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divendres, 17 de juny del 2016

El programa máximo acaba siendo el mínimo

La campanada viene del interior de la CUP. Parecen ser los militantes de Poble Lliure quienes cuestionan la negativa a los presupuestos de la Generalitat y plantean reformas radicales en los procedimientos de la organización asamblearia. No es una opinión "del exterior", fácilmente neutralizable precisamente por ser "del exterior". Es una parte de la CUP, tan carne y sangre de la CUP como los demás plurales integrantes.

Antes de seguir, un aviso: carece de sentido minusvalorar estos debates en la CUP por cualesquiera vías. Son fundamentales, tanto para la organización-movimiento como para Cataluña y el conjunto del Estado; son esenciales y las personas directa e indirectamente afectadas se lo toman muy en serio. Nos los tomamos muy en serio.

La petición de Poble Lliure, basada en la proporción 29/26/3, es que sus votos se contabilicen en el conjunto cuando son contrarios a la mayoría. Es una petición democrática. Es lo que hacen los tribunales de justicia: llegado el caso, se hacen públicos los votos particulares de los magistrados que no coinciden con la mayoría. Las decisiones colectivas democráticas no deben simular la unanimidad, y menos en una organización asamblearia. Dado que esa decisión se materializa en los votos de los diez diputados de la CUP, no es justo que voten los diez en bloque como si aquella se hubiera adoptado por unanimidad. Si la CUP tiene un argumento fundamentado mejor que este, debiera exponerlo.

Por lo demás, el comentarista no duda de la complejidad de la situación. Según parece el mismo Poble Lliure que hubiera votado favor de los presupuestos, exige a cambio del govern de la Generalitat la fulminante adopción de decisiones que, a no dudarlo, provocarían una confrontación con el Estado. Un Referéndum Unilateral de Independencia (RUI) exacerbaría el conflicto con el Estado. No digo que sea impropio o inadecuado. Poble Lliure critica a la CUP haber precipitado una decisión que ha tensionado la organización sin que esta estuviera preparada para ello. La obervación valdría también en este supuesto, esto es, si una RUI no tensionaría la sociedad catalana sin que esta esté preparada para ello.

Según mis noticias el gobierno catalán trabaja con la perspectiva de instar a una Declaración parlamentaria Unilateral de Independencia (DUI) en su debido momento. La cuestión es la siguiente: ¿por qué abreviar los plazos, endurecer las formas y entrar en zona de turbulencia? ¿No se confía en el gobierno de Junts pel Sí? ¿Por qué no?En la respuesta a esta pregunta quizá estén las claves de lo que está pasando. Y lo que está pasando es grave para el proceso.

dimecres, 15 de juny del 2016

La independencia solo puede ser unilateral

Eso es obvio. No está excluido que aquel de quien quieres independizarte te conceda la independencia de buen grado. Pero es bastante extraño. Lo habitual y esperable es que se oponga con uñas y dientes y hasta te persiga y encarcele por luchar por tu derecho a gobernarte por tu cuenta. Aquí mi artículo de esta semana en elMón.cat sobre este asunto y titulado RUI vs. DUI.

Ahora bien, si en cuanto al fondo de la cuestión, la unilateralidad, hay acuerdo, puede no haberlo en cuanto a la forma. Así hay quien dice (la CUP) que la independencia debe alcanzarse mediante un Referéndum Unilateral de Independencia (RUI) y quien dice (CDC) que debe hacerse mediante una Declaración Unilateral de Independencia (DUI). A primera vista, parecerían lo mismo, pero no lo son. El RUI busca "quemar etapas", ir directamente a la confrontación con el Estado, plantear un escenario de conflicto, mientras que la DUI trata de proceder de modo paulatino, gradual, de evitar la confrontación, mantener cuanto más tiempo mejor la legalidad y acabar en un proceso judicial internacional con garantías para ambas partes de que, el final, la solución será aceptabale para todos.

Los pros y contras de ambas posiciones se tratan en el citado artículo de elMón.cat, versión castellana es la siguiente: 


RUI vs. DUI

Por fin aparece Cataluña en un debate en la televisión entre las principales fuerzas parlamentarias del Estado y lo hace para escenificar la fuerza y la voluntad del “no” al derecho de los catalanes a la autodeterminación. El nacionalismo español de derechas y el de izquierdas renovaron su voluntad unitaria jacobina con el aplauso del catalanismo hispánico de Rivera, encantado de encontrar tan favorable eco. 

Hasta Podemos clarificó el alcance de sus propuestas catalanas, que tanta confusión han causado en el Principado en donde los votantes de En Comú-Podem no tienen claro exactamente qué estarán votando. Ayer pudieron verlo: estarán votando a favor de un referéndum que se hará en toda España y que tampoco es evidente que se haga porque no será línea roja en las negociaciones para la formación de un gobierno nacional español. Es decir, no estarán votando nada.

Parece llegado el momento de la confusión. Suele pasar en los trayectos prolongados y difíciles. Luego del no de la CUP a los presupuestos de la Generalitat y, sin duda, como remedio para no quedar encajada en el papel de aguafiestas por una sola causa, la organización asamblearia ha decidido ampliar y profundizar los motivos de la discrepancia y darle mayor empaque. Además de seguir gobernando con presupuestos prorrogados y por lo tanto desajustados a los objetivos perentorios que el gobierno quiere alcanzar, es preciso acelerar la hoja de ruta para que no haya desfallecimiento. ¿Cómo? Mostrando la clara e inequívoca voluntad de avanzar hacia la independencia. ¿No se acusa a la CUP de no querer la independencia en el fondo, razón por la cual se rechazaron los presupuestos? Pues ahora ha de quedar patente quién es quién en la vía independentista. Quién quiere la independencia y quién la finge.

¿La fórmula? Que se organice un referéndum unilateral de independencia (RUI) ya. Las autoridades se olvidan de planificar una declaración unilateral de independencia (DUI) y se pronuncian por el RUI. El caballo de batalla se llama ahora RUI. Siempre hay que tener un caballo cuando se quiere ir a la batalla y este cumple la función de clarificar las cosas y poner a cada cual en su sitio. La CUP no es el furgón de cola del tren de la independencia, sino la locomotora.

Sobre todo cumple la función de prolongar la práctica de la extorsión frente al gobierno independentista de la Generalitat, a base de ponerlo en la incertidumbre de tomar una decisión que lo enajene de una parte importante de su apoyo social. La independencia es un objetivo del conjunto de la sociedad catalana. Transversal se dice ahora. No solamente de sus sectores más radicales o combativos que no por serlo tienen necesariamente que ser los más sinceros. También lo es de aquellos otros que tratan de conseguir los cambios políticos y sociales no por la confrontación sino para la reforma y la transición paulatinas.

Un RUI y un RUI inmediato tiene todos los elementos de una ruptura repentina, algo que no se concilia con la fórmula reiteradamente invocada de Puigdemont de ir “de la ley a la ley”. Un RUI implica un salto en el vacío en el que, sin duda, podrá saberse quién está dispuesto a todo para conseguir el objetivo de una vez y quienes prefieren hacerlo paulatinamente. Es como un procedimiento de prueba de limpieza de sangre patriótica. Pero estratégicamente no parece lo más acertado. Al contrario, presenta tal cantidad de riesgos que bien puede entenderse como una maniobra más de extorsión con la finalidad última de que descarrile el proceso. El perfil de la buena conciencia se alza frente a la lentitud de todo procedimiento pragmático. 

Está claro que un RUI lleva a la confrontación directa con el Estado en una situación de ilegalidad que será muy difícil explicar en el exterior, ante la comunidad internacional de la que, en muy buena medida depende el proceso. Por el contrario, una DUI, siendo tan ilegal como el referéndum tiene un ámbito judicial natural en el que puede sustanciarse de inmediato, que es la Corte Internacional de la Haya. En lugar de una confrontación directa en la calle en una escalada de acción/reacción entre el Estado y Cataluña estaremos en un terreno en el que ambas partes, teniendo sus derechos reconocidos, podrán aducir sus argumentos ante un órgano imparcial. 

No hay color.

dilluns, 13 de juny del 2016

Ayer en Nou Barris

Lo que más me gusta de Palinuro es su prudencia y moderación. Limitarse a llamar "estúpida" a una derecha franquista gobernante que ha conseguido multiplicar por dos y medio la cantidad de independentistas y poner a Cataluña a las puertas de la independencia es un acto de caridad. "Estúpidas" es lo menos que puede llamarse a unas gentes que tenían el mandato expreso de su caudillo de preservar la unidad de España y han conseguido deshacerla. Al menos así se lo sollozó el moribundo Franco, sobando la mano del posterior Rey Juan Carlos, a quien él mismo había proclamado monarca con la innegable autoridad que le daba haber asesinado a cientos de miles de sus compatriotas.

Porque esta derecha, heredera ideológica y biológica de Franco, además de su irresistible tendencia a trincar todo lo que pueda de los fondos públicos y de corromper el conjunto del funcionamiento de las instituciones, no tiene nada más en la cabeza que mantener la "unidad de España" y rezar una tanda de rosarios a algún santo de su devoción.

Gracias a ella el país no se mueve desde hace trescientos, cuatrocientos años porque, como el loco del chiste que va en sentido contrario por la autopista, cree que los que están equivocados son todos los demás. El mundo no camina hacia el progreso, la ciencia, la tecnología, la igualdad de las personas, la ilustración, la emancipación y el autogobierno sino que camina en el sentido siniestro de Trento, que es el que le gusta, hacia atrás, hacia la superstición, el primitivismo, la desigualdad y el privilegio, el oscurantismo, la supeditación, el vasallaje. 

Esta derecha es la esencia misma de España. Por eso gana elecciones. 

Por eso España no tiene arreglo y, si los republicanos queremos la República que nos fue arrebatada por la sinrazón y el crimen, tenemos que hacernos catalanes. Porque Cataluña es la única oposición real al neofranquismo español actual mansamente aceptado por todos los partidos españoles.

dissabte, 11 de juny del 2016

Hoy, sobre la República Catalana

Hoy, sábado, conferencia, o sea, xerrada, de Palinuro en La Garriga sobre la República Catalana. Lugar y hora y admisión, las que se especifican en el cartel.

Con la que está cayendo, es menester más que nunca hablar de la República Catalana más como un proyecto viable y factible que como un sueño utópico. Vamos aprendiendo a fuerza de darnos de bruces con la realidad, que los proyectos, según se acercan a témino, han de luchar con adversarios y enemigos cada vez más poderosos. Y los más poderosos de todos son los que habitan con nosotros y en nosotros. Por eso es más decisivo encontrar las fuerzas para salir adelante, ya que a estos adversarios y enemigos no hay que vencerlos, sino que convencerlos.

Allí nos vemos.

Donec Perficiam.

divendres, 10 de juny del 2016

Velando bolígrafos

Aunque pueda parecer otra cosa, Salvador Cot y yo estuvimos preparando la entrevista a Puigdemont con cierto detalle. Queríamos ser relativamente sistemáticos en estos momentos así tan cruciales y espero que lo seamos. Por desgracia, a la vuelta al hotel me encontré con que la wifi no funcionaba. Casi pierdo mi fe en la Barcelona cosmopolita. Tener un hotel con la wifi inservible debiera estar contemplado en el Código Penal.

En todo caso, sucintamente expuesto, queremos preguntar a Puigdemont algunos asuntos que preocupan a la ciudadanía. En concreto:

¿Cómo va a emplear estos seis meses que ha ganado con la cuestión de confianza? Esto es, ¿haciendo qué en la hoja de ruta?

¿En que va a consolidar las instituciones catalanas con unos presupuestos prorrogados?

¿Cómo va a encarar el resultado -sea el que sea- de las elecciones españolas del 26J?

¿Qué respuesta daría la Generalitat a una eventual (aunque improbable) oferta de referéndum negociado como resultado del 26J?

¿Qué respuesta a una (aun más improbable) propuesta de reforma constitucional?

¿Consideraría la Generalitat una propuesta de convención general sobre la financiación del Estado autonómico y, en concreto, sobre la cuestión del concierto económico?

Si la cuestión de confianza se pierde, las elecciones serán obligadas, pero ¿que formato tendrían? ¿Plebiscitarias, referendarias? ¿Habría bloque independentista? Compuesto ¿por quién?

Si la cuestión de confianza se gana, el referéndum será obligado, pero, de nuevo, ¿qué formato tendría? ¿Vinculante, unilateral, constituyente o todo a la vez?

En algún momento del proceso, habrá reacción del Estado español. Puede darse desde ahora mismo (por ejemplo, por vía procesal) hasta el instante de la convocatoria de un referéndum constituyente Esa reacción será represiva. Teniendo en cuenta la afirmación de que se trata de un proceso "de la ley a la ley", ¿hasta dónde llegará la determinación de la Generalitat? ¿Hasta la desobediencia? ¿En qué términos?

El proyecto de Constitución de la República Catalana puede ser perfecto pero incompatible con el ordenamiento jurídico español. ¿Cómo se resuelve ese problema?

Una eventual DUI se encontraría con la condena y represión del Estado español, muy consciente de que, si se plantea ante la corte de La Haya, sería mantenida con el precedente de Kosovo.

Si el conflicto se plantea y encona, será preciso pedir la mediación internacional, singularmente de la UE. ¿Cuenta la Generalitat con una base de apoyo suficiente en el caso de que esa situación se diera?

Si, celebrándose un referéndum de autodeterminación, ganara el "no", ¿qué haría el gobierno de Junts pel sí?

dijous, 9 de juny del 2016

Mañana, Palinuro entrevista a Puigdemont

Pues, sí, ya ven en qué momento crucial. La idea fue de Salvador Cot, el director del elMón.cat, periódico en el que colaboro y a quien se le ocurrió que lo acompañara. De este forma, me tienen mañana, viernes, en el Palau de la Generalitat, a ver qué cuenta el MH sobre esta situación generada por la CUP. Y que tiene a mucha gente indignada en Cataluña. Por supuesto, a la hora de explicar la motivación de su rechazo a los presupuestos, hay una batería de argumentos que suscitan contraargumentos del mismo valor así como una verdadera andanada de improperios e insultos, algunos francamente inadmisibles.

No obstante, hay un punto de vista que no parece haber entrado en las consideraciones de los cupaires cuando quizá hubiera debido hacerlo, aunque solo fuera para evitar caer en el descrédito público como lo han hecho. Estoy seguro de que, si ahora hubiera elecciones, la CUP tendría un resultado ridículo. El punto de vista que todos entendemos sin mayores problemas es que el maximalismo no es bueno. Sobre todo si se pretende tomar una decisión que mantenga a quien la adopte un margen de acción. Porque, obsérvese bien: gracias a ese bloqueo de los presupuestos y la fulminante reacción de Puigdemont de plantear la cuestión de confianza en septiembre, dando por roto el acuerdo de legislatura, la CUP se ha quedado sin iniciativa política y sin margen de maniobra. Pudieron influir en las decisiones del gobierno en sentido favorable a sus objetivos; ahora no pueden hacer nada, salvo juntarse con la oposición y esperar a la cuestión de confianza en septiembre, en donde a lo mejor acaban votando con el señor Albiol para terminar con el primer gobierno netamente independentista que ha tenido Cataluña en esta Restauración.

Y eso no es un timbre de gloria.

dimecres, 8 de juny del 2016

Cataluña: lección aprendida

Nadie dijo que la revolución catalana sería fácil; nadie que la República Catalana estuviera a la vuelta de la esquina; menos que la independencia fuera a caer como una fruta madura. Pero muchos se ilusionaron al ver el resultado de las elecciones del 27 de septiembre. El chantaje esgrimido por la CUP hasta el último minuto, que obligó a prescindir de Mas contra toda justicia puso a bastante gente en guardia. Otros, en cambio, pensamos que, resuelto aquel asunto, el resto haría justicia a las aspiraciones ciudadanas y se caminaría hacia el objetivo esencial y fundamental en Cataluña de poner en pie una República Catalana. Nos equivocamos. Palinuro había apoyado a la CUP en un primer momento. También se equivocó. Fue un error de juicio. Pensó que los ácratas pesarían más en el espíritu de la organización asamblearia que los comunistas; que el espíritu libertario predominaría sobre el doctrinario y, desde luego, que la independencia sería la opción prioritaria y esencial. Un error de juicio que espera no repetir.

Ahora está claro que la independencia de Cataluña depende de los independentistas catalanes, entendiendo por tales quienes anteponen esta idea y realidad a cualquier otra consideración. Y solo de ellos. También ellos han aprendido una dura lección: solo pueden confiar en sí mismos y es un error acortar caminos con alianzas con gentes que anteponen otros intereses al objetivo prioritario de poner en marcha una República Catalana. De eso va mi artículo de hoy en elMón.cat, escrito horas antes de que la Asamblea de la CUP mantuviera el veto a los presupuestos de la Generalitat.

Vivo en Madrid. Escuché a los nacionalistas españoles de derechas y de izquierdas aplaudir la "entereza", la "bravura" de los "verdaderos" revolucionarios catalanes. En Madrid siempre se imparten vitolas de "verdadero" esto o lo otro por razones a menudo innobles. Y así se sigue.

Pero pensé: ¿y qué haría yo? Sencillo. Habiendo aprendido la lección y deshecho el acuerdo con la CUP, gobernar en minoría con los presupuestos prorrogados, siguiendo la hoja de ruta hasta que me tumbaran el gobierno con el voto favorable de la CUP. Y, entonces, con las cosas ya bien claras de qué lado está cada cual, convocar nuevas elecciones plebiscitarias.

Si los españoles pueden hacerlo con muchos menos motivos, también los catalanes.

Aquí, la versión castellana del artículo:

La encrucijada catalana

A la hora de escribir este artículo no se sabe si la CUP mantendrá su veto a la totalidad de los presupuestos en la asamblea de la tarde. Doy, no obstante, por supuesto que no será así y la formación lo levantará, pendiente de posteriores negociaciones y de un debate final el 20 de julio. Es decir, doy por supuesto que habrá una prórroga de un mes y medio para regresar al punto de partida de hoy y saber si hay o no presupuestos; si hay o no gobierno; si hay no vía a la independencia que, en definitiva, es de lo que se trata.

La democracia es así. La regla de la mayoría puede dar un poder absoluto (y, por tanto, injusto) a una minoría de bloqueo. Así, el resultado depende de la buena o mala voluntad de quien puede bloquear la decisión de la mayoría sin ser ella misma mayoría ni tener posibilidades de serlo. Eso se llama “tiranía de la minoría”, algo tan detestable en sí mismo como la “tiranía de la mayoría” de la que, por cierto, los catalanes son víctimas en el Estado español.

Así se llega a una enseñanza vieja como la humanidad misma: le eficacia de la extorsión. No es posible gobernar sometido a amenaza permanente de un aliado que puede volverse en tu contra en cualquier momento por las razones que le parezcan justas. No se puede gobernar sometido a extorsión. No se puede ni vivir. La extorsión mata.

Un proyecto común requiere una gradación de preferencias común. Salvo que se trate de una mera coincidencia táctica de proyectos distintos con estrategias distintas e inconfesas, esas preferencias deben concitar una lealtad común por encima de cualquier otra consideración. Al menos en la primera preferencia. En el resto puede y hasta es conveniente que haya más flexibilidad.
¿No es el primer orden de preferencia de todas las fuerzas que apoyan al gobierno de la Generalitat el proceso a la independencia? Si es así, a él deben estar supeditadas todas las demás diferencias en preferencias inferiores. Entiendo que es lo que hace ERC pero no la CUP que, en mi opinión, está instalada en un maximalismo extorsionador y suicida.

Es lógicamente imposible avanzar en el logro del primer orden de preferencia si se supedita a exigencias de niveles inferiores. Salvo que aquella coincidencia en el primer orden, la independencia, hubiera sido falsa desde el comienzo y hubiera ocultado la intención de instrumentalizarla para conseguir otros resultados que solo ahora aparecen como inexcusables.

Y esta enseñanza no solo es válida para la situación actual. Lo es para las que se reiterarán en años posteriores, pues los presupuestos son anuales. No es posible gobernar bajo la exigencia, siempre imprevisible de que determinadas opciones más o menos justas (eso no está en discusión) tienen arbitraria preferencia sobre el primer orden del acuerdo común.

Porque, si no hay presupuestos, Cataluña entra en una encrucijada con dos opciones malas: gobierno de minoría con presupuestos prorrogados o elecciones anticipadas. Dos opciones malas, fatales, para el proyecto independentista que aparece cuestionado en su interior por una poderosa coalición de fuerzas que van desde el PP hasta la marca catalana de Podemos y una circunstancia exterior aun más peligrosa, una posible gran coalición del nacionalismo español. En cualquiera de los dos casos, el proyecto entraría en una crisis imposible de prever pero que, sin duda, generaría una frustración que duraría generaciones.


dimecres, 1 de juny del 2016

Cataluña no cabe en España

Ya sé que el título es un poco provocativo pero, ¿qué quieren ustedes que les diga? Durante los 40 vergonzosos años de dictadura sanguinaria y zarrapastrosa, Cataluña fue tratada igual de mal que el resto del país con el añadido de que se quiso exterminar su lengua, su cultura, su personalidad. Después de esa estúpida barbarie de la que sus beneficiarios, hoy en el gobierno, no se arrepienten, ahora llevamos cuarenta años más diciendo que se debe encontrar un encaje de Cataluña en España. Lo dicen todos. Incluso los que, cuando oyen hablar catalán padecen ataques de furia asesina; todos. También los que, aparentemente, se felicitan de la llamada "diversidad de los pueblos de España", como si fuera una obligación. Lo dicen, pero no lo hacen. Ni por asomo. El federalismo al que el PSOE se ve obligado hoy a recurrir a regañadientes estaba ahí, disponible, cuando este partido gobernaba con mayoría absoluta. ¿Hizo algo por implementarlo? Nada. Y ahora, que hay una posibilidad real de que Cataluña se vaya, sacan la idea federal del desván, adobada con unos balbuceos sobre la "singularidad" catalana. De lo que dicen las derechas neofranquistas, mejor no hacer caso.

¿Por qué no aceptar de una vez que quizá lo que sucede es que Cataluña no tiene encaje en España? Dicho en términos más claros: España no tolera a Cataluña. Cada vez que un nacionalista español (de esos que dicen que no son nacionalistas) asegura que quiere mucho a los catalanes y admira a Cataluña, el aire se puebla de mentira. Es falso. Para ser español de pro hace falta ignorar a los catalanes, envidiarlos, despreciarlos, contar chistes sobre ellos y decir que quienes los tenemos en alta estima y nos gustaría no que España españolizara a los catalanes sino que Cataluña catalanizara a los españoles, somos traidores y carne de exilio.

En fin, ¿para qué seguir? De esto va mi artículo de hoy en elMón.cat. En el fondo, de llamar a las cosas por su nombre.

Aquí la versión castellana:

Cataluña no cabe en España

Parece que los nacionalistas españoles comienzan a entender que la cuestión catalana es una crisis constitucional española. No una “algarabía” como definió en su día Rajoy el asunto con su habitual inteligencia, sino una cuestión medular que afecta al fundamento mismo de la tercera restauración y a la viabilidad del Estado. Gracias a esa conciencia se han hecho algunas propuestas, pues la política es una actividad práctica.

Abrió camino Podemos, admitiendo el referéndum que los demás nacionalistas españoles negaban, como lo hicieron ellos mismos hasta su fracaso en las elecciones de 27 de septiembre de 2015. Ahora matizan que ese referéndum habrá de ser pactado con el Estado, lo que equivale a quitar con una mano lo que se da con la otra.

Reaparece igualmente el PSOE, también moderando su primitiva intransigencia. La gustaría un país federal en el que Cataluña tuviera un reconocimiento de su especificidad. Menos da una piedra y algún socialista llega incluso a hablar de “bilateralidad”, si bien otros recuerdan que cualquier reconocimiento de especificidad y bilateralidad deberá hacerse en el marco constitucional de la igualdad de todos los españoles. Al margen de que los españoles no seamos iguales, yendo a la letra pequeña de la oferta, se descubre que esta viene a ser como la cuadratura del círculo: la singularidad catalana dentro de la igualdad española.

Una vez más alguien está dando vueltas a eso que llaman “el encaje” de Cataluña en España, una expresión convencional cada vez menos significativa. ¿Y si, en realidad, Cataluña no tuviera encaje en España? No es cosa de remontarse a los siglos pasados, práctica muy socorrida en estos casos. Basta con observar cómo en el último, Cataluña se ha desarrollado en un sentido mientras España lo ha hecho en otro, hasta llegar a ser dos países distintos.

Cataluña ha adquirido una plenitud que España no tiene y encajar la una en la otra pudiera ya ser imposible por falta de fórmulas para ello. Pero el nacionalismo español, siempre dos pasos por detrás de la realidad, insiste en proponerlas dando por nuevas algunas que, como el federalismo, cayeron en desuso antes de estrenarse. Un espíritu generalizado en el independentismo tiende a ver la propuesta federal como algo ya anacrónico y exige el paso al referéndum unilateral. Es posible que este paso acabe siendo necesario, pero en el momento actual, la posición de Puigdemont, parece dictada por la prudencia del que quiere transitar “de la ley a la ley”, razón por la cual se muestra dispuesto a un referéndum en el que el federalismo fuera una posibilidad. Pero el referéndum es el punto de partida, no el de llegada.

¿Cómo han admitido por fin los nacionalistas españoles una ronda de ofertas de reforma de la Constitucion? Sencillamente, porque no les ha quedado más remedio. Al comienzo de la polémica, nadie pensaba que el proceso soberanista alcanzara el punto que ha alcanzado, en el que la independencia es una opción real. A partir de cierto momento se considera imprescindible contrarrestarlo haciendo propuestas más o menos razonables. Este es el giro de la política española, propiciado seguramente por las nuevas elecciones del 26 de junio, de las que Sánchez hace responsables a los independentistas catalanes.

Y ¿a qué se deben esas propuestas más o menos razonables sino es a la unidad del frente independentista? En el fondo, bien claro está, en la crisis del sistema español, la Cataluña independentista actúa como la verdadera esencia de una oposición que falta en España. La oposición verdadera en el Estado está territorializada y se llama Cataluña. Es la unidad del independentismo el que fuerza al nacionalismo español a hacer ofertas de reforma para resolver la crisis constitucional. Con todo y ser insuficientes, más lo serían si esa unidad se rompiera por las razones que fueran. En ese caso, las ofertas desaparecerían como por ensalmo.

Es la insistencia en la opción independentista la que fuerza la presentación de fórmulas reformistas que tratan de evitar la convicción de que, en el fondo, Cataluña no tiene encaje en España o, como sostenemos aquí, Cataluña no cabe en España. Si la voluntad política independentista catalana se rompiera, el horizonte de la construcción de un Estado desaparecería y volverían los tiempos de la Comunidad Autónoma, eso sí, muy específica.

dilluns, 30 de maig del 2016

Cara al sol de España y olé

Jordi Borràs (2015) Desmuntant Societat Civil Catalana. Qui son, què oculten i què fan per impedir la independència de Catalunya. Barcelona: Edicions Saldonar (221 págs)
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Si uno quiere enlazar con la mejor y más sana tradición del liberalismo europeo y occidental, echa uno mano al concepto de sociedad civil. Tiene una acrisolada prosapia en la historia del pensamiento político, viene de la societas civilis de los romanos que, a su vez, la habían tomado del celebérrimo zoon politikon aristotélico. Más cerca de nuestros días, el sintagma aparece relacionado con el ascenso de la burguesía ilustrada, que quiere reservarse un ámbito de libertad y libertades, protegidas frente a las arbitrariedades de los monarcas. Alcanza carta de ciudadanía con la Ilustración escocesa y toca el cielo con la mano cuando Adam Ferguson, uno de sus más interesantes cultivadores, escribe su historia, la historia de la sociedad civil, desde los tiempos más primitivos hasta los más modernos. Luego, en el continente, Hegel le daría mayor empaque aun, al identificar la "sociedad civil" (o bürgerliche Gesellschaft) como el ámbito del mercado, de las relaciones privadas, el sistema de la necesidad y, por tanto, de la libertad. Y así ha venido siendo hasta hoy. Cuando Habermas atribuye el comienzo de la opinión crítica burguesa a los cafés y periódicos de la sociedad civil del siglo XVIII. La sociedad civil es el terreno en donde los ciudadanos nos movemos a nuestras anchas, libres de la injerencia del Estado y las instituciones. Una sociedad civil vigorosa es una sociedad libre.

No tengo duda de que en el espíritu de los fundadores de la Societat Civil Catalana (SCC), de la que se ocupa este interesante libro de Jordi Borràs, un fotoperiodista y hasta cierto punto activista en pro de la independencia de su país, anidaba este recuerdo y este propósito. Su organización tenía que simbolizar un resurgir potente del humus cívico, privado, liberal, de la sociedad burguesa frente a las demasías y arbitrariedades de las instituciones y los poderes públicos. La sana sociedad civil catalana que tenía que erguirse y decir prou a la deriva independentista del gobierno de la Generalitat. Voy adelantando que, después del concienzudo trabajo de investigación de Borrás, que ha rastreado todos los entresijos de la organización, su estructura, su membresía, su financiación y sus actividades, el propósito inicial ha sido un rotundo fracaso.

Y no solo un fracaso porque, siendo la diosa fortuna, calva y caprichosa como es, los interesados no supieran quizá aprovecharla por casualidad, sino porque estaba destinada a ser un fracaso, dado que en su origen y desarrollo, la tal SCC, no era sociedad y mucho menos civil, sino una tapadera para manipular a los sectores unionistas catalanes a través de la ideología y las consignas de la extrema derecha española más cerril y fatigosa; un puro pretexto, una trampa. Una sociedad civil catalana fundamentalmente española que pretendía aglutinar a todos los partidarios del hispanismo catalán para contrarrestar la hegemonía política del independentismo. El asunto se descubre cuando, de un modo incomprensible, el Parlamento europeo otorga el premio al Ciudadano Europeo 2014 a esta SCC en la persona de su presidente Josep Ramon Bosch, quien no se presentó a recogerlo y dimitiría unos días después. Por aquel entonces se supo que el tal Bosch había sido denunciado ante los tribunales por insultos, injurias y amenazas a través de las redes sociales y apología del odio, el fascismo y el nazismo. La denuncia se basaba en la documentación que, tras sus meticulosas investigaciones había proporcionado el autor de este libro que cuenta en él cómo se desarrolló esta curiosa historia. 

La presentación de SCC se hace en el Teatro Victòria de Barcelona el 23 de abril de 2014. Allí estuvieron gente del PP, de C's y UPyD y una representación del PSC con Juan Rangel, delegado del gobierno en Cataluña con Rodríguez Zapatero, los de Vox (Santiago Abascal), el partido PxC, xenófobo, con su secretario general, Robert Hernando, representantes de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) y el Movimiento Social Republicano (MRS). No hubo gente del PSOE. Pero es claro que SCC quería cubrir todo el arco, desde la izquierda a la extrema derecha para justificarse (p. 45). Contaba con 75 socios fundadores (el autor tiene identificados a unos 40), entre ellos gente de extrema derecha como Guillermo Elizalde Monroset, fundador del digital Dolça Catalunya en donde se insulta e injuria a los independentistas o la Fundación Burke, relacionada con El Yunque, sociedad secreta ultracatólica de extrema derecha mexicana (p. 63).

La SCC surge, según Borrás, tratando de enmendar los errores cometidos antes por otras organizaciones que buscaban más o menos los mismo fines pero habían fracasado: Moviment Cívic d'Espanya i Catalans, Moviment Cívic 12-O y Somatemps, así como Federalistes d'Esquerres (p. 33), esta última, un intento de tender puentes con la izquierda en pro del españolismo. En el momento idílico del teatro Victòria, el entramado de SCC está compuesto por gentes de Somatemps, Catalans Universals, Puerta de Brandeburgo, Asociación por la Tolerancia, Crónica Global, Universitaris de Catalunya, Impulso Ciudadano, Club Delta, Fem Pinya, Som Catalunya-Somos España o Manifiesto entre otras (p. 75). Trátase en casi todos los casos de  páginas web españolistas de extrema derecha (y casi unipersonales, a juicio irónico del autor). Añádense con algo más de consistencia, EC (Empresaris de Catalunya) y el Centre Lliure de l'Art i la Cultura (CLAC), en cuyo equipo fundacional figuran académicos de peso como Francesc de Carreras, Félix Ovejero, Ignacio Vidal-Folch, Manuel Cruz, Miriam Tey, también socia fundadora de SCC (p. 88), bastantes de los cuales tienen acceso expedito a las páginas de El País para exponer su doctrina. Se añaden la Fundació Joan Boscà y el Observatorio Electoral de Cataluna (p. 92). Por nombres y firmas y tarjetas de visita no va a quedar.

Borrás prueba de modo fehaciente que todo lo anterior en la que hace a la SCC es un puro escaparate para ocultar la conexión del unionismo españolista con la extrema derecha. Casi de modo rocambolesco, Borràs descubre que el presidente de SCC, Bosch es también Fèlix de Sant Serni Tavèrnoles, un perfil falso que desde 2012 venía insultando, amenazando a los independentistas y haciendo apología del nazi-fascismo en Facebook (p. 97).  A su vez, Somatemps es una organización de los sectores más intransigentes de la extrema derecha catalana: el Partido Español Nacional Socialista (PENS), FE, JONS, y el vínculo entre las dos organizaciones es Josep Ramon Bosch, un hijo de un militante de FN y él mismo admirador de Blas Piñar (p. 112). Bosch ha dejado abundante rastros delictivos en las redes, comentarios en FB, amenazas, insultos y varios vídeos en YouTube con su voz en off ensalzando las Waffen SS, etc (p. 122).

La SCC ha organizado dos actos en la calle: una Diada españolista en Tarragona, 11 de septiembre de 2014 y un día de la Hispanidad en Barcelona, 12 de octubre de 2014: dos fracasos con unas 40.000 personas entre los dos, aunque en Tarragona hubo gente del PSC y PSOE como Carme Chacón y también gente de derechas como Albert Rivera y Alicia Sánchez Camacho (p. 135). Nada en comparación con el millón y medio que se manifestó en la Diada independentista.  El 12 de octubre, la SCC llevó a la Plaza de Cataluña a FE de las JONS, SyL, MSR, Somatemps, PxC, Casal Tramuntana, Hermandad de Combatientes de la División Azul, Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Barcelona (p. 139). Junto a estos actos al aire libre algún otro más recoleto pero con igual sabor de extrema derecha: el 15 de septiembre de 2014 SCC presenta un libro en Barcelona, Hotel Atenea, Nos duele Cataluña.  Edita Editorial Galland Books, presenta Bosch, entre los asistentes Alberto Fernández Díaz. Conviene saber que Adolf Galland, cuyo apellido de nombre a la editorial, fue un comandante nazi de la Legión Cóndor (p. 143)

Como era de esperar, el financiamiento revela lo que cabía imaginar: los ingresos son donaciones secretas de empresarios, entre los que pueden contarse los de empresas recientemente privatizadas y hasta es posible que instituciones públicas. Financiación en negro con sospecha de blanqueo de capitales. Basta con ver el balance económico de 2014: Total ingresos: 992.672,13 €. Cuotas socios: 15.250 €. Merchandising: 14.369 €. Aportaciones privadas (secretas): 963.053,13 €. Junto a esta plétora de ingresos que permite a SCC contar con una financiación espléndida y dadivosa para sus actos a los que casi no acude nadie, presupuesto deficitario (de menos 91.714,37 €) inexplicablemente y que quizá solo pueda entenderse si se cuenta con la posibilidad de que los propios dirigentes de SCC metan mano en la caja. Por ejemplo, la empresa Manifiesto, propiedad de un miembro de la junta directiva de SCC es la que aparece beneficiada con las partidas de gasto más abultadas y hasta extravagantes.

La conclusión del libro es que el españolismo y la ultraderecha en Cataluña son inseparables (pp. 98-99). La SCC es un fracaso absoluto. Trató de representar a la famosa "mayoría silenciosa" (p. 209) que Rajoy se sacó del caletre con la intención de nombrar lo que él suponía (o decía suponer) que era la opinión mayoritaria antiindependentista en Cataluña, pero eso, como todo lo que dice el presidente del gobierno, era mentira.

El libro y la aventura que narra son muy interesantes y es bueno que la gente se informe de qué se oculta tras la bambolla de las actividades unionistas catalanas. De resultas de ello, los lectores estamos más informados y Borràs tiene que ir con escolta.

Otras obras del autor: Warcelona, una historia de la violencia (Pol.len Ediciosn, 2013) y Plus Ultra. Una crònica gráfica de l'Espanyolisme a Catalunya (Pol.len Edicions, 2015)

dissabte, 21 de maig del 2016

Las razones del independentismo

Roger Buch (2015) 100 motius per ser independentista. Barcelona: Cossetània edicions. (191 págs)
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Un curioso libro del politólogo Roger Buch, especializado en temas de voluntariado y trabajo social, pero también implicado directamente en la actividad política independentista. La obra responde  a su título, esto es, las 100 razones que Buch esgrime para pedir la independencia de Cataluña. El número redondo, obviamente, quiere decir que el autor ha funcionado con ellas como Procusto con sus huéspedes: si hubiera encontrado más las hubiera recortado y si menos, hubiera añadido alguna, como Procusto añadía algunos centímetros a la estatura de sus víctimas. En consecuencia, el texto, escrito con gracia y con sentido del humor salvo algunas ocasiones en que el autor se deja llevar por cierta indignación, se lee fácilmente y como una especie de diccionario, glosario o vademécum. Y, dado que la razones del independentismo no parecen estar agrupadas por ningún criterio salvo el que la pluma de Buch haya ido encontrando, el lector puede recorrerlas saltando de una otra, de delante hacia atrás o de atrás hacia delante, según esté de humor o le atraigan los títulos. No es menuda esta libertad y se agradece que, por una vez, no esté uno obligado a seguir más o menos al pie de la letra el curso del relato que señala el índice. Y eso mismo haré yo en el comentario, escoger algunas razones que me parecen más interesantes por diversos motivos y comentarlas. Fuera desmesura hacerlo con todas, así que bastantes habrán de quedarse sin exponer.

Creo tener, por lo demás, cierta complicidad con el autor de forma que le ofrezco una sugerencia para una tercera edición ya que el libro va por la segunda: elevar el número de razones a 101. La añadida tiene un peso nada desdeñable puesto que es el ejercicio de un derecho, el de autodeterminación, con la advertencia de que los derechos, como los músculos, si no se ejercitan, se atrofian.

Voy a ir entresacando algunas de las razones que me parecen más relevantes, con una pequeña glosa personal:  

El Estado de las autonomías es inviable (p. 91). Coincido, aunque no por las razones que Buch expone que, en lo esencial, residen en decir que la fórmula del "café para todos" desvirtúa el tinglado. No; el Estado de las autonomías es inviable porque está mal concebido financieramente, reparte las cargas de forma injusta, drena recursos en partes productivas y los invierte en partes improductivas, sin duda con los mejores y más equitativos criterios pero sin justificación de orden general. Es inviable porque contiene dos autonomías privilegiadas, País Vasco y Navarra,con un régimen que, de extenderse a las demás, impediría el funcionamiento del todo en el que otras cuatro son excedentarias y financian a las otras once. Y eso no es sostenible sin una revisión muy a fondo que en ese mismo fondo, nadie se atreve a hacer. Ni siquiera a mencionarlo.

Cataluña es una nación (p. 92). Es tan obvio que no me detendría en la observación de no ser porque Buch aprovecha para refutar el famoso argumento contrario mediante la reducción al absurdo por abajo ("¿si Tortosa quisiera decidir..?") y lo hace con tino. Añada también la idea de que igualmente cabe refutar el argumento de reducción al absurdo por arriba: "Si Europa quisiera autodeterminarse..., etc).

El Estado español jamás ha asumido el catalán como lengua propia (P. 80). Ni el gallego, euskera, ni nada; ni sus culturas, instituciones o derechos. El Estado español ha sido siempre Castilla y así sigue siéndolo hasta el punto de que el actual presidente del gobierno, el Sr. Rajoy de los sobresueldos, siendo gallego, no habla la lengua de su país. Hay quien dice que tampoco el castellano, pero ese es otro problema.

Para pagar los peajes en su justa medida (p. 95). Hábil planteamiento, sin duda, para no molestar a nadie, pero lo cierto es que la diferencia de trato en las autopistas en el Estado es muy irritante. Lo que sucede es que este es uno de los efectos de que el Estado autonómico no funcione.

Para acabar con el franquismo de una vez (p. 97). Loable propósito y muy puesto en razón y viable. Cuarenta años después de su muerte, Franco, como Drácula, vive. A su modo, pero vive. Vive en los franquistas que son millones en España (probablemente casi todos los votantes del PP), pero no en Cataluña, en donde el PP es un partido casi testimonial aunque, para desconsuelo de Buch, conviene no perder de vista a la gente de Ciudadanos a donde ha ido a parar el franquismo reciclado y que tiene un porcentaje apreciable del voto en Cataluña. No obstante, es claro, los españoles no conseguirán suprimir el franquismo por sus solas fuerzas. La transición pareció haber sido su muerte. Incluso podría decirse que había un pacto de silencio por el que el franquismo no reaparecería y ahí está de nuevo en el gobierno del PP desde 2011 en estado químicamente puro: nacionalcatólicos, corruptos, opusdeístas, reaccionarios, caciques, oligarcas y simples estúpidos de prosapia. Una colección que en estos días ha dado uno de sus más típicos frutos en la prohibición de la estelada por decisión de la delegada del gobierno en Madrid, la falangista Dancausa, y una semana después de que ese mismo gobierno de misa y olla envíe a otra franquista, Cristina Ysasi Ysasmendi Pemán, a explicar una Constitución en la que no creen a Europa para contrarrestar, dicen, el relato de la Generalitat.

Porque la democracia prevalece sobre la ley (p. 101). Asunto de calado teórico, sucintamente expuesto y dialécticamente inteligible para que lo entiendan hasta los franquistas: sin ley -como ellos dicen siempre- no hay democracia; pero sin democracia, tampoco hay ley. Eso ya lo entienden menos porque se les exige el esfuerzo de comprender que todo lo que ellos y sus padres llamaron "ley" durante los cuarenta años del franquismo no era tal sino pura tiranía y arbitrariedad.

Porque el Estado vació el estatuto votado por los catalanes (p. 78). Y en sucesivas vegades: primero lo cepilló en el Congreso según desgraciada expresión de Alfonso Guerra, que maldita la gracia que tenía, y luego mediante la inenarrable sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional en la que este, actuando manifiestamente ultra vires se arroga competencia para decidir si los catalanes son o no una nación. No entiendo por qué no siguió decidiendo si, además, son o no buenas personas. Tan absurdo lo uno como lo otro.

Para terminar de una vez el corredor mediterráneo (p. 70). Sí porque es dudoso que ningún gobierno español lo haga, ya que tiene otras prioridades como llevar el AVE de Burgos a Palencia, igual que los socialistas inauguraron ese ferrocarril en su día en el trayecto Madrid-Sevilla por no otra razón, supongo que porque el presidente del gobierno de entonces era sevillano, cosa que incide mucho sobre la productividad del país.

Para tener un sistema educativo del siglo XXI (p. 109). Es típico deseo de fastidiar de los catalanes. Ahora que el ministro Wert, bajo orientación de la conferencia episcopal lo había retrotraido al siglo XIX, como mandan los cánones, se empeñan en dar un salto típicamente satánico de dos siglos. Ya veréis cómo los castiga Dios.

Porque no hay tercera vía ni se la espera (p. 112). Gente de poca fe estos catalanes. Por eso les haría bien ajustarse al sistema educativo del ministro Wert; así la recuperarían. Porque hace falta mucha fe para creer que las fórmulas federales que cocina el PSOE, entre otros, vayan a tener alguna efectividad.

Porque es un movimiento pacífico (p. 122) Ciertamente. Los catalanes son de una flema británica. Claro que si uno recuerda -como señala el propio Buch unas páginas antes- que han perdido tres guerras (la dels segadors, la de Sucesión y la civil española), está claro que la vía beligerante no es productiva. Sin duda es la que el Estado prefiere porque, entre otras cosas, estas guerras contra su propia población son las únicas que el ejército español gana. Por eso, la paz es la vía.

Porque es un movimiento que va de abajo arriba (p. 63). Sí, es así, doy fe. De abajo arriba, cívico, transversal. El 15M no tenía nada que enseñar a los catalanes. Sí, en cambio, a los españoles. Pero no parece que estos lo hayan aprendido, aunque están dispuestos a instrumentalizarlo.

Porque no se trata de un problema étnico (p. 57). Los sucesores ideológicos y biológicos de Franco suelen acusar a los indepes catalanes de nazis. Dado que los nazis fueron quienes pusieron a Franco en el poder, los franquistas debieran saber un poco más de lo que hablan, pero no lo parece. Y no es un problema de inteligencia o memoria sino de simple sentido del ridículo. A un país plagado de recuerdos a los nazis de la legión Condor, que envió aviones nazis a bombardear Gernika se le supone competencia para emplear el término nazi con conocimiento de causa, ¡pero no como insulto! Y si no es cómo insulto, a nadie se le alcanza qué tienen que ver los catalanistas con los nazis.

Para tener pensiones dignas (p. 126) Esto no interesa decirlo muy alto, no vaya a ser que se dé un fenómeno de refugiados españoles de la tercera edad en la muga catalana.

Porque hace 300 años que están ocupados (p. 132) El señor de los hilillos y los sobresueldos cree que este modo de hablar es inadmisible ya que España, dice con harta y machacona reiteración, "es una gran nación", pero ninguna nación que ocupe a otra en contra de su voluntad puede ser grande; ni siquiera nación. Puede ser imperio o resto de imperio, o andrajo de imperio, pero no nación en el sentido de una convicción subjetiva favorable de todos los nacidos en su territorio.

Para fundar una República y echar a los Borbones (p. 56). ¿En dónde hay que firmar? La dinastía borbónica ha sido restaurada en España tres veces, aunque los historiadores dinásticos solo consideren dos, ya que se niegan a ver la vuelta de Fernando VII El Deseado como una primera restauración. Pero lo fue y muy clara pues tanto Carlos IV como su hijo Fernando habían entregado la corona de España a Napoleón, como dos buenos felones. Y, si se me apura, acabaría llamando también restauración a la reposición en el trono absoluto del felón Fernando VII por el Duque de Angulema, al frente de los 100.000 hijos de San Luis. No lo hago por no herir más susceptibilidades pero, si lo hiciera, los Borbones habrían tenido cuatro restauraciones.

Para que la lengua de los juicios la decidan los ciudadanos y no los jueces (p. 50). Es uno de los signos coloniales más evidentes, que ataca un derecho fundamental de cualquier ciudadano en cualquier país del mundo: el derecho a un juicio justo que solo puede estar garantizado por el juez natural del justiciable y la "naturalidad" del juez comienza con la lengua.

Para no aguantar la "Marcha Real" (p. 147) Una de las razones más poderosas que probablemente convertiría en independentistas catalanes a millones de españoles por razones obvias.

Para librarnos de los insultos de la caverna mediática (p. 45). Lo veo dudoso. La caverna seguirá insultando porque es su forma natural de expresarse, pero lo que ya no podrá hacer será amenazar, que parece cosa más interesante.

Para que el catalán sea lengua oficial en Europa (37). Con ello, los traductores e intérpretes catalanes en la Unión tendrán ventaja onsiderable sobre los españoles porque podrán presentarse a oposiciones de dos lenguas.

Para decidir si quieren tener un ejército o no (p. 152). La decisión será interesante porque no creo que los Estados Unidos dejen pasar la oportunidad de abastecer a las fuerzas armads de un nuevo país europeo. Muy fuerte habrá de ser el pacifismo de los catalanes.

Para gestionar mejor las infraestructuras (p. 179). Al menos con un criterio de rentabilidad y productividad distinto a los que han presidido la construcción de los aeropuertos de Castellón y Ciudad Real, las autopistas radiales de Madrid, la ciudad de la Justicia también en Madrid, la Fórmula 1 y otras edificaciones cesaristas en Valencia y resto de los disparates españoles producidos a medias por la corrupción y la vanidad.

Para apoyar sus entidades con el 0,7% del IRPF (p. 35). Es un cálculo hábil el que hace Buch, porque no se concentra en el momento de la recaudación del 0,7% en la declaración de la renta sino en el del reparto de lo recaudado, que perjudica claramente a Cataluña.

Faltan 77 razones más. El lector sabrá sacar punta a muchas de ellas. El libro es una mina.

Innecesario añadir que muchas, muchísimas de estas razones las suscribirían muchos, muchísimos españoles. Lo que pasa es que es harto difícil que los españoles puedan independizarse de España. Y ahí está parte del drama.

dijous, 19 de maig del 2016

El karma de Otegi

Arnaldo Otegi es un mito en vida, cosa poco frecuente. Hay quienes lo adoran y lo llevarían a los altares y quienes lo odian y lo arrojarían a los infiernos. Indiferente, el hombre no deja a nadie que sepa algo, por lejano que sea, de la política española. Es imposible seguir su peripecia vital que se inicia en los años setenta en las filas de ETA y sigue hasta el día de hoy alternando primero actos de violencia y terrorismo y luego otros pacíficos pero radicales con una serie interminable de procesos, condenas, absoluciones, recursos, liberaciones ante los tribunales vascos, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo español. Desde aquella época hasta más o menos 2010, las audiencias mediáticas acabaron familiarizándose con sus abogados, Íñigo Iruin y Jone Goirezelaia, más que con las estrellas del momento en la tele.

Esa abrupta, entrecortada, accidentada historia procesal corre paralela con su evolución ideológica y personal en las cuestiones relativas a la independencia y la lucha armada, la violencia, el terrorismo, etc. En cierto modo, una peripecia vital ofrece puntos en común con la de Gerry Adams que es hoy líder del Sinn Fein como Otegi lo es de Sortu. En el fondo, en el imaginario independentista vasco y especialmente en el etarra, siempre ha habido una especie de empatía con la lucha del IRA en Irlanda.

A día de hoy, el mito Otegi, como Adams en su momento, ha cumplido su última condena (por cierto, íntegra, sin beneficios penitenciarios) y, por lo tanto, es un hombre libre en situación de legalidad, dirigente de un partido legal al que, en principio, no se puede reprochar nada ni limitar en el uso de sus derechos pues no pesa condena alguna ni pena accesoria sobre él. La libertad nace del silencio de la ley, decía Hobbes y, que yo sepa, la ley no dice nada sobre que un antiguo miembro de ETA, condenado después por favorecer a ETA, habiendo cumplido su condena, no pueda ser libre.

Quienes proyectan sobre Otegi un mundo de descalificaciones, acusándolo de asesino, de no haber pedido perdón a las víctimas, de no haber condenado a ETA o sus crímenes están en su derecho, como lo estamos quienes vemos cómo muchos de esos que atacan a Otegi, tampoco condenan el franquismo ni sus crímenes ni, al menos que me conste, han pedido perdón por los más de cien mil asesinados por la vesania franquista y enterrados en fosas comunes, en donde siguen. No me parece interesante ir por esta vía del "y tú más", pero sí es importante que los franquistas y otros suplicios de extrema derecha sepan que podemos responderles en su terreno y, como se ve, multiplicado por cien mil. No lo hacemos porque entendemos que los supuestos ataques a los derechos de unas víctimas no debe servir para encubrir el ataque a los de otras.

El lío que ha montado Albiol en el Parlamento catalán era previsible. Forma parte de una política deliberada de entorpecer el proceso de paz en el País Vasco. Hay que verlo con realismo: a los fascistas, los franquistas y buena parte del PP no les interesa que haya una pacificación completa y permanente del País Vasco porque entonces arranca la reivindicación independentista en términos democráticos y pacíficos y esa sí que es peligrosa (y no la de las pistolas) como está viéndose en Cataluña.

Pero que sea previsible no quiere decir que sea aceptable. Otegi es un ciudadano libre de una Estado de derecho y en los Estados de derecho la gente va al Parlamento cuando este la invita para lo que sea. Su visita al legislativo catalán no es una indignidad, como sostiene sin argumento alguno el señor Albiol; al menos no es más indigna que el hecho de que el señor Albiol esté en ese mismo Parlamento. Con su garrulería típica, Albiol divide el mundo en buenos y malos donde resulta que los buenos lo son porque son los míos, no que sean los míos por ser buenos. Buenas sin matices son las víctimas y malo sin matices Arnaldo Otegi.

Pero Otegi resulta ser más polifacético de lo que Albiol puede entender. Ahora, este hombre de 57 años, que sigue cultivando una imagen de jeune enragé, tiene una experiencia acumulada, sobre todo carcelaria y se encuentra en un cruce decisivo de su vida, a punto de presentar su candidatura a la Lehendakaritza en las próximas elecciones de otoño. Es el momento de hacer balance y ver cómo tienes el karma. Una vida de compromiso lo llevó a la cárcel en donde fue elegido secretario general de Sortu. El karma acumulado a lo largo de su biografía debe de ser muy positivo; como probablemente lo será el de este momento. Preguntado por Artur Mas, Otegi, a quien los de la CUP han llevado en volandas en su estancia catalana, ha dicho que le hubiera gustado tenerlo de lehendakari porque aprecia sus dotes. Lo mismo le pasa a Palinuro y sospecho que Anna Gabriel y quienes llevaron las cosas al límite de forzar la retirada de Mas, quizá no estén muy orgullosos de lo que hicieron.

El karma de Otegi parece positivo. Ignoro si en verdad es "un hombre de paz", cosa que saca de sus albioles a la gente más derechas y no me parece relevante. Que sea lo que quiera, pero que ayude a pacificar el País Vasco, que es lo que está haciendo. No estoy muy seguro de que consiga llegar a lehendakari, pero bajo su autoridad puede acabar formándose en el País Vasco un movimiento independentista como en Cataluña, una forma de poner en su sitio a la izquierda "transformadora" que nunca ha transformado nada. En realidad, a eso ha ido Otegi a Barcelona, a ver si puede montar una sinergia.

Le sobra karma a Otegi. Carisma tiene también, acuñado, en las largas luchas por la independencia del hogar de los antepasados. Y, tanto si sale elegido como si no, tiene fuerza para articular un movimiento en Euskadi que siga el ejemplo de Cataluña. 

Y si el gobierno español es incapaz de articular un plan viable frente al independentismo catalán, no hace falta decir cómo lo hará si ha de combatir no uno sino dos proyectos independentistas.

dimecres, 18 de maig del 2016

Los franquistas explicando la Constitución

Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La Didàctica de l'unionisme. En dos días, los dos partidos dinásticos del nacionalismo español, PP y PSOE, han dado pasos para acercarse a lo que llaman "la cuestión catalana" que no es otra cosa que la "cuestión española" y la incapacidad de los nacionalistas españoles de ver lo que está pasando. El gobierno (en realidad, el PP) ha formado una task force, compuesta por dos mujeres para explicar su punto de vista (o sea, el del PP) sobre el independentismo catalán en las cancillerías extranjeras. Una de las mujeres es una diplomática con experiencia y una carrera anodina; la otra responde al sonoro nombre de Cristina Ysasi-Ysasmendi Pemán, es asesora directa de Rajoy en La Moncloa y nieta de un militar golpista del 36 y de un vate reaccionario y fascista. Y ella, una franquista convencida. Que esta gente mande una franquista al extranjero a explicar la Constitución a la que unos franquistas se opusieron mientras otros franquistas la redactaban, dice todo sobre la transición y sobre las neuronas de esta banda de corruptos que hay en el gobierno central.

Por otro lado, el PSOE ha delegado en Margarita Robles, reciente incorporación, la tarea de formular algo con sentido para Cataluña que no sean las habituales tarascada españolistas de Sánchez. Y, en efecto, Robles se esmera... en liar las cosas demostrando que no solo no entiende nada sino que cree que puede quedarse con el personal. Promete una reforma de la Constitución que sabe que no podrá hacer y, al amparo de esa no-reforma, un referéndum en Cataluña, pero sin explicar su alcance. El tercer partido, Podemos, que suspira por ser también dinástico promete igualmente un "referéndum pactado con el Estado". O sea, nada. ¿Cuál habrá de ser la actitud de los indepenentistas?

Traigo la versión castellana del artículo por si alguien siente curiosidad.

La didáctica del unionismo

A trancas y barrancas, a regañadientes, porque no les queda otro remedio, los dos partidos dinásticos, PP y PSOE y el que aspira a serlo, Podemos, empiezan a percatarse de que lo de Cataluña va en serio y que el independentismo no se frena. Por eso han decidido moverse. Quieren demostrar que ellos también tienen ideas y que la iniciativa política no es monopolio de estos insufribles catalanes. Cada uno en su inimitable estilo por supuesto.

Reconfortado con el homenaje a Rajoy de una alcaldesa del PP en Toledo, que ha proyectado una imagen de Franco y otra de Himmler sobre las torres de un castillo, el gobierno ha movido ficha. Con ese mismo recio espíritu imperial, envía a una franquista a explicar la Constitución española. La señora Cristina Ysasi-Ysasmendi Pemán, nieta de un militar golpista y un insoportable vate fascista, tiene la misión de contraprogramar la labor exterior de la Generalitat. La pregunta de cómo entenderá la Constitución una franquista tiene fácil respuesta: muy bien. En parte, la redactaron los propios franquistas y la que no lo hicieron, no la aplican, salvo para asfixiar a los catalanes.

Que la mensajera sea una franquista y, probablemente, por ello mismo, una incompetente, es aquí accesorio. Lo increíble es que el gobierno mande funcionarios (como si no bastara con los diplomáticos de carrera destinados en el exterior) a explicar su versión de partido (pues doña Cristina es, antes que nada, una funcionaria del PP) de la Constitución española. Y, así, caiga en la trampa de internacionalizar el conflicto que es precisamente lo que los independentistas quieren. Sin darse cuenta, además, de que los auditorios, por regla general, hacen más caso a las visiones críticas de los problemas que a las oficialistas. A fuer de franquistas, unos verdaderos negados.

A su vez, el PSOE ha sacado a su reciente reincorporación, Margarita Robles que, por haber vivido y trabajado en Cataluña, tiene una sensibilidad mayor y quizá sea capaz de enderezar las barbaridades imperiales del muy madrileño Pedro Sánchez. Como jurista experimentada también se supone que sabrá hilar fino y hacer digerible la posición unionista a ultranza del PSOE. Propone Robles reformar primero la Constitución en un sentido federal y hacer luego un referéndum

Oculta Robles –pues no creo que lo ignore- que es imposible que pueda hacerse esa reforma constitucional con las mayorías que hay y seguramente habrá en las cámaras. Sigue ocultando Robles cuál sería el contenido de ese referéndum catalán, si de autodeterminación o sobre otro estatuto. De esta forma su posición es menos cuartelaria que la del PP; incluso menos que la del secretario general del PSOE, pero sigue siendo lastimosamente alejada de la situación actual en Cataluña.

Por último, los llamados “emergentes” de Podemos, esto es, los aspirantes a dinásticos españoles en sustitución del PSOE, vienen a decir lo mismo que Robles: referéndum pactado con el Estado. De momento, dicen con Robles, según la legalidad vigente, no puede hacerse, pero dejad que cambien las cosas, que nosotros pintemos algo y ya veréis cómo lo hacemos. Vuelve a ser tan falso como el discurso de Robles por dos razones: 1ª) no es verdad que la legalidad vigente impida el referéndum. La legalidad vigente no impide nada. Lo que lo impide es la voluntad política contraria del gobierno y de la oposición. 2ª) no hace falta esperar a más elecciones. Si de verdad Robles y Podemos apoyan un referéndum en Cataluña, que lo reclamen ya.

Una vez más, los unionistas no parecen entender el fondo de la cuestión. Este es que ni los indepes catalanes ni nadie en su sano juicio en estas circunstancias, admitiría una situación en la que Cataluña, sus derechos y libertades, sigan estando al albur de que otra mayoría absoluta parlamentaria vuelva a llevar al gobierno central a una banda de corruptos empeñados en hacer que Cataluña involucione. Decididos a someterla y seguir esquilmándola como hacen con el resto de los territorios del Estado.

La transición fue muchas cosas, según quien hable de ella, pero algo sí parecía claro: se trataba de liquidar el franquismo. Ese franquismo que ha renacido más oscurantista, centralista y corrupto que nunca en 2011. Ahora ya no es tiempo de más reformas cosméticas. Es tiempo de que esa posibilidad no pueda volver a darse.

Los unionistas españoles harían bien en entender de una vez que el problema no está en Cataluña, sino en España; que el problema no lo tienen los catalanes, sino los españoles que, mientras no sean capaces de acabar con este cadáver insepulto, no saldrán del agujero.
Y la cosa es bien sencilla. Se empieza por reivindicar la República, cosa que hacen los indepes catalanes pero que ninguno de los tres partidos españoles mencionados se atreve siquiera a insinuar.