Afirma Javier Marías que tradicionalmente la derecha en España sólo dice estupideces. No seré yo quien enmiende la plana al ilustre novelista. Pero sí añadiré algo: desde luego, lo que hace la derecha es insultar a mansalva. Gallardón ha tenido que destituir a uno de sus altos cargos municipales porque "tuiteaba" en la red social del PP insultos a granel del tipo de Ya sé que la tele engorda, pero vaya culo tenia la Srta. Trini!!! (Jiménez) o urkullu ez de euzcadi porque ez jilipollaz, etc. Cierto, quien insulta se retrata, pero eso no es decir mucho. La reacción social a los insultos, que son insultos a la comunidad, debe ser contundente; como la de Gallardón o más. Un insultador es un maltratador de palabra (de momento) y no debe tener sitio en la vida pública.
Pero no hay muchos Gallardones en el PP. León de la Riva, el alcalde insultador de Valladolid, del PP, llamó el otro día "payaso" a un ciudadano que cuestionaba las altísimas retribuciones de los cargos municipales; el mismo León de la Riva que hablaba de los morritos de Leire Pajín sin haber tenido la precaución de mirarse antes los suyos en un espejo. Si nadie en su partido explica al regidor que insultar no es una competencia del alcalde habrá de pensarse que condona los insultos.
Un candidato del PP malagueño, llama a los parados que reciben ayudas en su tierra "barrigas agradecidas", uno de esos insultos colectivos que los andaluces suelen soportar de muchos españoles al norte de Despeñaperros. Ahora también al sur, en boca de alguien del PP que no respeta a sus paisanos ni deslumbra por su inteligencia. ¿O los candidatos de los partidos no tienen barrigas? Y teniéndolas, ¿no son agradecidas? La suya en concreto, ¿es desagradecida con los que lo han puesto de candidato?
Francisca Pol Cabrer, militante del PP, consideró necesario dimitir de todos sus cargos públicos por haber colgado en Facebook un fake de la ministra Chacón con un pecho al aire y un comentario insultante: Lo que tiene que hacer una ministra del PSOE para ganar votos. En verdad el feminismo lo tiene muy crudo en un país en el que quien más insulta a una mujer por ser mujer es otra mujer. Eso es la derecha y eso es una mujer de derecha; algo que da vergüenza.
La política es y debe ser una actividad universal en la que intervengan todos los ciudadanos, desde los más refinados a los más patanes. Pero el tono en que se realiza ha de guardar las formas en civilizado término medio. Sería insoportable (y falsa) una política versallesca, pero también lo es una de rufianes; y no menos falsa. Insisto: el insulto es maltrato; de palabra, pero maltrato. Y debe tener la sanción que le corresponde como maltrato. Las instancias del PP no pueden consentir que la pauta de la oratoria de sus cargos la establezca su frente mediático que, por su grosería y zafiedad, es una partida de la porra.
No todos en el PP insultan, se dirá. Y es verdad; pero casi todos los que insultan están en el PP. Si éste no quiere que la ciudadanía asimile derecha a insulto tiene que condenar toda manifestación insultante de sus cargos y sancionarlos. La política del insulto no es democrática y, de no cortarse de raíz, a partir del 20-N, si gana las eleciones el PP, esto no habrá quien lo aguante. El insulto político se hace a la persona, pero se dirige al partido, a la ideología, a las ideas. Y si insultar cuando se está en la oposición es detestable, hacerlo cuando se está en el gobierno es peligroso.
(La imagen es una de las famosas tallas en alabastro de Xavier Messerschmidt, titulada El picudo, entre 1770 y 1783.)