dimarts, 31 de maig del 2011

La desvergüenza de los franquistas.

No, no basta con revisar ese engendro que ha parido la vetusta caterva franquista atrincherada en la Real Academia de la Historia (RAH). Y no basta porque si, como es de suponer, se lo dan a revisar a los tipos directamente responsables de la propaganda, harán lo mismo cambiando algún que otro término. Porque estos ultraderechistas nostálgicos de la dictadura están ya más allá de toda recuperación. Tómese el caso del más rematado de ellos, el tal Luis Suárez, quien decía ayer que "un historiador no puede emplear el término dictador porque sería un juicio de valor". Es decir, además de un ultrarreaccionario (cosa que se prueba con sus publicaciones en Razón Española), este hombre es un soberbio convencido bien de que sus compatriotas somos tontos a los que se puede engañar (más o menos lo mismo que parece pensar el director de la RAH) o que sigue viviendo en los tiempos de su admirado caudillo autoritario en los que él y quienes son como él, podían hablar y los demás tenían que callar. Porque el mismo autor califica a Franco en esa entrada de católico, inteligente y moderado. Es posible que un asesino como Franco sea católico; los católicos sabrán. Su inteligencia sin duda parecerá grande a los ojos de la de Suárez; todo es relativo en esta vida. Y en cuanto a que fuera moderado, ¿no es moderado un juicio de valor? Tratando de salvarse de la quema, este franquista empedernido, como la pescadilla, se muerde la cola.

No, no basta con pedir la revisión de la obra. A la vista de lo que ya se sabe, me juego el cuello a que toda ella rezuma la visión reaccionaria, liberticida, meapilas, agresiva, xenófoba e imbécil de la carcunda nacional que los españoles llevamos trescientos años soportando y cuya más perfecta manifestación es el franquismo. Será de ver lo que diga el diccionario biográfico de Miguel de Molinos, de Rafael del Riego, del Empecinado, de Larra, de Olavide, etc, etc. Así cabe presumir a la vista de lo que ya se conoce de Aznar y Aguirre, los dos neofranquistas que encargaron el trabajo sabiendo muy bien lo que hacían: entregar el dinero público a un grupo de reaccionarios adocenados a fin de dejar escrita para la posteridad una historia de España que pudiera celebrar Torquemada. El caso más infame, el de Aguirre que, con la falta de integridad que la caracteriza, sufragó la obra con el dinero ajeno a mayor gloria de Franco pero se permite el lujo de hacer demagogia, asegurando en otro lugar que Franco era socialista.

No, no basta con pedir la revisión de la obra. Hay que pedir su retirada y examen por una comisión de historiadores de verdad. Y hay que pedir también las responsabilidades pertinentes. Porque este atentado a la honradez intelectual y la historiografía profesional, perpetrado por un grupo de retrógrados está lejos de ser un hecho fortuito, casual, insólito. No. Fue algo planeado como se demuestra por cuanto se dio entrada a Stanley Payne, un historiador gringo de extrema de derecha, para maltratar la figura de Pasionaria, mientras que se dejaba fuera a Paul Preston, uno británico especialista en la guerra civil; por cuanto se confió la biografía de Azaña a un hombre contrario en todo a él, mientras que se orillaba al historiador especialista en el biografiado, Santos Juliá. Más claramente: reconocía ayer Gonzalo Anes que el propio Luis Suárez había pedido encargarse de la biografía de Franco. Pero Suárez es un medievalista y su relación con Franco no es la de un historiador sino la de un fiel seguidor. Y eso lo sabía Anes desde el principio. Si después dice no haber leído el texto que sobre Franco pudo haber escrito un desaforado franquista, no merece desempeñar el puesto que desempeña.

Pero hay más. Anes trató de defenderse ayer con argumentos infumables y sofismas (véase la correspondiente entrada de Palinuro, titulada Historiadores y falsarios) que quizá pudieran explicarse por la sorpresa de ver lo que se le venía encima. Pero es que, horas más tarde, ya más calmo, ha continuado recurriendo a "argumentos" inadmisibles para defender la propaganda franquista del texto que sólo permiten ya deducir que el Director es, en efecto, perfectamente consciente de lo que ha sucedido y responsable de ello. Dice ahora Anes, deslizándose ya por la pendiente de la mixtificación, que no importa tanto que el tal Suárez llame autoritario pero no totalitario a Franco porque, en realidad vienen a significar lo mismo, lo cual es mentira, como él sabe muy bien y, si no lo supiera, ya se encarga de mostrárselo el propio Suárez que los diferencia claramente. Añade el director en la misma información que casi es mejor que se use el término autoritario antes que dictador porque, dice, los jóvenes de hoy no saben bien qué sea una dictadura. Esta es una argucia intelectual tan pobre que da vergüenza escucharla. No, no basta con pedir la revisión. Visto el desbarajuste que los franquistas le han montado y, si quiere demostrar que no es el principal causante de ello, sólo le queda la vía de la dimisión.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).