Rajoy sigue leyendo mundo adelante. No hablando. Jamás habla espontáneamente. Lee. Se entiende el apuro en que se vio en cierta ocasión en que, habiendo escrito él personalmente lo que había de leer, no entendía su letra. Y en la cabeza, ideas, no debía de haber muchas. Por eso lee siempre y escurre el bulto de todas las comparecencias en que pueda verse obligado a improvisar algo. No puede. Ni un desliz. Nada de responder preguntas, que te pierdes. Nada de improvisar. Todo por escrito. Por eso cabe decir que Rajoy gobernante no es Rajoy compareciente. El compareciente no es Rajoy -a quien se parece mucho, como si fuera un doble- sino su portavoz. Es sencillo: Rajoy es portavoz de Rajoy, quien no se deja ver.
Y no es menuda la tarea del sosias portavoz. Tiene dos en concreto, una positiva y otra negativa, ambas relacionadas. La positiva: debe colocar un discurso triunfalista que suena a falso a la legua. No puede permitirse ni un error, sobre todo en magnitudes que están habitualmente manipuladas. La negativa: debe impedir a toda costa que se hable de la corrupción, del caso Gürtel y menos que se ponga en cuestión la legitimidad de su gobierno a cuenta de las presuntas fechorías que su partido por un lado y él personalmente pudieran llevar años cometiendo.
Lo primero y positivo parece improbable porque, se esgriman los datos como se esgriman, si la gente sigue sin poder pagar el recibo de la luz o la hipoteca o el colegio de los niños, ya le pueden contar milongas macroeconómicas, interpretar ladinamente el sentido de los datos o prometer longanizas el año que viene: no creerá nada. Lo segundo y negativo es imposible. Cada día, casi cada hora, hay una noticia nueva en ese procedimiento Gürtel que parece las zahúrdas de Caco. ¿Pude seguir afirmando Rajoy que se enteró del caso Gürtel prácticamente ayer y por la prensa cuando el Bigotes asegura haberle pedido por carta en 2003 (y la carta consta) que mediara para que su partido -pelín moroso- pagara las facturas de la Gürtel? Repetirá que sobre ese tema ya ha dicho todo cuanto tenía que decir. Pero ¿cuánto tiempo podrá decirlo cuando cada vez es más claro que no ha empezado a hablar y que puede tener que hacerlo delante de un juez?
Y no es solamente Rajoy. Es todo cuanto el PP ha tocado, en Castilla La Mancha, en Valencia, en Baleares, en Galicia, en Castilla y León y, por supuesto, Madrid que, en los años de oro de la Gürtel, los del frenético inaugurar de Aguirre, parecía Wichita, ciudad sin ley por lo mucho que aquí se ha robado. Para quitarse el feo y plebeyo muerto de la financiación ilegal de las campañas electorales, Aguirre, noble consorte, dice que en 2003 el presidente del PP en Madrid era Pío García-Escudero, IV Conde de Badarán. Esto va de aristócratas, un poco randas, según parece, pero gente de "buena estirpe". Aguirre no era presidenta del PP entonces pero sí fue la candidata de las dos elecciones autonómicas de aquel año, las del Tamayazo, es decir, la beneficiaria directa de la presunta financiación ilegal. ¿Qué valor tienen unas elecciones ganadas con trampas?
Es la cuestión del pufo universal que, como el fantasma de la esencia patria, vuelve de visita, a dejar claro a los ojos del mundo quién y cómo gobierna el país. El amigo íntimo de Aznar, aupado por este a la presidencia de Caja Madrid en 1996, Miguel Blesa, ocupó el cargo hasta 2009, fecha en la que los enredos de la inevitable Aguirre lo echaron de la canonjía, substituido en ella por Rodrigo Rato, quien acabó la obra de su predecesor. Lo mismo hizo Aznar con su otro amigo del colegio, Villalonga, a quien puso al frente de Telefónica. Des ejemplos claros del capitalismo de amigos del que el expresidente abomina en público como buen neoliberal. A Villalonga no le fue mal de todo, quizá porque tuvo la habilidad de romper con Aznar, quien debe de ser insaciable en el cobro revertido de favores. A Blesa, quizá por no romper con el capo, le ha ido fatal. Bueno, ha ido fatal -en mayor medida incluso- al interés público y a miles y miles de ahorradores a los que supuestamente se estafó con las preferentes. Blesa parece haber llevado a la quiebra la segunda entidad financiera del país, con más de doscientos años de solera. En su descargo dice el buen hombre que no cabe considerar que un jubilado careciera de conocimientos financieros a la hora de entender las tales preferentes. Y, a más a más, sostiene ante el juez que él no sabía nada de ellas, siendo así que esas preferentes se aprobaron en la Comisión Ejecutiva de la Caja a iniciativa del amigo íntimo de Aznar. ¿Cómo es posible que este hombre esté en la calle y, en cambio, se halle procesado el juez que lo encarceló? ¿Quién puede tomarse en serio un país así?
(La imagen es una foto de La Moncloa según su aviso legal).