dissabte, 6 de setembre del 2014

Reflexión sobre Podemos.

La fulgurante aparición de Podemos ha sembrado el desconcierto en el sistema político, lo cual es una muestra de lo lentos que somos en nuestras percepciones y nuestra poca capacidad para explicar las novedades. Hace lustros que se teoriza sobre la "sociedad de la información y la comunicación", la "sociedad mediática", las democracias de los medios. Pero seguimos sin entender cómo funcionan. Los partidos ya no se fundan en modestas tascas de barrio o en los mullidos despachos de abogados y banqueros y en relaciones personales. Surgen de una realidad abigarrada, fragmentada, que llamaría "postmoderna" si supiera qué quiere decir eso. De una comunicación que trasciende el orden personal, mediada por las TICs. Incluso algún adelantado del análisis político académico, como Rospir, propuso llamarlos media parties hace años. Podemos tiene algo de esto, pero no se agota en ello. Ni mucho menos.

Sentado, pues: la reacción mayoritaría del establishment político mediático ha sido hostil. Eso que antes se llamaba el sistema, un término similar al de casta de Podemos y también muy conveniente porque permite identificar un enemigo y hacerlo de un modo suficientemente vagaroso para incluir o excluir de él a quien nos parezca en cada momento. Ese pronombre "nos" es la clave del concepto, la clásica e implícita contraposición entre "nosotros " y "ellos". Aclaro que me refiero a la vieja idea de sistema. Esta reciente que se trasluce de las acusaciones de "antisistema" en boca de gentes conservadoras es un contrasentido que no cuaja, pues usan el término sistema como sinónimo de "orden constituido", el que las beneficia a ellas.

La reacción ha sido muy hostil. La derecha no ha parado en barras y tanto sus políticos, diputados como sus innúmeros portavoces en los medios y tertulias han ido al ataque en todos los frentes, político, ideológico, social, personal. Con tanta saña que algunos se preguntan si no se conseguirá el efecto contrario de ensalzar la formación a ojos de la opinión pública. Porque esa opinión es muy contundente. Pablo Iglesias es el líder mejor valorado en los sondeos; Mariano Rajoy, el peor. Ya no gana ni al socialista.

El PSOE ha sido más moderado, pero su reacción es igualmente hostil. Podemos es antisistema, populista y neobolchevique. Alfonso Guerra propone una alianza entre PP y PSOE frente al resurgir de neofascismos y neocomunismos. Es comedido. No menciona Podemos, pero no hace falta. Felipe González sí se desmelena más y compara Podemos con Chavez, Le Pen, Beppe Grillo y Syriza. Otro que tampoco entiende la sociedad mediática en la que vive y sobre la que teoriza. Si algo tienen en común Chavez, Le Pen, Beppe Grillo y Syriza es que salen por la tele. Pero eso le pasa a él también, así que habría que incluirlo en la lista de no ser porque esta lista es una tontería, con todos los respetos.

La reacción de IU es cautamente ambigua. Los resultados electorales recientes y el sentido común indican que la federación ha sido el principal caladero de votos de Podemos. De ahí esa actitud ambivalente de sí pero no, somos lo mismo pero no somos lo mismo y otros sofismas que no dejan mucha salida a ninguno de los dos porque tampoco Podemos puede permitirse ir a una alianza con una fuerza tradicionalmente perdedora y ahora debilitada precisamente por su presencia. Es una situación cruel, pero no tiene otra salida que la hegemonía de Podemos à tout hazard.

Porque, efectivamente, contra pronósticos, Podemos supone una alteración sustancial del sistema político. Al día siguiente de las elecciones europeas (que hicieron trizas la autoestima de los sondeos) hubo una cascada de dimisiones en otros partidos y fuerzas; hubo primarias, secundarias, terciarias y hasta tercianas. Incluso ha amanecido un proyecto de reforma de la Ley Electoral General, dentro de un plan pomposamente llamado de "regeneración democrática". Lo suficiente para que, al margen de consideraciones más o menos coyunturales, se intente un análisis, siempre provisional, pero imparcial del fenómeno. Confieso de antemano que mi imparcialidad es compatible con mi simpatía por el movimiento y sus dirigentes, a algunos de los cuales conozco personalmente y de los que me siento cercano, especialmente Iglesias, Errejón o Urbán.

Podemos tiene una faceta inmediata, práctica, contingente. A ocho años de una crisis sistémica, aguda y que parece no tener fin; a tres años de un gobierno especialmente antipopular, autoritario y corrupto de la derecha; con una sociedad civil desmoralizada, después de una experiencia de fracaso del último gobierno de Zapatero, el terreno estaba baldío pero en barbecho. La aparición de un movimiento nuevo, fresco, joven, sin vínculos con el oscuro pasado, dirigido por una personalidad fuertemente carismática, popularizada en los medios de comunicación, viralizada en las redes sociales, iconografiada ya hasta en videojuegos, tenía que despertar una oleada de simpatía popular, adhesión y, por supuesto, esperanza. Porque todo eso se da en un contexto social caracterizado por un paro juvenil masivo que hace hablar de una "juventud sin futuro", una contradicción en los términos porque la juventud es el futuro.

Pero Podemos tiene una faceta mediata, de más peso teórico, menos transitorio. Tiempo habrá de estudiar hasta qué punto el movimiento se fragua en las asambleas del 15-M, pero la relación entre ambos, 15-M y Podemos es evidente. Es más, hasta cabe decir que esta fuerza es la forma que adquiere el debate algo atascado en el 15-M, acerca de cómo alcanzar eficacia en la acción política, si manteniendo la asamblea u organizándose en partido. De ahí que Podemos tenga todavía pendiente esta cuestión organizativa, que ya se verá cómo se soluciona. 

Al margen de ello, sin embargo, sí parece claro que la organización de los círculos acepta el principio democrático de que al poder se llega ganando elecciones. Eso del neobolchevismo es un golpe bajo. Ahora bien, las elecciones tienen unas condiciones, unos requisitos, formales y materiales que, de siempre, han sido fuerte escollo para las aspiraciones de las izquierdas en todo el mundo. El primero de todos, dictado por la experiencia, es que en las sociedades occidentales (a falta de nombre mejor) la mayoría, que es lo que se precisa para ganar, es centrista. Las opciones, en consecuencia, moderan su lenguaje y sus programas para no verse arrinconadas. Ahí tiene poca cabida la disyuntiva crasa izquierda-derecha que, sin embargo, sigue siendo real, de forma que se multiplican las anfibologías, los eufemismos: clases medias, los de arriba y los de abajo, etc.

Hay más, mucho más en los procesos electorales (listas, escutinios, etc), pero nos quedamos con la cuestión esencial: cómo obtener la mayoría electoral para una opción de izquierda hoy. Hay dos pasos: a) coalición de la izquierda (preelectoral o postelectoral) en sentido estricto; b) coalición de la izquierda en sentido amplio. 

Respecto a a) no es exagerado decir que Podemos se perfila como el eje en torno al cual quizá pueda fraguar una unidad de la izquierda. Si frentista o no es cosa de terminología. El problema no es terminológico, sino de contenido. Se trata de saber si las demás izquierdas, IU y sus constelaciones, aceptarán formar parte de una alianza hegemonizada, quieran o no, por Podemos. Doy por supuesto que esta coalición por sí sola no daría el gobierno a esta unión de la izquierda. Si no fuera así y se la diera, podríamos ahorrarnos considerar el paso b).

Respecto a b) y en el supuesto de que a) salga adelante. Se trata de saber si en la coalición entra o no el PSOE y cómo. Cuestión la más peliaguda por las murallas de reticencias por todas partes. Según unos, es pronto para decidir y conviene esperar los resultados de las municipales de mayo de 2015 y ver cuáles son los del PSOE. Si este va en una senda de pasokización o si mantiene su segundo (y puede que hasta primero) puesto en la dualidad de partidos dinásticos. Desde luego, las proporciones que se decanten serán decisivas para las opciones que adopten los dirigentes. Y es probable que, al final, la decisión recaiga sobre Podemos y el PSOE ex-aequo.  

Y aquí es donde hay que pensar si la sociedad española se merece otros cuatro años de gobierno de esta derecha.

divendres, 5 de setembre del 2014

El gobierno de los ladrones.


Andan los socialistas muy atareados sugiriendo todo tipo de reformas que, a su juicio, podrían mitigar el desastre de España. Alguien ha dicho al nuevo Secretario General que debe desgranar una serie de propuestas en asuntos tangibles, concretos, ser constructivo, para recuperar la confianza del electorado. Igualmente los otros partidos de izquierda, aparte de debatir sobre su anhelada cuanto quimérica unidad, proponen baterías de medidas alternativas para sacar a España del hoyo en que la ha metido la estupidez y la incompetencia de Rajoy. Todos creen que la oposición no solo debe criticar al gobierno sino también proponer otras soluciones, distintas, a las que dan por fracasadas; ser positiva.

Pierden el tiempo lamentablemente. Los gobernantes no entienden de política ni les importa. Basta con mirar sus currículums; lo suyo es la explotación de los demás o el enchufe y la mamandurria propios. No les interesan las medidas de recuperación ni el crecimiento económico, ni los índices de desarrollo, ni el bienestar de los españoles. Lo único que les importa es cómo robar, como expoliar y esquilmar lo público, cómo llenarse los bolsillos, los propios y los de los amigos y enchufados por todos los medios mediante el BOE, la recomendación, el compadreo, el enchufismo o el caciquismo. Al PP, que no es propiamente un partido político, sino que más bien parece una asociación de malhechores, le traen al fresco las cuestiones políticas, morales, ideológicas y, cuando invoca una de estas, es para acudir en auxilio de la iglesia católica, su aliada y cómplice, la organización parásita española por excelencia que no ha sufrido un solo recorte en todo lo que va de crisis.

Mañana, viernes, el consejo de ministros aprobará el llamado "rescate" de las autopistas radiales de Madrid, todas en quiebra. Es un ejemplo diáfano de la forma cleptocrática de gobernar de estos apandadores de lo público. Las autopistas se pusieron en marcha como empresas privadas en contra de todo criterio de rentabilidad y viabilidad bajo un gobierno del PP con cuantiosas subvenciones públicas y la intención de favorecer a los amigos, sin contar los presuntos fraudes, mangoneos, favoritismos y chanchullos que se hicieran en el proceso. Mientras dieron algún rendimiento, los beneficios fueron privados; cuando, a causa de la planificación incompetente, sino directamente delictiva, y de la crisis, entraron en pérdidas, estas se socializan, de forma que son los contribuyentes quienes pagaremos el nuevo latrocinio de miles de millones. Para los peperos, gobernar es exactamente esto: piratear, robar lo público en beneficio privado y socializar las pérdidas privadas producto de la incompetencia o la granujería. Como han hecho con los bancos.

No tienen proyecto de país, ni plan alguno de recuperación, ni la menor idea de política económica ni de política a secas. Si hablan de esas cosas, como hace Rajoy de vez en vez, se las inventan, fabulan, mienten descaradamente, al estilo del mismo Rajoy a quien ya no creen ni en su casa, aunque a él, con su falta absoluta de dignidad, le dé igual. Lo suyo, lo de todos ellos, es forrarse, enriquecerse. Entienden la política como un negocio. La militancia en su organización de presuntos malhechores era una preparación (sabrosamente remunerada a base de sobresueldos) con el fin de llegar al poder para arramblar con todo lo público y quedárselo. Un botón de ejemplo: Rajoy es registrador de la propiedad; dos hermanos (o hermanas) suyos, también, y algún cuñado o cuñada. Un clan de registradores. En consecuencia, el ministro de "Justicia" del Reino privatiza el registro para que los amigos, parientes, deudos, enchufados de Rajoy y el propio Rajoy, hagan negocios suculentos a costa del sufrido contribuyente y negocios fabulosos, sin costes de infraestructura (pagados por los ciudadanos) y en el que todo son ganancias.

Cualquier persona normal se avergonzaría de esto, pero no los peperos. En todo país democrático, un presidente acusado de cobrar dinero en negro y de haber amparado una caja B en su partido habría dimitido, abochornado, y no digo nada de una vicepresidenta que parece haber cobrado 500.000€ de dinero dudoso o de una ministra a quien una organización delictiva pagaba los cumples de sus hijos. Aquí siguen siendo presidente, vicepresidenta y ministra y tienen la desvergüenza de amadrinar un proyecto de... ¡regeneración democrática!

El estilo elevado a categoría. La práctica es siempre la misma: unos funcionarios públicos (todos abogados del Estado, inspectores de trabajo, técnicos de la Administración, etc) al servicio de los intereses privados con la misión de descapitalizar lo público, arruinar el Estado del bienestar y derivar los dineros de todos a sus bolsillos o los de sus amigos y/o amos. A esto lo llaman capitalismo liberal, con desparpajo propio de turistas de paraísos fiscales. Y lo practican con todo: con la educación (en donde comparten el botín con los curas, otros liberales de siempre que imponen su modelo dogmático al tiempo que esquilman a la colectividad en nombre de Dios), la sanidad pública, los servicios esenciales, la gestión pública y hasta las pensiones cuyo fondo de reserva han saqueado para comprar deuda de la suya.

La oposición está en la luna cuando se toma en serio la actividad institucional. O algo peor que en la luna. A lo mejor está también en el ajo (el caso de los EREs y otras corruptelas son significativos) y por eso sigue la corriente en lugar de denunciar de modo sistemático y recurrente, sin descanso, la corrupción del partido del gobierno en todos los niveles. El gobierno y su partido no entienden de política; la democracia les parece una estupidez; las libertades, como a Franco, libertinaje. Llaman política a enchufar a los suyos, por ineptos que sean, como han hecho en Europa con De Guindos y Cañete, y responden al creciente descontento y malestar sociales comprando material antidisturbios y endureciendo la legislación autoritaria y la censura con el fin de amedrentar a la población, escarmentarla, asustarla y oprimirla. Es lo único que saben hacer. Eso y rezar a una pintoresca panoplia de vírgenes, en la más acrisolada tradición de la estupidez nacionalcatólica.

Para ese fin han imaginado el proyecto de reforma de la Ley electoral: para imponer por vía de pucherazo  a los suyos en los ayuntamientos en los que, como se prueba por el alud de procesos en marcha por los más diversos delitos, llevan años, lustros, decenios robando. No vaya a ser que los demás partidos formen gobiernos democráticos y se descubra el pastel de este latrocinio masivo de la derecha, esta corrupción a base de la alianza de políticos malhechores, funcionarios venales, empresarios corruptos, curas chupones y delincuentes que, en muy buena medida explica la pavorosa crisis española, cuyas consecuencias estamos pagando la población civil.

Por eso mismo empiezan ya a oírse voces en el partido del gobierno para ampliar este pucherazo a las elecciones autonómicas. Los presidentes y consejeros también quieren blindarse frente a las investigaciones de sus saqueos. Y me apuesto cualquier cosa a que sale alguien pidiendo que también se extienda a las elecciones legislativas.

Es lo mejor para robar más cómodamente porque, lo que es de política, estos mangantes no entienden nada ni les importa.

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Estrambote. Hoy se ha sabido que los genios que gestionan la cuenta de Twitter de Mariano Rajoy compran seguidores. Son, sin duda, ladrones, porque estas compras se hacen con dinero público, igual que el otro mangante, Aznar, empleó fondos públicos para pagar una medalla del Congreso de los Estados Unidos que, al final, no le dieron. Pero, además, profundamente estúpidos e ignorantes pues imaginan que una cosa así en Twitter, en donde todo se sabe, podrá permanecer oculta. Se ha descubierto porque, de pronto, a Rajoy le aparecieron cerca de 60.000 seguidores en árabe, escribiendo en árabe. Escribiendo en árabe a un tipo que no habla lengua alguna; ni siquiera la suya. Aquí hay una imagen de 9 de los miles y miles de seguidores de Rajoy: son robots a tanto la cuenta.

Lejos de alarmarse al ver que se descubría su chanchullo, los genios del equipo subieron un tweet supuestamente de Rajoy en el que este agradecía haber llegado a los 500.000 seguidores y soltaba una de sus habituales memeces sobre España. Cuando se descubrió la engañifa, los mangantes de La Moncloa borraron el tuit y empezaron  decir que, en realidad, era un ciberataque.

Calíbrese bien el significado de que un presidente del gobierno ande malversando caudales públicos para comprar seguidores ficticios en las redes. Puramente español. Puramente estúpido.

dijous, 4 de setembre del 2014

España y Cataluña

Entrevista realizada a Palinuro por George Mills, redactor de The Local. Spanish News in English y publicada bajo el título de  Catalonia could be the shock Spain needs.

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Si el presidente de Cataluña, Artur Mas, consigue su propósito, la gente de la Comunidad participará en una votación el 9 de noviembre sobre su independencia del resto de España.

No hay garantías de que la “consulta” vaya adelante. El Parlamento español ha declarado que es ilegal mientras que el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, ha dicho repetidamente que recurrirá al Tribunal Constitucional español si Mas insiste en llevar adelante sus planes.

Algunas personalidades del partido gobernante en Cataluña empiezan a considerar otras posibilidades, al margen de la consulta, según un artículo publicado en “El País”, el diario español de centro-izquierda.

Pero ¿qué sucederá si la votación se produce? ¿Qué función cabe aquí al próximo referéndum en Escocia? ¿Cómo surgió esta última confrontación entre Madrid y Cataluña?

Para encontrar respuesta a estas preguntas, The Local habló hace poco con Ramón Cotarelo, director del Departamento de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Comencemos con el resultado más dramático posible. El 6 de octubre de 1934, el president de Cataluña, Lluís Companys, proclamó el Estado catalán. Los militares españoles tomaron el Parlamento catalán en diez horas y sofocaron la rebelión. ¿Podría pasar lo mismo ahora?

No. España no va a invadir Cataluña. Eso no va a pasar y nadie cree que se trate de una posibilidad real.

No obstante, es obvio que Madrid y Cataluña están enfrentadas en un conflicto grave. Y la cuestión real es que el gobierno central no tiene una respuesta a la situación.

¿Se producirá la votación el 9 de noviembre incluso aunque el Tribunal Constitucional la invalide, como se espera que haga?

La realidad –y es importante recordarlo- es que los partidarios de la independencia no tienen nada que perder. Tanto los grupos más radicales, como ERC (en la izquierda) como los más moderados, como CiU (partido centrista gobernante) están en una posición muy cómoda. Ello se debe a que pueden decidir ir adelante con la votación, aunque el Tribunal Constitucional la anule. Y el motivo es que consideran que el Tribunal es un instrumento del gobierno central.

¿Qué importancia tiene aquí el resultado del voto en el referéndum del 18 de septiembre sobre la independencia de Escocia? Un voto negativo, reduciría el apoyo a la independencia en Cataluña?

El voto escocés es muy importante por una serie de razones. Muchos catalanes, por ejemplo, ven el referendum y dicen: “¿por qué los escoceses sí y nosotros no?”

El resultado concreto del referéndum escocés, en cambio, es menos importante. Lo importante tanto para España como para Cataluña es que Escocia pueda hacerlo sin problemas.

El referendum de Escocia niega la legitimidad de la posición del gobierno central español. El presidente Rajoy ha dicho varias veces que ningún país democrático ha celebrado jamás un referéndum en contra de su soberanía territorial. Falso. Los canadienses lo han hecho dos veces con Quebec y los británicos una con Escocia. Lo importante en relación con el referéndum es el hecho de que se celebre.

Una última cuestión: aunque Cataluña llame “consulta” a la votación, es evidente que esta es un referéndum sobre el futuro de España.

El Partido Socialista español, el PSOE, apoya una llamada “tercera vía” en Cataluña con una España federal en la que Cataluña tenga más poderes. ¿Es esto posible o, como dicen algunos, es demasiado tarde?

En política todo es posible y nunca es demasiado tarde. El problema es que el PSOE ha escogido el federalismo como un mal menor.

Ese partido estuvo veinte años en el gobierno y no hizo nada acerca de Cataluña: lo cierto es que no está a favor de la independencia de Cataluña y tampoco es un partido realmente federal. Es como si quisiera ponerse la venda antes de la herida.

¿Sería diferente la situación en Cataluña si estuviera el PSOE en el poder en lugar del PP, conservador?

No veo gran diferencia entre el nacionalismo español de derecha y el de izquierda; pero sí hay una diferencia considerable en su actitud general.

El nacionalismo de la derecha Española está más en la tradición del nacionalcatolicismo, que fue la ideología dominante durante la dictadura de Franco, en la que la Iglesia católica controlaba muchos aspectos de la vida pública española. Y la forma de actuar del PP en este problema ha sido recurrir a sus procedimientos tradicionales y brutales.

Lo hemos visto en las declaraciones del ministro de Educación, Wert, sobre “españolizar” a los catalanes y en la negativa de Rajoy a entablar un diálogo apropiado con Cataluña.

Por otro lado, el PSOE se negó en 2006 a apoyar un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña, al no admitir la definición de esta como una “nación” y porque daba excesivas competencias a la Comunidad. El resultado final fue un documento aguado.

Es una verdadera vergüenza que España no se diera cuenta de la importancia del Estatuto en aquel momento. (El Estatuto de 2006 sigue siendo un punto focal de discordia entre el gobierno central y Cataluña).

Con todo lo dicho hasta ahora, no creo que el PSOE actuara con mayor agresividad hacia Cataluña que el PP.

¿Cuál es la función que ha cumplido la idea de la desigualdad de financiación entre las comunidades autónomas en el surgimiento del nacionalismo catalán?

Desde luego, el dinero ha sido algo muy importante en el debate. Si observamos las cifras publicadas por el gobierno español vemos que las cuatro comunidades que son pagadoras netas a las arcas del Estado son Madrid, Cataluña, las Baleares y Valencia.

Esto significa que tres de los cuatro mayores contribuyentes son catalán-hablantes.

Pero también la lengua, la cultura y las tradiciones jurídicas propias son decisivas para entender a Cataluña. Cataluña tiene una larga historia y el presidente de la Generalitat es casi una figura patriarcal para los catalanes, algo que la gente en el resto de España no acaba de entender.

Hay que recordar que Lluís Companys es el único presidente democráticamente elegido y fusilado en Europa. Hay sentimientos muy profundos.

¿Qué función ha cabido a la crisis económica en el resurgimiento del nacionalismo catalán?

La crisis ha tenido una importancia grande, desde luego. Ha afectado a todo en la vida de los españoles, como todos comprueban a fin de mes.

Pero el problema fundamental en cuanto a Cataluña ha sido la falta de una perspectiva democrática en el gobierno. No nos equivoquemos: ha actuado de modo franquista, aplicando la tradición autoritaria española.

El PP no pudo acabar con ETA. El gobierno socialista anterior sí lo hizo. Así que ahora el PP quiere ganarse su propia medalla acabando con el independentismo catalán.

Y ¿cómo se siente usted personalmente respecto al deseo de una consulta de independencia en Cataluña?

Obviamente, es una pregunta complicada. Racionalmente hablando creo que los catalanes tienen derecho a decidir y hay que respetarlo. Por otro lado, me entristecería si se marcharan.

Pero quizá una Cataluña independiente sea la única forma de que los españoles comprendan la realidad de su país, que ha pasado de ser un imperio mundial a un país en andrajos.

España es un desastre y gran parte de su situación se debe a la incompetencia de sus clases dominantes, algo que procede del hecho de haber sido gobernada por extranjeros desde hace siglos.

Tome Gibraltar, por ejemplo. ¿Qué otra “gran nación” europea permitiría que una potencia extranjera controlara una parte de su territorio de importancia estratégica?

Lo que la gente tiene que entender es que el debate actual no es acerca de la independencia de Cataluña, sino del posible fin de España como existe actualmente.

Y quizá este sea el mayor efecto de la independencia de Cataluña: sería un choque enorme para la nación, algo que la sacudiera de su situación moribunda y la obligara a reaccionar reconstruyéndose sobre una nueva base.

El próximo libro de Ramón Cotarelo con el título provisional de “El ser de España y la cuestión catalana”, se publicará en octubre en Planeta, Barcelona.

dimecres, 3 de setembre del 2014

El caso Pujol.

Hay algo dramático en esta peripecia de Pujol ya en la parte final de su biografía. ¡Cuánta razón tenían los griegos cuando insistían en que nunca se diga de alguien que fue feliz hasta que haya muerto! No está claro que el ex-presidente de la Generalitat se sienta personalmente infeliz. Pero sí parece que por tal lo tendrá la opinión pública y la memoria colectiva en los tiempos venideros. La experiencia dice que en muchas ocasiones lo que más se recuerda de las gentes es lo que hicieron mal y no lo que hicieron bien. Pujol pudo serlo todo y, hasta cierto punto, lo fue. Algún libro lo llamaba El Virrey. Pero defraudó la confianza depositada en él y su figura se vino abajo. Actualización de una especie de Más dura será la caída.

A primera vista podría parecer injusto, ya que no está bien que un fallo destruya la obra de una vida. El problema es que es un fallo, sí, pero continuado, un fallo de treinta años, sostenido, ocultado, compartido con la familia con arreglo a un programa, un plan deliberado. Ahí reside lo malo del asunto: en ser un posible delito continuado; prescrito total o parcialmente o no es aquí irrelevante. Y aunque no hubiere delito, Pujol defraudó la buena fe de sus conciudadanos de modo deliberado, permanente, con ánimo doloso. Es un caso de doble vida, como la de esos personajes de las novelas de Simenon u otros relatos policiacos, de gentes que son una cosa por el día y otra por la noche; Molt honorable a la luz del sol y defraudador a la de la luna. Esa dualidad del médico Pujol caracterizó su vida oculta y dado que comenzó hace treinta años, con la herencia de un curioso abuelo, es obvio que la inició por su cuenta y, quizá, la de su mujer, e incorporó luego a sus hijos, según fueron creciendo. Un roman fleuve, unos Thiebaut, Rougon-Macquart, Brudenbrooks en catalán catalanista.

Muy literario. Y terrible. Pujol representó durante más de veinte años el Estado en Cataluña. Era el pequeño pero todopoderoso Pujol. David hecho Goliat por la voluntad democrática nacional de los catalanes. Por eso tocó a rebato envuelto en la senyera e invocó los sagrados derechos de Cataluña cuando los aviesos poderes centrales quisieron hurgar en sus tejemanejes en Banca Catalana. Sus compatriotas lo siguieron. Los centrales se achantaron, temerosos de ver un San Jordi alanceando el dragón español. O quizá cómplices, volvemos sobre esto más abajo.

Pujol era  todo, hasta tenía estatuas y su confesión ha provocado una conmoción quizá análoga a la que provocara en su día la caída del coloso de Constantino o de Ramsés II, aunque de este no tengo claro si cayó. Un terremoto que ha afectado a los dos sistemas políticos, el catalán y el español. El impacto en el catalán se echa de ver en el enfrentamiento por la comparecencia parlamentaria del Molt Ex-Honorable: ERC, PP, Ciutadans y las CUP quieren que sea ipso facto, CiU, PSC-PSOE y, creo, EU, admiten aplazamiento. Los primeros amenazan con una comisión de investigación. En el fondo, hay un intento de dirimir el asunto en clave catalana, provocando un cambio en las relaciones del sistema de partidos y permitiendo un sorpasso de CiU por ERC, al convertir el fraude pujoliano en política deliberada del nacionalismo burgués; un intento de hegemonizar el soberanismo bajo la teoría de que los nacionalistas burgueses no conocen más patria que el dinero. Todos recuerdan ahora las mordaces pero crípticas referencias de Pasqual Maragall al "problema del 3 por ciento" que resultó ser, según se dice, del 5 por ciento. Mordida precio fijo. Pero, ¿serán capaces de admitir que todos tienen responsabilidad cuando menos por negligencia sino por incumplimiento de taxativos deberes legales y morales de denunciar las corruptelas? Aplazamos la respuesta a la que se produzca en España.

El impacto en el sistema español también ha sido considerable y, por si hubiera duda, ya se ha encargado el ministro Montoro de patear los higadillos del ex-president, hablando de posibles delitos. La cuestión es la misma que en Cataluña: si todos, o  muchos y en posiciones de poder, sabían; si de Madrid partió la orden de investigar Banca Catalana y de Madrid también la de abortarla en tiempos de González; si Rajoy era conocedor desde el año 2000 ¿cómo nadie hizo nada? ¿Cómo el fiscal Villarejo, hoy en Podemos, no actuó? Los españoles, ¿temían que Pujol incendiara la marca cataláunica o, como se insinuaba más arriba, tenían un pacto de silencio con la corrupción pujoliana? Podría parecer una exageración pero, si se tiene en cuenta la firme voluntad de los dos partidos dinásticos y la mayoría de los medios de comunicación de sofocar todo debate público sobre el comportamiento de la Casa Real, no se verá como tal. Y menos si comprobamos su compromiso de blindar todas las instituciones en nombre de la estabilidad, desde los órganos cuya composición determinan (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, etc), hasta sus propias organizaciones partidistas y sus comportamientos ilegales. Hoy por ti, mañana por mí. Cataluña no se toca. Y menos CiU, catalanes bien criados que siempre apoyan al partido de turno que esté en mayoría relativa, aunque a cambio de substanciosos bocados y de hacer la vista gorda. Business as usual en un sistema político caracterizado por la corrupción.

Pero el escándalo Pujol ha estallado en un momento en que los business son todo menos usual. Rumores hay de que el ex-president ha confesado forzado y bajo amenaza, como también de que Juan Carlos I dimitió obligadamente. Que ahora aproveche para divorciarse de su señora es algo que solo interesa a los cotillas de la Corte. Obligar a cantar a Pujol, se dice, se hace con ánimo de torpedear el proceso soberanista: la independencia es una cosa de ladrones, asunto de pelas. Pujol es el nacionalismo; Pujol es un sirvengüenza; luego el nacionalismo es cosa de sinvergüenzas. Mas se apresuró a definir la conducta de Pujol como de ámbito estrictamente privado. Al quite salió la inevitable Cospedal afirmando lo contrario: Pujol es Cataluña y Catalunya ens roba. No lo diría jamás en catalán, pero porque le falta salero. Cierto, el fraude pujoliano no es privado porque lo cometió como cargo público y el más alto de la Comunidad. Pero de esto los conservadores no pueden hacer causa porque ellos llevan veinte años haciendo prácticamente lo mismo y, por cierto, de forma más descentralizada que el jacobino Pujol, pues han repartido los beneficios para los que se habían asociado entre diversas comunidades autónomas, municipios, relevantes cargos del partido, cargos públicos en general y hasta gobernantes.

Concedido, no obstante, este argumento es inválido porque reitera un y tú más. No, el argumento es que el caso Pujol, que afecta, desde luego, a la Generalitat como institución y a CiU como coalición partidista, no afecta al proceso soberanista en sí. Aquellas pueden haber organizado una red para delinquir, por lo demás como, se dice, ha hecho el PP allí en donde gobierna, pero eso no tiene nada que ver con un resurgir del sentimiento independentista que viene de una movilización de la sociedad civil, precisamente la más interesada en acabar con la corrupción política imperante. En Cataluña y en España.

El próximo 11 de septiembre habrá una nueva manifestación de fuerza de esa movilización popular, transversal, interclasista y hasta interétnica. Las gentes que vayan a las "V" de la Diada en Cataluña y en el extranjero, y se supone que serán muchas, no son cómplices de Pujol. Son sus víctimas. Y por partida doble pues les ha robado el dinero y ha querido robarles la causa. 

Justo esto, el haber sido capaz de encontrar una causa que aglutine mayorías, da su fuerza al nacionalismo independentista porque le proporciona aquello que en la política, como en la guerra, tiene la mayor importancia: la iniciativa. Frente a él, el nacionalismo español carece de iniciativa, actúa a la defensiva y sin más recurso que la coerción y la amenaza de la violencia.

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Ayer me hicieron una entrevista para un digital anglosajón sobre asuntos españoles, llamado The Local. Spain's News in English titulada Catalonia could be the shock Spain needs. Obviamente, está en inglés, pero está muy bien hecha, muy profesional, y dice substancialmente lo que pienso. Es un poco tarde pero mañana la traduzco y la cuelgo en Palinuro.

dimarts, 2 de setembre del 2014

Regeneración democrática.

Es difícil escribir sobre la nueva consigna con la que el gobierno quiere abrir el curso político y entretener a la afición sin perder la compostura. En el país del regeneracionismo, con su caterva de ilustres figuras, como Costa o Macías Picavea, hablar de regeneración y querer que sea democrática implica cierta responsabilidad. Si se recuerda que al noble empeño se aplicaron luego las brillantísimas generaciones del 98 y el 14, las de Unamuno, Maeztu, Ganivet, Azorín, Ortega, Azaña, etc, la responsabilidad adquiere tintes de osadía. Hace falta mucha autoridad para invocar algo de tanto peso en un país abrumado por una crisis económica y anodado por otra moral, provocada por el carácter pandémico de la corrupción, cuyo emblema es el caso Gürtel. Justo la mayor carencia del gobierno del PP y, muy concretamente, de su presidente. Dado que este es hombre a quien, según parece, todo le da igual, quizá piense que una hábil campaña de agitación y propaganda a cargo de su frente mediático sea suficiente para investirle con la autoridad moral que los ciudadanos no le han concedido nunca ya que es el presidente peor valorado de la democracia de modo sistemático, barómetro tras barómetro, desde que ganó las elecciones de noviembre de 2011. Pero eso no es así ni en España. La legitimidad del presidente para regenerar una democracia que ha degenerado en gran medida por su responsabilidad es nula. Eso es lo que la opinión pública le dice con su escasa valoración.

Las razones de ese pobrísimo concepto son claras y abrumadoras. Ganó, sí, las elecciones de 2011, pero con un programa y unas promesas que incumplió por entero. Faltó a su palabra y se envaneció de ello con el lamentable argumento de que, al incumplir su palabra, cumplía con su deber, siendo así que cumplir la palabra es el primer deber de un hombre. Y, si no, no haberla dado; o retirarse discretamente. Todo menos invocar un empeño regeneracionista basado en una palabra que no vale nada, como él mismo reconoce.

La regeneración quiere ser democrática, pero no en el sentido de que se arbitre de modo abierto, mediante diálogo con las otras opiniones, pues se presenta con la intemperancia habitual de un Diktat, que es el espíritu propio del gobierno. Las próximas elecciones municipales no auguran buenos resultados para los partidos dinásticos, especialmente el de la derecha, por lo que no será raro que la tal regeneración democrática se imponga por decreto ley. Es tal la pasión de Rajoy con el sentido común que se ha quedado sin sentido del ridículo. ¿O no es ridículo imponer la regeneración democrática con desprecio al Parlamento?

Lo del desprecio al Parlamento no es figura literaria. En su comparecencia ante el Congreso el 1º de agosto de 2013, a la que accedió obligado por las circunstancias, a la que se vio literalmente arrastrado, Rajoy mintió asegurando que en el PP no había cajas B ni contabilidades paralelas y que no tenía contacto con Bárcenas desde tiempo inmemorial, siendo así que hacía poco le había mandado un SMS de ánimo. Si se puede faltar impunemente a la verdad en sede parlamentaria el Parlamento no vale nada.

Ni el resto del sistema democrático, ni la opinión pública, a la que se miente con absoluto desparpajo, diciendo que los salarios no bajan, que el paro desciende o que España lidera la recuperación europea. No hay nadie en el país que dé crédito alguno a las declaraciones de los gobernantes, en especial las de su presidente quien, puesto a fabular, abrió ayer el curso político hablando no de brotes verdes, que nadie ve, ni de luz al final del túnel que nadie divisa, ni de haber tocado fondo que nadie siente; habló de vigorosas raíces, algo que tampoco ve nadie, pero canta menos porque, al fin y al cabo, las raíces casi nunca se ven. En este caso, basta con creer en la palabra de Rajoy.

Si la mentira es la forma básica de comunicación del gobierno, si este gobierna mediante decretos leyes, si su acción es autoritaria, represiva, censora; si su presidente e innumerables dirigentes de su partido están acusados de distintos comportamientos cuestionables y diversas corruptelas, ¿qué quiere decir al hablar de regeneración democrática? Básicamente dos cosas.

Una: que quiere dar un pucherazo garantizándose la elección de sus alcaldes sin necesidad de mayoría absoluta, a menos de un año de las elecciones municipales. La democracia es sobre todo cuestión de formas y la forma más importante, la base del juego limpio, es que las reglas no se cambian unilateralmente y a la fuerza en mitad de la partida. La llamada "regeneración democrática" es profundamente antidemocrática. Por eso la llaman "democrática", sin ningún empacho.

Dos: que es bueno hablar de cosas nobles, como la "regeneración democrática". En realidad el propio gobierno lleva haciéndolo desde su primer día de mandato. Incluso encargó una propuesta a Ana Mato, si no recuerdo mal. El objetivo obvio es reconocer implícitamente la degeneración de la democracia, pero escurrir el bulto de la propia responsabilidad. En realidad, que no se hable de ella, que no se hable de lo que los ciudadanos consideran que es el tercer problema del país; de la corrupción.

Gürtel, Correa, el Bigotes, Sepúlveda, el Albondiguilla, Blesa, el Tamayazo, Urdangarin, Matas, Fabra, Camps, Baltar, los EREs andaluces, los sobresueldos en el PP, Aznar, Rajoy, Arenas, Cospedal e tutti quanti, Pujol, la infanta, el Rey abdicado, Bárcenas, la financiación ilegal, Fundescam, la Gestapillo, toda esta ópera de tres centavos, se sumirá en el silencio y el olvido gracias a unas medidas de regeneración democrática impulsadas por el partido y el gobierno en buena medida responsables de ellas.

No se dirá que no suena a chiste.

dilluns, 1 de setembre del 2014

El regreso de Palinuro.

Claude, Eneas se despide de Dido en Cartago, 1676.
Rayos y truenos. Ya pensaba que no llegaría a puerto. Se recordará que el siete de marzo de este año anuncié la interrupción no definitiva del blog por sobrecarga de trabajo y que prometía volver apenas esta se hubiera aliviado. Así ha sido y cumplo mi amenaza. Aquí estamos otra vez. Nueva época. Y vaya si han sucedido cosas entre tanto. A veces me costaba contenerme; pero lo logré. Con el trabajo ocurre como con los héroes que vuelven a casa, que puden entretenersee en algún lugar del camino. Eso pasó con mi patrón. Desembarcar en Cartago y enamorarse de la reina Dido fue todo uno. Y en estos amoríos, ya se sabe, priva la holganza y la buena vida. Y ¿quién que haya probado las delicias de la molicie añora el áspero errar de la aventura? Pasaba, pues, Eneas los días en brazos de la princesa de Tiro y parecía olvidarse de su destino: vengar Troya.

Con el trabajo sucede algo parecido: envicia y uno pretende quedarse más tiempo hurgando en los enigmas del pasado o del presente, tratando descifrarlos, aportando alguna idea, a ser posible no enteramente errónea. Los frutos, buenos o no tan buenos, empezarán a verse a partir de fines de septiembre o comienzos de octubre. En resumen, y creo que no está mal, por esas fechas aparecerán: un libro colectivo con los trabajos de un congreso sobre ciberpolítica del año pasado en el que están las últimas novedades; una traducción y edición crítica del clásico de Henry Maine, El derecho antiguo, un monumento de la teoría evolucionista desde un punto de vista jurídico;  una traducción del último libro de Erik O. Wright sobre Utopías reales, el último análisis neomarxista sobre el capitalismo y las (escasas) posibilidades de superarlo; y un libro mío sobre el ser de España y la cuestión catalana que es lo que más me ha ocupado, como era de esperar. Haber terminado el trabajo produce una doble sensación de alivio: de un lado por el cese de la tensión y de inquietud por otro, a ver cómo serán recibidos los productos de tus desvelos.

La flota avista el puerto. Le fue duro a Eneas separarse de Dido. Hubieron de intervenir los dioses porque por sí solo no lo hubiera conseguido pues Dido era mujer de extraordinario talento; mucho más que mi patrón. Solo la fundación de Cartago, antes de la de Roma, demuestra agudísimo ingenio. Tanto que su estratagema se conoce hoy en matemáticas como "el problema de Dido". Añádase a ello su belleza y se entenderá que yo me preguntase si algún día volveríamos a la mar. Pero Zeus envió a Hermes con órdenes tajantes: hay que cumplir el destino; hay que zarpar. Así se fundó Roma, se suicidó Dido y ganó reconocimiento artístico a lo largo de los siglos. El Lamento de Dido, de la ópera de Purcell sigue fascinando, como hace cuatrocientos años, aunque en ella -¡ah, el nacionalismo!- la reina fenicia represente a Inglaterra. Dido despide a Eneas en el puerto de la ciudad que, pasados unos siglos, los descendientes de este arrasarán, como los griegos arrasaron Troya.

A veces pienso que me hubiera ido mejor personalmente como piloto con los aqueos. No en la nave de Ulises, pero sí en la de Menelao o en la de Agamenón. Por lo menos, hubiera llegado vivo a destino. Pero eso era impensable siendo troyano, de la estirpe de los perdedores. Yo iría con los míos, aunque me costara la vida. Mejor hundirte con los tuyos que navegar placenteramente con el enemigo.

Ya está bien de rollos. Navegamos de nuevo. Tenemos viento favorable y la mar está picada, con amenaza de ir a más. Parece que apunta tormenta al comenzar el curso. El verano ha sido intenso y con acontecimientos de peso mediático, incluidos los propósitos del gobierno, como esa ley ómnibus por la que se altera medio ordenamiento jurídico y el anunciado programa de regeneración democrática, cuyo punto esencial es la elección directa de alcaldes. Cosas todas de calado y, sin embargo septiembre se abre con lo que el gobierno más teme y para lo que no tiene solución:  el proceso soberanista y la posibilidad de la secesión de Cataluña. El acontecimiento más importante en España desde la transición, debido a que es el que cuestiona el sistema político salido de ella, su estabilidad, su organización básica y, por eso, la vida cotidiana de los españoles.

Las autoridades aparecen atrincheradas en un "no" sin concesiones ni apertura al diálogo. No habrá consulta y la convocatoria que apruebe el Parlament, irá directa al Tribunal Constitucional que la anulará. Con su inimitable estilo autoritario, el gobierno ya lo ha anunciado, dejando de paso a dicho órgano con las vergüenzas partidistas al aire. Pero eso no resolverá la cuestión; la enconará y nadie se atreve a predecir qué formas tomará luego el conflicto. Nadie tiene propuestas alternativas en el marco de la legislación vigente salvo esa imprecisa promesa federal del PSOE que, en todo caso, requeriría una reforma de la Constitución y el concurso del PP. También la parte catalana tendrá que imaginar qué hace, pero ya se barajan distintas propuestas, desde el desacato al Tribunal y la desobediencia hasta la convocatoria de elecciones anticipadas de carácter plebiscitario, con una posible declaración unilateral de independencia por medio.

El meneo de tablero político de las elecciones europeas ha sido grande y sigue concentrando la atención de los analistas. Se especula sobre si cambiará el sistema de partidos; si el PSOE se hundirá al nivel del PASOK; si puede haber un frente popular;  si se materializa una opción similar a la Syriza griega; si, por fin, se inicia de verdad la lucha contra la corrupción. Así pues, los asuntos sobre los que se quiere debatir en público son el autoritarismo del gobierno, la corrupción y la unidad de la izquierda. La cuestión catalana no está en primer plano.   En Cataluña, sí. Y en los próximos días, con la Diada y el referéndum de Escocia, más. Pero no en el conjunto de España.

Los famosos, artistas, intelectuales españoles han sido incapaces de escribir algo parecido a la carta que 200 personalidades inglesas dirigían a los escoceses, reconociendo su derecho a marcharse pero pidiéndoles respetuosamente que no lo hagan. Aquí, al revés, se han suscrito manifiestos negando a los catalanes el derecho a decidir por su cuenta de modo bronco o más suave. Los artistas e intelectuales españoles hablan bien o mal de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia; pero, de Cataluña, solo mal. Y, sin embargo, el destino de España depende de Cataluña. Como el de Eneas, de Palinuro. 

dilluns, 30 de juny del 2014

El reñidero español

Tomo prestado el título de uno de los libros más interesantes y más tempranos sobre la guerra civil. Tan temprano que se escribió en 1937, con lo cual se le añade un valor profético. No hay nada como que te torture cualquier policía secreta para hacerte clarividente. Es lo que le pasó a Franz Borkenau, el autor.

Reñidero, laberinto, tragedia, ruptura, decadencia, desastre la mayoría de los términos que suelen asociarse al sustantivo España son alarmantes. 

“España es una gran nación”, trompetea menendezpelayesco siempre que puede, el presidente del gobierno. “España es una gran nación”, dice Juan Carlos I en el momento de su apresurado mutis. “España es una gran nación”, reitera Felipe VI en el de su deslucida llegada de la mano del Corpus Christi. No se sabe de dónde sacan esta convicción, si es que la tienen y no es pura propaganda. Tampoco importa. El caso es repetirla sin cesar, por si cuela. Y no cuela. Una gran nación no tiene partes de su territorio sometidas a una soberanía foránea y alguna de ellas –Gibraltar- en régimen que los españoles gran-nacionales consideran “colonial” y por el que dicen sufrir mucho. Una gran nación no reforma su Constitución por orden del exterior y en procedimiento de urgencia. No está literalmente carcomida por la corrupción, desde la Casa Real hasta la última pedanía. No tiene una cuarta parte de los niños por debajo del umbral de la pobreza y pasando hambre, ni casi seis millones de personas activas en paro. Ni exporta decenas de miles de trabajadores cualificados porque es incapaz de emplearlos. No tiene a la gente buscando comida en los basureros. Una gran nación no necesita asociaciones privadas que salgan en su defensa, ni recurre a la censura, ni manipula (al menos, descaradamente) los medios de comunicación, ni hostiga y reprime a los ciudadanos que se manifiestan o protestan. No reduce o conculca los derechos de la gente y muy especialmente los de las mujeres. En lo esencial, una gran nación no se niega a reconocer el derecho a decidir de sus minorías nacionales, no les discute la condición nacional ni trata de asimilarlas a toda costa y de conservarlas a la fuerza.

“España no es una nación, sino un haz de naciones”, decían los catalanistas a mediados del XIX. “España no existe como nación”, sino como una serie de compartimentos estancos, reconocía un atribulado Ortega. “No es una nación”, recupera Jordi Pujol setenta años después el discurso catalanista “España no es una nación, sino un Estado”, recalcan las nacionalistas vascos todos, desde los burgueses del PNV hasta los radicales de Amaiur. O sea, no solamente no es una gran nación, sino que no es nación a secas. No es. O quizá su ser sea ese su no ser una nación. Definirse por lo que no se es tiene la ventaja de que se puede ser (o simular que se es) lo que en cada momento convenga, cosa muy apropiada para el patriotismo habitualmente oportunista. Claro que también puede ser una plepa de órdago, como explica Ben Beley en las Cartas marruecas: ese no tener carácter propio “es el peor carácter que se puede tener”. De tener alguno, es el del enfrentamiento, el conflicto de las dos Españas, la nacionalcatólica, siempre dominante y la librepensadora, liberal o progresista que casi nunca ha conseguido hacerse oír y solo de uvas a peras y fugazmente ha convertido su voz en ley. Es una situación que ya invita a la melancolía a los del 98, entre quienes había de todo, desde quien, como Unamuno, era un agónico católico españolísimo hasta quien, como Azaña, ambicionaba (y, por un momento de ilusión creyó haberlo conseguido) descatolizar el país. Al parecer es una nación que solo existe en lucha y en lucha intestina. La de España contra la Anti-España que presenta diversas caras a lo largo de los siglos, pero siempre es la otra España.

Realmente lo del reñidero se queda corto. Por sí misma la conllevancia española tritura los más esforzados planes de organización territorial del Estado. Ha agotado ya hasta los términos para designarla en cualquiera de sus dimensiones: nación, nación de naciones, regiones, nacionalidades, autonomías, territorios históricos, federación, confederación, Estado compuesto, Estado libre asociado, derecho a decidir, autodeterminación, independencia, soberanismo, asimetría, bilateralidad, consulta, declaración unilateral de independencia. Un guirigay en el que es casi imposible entenderse.
La nación de naciones no sabe por dónde empezar. Ahora descubre que la divisoria izquierda/derecha chirría con el impacto de los nacionalismos, de los llamados periféricos y del español que, a su vez, argumenta no ser nacionalista, pues esa lamentable muestra de provincianismo o aldeanismo recae solo sobre los otros. La derecha nacionalcatólica, hoy en el gobierno con su discurso “sin complejos” de naturaleza autoritaria y criptofranquista, ya no es monolíticamente española. Ahora hay un nacionalismo independentista moderado, conservador, burgués, de derecha que no estaba en el paisaje porque esas derechas solían ser muestras de lo que Fraga llamaba “el sano regionalismo” y no daban la murga. Y, ya el acabóse, hasta el clero se divide y hay curas y monjas de la fe católica que andan en conciliábulos diabólicos con las opciones independentistas, hasta las de izquierda. Y sin que nadie los llame al orden porque, si bien la jerarquía hispana sigue en Covadonga, en el Vaticano se sienta un argentino medio chanta del que el nacionalismo español se fía tanto como de la teología de la liberación.

Y más reñidero en la izquierda. La otra España, -desde los socialdemócratas respetables, muchos de ellos católicos a machamartillo, como Dios manda- hasta los perroflautas, pasando por la conjura judeomasónica, está tan perdida en la cuestión nacional como en la internacional. El socialismo democrático naufraga a ojos vistas. La crisis lo ha devorado como Cronos a sus hijos. Ya, ni se atreve a ser keynesiano y se conforma con ser dinástico La cuestión nacional lo tiene descoyuntado y el derecho a decidir es anatema. No va a quedar ni la raspa del PSC. Y, sin el apoyo electoral del PSC en Cataluña, el PSOE volverá al poder en solitario en las calendas griegas.

Pero podría volver en comandita, de no ser porque los posibles comanditarios parecen más inclinados a la doctrina Sinatra. Entre ellos IU descubre lo incómodo que es encontrarse a alguien a su izquierda, haciéndole a ella lo que ella hace al PSOE: marcarla de cerca. En la cuestión nacional embeleco. El derecho de autodeterminación solo se invoca para el Sahara y el Tibet y apenas se aborda el nacionalismo, salvo para informar al mundo por boca de su coordinador general de que los catalanes no pueden decidir por su cuenta. De donde se sigue que no pueden decidir.

Más a la izquierda, los novísimos de Podemos reconocen el derecho a decidir pero lo acompasan con una acusación a la casta de estar vendiendo la Patria que acaban de encontrarse abandonada en una esquina. Otros sin complejos en el reñidero. Al parecer la historia no les ha enseñado que esa Patria invocada del 99% no pasa, en el mejor de los casos, del 50% (menos, si descontamos las naciones irredentas) y generalmente en posición subalterna. Lo de la casta suena a las épocas Kali de la historia, según Ortega. A lo peor es llegado el momento de destruirlo todo, o eso barrunta, asustada, la clase dominante.

Hay unas izquierdas independentistas que miran a las españolas como fraternas pero dentro de un espíritu internacionalista que estas admiten a regañadientes. En lo tocante a la Patria (la suya particular), esas izquierdas no hacen ascos a alianzas nacionales (de su nación particular) que, sin embargo, critican acerbamente cuando es de fuerzas de ámbito estatal. Aunque el nacionalismo español de izquierda se pregunte a veces si cabe ser nacionalista y de izquierda, sin reparar en que ese es justamente su caso, lo cierto es que los partidos independentistas radicales y/o republicanos en el País Vasco y Cataluña cuentan con considerable apoyo electoral probablemente porque son los únicos que saben lo que quieren en la cuestión nacional. Que no es poco en una época líquida en la que naufragan las mejores marcas electorales. El mero hecho de tener una causa clara por la que luchar es un paso importante hacia el triunfo.

Otros actores y espectadores del reñidero español contribuyen a hacer más animado el ambiente desde posiciones, instancias, opiniones e intereses muy diversos. Feminismo; ecologismo; corporativismo asambleario (por encontrar un nombre a las mareas); movimientos por la vivienda, por los derechos; plataformas contra desahucios; movimientos 15-M; ciberpartidos; redes sociales; medios digitales críticos. Múltiples formas de acción social que pueden actuar como partidos, como grupos de presión, como movimientos ciudadanos, como estados de opinión, que ejercen evidente impacto sobre el conjunto del sistema político, forzando medidas de protección de las autoridades y ofertas algo desconcertadas de colaboración de las fuerzas políticas institucionales. Curiosamente, esa variedad de formas de organización y acción social suele reconocer sin problema el derecho a decidir de lo demás. Es lo lógico, dado que viene a coincidir en reclamarlo también para sí, recientemente en la petición de un referéndum sobre la Monarquía.

Así que, en el reñidero se debaten hoy tres grandes cuestiones: la Monarquía, la lucha contra la crisis y la organización territorial del Estado. Prácticamente todo y por eso se habla de “proceso constityente” otra vez. Pero no todo. Algunos radicales estamos empeñados en que también se plantee la separación de la Iglesia y el Estado con todas sus consecuencias (sobre todo en materia educativa), la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede, la supresión del presupuesto del clero y el sometimiento de la iglesia católica al régimen civil y fiscal ordinarios. Pero ese debate sigue en sordina. Casi nadie se atreve a plantearlo frontalmente porque los curas cuentan con acólitos y correveidiles casi por doquier.

Y sin embargo, debiera ser el debate por excelencia, el prioritario, ya que el nacionalcatolicismo, vigente hoy como ayer, es una de las principales causas, si no la principal de la decadencia y postración de este país, que no es nación moderna y tampoco Estado eficiente.

(La imagen es una foto de Amshudhagar, bajo
licencia Creative Commons).


dissabte, 7 de juny del 2014

Referéndum.





Por un referéndum sobre la República.

Las dinastías pasan. Los pueblos permanecen.

La dignidad de las personas reside en su autonomía y su derecho a decidir como individuos y como pueblos. El derecho a decidir es la base moral de la civilización en libertad.

Lo más importante que las personas deben decidir es su orden de convivencia y su forma de gobierno.

Nadie puede arrogarse el derecho a decidir por la mayoría si no es por determinación expresa de esta. El derecho a decidir individual y colectivamente es originario y se actualiza cuando circunstancias extraordinarias lo exigen. La única forma de averiguar la voluntad de la mayoría es consultándola en un referéndum sobre la forma de gobierno y/o sobre la organización territorial del Estado.

Este Parlamento fue elegido para asuntos ordinarios y sostener que la sucesión es uno de ellos cuando es fuerza aprobar una ley orgánica por vía de urgencia, quebrantar normas de procedimiento y modificar de hecho la Constitución es un evidente abuso. De tratarse como asunto ordinario, la sucesión será legal pero no legítima y la monarquía, último legado de la Dictadura, seguirá siendo ilegítima. El relevo es la oportunidad de reconsiderar o validar la decisión que se tomó en el pasado en otro momento de excepcionalidad. No hay razón para aceptar sin más una forma de gobierno impuesta por circunstancias que ya no están vigentes.

Desde el momento en que la democracia es la igualdad de todos ante la ley, el concepto mismo de “monarquía democrática” es una contradicción en los términos. Cuando las personas son libres, nadie es más ni menos que nadie.

Esta monarquía hereditaria, basada en un principio sucesorio patriarcal, es una afrenta al sentido de la libertad, la igualdad y la dignidad de la conciencia contemporánea.

La República, en cambio, es la negación de todo privilegio y la garante de la igualdad ante la ley.

Ramón Cotarelo.

divendres, 7 de març del 2014

Palinuro cierra temporalmente.

Pues sí, amables lector@s, Palinuro echa el cierre temporalmente. Tiene acumulación de trabajo. Necesita más tiempo y fuerza es ir a sacarlo de donde lo hay: en el blog. Cuesta, cuesta, no crean. Los blogs pueden resultar adictivos. Son tan íntimos como diarios y tan públicos como el pregón del alguacil en la plaza del pueblo al mismo tiempo. Son ventanas para asomarse a ver y ser visto. Hay muchos títulos de blogs que transmiten esa idea o propósito, muchas "atalayas", "castillos", "observatorios", "vigías", "disparaderos", "troneras". Es nuestro refugio y el modo de comunicarnos. ¡Cómo no va a costar!

Palinuro ya se interrumpió una vez en el pasado por idéntico motivo: sobrecarga de trabajo. Y luego retornó. Es su destino. Ahora lo volverá hacer. No está claro cuándo porque anda atareado con algún libro que otro y alguna que otra traducción, además de su quehacer cotidiano. Es imposible calcular el tiempo, pero no será mucho.

Ha vuelto a sopesar las alternativas: espaciar las entradas, resumirlas, sobre todo ahora que el Nuevo Palinuro tiene una interfaz más compleja, más de página web y permite desplegar mayor cantidad de temas. Pero no merecen la pena. Apenas ahorran tiempo y dan al producto un aire más distante y más aburrido.

Es un momento crítico, sin duda. Se precisan voces independientes y no solo argumentos de partido y bandería o consignas sectarias. Pero ya hay muchas, muy meritorias y nadie es imprescindible.

La imagen es un cuadro de Salvator Rosa (1615-1673), titulado Filosofía, en la Galería Nacional de Londres, y la inscripción reza; "Calla, a no ser que lo que tengas que decir sea mejor que el silencio".

dijous, 6 de març del 2014

La corrupción y la propaganda.

Aquí nadie se cree ya nada. Según el barómetro del CIS de febrero el paro es la mayor preocupación de los españoles (80,1%), seguido en segundo lugar por la corrupción que sube al 44,2%. En tercer lugar, a distancia, la sanidad (10,8%). Al mismo tiempo, como sabemos por otros barómetros anteriores del CIS, el grado de desconfianza de la ciudadanía hacia Rajoy es altísimo, de cerca de las tres cuartas partes, mientras que el de Rubalcaba aun es mayor. Quizá sea por esto, porque no confían en los gobernantes, por lo que los españoles tienden a no dar crédito al último discurso que está emanando de La Moncloa, según el cual el país, gracias al gobierno, está saliendo de la crisis. Este año habrá crecimiento del PIB y creación neta de empleo. Y el año que viene ya será jauja, con una reducción de impuestos como símbolo del reinicio de la prosperidad.

Pero ese discurso no encuentra crédito. El porcentaje de ciudadanos que piensa que la situación económica dentro de un año estará igual o peor que hoy es del 70,6% y el de quienes creen que sucederá lo mismo con la situación política escala al 80,3%. La política lleva siempre la peor parte.

Rajoy tiene un problema de comunicación No solo personal, cosa evidente, sino también institucional. Es decir, tiene un problema en el aspecto en el que vuelca todo su esfuerzo: la imagen, la propaganda. Como dice un interesante artículo de Carlos Elordi que no me canso de citar, el gobierno no gobierna, solo hace propaganda tramposa. Pues tendrá que hacer más propaganda o conseguir que sea más tramposa. Porque nadie parece creerlo.

En verdad, La Moncloa entiende a la perfección su interés: tiene que elaborar un discurso hegemónico, frente al que no haya uno contrario o, si lo hay, no se difunda. El nudo de la cuestión está en el control de los medios de comunicación y a eso se ha dedicado con ardor en la primera mitad de la legislatura. Ha convertido la RTVE en la voz de su amo y ha descabalgado a los tres directores de los periódicos más leídos del país. Una decisión fría, meditada con un motivo claro: aprovechar la pavorosa crisis por la que atraviesa la prensa de papel, utilizar la publicidad institucional para doblegarla y suprimir la formación de una opinión crítica.

El empeño del gobierno es muy sencillo: se trata de ganar las elecciones presentando una imagen de España que no coincide en nada con la realidad. Una España Potemkin. Será interesante ver en las próximas elecciones si ese plan tiene éxito. Si no lo tiene, si el gobierno pierde las elecciones europeas, el tramo hasta las generales de 2015 será bastante áspero porque aquel aumentará su agresividad.

El paisaje de un hombre.

Una exposición monográfica de Cézanne en Madrid es un acontecimiento porque la última tuvo lugar treinta años atrás. Así, bien puede uno rascarse el bolsillo y pagar la pastizara que pide el museo, uno de los más caros del lugar, por una muestra relativamente modesta del pintor de Aix-en-Provence. Además, si no me equivoco, se ha roto el convenio que tenía el museo con Cajamadrid y las exposiciones se han reducido pues ya no se prolongan en los salones de la plaza de Celenque. También aquí han llegado los recortes. La selección de obras expuestas se concentra en los paisajes y los bodegones y deja fuera de foco los otros temas o series, según el término que el propio Cézanne utilizaba, que representan lo abigarrado y variado de una obra diversa pero constante, casi entendida como un experimento prolongado en el tiempo. Faltan (o hay algún cuadro suelto) la pintura de su primera época, así como los desnudos, los autorretratos, la montaña Sainte Victoire y, sobre todo, alguna de las versiones de los jugadores de cartas que debieran ser de exposición obligada. 

La muestra está a rebosar de gente. La figura de Cézanne ha ido agrandándose con el tiempo, a medida que se rompían los clichés, los prejuicios y la ideología que se ha vertido sobre el arte del XIX y el XX. Cézanne nunca pasó hambre ni extrema necesidad, como parecía obligado en los vanguardistas de la época. Tuvo momentos difíciles, cuando la asignación paterna, de la que vivió toda su vida, hasta que heredó la fortuna de su padre, no le alcanzaba y, en tales casos, recurría a amigos acomodados, como Zola, a quien le unía una relación desde los tiempos de colegiales. Su padre era un parvenu, hijo de inmigrantes, que llegó a ser banquero de provincias y amasar una fortuna. Las relaciones con el hijo nunca fueron buenas, aunque tampoco de abierta hostilidad, gracias a la mediación de la madre y la gran habilidad del hijo para no irritar en demasía a su progenitor. Este lo quería banquero o, en su defecto, abogado. Pero él se salió con la suya de ser pintor.

Tuvo una educación esmerada, era poeta tanto en latín como en francés, y músico. Decidió dedicar toda su vida al arte de la pintura, cosa que consiguió enfrentándose a su padre. Una rebelión con buenas formas, pero firme y triunfante. En nombre de su dedicación al arte mantuvo una actitud inconformista extrema que lo convirtió en una persona muy querida pero por muy poca gente, casi exclusivamente pintores, artistas, intelectuales y marchantes. Para todo lo demás resultaba un ser solitario, asocial, una mezcla de timidez y hosquedad. Aunque no le importaba vivir en París, prefería el campo, la posesión de la familia en Jas de Bouffan y la suya de l'Estaque, desde la que podía ver la montaña de Sainte-Victoire, el emblema de una época de su pintura, el punto final de su evolución, una reproducción casi obsesiva de la montaña que muchos comentaristas no dudan en incluir en una especie de mitología simbólica, en donde no es raro que aparezcan los nombres de Sinaí y Tabor. Claro, la magia de la montaña, la montaña mágica, presente en muchas latitudes, culturas, obras artísticas. Para Cézanne, con todo, se trata de representarla con diferentes colores, según la luz del día (el gran descubrimiento del impresionismo), mezclarla con el cielo y relacionarla con los paisajes, también cambiantes. Hay algún ejemplo en la exposición.

Los paisajes, la pintura al aire libre. Cézanne adoraba a Poussin, conocía muy bien la escuela de Barbizon y su obra es una sucesión de paisajes (con alguna, escasísima, presencia del mar) vistos con los ojos de un pintor y sentidos con el espíritu de un poeta virgiliano. Maravillosos. Todos. La exposición abunda en ellos y el comisariado va dando explicaciones muy oportunas por las paredes, cosa muy acertada porque este hombre, tan peculiar, apenas firmó una veintena de sus abundantísimas obras y dató no más de diez o doce, con lo que las aclaraciones se agradecen. ¿Y quién no ha teorizado sobre los paisajes de Cézanne, la heterodoxa línea del cielo, la mezcla de planos, las vueltas del camino en el bosque, los edificios entre los árboles?

El otro gran tema de la exposición son los bodegones y las celebérrimas manzanas sobre las que se ha escrito tanto como sobre la Gioconda. También se le han buscado interpretaciones en todos los sentidos. ¿Por qué manzanas? Seguramente porque era lo que tenía más a mano y el suyo no era un fin simbólico de la manzana como aparece en mucha ocasiones en la historia sino el de recrear la realidad en la que y con la que vivía, a propósito, interpretándola. Manzanas, peras, melocotones, frutas de temporada. Hay quien dice que esas manzanas vienen de las que, siendo niños, Zola le regaló un día en que lo había defendido de uno de los frecuentes ataques a que lo sometían los otros alumnos por su fragilidad. La interpretación más extendida es la que ve las dos series, los dos temas, paisajes y bodegones, entrelazados. Bodegones como paisajes y paisajes compuestos como bodegones. ¿Por qué no? En los bodegones se da esa factor casi inapreciable de la ruptura de la perspectiva con la que se inició el cubismo. 

Así como se tiene a Cézanne por fundador del impresionismo, se lo tiene por antecedente del cubismo y, por ahí, de toda la pintura moderna. Ese es el punto de las disquisiciones sobre las jarras de agua o lo tarros, que reaparecen en las obras cubistas, no ellos mismos sino la situación y forma que tienen en un conjunto con una armonía nueva, subjetiva, sin reglas de perspectiva. 

Esa pintura no podía gustar a su padre y menos a los señores de la Academia, que daban paso a los salones oficiales. Por eso rechazaron sus obras, verdaderas patadas al amaneramiento neoclásico. Y por eso acabó formando grupo con los rebeldes y presentando obras en el salon des refusés, en acción común con sus compañeros impresionistas. Pero la rebeldía de Cézanne se acababa aquí. Era una posición personal, como la que lo enfrentó a su padre, una rebeldía en defensa del arte y de su cultivo casi como un sacerdocio. En defensa del arte, todo. Pero solo del arte. 

Enseñó a su generación a salir a pintar al aire libre. Esta era la consigna. Lo había sido en Barbizon y lo fue para Monet, Manet, Renoir, etc. Pero, para ellos, salir al aire libre significaba, sobre todo, las calles de las ciudades, los pueblos, los ferrocarriles, los puentes, los acontecimientos sociales, los bailes, las verbenas, las regatas, las kermeses, hasta las revoluciones. En la inmensa obra de Cézanne no hay nada de esto. Vivió acontecimientos como el hundimiento del II Imperio, la Comuna, el conflicto dreyfusard. Pero no se refleja en su obra. Él vivía en el mundo, absorbido, empapado en el mundo; pero en otro mundo, el de la naturaleza y el de él mismo. Los bañistas (hay también alguno en la exposición), en el fondo, son paisajes. Solo los autorretratos, muchos a lo largo de su vida, y todos magníficos, parecen distanciarse del tema dominante. Lo parecen. Son indagaciones, introspecciones sin ningún tipo de concesión, intentos de comprender cómo iba realizándose en su proyecto vital de conseguir una representación plena de la naturaleza.

Su experiencia continua fue una muy escasa aceptación (salvo los círculos próximos, iniciados) cuando no, hostilidad. Él, sin embargo, jamás vaciló en el convencimiento de su vocación y la seguridad de que conseguiría lo que se proponía, representar la naturaleza de una forma nueva, recrearla, revolucionar el arte y revolucionar la revolución del arte. Ahí, en ese alto concepto en que Cézanne se tenía, está la razón de su ruptura con su amigo de toda la vida, Zola quien, en el fondo, nunca lo había entendido, como tampoco entendió el impresionismo. Se vio retratado en la figura de Claude Lantier, un pintor fracasado en  L'oeuvre, de Zola. Él sabía que, de fracasado, nada.

Y la prueba, esas colas de gentes que vamos a quedarnos pasmados delante de sus increíbles paisajes.  

dimecres, 5 de març del 2014

El portavoz de sí mismo.

Rajoy sigue leyendo mundo adelante. No hablando. Jamás habla espontáneamente. Lee. Se entiende el apuro en que se vio en cierta ocasión en que, habiendo escrito él personalmente lo que había de leer, no entendía su letra. Y en la cabeza, ideas, no debía de haber muchas. Por eso lee siempre y escurre el bulto de todas las comparecencias en que pueda verse obligado a improvisar algo. No puede. Ni un desliz. Nada de responder preguntas, que te pierdes. Nada de improvisar. Todo por escrito. Por eso cabe decir que Rajoy gobernante no es Rajoy compareciente. El compareciente no es Rajoy -a quien se parece mucho, como si fuera un doble- sino su portavoz. Es sencillo: Rajoy es portavoz de Rajoy, quien no se deja ver.

Y no es menuda la tarea del sosias portavoz. Tiene dos en concreto, una positiva y otra negativa, ambas relacionadas. La positiva: debe colocar un discurso triunfalista que suena a falso a la legua. No puede permitirse ni un error, sobre todo en magnitudes que están habitualmente manipuladas. La negativa: debe impedir a toda costa que se hable de la corrupción, del caso Gürtel y menos que se ponga en cuestión la legitimidad de su gobierno a cuenta de las presuntas fechorías que su partido por un lado y él personalmente pudieran llevar años cometiendo.

Lo primero y positivo parece improbable porque, se esgriman los datos como se esgriman, si la gente sigue sin poder pagar el recibo de la luz o la hipoteca o el colegio de los niños, ya le pueden contar milongas macroeconómicas, interpretar ladinamente el sentido de los datos o prometer longanizas el año que viene: no creerá nada. Lo segundo y negativo es imposible. Cada día, casi cada hora, hay una noticia nueva en ese procedimiento Gürtel que parece las zahúrdas de Caco. ¿Pude seguir afirmando Rajoy que se enteró del caso Gürtel prácticamente ayer y por la prensa cuando el Bigotes asegura haberle pedido por carta en 2003 (y la carta consta) que mediara para que su partido -pelín moroso- pagara las facturas de la Gürtel? Repetirá que sobre ese tema ya ha dicho todo cuanto tenía que decir. Pero ¿cuánto tiempo podrá decirlo cuando cada vez es más claro que no ha empezado a hablar y que puede tener que hacerlo delante de un juez?

Y no es solamente Rajoy. Es todo cuanto el PP ha tocado, en Castilla La Mancha, en Valencia, en Baleares, en Galicia, en Castilla y León y, por supuesto, Madrid que, en los años de oro de la Gürtel, los del frenético inaugurar de Aguirre, parecía Wichita, ciudad sin ley por lo mucho que aquí se ha robado. Para quitarse el feo y plebeyo muerto de la financiación ilegal de las campañas electorales, Aguirre, noble consorte, dice que en 2003 el presidente del PP en Madrid era Pío García-Escudero, IV Conde de Badarán. Esto va de aristócratas, un poco randas, según parece, pero gente de "buena estirpe". Aguirre no era presidenta del PP entonces pero sí fue la candidata de las dos elecciones autonómicas de aquel año, las del Tamayazo, es decir, la beneficiaria directa de la presunta financiación ilegal. ¿Qué valor tienen unas elecciones ganadas con trampas?

Es la cuestión del pufo universal que, como el fantasma de la esencia patria, vuelve de visita, a dejar claro a los ojos del mundo quién y cómo gobierna el país. El amigo íntimo de Aznar, aupado por este a la presidencia de Caja Madrid en 1996, Miguel Blesa, ocupó el cargo hasta 2009, fecha en la que los enredos de la inevitable Aguirre lo echaron de la canonjía, substituido en ella por Rodrigo Rato, quien acabó la obra de su predecesor. Lo mismo hizo Aznar con su otro amigo del colegio, Villalonga, a quien puso al frente de Telefónica. Des ejemplos claros del capitalismo de amigos del que el expresidente abomina en público como buen neoliberal. A Villalonga no le fue mal de todo, quizá porque tuvo la habilidad de romper con Aznar, quien debe de ser insaciable en el cobro revertido de favores. A Blesa, quizá por no romper con el capo, le ha ido fatal. Bueno, ha ido fatal -en mayor medida incluso- al interés público y a miles y miles de ahorradores a los que supuestamente se estafó con las preferentes. Blesa parece haber llevado a la quiebra la segunda entidad financiera del país, con más de doscientos años de solera. En su descargo dice el buen hombre que no cabe considerar que un jubilado careciera de conocimientos financieros a la hora de entender las tales preferentes. Y, a más a más, sostiene ante el juez que él no sabía nada de ellas, siendo así que esas preferentes se aprobaron en la Comisión Ejecutiva de la Caja a iniciativa del amigo íntimo de Aznar. ¿Cómo es posible que este hombre esté en la calle y, en cambio, se halle procesado el juez que lo encarceló? ¿Quién puede tomarse en serio un país así?

(La imagen es una foto de La Moncloa según su aviso legal).

La devaluación interna como política.



Los señores del canal Hispantv invitaron a Palinuro en directo a un interesante diálogo con Caridad García Álvarez, diputada de IU en el Congreso, en el programa Enfoque. Trataba la charla de la pobreza y la desigualdad en España. Dejo el vídeo por si alguien quiere verlo. Palinuro expuso su punto de vista al respecto, consistente en señalar que la pobreza (y la consiguiente desigualdad, en la que parece somos campeones en Europa) no es un dato caído del cielo como el índice de pluviosidad, sino que es la consecuencia querida de una política deliberada del gobierno. La idea responde al patrón de la banca, los empresarios, los organismos financieros internacionales, la Unión Europea, que Rajoy aplica a rajatabla, consistente en sostener que se sale de la crisis aumentando la productividad y que esta lo hará bajando los salarios y, en general la renta de la gente a base de reducir el gasto público (subvenciones, servicios sociales, pensiones, prestaciones de todo tipo), es decir, de empobrecer el país. Una devaluación interna ya que no se puede hacer externa. Pero que solo afecta a las rentas del trabajo y no a los beneficios de las empresas o los de capital que, al contrario, se han reanimado inyectándo dinero público procedente de esos recortes.

Esa es la política real, deliberada, del gobierno. Luego está lo que dice ya en año electoral: los sacrificios dan frutos y estamos saliendo de la crisis; luz al final del túnel, etc. Pero esas declaraciones chocan con la percepción directa de la ciudadanía de que las cosas no mejoran; al contrario, empeoran. Rajoy insiste en la tecla, amontona datos (en los que escasa gente confía) y se niega a hablar de otros asuntos que, sin embargo, tienen una importancia capital a la hora de medir su crédito, como la corrupción. La confianza popular en el gobierno es cero. Entre otras cosas porque el razonamiento es muy sencillo: alguien que hace dos años mintió al país entero con un programa electoral que incumplió para ganar las elecciones, no se arredrará de volver a mentir para mantenerse en el poder. Sin duda, ahora ya no son promesas sino datos estadísticos fríos y duros. Sí pero es muy fuerte y cada vez más extendida la idea de que el gobierno también manipula las estadísticas. En este estupendo artículo, Carlos Elordi avisa, además, de que, controlando el gobierno como controla prácticamente todos los medios de comunicación, audiovisuales y prensa de papel, puede que parte de esa propaganda cale. Elordi menciona a Goebbels. Algo de eso hay.

dimarts, 4 de març del 2014

El puferío nacional.

Los juntaletras no agradeceremos nunca lo suficiente a Francisco Correa, (a) don Vito, cerebro (junto a Pablo Crespo) de la Gürtel, su gran aportación a la renovación del castellano o español, sobre el que ha vertido generosamente su ingenio igual que repartía la pastuqui entre allegados y colaboradores. Uno de ellos, Bárcenas, parece ser Luis el Cabrón, chambelán del jolgorio palaciego por el que pulularon el albondiguilla, el bigotes, el curita y otros pintas de este jaez. Todos dedicados, al parecer,  a la gestión de pufos. El festival de los pufos. Los actos electorales de Esperanza Aguirre, esos en los que se proclama a voz en cuello el sacrificio en pro de España y de los españoles, de los ciudadanos, para la sobría contabilidad de don Vito eran pufos. Y no en el terreno ideológico, en donde es evidente, sino en el directamente contable. Esperanza Aguirre recordaba hace pocos días que había destapado la Gürtel. Sería al levantarse del asiento porque estaba sentada sobre ella.

El pufo es escueto concepto pero tiene abigarrada naturaleza. Junto al pufo de campaña electoral (Madrid, Andalucía, Valencia), estaban los pufos inmobiliarios. El PP pagaba presuntamente en B negra las reformas de sus locales de Madrid y La Rioja. Nadie prescindía del pufo. Pufo el del expresidente de Baleares, pufo el de la visita del Papa en Valencia (ni al Santo Padre respetan los puferos), pufo el de la operación Pokemón, pufo el del alcalde de Burgos. Todo en ese partido pufea: Castellón, Alicante, Madrid, Ourense, Burgos. Cada vez hay más razón para responder adecuadamente al juez que todavía se pregunta si ha de habérselas con un partido político o con una asociación de malhechores.

Y eso en los pufos directos. Fenomenales son también los pufos indirectos, por contagio, en los que, cuando se escarba, se descubre siempre la conexión con el PP: pufo la presidencia de Blesa y Rato en Cajamadrid/Bankia, un pufo descomunal, causante de la ruina de millares de personas y en gran parte de la crisis española. Pufo las actividades del yerno real, quien, según parece, ha pufeado hasta una asociación de huérfanos. Pufo supuesto el de las privatizaciones hospitalarias y pufo, también supuesto, el del ático del señor González.

El pufo universal, sin fronteras ideológicas. Pufo el delos EREs andaluces, los cursos de la UGT y los de los empresarios. El jefe del nuevo pufo empresarial -excandidato del PP- está ya en el talego, al igual que el exjefe de los empresarios. Pufo, mientras no se demuestre lo contrario, el de la misteriosa fortuna del Rey y, por descontado, pufo en forma de rebaño pufero, el de todos esos profesionales de la política que llevan años cobrando sobresueldos. Estén en donde estén y tengan los cargos que tengan, empezando por el del presidente del gobierno quien, además de embustero y autoritario, es consumado pufero.

El pufo es el gran emblema español. ¿Marca España? Pufo España.

Resnais se va a Marienbad.

Acaba de morir nonagenario Alain Resnais que un día fuera símbolo de la nouvelle vague. O, más que morir, quizá haya desaparecido como alguno de sus personajes y retorne luego en un flash back a los que solía recurrir.

He visto poco cine de Resnais y el poco que he visto me gusta poco, desde el punto de vista puramente cinematográfico. Sus dos películas más famosas, Hiroshima mon amour y El año pasado en Marienbad son muy originales y muy poderosas. Visualmente fascinantes. Pero tienen algo de rebuscado, de artificioso, que les hacen parecer un poco cursis. Lo que es meritorio tratándose del horror de Hiroshima. Para Marienbad la cosa se explica por los escenarios. La mayor parte en el Nyphenburger Schloss, junto a Munich, el mayor palacio de Europa, con unos jardines infinitos, en donde vivía y era devorado por su locura Luis de Baviera. Y dentro del Nyphenburger, el pabellón de caza, el Amalienburg, con increíble salón de los espejos. Hay un tercer castillo, también rococó espléndido, pero no recuerdo en donde está en Munich. En todo caso, una delicia para la vista y un sopor para el entendimiento.

Resnais había empezado con fuerza rodando un documental impresionante, Nuit et brouillard, sobre los campos nazis de concentración. También hay interferencias con dos tiempos de narración alternados, pero la fuerza del tema todo lo puede. Desde que se filmó (1955) se han producido obras maestras sobre este siniestro episodio, pero Resnais fue uno de los primeros, si no el primero. El título, Noche y niebla es el del decreto de Hitler de siete de diciembre de 1941 por el que se ordenaba la desaparición forzosa de todas los individuos desafectos al régimen por la razón que fuera, en todo el Reich, incluidos países invadidos. Millones de personas se esfumaron de la faz de la tierra sin dejar rastro; ni una tumba. Luego, el delirio se concentró en la solución final con los judíos. Es el relato de Noche y niebla (otra vez el pobre Wagner cargando con el mochuelo del desvarío ajeno), una pieza de muchísimo valor. Lástima que el estilo se le complicara en preciosismos. Aunque es posible que no sea el caso en otras que no he visto y son muchas, puesto que la última que rodó lo el año pasado.

Resnais dirigió también La guerre est finie, (1966) La guerra ha terminado, considerada su película más ortodoxa, menos experimental. Lógico. El guión era de Jorge Semprún y contaba en términos literarios, al estilo de Federico Sánchez (aunque aquí el héroe, interpretado por Yves Montand, se llame Diego), el conflicto que enfrentó en 1964 a Santiago Carrillo y la mayoría de la dirección del PCE entonces en el exilio, en París, con Fernando Claudín y Jorge Semprún, dos de los intelectuales más conocidos del partido. Es una película de ambiente español (españoles en España y en el exilio francés), contada por un español y que fue protagonista del conflicto. El conflicto que terminó con una pintoresca expulsión de ambos, últimos retazos de tácticas estalinistas. Un episodio que Semprún convirtió en un guión y Claudín en sendos libracos de difícil lectura, sobre todo hoy. Claro que el film también ha envejecido. Es la historia misma la que ha envejecido. Pero cuando vi la película en 1969 me pareció excelente, de una gran audacia, reflejando una realidad, la de la vida clandestina que todos los de izquierda conocíamos a través de cauces también clandestinos, y no salía a la luz pública.

De aquel conflicto -que era muy grato ver relatado en términos literarios, incluso con toques sentimentales y eróticos, a cargo de Ingrid Thulin y Geneviève Bujold- salieron luego los llamados "claudinistas", intelectuales procedentes del PCE pero, como sucedía periódicamente, enfrentados a la dirección y consiguientemente expulsados. En el film, el protagonista tiene rasgos heroicos, es el hombre de media edad, en la plenitud de la vida, que se enfrenta por un lado a los viejos anquilosados en formulas muertas de la dirección del partido y por otro a los jóvenes intempestivos, acelerados, radicales, recién salidos del cascarón y partidarios del recurso a la violencia para derrocar la dictadura, de cuyo lado habían ido mis simpatías cuando el film se rodó. Pero el hombre heroico vence a los dos enemigos del comunismo, el izquierdismo infantil y el revisionismo senil. Y por eso se lleva a las dos chicas, su compañera y la joven radical que comprende que sus amigos (los grupúsculos de Carrillo) son unos chavales dedicados a jugar con cosas serias y sabe en dónde hay un hombre de verdad, uno que tiene también ciertos toques paternales. El guión hace lo posible por explicar la doble vida del agente revolucionario que duda del sentido, no de la causa, sino del modo de alcanzarla. Y lo consigue, aunque a veces incurra en algún tópico de thriller.

Toda la experiencia de la clandestinidad está aún por narrar y esta película de Resnais es una aportación curiosa.

El papel de Montand es sobrio, como solía, pero no tiene mucho de específicamente español. En realidad es el mismo de Grigori Lambrakis en Z (1969), de Costa Gavras, también con guión de Semprún (y fabulosa banda sonora de Mikis Theodorakis, entonces deportado dentro de Grecia) y el de Michael Santore, en Estado de Sitio, 1973, también de Gavras. Montand hace siempre la misma interpretación, ya sea un hombre de partido en la clandestinidad, un diputado comunista con aureola popular o un agente de la CIA. Montand es siempre un profesional.