dissabte, 29 de setembre del 2018

Hoy, Palinuro, doblete

Días enteros en camino. Sobre todo estos, los del aniversario más importante de Catalunya en mucho tiempo. "Les actes de l'1ctubre't" dice el cartel de Anglés y "La determinació d'un poble", el de Lloret de Mar en la plaça Pere Torrent. Los dos son complementarios. El 1-O es ya de hecho la fecha fundacional de la República y lo es por la determinación de un pueblo. 

El día de hoy es simbólico y decisivo. Según mis noticias, se ha modificado el itinerario de la manifestación de los policías españoles, dado que plaza de Sant Jaume estará plena de gom a gom. Lo suyo hubiera sido prohibirla puesto que es obviamente un acto político que trata de provocar tumultos y violencia en Barcelona. Razón más que suficiente para impedirla.

En el fondo, da igual. La provocación ha puesto en marcha el mecanismo de defensa de la República. La renovación del mandato al govern es evidente y rotunda: ir a la independencia y la República. La chispa que hace unos días pedía Quim Torra para incendiar la pradera catalana ha prendido. El pueblo está de pie y desobedeciendo.

Ahora solo falta que las autoridades señalen los pasos y medidas siguientes. Pero no con ánimo de dirigirlo. El movimiento ha probado fehacientemente que se dirige, se orienta solo, organizándose incluso para defenderse de la violencia estatal. Si necesita las autoridades es para articularse y coordinarse a través de los medios materiales que estas poseen y deben estar al servicio del pueblo. Y mientras la unidad y transversalidad se mantengan con un objetivo común y un compromiso de hacerlo eficaz en el menor tiempo posibles será imparable.

Nos vemos en Anglés o Lloret.

divendres, 28 de setembre del 2018

Misterio desvelado

Si el río suena... Las elecciones anticipadas son una probabilidad relativamente alta. Pero no por lo que haga el independentismo, sino porque el presidente Sánchez tiene escaso apoyo parlamentario y una oposición feroz. Y porque lleva camino de quedarse sin gobierno antes de su regreso a España, cuando quizá solo salga a recibirlo el conserje de La Moncloa.

Bueno, dirá el lector, pero ¿qué misterio ha desvelado usted? ¡Ah! Uno importantísimo que aclara la razón del desconcertante comportamiento de Sánchez en América. El primer chispazo que generó universal perplejidad fue poner a Quebec como ejemplo de solución política para España. ¿Podía ignorar Sánchez que en Quebec hubo dos referéndums de autodeterminación pactados con el Canadá? Podía, desde luego, pero es poco verosímil. ¿Entonces? Entonces es que Sánchez admite ese referéndum porque es referéndum perdido por el independentismo, igual, sigue razonando, que pasó con los dos referéndums celebrados en España, que los perdió el independentismo porque la opción "no independencia" fue mayoritaria. 

Callemos el juicio que merece apuntarse como un logro propio la realización de dos referéndums (1-O y 21 de diciembre de 2017) contra los que se ha luchado con todos los medios, primero los piolines y luego el 155; callemos también el que merece hablar de "dos referéndums" cuando ha habido cuatro, pues a los dos mencionados han de añadirse el 9-N de 2014 (por el que están procesados/as Mas, Rigau y Ortega) y las elecciones de 27 de septiembre de 2015, que dieron la primera mayoría parlamentaria absoluta al independentismo.

Lo que no cabe callar es la mentira de que los referéndums los hayan perdido los indepes cuando los datos están ahí y dicen que los han ganado tanto en votos como en escaños y cuando esto, además, es lo que refleja la realidad institucional  de Catalunya y no un país gobernado por unas fantasmagóricas taifas no independentistas. 

Por otro lado, es imposible también que Sánchez ignore que sumar en el "sí" solo el sí explícito y en el "no" el no explícito más los nulos, en blanco, otras opciones y quizá hasta las abstenciones, es una trampa infantil. Entonces, ¿por qué dice que los resultados reflejan mayoría de no independentistas? Porque le traiciona el subconsciente. Ese es el misterio desvelado: la idea de mayoría y minoría de Sánchez. Como revela en sus declaraciones en el extranjero, en donde habla con mayor libertad quizá porque tenga menos asesores, la mayoría que él siempre tiene en la cabeza es la mayoría de los españoles. ¿Se entiende? Si cuento cuántos partidarios de la independencia de Catalunya hay en España, además de los 2.060.000 catalanes, quizá me salgan 2.060.100; pero si cuento la cantidad de partidarios de la no independencia de Cataluña también en España me salen 32.000.000 por lo bajo. O sea, la mayoría. La mayoría en que siempre piensa Sánchez cuando habla de estos temas. Una mayoría que, según dice creer, es democrática.

Pero, ¿lo es? Al respecto leo que el presidente Puigdemont estaría dispuesto a hablar sobre un posible referéndum de independencia de Catalunya en toda España. Estas son las cosas que ponen al Estado contra las cuerdas, estos repentinos giros. Esta capacidad para plantear cuestiones y debates en los más inesperados frentes exaspera a los estrategas nacional-españoles, obligados a revisar el argumentario y siempre maliciándose lo peor. ¿Qué nueva estratagema habrá planeado el de Waterloo? 

No quiero parecer aguafiestas, pero allá por los años noventa del siglo pasado se me ocurrió  hacer esta propuesta, un referéndum en toda España sobre el derecho de los catalanes a separarse. Solo que proponía una fórmula tricotómica: 1) sí; 2) no; 3) que hagan lo que quieran. Por aquellos años, mi confianza en la mentalidad abierta y democrática de los españoles era muy grande. Creía, ingenuo de mí, que ganaría la opción 3). Estaba lamentablemente equivocado: ganaría la 2). Y ganará, seguramente, si se realizara ahora.

Y, no obstante, es una opción interesante para ir pasando el tiempo y sin perderlo demasiado. Al margen de que la Generalitat continúe con su programa de gobierno formulado por Quim Torra el pasado 25, no hay inconveniente en convocar ese referéndum español sobre Catalunya. Un referéndum informativo; en modo alguno vinculante por la razón que se expondrá de inmediato. El referéndum permitiría visualizar la distribución del voto. Y si, como es de esperar, el voto "no" es ampliamente mayoritario en España (aprox. 31 millones de electores)  y el "sí" ampliamente mayoritario en Catalunya (aprox. 5,5 millones de electores), esta imagen será la de la tiranía de la mayoría. Por eso el referéndum en toda España no puede ser vinculante, porque ello equivaldría a consagrar una vez más la tiranía de la mayoría, tan inicua como la de la minoría, aunque se disfrace de otra cosa.

Hoy, Palinuro en Palamós

Con la simpatía y seducción que lo caracterizan, Toni Strubell me convocó a Palamós, utilizando como gancho un tema tentador: el poder del poble. ¿Se han fijado ustedes en cómo ha ido fluctuando la relación de fuerzas en el conjunto del movimiento y la revolución catalanas en el siglo XXI? Comenzó con un peripecia parlamentaria; se pasó por un referéndum con participación del pueblo como electorado; se convirtió en objeto de pleito judicial; se incorporó a la acción de las entidades sociales; fue respaldado una y otra vez a través de grandes concentraciones de masas populares; lo incorporaron a sus planes los partidos políticos; lo hizo suyo el gobierno catalán; tuvo respaldo masivo en el referéndum del 1-O, acto fundacional de la República; aguantó el encarcelamiento y el exilio de los dirigentes independentistas; lo ratificó el electorado contundentemente el 21 de diciembre de 2017. Y hasta aquí hemos llegado, con fatigas y esfuerzo, pero sin desfallecer y unidos como una piña.

El poder del pueblo descansa en su unidad de acción.

Donec Perficiam.

Nos vemos en Palamós

dijous, 27 de setembre del 2018

Mañana, Palinuro en Palamós

Con la simpatía y seducción que lo caracterizan, Toni Strubell me convocó a Palamós, utilizando como gancho un tema tentador: el poder del poble. ¿Se han fijado ustedes en cómo ha ido fluctuando la relación de fuerzas en el conjunto del movimiento y la revolución catalanas en el siglo XXI? Comenzó con un peripecia parlamentaria; se pasó por un referéndum con participación del pueblo como electorado; se convirtió en objeto de pleito judicial; se incorporó a la acción de las entidades sociales; fue respaldado una y otra vez a través de grandes concentraciones de masas populares; lo incorporaron a sus planes los partidos políticos; lo hizo suyo el gobierno catalán; tuvo respaldo masivo en el referéndum del 1-O, acto fundacional de la República; aguantó el encarcelamiento y el exilio de los dirigentes independentistas; lo ratificó el electorado contundentemente el 21 de diciembre de 2017. Y hasta aquí hemos llegado, con fatigas y esfuerzo, pero sin desfallecer y unidos como una piña.

El poder del pueblo descansa en su unidad de acción.

Donec Perficiam.

Nos vemos en Palamós

Vasos comunicantes

Aquí mi artículo de ayer en elMón.cat, títulado línies de fractura

 Las dos realidades hoy en pugna en España, el Estado y la Generalitat, son sí, dos poderes enfrentados, hasta dos mundos políticos. Pero hay algo más, algo que comparten de forma que, sea cual sea su respectivo tamaño, fuerza, volumen y capacidad de destrucción, lo que se ve, el agua, como en los vasos comunicantes, está siempre al mismo nivel. Es como una metáfora. Por más que el Estado se obstine en interactuar con la Generalitat con superioridad jerárquica, en una relación de mando y obediencia, no lo consigue. Y por más que intente disfrazar esta actitud invocando la voluntad de diálogo "político", tampoco. Razón sencilla: si por político ha de entenderse la "no juridificación" del conflicto, que tanto molesta a Sánchez, la existencia de presos políticos (llámelos el gobierno como quiera) desbarata el intento y lo convierte en una farsa política añadida a la judicial. 

El agua está al mismo nivel en cuanto al sentido de lo que se dirime. El Estado tiene el mismo derecho a defender su idea de la nación española como la Generalitat a defender la suya de la nación catalana. El derecho a la nación es igual en ambos casos, los dos tienen la misma fuerza moral, política y jurídica; lo que no tienen es la misma fuerza bruta. Pero ¿cómo se justifica un orden político basado en la fuerza bruta?

Aquí la versión castellana. 

Líneas de fractura

En la dínámica de poder dual (gobierno del Estado y Generalitat) que vive el Estado español en Catalunya, cada una de las instancias está cumpliendo con las expectativas que generó. En su comparecencia, del martes, el presidente Torra expuso el plan de acción de su gobierrno para los cuatro años que vienen con bastante detalle. Se recuerda la insistencia con que no hace mucho se decía que Catalunya debía contar con un gobierno “efectivo” antes que nada. Ese gobierno “efectivo” es el que emerge del plan aprobado en el Consejo Ejecutivo: medidas claras y concretas en cuatro ejes: cohesión social, prosperidad económica, fortalecimiento de la democracia e internacionalización del proceso.

El origen de este previsto itinerario es el cumplimiento del mandato del 1-O que insta a consolidar la república y la independencia. El término (que será cuando sea y, de momento, imprevisible), la restitución del legítimo presidente, Puigdemont. A lo largo del camino seguirá robusteciéndose la Repúblicana catalana como realidad de hecho.

A su vez, el otro poder, que se enfrenta al orden republicano, el del gobierno central de la monarquía española, atrapado en el galimatías parlamentario de su debilidad y las tensiones entre aliados y adversarios, no solo carece de un plan articulado como el de la Generalitat, sino de toda posibilidad de coordinar la acción según sus objetivos estratégicos. De hecho es dudoso que tenga algún objetivo estratégico al margen de sobrevivir con 84 diputados y conseguir que la llamada “cuestión catalana” no arruine sus escasas perspectivas. Por no tener, no tiene ni presupuestos, que son la columna vertebral del plan de acción de cualquier gobierno. Sus ministros, que parecen sacados en una tómbola circense, concentran su atención en mantenerse en el cargo frente a las intrigas de los adversarios y sus propias meteduras de pata en el pasado. Su presidente anda recorriendo el mundo y, de paso, informándose de que no es como él creía en su nacionalismo español de toros y pandereta o como le ha contado el ministro Borrell, un enajenado cuyo odio a Catalunya lo lleva a sostener la absurda tesis de que España es una democracia más avanzada que Francia o Bélgica.

Con estas bases de información y este clima político propio de un auténtico patio de delincuentes, es claro que la dualidad de poderes en España se resolverá a favor de Catalunya en el corto plazo. Sin duda alguna, pero ¿qué hay del medio y el largo plazo? Esto es, ¿cuándo y cómo conseguiremos la República y la independencia de derecho y el correspondiente reconocimiento internacional?

Esta es la línea de fractura más importante en este momento, pero las circunstancias solo nos permiten levantar constancia de su existencia, no de su resultado en forma de ruptura. Los dos poderes hoy enfrentados, el catalán con su ambicioso plan de construcción republicana y el español atascado en la tarea de sobrevivir e impedir como sea que la Generalitat lleve adelante su proyecto, cada uno en su estilo, pueden dar el paso que abra una vía de solución, aunque no está claro con qué consecuencias. 

El gobierno español, privado de margen de maniobra por voluntad propia, solo tiene que seguir invocando cínicamente la separación de poderes para dejar que un poder juidicial franquista y corrupto vaya adelante con su farsa procesal y su persecución política a los disidentes. Frente a ello, el gobierno de la Generalitat acabará abocado al ejercicio de la desobediencia frente a la arbitrariedad y la tiranía españolas, algo tan inevitable como la sucesión de los días y las noches.

A su vez, las respectivas sociedades, la catalana y la española también interactúan en el mismo espiritu en que este conflicto está viviéndose institucionalmente. La posición española es básicamente política, partidista, mediática y descansa en la capacidad de movilizar grupos de ultras, fascistas y provocadores más o menos instigados por la constelación reaccionaria, PP, C’s, Vox, SCC, Democracia Nacional y otros nazis. Su finalidad es suscitar un clima de violencia en Catalunya (que unos jueces presuntamente prevaricadores no encuentran ni son capaces de inventarse) que justifique la intensificación de la represión y, llegado el caso, la intervención del país y la supresisón del autogobierno.

La sociedad catalana, en cambio, sólida y coordinadamente movilizada, no solamente apoya sus instituciones y se compromete en su preservación sino que, muy concienciada en su proyecto independentista, también marca el camino a sus políticos para que, a pesar de la represión que padecen, no desfallezcan en el objetivo común. Es esta voluntad este movimiento social el que apunta a un horizonte de resistencia y desobediencia a los mandatos del ocupante, la que se puso de manifiesto hace unos días en la Plaça de San Jaume, cuando se impidió una concentración anticatalana en tan emblemático lugar y el que apunta también a una repetición, cuando está anunciada otra manfestación de agentes españolistas (básicamente policías, guardias civiles y sus amigos) en el mismo lugar con el objetivo de provocar a la población con un homenaje a los vándalos que aporrearon a la gente el 1-O.

En este momento, la línea de fractura pasa por la resistencia y la desobediencia tanto institucional como popular. La República Catalana se hace realidad defendiéndola al unísono en las instituciones y en la calle.

Hoy, Palinuro en el Teatre Municipal de Girona

De todas las artes, el teatro ha sido siempre una de las más críticas y vanguardistas, la que se ha enfrentado a los poderosos y ha defendido la causa de la justicia y la libertad. Razón por la cual a veces ha estado prohibido en algunos lugares y distintos tiempos. Y si sirve de soporte a un espectáculo musical, operístico, como el que nos ofrece el grupo Òpera Jove en la tradición del bel canto recuperado, el efecto puede ser contundente. La música vocal e instrumental es arte puro, emoción  que habla directamente al corazón. Transmite sentimientos. La ópera está ligada a acontecimientos importantes en la vida colectiva de los pueblos y se incardina en la historia sentimental de todos. 

En este caso, el espectáculo trae numerosos parlamentos, a modo de recitativos, con lectura de cartas de muy diversa condición y época con un rasgo común: todas ellas se han escrito en prisión. Las cartas desde prisiones constituyen, para bochorno de la humanidad, casi un género literario por derecho propio. Si hubiera que leer, aunque solo fuera una por cada persona presa, la sesión se prolongaría días. A mí me tocan dos alegatos emocionantes, pero no diré cuáles por no hacer spoiler. También se leerán algunos textos sobre derechos humanos, derechos del hombre y de la mujer (tómese nota), directamente relacionados con la finalidad del espectáculo, que es protestar por la grave situación de injusticia que padecen las y los presos/as políticas/os en Catalunya y, por lo que se deduce de los textos y el ánimo de los organizadores todos los presos/as políticas/os del Estado. Y, por supuesto, los y las exiliadas y exiliados. 

Toda la obra es un grito de protesta contra una situación injusta, un grito integral del arte. La ilustración, que trae una cita de Oscar Wilde, preso en la cárcel de Reading, representa un famoso cuadro de 1890, de Van Gogh, titulado La ronda de los presos, que tiene su historia. En realidad es una versión de un grabado anterior (1872) de Daumier, titulado "Peregrinación en Londres", en prosecución de su obra sumamente crítica con los sistemas judiciales, penales y penitenciarios de su tiempo. Pero el holandés lo interpretó a su modo, introduciendo en él, además del color, dos detalles: se autorretrató en primer término, aunque él nunca estuvo en prisión, pero sí encerrado, y pintó dos mariposas revolotendo en la parte superior izquierda sobre la piedra de la pared del fondo, un símbolo de la libertad. Aquí están ocultas por el título del espectáculo, Del Gris al Groc, sumamente logrado.

Nos vemos en el Teatre Municipal. 

dimecres, 26 de setembre del 2018

Dos mundos

Palinuro es un apocado. Viene diciendo que en España se da una situación de dualidad de poderes de facto, de dos gobiernos enfrentados. Eso no es nada. No son dos los gobiernos sino los mundos que hay en el Estado. El mundo español y el mundo catalán en relaciones de abierta hostilidad, como se prueba por el hecho de que uno de ellos tenga presos políticos del otro. Que los tenga en el territorio del otro forma parte de la situación de desequilibrio y asimetría que este otro trata de remediar con la independencia. Dos mundos completos en conflicto, ese que el presidente Sánchez dice estar en situación de resolver, aunque en un plazo de veinte años y gracias a una fórmula de birlibirloque de la que habla mucho pero muestra poco, fuera de remachar su carácter político.

El mundo español muestra una situación lamentable. Un Estado prácticamente sometido al chantaje de un presunto delincuente era la guinda que había de coronar el pastel de una corrupción estructural e institucionalizada que no ha dejado institución alguna del Estado sana: la política, el gobierno, la corona, la empresa, la judicatura, la universidad, los medios, los partidos, todos han pasado por la trituradora de la corrupción. Solo faltaba que, en efecto, un individuo pudiera chantajear al Estado. Eso es lo que el gobierno dice que Villarejo está haciendo, pero lo grave es que lo esté haciendo con éxito. La reacción de ese mismo gobierno, bloqueando la comisión de investigación sobre Juan Carlos I con material de Villarejo, es una confesión paladina de que el chantajista tiene en donde chantajear.

Los líos de la corrupción, las cloacas de Interior y la galería del Exterior tienen a los medios tan interesados que no les da tiempo para informar de nada más. O lo hacen pero casi a las escondidas. Siguiendo el culebrón de las chocarreras sobremesas de unos ciuadadanos por encima de toda sospecha, lo españoles prácticamente no se han enterado de que ayer Puigdemont presentaba en Bruselas su libro, La crisis catalana, escrito por el periodista belga Olivier Mouton, pero narrado en primera persona por el presidente. Hay edición holandesa, catalana y francesa. A falta de traducción al castellano, los españoles seguirán sin conocer los puntos de vista del hombre al que la mayoría de los catalanes considera su presidente y vive en el exilio. Tampoco abrió los telediarios la noticia de que el presidente Torra había presentado su programa de gobierno, que incluye la convocatoria de un foro constituyente para dar una Constitución a la República Catalana. Lo dicho, dos mundos.

El mundo catalán, dando pruebas de una estabilidad política envidiable, pone en marcha un plan de gobierno a cuatro años para edificar las estructuras de Estado. Es verdad que cuenta con una oposición muy radicalizada de carácter unionista, pero la dureza de los enfrentamientos no impide la eficacia de la acción parlamentaria ya que la mayoría que apoya al gobierno es absoluta. La mayoría parlamentaria se apoya a su vez en una mayoría social que se manifiesta repetidamente con motivo de consultas electorales, como la de 21 de dicimbre de 2017, o de aniversarios, como la última Diada. En verdad, resulta patético contemplar al presidente Sánchez contando en el Canadá la manoseada mentira de la mayoría/minoría independentistas en Catalunya, pero ya es irrisorio escucharle mentir en el resultado de "dos referéndums" habidos en España, olvidándose de los piolines y el 155.

Todo para nada. Cuando invoca el ejemplo de Quebec está de hecho aceptando que la solución en España es un referéndum pactado de autodeterminación vinculante. Salvo que ignore este extremo, en cuyo caso es evidente que no sabe en dónde está Quebec y quizá no sepa en dónde está él mismo.

Porque no hay otra solución civilizada y democrática a un conficto que ya interpela a Europa.

Mañana, Palinuro en el teatre municipal de Girona

De todas las artes, el teatro ha sido siempre una de las más críticas y vanguardistas, la que se ha enfrentado a los poderosos y ha defendido la causa de la justicia y la libertad. Razón por la cual a veces ha estado prohibido en algunos lugares y distintos tiempos. Y si sirve de soporte a un espectáculo musical, operístico, como el que nos ofrece el grupo Òpera Jove en la tradición del bel canto recuperado, el efecto puede ser contundente. La música vocal e instrumental es arte puro, emoción  que habla directamente al corazón. Transmite sentimientos. La ópera está ligada a acontecimientos importantes en la vida colectiva de los pueblos y se incardina en la historia sentimental de todos. 

En este caso, el espectáculo trae numerosos parlamentos, a modo de recitativos, con lectura de cartas de muy diversa condición y época con un rasgo común: todas ellas se han escrito en prisión. Las cartas desde prisiones constituyen, para bochorno de la humanidad, casi un género literario por derecho propio. Si hubiera que leer, aunque solo fuera una por cada persona presa, la sesión se prolongaría días. A mí me tocan dos alegatos emocionantes, pero no diré cuáles por no hacer spoiler. También se leerán algunos textos sobre derechos humanos, derechos del hombre y de la mujer (tómese nota), directamente relacionados con la finalidad del espectáculo, que es protestar por la grave situación de injusticia que padecen las y los presos/as políticas/os en Catalunya y, por lo que se deduce de los textos y el ánimo de los organizadores todos los presos/as políticas/os del Estado. Y, por supuesto, los y las exiliadas y exiliados. 

Toda la obra es un grito de protesta contra una situación injusta, un grito integral del arte. La ilustración, que trae una cita de Oscar Wilde, preso en la cárcel de Reading, representa un famoso cuadro de 1890, de Van Gogh, titulado La ronda de los presos, que tiene su historia. En realidad es una versión de un grabado anterior (1872) de Daumier, titulado "Peregrinación en Londres", en prosecución de su obra sumamente crítica con los sistemas judiciales, penales y penitenciarios de su tiempo. Pero el holandés lo interpretó a su modo, introduciendo en él, además del color, dos detalles: se autorretrató en primer término, aunque él nunca estuvo en prisión, pero sí encerrado, y pintó dos mariposas revolotendo en la parte superior izquierda sobre la piedra de la pared del fondo, un símbolo de la libertad. Aquí están ocultas por el título del espectáculo, Del Gris al Groc, sumamente logrado.

Nos vemos en el Teatre Municipal. 

dimarts, 25 de setembre del 2018

Diez negritos y la justicia

No es que al gobierno le crezcan los enanos, como dicen los castizos, sino que le disminuyen alarmantemente los negritos. Los diez negritos de la famosísima novela de A. Christie (más de cien millones de ejemplares vendidos) de universal conocimiento. En la isla del Negro, los "negritos" desaparecen por asesinato; en el gobierno de Sánchez, por dimisión.

La ministra navega aguas turbulentas. El gobierno afirma que es un intento de chantaje de Villarejo, cosa verosímil pues parece ser a lo que el hombre se ha dedicado con variada fortuna. Chantaje, dice Sánchez, como el que intentó con Juan Carlos I. Es mentar la soga en casa del ahorcado pues olvida mencionar que el PSOE vetó la comisión de investigación sobre el personaje, con lo que dio por bueno el chantaje pues quien no tiene nada que ocultar no teme investigación alguna. O sea, en realidad, fue mentar la soga en casa del no-ahorcado.

Sánchez ha respaldado a su ministra. Es su deber. No quiere decir nada. También lo hizo con los dos dimisionarios anteriores. La ministra se defenderá sola. Es posible que el clima que el convivio grabado delata, (quizá con abundante trasiego de alcohol), sea un evento aislado y excepcional en las vidas de los comensales. Pero esos "Lola" y "Balta" y el nivel general de los comentarios son muy de lamentar. En fin, el mal gusto y la falta de educación no son delitos. Pero dejan mal parados a los representantes del poder judicial y sus amigos.

Al margen de lo que suceda con la ministra de Justicia, esta, la Justicia (no solo la ministra) tiene un problema agudo de prestigio que ataca la base de su legitimidad sobre la que, por cierto, descansa el Estado. Porque un Estado sin justicia, dice San Agustín no es más que una banda de ladrones. Y está feo señalar.

El enfrentamiento entre la jueza de instrucción del caso "Máster", Rodríguez-Medel y la Fiscalía del Tribunal Supremo, es incomprensible. El Teniente Fiscal, Luis Navajas, se niega a investigar a Casado, siendo así que su caso es idéntico al de las otras tres imputadas. Sin duda tiene poderosas razones pero el golpe para el prestigio de la justicia es tremendo. Además, involucra a la Fiscal General del Estado, María José Segarra. Si respalda tamaña aberración acabará con el escasísimo respeto que aun pueda tener la justicia española. 

Aunque esta parece dispuesta a cumplir la tarea por su propia vía. Además del proceso penal, claramente inquisitorial, hay otro civil de carácter confiscatorio contra los supuestos organizadores de la consulta del 9N d 2014, Mas, Ortega, Rigau que ahora reactiva el Tribunal Supremo. Es la enésima muestra de la voluntad de entendimiento y diálogo del Estado que predica Sánchez: la persecución de los disidentes por todos los medios, la venganza, el castigo a las generaciones venideras.

¿Alguien espera justicia del poder judicial español en relación con Catalunya?

dilluns, 24 de setembre del 2018

Sánchez, que te pierdes

No cabe estar más de acuerdo: Quebec es un ejemplo de que la política puede buscar soluciones. Hubiera dicho mejor que "el Canadá es un ejemplo, etc", porque si el Canadá hubiera actuado como la España de Sánchez, Quebec no sería ejemplo de nada. Pero no importa. Se entiende su buena fe. Quebec... y Escocia, que también es ejemplo de lo mismo.

Anda Sánchez explorando las vías del diálogo y la política. Y tratando de dar crédito a sus intenciones. De ahí los debates sobre los indultos, que tanto interesan a los medios. Se trata de encajar el diálogo "dentro de la ley" con la "empatía". La fórmula, en realidad, es un globo sonda: tantear a los independentistas para saber si aceptarían negociaciones con la promesa de un indulto en el caso de que haya sentencias condenatorias.

Por si acaso, los guardianes del PP ya pretenden prohibir la nefanda práctica de indultar delincuentes (salvo que sean corruptos) y hacerlo por ley avant la lettre pues, de momento, no hay ningún condenado por rebelión ni sedición.

El independentismo no puede aceptar esta propuesta porque no puede admitir la existencia de presos políticos por más que las autoridades se obstinen en llamarlos de otra manera. Lo suyo, por tanto, es seguir adelante en la construcción de la República. Sánchez tiene una ocasión de oro para explicitar en qué consisten sus propuestas políticas que tan bien han comenzado, tanto y para tan largo prometen, pues sigue hablando de años y años. Simplemente, un indicio: ¿de qué orden es esa propuesta política?

Si Quebec y Escocia son ejemplos de algo es de la forma pacífica, democrática y clara de resolver un conflicto idéntico al que hay entre España y Catalunya. Y lo han resuelto con una fórmula sencilla que el Estado español se niega a emplear contra toda razón y derecho: un referéndum de autodeterminación en Catalunya, pactado, legal, vinculante, con observación internacional y sin secuelas negativas sea cual sea el resultado.

Lo que ni veo es cómo Sánchez va a convencer a las demás fuerzas parlamentarias a seguir esos ejemplos. Más probable parece que dichas fuerzas obliguen a Sánchez a seguir un camino contrario a los ejemplos de Quebec y Escocia.

diumenge, 23 de setembre del 2018

La política de la venganza

No deja de tener chiste: quienes más delincuentes indultaron en su tiempo, a cientos, casi todos condenados por corruptos, ahora se oponen a indultar a otros posibles delincuentes. Por si no estuviera claro qué delincuentes les gustan o les convienen y qué otros no les gustan ni les convienen. Nada de indultos a sediciosos y rebeldes y una lástima que no se pueda imponerles la Perpetua. 

La propuesta es puramente simbólica, a modo de aviso. La ley no es algo que, a diferencia del PSOE, detenga al PP cuando tiene la mayoría necesaria ara derogarla. Si impone este criterio no es por su eficacia sino por el valor ejemplificador que tiene. La derecha tolera y hasta justifica la corrupción; la rebelión, no; nunca. Prrimero, la autoridad; luego, la honradez. 

Coincide esta petición con unas declaraciones del campo socialista en pro del indulto. La delegada del gobierno en Catalunya, Teresa Cunillera, es partidaria de esta gracia a los  políticos presos siempre que lo soliciten.. Se refiere a los presos políticos. Vaya barullo que tiene la señora en la cabeza. No es frecuente dar indultos a quienes no lo solicitan. Pero esto es lo de menos. Lo más espantoso, sostiene la derecha, es que ya se esté pensando en indultar a unos delincuentes condenados en firme por sedición y rebelión. Ello demuestra la complicidad subterránea entre los separatistas y el gobierno entreguista y antipatriótico de Pedro Sánchez.

Aterrorizado el gobierno ante la sospecha de tamaña villanía ha corregido las declaraciones de la fogosa delegada. Las ministras Montero y Batet han dicho lo evidente: que no cabe hablar de indulto si aun no hay sentencia y que se respeta el poder judicial. Hasta Cunillera se ha corregido a sí misma, negándose a los futuribles.

Para los independentistas estas consideraciones son gratuitas. Partimos de que los presos/as políticos/as han de ser liberadas sin juicio y el procedimento anulado. No ha lugar a indulto  porque no puede haber lugar a condena. Diga lo que diga el gobierno sobre el Poder Judicial, es obvio que este proceso es una farsa en el sentido de que se trata de una causa contra el independentismo disfrazada de proceso penal. Disfrazada porque, además de las innumerables irregularidades de forma y fondo se basa en acusar a unas personas de un delito que no han cometido puesto que no se da el requisito esencial de la violencia.

No cabe aceptar más solución que la anulación del procedimiento y la liberación de los presos políticos. Cualquier otro solo puede darse apoyado en la intensificación de la represión sobre Catalunya. Y esta encontrará respuesta cada vez más masiva y decidida. Hasta que a la desobediencia se sumen las instituciones y haya un conflicto de competencias más agudo si la ciudadanía insiste, por ejemplo, en que se debe liberar a los presos políticos. 

En cualquier caso, de llegarse a la celebración del juicio y las condenas, tampoco ha lugar a la petición de indulto. Para que haya indulto, el condenado debe arrepentirse de su delito y los/as condenados/as catales/as no han cometido delito alguno. El delito pueden estar cometiéndolo quienes los/as han encarcelado. 

Está claro. Será la República la que las libere.

dissabte, 22 de setembre del 2018

"Que veinte años no es nada"

El ministro de Asuntos Catalanes, José Borrell, se ha tomado a pechos eso de combatir la hegemonía del relato independentista en el exterior. Sigue presentándose como ministro de Asuntos Exteriores, título oficial, pero solo habla de Catalunya donde quiera que vaya. ¿Un acto de la Cámara de Comercio de España en Nueva York titulado Latinoamérica, Estados Unidos y España en la Economía Global? Él habla de Catalunya.. ¿Una conferencia del Centro Jean Monnet de la Universidad de Nueva York sobre los problemas de la Unión Europea? Él sigue hablando de Catalunya. Sí, es un ministro de Asuntos Catalanes. Más concretamente, un ministro anticatalán de Asuntos Catalanes. Puede parecer extraño, pero Catalunya está acostumbrada a que los gobiernos españoles se constituyan en contra de ella.

Y ¿qué dice el ministro de AACC en su mucho hablar? Que siente como su deber impedir la pérdida de Catalunya; que se trata de una cuestión existencial. Quiere decir esencial. Los existencialistas dejaron a los dogmáticos muy descolocados. Y como es una cuestión "existencial", él ha decidido retornar a la política. No miente; simplemente no sabe lo que dice. Jamás ha dejado la política; a lo que ha vuelto ahora es a ser ministro.

Y este neoministro dice que va a contrarrestar el relato independentista, hoy triunfante, pero falso, con el verdadero, que trae él en las alforjas. No obstante, para echar realismo al objetivo y no suene a elixir de la eterna juventud, pide veinte años para resolver "la cuestión catalana". Si el hombre es la medida de todas las cosas, según Protágoras, esa solución queda  peligrosamente cerca del más allá.

No nos detengamos en futesas. ¿En qué consiste el relato triunfante? En la habitual melopea de falacias e incongruencias con que el unionismo español pretende ocultar que, como dice Iu Forn, entre la unidad de España y el Estado de derecho, España ha escogido la primera, mandando bravamente el Estado de derecho al basurero de la historia. Es decir, la misión del ministro es inventar un relato que convierta la oligarquía autoritaria española y su cleptocracia en un Estado de derecho contra toda evidencia. Porque el problema no es que sea difícil luchar contra las imágenes de policías a palos con gente pacífica. El problema es que los jueces, parlamentarios, partidos y medios de comunicación del Estado están a la altura de esos policías, cosa que ha visto todo el mundo. El problema es que un país con presos políticos no puede ser un Estado de derecho por mucho que pregunte indignado el ministro si la gente sabe qué es un preso político. Pregunta estúpida, con permiso del señor conferenciante, porque sí lo sabemos y porque lo sabemos, sabemos que los Jordis y compañeros/as son presos/as políticas/os. Y lo sabe todo el mundo. El ministro, también. 

En un Estado de derecho nadie está por encima de la ley y en España lo está el rey. Y no merece la pena seguir con el contrarrelato del ministro de propaganda española que tiene curro por delante si, además, como parece, pretende también contrarrestar la Leyenda Negra.

Nadie recordará al ministro la vieja distinción de Ortega entre la España oficial y la España real. Pero es oportuna. Él, el ministro de Asuntos Catalanes es la España oficial. La España real es un gobierno socialista a punto de emplear el 155 en Catalunya; una oposición a la que esto le parece una concesión y exige la intervención directa; unos "jarrones chinos" que ya están pidiendo la supresión de la autonomía; unos medios dedicados a la censura y manipulación y al intento de acallar a los medios plurales; unos jueces que tienen prejuzgadas a centenares de miles de personas como delincuentes por ser independentistas; una causa general política contra el independentismo que promete ser tan increíble como los procesos de Moscú.

Ignoro hasta qué punto esta cuestión abruma al ministro que habla de veinte años como en el tango. Cuando salga de la España oficial y se encare con la real comprenderá que su empeño solo oculta su frustración, que también le revela el tango: "tengo miedo del encuentro/con el pasado que vuelve/a enfrentarse con mi vida."

En veinte años, ministro, los independentistas en Catalunya estarían en torno al 55% solo por razón del envejecimiento natural de la población. Pero no debe cundir la alarma. Al paso que va todo Catalunya será independiente mucho antes. ¿Si se cambia el paso -preguntan los "dialogantes" del PSOE- se cambiarán los tiempos? Por supuesto. Queda por ver si para retrasarlos o acelerarlos.

divendres, 21 de setembre del 2018

De jueces y reyes

Las primeras autoridades en algunas sociedades humanas, antepasadas de las nuestras, fueron jueces y reyes. Está en la Biblia. Por eso no hacía falta mencionar el tercer estamento, el de los sacerdotes. Estos se reservaban el reino de los cielos (y buena parte del de la tierra, a ser posible, toda) y el siglo quedaba a cargo de los jueces y los reyes. Estos para ejercer un poder justo y aquellos para administrar la justicia en nombre de ese poder. Ya desde el comienzo dieron problemas y así han seguido hasta hoy. 

El rey Felipe VI, de su padre mejor es no hablar, ha dado abundantes pruebas de animadversión hacia Catalunya. Su famoso discurso del 3-O, por el cual se le han pedido disculpas reiteradamente, fue una pieza de altanería, autoritarismo y desprecio por ignorancia de las víctimas del 1-O. Era sin embargo de esperar en quien, en su discurso de entronización aseguró en gesto de magnanimidad el derecho de los españoles a sentirse españoles como les diera la gana pero no, en absoluto, pues ni lo mencionó, el derecho a no sentirse españoles. Desde entonces se han sucedido muchos acontecimientos, pero todos se resumen en un hecho: el rey de España es rey en Catalunya en contra de la voluntad de una mayoría de catalanes/as.

Los jueces ya venían avisando hace tiempo de qué pie cojeaban. En concreto del pie "atado y bien atado" del franquismo. Ahora se sabe que el célebre juzgado de instrucción nº 13 de Barcelona había estado investigando el 1-O desde el primer momento, a pesar de haberlo negado públicamente. Se sabe también que la provisión de plazas en sitios estratégicos (Llarena en el Supremo, por ejemplo) se hace por procedimientos altamente cuestionables. La administración de justicia tiene un sesgo fuertemente franquista y corrupto. Por si había alguna duda se destapa ahora un chat de la magistratura, más o menos al amparo del CGPJ en el que los intervinientes dejan claro que consideran el independentismo no como una ideología con el mismo derecho a existir que las demás siempre que, como es el caso, sea no violenta, sino como un delito. 

Los jueces aplican la "justicia" del rey y lo hacen sin escrúpulos, aun sabiendo que, al enjuiciar un conflicto con el independentismo, cometen prevaricación pues son jueces y parte. A la vista de este chat, que las redes ya han bautizado aviesamente como forojueces por las barbaridades que en él se leen, y que es de esperar actúe ya en todas las instancias europeas pertinentes, Catalunya no puede esperar justicia en los tribunales españoles. 


Watergate, el triunfo de la libertad de expresión

Ramón Cotarelo (2018) Todos los hombres del presidente. Valencia: Tirant Lo Blanch.
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La editorial valenciana Tirant Lo Blanch tiene una  estupenda colección, llamada Cine y Derecho, hecha de monografías sobre películas analizadas desde una perspectiva cinematográfica, jurídica y política. El extenso catálogo abarca filmes muy conocidos y de todo tipo. En ella acaba de publicar Palinuro un breve ensayo sobre la película de 1976, dirigida por Alan J. Pakula, Todos los hombres del presidente. Robert Redford y Dustin Hoffman dan vida a Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos intrépidos reporteros del Washington Post que destaparon el "Watergate", un caso de encubrimiento que acabó con la brillante carrera de Richard M. Nixon, obligándolo a dimitir bajo amenaza de inhabilitación en un juicio penal. El único presidente de los 45 del país en verse en esa situación.

Para escribirlo he leído algunos libros, informes, documentación, memorias e historias; he vuelto a ver la película y también un documental sobre ella producido en 2013 por la empresa de Robert Redford (quien también había producido la peli) con todo tipo de material y entrevistas a los protagonistas de la historia que seguían vivos, All the President's Men Revisited. Cuando una película genera un documental que interesa a la gente 35 años después es que es tan genial como Los tres mosqueteros, que inauguró la moda de los "veinte años después". Aunque aquí, los mosqueteros eran dos. Tres, si se cuenta al hombre en la sombra, Garganta profunda, el que encarriló decisivamente a los reporteros con su famosa indicación: follow the money. Hasta 2005 no se reveló que  Garganta Profunda era Mark Felt, el segundo del FBI. Y solo se supo porque él mismo lo dijo. Woodstein mantuvo el secreto. Eso es guardar la confidencialidad de las fuentes.

El film toma como base la mitad del libro de Woodward y Bernstein, tras unos episodios rocambolescos con el guión y resulta apasionante por sí mismo. Sumergirse en el ambiente de los medios hace 50 años es una gran experiencia que genera melancolía. De haber existido los móviles o Google, esa historia hubiera sido muy distinta. Y la informática hubiera ahorrado muchas horas de febril examen de miles de facturas o búsquedas desesperadas de nombres y direcciones en la guía de teléfonos. Las máquinas de escribir, los teléfonos de bakelita, ni un solo ordenador en las mesas de la gran redacción. Otro mundo. Pero con el mismo espíritu. Todos los hombres del presidente es un gran homenaje a la prensa de papel y, al mismo tiempo, el canto del cisne de esta, devorada por los audiovisuales e internet.

La brillantez de la película oscurece los méritos del libro, que son muchos. El primero de todos, su estilo. Escrito a cuatro manos, acusa las dificultades del procedimiento que vence con holgura. No es ficción, tampoco es reportaje. Es casi un cuaderno de notas de una especie de patrulla o expedición sobre el logro de un objetivo. Es deliberadamente soso, narrado en tercera persona singular, pero refiriéndose a cada reportero por su nombre, eliminando consideraciones ideológicas o declamatorias y relatando las cosas como iban sucediéndose. Un libro crudo que narraba los hechos que conducirían a la mayor crisis política de los Estados Unidos.

La contraportada del libro concluye la presentación del modo siguiente: "...el mayor combate que la prensa ha librado jamás contra el poder político, empeñado en desacreditarla, chantajearla y encubrir los delitos. Y esta es la historia que cuenta la famosa película de Alan J. Pakula. Fue el presidente de los EEUU el que había intentado ocultar sus fechorías. La repetida intervención del Tribunal Supremo, dando la razón a la prensa, obligando al presidente de colaborar con la Justicia y defendiendo la libertad de prensa fue un hito en la larga carrera de la humanidad por la libertad de expresión y la lucha en contra de la inmunidad del poder y la tiranía. Su eco se hizo sentir en todo el mundo y sigue siendo un ejemplo del valor de la prensa libre."

No es de extrañar que Woodward y Bernstein (a los que llamaban "Woodstein" por ir siempre juntos) sean los arquetipos de periodistas que las generaciones posteriores tratan de imitar. Son la representación de la verdad en el dicho de Thomas Jefferson de que entre un gobierno sin prensa y una prensa sin gobierno eligiría sin duda lo segundo. 

dijous, 20 de setembre del 2018

El independentismo es un derecho; no un delito

No, en verdad. Lo delictivo es considerar (y tratar) el independentismo como un delito.

Aquí mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Esperando a los bárbaros, a propósito de la anunciada manifestación de muy y mucho españoles el próximo 29 de septiembre en la Plaça de Sant Jaume, para homenajear a los efectivos que repartieron estopa el 1-O con el glorioso resultado de más de mil heridos/as. Sí, exactamente los bárbaros de Kavafis (que, al final, llegan) y Coetzee. Puede parecer un poco duro decir esto de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y en cualquier Estado civilizado del entorno lo sería. Pero España no es un Estado civilizado en el sentido de la tradición occidental. Quizá en algún otro que se me escapa. La prueba es la exclusiva de hoy de elMón.cat titulado El "¡A por ellos!" judicial sobre lo que dicen jueces y magistrados en su foro de internet sobre el independentismo catalán. Si después de leerlo alguien cree que la columna es dura, podemos debatir. Esos policías y guardias civiles vienen a Catalunya a cumplir órdenes, indicaciones, deseos de unos funcionarios judiciales que, por el odio que desprenden, están radicalmente inhabilitados para la función jurisdiccional.

Simple y llanamente, pasando por encima de todas las declaraciones de derechos, la conciencia jurídica de la época, la doctrina universalmente admitida y la jurisprudencia planetaria, estos "jueces" y "magistrados" consideran que una ideología política independentista esencialmente pacífica, no violenta, es un delito.

¿Qué justicia cabe esperar en España?

Aquí el texto del artículo en castellano:

Esperando a los bárbaros

Para el próximo 29 de septiembre hay anunciada una manifestación españolista en la Plaça de Sant Jaume. Esta convocada por Jusapol, una organización teóricamente concebida para apoyar la equiparación salarial de las policías estatales con las autonómicas. No obstante, como se ve, también incita a la acción política directa en un clima de crispación y enfrentamiento con el obvio ánimo de intensificarlos puesto que, para esa fecha, la plaza estará ocupada por los independentistas en apoyo al gobierno del MHP Torra.

La manifestación se hace en apoyo y homenaje a los agentes de la guardia civil y la policía nacional que el 1-O se dedicaron a aporrear salvajemente a la población pacífica con un saldo de más de mil heridos que todo el mundo ha podido comprobar. Es imposible imaginar un propósito más colonial y provocador. Los mismos que cometieron los actos vandálicos aquel día y por los cuales ya hay media docena de ellos imputados en los tribunales, o sus compañeros, pretenden humillar de nuevo a las víctimas, imponiendoles su indeseada presencia en homenaje a los apaleadores y sosteniendo que tienen un objetivo común cuando el suyo fue aniquilar por la fuerza bruta el de los otros y sisn conseguirlo, por cierto.

La responsabilidad de los convocantes y de las autoridades que no impidan esta planeada agresión a la convicencia ciudadana será enorme. Porque no se trata del ejercicio legítimo del derecho de manifestación de unos ciudadanos normales con un punto de vista propio. Se trata de una manifestación convocada por una asociación de funcionarios armados a la que se invita a acudir a otros funcionarios armados y sin que esté claro ni garantizado que a ella no concurran estos de paisano pero con armas y con intención de provocar altercados y violencia como ya se ha demostrado suficientemente que hacen en otras ocasiones. Y sin que lo esté tampoco que, al final, no se sucedan actos de vandalismo y agresiones a los ciudadanos en Barcelona como indefectiblemente sucede al cabo de las manifestaciones de la derecha nacional española.

Porque esta se sumará encantada a la convocatoria con sus cutters, sus palos y sus trajes de Ku-Klux-Klan, sus VOX, sus SCC, sus Democracia Nacional y otras organizaciones fascistas o parafascistas. Se trata por tanto de una convocatoria intimidatoria, para hacer ver a los catalanes una vez más a palos cuánto se los quiere en el Estado que los oprime.

En realidad, esta convocatoria es el segundo acto del “¡A por ellos!”

Y deja en el aire la duda de si el gobierno controla los aparatos represivos del Estado. Está claro ya que a los jueces, no. Resta por ver si controla a las fuerzas de seguridad o si, por el contrario, es un juguete en sus manos. Cierto que el orden público en Catalunya es competencia de la Generalitat, pero, teniendo en cuenta que quienes vienen a la provocación serán agentes de todo el Estado, cabe preguntarse qué hará el gobierno. Cabe preguntarse qué harán esos 600 piolines destacados en Catalunya por el ministro del Interior Marlaska, del que cabe esperar intenciones aun más agresivas y contrarias a las libertades que de su antecesor, el inefable Zoido.

Si no se prohíbe esa provocación, pensada para que estalle un conflicto peor en Barcelona y se justifique una intervención con o sin 155, la generalitaat, es de esperar, vigilara el orden público y evitará la violencia con todos los medios a su alcance. Es su deber No se puede dejar a la población pacífica de Barcelona a la espera de qué sucederá cuando lleguen los bárbaros.

Al escrupuloso y eficaz cumplimiento del deber de protección de la tranquilidad ciudadana de la Generalitat que, es de esperar, tomará medidas para impedir los excesos que los manifestantes tratarán de cometer se sumará la respuesta de una población movilizada y muy consciente de lo que estsá en juego. Es claro que deebe mantenerse la visión general del conflicto España/Catalunya como aparece ante el mundo: la revolución catalana es esencialmente democrática y pacífica. La violencia viene siempre de fuera; la traen las fuerzas de represión, de uniforme o de paisano y sus ayudantes y colaboradores civiles que están en todas partes, incluido el gobierno, como lo demuestra la presencia en él de Borrell quien raro será si no hace acto de presencia.

Es muy probable que, complementariamente a la acción pública defensiva de la Generalitat se sume una actitud generalizada de indiferencia de la población y aislamiento de los violentos. Lo que ha dado en llamarse un “Tortosa”. Será difícil porque, como muestra la experiencia, estos vienen a atacar directamente y será preciso acumular toneladas de paciencia y resistir la indignación que estas provocaciones despiertan.
Hay que esperar tranquilamente a los bárbaros y dejarlos pasar en medio de la indiferencia general.

dimecres, 19 de setembre del 2018

La anormal normalidad

Casi parece un juego de palabras o, más hispánicamente, un empeñarse en mantener el fuego mientras se pierde el huevo. A primeros de agosto publicaba Palinuro un post titulado La Normalidad, comentando la consigna del gobierno de actuar siempre en el marco de la normalidad que había venido a establecer. Normalidad con presas y exiliados políticos, aunque hayan traído a las primeras cerca de sus domicilios. Imposible. Lo dijimos entonces y lo reiteramos ahora. En el mes y medio transcurrido, ni un atisbo de normalidad. Esta solo existe para el gobierno y sus aliados. Los de Podemos no asistieron a la manifestación de la Diagonal en la Diada porque rompía la "normalidad", a lo que Colau añadía horrorizada que facilitaba la "unilateralidad" cuando, como todo el mundo sabe, lo normal es la bilateralidad.

Pero los hechos, es obvio, son tozudos; en especial los hechos penales. Entre el bautizo de la "normalidad" del gobierno y su entierro ayer en las declaraciones del PDeCat, ha mediado un mes en el que la tal "normalidad" ha convivido con dos procesos contradictorios que la han triturado. 

En el Estado, la "normalidad" ha convivido con un defensa atípica de la judicatura española en el exterior a cargo del gobierno, una cascada de informaciones sobre irregularidades en todo el proceso político por el 1-O o instrucción de Llarena, un ataque sin precedentes del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo a las jurisdicciones europeas, singularmente la alemana y la belga, una nueva negativa belga a extraditar a un acusado en España, Valtonyc,  unas inefables declaraciones a la BBC del ministro de Asuntos Catalanes, Borrell, de inmediato falseadas por el interesado al llegar a España y recurso de este para torpedear las delegaciones exteriores de la Generalitat (Diplocat). De la "normalidad" no quedan ni las burbujas, salvo que se admita como normal el sistemático torpedeo de la acción de la Generalitat.

Dice Borrell que está ganando la "batalla del relato" en el exterior. Cerrando delegaciones y siendo incapaz de justificar la existencia de presos políticos en España. Reconoce que la existencia de estos presos no ayuda al entendimiento. Le hace eco la ministra Batet diciendo lo mismo: mejor sería que no hubiera presos políticos. Ellos dicen "políticos presos", pero eso forma parte del empeño borgoñón en el fuero. No es que fuera mejor, sino que es la única forma de empezar a entenderse. Pero ahí están, anclados en esa "normalidad" profundamente anormal y de la que no consiguen salir igual que los invitados de El ángel exterminador, porque son incapaces de reconocer la verdad: que mientras haya presos y exiliadas políticas, no habrá normalidad. 

Los y las presos/as y exiliados/as políticos/as han dado al movimiento independentista un símbolo por el que luchar, la libertad; y un objetivo práctico que lograr, la libertad de sus dirigentes democráticamente elegidos e injustamente encarcelados. 

Si en algún momento los estrategas unionistas pensaron en quebrar la unidad del bloque independentista, con las últimas decisiones del PDeCat de retirar la moción con el PSOE y rechazar de plano la "normalidad" constitucional, ya habrán perdido la esperanza. La unidad, la pieza esencial de la armadura independentista se mantiene sin falla, incluso en medio de alborotadas polémicas sobre puntos tácticos.

La hace invulnerable la posición de Oriol Junqueras cuando zanja el asunto de modo incuestionable: si el Estado no acepta un referéndum pactado de autodeterminación tendrá otro 1-O, que puede ser cualquier otro día, por cierto.  

Tampoco se crea que ese referéndum goza de universal aceptación en el independentismo; hay sectores, singularmente la CUP, que lo rechazan por entender que ya se hizo el 1-O. El asunto es complicado. Pero valga el que se hizo entonces o el que se repita ahora, por mor de la legalidad (española) y la opinión (europea), nadie duda ya de que es, y fue siempre, la única solución, la sencilla forma de resolver la crisis, como se hizo en Escocia. 

Hay más. Al ser el referéndum de Escocia pactado con el Estado británico y vinculante, este se comprometía a no obstaculizar el reconocimiento internacional de una Escocia independiente. Digan ustedes eso a los políticos unionistas españoles, dispuestos a gastarse millones del erario para comprar voluntades en las cancillerías extranjeras y evitar la tentación de un reconocimiento de la República Catalana.

El referéndum es la forma más limpia de proceder, la que despeja las controversias sobre mayorías/minorías, la que resuelve todas las crisis y deja menos secuelas conflictivas. Maravilla que lo que se consigue en unas horas mediante un pacto en Escocia, resulte más difícil de alcanzar en España que la maravillosa manzana de Samarcanda, de las Mil y una noches, que curaba todos los males.  

Y, sin embargo, los cura. 

dimarts, 18 de setembre del 2018

El 15-M catalán

Lo de los aforamientos o medioaforamientos no es asunto de alto voltaje mediático. Es una de esas reformas que arrastra el Estado español desde siempre, invoca de vez en cuando y no realiza jamás, como la reforma militar, o la de las relaciones iglesia-Estado, o la de la administración, o la del sistema electoral. Business as usual. Podían los medios haber encontrado algún espacio para informar de la que se está armando en la Plaça de Sant Jaume. Pero no hay modo. No es que no sepan nada de Catalunya; es que no quieren saberlo y prefieren ocultárselo a sí mismos.

La acampada a la vera del Palau de la Generalitat recuerda el 15-M. Analogías y diferencias, cada cual las busque en donde quiera. Pero algo es evidente: el 15-M se hizo en contra del poder político, fundamentalmente el gobierno y el parlamento, pero abarcaba a todos los demás porque era una repulsa al conjunto del sistema político, aunque sin propuesta positiva alguna de programa. Por el contrario, la de la Plaça de Sant Jaume, siendo tan asamblearia, espontánea y sin jerarquía como el 15-M, se hace, por declaración expresa de los participantes, a favor del govern y con la finalidad de ayudarlo a implementar la República Catalana. 

Esto puede entenderse de dos modos: la gente acampa ante la Generalitat esperando instrucciones o imparténdolas. Todo depende de cómo se entienda la dinámica de la revolución catalana y en qué momento se encuentre. Pero lo incuestionable es que hay una unidad de acción entre la gente, la ciudadanía y las instituciones. Es posible que las acampadas hagan pressing al presidente, pero es cierto que el presidente pide reiteradamente que prenda la llama en la pradera catalana y Riera en un ánimo similar, llama a "desbordar popularmente" el marco del Estado. 

En una semana, Torra hará público su programa de gobierno. Entre tanto, todo indica que la acampada crecerá. Y en diez días se producirá una situación parecida a la de la frustrada manifestación españolista del pasado domingo, pero mucho más peligrosa. Una manifestación para el día 29 en homenaje a los policías y guardias civiles que intervinieron el 1-O de 2017 y en la misma Plaça de Sant Jaume que estará por entonces de bote en bote.

Debe de haber pocas convocatorias más provocadoras y desaconsejables que esta.

dilluns, 17 de setembre del 2018

Revolución catalana

Dele cada cual el nombre que mejor le cuadre: rebelión pacífica, sedición no violenta, golpe de Estado incruento, desobediencia, resistencia. Todo es igual. A veces trabajará más el juez Llarena, si se libra de lo que tiene encima, a veces lo hará la policía o la brigada 155. Es lo mismo: una revolución en la medida en que se cuestiona la legitimidad del sistema político.

El MHP Quim Torra es la máxima representación del Estado en Catalunya. Es el Estado en Catalunya. Un Estado que ataca al Estado. ¿Puede el Estado negarse a aceptar las sentencias de sus tribunales? En principio, no. Pero no hay que echar en saco roto la afición de Torra, hombre de gustos literarios, al surrealismo. 

Extraño que la oposición de derechas no esté ya exigiendo el 155, la detención inmediata de Torra y la ocupación de Catalunya. Está muy entretenida con la cuestión de los CVs falsificados. La de izquierda, con la de la venta de armas a Arabia Saudí. Ambos asuntos de mucho calado, desde luego, pero secundarios en relación con el panorama que se les presenta en Catalunya entre la Diada y la conmemoración del 1-O. 

Ya ayer hubo un avance de lo que cabe esperar con el incidente en la Plaça de Sant Jaume. La decisión de desviar la manifestación españolista autorizada de Sant Jaume a Ramon Berenguer traerá consecuencias judiciales a las que, lógicamente, espera la misma recepción que a las sentencias del Supremo. Pero es un aviso del empleo de un criterio político frente al judicial, que sin duda reaparecerá en la manifestación unionista, ya convocada para el 29 de octubre, en homenaje al 1-O de 2017 desde la perspectiva de la represión.   

En efecto, ¿puede el Estado negarse a aceptar las sentencias de sus tribunales? Está claro que no. Pero ¿puede el Estado imponerse a unos políticos y gobernantes dispuestos a ir a la cárcel o el exilio por defender pacíficamente sus ideas? Tampoco. Y todavía menos si esas políticas y gobernantas cuentan con el apoyo de una mayoría social dispuesta a seguirles a donde sea. 

Torra es representativo de una generación que ha roto la tradición política del nacionalismo acomodaticio en cualquiera de sus formas para apostar sin ambages por la independencia. Y eso ha pillado con el paso cambiado a los sabios unionistas que traían sus alforjas cargadas de catalanismo político, Cambó, el seny, la conllevancia, el peix al cove y otras originalidades. Los representantes de esta generación, entre los que hay políticos profesionales y políticos accidentales, se encuentran en todos los partidos y grupos profesionales y religiosos, en todas las asociaciones civiles y profesionales y en todas las actividades de movilización popular.

Lo que tiene ante sí el gobierno español es un dilema mortal: o impone el orden por la fuerza antes de nada, preventivamente, o deja hacer y ha de imponerlo sancionadoramente siempre a la fuerza, pues ha perdido la posibilidad de conseguir el libre acatamiento de los ciudadanos. Y en cualquiera de los dos casos, Europa no tolerará un Estado autoritario en su seno. 

Solo hay una forma de salir del dilema, mediante el referéndum de autodeterminación que vuelve a reclamar Oriol Junqueras con toda razón y motivo, pues no hay otra.

diumenge, 16 de setembre del 2018

Sin pausa y con prisa

El barullo mediático habitual de la Corte impide que la opinión pública española se haga idea de lo que sucede en Catalunya, la única zona del Estado en que este tiene planteada una crisis constitucional que amenaza su supervivencia. Hay algo de suicida en esta actitud. No solamente se oculta o falsea la información sobre el proceso independentista sino que se substituye por una bazofia de escándalos a base de títulos falsos de los dirigentes, ventas de armas a tiranías, latrocinios eclesiásticos y la sempiterna Gürtel de mil cabezas. Todo se ventila luego en un tumulto de ataques, insultos, declaraciones agresivas, tertulias insoportables, patrañas y postverdad en un clima de exasperación que afecta a los dos partidos de la derecha. Incapaces de admitir haber perdido una moción de censura, actúan como torpedos del sistema que dicen defender.

En resumen, la opinión pública española no sabe nada de Catalunya. Tampoco el gobierno. Y esto es más peligroso. Una opinión pública ignorante y parcialmente manipulada apoyará una política represiva, aunque ese apoyo no la hará más legítima. Lo preocupante es lo que pueda hacer un gobierno desconocedor de la realidad o mal aconsejado por sus prejuicios catalanófobos, al estilo de Borrell.

En ambos casos llama la atención la gran ignorancia de la evolución de los asuntos catalanes y, sobre todo, de la política independentista, tanto la institucional como la popular. Desconocen todo: sus objetivos, motivaciones, medios, apoyos y ritmos. El gobierno presume mucho de talante dialogante y de haber propiciado alguna reunión o acercamiento, como la habida hace unas fechas entre la ministra Calvo y la consellera Artadi. Pero es obvio que no hay diálogo. A la ignorancia, la parte española añade la incomunicación. Y la incapacidad para resolver un problema heredado del PP, los presos políticos, a pesar de haber criticado por errónea la "judicialización del proceso".

Digo la parte española porque la catalana, en cambio, sí se mantiene muy informada de la política de la otra por la cuenta que le trae. Participa en ella, toma partido, pretende condicionarla, teje acuerdos siempre mirando por los intereses de Catalunya. Y traslada luego la información a la política catalana para adelantar la causa independentista.

Así las cosas puede ser un gran descubrimiento para la opinión pública española y sus políticos comprobar que el proceso independentista funciona como un reloj. Hace años que, ante el evidente fracaso del Estado español, el independentismo como movimiento y la Generalitat como institución tomaron la iniciativa y desde entonces no la han perdido. La revolución catalana ha progresado poco a poco, a base de prueba y error, fabianamente, pero de forma muy organizada, hasta poner al Estado en una posición imposible.

La Diada se interpreta como la renovación del mandato del 1-O de 2017 y ha alimentado la prominencia mediática de que goza el independentismo internacionalmente. Igualmente se ha reafirmado esa robusta unidad de JxC, ERC y CUP que los unionistas están locos por romper. Si se añade que se encuentra ante un Estado a la defensiva, sin propuestas, ni proyectos, con un gobierno en precario, se comprende que aquel acelere el ritmo, apriete el paso, tenga prisa. Es ahora o nunca. Por eso anuncia Quim Torra el programa de su gobierno para el próximo 25 de septiembre. Y ¿hay alguna duda de que será un programa rupturista?

Son diez días. Pero en diez días en  Catalunya puede pasar cualquier cosa. Hoy mismo, si no yerro, en la plaza de Sant Jaume, ocupada por independentistas, se anuncia una manifestación españolista en contra de la inmersión lingüística. Ayer hubo noticias contradictorias: si los Mossos iban a desalojar o no. Al final, la Consellería de Interior hizo saber que no se desalojaría. Ante la primera noticia, las acampadas se declararon en desobediencia. Al final no la hubo porque tampoco habrá desalojo.

Ahora solo queda esperar los acontecimientos. Quizá sea en uno de estos instantes cuando salte la chispa que encenderá pacíficamente el país, según desea el MHP Torra o ese desbordamiento popular para romper con el Estado que  propugna Carles Riera.

Puede ser. Y, cuando salte la chispa, saltará muy alto.

dissabte, 15 de setembre del 2018

La aporía del independentismo

Cualquiera que haya seguido el proceso independentista dará fe de que se ha desarrollado de acuerdo con muy cuidadosas y escalonadas previsiones. Se han cubierto etapas planificadamente y se han ido designando con muy pensados nombres medidas jurídicas, políticas, orgánicas, mediáticas, como la ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la República Catalana; el correspondiente Consejo Asesor para la Transición Nacional; los lemas "de la ley a ley", "de la autonomía a la preindependencia" "de la preindependencia a la independencia". Todo en el habitual piélago de recursos y contrarrecursos del gobierno central. Lo que no merma la impresión de que se trata de un proceso, un itinerario, un viaje, una transición, cuidadosamente planteada en sus etapas. 

Pero, a medida que estas se suceden y, por tanto, retrasan el logro final, se vienen a la memoria las aporías de Zenón. Aquiles nunca alcanzará a la tortuga. El independentismo nunca llegará a la República pues siempre tendrá una etapa por delante. Los estrategas siempre tendrán una razón (o se verán forzados a invocarla) para justificar otra postergación, otro aplazamiento. 

Habiendo llegado hasta aquí, dos cosas son obvias: a) el cumplimiento del mandato del 1-O pone a la Generalitat en curso de colisión con el Estado; b) la colisión puede darse en cualquier momento no previsto y tener consecuencias  muy negativas, aunque no necesariamente igual de negativas para ambas partes. 

Las dos saben que se encuentran en una especie de empate inestable y desigual. El Estado no tiene más propuesta para Catalunya que el retorno al statu quo; la Generalitat no acepta nada que no sea la autodeterminación de los catalanes. Inestable y desigual. En cierto modo, hay una dualidad de poderes, aunque asimétricos: el Estado controla el territorio de Catalunya, pero no su población e instituciones. La Generalitat está apoyada por la población y las instituciones, pero no controla el territorio. La ventaja material es del Estado; la moral, de la Generalitat. Lo que hace democrático un gobierno no es su control sobre un territorio, sino ser libremeente aceptado por la población. 

Los independentistas conocen esta ventaja y Quim Torra en especial enfoca la tarea de la Generalitat como la implementación de la República de facto, en tanto se produce su proclamación de iure. Pero lo más probable es que esa proclamación de iure, que implica ruptura con el ordenamiento jurídico español provoque un conflicto. De ahí que se retrase, porque, aunque los dirigentes anuncien que la independencia requerirá sacrificios, nadie está interesado en adelantarlos. 

Los habrá. La situación creada en la Plaza de Sant Jaume tiene el valor de un experimento de laboratorio para ver la complejidad y el carácter crítico del momento: las acampadas lo están en tanto se implementa la República, pero la orden de los Mossos de desalojar es para hacer sitio a una manifestación el domingo en contra de la inmersión lingüística. Los independentistas lo viven como una doble provocación: se les niega su libertad de expresión y se ataca la lengua catalana. Triple, si se tiene en cuenta que un sector de los Mossos apoya la manifestación contra la lengua. Parece todo preparado para provocar un incidente.

Estos enfrentamientos serán cada vez más frecuentes. El Estado no puede obligar a la fuerza a la mayoría de la población a aceptar una forma de gobierno que rechaza. Pero, al mismo tiempo está obligado, él sí, a intentarlo porque no puede aceptar el incumplimiento de la ley y la desobediencia sistemática en una parte de su territorio. 

Lo característico de estos enfrentamientos es que se ventilan en la calle, a través de acciones populares que pueden estar planificadas o no. Las personas acampadas en Sant Jaume, según mis noticias, lo están a título personal. Pero eso no quiere decir nada en cuanto a la obligación a su vez de las entidades independentistas de proteger y hacer suyas las iniciativas populares. 

El hecho de ventilarse en la calle, en la agitación de una sociedad muy movilizada, hace que sus consecuencias sean imprevisibles. Todos los proyectos, planes, etapas, quedan aquí en suspenso y se acepta que puede haber un resultado no previsto. La República puede surgir en un momento toda entera y resplandeciente como Palas Atenea de la cabeza de Zeus pensante o bien como una Marianne en las barricadas de Delacroix. 

Porque, como escribió Marx, otro que sabía mucho de barricadas, "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio". 

Desde luego. En Catalunya hay que contar con la gente. Y confiar en ella.