En el post sobre la exposición del Círculo de Balleas Artes acerca de la Transición en España ya advertía que los organizadores han editado un grueso y estupendo catálogo con la colección completa de fotos en exhibición y una serie de trabajos de diversos especialistas (algunos historiadores, una politóloga, un economista, dos juristas y un comunicólogo) que abordan distintas facetas de este episodio histórico. Advertía también de que llegado el momento, lo comentaria. Los trabajos son desiguales, pues mientras unos son minuciosos y bien documentados, otros están escritos un poco más a vuelapluma, si bien todos tienen interés por abordar aspectos poco frecuentados de la transición.
Uno de los más interesantes es el del historiador Álvaro Soto Carmona, El protagonismo de la sociedad civil durante la transición, en el que pide un reenfoque de las visiones sobre el episodio para que, en lugar de concentrarse exclusivamente en lo que los políticos y dirigentes hicieron, se recoja también el ambiente de movilización popular, ciudadana y laboral de aquellos años, tema en el que fue pionero José María Maravall. El trabajo de Soto plantea asimismo un problema que ha ocupado a más de un investigador (de hecho, el trabajo siguiente, de Paloma Aguilar Fernández, también lo suscita), en concreto el de saber si, en el momento crucial de la transición, los españoles tenían ya o no una cultura política democrática. Hay opiniones encontradas al efecto. En la mía había tal cultura política democrática e, incluso, aunque parezca paradójico dado el carácter doctrinal del régimen de Franco, era hegemónica en muchos ámbitos de formación de opinión, como la universidad, los institutos, las redacciones de los periódicos, hasta la Iglesia. Y me parece que esa cultura política democrática procedía en buena parte de una fuente que no he visto que se se haya estudiado, la influencia del cine y, sobre todo, la televisión de procediencia extranjera, especialmente pero no sólo, estadounidense. Es lo que podría llamarse la "pedagogía difusa" de la televisión, medio que mira una abrumadora mayoría de ciudadanos. Esos productos culturales norteamericanos (films, series de televisión, etc) que frecuentemente ensalzan a los EEUU como tierra de libertad, democracia, derechos de los ciudadanos, libertad de expresión, etc tenían tanta mayor influencia cuanto que, además, juntos con otros, proceden de unos países considerados arquetípicos y dignos de imitación, los EEUU, Francia, Inglaterra, etc.
El capítulo de Paloma Fernández Aguilar, que lleva años trabajando brillantemente cuestiones de cultura franquista y memoria histórica se llama Cultura política, consumo cultural y memoria durante la transición y en él, además de la pregunta por el tipo de cultura política prevaleciente en la transición, aborda el de consumo cultural en general, con atinadas observaciones acerca de los filmes producidos, el consumo de revistas, programas de TV. y libros. Pone de manifiesto el exitazo de los libros de Fernando Vizcaíno Casas, un falangista nostálgico que escribió ensayo y novela en un estilo de broma gruesa, así como garbancero, ridiculizando la democratización de España y añorando al Caudillo p.G.D. y q.p.d. Es un terreno este muy resbaladizo y quizá por eso tenga tanto mérito el trabajo de Aguilar Fernández.
Juan Carlos Pereira Castañares, otro historiador, toca el tampoco frecuente tema de la influencia exterior en la Transición española, La Transición española desde el exterior. La influencia del factor internacional. Lo hace con prudencia y moderación y subraya un dato no muy comentado pero sí muy significativo: a las exequias de Franco vinieron Pinochet, el Vicepresidente dominicano e Imelda Marcos, esposa del Presidente de Filipinas; los demás países mandaron gentes de tercer y cuarto nivel. Tres días después, en la coronación de Juan Carlos I había casi una decena de jefes de Estado (p. 137). Este tema de la influencia de lo exterior no es de los más frecuentes probablemente porque a los españoles no les gusta que los demás se metan en sus asuntos, aunque eso es lo que sucede casi de continuo y, cuando no sucede, los mismos españoles se enfadan. Hay que ver con qué indignación se citan siempre las palabras del ministro estadounidense de Asuntos Exteriores de entonces, Alexander Haig, cuando dijo que la intentona de Tejero era un "asunto interno español" que, en buena medida así era, ya que la amenaza al orden constituido no provenía de una guerra o una invasión exterior
Román Gubern hace un repaso a la producción cinematográfica nacional de la época muy interesante. Es un hombre que domina el tema sin duda alguna y con él otros aspectos de las manifestaciones culturales, como las movidas urbanas o los movimientos de renovación de la música. Me deja algo sorprendido que, en el momento de hablar de las revistas contraculturales cite a El Papus y El víbora pero no Ajoblanco