(Viene de la entrada de ayer, domingo).
Hay más. Los responsables de la pinza trataban de mantenerla oculta porque también era parte de una estrategia más amplia de la derecha española a la que se sumó la "verdadera" izquierda, caracterizada por una conspiración, un complot para desmontar el gobierno socialista como fuera, al coste que fuera. Por aquel tiempo publiqué un libro, La conspiración. El golpe de Estado difuso, (Ediciones B., Barcelona, 1994) del que sigo suscribiendo hasta la última palabra y que por entonces me costó una oleada de insultos de perdonavidas profesionales por ser tan ingenuo de creer en "teorías de la conspiración". (Acerca de este extremo, alguna consideración al final de la entrada).
Luego, el señor Anson, como bien se sabe, reconoció públicamente la existencia de tal conspiración, movida por aquella Asociación Española de Periodistas Independientes (AEPI) fundada ad hoc con la finalidad de acabar con Felipe González, a quien no se le podían ganar elecciones (sic) aunque para ello se tambalearan los cimientos del Estado. Eran los bravos guerreros que otros llamaban "sindicato del crimen". Me cupo entonces la satisfacción relativa de que hasta el adversario reconociera que servidor había dado en el clavo. Iba a ser mi única satisfacción ya que nadie ha reconocido que tuviera razón: los de la conspiración por razones evidentes y los que la sufrieron aunque parezca mentira, también por razones evidentes. Véase la página que Los genoveses.net dedican a relatar la conspiración, titulada Escenarios para un golpe de papel que reproduce un reportaje de La Vanguardia de 22 de febrero de 1998 en el que no se cita una sola vez mi libro, que fue el primero.
Este asunto de la conspiración me animó a emprender un estudio sobre la retórica política que verá la luz algún día de estos y en donde aparecen cuestiones que son ya muy familiares. Muchos de quienes negaban entre risas que hubiera una pinza contra el PSOE, que la había, y una conspiración, que también la había, acuñaron un concepto, el felipismo, del que no ha vuelto a saberse nada pero que por entonces tuvo mucho predicamento, precisamente como ropaje teórico de dicha conspiración. Se escribieron decenas de libros (en algunos el autor mostraba haber perdido la azotea) y a día de hoy nadie sabría explicar en que consistía aquel felipismo que no era otra cosa que el nombre con el que la derecha encubría su perpetua urgencia por recuperar y detentar el poder mientras la "verdadera" izquierda se ponía a su servicio.
Los mismos también que entonces se reían de la existencia de la conspiración, pasado un tiempo, la revivieron para uso propio y en dos de las posibles voces verbales, en activa y en pasiva: articularon una nueva conspiración más o menos entre los mismos que la anterior (políticos, jueces, periodistas, intelectuales, advenedizos, etc) para acusar al Gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero, a la policía, la judicatura en general, la Guardia Civil y a todos quienes sostuvieran que los atentados del once de marzo de 2004 fueron obra de terroristas islámicos de... conspiración.
Una última y ya anunciada observación filosófico-histórica sobre la teoría de la conspiración porque se vea cuán complejas son las cosas del ser humano. El recurso fácil a la teoría de la conspiración para tratar de zafarse de los problemas explicativos de la acción social no suele ser eficaz. Pero de ahí a negar que en la historia haya habido conspiraciones, conjuras, complots y que hayan sido determinantes en su curso media un abismo. Desde la conjura de los sacerdotes de Amon Ra contra la revolución de Akenaton en el antiguo Egipto hasta el complot de los militares felones, los curas y las derechas españolas para ahogar en sangre y fuego a la IIª República, lo que más ha habido en la historia ha sido conspiraciones. Unas triunfantes, otras fracasadas, pero todas reales y en multitud de casos, decisivas. Por supuesto, en la historia ha habido y sigue habiendo muchos otros factores y nadie que reconozca la importancia de las conspiraciones en ella osará negar este extremo. Pero si se me pregunta hoy qué creo que haya tenido más importancia para determinar el decurso de las sociedades humanas si las conspiraciones o las leyes de la historia del tipo que sean (desde la voluntad divina hasta las inexorables leyes de los modos de producción económica, pasando por los condicionamintos climáticos) responderé que las conspiraciones. E insistiré en que a veces triunfan y a veces, no. Igual que las famosas leyes, que a veces se cumplen y a veces no.
Hubo pinza, y a unos les salió bien y a otros, no.
(La imagen es una foto de Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo licencia de Creative Commons).