Ante la avalancha de críticas que ha caído sobre ese engendro perpetrado por los franquistas de la Real Academia de la Historia, ésta ha anunciado que en la Junta extraodinaria de hoy corregirá algunos errores en la edición digital, que se publicará cuando Dios sea servido y en posteriores ediciones de papel, no en la presente. Es decir que ignora olímpicamente las protestas de multitud de especialistas, de infinidad de historiadores, de múltiples intelectuales, de organizaciones y colectividades de todo tipo; que no presta atención a las manifestaciones a su misma puerta y la anunciada interposición de varias querellas así como otros tipos de acciones públicas en las redes sociales (entre ellas la de Palinuro que pide retirar la edición y que dimitan los responsables). Pero esta gente ¿qué se ha creído?
Sin duda aceptar que hay errores y disponerse a "corregirlos" es un paso adelante en comparación con la soberbia y el desprecio con que Gonzalo Anes se enfrentó a las primeras críticas, dando a entender que estaban movidas por la ignorancia, el revanchismo o algo peor. Sin duda un adelanto; pero para él, que a lo mejor así va aprendiendo algo de lo que debe ser el espíritu crítico, la honradez intelectual y la modestia de los investigadores. Pero no es ni de lejos suficiente para todos los demás, que sabemos de qué van estas cosas. Hay que tener en cuenta, además, que el propósito anunciado todavía empeora más la situación: a) porque postpone ad calendas graecas la enmienda de los errores; b) porque, caso de proceder a enmendarlos, lo haría con el mismo espíritu falsario con que los ha perpetrado; c) porque una vez "corregidos" se produciría la chusca situación de dos ediciones de la misma obra que dirían cosas distintas. Ciertamente que este último supuesto no se daría porque Anes sabe de sobra que esa segunda edición jamás vería la luz, con lo que vuelve a mostrar que toma a la gente por idiota, como viene haciendo.
Porque, señor mío, eso no son errores. Eso es un intento deliberado de reescribir la historia en clave franquista y fascista, de falsear los hechos, de embellecer una dictadura criminal, de justificar a un tirano genocida. Un intento deliberado, deliberadamente encargado al mayor hagiógrafo de Franco con que cuenta esa institución que usted por desgracia dirige, con la intención de imponer una visión falsa de la historia y perpetuar el espíritu de la guerra civil, probablemente en cumplimiento del mandato que le hicieron a usted los neofranquistas Aguirre y Aznar cuando le dieron el dinero de los fondos públicos para cometer ese atropello. Y no se diga que se utilizan palabras mayores porque menores son para referirse a unos sujetos que tienen el descaro de escribir que el criminal Francisco Franco fue un hombre católico, inteligente y moderado. ¿Es que creen ustedes que están en los tiempos de su admirado caudillo, cuando se decían estas cosas porque el que decía las contrarias acababa indefectiblemente en la cárcel o en el paredón?
Ya no hay corrección que valga. Han deshonrado ustedes la Academia, han prostituido la noble labor de la historiografía, han estafado a cientos de honrados profesionales con cuyo buen nombre han pretendido encubrir sus fechorías, han defraudado la confianza que la sociedad ha depositado en ustedes. No son ustedes dignos de seguir en una función que no son capaces de realizar y lo único que les queda por hacer es dimitir, como les recomienda Palinuro en la entrada siguiente.