Lo que más me gusta de Palinuro es su prudencia y moderación. Limitarse a llamar "estúpida" a una derecha franquista gobernante que ha conseguido multiplicar por dos y medio la cantidad de independentistas y poner a Cataluña a las puertas de la independencia es un acto de caridad. "Estúpidas" es lo menos que puede llamarse a unas gentes que tenían el mandato expreso de su caudillo de preservar la unidad de España y han conseguido deshacerla. Al menos así se lo sollozó el moribundo Franco, sobando la mano del posterior Rey Juan Carlos, a quien él mismo había proclamado monarca con la innegable autoridad que le daba haber asesinado a cientos de miles de sus compatriotas.
Porque esta derecha, heredera ideológica y biológica de Franco, además de su irresistible tendencia a trincar todo lo que pueda de los fondos públicos y de corromper el conjunto del funcionamiento de las instituciones, no tiene nada más en la cabeza que mantener la "unidad de España" y rezar una tanda de rosarios a algún santo de su devoción.
Gracias a ella el país no se mueve desde hace trescientos, cuatrocientos años porque, como el loco del chiste que va en sentido contrario por la autopista, cree que los que están equivocados son todos los demás. El mundo no camina hacia el progreso, la ciencia, la tecnología, la igualdad de las personas, la ilustración, la emancipación y el autogobierno sino que camina en el sentido siniestro de Trento, que es el que le gusta, hacia atrás, hacia la superstición, el primitivismo, la desigualdad y el privilegio, el oscurantismo, la supeditación, el vasallaje.
Esta derecha es la esencia misma de España. Por eso gana elecciones.
Por eso España no tiene arreglo y, si los republicanos queremos la República que nos fue arrebatada por la sinrazón y el crimen, tenemos que hacernos catalanes. Porque Cataluña es la única oposición real al neofranquismo español actual mansamente aceptado por todos los partidos españoles.