Los datos de la encuesta del Publiscopio de hoy pondrán a temblar al PSOE. El Gobierno seguramente mostrará mayor serenidad porque ya está hecho a recibir malas noticias, ataques, críticas y burlas. La derecha lo tiene sometido a un marcaje estrechísimo, obstaculizando todas sus decisiones. La derecha de esa derecha se ha arracimado a escuchar dos misas en el Valle de los Caídos para dejar claro cuál es el sentir de sus filas en la opción entre democracia y dictadura y a quién prefiere honrar, si a las víctimas del genocidio franquista o a los victimarios. Este enésimo enfrentamiento de los españoles ahora por el pasado tiene mucha miga cuando se relaciona con el empeño en defender la idea de la nación española. Pero no hace aquí al caso.
La oposición al Gobierno se ejerce tambien desde la izquierda; desde una izquierda social que abarca probablemente a muchos votantes socialistas. De ahí los datos de la encuesta. Hay mucha gente cabreada en la izquierda y cabreada en dos órdenes: en el de los derechos y libertades y en el de las políticas económicas y sociales. En el orden de derechos y libertades el Gobierno ha dado marcha atrás (ministerio de Igualdad, normalización de la Iglesia católica) o ha frenado (ley de libertad religiosa) los logros de que se enorgullecía en la primera legislatura.
La forma de actuar en la cuestión saharaui está haciéndolo muy antipático para una población mayoritariamente solidaria. Para colmo de males los cables de WikiLeaks lo dejan como un tiralevitas a los pies de los caballos en cuanto a congruencia ideológica y la dignidad soberana frente al Imperio. El Gobierno puede pretextar que no se trata de un abandono de políticas ni del ideario de izquierdas, sino de un mero repliegue táctico para no multiplicar los frentes sociales en momentos especialmente turbulentos en lo económico. Por eso la libertad religiosa ha pasado a "no ser urgente". Pero es un cálculo bastante torpe porque en la opinión de la izquierda estos aspectos ideológicos son tan importantes como los otros, el electorado se desmoviliza y los enemigos, en verdad, no se aplacan, como verá el Gobierno cuando vuelva Benedicto XVI el año que viene a predicar la cruzada antisatánica
En el orden de las políticas económicas la izquierda acusa al Gobierno lisa y llanamente de traicionar su programa electoral y pasarse a la derecha más neoliberal, aplicando su programa. Pues, ¿qué? pregunta indignada la izquierda, ¿no hay alternativas a las políticas económicas y sociales neoliberales? Por supuesto que las hay. Son evidentes: política fiscal redistributiva a fin de financiar las políticas sociales, creación de la banca pública e iniciativa keynesiana, al presumible coste de mayor deuda y mayor déficit.
La cuestión no es si hay o no políticas económicas alternativas a lo que podríamos llamar "consenso del euro" sino si son factibles. Cabe recordar que en parte fueron las que empezó a aplicar el Gobierno hasta que, presa del terror ante el ataque de los mercados, en mayo de este año dio un giro de 180º que es el que la izquierda cuestiona. Las medidas las conocemos todos. Son sin duda las que considera Tomás Gómez cuando dice que cualquier reforma ha de pensarse desde el prisma de la izquierda. Es muy posible pero ese prisma de la izquierda ¿puede utilizarse en el marco de la Unión Europea que, a su vez, tiene que actuar en el marco de la globalización? Da la impresión de que las políticas económicas de izquierda no serían aceptadas en la UE. Habrá quien diga que bueno, que es hora de recuperar soberanía saliéndonos de la UE. Pero no sé cuánta gente suscribiría este paso.
Suele oírse que al Gobierno lo que le falla de verdad es la comunicación y que no sabe explicarse. Así se alimenta la ilusión de que hay algo bueno pendiente de explicación cuando todo lo que hay que explicar es malo y eso ya lo hace persistentemente el Presidente que insiste en que toma las medidas que toma porque no hay otro remedio. Aquí hay poco que comunicar o vender. Esto es, sobre el presente y el pasado inmediato lo mejor que puede hacer el Gobierno es decir lo que está diciendo.
La esperanza la tienen los gobernantes en el futuro respecto al que todo cuanto se diga es a beneficio de inventario. Para no suscitar más escepticismo han debido de recibir orden del gabinete de comunicación de que no hagan profecías a corto plazo, fijando fechas para la recuperación . Porque han enmudecido todos. Ya no hay "brotes verdes" ni segundos o terceros trimestres de tal o tal año. Se abre una expectativa de un año más o menos (si no pasa algo muy gordo en las locales y autonómicas de marzo de 2011) en el cual son varios los elementos de los que cabe esperar una gran influencia en el ánimo de la opinión. El primero, por supuesto, será la evolución de la crisis. Si ésta comenzara a resolverse palpablemente con claros indicios de recuperación, el PSOE podría enfocar las elecciones como un voto de confianza al Gobierno para llevar a término la tarea comenzada.
El segundo elemento, imponderable por su naturaleza, será el proceso de la trama Gürtel cuya escenificación mediática erosionará la expectativas electorales del PP. Cunde la idea pesimista de que los votantes del PP son inmunes a la supuesta corrupción de su partido, lo cual es verdad hasta cierto punto. Los herederos espirituales de la derecha franquista, la que defendía un régimen ilegítimo, no van a hacer ascos a la idea de defender un partido bajo sospecha. Pero hay otra derecha no franquista que ejercerá su voto con menor sectarismo.
El tercero, el fin de ETA. La declaración de alto el fuego definitivo y verificable, el cese de hostilidades, la deposición de las armas, va ser un terremoto político. De las posiciones que adopte cada cual va a depender en buena medida el voto de mucha gente, probablemente de la mayoría que lo que quiere es que se acabe ETA y sin precio político.
Son muchos imponderables a algo más de un año. Las campanas tocan a difunto; pero el difunto puede estar muy vivo.