Si piensa Vd. que con las últimas decisiones precipitadamente adoptadas por los gobiernos europeos y estadounidense para salvar a sus bancos y garantizar los depósitos se ha resuelto la crisis financiera internacional, que los dioses lo amparen porque esto no ha hecho más que comenzar y tiene pinta de ser mucho más grave de lo visto hasta la fecha. Con lo que disgusta a los políticos aparecer dando malas noticias, las declaraciones del señor Almunia el otro día diciendo que teme una segunda oleada con quiebras bancarias a causa de la recesión que ahora asoma su feo morro por detrás de la crisis crediticia es un aviso que no debe echarse en saco roto.
Porque no hay segunda oleada en realidad pues es la misma que no acaba de pasar. Holanda inyecta hoy 10.000 millones de urillos para reflotar ING, un peazo banco que otrora ofertaba euros a ochenta céntimos. El asunto no tendría mayor importancia de no ser porque 10.000 millones es la mitad de lo que el país había previsto para sanear a toda la banca; lo cual nos pone sobre la pista del primer problema, i.e., que la crisis es tan grave que los Estados no dispondrán del dinero suficiente para hacerle frente. No es solamente que no dejen de caer entidades financieras más o menos potentes como la Caisse d'Epargne que con esos miserables 600 millones de euros es una bagatela o el Bayern LB de Alemania que tendrá que recurrir al capital del Estado por un monto aún indeterminado en espera de lo que suceda con el Commerzbank, el segundo banco alemán, que ya ha reconocido "problemas", sino que el conjunto de la banca decida considerar, como ya está pasando, que el monto total de capital que aprestan los Estados es como un buffet libre del que deben servirse. Al menos es lo que dicen los bancos alemanes con excepción del Deutsche Bank. Porque se trata del meollo mismo del capitalismo: nadie puede ofrecer seguridad al ciento por ciento en una economía capitalista. El sistema funciona sobre la confianza. Si ésta se pierde, el Estado es el último refugio y, como se ha visto, a él se ha recurrido. Pero tampoco el Estado puede garantizar al ciento por ciento a todos los ahorradores; eso es imposible. Y estamos cerca de que así se reconozca, lo que tendrá los efectos devastadores que cabe imaginar.
Por eso se están poniendo de acuerdo los gobernantes mundiales para dar, según dicen, una respuesta conjunta a la crisis. Los señores Sarkozy, Durao Barroso (que no pinta nada pero es el presidente de la Comisión de la Unión Europea) y Bush, el consabido "pato cojo", de charleta este finde han decidido convocar una serie de cumbres empezando este mes de noviembre con el fin de reorganizar el sistema financiero mundial y quizá acordar un Bretton Woods II, como si estuviera en su mano poner freno, no digo ya remedio, a esta catástrofe financiera mundial, este colapso del conjunto del sistema que empezó por donde tenía que empezar, en Wall Street, el corazón del Imperio y no como la crisis de los ochenta en las llamadas "economías emergentes" de Asia. Economías por cierto que, escarmentadas, tomaron medidas para que no se repitiera el daño como en su día dice que hizo España y ahora veremos cómo salen del atasco los tigres asiáticos y el carpetovetónico.
Uno de los rasgos de las reacciones a la crisis está siendo la lentitud de éstas de modo que cuando los gobiernos anuncian sus medidas para atajar el desastre A1 estamos ya en el A2. Aquí se plantea el segundo problema, esto es, que no solamente quiebren los bancos sino también los países. Es lo que está pasando con Islandia donde hasta hace poco ataban los perros con longanizas y ahora a lo mejor se tienen que comer a los perros; un país de 300.000 habitantes en bancarrota que un grupo de internautas chinos está pensando en comprar entero lo que admitirán Vds. que es pintoresco: los descendientes de los orgullosos vikingos convertidos en esclavos de los misteriosos asiáticos porque supongo que si compran el país lo compran con sus moradores. ¿O pretenderían echarlos? Claro que la rumorología ya dice que los siguientes en ir a la bancarrota serán Ucrania y Corea del Sur.
Tampoco China queda al margen de la crisis. La recesión que se vive ya de hecho en los países occidentales, principales clientes de la fabulosa capacidad productiva china, está obligando a las empresas de la República Popular a restringir la producción, lo que significa paro, y paro en proporciones chinas. Por ejemplo la Asociación industrial de Hong Kong prevé que, de seguir las cosas así, en los próximos meses perderán su empleo sólo en esa zona dos millones y medio de trabajadores. Porque si bien en China se adelanta un crecimiento del PIB de sólo un 10% (frente al 11,9% del año pasado) el país no está ni puede estar a cubierto de los procesos de globalización y son estos, como ya se ha dicho en Palinuro en repetidas ocasiones, los que hacen que esta crisis sea intratable en tanto no se consiga poner en pie lo que el economista chino Ding Xueliang llama un Consejo de Seguridad del sistema financiero mundial de lo que, me temo, hay tantas posibilidades como de que los Estados Unidos ganen la guerra del Irak. Y con esta globalización que no respeta frontera nacional alguna y que condenará a la recesión más o menos por igual a todas las economías (como supone el señor Rodríguez Zapatero en la entrevista que le hizo Público este finde, publicada en dos tandas una el sábado y otra el domingo) no hace falta ser un pesimista para aconsejar al personal que no se fíe de nadie y menos que de nadie de los bancos.
Es al amparo de esta galopante globalización en la que una cantidad indeterminada de sinvergüenzas, todos con másters en Yale y Harvard, han corrompido el sistema financiero mundial donde apunta en el horizonte el tercer problema: la siguiente oleada de quiebras producidas por los impagos (cientos, miles de millones de impagos) de los adelantos de las tarjetas de crédito en todo el mundo. Los morosos de las compras a plazos vendrán a sumarse a los dos grupos de grandes perdedores que ya ha dejado tras de sí la crisis: los que no pueden pagar las hipotecas y además ven que el precio de sus inmuebles baja continuamente y los titulares de fondos de pensiones que ven como se evaporan los ahorros de toda su vida. Esto es particularmente indignante sobre todo cuando se observa cómo los granujas que han estado haciendo su agosto con los "imaginativos" productos financieros reciben indemnizaciones millonarias como premio por haber estado robando.
No dudo de que el capitalismo se salvará ya que no hay con qué sustituirlo pero será a un coste terrible, dejando detrás de sí mucha más destrucción que la que preveía Schumpeter como creadora, destrucción "destructiva", ruina, frustración y desolación. No sé si la izquierda está en situación de explicar lo que sucede y proponer remedios que movilicen a la gente. Sospecho que no.
(La imagen es una foto de Hedrock, bajo licencia de Creative Commons).