dilluns, 30 de juny del 2008

Un cuento contado por un idiota.

En el teatro del Matadero de Madrid están poniendo un nuevo montaje del Macbeth de Shakespeare en interpretación de Esteve Miralles y Carles Alfaro en la dirección. La obra trae innovaciones formales y materiales de distinto porte. En las formales, la idea de un escenario único rompe la costumbre Shakesperiana de ambientar sus escenas en múltiples lugares (el castillo de Macbeth, el palacio del Rey, el bosque de Birnan, etc) y aprovecha bastante bien las peculiaridades arquitectónicas del teatro del Matadero de Madrid. Mezcla para ello ríos, praderas, salas del castillo, puertas, etc y todo con mucha presencia de agua y casi siempre de noche siguiendo en esto el espíritu de la tragedia que transcurre en su mayor parte en horas nocturnas en las que hablan las brujas y se cometen los crímenes.

Lo que no me parece tan afortunado es el vestuario. Dentro de la moda tan extendida de actualizar el teatro clásico y llevarlo a un momento posterior quizá atemporal pero más cercano a nuestro tiempo que al suyo, los personajes llevan unos uniformes oscuros con botas y chaquetas abotonadas a un lado que parecen atavíos del Dr. No o, incluso, sacados de Star Trek. Todos llevan pistolas o revólveres y los combates se libran con armas de fuego, anacronismos que no creo añadan nada a la fuerza de la obra sino que, al contrario, le restan.

En cuanto al contenido, la versión reproduce la pieza de Shakespeare fielmente y si bien se presenta como un intento de dar mayor relieve a la figura de Lady Macbeth es dudoso que lo consiga porque ya en la tragedia como salió de la pluma del autor tiene la dama una función de primer orden desde el momento en que es la que trama el asesinato de Duncan y el modo de encubrirlo. Entiendo que el título de la obra, MacbethLady Macbeth es un intento de subrayar la importancia que se concede a la esposa del regicida. Pero también podría verse como un modo de respetar la vieja superstición según la cual pronunciar el nombre de esta tragedia de Shakespeare dentro de un teatro tiene mal fario y traerá desgracias sin cuento.

Porque ya de por sí Macbeth es Lady Macbeth; es a ella a quien el marido escribe desde el campo de batalla para contarle la profecía de las tres brujas que lo convierte en Rey; es ella quien concibe el plan de asesinar al Rey Duncan mientras duerme como huesped en su castillo y quien empuja a su marido a cometer el asesinato cuestionando su hombría y ella la que, horrorizada por la cadena de asesinatos que Macbeth se cree obligado a cometer, acaba perdiendo el juicio mientras intenta inútilmente lavar una sangre imaginaria que le mancha las manos en estado de sonambulismo. Lady Macbeth es uno de los papeles que suele figurar en el repertorio de las mejores actrices profesionales. Macbeth es la tragedia del poder por excelencia, la que expone hasta dónde están los hombres dispuestos a llegar para conseguirlo, que están dispuestos a hacer para conservarlo y qué les sucede cuando por fin lo pierden. Es una historia de ambición, traición y asesinato y el rumbo que toman las cosas cuando a los crímenes se mezclan las potencias del mal.