dijous, 30 de maig del 2013

Los oráculos.


Los oráculos de la antigüedad nunca fueron muy claros. Había que interpretarlos. A veces parecían decir una cosa pero significaban la contraria. Otras, inducían a confusión. Y, por supuesto, también acertaban. O sea un lío. No había modo de estar seguro.

Lo mismo hoy con las declaraciones de los políticos, los economistas, los financieros. Es difícil creerlos a la vista de la experiencia. Rajoy debe tener la palma de profecías, vaticinios, promesas incumplidas. No porque sea el más inepto, sino porque lleva más años haciéndolos. Y haciéndolos en tiempos cortos. Los políticos tienen algo de profetas, o sea de visionarios y el común les exige que expongan esas sus visiones de futuro. Pero no para la venida del Mesias o la próxima glaciación, sino para el otoño que viene. No es que en la corta se yerre más (se yerra igual en la larga) pero el yerro se comprueba antes. De forma que, aplicando la regla, ya se sabe qué sucederá cuando Rajoy dice que este año tocamos fondo. Al auditorio se le ponen los pelos como escarpias. Presumimos saber qué quiere decir "tocar fondo", pero no podemos estar seguros. Cuando un navío toca fondo, ahí se queda. Como la idea parece ser que, tocado fondo, comienza el ascenso, se supone que el navío es un submarino. Pero los submarinos pueden revertir el sentido de su marcha a voluntad; no necesitan tocar fondo y botar como si fueran una pelota. Y, siendo así, ¿por qué esperar a tocar fondo? Ascendamos de nuevo sin más. Pero eso es imposible, ¿verdad?

La cuestión está en la fórmula en sí misma, en el oráculo, "tocar fondo" cuando el propio Rajoy sabe y, si no lo sabe, el periodista se lo recuerda porque lo sabe todo el mundo que, si tocamos fondo este año, el que viene tocaremos subfondo porque las previsiones son negativas. Pero eso da la impresión de serle indiferente a Rajoy y al resto de políticos, banqueros, economistas, directores de organismos financieros que inundan a diario los medios con previsiones arriba, abajo, en medio, para el año que viene no coincidentes por supuesto y que, además, se revisan un par de vueltas antes de su hipotético cumplimiento de forma que a veces no se sabe si se habla de la previsión del FMI, de la corrección posterior o de la corrección de la corrección. El resultado suele sur muy parecido en cuanto a cumplimiento al que se consigue decidiéndolo a los dados.

Como profetas los políticos son iguales a los viandantes o los contables. Pero los contables y los viandantes no van contando a la gente que tienen la fórmula para salir de la crisis y que esta consiste en aplicar sus medidas, cual se verá en seis, ocho, doce meses. Y, si no se ve, paciencia, ya se verá en otros seis, ocho, doce meses. Y ahí es donde el oráculo manifiesta su capacidad de confusión, cuando no de mixtificación. Después de años de asegurar todos que tenían la fórmula definitiva, resulta que personalidades del mundo político y económico no ven salida fácil a la crisis. Es verdad que se trata de un acto de entrega de un premio de periodismo de El País, que ha recaído en Víctor de la Serna y las personalidades son de un círculo cerrado y nacional pero, en el fondo, trasmiten claramente el estado de ánimo de las personalidades de mayor proyección internacional: que no saben por dónde andan.