diumenge, 1 d’abril del 2012

El analista político.



Primero de mes, cambio de imagen. Hay un enlace sobre ella en la columna de la derecha.




Hay que ver cuántos analistas políticos hay en nuestro país. Prácticamente todo el que se asoma a los medios para hablar de política dice ser analista de la quisicosa. Y es tal la variedad de analistas que resulta difícil agruparlos en algún tipo de clasificación racional. Por no hablar de la discrepancia de sus juicios, a veces tan enfrentados que casi llegan a las manos y, desde luego, a los juzgados. Reflejan en su tumultuoso proceder la naturaleza misma cambiante, imprevisible, del objeto del que se ocupan, la política, cuya complejidad es legendaria.

Sin embargo, al titularse "analistas" estas gentes parecen aspirar a que se les reconozca algún grado de competencia basada en la ecuanimidad, el distanciamiento, el juicio sosegado y hasta la neutralidad. Evidentemente el análisis está reñido con la pasión y los analistas quieren enfrentarse a su objeto, la política, los políticos, con el mismo distanciamiento anímico con que lo hacen los veterinarios a los cerdos. Pero en el caso de los analistas eso es muy difícil porque, a diferencia de las relaciones entre el veterinario y los cerdos, los analistas políticos son, en el fondo e innumerables veces en la forma, políticos y están tan divididos y son tan sesgados como los propios políticos. En principio esto no está mal y, ademas, es inevitable aunque no sea si no en función de la famosa línea de Terencio de que, siendo humanos, nada humano les es ajeno.

Aunque sea inevitable, sin embargo, no lo es también que los analistas trasladen al terreno del discurso, del análisis, la agresividad, la mala fe y las peores formas de que suelen hacer gala los políticos. Es como si el veterinario imitara a los cerdos en los gruñidos. Los insultos, las descalificaciones, las injurias, no son análisis sino mera falta de educación y quienes a ellas recurren tienen más de matones que de otra cosa.

Los demás analistas, los más civilizados, no necesitan fingir una neutralidad que no sienten. La política es una actividad fascinante para muchos porque versa sobre aquello que todos los seres humanos, salvas rarísimas excepciones, anhelan: el poder. La neutralidad frente al poder, la indiferencia de Diógenes, es casi imposible. Y no es necesaria. Basta con que los analistas hagan explícitas desde el principio sus simpatías y antipatías. De esa forma los lectores o auditorios no se llamarán a engaño y sabrán cómo interpretar el análisis. Porque todo análisis es siempre una interpretación que, a su vez, puede (y debe) interpretarse. Y de esa forma, es de esperar, no se le atribuirá un partidismo ciego que anule el valor del análisis.

Eso suele pasarle a Palinuro cuando sale de analista político, que le acusan de ser una especie de abanderado del PSOE, cuando no constitutivamente socialista. De nada sirve que el pobre explique en su justificación como blog que no tiene partido ni referencia partidista alguna, sino solamente una genérica adscripción a la izquierda y un acendrado republicanismo. Es verdad que dedica mucha atención al partido socialista, pues es con el que simpatiza en líneas generales. Pero simpatizar no quiere decir defender a toda costa lo que proponga, incluso en contra de las propias convicciones.

Palinuro está interesado en el avance de las ideas socialistas, no en las peripecias de las personas que dicen encarnarlas en sus luchas por el poder. Pero las personas tienen tendencia a monopolizar las ideas, esto es, a imponer su interpretación de ellas, lo que hace que el interés por las ideas lleve al enfrentamiento con las personas. Como dicen las feministas, lo personal es siempre político. Como analista, Palinuro goza de la envidiable situación de que los cuadros y mandos de los dos partidos mayoritarios y del tercero más pequeño pero también nacional/estatal, no le profesen especial simpatía. Eso le da aplomo.

(La imagen es un cuadro de Carl Spitzweg (1808-1885), llamado El ratón de biblioteca (1850). Spitzweg es un romántico representativo del estilo biedermeier).