diumenge, 19 d’octubre del 2008

Visceralidad.

Que si esperpento, que si astracanada, que si disparate jurídico; que si el señor Garzón es un histrión, un sinvergüenza, un juez estrella, un ignoramus; que si pretende hacer una juicio a la derecha, abrir el camino a la revancha de la izquierda, hacer una nueva causa general; que por qué no pide el certificado de defunción de Napoleón... Entre los políticos y los columnistas de la derecha ayer no dejaron un hueso sano al juez Garzón. Estaban fuera de sí mostrando de tal modo tanto su nulo respeto por las decisiones judiciales como el miedo que tienen a que, por fin, el país ajuste cuentas con la Dictadura de verdad y salgan a la luz los asesinatos, torturas, violaciones, persecuciones, robos que se cometieron a cientos de miles entre 1936 y 1952 y sobre los cuales se edificó luego el "orden jurídico" de aquel régimen de delincuentes y criminales.

Es miedo lo que delata tanta visceralidad. Rabia y miedo. Miedo a la verdad. ¿No habíamos quedado en olvidarnos todos de todo?, dicen indignados. En nuestra generosidad, a pesar de haber ganado la guerra, aceptamos la democracia en el entendimiento de que nadie hurgaría en el pasado y héte aquí que llega un juezucho de tres al cuarto y rompe el gran pacto de la transición. El pacto del silencio.

No obstante aquí no se trata de otra cosa que de encontrar los cuerpos de las personas asesinadas por los franquistas durante aquellos dieciséis años porque eso es de justicia y es un derecho de los familiares y de la sociedad en su conjunto. Nadie quiere vengarse de nadie pero sí que se sepan los nombres de los asesinos, los torturadores, los pistoleros y esbirros que cometieron aquellas canalladas. Los fallecidos serán exonerados, los vivos, si se tercia, procesados con todas las garantías de la ley. No por venganza sino porque en una sociedad civilizada los delitos no deben quedar impunes. Y frente a eso ninguna ley de amnistía ni de punto final puede prevalecer.

Por eso está la derecha tan rabiosa, porque tiene miedo. Miedo por los intereses creados, claro está. Miedo de mirar a la verdad cara a cara, de que se sepa que erigieron su "paz" sobre fosas comunes de un pueblo masacrado y que, en muchos casos, su prosperidad se debió al saqueo y el pillaje; al botín de guerra. Tipos que siguen llamando al General felón "el anterior Jefe del Estado" es evidente que se sentirán personalmente agredidos por la decisión del juez Garzón. Muchos de ellos son ya viejos pero es bueno aprender, aunque sea de viejo, que el tiempo hace justicia

Dice el señor Rodríguez Zapatero que el franquismo ya ha sido juzgado por la historia. Por supuesto, por supuesto. Ya lo había sido desde el mismo dieciocho de julio de 1936 cuando un grupo de generales y mandos militares traidores y delincuentes, se alzó en armas contra el gobierno legítimo de la República. Pero ese juicio negativo no parece haberse escuchado bien. Sigue habiendo mucha huella de aquel régimen criminal: el Valle de los Caídos, por ejemplo; el arco de la Victoria (¿?) en La Moncloa; una fundación "Francisco Franco". ¿Alguien ha creado una fundación "Benito Mussolini" en Italia o una "Adolf Hitler" en Alemania? ¿Qué fines de interés colectivo y avance social puede perseguir una fundación "Francisco Franco"?

La visceralidad de la derecha muestra su miedo también en otro terreno en el que todavía nadie ha aquilatado las consecuencias de las actuaciones judiciales del señor Garzón: si el golpe de Estado de los militares fascistas españoles fue delictivo, todos sus actos son nulos de pleno derecho, empezando por sus famosos "Principios del Movimiento Nacional" que juró el Rey don Juan Carlos para convertirse luego en sucesor "a título de Rey" de aquel asesino. En el momento en que esto sucedió, el Rey pronunció un discurso en el que dijo lo siguiente:

"Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria. Es de pueblos grandes y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien, como soldado y estadista, ha consagrado toda la existencia a su servicio."

Si quería ser Rey no hay duda de que no podía decir otra cosa. Pero nadie lo obligaba a ser Rey. Pudo negarse y si lo fue se debió a su estricta voluntad. Ahora, con el auto del juez Garzón en la mano, S.M. Juan Carlos I resulta profesar respeto y gratitud a un asesino, un criminal de lesa Humanidad. Si Dios escribe recto con reglones torcidos, esta Monarquía parlamentaria española fundamenta su carácter democrático y de respeto de los derechos humanos en el legado de un delincuente a quien España, en efecto, "nunca podrá olvidar" pero no por soldado y estadista sino por asesino.

No quiero ponerme tremebundo pero, a todos los efectos políticos, morales y jurídicos poner en cuestión la Dictadura es poner en cuestión la Monarquía que fue su heredera. Una monarquía que es una democracia y un Estado de derecho, sin duda, pero que tiene un vicio de origen que ahora se ve con claridad.

(La imagen es una foto de sagabardon, bajo licencia de Creative Commons).