Ayer fue la première en Madrid de la peli del brasileño Fernando Meirelles A ciegas, sobre la novela de Saramago Ensayo sobre la ceguera. Se hizo en el cine Capitol y contó con la asistencia del director y del productor, aunque no con la del propio Saramago que estaba anunciada pero no pudo ser a causa de un inoportuno resfriado. Conseguimos la entrada gracias a mi cuñada, Mabel Redondo, si no hubiéramos tenido que esperar a su estreno oficial el próximo 13 de marzo.
Tenía interés en ver qué tal da Saramago en el cine pero me quedé con las ganas porque, aunque he leído bastantes novelas del autor portugués, me falta ésta. No obstante puedo hacerme una idea porque el argumento es típico de Saramago: qué sucede en la vida normal cuando se da un factor insólito que todo lo altera. En este caso, una epidemia de ceguera que acaba afectando a toda la población de una ciudad sin especificar pero de hoy, probablemente una de Brasil. El acontecimiento es como una metáfora hobbesiana: falla uno de los elementos sobre los que descansa este tenue orden social que hemos tejido y la sociedad retorna al estado de naturaleza, a la guerra de todos contra todos, a la ley del más fuerte.
El otro aspecto que es absolutamente peculiar de Saramago, su inimitable forma de narrar, mezclando perspectivas y relato con diálogos (y es fama que en esta novela los personajes no se identifican por sus nombres) es de imposible trasposición cinematográfica. De haberlo intentado el director hubiera introducido aun mayor confusión de la que ya hay en una historia en la que parte de ella sucede en negro o en un blanco cegador (es el síntoma de los aquejados por la ceguera: sólo ven un resplandor lechoso) o entre formas y figuras confusamente entrevistas. La historia descansa sobre el único personaje que no pierde la visión, la mujer de un médico oftalmólogo que sí queda ciego, pero que simula perder la vista para poder auxiliar a su marido y, más tarde, a una serie de compañeros de infortunio todos ellos encerrados en cuarentena por las autoridades en un antiguo manicomio abandonado. Prácticamente toda la película transcurre en este recinto, en el que un puñado de ciegos, dirigidos por uno de verdad (un "profesional" diríamos) se hace con el poder y tiraniza a los demás y los hace objeto de todo tipo de sevicias hasta que la situación se resuelve de una forma bastante horrible. Sale entonces el grupo a la gran ciudad, en donde reina un caos muy al estilo de las películas de Mad Max.
La metáfora hobbesiana está modulada por el recurso a la familia: la esposa que no abandona al marido en el infortunio y, luego, el pequeño grupo humano que sobrevive defendiéndose frente al exterior a través de la solidaridad. Cuando el orden social se hunde, sobrevive su célula esencial que es la familia. No sé si eso puede despacharse, como he visto por ahí, hablando del "pesimismo de Saramago". Hay, ciertamente, una fuerte crítica a bastantes hipocresías sociales y una cruda exposición de muchas miserias, cobardías y suciedades humanas en situaciones límite pero, en último término, la lección es la del valor del sacrificio y el amor conyugal, capaz de sobrevivir a sus más fuertes peligros: la violación y el adulterio. Por no enjuiciar el hecho, altamente simbólico, de que, atravesando una ciudad en la que los habitantes ciegos caminan sin rumbo, en la que reina el pillaje y podemos contemplar escenas espantosas, el pequeño grupo dirigido por la mujer vidente, se refugia en el hogar de la pareja en donde hacen honor a los alimentos saqueados en un supermercado con una cena perfectamentamente convencional, tanto que uno de los personajes ciegos que en la vida anterior era un pordiosero tuerto confiesa ser feliz.
A partir de cierto momento la peli se me hizo lenta y monótona. Imagino que el encanto de la novela está en el estilo literario inimitable de Saramago y en sus frecuentes digresiones de todo tipo que, como decía más arriba, deben de ser imposibles de traducir al lenguaje cinematográfico.