dissabte, 5 de maig del 2012

Los dolores del sepelio.


Deslomada, contra las cuerdas, sin capacidad de golpear y, lo que es más importante, habiendo comprendido por fin que en España se puede conseguir más desde 1978 por la vía institucional que por la violenta, ETA quiere dejarlo. Se lo ha dicho a los de la Comisión Internacional de Verificación y estos, tras recordar a los gudaris que no parece bien verlos por ahí pistola al cinto, han comunicado al gobierno el nuevo giro de la situación... y lo han pillado prometiendo aliviar la condenas de los etarras en la cárcel si se portan bien al tiempo que se mete hasta el gaznate en una fea pugna con los suyos, los militantes de su partido, los de otros y los ciudadanos que actúan como víctimas en lo relativo a los contactos con terroristas. De inmediato Sáez de Santamaría, vicepresidenta y portavoz del gobierno aclara que este no va a negociar con terroristas Lo bueno del semblante querubínico de Saéz es que resulta convincente a la hora de enunciar absurdos. Si hubiera de hacerlo Cospedal con su gesto adusto y amenazador no quedaría tan bien. Cada cual está para lo que está y la vicepresidenta está para hacer creíble lo increíble. Si el gobierno tiene un adarme del sentido común que Rajoy suele apropiarse como si fuera de su consumo exclusivo, negociará con terroristas y con el mismo Satanás si hay una posibilidad razonable de conseguir un resultado beneficioso para la colectividad. Es más, contará para ello con toda la izquierda parlamentaria que se abstendrá de organizar el guirigay que organizaba el PP cuando era el PSOE quien pretendía negociar.
Por otro lado la misma Sáez de Santamaría hace saber que el gobierno no necesita comisiones de verificación para tratar el asunto. El razonamiento es parcialmente autodestructivo porque, si el gobierno no va a negociar con terroristas, la cuestión de la verificación ni se plantea. Si se plantea es porque dice que no, pero sí negocia. Afortunadamente. Esta comisión, por lo demás no es nada del gusto del integrismo nacionalcatólico. Son seis personas, creo, todas ellas procedentes de la Commonwealth o de lo que Churchill llamaba the English speaking peoples y uno de Sri Lanka que probablemente también será anglófono: la antiespaña protestante, la leyenda negra, la pérfida Albión. Para verificar nos bastamos y sobramos pues nos conocemos todos.
Lo que sucede es que el gobierno no se enfrenta aquí a la oposición, sino a la hostilidad de sus propias filas. Y con enfrentamientos así como campanudos, con los intervinientes lanzándose al rostro epítetos injuriosos como traidor que es muy fuerte y suena a teatro del Siglo de Oro, sin ánimo de ofender al Siglo de Oro. Y no solo de sus filas; también de las adyacentes. Rosa Díez ha lanzado otra acusación similar al PP por engañar con el asunto de los presos. No hace falta hablar de Mayor Oreja. En cuanto a las víctimas, a algunas de las asociaciones, ya solo las medidas penitenciarias las llevaron a hablar con el ministro del Interior. La nueva noticia de la posible negociación para la disolución de la banda puede echarlas a la calle.
En el fondo, Rajoy está sufriendo los vendavales que él mismo sembró cuando, con una falta de sensibilidad pasmosa, acusó al presidente Zapatero de "traicionar a las víctimas". Siempre que la derecha se pone estupenda habla como Calderón de la Barca, insisto, sin ofensa para don Pedro. El político del PP vasco que apadrina la iniciativa de medidas penitenciarias, Borja Semper, ha escrito una tribuna en El País (¡El País! ¡Qué clara está la traición!) titulada, muy euskaldunamente, Presos en la que se lamenta con amargura de Díez y Mayor Oreja. Pero estos están encendidos. Sobre todo Mayor Oreja que, de no ser por su figura corpulenta y un poco plomiza (como su mentalidad) recordaría al flamígero Elías o a Juan el Bautista. Sostiene el exministro que no solamente es un error monumental negociar nada con los etarras sino que se está cayendo en la trampa de estos que consiste en que volverán a las andadas en cuanto puedan y en una situación de mayor debilidad y desmoralización del campo constitucional.
Es tal la efervescencia en la derecha que se ha considerado obligado a intervenir el hombrre providencial, Aznar. Y, como siempre, ha dejado el campo mucho más minado de como lo encontró. Dice Aznar, casi desde la altura del oráculo de Delfos, que lo obligado en España es "cumplir la ley sin atajos ni ocurrencias". Estas verdades de perogrullo son muy dañinas, al menos mientras exista la posibilidad de que a uno lo acusen de ser innoble partidario de los atajos o un ocurrente. Un peligro que pende sobre Rajoy como una espada y blandida precisamente por quien tuvo la ocurrencia de acercar muchos presos etarras a las cárceles del País Vasco mientras alimentaba las esperanzas de un final feliz en una no negociación en Ginebra que jamás se produjo.
(La imagen es una foto de peru, lili eta marije, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 4 de maig del 2012

Ideas sin fuerza frente a fuerza sin ideas

En mi cada vez más desesperanzada búsqueda en los medios de algo que se parezca a una buena noticia, tropecé ayer con un manifiesto publicado por El País y firmado en primera instancia por Ulrich Beck y Daniel Cohn-Bendit. Lleva un ambicioso, prometedor y sonoro título: ¡Somos Europa! Manifiesto para reconstruir Europa desde la base y lo apoyan con sus firmas relevantes personalidades de la vida pública europea, desde Jürgen Habermas (quien no solo firma sino que aparece expresamente citado en el manifiesto) hasta Martin Schulz, Jacques Delors, Javier Solana, Helmut Schmidt o Zygmunt Bauman, ente otros. El fondo del título responde al espíritu del tiempo. Ese desde la base suena a 15-M. Pero el hecho de que lo respalde gente tan principal y tan diversa hace sospechar que su contenido no habrá de ser muy comprometido. Si se echa cuenta, además, de que la inmensa mayoría de los firmantes se sitúa en un terreno genéricamente socialdemócrata se deducirá que, sobre no ser muy comprometido, será bastante inconcreto.
Efectivamente el pretexto del texto es apuntalar la iniciativa europea aprobada el año pasado de un Año Europeo del Voluntariado para Todos, argumentando que es imprescindible para la recomposición de Europa en unos tiempos aciagos como los actuales. Lo que sucede es que las ideas que en él se exponen carecen de fuerza en cualquiera de los sentidos: no son originales, no son concretas, no son verosímiles. Suenan bien a oídos de gentes educadas en la tradición europea de la democracia, los derechos humanos y el sentido crítico. Pero no aportan nada nuevo, ni apuntan a un futuro distinto viable. Tanto es así que van a buscar su inspiración a la manida fórmula de John F. Kennedy en su discurso de toma de posesión de 1961: "no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país". Esta luz de hace más de medio siglo no ilumina casi nada de la situación europea actual fuera de la edad de los firmantes y sus memorias de juventud.
El resto del manifiesto enuncia críticas ya venerables en Europa y a Europa: no a la Europa "de las élite y los técnocratas" y sí a la de los ciudadanos; se añade otra relativamente nueva pero que ya tiene su recorrido: la crisis no es solamente "un problema económico sino también político".
Ahora bien, si se pregunta cómo se llegará a esa imprecisa europa de los ciudadanos en la que las generaciones jóvenes no padecerán la incertidumbre, las recetas son vagarosas cuando no directamente ilusorias, como, por ejemplo, cuando solicitan "del empresariado europeo que haga su pertinente contribución" a la sólida base financiera del Año del Voluntariado o cuando confían en un contrato firmado por entes de naturaleza tan dispar como "el Estado, la Unión Europea, las estructuras políticas de la sociedad civil, el mercado, la seguridad social y la sostenibilidad" y todo ello movido a través de "redes transnacionales" sin mayores precisiones.
Es posible que el Año Europeo del Voluntariado sea un programa específico, bien articulado y con éxito (aunque uno sospeche que no están los tiempos para gollerías) pero, en todo caso, el manifiesto no va a empujarlo ni a hacerlo más eficaz. Es un texto de ideas, todas muy bien vistas y tenidas por deseables, aunque ninguna de ellas sea nueva. Son ideas sin fuerza. Tal vez al ser conscientes de ello, los autores incluyen un penúltimo apartado sobre la ironía, sobre la capacidad que tenemos los europeos de "reírnos de nosotros mismos". Quizá para demostrarlo terminan con una especie de jaculatoria al estilo perroflauta llamando a la movilización de "los europeos de a pie actuando en su propio nombre".
Frente a estas ideas sin fuerza se alza rotunda la fuerza sin ideas hoy reinante en Europa, cuya capital accidental fue ayer Barcelona, en donde más de ocho mil policías, algunos de los cuales parecían sacados de un baile de disfraces o de una peli indie, mantuvieron a raya a unos centenares de manifestantes. Su finalidad (la de los policías) era que la cumbre del gobierno del Banco Central Europeo, de cuyas deliberaciones depende el destino de millones de personas, discurriera plácidamente y los gobernadores no se irritaran, que podía ser peor.
Supongo que alguien se acuerda de cuando Dolores de Cospedal acusaba al gobierno socialista de implantar un Estado policial en España, un infundio por el que tendrá que rendir cuentas ante los tribunales según parece, aunque ella tiene por costumbre no asistir en estos casos pues es muy suya. En todo caso, para Estado policial el que llevan camino de imponer los conmilitones de Cospedal o sus allegados políticos nacionalistas. Fernández Díaz, ministro del Interior, no tiene nada que envidiar en punto a autoritarismo a Felip Puig, el consejero catalán de lo mismo. Además de la toma de Barcelona por la policía, se cuenta el episodio del puñado de estudiantes que siguen presos por los hechos del 29-M, cuya libertad se pide en la columna de la derecha de este blog. En Madrid no iban a ser menos. La policía no deja instalar mesas informativas del 15-M en Sol (si fueran petitorias de marujas para el Domund podría hablarse). Un par de diputados de IU van a preguntar al gobierno en sede parlamentaria si es cierto que el ministerio del Interior anda investigando a los dirigentes del 15-M. Es un ministerio que no solamente garantiza la contundencia de sus acciones de orden público sino que también pretende endurecer la ley para reprimir manifestaciones y concentraciones.
Todo lo anterior habla de la fuerza. Es la fuerza la que se está empleando para contener las reacciones de protesta de unas poblaciones cada vez más indignadas por las acciones de los gobiernos, orientadas por un único, rígido, inflexible criterio, más parecido a una obsesión que a una idea, de control del déficit público a toda costa y caiga quien caiga. La cerrazón germánica -que quizá ahora se matice si los franceses eligen a Hollande- no atiende a razones, no considera objeciones, no escucha ideas. Es la fuerza sin ideas. Política de recortes, ajustes, pérdidas de derechos, de capacidad adquisitiva, del mero empleo, que generan más paro, más estancamiento y retroceso, un círculo vicioso que sale de la deuda pero vuelve a la deuda agravada. Una política sin ideas. Y a los descontentos, si pasan de firmar manifiestos en pro del voluntariado, se los trata como un problema de orden público. Política sin ideas pero con fuerza.
En ese desencuentro todos, absolutamente todos, perderemos.

dijous, 3 de maig del 2012

Por la libertad de expresion.

Hoy, 3 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, estatuido por la UNESCO en 1993 y al que Palinuro se suma de todo corazón. Cree el autor de este blog que la libertad de prensa es una de las formas que toma el derecho sumo, el derecho de todos los derechos, el fundamento mismo de la democracia y el Estado de derecho, la libertad de expresión. Y digo una de las formas porque hay otras en que esta libertad se manifiesta sin que intervenga la de prensa. Por ejemplo, la libertad de creación artística es libertad de expresión. La de hablar en público es también libertad de expresión. O la de culto. Pero, sin duda, la libertad de prensa, al abarcar la de todos los medios de comunicación, es casi coincidente con la de expresión. Si los medios no son libres, la expresión tampoco.
Los más interesados en defender la libertad de prensa, lógicamente, son los periodistas, puesto que incide en su actividad profesional y en su propia vida. Allí donde no hay libertad de prensa (y, a veces, también en donde la hay) la actividad periodística implica riesgos, ocasionalmente mortales. La lista de periodistas asesinados, secuestrados, apaleados, es interminable y merece una reflexión agradecida y solidaria de toda la ciudadanía que se beneficia accediendo a una información que puede haber costado vidas humanas.
Los periodistas, sin embargo, no son los únicos en defender la libertad de prensa. Por la cuenta que nos trae lo hacemos todos los ciudadanos. Y tanto lo hacemos que estamos preparados para defenderla contra los mismos periodistas. Esto no es una paradoja. El máximo garante de la libertad es el Estado de derecho, pero la experiencia muestra que, muchas veces, los peores ataques a la libertad proceden del propio Estado. Lo que está sucediendo en España es una ilustración. Resulta entonces que es preciso defender la libertad frente al Estado, confiando en él mismo, por cuanto es Estado de derecho y porque no queda más remedio ya que no existe contestación satisfactoria a la clásica pregunta de ¿quién vigila a los vigilantes? Pasa siempre. Los mayores ataques a una idea, una institución, proceden siempre de su interior. Los peores ataques a la política vienen de los políticos y los peores ataques a la libertad de prensa vienen de los periodistas.
Y conste que no se trata aquí de los casos muy evidentes de periodistas que son ideólogos y manifiestamente partidistas con un grado de agresividad hacia los demás que hace sospechar de su creencia en la libertad de prensa que no sea estrictamente la suya; periodistas que son sicarios y, a veces, hasta cruzan la línea de la ley y se dejan sobornar con fondos públicos para escribir los discursos a los políticos y alabarlos luego en sus columnas en otros medios (por las que también cobran) y que firman como periodistas. Algo parecido, pero más rotundo cabe decir de aquel periodismo directamente delictivo, como ha resultado ser el de News of the World, perteneciente al grupo News Corporation, del magnate Rupert Murdoch para el que trabaja (o del que, cuando menos, cobra) el expresidente Aznar. A Murdoch acaba de declararlo el Parlamento británico no apto para dirigir su empresa. De Aznar no se ha dicho nada.
Son, en efecto, casos evidentes en los que el ejercicio de la profesión periodística, por su condición sensacionalista, amarilla, difamadora o simplemente delictiva, es una amenaza a la libertad de prensa y, por ende, de expresión. Y no son casos aislados. La cantidad de medios que recurren a prácticas inmorales o ilegales y, por tanto, son un peligro para la libertad de prensa es grande. Es obvio que no se puede encomendar a este periodismo la garantía de la libertad de prensa y que confiar en los códigos deontológicos revela una ingenuidad rayana en lo infantil. Siendo así, los vigilantes deberán ser vigilados por alguien ajeno a ellos y ese será el único garante de aquellas libertades: la opinión pública y los tribunales de justicia.
No obstante, el ataque a la libertad de prensa y expresión más grave proviene del conjunto sano de la profesión periodística que lo hace de buena fe. La Asociación de la Prensa de Madrid publicó anteayer un decálogo de reivindicaciones para el Día Mundial de la Libertad de Prensa que Palinuro comentó en la entrada del día siguiente (Periodismo y democracia), haciendo especial hincapié en la reivindicación de la lucha contra el intrusismo en la profesión y en el evidente tufo a corporativismo que ese planteamiento despide. El concepto de intrusismo, hablando del periodismo, carece de sentido y solo puede emplearse para excluir la libre competitividad (es decir, atentar contra la libertad de prensa y expresión), pretextando una competencia técnica o una protección normativa que, o no son ciertas o no existen. La competencia técnica puede afectar a la práctica y la rutina, pero no garantiza la creatividad, ni la originalidad, ni la profundidad, ni el ingenio, ni muchísimas otras dotes propias del escritor o el creador y que se encuentran repartidas por igual entre los periodistas, los médicos, los abogados, los profesores, los curas, ls militares, los banqueros y hasta los zagales de la majada. Carece de sentido reservar para los primeros el acceso a los medios (que, además, no son suyos, sino de empresarios privados o públicos, cuyo interés es el éxito, la rentabilidad), excluyendo a los demás.
Los argumentos están en la entrada citada como lo está también la crítica al evidente corporativismo de la profesión que, no pudiendo ejercerse legalmente, como sucede con las de abogado, arquitecto, médico, etc., solo podrá darse alegalmente, por la vía de la práctica, por la vía del hecho consumado. Pero se da con claridad. Considérese a título de ejemplo el panorama de las tertulias y debates en los medios audiovisuales. Están literalmente copados por periodistas que también trabajan en la prensa escrita. Es decir, el personal que nutre estos elencos y que suele participar en varios de ellos, prácticamente monopoliza el acceso a los medios audiovisuales por un sistema que, de seguro, solo puede mantenerse mediante una red corporativa y clientelar de intercambio de favores.
El perjuicio para la audiencia es manifiesto: de un lado se le restringe variedad ya que los periodistas que multiplican sus colaboraciones dicen siempre lo mismo, como es lógico y, de otro, se le priva de escuchar las interpretaciones de los hechos procedentes de otros puntos de vista no periodísticos, de los escritores, por ejemplo, o los artistas, o los comerciantes. Los únicos que gozan de cierto acceso privilegiado a los medios son los políticos. Pero esta es una prueba más de corporativismo en la colaboración estrecha entre periodistas y políticos que, a veces, intercambian profesiones. Hay políticos que se encastillan en los medios y periodistas que ejercen de políticos y pueden ser diputados o directores generales con uno u otro partido.
Está en el interés de todos que estos debates tengan un rigor, una calidad que de ningún modo puede dar una visión tan cerradamente corporativista de la actividad. Esto es, garantizar la libertad de expresión que algunos periodistas quieren reservar a su profesión, monopolizar, en suma. Y en esto no se aprecia gran diferencia entre los de derecha y los de izquierda. Lo cual es lógico por cuanto los intereses corporativos son superiores a las afinidades ideológicas.

dimecres, 2 de maig del 2012

La guerra de Aguirre y la derecha contra los sindicatos.



Artículo publicado hoy en Público



El comportamiento de Esperanza Aguirre tiene dos diagnósticos posibles, según la escuela de quien diagnostica. Para unos es una política con ideas claras y firmes. Para otros, una neurótica compulsiva. Sus propósitos sobre las CCAA reproducen los clichés de la derecha nacionalcatólica y hay poca distancia entre ellos y el juicio de “charlotada” que las autonomías merecían a su mentor ideológico, el entonces “falangista independiente” José María Aznar. Pocas bromas con la unidad de una patria que quieren imponer a cristazos.
Sus belicosas observaciones sobre los sindicatos reflejan paladinamente el pensamiento de los empresarios que, como Aguirre, únicamente van a lo suyo. Los ve cayendo como el muro de Berlín. Quizá ignore la presidenta la envidiable salud de los sindicatos alemanes o quizá no, y se limite a ocultarla. Porque Aguirre, como los patronos, no se equivoca nunca en la estrategia y la táctica que consiste en no perdonar, no dar respiro y atacar siempre. Por eso es “cojonuda”, según el otrora jefe de los empresarios y hoy presunto delincuente Díaz Ferrán.
¿Por qué esta inquina frente a organizaciones legales, legítimas, protegidas y amparadas por la Constitución? ¿Por qué no dice lo mismo de las asociaciones de empresarios? ¿Por qué no van a caer estas como cayó el campo de Auschwitz? Muy sencillo, porque, una vez que no quedan partidos de clase, los sindicatos son el último refugio, el último bastión de defensa de los trabajadores. Y sobre él hay que concentrar el fuego. Los empresarios y su Marianne Aguirre quieren una clase trabajadora dividida, desorganizada, desprotegida porque así se la explota mejor y no desluce las inauguraciones verbeneras con que Aguirre disimula el despilfarro de su gestión.
En el capitalismo la política es una forma de guerra y de guerra civil entre el trabajo y el capital, como queda al descubierto cuando la crisis hace a un lado las medias tintas y la patronal va por todas, conquista el Estado y trata de emplearlo como un ariete en favor de sus privilegios, de la explotación, la desigualdad y para despojar a los asalariados de todos sus derechos. Para eso ganó la derecha las elecciones, aunque fuera mediante recurso a la supuesta financiación ilegal vía Gürtel y de la que sandunguera Aguirre dice no saber “ni pío”.
En ese camino, los sindicatos son un obstáculo y si la derecha pudiese, los ilegalizaría, como ilegalizaría la oposición política de tener ocasión. De hecho ya lo está haciendo con la oposición extraparlamentaria. De ahí la impaciencia de Aguirre y el hecho de que, a falta de un buen Decreto-Ley que prohíba los sindicatos, los deslegitime, los desprestigie y los insulte sin parar, en uso de la vieja táctica de jayán de feria de provocar al contrincante para recurrir luego a la fuerza.
Los sindicatos tienen una difícil tarea por delante. Tienen que articular la resistencia social a un gobierno que, con el beneplácito de las Aguirres en plaza, pretende devolver las relaciones laborales a los tiempos anteriores a Dickens, en los que las marquesas inflaban sus egos reprimidos haciendo caridades con los pobres y los huérfanos.
(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre, bajo licencia de Creative Commons).

La nao España.

De siempre los países se han comparado con los navíos y los gobernantes con los pilotos o timoneles que con pulso firme, etc., llevan el buque a buen puerto o lo mantienen alejado de las tormentas o lo enriquecen con un comercio justo. El timón también se llama "gobernalle" y el piloto es el gobernante, el cibernético. En cualquier caso un navío en el que vamos los gobernados por lo que cabe colegir que habrá opiniones discrepantes sobre casi todo: la calidad de la nave, lo acertado de su rumbo, lo adecuado de la velocidad, la pericia de la tripulación o el tino del timonel. Pero todas las discrepancias cederán ante el interés común consistente en que, por lo menos, la nao no se hunda.
Es posible que, como dice Antonio Hernando, portavoz del PP, el PSOE, pasaje inquieto del navío, no quiera que a España vuelva a irle bien. Además de presuponer que ya le fue bien en el pasado (crédito que suele concederse al hombre milagroso, Aznar) es opinión un tantico arriesgada. Aunque quizá Hernando tire de experiencia propia, recordando cómo el PP trataba siempre de que a España le fuera mal cuando gobernaban los socialistas. Es imposible olvidar al mismo Aznar poniendo al gobierno de su país a bajar de un burro en todas las latitudes y longitudes del planeta.
Uno tiene tendencia a pensar que los socialistas serán socialistas, pero no están locos y tienen tanto interés como el propio Hernando en que a españa vuelva a irle bien. Lo mismo le pasa a Rajoy que ganó las elecciones del 20-N con notable mayoría presentándose como el timonel de recambio que enderezaría el rumbo de la nave prácticamente a la deriva en procelosos mares debido a la fabulosa incompetencia de Zapatero. La promesa era clara: desalojado el incompetente, instalado el recambio, volvería la calma a los elementos, el buque estabilizaria su derrota, recuperaría el rumbo a toda vela (o toda máquina), reaparecería en el lugar que le correspondería en la flota de avanzada de la Unión Europea y saldría de la postración, el abandono y la miseria en que se encontraba en tiempos zapateriles, que semejaba la balsa de La Medusa.
Cinco meses después de la alternativa, la nave aparece desarbolada, sin rumbo y hasta sometida a los saqueos de los piratas, como si fuera uno de aquellos pesados galeones que traían el oro del Spanish Main y eran presa de los corsarios. El registro de calamidades de los últimos días deja poco lugar a dudas: la Argentina nacionaliza una empresa multinacional que dice ser española sin que el gobierno articule una respuesta medianamente digna; las agencias de rating rebajan la deuda de España que parece camino de los bonos basura; los capitales aceleran su huida del país y los inversores extranjeros se retranquean; las pérfidas agencias de rating rebajan la calificación de los bancos españoles; la prima de riesgo anda por los cielos y la bolsa por los suelos; Frau Merkel nos envía un procónsul por semana a juzgar la acción del gobierno e impartir órdenes; Evo Morales celebra el 1º de mayo expropiando una red eléctrica española sin que al gobierno del firme timonel se le ocurra otra cosa que asegurar que la Argentina y Bolivia son dos casos distintos; Sarkozy, por último, redondea a grito pelado su campaña electoral a costa de España desde la plaza del Trocadéro, o sea, recuerden los patriotas impenitentes, desde la memoria de la batalla del Trocadero en la bahía de Cádiz, una afrenta francesa más a los constitucionalistas españoles.
Ya sé que lo anterior suena como una catarata. Y lo es. La catarata de la realidad de la posición internacional de España para conocimiento de estos experimentados navegantes que confunden la mar océana con el Manzanares y que, ahítos de su propaganda nacionalista de la España-gran-nación de Rajoy, no saben ni en dónde están. El ministro de Exteriores, García Margallo, se ha estrenado en un tono belicoso típicamente hispánico por lo huero: quiere Gibraltar. Ya se ha callado, afortunadamente. Algo le habrá dicho nuestro embajador en el Reino Unido, Federico Trillo. A este sí que le haría tilín pasar a la historia como el prohombre que devolvió a la Patria el preciado Peñón.
La política internacional es el campo típico de la Realpolitik, en donde la importancia política de los países viene determinada no por lo que estos dicen de sí mismos sino por su peso económico y también, según las épocas, por su potencial militar.
La marca España, según dice El País, no vende, la nave no tiene rumbo, el timonel no sabe a dónde va, a la tripulación solo se le ocurren jaculatorias pues es muy devota. El navío se hundirá pero en él no se aborta, los gays no se casan, los extranjeros no nos chulean, los funcionarios no se escaquean, los pobres no se empeñan en estudiar, los enfermos no  dan la vara y los pensionistas no viven por encima de sus pensiones.
En cuanto aparece un problema, o varios, los pusilánimes buscan soluciones excepcionales. En la actual conciencia de naufragio, alguno, como José Bono, postula un gobierno de concentración nacional, pues la Patria está en peligro. Llámase "concentración nacional" a la forma más dictatorial del gobierno democrático. En España, por lo demás, es imposible dado que, al estar compuesto por PP y PSOE tendría enfrente a todas las comunidades nacionalistas y no solo a ellas. La alternativa de integrar los partidos nacionalistas en ese gobierno de unión nacional no sería viable porque tal gobierno carecería de estabilidad. Estas son predicciones, suposiciones, barruntos. Sería posible que el tal gobierno funcionase, cosas más extrañas se han visto. Pero, antes de echar mano a una solución tan insólita (y que, muchas veces, solo encubre el deseo personal de las gentes vacilantes por mantener un difícil equilibrio entre los dos adversarios) convendría agotar otras posibilidades. Por ejemplo, ¿que tal si la derecha se acostumbra a los usos democráticos cuando está en el gobierno y cuando en la oposición en lugar de creer que gobierna por derechgo divino? Porque eso de apuntarse los éxitos y cargar siempre las culpas sobre el otro, infantil como es, no convence ni a los niños
Los evidentes preparativos del gobierno para reprimir el ejercicio de derechos fundamentales, además de una función intimidatoria, muestran claramente qué concepto tiene aquel de los efectos políticos que su actuación suscita: todos se tratarán como problemas de orden público (lucha contra el "gamberrismo", por ejemplo). Es tradicional: la derecha pretende de salir siempre de las crisis castigando y reprimiendo a su propio pueblo.

(La imagen es una foto de Aloriel, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 1 de maig del 2012

La lucha semifinal.

(Artículo publicado hoy, 1º de mayo en
Público)

La jornada del 1º de mayo tiene un valor simbólico permanente y uno práctico, real, del momento. Se trata de mantener una tradición de lucha que da sentido a un movimiento y de aquilatar las fuerzas en presencia en el conflicto actual, el que se dirime ahora mismo. El 1º de mayo de este año ha sido más nutrido y reivindicativo que en los pasados. Pero sigue mostrando insuficiencias y debilidades que lo hacen vulnerable y no auguran nada bueno para el futuro si no se remedian.
La jornada ha estado desestructurada. No hay una unidad de acción entre los sectores que respaldan el trabajo frente al capital, que es la gran disyuntiva que se ventila en la ocasión. No hay cohesión ni unidad de acción entre los sindicatos, la izquierda parlamentaria y la extraparlamentaria, a pesar de que los tres tienen, cuando menos, un objetivo claro: desactivar la gran ofensiva del capital, la banca, la empresa, los organismos financieros internacionales en contra de los asalariados. Mientras esa unidad no se dé y no se dé en la lucha de la calle, el movimiento aparecerá fragmentado, disminuido, acomplejado, siendo así que, en el fondo, por más que lo oculten los ideólogos a sueldo, representa la parte más sana, más sólida, más fuerte y mejor de la sociedad. Esa imagen de debilidad es la que permite que la más rancia carcunda tilde a los sindicatos de “gamberros”, revelando así su verdadera mentalidad, añorante de la servidumbre.
La clase dominante no cae jamás en el error de la división y el antagonismo. Presenta siempre un frente cerrado, aunque en su interior haya discrepancias, a veces profundas, que no airea frente al adversario por no darle armas. Por ejemplo, el diario nacionalcatólico “La Razón” alaba en portada que Alemania respalda el gobierno de Rajoy, pasando por encima del obvio reproche de que flaco favor hace ese apoyo a la autonomía del gobierno y la soberanía de España. Si, luego, Francia, en cambio, ataca a España y dice lo contrario que Alemania respecto a nuestro país, esa noticia no aparecerá en el citado periódico ni en ninguno de la derecha. No existe.
La reacción, a diferencia de las fuerzas progresistas, sabe que la unidad (la unidad real, de acción, no la nominal) es condición necesaria del triunfo. Si, para triunfar, hay que mentir, manipular y hacer el ridículo, se hace. Si París valía una misa, el poder vale un novenario. Porque el poder es el elemento crucial de la victoria. Y, en la política, que es la continuación de la guerra por otros medios, según decía Foucault, se alcanza la victoria o se sufre la derrota. No hay término medio.
El 1º de mayo de 2012 ha querido ser el primer acto de la recuperación de las fuerzas severamente derrotadas el pasado 20-N y solo tendrá eficacia si, en efecto, alcanza a serlo. La ocasión es de oro pues, embarcado como está el gobierno en una actividad de expolio frenético de lo público, desmantelamiento del Estado del bienestar y negación de los derechos adquiridos a lo largo de decenios de luchas de las clases subalternas, razones para las movilizaciones van a sobrar en un futuro inmediato. El gobierno ya cuenta con ello y, aparte de poner en el ministerio del Interior a un político autoritario con escasas simpatías por los derechos políticos de la ciudadanía, prepara el aparato represivo con todo tipo de medidas legislativas y administrativas. Se dispone a la confrontación y confía en ganarla porque cuenta con que las fuerzas progresistas seguirán tan enfrentadas como ahora.
Si siguen, en efecto, si la izquierda parlamentaria, los sindicatos, los movimientos sociales y la izquierda extraparlamentaria continúan sin coordinar su acción y criticándose mutuamente (al extremo de aliarse con el adversario solo por hacerse mutuo daño) experimentarán una derrota de magnitudes históricas, que garantizará el dominio del capital en los años venideros, que sumirá en la insignificancia a los sindicatos, mantendrá fuera del poder al PSOE (y, por ende, a su rémora y/o aliada IU) y destruirá toda esperanza de articulación de un movimiento democrático espontáneo y extraparlamentario. Los platos rotos los pagarán nuestros hijos.

Periodismo y democracia.

Los periodistas han convocado concentraciones en toda España el día tres de mayo en defensa de su profesión, de sus condiciones laborales, de su estatus y sus derechos. Más o menos como todo el mundo en los tiempos que corren. Pero los periodistas han querido singularizarse, como puedan haber hecho l@s profesor@s, l@s funcionari@s o los gays. No hay constancia de que hayan sido objeto de alguna medida contraria especial como puedan haberlo sido los otros. Pero los periodistas compensan esta aparente falta de motivación sublimando su importancia y sosteniendo que el periodismo es un puntal básico de la democracia. Lo cual es cierto pero quizá no en los términos estrictos en que los periodistas lo plantean.
La Asociación de la Prensa de Madrid ha hecho público un decálogo de reivindicaciones que dan contenido a las concentraciones convocadas. Esto del decálogo ya revela cierta proclividad mosaica, que no es moco de pavo pero, si lo leemos con atención, veremos que, además, contiene enunciados de muy diversa naturaleza, alcance y admisibilidad. Todos los que se refieren a un ejercicio digno de una actividad laboral jurídicamente protegida y dignamente retribuida son aceptables sin más. Aunque no sin dos matices. En primer lugar, la actividad periodística, con su fuerte carga intelectual e ideológica, se ejerce en el marco de empresas privadas a las que el Estado y mucho menos la corporación periodística no puede obligar más allá de la legislación vigente. En segundo lugar, la llamada "profesión periodística" es un concepto tan indeterminado que requiere reflexión. Periodistas son el redactor que solo escribe crónicas de tribunales y el figura que únicamente firma columnas de opinión. ¿Son iguales?  Formalmente sí, materialmente no, y eso en la materialidad más material de las materialidades, en el dinero que cobran. Da la impresión de que la "profesión periodística" tiene un amplia base de mileuristas o nimileuristas y una reducida cúpula o cogollo con retribuciones fantásticas, superiores a las de los alcaldes. Una colectividad con una de las brechas salariales probablemente más profundas.
Pero hay más. Una de las reivindicaciones es la lucha contra el intrusismo, cuestión que se da por averiguada y, sin embargo, a poco que se la examine no es aceptable sin más. Porque ¿qué se entiende por intrusismo en la profesión periodística? Si lo que se dice es que nadie pueda ocupar un puesto en la redacción de un medio con una tarea concreta sin tener la titulación y facultación oportunas, el asunto es dudoso pero puede aceptarse por mor de la concordia. Si lo que se dice es que, para publicar artículos en los periódicos (esporádicos o permanentes), para hablar por la radio o aparecer en la tele, por ejemplo en debates y tertulias, hace falta dicha titulación el asunto es irrisorio. Viene a ser como si los licenciados en Bellas Artes dijeran que nadie que no tenga su titulación puede pintar o componer música; como si los filósofos sostuvieran que no cabe filosofar sino se es licenciado en filosofía; como si los politólogos reclamaran titulación correspondiente para ser diputado. Por intrusismo se entiende aquí que, quienes tienen algo que decir o comunicar acceden a los medios de comunicación con independencia de su titulación. Por ello, se dice, hay que impedir ese acceso de modo coactivo. Esto no es más que un ataque a la libertad de expresión, justificado en una hipotética e inadmisible competencia ténica. ¿O es que los periodistas (que ya se consideran con evidente hipérbole "garantes" del derecho de la gente a la información) creen que la libertad de expresión empieza y acaba en ellos? ¿O que los demás pueden expresarse pero solo si lo hacen a través de ellos?
Este asunto del "intrusismo" tiene un reverso (que siempre va con él) todavía peor y mucho más dañino, en concreto, el corporativismo. Dada su tradición fascista, nadie se atreve a reivindicarlo claramente pero es evidente que se practica de modo implícito, sin decirlo. Es como cuando las compañías pactan los precios, siempre en detrimento del cliente, como ya vaticinó A. Smith. Aquí se pactan las contrataciones pero se hace mediante gentlemen agreements corporativistas. Una ojeada a todos los programas de debates y tertulias de política en  radios y televisiones permite ver que el predominio de periodistas es abrumador, superior al 90 por ciento, como si el resto de la sociedad no tuviera nada que decir o no interesara que lo dijera. Las comparecencias audiovisuales se complementan luego con el reparto de columnas en los medios escritos. Hay periodistas que trabajan para media docena de programas y medios, repitiendo lo mismo en todos ellos que, además, es pura opinión, sin información. Esta claro que la práctica corporativista va en detrimento de los intereses de la clientela que seguramente consisten en acceder a debates y tertulias de mayor nivel que el que ofrece la mayoría. Sobre todo teniendo en cuenta que muchos de esos periodistas astros tienen una adscripción partidista tan evidente que, en realidad, son políticos en los medios o, como se decía antaño, los "intelectuales orgánicos" de los partidos de la sociedad del espectáculo y lacomunicación.
Es curioso, además, que los corporativistas, a su vez, practiquen sistemáticamente el intrusismo.Por ejemplo, leo que muchos periodistas se autotitulan analistas políticos. Dentro de la mentalidad corporativista, la pregunta obligada es si quienes se llaman tal cosa están facultados para ello, si tienen una titulación específica o se han apropiado sin más del nombre.
En fin, no me preocuparía mucho. Internet está dejando ya muy atrás estas cuestiones. En el ciberespacio la información es universal, libre, gratuita. ¡Ah! se dice, pero el trabajo del periodista consiste en "procesar" esa información. Este anglicismo de "procesar" es muy cómodo porque no se sabe qué quiere decir; si se traduce al castellano, de lo que se trata es de interpretar la información y ahí encuentra el periodista una competencia ilimitada. Pretender limitarla no es de recibo. Así que hay que sobrevivir tratando de ser los mejores en un mercado libre, no intervenido ni controlado por corporaciones, alianzas, asociaciones, gremios o mafias.
Viene aquí al caso el intento de muchos medios de reconstruir su negocio imponiendo suscripciones a los productos digitales. Puede que funcione, hasta cierto punto, y no es seguro. Lo que los diarios venden es el tiempo de la información (ser los primeros), pero eso ya carece de valor. Entre el primero y el segundo en dar una información median segundos. Resulta entonces que lo que se pretende vender es la interpretación pero en esto la red es la mar océana y los internautas, cada vez más avezados, navegan los siete mares.
(La imagen es una foto de DonkeyHotey, bajo licencia de Creative Commons).

La intangibilidad de la Monarquía española.


En la entrada de ayer de Palinuro se argumentaba que el PSOE no está a la altura de la oposición requerida en las circunstancias aduciendo varias razones. Una de ellas era que no tiene claros los asuntos de principios y que, con motivo de la última astracanada del Borbón cazando elefantes, había salido en defensa de la Corona, dando a entender que se considera ya un partido dinástico. No ha lugar a la reivindicación de la República y, si lo hay, no es este el momento; no lo ha sido en los últimos 37 años; no lo será en el futuro.
Un benevolente lector llegaba a considerar que plantear hoy la disyuntiva República-Monarquía con la que está cayendo es una especie de insulto. Palinuro no sostenía que el PSOE debiera salir en procesión todos los días cantando el himno de Riego. Pero de ahí a ser partido dinástico media un trecho. El argumento de la extemporalidad tiene su miga; pero también lo tiene el de la claridad en los principios. El mayor inconveniente del de la extemporalidad es que suele ser una excusa para no decir lo que en el fondo se piensa, esto es, que la Monarquía en España es intangible e indiscutible. Si en el PSOE se piensa así, conviene que la gente lo sepa.
A día de hoy, con el asunto de Urdangarin y Torres en primera de todos los diarios, redoblarán los ataques a la institución. Eso, obviamente, no es correcto. La institución no tiene nada que ver con el comportamiento personal de sus miembros o allegados. En todas las familias hay un yerno resultón. Así como un elefante no puede aplastar una Corona, un presunto crápula no puede desprestigiarla.
De acuerdo. Pero eso no obsta para que se cuestione el carácter intangible e indiscutible de la Monarquía. En principio y sin ir más lejos porque nadie puede admitir de buena fe que en el mundo haya algo intangible e indiscutible por sí mismo y no por atribución voluntaria de sus partidarios o beneficiados. En segundo lugar porque, con independencia de su oportunidad o inoportunidad política, el debate sobre legitimidad y/o racionalidad de la Monarquía y la República es un derecho de quienes lo solicitan y, dada la historia de España, lo único que de verdad puede legitimar la Monarquía si esta vence en limpia y democrática lid al último régimen legítimo que hubo en España, el de la Segunda República, interrumpido por una sublevación de generales facciosos, cuya herencia fue, precisamente, la Monarquía.
(La imagen es una foto de Ignacio Gavira, bajo licencia GNU de libre documentación. Es de 2007 y representa la armas completas de la Monarquía española desde Carlos III hasta 1931 con la Casa de Borbón (1761-1868 / 1875-1931). Esta escaneada de una publicación de hace más de 100 años).

dilluns, 30 d’abril del 2012

El PSOE no está a la altura.

Palinuro es votante del PSOE y, probablemente seguirá siéndolo, a no ser que cambien mucho las cosas, o lo haga el propio Palinuro. Pero no es un voto acrítico, conformista, sino motivado y generalmente fundado en la convicción de que, no siendo la opción ideal (esperar que alguna opción sea "ideal" resulta ingenuo), suele ser a su juicio la menos mala o más razonable. Pero sobre esto hay siempre mucho que hablar y discutir, cosa comprensible porque no está siempre muy claro.
Por ejemplo seguramente la dirección del PSOE piensa que está haciendo lo que debe y como debe en la oposición al PP en las circunstancias actuales. Pero no le extrañará que otros opinen lo contrario. Palinuro, sin ir más lejos, sostiene que la oposición del PSOE es débil, prácticamente inexistente y, lo más grave de todo, no formula alternativas. No se trata de defender el oportunismo pero en el país hay un clima general de descontento que el PSOE no encauza, sino que aparece canalizado por los sindicatos y el movimiento 15-M con algunos meritorios esfuerzos de IU. El PSOE está ausente. Parte de esta ausencia se debe a su deliberada política de configurarse como un partido de Estado. Así, apoya al gobierno en los asuntos de juzga esenciales para los intereses generales de España, lo cual es muy loable y contrasta sobremanera con la sistemática deslealtad del PP cuando estaba en la oposición, pero no contribuye a fortalecer la idea del propio PSOE.
Ese afán por presentarse como una oposición leal, constructiva, añadido al hecho de que, en principio, el PSOE comparte con el PP en gran medida la idea de las medidas que es preciso tomar para salir de la crisis (de forma que las diferencias son adjetivas) es responsable de que no aparezca como un partido de oposición claro y eficaz. Está como desdibujado. Su oposición suele reducirse a una crítica muchas veces formal de las iniciativas que toma el gobierno. Nada más. Pero la iniciativa es siempre del gobierno mientras al PSOE se le reserva la función de espectador con un relativo derecho al pataleo.
Los dos máximos dirigentes de los partidos mayoritarios son dos políticos profesionales con experiencia de decenios a la espalda y habiendo ejercido diversos ministerios. Tienen tendencia a entender la política en términos formalmente similares aunque solo sea por deformación profesional, esto es, como una actividad de transacción permanente, de consensos y acuerdos en comités, comisiones o contactos personales "discretos" o "confidenciales", lo cual, dicho sea de paso, en democracia es algo tan detestable como las cláusulas secretas en los tratados. Exceptuadas las operaciones secretas de los ministerios del Interior y de Defensa, todo lo que en política se sustraiga al conocimiento público es más que sospechoso. Que eso lo haga la derecha -piensa la izquierda-, está en su naturaleza; que lo haga también la izquierda -sigue esta pensando- ya no lo está. La izquierda es publicidad y transparencia y no secreto y cabildeo.
Por experiencia sabemos que siempre que la izquierda y la derecha encuentran un punto de entendimiento es porque la izquierda se ha pasado a la derecha. El movimiento contrario no se da nunca. De ahí, de ese contagiarse de los postulados de la derecha le ha venido el castigo electoral al PSOE el 20-N: su izquierda lo ha abandonado y no parece vaya a volver si el partido no encuentra un discurso claramente diferenciado del del PP y que proponga soluciones sin limitarse a criticar las del gobierno o lamentarse de ellas.
Para eso el PSOE tendrá que clarificar otros asuntos que no son insignificantes, aunque la opinión oficial del partido sea que sí. Por ejemplo, la cuestión de la Monarquía y la República. El nuevo secretario general de las Juventudes Socialistas, Nino Torres, ha roto el cascarón diciendo que a las Juventudes les gustaría que el PSOE defendiera la República. Más modoso el chaval no puede ser, pero no va a conseguir nada porque el PSOE se concibe como un partido dinástico. Se acabaron las tonterías con la República. El PSOE razona aquí como el PP: la cuestión Monarquía-República es una no cuestión que no le interesa a nadie. Quieren decir que no da votos. Es una posición pragmática, no una cuestión de principios, faltaría más. No es concebible un marqués de Zapatero o un conde de Rubalcaba. Pero el pragmatismo no es evidente por sí mismo. Aunque la dirección del partido no lo crea, los militantes y los votantes no son reproducciones de José Bono y su actitud es más bien discrepante y mayoritariamente republicana y laica.
Y laica. He aquí otro asunto en el que el PSOE es extraordinariamente confuso. Quizá también por otra pragmática no cuestión de la iglesia y el Estado. Pero lo cierto y muy lamentable es que nadie sabe qué piensa hacer el PSOE con esa situación en la que la iglesia católica es un Estado dentro del Estado. Lo único que se sabe es que, cuando pudo hacer algo, reforzó la mainmise de la iglesia sobre el Estado.
Así que, cuando no se tienen claras las cuestiones de principios, no se discrepa fehacientemente de las cuestiones prácticas del adversario y no se proponen alternativas, es muy difícil hacer oposición. Al menos una oposición que esté a la altura.

diumenge, 29 d’abril del 2012

La batalla ideológica.

Esperanza Aguirre está en su momento de mayor gloria. Ayer el congreso de su partido la reeligió presidenta por una proporción abrumadora de votos. No había candidatura alternativa, la vencedora estaba radiante y lanzada en el campo de la oratoria. Anunció, como en las justas medievales, que viene a dar la batalla ideológica contra el socialismo al que tildó en varias ocasiones de "fracasado" y "sectario". Era la paladina del feliz orden neoliberal.
Es llamativa la insistencia de Aguirre en la lucha ideológica que aborda fijando orgullosamente su posición en el liberalismo. ¿Qué liberalismo? es pregunta irritante porque no es seguro que la presidenta sepa las variantes de la ideología que dice abrazar. Para ella liberalismo quiere decir neoliberalismo extraído del venero de Hayek, vía von Mises, con un fervoroso neoconservadurismo extraído del de Strauss. Está en su derecho. Palinuro coincide con Aguirre en que tener convicciones es un derecho del individuo y defenderlas con energía, un deber. De ahí que le parezca muy bien que haya batallas ideológicas. Es más, le gusta participar en ellas.
Pero las batallas, sobre todo las ideológicas, deben ajustarse unas reglas generalmente no escritas de código caballeresco y juego limpio. Es una vieja tradición inglesa, británica. Y me consta que Aguirre tiene gran admiración por todo lo británico: habla a la perfección el inglés, tiene un curioso dry humour y es Dama Honoraria del Imperio Británico. Siendo así, no habrá olvidado que, en su caso, el código caballeresco se presume pues la Orden del Imperio Británico es una orden de caballería. Y el primer deber, sacrosanto deber, de caballería es tratar gentilmente al adversario, cederle incluso la iniciativa en el ataque y, desde luego, si de justa verbal se trata, garantizar que tenga la máxima audiencia posible, no tratar de silenciarlo. Estamos de acuerdo, ¿verdad? ¿Cómo debemos entender el caso de Telemadrid, un órgano de propaganda exclusiva del PP, sin que los adversarios tengan la mínima posibilidad de expresarse y en donde la propia Aguirre despide a un periodista relevante acusándolo de "haber comprado el discurso del adversario" como si en la televisión pública hubiera más adversarios que quienes se ponen fuera de la ley? ¿Qué tiene que ver eso con la elegancia, la caballerosidad y el buen gusto del código caballeresco? Más bien con las trapacerías, las triquiñuelas, trampas y engaños de los villanos y los rufianes. ¿Y cabe serr mitad caballero (o dama) y mitad rufián igual que, según José Antonio, los españoles eran mitad monjes y mitad soldados? No, no se puede y Aguirre debe de saberlo y saber, por tanto, que su comportamiento con la televisión madrileños, los medios de comunicación y los derechos del adversario es de rufián y, más concretamente, de rufián fascista. El estilo de sus periodistas preferidos
La batalla ideológica de Aguirre suele formularse en un terreno concreto al que vuelve siempre, como una especie de querencia o de obsesión que empieza a ser alarmante, esto es, que hay que desmontar la presunta superioridad moral de la izquierda. Es casi una manía persecutoria, lleva años diciéndolo pero todavía no debe de haberlo conseguido porque lo repite hasta aburrimiento. Sin que sirva de precedente Palinuro va a explicar a Aguirre con una parábola (con su aclaración, no se preocupe) el aparente secreto de esa superioridad. Es muy sencillo. Ayer, el segundo del PP de Madrid, Ignacio González, que fue al congreso acompañado de Julio Ariza, el empresario de Intereconomía, reconocía que, con gran dolor de su corazón, en determinadas circunstancias extremas, los partidos tienen que traicionar sus principios. Es dura ley de vida. Supongo que Aguirre lo entiende muy bien. La foto más arriba la muestra en compañía de Dolores de Cospedal, otra dama de oratoria luciferina y mendacidad de rabanera en plena campaña de 2010 del "no" a la subida del IVA del pérfido gobierno zapateril. He aquí un principio sacrosanto en cuyo nombre las dos damas estaban dispuestas a mezclarse con verduleras y pescadoras. Un principio, sin embargo, que se ven obligadas a traicionar en el superior interés de la Patria.
Ahora una evidencia: cuando la derecha se ve obligada a traicionar sus principios, nadie se le subleva; alguna débil voz doctrinaria en contra, pero el conjunto se hace cargo de la situación, comprende y apoya. Prueba, entre otras cosas, de que los principios (los valores esos que no se le caen de la boca a Aguirre) no son muy profundos ni muy recios. En cambio, cuando es la izquierda la que traiciona sus principios, todo el mundo se le echa encima, empezando por la propia izquierda, por sí misma, se le retiran los apoyos por millones y se le hace morder el polvo electoralmente hablando. Ahora una pregunta: ¿sabe Esperanza Aguirre por qué sucede esto? Si lo sabe, sabe la razón de la superioridad moral de la izquierda. Cuestión de principios y valores de verdad, no de boquilla. Si no lo sabe, probablemente no entienda nunca aquello contra lo que lucha.
En el discurso de este congreso no ha habido referencia alguna a mayo del 68, pero es otra de las bestias negras del universo combativo de Aguirre. Al igual que Sarkozy, habla de "acabar con el espíritu de mayo del 68" como el que quiere acabar con la peste o con alguna "enfermedad moral", de esas que gusta inventar la derecha para tener a quien perseguir, como el "alejamiento de Dios" o la homosexualidad. Es un leit motiv de una derecha no estrictamente cerril, sabedora de que lo importante en la convivencia son las ideas.
El odio a mayo del 68, núcleo del neoliberalismo más agresivo, es el odio a una revolución de la vida cotidiana expresada con tanta profundidad y belleza que hasta sus enemigos quedan subyugados. El odio a mayo del 68 refleja una frustración, una envidia y una venganza. En este punto, el debate ideológico, que Aguirre ya tenía perdido en el frente de la superioridad moral, pasa a ser cuestión del psicoanalista. Acabar con el "espíritu del 68" cuarenta y cuatro años después es propósito tan racional como terminar con el espíritu del protestantismo, la leyenda de Avalon o la "cosa en sí" de Kant. Es decir, un disparate. La primera en entender (mal) la fuerza revolucionaria del prohibido prohibir es Aguirre. Y de ahí arranca esa irritación casi neurótica que le hace plantear tal dislate reiteradamente. He de decir, con todo, que prefiero 1.000 veces a Aguirre que sufre con estas paradojas y las lleva al campo de batalla, antes que a Ana Botella o Dolores de Cospedal, que no se enteran porque la cabeza no les da para más.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 28 d’abril del 2012

La conquista del Estado.

Continúa la voladura acelerada del Estado del bienestar ante la perplejidad (y cierto inmovilismo fatalista) de la población. Consejo de ministros tras consejo de ministros los españoles reciben un aluvión de castigos, como si fueran las plagas de Egipto. Al mismo tiempo, como todos esos castigos, recortes, mermas, sisas, ajustes y socaliñas contradicen de plano las benéficas promesas que el PP hizo en la campaña electoral, el prestigio del gobierno cae en picado lo que, a su vez, es parte de la pesadilla porque esas torpeza, agresividad, impopularidad del gobierno afectan negativamente la calificación internacional de España.
A estas alturas ya hasta los monaguillos recitan el rosario de incumplimientos de Rajoy, desde el de los impuestos (IRPF) que no iban a subir hasta los impuestos (IVA) que no iban a subir, pasando por la salud del sistema de salud pública, la educación, otros servicios sociales, las pensiones, etc. No queda promesa del PP que el gobierno del PP no haya roto. Empezando por aquella de que, llegando el PP al poder, la confianza en España se restauraría sin más, siendo así que se ha deteriorado a extremos insoportables, con rebaja de la calificación, aumento del interés de la deuda, por no hablar del paro, primer termómetro de la eficacia de la reforma laboral. El gobierno ya no hereda parados; los fabrica.
¿Cómo explica el gobierno esta lamentable circunstancia? Señalando el carácter excepcionalmente grave de la situación en la que el país vive bajo la amenaza de la quiebra y la intervención. Es decir invocando lo que puede llamarse un estado de excepción económico que, en último término no es más que una variante del estado de excepción de Agamben y los suyos. La forma de dominación de la burguesía es convertir en normalidad el estado de excepción, acostumbrarnos a ello. Puede ser. Hay mucho que discutir en esa idea.
Lo evidente sin embargo es que, so capa de atender a una situación de excepción, se toman medidas que van mucho más allá de la mera solución técnica de problemas que permita resolver la crisis; se toman medidas de calado ideológico, que afectan a las formas de legitimidad de Estados concebidos como sociales y democráticos de derecho, al valor de sus instituciones, a la conciencia moral y jurídica de la época (replanteando el régimen mismo de los derechos sociales y económicos por ejemplo), a los consensos básicos de convivencia social, a la idea y la práctica del concepto de los bienes públicos.
En realidad este programa es una especie de reconstrucción de la propuesta de La Conquista del Estado, del jonsista Ramiro Ledesma Ramos. La derecha vuelve a la conquista del Estado, pero no de frente y por asalto, como pretendían sus antecesores fascistas, que abominaban de la democracia, sino a través de esta misma a fin de entrar en el Estado con el apoyo popular para descapitalizarlo, mermarlo, deslegitimarlo, privatizarlo o corromperlo. Es de esperar, no obstante, que este proceso de expolio de lo público levante protestas más o menos tumultuosas y, quizá, desórdenes públicos. En previsión de tales incidentes, el gobierno viene proponiendo reformas de la legislación penal, convirtiendo en delito lo que hasta ahora no lo era, endureciendo las penas en todo caso y actuando administrativamente con una contundencia fuera de toda medida y razón. Detenciones en serie en los domicilios, identificaciones arbitrarias de los ciudadanos pacíficos en lugares públicos, etc son manifestaciones de un comportamiento autoritario amparado en la conciencia del estado de excepción político y jurídico.
Ante esto la izquierda tiene poco que decir y menos que hacer, dada la aplastante mayoría absoluta del partido conservador. Para cuando piense una estrategia que le reporte una victoria electoral quizá se encuentre teniendo que batallar por el derecho de huelga.

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público).

divendres, 27 d’abril del 2012

El periodismo en el ciberespacio.

Hace años que los augurios para la prensa de papel son muy negros. Y no solo para la prensa, para todo el papel impreso, los libros, las postales, las felicitaciones, las cartas. Con el paso del tiempo los augurios se han confirmado y ennegrecido. No está lejos el momento en el que la gente mire el papel impreso como miramos hoy los pergaminos, con una mezcla de ternura e incredulidad. Como siempre que cunde la zozobra y el temor, se multiplican las reuniones, los seminarios, las jornadas, los actos colectivos para intercambiar opiniones y ver si se esbozan ideas nuevas que permitan la supervivencia (ya que no un nuevo amanecer) en condiciones muy adversas. Pero las ideas nuevas en defensa de lo caduco son tan difíciles de encontrar como la aguja en el consabido pajar.
Ayer se produjo uno de estos eventos en Madrid, convocado por una asociación internacional de estudio sobre medios, el Paley Center for Media en colaboración con PRISA, con el fin de dar el enésimo repaso a la situación y a la forma de hacer frente a la invasión digital. Relevantes personalidades de la prensa escrita llegaron a la conclusión de que esta solo podía sobrevivir en el ciberespacio comprometiéndose a producir un periodismo de calidad. Pero ¿qué quiere decir "periodismo de calidad"? Sin duda no se refiere a cuestiones técnicas o tecnológicas sino al contenido intelectual de la actividad. El fondo del razonamiento es sencillo pues viene a reformular la diferencia entre el aficionado y el profesional. Frente al "ciudadano reportero", la superioridad del que lo hace profesionalmente. Pero esto no es tan fácil. Por ejemplo, en nuestro país pasan por periodismo, incluso por periodismo de calidad y de referencia, productos muy diversos que van desde la prensa seria a manifestaciones más o menos acabadas de prensa amarillista o tendenciosa, pasando por algún que otro caso de periodismo basura, sin que parezca haber un criterio generalmente compartido de discernimiento.
La otra variante del mismo argumento es que los periodistas son precisos para aquilatar el torbellino de la información que circula por las redes sociales, pero eso es absurdo porque, en primer lugar, no puede hacerse en términos prácticos y, en segundo, aunque se pudiera, convendrá aquilatar antes al periodista que ha de aquilatar esa realidad digital en efervescencia. A cualquiera se le ocurre ahora mismo media docena de nombres de periodistas de renombre, de esos que tienen hoy posibilidades de encaramarse a la presidencia de RTVE y que no son otra cosa que comisarios políticos de la derecha y que, en realidad, son empleados orgánicos de esta como puedan serlo la mucama o el chófer.
En realidad estos argumentos parten de una confusión que los invalida. Confunden supervivencia de la prensa con supervivencia de la prensa de papel, lo que implica un error de visión grave. Toda la prensa de papel tiene ediciones digitales y, si se hubiera descubierto un procedimiento de hacer rentable un periódico online, algunas cabeceras hubieran cerrado ya la edición de papel. Y por debajo de las palabras están los hechos. Supongo que más de uno pensó ayer que tenía gracia cómo los mandarines de El País peroraban en la jornadas internacionales mientras los trabajadores de la empresa se les agitaban porque hay en ciernes un ERE muy nutrido, despidos y otras medidas para tratar de mantener a flote el diario. Lo mismo está sucediendo con El Mundo, otro generador de pérdidas. Es posible que otros sigan el sendero que inició Público hace unos meses. La prensa escrita como empresa no funciona y cada vez funcionará menos a medida que la publicidad siga migrando hacia la prensa digital. Los periodistas, como todos los profesionales, tienen que reinventarse en una situación que lo exige de inmediato, tendrán que adaptarse a un entorno solo digital y tendrán que aprender a hacer rentables productos en el ciberespacio en dura competencia con consumidores que también son periodistas por la misma razón por la que Gramsci partía de la idea de que todos somos filósofos porque todos tenemos una concepción de la vida. Luego, la filosofía sistemática era otra cosa. Lo mismo puede estar pasando con el periodismo, que quizá sea otra cosa distinta incluso de lo que se empeñan en hacer los profesionales.

(La imagen es una foto de TORLEY, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 26 d’abril del 2012

Ayudando con la memoria.

En alguna ocasión, Palinuro se ha honrado trayendo a sus páginas la muy meritoria labor del amigo y colega Ramón Adell, quien dispone de la mejor colección de carteles, escritos, símbolos etc. políticos españoles (aunque no solo españoles) que yo conozca; una tarea titánica, de largos años, gracias a la cual tenemos una idea de cómo ha evolucionado la iconografía política española desde las patrimerías del franquismo a nuestros días. Lo hizo con motivo de una exposición de esta cartelería en el Museu Valenciá de la Il-lustració i de la Modernitat (MuVIM) en julio del año pasado (Habla, pueblo), así como con el del trigésimo aniversario de las elecciones de 1977 (¡Treinta años!) y cuando tuvo el privilegio de visitar por primera vez su despacho-museo en el corazón del Madrid de los Austrias (En manos del pasado), que es una gran experiencia.
Cabe ver que Adell es visitante frecuente en Palinuro. No tanto como el Papa o el presidente del gobierno, pero es que Ramón es un hombre justo, bueno y trabajador y ya se sabe que el momento mediático suele ser para los más pillos y truhanes. Pero la categoría, la calidad y el trabajo encuentran siempre reconocimiento y alguien dispuesto a resaltarlos con alegría, como es mi caso, sin dejar de señalar que no solo admiro la obra de mi amigo sino a él como persona dotada de cualidades de sensibilidad, inteligencia, cultura, sentido del humor y elegancia que no son fecuentes mundo adelante.
En esta ocasión Palinuro da cuenta de una exposición  de la cartelería de Ramón en el Instituto Cervantes de Rabat y aplaude la decisión de las autoridades de hacerla circular por el extranjero porque es una obra que, en su enorme variedad y espontaneidad, trasmite una buena vivencia del pulso de la cultura española. 
En realidad, si se abre definitivamente un museo de la transición española, la colección de Ramón Adell debiera ser su primera pieza.

Del autoritarismo al fascismo solo hay un paso.

Gobernar es tomar medidas en pro del bien común o de lo que de buena fe se considere el bien común según la ideología de cada cual; y, en la medida de lo posible, anticiparse a los acontecimientos, prevenir desgracias, evitar la aparición de la violencia, siempre una calamidad social. En las últimas elecciones del 20-N los españoles han dado mayoría absoluta, es decir un claro mandato para gobernar al partido de la derecha, el PP que, por ideología, práctica, experiencia y carácter autoritario quizá no sea el más adecuado para estos tensos, turbulentos tiempos.
La crisis económica está haciendo estragos en los tejidos sociales de casi todos los países, muy especialmente en aquellos obligados a aplicar durísimas medidas de ajustes que aumentan el paro, las desigualdades, las dificultades económicas de los más; que pintan un futuro tenebroso para las generaciones nuevas. Todo ello genera un ambiente social tenso en el que pueden producirse disturbios en cualquier momento y de hecho así sucede, provocando frecuentemente desgracias personales más o menos graves, aparte de las pérdidas materiales por la conflictividad. Parece razonable exigir del gobierno, brazo del Estado en quien se da el monopolio de la violencia, una actitud muy reflexiva, calma, prudente, de forma que se garantice el orden público sin provocar su alteración a causa, precisamente, de las medidas adoptadas para conservarlo.
Es aquí donde esa tendencia autoritaria de la derecha puede resultar menos recomendable y obligar a una reconsideración de sus prácticas antes de meterse en una diabólica espiral de acción-reacción-más acción, etc que puede llevar a una situación muy desagradable, estilo griego o peor. Lo que empieza siendo autoritarismo acaba siendo fascismo casi sin reparar en ello, de modo gradual e inadvertido. Pues el fascismo no depende solamente, ni siquiera principalmente, de la parafernalia seudomilitar de los movimientos de los años treinta. Siempre que el Estado se valga del monopolio de la violencia, de la fuerza, para conculcar sistemáticamente los derechos fundamentales de los ciudadanos habrá fascismo. En principio todavía no es la situación en España pero lleva camino de serlo si no se pone remedio a tiempo. No es posible que toda la derecha del PP sea extrema derecha, dispuesta a mantener el orden por la violencia y sin respeto a los derechos de los ciudadanos. O quizá sí cuando se ve cómo, no en el orden policial sino incluso en el legislativo, los gobernantes ya anuncian su intención de dividirnos en ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, por ejemplo en cuanto a los derechos humanos básicos de la salud o la educación.
Los signos de esta deriva autoritaria se han multiplicado en los últimos tiempos. Algunos de los más graves son conocidos: los mossos catalanes sacan imágenes en la red de sospechosos de comportamientos violentos y llaman a la colaboración ciudadana, pidiendo denuncia, situaciones que desprecian el derecho a la intimidad y a la propia imagen. Al propio tiempo, la policía nacional anuncia la creación de una especie de brigada para patrullar internet en su lucha general contra el crimen pero sin mandato judicial específico. Dada la naturaleza del ciberespacio es muy difícil evitar, incluso detectar, la fiscalización policial incluso en los ámbitos más protegidos de los usuarios de redes sociales, por ejemplo. Aqui quedan tocados, además de los anteriores los derechos fundamentales de la inviolabilidad de la correspondencia, o del domicilio y el secreto de las comunicaciones y, desde luego, el derecho a la seguridad jurídica (rota por quienes debieran garantizarla) y la libertad de expresión.
En un plano más concreto, la policía está practicando detenciones en sus domicilios de sindicalistas acusados de haber estado en piquetes. Es de suponer que las detenciones tengan cobertura judicial pero no está nada claro que la participación en piquetes, que son legales, sea un delito. Igualmente en esta línea, el hecho de que, sin previo aviso la Guardia Civil estorbara y obstaculizara el 23 de abril, día de Castilla y León, el homenaje de la izquierda a los comuneros en Villalar que, por lo demás, se llama Villalar de los comuneros. En estos dos últimos casos, las detenciones de sindicalistas en sus domicilios, así un poco al estilo de la famosa Brigada Político-Social del franquismo, y el bloqueo de la Guardia Civil en Villalar, los actos huelen a provocación, esto es, a un deliberado intento de suscitar una acción de protesta que, a su vez, justifique una reacción represiva y otra acción y por ahí derechos al Estado de excepción.
En este territorio de los comportamientos desafiantes y, en definitiva, provocadores, pueden encuadrarse las declaraciones de Esperanza Aguirre ante el sabotaje del Metro de Madrid, amenazando con mayor represión, al decir que los saboteadores no se irán de rositas; al menos no de las mismas rositas de que se fue ella en el Tamayazo, la Gürtel y la gestapillo. También amenazadoras suenan las declaraciones de la delegada del gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, avisando de que no permitirá el propósito de acampada en la Puerta del Sol del 15-M, intención abundantemente corroborada por el ministro del Interior quien recuerda que acampar es ilegal. Nadie parece haberlos informado de que los del 15-M no hablan de acampar, sino de hacer una asamblea permanente. Las autoridades pueden decir que son lo mismo y apalear a los participantes por igual. Pero no es lo mismo, ni de lejos, apalear gente acampada que gente en una asamblea, una reunión pacífica.
Por último, posiblemente se trate de una casualidad, no tenga mayor importancia y no sea sino prueba de lo sensibilizados que estamos los españoles ante la presencia de militares en la vía pública. Pero la foto que ilustra esta entrada se tomó ayer en Barcelona sobre las cinco de la tarde y en ella se ve una unidad de soldados armados pasando por una calle de la capital catalana, no en desfile sino en cumplimiento de alguna misión. De paso, al parecer, iban cantando canciones españolas e insultando a quienes hablaban en catalán. Posiblemente sea eso, una casualidad. Pero no se olvide lo dicho: el autoritarismo se convierte en fascismo casi sin darse cuenta.
(La imagen es una foto de AdrianGlez's88, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 25 d’abril del 2012

¡Ay, ay, Andalucía!




Obsérvese con atención y distanciamiento esta portada de El País de hoy. ¡Cómo trabajan las oscuras afinidades electivas! Veamos: hay un ramillete de noticias de gran calado. ¿Falta alguna? La principal es la bronca con las Comunidades Autónomas; la gráfica (que es la que primero impacta) para una imagen de Hollande con gesto de allez les gars!, conveniente en un político. Menor cuerpo tienen otras dos con una fuerte carga crítica de los recortes de la sanidad pública (el expolio de los jubilados y la inasistencia a posibles enfermos infecciosos). Segunda gráfica menor, la sentida catástrofe del Barça. ¿Falta algo? Bueno, no hay nada sobre Andalucía. ¡Calla, sí! Un recuadrín a la izquierda con la peripecia procesal de un exconsejero socialista por supuesta prevaricación y malversación.

Sin embargo, ayer se produjo una noticia en Andalucía que, para muchos, es de extraordinaria importancia, esto es, la celebración de un referéndum entre las bases de IU y el resultado de este que ha sido respaldar por abrumadora mayoría (de un 82%) el gobierno de coalición PSOE-A e IU-LV CA, o sea, de socialistas y comunistas, para entendernos. Ya sé que en IU hay más izquierdistas que los meros comunistas, pero estos son la columna vertebral de la coalición, un gobierno social-comunista, como decía Aznar en su tiempo con gesto de asco y desdén. Y un gobierno de izquierda (con lo mal avenida que está la izquierda entre sí) en el bastión andaluz frente al conjunto de España conservadora parece noticia relevante.

Y relevante por sí misma, sin necesidad de rendirse a las arrebatadas líricas de sus partidarios sobre el carácter archidemocrático de una organización referendaria. Lírica engañosa por lo demás, que ya se empleó para justificar lo contrario en Extremadura. Engañosa porque, si de verdad se quiere consultar a quienes toman las decisiones últimas, estos no son los militantes (de base o de sal) sino los electores porque son los electores quienes han decidido que la representación de IU sea la que es. Pero, en fin, esto es asunto sin más calado que la llamada exuberancia del corazón. Por lo demás, un indice de aprobación del 82% cuando el Comité Central del Partido Comunista de Andalucía ha hecho pública su decisión en pro del gobierno de coalición, es práctica habitual en las organizaciones comunistas y lo único que demuestra es quién manda en IU.

La coalición de gobierno de izquierda en Andalucía puede ser el laboratorio en el que se ensaye similar fórmula para el resto de España en las generales, cuando toque. La animadversión que la dos izquierdas mayoritarias se profesan mutuamente (sobre todo del lado de IU/Comunistas hacia el PSOE) no puede llevarlas a cortejar el fracaso. Me explico: es legítimo que IU oriente su discurso electoral a desacreditar al PSOE y, a ser posible, a conseguir su desaparición como opción mayoritaria de la izquierda. Es obviamente difícil de conseguir, dado que, en su momento más bajo, el 20-N, el PSOE tuvo casi siete millones de votos, más de cuatro veces los de IU en uno de sus mejores momentos. También es legitimo que el PSOE trate de igual o similar modo a IU, aunque no suele hacerlo, quizá para causar más daño, dirán algunos irredentos, a través de simulada ignorancia. Todo eso es legítimo. Pero, al minuto siguiente de saberse los resultados definitivos, sean cuales sean, las dos izquierdas deben buscarse mutuamente y forjar acuerdos en todo lo que compartan. La derecha española tiene sabiamente en su seno a la extrema derecha. Resulta difícil de entender que la izquierda no lo consiga. Suelen aducirse dos razones. Una es que mientras la derecha atiende a intereses antes que a principios, la izquierda empieza por los principios y estos, ya se sabe, son innegociables. El argumento no es válido porque los principios son los mismos y la variación o debate está en los medios para hacerlos triunfar.

La otra razón es que, contrariamente a lo que la izquierda predica sobre la derecha, las actitudes personalistas, individualistas, de vanagloria particular son más comunes en aquella que en esta. Por su propia constitución intelectual, la derecha es jerárquica, autoritaria, tradicional; cada cual sabe en dónde debe estar y apenas hay conflictos entre personas. La izquierda, en cambio, tiene un origen rebelde, contestatario, refractario a las normas, enemigo de la disciplina y crítico de toda jerarquía. La izquierda es individualista en donde la derecha es, curiosamente, colectivista. La derecha rinde culto a un concepto abstracto del individuo, como unidad de cálculo, mientras que la izquierda lo hace al concepto concreto, al héroe particular, único, irrepetible y, así, el mapa de la izquierda es siempre el de los reinos combatientes entre puñados de partidarios de personalidades señeras y clarividentes que niegan el pan y la sal a todas las demás. Este destino de casi compulsivo fraccionamiento ha sido también el habitual en los partidos comunistas del mundo entero, constituidos sin embargo originariamente según criterios leninistas que primaban la disciplina, la jerarquía, la autoridad y la sumisión del individuo en todos sus aspectos a la superioridad de un colectivo imagiario llamado el Partido, como el que dice el Jefe, el Rey o Dios.

Si la izquierda española abandona el señuelo de los intransigentes principios y apea su enfermizo personalismo que es un verdadero narcisismo, en efecto, el gobierno social-comunista de Andalucía puede ser un modelo para todo el país. ¿Por qué no? Esta es una alianza que aún no se ha experimentado siendo así que se han producido todas las demás, excepto la gran coalición que hace unos días proponía Bono, mostrando un conocimiento de los andaluces y de los socialistas andaluces similar al que pueda tener de los maoríes. Es decir, es una noticia de importancia. Tanta como para no salir en la portada de El País.

(Aviso: Blogspot ha cambiado el lay-out y ha tocado el html. Creo que me he adaptado pero me temo que no domino bien el interlineado ni la justificación. Todo se andará.)

Primeras jornadas de ciberpolítica en España.

Ayer subí este mismo anuncio a Facebook con las explicaciones pertinentes. Completo hoy trayéndolo al blog, con disculpas a mis amig@s facebooker@s, porque hay much@s lectores de Palinuro que no están en FB. Una lectura del cartel (por cierto, una foto estupenda de Vectorportal con una nube de palabras que recuerda el edificio Capitol en la Gran Vía madrileña y el Flatiron en Broadway) da cumplida información sobre le fecha, el lugar de celebración y las entidades que lo organizan y colaboran (UNED, Fundación Ortega/Marañón y Colegio Nacional de Politólogos y Sociólogos). Para mayor especificidad en cuanto a los horarios, el contenido de las sesiones, las ponencias y los nombres de los ponentes, debe consultarse el programa que he aquí:



La asistencia es libre y no hay necesidad de inscribirse, salvo si se quiere obtener un diploma de asistencia, en cuyo caso se elaborará una lista nominal el primer día para certificar la asistencia. Igualmente si se quiere presentar alguna breve comunicación en el marco de una de las cuatro mesas y es previamente aceptada por esta. Ya sé que andamos mal de tiempo y esto vale sobre todo para quien ya tenga la comunicación hecha. En el proyecto, por cierto, va incluido el hacer un vídeo con las exposiciones que se colgará luego en la página web de la UNED, a libre disposición.

No me parece necesario reseñar la importancia que tiene el tratamiento académico, riguroso, del fenómeno político-social más importante en mucho tiempo: la aparición del ciberespacio que está alterando decisivamente el modo de hacer política de nuestras sociedades.

(La imagen es una foto de Vectorportal, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 24 d’abril del 2012

La extrema derecha avanza y trae otros aires.

Cabe decir que la verdadera triunfadora de la primera vuelta en las presidenciales francesas es Marine Le Pen. Con su 17,90% del voto ha superado todas las marcas anteriores de su partido, incluso el 16,86% de su padre en 2002, que le permitió pasar a segunda vuelta contra Jacques Chirac. Incluso supera el 17,79 de su progenitor en aquella segunda vuelta. Y desde luego, deja muy atrás el pobre 10,44% de Jean Marie Le Pen en 2007, cuando Ségolène Royal le sacó 15 puntos de ventaja y hasta un triste François Bayrou le ganó por ocho. Los demás partidos han estado en el muy fluctuante margen de las elecciones en primera vuelta, cuando el voto se fragmenta mucho. Los dos mayoritarios, UMP y PS, dentro de lo razonable, si bien Sarkozy se ha venido tan abajo que es el primer presidente en el cargo que pierde una primera vuelta, lo que debe de escocerle. El Frente de la Izquierda, encabezado por Jean-Luc Mélenchon, que despertaba aquí grandes entusiasmos en IU por verlo parecido a ella, ha conseguido un 11,10% del voto. Por cierto, muy por encima de las múltiples izquierdas anteriores, que se movían en el rango entre cero y cinco por ciento; es, además, una cantidad con dos dígitos, el objetivo de Mélenchon, pero lo es en la parte inferior. En el fondo, un resultado decepcionante para el Partido Comunista, que es el alma del Frente de la Izquierda como aquí lo es de IU. Ese 11,10% parece un techo.

El Frente Nacional de los Le Pen ha cambiado de imagen, cuestión nada desdeñable en una sociedad definida como sociedad del espectáculo. La representación de la extrema derecha a través de señores adustos, algo agrios, como Le Pen, con bigotito, como el innombrable o con gestos de energúmeno, como Benito Mussolini, ya no pega. Hay en marcha una adaptación de esta ideología a los nuevos tiempos. Los líderes de la extrema derecha pueden ser hombres agraciados, con simpatía personal y costumbres digamos libres, como Jorg Haider en Austria o incluso abiertamente homosexuales, como Pym Fortuyn en Holanda. ¿Por qué no una mujer? La identificación de la extrema derecha con el patriarcalismo, la homofobia y la misoginia puede estar en cuestión. Igual que otros filones o tabúes, por ejemplo, el antisemitismo. Fortuyn acusaba a Le Pen de antisemita y él presumía de simpatías hacia Israel. Pero en lo que ambos estaban de acuerdo era en que había que mantener el islamismo a raya.

Así que una mujer. Relativamente joven y atractiva. Se la puede identificar simbólicamente con La France, ya que no directamente con La Pucelle, al menos mucho más que al cuarteto de anodinos varones del terno gris, líderes de los partidos mayoritarios . Ya se había intentado hace unos años en Italia con Alessandra Mussolini, quien tiene la ventaja de ser nieta de un auténtico. Pero su carácter explosivo y las peculiares circunstancias políticas italianas la han dejado reducida a un oscuro puesto de eurodiputada por una asociación de fuerzas de extrema derecha. Nada comparable a Marine Le Pen que tiene un dominio magistral de su imagen pública. Quien la haya visto en un evento multitudinario de su partido con un bebé en los brazos sabrá de lo que se habla aquí.

Preocupa en todas partes este renacimiento de la extrema derecha xenófoba, nacionalista, racista y radicalmente neoliberal. Y preocupa que esté en ascenso. Los distintos partidos de la corriente tienen representación parlamentaria no desdeñable en muchos países de Europa y en alguno, por ejemplo, Holanda, han sido partidos de gobierno. Y apoyan y fuerzan políticas excluyentes, autoritarias, intolerantes, contrarias a la tradición de Europa como cuna de los derechos humanos.

Las dos razones que suelen aducirse para explicar esta resurrección del Satán político, entrelazadas, son muy convincentes. De un lado, hay una crisis económica de ciclo largo que produce, según los lugares, paro, inseguridad, recesión y alimenta posiciones políticas extremas, como ya lo hizo en los años treinta. De otro lado, concomitantemente, se da un problema de inmigración masiva que la crisis se encarga de hacer más visible aun. Las dos parecen ciertas en efecto y vienen avaladas por experiencias anteriores. Pero no son suficientes. El renacimiento procede de otro origen, que es el nuevo enemigo exterior. En efecto, el nacionalismo, la xenofobia necesitan siempre una amenaza concreta frente a la que todos los verdaderos nacionales se unen (en Finlandia, el partido de extrema derecha en el parlamento se llama los verdaderos finlandeses). Ese enemigo exterior no pueden ser los vecinos, ni siquiera los judíos pues el racismo no tiene ya seguidores; esa forma de racismo. El enemigo exterior ahora somos nosotros mismos, es Europa, Bruselas, la burocracia comunitaria, el euro, en definitiva una Gleichschaltung hitleriana so capa de la democracia. La extrema derecha es rabiosamente antieuropeísta y tiene amplia audiencia, sobre todo en los países al norte del Rin. Y cuando estos se ponen en marcha en defensa de la autenticidad no ya de la raza sino de la cultura amenaza turbulencia en el horizonte.

(La imagen es una foto de Minamonoch, bajo licencia de Creative Commons).