dimarts, 28 d’agost del 2018

Lo que se avecina

La debilidad parlamentaria del gobierno es patente; su margen de acción, escasísimo; y su catálogo de propuestas, vacío. A ese espectro, tan desconcertado y temeroso como el fantasma de Canterville, lanza sus conjuros el dúo presidencial catalán. El presidente Puigdemont y el presidente Torra, Catalunya fuera y Catalunya dentro, requieren de Sánchez hechos. Y ¿de dónde viene al "prófugo" y al "supremacista" la autoridad para exigir hechos? Y exigírselos al presidente del gobierno y, en el fondo, al Estado español. Quizá de que ese es el terreno en el que ellos se mueven, el de los hechos. La política española en relación a Catalunya ha sido siempre de palabras que se lleva el viento, a veces huracanado, de la historia. Hasta que ha llegado esta generación de independentistas que ha formado un bloque, cruzando todas las barreras imaginables, siendo, como se dice, transversal. Esta generación quiere hechos. No más palabras. Porque hechos son los que ella practica a un coste muy alto, por cierto, y quiere verlos reflejados en otros hechos de respuesta del unionismo.

Al fin y al cabo, la política es eso: debatir sobre lo que se hace; no sobre lo que no se hace. 

Del otro lado del camino del gobierno en el filo de la navaja, la oposición de derechas tiene preparado un ataque en toda regla. El PP, fiel a su espíritu, lanzándose como el jabalí, sin reparar en destrozos. C's, con ética y estética retro de la Falange, provoca y siembra odio en Catalunya en espera de poder clamar como el poeta, aunque con el espíritu al revés, "venid a ver la sangre corriendo por las calles." Son los heraldos de la muerte.

Pero no lo consiguen, ni lo conseguirán. La revolución catalana es pacífica y no habrá respuestas a las provocaciones. Tendrán que inventárselas. Y, la verdad, son bastante malos en la tarea. En las últimas cuarenta y ocho horas se han dado dos noticias falsas de agresiones de independentistas a unionistas. Quienes las han difundido, solidarizándose con las "víctimas", no se han retractado al saberse que eran falsas. Al contrario, sostienen incluso una convocatoria de manifestación para repudiar una agresión que no se ha producido. No importa. ¿A quién le importa la verdad? Lo esencial es el impacto. Por eso, las falsedades se difunden con fotos todavía más falsas. 

El margen del gobierno es muy estrecho. Y el de la oposición, también. Estrecho, en realidad, es el margen del unionismo. El margen antes de incurrir en una política de represión all out que el Estado español no puede permitirse. 

En la cuestión catalana, el gobierno irá siempre a remolque de la derecha porque es su rehén. No tiene posibilidad real de articular una propuesta propia, algo que pudiera considerarse como una especie de "tercera vía" entre el unionismo autonomista y el independentismo. Y no la tiene porque tampoco cuenta con el apoyo de la izquierda. En realidad, Podemos es también un partido español más o menos unionista.

De aquí a la Diada, lo razonable es esperar mayor desconcierto del gobierno en asuntos catalanes y un recrudecimiento de las provocaciones fascistas en las calles de Catalunya, sobre todo desde que se sabe que la fiscalía está investigando a los mossos por identificar a las personas que arrancan lazos amarillos No investigan a los policías nacionales, guardias civiles de paisano, cargos públicos y militantes de C's, VOX o simples delincuentes a sueldo que, armados con palos y cutters, hacen el vándalo en las propiedades privadas y agreden a la población pacífica. Investigan a quienes se enfrentan a estos y el resultado solo puede ser darles alas.

Luego, con la Diada, se abrirá la cuenta atrás hasta el primer aniversario del 1-O, sobre el que están puestas todas las miradas.

dilluns, 27 d’agost del 2018

Comienza el baile

El sábado el gobierno se reunió en consejo de ministros desenfadado, campestre, en Los Quintos de Mora para preparar lo que el articulista, fiel a la costumbre, llama "el otoño caliente" cuyo primer flambeado es la "crisis catalana".

Digresión: ¡Ah, qué tiempos! Se recordará cuando, hace ocho o diez años, algunos avisábamos de que la "crisis catalana" acabaría siendo el problema más grave del Estado español, que pondría en riesgo su supervivencia. No como régimen político, sino como Estado. Las respuestas solían ser una mezcla de indignación con insultos y mucha bravata. "Antes se romperá Cataluña que España" decía, muy ufano, el insensato de Aznar. Ahora está claro que la "crisis catalana" es, en realidad, la "crisis española". La sempiterna crisis española, ya sin comillas. Y la protagonista, la que determina el rumbo de la política española, es Catalunya. 


A extremos inimaginables hace días. El independentismo catalán, sometido a una persecución implacable en lo político, lo judicial, lo mediático y hasta lo delictivo/demagógico, sigue llevando la iniciativa tanto interna como externa frente al Estado español al que Puigdemont califica en su demanda al juez Llarena de Estado delincuente. El rey está desnudo y España no es un Estado de derecho. Hace poco los políticos unionistas calificaban a Puigdemont de "prófugo". Un "prófugo" al que reciben por doquier en público, invitan a programas de medios en el exterior, da cuenta de sus actos, actúa con la legitimidad que la da la mayoría parlamentaria catalana, y hace propuestas políticas no es un prófugo en absoluto.


Queda por ver si el Estado, en cambio, es delincuente. Ante el amparo del Consejo General del Poder Judicial (VGJ) concedido fuera de plazo al juez Llarena, el gobierno adoptó una actitud prudente, haciéndose cargo de la defensa del juez en sus funciones estrictamente jurisdiccionales, pero no en las privadas. Parece lo razonable, pero se le ha echado encima el establecimiento judicial y fiscal en bloque pidiendo el amparo sin condiciones porque está en juego, dicen, la independencia de la justicia española. Sí, esa por cuya ausencia la tal justicia española ocupa uno de los últimos puestos en la clasificación de la Comisión europea. Esgrimiendo un convenio de 2010 y varios sofismas, los jueces y fiscales han obligado al gobierno a cambiar su actitud, garantizando la defensa completa del juez Llarena en todas sus manifestaciones. Al margen de la cuestión de si este criterio puede defenderse razonablemente -convenio o no convenio- está claro que el gobierno ha cedido y, donde aplicaba doctrina de Estado de derecho, aplica ahora "doctrina de la Legión": A la voz de “A mí la Legión”, sea donde sea, acudirán todos, y con razón o sin ella defenderán al legionario que pide auxilio. Será muy heroico, pero es delictivo.

El presidente Puigdemont pide a Sánchez una "propuesta concreta para Catalunya". ¿Una propuesta concreta? El gobierno socialista repite que hará una política, con lo que quiere marcar distancias con la famosa judicialización de los anteriores genios. La distancia está; lo que no está es la propuesta. No se sabe qué quiere decir "propuesta política", fuera de unos brumosos conceptos manejados al comienzo acerca de un referéndum futuro sobre una propuesta que tuviera el ochenta por ciento de apoyo. Nada menos.

La reunión de Los Quintos de Mora no parece haber parido idea alguna nueva para Cataluña. Sánchez ha hablado mucho de su "proyecto para España", que define como más justo y solidario, igualitario y feminista. ¿Quién va a negarse a tales deseos? Pero de Catalunya, nada que no sea la "normalidad" solo existente en su imaginación. No es normal que se le pida una propuesta concreta para Catalunya y carezca de ella. Y eso, mientras hay presos y exiliadas políticas. Así que, con ánimo constructivo, Palinuro recomienda al gobierno que, si no se le ocurre nada para mejorar la situación, al menos no la empeore tolerando el avance del fascismo en las calles de Catalunya, claramente fomentado desde C's y organizaciones afines. No puede ser que se utilice la falsedad para criminalizar el independentismo y hasta un ministro del gobierno dé pábulo a esas mentiras que tratan de provocar.

Hoy se reúnen en Waterloo los dos presidentes de la Generalitat en el interior y el exterior para coordinar las acciones de la rentrée. Toda la atención pública está puesta en los preparativos de la próxima Diada. No cabe duda de que será la piedra de toque de lo que sucederá después en el primer aniversario del 1-O, cuando los catalanes ganaron el derecho a un Estado propio.


diumenge, 26 d’agost del 2018

It's a long way to Tipperary

Ya sé que Tipperary está en Irlanda y no tiene nada que ver con esto. Salvo que en Irlanda se encuentra  hoy el siervo de Dios, Bergoglio, apurando el cáliz de los crímenes de su iglesia. Ochenta años de abusos; veinticinco mil casos...probados. ¿Quién iba a decir a la iglesia que ella misma era el Anticristo? Esto no lo arregla ya ni Cristo.

A veces, las fotos las carga el diablo. En esta de El Confidencial debieran estar Torra y Puigdemont, pero, como la noticia es sobre mañana, es un vaticinio, han ido a buscar la imagen a días pasados y la han encontrado con Alex Salmond, cuya corpulencia se da un aire a la de Torra. A Salmond lo acusan hoy dos excolaboradoras suyas de acoso sexual. No es Irlanda, desde luego, y no es Tipperary, pero estas cosas están cambiando el mundo.

La noticia, mejor dicho, las dos noticias, no tienen nada que ver con lo anterior y estoy seguro de que la ilustración no lleva mala uva. La primera noticia es el viaje de Puigdemont a Escocia, a un foro internacional titulado Beyond Borders. Curioso que nadie haya ironizado sobre el título para uno que quiere establecer una frontera entre España y Catalunya, entendiendo que, si lo consigue, abre todas las fronteras con los demás países. Se mantiene el interés político y académico por el proceso catalán que el gobierno español, obviamente, no está en condiciones de contrarrestar por muchos premios que otorgue a plumillas favorables.

La segunda noticia, por adelantado es la reunión que, a puerta cerrada, mantendrán mañana los presidentes Puigdemont y Torra. Hace escasas fechas, algunos medios unionistas especulaban con una ruptura entre los dos por celos, negra honrilla, dimes y diretes convenientemente contrastados con vagarosas fuentes del entorno. No se hablaban, se odiaban, maniobraban uno contra otro y ello sembraba el desconcierto en las filas indepes. La reunión de mañana es la prueba incontrovertible del acierto del periodismo especulativo.

It’s a long way to Tipperary, pero ya hemos dicho adiós a Piccadilly. El retorno de vacaciones (quien las haya tenido) promete ser agitado. Es lo que llaman los avisados un "otoño caliente". Los dos presidentes hablarán de las próximas fechas, Diada y 1-O, que los unionistas contemplan espantados como el aproximarse de Armageddon, la batalla del fin de los tiempos. También hablarán del proceso político-judicial del 1-O y, desde luego, de elecciones. Ante todo, las municipales de 2019, pero también, si acaso, autonómicas anticipadas/nacionales.

Frente a este despliegue de activismo independentista en el interior y el exterior, los unionistas no tienen nada que ofrecer salvo provocar un estallido de violencia en Catalunya que justifique alguna forma de ley marcial.

Y no lo consiguen.

dissabte, 25 d’agost del 2018

Una de zombis

Ahí los tenemos: Franco de cuerpo presente y la Constitución de cuerpo ausente. A ver si de una vez se resuelve esta anomalía hispana de que gobiernen los tiranos, aunque estén muertos, antes que las leyes. Lo dudo. La oposición a la exhumación de FF murmura, amenaza, patalea. Pero Franco se va porque ni los franquistas más recalcitrantes se atreven a defenderlo. Usan argumentos esquinados, formales, de protocolo porque no se atreven a votar en contra de la exhumación. Luego están los que amenazan en las redes con meter una bala entre ceja y ceja al presidente del gobierno. Los freakies y los mavericks que abundan en la extrema derecha con escaso y, por ello, justo éxito.

Tener a Franco en nuevo domicilio antes de los fastos del caudragésimo aniversario de la Constitución revela el deseo del gobierno de que la siniestra sombra de aquel no menoscabe el brillo de tan feliz celebración. Quiere este implementar el grandioso plan recibido en herencia del gobierno anterior de una temporada de muy solemnes, rigurosos y brillantes eventos, con participación de academias, museos, teatros, grandes figuras. Culmina todo con un congreso sobre la transición española, tema de los temas, afamada madre de esta ya madura hija de cuarenta años para festejar su firme voluntad de durar otros cuarenta. Por ello quiere a toda costa borrar el lamentable fantasma del abuelo con sus batallas, sus crímenes, sus panderetas y sus latrocinios. Alejarlo cuanto pueda en la oscuridad del pasado.

Porque hay que ser positivo, huir de la duda y las tinieblas para emerger en la luz y la certeza. Ahí está el fulgor de la Constitución, la que nos ha dado la correspondiente cuarentena de paz y democracia, algo insólito en España, según llevan meses repitiendo sus partidarios.

A nadie llama la atención que las instituciones españolas y su más bien canijo tejido de asociaciones culturales privadas celebren el cuadragésimo aniversario de un texto que ha estado de hecho suspendido durante meses mediante el artículo 155 que puede volver a aplicarse en cualquier momento. No parecen ver la realidad en la que viven cuando organizan una especie de jubileo para ensalzar una norma que nadie se atreve a defender en su integridad y nadie respeta, cuya reforma pide la mitad del país y un sector minoritario, pero importante, hasta su derogación pura y simple mediante un proceso constituyente. Menudo eco en la opinión la efeméride.

Innecesario mencionar la cuestión de Catalunya que implica una crisis constitucional inédita y muy profunda. La mayoría de los catalanes quiere su propio Estado y su propia Constitución. Si este es un triunfo para celebrar el cuadragésimo aniversario de la española será por motivos tan incomprensibles a la razón humana como los que han llevado al gobierno socialista a condecorar a los ineptos/as y mangantes del gobierno  anterior.

La Constitución de 1978 es tan zombi como FF. Tienen el gobierno y sus órganos pensantes tanto motivo para darle lustre como los fascistas de variada estirpe a dárselo a su héroe. Ninguno. Toda la Constitución está obsesivamente dominada por el mandato de la unidad de España que Franco agonizante impartió a su sucesor. Inauguraba una fórmula nueva para acomodar la singularidad catalana (y vasca y gallega) en un marco general aceptable para todos que se bautizó como “Estado de las autonomías” y parecía haber resuelto el tradicional contencioso de los territorios. Hasta que la sostenida reivindicación independentista catalana ha hecho saltar por los aires toda la superchería, consistente en reputar "cuasi federal" un convivio regido por la castiza norma de café para todos. La Constitución está tan muerta como FF, su causa originaria, y tan viva como él en su intento de mantener una quimera nacional española al precio que sea.

España no es un Estado de derecho, pues tiene presos políticos sin juicio acusados de delitos imprecisos por haber luchado por la libertad de su pueblo. Eso tiene más que ver con prácticas imperiales que con el ideal democrático del gobierno por consentimiento. ¿O es que el consentimiento se da por supuesto porque sí, sin necesidad de preguntar a quienes hayan de otorgarlo?

divendres, 24 d’agost del 2018

Aikido

Cuando las derechas, incendiadas e incendiarias, exigían al presidente Sánchez contundente respuesta a las declaraciones del de la Generalitat de "atacar el Estado español injusto" solo pensaban en el Estado español y pasaban de si era o no injusto. A su vez, Quim Torra hacía hincapié en la injusticia, dando a entender que, si el Estado no fuera injusto, no habría ataque.

Es la primera intuición de que la táctica de la Generalitat se aproxima al espíritu del Aikido El ataque de Torra es siempre un contraataque, aprovechando el ímpetu de la agresión original del adversario. Le faltó tiempo para reclamar del ministro del Interior, Grande-Marlaska, cumplidas explicaciones sobre los conflictos en que se ven involucrados guardias civiles y policías nacionales fuera de servicio (en principio), pero no de militancia nacional-española.

Ataques, contraataques; lo más propio es un arte marcial. El Aikido, con una base religioso-filosófica sintoísta y zen, es no violento y absolutamente pacífico e ilustra el carácter pacífico y no violento de la revolución catalana.

Esa es la táctica. ¿Y la estrategia? También Aikido, por cuanto el fin último es la realización del individuo, su equilibrio entre lo físico y lo espiritual. Léanse con atención las declaraciones de Torra en Prades: el fin último, al que la generación actual de catalanes se siente llamada, es la República Catalana. Luego, según la escatología de cada cual, la realización definitiva se da con la fusión del yo en el universo o la cita judicial del valle de Josafat. Pero eso es brumoso futuro.

Lo importante aquí y ahora es la voluntad de los catalanes de realizarse como nación, protegida por un Estado. Y esa es la base de legitimidad de Torra, la que le permite contraatacar de nuevo anunciando que en el inminente proceso por el 1-O el independentismo no irá a defenderse, sino a atacar. Aprovechará para ello la ciega fuerza bruta de una farsa político-judicial para consumo interno español que la justicia internacional ha desbaratado de un capirotazo.

Aikido: el juez Llarena, incapaz de frenar a tiempo, impulsado por su feraz imaginación y sensación de impunidad, se ha dado de bruces con la justicia belga. Y, con el juez, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que ha sido parte muy beligerante en este desaguisado a ojos de Europa entera. Y con el CGPJ (ya en entredicho por otros lados) la administración de justicia en España y, por deducción, el propio Estado como Estado de derecho. 

Quienes pensaban haber dado un escarmiento en Catalunya y “descabezado” el movimiento independentista, han conseguido lo contrario: relegitimar el movimiento; convertirlo en un perpetuum mobile; dar una causa adicional a la de la independencia: la liberación de los presos/as políticas; reforzar la solidaridad interna del independentismo y su unidad de acción. Un éxito. Quizá por ello los haya condecorado el actual gobierno español.

El discurso de Torra es el de Donec Perficiam.

Y ese es el territorio en el que el Estado español debiera plantearse encontrar una propuesta de negociación que la otra parte aceptara. Cualquiera otra opción equivaldría a romper el principio básico del Estado de derecho del gobierno por consentimiento en Catalunya y, lejos de resolver el conflicto, lo enconaría.

dijous, 23 d’agost del 2018

Franco no existió o el anti-edipo

La derecha y buena parte de la izquierda españolas evidencian una relación esquizofrénica con Franco. Son franquistas porque no quieren que se toque nada del legado del Invicto, en piedra, títulos de nobleza o ceremonias hagiográficas; son antifranquistas porque quisieran que ese legado se purificara del vicio golpista de origen y se identificara con los valores comunes de un Estado de derecho porque sí, por arte de magia.

Ahí están todas las fuerzas del orden, vivas y muertas, levantando bandera contra la exhumación del caudillo. Se manifiesta el nieto, línea directa con el fundador. Rivera se lava las manos como Pilatos. El PP en la querencia al Constitucional, ese prodigio de sabiduría jurídica e independencia de criterio. Es tal la movilización para frenar este desahucio de los revanchistas que hasta los militares han escrito una carta que el gobierno anda investigando. La iglesia es contraria a sacar a Franco. Así lo piensa el prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera Montenegro, aguerrido candidato de la Falange en las elecciones generales de 1993 y europeas de 1994. De los medios, ni hablemos. La salida de Franco ahora es un abuso, una parodia, una nube de humo, un ultraje, una revancha, un desatino. 

Franco es el fundador de la España contemporánea y, mediando ciertos protocolos, del régimen de 1978. Políticamente hablando es el padre de todos los españoles. Pero he aquí que estos no lo han matado. Físicamente, murió en  el lecho. Su aura se proyectó más allá de su muerte en las instituciones. Lo decía Jesús Fueyo, "después de Franco, las instituciones". Quizá por eso el dictador no lo nombró nunca ministro. No por las instituciones, sino por el "después". De forma que ni vivo ni muerto Franco han seguido los españoles el ejemplo de Edipo. No han matado al padre. La transición consistió en el intento de democratizar el franquismo. Y el franquismo ha devorado la democracia. 

Desedipizar la sociedad decían Deleuze/Guattari hace casi medio siglo, en 1972, para dar en los morros a Lacan. Desedipizar para que la gente pueda ocuparse de cosas importantes de verdad. Suena un poco al discurso mistificador de las derechas (lo importante y lo accesorio, etc.), pero no hay inconveniente en aceptarlo de buena fe. El problema no está en la conveniencia u oportunidad, sino en su factibilidad. Para desedipizar hay que matar al padre. 

Y ¿qué era lo que más quería el padre? La unidad de España. Así se lo pidió a Juan Carlos en su lecho de muerte, mandato que este cumplió, retirándose a tiempo, feliz propietario de una substanciosa fortuna. El nieto se enfrenta hoy a una crisis del sacrosanto mandato y no parece ser capaz de resolverla. Ni él ni sus obedientes súbditos. Porque tendrían que empezar matando al padre. Cosa fácil, por lo demás.

¿Cómo? Aceptando que los catalanes ejerzan el derecho de autodeterminación. 


dimecres, 22 d’agost del 2018

Morir dos veces.

La pretensión de eternidad se desmorona. Franco se va. Lo echa de su Walhala particular la memoria colectiva. Una memoria de las víctimas que heredaron los hijos/hijas y, luego, nietas/nietos. Es imposible seguir manteniendo la patraña del pasado enterrado, olvidado, suprimido, cancelado. Los huesos de los asesinados en la terrible posguerra siguen en las cunetas y son los que sacan ahora los de Franco de su pretencioso nicho. Ni sus partidarios o herederos ideológicos se atreven ya a oponerse de frente a la exhumación del dictador. Preguntado Rajoy por las fosas anónimas del franquismo cuando era presidente del gobierno, contestó que no le constaban, lo que dice tanto y malo del país en que esto sucede (segundo, tras Camboya en fosas de asesinadas) como del personaje capaz de llevar la hipocresía al grado de villanía. 

Ganas dan de recomendar al gobierno que tenga el humor de proceder a la exhumación del general golpista el 20 de noviembre, aniversario de su muerte. Y, si, de paso, se llevan también los restos del Ausente, asimismo muerto por fusilamiento un 20 de noviembre de 1936, la efeméride sería doble. Quienes los 20 de noviembre de cada año hacen peregrinaciones a su lugar de culto, ahora tendrán una razón más para continuar con su costumbre. 

Con Franco se va ese sempiterno argumento de las derechas de que no hay que resucitar el pasado, ni reabrir viejas heridas, Franco está muerto y es historia. Pero es falso. Franco está vivo y es presente. Pregunten por el famoso Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. No por la edición digital, que lo califica de "dictador", sino por la de papel, que no lo hace. 

Con Franco fuera se fortalece la causa de quienes quieren revisar el franquismo. No la guerra civil, no el argumento de "barbaridades en los dos bandos", sino el franquismo, los cuarenta años de dictadura criminal. La superchería de un Estado delincuente que quiso mantenerse cambiando las apariencias, transmutándose en un peculiar Estado de derecho de matriz conservadora, envuelto en la fraseología de un constitucionalismo avanzado del que nadie ha hecho caso nunca. Así se fundó la transición, como un acuerdo sobre lo esencial y controversia sobre lo accesorio. Pero el encarcelamiento de los dirigentes independentistas, respaldado por los demás partidos, con una parcial excepción de Podemos, ha dado la medida de lo que ese "acuerdo sobre lo esencial" significa. Al verse como un conflicto "nacional", el Estado de derecho pinta poco, al extremo de no reconocer a los presos políticos derechos y condición de tales. 

Todo esto de la salida del Invicto y el resurgir de un ánimo revisionista a ver si se consigue, por fin, que la sociedad española sea capaz de mirarse de frente en el pasado, es, en el fondo, se quiera o no, producto de la llama del independentismo catalán. Ignoro si la decisión de ERC de exigir la anulación del juicio a Companys a cambio del apoyo a la exhumación de Franco es correcta o conveniente. Lo que sí está claro es que subraya la centralidad política de Catalunya en España. 

Esa exhumación es la segunda muerte de Franco: la primera como ser escasamente humano; la segunda como leyenda. Nadie hoy día, excepto los grupos de la franja lunática, celebra la barbarie de aquellos cuarenta años de indignidad seguidos de otros cuarenta de domesticación. Aunque estos últimos tienen más defensores tanto en la izquierda como en la derecha. Son los que hablan del Estado de derecho de la transición, que, de haber sido,  ha saltado por los aires encarcelando a unos dirigentes independentistas pacíficos. 

Toca proceder a des-legalizar todos los elementos orgánicamente relacionados con el franquismo, la agrupaciones, divisiones, fundaciones, cofradías, etc puesto que la exhumación implica una deslegitimación de la dictadura. La voluntad del Estado español de proceder en este sentido se advierte en el gesto del rey de renovar el ducado de Franco en la persona de la nieta del dictador. Grandeza de España en memoria de un dictador criminal.


dimarts, 21 d’agost del 2018

Derrotada la vía judicial, vuelve la política represiva

Ya está todo el mundo al cabo de la calle de que la farsa judicial montada al alimón por el gobierno español, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha sido un rotundo fracaso con aires de ridículo y consecuencias por ahora imprevisibles pero que pintan mal. La conversión de un intento de causa general contra el independentismo en un proceso judicial garantista estuvo tan repleta de irregularidades y reveses internacionales que ha quedado en un esperpento.

Esperpento que se aviva hoy con las andanzas del juez Llarena en busca de amparos frente a su triste destino que, para su congoja, quizá le sea muy gravoso y no solo en su estima profesional, sino en su bolsillo, ya que el tribunal alemán pudiera condenarlo al pago de costas. Evitar este resultado es el objetivo de la petición de amparo al CGPJ. Este, presidido por el ariete de la derecha más montaraz, Lesmes, lo ha otorgado  e instado al gobierno a hacerlo efectivo. No correspondía formal ni materialmente. La solicitud se presentó fuera de plazo y no se refiere a un procedimiento por hechos de la función jurisdiccional en sentido estricto, sino por manifestaciones personales públicas en ámbitos no judiciales que lo podrían inhabilitar como juez instructor.  No es asunto menor: tener a nueve personas en prisión durante casi un año por orden de un juez que podría haber incurrido en actos inhabilitantes es una monstruosidad y demuestra el absoluto desastre a que ha llevado la política persecutoria del PP, alentada por C's, PSOE y algunos de Podemos.

Un desastre en el que emerge la figura de presos y exiliadas, sometidos ahora a la iniquidad de un prisión que, siendo injusta en origen, redobla su injusticia al prolongarse. La responsabilidad es ahora del PSOE. Y no solo no se ha intentado reconducir la situación a un clima de diálogo con hechos como la liberación de las presas políticas, sino que se ha intensificado la represión, la confrontación política (con la presencia del rey el pasado 17-A en Barcelona) y la negligencia en el control de las bandas fascistas callejeras cada vez más claramente incitadas, si no organizadas, por C's y organizaciones parapoliciales.

El intento de desestabilizar Cataluña para justificar una intervención armada que acabe con el independentismo (como si eso fuera posible) no es un movimiento espontáneo, desestructurado, que surja ocasionalmente. Es un plan sistemático. Joan Vintró, catedrático de derecho constitucional, lo hace culminar y empezar a funcionar con la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, de 2015 con el fin de convertirlo en una obediente comisaría del gobierno. Sin duda es así en los detalles del plan; en el espíritu, en la intención, nació con el referéndum que quiso convocar M. Rajoy contra el proyecto de Estatuto de 2006 y la desgraciada sentencia del Tribunal Constitucional de 2010.

Pero el plan no sale porque la intervención de las jurisdicciones extranjeras lo ha abortado. Ha hecho imposible el teatro que pretendía montar un parlamento casi unánimemente nacional-español, con ayuda de una judicatura complaciente y unos medios estrictamente controlados para hacer pasar como acción de la justicia independiente un proceso político amañado e injusto.

Ante el rotundo fiasco europeo, vuelve la reclamación del 155 que Palinuro preveía ayer mismo (No sé cómo no han sacado el 155 a relucir). Quienes critican la judicialización (entre ellos Sánchez hace unos meses), animan a abandonarla y emprender una vía política. El problema es que, para la derecha española (en lo tocante a Catalunya todas son derechas) la política es lo que ha sido siempre: represión, palo y tente tieso. La cuestión no tiene arreglo. Judicializaban porque carecían de margen político. El PSOE no lo tiene y el PP, menos. No es que este se equivocara eligiendo la judicialización en lugar de la vía política. Es que no tenía tal vía política. Ni la tiene. Ni los otros partidos españoles.

Insisto en que solo parecen verosímiles dos salidas: estado de excepción (¿qué otra cosa es en el fondo el 155?) o referéndum pactado de autodeterminación. El Estado intentó establecer un estado excepción disfrazándolo de proceso judicial y lo ha destruido todo, la justicia y el Estado.  Ahora solo queda el 155, lo que augura mayor conflicto, o el referéndum. 

dilluns, 20 d’agost del 2018

El Estado, bien, gracias

Como la vicepresidenta y pluriministra Calvo se felicita de haber recuperado la famosa normalidad de Sánchez, es lógico que "quite hierro" a las declaraciones del presidente Torra. Con una frase inaceptable, dice, no se ataca el Estado. Eso dependerá del valor performativo que la ministra otorgue aquí al verbo "atacar". El acto está en el habla. Al hablar de atacar, se ataca. ¿En qué medida? ¿Con qué consecuencias? Las que surjan del juego político entre, para entendernos, Madrid y Barcelona.

Pero este juego viene prieto. Torra pedirá explicaciones al ministro del Interior, Grande-Marlaska sobre el comportamiento intolerable de guardias civiles y policías españoles. Inaceptable/intolerable. Así estamos. Pero con una diferencia: los unos encuentran inaceptable una frase; los otros intolerables unos hechos. Una diferencia notable. 

Las derechas andan encendidas e incendiarias pidiendo mano dura contra Catalunya ahora mismo. No sé cómo no han sacado el 155 a relucir. Debe de faltar el canto de un duro. Quizá hasta ellas piensen que un nuevo 155 sería dinamitar el último puente de entendimiento y no están los tiempos para bravuras imperiales. 

La ministra trata de nadar entre dos aguas como puede, pidiendo cordura a los dos sectores enfrentados, unionistas e independentistas. Pero no consigue apaciguar los ánimos. Y no lo consigue precisamente porque no se trata de frases, sino de hechos. El gobierno tiene ante sí una verdadera rebelión civil, movida por un partido político, C's, que insta abiertamente a la población a retirar lazos amarillos de los espacios públicos, que son de todos. Eso es una falacia: son de todos, pero no como algunos determinen; nadie tiene derecho a coartar la libertad de expresión; puede ejercer la suya, pero no impedir la ajena. Así que el gobierno, además de las explicaciones sobre guardias civiles y policías españoles, tendrá que hacer algo con estos grupos de acción ilegales, los "antiamarillos"

En realidad, la perspectiva del gobierno, y del Estado español no es muy halagüeña. Es obvio que la frase "atacar el Estado" quiere decir lo que dice. Siendo la pregunta ¿hasta qué punto se dejará atacar el Estado sin reaccionar? Y reaccionar, ¿cómo? Solo veo dos opciones: a) proclamar el estado de excepción con las correspondientes consecuencias; b) negociar un referéndum de autodeterminación vinculante en Catalunya, cuestión con la que todo comenzó. De optarse por el referéndum habrá mentes maquinando soluciones intermedias entre el sí y el no. Las que se me ocurren o he leído por ahí no me parecen plausibles.

Es todo o nada. 

diumenge, 19 d’agost del 2018

Consigna: desestabilizar Catalunya

¡Qué poco ha durado la alegría de la tregua ficticia que El País se había inventado! Menos de un día, dice, contrito, el periódico; y tan menos; como que no existió. Después del espectáculo de grosería, chabacanería y agresividad del unionismo,  por la noche entraron en faena los comandos fascistas encapuchados y portando armas blancas. Esta vez, traían un plan y un croquis de actuación que afectarían a varios núcleos de población. Los mossos los han detenido e identificado. Catorce individuos, uno de los cuales, al parecer, un guardia civil de paisano. Ya veremos los demás. Este es un problema grave, por más que los medios se obstinen en ocultarlo o en inventarse enfrentamientos y tumultos entre unos y otros. Los agresores son casi siempre unionistas. ¿Puede el gobierno controlar a unos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado rebosantes de franquistas y ultras que se sienten animados por el "¡A por ellos!" que comparte la sociedad española? Y, si no puede, ¿de qué Estado de derecho hablan los gobernantes y sus medios? ¿Un lugar en que la ciudadanía se ve impedida en el ejercicio de sus derechos por bandas de fascistas, delincuentes y agentes del "orden" de paísano? No es un Estado de derecho; es un Estado hobbesiano de naturaleza en el que no hay una guerra de "todos contra todos", sino una agresión permanente de los más, violentos y más armados contra los menos, pacíficos y desarmados.

Poco más tarde, Albiol, protagonizaba una de sus chulescas salidas de tono recriminando al presidente Torra su declaración de atacar el Estado injusto. A minutos del comienzo del acto de homenaje a la víctimas. Y es que esto de las víctimas no importa mucho a la derecha. Normalmente las instrumentalizan o las ignoran. Entrevistada en directo en otro lugar, Inés Arrimadas arremetía contra los independentistas acusándolos de todo lo imaginable, especialmente de politizar un acto destinado a las víctimas con tanta reiteración y fatiga que la presentadora hubo de hacerle lo que en tuiter se conoce como ¡Zasca!: "es el día de las víctimas y usted no para de hablar de política".

No hay tregua. Hay una consigna, consistente en alimentar la tensión, atacar a Catalunya por cualquier medio, sembrar la violencia y el terror con impunidad. La izquierda española se tragó la pócima de que había una nación española configurada como un Estado de derecho y una democracia cuando lo que tenía era la actualización del régimen de la dictadura blanqueada constitucionalmente. Ahora le toca beber otra peor: si no pone coto de forma contundente a la fascistización del país, acabará siendo cómplice de ella.

dissabte, 18 d’agost del 2018

La ceremonia inútil

Como estaba previsto, el acto homenaje oficial español a las víctimas del 17-A ha sido una manifestación de nacionalismo español. Los convocantes -autoridades y adláteres como la SCC- habían pedido que no se exhibieran símbolos de partido porque el acto era nacional. La cuestión reside en que lo que ellos consideran nacional es partidista en Catalunya. El acto sería -y fue- netamente partidista. La idea de "todos unidos frente al terrorismo", válida en otros lugares, se convierte aquí en un absurdo (que no se salva ni aduciendo pobreza de espíritu), una provocación y un insulto. Porque en ese "todos" subyace una idea nacional que los independentistas rechazan. A esta razón general se suman las particulares de que se hayan bloqueado en el Parlamento las indagaciones sobre un atentado muy sospechoso y los responsables de haber acabado con el foco de terrorismo estén procesados y uno de ellos, encarcelado.

No había duda posible. El homenaje del Estado español era un homenaje unionista y como tal se viviría. El todos unidos contra el terrorismo escondía la pepita de la unidad nacional. Y el homenaje fue, por este orden, a España y al rey. Las víctimas eran el pretexto para un acto de Estado, impuesto, a la fuerza. Pero resultó un fracaso absoluto de asistencia, como se muestra en la foto, que tomo del TL de tuiter de Xavier Antich. Menos gente que en las manifas del 12 de octubre. Prácticamente cuatro gatos; tres, si descontamos las autoridades catalanas, Govern, Ayuntamiento, Parlament que, en su mayoría lo hicieron de mala gana. Fue un acto partidista enclenque. Aunque trajeron gente de fuera en autobús con refresco y bocadillo, no dieron aforo. De un lado, las fuerzas de seguridad sellaron el recinto y requisaron símbolos y material independentista, en un ataque a la libertad de expresión. También pancartas con lemas inocentes como "paz, justicia, libertad" mientras dejaban pasar banderas españolas y hasta fantasmagóricos "servicios del orden", tocados con unos gorros blancos encintados de rojigualda que se dedicaron a vociferar y atacar a la gente.

Es decir, de homenaje en serio, nada; al ser unionista, un festival esperpéntico-monárquico español, con gritos, abucheos y agresiones de todo tipo y ralea e intentos de tumulto y pelea con manifestantes antimonárquicos de los CDR. Sin contar los abucheos y berridos por el hecho de que Gemma Nierga hablara en catalán. Por supuesto, la guinda del pastel de este acto ridículo fue que la ceremonia, estuviera presidida por una gran pancarta en la fachada de un edificio en la que se explicaba en inglés que el rey de España no es bienvenido en los Països Catalans.

En la humillante soledad de la Tortosa barcelonesa, El Borbón había venido a imponerse sin pedir el perdón que se le exige por el discurso del 3-O. Y tanto él como sus cortesanos hubieron de pasar por las horcas caudinas de estrechar la mano de Laura Masvidal, la esposa del ex-conseller Quim Forn. Estrechar la mano de alguien a quien no te atreves a mirar a los ojos debe de ser una experiencia amarga y explica mucho de cómo andan las cosas por estos pagos. Que el vicepresidente del Parlament niegue la mano a Felipe VI eleva la amargura a resentimiento. Pero, ¿de qué se extraña? Catalunya es republicana y no lo acepta como rey. Eso no se disimula poniendo borsalinos cutres, adornados con la estanquera, sobre cabezas que embisten. El acto ha sido un fracaso rotundo del unionismo.

Los medios nacionales lo tienen crudo a la hora de fabricar la noticia que no pudieron presenciar: Cataluña unida bajo el Rey homenajea a las víctimas. Lo redacto como lo hubieran hecho ellos. La censura tendrá que actuar a pleno rendimiento: nada de imágenes de tabarnios monárquicos berreando, atacando a la gente o vestidos para la feria de abril; nada de imágenes de pancartas antimonárquicas; nada de planos generales en que se vea la nula asistencia o la pancarta en inglés. El País trata de mitigar el fracaso sin caer en la propaganda unionista/falangista hablando de una breve tregua política. De ser cierto, sería un resultado  irrisorio; y, además, es falso. ¿En dónde ve el periódico la tregua? Ni los tabarnios, ni los fascistas de C's, si es que no son los mismos, dan tregua alguna. El sector más densamente estúpido de la españolada siguió convirtiendo el acto en uno de partido: Casado paseando por las Ramblas e Inés Arrimadas repitiendo su discurso de cotorra catalanófoba y justificando el fascismo de los suyos.

Y los independentistas tampoco en su lucha por sus objetivos. Los actos verdaderamente importantes de homenaje, los serios, los ha organizado el bloque independentista, singularmente los multitudinarios como el de Lledoners, en el que el presidente Torra se compromete a atacar este Estado español injusto y a continuar con la construcción de la República Catalana. Todos contra el terrorismo; pero, de unidos, nada. Lo dos actos -el de Las Ramblas y el de Lledoners- han evidenciado una vez más que hay dos países y que Felipe VI quizá sea el rey de los españoles (está por ver) pero no lo es de los catalanes. Y quien diga que eso también está por ver solo precisa convocar un referéndum que los catalanes llevan tantos años pidiendo como los españoles negando.

Lo que los medios españoles transmitirán a sus audiencias será la consabida patraña nacional, mintiendo de la cruz a la fecha. El acto ha sido, una vez más, un triunfo de la línea independentista en todos los aspectos. No se ha politizado el acto español (eso lo han hecho los españoles), se ha respetado el protocolo, se han encajado los rebuznos tabarnios, se ha dicho al rey lo que este debía oír y se ha realizado un homenaje ejemplar tanto a las víctimas del atentado como a las del Estado español en su delirante política de perseguir a los responsables catalanes de haber acabado con la célula terrorista, mandada, al parecer, por un confidente del CNI.

Pero, a la hora de los parabienes, hay que atender a las críticas. Las redes han protestado mucho por los episodios del intento de descolgar la pancarta en inglés y las requisas de mensajes independentistas. Lo del descuelgue de la pancarta, especialmente llamativo, porque fueron los mossos. La explicación posterior de Quim Torra de que iban a comprobar la seguridad no es creíble. Quizá sea de buena fe, pero no es creíble. De esas cosas de seguridad se ocupan los bomberos. Otros problemas legales aparte. Por eso y por lo que se ve como una extraña permisividad, si no negligencia frente a los ataques fascistas, muchas voces piden la dimisión de Miquel Buch, el conseller de Interior y explicaciones de Quim Torra.

De los errores se aprende. Colaborar con el invasor, aunque sea con la mejor voluntad del mundo, más allá de lo estrictamente protocolario puede ser más que un error. Se comprende que las autoridades catalanas, sometidas a mucha presión, tiendan a magnificar la repercusión de posibles iniciativas populares, como la famosa pancarta. Pero por mucho que sea su temor, no puede llegar a reprimir la libertad de expresión en Catalunya a cambio de la inexistente "tregua" con el unionismo. En esto, como en todo, el pueblo marca el camino.

Al día de hoy, como consecuencia del 155 y sus secuelas y la actividad planificada de desestabilización de las organizaciones fascistas, en Catalunya solo tienen libertad de expresión (e intimidación) los unionistas. Los indepes carecen de ella, tienen a sus dirigentes en la cárcel y pleno derecho a exigir de sus autoridades una implicación más eficaz y decidida en la lucha contra las agresiones y a favor de los derechos de los catalanes.

No basta con establecer la República Catalana. Hay que defenderla.

divendres, 17 d’agost del 2018

La casa de los líos

Sabido es: unos nacen con estrella y otros, estrellados. Caso juez Llarena, este probo magistrado forjado en la más rancia prosapia franquista, según la cual el mero hecho de abogar por la independencia de Catalunya ya es delito. Incomprensiblemente, no está tipificado como tal, pero sí otro que viene como anillo al dedo: el de "rebelión". Falta el requisito de la violencia que Llarena ha intentado probar con una interpretación imaginativa del concepto según la cual es violento todo acto, por pacífico que sea, que suscite la violencia.

Y se extrañan de que alguien (el presidente Puigdemont y cuatro exconsellers en el exilio) interponga una demanda civil porque se le ha privado de sus derechos arbitrariamente. Es lo menos que podían esperar. Con la correspondiente citación al juez Llarena a declarar el próximo 4 de septiembre. La justicia española no da curso a la citación. El juez decano la devuelve, invocando un defecto de procedimiento. Para, pues, la vía jurídica. Pero abre la política porque ese mismo juez decano pone en conocimiento del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) la citación y requiere de él la concesión del amparo a Llarena y una advertencia a la justicia belga sobre la independencia de la justicia española.

El CGPJ se ha movilizado y la Comisión Permanente ha votado siete contra uno por otorgar el amparo al juez. Lo justifica con razones de fondo político y no jurídico; incluso lo califica apasionadamente como “burda maniobra” para someter la soberanía del Estado español a una jurisdicción extranjera. Pura doctrina de la razón de Estado. Nada que ver con la justicia. La prueba es que el mismo órgano encomienda a los ministerios correspondientes del gobierno español salir en defensa de la soberanía citada y la independencia de Llarena.

Pero, a su vez, el amparo ¿en qué se materializa? ¿Admite que el magistrado no acuda a una citación judicial de un país extranjero? No será el caso, pero de incomparecer, el tribunal belga podría dictar una requisitoria de algún tipo. El lío que han organizado Llarena y su fogosa numen, Sáenz de Santamaría es monumental. No es que la justicia española esté desacreditada en Europa; es que es su hazmerreír.

La consecuencia de este esperpento de cárceles y agresiones callejeras de bandas fascistas es hacer más inapelable la República Catalana.

dijous, 16 d’agost del 2018

Las nueve del valor

Las nueve firmantes del artículo "No tenim por" traen a la memoria la vieja leyenda medieval de los "nueve de la fama", todos varones. Ahora serían "los nueve del valor", siete varones y dos mujeres.

Los nueve presos políticos homenajean a las víctimas del 17-A y a la sociedad catalana, dejando bien claras las circunstancias políticas y de seguridad de aquel atentado. Es un texto mesurado que alaba el comportamiento de las instituciones catalanas y el apoyo de la población al tiempo que exige explicaciones al Estado sobre aspectos oscuros de esta tragedia. No se menciona el acto oficial de homenaje. Es una carta en estilo "tortosí". 

Esta voz desde la prisión tiene una importancia decisiva e introduce un elemento nuevo en el acto previsto para mañana que merece la pena considerar. La manifestación oficial española será, probablemente, un acto de afirmación unionista y monárquica. Los proyectados por el independentismo, de diverso tipo y alcance, como es natural en un movimiento compuesto por fuerzas distintas y muy aficionadas, además, a discutir entre ellas. Pero el punto de encuentro cerrado es siempre el mismo y nada mejor para simbolizarlo que el artículo de las presas políticas.

El Estado pretendía servirse de esas nueve personas del valor como rehenes, gracias a una "justicia" complaciente, para negociar políticamente con un movimiento descabezado. Menudo ojo el de los estrategas del gobierno anterior. No solo no lo descabezaron sino que le dieron dos cabezas simbólicas a falta de una, las presas y los exiliados. Le dieron un faro, una guía, una causa añadida a la que ya traía, un objetivo común: la libertad de los presos y exiliadas políticas. Y ahora es el momento en que el Estado no sabe cómo resolver el embrollo político-judicial, cómo deshacerse de unos rehenes que han resultado ser testigos de cargo. 

Pero sí sabe que tiene que hacerlo. Sánchez predica su teoría de la "normalidad" que, sobre carecer de todo contenido, es predicar en el desierto. Quiere convencer a los indepes de que retornen al autonomismo y a los unionistas de que se hagan demócratas. En ambos casos con el mismo éxito del cegato San Maël, cuando bautizó a los pingüinos tomándolos por personas, según acreditada crónica de Anatole France. 

¿Cómo van a admitir los indepes que sea normal tener a sus dirigentes democráticamente electos en prisión mediante un procedimiento jurídicamente torticero y políticamente persecutorio? Y ¿cómo van a admitir los unionistas que se deben respetar las decisiones democráticas de la mayoría si no les convienen?

El avance del fascismo es cada vez más patente. En las últimas horas se han multiplicado las agresiones fascistas de todo tipo: unos energúmenos han boicoteado un acto de abuelas y abuelos por los presos políticos; otros han ido pintando lazos amarillos en las puertas de las viviendas, los coches particulares, etc; otros han alquilado una avioneta y se pasean por los aires en las playas, dando vivas a España y animando a quitar lazos amarillos. 

Es urgente que el Estado  asuma sus responsabilidades y actúe con las derechas, extremas, de centro, facistas, delictivas, etc con la misma contundencia con que actúa frente a las izquierdas que se han limitado a hablar y no atacan a nadie, no ya por sistema como las bandas fascistas, ni ocasionalmente. 

El conflicto España-Catalunya no puede tapar la necesidad perentoria de poner fin a la campaña sistemática de desestabilización en Catalunya emprendida por C's y grupos afines. Quienes instigan a actos de agresión y violencia deben responder ante los tribunales. Suelen estar identificados. Deben ser procesados.

Conviene recordarlo para no caer en un síndrome de Estocolmo por el cual la izquierda española pide a los indepes moderación para no despertar a la bestia fascista que, como se ve, está más despierta que nunca. Esa humillante petición oculta una equidistancia: tu libertad de expresión, pacíficamente manifiesta, provoca una respuesta violenta. Vale, pero el responsable de la violencia, el único responsable de la violencia, es el que recurre a ella. No el que ejerce pacíficamente su libertad de expresión. 

El Estado debe actuar antes de que sea demasiado tarde. Si se retrasa será imposible erradicar la sospecha de que la impunidad de las bandas fascistas está alimentada por la negligencia, si no la complicidad de las autoridades. Las amenazas de "ulsterización", incluso de "balcanización" (para eso está Tabarnia), se han formulado. A ver si va a resultar que el Estado también ha privatizado la guerra sucia.


dimecres, 15 d’agost del 2018

El acto de la discordia

¿Lo ven? El homenaje de pasado mañana promete ser un espectáculo en todos los sentidos. La "normalidad" de Sánchez según la cual el jefe del Estado debe estar presente en un asunto "de Estado" se vislumbra muy anormal. La decisión del gobierno solo cuenta con el apoyo de los partidos unionistas y la Societat Civil Catalana (SCC) y fuerzas adyacentes en la hosquedad de la extrema derecha. Será una manifestación unionista de homenaje a las víctimas y apoyo a la monarquía. Una manifestación partidista.

Partidista porque, en el conflicto actual, la oposición Unión/independencia es una oposición de partidos, se quiera o no. El partido unionista ha impuesto al independentista un formato de acto que este no acepta. Sus reacciones van a ser diversas, según anuncian, pero todas coinciden en marcar distancias con el homenaje estatal. Los CDR contraprogaman el acto y homenajean a las víctimas con una marcha republicana. La CUP también hará manifiesta su ausencia. Los demás programan actos propios de homenaje con su presencia en otras partes. El acto oficial nace muerto, con una ostentosa ausencia de instituciones, autoridades y asociaciones. Hasta en el ayuntamiento barcelonés hay discordia. Al cabo, la representación municipal puede quedar reducida a la de la señora Colau y sus incondicionales, cuya relación con la corona es, como la del poeta, de odio y amor. Lo deslucido de todo servirá para poner más de manifiesto la falta de recursos del Estado en relación con Catalunya.

Los de la SCC convocan a homenajear a las víctimas y al rey y recomiendan a sus seguidores abstenerse de todo símbolo partidista. El problema es el valor que tenga la exhibición de la rojigualda. Los convocantes no pueden prohibirla porque, para ellos, no es símbolo partidista, sino que nos ampara a todos, hasta a los separatistas. Pero eso es para ellos. Para los independentistas y allegados, la rojigualda es un símbolo partidista, el de los unionistas que, a su vez, consideran partidista la estelada mancilladora de la neutralidad del espacio público. La rojigualda, jamás. 

Porque estamos hablando de Catalunya; no de La Rioja o Extremadura. Catalunya: una nación sometida a la que se quiere obligar a aceptar como "normalidad" una situación en la que hay presos/as y exiliados/as políticos/as. Precisamente los representantes del pueblo catalán, democráticamente elegidos por este. Es difícil de entender tanta obcecación en el error. 

Aunque quizá mejoren algo las cosas. C's va a llevar a los tribunales al ayuntamiento de Reus por volver a colgar la pancarta de libertad a los presos políticos. Supongo que, como prueba de  contumacia de los munícipes reusencs, aducirá que han hecho caso omiso del asalto que un comando de C's perpetró contra el mismo ayuntamiento hace unos días. Son muestras del espíritu berlanguiano-tabarniano del unionismo en Catalunya. 

De todas formas, sería de agradecer que fueran siempre por la vía judicial, como las personas civilizadas cuando creen que se atropellan sus derechos, en lugar de estar agrediendo y atacando a la gente en la calle, provocando trifulcas a cargo de una abigarrada mezcla de delincuentes habituales, militantes de C's y agentes del orden de paisano, algunos de los cuales llevan armas blancas y hasta de fuego y las exhiben.

Las autoridades deben actuar con mayor diligencia para proteger los derechos de los ciudadanos y garantizar el orden público y la seguridad precisamente en contra de las provocaciones y agresiones callejeras de los seguidores de quienes piden orden y seguridad.

dimarts, 14 d’agost del 2018

Zum Befehl meine Führerin!

Sí, señor, así es. "El gobierno se cuadra", dice caritativo "El Confidencial, ante la UE. Caritativo porque no se cuadra ante la UE, sino ante la señora Merkel, que no es lo mismo ya que la señora Merkel es y no es la UE al mismo tiempo. Para entendernos.

Sánchez se felicita de tener una posición común con la señora Merkel y muy cómoda pues es la de la señora Merkel. Es como la República (de Sánchez), que está muy contenta con la monarquía.

A la señora Merkel no suelen preocupar gran cosa las consecuencias de sus "posiciones comunes" para la política española. Eso lo trajinan sus representantes en las instituciones. Recuérdese la imposición de la reforma del art. 135 en días como estos en 2011. ¿Por qué ahora? Los políticos españoles se adaptan con facilidad a los giros del oponente girando a su vez. De este modo, el señor Casado, que se oponía a acoger al Aquarius, es hoy el gran valedor de lo contrario. 

Al margen de estas quisicosas, el foro se pregunta si no habrán hablado de nada más. Y se responde que sí. ¿De qué? ¿De qué va a ser? De Catalunya. Y aquí la imaginación se dispara. Supongo que, de plantearse el asunto, Frau Merkel habrá declinado comentario alguno fuera de señalar que en Europa no se vería con buenos ojos una repetición del 1-O de 2017. Que además haya recomendado negociaciones políticas y, quizá, la liberación de los presos pertenece a lo que cada cual quiera fabular. 

Lo que debe quedar claro es que, con  o sin Frau Merkel, la violencia está descartada en Catalunya. La institucional. La "descontrolada" debe pasar a ser controlada de inmediato. 

Y la convicción de que ningún referéndum que no incluya la opción de la independencia será aceptado en Catalunya.

Revuelo en los cultos

Los veranos tienen estas alegrías, que brillan por fin cuando la política se oscurece en el silencio. Un magnífico artículo de Gregorio Belinchón en El País sobre la secuencia recién descubierta, descartada en el montaje de la cinta. El artículo es casi una enciclopedia sobre The Misfits. El descubrimiento de este material añade intriga y morbo a la leyenda de morbo e intriga que fueron tanto la película en sí como su turbulento rodaje.

The Misfits fue un fracaso mundial en taquilla. No sé si llegó cubrir gastos. Y, sin embargo, poco a poco, comenzó a remontar en el aprecio público hasta ser una de las películas de más acusado culto, gozando hoy de muy alta clasificación. Y no solo por la leyenda, sino por la propia historia que se cuenta; una historia de ocaso de un mundo y las interpretaciones que allí se hicieron. Era la decadencia de los prototipos. Todos ellos incorporaban relaciones expuestas miles de veces, rivalidades, el profesional, el aprendiz,el mayor, el joven, la joven, el villano. Un sunset boulevard con escenas de rodeo y caza de mustangs imposibles de olvidar.

dilluns, 13 d’agost del 2018

La reputación

El papelón más que el papel de España en el mundo debiera ser el título del premio. Papelón tanto más ridículo cuanto que hay que pagar por que hablen bien de uno. Porque se da por supuesto que el balance ha de ser positivo, enaltecedor, halagador. Podría ser que el "mejor" trabajo de un medio fuera uno crítico con la acción exterior de España. Pero eso no sería el "mejor" para la entidad que paga: el reino de España.

Borrell ha resultado ser un fiel continuador de la política de Dastis. Ha tenido que sacar a Moragas y Wert de sus dorados destinos porque cantaban mucho, pero a Moragas, al menos, lo ha premiado con la embajada de las Filipinas. Wert estará en expectativa de destino o se vuelve de tertuliano. El resto, continuismo sin problemas. A Borrell solo le interesa Catalunya. Más que ministro de Asuntos Exteriores es ministro de Asuntos Catalanes. Y eso le lleva a mantener este ridículo premio consistente, lo hemos dicho, en pagar porque hablen bien de uno. El gobierno socialista se ha subrogado en la posición del PP, en especial en referencia a Catalunya. Y con sus mismos planteamientos. Lo importante no es hacer las cosas bien sino que hablen bien de uno, aunque nos cueste 12.000 €, prácticamente nada con lo que se lleva robado y despilfarrado en las alturas. 

Como todo lo que hacen en el exterior, la acción nace fracasada. Se dará un premio al "mejor" trabajo sobre España... de los que se presenten. ¿Y si el mejor de los que presentan es una birria? ¿Puede quedar desierto el premio? Evidentemente, no; menudo desdoro patrio. Siempre habrá uno mejor para un jurado compuesto de patriotas, es de suponer, de los de pulsera rojigualda con cuenta en Suiza.

A continuación habrá que ver cuál sea la difusión. O quizá haya que comprarla también, pagándola ya descaradamente como "publicidad". 

El papel de España en el mundo es más bien anodino. El país tiene algunas, escasas, relaciones económicas y culturales con Latinoamérica. Y con Filipinas, las que abra Moragas. Su presencia directa es en Europa y una pequeña parte del norte del África. Y su imagen, lamentable. Ya lo era cuando Rajoy ganó las elecciones con trampas en noviembre de 2011 y con un programa que no tenía ninguna intención de cumplir. Desde aquel momento,  no ha hecho más que empeorar. Como era lógico. Los programas electorales no son contratos en el sentido del derecho privado, que puedan invocarse ante los tribunales. Pero son pactos sociales por los que laa ciudadanía se pronuncia y se acogen al principio general de pacta sunt servanda, el principio de todo orden civilizado. 

¿Cómo iba Europa a tomar en serio un país gobernado por quien arrancaba su gobierno confesando hacer lo contrario de lo que había prometido? En su interminable mandato consiguió desmantelar el Estado del bienestar, arruinar la seguridad social, sembrarlo todo de corrupción y endeudar al país por decenios. La instrumentalización de la justicia fue tan clamorosa que ganó a España uno de los últimos puestos en la jerarquía sobre independencia de la justicia elaborada por la Comisión Europea.

Aquel gobierno puso en marcha una campaña de fomento de imagen llamada Marca España, que consiguió más resonancia en las burlas de las redes que en los foros internacionales. Visto el éxito de la bambolla patriótica, se redujo la ambición a eso, a que algún medio dijera algo en favor de España. 

Anda a vueltas al ministro también con la leyenda negra, que se propone combatir denodadamente. Pero si cree que va a anular la mala fama legendaria con un trabajo en un medio por un coste de 12.000 € no cree bien. Y no es cosa del dinero. Es de la verdad y la mentira. Cuando se sostiene que la leyenda negra es mentira tendrá que explicarse a continuación cómo es que en España vuelve a haber presos y exiliados políticos y sometidos a procesos que tienen más de políticos e inquisitoriales que judiciales. Dicen que no, que no son "presos políticos", sino "políticos presos" jugando, como siempre, con las palabras para ocultar los hechos. Si "político preso" es Zaplana, Junqueras y sus compañeros y compañeras son otra cosa. ¿Qué? "Presos políticos".

Dicen que España es un Estado de derecho homologable a los europeos, pero no es verdad. Hay ciudadanos por encima de la ley y, muchos, desde luego, al margen de ella; no existe la división de poderes y no están garantizados los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Dudo de que den a Palinuro el mentado premio de 12.000 €.

diumenge, 12 d’agost del 2018

Una ficción

Sánchez está muy contento de sus conversaciones sobre inmigración en Europa con la cancillera Merkel. Forjan, dicen, un frente común en este espinoso asunto. Será mejor o peor, pero nadie discutirá, supongo, que es un alivio tener un presidente del gobierno que habla con los líderes europeos porque, por lo menos, sabe hablar, a diferencia de su antecesor en el cargo.

También muy contento agradece "el tono" que va tomando la conmemoración del 17-A. Está dentro de su concepción de la "normalidad" y lo lleva a impartir teóricas del simbolismo del momento, la unidad democrática frente al terrorismo, etc. El presidente de un gobierno que ha impedido una comisión de investigación sobre el atentado. La unidad se simboliza; la verdad se oculta. Lo normal. El acto no debe ser, ni será, partidista.

Los del PP, siempre solícitos a la hora de poner palos en las ruedas, ya le avisan de que se arriesga a un acto de protesta e insultos contra el rey. Con ello, "quedará deslegitimado como presidente del gobierno", la conclusión a que llegan siempre estos lumbreras, se hable de lo que se hable.

Para echar una mano en la intención noblemente española, nacional, suprapartidista que presume en el presidente del gobierno, la Sociedad Civil Catalana (SCC), núcleo del unionismo catalán, se prepara para "arropar" al rey y, de esa manera, frustrar toda intención de instrumentalizar el acto. Para eso pide a sus seguidores y aliados (entre ellos, el PSC) que acudan de paisano, sin emblemas partidistas. Loable iniciativa. Si acaso aparecerán emblemas nacionales, siempre suprapartidistas, como la bandera rojigualda. 

Ni la SCC ni sus seguidores y aliados, ni el gobierno caen en la cuenta de que, en el conflicto España/Catalunya, los símbolos del Estado son partidistas. No caen en la cuenta porque no pueden por disonancia cognitiva. Son patriotas españoles y en España solo hay una nación, siendo cualquier intento de separación una mezcla de locura y delito. Por eso, algunos de ellos proponen ilegalizar los partidos independentistas. La nación no es un partido. Ante el rey y la nación rindiendo homenaje a las víctimas del terrorismo, los partidos están de más. 

Pero solo algunos. En concreto, los indepes parecen inclinarse por no participar en el acto junto al monarca. Renuncian a protestar por su presencia y se inclinan más por el modelo Tortosa: hacer su homenaje en otras partes e ignorar el acto del rey. No tengo claro que vayan a actuar así todas las fuerzas indepes, pero sí algunas significativas, como la CUP, la ANC y Ómnium. De los demás carezco de información. El presidente Torra irá a Lledoners a visitar a Quim Forn, pero no sé si también asistirá al acto de las Ramblas. 

Ya solo con estas reacciones y las que puedan producirse de aquí al 17-A, sin descontar la probable intensificación de las agresiones callejeras de los grupos fascistas, queda suficientemente claro que el homenaje a las víctimas del 17-A será un acto partidista, de los partidos unionistas. Ya veremos qué sucede con los símbolos. La consigna es ocultarlos y manifestarse para "arropar" a las víctimas y al rey.  En lo primero está de acuerdo todo el mundo; en lo segundo, no, pues se ha introducido por imposición y sin invitación como muestra de la idea de "normalidad" del presidente. Y será patente de mil maneras a lo largo de ese homenaje. 

Su valor como elemento de "normalidad" y de "puentes tendidos" es nulo.

dissabte, 11 d’agost del 2018

La cuestión de fondo

Todas las opciones están abiertas. Las declaraciones del MHP Torra, a raíz de una entrevista con Mr. Salmond, son inequívocas y, por ello, suscitan sentimientos encontrados en sectores muy diversos. Para unos, llamémoslos "radicales", está haciéndose mercadeo con la República y asoma la puta y la ramoneta. Para otros, "moderados", se reincide en la posición maximalista de la independencia. Entre medias todos los demás, rumiando distintos grados de alarma. A los "radicales" les ronda la sospecha de si la opción planteada por Torra es tan innegociable como la insistencia en la república tan solo. A los "moderados" tiene que chirriarles el hecho de dar por seguro que república sin referéndum y referéndum sin república lleva a lo mismo: República Catalana independiente. De eso habla Torra y, por cierto, con toda claridad. Claridad celestial porque vislumbra una República española en fraternas relaciones con una República Catalana. Y eso, en España, no solo está por ver sino por barruntar.

Se da por descontada la negativa del gobierno español a aceptar la oferta. No le gusta nada. Lógico. Inviertan la oración condicional en negativo y se entenderá por qué el gobierno no puede (aunque quisiera, que no es el caso) aceptar la dicotomía de Torra: "Si el gobierno no acepta el referéndum, Torra ve razonable no aparcar la República". Esta evidente posición imposible de un gobierno sin proyecto choca con la permanente iniciativa de otro a la cabeza de un movimiento que no se detiene. Con unos partidos políticos que discuten mucho entre ellos pero mantienen la unidad de acción frente al adversario común, cosa que lo desorienta. 

Si a la situación descrita se añade el desbordamiento por la derecha, con bandas de provocadores y matones, tratando de desestabilizar Catalunya bajo la dirección populista del nuevo fascismo hispano, se entiende que desorientación es poco. El gobierno está ensimismado, que diría Ortega, y solo se escucha a sí mismo, lo cual es lamentable porque no sabe lo que dice.

El fracaso de la enésima aventura imperial de España tiene dos facetas, una de apariencia y otra de fondo. La de apariencia se refiere a la imagen que las dos partes del conflicto han dado frente al mundo, singularmente, Europa. La victoria del independentismo ha sido abrumadora al imponer su relato de minoría nacional que lucha por su emancipación democrática y pacíficamente frente a un Estado que, en su tayectoria y, sobre todo, su respuesta al proceso, ha demostrado no ser un Estado de derecho al uso europeo. El fracaso de España en su relato es tan profundo, evidente, tiene rasgos tan cómicos y trágicos que los gobernantes echan mano de la "leyenda negra" como en los gloriosos días de Julián Juderías. No se habla ya de la conspiración judeo-masónica de la Antiespaña porque no se lleva; pero sí de la tradicional tirria de los países protestantes a la católica nación y, por supuesto, la cochina envidia que los corroe por no haber sido ellos quienes descubrieran América y la evangelizaran.

La astracanada de una persecución política disfrazada de proceso judicial ha paseado por el país y el extranjero un baúl de farándula repleto de togas y puñetas; la Audiencia Nacional o justicia de un solo ojo; el Supremo, más como el de Roa Bastos; las euroórdenes de quita y pon; la trifulca con los tribunales alemanes y belgas; la citación al juez Llarena en Bélgica, sin duda a ver si de viva voz se le entiende algo; la intervención del gobierno de Sánchez con una gestión cerca del ministro correspondiente que recibió el correspondiente y educado bufido protestante de que en Bélgica, aun siendo muchos los católicos, rige la separación de poderes y la justicia es independiente.

Lo interesante es el asunto de fondo, el que explica por qué la causa independentista triunfa y la unionista fracasa. Porque los independentistas dicen la verdad y eso les da mayor fuerza, y los unionistas dicen la mentira, lo que se la resta. Ambos aseguran coincidir en un punto esencial: el conflicto ha de resolverse por vías democráticas que podrán ser como quieran pero algo deben compartir: el resultado se acepta porque es vinculante. El independentismo admite de antemano todos los resultados posibles de un referéndum con garantías en el que una de las opciones sea la independencia. Acepta, incluso, la vuelta al autonomismo o al régimen del general Primo de Rivera si alguien lo propone y la mayoría lo vota. Esa es su fuerza moral.

El unionismo en general y el gobierno en concreto no tiene tal cosa. Al contrario, tiene un déficit moral tan grande que lo paraliza. Porque acepta de palabra la solución democrática, pero no que el resultado pueda ser la independencia. No admite en los hechos lo que afirma en las palabras. Incluso está por ver que acepte un referéndum en el que la independencia sea una opción. En todo caso, como no piensa respetar el resultado si esta triunfa, que figure o no es indiferente. Y ¿cómo puede negarse a respetar el resultado? Sencillamente, ignorándolo, como ya hizo con las elecciones del 21 de diciembre de 2017. El referéndum no será vinculante; todo lo más, consultivo. 

La cuestión es de fondo y no tiene arreglo salvo con el respeto a la voluntad de los catalanes, debidamente expresada en una consulta libre, legal y vinculante en la que una opción sea la independencia.

Parece mentira que el unionismo, sus faros preclaros, sus inflamados medios y sus políticos zaragateros sean incapaces de entender que la única posibilidad que les queda de retener a Catalunya es respetar la voluntad de su ciudadanía. Sea la que sea.