diumenge, 20 de novembre del 2011

Una jornada singular.

Los medios de comunicación, a los que fascinan los ritos, darán cuenta de la jornada electoral atendiendo sobre todo a lo que llaman los aspectos humanos, cotidianos que son, dicen, los que interesan a la gente porque es ella la protagonista. Así informan del hecho como suelen hacerlo de otros "días señalados" del año, de esos que traen la noticia en la fecha: el Gordo de la lotería nacional, noche vieja y año nuevo, el día de Reyes, la noche de san Juan o el día de la Hispanidad. Todos ellos días de rituales, coronas, desfiles, botellas de cava, ofrendas. La colectividad toma conciencia de sí misma y le gusta verse actuar. Con más razón en el día de las elecciones porque es cuatrienal (o casi). Pero el tenor será el mismo: anécdotas curiosas de las mesas electorales, declaraciones de los candidatos sonrientes con sus cónyuges animando a votar; es posible que alguien mencione la consabida "fiesta de la democracia", algún contencioso en algún lugar, impresiones, opiniones, análisis y memoria. Y esto internet y los medios digitales porque los de papel vienen con una foto fija de antes de que se abran los colegios electorales, con lo que casi parecen documentos históricos.

Supongo que habrá muchos columnistas, publicistas, opinantes en los medios que reflexionarán sobre el significado simbólico de que estas elecciones se celebren un veinte de noviembre. Y es que es enorme. La Junta Electoral Central ha prohibido los habituales actos de homenaje y exaltación del dictador Franco. (Quédese para otro momento la consideración de que España debe de ser el único país civilizado del planeta en el que algunos rinden tributo de admiración a un dictador sanguinario). La democracia ha sacado del escenario la memoria de la tiranía. Y esto tiene un gran significado. La democracia es el aire de la vida; la dictadura, el carcelero que impide a la gente disfrutar de la libertad. Pero, a la larga, no lo puede impedir y el personal desborda rejas y cerrojos, da la espalda a la dictadura y sale a respirar el aire de la vida. La democracia es lo que está delante; la dictadura, lo que está detrás. Lástima que puedan ganar las elecciones quienes quieren invertir el curso de la historia, esa derecha neofranquista insoportable.

Cuando hicieron notar a Zapatero que quizá la fecha elegida para las elecciones no era la más oportuna, parece que dijo que, para él, el veinte de noviembre no tenía significado especial alguno. Una respuesta que convierte las celebraciones del 20-N en una especie de aquelarre de fanáticos bastante antiguos. Un curioso legado de Zapatero a ese objetivo de reconciliación nacional que sigue pendiente en buena medida. Tanto como decían que si con la Ley de la Memoria Histórica estaba reverdeciendo la tradicional contienda española. Tan no es así que convoca elecciones en el día sacrosanto de la dictadura. Ya en su momento, al comienzo de las elecciones, Palinuro colgó una entrada con el título de el legado de Zapatero. Para ser justos a lo mencionado en ella hay que añadir esta elegante habilidad de sustituir el día de homenaje al Caudillo por uno de ejercicio democrático. Y lo ha hecho con la misma sencillez con que alentó las medidas de política social y derechos cívicos que revolucionaron la vida cotidiana de los españoles y le granjearon el odio mortal de la derecha y santurrón especial, Rouco Varela..

En cuanto al contenido concreto de la votación no creo quede nada por decir. De todo se ha hablado: de bipartidismo, izquierda, nacionalismos, independencias, ETA, los cinco millones de parados, la crisis, los recortes, las privatizaciones, los pequeños partidos, los indignados, los mercados, las pensiones. Estoy seguro de que en algún lugar en la red alguien ha hecho una nube de etiquetas de lo que se haya hablado en la campaña. Sería interesante verla porque es el testimonio de que en una campaña electoral se habla de todo. Con qué resultado, lo sabremos por la noche.

(La imagen es una foto de St Peter's Community News, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 19 de novembre del 2011

Tiempo para pensárselo dos veces.

Probablemente una de las ideas más injustas, insidiosas y reaccionarias que se hayan lanzado en los últimos tiempos sea la de que el PP y el PSOE son lo mismo. Aunque se presenta como ajena a ambos partidos, si se piensa un poco, se ve que sólo beneficia a la derecha y perjudica a los socialistas. Nadie que sepa algo de política pensará por un segundo que el PP se haya acercado en nada al PSOE; todo lo contrario. No es una convergencia. Luego el sentido de la afirmación es que el PSOE se ha acercado al PP. De lo que se trata es de atacar al PSOE, atacar al PSOE simulando atacar también al PP. Si alguien quiere comprobar la falsedad del dicho, que lea una breve, rotunda y brillantísima carta de Ana Valiente, una lectora de El País, titulada No todos los políticos son iguales. Es imposible decir más en menos espacio. La conclusión sólo puede ser que quienes han propalado semejante falsedad no merecen el voto de la ciudadanía. No merecen ni su atención.

Efectivamente, la derecha comenzó la legislatura haciendo una oposición bronca y destructiva e insultando a mansalva a Rodríguez Zapatero y uno de los que más insultó fue Rajoy, por ejemplo con aquel bobo solemne que quizá le cuadrara más a él. La continuó hilando injurias y calumnias contra el gobierno y extendiendo éstas a las fuerzas de seguridad del Estado y la administración de justicia. La coronó con la utilización de la lucha contra el terrorismo con fines de beneficio partidista y puso el estrambote negando la colaboración al gobierno en la lucha contra la crisis y entorpeciéndola a base de socavar el crédito exterior de España, acusándola de estar en bacarrota. ¿Cómo va a ser lo mismo salvar España de la quiebra que tratar de hundirla en ella?

Durante la campaña ha quedado claro que el programa del PP es acabar con el Estado del bienestar en España, recortar la sanidad y la educación públicas, encarecer lo que quede y privatizarlo. Es aliminar la educación para la ciudadanía, eliminar el derecho al aborto, el de los homosexuales a contraer matrimonio y reducir las pensiones haciendo que los que disfrutan las más elevadas paguen por sus medicamentos, lo que equivale a una burla sangrienta de la reivindicación progresista de que paguen más quienes más tienen. Es también suprimir la ayuda a la dependencia, según ha anunciado ya Rajoy. ¿Cómo va a ser lo mismo promulgar una ley de ayuda a las personas dependientes que derogarla? ¿Piensan quienes esto dicen que los ciudadanos somos imbéciles?

El triunfo del PP significa igualmente el retorno al nacionalcatolicismo de hecho cosa que se advierte viendo cómo los obispos han pedido el voto para la derecha. Y significa también que corrupciones mayúsculas como el caso Gürtel o el Palma arena seguirán esquilmando a mansalva el erario público, por cuanto, lejos de luchar contra ellos, el mismo Rajoy considera a Camps, Fabra o Matas, todos presuntos, "políticos ejemplares". ¡Cómo serán los no ejemplares!

Frente a esta oposición, el país ha tenido en la última legislatura un gobierno que, aun con errores, ha luchado contra una crisis mitad heredada y mitad importada. Y lo ha hecho con notable éxito ya que España se ha salvado de un destino parecido al de Grecia, Irlanda, Portugal e Italia. Tanto éxito, a pesar de los esfuerzos de Aznar y sus amigos por boicotearlo, que los mercados han decidido intervenir en el último momento a favor del PP amagando con la quiebra de España en función de lo que ahora dicen que fue un error. Un éxito que se debe a la gestión del gobierno que, además, lo ha conseguido manteniendo la cohesión social e incluso aprobando una ley de dependencia que es la que la derecha quiera ahora derogar.

A su vez la campaña de Rubalcaba ha consistido en descubrir las intenciones ocultas de la derecha y explicar una serie de medidas para salir de la crisis con un espíritu netamente socialdemócrata en parte heredado del gobierno al que perteneció y en parte recuperado de lo que ese gobierno se vio obligado a hacer de lado. Por eso Palinuro no cree que haya razones para variar el sentido de su voto a favor del candidato socialista, pues cree que es lo mejor para el conjunto de la ciudadanía. Si acaso, la campaña de Rubalcaba (que ha seguido atentamente, como ha hecho con las de los otros partidos) lo anima a añadir un motivo de agradecimiento personal al candidato quien, con todas las probabilidades en contra, ha tenido el coraje de pelear por el triunfo.

Por supuesto que no son lo mismo. Sobre eso es sobre lo que hay que reflexionar.

Moretti y el Papa

Nanni Moretti es un hombre peculiar. Tiene genio, ironía, sentido crítico, que empieza ejerciendo consigo mismo, como se ve en su Querido diario. También es un director comprometido políticamente en un sentido progresista como se ve en su burla de la Italia de Berlusconi en El caimán. Igualmente tiene justa fama de inconoclasta. Por eso lo que uno se espera al ir a una peli de Moretti sobre el Vaticano y el Papa sea un ataque, una crítica al estilo de las que tradicionalmente dedican los intelectuales al pontificado. Una continuación del espíritu de André Gide, de Roger Peyrefitte, Rolf Hochhuth o, más recientemente, Leo Bassi.

En efecto, la película es deliciosa por muchos conceptos y rebosa sentido del humor. No sólo respecto al solio de San Pedro, sino también a otros aspectos de la vida, como la actividad y las neurosis de los psicoanalistas, las excentricidades de los actores teatrales o los absurdos de los medios de comunicación. Pero la historia se concentra en una visión irónica, burlesca, del colegio cardenalicio y los protocolos del Vaticano, la elección del Papa, la guardia suiza, el modo en que la Santa Sede, centro de peregrinación de decenas de miles de fieles, administra la información. Y, con todo, no es un ataque a la institución ni un cuestionamiento de ésta en un plano político, religioso, social sino solamente en el plano humano.

Michel Piccoli interpreta magníficamente el papel del cardenal Melville, elegido papa de modo inopinado y contra toda previsión. El propio Moretti da vida a un psicoanalista, primera figura en su profesión, llamado para resolver lo que sin duda es el caso más complicado de su carrera. Algunos críticos comparan a Moretti con Woody Allen porque ambos son directores que interpretan sus películas y con papeles análogos. Ni color. Ya quisiera el de Brooklyn alcanzar la hondura y naturalidad de Moretti.

La película gira en torno a una idea brillantísima del director que no se revelará aquí por no destrozar el interés de la obra pero que es realmente original. Moretti parece haberse preguntado ¿qué pasaría si...? Un supuesto insólito y, además, alcanza lo más íntimo de la mísera condición humana si necesidad de plantear problemas metafísicos o andar a vueltas con la cuestión de la sinceridad de la jerarquía eclesiástica.

Lo que sucede es que la idea se come la película. Es tan curiosa e interesante que el director no ha resistido la tentación de dejarla para el final, como si fuera un thriller, empleando el relato para ir acumulando tensión, cosa en la que Moretti no sobresale, ya que es incapaz de concentrarse en la narración, pues se regodea en los detalles, en los que es maestro. En realidad lo que está diciéndose es que la peli tiene un fallo garrafal de guión. Hubiera sido mejor exponer lo que aquí aparece como desenlace al principio y contar luego el resto en flash back. Incluso, más radicalmente, quizá hacer otra película a partir del supuesto ya que, siendo sin duda interesante ver cómo ha podido llegarse a esa situación, lo es mucho más aventurar cómo pueda resolverse, es decir, como actúa una institución milenaria que lo tiene todo previsto cuando se encuentra con algo que no lo está. La película deja ese interrogante abierto. Con un poco de suerte Moretti se decide a hacer una segunda parte.

En todo caso es una gran película en esa tradición del cine europeo que no solamente no tiene efectos especiales sino que tampoco se somete a las convenciones narrativas del cine estadounidense.

divendres, 18 de novembre del 2011

¿Está echada la suerte?

La derecha está eufórica. Los dirigentes que se consideran con posibilidades ya se reparten los ministerios. Los gobernantes territoriales ven llegado el ansiado momento en que toda España se teñirá de azul y hablan sin tapujos de que será un azul oscuro, como advierte Cospedal quien augura protestas cuando Rajoy diga lo que hay que hacer, lo que equivale a un reconocimiento de que aún no lo ha dicho. En efecto, el candidato ha pasado toda la campaña evitando comprometerse y silenciando sus intenciones, al extremo de que no ha permitido que los periodistas le hicieran preguntas. Pero como la seguridad del próximo triunfo anunciado por los sondeos también se le ha contagiado ha ido dejando escapar propósitos, intenciones que presagian tiempos más difíciles para un electorado que lleva ya más de tres años pasando dificultades.

Mucha gente dice que las campañas electorales no sirven para nada, que quienes tienen el voto decidido no lo cambian por ellas y quienes andan indecisos, si al final se deciden, lo hacen por otras razones. Puede que sea cierto pero esta campaña electoral sí ha conseguido, cuando menos, que el PP y su candidato cambien claramente su discurso. Rajoy la inició con el espíritu con que venía haciendo oposición desde 2008: confrontación con el gobierno en todos los ámbitos (la economía, la lucha contra el terrorismo, el Estado del bienestar), negándole toda competencia y atribuyéndola a sí mismo y su equipo. Para salir de la crisis, para crear empleo, para salvar España, en definitiva, hundida por la incapacidad de los socialistas, bastaba con cambiar de gobierno poniéndole a él al frente. Por supuesto, esa salvación sería casi milagrosa porque, al tiempo que España se recuperaría, se mantendría el Estado del bienestar. Lo que no se decía era cómo se lograría.

En el curso de la campaña, parte sustancial de ese discurso se ha convertido en su contrario. Viéndose ya inquilino de La Moncloa, Rajoy ha empezado a rebajar las expectativas que llevaba tres años alimentando. Confiesa que no tiene una varita mágica para resolver la crisis y que la creación de empleo habrá de esperar por lo menos hasta finales de 2015, lo que viene a ser un mentís a sí mismo en toda regla. En todo caso, que nadie espere ahora los milagros que se venían anunciando, en feliz repetición del milagroso tiempo de Aznar.

¿Y entre tanto? Entre tanto, las "decisiones valientes" de que habla Cospedal, esto es, prácticamente el desmantelamiento del Estado del bienestar. Ya ha anunciado Rajoy que la ley de la dependencia no es viable, es decir, que va a suprimir esta prestación, quizá la más simbólica del bienestar. La sanidad, la educación, los funcionarios, todo sufrirá recortes, privatizaciones, supresiones. Sólo se compromete el candidato ahora a no tocar las pensiones y esto tampoco es del todo cierto ya que su programa propone revisarlas bienalmente y se dispone a considerar la idea de que las más altas paguen sus medicamentos, que es una forma de recortarlas.

Y eso en lo que hace al Estado del bienestar. En el campo de los derechos cívicos las últimas declaraciones del candidato anuncian una verdadera involución: se reducirá o suprimirá el derecho al aborto, se paralizarán las actividades y recursos dedicados a la igualdad, se despojará a los homosexuales del derecho al matrimonio y hasta es muy posible que se vacíe de contenido la ley contra el tabaquismo. España pasará de estar a la cabeza de Europa en derechos cívicos a estar a la cola.

El programa oculto aparece a la vista de tod@s. La seguridad en su triunfo ha soltado la lengua a la derecha y, cuando acudan a votar, los electores lo harán con conocimiento de causa. Como la causa es bastante sombría y no hay ya modo de edulcorarla, comparecen los mercados en un último frenesí especulativo que trata de crear un clima de pánico de forma que la ciudadanía, resignada, acepte ponerse en manos de quien va privarla de la base material de su condición. La perspectiva es un país de ciudadanos convertido en uno de atemorizados súbditos.

Algunas de las candidaturas que concurren el 20-N han empleado consignas como tú decides o tú eliges. En efecto, el 20-N la gente decidirá y lo hará sabiendo lo que está en juego pues, aunque el monopolio mediático de la derecha ha impuesto un discurso maniqueo de negro socialista contra el blanco conservador, la realidad hace ver que ese blanco está tan lleno de oscuridades que es más negro que el supuesto negro anterior. No, la suerte no está echada.

(La imagen es una foto de Iker Parriza, bajo licencia GFDL).

dijous, 17 de novembre del 2011

Los que hacen historia.

En el mitin de ayer en la feria de muestras de Málaga Rubalcaba se apuntó un tanto al comparecer ante sus seguidores acompañado de Rodríguez Zapatero. También estuvieron Griñán y, mediante videoconferencia, Guerra y González. Es decir se trató de una especie de reunión de familia, pero de familia que hunde su mirada en 130 años de historia. Un acto de consumo interno, de afirmación de la identidad socialista a lo largo del tiempo que sin duda ha enardecido a su militancia y, por encima de ella, ha proyectdo ante el país una imagen de continuidad que prácticamente ninguna otra fuerza política puede emular.

Y fue un acierto engastar esa longeva presencia de su partido reivindicando en él una idea de patriotismo español que algunos le niegan cuando insinúan que Zapatero haya estado presto a sacrificar la unidad de España en oscuros contubernios con otros nacionalistas de otras naciones. Lo dijo Rubalcaba con precisión y sin ahorrarse un sopapo a la derecha: En 130 años siempre hemos puesto por delante los intereses del país, no como la derecha.

Patriotismo fue ayer la palabra y Palinuro felicita a la dirección de la campaña de Rubalcaba porque lograr un titular de prensa que diga El PSOE pide el voto para "los auténticos patriotas" es llevar la polémica con la derecha a un terreno que ésta cree suyo en monopolio por mandato divino: el del patriotismo. Palinuro, crecido en el régimen de Franco, con su patriotismo vociferante, tiende a encontrarlo repulsivo pero entiende que, si la gente lo siente y el PSOE lo tiene y lo representa, no hay razón para que abandone su defensa a la derecha. Es obvio que el patriotismo se demuestra haciendo y andando y cuanto más largo sea el camino, mejor. Lo otro suele ser patriotismo de boquilla. El PSOE tiene 130 años; el PP apenas treinta, salvo que quiera verse en existencia con anterioridad, lo que le obliga a situar su nacimiento en el franquismo, cosa que el partido no admite de grado.

Lo mejor del acto fue la comparecencia de Rodríguez Zapatero afirmando que "podemos comparecer con orgullo y dignidad porque siempre nuestro partido ha defendido los intereses de España con profundo patriotismo." Tenía que decirlo y lo dijo. Una buena y digna despedida, sobre todo porque de aquilatar el valor del gesto se encargó Rubalcaba atribuyendo al gobierno lo que es del gobierno: que España no está como Grecia, Irlanda, Portugal e Italia gracias a su gestión, en contra de la crisis y de la labor de zapa que Aznar lleva años haciendo.

Esto del patriotismo es más simbólico de lo que parece. En agosto de 1914 los diputados socialistas alemanes y franceses se reconocieron franceses y alemanes antes que socialistas y votaron los créditos de guerra con los que empezaría la primera matanza mundial. Fue un giro de 180º sobre el internacionalismo que los socialistas predicaban apenas dos años antes. Y fue asimismo la razón de la escisión del movimiento obrero y la izquierda en general entre los "socialpatriotas" y los comunistas, que fundaron la IIIª Internacional en 1919. Es decir, el origen del comunismo está en el momento en que los socialistas se declaran patriotas, como un acto de ruptura en protesta por la traición al ideal internacionalista y por la negativa de los socialdemócratas a convertir la guerra imperialista mundial en una guerra civil internacional del proletariado contra la burguesía mundiales. Noventa años después los socialistas, como se ve, siguen invocando el patriotismo. ¿Y los comunistas? En la medida en que sobreviven, especialmente en IU pero también en otros grupos, invocan un internacionalismo retórico pero tienen una práctica estrictamente nacionalista, o sea, patriótica, aunque con un patriotismo bastante vergonzante. ¿No debiera ser esta convergencia de hecho ua razón para recuperar aquella unidad perdida? Practicamente no quedan ya diferencias teóricas profundas entre la socialdemocracia y el comunismo. Pero no se hará porque, junto a la teoría, se da una práctica política personalista que lo impide. Entre tanto es prudente que el PSOE muestre a la ciudadanía que, además del patriotismo de cuartel y sacristía, hay otro abierto, democrático y progresivo. Y lo ha escenificado muy bien reuniendo tradición y modernidad en un solo acto.

Porque, last but not least, la modernidad se echó en la cuenta de la decisiva participación de las mujeres y los jóvenes en el acto. Sobre todo la de las mujeres que son la prueba práctica de que el gobierno de Zapatero ha hecho mucho, en puntos es de esperar que de no retorno, por la emancipación y el adelanto de la mujeres. Queda mucho más por hacer. Queda que lleguen al cargo máximo de la organización, que haya una mujer secretaria general, pero la perspectiva es buena. La "patria" es un concepto hermafrodita porque una palabra de esencia masculina es de género femenino. La patria la hacen tod@s, mujeres y hombres.

El mitin de Málaga muestra al PSOE bajo una luz en la que no tiene competencia de los otros porque se presenta como un partido centenario, dentro de una corriente que ha sido esencial en la construcción de España y Europa y que ha contribuido a transformar nuestras sociedades de un modo decisivo.

(La imagen es una foto de La Moncloa, vía Wikimedia Commons).

dimecres, 16 de novembre del 2011

Entre la reacción y la demagogia, pasando por el populismo.

Palinuro, que es poco indeciso, anunciaba su voto favorable al PSOE a mediados de septiembre pasado en un post titulado Porqué Palinuro votará PSOE. Ayer desgranaba el significado último del voto a la derecha en otro post titulado ¿Votar a Rajoy? en el entendimiento de que el voto al PP es un voto en favor del involucionismo en materia de derechos y políticas sociales y de la reacción en una política económica pensada para desmantelar el Estado del bienestar (empezando por la educación y la sanidad públicas) y retrotraer los derechos de los trabajadores a la época anterior a la contratación colectiva. Ciertamente los conservadores lo llaman de otro modo: al involucionismo, restauración de los acrisolados valores de una sociedad católica; al desmantelamiento del estado del bienestar, desregulación, racionalización, eficiencia y servicios públicos de calidad "sostenibles"; al retroceso en los derechos de los trabajadores, estímulos a la creación y sostenimiento de empresas.

La cuestión no es el nombre sino la cosa en sí y ésta, disfrácese de lo que se quiera, es involución y reacción. Como lo es también el recurso a la abstención a la que, al parecer, es más proclive la izquierda que la derecha. Porque, como están las circunstancias, abstenerse de votar equivale a propiciar la victoria del PP.

Corresponde ahora considerar el significado del voto a las terceras opciones de ámbito nacional, singularmente IU y UPyD. Por supuesto no se trata aquí ni por asomo de negar la legitimidad de estas propuestas. IU tiene perfecto derecho a presentarse como una opción de izquierda transformadora, cual suele calificarse a sí misma. Se trata de ponderar las consecuencias objetivas de esa pretensión y éstas se reducen a una, la más evidente e importante: en buena medida (no en toda) ese voto debilita al PSOE y reduce sus posibilidades, contribuyendo de hecho a la victoria conservadora.

IU ha realizado una campaña muy agresiva hacia el PSOE. Es una campaña que tiene bastante de demagógica porque presenta las medidas coyunturales tomadas por el gobierno como un abandono radical de sus políticas socialdemócratas a las que contrapone un programa keynesiano de intervencionismo público sabiendo que no será necesario comprobarlo en la práctica porque las posibilidades de que IU constituya gobierno son remotísimas. Casi todo el discurso de IU ha ido contra el PSOE, al que presenta como idéntico al PP, olvidando que éste gobierna en Extremadura gracias a sus votos. Por supuesto el PP ni el PSOE han hablado de IU en la campaña, lo que hace tanto más llamativa la agresividad de la última.

Dado que los sondeos vaticinan unánimes una sonora derrota del PSOE, IU cree verse en la situación de recuperar el voto que considera "prestado" a los socialistas y, también, por qué no, el de los genuinos socialistas desencantados. Sueña con un reultado que reproduzca el desmoronamiento que conoció la UCD en las elecciones de 1982. Es poco probable que tal cosa se produzca; pero no imposible y, sin embargo, aunque se produjera, hay pocas dudas de que el hundimiento del PSOE aumentaría una mayoría absoluta de la derecha. Parece ser una apuesta oportunista del "ahora o nunca" y de aprovechar las horas bajas del que, en el fondo, es visto como el verdadero adversario de IU. Por eso, yendo al órdago, Cayo Lara pide el voto a los electores socialistas.

Y por eso también, obnubilada por la perspectiva de arrinconar al PSOE, IU no repara en medios, ni en la posibilidad de que estos no sean del todo aceptables. Así, esa consigna del cartel de Cayo Lara de ¡Rebélate! copia la de Ciutadans de Albert Rivera en las elecciones autonómicas de 2010. La coincidencia no es casual ni inocente. Además de pedir el voto dentro del sistema partidista a los electores de otro partido (lo que, de producirse el ansiado sorpasso, supondría una reproducción del bipartidismo actual que tanto se critica), IU quiere presentarse también como la voz de la protesta cívica, muy enfrentada a los partidos tradicionales que es la que se atribuye la organización Ciudadanos. Más en la línea, la exclamación ¡Rebélate! tiene obvias connotaciones del movimiento 15-M, es como una especie de señuelo por el que se da a entender que IU será igualmente la voz de esa explosición de indignación que se ha manifestado en España y fuera de España en los últimos tiempos. El momento es tan prometedor y la oportunidad tan evidente que se juega con todas las barajas.

La cuestión para la federación de IU se planteará el 21-N si, como es probable, sus expectativas no se cumplen; incluso si no le da para constituir grupo parlamentario propio, porque el voto minoritario está muy fragmentado.

En todo caso, las elecciones se juegan entre la reacción y la demagogia. ¿Y el populismo del título? Eso reza con UPyD. Este reciente partido, tan personalista en su imagen, tiene una considerable carga populista con ecos del fascismo de la vieja escuela. Ese frecuente discurso de Rosa Díez de que no es de derechas ni de izquierdas tiene un indudable tufo joseantoniano. No son imaginaciones de Palinuro sino del dirigente ultra Ricardo Sáenz de Ynestrillas quien, en su blog La batalla de las ideas, propugna la abstención pero, si ésta no procede, pide el voto para UPyD como también hace Vargas Llosa por cierto. Ynestrillas dice que UPyD es lo que más se parece a la Falange Auténtica. Sé que éste no es el argumento de Vargas Llosa (aunque no sepa cuál es su argumento en verdad), pero sí es expresamente el de Sáenz de Ynestrillas. Y de Falange, Sáenz de Ynestrillas sabe mucho.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons); la segunda, un cartel electoral de IU con Cayo Lara; la tercera, otro de Ciutadans para las elecciones autonómicas de 2010.

dimarts, 15 de novembre del 2011

¿Votar a Rajoy?

Dice Mariano Rajoy que sólo las elecciones anticipadas han salvado a España del colapso. En su día Palinuro consideró que el adelanto electoral fue un error. Salvas contadas excepciones, quien en un conflicto hace lo que quiere su adversario no actúa sabiamente. Pero está hecho. Especular como hace Rajoy sobre qué hubiera pasado de no haber anticipo es un ejercicio inútil porque no se sabe. En cambio sí se sabe, porque se hizo público ayer que, aparte de afanar presuntamente la pastuqui a puñados en diferentes administraciones del PP, la Gürtel proporcionaba mujeres a sus cómplices en unas orgías que son fáciles de imaginar. Presuntamente, claro está; tan presuntamente como las menores que prostituía Berlusconi.

Es decir, el adelanto de las elecciones sí que ha servido para que no se conozca por entero el sumario de la Gürtel antes del día de la votación. La gente va a votar sin saber hasta dónde llega la trama, a quién más afecta y qué otras fechorías hayan cometido (presuntamente) los implicados. Eso sí está claro. Como lo está que beneficia a Rajoy. Votar por éste es votar por un partido que, afectado de lleno por la corrupción, no solamente no ha hecho nada por facilitar la acción de la justicia sino que, a veces, ha atacado a la policía, los fiscales y hasta algún juez que otro cuando sus decisiones no le agradaban.

Votar por Rajoy es votar por quien pone en duda la solvencia de España y, con ello, contribuye a que los mercados ataquen con mayor saña. Es lo mismo que hace Aznar por donde pasa: torpedear el crédito y el estatus internacional de España sólo por su afán de atacar el gobierno. Así que votar por Rajoy es votar por Aznar que parece ser quien marca la pauta en el PP.

A cinco días de las elecciones, votar por Rajoy es votar por fe en el caudillo, ya que sigue sin haber un programa electoral claro. Nadie sabe qué medidas concretas tomará el PP en prácticamente ningún campo bien porque las declaraciones sean ambiguas bien porque sean contradictorias. Rajoy asegura que no tocará la sanidad ni la educación públicas, pero no dice que se trata de competencias transferidas y que las Comunidades Autónomas del PP llevan años haciendo recortes en estos campos. Tampoco hay modo de saber qué sucederá con las pensiones, ni con los convenios colectivos o la política fiscal.

Votar por Rajoy equivale a renunciar a derechos como el matrimonio homosexual, el aborto, la muerte digna o la igualdad. Porque, aunque el candidato suela evadir estas cuestiones, tanto por los recursos que tiene planteados en el Tribunal Constitucional como por lo que diversas instancias del partido dan a entender, la intención en este terreno es claramente involucionista.

Por no saberse ahora ya no se sabe si se mantendrá en vigor la ley antitabaco puesto que el candidato ha insinuado que podría "haber excepciones" a la prohibición de fumar en espacios públicos. O sea, que se puede derogar la ley. Teniendo en cuenta que una mayoría absoluta del PP posiblemente pedirá que las corridas de toros se declaren patrimonio de la humanidad, se sigue que votar por Rajoy es votar porque los españoles vuelvan a ser muy machotes.

De puro obvio no es preciso mencionarlo: votar por Rajoy es votar por la recristianización de España, que volverá a ser avanzada de Occidente, como sueña monseñor Rouco Varela quien ya cuenta no como sueño sino como realidad tangible con la eliminación de la Educación para la ciudadanía. Según sea de absoluta aquella mayoría quizá pueda substituirse esta demoniaca materia por una sobre la vida y milagros de San José María Escrivá de Balaguer.

Tal como están las cosas, abstenerse es votar por Mariano Rajoy. Por este Mariano Rajoy.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

A tortas con la realidad.

El museo Reina Sofía alberga una exposición interesantísima sobre el Locus Solus (publicado en 1914), la obra más importante de Raymond Roussel. En realidad es una exposición sobre toda la literatura (y lo poco que se sabe de su vida) de este insólito escritor que se llama Impresiones de Raymond Roussel, haciendo un juego de palabras con el título de su otra obra más famosa, publicada en 1907, Impresiones de África; un juego de palabras que seguramente habría gustado a Roussel, maestro en ellos, el amo del boliche, porque con ellos construye sus obras.

La exposición es una feliz idea que no sé si se ha puesto en práctica con anterioridad (Palinuro no tiene noticia de ello) y es compartida por nuestro museo y el de Serralves, en Oporto. Impresiona ver al vivo la multiplicidad de pruebas de la gran importancia de la obra de Roussel para el surrealismo y las posteriores aventuras de vanguardias literarias, como el Colegio de la Patafísica en París en los años cincuenta, o la revista Locus Solus, de la escuela poética de Nueva York en lo sesenta. Se conoce esa influencia; muchos la mencionan: Breton, Éluard, Dalí, Perec. Y no sólo en la vanguardia literaria sino en otros campos como la pintura (la exposición trae cuadros de Delvaux, De Chirico, Dali o Max Ernst) y hasta de disciplinas científicas, como la etnografía, a través de la obra de Michel Leiris quien se tomó las Impresiones de África como una clave de la realidad. Pero una cosa es conocerla e imaginarla y otra verla toda junta, un majestuoso zafarrancho de manuscritos, cuadros, ediciones antiguas de las obras de Roussel, máquinas de todo tipo, construcciones oníricas, artefactos, vídeos y hasta la la filmación de la escenificación de Impresiones de África que se representó en el teatro Antoine, en París, en 1912, supongo que en la versión de Rostand.

La primera pieza que saluda al visitante es una reproducción a tamaño presumiblemente natural de ese enorme diamante lleno de agua en la que nada una extraña ninfa, Faustina, (si no recuerdo mal su nombre), y en la que hay diversos objetos que, con cometidos especiales, cuentan historias refinadas y siempre muy alambicadas. Es decir, la exposición pretende recrear esa alucinante visita que el sabio Mateo Canterel regala a sus visitantes en ese lugar único, ese Locus Solus salido todo él de la cabeza de Roussel. Y a fe que lo consigue. La exposición trasmite muy bien el espíritu originalísimo, algo desequilibrado, maniático, convencido de su propia genialidad de este hombre que nació rico en París, vivió casi tan aislado como un eremita, viajó por todas partes del mundo (aunque sin mirarlas), se arruinó poniendo en práctica sus invenciones y terminó sus días probablemente suicidándose en Palermo en 1933.

Roussel es uno de esos autores mucho más apreciado y celebrado por sus pares, por otros literatos, que por el público en general. Todas las escuelas tienen sus códigos internos en los que se reconocen y Roussel formó ya desde el principio parte del del surrealismo. Man Ray, que lo descubrió y Marcel Duchamp que probablemente se inspiró en él para sus ready mades, lo pusieron en circulación entre los surrealistas quienes lo adoptaron como maestro junto al Lautréamont de los Cantos de Maldoror, otro también más valorado por los demás artistas que por el público. Es lógico pues ambos son autores difíciles, sobre todo Roussel, quien tenía a gala construir relatos difíciles. Por ejemplo, una obra posterior, Nuevas impresiones de África es un largo poema de más de 1200 versos alejandrinos en los que se van introduciendo paréntesis, paréntesis dentro de los paréntesis, que llevan a nuevos paréntesis dentro de los paréntesis, etc que sólo se deshacen al final pero obliga a estar haciendo navette con el texto. No resulta, pues extraño, que el primer libro que se escribiera sobre nuestro autor y el único que yo conozca sobre el conjunto de su obra sea el de Michel Foucault.

El propio Roussel, cavilando sobre la originalidad de su estilo y las dificultades que podría acarrear dejó una especie de confesión como obra póstuma, Cómo escribí algunos libros míos (edición original, 1935) que es con el que arranca Foucault en su audaz interpretación del casi impenetrable universo rousseliano. El libro da claves y, al mismo tiempo, es una obra más de Roussel, pensada como póstuma, como uno de sus bucles. ¿Cómo no entender que este libro postrero sea la aplicación que hace a su caso del descubrimiento que Canterel muestra a sus asombrados visitantes mediante el cual muertos ilustres (como Dantón, por ejemplo) y no tan ilustres reviven narrando el episodio decisivo de sus vidas? En Locus Solus esto se consigue empleando una sustancia descubierta por Canterel, la resurrectina y una especie de principio vital también de su cosecha que se llama vitalium o algo así. Y eso es lo que hace consigo mismo Roussel, volverse a la vida contando los episodios más importantes de ella: sus dos libros principales, esos jardines en los que las palabras dibujando infinitos arabescos, permiten ven formas en ellos, realidades que inmediatamente engasta el autor en historias que fabula y parece haber ido encontrando en los lugares más ignotos: leyendas, viejos cuentos populares, episodios inventados en vidas reales, etc.

Los surrealistas se quedaron enamorados de la desenvoltura con que Roussel había abolido la realidad en beneficio de concepto. ¿Cómo no iba a fascinarlos que en Impresiones de África aparezca una máquina que pinta sola y el Cómo escribí... se pudiera leer mediante otra máquina? Entre las dos se encuentra la escritura mecánica. Entre la imagen y el sonido, la palabra escrita y todo ello sin padecer las deficiencias de la condición humana, obra de máquinas, que abolirían ese capricho burgués que es el arte. Así resulta que un joven miembro del Colegio de la Patafísica, el argentino Juan Esteban Fassio, inventaría una máquina para leer Nuevas impresiones..., de la que habla Cortázar en La vuelta al día en 80 mundos, mientras elucubra sobre otra máquina para leer Rayuela. Desde luego, la influencia de Roussel es profunda y muy extensa.

Breton y los suyos trataron de atraerlo a sus posiciones políticas comunistas, pero eso era inimaginable en un rico excéntrico al que el mundo no interesaba en absoluto, vástago de una familia adinerada que se trataba con Marcel Proust o Cocteau, que vivió una vida de lujo en la que el teatro -que se hacía en la propia casa- estaba muy presente. Roussel era, además, homosexual y esa condición le ocasionó serios disgustos, lo que seguramente lo haría aun más retraído. En algún número de Surrealismo al servicio de la revolución apareció algún escrito suyo, pero eso fue todo lo que se acercó a la política. Su tiempo, la realidad circundante, no le interesaban sino solamente la recreación del modo en que los seres humanos los viven, los crean mediante las palabras. Pero no una recreación mediante la observación, la descripción, la imitación o el análisis sino mediante la combinación aleatoria de los significados de esas mismas palabras. O sea, Roussel escribía como pudiera hacerlo una máquina, sometido a unas leyes que él mismo se daba.

Es difícil resistirse a la tentación de ver en Locus Solus una especie de metáfora de un mundo que ese mismo año, 1914, se sumergiría en la guerra más destructiva de la historia... por entonces, que diría el propio Roussel. Y en el conjunto de la obra rousseliana el impacto del nuevo maquinismo en una desbordante tradición literaria y artística europea que creía haber llegado a un punto más allá de la realidad, a una realidad superior.

dilluns, 14 de novembre del 2011

Una semana.

Todos los sondeos dicen lo mismo y todos los analistas también. Y las tertulias, los inefables mercados, las empresas, los medios, la banca, el proceloso extranjero. Victoria arrolladora del PP y derrota humillante del PSOE. Diferencias que van de 14 a casi 18 puntos porcentuales a favor de la derecha. Una hecatombe de la izquierda.

Quiere la sabiduría convencional que el electorado sea sabio. Es la voz del pueblo que se expresa sin apelacion política posible. Esa sabiduría se basará, es de suponer, en un juicio sobre los hechos, en una interpretación de estos, en un "relato" o historia que tiene que ser bastante terrible para justificar lo que se vaticina como un voto de castigo, como un rechazo frontal al PSOE.

En efecto hay un relato, una historia dominante con una fuerza demoledora en su simplicidad: vivimos en una crisis que el gobierno ha provocado o, cuando menos, no ha sabido gestionar. Su cara más visible son los cinco millones de parados. El culpable es Zapatero y quienes con él han estado. Es como una bomba que ofusca. Frente a ese relato, la primera legislatura de Zapatero (modelo para la izquierda europea) no cuenta. El fin de ETA, tampoco. A contrario, tampoco cuenta en detrimento del partido alternativo la corrupción de la Gürtel. Es un relato-apisonadora.

Sin embargo, la realidad narra otra historia, si bien más complicada de explicar. Grecia, Irlanda y Portugal están intervenidos; España no, aunque no será por falta de deseos de Aznar. Es más, se encuentra mejor que Italia que sólo ha evitado la intervención mediante una dimisión del primer ministro. En Italia, tercera economía de la zona euro, los mercados toman las decisiones políticas más claramente que en España. Es decir, dadas las circunstancias, de momento España no ha salido mal librada. Y ello porque el gobierno, al contrario de lo que dice el relato dominante, ha gestionado bien la crisis.

Lo que sucede es que la ha gestionado con medidas neoliberales, lo que complica las cosas a la hora de explicarlas a su electorado socialdemócrata. En realidad, no ha sabido hacerlo. Como esas medidas son las que propugna la derecha, ésta no las cuestionó de raíz sino por ser torpes o insuficientes. La izquierda, sin embargo, sí ha visto una ocasión de oro de arrinconar al PSOE en la poco airosa posición de escudero neoliberal y predicar la necesidad de la vuelta a las políticas socialdemócratas. Es decir la ocasión de apartar a un PSOE en horas bajas enarbolando la bandera del Estado del bienestar que éste, desfalleciente o acobardado, no supo defender. Eso también forma parte del relato.

En ambos casos la derecha y la izquierda transformadora hacen muy bien, favorecen sus intereses. El adversario común es el PSOE porque está en el gobierno. Y a las elecciones se va a ganarlas, aunque las probabilidades no sean equiparables. Ninguna ha malgastado tiempo y recursos en ir contra la otra. Todo el fuego se ha concentrado sobre el PSOE y eso es, también, lo que ha hecho hegemónico el relato. Pero que sea hegemónico no quiere decir que sea justo.

¿Y el PSOE? ¿Cómo va abordando la campaña? Medio bien y medio mal. Está bien sacar a Felipe del brazo de Rubalcaba porque aquel sigue teniendo mucho tirón (aunque va disminuyendo) y su figura se asocia con el socialismo triunfante. Creo, sin embargo, que está mal que no saquen a Zapatero, lo que demuestra que los socialistas han interiorizado el relato que debieran combatir: Zapatero, culpable. Eso es lo más injusto del relato. Hay, por lo menos, tres razones para que Zapatero participe en la campaña: a) porque debe despedirse de los suyos con la cabeza alta; b) porque es el secretario general del partido que presenta el candidato; c) porque debe tener una ocasión de explicar su política y reivindicar sus resultados, incluso a la sombra de los cinco millones de parados, que no serían menos si España estuviera intervenida.

Igualmente está bien que el candidato haga propuestas concretas y las explique. Especialísimamente bien que esté haciendo doble campaña, real y virtual. Eso de estar accesible en twitter y en las redes sociales es un acierto. Casi tanto como el dar a conocer que el candidato habla inglés, francés y alemán turístico. Está igualmente bien que no se amilane y triplique sus esfuerzos en denodada lid por la victoria. En verdad lo primero que se requiere para ganar es querer ganar. Pero está mal que no se rentabilicen los logros del pasado. La memoria es una facultad con tendencia a dormirse y hay que despertarla.

Está bien que el candidato reconozca errores, como ese de no haber pinchado antes la burbuja inmobiliaria u otros menores. Pero está mal no explicar los aciertos, el mayor de los cuales es que, mirando alrededor, en donde la crisis se ha llevado por delante prácticamente cuatro países, España sigue en donde estaba. Está claro que eso ha sido obra del gobierno de Zapatero y Rubalcaba. Pues explíquese.

(La imagen es una foto de brooklyntheborough, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 13 de novembre del 2011

La derecha insultante.

Afirma Javier Marías que tradicionalmente la derecha en España sólo dice estupideces. No seré yo quien enmiende la plana al ilustre novelista. Pero sí añadiré algo: desde luego, lo que hace la derecha es insultar a mansalva. Gallardón ha tenido que destituir a uno de sus altos cargos municipales porque "tuiteaba" en la red social del PP insultos a granel del tipo de Ya sé que la tele engorda, pero vaya culo tenia la Srta. Trini!!! (Jiménez) o urkullu ez de euzcadi porque ez jilipollaz, etc. Cierto, quien insulta se retrata, pero eso no es decir mucho. La reacción social a los insultos, que son insultos a la comunidad, debe ser contundente; como la de Gallardón o más. Un insultador es un maltratador de palabra (de momento) y no debe tener sitio en la vida pública.

Pero no hay muchos Gallardones en el PP. León de la Riva, el alcalde insultador de Valladolid, del PP, llamó el otro día "payaso" a un ciudadano que cuestionaba las altísimas retribuciones de los cargos municipales; el mismo León de la Riva que hablaba de los morritos de Leire Pajín sin haber tenido la precaución de mirarse antes los suyos en un espejo. Si nadie en su partido explica al regidor que insultar no es una competencia del alcalde habrá de pensarse que condona los insultos.

Un candidato del PP malagueño, llama a los parados que reciben ayudas en su tierra "barrigas agradecidas", uno de esos insultos colectivos que los andaluces suelen soportar de muchos españoles al norte de Despeñaperros. Ahora también al sur, en boca de alguien del PP que no respeta a sus paisanos ni deslumbra por su inteligencia. ¿O los candidatos de los partidos no tienen barrigas? Y teniéndolas, ¿no son agradecidas? La suya en concreto, ¿es desagradecida con los que lo han puesto de candidato?

Francisca Pol Cabrer, militante del PP, consideró necesario dimitir de todos sus cargos públicos por haber colgado en Facebook un fake de la ministra Chacón con un pecho al aire y un comentario insultante: Lo que tiene que hacer una ministra del PSOE para ganar votos. En verdad el feminismo lo tiene muy crudo en un país en el que quien más insulta a una mujer por ser mujer es otra mujer. Eso es la derecha y eso es una mujer de derecha; algo que da vergüenza.

La política es y debe ser una actividad universal en la que intervengan todos los ciudadanos, desde los más refinados a los más patanes. Pero el tono en que se realiza ha de guardar las formas en civilizado término medio. Sería insoportable (y falsa) una política versallesca, pero también lo es una de rufianes; y no menos falsa. Insisto: el insulto es maltrato; de palabra, pero maltrato. Y debe tener la sanción que le corresponde como maltrato. Las instancias del PP no pueden consentir que la pauta de la oratoria de sus cargos la establezca su frente mediático que, por su grosería y zafiedad, es una partida de la porra.

No todos en el PP insultan, se dirá. Y es verdad; pero casi todos los que insultan están en el PP. Si éste no quiere que la ciudadanía asimile derecha a insulto tiene que condenar toda manifestación insultante de sus cargos y sancionarlos. La política del insulto no es democrática y, de no cortarse de raíz, a partir del 20-N, si gana las eleciones el PP, esto no habrá quien lo aguante. El insulto político se hace a la persona, pero se dirige al partido, a la ideología, a las ideas. Y si insultar cuando se está en la oposición es detestable, hacerlo cuando se está en el gobierno es peligroso.

(La imagen es una de las famosas tallas en alabastro de Xavier Messerschmidt, titulada El picudo, entre 1770 y 1783.)

dissabte, 12 de novembre del 2011

Urdangarín no es el problema. Es el síntoma.

Las incidencias procesales de Iñaki Urdangarín han despertado un enorme interés colectivo morboso. Primeras en los periódicos, noticias por doquier, comentarios en la red, avisos de todo tipo, especulaciones sobre si será juzgado, si "se irá de rositas" o si se le tratará como a un ciudadano más. Esa avalancha demuestra que, en efecto, no se le trata como a un ciudadano más; pero no por culpa de los jueces sino de los medios de comunicación y la opinión. Al contrario, los jueces están tratándolo como a un ciudadano más. Y nadie gana nada poniéndolo en duda. Iñaki Urdangarín no es un ciudadano más, pero se lo tratará como a un ciudadano más. Si ha de llegar a juicio, tendrá un juicio justo. Contará con buenos abogados porque puede pagarlos, pero no con jueces más favorables. Ese no es el problema.

En otros predios se ha ido a buscar el problema a la casa real y hay ya quien toca a difunto por la monarquía. En estos tiempos de crisis con la institución en no buena opinión ciudadana, según el CIS, la corona no aguantará un deslustre de este calibre. Me parece una opinón propia de programas del corazón y no me extrañaría nada que esto acabara siendo desmenuzado en uno de esos espacios de corrala de postín mediático. Pero si todos los argumentos que tenemos contra la monarquía se reducen a lo que haga el yerno del rey, o su hija en sus actividades "profesionales", por llamarlas de algún modo, en realidad no tenemos argumentos. En toda familia hay algún garbanzo negro y en todo aprisco una oveja descarriada. Los argumentos contra la monarquía son de orden ético y político. Una institución que descansa sobre la idea de que se tiene un derecho al poder (sea o no simbólico pues lo simbólico es muy importante) por herencia familiar no es compatible con el principio de la igualdad de derechos. Cuando el rey, en un esfuerzo meritorio por justificar lo injustificable, habla de la "monarquía democrática" está enunciando un absurdo del género Ubu doble porque para que la monarquía fuera democrática, todos los ciudadanos deberían tener igual derecho a ser reyes. O sea, éste tampoco es el problema.

Centrar exclusivamente la atención en el lado personal de Urdangarín y la infanta y otros aspectos suculentos como su expatriación de hecho a Washington cuando empezó a agitarse el gallinero tiene otra consecuencia. Como también la tiene aprovechar la presunta trapisonda para cargar contra la monarquía y salir dando vivas a la IIIª. ¿Qué consecuencia? Distraer la atención del verdadero problema.

Urdangarín y la monarquía son síntomas. El verdadero problema es el PP, el que se encuentra al otro lado de este nuevo presunto desfalco de las arcas públicas por millones de euros. El problema es que el llamado caso Babel (o sea, Urdangarín) es pieza separada del caso Palma Arena y que en los dos aparece Jaume Matas, presidente del PP de Baleares cuando los hechos, responsable último de ellos y quien también puso pies en polvorosa haciendo las Indias, con escaso resultado. El problema es que en Valencia, al otro lado aparece Francisco Camps, expresidente del PP de de la comunidad, que lleva dos años enredado en los tribunales, dando espectáculo tras espectáculo y con los negros nubarrones de la Gürtel ciñéndole las sienes como la corona del martirio, pues ya le llamaban el curita. Ni que decir tiene que el caso Urdangarín, si hay caso, también gira en la órbita de la Gürtel.

El problema está en esas administraciones del PP gobernadas como cortijos. Que el aeropuerto de Castellón vaya a contar con un grupo escultórico de Carlos Fabra colosal, ciclópeo, de 24 metros de altura, 18 de ancho y 300.000 euros de precio a la entrada es algo que deja chico el Ubu borbónico. Y más cuando se recuerda que en ese aeropuerto, que nos ha costado una millonada, no hay tráfico aéreo, que está abierto para que la gente vaya a pasear, pero tiene un director que cobra una pastuqui por mantener en forma una partida de halcones previstos para cuando unos pájaros inexistentes entorpezcan unos vuelos tan existentes como los pájaros. Y los halcones también nos cuestan un riñón, como si la patria fuera un Prometeo, atado a una roca mientras un buitre le comía los hígados. O más que un buitre, los pájaros de Hitchckok. Esto pasa ya Ubu, es puro El perro andaluz. O, para seguir con el cine y venirnos de hoy, merito tema para Alex de la Iglesia.

El problema es que el PP no solamente no se distancia de estos comportamientos ni los condena sino que se constituye en parte en los procesos con la intención de dificultarlos. Cuando su comportamiento debiera ser el contrario: hacer expedita la acción de la justicia y corruptos fuera. Pero es el contrario del contrario: en repetidas ocasiones Rajoy ha puesto a Matas, Camps y Fabra como modelos de comportamiento, como políticos modelos. El problema es que la corrupción no tiene respuesta política y, lo que es más grave, tampoco parece tener sanción electoral. Y efectivamente, eso es muy grave. En monarquía, república, oligarquía o imperio.

(La imagen es una foto de ÁNGEL RUIZ ALMANSA, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 11 de novembre del 2011

La dictadura del capital.

Se ha dicho ya tantas veces que los mercados dominan la política que, cuando dan una vuelta de tuerca más, hasta parece lógica. Se hace realidad la célebre exclamación de Maura de ¡Que gobiernen los que no dejan gobernar!. Se llega así a la alucinante situación de que los banqueros, que forman parte del conglomerado financiero que ha provocado el mayor desastre del capitalismo, ya no sólo dan las órdenes desde sus lujosos despachos, sino que descienden a la arena política y se hacen cargo de los gobiernos. No los banqueros propiamente dichos, que no se manchan en estos menesteres, sino los bancarios, sus empleados, sus peones de brega, tanto más peligrosos cuanto que han de mostrar resultados para justificar sus astronómicos salarios. Y es lógico: si los países están en quiebra, hipotecados, los bancos se quedan con ellos con la intención de ponerlos en subasta, a trozos o enteros.

Esta situación es el resultado esperable de las políticas neoliberales de la derecha en todo el mundo en estos últimos treinta años. La dictadura del capital que ahora se impone (como se ha impuesto en Grecia, en donde el Gobierno no puede ni convocar un referéndum) se alza sobre un terreno concienzudamente preparado por la derecha con sus políticas económicas de desmantelamiento del Estado del bienestar y hegemonía del mercado irrestricto. Se trata de una especie de golpe de Estado financiero planeado con mucha antelación.

La derecha se propuso destruir el Estado del bienestar a base de asfixiarlo económicamente y hacerlo inviable. Lo anunció en los años setenta del siglo XX con la "Crisis y hundimiento de las democracias", que vaticinaba por entonces la Trilateral. El Estado del bienestar era inviable a largo plazo por un crecimiento exponencial del gasto público que llevaría a una crisis fiscal pues no podría hacer frente a las demandas crecientes; esto es, lo que se llamaba la "revolución de las expectativas crecientes" y la correspondiente quiebra. En esto coincidía la derecha con algún economista marxista. Pero había una diferencia esencial: el economista hablaba de lo que preveía; la derecha lo tenía como un programa de acción. Es decir, el Estado iría a la quiebra porque ella lo llevaría a la quiebra. Una "profecía que se autocumple" como mejor manera de destruir el Estado del bienestar.

El procedimiento es sencillo: allí en donde gobierna la derecha, descapitaliza el Estado (baja impuestos, desregula, liberaliza, malvende, privatiza) y lo endeuda durante años en obras faraónicas o militares pero no sociales. No es causal que Ronald Reagan dejara los Estados Unidos endaudados con el mayor gasto público de la historia, que Clinton los volviera al superavit y que el segundo Bush retornara a la deuda incrementando el gasto militar.

Es la fórmula conservadora: se reducen ingresos, se gasta sin tino, se endeuda al país, se le arruina y, cuando está en la ruina, se dice que hay que rescatarlo haciendo pagar a los más desfavorecidos. Eso es también lo que ha hecho la derecha en España. El gobierno de Aznar al crear la burbuja inmobiliaria, endeudó España para los años venideros (que son estos de ahora), cuando él ya no estuviera en el gobierno y otros tuvieran que cargar con las consecuencias de su despilfarro. Lo mismo ha hecho Camps en la Comunidad valenciana, dilapidando los recursos en proyectos faraónicos y dejando una comunidad tan endeudada que no puede pagar la enseñanza. Lo mismo también Ruiz Gallardón en el ayuntamiento de Madrid, que carga con la mayor deuda de todos los de España o Esperanza Aguirre en la Comunidad que estará (estaremos) pagando sumas ingentes durante los próximos treinta años por media docena de hospitales nuevos de gestión privada y que, cuando retornen al pleno dominio público, estarán anticuados.

Así que la dictadura del capital obedece a un plan bien diseñado y premeditado en el que ya no solamente está en juego el Estado del bienestar sino las propias instituciones democráticas que cada vez se configuran más como meros escenarios inútiles porque las decisiones se toman en otras partes y porque el gobierno real de las democracias, el gobernalle, el timón, el que dirige la nave, está en otras manos, manos que no ha elegido nadie, que no responden ante nadie y que ni siquiera explican lo que pretenden, como estaban obligados a hacer los pretores al comienzo de su mandato anual en la República de Roma.

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Por el triunfo incontestable del capitalismo a escala mundial, que no solamente se ha deshecho de su viejo rival, el comunismo (hundido irremisiblemente hace ahora veinte años) sino que no se enfrenta en casa a ninguna alternativa viable. La izquierda está desorientada y sin capacidad de respuesta. La socialdemocracia, la única opción verosímil, lucha contra una derecha avasalladora que se impone por el poder del capital y el monopolio de los medios de comunicación y una izquierda en la órbita comunista que sigue operando con los conceptos zombies (Beck) procedentes de un mundo en el que había una Unión Soviética, de cuya desaparición ha sido incapaz de dar cuenta.

Y sin embargo es imprescindible que la socialdemocracia se imponga a la dictadura del capital porque ésta no sólo vacía de contenido la democracia sino que, a la larga, nos llevará a la guerra pues para esa siempre hay dinero. Ya lo está haciendo, aunque no lo parezca, porque las guerras quedan lejos. Pero eso es de momento.

La belleza de la violencia.

Espléndida exposición de Caixaforum en Madrid sobre Delacroix. Trae piezas del Louvre y de colecciones privadas. Están algunas de sus obras cumbre, como su Medea, el autorretrato con el chaleco verde, el secuestro de Rebeca, la novia de Abydos, Hamlet y Horacio, Grecia en Missolonghi y otras menos conocidas, así como bocetos, la colección de grabados del Fausto, muchos paisajes (entre ellos, alguna marina y, entre las marinas, el inevitable acantilado de Etretat), obra de su época marroquí, pintura religiosa, retratos, etc. Lo más completo que haya visto nunca del genio del romanticismo.

Porque de romanticismo, de exaltado romanticismo, va la obra de Delacroix que debía de verse a sí mismo como una encarnación de Lord Byron, aunque mucho mejor parecido, desde luego. Y, si no el propio Byron, un típico héroe byroniano. Toda la pintura de Delacroix está cargada de literatura, es narrativa, tiene argumento, pero los temas byronianos son decisivos. Además de la masacre de Quíos y Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, muestras de su simpatía por la independencia de Grecia, en la estela del autor de Lara, el naufragio de Don Juan, la muerte de Lara y, sobre todo, ese tumultuoso prodigio de composición que es la muerte de Sardanápalo, lo atestiguan.

Y no sólo Byron. Muchas de las grandes obras de la literatura están presentes en la pintura de Delacroix, sobre todo las que tienen personajes con destinos trágicos. Pero lo están no como mera ilustración o referencia, sino de forma creativa, en los momentos que el pintor elige y que proporcionan una visión nueva, muy personal, de los temas: de Ivanhoe (Scott), representa el secuestro de Rebeca, de Hamlet, ese impresionante óleo (varias versiones) del príncipe con Horacio ante la calavera de Yorick; de Otelo, Desdémona, de Fausto (Goethe) los grabados de Margarita (entre otros), de Tasso, Angelica y Roger, lo que le da pie para un San Jorge y Andrómeda.

Si se repasan los temas y se añaden Sardanápalo, Baco y Ariadna o, desde luego, la célebre la libertad guiando al pueblo, que no está en la exposición, se detecta enseguida el hilo conductor: la violencia. Nada nuevo, en el fondo. Es patente en la pintura de Delacroix que rebosa fuerza, vitalidad, ataque, defensa, lucha por la existencia. Son bellísimos sus cuadros sobre la caza de los leones, del tigre, las algaradas morunas, las batallas, las luchas de caballos, los cuerpos de los animales retorcidos, tensos, estallando en violencia. Nada nuevo, en efecto. Pero la violencia imprega no solamente las escenas de guerra o caza sino también las literarias; todas ellas. Y en casi todas gira en torno a las mujeres. Violencia contra las mujeres (secuestros, abandonos, engaños, humillaciones, crímenes) que alcanza su paroxismo en La muerte de Sardanápalo, una orgía de muerte y crimen contemplada por un déspota impasible, sin olvidar el de la humillación en ese increible cuadro en que el duque de Orléans muestra los encantos de su amante a un amigo suyo que es el esposo de ésta. El arte de Delacroix toca fibras morales muy sensibles, difíciles de encajar en la pura consideración estética. Una sola excepción es la violencia que ejercen las mujeres en su Medea asesinando a sus hijos en donde la princesa de la Cólquide, una figura que recuerda las de Miguel Ángel, está a punto de cometer su crimen, fuera de sí. No cuenta en cambio la libertad guiando al pueblo porque no es una mujer, sino una alegoría.

Delacroix viajó mucho y estuvo en lugares muy diversos; anduvo por Inglaterra y tomó como modelos a los mejores retratistas, Reynolds y Gainsborough, cuyas elegantes filigranas supo imitar, si bien no era su estilo. Estuvo varias veces en Flandes para sumergirse en Rubens, su gran influencia que es patente en muchas de sus obras, así como lo es el referido Miguel Ángel y, desde luego, Goya. Su estancia en Marruecos lo convierte en uno de los primeros "orientalistas", fascinado con el encanto del exotismo. Su muy hermosa novia judía no tiene nada que envidiar a la de Rembrandt a la que desde luego remite, igual que sus odaliscas vienen de Ingres. Pero de nuevo es el tumulto de los árabes en sus caballos, las correrías por los campos, las procesiones de los derviches lo que le interesa. Y todo ello lo lleva a experimentar con la luz y el color y a presagiar el impresionismo.

El último cuadro de la exposición y, al parecer, el último que pintó Delacroix, representa a Ovidio lamentando su triste suerte en el exilio al borde del Ponto Euxino mientras los pastores escitas le traen leche de burra. Una meditación sobre el destino del genio, algo que no le pasó a él quien, a pesar de su violencia y hasta su ferocidad, siempre fue bienquisto de los salones y los poderes del siglo.

dijous, 10 de novembre del 2011

Un debate muy clarificador.

El segundo y último debate electoral tuvo mucho interés. No comparable con el primero porque fueron formas y fondo muy distintos pues, aunque se trató de encorsetarlo en el esquema de aquel, gracias a Jáuregui y, sobre todo Llamazares, se abrió a los temás tabú del fin de ETA y la corrupción. No fueron lo mismo porque si en el primero se trataba de medir el liderazgo de los dos candidatos (su conocimiento de los problemas, su temple, sus ideas, su coherencia, su fuerza de convicción) en el segundo había que hablar de las cuestiones reales en términos prácticos y por eso hubiera sido inadmisible que no se tocaran todas, incluidas el fin de ETA y la corrupción.

Si bien se trataba de un intercambio de cinco, en realidad lo fue de tres (PSOE, PP e IU) con dos solistas alternos, CiU y el PNV, que iban a hablar exclusivamente de lo suyo y cuyo discurso desentonaba del de los otros que enfocaban los problemas con perspectiva nacional (o estatal). Además de los solistas, TVE amenizó los intermedios dando la palabra brevemente y como por vídeoconferencia a los galleguistas, los nacionalistas canarios y UPyD. Aunque hubieran dicho genialidades, la actitud de agrio y altanero desprecio de Rosa Díez hacia los intervinientes en la mesa fue tan irritante que no ha lugar a comentario.

Jáuregui es tan bueno como Rubalcaba. Es más reposado, más contundente aunque quizá no tan rápido; en definitiva, equiparables y ambos sólidos políticos de nivel europeo. En cambio Gallardón es mil veces mejor que Rajoy: no gesticula compulsivamente, no farfulla, tiene buena dicción, su tono es firme, no repite topicazos ni dice perogrulladas, se hace entender y es convincente. También es mucho más peligroso; es friamente demagógico y falta a la verdad con un desparpajo apoteósico, cosa que se echa de ver por cuanto, cultivando una imagen de moderación, no reconoce las demasías, la agresividad y el duro neoliberalismo de su partido sino que los niega.

Llamazares tiene fuerza moral, es cercano, nada engolado, razonable y radical, pero le falta base, datos de experiencia, en definitiva, verosimilitud. No ha gobernado nunca y no es probable que vaya a hacerlo ahora con lo que la ética de la convicción campa por sus respetos porque es a beneficio de inventario. Pero estuvo muy bien y fue el único que se atrevió a sacar el tema tabú de la corrupción igual que Jáuregui lo hizo con ETA (aunque Rubalcaba sí lo mencionó en el primer debate); es decir, los dos temas de los que el PP no quiere hablar. Es una pena que el discurso de Llamazares y el de Jáuregui no sean uno solo pues son complementarios. Y no lo serán mientras Llamazares e IU en general se obstinen en tratar por igual al PSOE y al PP como si fueran lo mismo, sin darse cuenta, lo que es asombroso, de que eso los deja sin margen de maniobra, triturados entre los dos grandes.

Gallardón estuvo muy bien e hizo lo que pudo. El problema es que el PP no tiene discurso práctico, no tiene más programa que hablar mal del PSOE y, de paso, practicar lo que los psicólogos llaman "proyección", o sea, acusar al PSOE de limitarse a eso mismo, a hablar mal del PP siendo así que aquel tiene un claro programa electoral en positivo y lo exhibe a diario. Me quedo con la última intervención de ambos, Jáuregui y Gallardón, porque fueron significativas. Gallardón concluyó adjudicando su confuso proyecto como si fuera la regeneración nacional expresamente a Mariano Rajoy. Jáuregui atribuyó todos los avances que ha habido en España desde comienzos de los ochenta y lo que se propone para el futuro al partido socialista. Son dos experiencias y dos enfoques. Caudillismo frente a proyecto colectivo.

Un minuto más sobre la corrupción. Desde luego que el caso Urdangarín, si hay caso, podría llevarse por delante la monarquía. Todo dependerá de cómo reaccione la casa real y el rey, que no está en su mejor momento. Pero eso son fuegos de artificio o cortinas de humo, como diría González Pons, para distraer de lo realmente importante, que es el el nuevo supuesto caso de corrupción del PP. Si ha de ser, Urdangarín comparecerá ante los tribunales y tendrá un juicio justo. Pero lo importante aquí son esos millones de euros cobrados de modo presuntamente ilegal por el duque de Palma pero pagados por las administraciones del PP, Camps en Valencia y Matas en Baleares. Porque esto ya no es que una corrupción "externa" (la Gürtel) haya inficcionado al PP, sino que, de ser cierto, es una corrupción propia, interna, del PP. Y es este partido el que debe explicar qué va a hacer; sin tardanza y de modo claro..

(La imagen es una captura del vídeo de TVE reproducido por e El País).

dimecres, 9 de novembre del 2011

De la corrupción hay que hablar.

Según parece, entre los diversos asuntos que los dos debatientes del lunes pactaron a espaldas del auditorio estaba que no se hablaría de la corrupción. Eso es como si dos caballeros se citan en duelo pero antes acuerdan que las balas sean de algodón. Algo más de villanos. Es muy probable que el PP, el afectado por la corrupción, impusiera su exclusión como requisito para el debate y también lo es que el PSOE no tuviera otro remedio que aceptarlo so pena de quedarse sin debate. Bastante probable, sí.

Pero ese acuerdo no vincula a la opinión pública. La corrupción es un cáncer de la democracia y puede ser su destrucción de hecho si no se denuncia y se persigue en los tribunales con toda claridad y diligencia. Aunque la corrupción lo afecte más a él que, de hecho, concentra casi el cien por cien de ese asombrosa red delictiva de expolio sistemático de las administraciones públicas, el PP no puede afrontar el problema negándolo u ocultándolo. A estas alturas, la Agencia Tributaria ya ha destapado la fabulosa trama de financiación de la Gürtel. Ahora se sabe que la Gürtel también está metida hasta las cachas en AENA en tiempos de Álvarez Cascos. Y que el extesorero del PP, Bárcenas, sí está imputado por un tribunal de justicia en el caso Gürtel. Al final, las cosas son como son.

Pero no no tienen que ser peores. En estas circunstancias, el asunto de Iñaki Urdangarín tiene una pinta fatal. Es evidente que de un miembro de la casa real sólo cabe esperar un comportamiento: plena, leal y rápida colaboración con la justicia para el esclarecimiento de los hechos. Ni una sola táctica procesal dilatoria debe intentarse por más que el duque de Palma, como ciudadano, tenga derecho a ella. Pero moralmente sería inasumible.

Como es inasumible que en España no haya una contundente reacción política y judicial del PP en relación con el caso Gürtel que lo haga ponerse por entero y sin reserva al servicio de la justicia y no constituirse en parte en los procesos para retrasarlos o dificultarlos, aunque ese sea un derecho de todo acusado. Como el de mentir. Pero un partido político no puede mentir. Hay que hablar de la corrupción para acabar con ella de raíz. La corrupción y todo cuanto se le parezca. No sé cuántos sueldos cobra María Dolores de Cospedal y es preciso que quede claro que sólo es uno.

De la corrupción en España hay que hablar porque es una de las principàles causas de nuestro desprestigio en el exterior. Como lo es que a los electores no parezca importarles. Y como lo es y mucho, mucho más, que la primera persona que vaya a sentarse en el banquillo por el caso Gürtel sea el juez que lo destapó y lo persiguió. Aunque ese proceso fuera el summum ius, el resultado será la summa iniuria.

Las categorías de la locura y la locura de las categorías.

José Luis Moreno Pestaña ha escrito un magnífico libro sobre Foucault (Foucault y la política, Tierra de nadie ediciones, Madrid, 2011). Ya le viene de antiguo su conocimiento del pensador al que ha dedicado otros trabajos. Eso no quita para que éste sea no sólo muy bueno y muy claro sino también valiente. Moreno se atreve con el mito, con el mito del laberíntico y contradictorio Foucault y lo hace inteligible, le da un sentido. Me parece que no coincido del todo con el sentido que le da pero eso será por mi peor conocimiento de su obra, si bien creo haberla leído casi toda, incluidos esos extraños escritos póstumos del Colegio de Francia.

En fin, quiero decir que Moreno expone clara y brillantemente su interpretación de Foucault y estoy seguro de que admitirá que no es necesario proponer una alternativa para poder coincidir o discrepar sobre las bases de la suya; incluso para proponer variantes colaterales que puedan ser esclarecedoras. Máxime cuando el propio autor ha limitado su indagación a los aspectos políticos del pensamiento de F.

Moreno insiste de comienzo en que precisamente la política de F. es difícil de entender (por ejemplo, el significado político de la Historia de la locura (p. 29) y en que en toda su obra hay un ataque a la dialéctica (p. 30) para afirmar acto seguido como de pasada que su homosexualidad le causaba sufrimiento (p. 31).

Bien, si nos detenemos en la importancia de la actitud de F. ante sí mismo como homosexual podemos abrir otro blog. Me limito a señalar un campo inmenso de enorme fuerza explicativa no solo del pensamiento de F. sino del pensamiento a secas: el de su contingencia. Antes de Foucault hubo casos como el de Oscar Wilde y, después de él, las manifas del orgullo gay. ¿En que momento se sitía F.? En ninguno. Se instala en su propio sufrimiento, por necesidad inefable e intransferible. ¿Cómo formular eso? No se puede, pero condiciona todo lo que se dice. Su experiencia básica, repite Moreno, "fue su sexualidad" (p. 37). ¿No parece lógico vincular esto a su abrupta ruptura con la tradición freudomarxista (p. 61)? Sobre todo si le añadimos, sin ánimo de enredar, su edípica relación con su padre (39). Y conste que no creo que Moreno mencione a Edipo; es de mi cosecha pero es también evidente a lo largo de la obra de F.

En verdad tomarnos como centro e imagen del mundo y buscarnos y explicarnos en él, es decir, hablar de nosotros cuando decimos hablar del otro es lo que hacemos todos. Hay muchísima gente que arrastra un estigma y/o una desgracia. Milton era ciego, Quevedo patizambo, Leopardi y Ruiz de Alarcón jorobados, Dostoievsky epiléptico, etc, etc. ¡Ah, pero esas son desgracias que no están moralmente condenadas por la sociedad! Y aquí viene el ataque foucaltiano a la represión social mediante la locura, la utilización de la psiquiatría, el biopoder y su despotismo sobre los cuerpos. Thomas de Quincey era opiómano, Baudelaire y Cocteau asiduos, sino adictos. ¡Ah, pero el consumo de drogas no era entonces un crimen! Bueno, Byron parece haber tenido relaciones incestuosas con su hermana y a Trakl eso mismo probablemente le costó la vida. Y aquí sí que la condena social es absoluta, total, sin paliativos. La homosexualidad está o estará admitida; el incesto, según parece, no, nunca. ¿Qué poder sanciona el incesto que, para Lévi-Strauss es la única prohibición universal porque es natural a la par que cultural? ¿No es biopoder en estado puro?

La crítica de F. a las ciencias humanas (producida en la entrevista con Aron) es, con todos mis respetos, convencionalmente positivista. Y no arregla nada la generosa mano que le echa Moreno al decir que lo que el autor de la Arqueología del saber tenía en la mira era el uso instrumental, tecnocrático, de esos saberes (p.49). Pues claro; de esos y de todos, incluidas las ciencias verdaderas, incluida la filosofía si no quiere quedarse en la tertulia ilustrada de Rorty. Por cierto, está bien sacar a Aron, y más sacar Merleau-Ponty (aunque a veces éste diga verdaderas obviedades), pero hay que animarse a meter la otra pata de este terceto de antiguos amigos y luego rivales, Sartre. Y ya, de paso, incluir en el cuadro algo del clima intelectual de Francia en los años sesenta por razones obvias. El trabajo de Verstehen que hace Moreno es fabuloso y uno lee su narrativa cronológica de F. con pasión; pero le falta contexto, perspectiva. Decir en aquellos años que el GOULAG era un pretexto lo hacían muchos otros, como Garaudy o Aragon. El mismo Sartre, a pesar de El fantasma de Stalin, era ambiguo. Claro que lo que se pretendía tapar era de naturaleza distinta, en un caso la tiranía comunista y en el otro el Programa Común de la izquierda. Pero el reproche no se dirige al fin sino al medio, a la idea de que el GOULAG fuera un pretexto. Era y es y será siempre un fin en sí mismo.

El estudio de Moreno sobre las tres dimensiones del análisis foucaultiano del poder (filosófica, política y existencial) es espléndido. Y de nuevo hay algo que chirría. Dice Moreno que la idea de F. de la relación entre la verdad y el poder fluctuó (p. 59). Por supuesto, la verdad es un juicio (de qué naturaleza está por ver) y el poder, una relación, y su conjunción apunta al abismo insondable de la condición humana. Si la afirmación se queda en eso, en que la opinión sobre una endemoniada relación fluctúa, no tengo nada que decir; si es una crítica, no me parece acertada. Ya sé que seguir a F. en todas sus especulaciones sobre la verdad y el poder nos lleva a un jardín borgiano de los senderos que se bifurcan, aunque a veces no queda más remedio. Al fin y al cabo, puede ser un jardín epicúreo.

El fenómeno del siglo XX es el sobrepoder. ¿Por qué no? También es otras cosas. Por ejemplo y siempre sin ánimo de buscarme líos, la libertad. Cierto que la sociedad hoy está supervigilada. Excuso decir la feudal o la victoriana. Hasta el término escogido (poder pastoral) (p. 97) traiciona su carácter de préstamo de épocas pasadas. Recuérdese La letra escarlata y, en otro nivel, La cabaña del Tío Tom, el libro más vendido en los Estados Unidos, antes o después de la Biblia. Sí, en efecto, sobrepoder. Muy foucaultiano y muy francés pues el prefijo "sur" es tan frecuente que a veces no se traduce, como en surrealisme. Lo curioso es que los dos sobrepoderes citados sean el fascismo y el estalinismo. ¿Qué tal si decimos fascismo y comunismo? Pues que la armamos, porque F. militó en el Partido Comunista y eso deja huella hasta en un filósofo.

Moreno señala que F. se enfrenta al marxismo y al psiconálisis (p. 85) y, ya refiriéndose al F. del Colegio de Francia, que nos habla desde ultratumba, como Chateaubriand, dice que oscilaba entre el socialismo y el liberalismo (p. 105). No veo qué haya de malo en ello. Son dos ideas muy plausibles y complementarias. El socialismo tiene una vertiente económica y el liberalismo política y juntas han dado mucho juego; el máximo hasta la fecha. Pero Moreno se felicita de que ésta no fuera la última palabra de Foucault porque todavía lo sigue en su acercamiento a las teorías comunicativas habermasianas. Subraya ls importancia de la parresía democrática (la libertad de palabra) (p. 111), como aportación a la vía de la emancipación dialógica. Sí, y se le añade la isegoría con hincapié en la igualdad a la hora de hablar. Y está muy bien que Moreno recuerde que los requisitos foucaultianos de la libre expresión democrática arrancan de tres discursos de Pericles como nos los trasmite (y seguramente fabrica) Tucídides. No hay duda. Lo que no se ve es en qué sea esto superior o más avanzado o más profundo o verdadero que andar por la vida diciendo que uno es socialista y liberal que, por lo demás, era lo que decía Prieto.

En cuanto a la última palabra de F., ¿quién la sabrá? Creo recordar que F. murió cuando tenía apalabrado un encuentro con Habermas para dilucidar la respuesta kantiana a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? Ahí podría haber dicho algo nuevo... o no. En todo caso, gran obra la de Moreno, notable cartografía del tortuoso itinerario de un hombre que siempre tuvo problemas consigo mismo y filosofó para ir a buscar las causas fuera de él, lo cual estaba muy bien pero no llevaba lejos si al tiempo no veía las que estaban en él.