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divendres, 30 de novembre del 2012

Nuevo libro de Palinuro.


Palinuro está como unas castañuelas. La madrileña editorial Los libros de la Catarata acaba de publicarle una recopilación de trabajos de él mismo y de otros dedicados al proceloso mundo de la comunicación política en internet, el ciberespacio, la ciberpolítica, las redes sociales, las multitudes inteligentes y otras rutilantes estrellas del nuevo universo digital. Es el que se ve en la no muy buena foto de la izquierda. Todavía no ha llegado a librerías, pero no tardará en hacerlo. Para quien quiera datos de la editorial, los autores o el precio, se encuentran en la página que le dedica la editorial. Por cierto que en la información aparezco yo como autor único, prueba de que tengo enchufe. Eso no es así: soy un modesto compilador, junto con Ismael Crespo. Lo que hay mío propio en el libro, aparte del curre de leerlo, homologarlo y corregirlo, es un capítulo sobre Lo público, lo privado y lo secreto en internet, en el que se plantea lo que los lectores del blog saben de sobra: que internet supone un cambio de paradigma del sistema político, en cuanto ámbito público de debate en el que solía haber dos zonas exentas: lo privado y lo secreto, cuya relación con aquel está cambiando a gran velocidad.
El libro recoge las ponencias que se presentaron en el I Congreso de ALICE (Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales) hace unos meses en la Fundación Ortega y Gasset de Madrid, aborda las cuestiones candentes del oficio del comunicador o comunicólogo y trae lo último de lo último en cuanto a análisis de redes sociales, su impacto en la comunicación y la movilización políticas, singularmente el caso de Twitter, al que se dedican algunos muy notables estudios. Nada de extraño si se piensa que esta red de microblogging está revolucionando la forma en que se forma y evoluciona la opinión pública. Todos los grandes comunicadores están en Twitter e interactúan con sus seguidores. De ahí que la expansión de esta red (con apenas seis años en España cuenta con más de cinco millones de usuarios y está desplazando a Facebook en bastantes aspectos) haya despertado el interés de los investigadores más jóvenes y audaces. Así, la cuestión central que se trata es una reformulación de la vieja afición profética de las ciencias sociales, articulada en una pretensión que, de realizarse, daría un vuelco completo a todas las actividades demoscópicas, la de si es posible predecir los resultados electorales analizando Twitter. Parece que va ganando la posición negativa de momento, aunque el reto queda pendiente. Y, desde luego, lo que ya nadie niega es la importancia de esta red en el conjunto del sistema político.
Hay un bloque de trabajos dedicado analizar el impacto de las redes sociales y el efecto de la política 2.0. Son estudios que suelen poner de manifiesto cómo la gente, los ciudadanos, los votantes, se han adaptado a las nuevas exigencias del ciberespacio y la ciberpolítica mientras que, sorprendentemente, los dirigentes, los políticos, los líderes, son mucho más reticentes a hacerlo, no aprovechan las posibilidades que se les ofrecen (salvo contadas excepciones, por supuesto) y, al contrario, producen un aumento de la desafección política que pretenden combatir. La verdad es que estos agentes harían bien en leer el libro. Contiene enseñanzas, advertencias y consejos muy productivos para todos los órdenes de la actividad política, sobre todo el nacional y el municipal.
Los de la editorial me dijeron que querían llegar a la "campaña de Navidad", probablemente en la idea de que alguien pueda regalar el libro. No se me alcanza cómo haya quien pueda jugar a Papá Noel o Reyes Magos, según la tradición, con un libro así, pero cosas más raras se han visto. Si se puede regalar una Barbie o unas pantuflas, no se ve por qué no un libro de comunicación política. Al fin y al cabo, desde que el feminismo ha postulado, con hartísima razón a mi entender, que lo personal es político, a lo mejor no resulta tan disparatado obsequiar a alguien con un ejemplar de la obra para que se replantee su vida particular. ¿Por qué no?
En todo caso, estamos preparando una presentación que haremos en la segunda quincena de enero próximo bien en el centro cultural Blanquerna, bien en la librería Juan Rulfo y que comunicaré en su momento porque siempre es grato reunirse con los amigos, sobre todo en un año que comienza.

dimecres, 10 d’octubre del 2012

Paistanic.

El aparatoso, lamentable, naufragio de El País, tiene a la profesión periodística en suspendido ánimo y a la casta política preparando el abordaje del pecio que quede. Hay un resplandor de extraña premonición en el horizonte: justo cuando la Constitución de 1978 pasa por sus peores momentos hace aguas el que fuera (junto al extinto Diario 16) su único baluarte en momentos de zozobra. Es la España de la transición, la de la segunda restauración, la que parece presta a abandonar la escena. Los dos partidos dinásticos solo reúnen una intención de voto del 50%.
Tampoco hay que exagerar, viene a decirse. Solo es un ERE. La empresa continúa, igual que lo hizo El Mundo hace un tiempo. Sí y no. Sí porque, en efecto, la empresa dice querer continuar; no porque ya no es la misma empresa y porque no está claro por qué y para qué y hasta cuándo pretende continuar. Pero sobre todo no porque El País, para mucha gente, es más que una empresa, es una forma de vida, un modo de enfocarla, un auxiliar importante en el proceso de socialización. Una leyenda viva. Y eso es lo que está quedando destrozado con esta lenta cuanto sórdida agonía.
Decir El país es decir Juan Luis Cebrián, sobre todo desde el fallecimiento de Polanco padre. A partir de ese momento, la identificación entre el periódico y la persona de Cebrián, que ya fue fuerte desde el comienzo, se hizo indiscutible. En la medida en que los complicados tejemanejes de los órganos directivos de estas empresas y sociedades son inteligibles para el común de los mortales, la imagen que emergía era la de que Cebrián tomaba las decisiones estratégicas del grupo PRISA. Y esas decisiones han llevado al grupo a la situación en que se encuentra, siendo la responsabilidad exclusiva, por decisión propia, del primer director del diario. Aquí se rompe un mito que se había conservado indiscutido desde los tiempos de Polanco: el de que Cebrián era un buen gestor. No lo es, no lo ha sido y el resultado a la vista está.
Pero en esta confesión de ineptitud que hay en el ERE de El País (aplicado, por lo demás, en las condiciones de la reforma laboral actual) resalta un dato que deja anonadado a cualquiera, el sueldo de Cebrián de 11 o 13 millones de euros en un año. ¡Caramba! Esto pasaba en las cajas, que están todas en manos de presuntos mangantes, pero no en El País, conciencia honesta del país. ¿No? Taza y media. Parece que el periódico tiene una cantidad de altos cargos equivalente a la de trabajadores ordinarios. Los primeros, sin embargo, cobran una pasta que ni siquiera osan hacer pública mientras que los segundos, mileuristas o poco más, tienen que encajar el ERE. 
No, no es un asunto normal. Es un cataclismo de autoconfianza de un sector importante de la intelectualidad española. La fragmentación del ídolo de barro. Como empresa, El País, el grupo PRISA, parece responder a los mismos criterios de enchufismo, clientelismo y corruptelas que las cajas o cualquier otro lugar en que una casta de privilegiados pueda hacer lo que le dé la gana.
Sobre todo un cataclismo porque, además del mito de Cebrián buen gestor se rompe en añicos el de Cebrián intelectual crítico, comprometido con la democracia y la regeneración ética del foro. Que levante la mano quien no haya leído algún sermón cebrianesco sobre los anteriores aspectos. ¡Cuánta regañina moralizante! ¡Cuánto desdén intelectual! Sobre todo con los presidentes del gobierno. En el verano de 2011 publicó un artículo poniendo a Zapatero de botarate y exigiendo elecciones anticipadas, hablando implícitamente en nombre de los sectores más avanzados y progresistas de la sociedad.
Todo eso hay que contraponerlo ahora sobre el trasfondo de un hombre que dice que un millón de euros al mes es un salario dentro de los usos y costumbres del mercado. No un saqueo de una empresa sino una retribución condigna y equitativa, una que era mil veces el salario de bastantes empleados de la empresa en cuestión. 
Palinuro es consciente de que Cebrián es persona que genera muy extendida animadversión y se afirma en su idea de que gran parte de esta está movida por la envidia. Pero no toda. Hay en la actitud del primer director un elemento torcido que nada ni nadie puede enderezar. Asignarse una retribución disparatada en una empresa en dificultades una de las cuales es lo disparatado de las retribuciones de los cargos directivos, no es compatible con ningún criterio ético de ningún tipo.
Hay un elemento final que Palinuro encuentra especialmente deplorable y es el hecho de que, en su obra ensayística, Cebrián insista desde hace años en que los periódicos de papel no tienen salida, están condenados a desaparecer. Eso lo decimos muchos otros también desde hace años. Pero, en el 99,99% de los casos no somos responsables de la edición de uno de ellos, del más importante. Con este dato, el asunto aparece en toda su cruda realidad: ¿cómo va a dirigir bien una empresa alguien que no cree en ella? Palinuro tiene especial debilidad por quienes luchan desinteresadamente por causas en cuyo triunfo final no creen. Pero cuando se entera de que eso se hace por un millón de euros al mes, ya no lo tiene por lucha sino por saqueo. Lo que da la auténtica dimensión de Cebrián.
Los trabajadores le piden que devuelva cuando menos parte de los millones. No se sabe si lo hará o no, pero lo que no podrá devolver jamás es la fe en un modo de gestionar la empresa de acuerdo con criterios de eficiencia y equidad.

diumenge, 9 de setembre del 2012

A puerta cerrada.

Voto a tal que la dirección del PSOE vive en el pleistoceno. Hoy el comité federal del partido debatirá a puerta cerrada el informe del secretario general. ¡Qué pleistoceno! Antes, incluso, en la época de la guerra fría, cuando Kruschef presentó un informe secreto al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1956.
Un informe ante los 250 miembros del Comité Federal a puerta cerrada es, de hecho, un informe secreto.
Informe secreto, puerta cerrada. ¿A qué suena esto? ¿A qué suena en la era de internet, de la información universal en tiempo real?
¿Cómo va a impedir Rubalcaba que se filtre en las redes su documento si, al declararlo secreto, ha puesto a todos los hackers, wikilikeanos, anonymous sobre la pista de la codiciada presa?
Y, sobre todo, ¿cómo va a impedir que algunos de los 250 compañeros socialistas tuiteen desde sus móviles lo que esté pasando en el Comité Federal? La única forma que se me ocurre es que instale un inhibidor de frecuencias, con lo que dejará el Comité fuera de cobertura. Pero, ¿hasta dónde está dispuesta a llegar la dirección del PSOE para impedir que se haga público su debate interno? Y, sobre todo, ¿por qué lo oculta?
La puerta cerrada va a estar abierta de par en par. Pero lo interesante aquí es indagar en el uso de las fórmulas. A puerta cerrada, sin duda algo previsto estatutariamente, supongo, transmite una idea de secreto y misterio, enemiga de la transparencia democrática del debate político. ¿Qué decía el Informe secreto de Kruschef? Pues básicamente que Stalin, su antecesor en el cargo en el PCUS, era un déspota, un tirano y un criminal. ¿Qué dirá el secreto informe de Rubalcaba? No acusará a Zapatero de criminal, imagino, pero lo criticará, no se sabe si reconociendo o no la parte de culpa que a él le cabe. Kruschef no lo hizo; Rubalcaba, más realista, algo admitirá; pero poco.
Si las palabras no son gominolas, cuando se anuncia un debate de estrategia, se está hablando de cuestiones graves, de principios, de valores, de compromisos e ideales. Hurtar este debate a los militantes en particular y a la opinión pública en general es ir directamente contra el espíritu del tiempo, el Zeitgeist.
No han calculado bien los socialistas el desastroso efecto que esta actitud de madriguera va a producir en una esfera pública dominada por la comunicación. Les brindo las dos consecuencias inmediatas:
1ª: al final del sanedrín, el secretario general ofrece él solo una rueda de prensa. Todo un adelanto. Ya han conseguido que el partido hable con una sola voz: la del jefe. El contenido es imaginable, pero Palinuro, no siendo profeta, esperará a que Rubalcaba lo exprese. Lo interesante ahora es eso: una única voz, algo ya cercano al temible "pensamiento único". ¿Y los 249 restantes? ¿No van a hablar? ¿Remitirán todos a la sabiduría incontestable del secretario general? ¿Nadie esbozará una crítica? No es creíble, ¿verdad?
2ª: una vez recibido el verbo del secretario general y debatido a calzón quitado, cara a cara pero a puerta cerrada, al final, los 250 miembros de tan augusto órgano se diseminarán por todos los puntos geográficos del reino llevando a los suyos noticia de la nueva estrategia. Es como la difusión de la verdad en un espíritu evangélico. No saben para qué sirven las redes sociales. No saben emplearlas. Pero el debate van a tenerlo precisamente en las redes sociales.
¡A puerta cerrada! Hay que fastidiarse con los que quieren conquistar el futuro.

diumenge, 1 d’abril del 2012

La Tuerka: vida y crítica contra el adocenamiento..



El 29-M, el día de la huelga, después de una jornada reivindicativa agotadora nos reunimos a charlar sobre la HG en el cuartel general de La Tuerka, el programa de TeleK que no tiene parangón en la oferta televisiva del país. Cinco contertuli@s (seis contando con el moderador, Pablo Iglesias, con el que hay que contar siempre) sin inhibiciones ni cortapisas. Algo sin par frente a esos programas relamidos de las televisiones comerciales que oscilan entre los arrumacos seudoacadémicos y la vocinglería de jayanes tabernarios, pasando por la catequesis cuartelaria de Telemadrid. La verdad es que lo paso bien. Hay una diferencia notoria de edad y planteamientos entre el resto y un servidor, pero nos entendemos y el programa da mucho juego pues los puntos de vista son, por lo general, libres, espontáneos y radicales.- Por cierto, el personal de TeleK hace prodigios de profesionalidad con medios escasísimos y merece un aplauso. - Me considero privilegiado por participar en un programa así y, en lugar de gimotear por su escasa audiencia, lo miro desde el punto de vista de la minoría selecta que accede a productos no al alcance del consumo del rebaño.

El analista político.



Primero de mes, cambio de imagen. Hay un enlace sobre ella en la columna de la derecha.




Hay que ver cuántos analistas políticos hay en nuestro país. Prácticamente todo el que se asoma a los medios para hablar de política dice ser analista de la quisicosa. Y es tal la variedad de analistas que resulta difícil agruparlos en algún tipo de clasificación racional. Por no hablar de la discrepancia de sus juicios, a veces tan enfrentados que casi llegan a las manos y, desde luego, a los juzgados. Reflejan en su tumultuoso proceder la naturaleza misma cambiante, imprevisible, del objeto del que se ocupan, la política, cuya complejidad es legendaria.

Sin embargo, al titularse "analistas" estas gentes parecen aspirar a que se les reconozca algún grado de competencia basada en la ecuanimidad, el distanciamiento, el juicio sosegado y hasta la neutralidad. Evidentemente el análisis está reñido con la pasión y los analistas quieren enfrentarse a su objeto, la política, los políticos, con el mismo distanciamiento anímico con que lo hacen los veterinarios a los cerdos. Pero en el caso de los analistas eso es muy difícil porque, a diferencia de las relaciones entre el veterinario y los cerdos, los analistas políticos son, en el fondo e innumerables veces en la forma, políticos y están tan divididos y son tan sesgados como los propios políticos. En principio esto no está mal y, ademas, es inevitable aunque no sea si no en función de la famosa línea de Terencio de que, siendo humanos, nada humano les es ajeno.

Aunque sea inevitable, sin embargo, no lo es también que los analistas trasladen al terreno del discurso, del análisis, la agresividad, la mala fe y las peores formas de que suelen hacer gala los políticos. Es como si el veterinario imitara a los cerdos en los gruñidos. Los insultos, las descalificaciones, las injurias, no son análisis sino mera falta de educación y quienes a ellas recurren tienen más de matones que de otra cosa.

Los demás analistas, los más civilizados, no necesitan fingir una neutralidad que no sienten. La política es una actividad fascinante para muchos porque versa sobre aquello que todos los seres humanos, salvas rarísimas excepciones, anhelan: el poder. La neutralidad frente al poder, la indiferencia de Diógenes, es casi imposible. Y no es necesaria. Basta con que los analistas hagan explícitas desde el principio sus simpatías y antipatías. De esa forma los lectores o auditorios no se llamarán a engaño y sabrán cómo interpretar el análisis. Porque todo análisis es siempre una interpretación que, a su vez, puede (y debe) interpretarse. Y de esa forma, es de esperar, no se le atribuirá un partidismo ciego que anule el valor del análisis.

Eso suele pasarle a Palinuro cuando sale de analista político, que le acusan de ser una especie de abanderado del PSOE, cuando no constitutivamente socialista. De nada sirve que el pobre explique en su justificación como blog que no tiene partido ni referencia partidista alguna, sino solamente una genérica adscripción a la izquierda y un acendrado republicanismo. Es verdad que dedica mucha atención al partido socialista, pues es con el que simpatiza en líneas generales. Pero simpatizar no quiere decir defender a toda costa lo que proponga, incluso en contra de las propias convicciones.

Palinuro está interesado en el avance de las ideas socialistas, no en las peripecias de las personas que dicen encarnarlas en sus luchas por el poder. Pero las personas tienen tendencia a monopolizar las ideas, esto es, a imponer su interpretación de ellas, lo que hace que el interés por las ideas lleve al enfrentamiento con las personas. Como dicen las feministas, lo personal es siempre político. Como analista, Palinuro goza de la envidiable situación de que los cuadros y mandos de los dos partidos mayoritarios y del tercero más pequeño pero también nacional/estatal, no le profesen especial simpatía. Eso le da aplomo.

(La imagen es un cuadro de Carl Spitzweg (1808-1885), llamado El ratón de biblioteca (1850). Spitzweg es un romántico representativo del estilo biedermeier).

diumenge, 11 de març del 2012

El Consejo Editorial de Público vive.

Y no solo vive sino que tiene un apetito excelente. Ayer nos reunimos por primera vez después del cierre de la edición de papel del diario para lo que podríamos llamar una "merienda de trabajo". Hubo algunas ausencias pero estaba justificadas, así que se trató del equivalente de un pleno del Consejo.

En los próximos días el Consejo dará a conocer su opinión sobre la circunstancia actual y lo que quepa hacer en ella. Cosas que Palinuro no adelantará para no reventar el final de la peli. Pero quede claro que todos los presentes coincidimos en nuestro propósito de no resignarnos a que no haya ni un medio de comunicación comercial de izquierda es España. No resignarnos a dejar el campo libre a una extrema derecha mediática que, en conjunción con la derecha extrema de la política pretende imponer un modelo autoritario de gobierno, destruir de un plumazo el régimen jurídico del trabajo, desmantelar el Estado de bienestar y vaciar de contenido las comunidades autónomas. La batalla política es la batalla de la comunicación y tiene que haber, al menos, un medio de comunicación de izquierda porque es imprescindible para el funcionamiento de la democracia y responde a una clara demanda social.

dijous, 1 de març del 2012

La información y la mendacidad.

Los pasquines de la derecha, que se ven a la izquierda, coincidían hoy en la diaria maniobra de desinformación que llevan a cabo. La idea en todos es la misma: magnificar los disturbios que un puñado de radicales provocó ayer en Barcelona y culpar de ello al PSOE que, como sabe todo el mundo, no tiene nada que ver con el asunto. Pero eso es lo de menos para una gente cuyo oficio no es informar, sino mentir, provocar y ver si se puede enfrentar a unos ciudadanos con otros. Igual que la misión de Aznar cuando habla en público no es aclarar ni comunicar nada, sino difundir odio y afán de venganza.

Ignoro si la gente que consume esta bazofia siente alguna inquietud o tiene algún escrúpulo moral. Y tampoco me importa. Lo que debe quedar claro es que aquí hay una "prensa" que entiende que su cometido en auxilio del gobierno es suscitar, si puede, un clima de confrontación civil, pues es incapaz de vivir en uno de normalidad democrática. Sabedora de que está en el gobierno por casualidad pues, si la crisis no hubiera hecho tanta mella en España el PSOE no hubiera perdido las elecciones o las hubiera perdido por mucho menos, trata de crear una situación de hecho en la que, mediante la demagogia, la calumnia, el miedo, el chantaje, lo excepcional se convierta en normal.

La idea es la misma que persigue el Gobierno al que esta prensa apoya de común acuerdo con los empresarios: quebrar todo principio de seguridad jurídica y social de los trabajadores y la gente en general, destruir sus derechos, tornar inseguras e inciertas sus vidas, hacerlos depender de la caridad y la magnanimidad de los ricos para que entiendan quién manda en esta sociedad y a quien hay que votar mediante la esclarecida guía de unos curas lanzados desde hace años a engordar las arcas de la iglesia esquilmando el patrimonio inmobiliario del país: a los empresarios que tienen derecho absoluto sobre vida y hacienda de los trabajadores y a sus pistoleros y sicarios mediáticos, cuya supervivencia depende estrictamente de que den la medida asignada de ladridos en defensa del capital y en contra de los demás trabajadores.

¿Qué? ¿Va entrando ya en la dura mollera de los imbéciles que decían que el PSOE y el PP son lo mismo que eso no es verdad? Y lo de imbéciles cuando lo decían de buena fe; porque muchos, que se creían más listos, lo decían de mala fe, para facilitar las cosas al PP, si es que no eran agentes de este, directamente pagados por él.

Ética y política (parte práctica).

Ni veinticuatro horas ha tardado Aznar en demostrar empíricamente lo que ayer afirmaba Palinuro teóricamente en el post Ética y política. Aznar provoca mucha animadversión e irritación incluso entre los suyos. Pero no cabe duda de que es un contundente comunicador, un ejemplo extraordinario de la grandeza y la miseria de la comunicación política como se exponía ayer. Nada de contemplaciones, nada de matices, de claroscuros, de diferentes facetas y de respeto por las opiniones contrarias. Directo, al grano y sin reservas. Aznar entiende la comunicación como un pugilato. Sale a noquear al adversario y lo pone a la defensiva, tratando de cubrirse de la lluvia de golpes.

La cuestión es qué tiene esta agresividad que ver con la democracia como práctica discursiva. Es más, qué tiene que ver con la realidad. Al culpar exclusivamente a los socialistas Aznar ignora deliberadamente que la crisis es mundial, que tanta ruina han traido los socialistas a España como los conservadores a Islandia, Irlanda o Italia; ignora que parte de la crisis se incuba en la burbuja inmobiliaria que él alentó, que las Comunidades Autónomas del PP la han alimentado y, lo que es más grave, ignora y oculta que su comportamiento personal a lo largo de la crisis fue claramente boicoteador de los esfuerzos del gobierno por resolverla. Esto es, ignora u oculta aspectos cruciales del fuero externo y del fuero interno. Sus intervenciones parecen seguir estando dictadas por el rencor y el afán de venganza.

Ciertamente, el discurso político de Aznar tiene mucha fuerza comunicativa que contagia a sus huestes. Lo preocupante es que pueda calar una forma de comunicación en blanco y negro, en el crudo crisol de la dialéctica autoritaria del amigo/enemigo, de vencedores y vencidos. A años luz de la ética democrática.

dimecres, 29 de febrer del 2012

Ética y política.

Las relaciones entre estos dos conceptos llenan bibliotecas. Aristóteles los dejó unidos para siempre. La ética busca la felicidad y el hombre la encuentra cuando se ocupa de los demás, se hace político, polites, y no cuando se aparta de ellos, se dedica a sus cosas y se hace un idiotes. El político es más ético y mejor. De ahí que al hombre educado y ejemplar se llame poli en francés, a ordenar la colectividad se le diga "policiarla" y quienes se ocupen de ello sean los policías.

Pero esa unidad aristotélica que acogió el cristianismo bajo la forma del tomismo hasta hoy, no ha sido nunca cierta. De entrada hubo éticas centradas en el individuo no solo separado de la colectividad sino opuesto a ella, v. gr. los cirenaicos o los cínicos, con algún caso intermedio como los epicúreos, colectivistas pero más por el placer de la tertulia y los amigos. E igualmente hubo políticas -un cínico diría todas- ajenas a la ética y por si la buena conciencia no quisiera reconocerlas, Maquiavelo se las mostró. Y por eso se ganó la injusta fama de maquiavélico que arrastraba cuando el pobre florentino era un fervoroso patriota republicano. Si de algo se le puede acusar es de haber sido complaciente con los poderes que mostraba en toda su desnudez. Pero esa es una debilidad típica de los intelectuales.

La Reforma protestante dio fuerte sacudida al saber convencional de la relación entre ética y política, llegando a postular el tiranicidio por razones morales. En ello lo siguió algún jesuita, como el padre Mariana. La Reforma tuvo el efecto de un terremoto sobre la doctrina cristiana acerca de las relaciones entre los dos conceptos. Que se lo digan a Pascal, los de Port Royal y a esos cristianos a los que costó siglos aceptar el Edicto de Nantes (que revocaron) y la tolerancia...hasta que se les puso delante un Dreyfus.

La Revolución francesa dio otra sacudida al tablero y su asentador teórico oficial, Constant, formuló la disyuntiva que latió durante toda la Ilustración entre la libertad de los antiguos y la de los modernos. La vieja diferenciación aristotélica rejuvenecida y ennoblecida porque ahora los modernos son los que se ocupan de sus asuntos, los individuos considerados como fines en sí mismos, como dictaminaba Kant que, como buen alemán, tenía la revolución en la cabeza. Una diferenciación que aparece una y otra vez en el liberalismo del siglo XX en los conceptos de libertad positiva y negativa al estilo de Isaiah Berlin.

El tercer zafarrancho lo organizó la Revolución bolchevique que se veia a sí misma como heredera y superadora de la burguesa. De nuevo la divisoria se esfuma: la única ética es la que funde al individuo con algún tipo de colectividad, como la clase, el partido, el sindicato, el koljós, el kibutz, la comuna, el Estado. Lógicamente como esas colectividades orgánicas son reales (hasta tienen "conciencia"), también son puras y éticas en sí mismas. Pero esta última revolución ha fracasado y los órdenes sociales que estableció han revertido al estadio anterior a la revolución.

Las sociedades capitalistas se han configurado por útimo como democracias liberales en las que impera la ética individualista más radical, en parte como respuesta a la orgía de éticas colectivistas del siglo XX. En este territorio, la única ética que la tradición marxista parece mantener es la del discurso, la ética comunicativa habermasiana. Esta hispostasia el acto de la comunicación dialógica al extremo de convertirla en demiurgo de órdenes sociales más justos, más libres, emancipados, más humanos. Lo que antes se prometía a través de la revolución se espera hoy de la comunicación.

Pero, para alcanzar tan nobles fines, la comunicación ha de darse en tales contextos y cumplir tales requisitos que no resulta verosímil y no porque no sean razonables, justos y hasta santos, sino porque han de regir en el contexto de sociedades conflictivas en las que los hombres tienen intereses antagónicos y, por defenderlos, están dispuestos a lo que sea, hasta mentir, cosa que rara vez hacen los animales. Y la mentira, la falsedad, el engaño dinamitan los supuestos de cualquier comunicación emancipadora. Como saben muy bien quienes se dedican a esa actividad de caracter tan maquiaveliano (no necesariamente maquiavélico) que se llama comunicación política. ¿No son en cierto modo los comunicadores políticos los sofistas de nuestro tiempo, en el sentido bueno del término sofista?

Pero el peligro no está en la sofística que, al fin y al cabo, es un recurso retórico para una finalidad más o menos aceptable, sino en la actitud de aquellos sectores sociales dedicados a romper los fundamentos de la acción comunicativa misma, a traspasar todos los límites convencionales de los debates democráticos llegando a delinquir (generalmente por injurias y calumnias) porque su compromiso con esos órdenes democráticos no es estratégico sino táctico. Esa derecha extrema de la prensa amarilla, sensacionalista, agresiva, de los tabloides no tiene límites porque si la democracia hiciera crisis, convertida en una dictadura, ella no sería perseguida y sobreviviría de lujo. Algo similar puede decirse de los medios de la extrema izquierda, cuyo respeto por el fair play comunicativo es idéntico al de la extrema derecha, tan convencida como ella misma de que el fin justifica los medios; su fin. Pero su alcance es mucho menor, casi marginal, no existente. No tienen el respaldo de poderosas empresas que, en cambio, sí financian la prensa de la derecha cerril porque los beneficios de todo orden que obtienen de su acción, contraria a todos los principios éticos imaginables, compensa por las pérdidas que reflejan sus cuentas de resultados.

(La imagen es una foto de Robotclaw666, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 25 de febrer del 2012

Adiós a Público en papel.

Lo que casi todo el mundo temía se ha producido: la edición en papel de Público deja de aparecer. Queda la digital y tampoco con muchas garantías. Cuando a primeros de enero de este año se anunció el concurso voluntario de acreedores, Palinuro escribió una entrada con el título Sobre Público en la que daba su opinión acerca del problema del periódico. Con la independencia de criterio y la buena fe con que procura siempre decir lo que piensa, apuntaba las razones del fracaso y aportaba alguna crítica (y autocrítica) que faltaba en la carta con la que el tercer director del diario, Jesús Maraña, daba cuenta de la situación. Tras haberlo releído considero válido el post del 4 de enero y creo ocioso reproducirlo aquí. Si alguien quiere conocer su contenido, que pinche sobre el enlace más arriba.

Ahora cumple hablar sobre algunas de las reacciones que el cierre ha suscitado. La mayoría de los medios lamenta la desaparición de una cabecera y no solo por espíritu corporativo sino en virtud de la muy generalizada convicción de que disminuye el pluralismo informativo y eso es una lástima. Así es en verdad. Pero no es decir mucho. Disminuye la oferta de pluralismo informativo. Y, como esto es un mercado libre, disminuye porque era una oferta que no tenía demanda, o no la tenía en la forma en que se presentaba la oferta (me permito remitir de nuevo al lector al post citado, en donde se explica esto un poco mejor) que es como no tenerla. Solo así puede explicarse esa perplejidad casi universal de que, habiendo una demanda de un periódico de izquierda, el periódico de izquierda cierre por falta de compradores. Esto se puede matizar, pero no es el momento de hacerlo; tiempo habrá si de verdad queremos reflexionar sobre qué sucede con la llamada "prensa progresista". El hecho es que no había esa supuesta demanda o no la había para la oferta que se presentaba.

Lo anterior es casi una perogrullada; pero es. Podría servir quizá para abordar un debate sobre qué exactamente piden los lectores de izquierda a la prensa. Incluso los lectores en general. Sería interesante. Podría hacerse un par de encuestas preguntando a la gente, algo siempre más avisado que empeñarse en que la gente hace, no lo que cree, sino lo que queremos que crea. Es un típico error de factura ideológica, asesino de toda decisión empresarial con sentido. Estoy seguro de que se entiende pero, por si alguien necesita tocar con los dedos, como Santo Tomás, recuérdese el fiasco relativamente reciente del intento de otro periódico en papel más a la izquierda de Público, La voz de la calle. Cuatro meses escasos duró el proyecto del millonario izquierdista, simpatizante o militante comunista y amigo de Santiago Carrillo, Teodulfo Lagunero. Alguien le dijo que había sitio en el mercado para un diario más a la izquierda de Público o sea, ya abiertamente de IU, es decir, del Partido Comunista de España. Y alguien también le dijo a tiempo que eso era falso. A tiempo hasta cierto punto porque el blog de Antonio Arce, el del anterior enlace, termina con la siguiente amarga reflexión: "La próxima vez casi mejor si se lo piensan, grandes nombres de la izquierda, antes de joder una vez más a los de siempre". Es muy fuerte. ¿Puede decirse algo parecido de Público? Hasta cierto punto, sí.

Pero solo hasta cierto punto. Las consecuencias, sin duda, han sido las mismas o peores. La intención, sin embargo, era buena; aunque seguramente falló la competencia para realizarla. De esto se hablará mucho en los próximos días. Pero, insisto, una cosa son los resultados y otra las intenciones. ¿Alguien no entiende esto o hace como que no lo entiende? Sí, también, en concreto Luis Solana que en su entrada en el blog que tiene alojado en El Plural, titulada Público, el último error progresista, simulando analizar desapasionadamente la situación, hace una espantosa leña del árbol caído que desautoriza de cuajo toda la columna. Culpa a la empresa de Público de haber hecho un grosero error de cálculo mercantil pero no por no ser capaz de realizar el producto necesario, sino por haber intentado hacerlo en competencia con El País y el grupo PRISA a los que Solana atribuye una especie de derecho indiscutible a apacentar la grey progresista. Si esto es un error práctico, la crítica es aceptable; pero si se presenta como un error político, incluso moral, el autor debe mostrar haber estado a la altura de lo que predica. Y para ello habría de empezar por explicar en primer lugar porqué aloja su blog en un periódico en lugar de mantenerlo por libre para saber cuánta gente lo lee por ser él mismo; y en segundo, porqué empezó alojándolo en Libertad digital antes de pasarse a El Plural. ¿Es indiferente el soporte? Y, si es indiferente para él, ¿por qué no para Público?.

Público se equivocó. Pero lo hizo de buena fe.

Saldrá otro Público. Quizá un Repúblico. ¿Por qué no? La demanda existe; pero hay que satisfacerla como es (sin renunciar a un prudente espíritu formativo) y no como queremos que sea.

dilluns, 2 de gener del 2012

Lo que importa es ganar.

Interesante manual este (Ismael Crespo, Antonio Garrido, Ileana Carletta, Mario Riorda (2011) Manual de comunicación política y estrategias de campaña, Buenos Aires, Biblos, 265 pp), escrito al alimón por cuatro especialistas en comunicación política y campañas electorales. Tienen autoridad suficiente para abordar unos campos tan vastos, cambiantes, variopintos y bulliciosos como los del título. Y lo hacen con espíritu pedagógico, de modo sistemático, como un manual, un vademecum al que se supone puedan recurrir quienes trabajen en campos tan competitivos, en los que hay que estar a la última si se quiere permanecer en el mercado.

Con este finalidad, el libro cuenta con numerosas ilustraciones, gráficos, cuadros, recuadros, sinopsis que ayudan a la comprensión del texto, aunque es tal su profusión que, a veces, la dificultan. Pero está bien porque en la mayoría de los casos aportan datos o cuentan anécdotas que se pueden incrustar en otros discursos ya más dirigidos a fines prácticos, como conseguir que salga elegido un candidato o planificar una campaña electoral.

Porque esta es la finalidad de la obra, entender el estudio de las campañas electorales y la comunicación política como disciplinas prácticas aplicadas a un fin determinado. Es lo que llama Habermas comunicación estratégica y, de hecho, estrategia y estratégica son términos abundantemente empleados en la obra (están incluso en el título), aunque también en exceso pues muchas de las veces que se habla de "estrategia" fuera más adecuado hacerlo de "táctica".

La primera parte del libro está dedicada a las campañas electorales. Para los lectores europeos tiene el inconveniente de que está orientada a América, esto es, a elecciones presidenciales que, en el viejo continente, salvo contadas excepciones, no se dan. El tema se subdivide en cuatro grandes cuestiones: la eficacia de la estrategia de la campaña electoral, los contextos electorales y las tendencias de voto, las estrategias de lanzamiento de candidaturas y las elecciones primarias y un interesante capítulo sobre el liderazgo. No obstante, algunas de las cuestiones tratadas tienen relevancia para Europa; por ejemplo lo relativo a las segundas vueltas, lo de las elecciones primarias o lo referente a cómo y cuándo presentar una candidatura.

En todo caso, lo interesante de la obra es el análisis de las elecciones presidenciales en los distintos países latinoamericanos. Y lo primero que salta a la vista es la enorme importancia que tiene el modelo estadounidense, que es el que se estudia con mayor detenimiento y se analiza pormenorizadamente. Porque si en Europa algunos (sobre todo los franceses) se quejan de la "americanización de la política" (queriendo decir "yanquización"), en la misma América, el asunto va de soi. Las distintas estrategias o tácticas se estudian desde un punto de vista del marketing. De lo que se trata es de "vender" un candidato en unos contextos y circunstancias determinados. Y lo interesante de la obra es, precisamente, el análisis de los últimos. Se elige un presidente, con o sin vicepresidente, hay tendencia al bipartidismo, se esperan candidatos del "sistema", pero puede haber "afuereños" (outsiders los llaman los autores), como Fujimori en su día.

El tono de las campañas suele ser muy personal. Y aquí encaja el mencionado capítulo sobre el liderazgo. Una reflexión interesante sobre algo que es esencialmente inefable como es el carisma. El liderazgo se tiene o no se tiene pero no creo que se pueda adquirir. Lo que se puede hacer, como hace el capítulo, es analizar los rasgos, las condiciones de los líderes ya probados, algo al estilo de las crónicas De viris illustribus para ejemplo y emulación de generaciones posteriores. El hecho es, sin embargo, irrefutable: el liderazgo ayuda a ganar elecciones.

La segunda parte del libro, dedicada a la comunicación política toca a su vez diversos aspectos de distinto rango pero todos ellos muy actuales: los mensajes de la campaña, su carácter positivo o negativo, la retórica en la campaña, los debates electorales y las cibercampañas. El estudio de las campañas positivas y negativas nos ahorra consideraciones morales porque analiza fríamente las ventajas e inconvenientes de ambas. Suena un poco raro pero no tiene porqué. Así son las cosas. Si Pepsi-Cola pudiera demostrar que Coca-Cola está hecha con arsénico, lanzaría una campaña planetaria.

El capítulo de la retórica está muy bien traído. Poner nombre a los recursos que emplean los oradores es buena cosa para entender el lenguaje político y no sólo en elecciones sino siempre. Porque los políticos, en realidad, están siempre en elecciones. Algunos de los tropos, la metáfora, la sinécdoque, etc., no era necesario mencionarlos; otros, decididamente sí. De todos los que se valen los políticos el que encuentro más detestable es la anáfora.

El último capítulo, la cibercampaña, es un acierto. Las campañas electorales se libran cada vez más en el ciberespacio y en las redes sociales, todo el mundo lo sabe y es bueno que vayan extrayéndose conclusiones. Palinuro está además encantado de que los autores dediquen unas cuantas atinadas reflexiones a los blogs.

diumenge, 4 de desembre del 2011

La ciberrealidad

Antonio Gutiérrez-Rubí es un gurú de internet. La aplica a su oficio de comunicación política, en el que se le reconoce verdadera autoridad. Es fácil encontrarlo en múltiples foros y siempre ofreciendo ideas y diciendo cosas que muestran un gran dominio de una materia magmática y una capacidad de estar al día que muy poca gente tiene. Es un encendido digitalófilo, un espíritu profético que predica las excelencias de una nueva era. Y su libro (La política vigilada. La comunicación política en la era de WikiLeaks, Madrid, UOC, 2011, 158 págs) está escrito con auténtico entusiasmo. Como eso es algo que Palinuro, digitalófilo confeso comparte, se lo ha pasado muy bien leyendolo y espera sacar provecho de las muchas ideas que en él bullen.

Es una prosa encendida, llena de metáforas, rápida, galopante, como si el autor tuviera prisa en contar todo lo que quiere para que coincida con lo que está viendo. En ella se nos explican las vivencias que tenemos y se hace en un espíritu muy digital, algo así como está pasando, te lo estoy contando. Casi todas las citas remiten a páginas web. Es un libro que hay que leer conectado a la red. Gutiérrez-Rubí vive en un mundo digital y escribe para lectores digitales. Quien no lo sea probablemente no entenderá gran cosa de lo que lee.

Su idea básica es que internet ha revolucionado la política. Y no es lo único que ha revolucionado. Ha influido decisivamente y cambiado muchas otras cosas, desde los hábitos de lectura hasta el consumo de pornografía. Hay quien dice que internet es un acontecimiento sólo comparable a la invención de la imprenta y si la galaxia Gutenberg fue una revolución, internet lo será con mayor motivo.

Internet es responsable de eso que llama el autor política vigilada y que viene aparejada con una demoracia vigilante. El poder político está fiscalizado de continuo, sus secretos son del dominio público, sus fuerzas de seguridad y militares no tienen impunidad pues sus actos son escrutados por la gente gracias a los vídeos y los smartphones. Todos los gobiernos se han volcado en la red y la transparencia de la acción administrativa es cada día más extendida.

Los defectos e insuficiencias institucionales de las democracias se hacen patentes a ojos de los gobernados, no merced a la función crítica que siempre se atribuyó a los medios de comunicación tradicionales (y que estos cumplieron o no, según los casos), sino a cuenta de la generalización de la producción de la información. Cualquier persona con un móvil en la mano, capaz de conectarlo a la red es un creador de exclusivas, un posible denunciante político, un periodista ciudadano, un agitador de masas. Y además, puede permanecer anónimo. El ciberespacio es un territorio de anonimato y también de espontaneidad.

Gutiérrez-Rubí critica la inercia de los partidos políticos tradicionales, aferrados a sus viejos usos y dessconectados de las generaciones digitales. Llega, incluso a imaginarse una democracia sin partidos, a través de la acción consciente de las multitudes, coordinadas reticularmente. Cuando las multitudes actúan políticamente por medios digitales son capaces de derribar no ya partidos sino longevas tiranías. La idea es sugestiva. Hasta ahora se ha creído que la existencia de la democracia está vinculada a la de los partidos y por eso mismo a estos se los ha constitucionalizado. Sin duda pueden desaparecer. Pero alguien o algo tendrán que sustituirlos en el cumplimiento de las funciones que tienen encomendadas y que no son menores; por ejemplo, la formación de gobiernos.

La acción política en la red ha tomado formas muy interesantes que el autor menciona y considera, como las primaveras árabes, WikiLeaks o el movimiento 15-M. Pero un dato es muy significativo: nadie ve el 15-M formando gobiernos.

Hay muchas otras ideas en el ensayo de Guiérrez-Rubí muy provocativas y no es posible mencionarlas todas. Basta mencionar la que cierra el libro, la cita de Joichi Ito, del MIT, de que "las voces serán más importantes que los votos". Quizá sea así aunque suena un poco romántico y no muy tranquilizador. La voces serán muy importantes, pero no cabe contarlas y los votos, sí. Y contar es esencial para saber en dónde está la mayoría, la única que puede tomar decisiones legítimas en una democracia. A ver si va a venir una potente voz a tapar las decisiones de la mayoría. Porque ese final ya nos lo conocemos.

divendres, 28 d’octubre del 2011

El silencio de los lobos.

Durante su campaña electoral Rajoy no mantendrá encuentros con los medios de comunicación. Nada de ruedas de prensa, conferencias de prensa, canutazos (esto es, breves comparecencias para noticias específicas), nada de nada. Al parecer, su director de comunicación piensa que lo menos comprometido, lo mejor, es el silencio. En boca cerrada no entran moscas ni moscardones y de ella tampoco salen gazapos, inconveniencias, meteduras de pata que puedan poner en peligro el que se ve como seguro triunfo. Es paradójico que los expertos en comunicación piensen que lo más práctico es no comunicar, no decir nada. Más concretamente: no decir nada allí donde lo dicho pueda cuestionarse, pues los periodistas son unos pepitos grillos.

Está previsto, sí, que hable mucho en todo tipo de actos, en mítines, reuniones, congresos, charlas, fiestas, inauguraciones, etc. Pero sin que nadie pueda contestar, ni contrastrar lo que dice, ni rebatirlo. Un discurso monológico que se da de bruces con el nuevo espíritu, el de la política 2.0. Si no hay ruedas de prensa reales, menos las habrá virtuales, en el ciberespacio, en donde todo el mundo puede preguntar lo que quiera. Es decir, se dibuja una campaña que ignora la era digital. También va contra el espíritu clásico, según el cual la democracia es apertura, diálogo, debate y manda explicar las propuestas que se hacen, sobre todo cuando se prevén drásticas y muy duras, como más recortes, privatizaciones, desmantelamiento del Estado del bienestar.

Esta de no permitir preguntas o no contestar cuando se hacen es una actitud que cercena el derecho a la información de los ciudadanos y el de la libertad de expresión de los periodistas. Muestra un desprecio considerable hacia los electores. Pero no es exclusivo de Mariano Rajoy, sino que caracteriza a la derecha. Hace unos años, José María Aznar calló la boca a una periodista de la Cuatro que le hacía una pregunta, metiéndole un bolígrafo por el escote, un gesto que Palinuro no cree sea de caballero. A su vez, el exministro Trillo "respondió" a otra pregunta de otra periodista dándole una moneda de un euro, si bien el supernumerario lo hizo con algo más de elegancia que su antiguo jefe. Aunque el caso más acabado de este enrocamiento en el despreciativo silencio y el que quizá sirva de modelo para el de Rajoy, es el del expresidente Francisco Camps que se pasó dos años sin contestar a las preguntas que lo incomodaban, en concreto, las referidas al caso Gürtel.

Es decir, el silencio de Rajoy es el silencio del grupo; no hablar, no dar explicaciones, no rendir cuentas. Soltar soflamas, ataques virulentos sin posible respuesta, exageraciones, falsedades. Pura propaganda. O sea, tomar al auditorio por una colección de menores de edad a los que no se respeta.

La comunicación de la derecha es unidireccional y, cuando tiene ocasión, muy agresiva. Tómese el caso de la televisión de Castilla La Mancha que María Dolores de Cospedal ha puesto en manos de Nacho Villa, un periodista militante de la derecha cuyo concepto del pluralismo informativo es el de una catequesis. Ni la más mínima sombra de información contrastada, ni la menor aparición de puntos de vista discrepantes con el discurso oficial que Villa traslada a la opinión en su integridad y, claro, ni la más mínima duda de que la audiencia del medio se ha desplomado del 19,7 por ciento en tiempos del anterior director, García Candau, al 15,9 por ciento en los del designado por el PP. Pero esto no preocupa a la derecha pues, al ser la televisión pública, lo mejor es que se hunda para privatizarla luego a algún grupo afin que ya se encargará de subir la audiencia, aunque sea metiendo anuncios de prostíbulos como estaban haciendo los autobuses públicos de Valencia.

Es un silencio entreverado de propaganda que recuerda mucho el franquismo. Quien lo dude, que vea unas "noticias" de Telemadrid, en donde toda la información está editorializada, prácticamente hasta el pronóstico del tiempo. Si le quedan ánimos, que mire alguna tertulia en la que todos los participantes expresan siempre el mismo punto de vista y las diferencias son en los matices del infundio, si Rubalcaba es un frío calculador electoralista o un colaborador con banda armada

Ese turbio silencio y esa atronadora propaganda cuentan con la aprobación de la mayoría de la gente, de una mayoría tan silenciosa como el partido que le pide el voto. Palinuro no encuentra otra explicación que la inveterada sumisión del pueblo español al providencialismo de una oligarquía que lo ha gobernado históricamente y, despreciándolo, se aprovecha de sus debilidades. Frente a ello, la tarea democrática de alentar el espíritu crítico que convierte a una masa amorfa en una ciudadanía crítica, consciente de sus derechos y, por tanto, de su dignidad, recae sobre la izquierda.

Palinuro espera que el candidato socialista multiplique sus ruedas y comparecencias de prensa abiertas, con preguntas y respuestas, que mantenga una página abierta, diseminada en muchos "espejos", en la que conteste diariamente a las preguntas de los internautas, que esté en todas las redes sociales, que sea accesible, que hable con todo el mundo y respete a l@s periodistas, a quienes no se puede despreciar cuando ejercen su profesión porque representan a la ciudadanía con igual dignidad que los diputados.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 23 de juliol del 2011

La táctica del trabuco.

Para no desanimar a la opinión pública, para no antagonizarla o hastiarla o indignarla conviene que el debate político democrático tenga un mínimo de verosimilitud y educación. Si los ciudadanos se desayunan todos los días con una sarta de mentiras e improperios así como algún disparate es lógico que acaben considerando que los políticos no son la solución sino el problema. Lo que no parecen saber estos ciudadanos es que una parte de los políticos busca precisamente ese diagnóstico, en concreto la de los que mienten, insultan y disparatan.

Por increíble que parezca, Rajoy ha salido diciendo que la dimisión de Camps (al que han echado de un puntapié en salva sea la parte) muestra su "grandeza" y pasa de inmediato a pedir la dimisión de medio gobierno y explicaciones por el caso Faisán. De igual modo, el PP prepara cada día un argumentario sobre los temas que los militantes deben sacar a relucir y lo que tienen que decir. En el de hoy se falsean datos del proceso (de Camps) para acusar al PSOE, básicamente asegurando que todas las decisiones procesales, de la fiscalía y los tribunales se han tomado bajo presión del PSOE. Obviamente, una calumnia. En este caso el disparate corrió a cargo de la chupadita del inimitable González Pons.

Esta táctica del PP podría llamarse la del trabuco. Consiste en salir por la mañana temprano soltando alguna barbaridad del tipo de que el ministerio del Interior está presuntamente colaborando con la banda ETA. Se espera que el adversario entre al trapo y pierda el día tratando de demostrar lo obvio en lugar de proponer su propio tema de debate que es, ¿quién lo duda? la Gürtel. Es de manual de comunicación política, donde, como en la guerra, tiende a ganar el que elige el campo de batalla.

Hablar de la Gürtel no es maniobra de diversión, ni cortina de humo, ni ardid alguno sino respuesta a los acontecimientos que se producen de suyo. El nuevo presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra ya ha prometido que publicará todos los contratos de la administración autonómica con la Gürtel. Los mismos contratos que el ejemplar Camps llevaba dos años negando a la oposición parlamentaria porque le daba la gana y hasta en contra de una sentencia del Tribunal Constitucional que le obligaba a hacerlo de agosto de 2010: un año entero en rebeldía ante un tribunal, una de las muestras de la "grandeza".

Pero es que, una vez se hagan públicos esos contratos con la Gürtel, los medios van a tener inspiración para meses, cuando se vea con qué criterios se adjudicaron los proyectos públicos, si hubo fraccionamiento de las cantidades para evitar las licitaciones, si éstas fueron limpias, por qué se inflaron los presupuestos multiplicándose por dos y por tres, si hubo malversación, deviación de fondos, cohechos, financiación ilegal del PP y una variada floresta de otros ilícitos, incluido el blanqueo de capitales, que ya sería el colmo.

Si la oposición se concentra en exigir explicaciones sobre la Gürtel y responsabilidades políticas, el trabuco disparará con pólvora mojada.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Habla, Pueblo.

Espero que en un futuro no lejano el Estado conceda una medalla importante a mi amigo Ramón Adell Argilés y, además de otorgarle una distinción, le haga alguna propuesta que él pueda considerar interesante respecto a la ingente colección de propaganda política que ha acumulado desde 1976 hasta la fecha. En una vida prácticamente dedicada a ello, Ramón ha reunido miles de carteles políticos (electorales sobre todo y de otro tipo), pegatinas, pasquines, panfletos, periódicos, hojas volanderas, chapas, insignias, etc todos relacionados con la política española en los últimos treinta y cinco años. Su fondo comprende también muchas otras piezas muy curiosas de distinta naturaleza y procedencia pero la columna vertebral es la cartelería política.

De esta forma de vez en cuando alguna institución pública lo llama para hacer una exposición sobre el tema de su acopìo. En este caso se trata de la que hizo el Museu Valenciá de la Il-lustració i de la Modernitat (MuVIM), dependiente de la Diputación de Valencis en 2010, dedicada a la Publicidad política (1976-2010) y para la que se editó un catálogo, en el que se reproducen las piezas de la exposicion y del que aparece ahora una segunda edición.

El catálogo trae carteles de todos los tipos de elecciones en España, generales, autonómicas, locales, igual que los distintos referéndums que se han celebrado (la Ley para la Reforma Política de 1976, el de la Constitución en 1978, el de la OTAN en 1986 y el de la Constitución europea en 2005). Se configura así un instrumento muy útil para quienes quieran estudiar la evolución de la iconografía de comunicación política, esa disciplina de la que hay en España 45 millones de especialistas. Y realmente es útil: se aprecian los cambios en los grafismos a lo largo de los años, el uso de los colores, la disposición de las figuras. La cosa consiste en conseguir un impacto que atraiga el voto con una imagen, unos colores y algún texto brevísimo, una consigna que la gente pueda recordar con facilidad.

Los textos en general son suculentas piezas de interpretación semiológica. Cito algunas a voleo. Por ejemplo, un cartel con el rostro de Suárez y en donde se lee: "Votar centro es votar Suárez": la personalización de la política estaba tan avanzada que la ideología (centro) se utilizaba como vector hacia la persona y no ésta hacia aquella. No se decía que votar a un hombre llevaba a una política sino que votar una política llevaba a un hombre.

En la misma fecha, un cartel del Partido Comunista de España en estilo Léger afirmaba que "Votar comunista es votar democracia" mientras que en otro cartel del PSUC un obrero dibujado explicaba que "la democracia es el camino hacia el socialismo", el tradicional problema de identidad de la izquierda comunista al desnudo: el comunismo era la democracia pero la democracia era la antesala del socialismo.

Un cartel de Falange Española para las elecciones al Parlamento europeo dejaba contundentemente claro el estilo habitual del falangismo que no sabe lo que quiere ni decirlo sin insultar: "Somos europeos, no gilipollas", pero nadie sabe por qué. Seguramente es esta franca debilidad comunicativa la que explica la tendencia de la extrema derecha a recurrir a la violencia.


Aparte: hay algo tremendo, incomprensible, muy amenazador en esa masacre noruega perpetrada, según parece, por la extrema derecha contra los laboristas. Hay como una luz siniestra de los años treinta en Europa pero con la tecnología del siglo XXI.


Merece la pena echar ona ojeada al catálogo. Permite asomarse a un mundo de imperativos (elige, vota, habla, decide), términos sedantes (orden, estabilidad, progreso, futuro, optimismo, confianza) con una iconografía muy variada que va desde las fotos sobrias hasta las imitaciones de los más fantásticos comics gringos. Por ejemplo en las elecciones al parlamento catalán del año pasado la conocida y enteca imagen de José Montilla se transforma en Clark Kent a punto de transformarse a su vez en Superman por amor a su pueblo. L'increïble home normal. És capaç de doblar la seva força per ajudar els que més ho necessiten! Nous reptes l'esperen! Convertir a Montilla en Superman es sublimar el mensaje político a extremos insólitos. Claro que peor hubiera sido que lo representaran como Hulk.

dimecres, 11 de maig del 2011

Todólogos.

Entre los años 1993 y 1998 (más o menos) fui tertuliano de Protagonistas, la tertulia que tenía Luis del Olmo en la ONCE, la emisora de los ciegos. (Mirá vos, ahora que acaba de morir Sabato). En 1998 del Olmo decidió prescindir de mí, según me malicio por presiones del gobierno del PP, cuya política (por llamarla de algún modo) en materia de comunicación gestionaba Miguel Ángel Rodríguez. No hace falta decir más. Bueno, el caso es que caigo dentro del género tertuliano que tan despiadada como certeramente retrata Taibo en este libro (Carlos Taibo (2010) Contra los tertulianos, La catarata, Madrid, 110 pp). Espero que no bajo el subgénero de todólogo que suscita la indignación del autor. Me considero exento porque no hablaba de todo sino solamente de lo que creía saber algo. Había, y hay, asuntos muy importantes sobre los que jamás hablé. Nunca dije una palabra sobre fútbol, por ejemplo; y mira que se habla de futbol en las tertulias, con el cuento del fenómeno sociológico; ni sobre toros, patrimonio cultural inmaterial, como el gótico o la capilla Sixtina; ni sobre famosos o famosas.

De todas formas el análisis del libro de Taibo no se limita a ser una diatriba contra los todólogos, aunque podría. El uso del término tertulianos con su aroma patrístico, hace bucle con el título que suena casi como una contra gentiles. Toma pie Taibo en Debord y Baudrillard, fundamentalmente, para caracterizar esas tertulias espectaculares y de simulacro que, con la desaparición del libro y otros efectos concomitantes de lo televisivo (hoy todas las televisiones tienen tertulias), que recoge el cascarrabias de Sartori, contribuyen al atontamiento general (p. 65), noble empeño en el que son de gran utilidad los tertulianos.

Taibo clasifica el género en tres grandes apartados, los periodistas, los intelectuales y los políticos y no es caritativo con ninguno de los dos primeros a los que afea que su colaboración degrada su respectiva profesión o condición (p. 48) y critica que se presten a simular un pluralismo que no existe en los medios. De los políticos ya no hablemos. Aborda cuestiones complicadas pero no espinosas, como la independencia (p. 36) y espinosas pero no complicadas, como la "lógica del dinero" (p. 103), la pastuqui que es uno de los criterios por los que se reparten las canonjías tertulianas según el inveterado principio del intercambio de favores: yo te doy una tertulia y tú me das una columna.

Dedica el autor dos capítulos especialmente felices a la figura del converso, dando cumplida fe de porqué sigue siendo cierto el dicho de la fe del converso y a la de los intelectuales que llama abducidos, una de cuyas subespecies es el intelectual vendido. Triste sino el de muchos intelectuales en todos los tiempos que tenían que venderse para vivir. Que se lo digan a Quevedo a pesar de sus muy valientes versos y que se lo digan hoy a cualquiera de los conversos cuya vehemencia discursiva suele estar en relación directamente proporcional a la nómina.

En fin que el libro está muy bien, es agudo, mordaz, realista y tiene el buen gusto de no mencionar nombres o apellidos, que ya el lector avisado los barruntará.

diumenge, 1 de maig del 2011

¿En qué quedamos?

Con una diferencia de tres días (de lunes a jueves) dos reputados entes de análisis sociológico han publicado sondeos sobre intención de voto en España no ya discrepantes sino casi antagónicos. Si el barómetro del CIS publicado el día 28 daba ganador al PP por una diferencia de 10,4 puntos porcentuales , el Publiscopio del día 25 también daba ganador al PP pero por una diferencia de 2,3 puntos porcentuales. Hay una discrepancia de 8,1 puntos en dos sondeos que son prácticamente simultáneos. Es demasiado grande para dejarla pasar sin más y está pidiendo algún tipo de explicación porque es obvio que uno de los dos tiene que ser falso o erróneo. Puede que incluso lo sean los dos. Lo que no pueden es ser ciertos o verdaderos ambos.

Dado que no tengo motivo para dudar de la competencia y la integridad de los dos encuestadores sino que, al contrario, los dos me parecen competentes y muy profesionales, la razón de la discrepancia tendrá que estar en los encuestados. Los dos sondeos se han realizado después de que Zapatero anunciara su renuncia a su tercer mandato. Si se insiste en que ese es el contexto explicativo fundamental hay que llegar a la absurda conclusión de que una misma causa produce efectos contrarios en el mismo medio, esto es: el anuncio presidencial moviliza el voto socialista y el anuncio presidencial no moviliza el voto socialista. Y eso no puede ser.

El error quizá resida en creer que el comportamiento de la gente está determinado por una sola causa cuando lo más probable es que lo esté por una multiplicidad de ellas y cuáles hayan de ser determinantes en un momento concreto sea asunto de eso, de un momento. Se dirá que cuando la causa es de suficiente empaque (renuncia zapateril) mantiene su influencia durante un largo plazo. Pero eso es muy relativo en una sociedad literalmente bombardeada por información cambiante por minutos porque va en tiempo real.

Para que la muestra aleatoria sea representiva se procura incluir en ella los porcentajes de gente bien informada, mal informada y nada informada que correspondan. El problema es que ya no queda nadie nada informado y el nivel general de información es muy alto. Es practicamente imposible no enterarse de lo que pasa cuando hay pantallas de televisión hasta en los metros, una parte importante de la prensa escrita se regala y el acceso a la información en la red es ilimitado, gratuito (siempre se ha dicho que la información tiene un coste) e instantáneo.

Esto quiere decir que el ritmo de cambio de la opinión pública se ha acelerado como todo en la sociedad red. Así resulta que el fallo estaba en creer que de un lunes a un jueves pueda hablarse de simultaneidad. Nada de eso. Tres días hoy pueden ser meses, años. En todo caso, se dé o no por buena esta explicación, lo que no puede negarse es que la situación es inestable, que no hay nada decidido y que el PP no tiene ganadas las elecciones. Es más, es posible incluso que si Aznar sigue ladrando su rencor por las esquinas las pierda. Y parece estar previsto que intervenga muchas veces en esta campaña. Con ello no solamente se ensombrece y desmadeja la figura de Rajoy, que bastante desdibujado está ya, sino que, como en el 2004, aun sin presentarse el interesado, las elecciones se convierten en un voto sobre Aznar. ¿Y qué más se necesita para despertar el adormilado voto de izquierda, de centro, antiaznarino? Justo lo que acaba de hacer, avisar de que puede volver. Esa perspectiva moviliza mucho voto socialista y centrista y, si el resultado del veintidós es negativo para el PP, este partido entra en zona de turbulencias hasta las elecciones de 2012.

dimecres, 27 d’abril del 2011

La niña de la rollona.

Suele ser imposible entender las declaraciones de María Dolores de Cospedal en términos de estricta racionalidad. Da la impresión de que habla a tontas y locas (aunque siempre con aviesa intención), que jamás cree que deba demostrar algo de lo que dice, que desconoce la realidad de la que habla y no se siente responsable de ello. Pero habla en nombre del PP. Habla en nombre del PP una persona que actúa como un niño testarudo, un spoiled child, que dicen los ingleses; esto es, por tratarse de una persona mayor, una niña de la rollona que, según el DRAE, es: "Persona que, siendo ya de edad, tiene propiedades y modales de niño".

En la canícula de 2009, Cospedal afirmaba que el Gobierno ha ordenado espiar a dirigentes del PP. No tenía ni una prueba y se negó a comparecer en el acto de conciliación en los juzgados a causa de una querella. En 2010 elevó a categoría el mero chismorreo del año anterior y sostuvo que el Gobierno estaba convirtiendo España en un Estado policial. Misma inexistencia de pruebas y misma incomparecencia en sede judicial. Es decir, la señora dice lo primero que se le pasa por la cabeza suficientemente insultante para el Gobierno pero no se responsabiliza de lo que dice. Ni cree que deba demostrarlo. Como los niños: la prueba de que algo es verdad es que lo han dicho ellos.

Con estos mismos fundamentos Cospedal acusa al Gobierno, a coro con los otros tenores del PP, de estar negociando con ETA. Y, no bastándole con ordenar a la realidad cómo tiene que ser, aventura vaticinios contundentes como que después de las elecciones de veintidós de mayo Zapatero subirá los impuestos. ¿Fundamento de tan angustioso augurio? Que "lo dice todo el mundo". Elemento tan probatorio como lo que se dice en la peluquería.

La empecinada rabieta de Cospedal en los desayunos de RTVE en contra de la radiotelevisión pública resulta asombrosa y algo irritante no sólo porque al escucharla uno no puede dejar de



pensar en que habla alguien que tiene dos televisiones, Canal Nou y Telemadrid, que son dos máquinas de agitprop del PP a un coste altísimo para el erario público y con una audiencia mínima; no sólo por eso, digo, que al fin y al cabo es el pobre argumento del "y tú más". El asombro y la irritación surgen cuando Cospedal deja claro que, como siempre, lanza las acusaciones de parcialidad, falta de objetividad, etc sin una sola prueba, ni un mero indicio. La razón vuelve a ser que "lo dicen todos". En este caso, "todos", la peluquería, es el PP que, según ella misma reconoce, tiene en marcha una campaña de acusaciones contra RTVE. No presenta una sola propuesta; es desprestigiar por desprestigiar; atacar como mecanismo de defensa; no sabe de lo que habla. Por no saber, no sabe ni a quién habla. Afirma que sus cuatro contertulios son empleados de RTVE, dando a entender, como siempre aviesamente, que trabajan para el amo (¡la dirección política!), siendo así que cuando menos dos de ellos son ajenos a RTVE: Esther L. Palomera, de La Razón y Miguel Ángel Liso, del Gupo Zeta. No me consta en el caso del tercero. Pero da igual porque bien se ve que no se trata de plantear problemas reales sabiendo de qué se habla y con quién se habla, sino de encender hogueras como sea para que no se plantee el caso de la Gürtel.

Sobre la Gürtel, mañana, que lo lleva claro Camps.

(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 24 d’abril del 2011

El decálogo de Fernández Vara y la esvástica del lejía.

Fernández Vara es digno sucesor de Rodríguez Ibarra en Extremadura. Como éste acostumbra a decir las cosas de modo claro, directo y correcto. Su decálogo de buenos usos democráticos sería estupendo si esto en lugar de España fuera la República platónica gobernada por los filósofos reyes. Los principios y normas que enuncia aunque algo desordenados y mezclados vienen a coincidir con los requisitos que establece Habermas para que se dé la acción comunicativa que lleve a una comunidad ideal de habla, que es la sublimación de la democracia. Una comunidad ideal. Aplausos a un político capaz de remontar el vuelo sobre la corrala de gallináceas del resto.

Pero de momento aquí, en esta España real, la causa de la separación entre la Iglesia y el Estado tiene escaso futuro si los prohombres políticos que debieran propugnar la laicidad siguen expresándose en términos mosaicos. El propio titular de Público lo señala al hablar con ironía de Los diez mandamientos, según Fernández Vara. ¿Por qué diez y no once u ocho, teniendo en cuenta que podría haber más o que algunos se repiten? Porque la moral cívica española gira en torno al Decálogo. Son las tablas de la Ley y pesan tanto que hasta quienes se supone son críticos se adaptan a las formas casi sin pensarlo.

Pero lo determinante es qué grado de seguimiento tienen las tales tablas, que es muy bajo. El catolicismo es una religión de laxa moral que tiene establecido el perdón de los pecados como una actividad rutinaria, muy cómoda para que quien peca el lunes quede limpio como la patena el martes y pueda volver a empezar. Así tómese el más importante precepto de Fernández Vara, que hay que decir la verdad, coincidente con el mandamiento mosaico que prohíbe mentir y con el postulado de veracidad de Habermas. La verdad. Ahora cotéjese con el incidente de la foto de los legionarios que sostienen la imagen del Cristo de la buena muerte, uno de los cuales lleva una esvástica tatuada en el brazo. Es el caso que la Gaceta ha publicado la foto de los legionarios sin la cruz gamada en una noticia titulada "orgullosos de nuestra Semana Santa". Orgullosos pero borran un distintivo antiquísimo, que ya se encuentra en la primitiva civilización irania sin duda porque lo relacionan con el uso que de él hicieron los nazis, lo que creen deben ocultar por si la gente establece alguna relación entre el orgullo, la Semana Santa y el nazismo. Y eso revela mala conciencia por faltar a la verdad y al ejemplo del Invicto. En sus primeros y heroicos tiempos Franco se hacía retratar gustoso con la esvástica en lugar bien prominente, nada de un miserable tatuaje entre unas ondas al estilo japonés que a saber si no son del Imperio del sol naciente. Estos neofranquistas vergonzantes dicen estar muy orgullosos, pero pierden el tafanario ocultando las pruebas de su amor por la dictadura.

Todo sea por el mandato de verdad o veracidad al que Fernández Vara quiere se someta la política pues empieza por otorgarle un gran valor. No le arriendo la ganancia aunque, si le sirve de consuelo, le recordaré que la democracia es grande precisamente por su capacidad para aguantar los berridos de estos nostágicos de la tiranía. En todo caso, es muy gratificante escuchar a un político hablando con mesura de cosas esenciales para la convivencia de los españoles en lugar de oírlo soltando improperios. Pero temo que van a responderle con improperios.

divendres, 28 de gener del 2011

Bolas, bulos y trolas.

Soy firme creyente en la teoría de la acción comunicativa de Habermas y sostengo que la democracia es un régimen en el cual las decisiones colectivas se adoptan tras deliberación y debates donde se supone que los participantes dicen la verdad. También creo a pies juntilla en la doctrina liberal de que la verdad prevalecerá sobre el error siempre que se puedan constrastar libremente, como dice Milton en la Areopagítica. Soy fiel creyente en las dos visiones en el terreno de lo que debe ser. En el de lo que es resulta absurdo ignorar que el debate político, la deliberación hasta en sede parlamentaria, está plagada de mentiras y que la mentira prevalece sobre la verdad incluso en sociedades libres y abiertas. Habrá quien diga que si están basadas en la mentira no pueden ser libres, pero ese es otro debate. En el de la realidad algunos sostienen que la mentira no es solo común en la democracia sino que es imprescindible porque si estuviéramos condenados a decir la verdad volveríamos al estado de naturaleza de la guerra de todos contra todos. Pero éste es también otro debate y algo más cínico.

Siendo la mentira omnipresente en la acción política la hay de muy diversas categorías. Cabe distinguir, entre otras, las tres del título de esta entrada: bolas, bulos y trolas.

La señora De Cospedal es consumada maestra en bolas, mentiras redondas que ruedan y ruedan según el principio de la inercia. Ahora dice la citada señora que el PSOE "ha puesto detectives privados" a miembros del PP. ¿Pruebas de tan sorprendente como perversa práctica? De momento ninguna. Y no es de esperar que se esgrima alguna a juzgar por las que se esgrimieron en las dos bolas acusatorias anteriores de De Cospedal: que el Gobierno escuchaba ilegalmente las conversaciones telefónicas del PP y que ese mismo gobierno pretendía establecer en España un "Estado policial". Pruebas, cero. Las mismas que habrá ahora con la tercera bola o mentira redonda. Lo único que parece aquí hasta ahora probado es que esta señora tiene una manía persecutoria que debiera consultar con un especialista.

A su vez el Gobierno es también experto en la fabricación de bulos. El bulo es una mentira amorfa que se extiende por todas las instancias sociales y es objeto de conversaciones y comidillas generalizadas sin que nadie conozca de cierto su fuente, ni su grado de verosimilitud, ni siquiera su contenido exacto. El bulo calienta imaginaciones y pone al personal a perder el tiempo haciendo cábalas. El último es el ya decidido desistimiento de Zapatero como candidato a la presidencia del Gobierno y su sustituciòn por Pérez Rubalcaba, ministro del Interior de acero y hombre que goza de un insólito prestigio en amplios sectores de la sociedad. La mentira se usa en política como en la guerra, para desconcertar al enemigo y la posible candidatura de Rubalcaba no es halagüeña para el PP pues tendrá que diversificar sus ataques. A Zapatero lo tenía muy castigado, pero enfrentarse a un Rubalcaba crecido sólo porque puede ser el candidato según reza el bulo que nadie confirma pero nadie desmiente puede ser catastrófico.

La derecha mediática prefiere la trola que es una mentira artificiosa, alambicada, llena de claves que descubren verdades ocultas por oscuros e infernales intereses. La trola más disparatada y la que más réditos ha dado a la hora de poner en cuestión los fundamentos mismos del Estado de derecho es la de la conexión etarra en el atentado de Atocha. Este terco dislate rebosante de pruebas, contrapruebas y recontrapruebas, tiene de tal modo cegados a sus promotores que no les deja ver que la gente se lo toma a pitorreo. Y es de extrañar en personas tan perspicaces. Está claro que el odio y la soberbia ciegan más a los hombres que el amor hasta el punto de hacerles creer que, porque tengan un periódico o una radio, pueden convertir su delirio en realidad. En cuanto al señor Arenas, que se parece al fantasma de la Ópera, su desmedido afán por ganar alguna vez las elecciones en Andalucía puede obnubilarlo de tal modo que acabe confundiendo a Griñán con Josu Ternera.

Que en los debates entre políticos abunde la fabulación probablemente sea inevitable; que eso también se dé en los medios es más preocupante.

(La imagen es una foto de gaelx, bajo licencia de Creative Commons).