dijous, 6 de juny del 2013

Una asociación de presuntos chorizos


Breve relación de las supuestas inmoralidades, ilícitos, faltas y/o delitos que pueden haber cometido los principales miembros del PP a lo largo de los últimos años. El mínimo común denominador de esta frenética, generalizada actividad, esto es, la inmoralidad, la vergüenza, el escándalo, ya está alcanzado. Que, además haya delitos dependerá de lo que digan los jueces. Las acusaciones, los indicios, las informaciones de momento, apuntan a:
  • Sobresueldos: Aznar, Rajoy, Cospedal, Arenas, Zoido, García Escudero, etc.
  • Dos o tres sueldos simultáneamente: Cospedal, Aznar, Sánchez Camacho.
  • "Gastos de representación": varios de los citados y bastantes otros dirigentes.
  • Regalos en especie: Aznar, Barberá, Camps, Mato, etc.
  • Comisiones ilegales: Bárcenas, Crespo, López Viejo, Martín Santos, Sepúlveda, "el albondiguilla", etc.
  • Malversación: Barberá, Camps, Fabra.
  • Financiación ilegal: Aguirre, Camps.
  • Prevaricación: Castedo, Díaz Alperi.
  • Apropiación indebida: Matas, Blasco, etc.
  • Fraudes millonarios: Rato, Blesa.

A esta relación hay que añadir cientos de enchufados, asesores, cargos de confianza muchas veces sin la titulación adecuada, nombrados a dedo y cobrando una pasta a través de todo tipo de mamandurrias.
Por supuesto: nadie dimite, nadie da explicaciones y el PP parece estar dedicado a obstaculizar la acción de la justicia, prostituyendo la figura de la acusación particular o tratando de acorralar a los jueces.
Por otro lado, y es indignante, empieza a haber niños pasando hambre, problemas de salud derivados de las necesidades y la mala alimentación, hay millones de gente sin prestaciones, miles buscando comida en la basura, dependientes abandonados, familias en la calle, personas suicidándose.
Resumen: mientras unos presuntos chorizos, muy patrióticos, muy católicos, muy españoles, siguen llevándoselo crudo y el pueblo pasa verdaderas necesidades, los supuestos mangantes amenazan a todo el mundo con querellas, por cierto pagadas con el dinero de todos. El PP está moralmente inhabilitado para seguir detentando el poder en España.

El lobo solitario y la peña, o el código del espacio público.


Bueno, bueno. Una ojeada, por favor, a la imagen de la izquierda. Dennis Hopper, en su HD en Easy Rider (1969), siendo adelantado treinta años después por Dennis Hopper, en su Ford Cougar, en un famoso anuncio de TV de la Compañía Ford. Famoso por ser un prodigio de habilidad cinematográfica ya que los técnicos consiguieron literalmente fundir a Hopper en su Ford en las escenas originales de la película que aquel protagonizaba (y dirigía y producía) con Peter Fonda. Lo hacen con un procedimiento muy complicado llamado Flaming. Desde luego, el vídeo publicitario completo, que dura un minuto, es muy curioso.

Pero no me interesa tanto la cuestión técnica cuanto la simbólica. El anuncio del Ford Cougar con Hopper es una metáfora magnífica del modo en que el sistema mercantil devora todas las manifestaciones de rebeldía antimercantil, y dedico esta reflexión a Sergio Colado, de quien estoy leyendo un original bien interesante que versa precisamente sobre esto. Ríanse ustedes de las camisetas estampadas con la foto del Che que pueden comprarse en todas las tiendas pijas del mundo. El vídeo de Ford/Hopper va mucho más allá: es una demostración plástica, gráfica, visual, patente, de la imposibilidad e irrelevancia de toda rebeldía individual. Es verdad que en Easy Rider eran dos pero, aparte de que con dos no se hace ni un grupo, la dualidad es exigencia del guión de las novelas on the road. Don Quijote necesita a Sancho, un otro imprescindible.

El caso es que la peli de Hopper, con banda sonora de Steppenwolf, Nacido para ser salvaje (Born to be wild), fue el icono de la ruptura generacional de los sesenta. Tampoco es que alcanzara grandes profundidades filosóficas, pero fue imagen y modelo de la rebeldía de entonces. Si no recuerdo mal, ese "nacido para ser salvaje" se ha utilizado también en otras ocasiones; es posible que hasta para un anuncio de Camel o Marlboro o su formulación algo más suave de "nacido para ser libre". Era liberación individual que arrancando con los beatniks de Kerouac, por el camino, se había hecho hippy, cambiando, entre otras cosas, el alcohol por las drogas. Al corazón de esa simbología va lanzada la flecha de Ford: dejad toda esperanza, ilusos. Al final es el espíritu positivo, industrial, la obra de la empresa, el pensar colectivo, el hacer común, lo que prevalece. La peña. Y cuando un cool y sexagenario Hopper, perfectamente integrado, pega un acelerón y deja muy atrás al lobo solitario, se ha cerrado el círculo que da sentido a la existencia humana, tanto en grupo como uno a uno. ¿O alguien va a negar que el lobo solitario está muy atrás en la vida del Hopper de hoy?

Pero está. No todos han sido lobos solitarios y, los que lo fueron, están marcados. Digo esto porque me irrita la facilidad con la que las conciencias críticas se rinden a la inevitabilidad del triunfo de los mercados sobre el espíritu de Hiperión. Hay algo que los mercados no pueden comprar en el lobo solitario: la creatividad. La Ford (el Ford) se incrusta en el film de Hopper; no lo ha creado. La empresa, el mundo, la colectividad, el grupo, la peña, la banda, el partido, pueden parasitar al lobo solitario, no substituirlo. Viven de él, pero acaban por aniquilarlo o expulsarlo. Hopper asesinado al final de la película y Hopper dejado muy atrás, a perderse de vista, en el anuncio de la Ford. ¿Por qué no voy a interpretar el acelerón del Hopper de hoy como un intento de huir de su pasado cosa que, como bien se sabe, es imposible?

Pues eso, decía, es la metáfora del código vigente en el espacio público. Este se compone del Estado y las instituciones y la sociedad civil, básicamente asociaciones (partidos, grupos de presión) y familias, que son asociaciones, claro, pero especiales. En la inmensa mayoría de los casos, la formación del individuo y su acción social están condicionadas por unos u otros (a veces varios) contextos de acción colectiva. De hecho parece como si el individuo solo fuera visible en cuanto pieza o elemento componente de colectividades. Fuera de ellas, nada. Extra Ecclesiam nulla salus. Los solitarios son lobos. Se los alaba para tenerlos a raya, pero se los persigue y abate cuando se cree conveniente. Todos los entes colectivos, institucionales o no institucionales, son codiciosos y egoístas. La familia causa excepción en su interior ya que es el único espacio en el que los seres humanos pueden experimentar algo de altruismo. Pero, hacia el exterior, es una institución tan egoísta, cerrada, colectivista como las demás.

Las empresas, los partidos, los grupos de presión, las asociaciones diversas, laicas y religiosas, todas funcionan bajo criterios colectivos. Son los criterios de grupo, de pandilla, de clientelismo, que hacen a los miembros hablar en primera persona del plural, como partícipes orgánicos de una unidad superior, un pensamiento colectivo. No es concebible separarse del dictado común que puede tomar muy distintas formas, concepciones políticas, confesiones religiosas, visiones comunes. El ejemplo más claro y absurdo son esas multas con que los partidos castigan a sus diputados cuando votan según criterios personales, en conciencia.  No puede ser "yo voto"; ha de ser "nosotros votamos". "Nosotros" es expresión que el lobo solitario no puede emplear salvo en un sentido análogo a la paradoja de Epiménides el cretense.

La unidad de acción y opinión en el espacio público es el grupo, el que legitima la voz del individuo cuando habla, pues no lo hace como individuo sino como portavoz de una colectividad más o menos declarada y cuyo contenido puede ser incluso contrario a las convicciones profundas del citado portavoz. Es el precio que, al parecer, hay que pagar para ser parte de un ente superior que garantice la eficacia de tu acción. La lealtad al grupo, algo que el lobo solitario ni entiende. Lo suyo es lo de Juan en el desierto. Solo que el desierto está lleno de espectadores todos agrupados en peñas que escuchan atentamente, se inspiran en lo que oyen y pretenden hacerlo suyo, como Ford se "incrusta" en Easy Rider. Pero si el más corrupto de los poderes les pide la cabeza del predicador, se la entregan en bandeja. Si la más sanguinaria de las ideologías lo empuja a ello, Walter Benjamin se suicida en Portbou.

(La imagen es una foto de oddsock, bajo licencia Creative Commons).

dimecres, 5 de juny del 2013

La belleza y la dignidad de la rebelión.


Me gustaría estar allí, quisiera estar allí, deseo estar allí. Allí en donde la gente se siente libre porque rechaza el miedo y se enfrenta a la bestialidad del poder, ese aparato servido por perros sin alma a las órdenes de potentados, banqueros, capitalistas, militares, curas y otras variantes de criminales y cobardes. Sé que no vale mucho, pero quiero expresar mi sentimiento de cercanía, mi identificación con esa gente a la que no conozco de nada que se ha levantado en Turquía, que ha recogido la antorcha de la marcha de la humanidad hacia un mundo en el que no haya más caos, más brutalidad, injusticia, explotación, despotismo, abuso, manipulación, movidos por los siniestros intereses del dinero, la codicia, el odio, la tiranía. Y en donde sus lacayos y agentes ideológicos en los medios, en las universidades, en las fundaciones, cenáculos intelectuales e iglesias ya no puedan mentir hablando de orden, tolerancia, justicia, bienestar, democracia, prudencia y libertad. No sé cuánto durará este hermoso ejemplo turco, ni si mañana la gente se abrazará en las calles o los gobernantes y sus esbirros en los partidos, la policía, el ejército, procederán a "restablecer la calma" masacrando a la gente como es su tendencia inmemorial. Ya es maravilloso haber llegado hasta aquí, con esa indomable voluntad de persistir que anuncia la máscara antigás de ese ciudadano, hoy icono mundial de la sempiterna lucha del pueblo contra los opresores de todos los tiempos y todos los países. 

España, en pie de escrache.


¡La que se puede armar con un gesto! No hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Esos estudiantes, los mejores, que se han negado a estrechar la mano del ministro Wert, estaban ayer en todas las portadas de los medios y movían olas de pasiones en las redes. ¡Qué ironía y cómo habrá dolido en su orgullo, que es inmenso, al afectado que algunos de los excelentes se nieguen a dar la mano al ministro peor valorado del gobierno! Sospecho que al peor valorado de todos los ministros de Educación del país desde 1978. Quizá de todos los ministros a secas. Hay aquí un símbolo poderoso. Dejemos a los todólogos de las tertulias la tarea de dilucidar su alcance. Al fin y al cabo, se reúnen no para debatir sino para insultar. El insulto es una forma de juzgar por la vía rápida pero solo interesante para los el gremio. Aquí nos concentraremos en dos puntos del hecho, considerándolo como categoría y en sí mismo.

Como categoría está muy clara. La movilización social creciente se materializa, entre otras formas, en escraches a todas horas y en todos los lugares. Apenas hay casos en que los gobernantes aparezcan en público y no se lleven su ración de pitidos, abucheos e improperios. Son grupos, pero muy sonoros y visibles y multiplican su acción a través de los medios, con lo que sirven de información, ejemplo e incentivo. La alternativa sería censurar las informaciones y a ella se ha recurrido en alguna ocasión, sobre todo en los medios públicos gubernamentales. Pero viene a ser peor el remedio que la enfermedad. A Cospedal suelen increparla, llamándola de todo; y a Rita Barberá; y a Camps. El público pita a los Príncipes de Asturias y hace escraches siempre que puede a Rajoy, es decir, siempre que este no aparece en plasma. Mato, Báñez, Gallardón pueden dar fe de lo mismo, hasta el punto de que seguramente pensarán que hay una conspiración contra ellos. Esto aparte de que ya no se respeta nada y estamos incurriendo en el libertinaje. Precisamente el ministro Wert, el antiguo tertuliano "moderado" hoy lider visionario de la extrema derecha nacionalcatólica, colecciona ya un amplio historial de desplantes, así como una intensa movilización de sus administrados en todos los órdenes: profes, alumnos, padres.

Y ahí le duele epecialmente, en el ámbito académico. La oposición masiva a los designios ministeriales ha acabado forzando al responsable a confesar sus móviles reales y tiene pinta de poner en entredicho toda su obra legislativa, auténticamente arrasadora de la enseñanza pública. En efecto, Wert inició su tarea pretextando la legalidad vigente (aunque tuviera que ir a buscarla a la UNESCO), así como criterios racionales, positivos, empíricos, en último término científicos. Pretextar que la ciencia manda eliminar la Educación para la ciudadanía por ser "ideológica" y reimplantar la enseñanza de la religión como materia obligatoria curricular es verdaderamente absurdo. Pero el ministro, muy a tono con otros acreditados intérpretes del saber científico, como los obispos, lo hacía. En esto se parece mucho a su colega Gallardón, quien ampara sus designios reaccionarios en fraseología emancipadora, como cuando justifica su inquina al aborto como un derecho en su preocupación "por el más débil".

Pero en el caso de Wert, el absceso ha reventado y el ministro reconoce ahora que su ley tiene aspectos ideológicos en los que puede haber diferencias. Ideología por ideología, obviamente la del ministro ha de ser mejor porque es el que manda. Y punto. Ignoro qué interpretación querrá usar del difuso concepto de "ideología". Por mi parte, entiendo que se trata de puro partidismo, del partido nacionalcatólico, el más fuerte de la derecha española, apoyado por la Iglesia. Pero, aunque no fuera esto, la afirmación de Wert es lógicamente inaceptable. Al decir que puede haber "diferencias", relativiza la ideología. Y, si es así, ¿por qué suprimió la (supuesta) de Educación para la ciudadanía? No hay criterio racional alguno, solo hay una imposición, un acto de fe, un "quítate tú que me pongo yo", una arbitrariedad que el propio ministro debería corregir si quiere que lo tomen en serio.

Porque, en último término, también hay que pensar en los perjudicados por esta obcecación ideológica: los estudiantes, a quienes habrá que someter a una nueva reforma legislativa de la educación en España que llegará cuando se haga la razón y se comprenda el absurdo de la enseñanza evaluable de la religión en las escuelas de un Estado no confesional.

La doble visión del mundo.


Luis Arroyo (2013) Frases como puños. El lenguaje y las ideas progresistas. Madrid: Edhasa, 173 págs.


Está muy bien el último libro de Arroyo. Sobre todo que lo publique casi inmediatamente después del anterior, más extenso, La política como espectáculo, ya comentado por Palinuro en una entrada previa, El discurso sobre el discurso. Así podemos seguir mejor el pensamiento del autor y entender más cabalmente algunas de las cuestiones que plantea directa o indirectamente en el segundo, orientadas a un objetivo: dar una campanada, hacer una llamada de atención en un momento considerado límite para la izquierda y hacer una propuesta de reorientación práctica, clara.

La situación límite es la del "declive progresista" (p. 22), entendido como parte de la boga de la (falsa) teoría del fin de las ideologías (p. 28). Siendo progresista, según reiterada profesión propia, Arroyo no se resigna ante el declive e, invocando la conclusión de I. Urquizu, en un también reciente libro (La crisis de la socialdemocracia. ¿Qué crisis?), igualmente reseñado en Palinuro (Lo que quedó en la caja de Pandora) ,viene a confiar en que no hay crisis (p. 29) si los progresistas consiguen "desempolvar los principios de siempre" (p. 35) y corrigen su principal defecto: que no saben hablar.

La querella está en el lenguaje y por eso, el autor encabeza su obra con un título tan sonoro, que trae a la memoria otro casi idéntico, aunque más clásico, de Iñaki Gabilondo, Verdades como puños y, en todo caso, los dos, con su implícita referencia a la puñada o puñetazo, harían las delicias de J. L. Austin, como ejemplo del carácter performativo de las palabras. Y aun Gabilondo habla de "verdades", algo abstracto, mientras que Arroyo lo hace de "frases", o sea de palabras, con las que se hacen las cosas, según el mentado Austin. La razón viene dada en el subtítulo de la obra, que es como un programa: "El lenguaje y las ideas progresistas". Ahí está el meollo del asunto, en la relación entre el lenguaje y las ideas, más concretamente, la forma lingüística en que se dan las ideas. Esto es lo que hay que cambiar para que los progresistas dejen de estar en declive. Así lo explicita el autor: "cambiar el marco para cambiar la visión del mundo" (p. 73). Entiendo que la visión del mundo de los demás. Al fin y al cabo, Arroyo escribe desde la perspectiva del especialista en comunicación política. La comunicación política tiene algo que ver con la propaganda. Baste con recordarlo aquí, sin necesidad de extenderse más de momento. La función de ambas es convencer al prójimo de algo. En este caso de que nuestra visión del mundo es la correcta. Para lo cual es preciso cambiar el marco.

Este es el anclaje teórico del libro, la teoría del marco (Frame Theory) elaborada fundamentalmente por G. Lakoff, colaborador de la Fundación Alternativas, con la que también lo hace Arroyo. Este reconoce la paternidad anterior de la teoría a E. Goffman, cuya obra ha sido decisiva para el desarrollo de la etnometodología. Igualmente hace debida referencia a P. Berger y Th. Luckmann, con su perspectiva de la construcción social de la realidad. Con estos antecedentes y una frecuente remisión al elefante de Lakoff, Arroyo construye la armadura teórica para interpretar después los resultados empíricos del trabajo de campo que presenta como interesantísima segunda parte del libro. No sin antes reconocer que esta perspectiva frame cuenta con una "larga tradición de la filosofía y la sociología políticas" (p. 68).

Y tanto. Los interaccionistas simbólicos a lo Goffman se sirven abundantemente de la obra de G. H. Mead y los constructivistas a lo Berger de la fenomenología de A. Schutz. A su vez, todos ellos reconocen un antecesor común de múltiples matices en el pragmatismo de J. Peirce, W. James y J. Dewey, es decir, la fuente de la que mana gran parte de la filosofía, sobre todo de la filosofía social, hasta el día de hoy en la medida en que plantea que el ser humano solo es inteligible en sus relaciones con los demás. Nada nuevo, eso de que el ser humano es social. Lo nuevo es el concepto de "social" en cuanto tejido de relaciones intersubjetivas, de forma que los hombres solo entienden y categorizan el mundo a través de los significados subjetivos/sociales que reciben, en forma lingüística. Esa es la relación que el subtítulo de Arroyo plantea, qué determina qué entre el lenguaje y las ideas, relación que está lejos de decantarse en un sentido u otro, pues, por así decirlo, las espadas siguen en alto. Sin embargo, el autor tiene partido tomado casi con la firmeza de una trinchera: "El lenguaje que se utiliza determina la visión del mundo que se tiene " (p. 36), una rotunda reformulación de la versión dura de la hipótesis de Sapir-Whorf.

Pues las espadas están en alto, esta posibilidad es real; pero también lo es la contraria. Es nuestra visión del mundo la que determina nuestro lenguaje. Preguntan entonces los whorfianos de dónde ha salido nuestra visión del mundo y devuelven la pelota los interaccionistas preguntando a su vez cómo se ha hecho el lenguaje y así podemos seguir un buen rato. El propio Arroyo, quien admite, junto con Isaiah Berlin (a quien cita en un par de ocasiones en el asunto de la libertad negativa/positiva) que los seres humanos podemos albergar valores contradictorios, da la impresión de ser en esto muy humano. Junto a la nítida formulación whorfiana asoman en este libro breves destellos de las conclusiones de la incipiente ciencia de la neuropolítica (sobre la que se extiende más en su obra anterior) según las cuales, la orientación en la pareja conservador/progresista (es decir, la visión del mundo) puede tener una fundamentación neurológica, esto es, biológica, en cuyo caso, me temo, el lenguaje no podría ser determinante. Quizá coadyuvante, pero no determinante. En todo caso, no decisivo, por lo cual será necesario resignarse a aceptar que el ambicioso programa habermasiano de una "pragmática universal" solo puede realizarse en dos universos distintos, el conservador y el progresista que, al estar biológicamente determinados, no pueden confundirse en una unidad. Una dicotomía irreductible que puede estar en la base genética de los seres humanos y así seguirá por los siglos de los siglos.

Se trata entonces de saber cómo prevalece una de las dos concepciones del mundo en unos contextos democráticos en los que la hegemonía solo puede conseguirse mediante elecciones y, para ganar estas, es preciso, claro, convencer a la mayoría. Esto solo se hace imponiendo el propio marco, a través del empleo sesgado del lenguaje. Al respecto, los progresistas, piensa Arroyo, llevan bastante tiempo fracasando porque a) no han conseguido articular su visión en términos positivos, convincentes; y b) han aceptado en muchos casos los del adversario, cargados de significados contrarios. De ahí la importancia del mensaje, básico en la actividad de comunicación política a que se dedica Arroyo. Para ello ha realizado un curioso trabajo de campo mediante un sondeo a través de Metroscopia (los datos, en el libro), para averiguar si hay diferencias en las reacciones de la gente según la forma lingüística en que se le formulen ciertas cuestiones. Y, en efecto, las conclusiones le dan la razón al comparar las respuestas a cuestiones iguales planteadas en términos opuestos como mercado, libertad, la función del Estado, el patriotismo, la religión y un buen número de asuntos conexos.

 Ahí quedan dibujados los conservadores y los progresistas. Culmina sus observaciones al dejar constancia de que, en tiempos de crisis, las gentes nos hacemos más conservadoras y miramos hacia el padre con autoridad de Lakoff. Oscilamos, por tanto, cambiamos, pero Arroyo pone un límite: lo que está, se queda. En sus palabras: "Los conservadores, que de oficio se opusieron a cada uno de los cambios políticos y sociales que los progresistas promovían, hoy dan por buenos los avances y los hacen también suyos" (p. 160); en Europa muchos de los derechos laborales, civiles o sociales "se han incorporado al acervo comunitario y son ya derechos adquiridos" (p. 162). ¿Seguro? También en este orden práctico están en alto las espadas.

Una última observación que contiene en sí una metáfora del trabajo de Arroyo (y una más de las que él mismo señala) en relación con su propio y específico marco. En todo momento, la dicotomía es entre "progresismo" y "conservadurismo". No recuerdo haber leído (aunque puedo estar equivocado) una sola vez la dualidad "izquierda" "derecha" en su libro y esta ausencia, obviamente, no es inocente. Puede, quizá ampararse en la necesidad de no generar más confusión de la que ya hay, aunque, en todo caso, convendría justificarla y sin ignorar la fastidiosa tendencia de todas las dicotomías a hacerse complejas, la de izquierda-derecha no menos que la de progresismo-conservadurismo.

En todo caso los de izquierdas (o progresistas) parecemos más aficionados a nuestra vez a enredarnos en disquisiciones terminológicas y a aceptar con Hamlet que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que caben en nuestras filosofías. 

dimarts, 4 de juny del 2013

La culpa la tiene Twitter.


Erdogan está que bufa. La población se le ha sublevado a cuenta de su autoritarismo y su confesionalidad. Y no unos cientos de ciudadanos, sino miles; no en Estambul solamente, sino a lo largo y ancho del país; no de los jóvenes, sino de todas las edades; no los hombres, sino también las mujeres. De nuevo muchedumbres inteligentes en marcha, con sus tácticas horizontales, desestructuradas, espontáneas, su reiterada ocupación de espacios públicos, sus enunciados democráticos genéricos y su falta de programa concreto. Como está pasando hace ya un par de años en todas partes. En Turquía, sin embargo, por partida doble pues a la condición de país más o menos europeo (y, por lo tanto "indignable") se une la condición musulmana de la antigua Sublime Puerta. Aunque nadie hable de una "primavera turca", los acontecimientos alcanzan ya notable virulencia, los manifestantes tienen a las fuerzas de seguridad en jaque permanente y el gobierno parece políticamente acorralado.

Así que Erdogan está que bufa y habla, cómo no, de elementos extremistas, viejo cuento de los sistemas autoritarios que ya no cuela porque a la vista está el carácter pacífico y democrático de las manifestaciones, como el propio gobierno reconoce. Sin embargo, son sus fuerzas de seguridad las que recurren a la violencia, incluido el empleo de gases. Pero hay algo nuevo en las diatribas de Erdogan, el que bufa. Además de a los "elementos extremistas", culpa a Twitter, de quien dice que es una fuente de problemas. Lo mismo que decían Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto, antes de que a este último le diera un ataque de locura transitoria y bloqueara internet.

Twitter, internet, las redes sociales son las que cargan con las culpas. El debate sobre si las redes son políticamente relevantes está muerto. Son relevantes. Son decisivas. Otra cosa es que, al estar en sus comienzos y arrastrar un considerable inconveniente en forma de brecha digital (que contradice la vocación universal de internet) su acción no sea inteligible en términos de la política institucional tradicional. Por eso se dice que estos movimientos son irrelevantes porque su falta de estructura orgánica no les permite influir allí donde se toman las decisiones: el Parlamento. Otra cosa fuera si se organizaran en partidos políticos. Pero ese es un juicio pobre. Hipostasia el juego institucional y no entiende que, dada la juventud de las redes, sus formas de acción están por inventarse.

Es indudable que las redes provocan conmociones sociales y políticas y, por supuesto, mediáticas. Es el ciberespacio a través de internet. Y la razón de esta revolución es internet.

Por eso todos los gobiernos tratan de controlarla. Todos. Hasta la fecha lo han hecho invocando el benéfico concepto de la propiedad intelectual y la necesidad perentoria de combatir la piratería en la red. A esa intencionalidad respondían los dos proyectos legislativos que no han conseguido imponerse de momento en los Estados Unidos, SOPA (Stop Online Piracy Act) y PIPA (Protect IP Act) así como su primo hermano, también fracasado por ahora en el Parlamento Europeo, ACTA (Anti Counterfeiting Trade Agreement). Un lío esto de la propiedad intelectual cuando lo que los Estados quieren es controlar directamente la red, censurar, bloquear lo que les parezca peligroso o ilegal. Por eso se forzó una reunión internacional hace un par de meses en Dubai, convocada por la China y la India, entre otros, deseosos todos de llegar a un acuerdo que permita a los Estados (o sea, los gobiernos) meter sus narices en la red, en las redes sociales, en la vida privada de los ciudadanos. El acuerdo no salió por la oposición de los Estados Unidos. No porque sea un adalid de la libertad de los mares digitales sino porque aspira a tener el monopolio de fiscalización de la red.

El gobierno español también se ha puesto manos a la obra y en el anteproyecto de ley de reforma del Código procesal penal que está cocinando el ministerio de Justicia hay un amplio apartado sobre investigaciones judiciales penales (para delitos catigados con más de tres años de cárcel) literalmente online. En el curso de la instrucción (que ahora parece la dirigirá el fiscal, aunque esto no lo tengo muy claro) y por decisión judicial, la policía podrá hackear ordenadores, meterles troyanos, robarles las contraseñas, espiar todos los movimientos de los internautas. Y quien dice todos, dice todos. Los delitos que se invocan para justificar esta posibilidad de vigilancia universal son los más detestables: pornografía intantil, acoso, trata, tráficos de todo tipo (de drogas o de armas), delincuencia organizada, terrorismo. La capacidad de intervención abarca ordenadores, tablets e iphones, los discos duros y lo que se almacena en la nube. Llega incluso a apoderarse de las IP de otros ordenadores en contacto con el investigado e investigarlos a su vez por los mismos procedimientos. Nadie está a salvo. Nadie está seguro.

Desde luego, la intención -procedente de un ministro que ya ha dejado nota de su talante autoritario y represivo con un proyecto de ley mordaza de la prensa que los medios le han hecho retirar de momento- suscita importantes reservas desde el punto de vista de los derechos cíviles más elementales: la intimidad, el secreto de la correspondencia, la inviolabilidad del domicilio, etc., etc. Sin duda hay terreno para un debate que va a durar lo suyo. Más interesantes me parecen dos consecuencias que no se han resaltado tanto.

De un lado, el recurso a los delincuentes para combatir el delito tiene el inconveniente de que se difuminan los límites entre la legalidad y la ilegalidad. Pero, sobre todo, parece ignorar que los delincuentes también pueden recurrir a otros hackers para defenderse de los del gobierno y atacar a este. De otro el fortalecimiento de la fiscalía en la instrucción, por mucho control judicial que haya, da mala espina, al menos mientras el Ministerio Fiscal sea una dependencia orgánica de hecho del gobierno. La mera sospecha de que el gobierno pueda utilizar al fiscal para desacreditar a un adversario político, debiera hacer pensar al ministro que eso también puede pasarle a su partido cuando esté en la oposición. Salvo que el ministro crea que el PP ya nunca abandonará el poder.

Que algo así es posible se echa de ver hoy mismo cuando el fiscal actúa más como abogado defensor de la infanta Cristina en su proceso que como acusación. Por algo así ha expulsado el juez del proceso de los papeles de Bárcenas al PP. A lo mejor también se puede expulsar a este fiscal. Aunque eso será irrelevante porque el sustituto seguramente hará lo mismo. Y no por presiones de la Casa Real. Qué va. En absoluto.

(La imagen es una foto de Rosaura Ochoa, bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 3 de juny del 2013

Luz y sonido.


Se han hecho numerosas especulaciones sobre la fulminante reaparición televisiva de un Aznar iracundo y, como siempre, rencoroso, hace unos días. Que si reto a Rajoy, que si intención de volver a la vida pública (de la cual no se ha ido ni un minuto), que si la conciencia, la responsabilidad, el deber. Pamplinas. El hombre reaparece en defensa propia. Tiene noticias sobradas de que la Gürtel y los papeles de Bárcenas lo señalan como posible gran responsable de la trama de corrupción en que, según todos los indicios, ha vivido el PP durante años bajo su presidencia y la de su ungido sucesor, Rajoy. Y no observa en el gobierno la actitud de cerrada defensa de su persona que se esperaba. Al contrario, la premonitoria expresión de Cospedal al comienzo de la saga de que cada palo aguante su vela parece dirigida en concreto a él. Él, el gran Él, que salvó a España del desastre, el milagroso Él, de impoluta trayectoria se ve ahora acusado de las más bochornosas corruptelas; sobresueldos cobrados durante años, incluso, supuestamente, mientras era presidente del gobierno, actos organizados con dinero de la Gürtel, clases de golf costeadas con los impuestos de los madrileños, medallas del Congreso de los EEUU jamás conseguidas pero literalmente compradas con dineros públicos.

Cuando El País desveló las primeras acusaciones, el hombre reaccionó con contundencia, querellándose con el diario. Pero, justo cuando comparecía en la televisión para dar las explicaciones pertinentes, el mismo periódico le lanzó una andanada en la línea de flotación al informar de que la Gürtel, el amigo Correa, en concreto, había costeado parte de la bombástica ceremonia de la boda de su hija. En concreto, la iluminación. Aznar pergeñó una explicación para salir del incómodo paso suscribiendo la que daba su yerno: Correa era su amigo; nadie en el momento de la boda se coscaba de que era un presunto chorizo; se trataba de un regalo personal, al uso de las bodas normales; y, seguía el yerno Agag, quien insinuara alguna irregularidad se las vería con sus abogados. Para no ser menos, Botella, la madre de la novia, añadía que la duda acerca de si la Gürtel había recibido contraprestaciones a cambio de iluminar la boda de su hija la ofendía. Ignoro cuán ofendida estará la alcaldesa de Madrid, pero parece incontrovertible que la Gürtel recibió trato de favor, incluso ilegal, de parte de las administraciones regidas por el PP antes, durante y después de la boda.

Ahora parece que el regalo no se limitó a la iluminación sino que, según informa de nuevo El País, la trama corrupta también pagó el sonido. Un espectáculo pues de luz y sonido costeado por unos presuntos delincuentes. Si la iluminación la sufragó Correa, el sonido parece haber corrido a cargo de el Bigotes, otro pintoresco personaje de esta trama que a lo mejor también resultó haberse movido por su intensa amistad con el novio. Es un hecho, muchas veces comentado en las redes, que en la boda de la hija de Aznar hubo una clara sobrerrepresentación de gentes posteriormente imputadas en todo tipo de mangancias, choriceos y corrupciones. 

Teniendo en cuenta estos "regalos" y el hecho de que varios alcaldes pusieron numerosos medios y recursos públicos al servicio de los festejos matrimoniales de Agag-Aznar, es autorizado pedir al reaparecido expresidente del gobierno que aclare a la opinión pública qué es lo que él pagó de su bolsillo en aquel inenarrable espectáculo.

De Turquía con dignidad.



Estoy entusiasmado con lo que pasa en Turquía. La gente sigue despertando. Es un ejemplo para todos. La dinámica es siempre la misma. Los ciudadanos se echan a la calle para protestar contra las arbitrariedades del gobierno (en Turquía, en España, por doquier). Este responde con su habitual violencia y se produce un fenómeno de acción-reacción. La violencia hace entonces su aparición entre los manifestantes. Pero nadie sensato puede atribuir a estos designios violentos algunos cuando es claro que responden a la violencia del sistema en legítima defensa, como queda patente en el visionado de este vídeo en Youtube. Cada vez es más claro que una revolución es posible en Europa.

(La primera imagen es una caricatura mía de Aznar a partir de una foto de Встреча Россия, bajo licencia Creative Commons).

El dret a decidir.


Xavier Vidal-Folch (2013) ¿Cataluña independiente?. Madrid: La catarata (142 págs.)



Xavier Vidal-Folch es un reconocido periodista, abogado y licenciado en Historia Contemporánea que ha desarrollado su labor publicística en distintos puestos de El País, edición catalana. Todas ellas condiciones idóneas para tratar con conocimiento de causa esta "cuestión catalana" cuya repentina recrudescencia actual muestra que, como siempre, es un problema irresuelto y acaso hoy más acuciante que nunca. El autor lo hace con competencia, mesura, objetividad y con cariño para ambas partes de este sempiterno contencioso.

Se abre el libro con una introducción magnífica, probablemente lo mejor de la obra, en la que se sintetizan los momentos claves del siempre problemático encaje de Cataluña en España en los últimos doscientos años. Tiene una prosa excelente y hace acopio de referencias a fuentes clásicas y modernas, demostración de que se trata de algo que el autor viene estudiando cuidadosamente hace bastante tiempo con sensibilidad para los aspectos jurídicos e historiográficos. De este modo Vidal-Folch nos sitúa ante los antecedentes y en el marco general del problema en cuyas aristas de actualidad entrará luego en su condición de periodista. El meollo de su exposición parte del supuesto indudable de que el contencioso catalán no es flor de un día, ni capricho de nacionalistas o de populistas delirantes, ni mera pantalla para escamotear otras cuestiones como las políticas de derecha, la corrupción, etc.

La introducción contiene ya la formulación de la hipótesis de Vidal-Folch, muy bien expuesta por él mismo: "de forma que ni España ha logrado domar (o seducir) a Cataluña, ni Cataluña ha tenido suficiente fuerza (ni deseo) para marcharse de España. Ni España ha podido convertir el hecho diferencial catalán en elemento político puramente residual, ni Cataluña ha logrado, pese a distintos intentos, federalizar España" (p. 9). El resto del libro es una demostración más al detalle de esta mutua impotencia, este callejón sin salida, este laberinto que condiciona la historia de España decisivamente desde fines del siglo XIX. Y lo hace examinando los acontecimientos que han venido dándose, sobre todo, a partir de la famosa Diada de 2011, que se entendió como un giro copernicano del nacionalismo burgués tradicional hacia el soberanismo a raíz del disgusto producido por la sentencia del Tribunal Constitucional del 28 de junio de 2010, por la que este órgano -entonces en horas bajas de prestigio por diferentes motivos- desactivaba los elementos políticos más importantes del proyecto de nuevo Estatuto que había sido aprobado por el Parlamento catalán, el español y el pueblo de Cataluña en referéndum (pp. 32, 85). Esa Diada llevó a un Mas entusiasmado a adelantar las elecciones autonómicas a 2012 y a cosechar un resultado bastante frustrante para él porque, si bien dieron como resultado un ascenso notable del independentismo (ERC y CU), también trajeron una merma sensible del nacionalismo moderado (pp. 21-27). La opción soberanista perdía puestos pero se radicalizaba.

Si alguien cree que esa radicalización es injustificada y solo refleja la obsesiva (e injustificada) queja de los catalanes por lo que consideran el maltrato español, que reflexione sobre el hecho, debidamente subrayado por el autor en varias ocasiones de que algunos de los artículos del Estatuto anulados por el Tribunal Constitucional, están sin embargo en vigor en otros textos fundamentales autonómicos (en Andalucía y Valencia, por ejemplo) que los habían tomado casi al pie de la letra del catalán. 

Para Vidal-Folch, la sentencia fue el detonante de un aumento de la desafección catalana hacia España que se agudizó merced a lsas "operaciones recentralizadoras del PP" (p. 41) que el autor enumera una a una: descenso de las inversiones, corredor del Mediterráneo, normativa sobre aeropuertos, hospitales, impuestos, tasas y cajas de ahorros (pp. 50-56). La culminación de estas operaciones fue el infausto propósito del ministro Wert de "españolizar a los niños catalanes" (p. 56). Ciertamente, una intención inepta en grado sumo para formulada por alguien que dice partir del principio incontestable de que los catalanes son españoles y, por lo tanto, también los niños catalanes. Querer españolizar a los españoles se me antoja algo absurdo, pero no insólito en nuestro país en donde, en tiempos de la última dictadura la España que "españolizaba" era la nacional-católica. La que ahora vuelve a querer "españolizar".

Contiene el libro un par de capítulos aclaratorios sobre la situación económica actual de Cataluña, la crisis y la petición de rescate (p. 60), así como un examen desapasionado de la muy enconada cuestión de la balanza fiscal y el supuesto "expolio" de Cataluña por España (p. 75) a raíz del fracaso del encuentro entre Mas y Rajoy en el que el primero no obtuvo del segundo su objetivo de un "pacto fiscal" al estilo vasco-navarro (p. 87). No hubieran estado de más aquí mayores datos y estadísticas que ilustraran sobre lo cierto o incierto de la petición del nacionalismo catalán.

Vidal-Folch estudia con mucho acierto los argumentos que se debaten en torno a la posible independencia de Cataluña, la situación en la Unión Europea, los distintos aspectos jurídicos y políticos del hipotético referéndum, del dret a decidir, etc (p. 96). Presta asimismo atención a los argumentos del nacionalismo español, el renacimiento del "síndrome centralista" (p. 113) con sus concomitantes rumores de reacciones violentas y más o menos soterradas amenazas de intervención militar. Su inteligente examen de las propuestas de reforma constitucional en sentido federalista, tanto de dentro como de fuera de Cataluña, muestra una vez más que la del federalismo (una de las opciones que el mismo autor considera) es una solución muy difícil de implantar por razones de todo tipo, empezando por la de que, en el mejor de los casos, los nacionalistas solo aceptarían un federalismo asimétrico, generador, sin duda, de nuevos agravios.

En definitiva, un libro sucinto, claro, bien argumentado, en el que no hay nada nuevo, salvo un intento de exponer en sus justos términos un problema que afecta como ningún otro al futuro de España. Al respecto no es de echar en saco roto que el autor, de quien cabe colegir que en la famosa matriz identitaria se considera a sí mismo "tan catalán como español",  dé a entender resignadamente, aunque lo formule entre interrogantes que, según van las cosas, un choque de trenes pueda ser inevitable.

diumenge, 2 de juny del 2013

El "patriotismo" de la derecha corrupta y trincona


Ya es oficial que, según los documentos del Foreign Office británico bastantes generales franquistas -Varela, Granda, Queipo de Llano, Kindelán, etc- fueron sobornados por los ingleses para conseguir que España no entrara en la segunda guerra mundial. Palinuro lo comentó hace unos días, recordando que el hecho no es nuevo para quienes hayan leído a Preston, que ya lo reveló. Pero, al ser ahora oficialmente público, cabe algún comentario más. Quienes aguantamos las soflamas patrióticas de aquella dictadura de criminales, estúpidos y reaccionarios tenemos la certidumbre de lo que siempre sospechamos, esto es, que, como se atribuye al gran Samuel Johnson, el "patriotismo es el último refugio de un canalla". Tal cual. Aquellos sinvergüenzas que daban los gritos de rigor de "¡España, España, España!", cobraban bajo cuerda de una potencia extranjera. 

Palinuro recordaba asimismo la curiosa circunstancia de que el servicio MI6,a través del cual se organizaron los sobornos de los franquistas, estaba dirigido por espías comunistas, el principal, Kim Philby. Tiene gracia que la dictadura franquista -cuyo máximo timbre de gloria era haber vencido al "comunismo internacional"- viviera sobornada por comunistas. Pero tampoco es asunto esencial salvo para los comunistas de hoy, que quizá debieran encarar de una vez su pasado.

En todo caso, el patriotismo de los ladrones. Tres conclusiones-preguntas saca Palinuro de ese bochornoso espectáculo, uno más en la siniestra carrera de la derecha española:
  • 1ª)¿Franco no cobraba? No me lo creo.
  • 2ª) Los curas ¿no cobraban? Tampoco me lo creo.
  • 3ª) El Estado español ¿mantendrá el título nobiliario de un presunto traidor y felón como Queipo de Llano?
Sabido es: aquella dictadura organizada por criminales y genocidas fue en su día definida de forma afortunada como una "tiranía atemperada por la corrupción". ¿Y hoy? ¿Qué sucede hoy con la derecha neofranquista, la del PP, partido fundado por un ministro de Franco? ¿Sigue los pasos de sus antecesores o hay alguna novedad? En cuanto a la retórica, ninguna. El PP es el partido del patriotismo español vociferante, el que saca los colores rojigualdos en sus manifas, el de las grandes banderazas aznarinas, el de la España única, invicta. Es el partido del nacionalismo español más agresivo, sin complejos, sí señor. El partido de España es una gran nación, según repite Rajoy mientras -en una nueva prueba de su estulticia- menosprecia los Estados pequeños. O sea, no hay gran diferencia entre el patriotismo franquista y el de sus sucesores del PP. 

¿Y en cuanto a la honradez y los sobornos? Tampoco. El caso Gürtel y el caso Bárcenas muestran a las claras que el PP es un partido estructuralmente corrupto, en todo similar al Movimiento Nacional del Caudillo, una organización de trepas y sinvergüenzas a ver quién trinca más y se forra antes. El de "España es una gran nación", al parecer, cobraba sobresueldos de 200.000 euros anuales en B, mientras mentía como un bellaco a la gente diciéndole que necesitaba mirar sus cuentas a fin de mes. El héroe de las Azores, el que puso a España de nuevo en el mapa, también trincaba sobresueldos en forma de "gastos de representación", recibía clases gratis de Pádel a costa de todos los madrileños y conseguía que una trama de supuestos ladrones, dirigida por una amigo íntimo de su yerno, pagara parte de la bombástica boda de su hija. Los más importantes militantes del partido trincaban pasta a espuertas o estaban hasta el bigote metidos en sedicentes delitos de prevaricación, malversación, etc saqueando los fondos públicos al grito de "¡Viva España!" Muchos de ellos -Bárcenas entre otros- compatibilizaban su ferviente amor a la patria española con la tenencia de cuentas en Suiza con dinero negro.

De nuevo tres conclusiones-preguntas de Palinuro:
  • 1ª) Rajoy con sus supuestos sobresueldos y viajes gratis, ¿no tiene cuenta en Suiza? No me lo creo.
  • 2ª) Aznar, con sus gastos de representación, sus clases de pádel, sus bodas semigratis, ¿tampoco tiene cuenta en Suiza? Tampoco me lo creo.
  • 3ª) ¿Solo los políticos del PP trincaban? ¿Qué pasa con sus periodistas de cabecera?
(La primera imagen es una foto de propaganda de la dictadura en eldominio público), la segunda, una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).

Tempestad sobre Europa.


Serán más, serán menos; aquí es pacífico, allá, violento; hoy salen miles a la calle en Frankfurt y Madrid, pero cientos en Lisboa; mañana puede ser al revés; se manifiestan ante organismos nacionales o internacionales. Hay movimiento europeo de indignación y protesta, difuso y masivo, alimentado en las redes sociales, sin estructura orgánica definida pero que refleja una oposición decidida a las políticas de austeridad impuestas por el consenso neoliberal entre la UE, el Banco Central Europeo y el FMI, aquí estilizado como la troika y bajo el lema Que se lixe a troika (Que se joda la troika), bastante contundente aunque algo procaz. En algunos sitios, como España, la jornada ha sido multitudinaria y pacífica; en otros ha habido violencia policial desmesurada. No es exagerado decir que la calle rechaza de modo reiterado las políticas de sus gobiernos y las de la UE.


Es un caso más para alimentar el debate acerca de la eficacia política de las redes sociales. Parece bastante claro que son estas las dominantes en la organización de la protesta europea. Ochenta ciudades del continente protestaron ayer en contra de la Troika. Una crítica frecuente a internet es que las redes sociales se mueven en el mundo digital, virtual, pero en política los cambios solo pueden producirse por acciones reales, materiales. De acuerdo. Resulta que quienes sacan a la gente a la calle son las redes sociales; quienes organizan y posibilitan la acción real, material, son las redes sociales. Ningún sistema democrático puede ignorar sin más este estado de opinión contraria, manifestada tan permanente como conflictivamente. Se trata de un asunto de sensibilidad política, no de un problema de legalidad. Los gobiernos europeos están obligados a proteger el derecho de la gente a manifestarse como quiera, pero no a ceder ante las manifestaciones. Su legitimidad dimana de las urnas, no de las pancartas.

Ese es el argumento del PP: el gobierno tiene el mandato del electorado, superior al de los manifestantes (o alborotadores, como muchos gobernantes los consideran), legítimo. ¿Seguro? Eso será cierto allí donde el gobierno, en efecto, realiza el mandato de sus votantes. Pero no allí donde realiza lo contrario. En este caso, el de España en concreto, con un gobierno que aplica un programa opuesto a aquel con el que ganó las elecciones, se quiere pasar el fraude como principio de legitimidad. Lo demás son los farfulleos del presidente Rajoy cada vez que se ve obligado a salir de su escondite y hacer declaraciones o responder a las malditas preguntas de los malditos periodistas.

¿Y los partidos? A remolque de la situación. La protesta europea es producto de una convocatoria de redes que nada tiene que ver con ellos. En algunos casos, por ejemplo, de nuevo España, IU, más sensible al espíritu indignado, ha encabezado la manifestación. Pero no la ha convocado. Entre otros problemas que arrastran, los partidos están encerrados en las fronteras nacionales. Una mera coordinación parlamentaria europea, al estilo del Partido Socialista Europeo en el caso del PSOE o del Partido de la Izquierda Europea en el de IU, es todo su horizonte. Pero el interés primordial de estos partidos es su respectiva situación política nacional. Conclusión: no es solamente que las redes sociales organicen acciones políticas europeas sino que son las únicas en hacerlo pues los partidos ni lo intentan.

En el caso de España, además de la oposición a las políticas restrictivas del gobierno, se da el rechazo a una situación de corrupción generalizada en la que aparecen como beneficiarios directos y quizá cómplices, importantes dirigentes del PP (incluido Rajoy y el anterior presidente, Aznar), gobernantes en todos los niveles, estatal, regional, municipal, militantes de todo pelaje del partido. El gobierno que defraudó con el programa electoral perdió su legitimidad de origen, pero el descubrimiento de esa gigantesca trama de corrupción del PP le ha hecho perder cualquier atisbo de autoridad. Es imposible hacerse respetar cuando los gobernantes y altos cargos del partido del gobierno llevan años cobrando sobresueldos, duplicándose y triplicándose los sueldos cuando les viene en gana, viajando por medio mundo a gastos pagados por la trama Gürtel, es decir, con el dinero de todos los españoles, recibiendo todo tipo de regalos y prebendas a cambio de garantizar que la trama esquilmara el erario público. Es imposible respetar a gentes que, cuando se ven forzadas a explicar sus comportamientos hacen declaraciones cantinflescas (como Cospedal y sus contratos simulados en diferido), estúpidas (como Ana Mato que paga siempre sus gastos domésticos pero no sabe quién paga sus gastos domésticos) o ilegales (como Alicia Sánchez Camacho que no declara 92.000 euros a Hacienda porque "es un pago del partido") pero en ningún caso se les pasa por la cabeza hacer lo único digno que cabe en estos casos: dimitir.

Al parecer, Rajoy cobró unos 200.000 euros de sobresueldo en 2011, el mismo año en que decía a un ciudadano que él tenía que mirar su cuenta a fin de mes porque lo necesitaba, igual que Aguirre sostuvo en cierta ocasión que no llegaba a fin de mes. Eso es lo que los castizos llaman morro. Tan justo iba Rajoy que era la trama Gürtel quien presuntamente pagaba sus viajes a las Canarias igual que pagaba parte de la boda de la hija de Aznar. Así que lo asombroso no es solamente cómo la población no explota frente a un gobierno que la oprime sistemáticamente y la reprime sin miramientos pero carece de toda autoridad moral. Lo asombroso es que un gobierno y un partido compuestos por tal cantidad de presuntos corruptos, se mantengan en el poder.

dissabte, 1 de juny del 2013

Hemeroteca. A favor del sí a la OTAN.

Un artículo publicado por el autor en El País el día de reflexión del referéndum sobre la OTAN.





Hemeroteca. Una de las primeras denuncias de los GAL.


Parte de guerra social.


Las formas más odiosas de tiranía son aquellas en las que los gobernantes creen estar hechos de una pasta especial, distinta -y, por supuesto, mejor- que la de los gobernados. Bien por la raza, la religión, la nacionalidad, la lengua, la riqueza, la educación, lo que sea, aquellos creen -o dicen creer- que son superiores a estos. Los gobernados deben darse por contentos con que los expriman, los opriman y los repriman por su propio bien y aceptarlo todo en aras del ideal supremo, el orden público. Es decir, deben resignarse a no responder a la agresiva campaña del capital contra el conjunto de la ciudadanía. Y, por supuesto, ni se les ocurra pedir explicaciones. Los gobernantes, seres superiores, no tienen por qué dar explicaciones de sus actos y mucho menos admitir responsabilidad por ellos.

Solo así, porque se considere integrante de una estirpe superior, puede entenderse que Ana Mato no haya dimitido media docena de veces. Ningún ministro en Europa estaría en el cargo veinticuatro horas después de saberse que una trama de presuntos delincuentes pagaba desde los cumpleaños y las comuniones de sus hijos hasta sus viajes de placer al extranjero. Qué digo veinticuatro horas; ni veinticuatro minutos. Pero Ana Mato ahí sigue, hilvanando declaraciones carentes no ya de veracidad sino de todo sentido lógico, como cuando asegura no saber quién pagaba las facturas de sus festejos y, al mismo tiempo, afirma que ella siempre ha pagado todas sus facturas.

Es una actitud generalizada de las personas en el gobierno. El modelo lo representa un presidente bajo sospecha y acusación de haber cobrado durante años sobresueldos procedentes de fuentes de dudosa legalidad. De momento Rajoy no ha considerado necesario dimitir, ni siquiera dar explicaciones públicas. Anunció en su día algún tipo de acción judicial en defensa de su buen nombre pero, bien porque el nombre no tuviera defensa o porque no fuera bueno, nunca se materializó. Rajoy es un presidente callado que no se cree obligado a dar explicaciones al pueblo que gobierna, sin duda porque piensa que no las merece. ¡Ahí es nada una explicación de Rajoy!

Es una guerra social típica de los ricos contra los demás. Los empresarios, los capitalistas, han estado financiando el PP a espuertas obviamente con la intención de utilizarlo como grupo de presión en el parlamento a favor de sus intereses y como instrumento para prácticas corruptas de negocios ilegales con las administraciones públicas gobernadas por el partido. Parte nada desdeñable de esa lluvia de dinero parece haber ido a parar directamente a los bolsillos de una cierta cantidad de dirigentes del PP bajo diversas denominaciones contables, como sueldos, sobresueldos, compensaciones, gastos de representación, etc. Otra parte se ha ido supuestamente en regalos en especie, trajes, bolsos, relojes, viajes, confeti, etc. a los mismos beneficiados. Otra, quizá, en financiación ilegal del partido. El PP ha sido una tómbola para sus dirigentes y muchos militantes. Es donde se concentran los defensores de los intereses del capital, a los que este cree justo y conveniente remunerar con un extra sobre las por lo demás aceptables retribuciones de los cargos públicos. 

Esto es lo que explica que en España no dimita nadie. El ejemplo único de Camps es un caso sin antecedentes ni consecuentes y del que el interesado aun está arrepintiéndose. Precisamente por esto, sin duda, la alcaldesa Barberá, acusada por el juez de haber cometido varios delitos, no muestra la menor intención de dejar el cargo. Todo lo contrario, en el mejor estilo valenciano, anuncia que se presentará candidata otra vez. En España la puerta giratoria es entre la política y los negocios y también entre la delincuencia y la política, como puede observarse en el caso de Mario Conde. 

La ciudadanía lleva varios años sufriendo derrota tras derrota. Es una pena el destrozo en la sociedad que está ocasionando el gobierno de los ricos. La destrucción del tejido de solidaridad social, las desigualdades crecientes, las injusticias flagrantes. En estas circunstancias, Palinuro reitera que la responsabilidad de la izquierda es inmensa. Si no es capaz de dar una respuesta masiva que restablezca algo de justicia y equidad en la sociedad, será cómplice de la degradación de esta a niveles de servidumbre.  

divendres, 31 de maig del 2013

Tres escenarios.


Gobierno oposición.

Sin la menor duda es bueno que España vaya a Bruselas con una posición común, la más común posible, de todas las fuerzas políticas. Es ahí en donde se ventilan nuestros intereses como país. Los pactos son imprescindibles. Cuestión de Estado, como señala Rubalcaba hace meses. Es bueno, desde luego, que, en lugar de ir por el mundo poniendo verde al gobierno, como hacía Aznar con el de Zapatero, Zapatero se mantenga en silencio y Rubalcaba pugne por reforzar la posición internacional de España. Es parte de lo que llama la oposición responsable, algo muy conveniente.

En el extranjero, en la UE. En casa, la oposición responsable, además de responsable, debe ser oposición. Aquí no puede haber punto común en absoluto. Hay que rechazar de plano la involución ideológica del gobierno en educación, aborto, administración de justicia, derechos de las minorías. Y hay que rechazar las erróneas medidas de austeridad económica cargadas sobre los sectores más desfavorecidos: el aumento del desempleo, los recortes salariales, de subsidios, de prestaciones, la liquidación de las pensiones, la privatización de la sanidad pública, el desmantelamiento del Estado del bienestar.

A las conversaciones de Rajoy y Rubalcacaba en pro de la posición bruselense común se añade la entrevista de González y Rajoy. Parecería como si se abriera paso la idea de la gravedad de la situación y la necesidad de aunar esfuerzos. Buen asunto, ¿quién lo negará? Pero ¿se trata de revertir las medidas económicas injustas del gobierno o es otra la preocupación y lo que lleva a los líderes españoles a ese repentino y frenético cabildeo? No tanto el paro, la crisis, como...

Cataluña.

Esos abucheos a los Príncipes de Asturias y de Girona, por cierto, en el Liceu son muy significativos. ¡El Liceu, emblema de la burguesía catalana más empingorotada! Bueno está que la chusma silbe al Rey, a la bandera, al himno en los encuentros de fútbol. Pero ver al distinguido público del coliseo abuchear, silbar y abroncar a personajes de la realeza, al futuro Rey de España tiene un matiz distinto. Si Santiago Salvador levantara su agarrotada cabeza a los 120 años de su atentado con bomba se quedaría pasmado. El Liceu, templo de las musas, rechazando en la persona de los príncipes, cuyo semblante era un poema, exactamente ¿qué? ¿La monarquía? ¿España?

Con motivo de la Diada de 2011, Rajoy habló de algaradas con un desprecio parecido al que pudiera sentir un emperador romano ante una sedición de los partos. Aquellas algaradas han dado lugar a una explosión de soberanismo que camina hacia una convocatoria de un referéndum de autodeterminación que el gobierno central dice no estar dispuesto a tolerar. La situación es absurda y sería conveniente que alguien se planteara cómo se ha llegado a una situación absurda. Pero se ha llegado. Y, por cierto, de nada sirve acusar de oportunismo a Mas. El oportunismo es un típico rasgo político. Pero aunque se admitiese que Mas es demasiado oportunista, eso es indiferente porque, en este momento, Mas y CiU no están dirigiendo el proceso soberanista. Lo están siguiendo. Un proceso que se considera además legitimado por hacerse frente a un...

Escenario de corrupción.

El caso de Ana Mato es emblemático de la situación en el PP. Esa confusa lluvia jaguares, confetis, viajes y otras bicocas y prebendas es la parte pozueleña de la vida alegre en el partido conservador, en donde ser militante es literalmente un chollo: sobresueldos, gastos de representación, regalos, viajes, dos, tres, cuatro pagas, cargazos a dedo, asesorías de pilla la pastuqui y remolonea, mamandurrias, cargos de confianza aun sin tener el graduado escolar y, con un poco de suerte, toda la familia colocada. Es la España como Dios manda.

Esa pareja de Barberá y Camps -que recuerdan un poco a Abott y Costello- es de sainete. El señor de los tres trajes y la señora del bolso de Vuitton codeándose con la nobleza, con la aristocracia. Advenediza, consorte, cierto es, pero eso no obsta para que los dos mentecatos abran su corazón y la bolsa del común al guante blanco del titulado que, al parecer, arrambló con unos milloncejos de euros.

La marca España está muy dañada, muy deteriorada y no es capaz de suscitar la lealtad de los pueblos que se dice la componen. Le falta lustre, vigor, prestigio, dignidad y le sobra corrupción. Según parece, el gobierno está buscando una fórmula para eximir a los clientes de Eurovegas del cumplimiento de la ley. O sea, pretende asentar un privilegio. Quiere hacerlo por razones económicas y, sostiene, estas prevalecen sobre cualesquiera otras en tiempos de crisis. Pero eso no es verdad. Ni en tiempos de crisis puede el Estado de derecho aceptar la quiebra de su principio esencial: que nadie está por encima de la ley. Ni el magnate Adelson. Salvo que la ley no sea ley o el Estado no sea un Estado sino una colonia.

(Las imágenes son dos caricaturas mías sobre una foto de Wikimedia Commons y otra también de Wikimedia Commons, ambas bajo licencia Creative Commons).

dijous, 30 de maig del 2013

Los oráculos.


Los oráculos de la antigüedad nunca fueron muy claros. Había que interpretarlos. A veces parecían decir una cosa pero significaban la contraria. Otras, inducían a confusión. Y, por supuesto, también acertaban. O sea un lío. No había modo de estar seguro.

Lo mismo hoy con las declaraciones de los políticos, los economistas, los financieros. Es difícil creerlos a la vista de la experiencia. Rajoy debe tener la palma de profecías, vaticinios, promesas incumplidas. No porque sea el más inepto, sino porque lleva más años haciéndolos. Y haciéndolos en tiempos cortos. Los políticos tienen algo de profetas, o sea de visionarios y el común les exige que expongan esas sus visiones de futuro. Pero no para la venida del Mesias o la próxima glaciación, sino para el otoño que viene. No es que en la corta se yerre más (se yerra igual en la larga) pero el yerro se comprueba antes. De forma que, aplicando la regla, ya se sabe qué sucederá cuando Rajoy dice que este año tocamos fondo. Al auditorio se le ponen los pelos como escarpias. Presumimos saber qué quiere decir "tocar fondo", pero no podemos estar seguros. Cuando un navío toca fondo, ahí se queda. Como la idea parece ser que, tocado fondo, comienza el ascenso, se supone que el navío es un submarino. Pero los submarinos pueden revertir el sentido de su marcha a voluntad; no necesitan tocar fondo y botar como si fueran una pelota. Y, siendo así, ¿por qué esperar a tocar fondo? Ascendamos de nuevo sin más. Pero eso es imposible, ¿verdad?

La cuestión está en la fórmula en sí misma, en el oráculo, "tocar fondo" cuando el propio Rajoy sabe y, si no lo sabe, el periodista se lo recuerda porque lo sabe todo el mundo que, si tocamos fondo este año, el que viene tocaremos subfondo porque las previsiones son negativas. Pero eso da la impresión de serle indiferente a Rajoy y al resto de políticos, banqueros, economistas, directores de organismos financieros que inundan a diario los medios con previsiones arriba, abajo, en medio, para el año que viene no coincidentes por supuesto y que, además, se revisan un par de vueltas antes de su hipotético cumplimiento de forma que a veces no se sabe si se habla de la previsión del FMI, de la corrección posterior o de la corrección de la corrección. El resultado suele sur muy parecido en cuanto a cumplimiento al que se consigue decidiéndolo a los dados.

Como profetas los políticos son iguales a los viandantes o los contables. Pero los contables y los viandantes no van contando a la gente que tienen la fórmula para salir de la crisis y que esta consiste en aplicar sus medidas, cual se verá en seis, ocho, doce meses. Y, si no se ve, paciencia, ya se verá en otros seis, ocho, doce meses. Y ahí es donde el oráculo manifiesta su capacidad de confusión, cuando no de mixtificación. Después de años de asegurar todos que tenían la fórmula definitiva, resulta que personalidades del mundo político y económico no ven salida fácil a la crisis. Es verdad que se trata de un acto de entrega de un premio de periodismo de El País, que ha recaído en Víctor de la Serna y las personalidades son de un círculo cerrado y nacional pero, en el fondo, trasmiten claramente el estado de ánimo de las personalidades de mayor proyección internacional: que no saben por dónde andan.

dimecres, 29 de maig del 2013

No son expertos; son agentes del capital.


La comisión de “expertos” sobre pensiones que ha reunido el gobierno para tomar una decisión que será trascendental sobre el futuro de las jubilaciones cuenta con doce miembros de los que ocho están o han estado a sueldo de aseguradoras privadas, cajas y bancos, algunos de los cuales pueden haber cometido las mayores estafas de los últimos tiempos y arruinado a miles de cuentacorrentistas, depositantes y preferentistas. Obviamente, esos ocho expertos pagados por las entidades financieras no tienen el menor interés en adoptar decisión alguna que favorezca a los jubilados sino a las entidades que los pagan cuya finalidad es acabar con el sistema público de pensiones y quedarse con un suculento negocio de miles de millones de euros sin duda incrementados por la serie de estafas posteriores que se les ocurrirán para arruinar más a sus clientes.

En estas condiciones los tales expertos, seguramente serán muy expertos pero, sobre todo, son unos inmorales, sin escrúpulo alguno y sin empacho en destruir la vida de millones de jubilados cuyo último recurso son esas pensiones que la ministra de Trabajo quiere poner en manos de los buitres del capital. Una ministra de Trabajo, por cierto, que solo conoce este de verlo escrito en la cartera de su ministerio.

Lo llaman “factor de sostenibilidad” por darle algún nombre que vista. Podían llamarlo “primicia metafísica”. En el fondo, de lo que se trata es de encontrar alguna justificación medianamente plausible para robar a la gente el producto de una vida entera de trabajo y consiste en dos elementos, a cada cual más canallesco:

a) desvincular el aumento de las pensiones del IPC. b) recalcular la cuantía de las pensiones según la esperanza de vida del momento y otras cuentas que echará el Estado en cada caso.

Con ello se consiguen dos finalidades: rebajar año tras año las pensiones hasta que desaparezcan, cosa que también puede suceder fulminantemente. Imaginemos varios años seguidos con una inflación del 20 %, algo nada extraño en Europa. En tiempos de los Pactos de La Moncloa, la inflación en España estaba en el 18 %.  Al final la pensión de los jubilados será del cero por ciento . No se olvide que, según la ideología neoliberal que estos servidores del amo llaman ciencia, la inflación es la típica arma con la que el poder político roba sus ahorros y fortunas a la gente del común. Máxime a los jubilados, que no pueden incrementarlos. Es una propuesta tan repugnante e injusta que disgusta hasta escribir sobre ella. Pero los sedicentes "expertos" no se detienen ahí. Por si no les saliera bien la treta del expolio mediante la inflación, quieren asegurarse de que en ningún caso puedan subir las pensiones por encima del IPC. Es en estos detalles en los que se aprecia la vileza de esta gente.

Igualmente se consigue –y este es un objetivo que la derecha y sus intelectuales a sueldo buscan sistemáticamente-  hacer depender la cuantía de las pensiones de factores imponderables, el capricho del mandatario de turno, su buena voluntad, lo que le dé la gana. Los pensionistas pierden así un derecho y caen en la dependencia de la arbitrariedad o la caridad de sujetos como Báñez. Exactamente lo que quiere la derecha para todo el mundo: para los trabajadores, los parados, las mujeres, los jóvenes y, por supuesto, los jubilados. Que la gente viva en la incertidumbre, no pueda hacer planes ni reaccionar ante cualquier agresión. Eliminar la fiabilidad en el cálculo de las pensiones es lo mismo que suprimir la seguridad en el empleo o terminar con la condición de funcionarios: poner a los trabajadores a merced de los caprichos de los capitalistas.

Resulta patente: la derecha odia la idea misma de derechos porque, al dar seguridad a la ciudadanía, la hacen fuerte, independiente y crítica y eso no se puede tolerar. Quiere asimismo acabar con las pensiones sobre las que, sin embargo, ha hecho recaer en muchísimos casos la última posibilidad de supervivencia de las familias que tengan a todos sus miembros en paro, habiéndoles arrebatado las prestaciones. Y quieren hacerlo ya, de forma que toda la población quede sumida en la pobreza. En nombre de cuanto hay decente en la vida solo cabe calificar a quienes maquinan estos planes inhumanos como canallas para quienes las personas solo son recursos. 

Todo esto lo saben a la perfección los “expertos”, pero lo hacen porque su función en la comisión del gobierno no es resolver el problema de las pensiones –por lo demás inexistente-, sino destruir el sistema, entregar a los viejos en manos de la codicia del capital y, probablemente, hacer ellos su agosto pues así como los banqueros y los estafadores (en la medida en que haya alguna distinción entre ellos) se aseguran pensiones millonarias y se las blindan, también apartan jugosos premios para quienes les hacen el trabajo sucio en nombre de teorías falsas.

Este es el verdadero rostro de estos “expertos” e “intelectuales”, presididos por Víctor Pérez Díaz,  vocal de FUNCAS, la Fundación de las Cajas de Ahorros y cuya misión obvia es llevar adelante el expolio de las pensiones en beneficio de sus pagadores. Dado que estos individuos se sienten fuertemente respaldados por un gobierno que, con su mayoría absoluta, lleva año y medio agrediendo al conjunto de la sociedad, empobreciéndola y expoliando el erario público y una UE al servicio de las ideas más reaccionarias del neoliberalismo y en favor de los bancos, piensan que lo más oportuno es pisar el acelerador y aplicar su programa máximo. "Ahora o nunca”, se dicen. Y así proponen aplicar de inmediato su programa de expolio del sector más vulnerable de la sociedad. El año que viene. No esperar pues se pueden perder las elecciones y el que las gane puede no aplicar este plan de destrucción de gente.

Si el plan sale adelante en el Pacto de Toledo, la izquierda tendrá la ocasión de cambiar las cosas en las elecciones con bastante claridad. Con nueve millones de votos, los jubilados son una fuerza electoral temible. Lo único que tiene que hacer la izquierda para ganarlas es prometer que devolverá a los jubilados lo que ahora estos pseudointelectuales carentes de todo sentido moral les arrebaten.

Porque las pensiones no son una dádiva graciosa del Estado que cuatro tecnócratas puedan variar a su antojo. Las pensiones son un derecho de los trabajadores por el que han cotizado toda su vida. Si se les niega, se comete una arbitrariedad, una injusticia que los tribunales tendrán que combatir y, si no los tribunales, la gente en la calle. La situación es explosiva y este atropello de las pensiones, la yesca que encienda el fuego de la revuelta popular que ya está tardando.

(La imagen es una foto de ANSESGOB, bajo licencia Creative Commons).

Sobre la desobediencia civil.


La magnífica revista Yorokobu publica un artículo sobre la desobediencia civil, de Mar Abad, basado en una entrevista que me hizo el otro día. Mar estuvo hace un par de meses en Sol, en la jornada de la Universidad en la calle, asistió a mi exposición y, no pareciéndole muy aburrida, decidió pedirme que la ampliara en su publicación. Dado que la revista, como se habrá observado, es exquisita, y presta una gran atención a la estética y el buen gusto, encuentro lógico que Mar no la estropeara poniendo alguna foto del entrevistado. Hace bien. Una cosa es la desobediencia civil, noble empeño moral, y otra ponerse a cultivar el feísmo a las primeras de cambio. Quien mire el artículo verá que está ilustrado con unos dibujos preciosos estilo Corto Maltés que hacen más grata la lectura del texto que si viniera ensombrecido con la imagen del hablante. Felicidades, Mar. Te agradezco, además, que me dejaras largar a destajo. Decía Tierno que las personas, hasta los treinta años, estudian; de los treinta a los cuarenta, escriben; y a partir de los cincuenta, hablan. Pues eso.

Ahora bien, como ya se sabe que Palinuro tiene escaso o ningún respeto mundano, aprovecha una estupenda foto que nos hizo Celia, presente en la entrevista, para que los lectores se forjen una idea del clima distendido de  esta y, de paso, para hacer un poco de publicidad de las jornadas de Ciberpolítica que entonces estaba terminando de organizar y hoy entran en su tercera, última y muy interesante sesión, ya saben, en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, plaza de la Marina Española, 9, justo pegando al edificio del Senado. Sí, ahí en donde, entre otras cosas, nuestros representantes, según parece, se ponen ciegos a gin-tonics subvencionados mientras los representados, como se verá si se examina la foto, nos arreglamos con un café exprés de máquina a 0,50 cts. y sin subvencionar. 

Hoy por la tarde intervendremos, entre otros, Luis Arroyo, Óscar G. Luengo, Víctor Sampedro y un servidor, que hablará sobre Ciberorganizaciones y Ciberpartidos. Tod@s invitad@s.

dimarts, 28 de maig del 2013

La responsabilidad de la izquierda.


Dice Alfonso Guerra en la presentación de la tercera entrega de sus memorias que Rajoy es bastante dormilón y el día en que ganó las elecciones se quedó dormido y nadie se lo ha dicho. Pues menos mal porque, si llega a despertarse, no deja de España ni la eñe que tanto le gusta. Dudo de que haya otro gobierno en Europa que haya hecho más desaguisados y tropelías (él los llama "reformas" y "sacrificios") en menos tiempo. El arma del Decreto-ley con mayoría parlamentaria absoluta tiene la fuerza de un bull-dozer, que todo lo tritura. En un año y medio ha dejado a los trabajadores sin derechos, a los parados sin subsidios, a los dependientes sin atención, a los jóvenes e inmigrantes sin cobertura sanitaria, a los estudiantes de todos los niveles sin educación pública gratuita, a los usuarios sin sanidad pública, a los justiciables sin justicia y ahora se apresta a dejar a los jubilados sin pensiones. No es exagerado decir que en un año y medio el PP ha desmantelado el enteco Estado del bienestar que tenían los españoles. En un año y medio ha dado cumplimiento a su programa, el de verdad, el que tenía oculto mientras prometía aplicar el contrario. Si eso es estar dormido...

Me pregunto si quienes hicieron lo posible por perder las elecciones al grito de PSOE y PP la misma mierda es siguen diciéndolo. Sospecho que muchos lo harán, argumentando que, sin duda, el PSOE hubiera aplicado las mismas medidas, como lo prueba el infausto acuerdo de mayo de 2010 de reformar la Constitución. Me parece un punto de vista alicorto. No obstante, concedo que en su última legislatura el PSOE y Zapatero especialmente lo hicieron tan mal que parecían dar la razón al mentado dicho y quizá se merecieran el palo que recibieron. Lo malo es que ese palo castigó la espalda de todo el pueblo.

Tiempo habrá de hablar de esto. Pero ahora es el pasado y vivimos en un presente que exige nuevas ideas, nuevas propuestas. Nuestro mundo, el mundo de ayer, el de hace diez años, el de veinte, ha saltado en pedazos ante el ataque de esta derecha que, aprovechando la tremenda crisis/estafa del capital, la postración de España, el fracaso de anterior gobierno socialista y lo rotundo de su victoria en las urnas, no solo está aplicando el programa máximo neoliberal sino también el neoconservador que en España son lo mismo. Además de empobrecer a la sociedad, el gobierno trata de manipularla mediáticamente, sojuzgarla en lo moral, centralizarla en lo territorial, arrebatarle sus derechos y reprimirla autoritariamente cuando quiere ejercerlos. No es que haya roto los "consensos básicos" de la transición, como denuncia Rubalcaba. Es que ha puesto en marcha un verdadera revolución, una revolución involucionista.

Y a esto, a esta situación de alarma, a esta agresión debe hacer frente la izquierda. Es su responsabilidad. No es aceptable proyecto alguno que admita perder las próximas elecciones generales porque, si eso sucede, la izquierda desaparecerá por largo tiempo. Debe aprender de la derecha, que centra todos sus esfuerzos en ganar las elecciones para lo cual sabe que lo decisivo es mantener la unidad. La unidad. El talón de Aquiles de la izquierda. La situación es insostenible. La izquierda no puede perder, pero solo la unidad garantiza el triunfo. La unidad es hoy un inexcusable mandato racional y, por tanto, moral.

Pero hay que ser realistas. Unidad ¿cuándo y cómo? No necesariamente en las próximas elecciones europeas. Al contrario, estas pueden ser una buena ocasión para calibrar el apoyo popular real a cada una de las opciones que se presenten por separado. Pero, a partir de ese momento, con esos datos firmes, es preciso sentarse a formular una oferta unitaria de la izquierda que a) frene el ataque de la derecha y b) restaure los amplios sectores sociales perjudicados en la situación ex ante.

En el fondo, el propósito es bien simple. Al margen de otras consideraciones -que puedan ser objeto de acuerdos de diversos tipos- ese programa común de la izquierda debe tener un punto primero consistente en la promesa firme de devolver a los trabajador@s sus derechos, a l@s pensionistas sus pensiones y a toda la población lo que se le ha arrebatado en este aciago año y medio. La justificación es muy sencilla y debe explicarse con claridad señalando cómo, igual que quienes declaran las guerras no van a ellas, quienes recortan los ingresos de los demás no reducen los suyos sino que los aumentan; quienes merman los ahorros ajenos no reducen los propios; quienes escamotean las pensiones del prójimo, blindan y engordan las suyas.

Hay dos vías para la unidad: el programa común de los dos partidos mayoritarios (y los que quieran sumarse) y el frente amplio que englobe a la mayor cantidad de formaciones de izquierda, los dos partidos grandes, los más pequeños, los movimientos reivindicativos, las iniciativas sociales, los foros, las plataformas, etc. Ambas tienen ventajas e inconvenientes: el programa común es más concreto y factible, pero quizá menos ambicioso y más proclive a los parches, acuerdos y cesiones institucionales. El frente amplio tendrá más alcance, será más radical, afectará más a cuestiones de reforma constitucional, pero será más difícil de gestionar y más sensible a la acusación de ser un confuso batiburrillo.

Son los políticos, los dirigentes, los militantes, los que deben debatir este asunto y pronunciarse por la forma que sea más eficaz. Me atrevo a decir que, en las circunstancias actuales, ante el ataque de la derecha, con lo que nos estamos jugando, nadie entenderá que no haya ni siquiera un intento de ofrecer un programa común a un electorado de izquierda que quizá sea mucho menos sectario que sus representantes.

(La imagen es una reproducción de la obra de Giusseppe Pellizza da Volpedo, titulada el cuarto estado,  (1920), que se encuentra en  Wikimedia Commons, en el dominio público).