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dimarts, 5 de juny del 2012

Este hombre, ¿sabe lo que hace?

No. Pasó los últimos cuatro años atacando sin descanso al gobierno anterior, sin dejarlo respirar, con razón o sin ella (principalmente, sin ella), negándose a todo acuerdo y colaboración, saboteando las medidas en favor de España, insultando a los gobernantes, difamándolos, mintiendo de forma sistemática, encubriendo las fechorías de sus allegados, incluso las judiciales. Y, claro, no le dio tiempo a estudiar la situación real del país cuyo gobierno exigía tan intemperante como despreciativamente, a leerse los papeles (los pergeñaba tan mal que ni su letra entendía), a asesorarse debidamente sobra las circunstancia económicas. Lo suyo era llegar al poder como fuera, sobre el cadáver de su adversario, para hacer las dos cosas que está haciendo: revertir todas las reformas progresistas de Zapatero, de ampliación de derechos, de apoyo a los más débiles, etc y hacer pagar la crisis a los que la sufren directamente, congraciándose con los que la provocaron y amnistiándoles sus fechorías.
Lo que sucede es que ese programa de la derecha más cerril y oscurantista podía aplicarse en el interior de este sufrido país, desvertebrado y descorazonado, pero no fuera, no frente a los demás países ni los socios europeos. Estos pueden ser tan derechas como Rajoy pero, en el fondo, les importa un rábano si el español prohíbe el aborto, privilegia a los curas, condecora a los militares colonialistas, mete la religión en toda la enseñanza, deja sin educación a la gente o la priva de la sanidad. Para ellos lo único que cuenta es si España es capaz de salir adelante en la compleja situación en que se encuentra y si podrá reponerse de la política de expolio y saqueo de los bienes y caudales públicos que el PP, el partido de Rajoy, lleva años practicando, unas veces "legalmente", a través de las privatizaciones a lo Aguirre y otras ilegalmente mediante recurso a los chorizos de la Gürtel. Es decir lo que los socios europeos quieren saber es hasta dónde domina la situación el jefe de la banda que, desde Madrid y Valencia (las dos Comunidades Autónomas ejemplares) ha hundido España y si será capaz de hacer frente a sus compromisos.
La respuesta vuelve a ser "no". El presidente del gobierno no controla a sus ministros que todos los días se contradicen unos a otros y a sí mismos un par de veces, se hacen zancadillas y jugarretas de mala follá, mientras el país sigue hundiéndose. La información de la que dispone y usa para sus extraños farfulleos internacionales a los que nadie presta ya atenciónes falsa, está sesgada y es incompleta. Todo el mundo sabe que las cifras que da no se conforman a la realidad y esta lo desmiente de inmediato. Es decir, el hombre no sabe lo que hace, no tiene ni idea de la situación y aun así pretende, dice, insuflar optimismo y que los socios europeos confíen en él cuando en él no confía ya ni él mismo.
Desde el momento en que las cuentas públicas del Reino y las privadas de los bancos están siendo auditadas por unos censores extranjeros impuestos por otros entes y países, España está intervenida. Lo llamarán como quieran y querrán que se hable de otra cosa (la derecha es habil en levantar cortinas de humo; que se lo pregunten a la siempre gárrula y hoy muda Aguirre), pero el hecho desnudo es que Rajoy solo gobierna de boquilla y para prohibir la actividad democrática y de transparencia del parlamento, mientras que las decisiones que importan a España se toman en otro lado, sin consultar con el presidente, cuya palabra, como todo el mundo reconoce, incluido él, no vale nada.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 19 de maig del 2012

La verdad y la mentira.



Artículo de hoy en el diario Público


La política es actividad que suscita escepticismo e incluso cinismo. Casi nadie cree que los políticos digan jamás la verdad; al contrario, muchos piensan que mienten por lo común en interés propio. Esta mala fama, probablemente inmerecida, tiene una ventaja para los políticos mentirosos, que cuando se descubre su mentira no hay reacción indignada porque eso es justamente lo que muchos esperan de ellos como políticos, que mientan.
Pero mentir está mal, se sea político o astronauta; es un comportamiento moralmente reprobable. Si, además, se miente en el ejercicio de un cargo público, puede ser también jurídicamente reprochable ya que se causa un perjuicio a unos ciudadanos cuyos intereses se dice representar. El descubrimiento de que el déficit real de la Comunidad de Madrid será el doble de lo que sus gobernantes dijeron pone de relieve que estos mintieron. Podría decirse que no se trataba de una mentira sino de un error de cálculo, lo cual hubiera sido creíble de no ser porque, al conocerse hace meses la desviación del déficit, las autoridades del PP se la atribuyeran a un engaño del PSOE. No había tal engaño. El engaño estaba protagonizándolo quien afirmaba estar luchando por la verdad.
Este tipo de falsedades ataca de tal modo el prestigio del gobierno que no solamente lo priva de la confianza que solicita sino hasta del respeto que se le debe. Es imposible tomarse en serio a quien nos ha engañado. Todavía no lo han entendido y siguen soñando conspiraciones exóticas pero la causa de la derrota del PP en 2004 fue el intento de engañar a la opinión acerca de la autoría del atentado del 11-M. Es tal el descrédito de la mentira que en los países de solera democrática el político a quien se pilla en una mentira dimite. No es de recibo que un político haya faltado a la verdad en algo que no solamente va en desdoro injusto de otro partido sino en claro detrimento de los intereses del común.
Alguien, algún Maquiavelo de vía estrecha, puede caer en la tentación de fabricar un casus belli con el fin de distraer la atención de las mentiras sobre el déficit. El más socorrido es el de Gibraltar. No es cosa de ponernos alarmistas pero, en las actuales circunstancias de debilidad estratégica de España en la región, buscarse un conflicto con Gran Bretaña en el estrecho solo puede ocurrírsele a un orate. Basta con recordar al ardoroso vindicador del Peñón que al otro lado de ese estrecho se encuentran Ceuta y Melilla que, como se sabe, están fuera del paraguas de la OTAN.
Gibraltar es el nombre del irredentismo franquista. Tiene gracia que vuelva a serlo y por motivos similares, esto es, distraer la atención pública de algo más grueso. Y que no es solamente la mentira del déficit sino también la de la red “Gürtel”. El juez reclama 317 contratos de la Comunidad de Madrid con la red de presuntos delincuentes. Los contratos estarán bien o no; eso lo dirá la justicia, pero lo cierto es que existían puesto que, de no existir, el juez no los hubiera pedido. Y, si existían, ¿qué relación tiene con la verdad la contundente declaración de Aguirre de que ella ni su gobierno tenían nada que ver con la “Gürtel” al extremo de que llegó a jactarse de haber destapado la trama?
(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 31 de març del 2012

Mentir para gobernar y gobernar para mentir.

El 29 de marzo pasado la gente se manifestó contra el gobierno. El 30 de marzo el gobierno se manifestó contra la gente. Aquella lo hizo a través de una huelga general que todo el mundo (incluida la prensa extranjera) consideró un éxito, excepto los medios de la derecha que la calificaron de fracaso. El gobierno lo hizo a través de unos presupuestos aprobados en un consejo de ministros que todo el mundo considera injustos excepto los dichos medios de la derecha que los reputan justos y acertados.

Lo que más irritación ha causado y más ha llamado la atención de los presupuestos ha sido la amnistía fiscal a los defraudadores. No solamente porque es impresentable desde un punto de vista ético pues demuestra la complacencia del gobierno con los ricos hasta cuando delinquen, sino porque contradice lo que Rajoy había dicho unos meses atrás, esto es, que una amnistía fiscal era algo inadmisible. Es la comprobación de una mentira. Una mentira que se dijo con el objetivo de llegar al gobierno. Y no es la única. Lo primero que hizo el gobierno de la derecha al ganar las elecciones fue subir los impuestos, cosa que también dijo Rajoy que no se haría unos meses antes. Y esas son las más gruesas. Toda la acción de gobierno del PP hasta la fecha está trufada de mentiras que se dijeron antes de las elecciones para acceder al poder.

Lo interesante aquí no es saber qué explicación dará la derecha de sus mentiras puesto que no dará ninguna. La derecha asume de principio que su acción pública esté basada en la mentira. Su única preocupación es demostrar que tal es el caso de los demás, especialmente la izquierda, el PSOE. Hacer política es mentir, ya se sabe. En la izquierda, sin embargo, tal cosa no se acepta y eso es lo que exaspera a Esperanza Aguirre y por lo que está empeñada en esa curiosa cruzada de demostrar la falsedad de la idea de la superioridad moral del la izquierda. Tarea inútil. No lo conseguirá en tanto ella admita (y lo practique; basta con recordar el tamayazo) que la acción política está basada en la mentira. No es el caso de la izquierda que, efectivamente, tiene una superioridad moral, la que va de la verdad a la mentira.

Lo interesante es, supongo, escuchar qué razones aducen los "analistas", los tertulianos de la derecha para demostrar qué justo y benéfico es amnistiar a los defraudadores cuatro meses después de haber sostenido que amnistiar defraudadores es algo que sólo puede concebir el más lerdo, corrupto y radical de los socialismos. De toda formas es tarea ociosa. La derecha parte de la idea de que le corresponde el gobierno de la España católica y reaccionaria eterna por derecho divino y para acceder a él, se puede y hasta se debe mentir, pues el fin justifica los medios. En cuanto a los tertulianos dirán lo que haya que decir para cobrar. Ya puede el personal escandalizarse. A los mentirosos les da igual pues han conseguido lo que querían: el poder.

Con el poder las mentiras se convierten en verdades. ¿Para qué se mentía? Para llegar al gobierno. ¿Para qué se quería llegar al gobierno? Para seguir mintiendo. En cuanto se instaló en La Moncloa, Rajoy explicó que sus reformas y recortes eran para detener la sangría de la pérdida de empleo en un primer momento y revertir la tendencia posteriormente. Lo que se ha producido y eso era evidente desde el principio ha sido una aceleración del desempleo. Esta indiferencia de la derecha frente a la mentira le es inherente. Todos recuerdan cómo Rajoy afeaba a Zapatero haber roto el pacto antiterrorista. Pocos que, cuando Zapatero lo propuso (pues la idea fue suya), el mismo Rajoy, ministro entonces del interior, dijo que era un "conejo que se sacaba Zapatero de la chistera"; unos días antes de copiarle la idea. Lo mismo con la amnistía fiscal, una "ocurrencia" de Zapatero hasta que él se la ha plagiado.

El uso del gobierno para mentir a la ciudadanía es lo habitual en la derecha. El ejemplo paradigmático son los tres días posteriores al 11-M cuando el gobierno del PP se empeñó en engañar al mundo entero atribuyendo el atentado a ETA. Nada de extraño, pues, que se haya empleado a fondo en la calificación de la huelga general del 29 de marzo. Tanto el gobierno como sus muchos medios hablan de derrota de los sindicatos siendo así que todos han visto que la jornada de huelga general fue un éxito. Ahora la pregunta es: si el gobierno miente al dar cuenta de algo que es público y notorio y han contemplado los ciudadanos, ¿que no hará cuando la atención pública no se concentre en él?

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público.).

dimecres, 7 de setembre del 2011

La devota calumniadora.

Lo primero que hizo María Dolores Cospedal, recién ganadas las elecciones autonómicas de Castilla-La Mancha, fue encasquetarse una peineta y una mantilla y salir el día del Corpus en procesión, muy castiza y contenta, símbolo de la España profunda, la de los lechuguinos y las señoras bien, a dar gracias a su dios por su triunfo. Exhibía así en público al mejor estilo fariseo su supuesta fe en la doctrina de Cristo, uno de cuyos mandamientos recogidos de la ley mosaica es "no calumniarás". Pero, hasta entonces, no había hecho otra cosa que calumniar porque, por encima de su creencia religiosa, está su ambición política, su afán por exterminar al adversario al coste que sea, incluido, por supuesto, el de la calumnia. Un estilo de hacer oposición que no es privativo de ella pues lo comparte con sus correligionarios, si bien deja chicos a muchos de ellos en punto a maldad, vileza e inmoralidad.

Quien osa decir que el gobierno socialista tiene montado un "Estado policial", pero después no ratifica sus acusaciones ante un juez, debidamente requerida para ello, da por buena la acusación de mentir, injuriar y calumniar. Quien reitera luego la infamia y la mentira y de nuevo, citada a un acto de conciliación judicial por acusar al gobierno de espiar a la oposición, vuelve a escabullir el bulto, adquiere ya condición de redomada calumniadora; que, por debajo de su beatífico gesto y su devota mantilla, es lo que es la citada señora, para quien hacer oposición consiste en insultar al gobierno y acusarlo sin pruebas.

Y como puede verse hoy día, es lo que sigue haciendo cuando está en el gobierno, esto es, oposición a la oposición con las mismas innobles artes de que se valía antes, con el agravante de que ahora, al estar en el poder, ya puede manipular y falsear los datos a su antojo y con igual irresponsabilidad. La misma persona que miente afirmando que el Gobierno del PSOE tiene diez veces más asesores de los que tiene y que recorta un veinte por ciento el presupuesto de su comunidad pero aumenta en 4.000 euros el sueldo de sus asesores, no ha aclarado aún si sigue o no cobrando los dos salarios con cargo a fondos públicos, inmoralidad que alcanza los más de doscientos mil euros al año.

Se trata de alguien que acusa, es de suponer que con las mismas pruebas con que contaba en las otras ocasiones, al anterior presidente de Castilla-La Mancha de haber ocultado el déficit y que en el colmo de la ruindad y la desfachatez lo ha denunciado también por haber borrado los archivos informáticos de su gobierno, ella, que pertenecía al gobierno de Aznar que, en marzo de 2004, al perder las elecciones, procedió a un borrado general de los ordenadores de La Moncloa del que se hizo eco la prensa internacional y del que lo único que se sabe es que costó 12.000 euros al erario público. Supongo que Barreda no habrá hecho lo que Cospedal sostiene y que se tratará de una de las habituales calumnias de ésta, en función del acrisolado principio de que cree el ladrón, etc., etc. Pero algo debiera quedar claro ya a estos infelices sociatas que jamás denunciaron el expolio del Gobierno de Aznar del que Cospedal formaba parte: la clase de pájaros con que tienen que vérselas, su falta de ética y de escrúpulos.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 18 de juliol del 2011

El empleado de Murdoch.

No veo razón para escandalizarse por el hecho de que Aznar cobre 220.000 dólares anuales por asesorar a una empresa que, según parece, lleva años cometiendo todo tipo de delitos contra miles de personas con el fin de prosperar. El hombre está en lo suyo, como puede comprobarse repasando su carrera, que es un ejemplo paradigmático del principio de que todo vale con tal de conseguir lo que se quiere.

Inició su andadura política, abandonada su militancia falangista, triturando a un adversario del PSOE mediante una denuncia judicial que resultó falsa por lo que jamás pidió perdón a su víctima.

Se aupó al gobierno de España gracias a una alianza táctica (llamada “pinza”) con el sedicente izquierdista Anguita, cuya engolada vanidad supo halagar mientras le interesó.

Se estrenó en el gobierno tratando de encarcelar al propietario y consejero delegado del mayor grupo mediático de España con métodos torticeros y la ayuda de un juez prevaricador y de unos comunicadores faltos de todo escrúpulo moral.

Fue el responsable último de la mayor catástrofe ecológica de la historia de España sin que él, ni ninguno de sus subordinados tuvieran un solo gesto no ya de arrepentimiento sino de simpatía hacia las víctimas.

Su ministro de Defensa, Federico Trillo, fue el responsable político de un departamento en el que algunos de sus subordinados, por desidia o incompetencia, ocasionaron de un modo u otro la muerte de sesenta militares españoles sin que el tal ministro y mucho menos él reconocieran responsabilidad alguna en los hechos.

Entabló conversaciones, luego fracasadas, con ETA en cuyo curso satisfizo todas las exigencias de ésta, incluido el llamarla “Movimiento Vasco de Liberación”, con el fin de propiciarla.

Metió al país en una guerra criminal de rapiña a las órdenes del imperio pretextando para ello que el agredido, Irak, poseía armas de destrucción masiva, cosa que era mentira.

Siguió mintiendo a mansalva sobre la autoría del atentado de Atocha el 11-M de 2004, tratando de endosárselo a ETA cuando era evidente que fue obra de terroristas islámicos y con el único fin de ganar las elecciones. Y continúa sosteniendo la mentira aun después de que los jueces la hayan probado como tal.

Desde que dejó el poder no ha hecho otra cosa que alimentar un clima general de odio y confrontación con declaraciones agresivas y tratando de hundir el prestigio de su país en todos los foros internacionales.

¿Cómo va a sorprender que una persona con esta trayectoria figure en la nómina de un magnate cuya empresa, al parecer, es responsable de todo tipo de delitos al objeto de aumentar sus ventas?

Lo extraño hubiera sido que no figurara en ella.

(La imagen es una foto de Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 22 de juny del 2011

¿Por qué debe dimitir el director de la Real Academia de la Historia?

Por varias razones.

  • Primera. Por no hacer los encargos de las voces en una obra tan importante como el Diccionario Biográfico Nacional (DBN) con los debidos ecuanimidad, celo y objetividad, sino guiándose por criterios de amiguismo y fulanismo.

  • Segunda. Por no haber vigilado, controlado y filtrado los trabajos que se le entregaban de forma que el DBN se imprimió sin que el director de la Academia, según propia confesión hubiera leído las entradas más delicadas, como la de Franco.

  • Tercera. Por haber hecho una chapuza en su conjunto en la que no sólo está mal la entrada de Franco sino prácticamente todas las relativas a la guerra civil y la transición lo que revela que no se trata de errores sino de un intento deliberado de falsear la historia de España hecho por... "historiadores".

  • Cuarta. Porque mintió a la opinión pública cuando dijo que la entrada sobre Franco la había pedido para sí el franquista Luis Suárez siendo así que éste asegura que fue la propia Academia la que se la encargó.

  • Quinta. Porque, en su intento de salvar su pellejo como incompetente director de la Academia, recurrió a argumentos falsos y sofistas pensando, probablemente, que estaba dirigiéndose a un auditorio de imbéciles, como que en la Academia no se censura a nadie o que el DBN es un monumento a la libertad de expresión, como si un diccionario fuera un panfleto o una obra de debate.

  • Sexta. Porque hundiéndose más y más en la inmoralidad, Anes pretendió mancillar el honor ajeno para salvar el propio, que ya no tiene salvación, a base de decir que todo el que juró obligado fidelidad a los principios fundamentales del Moviento Nacional en tiempos de Franco fue colaboracionista cuando es obvio para quien actúe de buena fe que sólo los juramentos voluntarios obligan, como también obligan las adhesiones igualmente voluntarias y sin juramento que se hagan muerto el dictador; por ejemplo, la del propio Anes y otros franquistas ladinos que han intentado engañar a la gente de forma tan tosca.

  • Séptima. Porque, engallado como todos los franquistas cuando creen que pueden quedar impunes en sus fechorías, se atrevió a descalificar como inquisitoriales a los ciudadanos que tuvieron la conciencia y el coraje cívico de manifestarse frente a la Academia en demanda de una rectificación.

  • Octava. Porque, par dessus le marché ha hecho declaraciones machistas que ha puesto a diversos colectivos en pie de guerra que asimismo exigen su dimisión. Es bastante probable que, si se leen con atención las declaraciones de Anes, no contengan esa carga machista sino que la expresión que utiliza de "por desgracia" tratara precisamente de que no sonaran machistas. Es muy posible. Pero, llegados a este punto en que todo lo que este hombre dice se mira a la luz de su inaceptable comportamiento y en que no se ha molestado en desmentir ese supuesto machismo, ésta es una nueva carga para él.

  • Novena. Por hacer el ridículo. El ridículo más completo, absoluto y carpetovetònico que quepa imaginar. Según tengo entendido, Anes presentó los veinticinco primeros volúmenes del DBN con pompa y boato borgoñones, flanqueado por dos ilustres hispanistas anglosajones y en presencia de los Reyes de España, es decir, hizo el ridículo por partida doble: quedó como un patán a ojos de los Reyes y como un español chapuzas a ojos de los anglosajones.

    Podría aducir más razones de por qué Anes no debiera seguir siendo director de nada en España pero con las citadas habría de bastar, a mi modesto entender, para que se fuera a su casa y no saliera de ella en una temporada. Lo suyo no ha sido un error o un despiste sino un acto deliberado de mala fe de falsear la historia de España para engañar a sus coetáneos (que han financiado su bodrio) y a las generaciones futuras. Lo que se dice una persona indigna. Para firmar:

    Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia

    (La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

dilluns, 13 de juny del 2011

Dimita, don Gonzalo. Es lo mejor para todos,


Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia
.


Al estallar el escandalazo del Diccionario Biográfico Nacional (DBN) de la Real Academia de la Historia (RAH) el solemne acto con los Reyes se convirtió en un guirigay de recriminaciones al descubrirse que el producto que los monarcas avalaban estaba agusanado, carcomido, lleno de ratas ditirámbicas de la memoria del criminal Francisco Franco. Desde entonces el Director, Gonzalo Anes no ha hecho otra cosa que balbucir falacias y sofismas a cual más pintoresco e inmoral para defenderse frente a la muy legítima y extendida demanda de que dimita por obvia falta de competencia en la materia

Palinuro ha tenido la paciencia de ir recogiendo uno a uno sus subterfugios, hipocresías, justificaciones, según iban sabiéndose más datos del atropello y las trae ahora a colación sucesiva para trazar el cuadro de una trayectoria de ignominia y abyección intelectual y moral.

Creyendo al principio que el escándalo no iría muy lejos, Anes se permitió el lujo de regañar a los españoles por su acendrado vicio de no reconocer nada nacional bueno y tirar siempre contra lo propio por asuntos menores.

Cuando ya se cruzó con el primer dato turbador, la biografía de Franco perpetrada por Luis Suárez, quiso defender a éste asegurando que era un hombre "liberal" pues en tiempos del Caudillo había votado a cátedra a un aspirante a pesar de que estaba afiliado al Partido Comunista. Es un razonamiento realmente inadmisible al que es muy aficionada la derecha: los demás tenemos que celebrar en ella y hemos de agradecerle que cumpla con su deber, como si esto fuera algo graciable y no obligado entre gente de bien. Recuerda mucho el repugnante argumento de que los españoles teníamos que agradecer a Fraga Iribarne que hubiera "civilizado" la derecha, como si fuera de recibo una derecha "sin civilizar" o un catedrático que vote por preferencias partidistas.

Visto que Suárez ya no era salvable, Anes se apresuró a dejarlo caer con escasa elegancia, diciendo que él no lo había escogido para hacer el panegírico de Franco, sino que el medievalista se había ofrecido. Suárez, a su vez, dice lo contrario. Así las cosas, resulta que el director de la academia o uno de sus más distinguidos académicos, miente. ¿No es esto ya suficiente para que una persona de honor se vaya a su casa?

Tratando de ennoblecer su posición, ante la insistencia de las críticas que ya mostraban que el desbarajuste no acababa en Franco, Anes se puso lírico, asegurando que en la RAH no se censura a nadie. Al margen de si esto es verdad o no, cosa de la que, tratándose de Anes, no podemos estar seguros, corregir los evidentes desatinos sectarios que contienen varias entradas no es censura en modo alguno sino pura actividad de lo que los ingleses llaman editing y que el señor Anes desconoce por entero o, lo que es peor, no creyó necesario realizar con entradas que hablan de la cruzada, el Alzamiento, los nacionales o que Franco era católico, inteligente y moderado.

Ya lanzado por la vía demagógica, añadió después Anes que el diccionario es un monumento a la libertad de expresión, como si en lugar de tratarse de un Diccionario de una Academia, que tiene que estar sometido a unos controles estrictos de veracidad, imparcialidad y calidad, se tratará de una serie de panfletos en una controversia política, único caso en que cabe invocar el derecho a la libertad de expresión irrestricto.

Convencido por fin de que lo suyo era un solemne patinazo que hará historia, pensó que haciendo una pequeña reformita podría capear el huracán. Reunió a sus fieles (entre los que se cuenta gente tan pintoresca como el Cardenal Cañizares, cuyos méritos para ocupar un sillón en la casa son un misterio tan insondable como el de la Trinidad en el que cree a pies juntilla) para alcanzar una solución inteligente. Se reformaría la edición online cuando estuviere, pero no la de papel, aunque quizá sí en futuras ediciones. Un obvio intento de tomar al auditorio por imbécil una vez que ya no ha quedado más remedio que confesar que la brillante obra ni es brillante ni es obra. Porque ¿cómo puede decir alguien en serio que un organismo como la Academia dirá cosas distintas sobre el mismo personaje, según que el soporte sea papel o virtual?

Anes coronó este conjunto de penosas excusas con otra más que es un ataque a todos los demócratas. Sostuvo que, en el fondo, en la dictadura, todos fuimos colaboracionistas porque, para tomar posesión como funcionario, había que jurar fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional. Es difícil encontrar un argumento más abyecto, aunque, tratándose de Anes, será cosa de esperar poco tiempo por cuanto oculta deliberadamente que dicho juramento, al ser obligatorio, carece de valor, como enseñan todas las doctrinas morales del mundo excepto la que profese el señor Anes, sea cual sea.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

dimecres, 8 de juny del 2011

¿Y aquí no hay disputa de los historiadores?

En los años ochenta del siglo XX en Alemania se dio una disputa o controversia de los historiadores (Historikerstreit) en la que participaron muy ilustres historiadores, como Ernst Nolte o intelectuales de la talla de Jürgen Habermas. En esencia el punto en debate era la naturaleza del nazismo, si podía o no considerarse algo propio de Alemania y su tradición o era producto de influencias exteriores, ajeno al "espíritu germánico" y, en definitiva, si cabía dar por cerrado ese episodio de la historia que pesaba (y pesa) como una losa sobre la conciencia alemana o si había que seguir manteniendo el recuerdo para que aquella monstruosidad no se repitiera. Por supuesto el asunto se debatió con la seriedad y la Gründlichkeit o meticulosidad que caracteriza a los alemanes y también con la sinceridad y la honradez que a su vez distinguen los debates intelectuales en Europa. No hubo una solución definitiva, ni siquiera salomónica, porque esas cosas son imposibles en las ciencias sociales, históricas, del espíritu o idiográficas (como las llamaba Rickert), pero sí se consiguió que las gentes interesadas pudieran forjarse un juicio fundado acerca de un fenómeno que afectaba a su pasado y, en buena medida, condicionaba su futuro por cuanto determinaría la memoria que transmitirían a sus hijos.

Al margen del punto concreto en cuestión (que, por lo demás nos es cercano a los españoles dados los amores primeros de Franco hacia Hitler) es obvio que este episodio apunta a una necesidad que experimenta toda colectividad, toda comunidad (Gemeinschaft, en el sentido de Tönnies), en cuanto sujeto colectivo: la de encontrar un terreno común de entendimiento en el juicio que les merece el pasado, especialmente si es conflictivo, la posibilidad de constituir un imaginario colectivo en la tradición lacaniana.

Sirva esto como introducción para enfrentarnos al último golpe de mano por el que un sector de la historiografía española, probablemente minoritario, amparado en una posición institucional de poder a la que llegó mediante las prácticas de la dictadura, ha intentado imponer con engaños y a la fuerza, en forma de trágala, un juicio de parte sobre nuestro pasado reciente, en concreto la dictadura de Franco, pretendiendo que los españoles aceptemos como cierto un dictamen exculpatorio de aquel criminal, sino claramente ditirámbico. Algo parecido a lo que, por medios más nobles, desde luego, intentaron los historiadores conservadores alemanes con el nazismo.

Se trata de un atentado, uno más, de los herederos y admiradores del fascismo español a la memoria democrática del conjunto de la comunidad (Gemeinschaft) nacional, como los franquistas hicieron siempre durante cuarenta años y, muy especialmente, una afrenta a aquellos historiadores españoles y extranjeros que no solamente no comparten esta visión parcial y militante, sino que están enfrentados a ella.

El choque tiene una importancia difícil de exagerar para la conciencia colectiva y es una llamada de atención al sentido de la responsabilidad de los historiadores que no comulgan con la visión fascista de la historia que la Real Academia pretende imponer en lo relativo a la guerra civil y el franquismo así como en algunos otros puntos controvertidos de nuestro pasado. Es cierto que algunos de estos historiadores, los más prestigiosos y/o combativos en defensa de la verdad, han escrito artículos manifestando su oposición a esta visión falsaria de la historia. Pero han sido voces aisladas, independientes, que honran a quienes las han alzado mas hacen poca mella en el conjunto del conflicto.

Y lo cierto es que éste no puede quedar así. El ataque proviene de un baluarte institucional, financiado con el dinero de todos, un lugar amurallado en el que juegan influencias, prebendas, privilegios y desde el que se ha perpetrado un secuestro organizado de la verdad, en beneficio de la minoría de siempre y que requiere una respuesta condigna en el mismo terreno.

Es hora de que los historiadortes demócratas y liberales, sorprendidos en su buena fe por esta agresión desde la caverna ideológica, se organicen, se coordinen y pongan en marcha una respuesta institucional al nivel del ataque. La respuesta no puede descansar exclusivamente sobre los hombros de una ciudadanía crítica pero lega en historiografía. Palinuro está encantado de dar la cara como ciudadano demócrata, pero los profesionales de la historia no pueden seguir ausentes de algo que los concierne como personas y como especialistas. Además solamente así podrán servir de garantía para que otros colegas quizá más jóvenes, con menos influencia, pero con igual amor por la verdad se sumen al empeño sin miedo a las represalias que este manojo de curas, semicuras y fascistas revenidos puedan ejercer y que, a no dudar, ejercerán porque está en su torcido espíritu.

Es hora de que se responda al reto que este franquismo redivivo ha lanzado con su habitual petulancia cuartelaria y de que se abra en España -quizá también en Europa- una Historikerstreit sobre las consecuencias de la única dictadura fascista que las potencias democráticas toleraron inmoralmente para desgracia del pueblo español. Nos la deben.

dissabte, 4 de juny del 2011

Faltaba la iglesia.

Los españoles sabemos por amarga experiencia de siglos que siempre que hay un conflicto social del tipo que sea, económico, político, ideológico, familiar, acaba apareciendo la iglesia católica y siempre, indefectiblemente, para defender la opción más injusta, la más favorable a los poderosos, los ricos, los dictadores, la opresión y el crimen. La controversia actual sobre el golpe de mano de los franquistas de la Real Academia de la Historia (RAH) en contra de la memoria democrática de los españoles y a favor del fascismo no podía ser una excepción.

La defensa de la tiranía ha corrido a cargo esta vez del cardenal Cañizares, un ultrarreaccionario, académico de la RAH, al que le parece de perlas que el antro al que pertenece no califique a su adorado caudillo de dictador (excusado es decir de delincuente, asesino y genocida que son términos que se le ajustan como un guante a la mano) ni a su acción de golpe de Estado. En una reciente conferencia en Madrid, ante un auditorio entregado repleto de curas y semicuras como algunos miembros del PP, por ejemplo, el señor Federico Trillo de cuya profunda religiosidad dan fe los militares españoles muertos en el accidente del Yak 42, el cardenal ha dicho que la hagiografía de Franco escrita por el rendido franquista Luis Suárez es muy objetiva, que expone datos y que los datos son lo que son. Los datos. Los datos objetivos.

Cualquier diría que estamos hablando de un empiricista íntegro, de un seguidor de Locke, incluso de un racionalista mezclado de sensualismo (si tal cosa fuera posible) y no de un hombre que pertenece a una organización que cree en los milagros y que acaba de canonizar a un Papa polaco porque, entre otras maravillas que, obviamente, nada tienen que ver con dato alguno, ha hecho algún milagro que otro. O sea, monseñor Cañizares cree a pies juntilla en los milagros o en los duros datos de la realidad, según le convenga y piensa que cabe alternar los dos discursos porque su auditorio sólo puede estar compuesto por dos tipos de personas: sus cómplices intelectuales (curas y franquistas del PP estilo Trillo) o idiotas a los que suele llamar fieles.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons)

divendres, 3 de juny del 2011

No basta con corregir.

Ante la avalancha de críticas que ha caído sobre ese engendro perpetrado por los franquistas de la Real Academia de la Historia, ésta ha anunciado que en la Junta extraodinaria de hoy corregirá algunos errores en la edición digital, que se publicará cuando Dios sea servido y en posteriores ediciones de papel, no en la presente. Es decir que ignora olímpicamente las protestas de multitud de especialistas, de infinidad de historiadores, de múltiples intelectuales, de organizaciones y colectividades de todo tipo; que no presta atención a las manifestaciones a su misma puerta y la anunciada interposición de varias querellas así como otros tipos de acciones públicas en las redes sociales (entre ellas la de Palinuro que pide retirar la edición y que dimitan los responsables). Pero esta gente ¿qué se ha creído?

Sin duda aceptar que hay errores y disponerse a "corregirlos" es un paso adelante en comparación con la soberbia y el desprecio con que Gonzalo Anes se enfrentó a las primeras críticas, dando a entender que estaban movidas por la ignorancia, el revanchismo o algo peor. Sin duda un adelanto; pero para él, que a lo mejor así va aprendiendo algo de lo que debe ser el espíritu crítico, la honradez intelectual y la modestia de los investigadores. Pero no es ni de lejos suficiente para todos los demás, que sabemos de qué van estas cosas. Hay que tener en cuenta, además, que el propósito anunciado todavía empeora más la situación: a) porque postpone ad calendas graecas la enmienda de los errores; b) porque, caso de proceder a enmendarlos, lo haría con el mismo espíritu falsario con que los ha perpetrado; c) porque una vez "corregidos" se produciría la chusca situación de dos ediciones de la misma obra que dirían cosas distintas. Ciertamente que este último supuesto no se daría porque Anes sabe de sobra que esa segunda edición jamás vería la luz, con lo que vuelve a mostrar que toma a la gente por idiota, como viene haciendo.

Porque, señor mío, eso no son errores. Eso es un intento deliberado de reescribir la historia en clave franquista y fascista, de falsear los hechos, de embellecer una dictadura criminal, de justificar a un tirano genocida. Un intento deliberado, deliberadamente encargado al mayor hagiógrafo de Franco con que cuenta esa institución que usted por desgracia dirige, con la intención de imponer una visión falsa de la historia y perpetuar el espíritu de la guerra civil, probablemente en cumplimiento del mandato que le hicieron a usted los neofranquistas Aguirre y Aznar cuando le dieron el dinero de los fondos públicos para cometer ese atropello. Y no se diga que se utilizan palabras mayores porque menores son para referirse a unos sujetos que tienen el descaro de escribir que el criminal Francisco Franco fue un hombre católico, inteligente y moderado. ¿Es que creen ustedes que están en los tiempos de su admirado caudillo, cuando se decían estas cosas porque el que decía las contrarias acababa indefectiblemente en la cárcel o en el paredón?

Ya no hay corrección que valga. Han deshonrado ustedes la Academia, han prostituido la noble labor de la historiografía, han estafado a cientos de honrados profesionales con cuyo buen nombre han pretendido encubrir sus fechorías, han defraudado la confianza que la sociedad ha depositado en ustedes. No son ustedes dignos de seguir en una función que no son capaces de realizar y lo único que les queda por hacer es dimitir, como les recomienda Palinuro en la entrada siguiente.

Carta abierta al señor Gonzalo Anes.

Muy señor mío: el pueblo español sufrió durante cuarenta años una de las más ignominiosas dictaduras que hayan visto los tiempos. Suprimidos los partidos políticos, eliminada la libertad de prensa, de expresión, de culto, reunión y manifestación, perseguidos cuando no torturados, encarcelados o fusilados los disidentes, una de las más antiguas naciones de la tierra hubo de ver cómo se ensalzaba hasta la divinización a un militar asesino y genocida con la bendición de la Iglesia católica, mientras los fascistas y sus paniaguados ocupaban todos los espacios y suprimían el debate intelectual.

Al día de hoy viene a resultar que los herederos y beneficiarios de aquel fascismo (el único en Europa que, por conveniencias de la guerra fría no fue eliminado por las armas), pretenden embellecerlo y justificarlo a través del Diccionario Biográfico Nacional que la Real Academia de la Historia bajo su dirección está editando. Si las mentiras, falsedades e infamias que estos franquistas han vertido en las páginas del citado Diccionario las escribieran en sus publicaciones, no habría gran cosa que objetar. Pero el caso es que lo han hecho en una obra oficial de España como país democrático y Estado de derecho, lo han costeado con dineros públicos y el último responsable de esta tropelía es usted.

Escribo esta carta como administrador de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy que en tres días cuenta ya con 581 adherentes y nos asiste el derecho a que no se empleen los dineros de nuestros impuestos en justificar la vergüenza de una dictadura que mantuvo a España aislada del concierto de las naciones civilizadas durante casi medio siglo.

Confrontado con esta dura realidad ha tratado usted de recurrir a logomaquias y sofismas inadmisibles para justificar lo que carece de justificación, esto es, que una democracia glorifique a un dictador, un golpista y un genocida. En cualquier país de Europa, especialmente los que han padecido dictaduras similares a la española, ambas cosas, publicar el libelo y pretender justificarlo después, serían motivo de dimisión inmediata. Francamente, no veo por qué no lo hace usted.

Ramón Cotarelo.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

dimarts, 31 de maig del 2011

La desvergüenza de los franquistas.

No, no basta con revisar ese engendro que ha parido la vetusta caterva franquista atrincherada en la Real Academia de la Historia (RAH). Y no basta porque si, como es de suponer, se lo dan a revisar a los tipos directamente responsables de la propaganda, harán lo mismo cambiando algún que otro término. Porque estos ultraderechistas nostálgicos de la dictadura están ya más allá de toda recuperación. Tómese el caso del más rematado de ellos, el tal Luis Suárez, quien decía ayer que "un historiador no puede emplear el término dictador porque sería un juicio de valor". Es decir, además de un ultrarreaccionario (cosa que se prueba con sus publicaciones en Razón Española), este hombre es un soberbio convencido bien de que sus compatriotas somos tontos a los que se puede engañar (más o menos lo mismo que parece pensar el director de la RAH) o que sigue viviendo en los tiempos de su admirado caudillo autoritario en los que él y quienes son como él, podían hablar y los demás tenían que callar. Porque el mismo autor califica a Franco en esa entrada de católico, inteligente y moderado. Es posible que un asesino como Franco sea católico; los católicos sabrán. Su inteligencia sin duda parecerá grande a los ojos de la de Suárez; todo es relativo en esta vida. Y en cuanto a que fuera moderado, ¿no es moderado un juicio de valor? Tratando de salvarse de la quema, este franquista empedernido, como la pescadilla, se muerde la cola.

No, no basta con pedir la revisión de la obra. A la vista de lo que ya se sabe, me juego el cuello a que toda ella rezuma la visión reaccionaria, liberticida, meapilas, agresiva, xenófoba e imbécil de la carcunda nacional que los españoles llevamos trescientos años soportando y cuya más perfecta manifestación es el franquismo. Será de ver lo que diga el diccionario biográfico de Miguel de Molinos, de Rafael del Riego, del Empecinado, de Larra, de Olavide, etc, etc. Así cabe presumir a la vista de lo que ya se conoce de Aznar y Aguirre, los dos neofranquistas que encargaron el trabajo sabiendo muy bien lo que hacían: entregar el dinero público a un grupo de reaccionarios adocenados a fin de dejar escrita para la posteridad una historia de España que pudiera celebrar Torquemada. El caso más infame, el de Aguirre que, con la falta de integridad que la caracteriza, sufragó la obra con el dinero ajeno a mayor gloria de Franco pero se permite el lujo de hacer demagogia, asegurando en otro lugar que Franco era socialista.

No, no basta con pedir la revisión de la obra. Hay que pedir su retirada y examen por una comisión de historiadores de verdad. Y hay que pedir también las responsabilidades pertinentes. Porque este atentado a la honradez intelectual y la historiografía profesional, perpetrado por un grupo de retrógrados está lejos de ser un hecho fortuito, casual, insólito. No. Fue algo planeado como se demuestra por cuanto se dio entrada a Stanley Payne, un historiador gringo de extrema de derecha, para maltratar la figura de Pasionaria, mientras que se dejaba fuera a Paul Preston, uno británico especialista en la guerra civil; por cuanto se confió la biografía de Azaña a un hombre contrario en todo a él, mientras que se orillaba al historiador especialista en el biografiado, Santos Juliá. Más claramente: reconocía ayer Gonzalo Anes que el propio Luis Suárez había pedido encargarse de la biografía de Franco. Pero Suárez es un medievalista y su relación con Franco no es la de un historiador sino la de un fiel seguidor. Y eso lo sabía Anes desde el principio. Si después dice no haber leído el texto que sobre Franco pudo haber escrito un desaforado franquista, no merece desempeñar el puesto que desempeña.

Pero hay más. Anes trató de defenderse ayer con argumentos infumables y sofismas (véase la correspondiente entrada de Palinuro, titulada Historiadores y falsarios) que quizá pudieran explicarse por la sorpresa de ver lo que se le venía encima. Pero es que, horas más tarde, ya más calmo, ha continuado recurriendo a "argumentos" inadmisibles para defender la propaganda franquista del texto que sólo permiten ya deducir que el Director es, en efecto, perfectamente consciente de lo que ha sucedido y responsable de ello. Dice ahora Anes, deslizándose ya por la pendiente de la mixtificación, que no importa tanto que el tal Suárez llame autoritario pero no totalitario a Franco porque, en realidad vienen a significar lo mismo, lo cual es mentira, como él sabe muy bien y, si no lo supiera, ya se encarga de mostrárselo el propio Suárez que los diferencia claramente. Añade el director en la misma información que casi es mejor que se use el término autoritario antes que dictador porque, dice, los jóvenes de hoy no saben bien qué sea una dictadura. Esta es una argucia intelectual tan pobre que da vergüenza escucharla. No, no basta con pedir la revisión. Visto el desbarajuste que los franquistas le han montado y, si quiere demostrar que no es el principal causante de ello, sólo le queda la vía de la dimisión.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

dilluns, 30 de maig del 2011

Historiadores y falsarios.

Francisco Franco Bahamonde se alzó en armas en 1936 contra el gobierno legítimo de la República que había jurado defender, junto a otros delincuentes militares. Tres días después, el ministerio de la Guerra, por decreto, lo separaba del ejército así como a sus cómplices. Al continuar en su rebeldía, los facciosos, con su jefe Franco a la cabeza, sumieron su país en una terrible guerra civil que duró tres años. La única guerra que el ejército español ha ganado en tres siglos: la guerra contra su propio pueblo. Tanto durante la contienda como después de ella, los malhechores sublevados pusieron en práctica un plan sistemático de exterminio de los adversarios políticos, defensores de la legalidad republicana, mediante la tortura, el asesinato, el secuestro de personas, especialmente niños, las ejecuciones extrajudiciales y el terror. Según diversas fuentes solventes se calcula que entre 1936 y los años 50, los delincuentes franquistas asesinaron a unas 150.000 personas.

En el curso de su dominio usurpado pusieron en marcha una dictadura totalitaria que excluía toda posibilidad de discrepancia de forma que nadie que dijera que el gobierno del criminal Francisco Franco era ilegal se libraba cuando menos de la cárcel. Dado que ahogaron toda expresión que no fuera suya es obvio que ellos y sus seguidores son los únicos responsables de aquel régimen execrable en el que unos facinerosos que regían el país en provecho propio y de sus compinches, hacían como que éste era un Estado al uso ordinario.

Hoy, 36 años después de la muerte del dictador y del restablecimiento de un régimen de libertades, resulta que la Real Academia de la Historia publica un diccionario biográfico en no sé cuántos volúmenes en uno de los cuales se dice que el fascista sanguinario Franco fue un gobernante católico, inteligente y moderado. ¡Moderado! La entrada la firma el historiador Luis Suárez, director de la Santa Hermandad del Valle de los Caídos y hombre relacionado, al parecer, con la Fundación Francisco Franco, ambas asociaciones de extrema derecha dedicadas a embellecer la la obra siniestra de la dictadura. Y lo hace en un texto oficial, pagado con el dinero de todos, incluidos los descendientes de los asesinados por el faccioso sublevado. Algo hemos ganado los españoles: ya no tenemos que escuchar obligatoriamente los encendidos elogios a la clarividencia del Caudillo, salvador de la Patria y centinela de Occidente que le prodigaban los Luis Suárez de turno durante los cuarenta años de la dictadura. Ahora se dice vergonzantemente que fue un gobernante autoritario pero no totalitario.

Al margen de si esa controversia totalitarismo-autoritarismo, enunciada originariamente por Hannah Arendt y luego por Raymond Aron, recogida por Juan J. Linz para caracterizar el franquismo y resucitada por Tusell, sirve para algo más que para embellecer la dictadura y justificar los asesinatos de un régimen ilegal e ilegítimo al que sus 40 años detentando el poder no hicieron más legal ni más legítimo, se da la paradójica circunstancia de que el hagiógrafo de la dictadura, Luis Suárez, más papista que el Papa, oculta que el propio Franco proclamaba a los cuatro vientos que lo suyo era un un Estado totalitario. Asimismo, José Antonio Primo De Rivera, en su famoso discurso fundacional del Teatro de la Comedia del 29 de octubre de 1933, decía que "venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes". Y Ramiro Ledesma Ramos, fundador de las JONS declaraba en Los problemas de la Revolución Nacional-Sindicalista que una de las realidades más sugestivas y profundas sobre la que se apoya nuestro movimiento es su inflexible destino totalitario.

Podría decirse que, si bien estas intenciones totalitarias estaban en el origen del régimen faccioso, posteriormente la realidad de los hechos le obligó a ceder y abandonar el totalitarismo. Pero esto también es falso. El punto 6 del programa de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas, FET y de las JONS, el partido único, decía: "Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical. Nadie participará a través de los partidos políticos. Se abolirá implacablemente el sistema inorgánico, representación por bandos en lucha y Parlamento del tipo conocido." Franco fue el Jefe Nacional de ese partido de siempre, su régimen mantuvo la estructura seudorrepresentativa de la familia, el municipio y el sindicato, los partidos políticos estuvieron prohibidos hasta su muerte y la Cortes no fueron otra cosa que un circo de payasos y mercenarios que aplaudían sus ocurrencias. Es decir, el régimen fue totalitario del principio al final de acuerdo con sus propios postulados y el Luis Suárez que firma ese escrito, un franquista que reescribe la historia adaptándola a sus peculiares convicciones. Un ideólogo y un propagandista de una causa innoble.

En ningún momento de la entrada se dice que Franco fuera un dictador. Sin embargo, la doctrina de su régimen lo ensalzaba como un caudillo por la gracia de Dios. Si un caudillo por la gracia de Dios no es un dictador, ¿qué es? En el colmo no se sabe ya si del dislate o la mala fe, el director del organismo, Gonzalo Anes, en entrevista a El País sostiene que Franco fue un dictador, no creo que haya nadie que no lo reconozca hoy en día, de donde se sigue que Luis Suárez no es nadie o Gonzalo Anes no sabe lo que dice. El resto de la entrada es igual de falso, manipulador y embustero. Otorga al franquismo una Constitución, lo que es llevar el afán de disfrazar el fascismo a extremos que ni los fascistas originarios, que despreciaban las constituciones, alcanzaron y relata las patrañas propias de la hagiografía franquista.

Por lo demás, el mismo director de una Real Academia de la Historia que ha quedado a la altura de los órganos orwellianos en 1984 dice que él no leyó la entrada dedicada a Franco. Sin embargo, sí tenía que saber que Luis Suárez, además del cargo citado, forma parte del consejo de redacción de la revista de ultraderecha Razón Española, fundada por Gonzalo Fernández de la Mora, ministro que fue de Franco, dedicada a enaltecer la memoria del dictador y propagar sus virtudes y en donde se dan cita todos los franquistas de cierto relieve del país. Es decir, cree que la gente no se entera y que se la puede despreciar. Lo único decente que puede hacer el dicho director es retirar de la circulación el libelo que su organismo ha perpetrado con el dinero de todos los españoles, en lugar de hacerse el ofendido y de protestar porque, con toda justicia, se lo critiquen cuando es lo menos que se puede hacer con semejante ignominia.

Añádase a ello que, como muchos de quienes vivieron la dictadura, tiene tal cobardía intelectual que hace suyos como lógicos los abusos de la tiranía. Véase la justificación que da de porqué a su juicio el tal Luis Suárez es objetivo: Es un hombre liberal, que en la época de Franco consiguió que hiciesen catedrático de Historia Medieval a Julio Valdeón, que estaba afiliado al Partido Comunista. Es independiente y un magnífico investigador. Esto es, debemos agradecer como muestra de generoso liberalismo que Suárez hiciera lo que tenía que hacer y por lo que le pagaban que es votar por un hombre para catedrático en función de su competencia y no de su afiliación política. Ese es el triunfo moral del franquismo: meter tal miedo en el cuerpo a la gente que, en el colmo de la abyección intelectual, ésta acaba aceptando como favor y agradeciendo como muestra de generosidad lo que no es sino el derecho a que los demás cumplan con su deber. En verdad, Anes coronaría su obra dimitiendo de un puesto que no ha sabio desempeñar.

divendres, 28 de gener del 2011

Bolas, bulos y trolas.

Soy firme creyente en la teoría de la acción comunicativa de Habermas y sostengo que la democracia es un régimen en el cual las decisiones colectivas se adoptan tras deliberación y debates donde se supone que los participantes dicen la verdad. También creo a pies juntilla en la doctrina liberal de que la verdad prevalecerá sobre el error siempre que se puedan constrastar libremente, como dice Milton en la Areopagítica. Soy fiel creyente en las dos visiones en el terreno de lo que debe ser. En el de lo que es resulta absurdo ignorar que el debate político, la deliberación hasta en sede parlamentaria, está plagada de mentiras y que la mentira prevalece sobre la verdad incluso en sociedades libres y abiertas. Habrá quien diga que si están basadas en la mentira no pueden ser libres, pero ese es otro debate. En el de la realidad algunos sostienen que la mentira no es solo común en la democracia sino que es imprescindible porque si estuviéramos condenados a decir la verdad volveríamos al estado de naturaleza de la guerra de todos contra todos. Pero éste es también otro debate y algo más cínico.

Siendo la mentira omnipresente en la acción política la hay de muy diversas categorías. Cabe distinguir, entre otras, las tres del título de esta entrada: bolas, bulos y trolas.

La señora De Cospedal es consumada maestra en bolas, mentiras redondas que ruedan y ruedan según el principio de la inercia. Ahora dice la citada señora que el PSOE "ha puesto detectives privados" a miembros del PP. ¿Pruebas de tan sorprendente como perversa práctica? De momento ninguna. Y no es de esperar que se esgrima alguna a juzgar por las que se esgrimieron en las dos bolas acusatorias anteriores de De Cospedal: que el Gobierno escuchaba ilegalmente las conversaciones telefónicas del PP y que ese mismo gobierno pretendía establecer en España un "Estado policial". Pruebas, cero. Las mismas que habrá ahora con la tercera bola o mentira redonda. Lo único que parece aquí hasta ahora probado es que esta señora tiene una manía persecutoria que debiera consultar con un especialista.

A su vez el Gobierno es también experto en la fabricación de bulos. El bulo es una mentira amorfa que se extiende por todas las instancias sociales y es objeto de conversaciones y comidillas generalizadas sin que nadie conozca de cierto su fuente, ni su grado de verosimilitud, ni siquiera su contenido exacto. El bulo calienta imaginaciones y pone al personal a perder el tiempo haciendo cábalas. El último es el ya decidido desistimiento de Zapatero como candidato a la presidencia del Gobierno y su sustituciòn por Pérez Rubalcaba, ministro del Interior de acero y hombre que goza de un insólito prestigio en amplios sectores de la sociedad. La mentira se usa en política como en la guerra, para desconcertar al enemigo y la posible candidatura de Rubalcaba no es halagüeña para el PP pues tendrá que diversificar sus ataques. A Zapatero lo tenía muy castigado, pero enfrentarse a un Rubalcaba crecido sólo porque puede ser el candidato según reza el bulo que nadie confirma pero nadie desmiente puede ser catastrófico.

La derecha mediática prefiere la trola que es una mentira artificiosa, alambicada, llena de claves que descubren verdades ocultas por oscuros e infernales intereses. La trola más disparatada y la que más réditos ha dado a la hora de poner en cuestión los fundamentos mismos del Estado de derecho es la de la conexión etarra en el atentado de Atocha. Este terco dislate rebosante de pruebas, contrapruebas y recontrapruebas, tiene de tal modo cegados a sus promotores que no les deja ver que la gente se lo toma a pitorreo. Y es de extrañar en personas tan perspicaces. Está claro que el odio y la soberbia ciegan más a los hombres que el amor hasta el punto de hacerles creer que, porque tengan un periódico o una radio, pueden convertir su delirio en realidad. En cuanto al señor Arenas, que se parece al fantasma de la Ópera, su desmedido afán por ganar alguna vez las elecciones en Andalucía puede obnubilarlo de tal modo que acabe confundiendo a Griñán con Josu Ternera.

Que en los debates entre políticos abunde la fabulación probablemente sea inevitable; que eso también se dé en los medios es más preocupante.

(La imagen es una foto de gaelx, bajo licencia de Creative Commons).