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dilluns, 6 d’agost del 2012

La falta de clase de la clase política.

El barómetro del CIS del mes de julio, como se esperaba, confirma los datos del de Metroscopia publicado hace unos días en El País. El estado de la clase política española es comatoso. Y peor que se pondrá. Presenta un gobierno sin apoyo popular. Su nota media en valoración ciudadana es de 3,09. El ministro peor valorado, es José Ignacio Wert, con 2,49, lo que tiene que ser mortificante para alguien imbuido de tanta petulancia como arrogancia. El propio presidente, con un raquítico 3,3, es el octavo de su gobierno, inferior a la nota de su vicepresidenta. En esto, al menos, Rubalcaba gana a Rajoy por cinco décimas (3,80), pero queda por debajo de Rosa Díez que es la política mejor valorada por la ciudadanía. Este hecho, en sí mismo, a juicio Palinuro, prueba que tampoco la ciudadanía merecemos una nota de aprobado.
Si vamos a la confianza que los dirigentes inspiran, el panorama es espeluznante. Rajoy inspira poca o ninguna confianza al 77,9% de los ciudadanos y Rubalcaba al 83,5%. Es decir, en román paladino: estamos gobernados por un baranda del que no se fían más de tres cuartas partes de los ciudadanos y contamos con una alternativa de la que aun se fían menos personas, en concreto, menos de una quinta parte.
La clase política es un desastre y así se refleja en el barómetro pues sigue apareciendo como la tercera preocupación de la gente, por detrás del paro y de los problemas económicos. Pero este último barómetro trae una novedad importante. Cuando la perspectiva de la pregunta varía (al preguntarse al entrevistado cuál es el problema que a él (ella) afecta más personalmente), el de la clase política empieza a ceder frente a otros que están subiendo. Adivinen cuáles: la educación, la sanidad y las jubilaciones. Es decir, el problema de la clase política empieza a perder en importancia pero solo porque la ganan las catástrofes que ella misma provoca.
El barómetro se hizo antes del viernes en el que Rajoy anunció los nuevos recortes y mermas. Es decir, en el siguiente, la clase política como problema habrá pasado probablemente a un 5º o 6º lugar, por debajo de la sanidad, la educación y las pensiones, que son los terrenos en los que los ciudadanos son saqueados por el gobierno y en donde se advierte la emergencia nacional.
En consecuencia con lo anterior, las intenciones de voto a día de hoy indican que los dos partidos dinásticos la tienen más baja que de ordinario. El PP ha perdido unos ocho puntos desde el 20N y el PSOE apenas ha ganado unas décimas. La abstención se dispara y el voto a segundas opciones, como IU y UPyD sube mucho, sobre todo la primera. Pero el panorama que el barómetro dibuja es que la opinión pública es pesimista, que prevé un futuro a corto/medio plazo igual o peor, que el partido en el gobierno se dedica en realidad al desgobierno y a atracar a la población con la excusa de una crisis que en gran medida ha provocado él mismo por su ineptitud (caso Bankia) mientras que el país carece de una oposición viable pues la gente la mira con más desconfianza que al mismo gobierno.
No es admisible que trimestre tras trimestre, sondeo y barómetro tras sondeo y barómetro que certifican el hundimiento del PSOE este siga sin reaccionar y mantenga la apuesta por una dirección que los votantes evidentemente no aceptan. Rubalcaba perdió estrepitosamente las elecciones del 20N. Y desde entonces, cada vez que hay un sondeo o barómetro, vuelve a perderlas con márgenes cada vez mayores. 
¿Tiene sentido perseverar en el error?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).


diumenge, 8 de juliol del 2012

PSOE: amig@s, esto es lo que hay.

En la izquierda somos críticos, discutidores, inconformistas, indisciplinados, rebeldes, poco dados al halago, la sumisión y el "muy bueno lo tuyo, jefe". O debiéramos serlo porque es lo que predicamos. En teoría no soportamos a los pelotas, tiralevitas, aduladores, arribistas, trepas, paniaguados, prebendados y clientes de ningún tipo. En teoría. En la práctica convivimos con ellos y hacemos la vista gorda cuando, como es el caso en este momento, la dirección carece de rumbo, norte e ideas, no se manifiesta ni marca camino en una situación difícil, sino que se oculta detrás de declaraciones ambiguas, pierde la iniciativa, tolera que otros la ejerzan y encaja resignadamente un paulatino declive que permite otear un futuro no lejano de irrelevancia política. Que la querella contra Bankia la haya presentado UPyD y no el PSOE induce a todo tipo de cábalas: ¿tan absoluto es el marasmo que el partido no sirve ni para defender los intereses de la ciudadanía en los juzgados? ¿Tan pringada está la dirección en el expolio de Bankia y demás corruptelas de la derecha que no se atreve a ejercitar un derecho?
El gráfico de la ilustración es una alarma roja de situación límite. Nos gustará más o menos pero las siguientes conclusiones son ya hechos:
1ª) a siete meses de comienzo de una gestión desastrosa, el PP ha frenado su caída y está a 14 puntos de ventaja del PSOE;
2ª) el PSOE pierde 5,6 puntos con relación a su resultado del 20-N que ya fue el peor de su historia y no muestra signos de recuperación;
3ª) aunque el gráfico no lo muestre porque está dentro del universo mental bipartidista, las terceras opciones nacionales, IU y UPyD crecen. En concreto, IU prácticamente duplica sus votos con respecto al 20-N y abre una perspectiva de "sorpasso" a la griega.
De no estar el PSOE ya por entero en manos de prebendados y burócratas complacientes, alguien debería señalar que hay que afrontar una situación en que la gente sigue dando la espalda a la socialdemocracia y precisamente en el momento en que, a causa de la crisis, el único indicador que sube en la escala de autoubicación ideológica es el de la izquierda. Porque estos pésimos resultados no se deben a una conjura exterior ni a la manipulación de los medios (que, por supuesto, es abrumadora y peor que será cuando el comisario político Somoano imparta las directrices ideológicas), ni a una conjunción astral sino que, obviamente, son atribuibles a la falta de decisión, definición y claridad de una dirección cuya labor opositora es borrosa, inconcreta, medio pactista y seguidista. 
Sin embargo, parece que el espíritu conformista, la resignación ante lo inevitable, la falta de valor de muchos que temen que, si formulan sus dudas u objeciones, las guardia pretoriana del secretario general los fulmine in continenti, hace que nadie se atreva a levantar la voz... excepción hecha, según se ve, de Tomás Gómez, sola voz crítica del partido al norte del Guadalquivir y a quien la manga de paniaguados que rodea a la dirección actual ya ha intentado laminar en varias ocasiones. 
Uno estará de acuerdo con el estilo de Gómez o no, pero es el único que se atreve a decir lo que muchos piensan: que hay que reflexionar sobre lo que está sucediendo antes de que sea demasiado tarde. Con todos los respetos a las ambiciones de Rubalcaba y su brillante hoja de servicios, quizá no sea el hombre adecuado para dirigir el partido. Al menos es lo que parecen pensar los votantes. Empeñarse en lo contrario a tres años y medio vista de las elecciones puede ser un suicidio colectivo. 
Sin duda, el equipo actual, que probablemente ve la situación con claridad, trata de reaccionar y acicatea al secretario general para que se haga visible de vez en cuando y sin duda también, las últimas iniciativas de llevar la reforma antilaboral de Rajoy al Tribunal Constitucional o de insistir en la dimisión de esa impresentable especialista en juego sucio, Fátima Báñez, son decisiones correctas, en la buena dirección de que el electorado visibilice algo la oposición del PSOE. Pero llegan tarde. En siete meses de desconcierto se ha instalado el desánimo y el pesimismo tanto en el electorado como en la militancia. 
Pero uno y otra -somos la izquierda, ¿no?- no podemos dejarnos acallar por los intereses creados de la facción que arropa a un secretario general y presunto candidato a la presidencia del gobierno que, obviamente, da tan poco la talla como el mismo presidente del gobierno actual para su cometido.
No deja de ser un sarcasmo que, a siete meses de las elecciones generales, el país carezca de gobierno y de oposición al mismo tiempo.

diumenge, 15 d’abril del 2012

La tierra tiembla

El sondeo de Metroscopia que publica hoy El País está provocando reacciones espontáneas, temperamentales, muy propias de la raza y que merece la pena comentar. Por supuesto, sin echar en olvido que Metroscopia fue la empresa que más patinó en los pronósticos del pasado 25-M, a favor del PP y en contra del PSOE. Esto no quiere decir que su yerro fuera políticamente intencionado, pero sí puede ser un factor que explique este otro sondeo, tan cargado de lecciones: armar mucho lío para dejar en segundo plano el triste fiasco anterior. Porque si este sondeo apunta realmente una tendencia, se avecinan cambios importantes en el sistema español de partidos; cambios de los que ya se hacen heraldos algunos políticos con más ilusiones que experiencia.

Empezando el análisis de menor a mayor, el 5,9% de voto para UPyD, si bien no es su máximo (que estaba en 6,3% en febrero), sí muestra una consolidación de expectativas para una opción que es poco más que el plan personal de supervivencia política de Rosa Díez, decidida a consagrarse como política bisagra profesional, entre los intersticios de un sistema en el que, según en qué lugares, caben apaños, enjuagues, triquiñuelas que den posibilidades a un partido sin más carga programática que colocar gente. La diferencia de trato entre Asturias (en donde UPyD es decisiva) y Andalucía (en donde no pinta nada) me ahorra posterior comentario.

El sondeo de Metroscopia prevé subida consistente de IU, que escala al 11,6% del voto, la mitad de lo que se anuncia para el PSOE. Solo este dato ha puesto a todos los aedas del partido comunista y los habituales aliados a entonar elel gori gori de la venerable socialdemocracia, vieja y nada respetable cantinela comunista que arranca de cuando esta tendencia se formó allá en los años veinte del siglo XX, dando por difunto el socialismo democrático. El joven diputado de IU y miembro de las Juventudes Comunistas de España, Alberto Garzón, da diez años de vida a la socialdemocracia española. Ahí es nada para alguien que prácticamente acaba de aparecer en la escena política española. Dentro de diez años, veremos cómo está el PSOE, IU y el propio Garzón. Mi vaticinio es que, en diez años más la socialdemocracia será una opción consistente de gobierno, IU habrá desaparecido y ya veremos en dónde está el segundo Garzón. No me baso en los datos de hoy de Metroscopia sino en la experiencia de casi 100 años de historia en la que los partidos comunistas aprovechan siempre la mínima para enterrar a su gran adversaria, la socialdemocracia, y la socialdemocracia resucita siempre, gana elecciones, forma gobiernos en todas partes, mientras que los comunistas jamás han ganado elecciones democráticas en ningún lugar del mundo de los miles que se han celebrado en los últimos cien años (excepción hecha de algún caso poco relevante, como el Nepal y algún otro) y en muchos países nada desdeñables (EEUU, Inglaterra, Australia, Canadá, etc) carece de toda relevancia y no existe como opción política no estrictamente desdeñable. Una situación de marasmo absoluto que parece poco sólida para ponerse a entonar la desaparición de la socialdemocracia.

Lo anterior no quiere decir que el PSOE pueda tomarse a la ligera el sondeo de Metroscopia. Al contrario: vaticina momentos malos por venir y es una especie de diagnóstico que la socialdemocracia debe estudiar sin prejuicios, sin sesgos personalistas, sin dobleces ni pago a intereses creados. Dicho en otros términos: si con un descenso de ocho puntos porcentuales en la intención de voto del PP, el PSOE no solo no aumenta la suya sino que sigue bajando, la conclusión obvia es que su oposición a la derecha está mal planteada. En mi opinión está peor que mal planteada: no existe. El PSOE se hundió el 20-N y no ha salido del agujero. El resultado de las elecciones andaluzas no sirve para rescatar el partido nacional porque es específicamente andaluz y resultado del empeño de Griñán de separarlo de la suerte del PSOE nacional. No ha sido capaz de salir del agujero a pesar de que no tiene otro remedio que hacerlo, porque su dirección nacional no da la medida para ello. Rubalcaba formaba parte del gobierno que perdió las elecciones municipales y autonómicas de 22 de mayo de 2011 y, a su vez, perdió personal y clamorosamente las del 20-N del mismo año, sin poder apuntarse el triunfo andaluz que no es suyo. Ganó, sí, las primarias a la secretaría general del PSOE frente a Carme Chacón, pero esas elecciones carecen de relevancia en el ámbito no estrictamente partidario y, por lo general, más se ganan complotando e intrigando en las covachuelas que en limpio debate ideológico. No quiero decir con esto que el triunfo de Rubalcaba frente a Chacón fuera inmerecido. Probablemente Chacón fuera peor que el exministro del Interior. Lo que quiero decir es que no cabe confundir una victoria interna con un vaticinio de éxito en el exterior.

Al contrario, los datos, aunque sean los de Metroscopia, cantan: este PSOE no es enemigo para el PP, carece de crédito, de empuje, de ideas, de resolución, está en un momento especialmente bajo y el empeño de la dirección en mantener ¡durante cuatro años! una oferta ideológica inexistente y personal sumamente adocenada solo permite barruntar una derrota aun más desastrosa en 2016. ¿No ha llegado el momento de que, reconociendo la situación, el mando del socialismo abra un proceso de reflexión, fomente un giro político programático de envergadura, no se empecine en conservar sus cargos y permita un relevo en la dirección del partido?

Nos guste o no nos guste (y no nos gusta porque siempre estamos hablando de cosas que consideramos de mayor trascendencia, de teorías y doctrinas) el gran problema de la izquierda, de toda la izquierda, desde el PSOE hasta el grupúsculo más vociferante, es su desmesurado personalismo que frecuentemente raya en el narcisismo. Todos quieren ser jefes, imponer sus ideas y que los demás se plieguen a ellas, aunque lo hagan tañendo dulces sones sobre el "pluralismo", el diálogo, etc. En el caso de la actual dirección del PSOE solo el personalismo, incluso el culto a la personalidad, explica el empeño en supeditar el destino del socialismo democrático a la ambición de su secretario general de postularse para un cargo, el de presidente del gobierno, para el que el electorado no lo considera idóneo. La larga y meritoria carrera política de Rubalcaba como segundo de Felipe y Zapatero, puede acabar en un desastre lamentable si no tiene (o su interesada corte de apoyos no le deja tener) la inteligencia de darse cuenta de que será el hombre equivocado para el momento menos apropiado.

Por último, el resultado del PP muestra que la gente, los españoles, acabamos reaccionando racionalmente. Lo hacemos tarde y a regañadientes, pero lo hacemos. ¿Cómo podía mantener su desmesurada intención de voto un partido como el PP, literalmente minado por la corrupción, instalado en el boicot institucional y la demagogia, heredero evidente del franquismo, sin programa ni capacidad intelectual para articular uno, con un liderazgo titubeante y ofuscado por el único objetivo de situar en La Moncloa a alguien claramente incompetente para el cargo? Solo porque la aternativa, la continuación del PSOE todavía era peor. Pasado este peligro, el electorado enjuicia fríamente la situación y el PP pierde ocho puntos, Rajoy suspende en popularidad y la cantidad de gente que no lo considera apto para el cargo es pavorosamente alta. La calificación de sus ministros, a tono con la idea general sobre el gobierno: cuanto más hablan (Gallardón, Wert, Mato) , más rechazo suscitan. Y no es preciso ser especialmente agudo para darse cuenta de que ese rechazo descansa en la clara conciencia de que estas personas están tan pagadas de sí mismas, son tan soberbias e ignaras, que no se percatan de la diferencia abismal entre sus escalas de valores y las de la sociedad en que viven. Son sobre todo sus rancias convicciones religiosas las que no les dejan entender la realidad y las llevan a posiciones tan ridículas como hoscas.

El batacazo del gobierno a sus cien días revela la conciencia general de que se valió de los peores ardides y los más sucios trucos para alcanzar el poder, pero que carecía de un programa alternativo que no fuera defender a ultranza los intereses de sus allegados, empresarios, curas, banqueros, incluso los delictivos. La reforma laboral que viene a reintroducir una forma de esclavitud salarial, el aumento de los impuestos, los salvajes recortes a los sectores más perjudicados de la sociedad, la amnistía fiscal a los ladrones ricos, la tolerancia ante la corrupción y el fraude, en especial el que, en el fondo, perpetra la iglesia católica bajo la forma de privilegios legales son tan escandalosos, tan insultantes, revelan tanto desprecio por la gente, los electores, los ciudadanos que el personal reacciona en consecuencia mostrando su repulsión. Y lo hace de modo muy civilizado, mucho más de lo que prueban ser los políticos del PP. De los que hablan, porque la actitud de acobardamiento y ocultación que muestra Rajoy, quien no comparece jamás ante la opinión pública sino ante auditorios cautivos (periodistas que no pueden preguntar, miembros aplaudientes de su partido) ya suscita la rechifla de la colectividad.

El rechazo que provoca la actitud despótica, clientelar e injusta del gobierno se convierte en desprecio cuando se lo enjuicia sobre el trasfondo de la crisis europea. La huera retórica de Rajoy de la "gran nación" choca de bruces con la posición servil que el país tiene en la Unión, postrado ante Alemania o Francia a quien ni se atreve a llamar la atención cuando Sarkozy se permite desprecios napoleónicos con el petit espagnol. La postración española trae a la memoria colectiva la imagen tradicional del país: mucha alharaca exterior, mucha altanería, mucha bravuconada y miseria y hambre en el interior. Los datos de Metroscopia revelan que la gente ve con lucidez el verdadero estado del país de la mano de la derecha nacionalcatólica: sin margen, sin autonomía, sin saber si podrá seguir llamándos "país" a partir de mañana, lunes.

Nadie puede felicitarse del cuadro que dibuja el sondeo comentado. Revela un fracaso general de los políticos españoles sin excepción (si habláramos de los nacionalistas catalanes y vascos lloraríamos) y debiera ser una llamada de atención para que los estamentos pensantes españoles aportaran soluciones que no estuvieran vinculadas a los intereses a corto plazo de personajes que no tienen nada que proponer salvo perpetuarse en los cargos: Rajoy, Cospedal, Rubalcaba, Cayo Lara o Rosa Díez. Los políticos que no solo no son solución sino que son el problema.

dilluns, 14 de novembre del 2011

Una semana.

Todos los sondeos dicen lo mismo y todos los analistas también. Y las tertulias, los inefables mercados, las empresas, los medios, la banca, el proceloso extranjero. Victoria arrolladora del PP y derrota humillante del PSOE. Diferencias que van de 14 a casi 18 puntos porcentuales a favor de la derecha. Una hecatombe de la izquierda.

Quiere la sabiduría convencional que el electorado sea sabio. Es la voz del pueblo que se expresa sin apelacion política posible. Esa sabiduría se basará, es de suponer, en un juicio sobre los hechos, en una interpretación de estos, en un "relato" o historia que tiene que ser bastante terrible para justificar lo que se vaticina como un voto de castigo, como un rechazo frontal al PSOE.

En efecto hay un relato, una historia dominante con una fuerza demoledora en su simplicidad: vivimos en una crisis que el gobierno ha provocado o, cuando menos, no ha sabido gestionar. Su cara más visible son los cinco millones de parados. El culpable es Zapatero y quienes con él han estado. Es como una bomba que ofusca. Frente a ese relato, la primera legislatura de Zapatero (modelo para la izquierda europea) no cuenta. El fin de ETA, tampoco. A contrario, tampoco cuenta en detrimento del partido alternativo la corrupción de la Gürtel. Es un relato-apisonadora.

Sin embargo, la realidad narra otra historia, si bien más complicada de explicar. Grecia, Irlanda y Portugal están intervenidos; España no, aunque no será por falta de deseos de Aznar. Es más, se encuentra mejor que Italia que sólo ha evitado la intervención mediante una dimisión del primer ministro. En Italia, tercera economía de la zona euro, los mercados toman las decisiones políticas más claramente que en España. Es decir, dadas las circunstancias, de momento España no ha salido mal librada. Y ello porque el gobierno, al contrario de lo que dice el relato dominante, ha gestionado bien la crisis.

Lo que sucede es que la ha gestionado con medidas neoliberales, lo que complica las cosas a la hora de explicarlas a su electorado socialdemócrata. En realidad, no ha sabido hacerlo. Como esas medidas son las que propugna la derecha, ésta no las cuestionó de raíz sino por ser torpes o insuficientes. La izquierda, sin embargo, sí ha visto una ocasión de oro de arrinconar al PSOE en la poco airosa posición de escudero neoliberal y predicar la necesidad de la vuelta a las políticas socialdemócratas. Es decir la ocasión de apartar a un PSOE en horas bajas enarbolando la bandera del Estado del bienestar que éste, desfalleciente o acobardado, no supo defender. Eso también forma parte del relato.

En ambos casos la derecha y la izquierda transformadora hacen muy bien, favorecen sus intereses. El adversario común es el PSOE porque está en el gobierno. Y a las elecciones se va a ganarlas, aunque las probabilidades no sean equiparables. Ninguna ha malgastado tiempo y recursos en ir contra la otra. Todo el fuego se ha concentrado sobre el PSOE y eso es, también, lo que ha hecho hegemónico el relato. Pero que sea hegemónico no quiere decir que sea justo.

¿Y el PSOE? ¿Cómo va abordando la campaña? Medio bien y medio mal. Está bien sacar a Felipe del brazo de Rubalcaba porque aquel sigue teniendo mucho tirón (aunque va disminuyendo) y su figura se asocia con el socialismo triunfante. Creo, sin embargo, que está mal que no saquen a Zapatero, lo que demuestra que los socialistas han interiorizado el relato que debieran combatir: Zapatero, culpable. Eso es lo más injusto del relato. Hay, por lo menos, tres razones para que Zapatero participe en la campaña: a) porque debe despedirse de los suyos con la cabeza alta; b) porque es el secretario general del partido que presenta el candidato; c) porque debe tener una ocasión de explicar su política y reivindicar sus resultados, incluso a la sombra de los cinco millones de parados, que no serían menos si España estuviera intervenida.

Igualmente está bien que el candidato haga propuestas concretas y las explique. Especialísimamente bien que esté haciendo doble campaña, real y virtual. Eso de estar accesible en twitter y en las redes sociales es un acierto. Casi tanto como el dar a conocer que el candidato habla inglés, francés y alemán turístico. Está igualmente bien que no se amilane y triplique sus esfuerzos en denodada lid por la victoria. En verdad lo primero que se requiere para ganar es querer ganar. Pero está mal que no se rentabilicen los logros del pasado. La memoria es una facultad con tendencia a dormirse y hay que despertarla.

Está bien que el candidato reconozca errores, como ese de no haber pinchado antes la burbuja inmobiliaria u otros menores. Pero está mal no explicar los aciertos, el mayor de los cuales es que, mirando alrededor, en donde la crisis se ha llevado por delante prácticamente cuatro países, España sigue en donde estaba. Está claro que eso ha sido obra del gobierno de Zapatero y Rubalcaba. Pues explíquese.

(La imagen es una foto de brooklyntheborough, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 5 de novembre del 2011

O no.

Todos los sondeos son apabullantes. A día de hoy dan por seguro el hundimiento de la izquierda y una victoria rotunda, sin precedentes, de la derecha. Cunde el derrotismo y la resignación en las filas socialistas, mientras en el PP reina una eufórica seguridad en el triunfo.

Nada habría que objetar a estas predicciones si hubieran surgido de un juego democrático limpio, civilizado y respetuoso con las instituciones y los participantes. La esencia de la democracia es la regla de la mayoría y la mayoría puede ser cambiante, lo que da lugar a la alternancia en el poder después de un período de debate en el que haya quedado claro que la oposición se ha ganado el apoyo de la mayoría y el gobierno lo ha perdido.

Pero no ha sido así. La oposición de la derecha en las dos últimas legislaturas ha sido un aluvión estridente, continuo, generalizado, de descalificaciones, insultos e infundios. Después de los cuatro primeros años de las patrañas sobre los atentados del 11-M, han venido sucesivas campañas de insidias, calumnias, acusaciones falsas. Grandes escándalos jaleados desde los medios e instrumentalizados por el grupo parlamentario, que se han mantenido vivos cuanto se ha podido con el fin de desprestigiar al gobierno aun sabiendo que no respondían a hechos ciertos. Acusaciones como la de los EREs en Andalucía, las supuestas prevaricaciones de Chaves, el presunto enriquecimiento ilícito de Bono, las increibles fábulas del caso Faisán son luego desactivadas por los tribunales pero, entre tanto, cumplen su función de erosionar y, cuando se descubre que son falsas, nadie reconoce haber actuado de modo injusto. Probablemente lo mismo sucederá en lo referente a José Blanco pero, mientras así es, el supuesto caso permite bambardear al PSOE con todo tipo de acusaciones.

La ventaja de estas prácticas de escandalosos linchamientos es que no permiten que se hable de otros asuntos, como el caso Gürtel que sí tiene peso procesal y apunta a una red generalizada de corrupción y delito que afecta de lleno al PP. El ámbito mediático, la esfera pública, la opinión publicada es atronadoramente contraria al gobierno, mediante estos procedimientos sensacionalistas. Éste, el gobierno y el partido que lo respalda, carecen de apoyos mediáticos. Ninguno de los medios privados tiene una relación tan estrecha con el PSOE como la que tienen los de la derecha con el PP. En cuanto a los públicos cualquier persona imparcial que compare RTVE con Telemadrid sabe que la diferencia es abismal.

Tiene razón Rubalcaba cuando dice que la izquierda sólo cuenta con los votos puesto que no tiene medios de comunicación ni capital. Lo de los medios es evidente. Lo del capital también, pero hay que mencionarlo. Si Rajoy gana las elecciones, su lucha contra el paro sin duda se verá beneficiada por una actitud colaboradora de los empresarios que estos han negado al PSOE, convirtiéndola en hostilidad. Es posible que el PSOE merezca perder las elecciones -habría que demostrarlo relacionándolo con la(s) alternativa(s)- pero, desde luego, el PP no merece ganarlas ya que su buena perspectiva no nace de haber demostrado las insuficiencias del PSOE sino de haber acumulado dicterios sobre su gobierno. Por lo demás los mismos ciudadanos que hablan de votar en masa al PP tienen en mejor concepto a Rubalcaba que a Rajoy.

Además de la derecha, el candidato socialista se encuentra a una izquierda convencida de que ha llegado el momento del sorpasso. Espera ésta un batacazo del PSOE similar al de la UCD en 1982 y ayuda a ello pidiendo que no se le vote, ya que es igual que el PP. Ve así el momento de salir del marasmo de casi 35 años de irrelevancia parlamentaria en los cuales no ha hecho nada por transformar la realidad a pesar de designarse a sí misma como izquierda transformadora. Realidad que el PSOE sí ha transformado y hasta radicalmente, como suele decir Aznar. Ciertamente las posibilidades de esta izquierda de ser contrapeso parlamentario real al PP son inexistentes pero eso no es decisivo ya que de lo que se trata es de que el PSOE no gobierne, con lo que lo hará el PP que, al fin y al cabo, es igual que él. Pero ¿lo es en realidad?

A pesar de las ambigüedades programáticas de la derecha, de los silencios y escapatorias de su candidato, tomando noticia de lo que dice y hace allí en donde aquella gobierna, no es exagerado decir que una victoria del PP significará no sólo el desmantelamiento del Estado del bienestar sino también una involución en todos los frentes: se suprimirán derechos como el aborto, el matrimonio de los homosexuales, la igualdad, la ayuda a la dependencia o el de no recibir adoctrinamiento religioso en la escuela. Un retorno del nacionalcatolicismo que los obispos dan por seguro. Francamente, no veo a los cristianos de base, los demócratas, votando este programa.

En cuanto a los servicios públicos, la política será la privatización a mansalva en todos los órdenes, por supuesto la educación y la sanidad los primeros. Dice el candidato que no los tocará, pero es que apenas son de su incumbencia, ya que se trata de competencias de las Comunidades Autónomas. La privatización afectará a todo servicio público que presente el mínimo atisbo de ser un negocio a expensas de los derechos de los ciudadanos: las radiotelevisiones públicas, la justicia, la defensa, prácticamente todo gasto público que pueda convertirse en ingreso privado. Tampoco entiendo que las clases medias vayan a apoyar estas previsones.

Los destrozos mayores esperan en lo ecónomico y laboral: reducción de salarios, disminución de impuestos al capital y a los empresarios, reforma laboral orientada al despido gratuito y sustitución de los convenios colectivos por acuerdos de empresa. Tampoco veo a los trabajadores votando a favor de condiciones laborales que, pactadas en un tiempo de cinco millones de parados, pueden frisar en la esclavitud.

Por todo lo cual supongo que el PP hará bien en no creer que el triunfo esté asegurado y el PSOE en no darse por vencido sea cual sea la diferencia en intención de voto. Porque una cosa es la intención y otra el voto.

dijous, 7 de juliol del 2011

Crónica de la revolución indignada (XVIII).


Lo que piensa el pueblo.


Muy oportuno el último barómetro del CIS, correspondiente al mes de junio. Tiene mucha miga. Por cierto, hay que felicitar a la casa por tener la flexibilidad y sensibilidad precisas para preguntar por el 15-M que no es otra cosa que un movimiento puesto en marcha por un estado de opinión, al fin y al cabo el material con el que trabaja el CIS: la opinión. Podían haberlo omitido pretextando que es muy reciente, muy impreciso o que puede ser efímero. Pero no lo han hecho y han levantado acta de lo que la gente piensa de él, lo que es muy útil.

Algo más de la mitad de la población dice haber seguido el 15-M con mucho o bastante interés y un cuarto con poco interés. El otro cuarto no ha tenido ninguno. Entre los interesados el 70 por ciento tiene una impresión positiva del movimiento y sólo el 12 por ciento la tiene negativa. Esto coincide con lo que es perceptible en la calle: la gente simpatiza con el 15-M y, cuando se le ha pedido que muestre esa simpatía, lo ha hecho masivamente, como en la manifa del 19-J. Además, cerca del 40 por ciento cree que el movimiento perdurará y otro 20 por ciento piensa que desaparecerá pero volverá a surgir.

En definitiva, el 15-M tiene un grado alto de apoyo social, lo que significa que tendrá que acometer la tarea de su progresiva institucionalización. Ya sé que esto fastidia mucho a quienes confían en las virtudes de la espontaneidad y desconfían de toda forma de organización, especialmente de los partidos. Pero no se me ocurre de qué forma puede ser eficaz el 15-M si no es organizándose. (Por cierto, ya ha quedado claro que el 15-M se desvincula clara y oficialmente del partido MAC2012). Cabe pensar que pueda serlo sin organización, a base acción política asamblearia, por ejemplo. Pero, mientras las asambleas no estén provistas de poder legislativo, que no parece vaya a ser el caso, las decisiones habrá de tomarlas el Parlamento. Si éste toma en consideración las propuestas asamblearias de los indignados actuará como cuando toma en consideración otro tipo de propuestas de otros ámbitos y todos ellos lo harán como "grupos de presión". O se es partido o se es grupo de presión. A veces se es ambas cosas como suele suceder con la Iglesia.

Lo fundamental del 15-M, se dijo más arriba, es que es un estado de opinión. Y el examen del barómetro del CIS ilustra mucho acerca de qué caldo de cultivo ha tenido. La pregunta por el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia en España es reveladora. Hay un 40 por ciento en la gama de los insatisfechos y un 32,8 en la de los satisfechos mientras que el resto, un 23,9 por ciento es ni fu ni fa. Es decir, en España hay una mayoría de desafectos a la democracia, lo cual explica la exigencia y el título de uno de los componentes del 15-M, Democracia Real Ya (DRY).

Muchos dicen que eso se nota en el hecho de que los políticos se hayan convertido en el tercer tema de preocupación de los ciudadanos, por detrás del paro y los problemas de índole económica, pero no estoy muy seguro, primero porque la magnitud es muy baja comparada con la del paro más los problemas de índole económica y segundo porque sospecho que ese índice de preocupación por los políticos y los partidos está habitualmente en ese orden. Por lo demás, puestos a examinar, cabría decir algo acerca de ese magro 0,7 por ciento que cosecha el terrorismo y ETA; algo bueno obviamente. ETA ya no es una preocupación para los españoles, como no lo es el estatuto de Cataluña, el terrorismo internacional, o el funcionamiento de los servicios públicos.

La desafección democrática tampoco se basa en la percepción de la corrupción que se queda en un mísero 2,2 por ciento de respuesta espontánea. Resulta claro, a mi entender, que esa desafección viene producida por la crisis económica y se agudizará si ésta se agrava. Por eso es tan importante que el movimiento político suscitado por la crisis sea, a su vez, profundamente democrático y no violento. La crítica a la democracia se hace en nombre de la misma democracia, no de alguna de sus alternativas, aunque a la derecha le faltó tiempo al comienzo para calificar de totalitario el movimiento y, en un alarde de imaginación, compararlo con Hitler, Mussolini y Franco.

Aquí se abre una observación que tiene su interés: el 15-M nace en un clima de desafección con la democracia pero, a su vez, su misma existencia contribuye a esa desafección, al darle forma teórica. Un discurso que sostiene que los medios de comunicación manipulan, los partidos son nidos de corruptos, los diputados no nos representan, el gobierno obedece a los mercados y los jueces no cumplen con su deber genera necesariamente desafección democrática. La cuestión ahora es arbitrar un mecanismo de reforma que acabe convirtiendo a los desafectos en afectos. Algunos indignados proponen abrir un proceso constituyente, lo que no está mal, pero no parece pueda conseguirse a base de asambleas de barrio, salvo que éstas paralicen el país. Pero entonces se tratará de una revolución. Y eso es otra cosa.

(La imagen es una foto de PictFactory, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 15 de maig del 2011

Contra reloj.

La campaña electoral está en su momento decisivo. Las encuestas siguen vaticinando un desastre del PSOE y un triunfo arrollador del PP. Justamente lo que se requiere para movilizar el voto socialista. Ya hay señales bastante claras. Zapatero consiguió ayer llenar la plaza de toros de Valencia , mientras que Rajoy no lo lograba en Zaragoza. Hoy acude el socialista a esa misma ciudad. Si, como es de prever, completa el aforo, cabe pensar que esté dándose el vuelco que anunciaban/deseaban los socialistas hace una semana. Por otro lado la movilización antigubernamental se ha desinflado como un globo de verbena. La manifestación montada por Voces contra el terrorismo, la asociación de Alcaraz, para protestar por la legalización de Bildu, echando la culpa al Gobierno, reunió a 2.000 personas en Madrid que tampoco es tanto en comparación con gloriosos tiempos pasados. No faltó el inevitable Mayor Oreja, portador de la primicia de que el Gobierno y ETA están negociando. Pero ni Mayor Oreja convierte 2.000 personas en 20.000 y mucho menos ahora que, como dice González, estamos más cerca que nunca del fin de ETA. ETA puede acabar en esta legislatura y Mayor Oreja se llevará un disgusto, aunque siempre podrá decir que él tenía razón y que, si hay paz, es porque negociaron.

Eso en cuanto a los números, las cantidades, los apoyos, las simpatías. El contexto sigue siendo abrumadoramente desfavorable al PP. El caso Gürtel domina el escenario. El Tribunal Superior de Justicia de Valencia decidirá el día 19, a tres días de la votación, si asume la causa de financión ilegal del PP valenciano. Además Camps acabará haciendo la campaña electoral incognito porque donde quiera que va la gente le monta un pollo, llamándole, entre otras lindezas corrupte.

Y si el contexto es malo, los discursos son peores. Aznar, quien debe de creer que su palabra es la Revelación, carga contra el Gobierno con una retórica incendiaria que compara a Zapatero con Chávez y Castro. No está mal como devolución del favor que Zapatero le hizo cuando lo defendió precisamente frente a Chávez. Pero el hombre tiene esta dimensión moral y piensa que nadie se da cuenta. Y no es el único discurso disparatado. Las baladronadas de Camps, las ambigüedades de Rajoy, las estridencias de González Pons y Cospedal, las barbaridades de Fernández Díaz forman un guirigay bronco y amenazador que resulta muy desagradable y atemoriza a la gente. La orden de Aznar de que quiere victoria por una gran mayoría, dicha en ese tono perentorio, como tributo que hubiera que pagarle por tenerlo dos legislaturas dando voces por el extranjero completa el trabajo de las encuestas. Es posible que el PSOE no concite universales simpatías, pero el PP lleva camino de cosechar universales antipatías. Si Aznar sigue eclipsando a Rajoy el 22 de mayo puede ser una repeticion del 14 de marzo de 2004.

(La imagen es una foto de Guillaume Paumier, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 1 de maig del 2011

¿En qué quedamos?

Con una diferencia de tres días (de lunes a jueves) dos reputados entes de análisis sociológico han publicado sondeos sobre intención de voto en España no ya discrepantes sino casi antagónicos. Si el barómetro del CIS publicado el día 28 daba ganador al PP por una diferencia de 10,4 puntos porcentuales , el Publiscopio del día 25 también daba ganador al PP pero por una diferencia de 2,3 puntos porcentuales. Hay una discrepancia de 8,1 puntos en dos sondeos que son prácticamente simultáneos. Es demasiado grande para dejarla pasar sin más y está pidiendo algún tipo de explicación porque es obvio que uno de los dos tiene que ser falso o erróneo. Puede que incluso lo sean los dos. Lo que no pueden es ser ciertos o verdaderos ambos.

Dado que no tengo motivo para dudar de la competencia y la integridad de los dos encuestadores sino que, al contrario, los dos me parecen competentes y muy profesionales, la razón de la discrepancia tendrá que estar en los encuestados. Los dos sondeos se han realizado después de que Zapatero anunciara su renuncia a su tercer mandato. Si se insiste en que ese es el contexto explicativo fundamental hay que llegar a la absurda conclusión de que una misma causa produce efectos contrarios en el mismo medio, esto es: el anuncio presidencial moviliza el voto socialista y el anuncio presidencial no moviliza el voto socialista. Y eso no puede ser.

El error quizá resida en creer que el comportamiento de la gente está determinado por una sola causa cuando lo más probable es que lo esté por una multiplicidad de ellas y cuáles hayan de ser determinantes en un momento concreto sea asunto de eso, de un momento. Se dirá que cuando la causa es de suficiente empaque (renuncia zapateril) mantiene su influencia durante un largo plazo. Pero eso es muy relativo en una sociedad literalmente bombardeada por información cambiante por minutos porque va en tiempo real.

Para que la muestra aleatoria sea representiva se procura incluir en ella los porcentajes de gente bien informada, mal informada y nada informada que correspondan. El problema es que ya no queda nadie nada informado y el nivel general de información es muy alto. Es practicamente imposible no enterarse de lo que pasa cuando hay pantallas de televisión hasta en los metros, una parte importante de la prensa escrita se regala y el acceso a la información en la red es ilimitado, gratuito (siempre se ha dicho que la información tiene un coste) e instantáneo.

Esto quiere decir que el ritmo de cambio de la opinión pública se ha acelerado como todo en la sociedad red. Así resulta que el fallo estaba en creer que de un lunes a un jueves pueda hablarse de simultaneidad. Nada de eso. Tres días hoy pueden ser meses, años. En todo caso, se dé o no por buena esta explicación, lo que no puede negarse es que la situación es inestable, que no hay nada decidido y que el PP no tiene ganadas las elecciones. Es más, es posible incluso que si Aznar sigue ladrando su rencor por las esquinas las pierda. Y parece estar previsto que intervenga muchas veces en esta campaña. Con ello no solamente se ensombrece y desmadeja la figura de Rajoy, que bastante desdibujado está ya, sino que, como en el 2004, aun sin presentarse el interesado, las elecciones se convierten en un voto sobre Aznar. ¿Y qué más se necesita para despertar el adormilado voto de izquierda, de centro, antiaznarino? Justo lo que acaba de hacer, avisar de que puede volver. Esa perspectiva moviliza mucho voto socialista y centrista y, si el resultado del veintidós es negativo para el PP, este partido entra en zona de turbulencias hasta las elecciones de 2012.

dilluns, 25 d’abril del 2011

Obviamente.

Palinuro lleva tres meses diciendo que la derecha vende la piel del oso antes de cazarlo, que las elecciones no están decididas y que esos 14 puntos porcentuales de diferencia a favor del PP no se compadecen con el sentido común; y cuando algo no se compadece con el sentido común, malo. Pero es igual: como espoleada por los sondeos previos, la oposición conservadora se ha lanzado a la carga de la brigada pesada sin mirar si tenía al enemigo delante o detrás y ahora corre hacia un precipicio que no era difícil ver. Se dice que los asesores del PP, las gentes que determinan su estrategia, habían apostado por perseverar en una línea que auguraba muy buenos resultados. El gobierno se hundía solo y a la oposición no se le exigían propuestas. Perseverar en esa línea es perseverar en el error, cosa que seguramente se debe a la creencia de la derecha de que el electorado no se informa, no compara, no razona y sólo se llega a él aumentando los decibelios. Pero eso es falso, como puede verse analizando el resultado de la táctica del laissez faire (tan poco recomendable en política como en economía) frente a los tres grandes asuntos que se ventilan en estas elecciones y las subsiguientes generales de 2012: la crisis, el fin de ETA y el caso Gürtel.

La crisis. El PP ha apostado todo a que España se hundía como Grecia, Irlanda y Portugal. Y no sólo ha apostado. Aznar ha hecho lo posible por propiciar el hundimiento sembrando dudas mundo adelante sobre la solvencia de su país. Pensar que la gente no ve esto que es de primero de patriotismo elemental es no tener ni idea de en dónde se vive. Además de apostar por lo peor, el PP no ha presentado propuesta alguna concreta de salida de la crisis, salvo ocasionales referencias al programa de... Cameron, en Gran Bretaña. En cambio, ha puesto cuantas dificultades ha podido a la aplicación de las medidas del gobierno y ha votado en contra de varias de ellas siendo así que tales medidas son las que él mismo propugna. Creer que esta inconsistencia tan clamorosa no es palpable revela una ignorancia supina. Y eso no es lo peor. Lo peor es que, gracias a las medidas del gobierno, España se ha salvado de una ruina segura. Gracias a unas medidas muy impopulares que le costaron el apoyo de su electorado (ahí nacen los famosos 14 puntos) que, sin embargo, ahora ve que las medidas, aun dolorosas, eran necesarias so pena de que suceda como en Portugal en donde la negativa de la derecha a aprobar las medidas del gobierno socialista obliga al país ahora a aguantar medidas peores. Es decir, a pesar del paro, el gobierno ha demostrado saber gobernar, tiene la situación bajo control y lo peor de la crisis se ha evitado. Creer que esto no iba a tener consecuencias electorales es ser bastante superficial.

El fin de ETA. En general, el comportamiento del PP en relación con la lucha antiterrorista es un cúmulo de disparates y errores. Cargar contra la policía, contra los jueces, contra el ministro del Interior en el momento en que hay una probabilidad bastante alta de que ETA, derrotada, deponga las armas no solamente es moralmente reprobable sino que carece de sentido. Insistir machaconamente como hace Mayor Oreja sin pruebas pero con mucha unción en que el Gobierno negocia con ETA, no hace más cierta la negociación ni la impediría en el harto improbable caso de que se produjera. Ser tan contundente cuando se es tan irrelevante resulta melodramático y algo cursi, lo que es Mayor Oreja: engolado y cursi. A la vista de todos está que ETA se encuentra en las últimas y que la izquierda abertzale acabará desvinculándose de la banda a satisfacción general. General no; es seguro que el PP se quedará fuera y, como suele, solo, quizá con la excepción de UPyD. Porque de lo que se trata es de impedir el fin de ETA bajo un gobierno socialista. Y esto es patente. Por si lo fuera poco, Cospedal anuncia que el PP romperá el pacto antiterrorista (ese que rompe cotidianamente convirtiendo la lucha antiterrorista en objeto de rivalidad política) si se permite que Bildu vaya a las elecciones siendo así que quien toma esta decisión son los jueces y no el gobierno que es con quien el PP tiene firmado el tal pacto. ¿Cómo creer que un comportamiento tan disparatado pueda tener el apoyo de los electores?

El caso Gürtel. La Gürtel no es corrupción sin más, un episodio aquí, otro allí, de más o menos importancia. La Gürtel es una trama organizada con presuntas conexiones institucionales y en el PP que ha funcionado durante años en medio de una verdadera ristra de delitos que va desde el blanqueo de capitales a la prevaricación, pasando por el cohecho o el tráfico de influencias. Desde que el caso estalló el PP no ha hecho otra cosa que hostigar al juez que lo destapó y a las fuerzas de seguridad y fiscales que lo investigan. Nada de dar explicaciones ni de asumir responsabilidades. A lo sumo media docena de dimisiones que, en algún caso, se han contrarrestado con nuevos destinos, como en el del exalcalde de Pozuelo. A ello se añade un intento desesperado de que no se hable del asunto y que la atención pública se concentre en otras hogueras que van encendiéndose a necesidad. Pero es imposible, la trama Gürtel está devorando el PP, siendo raro el día en que no se descubren nuevas trapacerías y mangoneos de sus dirigentes. Y aquí es donde se ventila esa asombrosa afirmación que se ha venido leyendo por todas partes en los medios de que al electorado (especialmente al conservador) no le influye negativamente la corrupción. Eso es tan absurdo como sostener que a la gente no le importa que la estafen o la defrauden. Carece de sentido. Es imposible, por muy de derechas que sean los electores. Dicen que, con todo, Camps conserva sus apoyos y que los aumentará en las próximas elecciones. Puede ser pero no lo creo.

dimecres, 9 de febrer del 2011

Diez puntos de ventaja.

(Palinuro en Radiocable)


Diez puntos de ventaja lleva el PP al PSOE en intención de voto, según el último barómetro del CIS. Diez puntos a favor de un partido que carece de alternativa, de programa, y hasta de programa oculto.

A favor de un partido que tiene una pavorosa cantidad de militantes y cargos públicos involucrados en casos de corrupción todos en los tribunales, siendo el más grave de ellos el Gürtel, un tremendo expolio del erario público.

Un partido que se opone cerradamente a toda política de restauración de la memoria histórica y de reparación de las víctimas del franquismo, al igual que a cualquier ampliación de los derechos de los ciudadanos en los terrenos sexual, reproductivo, de minorías de todo tipo y de inmigración.

Un partido cuya unión se basa en la perspectiva del poder ya que, en su interior, los más altos cargos están mal avenidos entre sí.

Cuyo presidente no entiende su propia letra y es incapaz de recordar medida alguna concreta que para remediar el paro juvenil a pesar de sostener que tiene la clave de la solución de la crisis;

un presidente que gana más de 200.000 euros al año información aproximada que el diario Público ha tenido que sacar con forceps, dado el secretismo que la rodea. No consta que Rajoy se haya bajado el sueldo, según pide que hagan los demas. Pero está dispuesto a bajárselo en un 60 por ciento, hasta los 75.000 euros que es lo que ganaría si coronase su sueño de ser presidente del Gobierno;

cuya secretaria general acusa todos los días al Gobierno y al PSOE de cometer delitos, como el de constituir un Estado policial, sin pruebas hasta la fecha;

cuyo presidente de honor y expresidente del Gobierno, Aznar, boicotea cuanto puede la imagen de España en el exterior y en el interior al servicio de intereses privados extranjeros;

cuya presidenta de la Comunidad de Madrid está entregada en cuerpo y alma al desmantelamiento del Estado del bienestar privatizando los servicios públicos como la sanidad o desdotándolos en favor de los privados, como la enseñanza. Su último objetivo parece ser la privatización del Canal de Isabel II, en aplicación de un liberalismo mercantil aparejado con un ultracatolicismo reaccionario, un intervencionismo atosigante en los medios de comunicación y una forma de gobernar de una ramplonería unamuniana;

un partido en el que la concejala de Medio Ambiente de Madrid, la mujer de Aznar, no solamente hace trampas en las mediciones de los índices de contaminación, los más altos de Europa, sino que sostiene que no son nocivos para la salud de los madrileños a partir de su inexistente competencia técnica en la materia;

un partido uno de cuyos eurodiputados, Mayor Oreja, parece la flauta de Bartolo con un agujero solo, el de una fantasmagórica negociación secreta entre el Gobierno y Batasuneta.

No merece la pena seguir. Esos diez puntos de diferencia, según saber convencional, no se deben a la superior atracción del PP sino al disgusto con la gestión del PSOE. Como suele decirse: el primero no ganará las eleciones; las perderá el segundo.

Será así, pero no es mi impresión y la fundamento en una consideración minuciosa del citado barómetro del CIS. Si nos tomamos la molestia de estudiar toda la encuesta, no sólo las preguntas de simpatía e intención de voto, esto es, también aquellas otras que quieren revelar cómo ven los españoles los distintos problemas y cómo juzgan los dos partidos, resulta que la ciudadanía tiene una visión muy realista. La conclusión lógica no da una victoria del PP sino una derrota. Si, a pesar de todo, se dibuja la victoria conservadora, ello se debe a mi entender a que hay un problema de disonancia cognitiva alimentado por el cabreo generalizado con las duras políticas económicas del PSOE. El hecho de que la mayoría las considere irremediables no obsta para que levanten ronchas de las que se culpa al gobierno que es el único que tiene rostro ya que los demás villanos de la obra, los mercados, la especulación, las burbujas inmobiliarias y financieras, las agencias de calificación, la crisis son entes amorfos, anónimos.

A la disonancia contribuye asimismo la conocida espiral del silencio: dado que las derechas son tan vociferantes, agresivas y amenazadoras, la ciudadanía, pacata, se achanta y dice lo que cree que es más seguro decir. Luego ya se verá lo que hace porque el voto, por suerte, es secreto. Y más que la espiral lo que contribuye a la disonancia es que falten 14 meses para las elecciones.

Es decir, una vez más, da la impresión de que el PP está vendiendo la piel del oso antes de cazarlo.

(La imagen es una foto de PP de Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 20 de desembre del 2010

Por quién doblan las campanas.

Los datos de la encuesta del Publiscopio de hoy pondrán a temblar al PSOE. El Gobierno seguramente mostrará mayor serenidad porque ya está hecho a recibir malas noticias, ataques, críticas y burlas. La derecha lo tiene sometido a un marcaje estrechísimo, obstaculizando todas sus decisiones. La derecha de esa derecha se ha arracimado a escuchar dos misas en el Valle de los Caídos para dejar claro cuál es el sentir de sus filas en la opción entre democracia y dictadura y a quién prefiere honrar, si a las víctimas del genocidio franquista o a los victimarios. Este enésimo enfrentamiento de los españoles ahora por el pasado tiene mucha miga cuando se relaciona con el empeño en defender la idea de la nación española. Pero no hace aquí al caso.

La oposición al Gobierno se ejerce tambien desde la izquierda; desde una izquierda social que abarca probablemente a muchos votantes socialistas. De ahí los datos de la encuesta. Hay mucha gente cabreada en la izquierda y cabreada en dos órdenes: en el de los derechos y libertades y en el de las políticas económicas y sociales. En el orden de derechos y libertades el Gobierno ha dado marcha atrás (ministerio de Igualdad, normalización de la Iglesia católica) o ha frenado (ley de libertad religiosa) los logros de que se enorgullecía en la primera legislatura.

La forma de actuar en la cuestión saharaui está haciéndolo muy antipático para una población mayoritariamente solidaria. Para colmo de males los cables de WikiLeaks lo dejan como un tiralevitas a los pies de los caballos en cuanto a congruencia ideológica y la dignidad soberana frente al Imperio. El Gobierno puede pretextar que no se trata de un abandono de políticas ni del ideario de izquierdas, sino de un mero repliegue táctico para no multiplicar los frentes sociales en momentos especialmente turbulentos en lo económico. Por eso la libertad religiosa ha pasado a "no ser urgente". Pero es un cálculo bastante torpe porque en la opinión de la izquierda estos aspectos ideológicos son tan importantes como los otros, el electorado se desmoviliza y los enemigos, en verdad, no se aplacan, como verá el Gobierno cuando vuelva Benedicto XVI el año que viene a predicar la cruzada antisatánica

En el orden de las políticas económicas la izquierda acusa al Gobierno lisa y llanamente de traicionar su programa electoral y pasarse a la derecha más neoliberal, aplicando su programa. Pues, ¿qué? pregunta indignada la izquierda, ¿no hay alternativas a las políticas económicas y sociales neoliberales? Por supuesto que las hay. Son evidentes: política fiscal redistributiva a fin de financiar las políticas sociales, creación de la banca pública e iniciativa keynesiana, al presumible coste de mayor deuda y mayor déficit.

La cuestión no es si hay o no políticas económicas alternativas a lo que podríamos llamar "consenso del euro" sino si son factibles. Cabe recordar que en parte fueron las que empezó a aplicar el Gobierno hasta que, presa del terror ante el ataque de los mercados, en mayo de este año dio un giro de 180º que es el que la izquierda cuestiona. Las medidas las conocemos todos. Son sin duda las que considera Tomás Gómez cuando dice que cualquier reforma ha de pensarse desde el prisma de la izquierda. Es muy posible pero ese prisma de la izquierda ¿puede utilizarse en el marco de la Unión Europea que, a su vez, tiene que actuar en el marco de la globalización? Da la impresión de que las políticas económicas de izquierda no serían aceptadas en la UE. Habrá quien diga que bueno, que es hora de recuperar soberanía saliéndonos de la UE. Pero no sé cuánta gente suscribiría este paso.

Suele oírse que al Gobierno lo que le falla de verdad es la comunicación y que no sabe explicarse. Así se alimenta la ilusión de que hay algo bueno pendiente de explicación cuando todo lo que hay que explicar es malo y eso ya lo hace persistentemente el Presidente que insiste en que toma las medidas que toma porque no hay otro remedio. Aquí hay poco que comunicar o vender. Esto es, sobre el presente y el pasado inmediato lo mejor que puede hacer el Gobierno es decir lo que está diciendo.

La esperanza la tienen los gobernantes en el futuro respecto al que todo cuanto se diga es a beneficio de inventario. Para no suscitar más escepticismo han debido de recibir orden del gabinete de comunicación de que no hagan profecías a corto plazo, fijando fechas para la recuperación . Porque han enmudecido todos. Ya no hay "brotes verdes" ni segundos o terceros trimestres de tal o tal año. Se abre una expectativa de un año más o menos (si no pasa algo muy gordo en las locales y autonómicas de marzo de 2011) en el cual son varios los elementos de los que cabe esperar una gran influencia en el ánimo de la opinión. El primero, por supuesto, será la evolución de la crisis. Si ésta comenzara a resolverse palpablemente con claros indicios de recuperación, el PSOE podría enfocar las elecciones como un voto de confianza al Gobierno para llevar a término la tarea comenzada.

El segundo elemento, imponderable por su naturaleza, será el proceso de la trama Gürtel cuya escenificación mediática erosionará la expectativas electorales del PP. Cunde la idea pesimista de que los votantes del PP son inmunes a la supuesta corrupción de su partido, lo cual es verdad hasta cierto punto. Los herederos espirituales de la derecha franquista, la que defendía un régimen ilegítimo, no van a hacer ascos a la idea de defender un partido bajo sospecha. Pero hay otra derecha no franquista que ejercerá su voto con menor sectarismo.

El tercero, el fin de ETA. La declaración de alto el fuego definitivo y verificable, el cese de hostilidades, la deposición de las armas, va ser un terremoto político. De las posiciones que adopte cada cual va a depender en buena medida el voto de mucha gente, probablemente de la mayoría que lo que quiere es que se acabe ETA y sin precio político.

Son muchos imponderables a algo más de un año. Las campanas tocan a difunto; pero el difunto puede estar muy vivo.

diumenge, 4 d’octubre del 2009

Camino de la catástrofe.

El sondeo de Metroscopia en El País de hoy no deja un hueso sano al Gobierno. Al señor Rodríguez Zapatero no lo quieren ni los suyos. Si las elecciones fueran hoy las ganaría, al parecer, el PP, lo que da una idea de lo desesperado que debe de estar el elector español para plantearse votar al partido del Pastuqui, el Bigotes, el Curita y demás presuntos sinvergüenzas. Y eso que hay una mayoría de ciudadanos que censura el modo en que el señor Rajoy está manejando la crisis de los apandadores.

Al señor Rodríguez Zapatero no lo acusan de mangante o de corrupto. Algo es algo; sólo lo acusan de inútil, ineficaz, manta e improvisador. Un cantamañanas, en definitiva, que no sabe qué hacer con la crisis, lo que hace lo hace mal y, encima, a destiempo. Claro que ya me gustaría ver a alguno de estos inexorables catones al frente de la nao del Estado, a ver qué hacían ellos, so listos. En realidad lo único de que verdaderamente cabe acusar al señor Rodríguez Zapatero es de aquella extraña obsesión nominalista por negar la crisis a base de no pronunciar su nombre que, debía de pensar él, llevaría mal fario. Desde entonces acá el dirigente socialista ha hecho lo que han hecho todos los demás y si el resultado es bastante peor se debe a las peculiaridades españolas, especialmente el ladrillo y olé. Otro asunto es que, para resolver este endemoniado problema esté al frente del ministerio la acicalada señora Corredor, de quien no se recuerda intervención alguna desde aquella primeriza de que era un buen momento para comprar cuando las casas andaban sobrevaloradas en un cuarenta por ciento.

Imagino que saldrá alguno de los paniaguados de los que este gobierno ha hecho abundante provisión a decir eso tan socorrido de que, en realidad, lo que sucede es que el Ejecutivo comunica mal. Por si alguien se lo traga, cuando es bien claro que donde no hay nada bueno que comunicar por definición se comunica "mal". Imagínese que las noticias fueran todas que el PIB crece a un 4 por ciento, que la tasa de desempleo es del cero por ciento, que la inflación ni se nota, que los salarios suben como la espuma y los precios llevan diez años sin aumentar y se verá cómo cala el mensaje en la sociedad aunque lo traslade un tartamudo.

En fin, tampoco se olvide que estamos más o menos a mitad de mandato y que no hay Gobierno en el mundo a quien el electorado trate bien en mid term. Con eso es con lo que creo que ya ha contado el Gobierno al elaborar esta roña de presupuestos para 2010. Confía en que las cosas se arreglen en 2011 y en convocar las elecciones de primeros de 2012 cabalgando el tigre de la recuperación económica.

Es un cálculo arriesgado, pero es el único posible dadas las circunstancias. Añádase que, al paso a que va todo, para entonces el PP puede tener procesado por gurteliano hasta al señor Aznar y al señor Camps sin dimitir.

(La imagen es una foto de Around the rings 1992, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 14 de setembre del 2009

Disonancia.

El primer barómetro del curso político de la Sexta hecho público ayer domingo da resultados que son un ejemplo perfecto de disonancia cognitiva. El PP aventaja al PSOE en dos puntos porcentuales y medio en intención de voto. Dadas las circunstancias y el hecho de que la crisis arrecia en España más que en otros países del entorno, el resultado es explicable en función del viejo criterio de que la culpa de todo la tiene el Gobierno, especialmente cuando se trata de gestionar una crisis económica. Un criterio bastante razonable por cuanto es el Gobierno quien tiene posibilidades reales de acción en tanto que a la oposición quedan reservadas la crítica y la formulación de alternativas si las tiene.

Así las cosas, vista la inexistencia de alternativas del PP, que se limita a criticar, insultar y difamar cuando a sus a sus dirigentes se les calienta la boca, lo que sucede con frecuencia, muy mal tiene que estar haciéndolo el Gobierno para que el 43,6 por ciento del personal diga que votará al PP en las próximas elecciones. Y no a un PP cualquiera sino al PP que lleva meses protagonizando el caso Gürtel, probablemente el mayor escándalo en asuntos de corrupción de los últimos tiempos. Tanto es así que muchos analistas empiezan a pensar que la corrupción de los políticos (de sus políticos) es asunto que moviliza a favor al electorado conservador.

Sucede, sin embargo, que preguntada esa misma gente sobre qué partido prefiere que esté en el Gobierno para afrontar la crisis, el PSOE gana de calle al PP por 11,5 puntos, una distancia que no suele verse salvo en contadas ocasiones. La pregunta además refuta específicamente la suposición de que la causa de la menor intención de voto del PSOE sea la gestión de la crisis y la respuesta deja un toque enigmático que sólo tiene sentido si se aduce una especie de masoquismo colectivo: como preferimos al PSOE frente al PP a la hora de gestionar la crisis, anunciamos que pensamos votar al PP más que al PSOE. Otra posible explicación sería que la gente no se sintiera directamente afectada por la crisis, pero esto no es así ya que el barómetro incluye una cuestión concreta acerca de la situación económica de cada cual en la que el 50,4 por ciento dice que es "regular" (lo que en español de uso quiere decir tirando a insatisfactoria) y un 23,8 por ciento dice que es mala o muy mala mientras que el 25,6 por ciento asgura que es buena o muy buena.

Quiere la doctrina que los sondeos sean fotos fijas del estado de oipinión en un momento concreto, instantáneas opinativas. En este caso, la foto, la instantánea está confusa o borrosa o bien, lo cual parecería más probable, refleja un caso de espiral del silencio. Es tal la bronca que monta el PP que los encuestados mienten y ocultan su voto al PSOE. Esta conclusión viene asimismo avalada por el índice de valoración comparativa de los dos principales políticos del país en el que el señor Rodríguez Zapatero aventaja en 0,73 puntos al señor Rajoy, lo que en un sistema parlamentario como el español con tan fuerte deriva presidencialista, no es asunto baladí.

En todo caso la única conclusión válida a mi entender es que, acercándonos al ecuador de una legislatura muy accidentada, no hay nada decidido.

dimarts, 28 de juliol del 2009

La ventaja del PP

La noticia viene en portada de todos los periódicos de hoy: por primera vez desde 2004 el PP aventaja en intención de voto al PSOE. El barómetro de Julio del CIS da al PP una ventaja de 1,2 puntos porcentuales. Con relación al barómetro de abril, en realidad el PP sólo ha subido una décima en tanto que es el PSOE el que ha bajado 1,8 puntos, lo que implica que el primero no gana pero el segundo pierde.

De entrada uno piensa que, si con la crisis económica que hay, los cuatro millones de parados y los agobios económicos, la oposición no consigue adelantarse significativamente sino que se mantiene en situación de llamado "empate técnico" es que tiene mal las cosas. Y efectivamente así debe de ser desde el momento en que, aun con esa intención del voto, el barómetro muestra que si bien el 39,7 por ciento de los ciudadanos piensa que la gestión del Gobierno del PSOE es mala o muy mala, el 52,1 por ciento cree que es la labor de la oposición la que es mala o muy mala. Puede decirse que se trata de la labor de la oposición y que no prejuzga cómo lo haría la oposición si estuviera en el gobierno. Pero es que tampoco en punto a la confianza sale bien parada la derecha. Mientras que a un 67,8 por ciento de los ciudadanos el señor Rodríguez Zapatero inspira poca o ninguna confianza, esa cantidad asciende a 79,9 por ciento en el caso del señor Rajoy. Con un 3,55 de media este último aparece valorado en cuarto lugar, por detrás del señor Rodríguez Zapatero (que obtiene un 4,27 de media) y del señor Durán i Lleida y la señora Díez. La conclusión es, pues, que la gente dice que votará al partido en el que (en comparación con el otro) tiene menos confianza y está dirigido por una persona a la que valora menos que al que dirige el otro. Hay cierta disonancia en esto.

Normalmente estas disonancias se explican recordando que los entrevistados mentimos como bellacos y a las pruebas me remito. Preguntados qué votamos en las elecciones generales de 2008, hace ahora año y medio, el 46,1 por ciento contesta que al PSOE y el 27,5 que al PP, siendo así que los resultados reales fueron del 43,64 por ciento para el PSOE, con una diferencia positiva de 2,5 puntos, y del 40,11 por ciento para el PP, con una diferencia negativa de 12,6 puntos. A lo mejor es que el personal ha olvidado ya lo que sucedió hace año y medio, pero eso no es consuelo porque preguntados qué votamos en las pasadas elecciones europeas, hace ahora no llega a dos meses, el 39,3 por ciento dice que al PSOE y el 32,0 por ciento al PP, siendo así que los datos son de 38,51 por ciento al PSOE, con una diferencia positiva de 0,8 puntos y 42,23 por ciento al PP, con una diferencia negativa de de 10,2 puntos. Es decir, mentimos más que el señor Aznar.

Ahora bien, esas mentiras no son al azar ni políticamente ciegas, como dicen los empresarios que son sus dadivosas propuestas ya que la mentira favorece un poco siempre al PSOE y desfavorece un mucho al PP. Dicho en otros términos, al público le da vergüenza decir que vota al PP, pero lo hace, y en cambio alardea de hacerlo al PSOE cuando no lo hace. Esto es, hay un considerable voto oculto al PP. Teniendo esto en cuenta, las conclusiones que se sacarían del barómetro del CIS son mucho más agoreras para el PSOE y de empate técnico, nada. Si hubiera elecciones ahora el PSOE las perdería de largo.

Lo que una vez más corrobora la conclusión de que los escándalos de corrupción tienen una incidencia relativa en la intención de voto.

dijous, 16 de juliol del 2009

¡Cómo somos los españoles!

Los datos del último barómetro del CIS, mes de junio, tienen rasgos de radiografía nacional, de la tribu, rasgos que todos conocemos, de los que a veces nos avergonzamos, pero que sólo acabamos por creer cuando los vemos negro sobre blanco. Sin ir más lejos, somos un pueblo de hipócritas o algo peor ya que el 76,1 por ciento dice ser católico pero a misa con la frecuencia requerida sólo va el 17,1 por ciento. Y aun esta cantidad es exagerada ya que los mandamientos de la Iglesia ordenan ir todos los domingos y fiestas de guardar y un 14,6 por ciento afirma ir casi todos los domingos y fiestas, mientras que un 57,8 por ciento reconoce no ir casi nunca. Y casi nunca, dada nuestra propensión a la mentira, quiere decir nunca. Unos católicos que no pisan la iglesia y cuyo cumplimiento del resto de preceptos religiosos será similar quiere decir un pueblo de hipócritas o de pancistas que se definen como algo que no practican probablemente por simple pereza mental.

Pereza mental que, no haya cuidado, no se sacuden leyendo. Un 21,2 por ciento dice no haber leído un libro nunca y un 18,2 por ciento casi nunca. En total, un 39,4 por ciento que, recordando lo que mentimos, ya será un 50 por ciento, no lee un libro así lo aspen. Este porcentaje sube a un 42,4 que no lee revistas nunca o casi nunca y baja a un 24,8 entre los que no leen casi nunca periódicos, cifra que tampoco me creo del todo y la atribuyo a que no leer libros no está mal visto del todo pero no leer ni periódicos ya parece demasiado. Un país que no lee pero en el que el 98,1 por ciento (o sea, casi todos) creen que ¡"se debe fomentar la lectura"! ¿Para qué diantres querrá fomentar la lectura gente que no lee?

No lee, pero tiene la nariz metida en algún tipo de pantalla: televisión, ordenador o videojuego. Según el último EGM, los españoles pasamos unos 227 minutos diarios ante el televisor. O sea, casi cuatro horas diarias. Un país en el que el 21,9 por ciento aduce falta de tiempo para leer. Falta de tiempo y dedica casi cuatro horas a ver la tele. O a navegar por internet. El 62,8 por ciento dice que se conecta a internet diariamente. Me da la impresión de que aquí la mentira es oceánica. El último EGM de internet reconoce un 38,2 por ciento de usuarios "ayer". La medición no coincide exactamente con la frecuencia de uso pero la encuentro más realista que la del CIS. Obviamente, queda mal decir al entrevistador que uno no navega.

Acerca de la propensión de los españoles (y, supongo, de los demás pueblos) a mentir da cuenta el mismo barómetro de junio del CIS. Preguntados los encuestados qué hicieron en las últimas elecciones generales de marzo de 2008, el 78,9 por ciento afirma que fue a votar y votó. Sin embargo, la participación real en aquellos comicios fue del 75,3 por ciento. Si se miente en el ejercicio del derecho del voto qué no se hará hablando de navegar por internet o de ser católico, ambas cosas mucho más etéreas.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 8 de maig del 2009

Empatados pero no revueltos.

Lo dice el barómetro de abril del CIS. En este momento, 40,8 por ciento de voto para el PSOE y 40 por ciento para el PP. El resto de las puntuaciones, también las esperadas y esperables. Hay que ver qué poco se mueve el electorado en momentos de zozobra, como si quisiera no aumentar los riesgos: IU se sitúa en un 4,5 por ciento, recuperando terreno desde las elecciones de 2008 (3,9 %) pero aún por debajo de las de 2004 (4,9 %) y Unión, Progreso y Democracia un 2,9 por ciento, casi dos puntos por encima de lo logrado en 2008. Las valoraciones de los líderes, las que cabe esperar: el señor Rodríguez Zapatero (4,43) va por delante, y a mucha distancia y detrás de la señora Rosa Díez (4,28) y el señor Durán i Lleida (3,89) se encuentra el señor Rajoy (3,54). En lo que hace a la valoración de líderes tiendo a pensar que el juicio del personal es bastante exacto. El señor Rajoy no tiene ni una de las cualidades de un líder o dirigente popular: no habla bien, siempre dice lo mismo, no resulta convincente y tiene un pasado tenebroso. El señor Rodríguez Zapatero, en cambio, sin hipotecas pasadas, tiene mejor imagen y resulta más natural y espontáneo al tiempo que muestra procupación por las tareas de recuperación de la crisis que es cosa que preocupa grandemente a los ciudadanos.

Lo verdaderamente extraño es que haya empate en las intenciones de voto a los respectivos partidos pues contradice la sabiduría convencional de que en mitad de la legislatura hay más afición a castigar a los gobiernos, sobre todo en medio de una crisis como la actual, de intensidad desconocida. Da la impresión sin embargo de que la gente ha admitido que la crisis tiene su origen fuera de España y que aquí es poco lo que cabe hacer en su contra. Por ello el electorado es benevolente con el Gobierno. Éste ha entendido que lo que le importa es generar imagen de ser activo en contra de la crisis; otra cosa es que esa actividad sea positiva. Pero eso pertenece a un segundo momento. Lo primero es ver que se hace algo. Y en esto, la política de comunicación del Gobierno atina porque un tercio de los españoles piensa, siempre según el barómetro, que son las cuestiones de índole económica de las más se ocupan los gobernantes. Pero, ignorando que la gente atribuye la crisis a origen extranjero, el PP echa las culpas al PSOE, cuando todo el mundo sabe que eso no es cierto. Y no aporta alternativa alguna.

En fin el barómetro es buenas noticias para el PSOE que, dadas las circunstancias podría esperarlas muchísimo peores.

¿Por qué no sube el PP en intención de voto respecto al PSOE? Por la imagen de corrupción que genera y que afecta a todo el partido. Es cosa de la que se habla poco porque al PP (siempre reproductor ampliado de pifias ajenas) no le interesa, y los medios progres no entienden su función como aparato de propaganda de un partido (al que se puede ordenar que traiga la corrupción en portada venga o no a cuento), razón por la cual no se manifiesta hasta qué punto hay una sensación ciudadana de indignación con estos políticos que han constituido un verdadero clan de presuntos mangantes, apropiadores indebidos, de juerga continua a cuenta del contribuyente, haciendo negocios ilegales, viviendo en el lujo, haciéndose regalos deslumbrantes, coches, joyas. Dice doña Dolores de Cospedal que este escandalazo "no es Filesa". Pobre señora, qué infeliz; era muy joven entonces y no se ha dado cuenta de que nadie en la Brunete ha sacado el ejemplo de Filesa, Malesa y Time Export que en los noventa no se les caía de la boca. ¿Por qué ahora no, excepto en el caso de la metepatas oficial señora De Cospedal? Está claro porque Filesa era un caso de financión ilegal del Partido, esto es, se obtenían unos dineros ilícitos y se destinaban a las arcas del partido, aunque en el itinerario, algún aprovechategui se quedara con algo. Pero es que en el caso Gürtel, el dinero era todo para los presuntos sinvergüenzas que, desde las alcaldías, concejalias, consejerías, asesorías, diputaciones parlamentarias y hasta una presidencia de Comunidad Autónoma, estaban hasta ayer supuestamente llevándoselo crudo.

Y luego la gente ve que los imputados, unos dimiten y otros conservan el cargo no en función de criterio honrado alguno a favor de la justicia sino de los intereses procesales de los acusados. Quienes conservan la condición de diputados autonómicos quedan así protegidos por el fuero parlamentario frente a la posibilidad de que la justicia ordinaria les exija cuentas, como a todo hijo de vecino. El comportamiento de esta tropa de presuntos granujas es siempre el mismo probablemente porque está coordinado: dicen que declararán en tiempo y forma y que están deseando hacerlo pero luego no solo no lo hacen (los tres imputados madrileños se han negado a declarar) sino que tratan de impedir que se les pueda siquiera interrogar, como ha intentado hacer el señor Camps solicitando del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que anule todo lo procedido anteriormente y poniendo de manifiesto su sinceridad cuando decía que estaba deseando acudir a declarar al sitio apropiado.

Las preguntas del barómetro sobre corrupción y fraude dan unos resultados irrisorios porque nadie (entre un uno por ciento y 0,4 por ciento) dice que sea un problema lejanamente equiparable al paro, la crisis económica o la vivienda. Sin embargo, lo es. Tardará más, tardará menos pero la lluvia fina de las sucesivas imputaciones en asuntos cada vez más alucinantes (varietés, cruceros por el Mediterráneo...) irá minando los muros de la indiferencia y el electorado no revertirá al PP los votos que no entregue al PSOE a causa de la crisis.

Y ¿a dónde se irá ese voto que se retire del bipartidismo estatal? No creo que a los terceros partidos, en concreto IU y UPyD porque, aunque los dos se pasan el día subrayando que son nuevos o innovados o renovados, los dos son partidos típicos del sistema que critican amargamente. ¿A dónde, pues? A la abstención cosa que, en elecciones al Parlamento europeo es más que de esperar. En las elecciones de 2004, la abstención fue de 54,9 por ciento. En éstas pude llegar al 60 o 65 por ciento. Y no creo que el PP las gane en modo alguno. Ni tendrá buenas perspectivas para 2012.

dimarts, 28 d’abril del 2009

Demasiado barullo.

A menos de mes y medio de las elecciones al Parlamento europeo los datos del Publiscopio de ayer son negativos para el PSOE y positivos para el PP que se distancia del partido del Gobierno en 2,3 puntos porcentuales, uno más que en marzo. Es sabiduría convencional que el electorado aprovecha las elecciones europeas, llamadas "de segundo orden" para castigar a bajo coste al partido del Gobierno. Si a esta tendencia se añade la acumulación de desastres sobre el PSOE, los cuatro millones de parados, aspecto más feo de la torva faz de la crisis, la posible pandemia de la gripe porcina y el haber cambiado parte substancial del Gobierno recientemente, en verdad lo sorprendente es que el PP lleve tan exigua ventaja a su rival en mitad de este desbarajuste ruidoso. Uno esperaría una distancia de cinco puntos cuando menos. A la hora de valorar eso de que el electorado castiga al partido gobernante en las elecciones europeas hay que admitir que no todo el mundo echa la culpa de la crisis al Gobierno; pero también habrá que aceptar que menos se las echará a la oposición. Y, sin embargo ésta no se distancia de su competidor. Entiendo que hay dos razones que explican la situación: en primer lugar, el PP carece de alternativas. El señor Rajoy dice y redice que el PP sabe la forma de salir de la crisis pero no explica cómo, cual si su partido fuera una especie de taumaturgo que opera por procedimientos milagrosos de los que no tiene por qué dar explicaciones. En cambio, el señor Aznar anda por ahí dando las recetas mágicas concretas a quien quiere escucharlo, todo lo cual contribuye a suscitar mayor desconfianza en el PP. El segundo lugar es que, en efecto, como también muestra el Publiscopio, el PP inspira mucha más desconfianza y rechazo que el PSOE y ese es un dato determinante en unas elecciones generales.

Esto no quiere decir que el PSOE deba dar por perdidas dichas elecciones europeas o ir a ellas con moral de derrota; pero sí que tampoco desorbite su importancia real. Claro que, si las gana, el PP les dará un valor decisivo, sosteniendo que obligan a abrir nuevo periodo electoral. Pero ese es el punto de vista de parte de la oposición. El problema sólo resultará ser tal si se complica la situación parlamentaria del Gobierno, que ya es suficientemente horrorosa, pues no cuenta con compromiso firme de apoyo de ninguna de las otras fuerzas políticas. Sólo entonces a lo mejor es conveniente que el señor Rodríguez Zapatero presente la cuestión de confianza. Es una jugada de riesgo pero, si le sale bien, consolida la posición del Gobierno hasta las próximas elecciones generales. Y, por supuesto, compensaría con creces por la derrota en Europa.

La peor noticia para el PSOE es que cuenta con una fidelidad de votantes muy inferior a la del PP. Le interesa por tanto reconquistarlos. Pero si no puede y si la campaña no consigue dar la vuelta a la situación y el PSOE pierde las elecciones europeas no es el fin del mundo. Al contrario. Quedan tres años hasta las próximas legislativas y un resultado adverso en las europeas puede actuar como un movilizador del voto socialista. La cuestión consiste en mejorar la capacidad comunicativa del Gobierno, sorprendentemente baja, una vez que las nuevas ministras/os hayan comenzado a hacer algo.

Si el PP gana las europeas querrá ver en ellas una especie de moción de censura de la calle al señor Rodríguez Zapatero y pedirá elecciones anticipadas. Es lo que hace siempre. Sin embargo, la situación reintegra la política al ámbito parlamentario. Si el señor Rajoy quiere echar al señor Rodríguez Zapatero, sólo tiene que presentar una moción de censura. Pero no lo hace ni quiere hacerlo porque podría resultar, seguramente resultará, que él mismo, el candidato alternativo que es forzoso presentar tiene menos apoyos que el censurado.