Continúa la reseña del número 31 de la Revista Internacional de Filosofía Política.
El siguiente trabajo de José María Zufiaur (El modelo social en la cuneta) pone de manifiesto que no hay un modelo social europeo. La evolución de la política social europea se ha hecho en tres fases: a) años sesenta y setenta, cuando se impuso la lógica del mercado; b) años ochenta y noventa, cuando lo hizo una lógica contradictoria: de un lado flexibilización y desregulación del mercado de trabajo y, de otro, un Mercado Único en 1992 que tuvo que implantar medidas complementarias en el ámbito social; c) paulatino deslizamiento del derecho social europeo hacia la gobernanza de las políticas públicas racionales (p. 110). El estancamiento actual de la Europa social obedece a varias causas: cambios en el sistema productivo, transformaciones sociológicas, como la explosión del modelo de familia, la globalización (p. 113). En la europa de los veintisiete miembros el modelo tiende a desplazarse desde el de soberanía compartida al concurrencial (p. 115). La perspectiva de futuro, dice el autor, supone: 1º) reforzar la Europa política y 2º) consensuar un nuevo plan social que detalla en la enumeración de reivindicaciones que plantea la Confederación Europea de Sindicatos) (p. 118).
Miren Etxezarreta presenta un trabajo (La evolución (perversa) de la política social de la Unión Europea) que me ha parecido especialmente claro, conciso y convincente. Su idea es que el marco de la política social europea hace que: a) se vea la política social sólo como un coste; b) se pretenda que el gasto social se convierta en un ámbito que proporcione beneficios; c) se vea la política social como un medio para disciplinar a la fuerza de trabajo (pp. 123/124). El capitalismo tiene una política social muy limitada (p. 124) que pone en peligro el modelo social europeo (p. 128) con una política social que parte de una reconsideración del "pleno empleo" que ya no significa lo que significaba (p. 131) y que, en relación con el Estado del bienestar, hace más hincapié en las posibilidades de empleo que de bienestar (p. 133) y trata de privatizar los elementos más importantes de la política social como gestión o prestación de servicios públicos (p. 134)
El trabajo de Patruno (La "lucha por la hegemonía" en la formación del derecho comunitario europeo) es, como su título avisa, una perspectiva marxista al problema de la juridificación de la Unión Europea. Sostiene que aporta una visión intermedia entre dos perspectivas que rechaza: a) la del expolio de la actividad normativa del Estado constitucional a favor de imperativos técnicos y económicos globales; b) la ampliación del algunos derechos, como la libertad al ámbito supranacional (p. 139). Justifica el empleo de la expresión "lucha por la hegemonia" de raíz gramsciana. Toma en cuenta la penosa realidad social europea y los dos modelos teóricos fundamentales de la teoría constitucional europea: a) la aproximación crítico-comunicativa y b) la aproximación neo-institucionalista (pp. 150/152). Su conclusión es que la geometría constitucional europea es incompatible con el Estado de derecho de legitimación democrática. (p. 159)
El trabajo de Yves Salese (Sobre la cuestión constitucional europea) también desde un punto de vista constitucionalista plantea el problema en ocho claves de carácter reivindicativo: 1) necesitamos una europa para responder a la mundialización; 2) no la tenemos; 3) el derecho d Europa es en lo esencial el derecho de la competencia; 4) porque las fuerzas hostiles a la Europa política son muy fuertes; 5) no hay una acumulación europea de capital; 6) el funcionamiento intergubernamental no contrarresta las fuerzas hostiles a la Europa política; 7) hay que romper con los límites en vigor: primacía del mercado e intergubernamentalismo; 8) el debate pro o contra Europa carece de sentido. De lo que se trata es de debatir sobre qué Europa (p. 166). Propone un nuevo proceso constituyente europeo (p. 175) y rechaza las objeciones que se le plantean (p. 176).
Xosé M. Núñez Seixas ( Los nacionalismos subestatales, la unificación europea y el mito de la soberanía: algunas reflexiones) es un trabajo soberbio que analiza en breves y condensados párrafos cuestiones de gran complejidad y las aclara considerablemente. No se ha producido, dice, la anunciada crisis del estado nación sometido a la teoría del "sandwich" por varias razones retardatarias que analiza (p. 181). Cuando se proponen paralelismos entre lo sucedido en la Europa central y oriental y la accidental los refuta por ser situaciones muy distintas (p. 182). Levanta constancia, sin embargo, de una expansión de las ideologías nacionalistas y ensaya un modelo explicativo base de cuatro causas que no está mal, entre las que se cuentan el argumento de la crisis del Estado nación, la aparición de multiplicidades identitarias, la mundialización, el euroescepticismo, el soberanismo (p. 190). No obstante sostiene que no existe un modelo del derecho a decidir (la autodeterminación, en definitiva) por razones muy convincentes (p. 193). Muy convincentes, sospecho, si no se acepta la idea de que el "derecho a decir" no puede estar regulado o previsto (por eso no hay modelo) porque forma parte del poder constituyente, que no depende de ningún poder constituido y el ejercicio de ese poder constituyente lo reconoce la nación de la que la otra quiere autodeterminarse o la parte que quiere autodeterminarse lo impone por la violencia. La primera vía es la reforma, la segunda la revolución. En el medio está el no hacer nada por si los problemas se resuelven por inspiración divina. Estas situaciones pueden ser más o menos apetecibles, pero el estudioso debe dar cuenta de ellas.
Por ultimo, el trabajo de Henri Pena - Ruiz (Los retos del laicismo y su futuro), ya dije en la primera parte de la reseña debía leerse como contraste al de Díaz Salazar. Eso es lo que recomienda también Jaime Pastor en su introducción. Pero como él ha de guardar la cortesía del editor, se limita a decir que se relacionen pero no dice por qué. Yo puedo decirlo: porque los dos son estudios normativos, de lo que debe ser (tanto si lo confiesan como si no) pero el de Díaz - Salazar, entiendo, se deja seducir o él mismo pretende seducir con esa cuestión de la "nueva laicidad" que no me parece otra cosa sino un intento de meter por la puerta de atrás de la sociedad laica a los curas que ésta echó por la de delante. De otro lado, el de Pena Ruiz está al servicio de lo contrario, esto es, de impedir el paso a los "nuevos" laicos que no son más que los clérigos de siempre. Su idea, bellamente expuesta es que el humanismo de la inmanencia es tan legitimo como el humanismo de la trascendencia (204). Está muy bellamente expuesto y no obstante yo al de la trascendencia no lo llamaría humanismo porque el humanismo consiste en la idea de que lo humano no es trascendente sino inmanente. Pero se entiende lo que quiere decir y lo suscribo por entero. La Iglesia, el clero, la religiosidad siguen teniendo enormes privilegios en las sociedades occidentales, incluida la laica Francia, privilegios que son irritantes desigualdades. Hemos llegado hasta aquí en lucha contra la violencia en la historia del clero (p. 207). Hay que impedir que vuelva a imponerse en la sociedad. La religión es un asunto estrictamente privado, diga lo que diga la nueva laicidad. Por eso hoy hay unos retos que es preciso asumir: 1) promover la separación jurídica completa entre los Estados y las Iglesias; 2) mostrar el papel imprescindible de la laicidad para la integración de poblaciones con diferentes orígenes culturales y religiosos; 3) hacer una crítica metódica de una terminología que es antilaica, pero que no lo parece. (p. 217) ¿A que se entiende muy bien?