Carlos García Gual, excelente filólogo, gran helenista y hombre sabio, reedita por tercera vez un texto suyo de hace unos veinte años (Carlos García Gual (2009), Prometeo: mito y literatura, Fondo de cultura económica, México, 238 págs) con el título ligeramente cambiado (el primero era Prometeo: mito y tragedia) ya que le ha añadido tres capítulos que hacen aconsejable el cambio. El contenido de la obra es el análisis del complejo mito de Prometeo en las tres fuentes principales para su articulación: los dos textos de Hesíodo (Teogonía y Los trabajos y los días), la tragedia de Esquilo, Prometeo encadenado y el Protágoras de Platón. Ello lo lleva a matizar en la leyenda, distinguiendo dos veneros en ésta, el del Prometeo engañador, que roba el fuego, el trickster y el Prometeo rebelde contra el dios despótico que es el simbolismo que ha venido prevaleciendo en la interpretación de la leyenda desde los tiempos de romanticismo, hasta llegar a nuestros días en que Prometeo viene a ser el trasunto mítico del Homme révolté de Camus.
En los relatos de Hesíodo Prometeo aparece como un personaje ambiguo que trata de favorecer a los hombres pero también de engañar a los dioses (p. 38). Hesíodo, que es un pesimista, atribuye a Prometeo las siguientes paternidades: a) el contenido de los sacrificios a los dioses (huesos, pellejo); b) el origen del fuego; c) la aparición de la primera mujer (Pandora), causa de universal desdicha; d) la existencia de los males en el mundo: el trabajo como necesidad, la pobreza y la enfermedad. La moraleja de los dos textos hesiódicos es: "no es posible esquivar ni transgredir el designio de Zeus" (p. 41). Si para Esquilo la motivación de Prometeo es la filantropía, para Hesíodo no ha traído más que desgracias. Lo de la primera mujer es muy revelador de una misoginia realmente enfermiza. El autor aporta una estupenda traducción de la entera tragedia esquiliana de Prometeo encadenado, con un perspicaz análisis de los diálogos entre sus personajes (Prometeo, Poder, Violencia, Coro de Oceánides, Io, Océano, Hefesto, Hermes) en estructura arcaica. Io, igual que Prometeo, es un ejemplo de la arbitrariedad de Zeus. Según se nos revela en el prólogo de la tragedia en el diálogo entre Hefesto y Poder, es la tiranía en la que sólo el tirano es libre (p. 92). Trata aquí García Gual con cierto detalle el asunto que siempre me ha parecido más interesante de la leyenda prometeica, esto es, la liberación del Titán. Según la Teogonía Zeus consiente en la liberación de Prometeo, pero no sabemos en qué condiciones. Tampoco lo sabemos en Esquilo ya que la tragedia en que se narraba la liberación, según Filodemo, Prometeo liberado, se ha perdido. Filodemo dice que Prometeo fue liberado porque reveló a Zeus el oráculo sobre Tetis (p. 105). En realidad, no estamos seguros de quién (Prometeo o Zeus) cedió antes (p. 108). El hecho es que cuando Hércules, descendiente de Io, mata al águila y libera a Prometeo la amenaza que pesa sobre el destino de Zeus desaparece y éste rompe la maldición de que los hijos de los dioses destronen a sus padres. Habrá Olimpo por la eternidad. Siempre me ha parecido que este arreglo (libertad a cambio de seguridad) era el núcleo de la política: el pacto, el acuerdo es lo que da a Zeus lo que todo poder pretende: perpetuarse. ¿Qué habría pasado si Prometeo no hubiera revelado el secreto y el hijo de Tetis (el que luego, como hijo de Peleo, será luego Aquiles) hubiera destronado a Zeus? Ahí hay campo para fantásticas conjeturas. Muy apropiadamente García Gual incluye aquí una interesante reflexión sobre la justicia de Zeus (pp. 110-126) Luego de una brevísima referencia a la aparición cómica de Prometeo en Las aves de Aristófanes, el autor profundiza en el Protágoras platónico y atribuye al sofista, en la medida en que no es pura fabulación de Platón, una versión de los orígenes de la cultura derivada de la leyenda prometeica. La aportación de Protágoras es que la cultura no consiste sólo en las técnicas instrumentales y especializadas sino en la técnica política y unas normas morales que permiten la convivencia en la sociedad (p. 140). Es una adaptación de un mito esencialmente maleable para hacerlo vehículo de ideas personales típicas de la ilustración sofística, la idea del progreso moral, la enseñanza de la areté y la techné políticas (p. 152) La segunda parte del libro, con los nuevos capítulos es otro tipo de reflexión, más especulativa y que hace mayor uso de fuentes secundarias. Hay un capítulo sobre las variaciones y simbolismos de la figura de Prometeo en el que se insiste en que la visión moderna de "lo prometeico", presente sobre todo en Goethe y Shelley procede de Esquilo y no de la tradición anterior (p. 170) porque fue Esquilo quien resaltó la historia del hombre rebelde en lucha contra el dios despótico, olvidando al efecto todo lo que se refiere a Pandora y Epimeteo, igual que en el Protágoras se olvida la venganza de Zeus. En el desarrollo general del mito García Gual distingue cuatro etapas: 1ª) la filantrópica; 2ª) en el Protágoras colabora con los dioses en la distribución de las cualidades físicas de los vivientes; 3ª) la creación de la primera mujer; 4ª) la creación de los seres humanos del barro (p. 172). Cada época escoge al Prometeo que quiere y el del romanticismo es el héroe rebelde. Tras una sucinta referencia a tres textos breves pero muy significativos de Goethe, Nietzsche y Kafka, el autor hace un análisis de una de las últimas obras de Goethe, El retorno de Pandora con una reevaluación de la figura tanto de la primera mujer como de Epimeteo, como si fuera el arco que se cierra al final de la vida del poeta alemán, quien reivindica la aportación de la mujer en contra de la tradición misógina helénica (p. 199). En Prometeo creador de los seres humanos profundiza el autor en la faceta del dios artesano que fabrica seres humanos con agua y arcilla y que, según interpretan los románticos, se encariña de tal modo con sus criaturas que se enfrenta por ellas con el dios supremo. La interpretación se hace a base de las figuras de un sarcófago. Es muy curiosa la referencia al intento de cristianización de la figura en Lactancio (p. 215). También tiene mucho interés la reflexión sobre Prometeo y la idea del progreso de los seres humanos ya que se hace comparando la tragedia de Esquilo con sendos trozos de otras dos de Sófocles y Eurípides, en concreto el himno a la grandeza del hombre en Antígona ("hay muchas cosas protentosas, etc") y el elogio del saber humano en boca de Teseo en Las suplicantes de Eurípides. Esquilo el arcaico valora sobre todo el arrojo de enfrentarse al dios mientras Sófocles y Eurípides cantan el esfuerzo de los hombres por vivir en un mundo mejor (p. 223). No se oculta el valor ambiguo que tiene la técnica con alcances dudosos (hay un par de referencias en la obra a la de Mary Shelley, Frankenstein, el Prometeo moderno) pero al final es Zeus quien proporciona a los seres humanos el instrumento definitivo para su convivencia y progreso, la techné politiké. Por cierto, no hago más que dar vueltas a una observación que se hace de pasada en la obra y que tiene a mi juicio gran importancia: Prometeo carece de todo modelo o antecedente oriental. Es decir, es una leyenda europea, lo que no deja de tener su mérito en una cultura en la que casi todo, incluidos otros dioses, viene de Oriente, como la luz. (Las imágenes son: una escultura de Nicolas-Sébastien Adam Prometeo (1737) muy curiosa que se encuentra en el Museo del Louvre, en París y un cuadro de Maxfield Parrish, Prometeo (1919) que es un calendario publicitario que se encuentra en Art Renewal Center).