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dimecres, 22 de juny del 2011

Crónicas de la revolución indignada (VI).

Primeras grietas en el bastión del sistema.


Por fin parece que el Congreso da el paso que Palinuro lleva quince días pidiendo: reconocer la existencia del 15-M como un elemento político, no un asunto de puro orden público, como un factor discursivo capaz de formular peticiones que merecen atención. Ha sido una propuesta de mínimos, pero se ha aprobado por unanimidad y pide que se acelere la presentación del proyecto de Ley de Transparencia y que, en su debate, se indaguen formas de mejora y profundización de la democracia. Sin el 15-M esto no se hubiera producido.

La propuesta original, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), era más del gusto de Palinuro pues pedía crear ya una subcomisión parlamentaria para tratar la mejora de la democracia, para entendernos. Pero esta idea no tenía suficiente apoyo y fue necesario retirarla y conformarse de momento con la primera en el entendimiento de que tambièn se aprobará, llegado el momento, la subcomisión. Este órgano es el que permitirá que sean los mismos indignados quienes expongan sus reivindicaciones para lo cual a su vez estos tendrán que dotarse de algún tipo de estructura representativa o régimen de delegación. Salvo que se pida que sea la subcomisión la que vaya a una asamblea de acampada, lo que no me parece disparatado pero sí poco verosimil de momento. La interlocución directa es además lo único que puede garantizar que en nombre del 15-M hable únicamente la gente del 15-M y no los militantes de los partidos, sobre todo de izquierda, que tratan de instrumentalizar el movimiento; singularmente IU que trata de ganar de este modo el acceso a un parlamento que las urnas le niegan.

La fórmula de ERC establece un puente de diálogo entre el Parlamento y el movimiento 15-M que, obviamente, no son sediciosos, gamberros ni mastuerzos sino gente que tiene algo que decir, quiere decirlo y lo conseguirá. Por otro lado conviene recordar los usos de la política parlamentaria, uno de cuyos aforismos más conocidos es que si se quiere enterrar un asunto, lo mejor es crear una comisión. Y aquí no se trata de enterrar las propuestas indignadas sino de ver cuáles son viables y ponerlas en práctica cuanto antes. Por eso se plantea una cuestión de eficacia que bien puede consistir en empeñarse en que la primera propuesta que se considere sea la reforma del sistema electoral. Hasta donde esta reforma no precise revisar la Constitución, podrá hacerse en lo que queda de legislatura, y con sólo que el sistema electoral resultante sea algo más proporcional, puede conseguir que la cámara de 2012 sea menos cerradamente bipartidista y permita encarar una reforma de la Constitución, ya se vería de qué alcance.

Este plan puede sonar algo utópico pero quizá no tanto dentro de cinco meses. El 15-M tiene voluntad de permanencia. Anuncia otra manifa para el mes de julio y, luego de las vacaciones de verano una acción aún imprecisa, como un referéndum o una huelga general, armas mayores de resultados muy ditintos para el mes de octubre. En todo caso, utópico o no, es muy de celebrar que se abra una vía de entendimiento entre el Congreso y el 15-M. Hasta cierto punto el sistema democrático español es bastante ágil y flexible. Otros hubieran tardado más.

Entre tanto el 15-M sigue padeciendo ataques por diversas vías. El más formidable aparato ideológico, la Iglesia, se ha puesto en marcha y monseñor Rouco avisa de que los jóvenes del 15-M no conocen a Dios, no conocen a Cristo, por lo cual sus vidas están rotas, ya que con el materialismo no van a ninguna parte. Con 600 € al mes desde luego que no. La propuesta de que no piensen en los 600 € o en el paro sino en Dios y en Cristo no parece prosperar y eso tiene a Rouco de mal humor. Sobre todo porque en este 15-M no hay ni un atisbo de religiosidad y, aunque no sea un movimiento antirreligioso, la jerarquía no las tiene todas consigo respecto a lo que pueda pasar durante la próxima visita del Papa a reunirse con la juventud. Y es una pena porque, como sucede con el Parlamento, sería bueno que el 15-M se hiciera escuchar por el Santo Padre. ¿Qué se dice en las asambleas respecto a la pederastia en la Iglesia, la homosexualidad, el aborto, el condón y la cuestión de género?

(La imagen es una foto de Motarile, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 20 de juny del 2011

Crónicas de la revolución indignada (IV).

Teoría de la movilización permanente.

Jornada grandiosa la de ayer. Unas doscientas mil personas salieron a la calle en varias decenas de ciudades en un acto de participación ciudadana en masa, pacífico, festivo, constructivo, altamente político.

No partidista. No se vieron distintivos de partidos. Palinuro detectó cuatro o cinco banderas republicanas y un par de la CNT. Nada más. Y esa ausencia de los partidos en la convocatoria y organización del acto da a éste un enorme significado que no se parece en nada a los de otras finalidades. Cuando la derecha (el PP) o la izquierda (PSOE con o sin IU) se manifiestan no es infrecuente escuchar descalificaciones de los actos porque los manifestantes ya disponen de órganos partidistas para avanzar sus reivindicaciones. No es el caso de los indignados, que no cuentan con partidos, propios ni prestados y que, además, niegan que los candidatos electos en todos los órdenes los representen. La teoría pura de la representación dice que, una vez elegidos, los electos actúan en nombre de todos los ciudadanos, no sólo de sus votantes.

Pero si cientos de miles de ciudadanos dicen que a ellos no los representan aunque tienen un buen puñado de reivindicaciones políticas que plantear porque no se trata de personas indiferentes sino involucradas en el debate público, la teoría pura de la representación tiene que ajustarse. La única forma que tienen los indignados de ser visibles es mediante este tipo de actuación que cabe llamar de movilización permanente, valiéndose de todos los medios pacíficos para hacer escuchar su voz y mostrando no solamente que la tienen sino que es bastante sensata y goza de un considerabilísimo apoyo social.

¿Se quiere una prueba? Hágase el cálculo siguiente: ¿cuántos votos en unas elecciones generales podría conseguir un partido que llevase en su programa: a) ley de dación en pago; b) restablecimiento del impuesto de sucesiones y el de patrimonio; c) aumento de impuestos a los ricos; d) regulación y limitación de los beneficios, en especial de los fondos de inversiones y empresas financieras; e) exigencia de responsabilidades por la crisis en todos los niveles; f) detención de las privatizaciones y renacionalización de los servicios y empresas privatizados; g) ley de transparencia; h) lucha contra la corrupción y los privilegios de los políticos; i) reforma del sistema electoral, etc?

La batería de improperios con que una parte de los comunicadores ha recibido el movimiento 15-M, desde sediciosos a mastuerzos, ha disparado a la luna. De sediciosos, nada: ciudadanos sabedores de sus derechos y respetuosos con la legalidad. Doscientas mil personas en dos docenas de ciudades y no ha habido ni un incidente de orden público. De mastuerzos, menos. Es un movimiento con unas reivindicaciones muy razonables que ha sabido articular una plataforma de acción discursiva muy poderosa contra la que el "sistema" no tiene armas. El pragmatismo político imperante en los últimos veinte años no le ha dejado otras que las de la violencia y la represión, pero carece de excusa para emplearlas. Y tampoco cuenta con las armas teóricas que le permitan probar su legitimidad frente a la justeza de la crítica indignada, porque se ha acostumbrado a funcionar en un contexto de tal corrupción institucional que ya no cabe invocar los principios básicos pues han quedado vacíos de contenido. Es literamente imposible sostener que, por razones de supervivencia, hay que gobernar bajo los dictados de los mercados y, al propio tiempo, decir que se está en contra del dominio de los mercados sobre los gobiernos. Es imposible de todo punto convencer a alguien de que se está en contra de la corrupción con unas listas electorales plagadas de imputados por corrupción. Carece de sentido sostener que se van a garantizar los derechos sociales del Estado del bienestar cuando se rompe el postulado esencial de la justicia social que consiste en que paguen más los que más tienen y no los que menos.

La fuerza argumentativa, discursiva, moral, del movimiento se fortalece con esta práctica de la movilización permanente. Ya está preparándose otra manifa general para julio y, luego, se habla de una huelga general en octubre. Entre tanto, en el mejor espíritu de la guerrilla, habrá acciones menores, aquí o allá, tangibles o virtuales, de forma que sólo cabe admitir que el "sistema" tiene que lidiar con una fuerza extraparlamentaria de un gran impacto político y mediático que no puede seguir ignorando pero con la que no sabe cómo tratar una vez que ha comprendido que no por la violencia.

diumenge, 19 de juny del 2011

Crónicas de la revolución indignada (III).

ANDANDO SE ENTIENDE LA GENTE

Una de las pruebas de que este movimiento del 15-M es cosa de jóvenes es que no paran. Están en todas partes, donde menos se los espera, caminan por las calles, ocupan los espacios públicos, recorren las carreteras, es una revolución en marcha, que no descansa. Una revolución que tiene al país en efervescencia con unas autoridades obligadas a mantenerse ojo avizor por si en el transcurso de alguno de sus actos públicos se les vienen encima los anonymous, con esas inquietantes caretas en estética Batman.

Para hoy, la red se pone en marcha, en columnas (y cuidado con la palabreja) que, desde los arrabales de las grandes ciudades confluirán en algún punto estratégico urbano. Como plan, recuerda el ambiente de Los miserables. La banlieu toma el centro. En Madrid, si no ando errado, el Congreso de los Diputados, Carrera de San Jerónimo. Por cierto, no sé si ya se le habrá ocurrido a alguien, pero a lo mejor se podía pedir la retirada de los dos leones que flanquean la entrada, feo recuerdo de las guerras coloniales.

Supongo que las manifas serán copiosísimas. Imagino que la gente aprovechará la ocasión para escenificar el respaldo social que tienen los indignados; o sea que la indignación general va a hacerse patente. La indignación y el hartazgo. Tanto más cuanto que será de forma pacífica. Hay una preocupación, una obsesión general por evitar la violencia. El poder acepta la desobediencia civil y la desobediencia civil acepta el poder. Puede ser grandioso.

Es momento muy trascendental porque afloran muchos debates de calado. En la izquierda socialista hay un reproche continuo a los indignados que debilitan sus posibilidades con exabruptos antipolíticos como los que igualan el PP y el PSOE que a quien benefician, obviamente, es al PP. Pero los socialistas han de darse cuenta de que, cuando piden confianza, se la piden a unos que confiaron y se han sentido defraudados.

La otra izquierda, muy fragmentada, tiene sus más y sus menos con el 15-M. El maltrato a Cayo Lara durante el bloqueo del desahucio probablemente fue injusto, pero era previsible. El 15-M está haciendo con los desahucios pura desobediencia civil, está impidiendo la aplicación de una norma vigente por considerarla injusta, como la considera injusta el conjunto de la sociedad pero no los parlamentarios del PP y del PSOE, muy sensibles a las presiones de los bancos. Los indignados están, pues, enfrentándose al Parlamento, y en Cayo Lara han visto antes al parlamentario que al hombre que coincide con ellos. Ese es un problema serio: la izquierda tiene que fundirse con el movimiento, pero no podrá hacerlo mientras mantenga sus estructuras orgánicas, ya que el movimiento no las admite. Eso de fundirse en el magma de un movimiento sin estructura orgánica parece a los grupúsculos de la izquierda un suicidio.

La obsesión por la no violencia corre pareja con la oposición a todo símbolo o signo político distintivo. No banderas. No emblemas. El movimiento sólo puede seguir siendo tal mientras, como los propios indignados dicen, "quepamos todos"; para eso es imprescindible no proponer nada concreto sino limitarse a insistir en lo que se rechaza, que es lo único que une a la gente.

(La imagen es una foto de Visentico / Sento, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 18 de juny del 2011

Crónicas de la revolución indignada (II). En el templo de Mammon..

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Preparándose para el gran día, el showdown, del momento, la manifa del 19-J. Los indignados reiteran su pacifismo en términos casi angélicos, aunque no carentes del sentido del humor. Los indignats catalanes piden a los provocadores que se abstengan de ir. Eso recuerda la famosa anécdota según la cual cuando el ministro de la Gobernación de Franco llamó al embajador británico preguntándole si quería que le enviara más policías para contener una manifestación frente a su embajada, el diplomático, con flema, le dijo que prefería que enviara menos manifestantes.

El Gobierno, esto es, el ministro del Interior, que es ya el que habla por todos, anuncia que habrá firmeza si "alguien lo hace mal". Está claro, es una amenaza, pero es una amenaza prudente. Nadie está interesado en que en la manifa del 19-J en Madrid pase algo. Rubalcaba se juega su candidatura a la presidencia del Gobierno y el 15-M la legitimidad de su actuación.

En algún lugar he leído (cuando lo encuentre, pondré el enlace) que los indignados valencianos planean una marcha a pie hasta Madrid supongo que con fines de presencia mediática que, con su intensa vida y capacidad de improvisación el movimiento tiene asegurada. Por cierto, al hilo de la crónica, a lo mejor estoy equivocado pero en el País Vasco no veo indignados, seguramente porque los indignables vascos llevan indignados desde los tiempos de Sabin Arana.

Pero lo más notorio que este cronista debe reseñar es el hecho de que los indignados leyeran un manifiesto durante la reunión de la junta de accionistas del Banco Santander; un manifiesto en el que se acusa a los banqueros de destruir los sueños de la gente. ¿No es hermoso? Nada de ir allí en plan de experto, economista, sabelotodo, a explicar a estos tiburones por qué no deben seguir zampándose los peces más pequeños, sino en plan indignado, poético, radical. Lo bueno es que la intervención se ha producido porque un accionista ha cedido a un indignado su derecho de palabra. Eso es pragmatismo típicamente bancario. Hay que escuchar a todos. Luego se hará lo que nos convenga. Los políticos podrían aprender. ¿Qué costaría invitar a algún representante del 15-M a hablar en alguna comisión del Congreso? Se convoca a todo tipo de personas, ¿por qué no a un indignado?

Y dicen que no es una revolución. No hay más que ver la reacción de los partidos. Los de la izquierda extraparlamentaria (por ejemplo Izquierda Anticapitalista) pero también sectores de Izquierda Unida quieren sumarse a ella, si no dirigirla y eso provoca continuos conflictos. El PSOE no sabe qué hacer, entre otras cosas porque tiene la responsabilidad del orden público en buena parte del territorio. Y el PP y la derecha mediática están furibundamente en contra. O sea, es una revolución.

La derecha compara el 15-M con Hitler, Mussolini y Franco. Lo de Hitler es un obvio tributo pagado a la Ley de Godwin, lo de Mussolini debe de ser por la marcha sobre Madrid y lo de Franco es asombroso teniendo en cuenta que según la Real Academia de la Historia fue un gobernante autoritario, no totalitario y, además, católico, inteligente y moderado. Cunde el nerviosismo mientras los indignados apuntan ahora a la Monarquía.

(La imagen es una foto de RinzeWind, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 17 de juny del 2011

Francisco Camps da una lección de democracia.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Francisco Camps, aquel a quien un amigo del alma al que no conoce de nada llamaba El curita, fue ayer formalmente investido como President de la Generalitat de Valencia en un clima muy hosco y encendido con cientos de indignados llamándolo más o menos directamente "corrupto". Así que su discurso fue igualmente encendido, crítico y hostil con quienes se le manifestaban en contra.

Habitualmente los alegatos de Camps son de una retórica barroca, a veces por lo gótico: sus adversarios quieren verlo paseado en una cuneta (¡ay, el subconsciente!) y el gobierno socialista es antiespañol y quiere instaurar un Estado de terror; a veces por lo glorioso: Valencia es, gracias a él, fórmula uno en lo terrenal, marítimo y celestial, cosa que ha certificado el Santo Padre en visita que hizo rico a más de uno en dones del Señor. Y Camps se expresa sólo con discursos pues hace ya tiempo que no responde a las preguntas de los periodistas cuando le mientan la bicha, la Gürtel.

En esta ocasión Camps se ha despachado por la vía de la teoría política y ha tenido a bien explicar a la chusma del 15-M que democracia es esto: votos y escaños lo cual es estrictamente cierto y no creo que los indignados ante portas fueran tan mastuerzos de ignorarlo. Es que estaban allí por otro motivo, porque ese concepto de democracia es insuficiente. Porque democracia es, ciertamente, votos (y escaños) pero, si solamente es esto, también puede ser demagogia, populismo plebiscitario y tiranía... de la mayoría que no es menos odiosa que la de la minoría.

Y es que en otro momento de su arrebatada filípica, Camps afirmó emocionado que su sistema de autogobierno está basado en la Constitución y la Constitución no dice que España (y, por ende, Valencia) sea una democracia sino que es un Estado social y democrático de derecho, de cuya definición Camps deja caer lo de Estado social (obviamente, porque es de derecha) y lo de Estado de derecho y esto ya no está tan claro ni es tan permisible. Para que la democracia no se corrompa en tiranía o demagogia, tiene que regir el imperio de la ley, esto es todos están sometidos a la ley, sean o no presidentes, los voten muchos, pocos o ninguno. Eso es el Estado de derecho y la ley dice que no se defrauda, no se malversa, no se practica cohecho, no se financia ilegalmente nada, etc, etc.

Así que a la lección de democracia de Camps le faltaba una segunda parte que era por lo que los indignats estaba allí con tarjetas rojas y guardando estrictamente las formas para no dar pretexto, como en Barcelona, a que se les eche encima el orden constituido, desde sus profetas hasta sus corchetes. De forma que la lección de democracia, entera, con su dimensión moral, la dieron los del 15-M.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Crónicas de la revolución indignada.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Llamar revolución a lo que está pasando en España hace un mes quizá sea mucho o quizá sea poco; nadie lo sabe. O sea que cabe llamarlo revolución igual que otros lo llaman gamberrismo, totalitarismo, chantaje y qué sé yo cuántas lindezas más. Qué sea en realidad dependerá de lo que sus protagonistas hagan de ello. Debe recordarse que no tienen plan, proyecto, guía o programa, ni organización allende la red ni, según parece, ganas de tenerlos.

Para Palinuro, es la revolución indignada o revolución de los indignados que son abrumadoramente jóvenes pero están apoyados por una proporción abrumadoramente grande de viejos, viejos del 68 y viejos del 56; su emblema es Sampedro (José Luis). Una pinza generacional contra un sistema que ambos rechazan. Unos porque no los dejan entrar en la vida laboral, que es la forma de realizarse, y otros porque los han echado de ella, en muchos casos prematuramente. Una combinación explosiva: el ímpetu juvenil y la sabiduría de la experiencia.

Se cometen errores, pero se subsanan a toda prisa. En Barcelona hubo violencia, rápidamente condenada y con mucha sensatez moral y prácticamente ya que la violencia tapó la protesta por los recortes presupuestarios, que era lo importante. En Madrid alguien agredió al alcalde, Ruis-Gallardón que, como persona, merece respeto al margen de la opinión que se tenga sobre su gestión. Hay más y debe reseñarse. Los indignados han metido la pata una vez y quieren hacerlos morder el polvo. La policía lo ha hecho tres veces (Madrid, el 15-M, que inaugura la protesta, Barcelona el 27 y Valencia unos días después) y no ha habido una sola excusa sino advertencias y amenazas.

El movimiento es totalmente nuevo. Nunca se había asistido a un intercambio tan intenso de reflexiones y propuestas desde muy distintas posiciones políticas. El debate está siendo muy interesante. Lo de la no violencia es un ejemplo. Se aboga expresamente por una resistencia pasiva. En realidad, es un movimiento de desobediencia civil de muy amplio espectro pues cuestiona la justificación de muchas facetas distintas del orden constituido. No hace falta recordarlas pues están en la mente de todos.

Y a veces esa reflexión lleva al movimiento a actividades típicas de la desobediencia de los años sesenta. Por ejemplo, los sit in, el último de los cuales se dio ayer en la bolsa de Valencia. Doscientos cincuenta jóvenes sentados en el parqué. Van a la bolsa, al Ayuntamiento, a la Generalitat, seguramente incordiarán cuando venga el Papa a reunirse con los boy scouts and girls de Dios. Estos no respetan nada. Parece como si quisieran hacer realidad aquel viejo lema revolucionario de Georg Büchner, ¡Paz a las chozas y guerra a los palacios!. ¿Y qué hago con la hipoteca? dicen las masas. Hay que frenar los desahucios, dice el movimiento.

Otro problema para la policía. Los indignados son decenas, quizá cientos de miles, están comunicados en tiempo real, son competentes y pueden multiplicar sus acciones no en forma de guerrilla urbana, como trata de encasquetar el conseller de Interior de Cataluña, sino en forma de mosaico de resistencia: doscientos a la bolsa, ciento cincuenta a los desahucios, trescientos a las subastas judiciales, doscientos a cada acto público de las autoridades, desfiles, inauguraciones, conmemoraciones, premios y galardones. No hay fuerza de policía que pueda controlar un movimiento así.

Por eso insiste Palinuro en que las autoridades dejen de considerarlo exclusivamente como un problema de orden público y traten de encarrilarlo por la vía política del diálogo. Habrá quien diga lo de siempre, que no cabe pagar precio alguno porque otro deje de protestar pero sí que hay que pagarlo sobre todo si quien lo hace reconoce, como reconoce hoy en España casi todo el mundo, que muchas de las protestas son justas. ¿O no es justo protestar por la corrupción de los políticos y sus privilegios, por la codicia sin freno de los mercados y sus principales beneficiarios, bancos, fondos de inversión, especuladores, por la prepotencia de la Iglesia, los atentados al escosistema o la cobardía de los partidos de izquierda?

Primera crónica de la revolución de los indignados.

(La imagen es una foto de Motarile, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 16 de juny del 2011

L@s violent@s eran provocador@s de la policía.


Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia



Comienzo con una vulgaridad: la fuerza del 15-M reside en que su protesta es fundamentalmente moral y en que se manifiesta de modo pacífico. Los indignados llevan un mes de asambleas y debates públicos mejor o peor argumentados pero en los que van fraguándose unas reivindicaciones que, en buena medida, gozan de un apoyo generalizado entre una población atribulada que tiende a verlas como deseables pero utópicas. Y la verdad es que hay de todo, pero no es este el momento de ponerse a examinarlas. Basta con señalar que son propuestas reformistas políticas, sociales, económicas que, al tiempo, ponen en evidencia el grado de corrupción de un sistema para el que están acuñando un término de malas asociaciones en España: el régimen.

En cuanto a la violencia, la actitud es rotunda: nada de violencia. Es asunto en que va la legitimidad de un movimiento que tiene amplia aprobación a pesar de las molestias que inevitablemente ocasiona aquí o allá. Con la violencia los indignados son como el alcalde Giuliani de Nueva York: tolerancia cero. Tanto es así que están dispuestos a ampliar su concepto que no reside sólo en el empleo de la fuerza bruta en contra de algo o de alguien sino que puede darse también de otras formas: el ruido, la suciedad, la ocupación abusiva de espacios públicos son formas de violencia. Aunque sobre esto siempre se podrá discutir porque los límites no están claros. Ocupar una emisora de radio y leer un comunicado es violencia, pero ¿puede tratarse como el incendio de un autobús?.

Por eso los vemos barrer sus acampadas, mantener silencio, esforzarse por no estorbar. Esta es una revolución hecha por gente con altura de miras y muy civilizada. No hay barricadas, ni destrozos, ni rotura de mobiliario urbano; no hay atropellos ni agresiones personales. No se da un mínimo pie a que haya represión policial violenta. Los policías, en general, aplican un protocolo de contención. La revolución tiene ribetes versallescos.

Pero, claro, en estas condiciones puede eternizarse. Ahora llega el verano, las acampadas resultan más fáciles pero, por corteses y cívicas que sean, las autoridades de toda índole las ven como un verdadero incordio con el que quieren acabar. Porque de lo que se trata es de que personas como Francisco Camps puedan tomar posesión de cargos representativos por el hecho de haber sido elegidos. Como si eso quisiera decir algo respecto al civismo del electo cuando de todos es sabido que, puesto a elegir el pueblo entre Cristo y Barrabás, eligió a Barrabás, resultado que debiera decir algo al muy cristiano Camps. Así que violencia de los indignados, ninguna y, si alguna se da, como se ha dado por desgracia en Barcelona, es de inmediato reprimida, criticada y condenada en los más duros términos por las comisiones de comunicación del 15-M que se desmarcan de ellos.

Parece así que la derecha, las autoridades y, sobre todo, la policía han descubierto que lo inteligente es minar la base de legitimidad del movimiento, la no-violencia, la resistencia pasiva. Y como éste no acaba de estallar, recurren a los agentes provocadores. El visionado del vídeo deja pocas dudas. Por supuesto, lo trataremos siempre como presunto. Pero ¿hay acto más abominable que la policía delinca? Si los responsables del orden lo son del desorden, con el fin tácito de restablecer el orden al estilo del famoso ¡El orden reina en Varsovia! no hay Estado de derecho. Esos provocadores tienen que ser identificados. En el vídeo son muy fáciles de reconocer. Alguien los ha identificado ya, sin duda alguna. Bastaba con ver por lo demás que no iban vestidos, sino disfrazados. La cuestión es que eso es ilegal y delictivo y, por tanto, los provocadores deben comparecer ante la justicia.

¿No es evidente que el movimiento 15-M actúa desde una posición fundamentalmente moral y que así consigue poner de relieve la podredumbre del sistema? Lo que se ha hecho en Madrid de impedir (por ahora) un desahucio habla por sí mismo cuando los dos partidos mayoritarios bloquean todo proyecto de ley de dación. Y si la policía actúa como bandas de matones queda ya poco por decir y menos que poco, nada, a ese consejero de Interior de la Generalitat, Puig, que utiliza con descaro lo que los ingleses llaman un innuendo al observar, al parecer irónicamente, que fue el único que entendió lo del 27 de mayo, cuando los mossos repartieron estopa con saña. Sí, lo entendió perfectamente. Ahora busca un pretexto y, si no lo tiene, lo fabrica a base de mandar a sus policias a provocar tumultos como verdaderos sicarios. Presuntamente, desde luego.

Una última cuestión sobre las descalificaciones intelectuales del 15-M. Gonzalo Anes, que sigue sin dimitir, dijo en algún momento que lo del 15-M quedaría en la historia como una nota a pie de página o algo así. Y, si de él depende, así será ya que no es un historiador sino un trujimán del Rey que lo ha hecho marqués de su propio apellido, creo. Savater llama a los indignados de Barcelona hatajo de mastuerzos. Si estamos de acuerdo en el alcance del término la verdad es que hay muchos mastuerz@s, pero no más que en otras clases de personas, políticos, periodistas, profesores, curas, empresarios, sindicalistas. Mucha gente cree que la dirigente de UPyD, Díez, es un@ de ell@s. Su intervención ayer en el Congreso culpando a Rubalcaba, el ministro que más cerca de su fin ha llevado a ETA, de ser el responsable de que los proetarras estén en las instituciones muestra gran mastuercez y abundante mala baba. En España los derechos los protegen o deniegan (los denegable) los jueces. No el ministro del Interior. Y hay más: por supuesto que los indignados tienen derecho a que se les escuche, sean cuatrocientos, cuarenta o cuatro en los términos que les parezcan, siempre que eso no redunde en perjuicio de terceros. Los derechos de los ciudadanos son originarios y su ejercicio, responsabilidad de cada cual. ¿O van a tener que pedir permiso a los censores de turno para ejercerlos?

El punto está aquí en ese perjuicio. Uno puede argumentar que la ocupación de la vía pública para asuntos particulares, por muy pacífica que sea, es siempre un perjuicio. Pero es difícil sostenerlo en un país en el que la Iglesia ocupa miles de espacios públicos con sus procesiones y los taurófilos llegan a vedar el tránsito por determinadas calles en época de encierros para poder torturar civilizadamente a las bestias sin muchos riesgos. Se dirá que lo importante no es cuántos son los que ocupan los espacios públicos de hecho sino cuántos apoyan que lo hagan. Cierto. Ese es precisamente el punto de vista de los indignados que de mastuerzos tienen lo que todo el mundo. En la calle siempre hay cuatrocientos, sean indignados, meapilas o falangistas. Y los socorridos cuatrocientos mil que se quedan en sus casas apoyan a unos o a otros. Basta con ver los resultados electorales y los barómetros de opinión. Querer ignorarlo no sólo es inmoral; es también estúpido.

(El vídeo de cabecera es de Xartigas, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 15 de juny del 2011

Cuando no hay futuro, hay presente.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Y un presente que se enseñorea del futuro porque lo están moviendo los jóvenes. Basta ver las fotos. Media de edad, veintitantos años. ¡Que bien lo decía Serrat en los sesentas! : Ara que tinc vint anys, ara que encara tinc força, que no tinc l'ànima morta, i em sento bullir la sang. Siempre son los poetas los que definen los tiempos y todos los tiempos. Porque ese bullir la sang no es privativo de los veinteañeros. La sangre bulle siempre. Al que le bulle. Al que no le bulle, tampoco le bullía cuando tenía vint anys.

Un momento, pero ¿estos de ahora no eran los jóvenes ni-ni, los que no tenían futuro, la "generación perdida"? Y perdida no en el sentido de la lost generation de mis amores sino en el más puñeteramente real del término: perdida de haber perdido el camino, de haberse perdido a sí misma y no en el aspecto moral porque son jóvenes muy formales, sino en el esencial, el laboral, que es donde se hacen las personas. La generación de las no-personas que, vaya ironía, es la mejor formada de la historia del país.

Pues estos perdidos, convertidos en indignados, han ido a encontrarse en la vía pública, en el espacio común, y lo han convertido en un ágora, trasladando un debate sobre los rasgos morales de nuestra democracia que no se da en ninguna otra parte y para el que el sistema no tiene respuesta porque él mismo reconoce estar corrompido hasta la inacción y la parálisis. Lo que acaba de suceder con el Tribunal Constitucional es una prueba irrefutable.

En esta situación el movimiento del 15-M, que lleva la iniciativa de modo sistemático, se ha convertido en una revolución que ya nadie puede detener. Ni quienes la pusieron en marcha. Y no puede detenerse porque, al no tener estructura política, nadie da las órdenes y con nadie cabe negociar nada. Tampoco se puede detener policialmente porque, al carecer de estructura orgánica, no hay nada que se pueda desmantelar y sólo cabe encarcelar a cientos y miles de personas, lo que no es ni imaginable.

Así que cuanto antes comprendan los partidos, los políticos, que no pueden seguir ignorando el fenómeno porque ya ni los deja trabajar, mejor será para todos. Cierto, cabe decir que lo que el 15-M tiene que hacer es dejar trabajar a los políticos (se refiere a los diputados del Parlament en Cataluña, que no pueden recortar a gusto con tanto alboroto), pero la verdad es que tienen escasa legitimidad. Lo han hecho muy mal; lo saben; lo confiesan; pero quieren seguir haciendolo peor. En el PP dirán lo que quieran pero un país en el que un ciudadano como Camps toma posesión de un cargo público tiene un grave problema moral. Lo sabemos todos. Pero los del 15-M lo dicen y, además, se han plantado. Es posible que parte del discurso de los políticos sea razonable: que no sea momento de andar con experimentos de envergadura como están las cosas por ahí fuera. Posiblemente. Pero si la observación no llega muy tarde de forma que la riada va a llevarse por delante los remilgos, será cosa que podrá negociarse con los indignados, que están indignados pero son muy razonables. Es más: están indignados porque son muy razonables.

Lo mejor que puede hacer el sistema (para entendernos) es dar estado a la cuestión, designar una comisión parlamentaria o algo así como interlocutor con el 15-M y negociar. Es difícil porque muchos vienen pidiendo un proceso constituyente y eso son palabras mayores. Pero como de algún modo habrá que decidir qué hacemos, si es que queremos hacer algo, alguien habrá de dar el primer paso para hablar. Porque la política es eso, hablar, entenderse, ponerse de acuerdo. Puede que la teoría sea excesiva pero es que la praxis no lo es menos.

Los partidos, en especial los de izquierda, parlamentarios o no parlamentarios, sienten una especie de fuerza que los arrastra a hacer causa común con los indignados, en algunos casos intentando convertirse en la vanguardia de estos, pretensión fracasada hasta la fecha, por lo que he podido ver. Pero está bien que la izquierda se mire en espejo del 15-M porque las reivindicaciones de este son en un noventa por cien las clásicas suyas que se habían ido quedando por el camino.

La derecha querrá llevar el asunto al territorio del enfrentamiento y la guerra. ¿Hablar? ¿Hablar con una manga de desharrapados que cultivan marihuana por las esquinas? Aquí hablan las urnas, los partidos, las instituciones. La gente, a callar. Sobre todo porque, puestos a movilizar gente, la derecha puede echar muchedumbres a las calles. Lo que no puede conseguir es que se queden de acampada una quincena en una plaza pública.

La derecha soporta también un serio handicap a la hora de hablar y es que tiene muchos asuntos por indiscutibles. Realmente muchos: la Constitución, la Monarquía, la unidad de España, la religión católica, la familia. Indiscutibles en sus peculiarisimas concepciones entre las cuales está que Franco no era un dictador. En cambio, Negrín, sí. Poco más o menos, entiendo, como el 15-M es el precursor de un movimiento totalitario. Nada menos. Y habrá que reconocer que, en cosas de totalitarismos, la derecha sabe lo que dice. Dice, por ejemplo, que el régimen de Franco no era totalitario.

¿Cómo parar una revolución pacífica que se hace por motivos morales invocando la conciencia cívica y el respeto a unas instituciones a las que literalmente se ha hecho trizas, como el Tribunal Constitucional, por ejemplo?

dilluns, 13 de juny del 2011

Un buen camino.


Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia

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Cuando las instituciones están podridas porque en ellas prevalecen los que Lorca Y Dalí llamarían putrefactos (con cierta variante semántica) lo mejor que puede hacer la gente decente es marcharse de ellas. Exactamente lo que han hecho los dos concejales de Esquerra Unida de Valencia, quienes han desalojado el pleno del Ayuntamiento de Alacant apenas comenzó a hablar la nueva alcaldesa, Sonia Castedo, imputada en uno de los más malolientes procesos de que está salpicada toda la Comunidad Valenciana que con mano firme dirige el curita, a su vez implicado en otros procesos de no menor relevancia.

Los dos concejales, Miguel Ángel Pavón y Ángeles Cáceres, han salido con gran dignidad del pleno y se han sumado a los manifestantes del 15-M(véase el vídeo a continuación)

en un acto pleno de significado político y que, en su aparente modestia tiene un gran alcance. Los dos concejales son en este momento la lanzadera que une dos mundos opuestos: la política parlamentaria (representada por unas instituciones bastardeadas por los corruptos) y la política extraparlamentaria (representanda por los indignados del 15-M) en una dinámica que no se sabe a dónde irá a parar aunque, desde luego, dependerá en buena medida de la valentía de la izquierda.

Parafraseando a Henry David Thoureau, Cáceres y Pavón podrían decir que hay momentos en la vida en que el lugar apropiado para una persona decente es la cárcel; aquí no es la cárcel, pero sí la exclusión de las instituciones y la unidad con la actividad extraparlamentaria. Sin duda es una decisión estupenda, una que devuelve la pelota de la corrupción, la mentira y el engaño al tejado de unos políticos que han prostituido de tal modo sus cargos que sólo parecen querer estos para seguir delinquiendo y blindarse frente a la justicia.

Creo que sería lo que tendría que hacer la izquierda, toda la izquierda, en casos clamorosos, como el de Francisco Camps: abandonar sus escaños como protesta y unirse al 15-M, que está cargado de razón. Alguien podrá decir que es una decisión tácticamente errónea porque se deja el terreno libre al curita, que podrá hacer mangas capirotes. Es verdad. Pero es lo que hace incluso con la oposición presente porque emplea su mayoría absoluta para cometer sus fechorías y la oposición es impotente. Hasta seis sentencias judiciales acumula Camps que le ordenan facilitar información a la oposición y sigue sin hacerlo. ¿De qué le sirve a la oposición mantener su política parlamentaria sino es para legitimar un sistema podrido por el predominio de una clase política corrupta? De nada. ¿Por qué no atreverse a dar ese paso, a comenzar una unidad de acción con los indignados? ¿Por temor a lo que diga la derecha? Pero ¿hay alguna duda de que la derecha siempre dirá lo más dañino y que si no lo tiene se lo inventa? Regla general para el comienzo del saneamiento de las instituciones: allí en donde haya imputados y estos gobiernen con mayoría absoluta o mediante un pacto con su marca blanca, UPyD, lo que la oposición debe hacer es despejar el campo y unirse al 15-M en la denuncia de la corrupción.

diumenge, 12 de juny del 2011

Luz y sonido.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia
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La solemne toma de posesión de las autoridades locales se vio ayer animada por la presencia de los indignados en casi todas partes con sus pancartas, su cacerolas, sus gritos, sus protestas. En Sevilla, en Valencia, en Madrid y en un sin fin de otras plazas hubo boicoteo activo a las ceremonias que los del PP llaman chantaje (esto es, extorsión), ellos y sus conciencias sabrán por qué. En varios casos hubo cargas o desalojos policiales con alguna violencia, aunque no mucha porque las autoridades tratan de evitar una dinámica de acción-represión-más acción cuyos efectos han visto y están viendo muy de cerca en los países árabes y ahora es posible que también en Turquía.

Los medios, el principal aliado, quieran o no, del 15-M, están encantados. Hay noticias por todas partes. Y cuando no son de los indignados, son de otra fuente: Álvarez Cascos en Gijón, el poderío de Bildu en el País Vasco, rematado con la joya de la corona, el ayuntamiento de Donostia. Pero lo esencial es la intervención del 15-M que es como la enojosa presencia de aquella parte del pueblo que no se siente representada en el establecimiento político y ha decidido pasar a la acción a su modo. Supongo que los alcaldes y concejales que han tomado posesión en el tumulto estarán deseando que pasen estos momentos, este movimiento, para volver a sus negocios habituales. Pero el movimiento parece ser duradero.

Y lo es porque las causas que lo pusieron en marcha siguen ahí y agravadas si cabe. En primer lugar, la política entendida como cabildeo de partidos. IU se abstiene en muchos municipios y da de hecho el gobierno al PP; en algunos casos, incluso, lo vota. En otras partes, el acceso del PP lo facilita UPyD. Pero hay muchos otros municipìos en los que gobierna el PSOE con los votos de IU. Con los votos de CiU gobiernan varios alcaldes del PP en Cataluña, incluido uno caracterizadamente xenófobo. Y es la CiU cuyo líder, Mas, acudió en cierta ocasión al notario para certificar que jamás pactaría con el PP. Retorna la teoría de la pinza y las amargas recriminaciones de una izquierda que, por lo que se ve, es incapaz de hacerlo mejor. Es fácil que las componendas entre partidos tergiversen el sentido del voto que han recibido, si se considera que el voto es como una especie de mandato. ¿Quién se atreverá a afirmar que la protesta de los indignados con su consigna de ¡No nos representan! esté fuera de lugar?

Todavía peor es el asunto de la corrupción. Más de cien imputados en procesos penales han conseguido acta de concejal o vara de alcalde. Admitido que esto de retirar sin más a los imputados en un país en donde se puede recurrir a la denuncia falsa a adversarios políticos es complicado. Pero aceptando esta complicación, cien imputados tomando posesión de cargos públicos en los que se administran dineros públicos son un espectáculo deprimente. Imputados y procesados por malversación, cohecho, tráfico de influencias, jurando y prometiendo, presidiendo comisiones. Barberá agradeciendo a Camps no su amor al dinero, al boato y al despilfarro sino ¡a Valencia! ¿Cómo afear al 15-M que ponga de manifiesto lo ridículo de esta farsa?

dissabte, 11 de juny del 2011

Petición al Congreso.

Ayer presenté en el registro del Congreso de los Diputados la petición para que éste inste al Gobierno a retirar el diccionario franquista de biografías y a pedir la dimisión del director de la Real Academia de la Historia, don Gonzalo Anes. El contenido textual de la petición se encuentra en Palinuro, Petición al Congreso de los Diputados. Lo hice a título personal y como administrador de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia, que ya cuenta con 1676 adhesiones. Quien quiera sumarse puede hacerlo en la página. También se agradecen adhesiones de gente que ayude a difundir la petición para que tenga mayor respaldo. La intención es escribir otra petición al Rey puesto que, según la Constitución, ejerce el "alto patronazgo" de las Reales Academias. Quiero oír al Rey diciendo si cree o no que Franco era "católico, inteligente y moderado", como lo define su biógrafo, Luis Suárez, en un alarde de objetividad y neutralidad o de libertad de expresión, según sentencia el director de la Academia, Gonzalo Anes en otro de lo que me parece cinismo. Porque significa que lo que dice la Academia es cosa de opinión (terreno en el que debe respetarse la libertad de expresión) y carece de toda base científica (terreno en donde la libertad de expresión está limitada por los hechos) con lo que es de preguntarse qué clase de Academia es una de opinión y en qué se diferencia de una tertulia de la radio.

A algunos, esto de ejercer el derecho de petición les parece una filfa porque presuponen que la democracia española no funciona. Y es posible que sea así; pero no se podrá saber si no se utilizan los medios que los ciudadanos tenemos a nuestro alcance para hacerla funcionar. Las quejas sobre la falta de democracia en España, que Palinuro comparte en buena medida, tendrán más peso cuando se compruebe que la ciudadanía ha agotado las posibilidades de hacerse oír sin conseguirlo. ¿Cuántas veces se ha utilizado el mermadísimo derecho de iniciativa popular? ¿Cuántas peticiones de alcance nacional se han dirigido al Congreso? Y hay motivos sobrados.

Por ejemplo, hay por lo menos un partido legal que se llama Falange. La Falange era el partido único y oficial del franquismo, del que Franco era el Jefe Nacional en ausencia del Ausente, el equivalente del Partido Nazi en Alemania o el Fascista en Italia. En ninguno de estos países es legal un partido nazi o fascista. En España, sí. Y, siendo legal, se querella por lo criminal contra un juez de la Audiencia Nacional por razones políticas, y la querella prospera. ¿No deberían los ciudadanos demócratas pedir al Parlamento que inste al Gobierno a que solicite la ilegalización de la Falange, con independencia de que sea o no aquella a la que pertenecía Aznar? Y como éste hay cientos de ejemplos. Palinuro no puede presentar docenas de peticiones pero brinda la idea de que los ciudadanos demócratas creen una central de peticiones, por así decirlo. Si no lo hacen, que no se quejen luego de que los políticos van a lo suyo, que sólo cortejan la voluntad del pueblo cada cuatro años y que el resto del tiempo se dedican a desmovilizar la ciudadanía.

Nos guste o no sólo la ciudadanía moviliza la ciudadanía y eso significa compromiso, trabajo, molestias y cierto riesgo. Quien no esté dispuesto a afrontarlos, que no se queje de falta de oportunidades para participar en las decisiones que le conciernen. Y sobre todo que no incordie enturbiando las cosas y entorpeciendo la movilización ajena. Por ejemplo, desanimando con el cuento de que, como "todos los políticos son iguales", no merece la pena hacer nada. Ese es un discurso falso que cala bien en el movimiento del 15-M y que lo hace irrelevante porque le permite formular sus agravios y sus propuestas de soluciones pero no proponer los medios prácticos de ponerlas en práctica.

Bastantes de las muy razonables reivindicaciones del movimiento 15-M pueden ser objeto de petición y no solamente al Congreso. Otras requerirán proposiciones o proyectos de ley que el Parlamento tendría ya que estar negociando con el movimiento. Pero este no tiene órgano negociador alguno que lo represente ni las autoridades han constituido comisión o comité que pueda recibir las propuestas y debatirlas con los proponentes. Pongo un ejemplo suficientemente claro: ¿no debería el movimiento 15-M estar presente de algún modo en las negociaciones tripartitas entre los sindicatos, la patronal y el gobierno? ¿Es razonable que quienes más han padecido la crisis y los que padecerán las reformas que los negociadores acuerden, los jóvenes, no puedan decir nada al respecto?

Palinuro sostiene que la consigna de Democracia real ¡ya! es muy deseable y así lo ha dicho. Pero no es un conjuro, a su enunciado no cae la democracia real del cielo como el maná sobre el pueblo elegido, sino que hay que conseguirla, ganarla, conquistarla y para eso no basta con deliberar en las asambleas con todo y ser las deliberaciones imprescindibles porque están constituyendo un ejemplo práctico de la teoría habermasiana de la democracia discursiva o dialógica.

Suele invocarse el ejemplo de Islandia. Pero las diferencias son abismales. Al margen de muchas otras hay una decisiva: los islandeses eligieron un nuevo Parlamento con mandato constituyente. Para hacer eso en España falta un trecho.

divendres, 10 de juny del 2011

Escucha, izquierda.

El movimiento M-15 es una realidad multifacética, casi proteica, muy extensa... e imprevisible. Nunca se sabe qué forma tomará o en dónde se manifestará. Se coordina por el "todos y ninguno" que decía Palinuro ayer a través de asambleas y en la gran asamblea virtual de internet que tiene un ámbito de debate teórico en profundidad, con documentos, citas, pruebas, controversias en Facebook y una brigada de intervención ligera en Twitter, mediante la cual se transmiten consignas a toda velocidad en un sistema de red que carece de una pauta de organización, una jerarquía y, por tanto, no se puede desorganizar ni descabezar.

El movimiento es un fenómeno nuevo y obliga a considerarlo con mente abierta, alejada de esquemas y fórmulas. Además hay que tratarlo con la dignidad que merece, como un acto de recuperación de la voluntad popular y dejar de considerarlo un mero problema de orden público. Pasar la interlocución del ministerio del Interior al Congreso. Es el Congreso el que tiene que hablar con el M-15; no los antidisturbios.

Porque, además de no ser un peligro de orden público dado que se ajusta a un estricto pacifismo, tiene, en parte por ese mismo pacifismo, un enorme apoyo en la opinión pública. Me atrevería a decir que, a estas alturas, hay tanta gente que se siente representada en las acampadas como en el Congreso, si no más. Para probarlo bastaría un sencillo experimento: póngase a referéndum alguna de las propuestas del 15-M, por ejemplo, luchar contra la corrupción y que, entre otras cosas, los imputados no puedan ir en listas electorales. ¿Cuál se cree que sería el resultado?

Es obvio, la fuerza moral del 15-M es su sólido respaldo en la gente que se mantiene por el pacifismo a toda costa y porque no responde a las provocaciones. Sin embargo la fuerza moral no es todo. Falta la material. Desde luego que ocupar la calle es mucho. Es acabar con el monopolio del espacio público de los medios de comunicación, los partidos, las instituciones y las grandes organizaciones, desde la banca a los sindicatos, pasando por la iglesia. Por cierto, ¡qué callados están los curas! Hasta la fecha sólo se ha oído a monseñor Rouco decir que los jóvenes de hoy tienen problemas con su alma que es como decir que, si vives, respiras. Me da que están asustados con la que se puede montar en la venida del Papa si el 15-M sigue hasta julio, que tiene toda la pinta y más. Porque el Papa viene a encontrarse con la juventud. Precisamente. Mira que si llegan aquí decenas de miles de jóvenes del mundo entero y deciden montar un consejo mundial de la juventud a su modo. La Spanish Revolution irradiando al mundo entero. Pero ocupar la calle, sobre todo civilizadamente, por sí solo no hace cambiar las cosas. Para eso hace falta más fuerza material.

Aunque no mucha. El sistema político que se encuentra el 15-M está muy podrido. Es una democracia formal, sí, pero no real. Esto de la democracia real, que figura como emblema iniciático del movimiento (DRY) no hace referencia a la vieja distinción izquierdista entre democracia formal (burguesa) y democracia material (socialista) sino a la mucho más pedestre entre las formas y los contenidos. Se guardan las formas, pero se quebrantan los contenidos. El sistema no obedece a la voluntad popular sino a la de los partidos políticos que tampoco se refieren a aquella sino que son la voluntad de una oligarquía que conforma una clase política atenta a sus intereses como clase antes que a los de sus representados.

El sistema está corrupto a extremos bíblicos. ¿Cómo puede Juan Cotino poner un crucifijo en la mesa de les Corts valencianas cuando en ellas se sienta lo más granado de la imputación del caso Gürtel? ¿Cómo diantres pone a su Dios a presidir un patio de Monipodio? Porque todo da igual y el crucifijo pinta aquí tanto como lo hace en los colegios en los que los curas abusan de los niños.

¿Y cómo puede la Real Academia de la Historia publicar una biografía de Franco en la que se le tilda de "católico, inteligente y moderado", "autoritario pero no totalitario", poco menos que providencial y en modo alguno un dictador o un represor? Porque la corrupción del franquismo ha contagiado las instituciones democráticas. A propósito, séale permitido a Palinuro recordar que tiene abierta una página en Facebook con la causa Retirad el libelo franquista de la Academia, que tiene 1.618 adheridos y por si alguien quiere firmar.

La clase política en general es honrada pero hay un buen puñado de excepciones que clama al cielo y en el que se encuentran presidentes autonómicos, consejeros, decenas de alcaldes, concejales. Asimismo esa clase política disfruta de escandalosos privilegios y sin excepción alguna: los alcaldes los presidentes de comunidades autónomas se ponen los salarios que quieren, muchas veces estratoféricos. Y toda la clase disfruta de privilegios de pensiones, jubilaciones, retiros, compensaciones que nadie traga con gusto. Y por si esto fuera poco, Bono suprime un día de trabajo de sus señorías. Muchas veces lo más irritante de los privilegios no son los privilegios en sí sino la falta de sensibilidad para verlos.

La podredumbre del sistema es tan clara que son los mercados quienes gobiernan, quienes imponen sus decisiones a los órganos políticos que hace tiempo que no representan la soberanía popular. Por eso no es muy delirante considerar que el 15-M va adquiriendo modales y conciencia de poder constituyente que es lo que, en definitiva, corresponde a una revolución. De ahí que en el curso de los debates de los acampados suenen voces que piden eso, una nueva Constitución.

Llegados aquí es evidente que la izquierda, toda la izquierda, tiene que reaccionar haciendo suyas las reivindicaciones del 15-M que siempre lo fueron hasta que por los compromisos con el orden capitalista fueron abandonándolas. La única objeción que se me ocurre que pueda esgrimir la izquierda para seguir tan claramente alejada del 15-M es la necesidad de tener en cuenta el impacto de las reformas que se piden sobre el crédito del país y, en definitiva su estabilidad económica y financiera. Pero ese es un argumento en el que es perfectamente posible ponerse de acuerdo. El movimiento no niega que haya que hacer sacrificios; si hay que hacerlos, se hacen. Lo que el 15-M exige es que se repartan con equidad. Lo que no puede ser es que multitud de estadísticas muestren que es la renta salarial la que viene bajando desde hace veinte años mientras que los beneficios crecen, que el índice de Gini revele desigualdades crecientes, que los responsables directos de la crisis no solamente salgan indemnes de ella sino que, además, se enriquezcan con la penuria pública. Por eso esto es una revolución.

(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 9 de juny del 2011

El rojo y el negro

Esto que se está produciendo bajo nuestras narices es una revolución. Una que no sigue ningún modelo conocido pero que incorpora tácticas de otras varias aparte de las propias y originales. Es una revolución roja y negra. Roja porque muchas de sus reivindicaciones son de la izquierda de toda la vida; negra porque su modo de formularlas y organizarse es espontáneo, no premeditado o programado, al estilo anarquista. La revolución va desarrollándose según se producen los acontecimientos de la vida colectiva. Las asambleas se han convertido en un parlamento ciudadano interconectado entre barrios, entre ciudades mismas a través de las redes sociales. Las redes son el programa. Todos y nadie.

Así, todos y nadie han decidido trasladar la asamblea de Sol al Congreso de los Diputados. Las decisiones asamblearias recuerdan siempre los soviets de la revolución bolchevique, aunque su composición humana era muy distinta pues consistían en obreros y soldados. Pero el traslado a la Carrera de San Jerónimo actualiza las imágenes de la Revolución francesa con la Asamblea Nacional legislando bajo presión de los sans culottes que habían tomado las galerias de la augusta sede.

Es como una escalada de la revolución que viene en cierto modo caldeada por la muerte del joven a causa de la carga de los Mossos d'Escuadra en la Plaza de Cataluña. (Corrección del día 8: esta noticia de la muerte parece haber sido un bulo). La cuestión es si el Congreso puede legislar bajo la presión de la calle. Si pueden hacerlo las asambleas de las Comunidades Autónomas.

En el fondo la cuestión es si el Estado español (en realidad, cualquier Estado) puede enfrentarse a una contestación ciudadana masiva pacífica, en buena medida movida por un sector de la población que tiene tiempo para movilizarse precisamente porque está en paro. El enfrentamiento que mediante tácticas políticas de color negro (de movilización colectiva espontánea anarquista) se abre ahora tiene un intenso color rojo porque se trata de saber si hay alguna posibilidad de evitar el despido libre y gratuito, que es lo que los empresarios exigen ante una situación de tan elevado paro. El paro es la causa de la revolución y su medio de lucha.

Cuanto más se enconen las cosas, más difícil será llegar a acuerdos. Palinuro cree que le falta ya tiempo al Parlamento para debatir en uno de los plenarios que tan oportunamente quiere suprimir Bono cómo reaccionar frente a la revolución de los indignados. La verdad no se comprende que todavía no haya ni una miserable comisión parlamentaria ad hoc para establecer cómo tratar con la revolución. Y la tienen encima.

(La imagen es una foto de sergi MD, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 2 de juny del 2011

Valor y ejemplo de l@s acampad@s.

Saber cuándo llega la revolución a tu vida no es fácil. Requiere apertura de espíritu, curiosidad intelectual, inquietud, sinceridad y capacidad de autocrítica. Es imposible verla llegar y por lo tanto adoptar una actitud razonable ante ella cuando se vive presa del dogmatismo, especialmente el dogmatismo revolucionario. Aquellos rígidos comunistas primero estalinistas y luego antiestalinistas (pero siempre los mismos) que no vieron llegar la revolución de mayo del 68 todavía siguen sin entenderla. Y lo mismo pasa hoy con la de los indignados/acampados. En cuanto las cosas no se ajustan a los esquemas que las almas simples se han hecho a modo de andadores por la vida, ya no entienden nada. Y lo peor no es que no entiendan, sino que es fácil que se pongan en contra: el progreso es la perversión; las máquinas destruyen el trabajo y la riqueza; el arte abstracto es un cuento de inútiles; los Beatles no saben cantar; mayo del 68 es la revuelta de los niñatos; acampasol es un rollo de okupas. La estupidez no conoce límites.

Hasta los más necios se han dado cuenta ya de que la crisis general del capitalismo, en conjunción con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (tics), el hundimiento del comunismo y la vivencia de las nuevas generaciones, ha puesto en marcha un proceso de cambio social y de protagonismo revolucionario de la multitud encabezada por los jóvenes que carece de parangón en la historia y que, cuando alguien quiso poner fin a ésta, la han dejado abierta a todos los vientos del cambio y la incertidumbre.

Como todo lo nuevo, lo original y nunca visto, la revolución de los indignados desconcertó al poder, suscitó (y suscita) fuertes enemistades sobre todo entre la derecha más reaccionaria (al estilo de la clericoliberal Aguirre y el liberofascista Aznar) y descarados intentos de instrumentalizarla entre la izquierda más o menos acomodada con el sistema. Los primeros brotes en los países árabes fueron saludados con universal alegría porque permitían sentar plaza de progre a cientos, miles de kilómetros del lugar de uno y reducirlos a una especie de curiosidad étnica cuando no meramente tribal. Pero casi nadie cayó en la cuenta de qué pasaría si aquellas simpáticas y heroicas revueltas de jóvenes y mujeres cruzaban la línea de la "alianza de las civilizaciones". Ya lo han hecho. Los indignados de la Puerta del Sol, que se extienden por todo el continente europeo, son el resultado del panfleto de Hessel y la revuelta tunecina.

Y el efecto de esta revolución está siendo evidente. El poder está viéndose obligado a contemporizar. Por dos veces (una en Madrid y otra en Barcelona) ha pretendido desalojar y las dos veces ha tenido que retroceder, asustado ante lo que podía suceder, dado el inmenso apoyo social que suscita un movimiento pacífico, espontáneo, asambleario y muy maduro. Un movimiento que está demostrando que hay espacios exentos en la sociedad y que no es obligatorio que el Estado tenga el monopolio de la violencia para que se respete el Estado de derecho y la seguridad jurídica. Es decir, está demostrando que es posible alcanzar la utopía.

La consecuencia más notable e inmediata del movimiento es que la gente, toda la gente, está perdiendo el miedo a protestar, a manifestarse, a hablar y debatir; que los poderosos, cualquiera sea su ámbito, no son indiscutibles ni intangibles y que la sociedad gana y se enriquece con esta revuelta permanente.

La Asociación de Víctimas del franquismo va a concentrarse ante la sede de la Real Academia de la Historia para protestar por el golpe de mano que los fascistas en su interior pretenden dar en contra de la memoria histórica. Un golpe de mano que es paralelo al que los tribunales dieron contra dicha memoria a través de la ignominiosa persecución al juez Garzón. Es el espíritu de acampadasol, una forma nueva de entender la democracia y el derecho de los ciudadanos a decidir en lo que es de su incumbencia. La grandeza de los jóvenes de acampasol es que no solamente se han sacudido la tutela de las generaciones rancias sino que han enseñado a éstas el camino de su propia emancipación.

Palinuro se encuentra en Caracas, pero su ánimo está en la Puerta del Sol y, en ejercicio del poder de bilocación de la tradición pitagórica, también ante la sede de los carcamales de la Academia de la Historia. Con un ruego a los allí acampados: haced como en la Puerta del Sol y no os vayais en tanto los franquistas que han perpetrado el atentado contra la memoria democrática del pueblo no reparen su infamia.

(La imagen es una foto de gloop!, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 29 de maig del 2011

Paseando por la utopía.

Bajo el título Construir la Revolución. Arte y arquitectura en Rusia 1915-1935, el Caixaforum de Madrid acaba de inaugurar una exposición sobre el constructivismo ruso de los primeros tiempos de la revolución bolchevique. Trata de dar cuenta de la influencia de algunas vanguardias artísticas de la época, rusas o no rusas, como el vorticismo, el rayonismo, el futurismo en la arquitectura. La exposición trae alguna obra de pintores como Alexander Rodchenko, el gran Malevich o Gustav Klutsis, autor de muchos de los más famosos carteles soviéticos. Y muestras de diversos edificios construidos bajo las pautas arquitectónicas vanguardistas, obras de Melnikov o Golosov entre otros. Prácticamente todas en fotos, desde perspectivas variadas, lo que permite hacerse idea de los edificios, pero no en maquetas.

En casi todas las edificaciones hay una palpable influencia de Le Corbusier y el alemán Erich Mendelsohn, ambos muy preocupados por hacer un tipo de construcción urbana que fuera funcional, avanzada, y satisficiera necesidades colectivas. Y la verdad es que, con excepción de alguna muestra sorprendente como la Torre de radiodifusión Shábolovka, se trata de obras (fábricas textiles, imprentas, casas comunales de obreros, residencias, edificaciones con fines culturales), que debían glorificar y expandir el espíritu productivista de los primeros tiempos de la Revolución y que recuerdan el espíritu español de educación y descanso en los años cincuenta. Dado que los materiales con que se construyeron los edificios eran malos y no tuvieron la conservación adecuada, muestran una pobre vejez con deterioros difíciles de raparar.

La ambición de construir la ciudad ideal es un viejo anhelo del racionalismo utópico que empieza ya a tomar forma plástica en algunas obras renacentistas, por ejemplo, en la ciudad ideal, de Piero della Francesca, a fines del siglo XV y se desarrolla en algunas de las más bellas obras de Andrea Palladio en el XVI, hasta reaparecer en la pintura metafísica de Giorgio di Chirico que tanto influyó en el surrealismo. La vanguardia rusa acometió ese mismo empeño como un reto revolucionario: la ciudad comunista había de ser un ámbito de belleza y funcionalidad regido por la razón de la historia: el trabajo y la producción al servicio de la emancipación del ser humano. Pero con la implantación definitiva del estalinismo, el realismo socialista y la supremacía otorgada a la producción industrial al servicio del Estado y sus necesidades de defensa militar, todas las ilusiones futuristas quedaron arrumbadas y el desarrollo urbanístico se hizo según lo predeterminado en los planes quinquenales. Así surgieron auténticas pesadillas como Magnitogorsk, en los urales o Akademgorodok en la lejana Siberia. Es decir, el constructivismo quedó finalmente como un intento fallido de dar con un urbanismo y una arquitectura revolucionarios con muestras que hoy se conservan como piezas de museo y que configuran la ironía de que el futurismo pueble el mundo del irrecuperable pasado.

Hay sin embargo en la exposición una pieza por la que ya merece la pena visitarla, que es una de las maquetas del famoso proyecto de Vladimir Tatlin de Torre en homenaje a la IIIª Internacional (en la foto), de 1919. Una sorprendente construcción que recuerda la torre de Babel (al menos en la versión de Brueghel) que había de dominar con su ciclópea estructura metálica todo Leningrado desde una de las orillas del Neva. Jamás llegó a construirse pero el proyecto me ha parecido siempre una muestra extraordinaria y muy bella del espíritu internacionalista bolchevique. Recuérdese que la IIIª Internacional se consideraba a sí misma como "el estado mayor de la revolución mundial". También respondía al espíritu constructivista de la época por cuanto contenía en su eje interior cuatro espacios geométricos distintos, un cono, una pirámide, un cubo y un trapecio que giraban sobre sí mismos a distintas velocidades y que estaban destinadas a albergar distintos departamentos de la IIIª Internacional. Eso en cuanto a sus aspectos funcionales. Pero su estructura alígera y helicoidal trasmite con mucha fuerza el ideal revolucionario del progreso dialéctico que lanza a la humanidad como una flecha a la conquista de los cielos. Como en la torre de Babel. El futurismo era el arte del comunismo y el comunismo era el futuro.

La ironía de la historia quiere que ahora, en cambio, al igual que la corriente artística, sea el pasado.

(La imagen es una foto de tomislavmedak, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 22 de maig del 2011

No votar no es votar no.

"Si votas, legitimas el sistema", dicen los partidarios de la abstención. Y si no votas, también. Y además eres políticamente irrelevante.

Es difícil tragar un sistema que lleva cien imputados en procedimientos penales en las listas electorales. Es verdad que no llega al 0,5 por ciento del total de candidatos, pero así y todo, es demasiado. Hay además diferencias cualitativas importantes. Junto a muchos concejales imputados por cosas menores, aparece Camps, presidente de una Comunidad Autonoma. La presencia de Camps en la lista de Valencia ha hecho más por deslegitimar el sistema democrático que el resto de la Gürtel junto. El término candidato, debe repetirse, viene de la toga cándida, blanca, que vestían quienes optaban a cargos públicos en Roma, en señal de su pureza, esa pureza de obra y pensamiento que la leyenda artúrica exige del caballero que conquistará el Santo Grial.

La toga de Camps está llena de chafarrinadas. Puede ser que esto atraiga muchos votos en Valencia pero resulta execrable.

A pesar de todo hay que votar. La izquierda debe votar a un partido de izquierda entendiendo por tal todo lo que va del PSOE a la izquierda, PSOE incluido. El debate sobre si es o no de izquierda puede postponerse para más adelante. Hay cosas más urgentes a que atender. Una de ellas es garantizar que, en donde haya mayorías de izquierda, se formen gobiernos de coalición de izquierda. Para eso no sobra un solo voto.

La izquierda debe votar para ganar y, de no serle posible, para frenar el avance de la derecha, para que ésta no arrolle. Porque si la derecha arrolla, el lunes estará pidiendo elecciones generales anticipadas que se harán con la actual ley electoral y darán posiblemente un parlamento con mayoría absoluta conservadora. De producirse esto ya podemos prepararnos para la recristianización de España (pérdida de derechos de los homosexuales, restricción del aborto, abandono de las políticas de igualdad y cerrojazo a la memoria histórica) y el desmantelamiento del Estado del bienestar. Quienes dicen que el PP y el PSOE son lo mismo faltan tanto a la verdad como Aznar cuando dice que el gobierno socialista es un gobierno extremista y radical. Si la derecha gana abrumadoramente ahora el proyecto de cambio del sistema político se debilita y si gana igualmente en las generales de 2012, ese proyecto muere.

Parece que el 15-M decide hoy en asamblea si sigue con la acampada a partir de mañana, lunes, o la suspende. Suspender no me parece una buena idea. En Barcelona ya están convocando manifas para el mes de junio, prueba asimismo de que la opción de levantar el campo tiene fuerza. Que la decisión se tome antes de conocer el resultado de las elecciones demuestra que éstas no importan gran cosa al movimiento. Y debieran porque según cual sea el resultado, la reforma de la ley electoral tendrá un destino u otro; será o no será. Será si el movimiento mantiene su capacidad de presión mediante algún tipo de órgano objetivo, real, tangible, que sirva para negociar con los interlocutores del Parlamento y para eso ha de constituirse de un modo u otro, eligiendo entre las posibilidades que ofrece la ley.

A su vez según como sea la ley electoral será el Parlamento que salga de las elecciones de marzo de 2012. Será o no posible un Parlamento con mayoría de izquierda que sea constituyente de hecho, capaz de reformar totalmente la Constitución de 1978. Porque esta es la única forma válida de realizar cambios en democracia. Cualquier otra como un golpe de mano, o una insurrección armada, está fuera de consideración. Un Parlamento capaz de aprobar algo como este manifiesto de Democracia Real Ya. Es el primer documento programático claro, factible, sistemático que leo. Se ha avanzado mucho en dos días. El definitivo sin duda será mejor.

Abstenerse ahora es la peor de las opciones.

(La imagen es una foto de ACido, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 21 de maig del 2011

Una vez en la vida.

Lo que más llama la atención, lo que más emociona de la catarata de comentarios en Twitter y Facebook a propósito del 15-M es la experiencia de estar viviendo algo extraordinario, único, maravilloso, fuera de toda comparación. La expresión que más se repite y da la clave del significado es que no basta con leer o escuchar o ver o enterarse por terceros, sino que hay que vivirlo. Cuando el verbo vivir se usa como transitivo es que algo muy importante, trascendental para bien o para mal está pasándonos, que estamos involucrados en lo que sucede y formamos parte del acontecimiento, lo hacemos nosotros. No somos espectadores; somos actores, protagonistas y si se trata de una ruptura, un corte, un cambio radical, una revolución, no hay más que decir: es el entusiasmo, la locura, la embriaguez de saber que la vida puede ser de otro modo y que depende de nosotros que así sea. Que no tiene por qué ser la odiosa rutina de las jerarquías, la obediencia, el horario, el rendimiento, la autoridad, la compraventa, el respeto, la miseria de unos y la opulencia de otros, la ignorancia, la indiferencia, el crimen con suicidio diario que llamamos vida cotidiana.

Hay momentos así de vez en cuando en la historia de los pueblos. Pero no basta con que se den para vivirlos con pasión. Tiene que haber algo más, algo que convierta esa vivencia en una experiencia única, la experiencia de la vida de cada cual y ese algo es la juventud; eso es lo definitivamente único e irrepetible. Si el momento coincide con uno de estos fenómenos colectivos de rebeldía, revolucionarios, se produce esa explosión de entrega y maravilla porque parece como si el mundo culminara y se abriera allí donde un espíritu juvenil se funde con otros sin reservas y que la vida no tiene límites y cabe hacer con ella lo que se quiera.

Es la experiencia que nos han trasmitido quienes tenían veinte años durante la segunda república, la que tuvimos quienes éramos veinteañeros en los años sesenta. Por eso la reconocemos en los comentarios de los acampados e indignados. Es la plenitud juvenil alzada que se hace su hueco al sol, toma en su mano su destino, impone sus reglas, medita su futuro que quiere arrebatar a la siniestra comandita del capital y sus siervos para determinarlo por su cuenta. Porque en el movimiento del 15-M, cierto, hay de todo, de rastas a canas, despierta simpatías en (casi) todos los sectores sociales y lo apoyamos muchos que no somos jóvenes. Pero el movimiento es de ellos y son ellos quienes lo llevarán hasta donde quieran o puedan. Porque es la experiencia de su vida. Igual que los sesenta fue la de la nuestra y la República la de nuestros padres.

Por eso produce una mezcla de perplejidad e irritación ver las reacciones de diferentes sectores que, ajenos al movimiento, opinan sobre él y hasta interpelan a sus protagonistas. Algunos ejemplos:

La derecha, como de costumbre, está rabiosa. Sus asalariados mediáticos de todo pelaje, desde los meapilas hasta los pistoleros, pasando por los señoritos, los conversos, los orates, los envidiosos, los paranoicos y los simples imbéciles, así como sus versiones femeninas, piden mano dura, represión, que se acabe con el desmadre, aprovechan la ocasión para seguir profiriendo todo tipo de insultos y calumnias contra la izquierda en general y el gobierno en particular y, si se tercia, envían matones a ver si pueden reventar el acontecimiento. Según su falsa y venenosa doctrina, este movimiento atenta contra el orden público, el Estado de derecho y la democracia. Nunca estuvo tan claro que quienes más hablan de democracia (los reaccionarios) no saben lo que es y a quienes saben lo que es (los indignados) no les hace falta hablar de ella.

Los intelectuales de superior horizonte a la violeta (los free floating intellectuals, de Mannheim) diagnostican el movimiento según las diversas ideologías que profesan y de las que dicen que son pura ciencia. Como siguen viviendo de sus mecenas, igual que en el siglo XVII (los medios en los que escriben, las empresas para las que trabajan, sus públicos lectores) fabrican teorías explicativas a gusto de sus pagadores, analizan el fenómeno con recetas entre cínicas y tranquilizadoras y aspiran a ganar fama y dinero hablando de lo que nos espera cuando pase la ola.

Un sector de la izquierda que, por razones de edad, no vive este momento en primera persona ni, probablemente, haya vivido ningún otro parecido, un sector de comisarios políticos más rancios que la mojama de Babieca, pretende influir sobre la gente que lo está haciendo y entre la cual hay militantes de todas las organizaciones de la izquierda en alegre fraternidad. Su estúpido propósito es llevar al movimiento el veneno de sus rencillas, sus odios y sus dogmas, arrogándose, como siempre, el derecho a decidir quién es de izquierda y quién no. Y no sólo eso, pretende decir a los jóvenes que están abriendo los horizontes de la política del siglo XXI qué deben y no deben hacer, a quién deben y no deben votar.

El movimiento del 15-M es la oportunidad de los jóvenes y sólo de ellos. Su responsabilidad está a la altura de su gran capacidad organizativa y la nobleza y limpieza de sus ideales. Que hagan tabla rasa del pasado y que la fuerza de su indignación barra toda la porquería acumulada en cincuenta años de una izquierda autorreferencial, caníbal, anquilosada e inútil, como Hércules limpió los establos del rey Augías.

(La imagen es una foto de RinzeWind, bajo licencia de Creative Commons).

Reflexión con Gürtel al fondo.

A pesar de que la prohibición de la Junta Electoral Central se mantuvo y hasta fue reforzada por el Tribunal Supremo que rechazó un recurso de IU contra la decisión de aquella, la gente no se ha movido. Y, en contra de los temores de Palinuro, no ha sucedido nada. Al contrario, Sol es una fiesta y, además ha contagiado al resto de España. Palinuro se alegra de que no se hayan realizado sus temores. Ahora bien, eso es debido a que, después de la metedura de pata del desalojo del domingo, el gobierno ha actuado con inteligencia y ha demostrado ser un gobierno democrático. Dicho en román paladino: puede parecerlo, pero no todos los gobiernos son iguales. Éste ha sabido contenerse. Si, en lugar de acogerse a las prudentes palabras de Rubalcaba de que "para resolver un problema, la policía no va a crear otro", el gobierno procede a ejecutar la prohibición y desalojar se hubiera iniciado un camino de violencia de no retorno.

Ahora las cosas están en un equilibrio inestable. No habrá intervención mientras no se produzcan alteraciones del orden público. Hasta el momento el orden se ha guardado y por lo tanto, la gente se encuentra en una situación ilegal pero legal. Lo bueno que tienen las revoluciones es que empiezan por trastocar el significado de las palabras. Pero no se crea que mantener el orden es tarea fácil. No quiero volver a pecar de agorero pero, en el fondo, ¿a qué iban Enrique de Diego y sus huestes del partido ultraderechista Regeneración? ¿A qué si no a provocar algún altercado? La policía lo ha impedido. Es decir, el orden público se mantendrá mientras no cambien los criterios de qué sea el orden público. Cosa que puede pasar si los comerciantes de Sol, por ejemplo, empiezan a quejarse del perjuicio que se les hace.

Se ha conseguido mucho, pero no es de extrañar en un gobierno cuyo presidente dice comprender de tal modo a los indignados que si él tuviera veinticinco años seguramente estaría en sol. No es una cuestión de edad. Muchos otros que tampoco tenemos esos años ni de lejos hemos estado allí, bien es verdad que no de permanentes y más como espectadores y apoyo externo, ya que el día a día es de los que se lo trabajan. No es una cuestión de edad sino de la posición que cada cual tiene en la vida. Pero no hay que echar en saco roto que el mismo presidente afirme que su partido, el PSOE, se siente comprometido con los objetivos de los indignados. En un post anterior Palinuro señalaba que el 15-M despertaba mucha simpatía entre la población y hasta en la policía. Faltaba saber que también en el gobierno. Esto hace pensar, pues, que, salvo imprevistos, las jornadas de reflexión y votación van a discurrir pacíficamente pero bajo la presión mediática de los manifestantes que ya ocupan muchas plazas de España.

¿Va a influir eso en el resultado electoral? No lo sabemos. Es una situación sin precedentes y no hay experiencias. Todo son conjeturas y todas las conjeturas son posibles. En la izquierda, que hace causa común con los indignados de Sol y de la galaxia indignada, el debate es abstención sí o no. Palinuro insiste en que la abstención es un regalo a la derecha, un suicidio político. La izquierda debe ir a votar a un partido de izquierda; el que sea, pero de izquierda. Como pintan las cosas, ya sería un logro conseguir que la derecha no se imponga por avalancha.

La reflexión abarca algo más que decidir si votar o no. Alcanza también a la relación entre las elecciones y otros factores políticos, especialmente la corrupción. Sabido es que el New York Times atribuye en buena medida el movimiento de los indignados a la corrupción de Camps. Obviamente no es sólo Camps; también cooperan al resultado otros factores como la crisis o las medidas del gobierno para combatirla, pero la corrupción está en unos de los primeros lugares y la corrupción en la forma sistemática que tiene con la Gürtel de la que a su vez es paladín el presunto Camps. Realmente el comportamiento de este hombre es indignante. Miente, pues asegura no conocer de nada al Bigotes a quien, sin embargo, resulta querer un huevo. El otro debía reservarlo para aquel presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia de quien era incluso más que amigo, cosa que éste demostró tratando de exonerarlo de las acusaciones que pesaban sobre él. Además de mentir, no da cuenta de sus actos a la Cámara valenciana ni a la opinión pública y lleva meses negándose a responder a las preguntas de los periodistas sobre nada que tenga que ver con la Gürtel en donde está formalmente imputado.

Todo eso es indignante, desde luego y, sin embargo, las encuestas lo proclaman ganador absoluto. Lo indignante del comportamiento de Camps, que quintaesencia el de todos los políticos corruptos, es que cree que puede hacer lo que le dé la gana, no tiene porqué justificar sus actos ni debe explicaciones a nadie. En resumen, que está por encima de la ley y al margen de la acción de la justicia. El mismo comportamiento que Esperanza Aguirre, si bien ésta ha tenido más cuidado de que no la pillen con las manos en la masa. Y masa tiene mucha. Dado que el comportamiento indignante de Camps, tan parecido al de Berlusconi, pone en riesgo los principios mismos de la democracia, la alta intención de voto que tiene prueba que una mayoría del electorado prefiere la no democracia a la democracia. De ser así en verdad sería desolador.

Entre tanto los indignados de Sol estarán preparándose para el momento posterior a las elecciones. A mi entender, lo más urgente es que el movimiento se dote de algún tipo de organización práctica que permita canalizar las demandas y negociar con el interlocutor que el sistema designe, sobre todo una vez que ha quedado claro que los indignados no son antisistema sino que el sistema es "anti-indignados". En una democracia parlamentaria ese interlocutor sólo puede ser el propio Parlamento o aquel que él designe, normalmente una comisión parlamentaria. Y lo primero que debe acordar esa comisión mixta de parlamentarios e indignados es mantener la legislatura hasta su conclusión con un tema monográfico: la reforma de la ley electoral. Hay que llegar a las elecciones generales de 2012 con una ley electoral lo más justa y democrática posible para elegir unas Cortes que tengan carácter constituyente.

El párrafo de promulgación de la vigente Constitución de 1978 dice que las Cortes han aprobado y el Pueblo español ratificado la siguiente Constitución. Es decir, las Cortes que aprobaron la Constitución no fueron Cortes constituyentes sino Cortes constituidas por el régimen anterior, aunque elegidas de forma distinta. Si ahora las Cortes fueran constituyentes podría cerrarse el bucle de la Transición y enmendar todas aquellas cuestiones que se ignoraron, se olvidaron o se tergiversaron, desde la Monarquía a la organización territorial del Estado, pasando por el derecho de autodeterminación y sin olvidar la pendiente separación definitiva de la Iglesia y el Estado, tan necesaria como una nueva y más justa Ley de la Memoria Histórica.

(La imagen es una foto de Ana_Rey, bajo licencia de Creative Commons).