diumenge, 13 de setembre del 2015

Sherlock Holmes inmortal.


En El último problema, escrita en 1893, Sherlock Holmes muere peleando con el malvado Moriarty, al despeñarse ambos en la catarata de Reichenbach, en los Alpes suizos. Pero, como es bien sabido, el público no aceptó que Doyle pusiera fin a la vida del que quizá sea el más famoso detective de todos los tiempos y se elevó un clamor para que este "resucitara" como, de hecho, sucedió en 1903, cuando Doyle publicó La aventura de la casa vacía, en la que Holmes reaparece en una acción situada en 1894 y explica a Watson que, en realidad, no murió en lucha con Moriarty, sino que simuló su muerte para escapar de sus enemigos. Conan Doyle siguió, pues, satisfaciendo la demanda de Holmes hasta 1927. En la última historia, titulada Su último saludo en el escenario, Holmes se retira a una pequeña casa de campo en Sussex, en donde dedica su tiempo a la apicultura. Durante su retiro sabemos que todavía resolvió un caso más, el de la historia de La melena del león. Luego, silencio. No sabemos cómo murió Holmes.
 
Ahora, Bill Condon, basándose en una novela de Mitch Cullin  de este mismo año, lo trae a la pantalla en su retiro de Sussex pero veinte años después, en 1947. Holmes tiene 93 años, sigue cultivando abejas y lucha contra el Alzheimer, que va haciendo rápidos progresos. Si algo tenía que mortificar a aquel detective genio de la deducción y la lógica basada en una atención casi enfermiza a los hechos era la pérdida de la memoria. La historia arranca al regreso de Holmes de un viaje al Japón, a donde ha ido a buscar unas raices de pimentero japonés a las que se atribuyen propiedades regenerativas superiores a las de la jalea real. Todo ello se desencadena cuando el detective recibe la noticia de la muerte de su hermano Mycroft y se pasa por su club Diógenes, a recoger sus pertenencias.
 
El núcleo del argumento es una lucha oir recuperar la memoria. La historia se refiere a un caso final del que apenas recuerda retazos, pero a cuya solución atribuye él ahora su decisión de retirarse sin que, sin embargo, tenga una idea clara de por qué. Curiosamente, ha de ser el caso que más le importe en la vida porque, en cierto modo, es sobre él mismo y constituye su gran fracaso. A la tarea le ayuda el hijo de la señora que atiende al detective retirado, con el que establece una curiosa relación. Los dos, el viejo, Ian McKellen, y el niño, hacen sendas interpretaciones espléndidas y la madre no se queda atrás. Un triángulo en el que se cruzan historias, sentimientos, recuerdos, ricos e intensos que van creando un clima de suspense muy bien enmarcado en una ambientación espléndida, algo agobiante y unos exteriores magníficamente fotografiados.
 
La cuestión es el caso que Holmes trata de recordar escribiéndolo en un relato que va dejando leer al niño según lo produce. Holmes escribiendo es, en realidad, una rareza. De la abundante producción de Conan Doyle, casi toda ella simula estar escrita por Watson, alguna otra -algunos escasos títulos- por el propio Doyle y solo dos historias por Holmes. Esto permite al novelista y a la película algunas familiaridades, como cuando Holmes explica a sus huéspedes japoneses -que parecen saberlo todo de él- que nunca fumó en pipa y jamás llevó el gorro de caza, pues eran invenciones de Watson. Holmes aprovecha así para dar rienda suelta a su desprecio por la ficción y la fantasía, al tiempo que está escribiendo sus recuerdos que, en el fondo, son otra fantasía.
 
Después de diversas peripecias, la historia se resuelve felizmente y Holmes recuerda cuál fue el acto fallido que su memoria se negaba a registrar pero que lo había llevado a retirarse de la profesión y, por último, a tratar de recuperarlo. No lo comentamos más aquí por no destripar el suspense pero sí señalaremos que se trata de la única vez en que Holmes está a punto de sucumbir en un lance de amor. Ello implica cierta heterodoxia de parte del novelista ya que, como se sabe, Holmes fue siempre un impenitente soltero con una relación muy esquinada con las mujeres. La única vez que él y Watson se separan es cuando el doctor se casa, si bien regresa luego a la famosa vivienda de Baker Street cuando queda viudo. La película incluye una última participación de Watson en la historia que Holmes nonagenario trata de desentrañar mediante la cual, aquella parece tener un final que no es el real. Pero Watson ha dejado una pista y esa es la que, descubierta por el niño, lleva a la solución final.
 
Supongo que entre los fanáticos de Holmes habrá quienes reprochen el sacrilegio de que un extranjero y, además, estadounidense, ponga sus manos en la memoria del héroe, pero la verdad es que la historia está lograda. Mezcla con habilidad rasgos holmianos tradicionales -sobre todo en cuanto a su fabulosa capacidad deductiva- con un espíritu romántico y melancólico, especialmente visible en ese recurso de juntar un anciano y un niño en una relación de trasmisión de la llama de la vida y, en este caso, el espíritu lógico. 

dissabte, 12 de setembre del 2015

El poder del pueblo.


Un artículo de servidor en el diario "El Món". Está en catalán y se accede a él pinchando aquí. Para quienes prefieran leerlo en español, incluyo la traducción, que no es traducción porque, en realidad es el original del que está traducido el catalán:

El poder de la gente.

La edición original del libro político quizá más célebre e importante de Europa, el Leviatán, publicado en 1651, traía en portada la imagen del Estado, el dios mortal, compuesta por la agregación de cientos, de miles de personas, del pueblo. Esa es la fuerza del Estado, el origen de su legitimidad, el apoyo de la gente, del pueblo.

Ayer la gente catalana mostró al mundo su fuerza, su determinación y su voluntad. Más de dos millones de personas llenaron la Meridiana y lo hicieron de forma, alegre, festiva, sin violencia, sin armas ni coacción porque el poder del pueblo es pacífico, pero irresistible. Porque es el poder de la razón.

Frente a él todas las argucias legales de los leguleyos y rábulas al servicio de la tiranía no tienen resultado alguno porque la reivindicación catalana de soberanía es justa y legal. El pueblo nunca puede ser ilegal y, llegado el caso de que lo fuese, habría que cambiar la ley ya que esta se hizo para la gente y no la gente para ley. Los marcos jurídicos son siempre reflejo de las correlaciones de fuerzas sociales; si estas cambian, cambiarán aquellos también, quiérase o no.
El pueblo catalán en la calle, reivindicó ayer no ya solo su derecho a decidir, sino su decisión por la independencia, pues, aunque las fuerzas reaccionarias crean que sus negativas, cierres y rechazos paralizan los procesos sociales, eso no es así. De este modo, el mismo pueblo que hace dos o tres años reivindicaba su derecho a decidir, en la espera, ha decidido ya y lo ha hecho por la independencia, el grito que, como el ruido de la mar llenaba ayer la Meridiana. Si el gobierno de España tuviera un ápice de dignidad, después de la Diada de ayer, debería haber presentado su dimisión al Rey. Claro que, cuenta habida de que los catalanes quieren la independencia para constituirse en República, el Rey tendría que haber presentado a su vez su abdicación al presidente dimisionario.

Esta situación desplaza el debate desde las minucias legales y reglamentarias al terreno más hondo y trascendental de la legitimidad. La revolución catalana plantea algo nuevo que no es posible contrarrestar con argumentos ordinarios, engaños o amenazas, puesto que se trata de un acto del poder constituyente, que es un poder originario, no concedido ni otorgado por nadie, inherente a la soberanía popular y que no tiene por qué ajustarse a ninguna legalidad preexistente ya que él mismo crea la suya propia.

En el caso catalán, la reivindicación independentista, mantenida con tesón año tras año en cada Diada, cada vez más masiva, más representativa de la sociedad, no se puede frenar con las estructuras caducas de un Estado ilegítimo que se fundó en la decisión arbitraria de un dictador genocida al nombrar heredero suyo a un Borbón.

No la puede frenar un gobierno corrupto, compuesto por aristócratas, reaccionarios,, franquistas y nacionalcatólicos representantes de la vieja oligarquía española centralista que lleva más de trescientos años desgobernando un conjunto de pueblos y naciones, a los que ha explotado y negado sus derechos desde siempre.

Tampoco una pseudo-oposición servil que hace causa común con los caciques franquistas apenas considera en peligro algunas de las estructuras básicas de esta dominación: el trono, el altar o el centralismo territorial.

Frente a un pueblo en marcha, que tiene plena conciencia de ser una nación en y para sí, y quiere ejercer su derecho a constituirse en Estado, como lo ha hecho la inmensa mayoría de los que lo son hoy en el mundo no sirven para nada tampoco los aparatos ideológicos tradicionales del Estado opresor. No sirven los medios de comunicación, empleados como máquinas de agit-prop y poblados por comunicadores a sueldo de la oligarquía, que los paga con dineros públicos, por supuesto, o con los que sustrae ilegalmente por su cuenta. Tampoco la Iglesia católica oficial , también mantenida con recursos de todos, creyentes y no creyentes, con sus leyendas, dogmas y justificaciones, ni con sus anatemas.

Solo podría servir hipotéticamente la fuerza bruta, el empleo de la policía o las fuerzas armadas, unas fuerzas armadas que llevan más de 300 años sin ganar una sola guerra que no sea civil y contra la propia población y que proceden de una tradición africanista de intervención militar que es una de las causas del hundimiento y la ruina de España. Pero este recurso parece hoy descartado, no porque las convicciones democráticas de supremacía del poder civil hayan calado en el generalato, sino porque la Unión Europea y los demás Estados del continente no lo permitirían, como se demuestra por la carta que treinta europarlamentarios han enviado al presidente español, previniéndole del exabrupto de su ministro de Defensa que insinuó la posibilidad de una intervención militar en Cataluña.

Esta impotencia del viejo poder español es lo que tiene a todos sus servidores a punto de un ataque de nervios y de agredirse unos a los otros. El intento de traer a Cataluña una especie de nuevo lerrouxismo anticatalanista bajo la forma ultracrítica de Podemos, fracasó en el primer mitin en que su líder pretendió dividir las familias. Igualmente la debilidad del ministro de Asuntos Exteriores de admitir una reforma de la Constitución para conseguir “un mejor encaje de Cataluña en España”, algo en lo que ya no cree nadie, tropezó con la reprimenda y correspondiente bronca del ministro del Interior, asegurando que la Constitución no se toca y que para eso están ellos a defenderla aunque, como se recordará, son los miembros del único partido que en parte votó en contra del texto constitucional cuando este se aprobó.
 
El poder de la gente decidida a recuperar su dignidad y su autogobierno es imparable.

La Diada de la revolución catalana.

Ya no hay duda de que la Diada de la independencia ha sido un éxito. Da igual si fueron 1,4 millones, como dice la guardia urbana o dos millones, según anunció el presidente de la ANC. En todo caso un gentío, de todas clases, condiciones, edades y sexos. Una movilización social histórica muy vistosa, bien organizada, con colaboración permanente de una ciudadanía ilusionada. Se planteó desde el principio como un espectáculo de masas que cautivara por su agilidad, la sincronización de movimientos, la armonía de colores y todo ello, compuesto por un montaje de varias cámaras que dan, en efecto, un espectáculo de calidad.

Los vídeos que circulan por las redes, las imágenes que reproducen los medios extranjeros, a la par que captan la atención de públicos muy diversos, son los mejores embajadores para difundir por el mundo la reivindicación nacional catalana de la independencia. Y transmiten el mensaje de una movilización popular, democrática, cívica, que aúna los movimientos sociales con la dirección institucional.

Se trata de la movilización popular de carácter reividicativo más importante en el Estado español precisamente para separarse de él y en petición de uno propio. Es llamativa  la obstinación de la izquierda por ignorarlo. El argumento de que la propuesta independentista engloba asimismo a las fuerzas de la derecha no tiene gran valor por cuanto se trata de una reividicación nacional. En este asunto de la nación, la izquierda española muestra una notable torpeza. Se opone al nacionalismo catalán pero, como no puede hacerlo en nombre del nacionalismo español, que dice no profesar,  tiene que recurrir a esta insistencia en el factor social que nadie niega. Y menos que nadie la izquierda nacionalista catalana parte de la cual, ERC, está aliada con la derecha precisamente por el factor nacional.

Ciertamente, los nacionalismos son todos iguales, pero el que lucha por emerger, por afirmarse y constituirse en Estado es de valor distinto al que lucha por mntener su propio Estado y dominar a través de él otras naciones. Y esa diferencia debiera estar clara para la izquierda. Así también la entienden los medios extranjeros, que se han hecho eco de la movilización, pero no los españoles. La Diada prácticamente no existió para las talevisiones españolas y solo TV3 la dio por entero. Las portadas de los periódicos, cerradamente hostiles, con algún probable delirio a cuenta de La Razón, pura prensa de partido a veces más papista que el Papa.

El mundo político remacha la ignorancia. La izquierda española no pareció darse por aludida y la derecha se cerró en ese juicio de que se trató de un acto electoral, previo a esas elecciones del 27. Desde luego, la Diada ha coincidido con el primer día de campaña electoral, lo cual ha servido para que la derecha y parte de la izquierda se desmarquen alegando que el acto no representa a todos los catalanes pero no se entiende bien por qué no. Que el conjunto haya estado organizado por Ara es l'hora, suma de la ANC y Ómnium Cultural no quiere decir que las demás opciones no puedan sumarse o, incluso, hacer sus aportaciones. Luego, que cada cual coree las consignas que le venga en gana

En todo caso, estas objeciones remiten a la decisión del próximo 27 en la cual ya no se discute el triunfo del sí a la independencia, sino su magnitud y, sobre todo, su naturaleza a la hora de justificar la opción de la DUI, si con mayoría de votos o de escaños, un asunto del que también nos ocupábamos ayer en El precio de los errores. Centrar el debate en este asunto revela que, en efecto, como nos maliciábamos, los resultados de los sondeos, en realidad, son mucho peores de lo augurado para el nacionalismo español. En intención directa de voto, antes de la cocina del CIS, los escaños posibles del bloque independentista son 83 (72 de JxS y 11 de la CUP) mientras que el porcentaje de votos puede escalar hasta el 53% en cuyo caso el debate sobre escaños/votos es superfluo.

Esta situación explica en gran medida por qué contrasta tanto la manifestación masiva de la voluntad popular rivindicativa y el tumulto y desconcierto que se oberva en el campo del nacionalismo español. Luego de diversos exabruptos los últimos días, desde el proyecto de reforma exprés del Tribunal Cosntitucional hasta las declaraciones del ministro Morenés, el gobierno comienza a pelearse entre sí. Con escaso sentido de la oportunidad el ministro de Exteriores propugna una reforma constitucional para dar satisfacción a las peticiones catalanas. Aparte de que tiene su guasa que la propuesta venga del titular de Asuntos Exteriores, ha despertado el enojo místico nacional del ministro de Interior que se niega a cambiar una coma del texto constitucional, como si fuera la palabra divina

En este batiburrillo, el lector disculpará si Palinuro vuelve sobre una vieja querencia. Basta con recordar cómo, a raíz de la Diada de 2012, en que ya se barruntaba la magnitud de la tormenta catalana, el presidente Rajoy se despachaba con su habitual irresponsabilidad, calificando el movimiento de algarabía. Desde entonces acá, la algarabía ha ido ganando cuerpo y hoy es un movimiento social cívico, masivo, organizado que pone en jaque la continuidad del Estado español, de cuya estabilidad lo responsabilizaron los ciudadanos, con bastante poco juicio, como puede verse. Porque no es solamente que Rajoy haya fracasado al poner coto a un movimiento que lo cuestiona y, por encima de él, el Estado que defiende, sino que lo ha agravado. Hemos pasado del vacuo "España es una gran nación" a España no es

A la vista de la Diada, Rajoy debiera presentar su dimisión al Rey. Pero como sea que la Diada preanuncia ya la victoria del bloque secesionista en las elecciones del 27 para constituir una República catalana, empieza a estar puesto en razón que el Rey abdique o, cuando menos, pida un referéndum sobre la Monarquía, que también debió celebrarse hace cuarenta años.

La independencia catalana es la primera piedra en la construcción de una república española.

Nuevo libro de Palinuro.

Es un texto introductorio a la materia, hasta cierto punto, divulgativo. Pensado para acceso a la Universidad en esta procelosa materia y también para el público interesado en general. No todo han de ser novelas históricas. Consiste en un ensayo, espero que ágilmente escrito, casi sin notas y con aparato bibliográfico mínimo (aunque con una bibliografía de profundización para uien desee mayor información sobre unos u otros temas) acerca de  los puntos cruciales de la política contemporánea desde una perspectiva teórico/empírica y sin olvidar la necesaria consideración histórica. Tiene 286 páginas de amena lectura. Sus capítulos son:
 
1º) La naturaleza de la política.-
2º) Las formas de gobierno.-
3º) La democracia: teoría y práctica.-
4º) Ideas e ideologías políticas.-
5º) Comunicación, opinión pública y comportamiento político.-
6º) El comparativismo y el orden internacional.
 
Quien desee hacerse con él puede pedirlo a la editorial, Tirant Lo Blanch  porque si espera a verlo en las librerías quizá tenga que aguardar a esos tiempos utópicos que preveían Marx y Engels, cuando el Estado quedará arrinconado en el museo de antigüedades, junto a la rueca y el huso, y la política, consiguientemente, haya desaparecido.
 
También hay edición en e-book.

divendres, 11 de setembre del 2015

El poder de la gente. La revolución catalana.



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Esto es una revolución.









El precio de los errores.

Reaparece el CIS con una oportuna encuesta publicada el día nacional de Cataluña y la obvia misión de enfriar los ardientes fervores independentistas. Muy mal han de estar las cosas para que el instituto demoscópico venga a calcar el sondeo que publicaba ayer El periódico de Catalunya y Palinuro comentaba en De sondeos y de abuelos. Muy mal en el sentido de que la mayoría vaticinada a favor de la independencia pueda ser mucho más alta. Ya la que dan y llaman "mayoría absoluta raspada" contribuirá poco a mitigar las ilusiones. Quizá lo haga más la lluvia. Solo con que caiga la mitad de lo que ha caído hoy en Barcelona, llenar la Meridiana va a requerir tesón, fuerza de voluntad y entusiasmo. Y tengo para mí que de todo eso hay mucho. Si no llueve, el exitazo independentista es casi seguro, al margen de las trifulcas de presencias o ausencias. Reina un ánimo de ahora o nunca y eso empezará a notarse en la Diada.

El pobre CIS, bajo sospecha de parcialidad a las órdenes de un gobierno que no para en barras a la hora de ingerirse en todos los órdenes de la vida, en aplicación de su peculiar sentido del liberalismo, no puede hacer gran cosa por desactivar el impulso independentista. Pero El País echa una mano con un titular cargado de intencionalidad: mayoría independentista de escaños, pero no de votos. Ojo: no de votos. Completa asimismo su carga de profundidad (por ahora) con un insólito y agresivo editorial titulado Independencia del 3% y es una pieza de ataque directo, despiadado, brutal al presidente catalán. Un escrito ad hominem tan feroz que parece de la misma "caverna carpetovetónica" del que expresamente quiere diferenciarse. Un editorial injusto por dos razones:

Primera, porque se obstina en presentar el movimiento independentista como una maniobra personal de Mas, como unaa argucia para impedir que se le investigue, se depuren responsabilidades, etc., y no como lo que es, un movimiento social partidista y no partidista, cívico, transversal, pacífico, democrático y masivo. Lo cual implica que, para el editorialista, en su ciega soberbia, miles, cientos de miles, quizá millones de catalanes son estúpidos borregos a quienes un hábil tramposo estilo Hamelin lleva hacia el precipicio , como dice Duran, sabedor quizá de que el primero en despeñarse será él, pues Unió seguramente no tendrá representación en el Parlamento.

Segunda, porque esa misma crítica y acusación puede hacerse a Rajoy, el PP y el gobierno, literalmente carcomidos por la corrupción, con Bárcenas, Gürteles, Púnicas, Bankias, etc., etc. Pero, que se sepa, ni El País ni nadie en España y menos que nadie la oposición se ha puesto tan exigente con ellos como con Mas. Ni El País ni la oposición mayoritaria han pedido la dimisión de Rajoy y mucho menos una moción de censura. Es una diferencia de trato tan discriminatoria que resulta vejatoria.

Pero el grueso del ataque unionista no está en este tipo de acusaciones de poco vuelo. El fondo de su crítica, lo que se propone como base de argumentación a la hora de ir contra el independentismo, es la reseñada diferencia entre escaños y votos. Estas elecciones, dicen los unionistas, no son un plebiscito, en donde todos los votos valen igual. Los independentistas hacen trampa al presentar unas elecciones ordinarias (con escrutinio según el sistema electoral) como un plebiscito porque en las elecciones no todos los votos tienen el mismo peso. Argumento ciertamente atendible. Y hay más: como las elecciones son normales, no plebiscitarias, no se puede tomar como criterio para una posible DUI el número de escaños. Hay que tomar el de votos.

Es un poco paradójico: si se quiere la DUI hay que tener una cantidad de votos superior al 44%. Puede ser. De todo cabe hablar, pero es imposible olvidar que el independentismo ve estas elecciones con ánimo plebiscitario porque el gobierno, de acuerdo en esto con la mayor parte de la oposición, casi todos los medios de comunicación y el resto de aparatos del Estado no le dejaaron hacer un referéndum, como se venía pidiendo de tiempo atrás. El referéndum de Escocia, una situación análoga a la de Cataluña, demostró que no hay razones válidas para negar el ejercicio del derecho de autodeterminación a un pueblo, una nación.

Si ese referéndum se hubiera celebrado en su día en unas condiciones pactadas, es casi seguro que un 44% de apoyo a la independencia hubiera sucumbido ante un porcentaje mayor de unionismo. Pero el referéndum (que, muy probablemente habrá que hacer al final) se prohibió y ahora lo que decide no es el porcentaje de votos sino el de escaños.

La prohibición fue un error, por decirlo suavemente.

Y los errores se pagan.

El paso de los pueblos.

Con tantos acontecimientos públicos, tan intensos y en los que tiene uno que implicarse por ser hombre de este tiempo, llevo una  temporada sin subir posts de temas que no sean políticos. Pero eso no quiere decir que haya descuidado esta vertiente palinúrica. Solo ha pasado a un segundo plano por necesidades del momento. Sin embargo he ido acumulando material que aflorará a medida que el torbellino del día a día lo permita. Y esta es una buena ocasión: aprovechando la calma chicha inmediatamente anterior al estallido reivindicativo de hoy con la Diada catalana, aprovechamos para hacer una visita a las ruinas grecorromanas de Empùries, Ampurias en español, muy cerca ya de la frontera con Francia. Casualidades del destino, uno de los mosaicos de la ciudad griega de la segunda época, la que el primer director de las excavaciones en 1908, Puig i Cadafalch, bautizó como Neapolis para distinguirla de la más antigua, Palaiopolis, muestra la escena homérica del sacrificio de Ifigenia en Aúlide. Lo consideré premonitorio porque, como se recordará, el sacrificio de Ifigenia es el tributo que Artemis exige a Agamenón para que termine la calma chicha que impedía zarpar hacia Troya a la flota de los argivos.
 
Hacía un día estupendo, soleado, el cielo azul, la mar añil, casi nadie en las excavaciones, que, por cierto, aún no han concluido ni lo harán en mucho tiempo, propiciaban la meditación y el ensueño. Los extensos y silenciosos recintos que albergan tan variadas ruinas, con sus murallas ciclópeas y los restos de sus tres ciudades, las griegas y la romana, en un paísaje de arenisca, granito y coníferas, asomado al golfo de Rosas, hablan a través de las piedras, las avenidas, los altares, los templos, los foros y los abundantes restos de construcciones industriales, comerciales. Porque eso fue desde el principio Emporión, esto es, "mercado", un asentamiento griego del siglo VI a.d.C., similar a los otros del litoral occidental del Mediterráneo, como Marsella o Hemeroskopeion, hoy Dénia. Emporión llegó a ser tan importante que se quedó como propio el nombre común de emporio y así lo recogieron luego los conquistadores romanos.
 
Por Ampurias pasaron muchos pueblos. Los que se asentaron en primer lugar en una zona que ya estaba poblada por indígenas indigetes (la única que paradójicamente sigue habitada hoy día como San Martí d'Empùries), esto es, los fundadores de la colonia, fueron comerciantes focios, provenientes de la próspera Focea, en el Asia Menor. De los focios, que prácticamente desparecieron cuando Lidia fue conquistada por los persas, decía Herodoto que fueron los primeros navegantes. Y la prueba está en Ampurias, a donde llegaron desde el otro extremo del Mediterráneo.
 
Las excavaciones han sacado a luz no solo los planos de las ciudades y diversos edificios cuyo uso todavía esta pendiente de explicación, sino buena cantidad de piezas de todo tipo, ajuares, utensilios de cocina, ánforas, crateras, monedas, armas, etc que atestiguan del esplendor de una colonia de comerciantes muy influida por los cartagineses y en tratos frecuentes con los tartesios, los etruscos, los demás griegos, los egipcios, etc. Toda esta riqueza se exhibe en un museo aledaño bien provisto que asimismo alberga la estatua de Asclepios, la más importante del conjunto que debía de encontrarse en los restos del templo que, al parecer, se edificó sobre otro dedicado a Artemis y de ahí, claro, el mosaico de Ifigenia.
 
Durante la segunda guerra púnica, los romanos conquistaron Ampurias con el fin de romper la retaguardia del ejército de Aníbal, que había invadido Italia. Lo hizo Cneo Cornelio Escipión Calvo, el de la "pira de Escipión". Más tarde, a raíz de una sublevación de los indígenas, Roma mandó una fuerza expedicionaria que la sofocó y se asentó definitivamente, dando origen a la ciudad romana. Desde Ampurias, Roma comenzó la conquista de toda Iberia. La antigua Emporión focia fue la puerta de la romanización de la península.
 
Llegaron  luego los visigodos, de los que hay algunos, pocos, restos, los árabes y finalmente los cristianos que construyeron algunas iglesias medievales una de las cuales, convenientemente desacralizada, alberga el museo de Ampurias. 
 
Merece la pena pasar unas horas en un lugar en el que durante más de 2.500 años han vivido, comerciado, guerreado y creado tantos pueblos con tantas tradiciones. Serena el ánimo y lo contenta. 

(La imagen es una foto de ikimedia Commons, bajo licencia GNU).

dijous, 10 de setembre del 2015

De sondeos y abuelos.


Para sentar plaza de ponderado y evitar acusaciones de partidismo, traigo dos sondeos diferentes publicados ayer mismo. De aquí al 27 de septiembre, cuando se celebren esas elecciones autonómicas absolutamente normales pero de las que están pendientes desde el Congreso de Washington hasta el de Noruega, se publicarán muchos más, habrá más proyecciones y todo tipo de vaticinios. En estos dos se dan discrepancias y coincidencias. El primero es de El Periódico de Catalunya, un periódico serio pero nada partidario de la independencia. Según sus cálculos, como puede verse, el bloque del sí (Junts pel Sí y CUP) consigue mayoría simple o, más probable, mayoría absoluta raspada, pero mayoría de escaños. No he visto que haya cálculo de votos. Los demás sufragios se reparten entre C's, Catalunya Sí Que Es Pot (a la que Twitter ha rebautizado en broma algo surrealista como QWERTY), el PSC, el PP y Unió. Con una distribución que coincide más o menos con los cálculos de los analistas más informados y menos partidistas. C's sube como la espuma, QWERTY encaja un resultado ligeramente superior al tradicional de ICV-EUiA, los socialistas pierden un tercio y los del PP se quedan en la mitad de su representación actual, quizá para compensar por el gran aumento de talla de su candidato. Lo dicho, predicciones más o menos razonables.


El otro sondeo es de El Punt Avui, un diario digital también serio, pero independentista. Discrepancias y coincidencias, decíamos. Coincidencia: también El Punt Avui prevé mayoría independentista. Discrepancia: la mayoría es absoluta, entre 73 y 80 escaños, más que suficiente, según algunos, para proclamar una DUI inmediata. Tampoco veo predicción en porcentaje de votos. Y es importante. En todo caso parece seguro que habrá mayoría independentista. De los porcentajes se hablará el 28 de septiembre. Los demás sufragios se reparten también de forma razonable pero con variantes o discrepancias muy curiosas en comparación con el del Periódico. Este sondeo rebaja notoriamente los escaños de C's y algo los de QWERTY, mientras que otorga dos o tres escaños más al PP, seguramente restados de C's.

Otra coincidencia llamativa es que desciende el apoyo a los dos partidos dinásticos españoles, PP y PSOE.  Es decir, los dos partidos nacionales consolidados suman entre 17 y el 22,2 por ciento de los escaños. Los dos bloques del temido "bipartidismo" español son partidos casi testimoniales en Cataluña, cosa que muchos atribuyen a que, en definitiva, Cataluña no es España. Los resultados de las elecciones de 27 de septiembre van a condicionar los de las generales de diciembre, se quiera o no. 

El aumento, mayor o menor, de votos a C's parece confirmar la tesis de que se trata de una formación local. Su reto, por tanto, no está en estas elecciones, en las que se alza segundo en votos, sino en las generales españolas de diciembre, a ver si consigue superar el handicap de mostrarse como un partido catalán. En todo caso, tanto en estas elecciones como en las de diciembre, los movimientos osmóticos más intensos parecen ser entre el PP y C's, los dos partidos de la derecha, una más antigua y otra más aparentemente moderna. 

El magro vaticinio de QWERTY, en definitiva, de Podemos, sí que plantea un problema serio con vistas a las elecciones de diciembre. Si, después del espectáculo ofrecido con las alianzas y desalianzas entre IU y Podemos, el resultado de QWERTY es igual al de ICV-EUiA en 2012, quedándose en el nivel de operatividad de aquella, sonarán campanas a rebato en la formación de los círculos. Habrá un panorama nada tranquilizador en la lonja de la confluencia en el conjunto del Estado en donde Podemos se enfrenta a la petición de una plataforma unitaria con una cabeza elegida en primarias que muchos quieren que sea Garzón. En Cataluña, Iglesias se juega su liderazgo en España, quizá su misma permanencia en la política activa. 

Podemos es un proyecto muy personalista y, visto el riesgo, su plana mayor se instala en el Principado, a apoyar al líder. Este ha entrado en campaña antes de la campaña como un ariete o un elefante en una cacharrería. El hilo argumental esencial es el consabido: soslayar la cuestión nacional, no enredarse en la autodeterminación y menos en los calendarios para implementarla, ignorar el carácter de movimiento social del independentismo, cosa tanto más sorprendente cuanto que Podemos se gloría de ser la consecuencia de otro movimiento social, el 15M. Toda la inquina se descarga en Mas y con un paralelismo recurrente: hay que votar para echar a Mas y a Rajoy. No hace falta decir que también para meter a Podemos y sus candidatos. Hay que centrarse en la corrupción y no salir de ahí. Mas y Rajoy. Más igual a Rajoy. No sé si habrá alguien en Cataluña, por izquierdista que sea que no dé un respingo al escuchar esta equiparación tan patentemente falsa e injusta. Es el tipo de comparación que empuja a la gente hacia Mas. Basta con que se compare el índice de aprobación de Rajoy con el de Mas y, ya de paso, que se mire también el del propio Iglesias en Cataluña.  

Junto a la táctica de la amalgama, asoma la oreja un discurso muy peligroso, con tintes de lerrouxismo que ya tiene encendidas las redes: el llamamiento a los habitantes de Cataluña con padres andaluces y/o abuelos extremeños para votar contra Mas y Rajoy. O sea, en román paladino, en contra de la independencia. Lo de Rajoy se tratará en otro momento. Dicho en términos llanos, es un discurso a los votantes españoles para que voten en clave española, en contra de la secesión. Tu patria no es la tierra que te acogió a ti o a tus antepasados sino que es la tierra que os echó o ti o a tus antepasados. Siempre he considerado agudísima la idea de Kant de que España es "una tierra de antepasados". A la vista está. Al menos para los españoles que van a Cataluña a defender la patria española. David Fernández ha explicado a Iglesias que se puede ser de Zamora y votar la independencia de Cataluña sin demérito de los antepasados. Claro que se trata del mismo Fernández que cometió el grave error de ir a abrazarse con el infame Mas sin preguntar antes a Podemos si se le daba permiso.

No está nada mal pensada la idea de que Podemos debe reñirle la clientela a C's. Mira tú por dónde arrebatarle el segundo puesto en el resultado final puede ser una buen trampolín para ir luego a las generales teniendo a Garzón a raya. Los discursos de ambas formaciones "emergentes" se parecen. Lo que no tengo claro es cómo lo justificará Podemos ante sus seguidores de izquierda salvo que sean mayoritariamente de la doctrina de que la izquierda y la derecha son bolas de trileros.

Podemos pide a los españoles residentes en Cataluña que voten pensando en sus abuelos; Súmate y otros, que lo hagan pensando en sus nietos.

dimecres, 9 de setembre del 2015

Entrevista sobre la cuestión catalana


Vaya, hombre, para una vez que salgo medio aceptable en la foto es una entrevista en un idioma que casi nadie entiende: neerlandés. El periódico, Het Financieele Dagblad es una publicación holandesa de temas financieros y, por tanto, grave, seria y muy conservadora. Ha sido un puntazo que el corresponsal, Lex Rietman, haya colocado una entrevista con un peligroso radical que apoya a los acratazos de la CUP. 


A mí no me hace falta traducción porque sé (o creo saber) lo que dije y, con ayuda de mi alemán e inglés, algo me entero del contenido. A quien le haga falta, que le pase el Google traductor. No es que dé un resultado en castellano cervantino, pero es bastante mejor que los prospectos de los medicamentos y las instrucciones de motosierras y se entiende bastante bien.

En la entrevista tratamos la cuestión histórica, que nos ha traído hasta aquí, pero las exigencias de la redacción han obligado a concentrarnos en los aspectos de la llamada "rabiosa actualidad". 

Soldados, clérigos y veedores.


La cuestión catalana ocupa hoy el primer plano de la actualidad. Los dirigentes políticos pasan media vida haciendo precampaña en Cataluña y dentro de poco pasarán la otra media haciendo campaña. Las portadas de los periódicos son monotemáticas, amenazando al Principado con los fuegos del infierno o con la evasión de capitales, según sean medios reaccionarios o progresistas. Las televisiones y las radios no paran de entrevistar a nacionalistas, sobre todo españoles, y de tertuliar con contertulios de la misma querencia. Solo se habla de Cataluña.

Quién iba a decirlo cuando hace tres años, Rajoy calificaba de algarabía la Diada de 2012 y los debates versaban sobre el régimen del 78, la crisis, la corrupción. Hasta de Grecia había tiempo de hablar. Ahora todo es el debate secesionismo/unionismo.

Los soldados. Las declaraciones del ministro de Defensa, Morenés, de que el Ejército no intervendrá en Cataluña si “todo el mundo cumple con su deber” han soliviantado los ánimos nacionalistas. Seguramente, la reacción le parecerá desmesurada a este aristócrata; digna de plebeyos. Y a primera vista tiene razón, pero no a segunda. El hombre contesta a una pregunta directa sobre cuál sería la reacción de las FFAA en caso de una DUI. Si todo el mundo cumple con su deber, etc. No va a quedarse callado. Dice, pues, lo que parece de Perogrullo: si no hay razón, el ejército no interviene. Pero, ¿quién decide si hay o no razón? Su respuesta tuvo que ser: en caso de DUI, las FFAA harán lo que diga el gobierno, pues están a sus órdenes. Pero no lo dice porque tiene una mentalidad militarista, como todos estos franquistas confesos, inconfesos y hasta apóstatas del gobierno. Ya sabemos, pues, que el ejército puede decidir por su cuenta. No está mal para una democracia consolidada.

Los clérigos. Apenas se oye hoy hablar de las dos monjas que se implicaron en el proceso: Forcades y Caram. Supongo que el Vaticano habrá ordenado bajarles el tono. El conjunto del clero y la Iglesia como jerarquía están callados. Sin duda, muchos párrocos y curas de aldea son independentistas. También se acercan los benedictinos de Montserrat, aunque de estos ya se sabe que son siempre la avanzadilla de la rebeldía. Otros, en cambio, son cerradamente unionistas. El párroco de Argentona, pedía ayer en un sermón que no se vote a partidos independentistas porque propugnan el aborto, entre otras monstruosidades. Algún que otro clérigo, en concreto un polaco, considera que la posición cerradamente unionista de la Conferencia Episcopal Española es inmoral. Será inmoral, pero es. Los obispos españoles no quieren oír hablar de separación de sus diócesis catalanas. Presididos hasta hace unos meses por Rouco Varela, un integrista nacionalcatólico de la más rancia estirpe, han dejado claro su acendrado nacionalismo y prefieren que no se hable demasiado del asunto. Saben que el Vaticano es una empresa de dos mil años que se ha mantenido gracias a su refinada diplomacia. Si, en algún momento el reconocer la independencia de Cataluña reporta beneficios, Cataluña será reconocida y los obispos españoles refunfuñarán pero se callarán. No obstante, queda algún tiempo hasta tal situación. Mientras tanto, aunque son contrarios a la secesión, también se callan.

Los veedores. O encargados de la tercera vía. Es población civil que ahora se organiza en una plataforma social no partidista con ánimo de promover una salida negociada al conflicto, pilotada por ellos con sus propuestas. Entusiastas se han sumado cinco secretarios generales del PSOE, González, Almunia, Zapatero, Rubalcaba y Sánchez, con dos expresidentes del gobierno y uno que quiere serlo, presidente, claro; no ex. Este grupo incluye asimismo a los de Catalunya sí que es pot, esto es, Podemos y sus compañeros de viaje. No en su forma pero sí en cuanto a sus objetivos. Todo son fórmulas de tercera vía. 

El argumento de la tercera vía tiene la fuerza del realismo y la experiencia. Supone que, en todo conflicto polarizado, la mayoría se inclina por el centro, el pacto, la negociación, la componenda porque los extremos asustan. Seguramente será así, pero con una condición: que quienes deciden tengan claro qué proponen los dos extremos y los del medio o la tercera vía. Y ahí reside el problema, en que la tercera vía no está definida. Los cinco veedores del PSOE no han pasado de invocar un vagaroso federalismo mucho menos preciso que la Icaria de Cabet. Los del proceso constituyente de Podemos, hacen depender su posición en asuntos catalanes de una inverosímil reforma de la Constitución española. En ambos casos alambicadas construcciones envueltas en brumas.

Enfrentados a tres opciones, un claro y rotundo "sí", un claro y rotundo "no" y una tercera opción, confusa e imprecisa, lo más probable es que los votantes se decanten por las dos primeras con un cálculo de costes-beneficios muy fácil de entender: si ganamos, ganamos; y, si no ganamos y hay que negociar, mejor hacerlo en una posición de fuerza. 

O sea que, si los soldados no hacen falta y los clérigos están callados, los veedores no ven gran cosa.

dimarts, 8 de setembre del 2015

Todos contra Mas.


Habiéndose dado cuenta por fin el nacionalismo español de que el reto soberanista catalán (como dice la prensa) va en serio, que es el problema más grave hoy en España, arrecia en sus andanadas para resolverlo a su tradicional manera, o sea, por las bravas. El frente unionista comparte táctica. Todos fingen ignorar el carácter popular, masivo, transversal del independentismo y se concentran en atacar a Mas con saña. Tanta que cualquier observador con sentido del fair play se siente obligado a intervenir, aunque, como es el caso de Palinuro, no simpatice en absoluto con las posiciones del president en materias sociales, económicas, políticas. Los ataques son tan desmesurados que cabe preguntarse si se deben solo a la ignorancia o incluyen mala fe.

Celia Villalobos, según dice El Mundo asimiló a Mas con Franco. No sé si el verbo "asimilar" es muy correcto aquí pero la comparación es un dislate que hace dudar de si la señora sabe lo que dice. Si Felipe González insinuó un simil nazi-fascista (omitiendo astutamente el franquismo) del que hubo de desdecirse en veinticuatro horas, Villalobos completa el trío, señalando además, expresamente, que Franco era un nazi y un fascista, por si alguien no lo sabía. El dislate alcanza tonos flamígeros cuando se recuerda que Franco era el jefe del fundador del partido en el que milita con gran brillantez y aprovechamiento la señora Villalobos. El mismo Franco cuyo nombre se niega a quitar de las calles el PP, el partido de la doña. Esta, por lo demás, con su gracejo andaluz, espera que sus paisanos no tengan que traer un pasaporte extranjero al visitar a sus parientes en el Sur. Está bien aligerar un poco el hierro y el fuego de la batalla dialéctica. En ese mismo espíritu liviano alguien recordará a la diputada del PP que los países que estamos en el acuerdo de Schengen no pedimos pasaportes en nuestras fronteras.

Pedro Sánchez, de visita de masas en Tarragona, en apoyo a Iceta, ha entrado en faena por el flanco sentimental afirmando que él se siente catalanista. No hay nada como tocar la fibra al personal. Suena aquí aquel histórico Ich bin ein Berliner de J. F. Kennedy en 1963, ante el muro de Berlín. Salvando las distancias. Y los tiempos. Y los sentidos. Y las figuras. A continuación, el catalanista Sánchez, economista de formación al fin y al cabo, especifica que su catalanismo no es el del 3% y vincula directamente a Mas y Pujol con la corrupción. Resumen por el momento: Mas es como Franco y, además, un corrupto del 3%. Eso del 3% lo sacó el socialista Maragall hace como doce años, pero no dio lugar a acción alguna de ningún tipo, político, judicial o mediático. Ahí se quedó, como los murciélagos en hibernación, hasta ahora, cuando la policía anda registrando sedes de Convèrgencia y, según informes, recogiendo pruebas. De lo que no parece que haya ninguna es en contra de Mas. Si el ministerio del Interior abrigara el barrunto de la sospecha en forma de intuición, de corazonada, aunque fuera en diferido, de que Mas tuviera algún asuntillo, por nimio que fuera, ya habría montado el operativo mediático pertinente. Pero nada de nada. Júzguese con ello de la nobleza de la insinuación de Sánchez.

Pablo Iglesias levanta el alza del arma y apunta más arriba, a la legitimidad del presidente Mas, con una pregunta que lo pone en cuestión y de paso toda la teoría política democrática: ¿quién se ha creído que es para representar a un pueblo? Es verdad que, luego, con la facilidad con que se desciende de los cielos al fango, vincula a Mas con las cuentas en Suiza, muy en línea con las acusaciones -y las mismas pruebas inexistentes- que hacen los otros unionistas españoles. Más de lo mismo, por supuesto. Calumnia, que algo queda. Pero lo más disparatado del dirigente de Podemos es la pregunta por la legitimidad de Mas. Atiéndase a la respuesta ofrecida por el mismo orador: "los pueblos se representan a sí mismos". Una frase rotunda, con voluntad de permanencia pero que, como todas las de este jaez, es un absurdo: los pueblos no pueden representarse a sí mismos porque no habría dualidad entre representante y representado. Quizá lo que debamos entender es que los pueblos se presentan a sí mismos. Y no sé si esto es algo inteligible en política.

Supongo que Mas cree que es el representante del pueblo catalán porque así lo decidió la mayoría de los votantes y, en teoría democrática, una vez elegido por mayoría, el representante lo es de todos, incluidos quienes no lo han votado. Pero lo fantástico de negar la legitimidad de Mas es la ignorancia supina que destila respecto a la cultura política catalana. A diferencia de España, en Cataluña, la figura del MH es muy respetada. Podríamos hablar mucho de esto pero no ha lugar. Los catalanes se identifican más con sus instituciones y las personas que las encarnan que los españoles con las suyas. El apoyo y el respeto a la figura del presidente, sigui el que sigui, es muy superior a su círculo de votantes. Empeñarse en desactivar el independentismo catalán atacando personalmente al presidente al que respetan y apoyan no solo los independentistas sino también muchos catalanes que no lo son demuestra un grado de obcecación que recuerda el método en la locura de Hamlet.

Si, frente al independentismo catalán, el nacionalismo español no sabe hacer nada mejor que atacar a Mas y hacerlo con tal falta de estilo, el día 27 de septiembre va a llevarse un disgusto.

Estirpe de ladrones.


Entre las numerosas tonterías que ha dicho a lo largo de su vida Mariano Rajoy, el de los sobresueldos, ocupa lugar destacado un articulillo publicado en 1983 en El faro de Vigo, titulado Igualdad humana y modelos de sociedad en el que, entre otras cosas, sostenía que "los hijos de buena estirpe" destacan sobre los demás, o sea, que no son iguales al resto de los humanos, y que tamaña necedad estaba confirmada por la ciencia. Dado que el de "estirpe" no es un concepto científico sino que pertenece al ideario (por llamarlo de alguna forma) racista, tomémoslo en su sentido prístino: abolengo, raza, casta, etc. Si alguna casta hay en este país de pícaros y mangantes, es la de los ladrones.

Los tribunales de justicia acaban de condenar al delincuente Díaz Ferrán a cinco años y medio de cárcel por chorizo. Al expresidente de la CEOE, hasta ayer un prohombre, un ciudadano ejemplar que se permitía amonestar a los trabajadores con consejos calvinistas mientras él les robaba sus salarios. Un hombre que se codeaba con los políticos con mando, amigo íntimo de Esperanza Aguirre, a quien, claro está, consideraba cojonuda, calculen ustedes por qué, y muy bien avenido con el hombre de los sobresueldos. Pura estirpe. La de los dos.

La afición de Rajoy por la estirpe de ladrones es profunda y de larga data. Hay fotos suyas confraternizando muy contento con la miríada de ladrones que han pasado y siguen pasando por su partido: con el delincuente Matas, el delincuente Fabra, los presuntos delincuentes Bárcenas, Rato, Camps, etc., etc. No hay miembro del PP más o menos identificado como ladrón que no tenga pruebas gráficas del apoyo y el aliento de Mariano Rajoy, el de los sobresueldos.

Sí, la estirpe da para mucho. La estirpe de ladrones que lleva veinte años saqueando este país valiéndose para ello de una organización de presuntos malhechores a la que llaman partido político y a la que el juez sienta ahora en el banquillo como responsable civil subsidiaria de los delitos del mafioso Bárcenas. Y el responsable político de esta organización de mangantes, el hombre de los sobresueldos en La Moncloa, ahí seguirá, sin dimitir, como si esto fuera un país normal, el gobierno un gobierno en serio y el Parlamento un parlamento de verdad y no una cuchipanda de franquistas y ladrones que nadie en el extranjero puede tomarse en serio.

Por fortuna para ellos, cuentan con una oposición mayoritaria del PSOE, tan acobardada y sumisa que, más que oponerse, coadyuva al mantenimiento de esta burla sistemática a la ciudadanía. 

dilluns, 7 de setembre del 2015

Llega la equidistancia.


Acabo de leer un interesante artículo de Jordi Évole en El Periódico de Catalunya titulado Trampas. Es un escrito ponderado, conciso y claro que expone un punto de vista muy digno de tenerse en cuenta. El título se refiere a las trampas que hacen los dos bandos hoy enfrentados en la cuestión nacional, el nacionalismo español y el nacionalismo catalán. Unos y otros, dice Évole, hacen trampas.


Desde luego. La política no es un lance según las reglas de la moral caballeresca, en la que las trampas están prohibidas. Antes al contrario, en el enfrentamiento schmittiano entre amigo/enemigo, las trampas son frecuentes. La cuestión no es si hay maniobras, juego sucio, golpes bajos; la cuestión es qué actitud adoptamos frente a ellos. Únicamente los fanáticos y sectarios sostendrán que los "suyos" no hacen trampas sino solo los otros, los adversarios, los enemigos. El resto de los mortales sabemos que tan trampas son las de los unos como las de los otros. Se abre aquí, en esta oportuna observación, la vía para optar a la actitud de la neutralidad o la equidistancia en un conflicto. Pero, aun suponiendo que haya equidistancia sincera en los conflictos políticos, que suelen ser morales, esta deberá tener en cuenta la diferencia que pueda haber en cuanto a la naturaleza y el impacto de las trampas.

Évole cita las más obvias a que recurre el nacionalismo español y las del nacionalismo catalán y matiza que son de dimensiones distintas. Sí, en efecto, muy distintas. Completamente desproporcionadas. El nacionalismo español cuenta con el gobierno, con sus aparatos represivos (policía, tribunales, fuerzas armadas) y sus aparatos ideológicos, (medios de comunicación y sistema educativo, clero católico); cuenta asimismo con los poderes fácticos de la empresa y la banca y con la complicidad del ámbito internacional, que es interestatal. Su poder es inmenso y las trampas a su alcance mucho mayores de lo que pueda soñar el nacionalismo catalán. No hay ni color. Equiparar en competencia tramposa el gobierno de La Moncloa y el de la Generalitat es igualar una chinche con un hipopótamo. Más claro y sin tapujos: Rajoy puede meter en la cárcel a Mas (y de hecho, parece estar intentándolo) y Mas a Rajoy, no. Es lo que se llama asimetría y, en términos más humanos, desigualdad de oportunidades. Ser equidistante entre desiguales tiene sus problemillas. 

Además de calibrar el empaque de las respectivas trampas es obligado averiguar qué reacciones suscitan en ambos campos. No es frecuente que los nacionalistas españoles critiquen las trampas que se hacen en su nombre. A veces, si son muy disparatadas, casi dictatoriales, como esa reforma de la ley del Tribunal Constitucional, se elevan voces de protesta. Pocas y esporádicas. La crítica a las trampas del nacionalismo catalán desde sus propias filas son, en cambio, más frecuentes. El mismo Évole es muestra de ello, pues si bien no está claro si es o no partidario de la independencia, sí se declara a favor del derecho a decidir y en forma de un referéndum. Y critica las trampas de la Generalitat, dando carta de naturaleza de este modo a una especie de equidistancia.

Una trampa es obvia, en línea también con la que señala El País de ayer en un insólito editorial en contra de Mas, denunciando que este no diferencia entre sus funciones institucionales y las partidistas, ideológicas, independentistas. Pero eso es exactamente lo que sucede con todos los gobiernos en España, lo que sucede con Rajoy desde el primer momento de su mandato. ¿Por qué es vituperable en Mas lo que no lo es en Rajoy?

La trampa mayor, a juicio de Évole, lo que más le preocupa, es el empeño en convertir unas elecciones autonómicas ordinarias en un plebiscito. Y no le falta razón al decir que la mecánica electoral, admitiendo matices, no es la plebiscitaria, que no los admite. Los independentistas han convertido unas elecciones ordinarias en un plebiscito y con ello restan libertad a la gente, libertad de elección. O sea, libertad a secas. Lo que corresponde ahora es averiguar por qué y si lo han conseguido.

El porqué. Los nacionalistas llevan años pidiendo un referéndum de autodeterminación. Referéndum que se les ha negado siempre con un aluvión de consideraciones de todo tipo que, al final, han  ido disipándose como las brumas del amanecer después del referéndum escocés, quedando reducidas a la muy somera de que los catalanes no pueden hacer un referéndum porque no. Hicieron entonces la consulta del 9N, dándole ese nombre porque el de referéndum lo tenían prohibido. Finalmente, dan en llamar elecciones plebiscitarias a las del 27 de septiembre. Y es así porque no les dejan hacer un referéndum. Con todo, queda claro que la condición de "plebiscitarias" viene dada porque el referéndum, al que todos los partidarios del "derecho a decidir" aspiran, es imposible. Los gobiernos de Madrid nunca lo permitirán. 

El efecto. Llamar elecciones "plebiscitarias" a las del 27 de septiembre no significa que lo sean de derecho. Ni lo pretenden. Es un punto de vista, una opción del bloque del sí a la independencia que tampoco se presenta unido ya que tiene dos candidaturas. En función de esta interpretación perfectamente subjetiva, el bloque del sí considera que la elección es plebiscitaria porque todo lo que no sea "sí" lo contará como "no". Pero esto es un juicio, una opinión, un criterio. Las demás opciones que no son el bloque del sí no se consideran a su vez como un bloque. El PP, Ciudadanos, el PSC y Catalunya sí que es pot, comparten algunos aspectos pero menos de los que los separan y, de hecho, parecen ir a las elecciones cada uno por su cuenta. En esa medida, estas elecciones no serán plebiscitarias puesto que se votarán matices. 

Justamente esa es la base de la crítica de Évole. ¿Cómo van a ser plebiscitarias si lo que cuentan son los escaños? Por supuesto, los escaños y los votos, como en todas las elecciones. Y ello obligará a llegar a algún tipo de pronunciamiento sobre qué porcentajes de unos y otros legitiman una DUI. En tanto no tengamos las cantidades no es muy útil regatear porcentajes.

Pero sí se puede ir a la cuestión de fondo sobre si es admisible leer en clave plebiscitaria (en realidad, de referéndum) el resultado de unas elecciones autonómicas ordinarias. Si la respuesta es "no", nos podemos encontrar con la paradoja de una mayoría parlamentaria de partidos independentistas pero que no pueden implementar sus programas y que, en consecuencia, no sirven para nada. Porque, en caso de que los hicieran servir, tendrían que poner en marcha un proceso constituyente y, en consecuencia, cambiar retrospectivamente la naturaleza de las elecciones autonómicas ordinarias.

Pero eso ya pasó una vez en la historia reciente. La Constitución de 1978 fue elaborada por unas Cortes que no se habían elegido como constituyentes sino como Cortes ordinarias mertamorfoseadas luego en constituyentes. Algo similar a lo que planea hacer el Parlament si cuenta con mayoría independentista. 

En un conflicto tan desigual, tan desproporcional, la equidistancia entre una gente que quiere votar y decidir su futuro y otra que no le deja no es justa.

La primera imagen es una foto de Artur Mas Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons. La segunda, otra de Mariano Rajoy también en  Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 6 de setembre del 2015

La desgracia de España.


Es un triste sino que en el momento probablemente más grave de su historia reciente, a las puertas de un crisis que puede acabar con su existencia, España esté gobernada por un tipo suma de todos los vicios y defectos personales de los seres humanos y de los gobernantes españoles de la peor especie; un tipo mendaz, intelectualmente nulo, desconfiado, sin escrúpulos, corrupto, fanfarrón, embustero, falso, ignorante y rencoroso.


Su tarea ha sido destrozar el país que recibió, aniquilar su Estado del bienestar, destrozar la sanidad y la educación pública, desmantelar los derechos de los trabajadores para que aumente la tasa de beneficio del capital, paralizar la administración, descapitalizar y destruir los servicios públicos para privatizarlos después, dejar desasistida a la población dependiente, enviar a los jóvenes a la emigración, saquear la hucha de las pensiones y dejar a los jubilados actuales o próximos sin futuro.

Y todo ello mientras tanto él como sus compadres de partido se han enriquecido cobrando sobresueldos o saqueando las arcas públicas durante años a través de una serie de delitos, desde la apropiación indebida a la malversación de caudales públicos, falsedades y todo tipo de latrocinios en el reinado de la corrupción. Un gobierno y un partido repletos de enchufados, corruptos y presuntos delincuentes, muchos de los cuales, pero no todos ni como debieran, están desfilando por los juzgados. 

En numerosas ocasiones de su triste historia España ha estado gobernada por estúpidos, incompetentes y ladrones. Pero no me parece que jamás se haya dado una confluencia como la actual, con una asociación de presuntos malhechores dotados de un poder ilimitado, producto de su mayoría parlamentaria absoluta. Un gobierno protegido además por una batería de medios públicos y privados, todos ellos a su incondicional servicio y repletos de comunicadores pagados con dineros públicos para mentir, provocar, falsear y distorsionar sistemáticamente la realidad.

La esperanza de estos sinvergüenzas, heredada de la época dorada de la dictadura, que es el régimen que añoran, es que, al haber controlado todos los medios de comunicación y no tener reparos a la hora de adoptar leyes represivas y autoritarias que impidan la crítica, la protesta, la libertad de expresión cuenten con impunidad y puedan salirse con la suya. La idea es presentar una realidad falsa y como recuperación del país lo que no es otra cosa que su hundimiento.

Cuentan con la inestimable ayuda de una oposición mayoritaria, socialista que, más que oponerse, coadyuva al desastre porque por omisión, dejadez o incompetencia, no es capaz no ya de controlar los desmanes de este gobierno franquista sino de elevar la voz crítica. Una oposición que, en el fondo, es cómplice, que lo fue con Rubalcaba y lo es en mucha mayor medida con este Sánchez, incapaz de presentar una moción de censura a un gobierno que ha destruido el país y que, en el colmo del dislate, se apresta a aprobar los presupuestos del Estado prácticamente sin debate para que le dé tiempo a convocar elecciones en las vacaciones de Navidad y eso si las convoca. 

Porque si el gobierno es una vergüenza según todas los usos del Estado democrático de derecho, la oposición del PSOE no le va en zaga.

Y justo en el instante en que un movimiento independentista fuerte como jamás ha cuajado en Cataluña, bajo la dirección de unos partidos y grupos que han tenido la sabiduría y la decisión de aunar esfuerzos para desvincularse de este Estado español, incapaz de modernizarse, hacer frente a la crisis y sobrevivir por estar administrado, como siempre, por una banda de incompetentes y presuntos ladrones.

El movimiento independentista catalán es la única manifestación libre de sentir popular que este gobierno inenarrable no puede controlar. Es la opción democrática viva en el Estado español, la única que la banda de presuntos chorizos con el sobresueldos a la cabeza no puede sofocar ni ocultar. La única que se mantiene digna frente a las maniobras y engañifas no solo de las fuerzas del gobierno y su partido sino también del conjunto de la oposición, socialistas, comunistas y neocomunistas, que forman vergonzante causa común con aquel para mantener el país en un estado de sojuzgamiento que no tiene perdón.

Por eso merece ganar.

Carta de vuelta.


Mas se ha sumado al alud de respuestas que ha cosechado la carta de Felipe González en El País. Firman la suya asimismo Romeva, Forcadell, Casals, Junqueras, Llach, Bel y Forné. Con tanta gente, más que epístola, el escrito es un manifiesto. Podía ser el de Junts pel Sí de no ser por la ausencia de Reyes. Ojo al dato porque canta.


La carta de González que El País publicó casi haciéndola suya, era muy pobre literariamente hablando; sus argumentos, manoseados y con muchos sofismas; sus metáforas, groseras e injustas y sus amenazas, inaceptables, al menos en opinión de Palinuro en una respuesta titulada El cartero del Rey.  Pero eso no obliga a que la respuesta de los catalanes, sobre todo si es manifiesto, tenga el mismo lamentable nivel. Los manifiestos exigen más altura, mejor y más elegante estilo, brillantez, fuerza y valor.

Pero no es el caso. El estilo es pobre, apelmazado, repetitivo y algo ñoño. Y su argumentación en torno al concepto metafísico de Cataluña cual sujeto hipostasiado dotado de atributos humanos como la voluntad, la paciencia, el dinamismo, la tolerancia y una lluvia de virtudes e idealizaciones convierten el texto en un panegírico algo estomagante. Son dos fallos tan garrafales que dan pie a El País a editorializar en contra y a aprovecharlos para cuestionar y rechazar el fondo de la carta de Mas et al., que es lo que le importa. La cuestión del lamentable estilo salta a la vista, desde luego, pero no cabe ignorar que el de la carta de González era igual o peor. Resígnese El País a la realidad de que en España hace ya mucho que los políticos no saben hablar y menos escribir.

En cuanto al ente de razón Cataluña, a El País le molesta que los firmantes de la carta se arroguen su representación excluyendo a quienes no piensen como ellos. Y ciertamente no es enteramente de recibo. Han sido y son muchos los catalanes que han defendido una idea de Cataluña opuesta a la de los firmantes. Catalanes eran Balmes, Torras i Bages, Cambó, Pla y Deniel, López Rodó, etc. Desde la posición de la carta, Cataluña no se limita a ser una realidad geográfica en la que habita un pueblo, sujeto de derechos, que debate asuntos de interés colectivo, siendo uno de ellos la autodeterminación nacional. En la retórica de la carta es un ente metafísico que atraviesa la historia con una especie de programa de origen celestial en pro de la libertad, la cultura y la democracia. Una quimera.

El País se siente agredido con la expresión de "libelo incendiario" con la que Mas califica el escrito de González ya que, dice, el periódico no publica "libelos". Desde luego quizá la expresión libelo incendiario sea excesiva. Todo lo más parece un panfleto algo chamuscado. La comparación con nazis y fascistas, que González ha intentado mitigar luego en La Vanguardia echando mano del concepto de "fascistización", que debe de venirle de sus lejanas lecturas poulantzianas, no da para libelo. Mero panfleto o pasquín.

El grueso de la andanada de El País en contra del independentismo se dirige, como siempre contra Mas porque su táctica es clara: no reconocer en el independentismo el carácter de movimiento de amplia base social sino enfocarlo en la personalidad de Mas. Acusa a este de abuso de poder, de ir contra la legalidad, de confundir sus deberes como presidente de la Generalitat con sus pronunciamientos políticos partidistas, de poner los recursos de la Comunidad Autónoma al servicio de su proyecto político y de ignorar que él es el representante del Estado en Cataluña. 

Curiosamente, si se toman las acusaciones al pie de la letra podrá verse que encajan en la persona del presidente del gobierno, Mariano Rajoy: abuso de poder permanente, ignorancia o cambio arbitrario de las leyes a su antojo, confusión de deberes de presidente del gobierno e intereses de presidente del partido, expolio permanente de los recursos públicos para metérselos en los bolsillos la legión de corruptos del PP e ignorar que es el representante del Estado en España y fuera de ella. Sin embargo, El País, que yo sepa, jamás ha alzado la voz para exigir a Rajoy, el presidente de los sobresueldos y a su partido, una presunta asociación de delincuentes, un comportamiento como el que exige a Mas y los catalanes. Quizá estole ayude a comprender por qué Mas dice que el Estado trata a los catalanes como súbditos, desde el momento en que él también lo hace. 

Y eso es lo que la carta debería hacer valer. Eso y más cosas, en lugar de volver al tono lacrimógeno del eterno victimismo. Los textos firmados por los independentistas no tienen por qué arrogarse representaciones ideales, pero sí la de la opción independentista  que, de ser reclamada por la mayoría de la población pacífica y democráticamente, se configura como un derecho de esta a constituirse en una comunidad política propia con el alcance y las competencias que soberanamente decida. 

Es verdad que la carta concluye que ya no hay vuelta atrás y que ningún Tribunal Constitucional ni gobierno podrá coartar esa voluntad democrática. Pero ese enunciado no tenía que ser la conclusión, sino el planteamiento de arranque. Porque el ejercicio del derecho de autodeterminación no es la consecuencia del sistemático, histórico, fracaso del intento de encontrar un "encaje" de Cataluña en España sino de la circunstancia de que se trata de un derecho originario de la nación catalana.

Esa condición nacional catalana es, como bien se sabe, controvertida. El TC no quiere ni oír hablar de ella y Felipe González ha acabado admitiéndola a regañadientes. Pero eso no es algo compartido. En el propio PSOE hay gente -por ejemplo, Emiliano García Page- para quien en España solo hay una nación, la española y el partido en su conjunto, temiendo una división interna, ha aplazado el debate nacional. 

Con lo visto, está claro que, en lugar de citar agravios y recurrir a excusas, el manifiesto de los independentistas debe empezar por hacer valer el derecho incuestionable de los catalanes a decidir su futuro. Aquí y ahora. El futuro que la mayoría marque, sin necesidad de justificarlo más que en su propia decisión. Eso es un pueblo libre. 

dissabte, 5 de setembre del 2015

De ridículo a ridículo pasando por el abalorio.


La revolución catalana provoca delirios en los líderes políticos españoles.

Rajoy, cuyo sentido del ridículo es tan hondo como su moralidad y su inteligencia, ha internacionalizado el conflicto catalán en tres días mucho más de lo que lo han conseguido los independentistas y llevan años, lustros, intentándolo. Esta técnica de hacer lo que interesa al enemigo es un descubrimiento del presidente de los sobresueldos. No tiene precedentes y seguramente tampoco consecuentes. El martes trajo a Frau Merkel y ayer, viernes, a Mr. Cameron, ambos a opinar sobre la cuestión catalana en unos términos pactados de antemano con La Moncloa. La señora Merkel tuvo que hablar del principio de integridad territorial de los Estados y Cameron recordó que el ente territorial que se independice de su Estado, saldrá asimismo de la UE. En su sumisión a todo el que hable una lengua que él no entiende, o sea, en su sumisión a todo el mundo, Rajoy oía las palabras de Cameron no como una opinión más o menos cierta, sino como una verdad incuestionable, como una orden que es cosa más afín a su espíritu. Pero no pasa de ser una opinión. Si Cataluña se independiza, ya veremos qué sucede. La situación no tiene precedentes y no se sabe qué sucederá porque ello depende también de cómo se independice.

La punta ridícula comienza a aparecer cuando se recuerda que Cameron está preparando un referéndum sobre la eventual salida de su país de la Unión Europea. Eso de vestir de amenaza una opción específica que uno mismo puede estar escogiendo resulta difícil de entender, cuando menos sin echarse a reír.

El aspecto más ridículo de esta internacionalización del conflicto, tan ridículo que hasta los estrategas de La Moncloa han pretendido desactivarlo es de otro tipo. Consiste en la intención original de Rajoy de pedir a Cameron una declaración en favor de la integridad territoral de España, como había hecho con Frau Merkel. Alguien en La Moncloa, alguno de esos más de sesenta asesores que carecen de graduado escolar, pero nos cuestan un dineral, debió de advertir el ridículo en que se incurría pidiendo al inglés suscribir la integridad territorial de España, siendo así que es el primero en romperla con Gibraltar.

A Felipe González le zumban los oídos hace ya cinco días, desde la publicación de su Carta a los catalanes, en El País, en el estilo de la epístola a los corintios, pero en la era de las tecnologías. El escrito ha provocado un alud de críticas y de muy crueles (y generalmente injustas y falsas) acusaciones. Al margen de los insultos, muchos argumentos de diferentes puntos de vista refutaron la epístola de González. La carta procedía a comparar el proceso independentista con los nazis y/o los fascistas, cosa que saca de quicio con razón a los independentistas.

Para librarse del ruido mediático levantado por sus juicios sobre los catalanes, el expresidente concedió luego una entrevista a La Vanguardia en la que decía que es partidario de resolver el problema mediante negociación y pacto y que debe comenzarse por reconocer que Cataluña es una nación. Es muy difícil no dar a este reconocimiento el valor que los conquistadores españoles daban a los abalorios y cuentas de cristal que llevaban a la Indias para engañar a los aborígenes y cambiárselas por riquezas en metales preciosos. ¿Que quieren llamarse "nación"? Que lo hagan, pero nada más. Es la doctrina del TC: son nación si quieren ser nación y se pronuncian por su derecho a serlo, pero eso carece de efectos jurídicos. Es decir se trata de contentar a los aborígenes con un mero nombre, "nación" , a modo de abalorio: brilla mucho, pero no sirve para nada. Esa condescendencia con los aborígenes también es absurda. La nación catalana no depende de que España la reconozca. Han coexistido a lo largo de los siglos pero la mayor debilidad bélica y material de aquella no la ha dejado brillar con luz propia hasta ahora. Y, desde luego, no va a dejarse seducir con abalorios. Esto es, como suele suceder, tratando González de enmendar su yerro, lo agravó. 

El ridículo no se limita a la derecha, aunque sea el terreno en que más se cultiva. También afecta a la izquierda, sobre todo si el objeto es el independentismo catalán que, repito, parece movilizar las peores y más estólidas prácticas de la dirigencia española. Ayer Errejón o el community manager que le maneje la cuenta, subía un tuit a Twitter en el que decía que Artur Mas no había conseguido llenar una plaza de Casteldefells, y pidiendo ser ellos quienes la llenaran el próximo domingo. Y eso en catalán porque es propaganda de Catalunya si que es pot".


Esta imagen permite visualizar el núcleo conceptual de la campaña de Podemos en las elecciones de 27 de septiembre, esas que no podían ser plebiscitarias y que, por lo tanto, no iban a serlo con el mismo grado de seguridad con que las elecciones de 9N del año pasado tampoco se iban a dar.  La idea fundamental de la campaña es que esta es una dicotomía entre dos grupos, los dos con posibilidades reales de llegar a La Moncloa. Grupos y personas. Se trata de contraponer al pérfido Mas, representante de todos los recortes y políticas neoliberales con el amable pueblo catalán, que no se dejará engatusar con los cantos de sirena de los independentistas, esos que inducen a la gente a pensar que lo importante no son la habichuelas sino una Patria intangible, etérea. Así que lógico es que la asistencia a los mítines de Mas flaquee, pues el político convergente no es el rostro del pueblo, sino el de su enemigo. El nacionalismo, el independentismo, son disfraces para ocultar la verdadera finalidad explotadora de la burguesía, de "los de arriba". En cuanto la gente se dé cuenta del todo,  los mítines de Mas no va ya ni él.

Una hora más tarde, otro tuitero subía un tuit en el que se veía muchísima mayor asistencia al mitin de Mas, pues la foto se hizo cuando el mitin estaba en marcha y la gente escuchando; no como en el tuit de Errejón, que se hizo antes de comenzar el espectáculo.

Y traía un comentario burlón: "Hola, Errejón: no sé quién te habrá pasado la foto pero igual el domingo haces el ridículo". Lo que la imagen revelaba es que Errejón o alguien en su nombre había pretendido engañar a la gente dando una cifra de asistentes a un mitin de Mas de muy escasa concurrencia. No está mal para quien inició su carrera política criticando las formas de organización de los poderes constituidos como una política antipopular, como la censura, la manipulación y la concentración de los medios en manos de unos cuantos banqueros que son los dueños de la información. Alguien que se revelaba contra el engaño, la censura y la mentira. Resulta, sin embargo, que, apenas tiene ocasión, recurre exactamente a los mismos medios que critica y consigue, como ellos, hacer el ridículo y entre la rechifla general.

Otro tuitero no se esperaba a ver hacer el ridículo a nuestro hombre el domingo y decidía añadirle una gota más de ácido y burla: "Si le das zoom al núcleo irradiador de tu cámara verás esta foto. La seducción de los no aliados. Saludos." El asunto está claro: como decíamos al comienzo de este post tratándose de Rajoy, no se puede recurrir a los medios de los enemigos.

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Sobre todo si te presentas con un discurso algo pedante pero que pretende manifestar una distancia abismal entre la realidad injusta que denuncias y tus propias propuestas que, en principio, vienen a regenerar la vida pública, a desterrar el engaño, el fraude y la manipulación. Mañana, domingo, ya tiene Podemos una tarea clara en Casteldefells: reunir más gente que en el mitin del presidente Mas, so pena de quedar no solamente como unos manipuladores sino como unos fracasados. 

Conferencia en el ateneu de Tàrrega.