divendres, 5 de setembre del 2014

El gobierno de los ladrones.


Andan los socialistas muy atareados sugiriendo todo tipo de reformas que, a su juicio, podrían mitigar el desastre de España. Alguien ha dicho al nuevo Secretario General que debe desgranar una serie de propuestas en asuntos tangibles, concretos, ser constructivo, para recuperar la confianza del electorado. Igualmente los otros partidos de izquierda, aparte de debatir sobre su anhelada cuanto quimérica unidad, proponen baterías de medidas alternativas para sacar a España del hoyo en que la ha metido la estupidez y la incompetencia de Rajoy. Todos creen que la oposición no solo debe criticar al gobierno sino también proponer otras soluciones, distintas, a las que dan por fracasadas; ser positiva.

Pierden el tiempo lamentablemente. Los gobernantes no entienden de política ni les importa. Basta con mirar sus currículums; lo suyo es la explotación de los demás o el enchufe y la mamandurria propios. No les interesan las medidas de recuperación ni el crecimiento económico, ni los índices de desarrollo, ni el bienestar de los españoles. Lo único que les importa es cómo robar, como expoliar y esquilmar lo público, cómo llenarse los bolsillos, los propios y los de los amigos y enchufados por todos los medios mediante el BOE, la recomendación, el compadreo, el enchufismo o el caciquismo. Al PP, que no es propiamente un partido político, sino que más bien parece una asociación de malhechores, le traen al fresco las cuestiones políticas, morales, ideológicas y, cuando invoca una de estas, es para acudir en auxilio de la iglesia católica, su aliada y cómplice, la organización parásita española por excelencia que no ha sufrido un solo recorte en todo lo que va de crisis.

Mañana, viernes, el consejo de ministros aprobará el llamado "rescate" de las autopistas radiales de Madrid, todas en quiebra. Es un ejemplo diáfano de la forma cleptocrática de gobernar de estos apandadores de lo público. Las autopistas se pusieron en marcha como empresas privadas en contra de todo criterio de rentabilidad y viabilidad bajo un gobierno del PP con cuantiosas subvenciones públicas y la intención de favorecer a los amigos, sin contar los presuntos fraudes, mangoneos, favoritismos y chanchullos que se hicieran en el proceso. Mientras dieron algún rendimiento, los beneficios fueron privados; cuando, a causa de la planificación incompetente, sino directamente delictiva, y de la crisis, entraron en pérdidas, estas se socializan, de forma que son los contribuyentes quienes pagaremos el nuevo latrocinio de miles de millones. Para los peperos, gobernar es exactamente esto: piratear, robar lo público en beneficio privado y socializar las pérdidas privadas producto de la incompetencia o la granujería. Como han hecho con los bancos.

No tienen proyecto de país, ni plan alguno de recuperación, ni la menor idea de política económica ni de política a secas. Si hablan de esas cosas, como hace Rajoy de vez en vez, se las inventan, fabulan, mienten descaradamente, al estilo del mismo Rajoy a quien ya no creen ni en su casa, aunque a él, con su falta absoluta de dignidad, le dé igual. Lo suyo, lo de todos ellos, es forrarse, enriquecerse. Entienden la política como un negocio. La militancia en su organización de presuntos malhechores era una preparación (sabrosamente remunerada a base de sobresueldos) con el fin de llegar al poder para arramblar con todo lo público y quedárselo. Un botón de ejemplo: Rajoy es registrador de la propiedad; dos hermanos (o hermanas) suyos, también, y algún cuñado o cuñada. Un clan de registradores. En consecuencia, el ministro de "Justicia" del Reino privatiza el registro para que los amigos, parientes, deudos, enchufados de Rajoy y el propio Rajoy, hagan negocios suculentos a costa del sufrido contribuyente y negocios fabulosos, sin costes de infraestructura (pagados por los ciudadanos) y en el que todo son ganancias.

Cualquier persona normal se avergonzaría de esto, pero no los peperos. En todo país democrático, un presidente acusado de cobrar dinero en negro y de haber amparado una caja B en su partido habría dimitido, abochornado, y no digo nada de una vicepresidenta que parece haber cobrado 500.000€ de dinero dudoso o de una ministra a quien una organización delictiva pagaba los cumples de sus hijos. Aquí siguen siendo presidente, vicepresidenta y ministra y tienen la desvergüenza de amadrinar un proyecto de... ¡regeneración democrática!

El estilo elevado a categoría. La práctica es siempre la misma: unos funcionarios públicos (todos abogados del Estado, inspectores de trabajo, técnicos de la Administración, etc) al servicio de los intereses privados con la misión de descapitalizar lo público, arruinar el Estado del bienestar y derivar los dineros de todos a sus bolsillos o los de sus amigos y/o amos. A esto lo llaman capitalismo liberal, con desparpajo propio de turistas de paraísos fiscales. Y lo practican con todo: con la educación (en donde comparten el botín con los curas, otros liberales de siempre que imponen su modelo dogmático al tiempo que esquilman a la colectividad en nombre de Dios), la sanidad pública, los servicios esenciales, la gestión pública y hasta las pensiones cuyo fondo de reserva han saqueado para comprar deuda de la suya.

La oposición está en la luna cuando se toma en serio la actividad institucional. O algo peor que en la luna. A lo mejor está también en el ajo (el caso de los EREs y otras corruptelas son significativos) y por eso sigue la corriente en lugar de denunciar de modo sistemático y recurrente, sin descanso, la corrupción del partido del gobierno en todos los niveles. El gobierno y su partido no entienden de política; la democracia les parece una estupidez; las libertades, como a Franco, libertinaje. Llaman política a enchufar a los suyos, por ineptos que sean, como han hecho en Europa con De Guindos y Cañete, y responden al creciente descontento y malestar sociales comprando material antidisturbios y endureciendo la legislación autoritaria y la censura con el fin de amedrentar a la población, escarmentarla, asustarla y oprimirla. Es lo único que saben hacer. Eso y rezar a una pintoresca panoplia de vírgenes, en la más acrisolada tradición de la estupidez nacionalcatólica.

Para ese fin han imaginado el proyecto de reforma de la Ley electoral: para imponer por vía de pucherazo  a los suyos en los ayuntamientos en los que, como se prueba por el alud de procesos en marcha por los más diversos delitos, llevan años, lustros, decenios robando. No vaya a ser que los demás partidos formen gobiernos democráticos y se descubra el pastel de este latrocinio masivo de la derecha, esta corrupción a base de la alianza de políticos malhechores, funcionarios venales, empresarios corruptos, curas chupones y delincuentes que, en muy buena medida explica la pavorosa crisis española, cuyas consecuencias estamos pagando la población civil.

Por eso mismo empiezan ya a oírse voces en el partido del gobierno para ampliar este pucherazo a las elecciones autonómicas. Los presidentes y consejeros también quieren blindarse frente a las investigaciones de sus saqueos. Y me apuesto cualquier cosa a que sale alguien pidiendo que también se extienda a las elecciones legislativas.

Es lo mejor para robar más cómodamente porque, lo que es de política, estos mangantes no entienden nada ni les importa.

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Estrambote. Hoy se ha sabido que los genios que gestionan la cuenta de Twitter de Mariano Rajoy compran seguidores. Son, sin duda, ladrones, porque estas compras se hacen con dinero público, igual que el otro mangante, Aznar, empleó fondos públicos para pagar una medalla del Congreso de los Estados Unidos que, al final, no le dieron. Pero, además, profundamente estúpidos e ignorantes pues imaginan que una cosa así en Twitter, en donde todo se sabe, podrá permanecer oculta. Se ha descubierto porque, de pronto, a Rajoy le aparecieron cerca de 60.000 seguidores en árabe, escribiendo en árabe. Escribiendo en árabe a un tipo que no habla lengua alguna; ni siquiera la suya. Aquí hay una imagen de 9 de los miles y miles de seguidores de Rajoy: son robots a tanto la cuenta.

Lejos de alarmarse al ver que se descubría su chanchullo, los genios del equipo subieron un tweet supuestamente de Rajoy en el que este agradecía haber llegado a los 500.000 seguidores y soltaba una de sus habituales memeces sobre España. Cuando se descubrió la engañifa, los mangantes de La Moncloa borraron el tuit y empezaron  decir que, en realidad, era un ciberataque.

Calíbrese bien el significado de que un presidente del gobierno ande malversando caudales públicos para comprar seguidores ficticios en las redes. Puramente español. Puramente estúpido.