"Asombro del mundo", "admiración de Europa", "España se hace grande" hasta los periódicos más serios aparecen hoy dando la nota hiperbólica, como si hubieran perdido la Minerva. ¡Qué fácil es contagiarse de patriotismo, chauvinismo, nacionalismo! Como si no se tratara del capricho de una esfera rodando por el cesped sino de la razón misma de la historia cabalgando por debajo de nuestras ventanas como dicen que vio Hegel a Napoleón al regreso victorioso de Jena. Y tanto más orgullosos cuanto menos motivos tenemos para estarlo en otros campos: científico, económico, industrial, musical, cultural, financiero, tecnológico...Somos una potencia futbolística. En la memoria de los más viejos del lugar, el gol de Marcelino que dio la victoria a España frente a la Unión Soviética (que, así, perdió por segunda vez la guerra en el solar hispano) en la Eurocopa de 1964 en el Santiago Bernabéu, ante el Caudillo y como fruto de los veinticinco años de paz que se había inventado en entonces ministro de Infomación y Turismo, señor Fraga Iribarne, sí, sí, el de ahora,
Y mañana o cuando sea, prepárate Alemania que, con todo tu orgullo teutónico, morderás el polvo ante la furia española. Pues si vosotros tuvísteis a Einstein, nosotros tenemos a Villa. Modestia aparte, somos la raza cósmica que José Vasconcelos predicaba de los mexicanos.
¡Que suba el euríbor, que vamos por la Eurocopa!
La imagen es un cuadro de Vasili Vereschagin, El resplandor del fuego de Zamockvorechie durante las guerras napoleónicas (1907)