divendres, 4 de juliol del 2008

A pedos por el Imperio.

Este Mendoza es un grandísimo escritor de pura cepa hispánica, irónico, equilibrado, inteligente, con muchísimo oficio y un estilo tan refinado que no se nota; un caballero de las letras, si se quiere y se puede hablar así; un caballero andante de las letras. Le encanta el artificio, el misterio, la intriga, como en el Caso Savolta o la Cripta Embrujada, que se pueden mezclar con alienígenas, como en Gurb, o con el mundo clásico, como en esta divertida novela (El asombroso viaje de Pomponio Flato, Seix Barral, Barcelona, 2008, 190 págs) de los tiempos de Cristo.

El protagonista, Pomponio Flato que en realidad es Pomponio "el pedorro" recorre Palestina al ruido de sus ventosidades y flatulencias producidas por su manía de probar las aguas de los más remotos ríos en búsqueda filosófica del manantial de la eterna juventud o algo así. Ya se sabe: te echas a andar en demanda del Grial y te encuentras en mitad de la mierda. Aparte del estricto valor filosófico de esta observación, hay en ella un elemento pantagruélico que también está presente en el estilo de Mendoza. Hay que ver con qué naturalidad se daba por culo la gente en el siglo I d.d.C., según dice nuestro novelista que, a veces, recuerda al Apuleyo del Asno de oro.

Arranca la novela en estilo epistolar. Pomponio, de viaje al 0riente, escribe a un amigo que queda en Roma y le cuenta su prodigiosa aventura en Nazaret. El estilo epistolar se diluye al poco de arrancar en una narración normal en primera persona y sólo de nuevo hacia el final, cree el autor necesario recordarnos que el relato era epistolar. Me parece una muestra de la madurez de estilo de Mendoza. No hace falta repetir el relato de los hechos, basta con una pincelada, al modo impresionista.

No destriparé la trama de la historia porque ésta tiene sólida base: Pomponio acepta el encargo de demostrar que el humilde carpintero José, condenado a muerte por el asesinato del rico Epulón es inocente. Quien le hace el encargo y lo acompaña en sus andanzas por cumplirlo es un niño, hijo del carpintero, que se llama Jesús y el encargo lo hace en demanda de su madre, María. Y aquí salen muchos personajes familiares a quienes se interesan por lo que la Iglesia llama la "Historia sagrada": escribas, fariseos, nabateos, samaritanos, griegos, grandes sacerdotes, hetairas, bandidos, legionarios, procuradores romanos, Juan el Bautista, su padre Zacarías, su madre Isabel, Barrabás, los dos ladrones, Lázaro (el de la parábola del rico Epulón, una especie de pícaro sinvergüenza que vive de sus pústulas) y, por supuesto, José, María y Jesús.

El equites Pomponio Flato, fisiólogo itinerante, seguidor de Aristóteles, va desgranando sentencias a lo largo del libro que valen su peso en oro. Y algunos relatos especialmente simbólicos del duro mundo del pasado en relación con los aspectos mendocinos que comento. Pomponio describe cómo son las tribus que habitan cerca del Vístula, a donde ha ido a probar las aguas de un río que insuflan capacidad para pronunciar oráculos extraordinarios. Desde luego, no es su caso. Estos habitantes queruscos rinden culto a Thor, dios de las batallas, y su caudillo es siempre el varón más aguerrido, más audaz y más diestro en el manejo del hacha. A éste, mientras conserva la fortaleza, todos le respetan y obedecen y le dan por el culo sin esperar a que él lo solicite. Pero cuando sus fuerzas empiezan a menguar, lo despojan de todo rango y lo uncen a una noria, donde acaba sus días dando vueltas sin cesar." En lo que parece que hemos ganado moralmente a los siglos pretéritos es en que hoy no hay Vae victis!

Nada, una novela alegre, optimista, irónica, distanciada. Muy grata de leer.

Palinuro se casa.

En el día de hoy Palinuro contrae matrimonio civil con la madre de sus hijos más pequeños, Celia, su compañera de últimas fatigas. En el día de hoy, cuatro de julio, festividad de la Independencia en los EEUU. Bueno, ¿para qué se quiere la independencia? Para rendirla a alguien, sobre todo si es alguien bien amado, como decía Sartre que queríamos la libertad, para comprometerla por algo. Y de ahí salió el "compromiso" del intelectual o "intelectual comprometido", que era término que siempre me repateó porque sonaba a crónica de revista cristiana "comprometida", digo yo que con el siglo, porque las otras cosas, el mundo, el demonio y la carne, son muy comprometidas (en otro sentido, claro) y los cristianos deben huirlas. Me parecía obvio que el término no era inocente: el compromiso político era y es como el compromiso conyugal, algo muy serio y pesado. Conyugal es lo propio de quienes conllevan el yugo, el iugum que, como lo soportan dos, parece ser más liviano y entretenido, pues se va charlando.

Ya les contaré.

(La imagen es el célebre cuadro de Jan van Eyck, El matrimonio Arnolfini (1434) que se encuentra en la National Gallery de Londres. Este Arnolfini era un banquero. Quién lo diría, ¿verdad? viendo a los banqueros de hoy...

dijous, 3 de juliol del 2008

La ciencia sombría.

La verdad por delante. El señor Rodríguez Zapatero no quería comparecer y pretendía mandar al vicepresidente, señor Solbes, como digno representante de lo que Carlyle llamaba la ciencia sombría. Pero los grupos de la cámara exigieron de forma unánime que compareciera el jefe máximo, dada la gravedad de la situación. Y allí estuvieron unas horitas, crisis sí, crisis no, mareando la perdiz. Es muy llamativo el interés de todos los grupos por conseguir que el Presidente acepte pronunciar el vocablo, como si se tratara de un rito mágico, de una invocación para neutralizar los efectos de la cosa. O quizá lo que pretendan sea darse el placer de torcer el brazo presidencial en un asunto de no mayor gravedad. Hasta el señor Rajoy (que ya está claro que no es Einstein) salió diciendo algo sorprendente, que lo apoyará si reconoce la gravedad de la crisis.

Casi parece un ejercicio en un máster de liderazgo: si te mantienes firme en tu curso frente a las presiones generales para que lo cambies, eres un lider. O te das una castaña. Por lo demás, el debate es pueril. Al fin y al cabo, tampoco "crisis" es un término exacto excepto en medicina; en los demás lugares se usa aproximativamente. El término técnico es recesión y ahí parece que todavía no estemos aunque nos acerquemos a velocidad acelerada, con todos los indicadores dando tumbos hacia abajo que es un primor y los precios pegando saltos hacia el cielo, hacia las nubes, que es donde la gente los tiene colocados metafóricamente se entiende.

En su comparecencia forzosa, el Presidente aseguró estar ocupándose del asunto y haber tomado una serie de medidas paliativas y de reactivación de la economía. No me pareció que dijera nada de bajar los impuestos o de recortar las prestaciones sociales. Al contrario, habrá aumento de gasto público. O sea, en algunos aspectos las medidas son expansivas, en parte keynesianas, cosa que me parece un acierto. Lo de bajar los impuestos vale para otros momentos; no para éste.

Es posible que esta crisis salga al señor Rodríguez Zapatero más cara de lo que imagina. Sigue haciendo vaticinios respecto a cuándo habrá recuperación con tanta base como la que tenía cuando hizo los anteriores, todos ellos erróneos, como a la vista está. Podría invocar la experiencia pero este es uno de los escasos ejemplos en que no conviene porque se trata de la experiencia de equivocarse

En cualquier caso, de buena fortuna anda el gobierno que debe sus triunfos en situación de minoría parlamentaria no a sus habilidades retóricas, que son muchas, sino a la pavorosa incompetencia de la oposición. El señor Rajoy parece un disco rayado (de los de vinilo; los de ahora se rayan de otro modo) diciendo siempre lo mismo, del mismo modo, con el mismo tono. No me extraña que hasta los suyos quieran cambiarlo. No seré yo quien diga qué es lo que hay que hacer cuando se está en la oposición pero tengo por cierto que nadie se tomará a mal que el dirigente de la oposición, además de ridiculizar a su adversario y zarandearlo, aporte alguna ideílla, algún plan de lo que sea, alguna propuesta positiva que dé para discutir porque con el señor Rajoy ya no se discute ni en las barras de los bares (bars' bars que suena así como a "bárbaro") a la hora del aperitivo.

<(La imagen es una foto de igdelvalle, bajo licencia de Creative Commons) y se trata de un asistente a una de las numerosas manifas de la AVT en contra del señor Rodríguez Zapatero y que apareció con su perro ataviado de esta guisa...)

Ingrid Betancourt liberada.

Es una noticia excelente. Uno sentía a esa mujer en el fondo de su alma, seis años secuestrada en lo profundo de la selva. Ve uno la foto de lo que fue y la foto de lo que es y lo asalta a uno la indignación. ¿En nombre de qué se puede hacer algo así a un ser humano? ¿En nombre de una quimérica revolución que no sabe explicarse a sí misma? Me da igual lo que digan quienes la secuestraron y me da igual lo que digan quienes la han liberado. El hecho maravilloso es que está en libertad junto a otras catorce también retenidas en contra de su voluntad.

La libertad, Sancho, es el don más preciado que dieron los dioses a los hombres; por ella la vida se ha de dar. Ciertamente la vida sin libertad es la muerte. Viendo esa foto que hoy reproducen todos los periódicos de la señora Betancourt en cautiverio, ¿no parecía una muerta en vida? Y ahora que tiene la libertad, resucita, vuelve a la vida. Una vida que ya sólo será la continuación de aquella injusta muerte.

(La imagen es una foto de www.alexcano.com, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 2 de juliol del 2008

De la crisis nos sacará San Judas Tadeo.

A estas alturas el debate sobre si hay crisis o no ya parece el de los galgos y los podencos, y el único que sigue empeñado en negar la evidencia como si de esta forma pudiera suprimirla es el señor presidente del Gobierno que prefiere recibir a la victoriosa selección que encarar el hecho de que la gente está empezando a pasarlas canutas. Ayer el vicepresidente económico y ministro de Hacienda, señor Solbes, el que antes de las elecciones del nueve de marzo pasado vaticinaba que la situación se normalizaría durante estos meses y habría recuperación a fines de este año, ese mismo, decía que el PIB ha crecido "por debajo" del 0,3% en el último trimestre ("por debajo" quiere decir cualquier cosa desde 0,3 hasta 0), que a finales de este año la situación será peor, que se mantendrá alta la inflación y que el paro aumentará pues ya lo ha hecho hasta un 10% aproximadamente.

Ayer un lector de El País, don Joé Pauner Sala, decía en cartas al director: "Después del debate televisado sobre economía entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro realizado durante la última campaña electoral, la mayoría de las encuestas hechas por los medios de comunicación dieron como claro vencedor a Solbes. A toro pasado, la crisis económica que estamos sufriendo demuestra que la razón la tenía Pizarro. Y que aún se quedó corto." Tengo dicho que las cartas de los lectores son fuente inagotable de ideas, de hallazgos. Esta en concreto pone de relieve con toda claridad la charlatanería, el trampantojo, el embuste sistemático de esas aparentemente fundadas predicciones económicas a largo, medio y ¡hasta cortísimo plazo! ¿Quién no recuerda al suficiente señor Solbes cargado de razones y estadísticas, de gráficos e informes, diciendo exactamente lo contrario de lo que se ve obligado hoy a admitir? Aquel debate salió tan bien al señor Solbes y apuntaló de tal modo las expectativas electorales del PSOE (aparte, por supuesto, de dejar a los pies de los caballos al señor Pizarro) que es razonable plantear la sospecha de si el ministro socialista de Hacienda no estaría atendiendo antes al interés del Gobierno por mantenerse en el poder que al conocimiento riguroso de lo que estaba pasando en la economía. Pero tampoco hay que exagerar: ni el señor Solbes ni nadie tenía ni idea de lo que se avecinaba a la vuelta de unas semanas. La prueba es que, de haberla tenido, no se hubiera puesto el Gobierno en plan rumboso con las ayudas de 2.500 euros por niño y los 400 euros de devolución de los impuestos, medidas de populismo electoral que hoy son inimaginables. .

Ahora tenemos la crisis encima. Los últimos datos del sector de la vivienda lo confirman de modo apabullante: frenazo brusco a la construcción (y caídas de pedidos a las empresas y los servicios que la nutren), descenso del precio medio de la vivienda de nueva construcción y la de segunda mano en lo que no es más que el comienzo de un ciclo que va a dejar en nada la famosa "burbuja inmobiliaria". Hoy comparece de nuevo el gobernador del Banco Central Europeo probablemente con un mensaje de aumento de los tipos de interés que amargará las vacaciones a quienes tengan hipotecas y eso si pueden ir de vacaciones porque con la gasolina a precio de rubíes y encareciéndose, mucha gente decidirá quedarse tan tranquila en la ciudad en la que viva, tomando el autobús.

Según dice el señor Rodríguez Zapatero, estamos mejor preparados que nunca para hacer frente a la crisis, esa que no existe. A juzgar por la velocidad a la que se ha volatilizado el superávit, temo que esa preparación no resistirá una semana. ¿Y luego? Luego tanto da escuchar al señor Solbes como poner una vela a San Judas Tadeo, patrono de los imposibles. También se le puede poner a Santa Rita, igualmente patrona de idéntico negociado.

(La imagen es una foto de Katy Lindemann, bajo licencia de Creative Commons).

La nación desmejorada.

Andrés de Blas es uno de los más importantes estudiosos españoles de la cuestión nacional. Si digo que es el más importante se notará de inmediato que, además de estudioso del nacionalismo, Andrés es amigo mío y, aunque soy más amigo de la verdad que de Platón, por no parecer lo contrario, dejaré estar el que De Blas sea uno de los más importantes estudiosos españoles de esta interesante y sempiterna cuestión.

El propio autor, en una especie de prólogo a este libro (Escritos sobre nacionalismo, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008, 216 págs) avisa de que se trata de una recopilación de trabajos publicados a lo largo de los años y que, en cierto modo, constituyen una especie de antología de una trayectoria, de una vida dedicada al estudio del nacionalismo. Y nos ahorra la habitual advertencia en estos centones de que hay un "hilo conductor" en todos los trabajos porque es obvio que lo hay en la vida del propio autor, el estudio del nacionalismo en todas sus facetas, como ideología, como movimiento, hecho histórico, mito, reflejo literario y en muy variados soportes, desde monografías hasta artículos de prensa, pasando por artículos en revistas especializadas y capítulos de libros.

El libro en comentario aparece dividido en dos partes: la primera y más amplia, artículos y capítulos de libros sobre el nacionalismo y la cuestión nacional (en España y en general) y sobre autores específicos en relación al nacionalismo (Azaña, Pío Baroja y Senador Gómez) y una segunda parte con artículos publicados en El País entre 1990 y 2007 sobre el tema nacional.

En síntesis, la posición de De Blas es que la distinción que estableció Meinecke entre "nación política" (la que lleva detrás un Estado) y "nación cultural" (la que no lo lleva) es de plena aplicación hoy día en todos los casos en que se manifiesta el nacionalismo y singularmente en España. Entiende el autor que esta división (en la que también ve un eco de la celebérrima distinción de F. Tönnies entre "sociedad" y "comunidad") no sólo es, sino que está bien que sea así. Dicho de otro modo: no tiene sentido que las "naciones culturales" pretendan ser "naciones políticas". El Estado es el que es, abarca a las naciones que abarca y algunas de éstas que pretendan la secesión carecen de argumentos siempre que el Estado del que quieran separarse sea democrático y cumpla con el requisito del respeto a los derechos de las minorías nacionales. O sea, el derecho de autodeterminación como derecho de secesión no tiene cabida aquí.

Aplicado esto a la realidad española quiere decir que los nacionalismos periféricos, catalán, vasco y gallego, deben conformarse con su condición de "naciones culturales", en cuyo caso todo funcionará a la perfección por cuanto habrá doble jurisdicción y asimismo "doble lealtad" nacional. Incluso triple si se recuerda que los procesos contemporáneos (al menos en Europa) implican descentralización hacia abajo y transferencia de poderes del Estado "hacia arriba" en proyectos de integración regional como la Unión Europea. O sea que un ciudadano vasco puede ser y sentirse al tiempo vasco, español y europeo.

Esta es mi discrepancia con el autor, una discrepancia que no afecta a los aspectos específicos o concretos de sus valiosas investigaciones sino al modo de plantearlas, el punto de partida, por decirlo así, lo que dan por supuesto y que, a mi entender, se basa en una petición de principio: que las "naciones culturales" deben aceptar esa especie de distribución de funciones que las deja en una situación de subalternidad política. Si no es así, si las "naciones culturales" se obstinan en ser "naciones políticas" (a través de las peticiones de autodeterminación de sus partidos nacionalistas, por ejemplo), el asunto cambia, el Estado recobra su fuerza y recuerda que no reconoce a nadie el derecho a separarse de él. Y punto. La idea de De Blas, como yo la entiendo, es que este cerrojazo es correcto en tanto se trate de Estados democráticos que han sido muy funcionales para el desarrollo de colectividades liberales avanzadas, esto es, de naciones: "Los Estados nacionales son los artefactos que han organizado la vida política europea a lo largo de los últimos siglos y los impulsores básicos de una predominante idea de nación política, especialmente desde los inicios del siglo XIX" (pp. 53/54).

La condición que hace que el Estado como tal sea respetable y su negativa a reconocer secesión alguna por los motivos que sea aceptable es su historicidad, según reitera De Blas en varios de sus trabajos. Esto es, el Estado es un precipitado histórico y, si esto quiere decir algo, es por eso mismo contingente. El Estado no es una "necesidad" en ninguno de los sentidos imaginables del término necesidad, sino una realidad contingente. Debo reconocer que este extremo no escapa a la perspicacia de De Blas, pero la remite a un largo plazo parecido a unas calendas graecas (y siempre como "superación") que, en consecuencia, no puede ni debe condicionar nuestras posiciones en su defensa en este momento: "Todo tipo de nación es un artefacto, construido mejor que inventado, en el curso de la historia moderna y contemporánea de Europa. Tener conciencia de esta historicidad equivale a estar prevenidos de su posible superación en un horizonte a largo plazo." (p. 88). A mi entender cualquier realidad contingente, histórica, no puede reclamar más respeto a su integridad y permanencia que el que los estudiosos y analistas quieran darle que a veces es ninguna y a veces mucha, como ya señalaba quejándose Julien Benda en su sorprendente La trahison des clercs.

Este es un punto muy complicado de las ciencias sociales y de la actitud de los científicos en este campo. ¿Debe ser su norte entender que es recomendable la preservación de la realidad tal cual es siempre que cumpla ciertos requisitos? ¿O bien debe ser el admitir que la realidad puede cambiar en función de factores internos a ella misma y que la cuestionan, nos guste o no? Obviamente, si la actitud es de respeto a la realidad como es, la realidad no cambiaría nunca y no habría mucho de qué hablar; si, por el contrario, la actitud es admitir la posibilidad de cambio endógeno, se abre la posibilidad de trastornos, revoluciones, guerras y otros fenómenos no deseables. La cuestión reside en escoger uno de los dos campos respetando, entiendo, la elección que no coincida con la nuestra. Habrá quien diga que hay un derecho de autodeterminación de los pueblos y quien, como en el caso de Quebec, llegue a implementarlo con unos u otros resultados. Lo que no parece muy operativo es negar el ejercicio de un derecho cuya reclamación y eventual ejercicio es una cuestión política y tan contingente como la forma Estado en la que quiera ejercerse.

En la transferencia de estos criterios y conclusiones al caso español, De Blas se concentra en la defensa de una nación española de corte liberal que ha sido tradicionalmente preterida y cuya fuerza, obviamente, se ha visto debilitada frente al poderoso resurgir de los nacionalismos periféricos que, aprovechando el desmejoramiento de la nación española, pretenden deconstruir España en una especie de arriesgada aventura confederal. Al margen de que esté uno más o menos de acuerdo con este punto de vista (y sin olvidar la petición de principio de la "historicidad" del Estado), es muy de apreciar el gran trabajo que ha realizado De Blas a lo largo de los años para identificar las razones por las que esa nación española liberal, además de tener una existencia problemática en la historia, ha visto socavada su legitimidad por los sectores intelectuales. Considero un hallazgo su síntesis de los tres frentes de ataque a la nación liberal española como a) los reaccionarios, ultraconservadores que no querían ver la necesidad de substituir la lealtad al trono y al altar por la del Estado y la nación liberal; b) los anarquistas, que jamás se interesaron por nación alguna, liberal o no liberal; c) los marxistas, que tendieron a identificar la nación liberal con la ultrarreaccionaria y a subrayar las "especificidades" españolas (como la falta de revolución burguesa) para justificar la inexistencia de tal nación. Entiendo que, en efecto, la izquierda no ha hecho mucho por legitimar la nación liberal española que pudiera contraponerse a la labor fraccionalista de los nacionalismos periféricos. Poco a poco eso se ha ido corrigiendo y hace ya años que la izquierda, singularmente la socialista, ha pasado de defender el derecho de autodeterminación a no cuestionar la existencia de una nación española con raíces históricas y proyección futura.

Pero el hecho es que, como también señala agudamente De Blas, la mayor amplitud de derechos de autogobierno en las Comunidades Autónomas españolas no ha mermado en nada la solicitud soberanista/independentista de los nacionalismos periféricos sino todo lo contrario y nos encontramos así con que el factor de inestabilidad sigue tan presente como nunca y sin que la petición de principio de "nación política" versus "nación cultural" parezca ser capaz de resolver la cuestión.

Los tres ensayos sobre el nacionalismo en Azaña, Pío Baroja y Senador Gómez son tres buenas muestras tanto de la curiosidad intelectual de De Blas como de su ajustado sentido de la interdiscipinariedad. El dedicado a Senador Gómez tiene algún momento especialmente hilarante en la visión crítica que del arbitrismo tiene De Blas. Le sale aquí una vena jocosa y zumbona que aparece muy de tarde en tarde en su obra. Pero aparece. Véase el artículo de El País de 28 de agosto de 2003 titulado El discurso ya visto de Pasqual Maragall: "La vieja Castilla poblada de semitas y bereberes, sus calles pululantes de militares y funcionarios, de unas clases ociosas en contraste con el ambiente burgués y trabajador de las calles catalanas, queda reducida al enloquecido Madrid y a su arrabal Marbella" .

Por último, los artículos de prensa (veinte en total) son como una síntesis de los puntos de vista del autor aplicados, siempre con rigor y buen estilo académico, a cuestiones candentes a lo largo de casi veinte años. En alguno de ellos encontramos una especie de fórmula condensada del programa intelectual y vital de De Blas que explica mucho de lo que se decía más arriba respecto a cuál haya de ser la actitud del científico social, el politólogo, el historiador, esto es, comprender las realidades conflictivas y complejas refugiado en la neutralidad axiológica weberiana (que alguien podrá acusar siempre de ser una quimera o, más modestamente, un "tipo ideal") o tomar partido por una de las posiciones en conflicto por las razones que sean. Véase la posición nítida de De Blas: "Contra una injustificada confianza en la capacidad reparadora del paso del tiempo y las imaginadas virtudes de la inhibición sistemática ante lo problemático, parece llegada la hora de una ponderada pero firme y explícita defensa de la nación y el Estado españoles frente a ofensivas ideológicas que en el silencio y la pasividad solamente encuentran estímulo para su radicalización" (p. 159). En conjunto, el estilo de De Blas es connotativo. Los calificativos más frecuente (los de las "idea fuerza") son "razonable", "prudente" o "moderado", lo que permite dividir el mundo argumentativo entre la parte que los merece (y por lo tanto es deseable, pues coincide con el reconocimiento de la realidad de hecho de los estados existentes, empezando por el español) y la que no los merece sino los contrarios, "no razonable", "imprudente" o "radical". Me permito observar que en la cita anterior De Blas opta por la defensa de la nación española porque lo otro conduce a la radicalización; no porque haya de ser necesariamente falso, lo que constituye una muestra clara de un procedimiento científico que, defendiendo sus conclusiones, no es intransigente con quienes no coincidan con ellas.

Enhorabuena, Andrés.

dimarts, 1 de juliol del 2008

Triunfo y fracaso.

Todo Madrid, al menos el más vociferante, se echó ayer a la Castellana a festejar el retorno de la selección nacional como si se tratase de las legiones que volvieran milagrosamente ilesas del bosque de Teotoburgo. Los tropos hiperbólicos y los ditirambos que ya se dispararon en el estadio vienés galoparon por las ondas como heraldos del renacer nacional. Hasta una escuadrilla de cazas surcó un par de veces el paseo histórico, el que vio deambular a Larra y Mesonero Romanos, trazando en el cielo los colores rojigualdas. ¿Qué más cabe pedir? Cientos de miles de ciudadanos envueltos en la bandera nacional o en alguna autonómica, pintado el rostro con los tonos patrios, tocando el bombo, soplando bocinas, revolviendo carracas, dando berridos o fotografiando todo lo anterior con las cámaras de los móviles daban fe, por sí y ante la historia, de la existencia de la nación española, siempre preterida, cuestionada, omitida. Estoy seguro de haber leído en algún lugar que no recuerdo (razón por la que no hay hipervínculo) al señor Rodríguez Zapatero diciendo que la victoria de Viena es la prueba evidente de que en España hay una nación capaz de grandes cosas. Lo de "capaz de grandes cosas" lo he puesto de mi Minerva, pero estoy seguro de que el Presidente dijo algo parecido, si no eso mismo. E si non è vero, è ben trovato.

Son magníficos los nacionalistas españoles. Se pasan el día diciendo que la nación que veneran goza de excelente salud pero se la chequean cada lunes y cada martes porque no se fían. Cada lunes y cada martes aparece alguien poniéndola en cuestión, a veces de muy malos modos. Y no un "alguien" que sea un "don nadie" sino alguien representativo de alguna opción nacionalista que representa a decenas de miles de votantes y hasta tiene o puede tener responsabilidades de gobierno in partibus. Cada señor Puigcercós diciendo que mientras no juegue la selección catalana la victoria española se la trae al pairo, por decirlo con cierto desenfado, equivale a una Castellana llena en Madrid. ¿Y cómo encajar aquí la imagen de los centros de ERC enarbolando la bandera de Alemania (¡quintacolumnistas!) en el encuentro? Sin duda el señor Puigcercós y el señor Urkullu de quien se se asegura que prefería que ganara Rusia o incluso (dice el plumilla del que tomo el relato) Turquía antes que España, actúan dentro de las pautas de una sociedad democrática, nadie puede imponerles el sentir de sentimiento alguno y no parece que la práctica del tambor batiente sea el modo de hacerlo. Antes bien, al contrario: más tambor de un lado, más tambor del otro. Cuando los nacionalistas vascos hablan de "choque de locomotoras" entiendo quieren decir topetazos como los machos cabríos.

Por algo dicen sus aficionados que el futbol es mucho más que un deporte. Es una luz, una empresa, un gobierno, un organismo internacional, una razón de ser. Una razón de ser de tanta ciudadanía celebrante. Igual que "el Barça es más que un club" y el PNV más que una sociedad anónima. El retorno de la selección vincitora coincidió con el desplome estrepitoso de las bolsas europeas. Cuanto más saltaba Luis Aragonés más se hundía el Ibex 35 que está hoy en los doce mil y pico cuando se comenzó el año con más de quince mil. La bolsa ha cedido un 20,9% según El País que aprovecha para titular: La Bolsa española cierra el peor primer semestre en 135 años de historia, un texto sin duda concebido para inyectar confianza en los mercados. Es una crisis (aunque el señor Rodríguez Zapatero diga que es opinable y que su opinión es que no la hay) ya en franca estampida en los mercados bursátiles internacionales. Ayer bajaron todas las bolsas en torno al 20%. Y una crisis de estanflación, de esas en que cualquier medida que se tome es contraproducente y en la que la recomendación más certera que cabe dar es: "no hagas nada, que es peor".

Por supuesto, todos los expertos están al cabo de la calle y saben perfectamente de qué se trata y cuáles son las causas, y por cada explicación que dan se cargan la que dieron hace seis meses. Según la señora Natalia Aguirre, directora de análisis y estrategia de Renta 4, "El año pasado se pensaba que la salida de la crisis crediticia iba a ser más rápida" y se "pensaba" seguramente con la misma seguridad con que hoy se piensa lo contrario. A veces no hace falta ni el paso del tiempo para que los expertos incurran en contradicciones que convierten sus juicios en piezas de frenopático. ¿Qué me dicen de la autorizada opinión de don Antonio López, de Fortis, quien dictamina que el segundo semestre será mejor que el primero porque en el primero se produjo una "importante aceleración de la ralentización económica, que nadie esperaba tan rápida"? ¿A que es genial?

Aparte de cargar con estos expertos en España pechamos con una crisis inmobiliaria propia, no inducida (es decir, además de la inducida) que amenaza con consecuencias catastróficas para los cientos de miles de hipotecados que aguantan un euríbor en el máximo histórico del 5,36%, lo que significa más encarecimiento de unas cuotas que ya los tienen contra las cuerdas. Según el mismo medio, Los expertos creen que el indicador "ha tocado techo," lo que quiere decir cualquier cosa desde que empiece a bajar hasta que siga subiendo, rompiendo el tal techo pues en este caso los expertos observarán que ellos hablaron de "tocar techo", no de no romperlo. Añádase en el hispánico coso una inflación del cinco por ciento, cuyo diferencial con la media europea sigue aumentando. A propósito, entiendo que hay aquí un interesante problema monetario que planteo como digresión: ¿cómo se refleja esa variación de inflación en el valor único de la moneda única? Al fin y al cabo, "moneda" quiere decir "testigo", indicador de algo, en este caso del valor de la moneda española. ¿Es posible que los euros fabricados en España empiecen a valer menos que los fabricados en Alemania? Teóricamente entiendo que no pero en la práctica creo que sí.

Debe de tener razón el señor Rodríguez Zapatero y verse la nación española unida en esa victoria de la Eurocopa. En todo lo demás, la nación española está de almoneda.

(La imagen es una foto de jose_herran, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 30 de juny del 2008

¿Por qué gusta el futbol a todo el mundo?

Porque sí. Porque le ha tocado al futbol como podía haberle tocado al tenis o al balón volea y a la gente nos encanta sentirnos parte de alguna muchedumbre. En los Estados Unidos concita mayor interés el base ball pero el fenómeno es el mismo. Porque de algo hay que hablar, aparte del tiempo. Porque a veces se gana y a veces se pierde en sentido figurado, siempre más cómodo que rascarse el bolsillo. Porque la victoria es de todos y también la derrota y así nos sentimos propietarios de algo de mayor enjundia que nuestro hipotecado piso. Porque interviene la pericia y la suerte en cantidades variables, la primera a nuestro favor, claro es, y la segunda en contra nuestra. Porque es la continuación de la política y la guerra por otros medios, menos mortales para el espíritu o para el cuerpo. Porque se puede sacar la bandera sin parecer tonto y hacer el tonto sin parecer un patriota. Porque te codeas con Reyes y famosos de gustos sencillos, sanamente populares. Porque ocupa el trascurso completo de la vida del individuo, desde que es niño hasta que lo vence la edad. Porque es un espectáculo de no muy exigente comprensión, aunque siempre habrá quien diga que el futbol es una ciencia, como lo son sus antecesoras, la política y la guerra. Porque desinhibe pues se puede dar gritos sin tener que justificarlos como una clase de flamenco. Porque alterna la figura del individuo heroico y el trabajo de equipo. Porque da sentido a la vida en un sofá de Ikea. Porque permite interpretar la historia: España ha reconquistado la Eurocopa 44 años después de la primera y ha vencido a Alemania 63 años después de que lo hicieran los aliados. Porque hay que hacer quinielas.

Por cierto, España mereció ganar a todas luces. Dominó todo el tiempo y marcó el único tanto en un ejemplo de elegancia y sentido del ahorro: si un gol da la victoria, ¿para qué meter otro? Típico ejemplo de lo que llaman los teóricos de juegos el minimax.

Vuelven los comunistas.

La mala suerte que acompaña a los comunistas desde la caída de la Unión Soviética ha querido que la Conferencia Política convocada por el PCE para este fin de semana pasado coincida con la final de la Eurocopa en la que España ha salido vencedora. Supongo que hasta los camaradas más entregados a la causa tenían el espíritu dividido entre la importante función que los congregó en Madrid (esto es, la refundación de IU en la propuesta de Anguita) y el deseo de sentarse a ver el partido Alemania-España. Y no se hable ya del impacto mediático del acontecimiento que será equivalente a cero. Hasta el momento sólo he visto la noticia reflejada en Público donde se dice que El PCE relanza su 'teoría de las dos orillas'. En el resto de los medios, silencio.

La síntesis de Público, siendo correcta, no agota ni mucho menos la importancia de la mencionada Conferencia Política, sobre todo porque su diagnóstico de la coyuntura nacional e internacional en el aspecto económico, pero no sólo en él, sino también en el social, el militar, el internacional, etc es, en mi opinión, correcto. El problema aparece cuando se trata de establecer un remedio o proponer medidas de solución. Ahí es donde el PCE vuelve a los tiempos pasados y su actualización se limita a una mayor prudencia léxica que convierte sus propuestas en algo tan etéreo y confuso que dudo mucho que sirva para algo.

El diagnóstico de la crisis actual me parece acertado. IU se ha convertido en un proyecto desdibujado y subalterno y se trata de reconstruirla como proyecto alternativo viable. Veamos cómo, pues no es fácil.

El intento dependerá a su vez de cómo se diagnostique la situación general. Y también aquí encuentro aportaciones muy relevantes y dignas de tenerse en cuenta para una izquierda que trate de transformar la realidad. Por ejemplo: la situación internacional revela predominio del neoliberalismo y el imperialismo. IU debe realizar una política de paz. En el aspecto europeo hay que construir una alternativa al tratado de Lisboa que, conjuntamente con la directiva Bolkenstein, consagra la Europa neoliberal de retroceso de los derechos sociales. Y algo similar sucede con el caso español, específicamente tratado en el documento que la Conferencia del PCE ha aprobado. Entre otros factores suscribo la idea de que el modelo de acumulación capitalista español prácticamente más que duplica las tasas de beneficios de las empresas de la OCDE. Así, mientras en los países de esta organización, los beneficios empresariales estaban en torno al 33%, en España se situaban en el 73%; beneficios concentrados, además, en el sector de la construcción y el capital especulativo.

Para buscar una salida democrática a la crisis, el PCE recomienda que IU afirme su identidad como fuerza "anticapitalista" y, muy a tono con una obsesión anguitesca, formule la interpretación de la centralidad del mundo del trabajo; que se apunte a la emancipación de las mujeres; que proponga un modelo de desarrollo ecológicamente sostenible y socialmente justo; que propugne una reforma del Estado en el sentido de la República federal.

Hasta aquí, básicamente correcto. Nadie con una visión de izquierda encontrará grandes objeciones al análisis que hace el PCE de la couyuntura nacional e internacional. El problema reside en aquilatar las propuestas concretas que se articulan para lograr tan loables objetivos y que, examinadas con un mínimo rigor, constituyen una mezcla de piadosos deseos (pleno empleo de calidad, lucha contra la precariedad, la temporalidad, la siniestralidad y las deslocalizaciones), voluntarismo desaforado (aumentar el gasto público reforzando y protegiendo los servicios públicos sean estos deficitarios o no. Devolver al sector público todos los servicios privatizados durante estos años y desarrollar una forma plenamente pública –en titularidad y gestión- de los servicios necesarios para la sociedad) y viejas fórmulas con un ligero lavado de cara (eliminar la universalización del principio de libre mercado y equilibrio presupuestario posibilitando la intervención de los poderes públicos en la economía.-Incentivar la creación de consorcios públicos europeos en sectores estratégicos de la economía como el sector bancario, las telecomunicaciones, la energía, industria naval, aeroespacial, el transporte, el agua y los servicios postales.-Controlar democráticamente al Banco Central Europeo), esto es, en el viejo y recio castellano de toda la vida, lo que los comunistas proponen es socializar los medios de producción, crear el sector estatal de la economía y "nacionalizar" el Banco Central Europeo en el sentido de someterlo a control político. Cabe preguntar qué hay de nuevo en esto, de distinto de las opciones ya fracasadas en Europa del Este. Y la respuesta será: nada. Estas propuestas ya fueron derrotadas en su día y proponerlas da nuevo de forma taimada, ladina, jugando con el lenguaje, no hará gran cosa por aumentar los resultados electorales de IU.

Ciertamente, hay muchas otras propuestas (incluida una de resolver el contencioso del País Vasco) pero, salvo error por mi parte, ni una sola que autorice a hablar de una verdadera "refundación" de IU.

Por último, el documento insiste en regular mejor y de forma más asamblearia, abierta y democrática a IU. De nuevo oleadas de buenas intenciones dado que el problema de la organización no es falta de normas estatutarias (al contrario) sino falta de votos, estos no vienen de los militantes sino de los electores y a los electores hay que ganárselos con propuestas verosímiles y prácticas.

(La imagen es una foto de Davidycuca, bajo licencia de Creative Commons).

Un cuento contado por un idiota.

En el teatro del Matadero de Madrid están poniendo un nuevo montaje del Macbeth de Shakespeare en interpretación de Esteve Miralles y Carles Alfaro en la dirección. La obra trae innovaciones formales y materiales de distinto porte. En las formales, la idea de un escenario único rompe la costumbre Shakesperiana de ambientar sus escenas en múltiples lugares (el castillo de Macbeth, el palacio del Rey, el bosque de Birnan, etc) y aprovecha bastante bien las peculiaridades arquitectónicas del teatro del Matadero de Madrid. Mezcla para ello ríos, praderas, salas del castillo, puertas, etc y todo con mucha presencia de agua y casi siempre de noche siguiendo en esto el espíritu de la tragedia que transcurre en su mayor parte en horas nocturnas en las que hablan las brujas y se cometen los crímenes.

Lo que no me parece tan afortunado es el vestuario. Dentro de la moda tan extendida de actualizar el teatro clásico y llevarlo a un momento posterior quizá atemporal pero más cercano a nuestro tiempo que al suyo, los personajes llevan unos uniformes oscuros con botas y chaquetas abotonadas a un lado que parecen atavíos del Dr. No o, incluso, sacados de Star Trek. Todos llevan pistolas o revólveres y los combates se libran con armas de fuego, anacronismos que no creo añadan nada a la fuerza de la obra sino que, al contrario, le restan.

En cuanto al contenido, la versión reproduce la pieza de Shakespeare fielmente y si bien se presenta como un intento de dar mayor relieve a la figura de Lady Macbeth es dudoso que lo consiga porque ya en la tragedia como salió de la pluma del autor tiene la dama una función de primer orden desde el momento en que es la que trama el asesinato de Duncan y el modo de encubrirlo. Entiendo que el título de la obra, MacbethLady Macbeth es un intento de subrayar la importancia que se concede a la esposa del regicida. Pero también podría verse como un modo de respetar la vieja superstición según la cual pronunciar el nombre de esta tragedia de Shakespeare dentro de un teatro tiene mal fario y traerá desgracias sin cuento.

Porque ya de por sí Macbeth es Lady Macbeth; es a ella a quien el marido escribe desde el campo de batalla para contarle la profecía de las tres brujas que lo convierte en Rey; es ella quien concibe el plan de asesinar al Rey Duncan mientras duerme como huesped en su castillo y quien empuja a su marido a cometer el asesinato cuestionando su hombría y ella la que, horrorizada por la cadena de asesinatos que Macbeth se cree obligado a cometer, acaba perdiendo el juicio mientras intenta inútilmente lavar una sangre imaginaria que le mancha las manos en estado de sonambulismo. Lady Macbeth es uno de los papeles que suele figurar en el repertorio de las mejores actrices profesionales. Macbeth es la tragedia del poder por excelencia, la que expone hasta dónde están los hombres dispuestos a llegar para conseguirlo, que están dispuestos a hacer para conservarlo y qué les sucede cuando por fin lo pierden. Es una historia de ambición, traición y asesinato y el rumbo que toman las cosas cuando a los crímenes se mezclan las potencias del mal.

diumenge, 29 de juny del 2008

Cien días: aquí no pasa nada.

El País publica hoy una extensa y magnífica entrevista con el presidente del Gobierno realizada por el director, Javier Moreno, y un equipo de profesionales de la casa. Es un intercambio muy completo pues abarca los aspectos más importantes de la política interior (y parte de le exterior) de España. Los entrevistadores son gente bregada en el oficio que hace preguntas directas y oportunas y no deja que el entrevistado se escabulla con respuestas no pertinentes. A su vez el entrevistado es un gobernante ya experimentado que repite mandato, sabe de lo que habla y no se deja acorralar ni tampoco trata de imponer sus criterios unilateralmente. Así pues merece la pena leerla. Se obtiene una idea muy clara de lo que piensa el Gobierno y el señor Rodríguez Zapatero acerca de los principales asuntos que afectan en la política española. Ante ellos el Presidente adopta diferentes actitudes, pero siempre es interesante leer sus razonamientos que vienen a ser como un informe condensado sobre el estado de la Nación. Mi impresión, habiéndolo hecho, es que se percibe un claro escoramiento del Gobierno hacia la derecha, en las medidas adoptadas, las que se quiere adoptar y las que no se quiere ni ver. Un escoramiento de fondo más o menos disfrazado con fraseología socialdemócrata o progresista.

Siguiendo criterio propio y no la opinión pública retratada por el CIS en su barómetro de mayo, que identifica los cuatro problemas más importantes para los españoles como 1º) paro (52,50%); 2º) situación económica, 51,9%; 3º) Terrorismo/ETA (31,4%); 4º) Inmigración, (28,5%), el periódico abre la antrevista preguntando por ETA y el plan Ibarretxe. Ls respuestas están en las antípodas de las que diera el Presidente a comienzos de la legislatura anterior: no hay nada que negociar con ETA y el plan Ibarretxe nace muerto. Descartar la negociación con ETA me parece una concesión innecesaria a la derecha y un mal criterio entre otras cosas porque no es imposible que el Gobierno haya de negociar si las circunstancias así lo exigen. La respuesta al plan Ibarretxe en el sentido de que no saldrá adelante me parece correcta, aunque el Presidente debiera ser más cauto (al menos, aquí) y no prejuzgar la decisión del Tribunal Constitucional, más que nada para no dar pábulo a los nacionalistas que ya presentan el no del Gobierno como ajeno a consideraciones jurídicas y como un veto político.

La cuestión de la escolarización de niños en la lengua materna en España en las Comunidades Autónomas que la tienen propia, recibe una respuesta vagarosa, a tono con la inconcreción de que ha hecho gala su Gobierno en este asunto. No hay datos sobre el ataque al español, el problema puede ser tambén "político", es decir, imaginario y la mejor ley de defensa del español es la Constitución. Es decir, no me moleste con minucias, que tengo asuntos más graves en qué pensar; y no me indisponga con mis posibles aliados de gobierno. Pero esto no son minucias ni tiene por qué someterse a la política de alianzas de nadie. Quizá haya padres que no pueden escolarizar a sus hijos en la lengua cuyo conocimiento y uso considera la Constitución (art. 3,1) deber y derecho de todos los españoles. Si esto no se garantiza, cambie Vd. la Constitución, pero no deje de tomarse en serio la eventualidad de que unos españoles no puedan cumplir su deber o ejercitar su derecho por razones políticas, que eso sí es politizar las cosas y no lo que dice Vd. que es.

Debe procederse a la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, paralizadas ambas por la labor obstruccionista del PP, lo que es obvio, y es conveniente acometer las reformas necesarias para que este tipo de bloqueos institucionales tan antidemocráticos no puedan producirse de nuevo. Creo que en esto el comportamiento del PSOE y del Presidente han sido intachables y toda la responsabilidad de este desastre institucional con episodios tan lamentables como el de la niña Mari Luz recae sobre el partido conservador.

El discurso sobre la economía, como suele suceder cuando se aborda este campo aparentemente objetivo, es casi todo él falaz. Que haya crisis o no parece al señor Rodríguez Zapatero opinable y, si se pregunta a los especialistas, afirma, no se pondrán de acuerdo. Es una reproducción del relativismo con que el señor Rodríguez Zapatero abordó el asunto de la nación en su primer mandato (concepto "discutido" y "discutible") aunque seguramente no le saldrá tan caro. Lo curioso es que, siendo el término "crisis" tan opinable, él se niegue a utilizarlo. ¿Quizá porque no es tan "opinable"? Ocurre como con los datos económicos y el valor de las predicciones. Cuando éstas son negativas, el Presidente afirma que no son de fiar porque predecir en este campo es muy inseguro y los fallos y errores abundan... salvo que las predicciones las haga él. Los diversos organismos internacionales que pronostican un crecimiento del PIB de menos del 2% están en un error; el crecimiento, afirma el entrevistado será del 2% y esto, al parecer, no es opinable, aunque sea una cantidad controvertida. El Presidente afirmó el año pasado que el euríbor había tocado techo. Un año después el euríbor se ha multiplicado por dos. Es decir, sus predicciones yerran como las de todo el mundo y es injusto insinuar que quienes hablan de crisis o de lo mal que va la economía sean poco menos que traidores.

Mención aparte merece el asunto de la subida de las tarifas eléctricas. Tras haber leído las explicaciones presidenciales dos veces sigo sin entenderlas, como me quedaba sin entender las "razones" que daba Cantinflas en sus desternillantes monólogos. Pero esto no es una peli sino un asunto que va a significar otro aumento de precios para cientos de miles de familias ya golpeadas por el aumento del interés del dinero, del precio de la gasolina, de los alimentos y que merecen un respeto. Respeto que no sé si puede dar quien, como el entrevistado, ignora cuánto dinero tiene en una cuenta bancaria, igual que, en su día, ignoraba si la hipoteca de su casa está a interés fijo o variable. Encuentro muy difícil que pueda llegar a la masa de la población quien puede permitirse estos lujos casi asiáticos de no saber cuánto dinero tiene.

Paso por encima del caso del señor Taguas quien se ha transformado de asesor del Gobierno en asesor del órgano directivo de la patronal inmobiliaria... en la situación en que se encuentra hoy el mercado de la vivienda. No hay impedimento legal en el trasvase y a la pregunta por su oportunidad moral responde el señor Presidente que él conoce muy bien al señor Taguas. También Felipe González conocía muy bien al señor Mariano Rubio y ponía la mano al fuego por él. No estoy comparando al señor Taguas con el señor Rubio, sino advirtiendo de algo elemental en la condición humana: que lo que está bien, bien parece y, si no parece bien, seguramente tampoco lo estará.

El giro a la derecha es clamoroso en la actitud del Gobierno hacia la Iglesia católica. El señor Rodríguez Zapatero ya se ha puesto meloso con la Jerarquía católica al afirmar que no va a cambiar el marco jurídico de las relaciones entre el Estado y la Santa Sede. Y no da explicación alguna salvo recurrir por enésima vez a la Constitución, como si la provisión de ésta acerca de la religión mayoritaria de los españoles fuera compatible con los Acuerdos hoy en vigor con la Santa Sede negociados astutamente a toda prisa antes de la Constitución de 1978 y aprobados después, a pesar de su espíritu netamente anticonstitucional que nadie hasta la fecha (y menos que nadie el señor Rodríguez Zapatero, que esgrime dicha inactividad general como precedente) ha osadop cuestionar. Pero es que, hasta 2004 más o menos, la Iglesia católica había guardado ciertas formas en política, formas que perdió en 2004, pasando a ser un elemento beligerante (en ciertos aspectos el que más) de la estrategia de la oposición de derechas al gobierno. Con ello convirtió esos acuerdos en un sello de privilegio que vulnera de hecho el mandato constitucional y hiere el principio de igualdad de otras confesiones. La sumisión a una Iglesia hostil y agresiva es, a mi juicio, el aspecto más vergonzoso de la claudicación del Gobierno del PSOE ante la derecha.

Por no hablar del aborto. Acosado por el director de El País, el señor Rodríguez Zapatero admitió que no estaba en sus planes alterar el marco jurídico con la Iglesia y menos las disposiciones sobre aborto que suscitan tanta inquina entre la grey católica. Para contrarrestar, aseguró que se reforzará la normativa vigente para evitar el hostigamiento a las mujeres que decidan abortar y a los profesionales que las atiendan. Es insólito y avergüenza recordarlo, pero el delito no se combate sólo protegiendo más a las víctimas sino, sobre todo, impidiendo que los delincuentes puedan actuar.

En el terreno de la "directiva de la vergüenza", el señor Rodríguez Zapatero se enroca en insultar (demagogos, ignorantes supinos) a quienes la consideran un atraso en la política social europea. Vende como progresista que haya una política comunitaria en materia de inmigración, calla que sea la que han aprobado los neofascistas europeos y rechazado los socialistas y otros izquierdistas europeos. Es un caso patente de solipsismo ebúrneo, cuando no de "ignorancia supina" (que a estas alturas ya no puede suponérsele por razones obvias), sobre todo por el desprecio que implica hacia la opinión pública crítica en Europa. La directiva del retorno, esto es, de la "vergüenza" es un baldón en la conciencia liberal y del Estado de derecho en Europa.

En resumen, si los entrevistadores son buenos, el entrevistado también lo es en lo suyo, aunque esté haciendo políticas de derechas con los votos de la izquierda. Queda por aventurar alguna hipótesis respecto a por qué haya pasado lo que ha pasado, por qué un Gobierno de izquierda en el primer mandato se comporta como uno de la derecha en el segundo. Y tengo tres a falta de una: 1ª) el síndrome de Estocolmo típico de la izquierda en el poder, que acaba imitando a la derecha por temor reverencial. La actitud frente a la Iglesia es prueba de ello. 2ª) la experiencia del "caso aislado". En medio de una Europa de frente conservador, los socialistas españoles marcan el paso al extremo del delirio mental y de llamar "progresistas" a las medidas que aprueban los neofascistas. 3ª) el origen de clase y su práctica política. Son de derechas porque en su mayoría lo son de familia y la única práctica política que han conocido, como decía el otro día un lector, es la de las habilidades para ganar en los congresos del partido.

Todo este discurso, aparentemente ingenioso, al estilo de Blair, tiene un único inconveniente: cuando lleguen las elecciones entre votar a una derecha/derecha y una izquierda que también es derecha, el votante puede optar por lo genuino.

(Las imágenes son fotos de guillaumepaumier, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 28 de juny del 2008

La consultica de Ibarretxe.

Recojo la papeleta de la consulta de Público para que se calibre el contenido intelectual de las dos preguntitas de mícer Ibarretxe. Vamos a ignorar ese aspecto, nada baladí, sin embargo, para ver que en la sociedad, los conflictos engendrados por el nacionalismo no buscan establecer un territorio de entendimiento sino sólo de confrontación.

Las dos partes en este conflicto llevan ya mucho tiempo enfrentadas hasta que una de ellas desista. Y tiene pinta de ser así hasta el final. Lo que no se ve es el final.

Esta consulta es ilegal. Basta recordar que la convocatoria de referéndums es competencia del Estado (art. 92, 2 CE). Responde aquí el señor Ibarretxe, pensando ser lo que los franceses llaman très malin que lo suyo no es un "referéndum" sino una mera consulta popular. Tampoco le vale porque ya sabe el legislador que un referéndum es una forma de consulta y así lo dice, reconociendo a las Comunidades Autónomas (CCAA) capacidad para convocar consultas populares por vía de referéndum siempre que tengan la preceptiva autorización del Gobierno Central (art. 149, 32). Y le guste o no al lehendakari, lo suyo es una "consulta popular por vía de referéndum"..

La actitud del Lehendakari es prácticamente suicida, es un jugárselo todo a una sola carta: se trata de disimular diez años de nadería institucional, de gestión anodina, sin avances apreciables en una traca final de victimismo. Las huestes mesetarias yugulan la manifestación de la libertad y el ejercicio de sus derechos al pueblo vasco. Esto es el intento de fundar un nuevo símbolo iconográfico: el impedimento de la independencia. Insiste Ibarretxe en desconocer los términos exactos del debate planteado por su propuesta y pretende irse a un terreno imaginario, propio de la teoría abstracta, en el que se ignoran las condiciones históricas concretas de los pueblos, una teoría de términos angelicales: "¿en qué cabeza cabe", sostiene el lehendakari, "que en una democracia no pueda consultarse la voluntad de los ciudadanos"? Lo que quiere decir es que su propuesta debe tratarse como si fuera una encuesta o un sondeo. Pero, precisamente que eso no puede ser se prueba por el hecho de que sea el Gobierno de la CCAA el que lo convoca. Si el Gobierno quiere saber qué opina la ciudadanía, que encargue un estudio a una empresa de investigación de mercados. Que la consulta la haga el gobierno es lo que la convierte en un hecho decisorio de la colectividad puesto que los votos de los ciudadanos son vinculantes para las autoridades democráticas.

Por eso es tan importante el aspecto puramente procedimiental de la cuestión, esto es, si la propuesta se ha aprobado dentro de la legalidad formal o ésta ha sido vulnerada. Como es evidente cuando, además de recurrir a la Constitución lo hacemos a la vigente Ley Orgánica 2/1980, de 18 de enero, sobre Regulación de las Distintas Modalidades de Referéndum que, en su artículo dos, uno dice taxativamente que La autorización para la convocatoria de consultas populares por vía de referéndum en cualquiera de sus modalidades, es competencia exclusiva del Estado.

En estas condiciones, ¿por qué convoca el referéndum el señor Ibarretxe? Por la razón de que con él pretende conseguir algo distinto a un objetivo independentista, por lo demás, como todo el mundo. Por ejemplo, ¿que significado tiene que los diputados del Partido Comunista de las Tierras Vascas den un voto al proyecto y los otros ocho se abstengan? Sencillo: en primer lugar se hace ver al nacionalismo burgués que, sin el radical no es nada y que depende de él para tramitar sus más alocadas iniciativas. Las otras ocho abstenciones tienen una finalidad mucho más ponzoñosa: demostrar que es posible y aceptable tomar decisiones de tal calado político con la mayoría absoluta, o sea, la mitad más uno de los votos.

No haya cuidado no obstante: el Estado central paralizará la iniciativa ilegal de Ibarretxe que, al plantearla como un ultimátum al Estado de derecho, viene a sumarse a las tesis de ETA de la legitimidad de la lucha armada dado que la "democracia española" no es tal puesto que el Estado español se encarga de yugular toda iniciativa en pro de la autonomía vasca.

Todo lo anterior en cuanto a los aspectos jurídicos y políticos de la consulta. Respecto a los morales puede decirse algo más: es cierto que la formulación de las preguntas es correcta y cualquier persona comprometida con la defensa del derecho de autodeterminación debería defender esta consulta/referéndum. Y yo mismo lo haría de no ser porque el Lehendakari la ha planteado torticeramente, con engaño, abuso de confianza y trampa. Dijo que sólo se convocaría en ausencia de violencia en el País Vasco. No hay ausencia de violencia pues ETA sigue actuando y la consulta va adelante. Pero ya no es la misma consulta sino el resultado de un engaño. Por el mismo engaño y la misma falsedad el señor Ibarretxe acepta que la consulta se apruebe gracias al voto del PCTV. Es un engaño y una inmoralidad por las que el señor Ibarretxe no pretende conseguir otra cosa que justificarse en el poder y ocultar su falta de hombría de bien.

Algún día de estos me armo de valor y paciencia y escribo algo sobre el asunto de las lenguas, la llamada común y las otras. No es justo que sólo se diviertan con ello iempre los mismos.

¿Por qué no se puede andar por ahí matando? (II)

Tu rostro mañana es una novela de espías, muy sui generis pero espías al fin y al cabo y espías británicos. En realidad toma pie en aquella coyunda tan pintoresca y significativa, quizá en el fondo específicamente británica entre el MI6, el Partido Comunista británico y las universidades de élite, Oxford y Cambridge. Sir Peter Wheeler, un personaje real que Marías ha convertido en personaje de su relato es una especie de trasposición de dos de estos datos, espía y erudito hispanista, profesor de Oxford. Le falta el ser comunista, pero se le añade algo también con mucho bouquet británico para una generación y un tiempo, esto es, la experiencia de la guerra civil española. A propósito de si en las novelas de Marías pasan cosas o no merece la pena reseñar que en esta se habla en un par de ocasiones y con conocimiento de causa y detenimiento del secuestro y asesinato de Andreu Nin, posiblemente el momento culminante de la influencia soviética en España.

Pero la novela de Marías también quiere ser más cosas. Lo observamos en algunas de sus infrecuentes y muy prudentes referencias literarias. En primer lugar, por la provincia espionaje tiene aquí una aparición estelar Ian Fleming, el creador de 007, quien también tuvo una aventura española que lo puso en relación con sir Peter Wheeler. El asunto dará para sorpresa en el libro y entre lo que Marías dice y lo que da a entender, sorpresa mayúscula, hasta el punto de que quizá estemos cerca de saber quién torturó y parece que despellejó vivo a Nin. Las otras referencias indican otras vías de entretenimiento de lo británico: el nombre de Woodehouse, hoy casi desconocido en España, a propósito del nombre de Tupra, Bertie, y el mucho más valorado de Laurence Sterne a propósito del nombre del hermano de Sir Peter Wheeler, Toby Rylands y, de paso, otro elemento de incertidumbre: dos hermanos que no se llaman igual por lo que nuestro narrador, que los trató durante largos años, siempre ignoró que fueran hermanos, como lo eran el tío Toby el padre de Tristram Shandy. No se olvidará que Marías es traductor de la novela de Sterne al español.

Ya en el primer tomo de la trilogía se conectó el extraño empleo de Jaime Deza (esa organización sin nombre en un edificio sin nombre) con la campaña que pusieron en marcha las autoridades británicas durante la guerra para contrarrestar el espionaje entre la población civil en Gran Bretaña, campaña que se ejemplifica por los carteles en los que, de forma muy gráfica, se invita a la población a evitar el careless talk, esto es, conversaciones en las que hubiera algún tipo de información que los espías enemigos que están en todas partes podían emplear luego para causar muerte y destrucción entre las tropas británicas. Se trataba de conseguir que la gente no hablara de nada con nadie, que no contara nada ni al novio, ni a la madre, a nadie porque la sociedad estaba llena de espías. Fascinado por esta situación (como también lo estuvo y sigue estándolo Sir Peter Wheeler) Marías vincula esta perversión suma de romper toda forma de comunicación con el carácter totalitario y último de la guerra, actividad en la que vale todo y toda consideración moral está de más. Aquí estamos en el terreno de la violencia y del Mal de que hablaba en la entrega anterior.

Una pequeña digresión iconográfica. Marías reproduce algunos carteles ingleses del careless talk en el primer volumen y otros también británicos y de otros países en el tercer volumen donde igualmente aparecen algunos españoles de la guerra civil, lo que da pie a Sir Peter para hacer una interesante reflexión sobre cómo la guerra civil española mostró más odio entre los contendientes que entre estos en la Segunda Guerra. En todo caso, añado por mi cuenta un par de carteles de idéntica temática pero en alemán, prueba de que aquella guerra fue muy simétrica y todos recurrían a procedimientos similares. En el primer cartel alemán se lee: "¡Atención! ¡Espías! Tened cuidado con las conversaciones" y se ve a un hombre en primer plano semioculto detrás de un periódico pero escuchando lo que un oficial nazi está comentando en un café a un amigo suyo. En el otro, un cliente enjabonado está diciendo al barbero; "Cuando yo se lo digo..." mientras se dibuja una sombra humana de alquien que está escuchando y las autoridades advierten de que; "¡El enemigo está escuchando!" Más adelante se perfeccionará esta interpretación de la guerra cuando veamos que durante la contienda no solamente hay que saber callarse y no hablar ante nadie sino que, si hay que hablar, es preciso hacerlo de forma que cause el peor mal al enemigo, mintiendo, engañando o asesinando. No hay marco moral para el patriotismo belicoso.

Es Sir Peter Wheeler quien pone en contacto a nuestro narrador con Bertram Tupra en esa fiesta en su casa y que tan bien descrita está en la obra de Marías como aprecia cualquiera que haya asistido a las parties británicas, sobre todo de académicos. Tupra contratará a Deza para las funciones de interpretación de rostros de que se habló en la entrega anterior. En definitiva, una actividad que ya empezó a hacerse en el contexto del contraespionaje británico durante la Segunda Guerra mundial, cuando se enviaban muchos hombres a Alemania y Europa en general encargados de la información y con cometidos de resistencia y sabotaje para ayudar al esfuerzo de guerra, y se trataba de saber cuánto podría aguantar uno o qué sería capaz de hacer otro en tales y tales condiciones. En una de sus primeras y confusas explicaciones sobre su quehacer, Tupra dice a Jacobo que, al fin y al cabo, se trata de un "servicio a la patria" y que, en definitiva, "nunca nos libramos del patriotismo completamente" (III, pág. 249). Esto da pie a Deza para embarcarse en sutiles distinciones entre la "Patria" española y el "Country" británico pero, al tiempo, podemos ver que Tupra entiende su misión como una especie de licencia 007, esto es, estar más allá del juicio moral ordinario. Cosa que se echa de ver en la ya mencionada, inverosímil pero muy literaria escena de la paliza que Tupra propina al imbécil del agregado cultural (especialista en poesía medieval española) De la Garza. A propósito de ello se inicia un debate entre Tupra y Deza sobre los aspectos morales del violencia y la guerra que el español trata de zanjar recurriendo a lo que le parece un pronunciamiento ético incuestionable: que no se puede ir por ahí matando a la gente y ese es el momento en que Tupra le hace la pregunta que parece decisiva y la que pone el asunto en los exactos términos del debate moral, algo que Deza no se espera: "¿Por qué", pregunta Tupra, "¿por qué no se puede ir por ahí matando?", a lo que Deza, sorprendido sólo puede responder que porque moriríamos todos, lo que es una respuesta inconsecuente.

Ciertamente, el debate está montado sobre un equívoco elemental, el que se deriva siempre de la confusión entre el ser y el deber ser. Lo que Deza quiere decir es que no se debe ir por ahí matando. De esa forma la cuestión está delimitada y Tupra no puede jugar más a la confusión entre ser y deber ser con lo que su contraargumento de mostrarle (que, ya se sabe, no equivale a demostrar) que matar, asesinar y torturar es lo que hace todo el mundo en todas partes carece de fuerza.

La cosa tiene un giro apreciable cuando es nuestro héroe quien, de viaje a España, ante la sospecha de que su ex-mujer está siendo maltratada por el hombre con el que se relaciona (otro retrato de un español tipo ideal muy bueno, aunque no tanto como el De la Garza), recurre a los mismos métodos que Tupra. Es decir, en definitiva, claro que se puede ir por ahí matando. A veces hasta conviene. Es la guerra, donde vale todo. En la guerra "total", el servicio del espionaje británico tuvo como norma ser peores que los nazis, superarlos en destructividad y maldad (p. III 615), hasta el punto de que se decía que cuanto más sucia fuera la guerra, mejor (p. 627). Lo que ahora viene a decirse en la novela es que ya no hay diferencia entre los tiempos de paz y los de guerra y que la paz es la continuación de la guerra. Podríamos decir que tocamos el fondo de la novela de Marías: toda la vida humana es guerra, de una forma u otra, con unos u otros dioses, pero guerra.

No obstante, al tratarse de un escritor tan inteligente y sutil, la conclusión anterior sería insuficiente puesto que en la obra hay mucho más que eso: hay varios ambientes, la historia de un par de familias, un tiempo, unos lugares, y un lugar y varios tiempos; hay un bullicio permanente del que nos da cuenta Marías casi sin avisarnos y a través del estilo indirecto que ya comentamos. El relato de la guerra -cualquier guerra y una o dos en concreto- y el de la paz -también cualquier paz y alguna en especial- se reconduce ahora como venero de otro más amplio y noble, a donde conduce la novela con gran maestría narrativa: al relato de la vida y la muerte..

Capítulo aparte merecen los personajes. Algunos son verdaderos hallazgos. Por supuesto, el más interesante, el protagonista, el narrador que curiosamente habla de todos los demás y de sí mismo, pero no queda claro que se conozca mejor que a aquellos a los que "cala". Por eso cita Marías un informe sobre él hecho en la organización, por alguno de sus colaboradores, no sabe por cuál, pero en el que se asegura que no se conoce a sí mismo (III, p. 500). Los demás personajes forman una fabulosa galería no muy poblada pero en la que algunos tienen la curiosa distinción ser personajes reales y literarios al mismo tiempo. Es muy curiosa la aparición de don Francisco Rico en el relato. De Sir Peter Wheeler ya sabemos que fue importante personaje en la vida del autor y la figura del padre, dibujada con infinito cariño y escueta referencia a su integridad moral en tiempos de encanallamiento colectivo es emocionante.

Hay muchos otros aspectos por tratar en una obra tan rica en matices como ésta, pero sería cuento de nunca acabar. Merece la pena seguir al autor en esa forma tan peculiar de interpretarlo todo: la realidad, a los demás, a sí mismo y a sí mismo a través de los demás.

divendres, 27 de juny del 2008

¡Rusia culpable!

"Asombro del mundo", "admiración de Europa", "España se hace grande" hasta los periódicos más serios aparecen hoy dando la nota hiperbólica, como si hubieran perdido la Minerva. ¡Qué fácil es contagiarse de patriotismo, chauvinismo, nacionalismo! Como si no se tratara del capricho de una esfera rodando por el cesped sino de la razón misma de la historia cabalgando por debajo de nuestras ventanas como dicen que vio Hegel a Napoleón al regreso victorioso de Jena. Y tanto más orgullosos cuanto menos motivos tenemos para estarlo en otros campos: científico, económico, industrial, musical, cultural, financiero, tecnológico...Somos una potencia futbolística. En la memoria de los más viejos del lugar, el gol de Marcelino que dio la victoria a España frente a la Unión Soviética (que, así, perdió por segunda vez la guerra en el solar hispano) en la Eurocopa de 1964 en el Santiago Bernabéu, ante el Caudillo y como fruto de los veinticinco años de paz que se había inventado en entonces ministro de Infomación y Turismo, señor Fraga Iribarne, sí, sí, el de ahora,

Y mañana o cuando sea, prepárate Alemania que, con todo tu orgullo teutónico, morderás el polvo ante la furia española. Pues si vosotros tuvísteis a Einstein, nosotros tenemos a Villa. Modestia aparte, somos la raza cósmica que José Vasconcelos predicaba de los mexicanos.

¡Que suba el euríbor, que vamos por la Eurocopa!

La imagen es un cuadro de Vasili Vereschagin, El resplandor del fuego de Zamockvorechie durante las guerras napoleónicas (1907)

¡Ay de los vencedores!

De los vencedores del Congreso del PP. Ganaron éste, pero no supieron (o no pudieron) hacer una candidatura integradora. Habitualmente entiéndese por tal un órgano colegiado compuesto por personas que se odian y a la primera ocasión reventarán el órgano en el que están si creen que ganan algo con ello. Sea como sea, con órganos compuestos tan solo por gente del botafumeiro vamos mal. No hace falta decir que se llama gente del botafumeiro a los que alaban al enemigo; quienes nos alaban a nosotros son fríos y distantes analistas que saben ver la verdad allí donde se encuentra: en la casa de mi Padre, decía Cristo, modelo de objetividad.

La señora Aguirre, una de las más botafumeirizadas de la historia, aprovechó la hora de medianoche, que es cuando las hadas convierten carrozas en calabazas y suaves sedas en paño basto para echar de sus chollos a los señores Lamela (el del Cristo del Severo Ochoa) y un tal señor De Prada que no parece haga la pelota a la jefa, cual se la hacen todos lo pelotas que la rodean como rodean a todo gobernante: muy bueno lo tuyo, jefe; qué precioso niño, ¿Qué hay de lo mío?

La señora Aguirre es "la cólera de Dios". No reposa, es rayo que no cesa ni acepta un no como respuesta. Esa permanente sonrisa sobre la que acecha una mirada de águila, fría, exacta, distante, que no soltará su presa. La señora Aguirre vuela alto y quiere que se le reconozca y de lo demás no se preocupa. Es una política audaz estilo Napoleón: primero, los hechos; las explicaciones, justificaciones, ideologías, después.

Una invitación a la lucha que la dirección nacional del PP no puede ignorar. Así que la señora Aguirre mantendrá enhiesta la bandera española en la CA de Madrid y, al final, antes de las elecciones de 2012, presentará su candidatura. De aquí a entonces, el PP será un partido dividido de hecho en dos, con una amenaza de secesión que sólo se mitigará en la medida en que salga elegido el sector de Aguirre, que es el más belicoso, ya que el otro, a fuer de moderado, no es capaz de llevar el conflicto a la escisión.

Difícil presidencia la de los vencedores del congreso.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

¿Por qué no se puede andar por ahí matando? (I)

Estaba en deuda con mi amigo Santiago Rodríguez. Por mi cumpleaños, en octubre del año pasado, me regaló la última novela de Javier Marías (Tu rostro mañana. 3 Veneno y sombre y adiós, Alfaguara, Madrid, 2007, 705 págs.), tercera y última parte de una trilogía cuyas partes anteriores fueron 1 Fiebre y lanza y 2 Baile y sueño. Pero mi "plan de lectura", algo que no tengo pero debe invocarse por cuanto aun no teniéndolo, se acaba imponiendo a la voluntad propia de forma que, bien por designo bien por azar, uno acaba haciendo lo que no había previsto, me impidió hasta ahora la lectura de la novelaza de Marías.

El estilo es prolijo, no preciosista, sino minucioso, no premioso con cadencias propias. Es además un estilo quebrado y quebradizo. Nada se dice directamente, sino que se infiere indirectamente, un ánimo más que denotativo, connotativo. Es un estilo complicado, difícil, en el que, además, se cuentan relatos dentro de los relatos y no hay nunca muchas referencias espaciotemporales de forma que no es del todo seguro en dónde suceden las cosas teniendo además en cuenta que algunos de los sucesos tiene lugar en un espacio muy especial pues es en el recuerdo donde las indeterminaciones son aun más evidentes ya que aparecen expresamente en los parlamentos: "ya no recuerdo si fue en la Piazza de Spagna o en el Trastevere en donde me dijo...".

La imprecisión, el difuminado impresionista alcanza a un privilegiado terreno objetivo, el de los nombres. Los personajes más importantes del relato tienen varios nombres y es siempre difícil saber con cual se presentarán en cada momento. Empieza el asunto por el narrador mismo, apellidado Deza y de nombre Jacobo, Iago, James, Jack, Jaime, según quién lo pronuncie y cómo lo haga. Lo mismo sucede con otros personajes: el jefe de Jack durante el trabajo que desempeña mientras dura la novela se llama Bertram Tupra, Reresby, Ure o Dunda o vaya Vd. a saber qué más según con quién trate y para qué.

La acción tiene lugar en Gran Bretaña y ello no es asunto accesorio, sino que forma parte de la novela, la historia que se nos narra, una especie de acción a dos voces, un diálogo de dos culturas, la británica y la española, con un narrador español que nos trasmite un profundo conocimiento y no menos profunda admiración por la cultura británica y un igualmente profundo conocimiento de la cultura española pero no tanta admiración por ella sino, al revés, una actitud crítica y agresiva con frecuencia ("España, jardín de los atuendos ignominiosos y desvergonzados" (III, p. 344), "España, el país más pueril y bravucón que conozco" (III, p. 504)). No es imaginable una sola expresión de ese o parecido jaez sobre Gran Bretaña y, en verdad, no la hay. De donde se sigue que, en ese diálogo de culturas está implícita una jerarquía de valores que da superioridad a la británica sobre la española. Es cierto que el noventa por ciento del juego intercultural son observaciones léxicas, semánticas, de coincidencia o discoincidencia entre el español y el inglés, pero en donde hay jerarquía de valores, se resuelve siempre en el mismo sentido. Ello no va en demérito de la obra de Marías en modo alguno sino al contrario porque esa jerarquía es la que se da en la vida real: el mundo conoce hispanistas británicos a porrillo, pero no tantos britanistas o anglicistas españoles, me temo. Sir Peter Wheeler, en cierto modo el contraprotagonista de la novela tiene un ala de su biblioteca dedicada a obras sobre la guerra civil española escritas por británicos; no creo que nadie tenga en ningún sitio algo más de media balda de libros sobre la Gloriosa Revolución inglesa escritos por españoles.

Así que, cuando uno lee a Marías reflexionando sobre lo británico y lo español que en él andan mezclados, uno piensa en Forster que también estaba siempre dialogando con lo indio, lo italiano o lo alemán; pero se lo contaba a su gente, a sus compatriotas. En cambio, Marías cuenta lo español a los ingleses. Léase la pág. 331 en que explica cómo eran los "saltos" de los estudiantes de comienzos de los setenta frente a los, dice, "policías o 'grises'" (Get what I mean?).

Francisco Umbral creía que Marías era un buen exponente de lo que llamaba los angloaburridos porque en sus novelas no pasaba nada. Sin embargo sí que pasa, con comodidad y seguridad. Pero es tan vertiginoso que parece que no pasa nada o puede que alguien como Umbral, que sólo miraba por sí mismo, no lo viera. Pasan guerras, paces, revoluciones, amores, odios, crímenes, venganzas, aventuras sin cuento. Pasa todo el torbellino de la vida. Lo que sucede es que no de foma inmediata, como si se tratara de un documental que alguien pon ante tus narices ocultándose detrás de una cámara, sino mediata, a través de un narrador que lo es en primera persona. Es Jack, James, Jaime, Jacobo, Iago Deza el que cuenta qué está pasando. El corpus mismo de los relatos es relativamente homogéno. La primera novela transcurría casi toda ella en una recepción en casa de Sir Peter Wheeler y la segunda casi toda ella en una discoteca en cuyo lavabo para discapacitados tiene lugar un hecho decisivo en el relato y que suena inverosímil, una paliza espantosa que propina el jefe de Deza que aquí ha de ser Reresby, a un compatriota español un estúpido, vulgar, necio funcionario de la embajada, De la Garza, cuyo retrato en plenitud traza Marías durante decenas de páginas, porque es uno de los caracteres más importantes de la historia, un personaje repulsivo en el que el autor se vuelca porque, a modo de chivo expiatorio, llevará sobre sí parte de esa España por la que Marías, por razones biográficas conocidas, siente especial aversión y al que convierte en el payaso que recibe las bofetadas. En su última aparición antes de convertirse en un guiñapo, ya aparece descrito como un payaso goyesco.

Se detecta cierta contradicción entre los dos espíritus de Deza, el positivista y el crítico y normativo. Por ejemplo, la inaudita violencia que Reresby ejerce contra Rafael de la Garza contradice el hermoso párrafo del padre de Deza sobre la violencia. Pero esto es indiferente, ya que se trata de una novela y no de una libro de ensayos. Aunque tenga bastante de esto. Gran parte del relato son observaciones que realiza Deza, que se ramifican y acaban adoptando un aspecto ensayístico, aunque suelen ser lo que llamamos ajustes de cuentas; ajustes de cuentas del autor soltados de un plumazo con sus contemporáneos, su país, los coetáneos de su padre, otros escritores, etc. Pero lo de la violencia no queda nada claro. Y más tarde, menos. Hemos dado con uno de los veneros de la obra, en lo más profundo de su razón de ser: la violencia, el Mal, quién lo practica, quién lo sufre, qué rasgos tiene, cómo puede atraparte. Volveremos sobre esto en la siguiente parte de la crítica.

El ajuste de cuentas no sólo se narra en pasado sino en presente. Hay salpicadas por la obra observaciones generalmente agudas y muy críticas con otros escritores ("cualquier ignorante publica una novela y se la ensalzan"...III, p. 77) y el panorama cultural general. Es asombroso, se queja Deza de lo mal que se escribe y lee en español. La toma con la costumbre de colocar en plural los nombres propios cuando van en plural como los García o los Ortega (que, siguiendo el barbarismo, serían "los Garcías" y "los Ortegas") y el ejemplo que pone es el de algún día habrá que hablar de "los lópeces" (II, p. 317). Es curioso, pero ya se hizo en tiempos del franquismo, cuando hubo tres ministros "López", López Bravo, López de Letona y López Rodó. Curioso, digo, porque el idioma se incorporó la forma incorrecta dándole un giro de humor.

La obra de Marías no contiene "trama" en el sentido tradicional; un acontcimiento con planteamiento, nudo y desenlace, sino que es un relato lineal , unos meses de acción real en la vida de Jacobo Deza, en un tiempo en que desempeña un trabajo nuevo y misterioso del que iremos sabiendo retazos, pero sin tener un cuadro completo (que el propio Deza tampoco tiene) y en el que está tratando de recomponer su vida luego de un divorcio de su mujer, siendo los dos padres de dos criaturas, situación que él preferiría resolver volviendo a la anterior conyugal a lo que ella se opone. El relato, no obstante su linealidad se hace más y más complejo cuanto que hay una especie de navette del presente al pasado y de éste al futuro, que puede ser este presente u otro pasado.

Del empleo sabremos pronto que se trata de una sección sin nombre en un edificio sin nombre bajo el mando del MI5 y MI6, pero no se sabe nada más. Sólo que su tarea concreta consiste en "interpretar" gente, deducir de lo que les ve hacer y escucha hablar cuál será su comportamiento mañana, su cara mañana. Describe muy bien lo que hace ya hacia el final del tercer volumen cuando concluye que: "la interpretación de personas o la traducción de vidas o la anticipación de la historia había provocado la eliminación de gente y desastres y calamidades." (III, p. 604). Toda la novela es una acumulación de interpretaciones, una especie de catedral de la hermenéutica que se basa en el hecho de que el protagonista tiene una eficacísima capacidad para "calar" a sus semejantes, saber por qué actúan como lo hacen y predecir su acción, explicarlos, neutralizarlos. Y ello con consecuencias inesperadas que convierten a la trilogía de Javier Marías en una estupenda historia de espías y detectives sin quererlo. Digo sin quererlo porque quiere otras cosas y a fe que las consigue.

Pero de eso, el resto, ya mañana, que se me hace tarde y tengo trabajo.