Espero que en un futuro no lejano el Estado conceda una medalla importante a mi amigo Ramón Adell Argilés y, además de otorgarle una distinción, le haga alguna propuesta que él pueda considerar interesante respecto a la ingente colección de propaganda política que ha acumulado desde 1976 hasta la fecha. En una vida prácticamente dedicada a ello, Ramón ha reunido miles de carteles políticos (electorales sobre todo y de otro tipo), pegatinas, pasquines, panfletos, periódicos, hojas volanderas, chapas, insignias, etc todos relacionados con la política española en los últimos treinta y cinco años. Su fondo comprende también muchas otras piezas muy curiosas de distinta naturaleza y procedencia pero la columna vertebral es la cartelería política.
De esta forma de vez en cuando alguna institución pública lo llama para hacer una exposición sobre el tema de su acopìo. En este caso se trata de la que hizo el Museu Valenciá de la Il-lustració i de la Modernitat (MuVIM), dependiente de la Diputación de Valencis en 2010, dedicada a la Publicidad política (1976-2010) y para la que se editó un catálogo, en el que se reproducen las piezas de la exposicion y del que aparece ahora una segunda edición.
El catálogo trae carteles de todos los tipos de elecciones en España, generales, autonómicas, locales, igual que los distintos referéndums que se han celebrado (la Ley para la Reforma Política de 1976, el de la Constitución en 1978, el de la OTAN en 1986 y el de la Constitución europea en 2005). Se configura así un instrumento muy útil para quienes quieran estudiar la evolución de la iconografía de comunicación política, esa disciplina de la que hay en España 45 millones de especialistas. Y realmente es útil: se aprecian los cambios en los grafismos a lo largo de los años, el uso de los colores, la disposición de las figuras. La cosa consiste en conseguir un impacto que atraiga el voto con una imagen, unos colores y algún texto brevísimo, una consigna que la gente pueda recordar con facilidad.
Los textos en general son suculentas piezas de interpretación semiológica. Cito algunas a voleo. Por ejemplo, un cartel con el rostro de Suárez y en donde se lee: "Votar centro es votar Suárez": la personalización de la política estaba tan avanzada que la ideología (centro) se utilizaba como vector hacia la persona y no ésta hacia aquella. No se decía que votar a un hombre llevaba a una política sino que votar una política llevaba a un hombre.
En la misma fecha, un cartel del Partido Comunista de España en estilo Léger afirmaba que "Votar comunista es votar democracia" mientras que en otro cartel del PSUC un obrero dibujado explicaba que "la democracia es el camino hacia el socialismo", el tradicional problema de identidad de la izquierda comunista al desnudo: el comunismo era la democracia pero la democracia era la antesala del socialismo.
Un cartel de Falange Española para las elecciones al Parlamento europeo dejaba contundentemente claro el estilo habitual del falangismo que no sabe lo que quiere ni decirlo sin insultar: "Somos europeos, no gilipollas", pero nadie sabe por qué. Seguramente es esta franca debilidad comunicativa la que explica la tendencia de la extrema derecha a recurrir a la violencia.
Aparte: hay algo tremendo, incomprensible, muy amenazador en esa masacre noruega perpetrada, según parece, por la extrema derecha contra los laboristas. Hay como una luz siniestra de los años treinta en Europa pero con la tecnología del siglo XXI.
Merece la pena echar ona ojeada al catálogo. Permite asomarse a un mundo de imperativos (elige, vota, habla, decide), términos sedantes (orden, estabilidad, progreso, futuro, optimismo, confianza) con una iconografía muy variada que va desde las fotos sobrias hasta las imitaciones de los más fantásticos comics gringos. Por ejemplo en las elecciones al parlamento catalán del año pasado la conocida y enteca imagen de José Montilla se transforma en Clark Kent a punto de transformarse a su vez en Superman por amor a su pueblo. L'increïble home normal. És capaç de doblar la seva força per ajudar els que més ho necessiten! Nous reptes l'esperen! Convertir a Montilla en Superman es sublimar el mensaje político a extremos insólitos. Claro que peor hubiera sido que lo representaran como Hulk.