los Jueces en la Biblia. Pero esta asociación tampoco es muy ejemplar ya que Gedeón indujo al pueblo a la idolatría contra la que había empezado luchando. Además, las historias no tienen color. La de Jasón es mucho más atractiva y ofrece la ventaja de que pone en escena a Hércules quien en tiempos de los últimos austrias españoles había sido declarado personificación de la monarquía hispánica que incorporó a su escudo las dos columnas del plus ultra borgoñón, do todavía están. En el Casón del Buen Retiro, en donde Zurbarán había pintado diez de los trabajos del héroe para solaz de Felipe IV, en un fresco de Lucas Jordán es el mismo Hércules quien entrega el vellocino a Felipe el Bueno, con lo que ya se sabe quién es el héroe de la dinastía española. Un héroe inmortal.

Con su amplio collar de eslabones en forma de B de Borgoña y el vellocino colgando, la joya es bella y muy vistosa. Ese oro resalta poderosamente sobre el negro riguroso del estilo borgoñón que impregnó la corte española prácticamente hasta la muerte de Carlos II. Severidad, autoridad, lujo. Los felipes raramente lucen otra joya, pues el toisón no es compatible con otras órdenes, es exclusiva, única, grande. Así que la exposición se convierte en un paseo entre retratos de los austrias y los borbones, originales y copias de Altdörfer, Durero, Van der Weyden, Pantoja de la Cruz, Rubens, Tiziano, Carreño, Anguisola, Goya, Velázquez, Vicente López, Moro y algunos otros. Lo que une todos los retratos es el toisón, lo que salta a la vista es el sempiterno toisón, el signo de la realeza hispánica, pero lo que los ojos ven son los rostros de los monarcas, los felipes, Carlos II, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII, por ser prudents y citar algunos; rostros y biografías a los que viene grande la grande empresa. Y, con Isabel II, otra quiebra de la unicidad de la orden a empuje de los carlistas, que no renuncian a la ley sálica.

A la orden del toisón se ha atribuido una especie de misión europeísta, pues no en balde el grefierato sigue en Bruselas, si no me equivoco. Esa misión europea es el contrapunto de la original que comprometía a la orden a la reconquista de los Santos Lugares ya que el Rey de España es Rey de Jerusalén. Sin embargo, el Gran Maestre actual, Juan Carlos I, ha otorgado la orden a mahometanos como el Rey Husein de Jordania o Abdalá Bin Abdelaziz, de Arabia Saudita, con lo que la recuperación de la tierra santa quedará para momentos mejores.

Como buen símbolo cargado de historia, el toisón de oro es el centro de un mundo de leyenda, de miserias, fantasías y disparates, o sea, de propaganda. Alfonso XIII otorgó la orden a algún emperador exótico, como el del Japón, algún presidente de república; pero Juan Carlos, en línea de entender el toisón al modo de la legión de honor, ha incluido en el elenco algún literato (bien es verdad que don José María Pemán) y algún político leal, como Torcuato Fernández Miranda o Javier Solana y algún edecán. Además lo ha democratizado y feminizado, incluyendo varias reinas pues para eso lo portó sobre su generoso seno su tatarabuela la Reina castiza.

Es curioso contemplar cómo este símbolo de propaganda imprime su huella en las obras de arte. Los artistas siguen lo que los críticos después llaman "programas iconográficos" para ensalzar a sus mecenas. El arte es lo que va de añadido, lo que rodea el núcleo del mensaje del que el espectador quizá no sepa nada, es decir, el retrato de Carlos II por Carreño, el de Felipe II por Sofonisba Anguissola, el Carlos III, Carlos IV y Fernando VII de Goya. ¡Qué semblantes en los que está escrito el destino de este desgraciado país! ¡Qué arte que llega a lo profundo de la naturaleza humana! Y si esto es así con las obras de arte, con los objetos lo es más, las joyas (hay unas veneras del Toisón en pedrería que son alucinantes), las bruñidas armaduras, los yelmos, rodelas y celadas, los libros, las crónicas, las tallas. En todos figura el toisón. Tiene el valor de la marca Reino de España.

diumenge, 18 de desembre del 2011

Dios salve al Rey.

El caso Urdangarin es tan escandaloso que hasta las formas se han perdido, y eso que estamos entre altezas. De ser palafreneros ya habrían empezado los mojicones. Nadie respeta la presunción de inocencia del Duque de Palma. Ni su suegro, cuya casa ha calificado su comportamiento de poco ejemplar y ha querido arrojarlo a las tinieblas exteriores. Y si la Corona lo trata de poco ejemplar, las gentes del común, más dadas al recio castellano, lo tildan de cosas subidas de tono, de estafador, ladrón y sinvergüenza, por ejemplo. El ágora virtual que es la red, hierve. Si no se me cree, váyase a google y tecléese "Urdangarin ladrón": 170.000 entradas hace unas horas. Por supuesto, siempre presunto; tan presunto como el poco ejemplar de la casa Real.

Por fin se sabe que el Rey estaba al cabo de la calle de las andanzas y presumidas fortunas del yerno. Tendría que haber sido muy negado para no preguntarse de dónde había sacado el matrimonio seis millones del ala para pagar un palacete en Pedralbes, sin contar otras fruslerías en Mallorca. Sabiendo, además que, para Rey Midas, ya está él. Y no sólo sabía sino que hizo lo que pudo para ocultarlo, para que nadie lo supiese. Encomendó a un cortesano asesor "externo" que pusiese orden en el desbarajuste empresarial del yerno. Pero no debía de haber solución porque no se hizo nada. La idea de montar una fundación no era posible. ¡Ya el propio Urdangarin manejaba una ONG sin ánimo de lucro!

Al final se decidió que el matrimonio pusiera tierra (y un océano) por medio y se radicara en Washington, que debe de ser una de las ciudades más aburridas del mundo. No era un exilio sino una especie de expatriación que no trataba tanto de evitar la acción de la justicia, si se interesaba por el deportista/conseguidor, como de impedir que éste siguiera con sus lucrativos negocios. Pues no parece que el Duque esté muy al corriente del mundo en el que vive, quizá porque vive pendiente de las cuentas de resultados de sus otras empresas, las que sí tienen ánimo de lucro, como Airzoon, que es algo así como "pájaro", en la que también figura su esposa y, según tengo entendido, aunque no sé en condición de qué, dos de sus hijos de poquísimos años de edad.

Si uno sabe de un delito y no lo denuncia (que es un deber), uno se convierte como mínimo en encubridor y comete otro delito. Pero la Casa Real ha hecho más que no denunciar un posible ilícito del que tenía cabal conocimiento, ha intentado ocultarlo; es decir no solamente no ha colaborado con la justicia sino que la ha obstaculizado. Lo que es otro delito más. Se puede entender que un padre no quiera denunciar a su hija. Pero el rey es rey antes que padre. De todas formas, tampoco debe preocuparse mucho ya que en su artículo 56, 3, la Constitución dice que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad."

Pero ¿es eso aceptable en una democracia, sobre todo tratándose de presuntos delitos de corrupción? Obviamente, no. O sea, lo menos que cabe esperar es un debate sobre el asunto. Que no es menor: ¿puede una comunidad moderna estar regida (aunque sea a título honorífico) por una persona que no es responsable de sus actos? Y aquí es donde va a resurgir la opción republicana.

El país se ha llenado de monárquicos, todos ellos muy oficiosos, dispuestos a explicar a los vientos que las supuestas fechorías del yerno en nada afectan al suegro y mucho menos a la institución que tan dignamente representa. Abundan los salvatestas coronadas en el PP y en el PSOE y, desde luego, en los estamentos de orden, incluida la iglesia de Cristo, cuyo reino no es de este mundo pero es reino; no república, caramba. El debate monarquía-república, dicen, está trasnochado; no es importante hoy, dicen; no interesa a los españoles, dicen; sólo sirve para desviar la atención de los problemas realmente importantes, dicen; es cosa del pasado, dicen, y hay que mirar el futuro, dicen. Como si pudiera verse.

De las dos infantas cabe decir que no han tenido buen ojo a la hora de escoger a sus maridos. Pero el caso Urdangarin no es solamente un problema matrimonial (si es que lo es) ni tampoco privado; es un problema de Estado. Porque las actividades supuestamente delictivas del Duque deportista se han realizado en connivencia con dos presidentes de comunidades autónomas, Matas en Baleares y Camps en Valencia, que a su vez están imputados en otros asuntos de corrupción. Por si fuera poco, en los acuerdos relativos a Valencia (ya se sabe, vender la realización en esa Comunidad Autónoma de unos juegos olímpicos europeos que aún no existían), intervino González Pons, portavoz del PP, azote del gobierno socialista y probable ministro en el primer gobierno de Rajoy. El caso Urdangarin es asunto de Estado, de gobierno, de Comunidad Autónoma, de todo.

El caso Urdangarin, metáfora de un tiempo de corrupción generalizada, presidida por la aventura de la Gürtel, con la que está relacionado, es una amenaza a la precaria legitimidad de la monarquía española. El Rey puede obstinarse en seguir. Al fin y al cabo lo nombró Franco, quien murió de viejo en la cama y no va a ser él menos que su mentor. Pero quizá haga más por la fortaleza de la institución que representa aceptando la jubilación que, tratándose de un rey, es una abdicación y, tratándose de un plebeyo, dimisión.

Ya se sabe: King never dies, el rey nunca muere.

divendres, 16 de desembre del 2011

El deporte como tocomocho.

¡Sapristi! No contento con vender a Matas (presuntamente, claro) una etapa del tour de Francia en Mallorca, Urdangarín, según dice Público, vendió a Camps unos Juegos Europeos que aún no han nacido. Y ambos genios de la gestión pública, al parecer, pagaron millonadas por dos invenciones similares a un tocomocho, avaladas sin duda por el prestigio deportivo internacional del Duque y no, faltaría más, por su condición de familiar del Rey, aunque sea agnado. Menos mal que al agnado no le dio por vender al uno la Cibeles y al otro la Torre del Oro. Se las hubieran comprado.

Hay quien dice que este episodio, cuya esencia hunde sus raíces en la gloriosa tradición hispana del lazarillo de Tormes y el Buscón, llamado don Pablos, no afectará en nada a la Monarquía. Pues será porque los Borbones son franceses, porque el caso es demoledor. La Monarquía está en un brete. Y lo que quedaba a los políticos es que la gente descubra que, además de estafadores, son estafados. Porque en este tipo de estafa siempre hay uno que se pasa de listo y otro que lo hace de tonto.

dimarts, 13 de desembre del 2011

La real Casa Real.

Con todos los respetos de un republicano a un rey, Palinuro opina que la Casa Real está perdiendo el oremus. Son nervios, desde luego; pero los nervios indican mala conciencia o falta de savoir faire, muy frecuente en los Borbones. Sólo a los nervios cabe atribuir la sarta de dislates de las últimas fechas. El intento de repudiar a las infantas, la palinodia de Urdangarín que lamenta profundamente el daño que ha hecho a la Casa Real y, por último, la asombrosa pretensión de borrar al yerno de las fotos, porque su comportamiento no ha sido ejemplar. ¡Menudo bofetón se ha dado el rey en su regia mejilla!

Si fueran otros los personajes y otra la situación, eso de desvanecer a Urdangarín recordaría lo que hacía Stalin con las fotos de la vieja guardia bolchevique: Trotski estaba y Trotski ya no estaba. Pero, siendo la realidad lo que es, el empeño recuerda más esas creencias mágicas de los pueblos primitivos y no tan primitivos de que lo que los ojos no ven, el corazón no lo siente. Como los niños (aunque no todos) a quienes basta con quitarles de la vista lo que los enoja para que se calmen.

Ya puesta, la Corona ha tomado carrerilla y ahora promete un streap-tease contable, un full monty financiero que bien podrían ser las cuentas del Gran Capitán. Pero eso no arregla nada porque de lo que se trata es de aclarar el comportamiento de la Corona mientras Urdangarín cometía sus presuntas fechorías. ¿Qué sabía el Rey cuando, contra todo uso y costumbre, los duques de Palma se expatriaron en los Estados Unidos? Porque, según lo que supiera, así habrá de actuar el Estado de derecho, del que el rey es el primer servidor.

Los monárquicos están a la defensiva. Temen por la institución; sobre todo los de izquierdas que suponen que quizá sus bases les recuerden su añeja fe republicana. La derecha no tiene ese problema: pase lo que pase, la monarquía no se toca. Hay que recordar a ambos la teoría de la accidentalidad de las formas de gobierno, de Melquíades Álvarez, el mentor de Azaña. Monarquía, república; república, monarquía; lo importante es que cace ratones, no que los engorde.

Siguen los monárquicos a la defensiva diciendo que son cosas privadas de Urdangarín; está por ver. Según lo que éste haya hecho, si ha hecho algo, que parece que sí por lo nervioso que está el maestro de ceremonias. Dicen también que se trata de una mera cuestión de prestigio. Claro, como que aquí el prestigio lo es todo. Debe tenerlo intacto el rey, no por rey, sino por ser el jefe del Estado.

Y además del prestigio está la cosa en sí, los presuntos delitos. Si el rey sabía, tenía la obligación de denunciar y, si no sabía, debería haber sabido si Urdangarín se valía de la Casa Real para sus presuntas fechorías. ¡Y qué fechorías! El relato que va conociéndose revela un profesional de la estafa. Eso de la etapa del tour de Francia en Mallorca suena a toco-mocho de los buenos. Ya puesto podía haber intentado vender a alguna de estas lumbreras en cargos públicos la idea de traer Cabo Cañaveral a la Malvarrosa.

Y todo eso lo lleva a relacionarse con los inimitables Matas y Camps, lo que estira la sombra de la Gürtel a la casa real. Porque Camps está ahora respondiendo en sede judicial de un supuesto delito de cohecho impropio pero, por todo lo que va sabiéndose, es figura principal -aunque no esté imputado- en varias tramas de verdaderos desfalcos públicos de millones de euros: supuesta financiación ilegal del PP y presunto contubernio de apandadores en la de la visita de Benedicto XVI a Valencia en 2006. Ese mismo Camps, a quien evidentemente sobraban los millones de la Generalitat, estaba en relaciones digamos de negocios con el duque de Palma.

Tiene difícil solución, por más que los cortesanos sostengan que no hay ni problema que solucionar. La monarquía española va a necesitar de todos sus apoyos mediáticos, empresariales, eclesiásticos, políticos, etc, para salir de ésta. Y no es seguro que lo consiga. La democracia es cosa de prestigio, ciertamente, y de crédito.

Si Palinuro fuera rey y fuera este rey, muy preocupado con el futuro de la monarquía, encargaría a algún fino cortesano un lindo discurso de abdicación, reuniría las Cortes Generales y anunciaría que, llegado a una edad a la que ni el gobierno conservador se atreverá a retrasar la de jubilación, pillo mi merecido retiro y dejo en mi lugar aquesta moderna pareja, ya curtida en inaugurar congresos y dar premios. Es un buen momento. El discurso puede incluso irse a lo flamígero y hablar del cierre de la etapa histórica de la transición. Al fin y al cabo, el último símbolo de la transición, lo único que todavía une este régimen con el anterior, es el rey. Este rey.

dissabte, 10 de desembre del 2011

Los ciudadanos ejemplares.

Mañana se sentará en el banquillo, Francisco Camps, "el curita", en expresión de su amiguito del alma, Álvaro Pérez, también conocido como "el bigotes". Por cierto, ¡vaya portada la de El País! Es como una ilustración de la moral pública. Si no recuerdo mal, Camps aseguraba en una de sus primeras declaraciones no conocer a Pérez. Mentira, como se ve en la foto, salvo que consiga demostrar que se trata de un truco de photoshop y que él no estaba allí.

La Gürtel vuelve en todo su esplendor porque después del asunto de los trajes, Camps tendrá probablemente que responder de otros que han ido sabiéndose después, el último de los cuales las transacciones habidas con la empresa sin ánimo de lucro de Iñaki Urdangarín que tienen una pinta alucinante. Y, a pesar de eso, Camps, el presidente más votado jamás de la Comunidad Valenciana, por increíble que parezca, sigue disfrutando de una canonjía con cargo al erario público cuando la decencia manda que cause baja de inmediato.

La aparición del Duque de Palma como parte aparte de esta especie de corrupción levantina generalizada ha provocado una conmoción. La Corona se ha puesto nerviosa y nadie está muy seguro de lo que pueda pasar. Supongo que el nombre que Urdangarín puso a su consultoría, Noos, y con la que dio el salto al mundo de los grandes negocios, significa lo que significa, o sea, inteligencia en griego. Da la impresión de que toda la que él tiene la ha gastado en el nombre. Hacer negocios alegando ser allegado a la Casa Real y hacerlos, además, con unas administraciones públicas regidas por gente como Camps y Matas es, en verdad, ser muy inepto y no tener ni idea de cómo funciona un Estado de derecho. La cuestión gruesa es en qué medida tenía el Rey inteligencia de la inteligencia de Urdangarín. La Casa Real ha recordado que no es tal sino Familia Real y ésta sólo es la que consta en el correspondiente registro civil. Como el que no quiere la cosa, para dejar bien claro que los agnados, como Urdangarín, son de la familia, pero menos. Lo malo es que este asunto es irrelevante. De lo que se trata es de saber si el Rey tenía constancia de las supuestas andanzas de su yerno cuando éste y su esposa emprendieron vuelo a lueñes tierras. Conocimiento y qué conocimiento.

Al margen de la Casa Real (que no puede quedarse al margen por razones obvias y por más que traten de protegerla los monárquicos de derecha y de izquierda) da la impresión de que la Comunidad Valenciana lleva unos veinte años gobernada casi como el puerto de arrebatacapas, por una gente que no parece haber tenido otra finalidad que expoliar las arcas públicas ya sea en proyectos megalómanos ruinosos o en llenar los bolsillos de distintos tipos de tramas; es decir, una mezcla de paletos y despilfarradores (o, incluso, supuestos malversadores).

La paletez se ve en la mitomanía. El aeropuerto de Castellón en el que no aterrizarán aviones sino halcones, aves depredadoras, es una muestra de verdadera risa. No le van a la zaga los proyectos que ahora Fabra (el otro) quiere desmantelar, Terra Mítica, Gran Premio de Fórmula 1, Ciudad de la Luz de Alicante, las inexistentes Torres de Calatrava. Todos disparates de gente que se cree el ombligo del mundo y, en algunos casos, sin embargo, la han estafado. Seamos sinceros: ¿a qué suena esa historia de que Urdangarín obtuvo un bocado del Consell de Baleares bajo la promesa de llevar allí una etapa del Tour de Francia? ¿A que suena a aquel que quería vender a otro el Palacio de Oriente?

Y todas iniciativas ruinosas, con pérdidas de cientos de millones de euros, siempre del erario público. Cientos de millones de pérdidas en territorios en los que están recortándose la sanidad y la educación. En realidad es una forma de gobierno bastante típica de la derecha: se reducen los ingresos de impuestos, se aumenta el gasto público en despilfarros, se arruinan las arcas públicas y, como no hay dinero, se recorta el Estado del bienestar.

Lo anterior por lo que hace al paletismo, que es sorprendente, pero queda algo por decir sobre el lucro ilícito de los participantes. Además del monumentalismo kitsch y ruinoso, los expoliadores se beneficiaban directamente de los dineros públicos que la Generalitat valenciana parecía derrochar con largueza sin cuento. Si no ando equivocado, en las cuentas de unos siete millones de euros de coste de la visita del Papa Bendicto a Valencia en 2006, faltan unos dos millones y pico que se han evaporado por el camino de la foto que el Curita deseaba hacerse con su superior supremo.

Pues bien, todo este mundo de presidentes autonómicos, diputados, consejeros, cargos, empresarios, gestores de aguas fecales, beneficiarios de contratas de reciclaje de basura, empresas de organización de eventos, subcontratistas y apandadores en general, está sembrado de políticos ejemplares, como Fabra, ciudadanos no menos ejemplares delante o detrás o al lado de los cuales promete estar Rajoy, como Camps. Gente intachable, modélica, gente bien de toda la vida, gente como Dios manda, gente de derecha que gana elecciones por mayoría abrumadora.

dijous, 8 de desembre del 2011

El exilio y el reino.

El Rey ha decidido, al parecer, que las infantas Elena y Cristina y el marido de ésta, Iñaki Urdangarín, no pertenezcan a la Casa Real o, mejor dicho, no sean la Casa Real. A primera vista, una medida muy dura, extrema, prácticamente un repudio en toda regla. Mal, realmente mal, deben de estar las cosas para Urdangarín procesalmente hablando para que se decida algo así. La Reina ha ido de emisaria de los días nefastos a explicar a la pareja en Washington la situación, momento que ha captado la revista ¡Hola! que añade una pizca de marujeo al asunto, siempre de prometedoras ventas. Al fin y al cabo se comprueba que los reyes y sus allegados son como todo el mundo, que la familia real es como todas las familias en las que siempre hay gente honrada y algún pillastre que otro. Eso parece hacer populares a los Reyes que son humanos al fin y al cabo.

Está claro: el Rey ve a su yerno en el banquillo y se le abren las carnes pensando en el porvenir de la Monarquía, una institución prendida con alfileres en la camisa que tú bordaste en rojo ayer. Sin embargo es posible que la medida, con todo lo tajante que es en apariencia, llegue tarde. Viene a ser como si la Corona quisiera decir que Urdangarín ha abusado de la buena fe de su suegro y que, tan pronto éste se ha enterado, ha tomado una decisión drástica, a la altura de su condición. Lo malo es que hay por medio una fulminante marcha al extranjero de la pareja hace tres años que ahora es obligado interpretar a la luz de los hechos posteriormente revelados. Y el Rey tendrá que explicar qué motivo aceptó por bueno que justificara aquella repentina expatriación que semejaba una huida y si eso no es colaboración o encubrimiento del delito. Y aquí entramos en un terreno metafísico, el de la responsabilidad del Rey al que, a lo mejor, vistas las cosas, se le ocurre abdicar en su hijo.

Porque Urdangarín puede haber hecho algo más que abusar del buenazo de su suegro. Ha montado presuntamente una verdadera empresa de estafas millonarias con la supuesta ayuda de dos ex presidentes autonómicos hoy imputados en otros procedimientos, Camps y Matas, dos personajes, desde luego, de cine de Costa-Gavras. De ser cierto, eso es más que un abuso de la buena fe; es montar un racket, una banda de delincuentes. No es de extrañar, pues, que la medida haya sido tajante: fuera de casa, a la intemperie, a la noche y la niebla, presa de los jueces y del ¡Hola!

Pero la medida es muy rara por otros conceptos. En primer lugar ¿qué quiere decir que no formen parte de la Casa Real? Solamente que no se les encomendarán funciones representativas ni tendrán acceso a los fondos nutricios del presupuesto. Pero seguirán siendo miembros de la Casa Real desde el momento en que no existe una definición de qué sea la tal Casa. No hay una Ley de la Casa Real. Aparece mencionada en la Constitución, pero no definida. Por tanto, lo más sensato es entender que la Casa Real es la familia real, que es de la que habla la legislación vigente. Y esta es la que es y lo del repudio y privación de derechos es más complicado de lo que parece.

Cabe pensar que, a falta de una ley que le permita hacer lo que le dé la gana, el Rey ha decidido acudir a la jurisprudencia romana más arcaica, la anterior a la compilación de Justiniano, y reverdecer la Patria Potestas, que daba al padre poder absoluto sobre los hijos y absolutísimo sobre las hijas. De este modo las excluye de la familia como podría venderlas en un mercado de esclavas. Además, al apartarlas de la Casa Real, según dice, las priva de sus derechos sucesorios. Así, al recuperar la ley sálica se va más lejos que el derecho romano, se va al de los francos salios, por el que las mujeres no tenían derecho a heredar nada. Menos mal que la Monarquía es una institución moderna.

Hilando más fino hay otra cuestión pendiente. La expulsión alcanza también a la infanta Elena por la muy inconfesable razón de que, de no ser así, significaría un reconocimiento prematuro de la culpabilidad de los duques de Palma. Incluyendo a la susodicha infanta, lo cual es una injusticia porque ella no ha hecho nada y no parece haber estafado a nadie, la cosa se viste de racionalidad administrativa y orgánica, sobre todo en tiempos de ajustes. Para estar a tono con la época, la Casa Real recorta el cien por cien del salario de las dos infantas y, además, las despide, privándolas de sus derechos. Por ser mujeres. Y eso no es de recibo.

En cuanto a Urdangarín, la cosa es más fácil. Se le puede pedir el divorcio de la Infanta Cristina. Al fin y al cabo, y ya puestos a ser modernos, uno de los poderes del Pater Familias era divorciar a los hijos, quisieran estos o no. Hay ¡Hola! para rato. Es preferible la República.

dilluns, 5 de desembre del 2011

La Gürtel se come la monarquía.

La ya legendaria trama Gürtel, cuyas ramificaciones son más frondosas cada día que pasa, parece haber sido la más potente forma de delincuencia organizada en los últimos años, con participación de empresarios sin escrúpulos, funcionarios y cargos electos del PP presuntamente corruptos. Una especie de mafia dedicada a esquilmar los dineros públicos cada vez que se movían. La reaparición de Francisco Camps, el de los trajes impagos, quien supuestamente se valió de Urdangarín como pantalla para trajinarse los euros a millones, reorienta las andanzas del duque de Palma hacia la ciénaga gürteliana en la que éste corre peligro de quedar sepultado.

Los últimos acontecimientos, el retorno a la condición de procesado imputado de Carlos Fabra (cuyos supuestos delitos no han prescrito), la inmediata comparecencia de Camps en la causa por cohecho impropio y las nuevas revelaciones sobre los posibles chanchullos de la Generalitat valenciana bajo su mandato, hacen inexcusable que el PP afronte sus responsabilidades con ese nuevo código de buenas prácticas que, no bien se publicó, cayó en desuso. No es aceptable que ningún político procesado en causa penal ostente cargo público alguno. Fabra, Camps y todos los que, en su situación, tengan responsabilidades oficiales deben abandonarlas ipso facto. De no ser así, el PP acabará siendo corresponsable de sus posibles fechorías a ojos de la opinión pública.

Pero el daño mayor de la presunta implicación de Urdangarín en este fenomenal contubernio de corrupción, expolio, despilfarro y malversación lo sufre y lo sufrirá la monarquía española. He leído a algunos expertos afirmar que la Corona no tiene que temer daño alguno, que no hay implicación de hecho en nada delictivo, que el asunto afecta personalmente a Urdangarín y otras interpertaciones de exoneración que carecen de valor porque no hacen al caso. Si hay o no implicaciones directas de la Casa Real (por ejemplo, la infanta Cristina) en las presuntas ilegalidades del yerno del Rey es cosa que los tribunales determinarán en su día pero, para entonces, el daño estará ya hecho.

La Corona carece de poder real; su importancia, fundamental por lo demás, es meramente simbólica. Y lo simbólico se mueve por reglas distintas a las procesales. El Rey ennobleció a Urdangarín haciéndolo duque y el duque, según parece, aprovechó su ducado y el nombre del Rey para enriquecerse por medios fraudulentos a toda velocidad pero no tanta que al jefe de la Casa Real no le diera tiempo a indagar por el origen de los ingresos de su yerno que le permitieron comprar un buen puñado de inmuebles, incluido un palacete en Barcelona en dos o tres años.

Los partidarios de la monarquía, de la dinastía, del Rey, afirman que nada de lo sucedido afecta a la institución, pero no es eso lo que piensan los ciudadanos cuya valoración de la Corona es cada día más baja y hasta hoy se sitúa por debajo del suspenso. No quiero ni imaginar en dónde estará cuando se les vuelva a preguntar. Es comprensible que esos monárquicos, de izquierda o de derecha, socialistas o populares, traten de evitar al país el inevitable trastorno que se seguiría del fin de la monarquía.

Comprensible pero no justificable. Esa monarquía fue instaurada por Franco y es lógico pensar que hereda la falta de legitimidad y de ética cívica que caracterizó a aquella dictadura. Es un baldón de origen que se refuerza con el comportamiento de sus allegados. La República nunca ha tenido ocasión de demostrar su superior legitimidad. Y es hora de que la tenga.

dissabte, 12 de novembre del 2011

Urdangarín no es el problema. Es el síntoma.

Las incidencias procesales de Iñaki Urdangarín han despertado un enorme interés colectivo morboso. Primeras en los periódicos, noticias por doquier, comentarios en la red, avisos de todo tipo, especulaciones sobre si será juzgado, si "se irá de rositas" o si se le tratará como a un ciudadano más. Esa avalancha demuestra que, en efecto, no se le trata como a un ciudadano más; pero no por culpa de los jueces sino de los medios de comunicación y la opinión. Al contrario, los jueces están tratándolo como a un ciudadano más. Y nadie gana nada poniéndolo en duda. Iñaki Urdangarín no es un ciudadano más, pero se lo tratará como a un ciudadano más. Si ha de llegar a juicio, tendrá un juicio justo. Contará con buenos abogados porque puede pagarlos, pero no con jueces más favorables. Ese no es el problema.

En otros predios se ha ido a buscar el problema a la casa real y hay ya quien toca a difunto por la monarquía. En estos tiempos de crisis con la institución en no buena opinión ciudadana, según el CIS, la corona no aguantará un deslustre de este calibre. Me parece una opinón propia de programas del corazón y no me extrañaría nada que esto acabara siendo desmenuzado en uno de esos espacios de corrala de postín mediático. Pero si todos los argumentos que tenemos contra la monarquía se reducen a lo que haga el yerno del rey, o su hija en sus actividades "profesionales", por llamarlas de algún modo, en realidad no tenemos argumentos. En toda familia hay algún garbanzo negro y en todo aprisco una oveja descarriada. Los argumentos contra la monarquía son de orden ético y político. Una institución que descansa sobre la idea de que se tiene un derecho al poder (sea o no simbólico pues lo simbólico es muy importante) por herencia familiar no es compatible con el principio de la igualdad de derechos. Cuando el rey, en un esfuerzo meritorio por justificar lo injustificable, habla de la "monarquía democrática" está enunciando un absurdo del género Ubu doble porque para que la monarquía fuera democrática, todos los ciudadanos deberían tener igual derecho a ser reyes. O sea, éste tampoco es el problema.

Centrar exclusivamente la atención en el lado personal de Urdangarín y la infanta y otros aspectos suculentos como su expatriación de hecho a Washington cuando empezó a agitarse el gallinero tiene otra consecuencia. Como también la tiene aprovechar la presunta trapisonda para cargar contra la monarquía y salir dando vivas a la IIIª. ¿Qué consecuencia? Distraer la atención del verdadero problema.

Urdangarín y la monarquía son síntomas. El verdadero problema es el PP, el que se encuentra al otro lado de este nuevo presunto desfalco de las arcas públicas por millones de euros. El problema es que el llamado caso Babel (o sea, Urdangarín) es pieza separada del caso Palma Arena y que en los dos aparece Jaume Matas, presidente del PP de Baleares cuando los hechos, responsable último de ellos y quien también puso pies en polvorosa haciendo las Indias, con escaso resultado. El problema es que en Valencia, al otro lado aparece Francisco Camps, expresidente del PP de de la comunidad, que lleva dos años enredado en los tribunales, dando espectáculo tras espectáculo y con los negros nubarrones de la Gürtel ciñéndole las sienes como la corona del martirio, pues ya le llamaban el curita. Ni que decir tiene que el caso Urdangarín, si hay caso, también gira en la órbita de la Gürtel.

El problema está en esas administraciones del PP gobernadas como cortijos. Que el aeropuerto de Castellón vaya a contar con un grupo escultórico de Carlos Fabra colosal, ciclópeo, de 24 metros de altura, 18 de ancho y 300.000 euros de precio a la entrada es algo que deja chico el Ubu borbónico. Y más cuando se recuerda que en ese aeropuerto, que nos ha costado una millonada, no hay tráfico aéreo, que está abierto para que la gente vaya a pasear, pero tiene un director que cobra una pastuqui por mantener en forma una partida de halcones previstos para cuando unos pájaros inexistentes entorpezcan unos vuelos tan existentes como los pájaros. Y los halcones también nos cuestan un riñón, como si la patria fuera un Prometeo, atado a una roca mientras un buitre le comía los hígados. O más que un buitre, los pájaros de Hitchckok. Esto pasa ya Ubu, es puro El perro andaluz. O, para seguir con el cine y venirnos de hoy, merito tema para Alex de la Iglesia.

El problema es que el PP no solamente no se distancia de estos comportamientos ni los condena sino que se constituye en parte en los procesos con la intención de dificultarlos. Cuando su comportamiento debiera ser el contrario: hacer expedita la acción de la justicia y corruptos fuera. Pero es el contrario del contrario: en repetidas ocasiones Rajoy ha puesto a Matas, Camps y Fabra como modelos de comportamiento, como políticos modelos. El problema es que la corrupción no tiene respuesta política y, lo que es más grave, tampoco parece tener sanción electoral. Y efectivamente, eso es muy grave. En monarquía, república, oligarquía o imperio.

(La imagen es una foto de ÁNGEL RUIZ ALMANSA, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 11 de març del 2011

Un golpe de teléfonos.

(Sobre la peli de Chema de la Peña, 23-F. La película).

Aprovecharon el trigésimo aniversario de la intentona de Tejero para estrenar esta primera versión del episodio y de la cual he sacado una impresión pobrísima. Está hecha así como con técnicas narrativas gringas, con interminables travellings acompañando a los protagonistas por los pasillos del Congreso de los diputados y el palacio de la Zarzuela, que son los dos escenarios en que tiene lugar casi toda la acción, con muchos primeros planos de gestos decisivos, miradas fulminantes y diálogos cargados de significado. Es una historia insulsa porque, sobre conocerse el final de antemano, más parece un intento de reconstrucción de los hechos que otro de recreación.

Entiendo que la película cumple dos funciones: la primera será dificultar que a alguien se le ocurra hacer otra menos cargante sobre lo mismo y la segunda abonarse a una determinada interpretación de los acontecimientos. Porque el golpe está contado casi exclusivamente como una descripción procesal de la trama, sin veleidades de ningún tipo de ponerlo en relación con otros aspectos de la vida como pudiera ser, por ejemplo, la reacción de la calle. Hay un par de brevísimas secuencias referentes a las apresuradas medidas que toma algún sindicato y nada más. Es llamativa la falta de referencias a la prensa. Este golpe se perpetró, se decidió y se hizo fracasar a través de unos teléfonos que hoy parecen piezas de museos, lo que levanta la irónica sospecha de que, si llega a haber móviles por entonces, a lo mejor las cosas hubieran transcurrido de forma distinta.

A los implicados, desde luego, les falló la comunicación. Y a la película también. Parece como si la intentona se estuviera dando en otro país y los espectadores (que, por lo demás, ayer éramos cuatro) no tienen la sensación tampoco de que aquello haya llegado a pasar en el suyo. Todo eso hubiera podido resolverse conectando los hechos históricos con la vida cotidiana, por ejemplo a través de una historia colateral que los hiciera más cercanos, un noviazgo de un guardia civil o alguna peripecia familiar de cualquier participante, algo que rompiera la molesta manía de mostrar continuamente personajes reales pero figurados, a cada cual más rebuscado y peor caracterizado, para que la gente juegue a ponerles nombre: "mira, Carrillo, Gutiérrez Mellado, etc".

Lo importante, con todo, parece ser imponer una interpretación que gira en torno a la cuestión de qué hizo el Rey en aquellos momentos y que según el film consistió en enterarse por la radio de lo que estaba pasando, hacerse cargo del mando desde el primer instante, previa bendición paterna impartida, cómo no, por teléfono y, ya en el mando, con pulso firme y rodeado de su reverente Casa Real y su familia, salvar España del desastre.

Es posible que las cosas discurrieran como las narra la película que pretende así zanjar la sempiterna polémica sobre el comportamiento del Monarca pero si con ello se pretenden refutar las teorías conspirativas sobre el 23-F el empeño es vano. Esas teorías prescinden de los hechos porque se formulan en función de otros objetivos y proyectos. Basta con ver las que siguen vivas y coleando sobre el 11-M.

Además, la interpretación que goza de mejor salud es la que quiere situar la intentona dentro de una más amplia del conjunto de la transición en España, algo con más empeño teórico. Una según la cual la transición fue un engaño, una rendición de la izquierda, un compromiso vergonzoso y un abandono de sus principios y objetivos a cambio de la cooptación en un sistema seudodemocrático. Es una visión de la transición que cierta izquierda radical (de esa que se llama a sí misma "transformadora" y que ha sido incapaz de elaborar un discurso propio como no sea culpar de todo a sus mayores) repite con insistencia como explicación del marasmo en que se encuentra en la actualidad. Desde este punto de vista la intentona de Tejero tiene muy difícil encaje. ¿Para qué había que dar un golpe si las cosas discurrían según lo previsto por el franquismo?

La pregunta no tiene respuesta pero la interpretación del golpe se acumula sin más miramientos a la de la transición en su conjunto para no andarse con pequeñeces: la peripecia del Congreso fue otra vuelta de tuerca de una democracia tutelada que, a partir de entonces abandonaría toda veleidad izquierdista. En materia de relaciones internacionales (OTAN, CE), de organización territorial del Estado, etc, se restablecería el orden y el buen sentido, el franquismo sin Franco, la seudodemocracia, el PSOE, los GAL... El pecado es siempre original y lo cometen otros.

Que la transición no fue un programa determinado, que las cosas sucedieron según las relaciones reales de fuerzas y no según conspiración alguna, que el golpe fue una reacción imprevisble de un estamento militar que aún no había entendido que el poder en España era civil pero que pudo haber triunfado a pesar de sus rasgos bufos son consideraciones que afectan poco al vigor de estas interpretaciones que no son tales sino visiones sesgadas con una finalidad autojustificativa evidente.

dilluns, 11 d’octubre del 2010

La monarquía comunista

Bueno, ya está: el Líder Supremo o Querido Líder Kim Jong-il, Presidente de la Comisión Nacional de Defensa, Comandante Supremo del Ejército Popular de Corea y Secretario General del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC) (partido comunista), el mandamás absoluto de Corea del Norte, parece haber decidido que su sucesor sea su tercer hijo, el jovenzuelo Kim Jong-un, de 27 años. Previamente lo ha hecho nombrar General de Ejército o sea, el máximo mando del ejército por debajo del Capitán General; también lo ha cooptado al máximo órgano de dirección del PTC. Tras este vertiginoso y sin duda merecidísimo ascenso, insisto, a los veintisiete años, el mozalbete se ha mostrado junto a su padre (quien, como se ve, siempre decide en bien del pueblo) en el día de fiesta más grande del país después del de cumpleaños del Querido Líder: el de las fuerzas armadas. Hay un elemento iconográfico camp en ese hecho. Recuerda las apariciones (y desapariciones) en la tribuna presidencial de la Plaza Roja en Moscú durante los desfiles del 1º de mayo y del aniversario de la victoria en la Gran Guerra Patria. Los kremlinólogos entonces y los coreanólogos ahora, interpretaban los leves movimientos de aquel poder paquidérmico y hierático escudriñándolos en busca de señales sobre las tendencias, favores y desgracias.

En este caso ya no es una tendencia sino un hecho práctico que Corea del Norte es una monarquía comunista. Alguien podría pensar que este enunciado es un oxímoron como El banquero anarquista de Pessoa. Pero igual que el banquero razona y demuestra que se puede ser banquero y anarquista (incluso, que la única forma de ser anarquista es ser banquero) sin duda los comunistas podrán demostrar que cabe la monarquía comunista y que la única forma de implantar el comunismo es a través de la monarquía. Con lo cual no se explica porqué tienen esa manía al Borbón actualmente reinante en España, cuando bastaría con convencerlo de que se afiliara al partido o, mejor, que aceptara la Secretaría General. Y él, demócrata como dice ser, seguro que lo hacía encantado una vez que hubiera visto lo bien parado que queda el monarca coreano con una prensa sumisa y unos medios que lo aclaman mientras que en esta seudodemocracia española todos y todas se creen con derecho a criticar a la Corona e, incluso, pedir su sustitución por una república, como este impertinente bloguero.

Porque de monarquía se trata se pongan sus partidarios como se pongan. La esencia de la monarquía es el carácter hereditario del poder dentro de la misma familia. Es verdad que ha habido monarquías electivas, como el Sacro Imperio pero el meollo de la monarquía es el principio dinástico, la trasmisión de la corona de padres a hijos que, en el fondo, es la trasmisión del Reino en su concepción premoderna de propiedad del Rey. Y eso es lo que sucede en Corea del Norte. Y no porque el "Príncipe de Asturias" coreano haya aparecido en el desfile, desatando especulaciones que pueden ser o no ciertas, sino porque su señor padre, el omnisciente Kim Jong-Il, a su vez, fue en su momento el heredero del suyo, abuelo del actual sucesor y fundador de la gloriosa dinastía Kim, Kim Il-sung, padre de la Patria, secretario general del PTC y creador del Estado de Corea del Sur.

En teoría el comunismo y la monarquía no son compatibles. ¿Será entonces que Corea no es comunista? Los comunistas, como suelen, están divididos: unos dicen que sí y otros que no, admirable prueba de unidad doctrinal. Quienes dicen que sí razonan que no hay que perder el tiempo en consideraciones superestructurales sino atender a la vida real de la gente y el modo de producción, la enseñanza, la sanidad, el nivel de vida, etc., etc., lo que suele invocarse para justificar la tiranía. Y apoyado en una variante simpática del pragmatismo de Mel quíades Álvarez y su teoría de la accidentalidad de las formas de gobierno. Gato blanco, gato negro; lo importante es que cace ratones. Rey o plebeyo, lo importante es que el comunismo avance. Pero esto último no suena nada convincente.

Los comunistas "negativistas", los que niegan que Corea del Norte sea un Estado comunista salen mejor parados a corto plazo, pero mucho peor a largo porque deben explicar qué sea entonces un Estado comunista. Y héteme aquí que no lo hay. Tampoco la República Popular China, aunque dice ser comunista, es comunista de verdad para los negativistas. De serlo tendrían los comunistas que explicar cómo sería compatible el comunismo con las formas más brutales de acumulación primitiva de capital con explotación salvaje de la mano de obra tanto en beneficio privado como del Estado.

A su vez, tampoco la Unión Soviética era una sociedad verdaderamente comunista. En realidad, se hundió precisamente porque no era comunista. Esto se oye y se lee, no me lo invento. He llegado a oír que, cuando se hundió, la Unión Soviética era en realidad un Estado fascista. Y si la Unión Soviética (sobre cuya naturaleza como Estado llegó a debatirse tanto como sobre la cantidad de ángeles que cabían en la cabeza de un alfiler en la Edad Media) no era un Estado comunista, ni mención merece hacerse de sus hijuelos en Europa central y oriental. En verdad unas satrapías en las que la corrupción de la metrópoli moscovita se intensificaba y adquiría colorido local. Personajes como Ceaucescu, Ladislao Gomulka o Erich Honecker eran tan comunistas en su actitud vital como el banquero de Pessoa era anarquista, pero mucho más indecentes y despóticos.

Ningún país comunista ha sido verdaderamente comunista. Entonces ¿qué es el comunismo? Una teoría que no se puede refutar ni siquiera a través de los resultados que ella misma produce es una teoría inefable, una teoría no científica según los criterios de Popper. Y eso para el comunismo es mortal porque siempre ha sostenido ser científico. Y no; resulta ser utópico: una doctrina excelsa, suma de todo bien sin mezcla de mal alguno (como la virtud en el catecismo del Padre Ripalda), siempre que no se aplique en la realidad. Cuando se hace, da lugar a unas monstruosidades de las que, como se ve, reniegan sus propios partidarios... cuando, para suerte propia, pueden hacerlo porque viven en otra parte.


El lector avisado habrá observado que queda fuera de la consideración el caso de Cuba. No merece la pena entrar en una manigua de tanta pasión y en la que los españoles suelen perderse por razones afectivas. A los efectos del post puede señalarse la variante cubana de la sucesión, que no es de padre a hijo sino de hermano mayor a hermano menor. El caso es que prevalezca la familia, célula básica de una sociedad católica como la cubana.


(La primera imagen es una foto de The Globe and Mail, uploaded on en.wiki 08:20, 30 September 2010 by Harro5 and transfered on Commons. En cuanto a la licencia, se invoca el siguiente criterio de Wikipedia: An image of historical importance as the first photograph of Kim Jong-un officially released by the Democratic People's Republic of Korea. The image was first published in Rodong Sinmun, as BBC News reported. An equivalent free version would be difficult to obtain, since Kim Jong-un makes few public appearances, and North Korea is a closed country).

(La segunda es una foto de Inmigrante a media jornada, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 6 de setembre del 2009

Apostilla a la entrevista a Cayo Lara.

Releyendo la entrevista de Palinuro a Cayo Lara unas entradas más atrás me doy cuenta de que me quedó una pregunta por hacer y que por nada del mundo querría que quedase sin contestar. El señor Lara se precia de haber expuesto al Rey su plan para acabar con la Monarquía y traer la República a España. Y parece que el Monarca lo escuchó con atención cual su obligación. No se imagina uno al Monarca arrojando a algún visitante de La Zarzuela con cajas destempladas.

La pregunta es: ¿importaría al señor Cayo Lara explicarnos a los ciudadanos normales ese plan o proyecto para traer la IIIª República o es solamente para los reales oídos? Estoy seguro de que, si el plan es viable, los republicanos los apoyaremos y haremos lo que nos corresponda por sustituir la Monarquía por una República. Esperamos que no se trate de una receta conspirativa, al estilo leninista, de esas que los comunistas vendían como la "verdadera democracia", que era la del socialismo realmente existente y en donde había tanta democracia como socialismo.

divendres, 4 de setembre del 2009

Palinuro entrevista al Rey.

El éxito de imagen que consiguió el señor Cayo Lara el otro día al entrar en La Zarzuela dando vivas a la IIIª República, dejó a Palinuro pensando en la conveniencia de acercarse él también a entrevistar al Monarca. Pensado y hecho. En La Zarzuela lo recibieron con agrado, el Rey lo invitó a una coca-cola y la conversación, en la que no se permitieron fotos resultó amena y hasta tuvo sus piques de humor. Palinuro: ¿así que dio Vd. audiencia al señor Cayo Lara, notado republicano, que le explicó cómo piensa sustituir la Monarquía por una República?

Rey: claro. En una monarquía democrática el Rey tiene que hablar con todos los sectores políticos, incluso con los contrarios a la institución monárquica.

P: ¿hasta con los que quieren cortarle cabeza?

R: por supuesto; esos, los primeros. Si Luis XVI hubiera hablado con Danton, Marat y Robespierre, podría haber muerto con la suya sobre los hombros.

P: Majestad, habla Vd. mucho de democracia pero la Monarquía es una institución profundamente antidemocrática puesto que niega el principio fundamental de la igualdad de los seres humanos.

R: que la institución no sea democrática no quiere decir que no pueda estar al servicio de la democracia y la libertad. Piensa en el ejército. Nada tan antidemocrático como la milicia y, sin embargo, sin ejército no habría democracia.

P: puede ser pero la democracia es elección y al Rey no lo elige nadie.

R: tampoco a los generales y, si me apuras a los magistrados del Tribunal Constitucional. La Monarquía británica, cuya sangre late por mis venas, como bien sabes, pues soy descendiente de la Reina Victoria, rige sobre una de las democracias más antiguas y acrisoladas del mundo.

P: la inglesa es posible pero la española está llena de deficiencias y alifafes que impiden considerarla democrática.

R: ponme un ejemplo.

P: de entrada, Majestad, a Vd. lo nombró sucesor "a título de Rey" un general rebelde, sublevado, faccioso y ya muerto, F. Franco. Vd. representa lo que se llamó "la monarquía de julio".

R: si, ese es un vicio de origen de mi título que no sé cómo eliminar salvo mostrando la ejecutoria de mi acción política que ha resultado ser lo contrario de lo que el General Franco había previsto.

P: es decir, pretende Vd. que se le tenga como mérito haber traicionado a su mentor.

R: traicionar es un término un poco fuerte.

P: pero es el que es, Majestad, porque Vd. juró fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional que, por su naturaleza eran "permanentes e inalterables". Y por eso no puede jurar fidelidad a la Constitución vigente, que es contraria a dichos principios. Vd. es Rey porque traicionó la legitimidad que acarreaba.

R: pero adquirí la legitimidad democrática, que es la que cuenta hoy día con el referéndum de la Ley para La Reforma Política.

P: me temo que no, majestad. La Monarquía se metió de matute en el articulado de una Ley que los españoles votarían favorablemente por devolver la democracia a España. Para decidir esta cuestión se hubiera necesitado un referéndum especial sobre la forma de Estado en España, cosa que no se hizo y nadie, salvo los republicanos, quiere hacer ahora.

R: ya imagino que en tu criterio lo mejor es no mencionar los asuntos dinásticos.

P: Majestad, ¡ninguneó Vd,. a su propio padre y pasó por encima de su mejor derecho! No hay legitimidad dinástica.

R: alguna utilidad tendré cuando me han designado "alma del cambio".

P: historiadores pelotas, Majestad, bufones al servicio real que tanto gustan en la corte española.

R: esos son los Austrias. Los Borbones somos más racionalistas y cartesianos.

P: pero también es Vd. Habsburgo.

R: ¡caramba! Lo había olvidado. Nadie es perfecto, ¿verdad? Por cierto, deja de acosarme. Algo que no entiendo de cierta izquierda española es por qué os caigo tan mal a pesar de que cómo han ido las cosas de forma que muchos antimonárquicos se han hecho "juancarlistas".

P: tampoco debe Vd. engañarse: siempre hay gente sin bríos ni coraje, dispuesta a justificarse en la peor posición sin decir nada. Fíjese, además, en que "juancarlista" suena a franquista.

R: ¡otra vez! No dejáis a Franco en paz.

P: ese Franco del que no se puede hablar mal en su presencia de Vd. Es decir, ¿no se le puede llamar genocida?

R: nada de nada. Entiéndelo, es un deber personal de lealtad a quien me antecedió en el cargo. Y dime, que no me has contestado ¿por qué me la tenéis jurada en la izquierda?

P: no toda la izquierda, pero sí parte. No sabría decirle lo que que opinan los demás pero por lo que a mí hace y alguna gente a la que conozco, el asunto no es sobre los deméritos de la Monarquía, que son muchos, si no sobre los méritos de la forma de Estado que el país se ha dado en dos procesos democratizadores : la República, cuya legitimidad de origen y ejercicio está fuera de toda duda, pero a la que la Monarquía cierra el paso. No es que no queramos la Monarquía; eso ya lo ha dicho el pueblo español en 1931 y la Monarquía es un régimen zombi. Es que queremos la República.

R: y ¿no es asunto para vosotros el de la oportunidad histórica? Hoy Monarquía sí o no no es tema que preocupe a los españoles. Les preocupan cosas como el terrorismo, la crisis económica, las Comunidades Autónomas. Pero no la Monarquía.

P: es un argumento muy típico de la derecha: que la memoria histórica no interesa a nadie hoy, que el aborto no interesa a nadie hoy. Todo lo que no le gusta juzga que no interesa. Y no sé si lo creerá Vd., Majestad, dada su trayectoria, pero los asuntos de principio interesan siempre y la Monarquía sí o no es asunto de principios.

(La imagen es una foto de SalamancaBlog.com, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 28 d’abril del 2009

El único francés es el español.

No me digan que no tiene gracia. De los cuatro personajes de la foto, sólo es francés el Borbón ya que Sarkozy es húngaro, la señora Bruni, italiana y doña Sofía, griega. Claro que peor es el caso de España porque si sólo había un francés en esta solemnísima visita de Estado, españoles no había ni uno ya que el Borbón, en efecto, es francés.

Mientras nadie dé cuenta de lo que hablan entre tanto lujo y boato, entre almuerzo y cena de gala, las gentes del común sólo podemos glosar las apariencias externas de estos mandatarios a los que sostenemos con nuestros impuestos y que son tan, tan, pero tan humanos, tan comidos por los complejos. El señor Sarkozy se gasta unos zapatos con un alza inverosímil; pero nada comparado con los zancos a que se encarama doña Letizia, a ver si consigue que se la vea. Y el Rey cada vez se parece más a su padre. Ya tendría gracia que, después de haberlo traicionado y haber pasado por encima de sus derechos dinásticos don Juan Carlos fuera ahora convirtiéndose en el doble de don Juan, como si el alma en pena de éste, no habiendo podido reinar en vida merced a las malas artes de Franco y su hijo, viniera ahora a tomar posesión de la de Juan Carlos que un día se mirará en el espejo y verá la mueca burlona del rostro de su progenitor.

¿Y qué me dicen de la ironía de que estos franceses, que se quitaron de encima a la plaga de los antecesores de nuestro Rey, estableciendo una República, único régimen que deben tener los pueblos libres, vengan ahora a la exótica España a visitar a un pariente del que ellos decapitaron? "España es un país de antepasados", decía Kant y por eso ha venido la pareja francesa a contemplarlos en el museo de antigüedades. Y es verdad, al lado de la singular belleza y refinada elegancia de doña Carla Bruni todos los demás resultaban antiguos. Empezando por su marido.

Parece que hoy habrá menos boato bombástico, que no acaba de cuadrar en un país con cuatro millones de parados, y empezará el trabajo en serio, cuyo punto esencial, según se dice, es intensificar la colaboración policial y acabar con ETA. Ojalá.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 26 de març del 2009

Retrato del Rey al vitriolo.

Mi amigo Iñaki Errazkin, uno de los puntales del periódico digital InSurGente, cuya línea editorial suele clasificarse en la izquierda extrema, por encontrar algún calificativo de uso común con el que yo no estaría completamente de acuerdo, ha publicado un libro sobre el Rey (Hasta la coronilla. Autopsia de los Borbones, Txalaparte, Tafalla, 2009, 341 págs.) o, por mejor decir, contra el Rey. En realidad es algo más puesto que no solamente versa sobre don Juan Carlos I sino sobre todos los Borbones españoles a partir de Felipe V. Y los trata con ánimo descaradamente necrofílico ya que subtitula su obra Autopsia de los Borbones. Curioso título. Podría entenderse aplicado en sentido metafórico a los Borbones muertos pero para los vivos está más complicado el asunto, salvo que nos percatemos de que el término está utilizado en sentido desiderativo. Y eso nos pone ya sobre la pista de uno de los rasgos más claros del libro: es una obra militante en su antimonarquismo, su antiborbonismo, su antijuancarlismo y, es de suponer, su correspondiente republicanismo. Está claro, el autor no pretende adoptar una actitud de objetividad o imparcialidad (en las que, probablemente, como periodista crítico, no cree) sino de clara beligerancia contra la institución monárquica, contra la dinastía Borbón y contra el actual portador de la Corona.

El otro rasgo es que, aunque la obra abarca más o menos trescientos años de la historia de España (desde comienzos del siglo XVIII a comienzos del XXI), no está escrita en el espíritu de los trabajos académicos de reposada historiografía sino como una apasionada crónica periodística, sin darse mucha fatiga con las cuestiones de fuentes y metodológicas, sino yendo directamente a lo anecdótico por pintoresco y trazando una especie de fresco de la evolución de España en ese tiempo, anclada en una visión crítica y sarcástica de los acontecimientos que la caracterizaron y resaltando sobre todo su aspecto esperpéntico.

El objetivo principal de la obra es el monarca felizmente reinante en España (me parece, no estoy seguro, que el autor jamás utiliza el nombre del país en singular sino que siempre se refiere a él como "las Españas", designación que era muy frecuente en Siglo de Oro) pero, de hecho , le ocurre lo que al protagonista de la célebre novela de Laurence Sterne, La vida y opiniones de Tristram Shandy, que nace aproximadamente a la altura de la página doscientas cincuenta o trescientas de la obra, según sea la edición. Algo similar sucede con don Juan Carlos que aparece por primera vez en el libro de Iñaki como protagonista a la altura de la página 195 y la abandona en la 277; es decir, le está dedicada menos de la tercera parte del libro, aunque alguno podrá argumentar que hasta eso es demasiado, dada la banalidad del personaje.

La explicación de tal hecho radica en que Errazkin parece convencido de que hay una condición moral, psicológica, de los Borbones, que estos tienen unas características que los distinguen y se manifiestan con contumacia a lo largo de la historia, trátese de Felipe V, Fernando VI, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII o Juan Carlos. Sólo excluye a Carlos III por las habituales razones de que era hombre culto y que fue un excelente alcalde de Madrid. Esas características vienen a ser que los Borbones son zafios, ignorantes, tiránicos, alborotadores, promíscuos, incompetentes, incontinentes sexuales, infieles, arbitrarios, no muy despiertos... en fin, una joya de familia y una familia de joyas.

La parte dedicada a la historia de los Borbones (desde Felipe V hasta Alfonso XIII y, más allá, la dictadura de Franco que habría que comprender como la etapa del Spanish Pretender, don Juan que no llegó a ser Juan III muy a su pesar) se lee con mucho agrado. Consiste en una serie de relatos engarzados a través de las anécdotas y sucesos más sobresalientes de los respectivos reinados que dejan a los protagonistas muy mal parados. Claro que no peor de lo que ellos se mostraron a sí mismos o de cómo los reflejaron los testimonios de sus contemporáneos o el juicio de los historiadores. No conozco de ningún escritor o cronista español o extranjero de cierta altura intelectual que tenga algún buen juicio para esta sarta de egoistas ineptos y bastante necios. Así que, aunque Errazkin parece regoderase en dibujar la vacua pomposidad de Felipe V y las lamentables condiciones espirituales de Fernando VI o Carlos IV, no va más allá de lo que la historiografía, incluso la más conservadora, reconoce.

Lo mismo cabe decir de Fernando VII a quien ningún escritor de mínima categoría concede respeto alguno: taimado, bribón, criminal, necio, tiránico, el cuadro que dibuja Errazkin está también en el mainstream de la historiografía. Si acaso hace algo más de hincapié en la incontinencia sexual, el priapismo del monarca, pero lo atribuyo a una especie de alegre juicio del autor que tiende a tener una visión rabelaisiana de los personajes sobre los que diserta. No hace falta decir que el reinado de Isabel II obtiene un tratamiento pormenorizado en la obra. He echado de menos una referencia a las magníficas novelas de Valle Inclán sobre la Corte de los milagros en las que se encuentran páginas soberbias sobre el Espadón de Loja y los hábitos sexuales de la Reina castiza así como los melindres del Rey consorte. En cambio está muy bien traido el libro que los hermanos Bécquer publicaron a raíz de la "Gloriosa" de 1868, con sus versos e imágenes procaces, que retratan una época. Es de interés que el autor subraye un elemento sobre el que la historiografía (complaciente aunque sea antimonárquica por un falso criterio de prudencia) pasa como de puntillas. Dado que, según abundantes testimonios don Francisco I de Assis no conoció carnalmente a su regia esposa, está claro que la estirpe borbónica queda en ese momento interrumpida y enriquecida con injertos procedentes de otras cepas.

Don Alfonso II, triste de ti y don Alfonso XIII reciben asimismo su merecido. En el caso del último, además de los habituales escarceos sexuales y la nube de amantes, hijos bastardos, se tratan los aspectos más políticos en relación con la guerra del África, la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la República.

Finalmente, la obra desemboca en la persona del monarca español actual. Vaya por delante que, de las pocas cosas en las que el autor y yo coincidimos en esta vida, una de ellas es nuestro firme criterio de que la actual Monarquía española es ilegítima y que debiera dejar paso bien a la restauración de la IIª República, bien a la instauración de la IIIª. Y, a partir de aquí, ya discrepamos en todo. Pero como el libro trata de aquello en lo que coincidimos, no haya cuidado que no querré subrayar nuestras discrepancias excepto en un par de observaciones que tengo reservadas para fastidiar un poco al final, pues las críticas que son sólo laudatorias aburren hasta a las ovejas.

Franco que todo lo que tenía de ignorante en cualquier asunto del mundo de su época lo tenía de cazurro y profundo conocedor del espíritu de sus compatriotas, supo mantenerse en el poder mediante una combinación de puro terror, dictadura bestial e inmisericorde, marrullería internacional y astucia interior para enfrentar a unas facciones políticas con otras. De las autorizadas, se entiende, de las franquistas. Las otras estaban todas en la cárcel, en los cementerios o en las cunetas. El ejemplo más acabado de esta hábil política de contraponer aspiraciones encontradas lo prácticó con las distintas ramas monáquicas y, por último, enfrentando al padre (don Juan) con el hijo (don Juan Carlos), con una habilidad diabólica, apostando porque el hijo acabaría pasando por encima de los mejores derechos del padre. Exactamente lo que sucedió.

Errazkin da una idea de la transición con la que coincido sólo en parte y que se define mejor que nada con el término que utiliza para caracterizarla. Según él, la transición fue una transubstanciación. No está mal, es ingenioso pero me temo que el fenómeno fue bastante más complejo para definirlo con un solo término. Con posterioridad a este fenómeno, el seguimiento que Errazkin hace de la biografía de don Juan Carlos es inmisericorde. De cuál fuera la función del Rey durante la intentona de Tejero de 1981 desde el punto de vista de Errazkin da idea el hecho de que tome como fuente de referencia al Coronel Amadeo Martínez Inglés que sostiene que el golpe se dio con conocimiento y autorización del Rey y en su beneficio. Lo que sucedió después, dirá Errazkin, es que, Borbón al fin al cabo, dejó a sus compinches en la estacada.

Reitero que el libro está escrito no desde una perspectiva académica sino periodística y que, por lo tanto, priman los aspectos más pintorescos, un pelín subidos y los que ayuden a contemplar el cuadro de un Rey con unas condiciones morales detestables. Así, nuestro autor investiga y narra pormenorizadamente tres aspectos de la vida del Rey que den esta imagen: sus aficiones cinegéticas (con la muerte del infeliz oso Mitrofán), sus abundantes escarceos amorosos (con especial atención a las supuestas relaciones con la actriz Bárbara Rey) y su ingente fortuna, amasada por procedimientos nada transparentes.

En resumen, un libro ágilmente escrito y de recomendable lectura para quien quiera tener una imagen a pluma gruesa de los Borbones en general y éste en particular y también, cómo no, del autor: un vasco independentista, de extrema izquierda que habla casi tanto de sí mismo y sus amigos en la obra como del objeto de ésta.

Un par de observaciones críticas de distinto calado. En nuestro tiempo la historia no siempre la escriben los vencedores. A veces los vencidos toman la palabra y su narración, como es este caso, es distinta de la de aquellos. Pero ¿es más cierta? Para muchos, desde un punto de vista moral quizá sí; para casi todos desde otro pragmático me temo que no. Un ejemplo: poco antes de morir Franco dijo que lo dejaba todo "atado y bien atado". Santiago Carrillo, a su vez, cuando don Juan Carlos fue nombrado sucesor "a título de Rey" lo saludó como "don Juan Carlos el Breve". Pregunta: ¿quién acertó?

Segundo orden de cuestiones sólo con ánimo de hurgar en divertidas desavenencias. Dice Errazkin, hablando de Felipe V: "Nadie podía imaginar entonces que la criatura se convertiría en el monarca de los vecinos del sur ni que su reinado iba a durar la friolera de 45 años y 21 días, récord temporal aún imbatido" (p. 23) Se referirá a España porque se me ocurren dos ejemplos que contradicen el caso, uno antes y otro después de Felipe V. Antes, el caso del abuelo de Felipe V, Luis XIV de Francia, el Rey Sol, que reinó 54 años, si no ando equivocado; después, don Fidel Castro, que ha sido ******* (póngase lo que más plazca: presidente, tirano, caudillo, dictador, jefe, primer camarada, salvador integérrimo, padre de la Patria, etc) de Cuba durante 49 años.

Dice igualmente Errazkin hablando del asesinato de don Antonio Cánovas del Castillo: "De hecho, él mismo moriría en atentado el 8 de agosto de 1897. Sería, claro, en el desafecto País Vasco... y esta vez el tirador no falló." (p. 129) Un curioso párrafo para analizarlo con detalle. ¿Qué significa ese "claro"? ¿Yerro si digo que Iñaki quiere connotar un paralelismo entre el atentado contra el político malagueño y el que dio el pasaporte a don Luis Carrero Blanco y que para el autor fue el verdadero elemento desencadenante de la transición? No, no yerro. Pero, por desgracia, el atentado de Santa Águeda fue locativamente hablando por entero fortuito ya que, al asesino, el anarquista italiano, Michele Angiolillo, "claro", el "desafecto País Vasco" le traía al pairo.

Dice Errazkin: "Cuando me preguntan quién es la peor persona con la que me he topado en mi ya larga vida, siempre respondo sin titubeos que Felipe González Márquez, el dirigente del PSOE (político-mlitar) que fuera presidente del Gobierno entre los años 1982 y 1996. Ni Franco ni Aznar ni Rouco Varela ni el asesino de la catana. Normalmente, el entrevistador, hombre o mujer, se revuelve en su asiento, arquea una ceja y masculla un espontáneo y escandalizado "¡pero hombre...!" (p. 204). ¿Se entiende por qué decía yo antes que el autor habla casi tanto de sí mismo en este libro como de don Juan Carlos? Bueno; yo no digo "¡pero hombre!" porque ese juicio sobre González ya lo había oído así o en parecidos términos en otras bocas. Lo que sí digo es que requiere también un cuidadoso análisis, esta vez psíquico. ¿Basado en qué? En ese "sin titubeos" que canta más que La Traviata.