Como la vicepresidenta y pluriministra Calvo se felicita de haber recuperado la famosa normalidad de Sánchez, es lógico que "quite hierro" a las declaraciones del presidente Torra. Con una frase inaceptable, dice, no se ataca el Estado. Eso dependerá del valor performativo que la ministra otorgue aquí al verbo "atacar". El acto está en el habla. Al hablar de atacar, se ataca. ¿En qué medida? ¿Con qué consecuencias? Las que surjan del juego político entre, para entendernos, Madrid y Barcelona.
Pero este juego viene prieto. Torra pedirá explicaciones al ministro del Interior, Grande-Marlaska sobre el comportamiento intolerable de guardias civiles y policías españoles. Inaceptable/intolerable. Así estamos. Pero con una diferencia: los unos encuentran inaceptable una frase; los otros intolerables unos hechos. Una diferencia notable.
Las derechas andan encendidas e incendiarias pidiendo mano dura contra Catalunya ahora mismo. No sé cómo no han sacado el 155 a relucir. Debe de faltar el canto de un duro. Quizá hasta ellas piensen que un nuevo 155 sería dinamitar el último puente de entendimiento y no están los tiempos para bravuras imperiales.
La ministra trata de nadar entre dos aguas como puede, pidiendo cordura a los dos sectores enfrentados, unionistas e independentistas. Pero no consigue apaciguar los ánimos. Y no lo consigue precisamente porque no se trata de frases, sino de hechos. El gobierno tiene ante sí una verdadera rebelión civil, movida por un partido político, C's, que insta abiertamente a la población a retirar lazos amarillos de los espacios públicos, que son de todos. Eso es una falacia: son de todos, pero no como algunos determinen; nadie tiene derecho a coartar la libertad de expresión; puede ejercer la suya, pero no impedir la ajena. Así que el gobierno, además de las explicaciones sobre guardias civiles y policías españoles, tendrá que hacer algo con estos grupos de acción ilegales, los "antiamarillos"
En realidad, la perspectiva del gobierno, y del Estado español no es muy halagüeña. Es obvio que la frase "atacar el Estado" quiere decir lo que dice. Siendo la pregunta ¿hasta qué punto se dejará atacar el Estado sin reaccionar? Y reaccionar, ¿cómo? Solo veo dos opciones: a) proclamar el estado de excepción con las correspondientes consecuencias; b) negociar un referéndum de autodeterminación vinculante en Catalunya, cuestión con la que todo comenzó. De optarse por el referéndum habrá mentes maquinando soluciones intermedias entre el sí y el no. Las que se me ocurren o he leído por ahí no me parecen plausibles.
Es todo o nada.