dissabte, 24 de desembre del 2011

Esta noche hablo Yo.

Amargo cáliz. Tenía que salir Urdangarin a dar la cara. Claro que el pobre no puede. Como es sordo, no entendería las instrucciones en el plató. Además me corresponde; soy el Pater familias. Algunos dicen que reinar es fácil y lo hace cualquiera. A ver quién sale a decir a no sé cuántos millones de españoles que los tiempos son difíciles. Con el fondo de la bandera y las figuras del Belén que por lo menos serán de Salzillo, digo yo. La patria y el altar, lo más sagrado. A la misma hora unos agitadores han convocado caceroladas en las ciudades. Caceroladas para tapar mis palabras. Es lógico. Si llega la República será al son de sartenes y cacerolas, cosas del pueblo. Palabras de ánimo en el esfuerzo que todos los españoles hemos de hacer para superar la crisis. ¡Vaya crisis! Cuatro año de crisis y estos que vienen ahora pretenden prolongarla otro año. O sea, queridos vasallos, hay que seguir apretándose el cinturón. Y yo con Urdangarin en casa. La Reina me aconseja mucho, mucho tacto, no vaya a pasar lo de Grecia, su patria. Pero ella se larga a visitar a la pareja en Washington. Y yo me quedo a aguantar el chaparrón y escuchando todos los días al príncipe de Asturias al que le ha dado un sarpullido. Afortunadamente todos los políticos con algo de peso me apoyan lealmente. Do ut des. Mi real persona trajo la democracia; la democracia me debía una. Todos dicen que una cosa es un yerno (al fin y al cabo, un agnado) y otra la institución misma. Además, yo soy inviolable. Lo de la infanta anda algo más crudo, pero no creo la llamen a declarar ni como testigo. La mujeres no debían ser testigos pues no va con la etimología de la palabra. ¡Señor, Señor! Tenía que ser en diciembre. No podían los jueces esperar un mes y tirar del hilo en enero. Esto de dividir los poderes del Estado, que se le ocurrió a Carlos Luis de Secondat, fue una insigne torpeza. Porque yo ahora emitía una lettre de cachet y, ¡paf!, Urdangarin desaparecía. Missing, como se dice en español. Y a buscarlo. En fin, ¿qué diré, pobre de mí; a dónde iré, pobre de mí? Con lo mal pensado que es el personal. No puedo echarle la culpa a Zapatero; no cuadra. Si acaso, a la burbuja inmobiliaria. Pero, si lo hago, estos de ahora me bajan la asignación. Y habrá que pagar abogados. Encima, con este ojo que tengo a la virulé, enésima prueba de mi enemistad con las puertas. Bueno, puedo hablar de mi salud: la rodilla, el careto, un pulmón, el pie. Quita, quita, igual lo toman como una indirecta sobre los recortes de la sanidad. Como andan todos escocidos van a estar al acecho para hacer comparaciones odiosas y absurdas. Porque, aunque repartiera mis asignación entre todos los españoles, no iba a sacarlos de pobres. Tocarían a veinte céntimos por barba. Pero dicen que es el ejemplo, el símbolo, la apariencia lo importante. ¡Caramba! La sociedad tampoco es muy ejemplar que digamos. Los políticos, los empresarios, los banqueros, los sindicatos. Que alguien tire la primera piedra, como decía Cristo. Hablando de Cristo, hay que ver también qué cincinatti montaron este verano los curas con el Papa y los jóvenes; precisamente los jóvenes, con la que está cayendo. En fin, Cristo nace esta noche. Noche de paz, noche de amor, en que la familia recupera su hondo valor cristiano y augura un año en que volverá a ser lo que siempre fue de verdad. Y ya está, lo dejo aquí, no me acusen de meterme en política. Noche de amor, noche de paz. ¡Ah! Se acabó ETA, se acabó la pesadilla, la lacra del terrorismo y tampoco sigo por si piensan que respaldo a Rubalcaba en el guirigay de los socialistas. Además, con estos vascos nunca se sabe. ¡Pues no van los de Amaiur y piden que intervenga en ese avispero! Terminaré hablando de Europa, siempre muy socorrida, esa gran empresa, esa apuesta por los valores más altos de la civilización. Seguro que alguien pregunta si cotizan en bolsa y si yo he invertido en ellos mi fortuna. Definitivamente, conciudadanos, esta no es mi noche.

(La imagen es una foto de א (Aleph), bajo licencia de Creative Commons).