Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Franquismo.. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Franquismo.. Mostrar tots els missatges

dijous, 8 de gener del 2015

El derecho a la Justicia.


El gobierno ha encargado a un grupo de expertos un informe acerca de cómo adecuar la legislación española a las insistentes recomendaciones de los organismos internacionales, en especial la ONU, sobre el tratamiento de los derechos humanos en España. Los expertos lo han redactado y entregado pero, al parecer, el gobierno lo ha censurado o secuestrado. Ahora los autores anuncian que lo publican en la editorial valenciana Tirant Lo Blanch, mi editorial. Aplausos entusiastas. Y pitos a un gobierno que tiene miedo a todos los papeles, los de Bárcenas, los de los jueces, los de los expertos y académicos, aunque por razones distintas.

Dicen los expertos que el gobierno está obligado a adaptar el ordenamiento español a los mandatos internacionales en la materia citada, la universalidad de la justicia penal, la imprescriptibilidad del delitos de genocidio y otros aspectos más concretos y también decisivos como la tipificación del delito de secuestro de niños, la aplicación de la pacata ley socialista de la Memoria Histórica, la derogación o inaplicación de la Ley de Amnistía de 1977, algunos de los cuales condujeron a la injusta exclusión del juez Garzón.

En definitiva, dicen al gobierno que está obligado a hacer justicia a las víctimas del franquismo. A hacer lo que mis colegas llaman justicia postransicional (Paloma Aguilar).

Y el gobierno, obviamente, no quiere. Si se le presiona seguirá tratando de evadirse con formalidades, como la Ley de Amnistía. No siendo eso, echará mano de excusas morales, sentimentales, falsas, del tipo de que "no hay que reabrir heridas". En el fondo, esta es la cuestión. Una cuestión de lenguaje sobre la que hay que ponerse de acuerdo. Este gobierno, tan presto a reconocer la condición de víctimas de las del terrorismo, de Melitón Manzanas o Carrero Blanco, ¿reconoce asimismo la de los asesinados y enterrados por decenas de miles en fosas anónimas en toda España?

Hasta la saciedad se ha dicho: España es el segundo país del mundo después de Camboya con más asesinados en las cunetas. ¿Cree el gobierno que son víctimas y debe hacérseles justicia, desenterrarlos, devolvérselos a sus familiares, buscar y castigar o, cuando menos, identificar a los responsables?  ¿Sí o no?

No habrá respuesta. Si acaso, la melopea de que en la guerra ambos bandos cometieron crímenes. ¿Y los de la posguerra? Esos le importan una higa, como demostró recientemente el diputado Hernando, hoy portavoz del grupo parlamentario del PP al decir que algunos solo se acuerdan de su padre cuando hay subvenciones para buscarlo, una monstruosidad agravada por el hecho de que justamente su gobierno ha suprimido las subvenciones. O menos que una higa. Quizá hasta se merecían que los asesinaran, según el alcalde del PP de Baralla.

¿Hacemos las cosas bien por una vez en la vida? Se condena el franquismo, se ilegalizan todas las asociaciones franquistas, sus fundaciones y hermandades, se suprimen todos los reconocimientos honoríficos al dictador, se hace justicia a las víctimas, se desentierra a los muertos, se devuelven a sus familiares, se identifica a los responsables, se busca a los niños secuestrados y se notifica a sus progenitores.

O sea, se reconoce el derecho de la gente a la justicia.

Mientras tal cosa no se haga, llamar "gran nación" a esto es de risa.

dissabte, 13 de desembre del 2014

La democradura.


Vuelve el franquismo y trae de la mano un neoliberalismo voraz, bendecido por el clero nacionalcatólico. Lo llaman "Neofranquismo", pero ese Neo debe de ser el de Matrix. Es el franquismo más castizo; ahí están los nombres de calles, plazas, lugares, los emblemas, insignias, monumentos, misas, conmemoraciones, fundaciones dedicadas a la memoria del  caudillo, alcaldes que defienden su sacra memoria, curas que llaman a una nueva Cruzada Nacional. Solo falta él, a quien un lamentable hecho biológico privó de su justo título a la inmortalidad.

Vuelve la esencia española. Las corridas de toros declaradas arte y patrimonio cultural del Reino y debidamente subvencionadas. Las atrocidades menores con toros, cabras, burros, gallos y otros animales, no alcanzando el excelso nivel del arte, deben de ser artesanía. Nacional, claro.

Los caciques, figuras reciamente tradicionales, pueblan las noticias, en la mayoría de los casos las de tribunales, porque son pilares esenciales de la tupida red de corrupciones que envuelve el país y sus instituciones. Del franquismo dijo en cierta ocasión un embajador yanqui que era una "dictadura atemperada por la corrupción"; de este neofranquismo cabría decir que es una corrupción atemperada por la dictadura. Es tal el encenagamiento que más que hablar de políticos corruptos debe hacerse de corruptos políticos.

Si la cantidad de casos subiúdice es indicativa proporcionalmente a la extensión del fenómeno, la corrupción es total. Y eso que se trata de una justicia descaradamente intervenida por el poder político, en gran medida al servicio del Príncipe y sus arbitrariedades. Muy al estilo de la dictadura, en cuyo espíritu respira todavía parte de la judicatura. De ello se beneficia asimismo la Iglesia católica, firme impulsora de esta involución general en la que ejerce su poder hierocrático, impone o trata de imponer sus dogmas y aberraciones como legislación civil del Estado y, de paso, hace su agosto parasitando el erario público de mil maneras y dedicada desde hace años a una tarea de reamortización que ya la ha convertido de nuevo en la principal propietaria del país.

En este clima aparece el presidente del gobierno como un Pantocrator a proclamar que la crisis es ya historia. Hemos pasado de ser el enfermo de Europa a ser su locomotora. Algo pasmoso, pero típico de la furia española. Es la Raza. La Gran Nación. Los datos, todos, hablan en contra de este supuesto. Y la conciencia de la gente, toda, incluidos los miembros del gobierno, no da el menor crédito a la hiperbólica declaración. Algo también esencialmente franquista. Recuerda mucho aquella anécdota de cuando a fines de 1943 ya era evidente para todo el mundo que los nazis estaban perdiendo la guerra pero el diario Informaciones seguía dándolos ganadores. El gobierno franquista, en consecuencia, recomendaba a la gente viajar menos y leer más el Informaciones. Ahora recomienda leer toda la prensa de papel y atender a casi todos los medios audiovisuales.

Porque los medios, como los de la Dictadura, están poblados por comunicadores al servicio incondicional del poder político, tanto en los privados como en los públicos; en estos últimos, además, a sueldo directo y generalmente astronómico. Si la consigna es que la crisis es historia, hablarán de ella en pasado remoto a los millones que cobran el salario mínimo de 625,30€ o menos, al 24% de parados, la mitad de ellos sin prestaciones, al 35% de empleados en precario, a los desahuciados a razón de casi doscientos al mes, a las decenas de miles de emigrados, a los dependientes a quienes se ha reducido o eliminado la asistencia.

Si la consigna también es que en Cataluña no hay nada que decidir que incomode al poder central, los mismos medios y los mismos comunicadores levantarán una barrera de prohibiciones, impedimentos, reproches e insultos, llamando a los soberanistas, según les dé, nazis, egoístas, palurdos, totalitarios, medievales, delincuentes y masa de borregos. Menos viajar al norte del Ebro y más leer La Razón. En Cataluña lo que hay es una algarabía de un puñado de nacionalistas rabiosos frente a una inmensa mayoría silenciosa profundamente española.

El poder de los medios se juzga determinante pero, por si acaso no lo fuera, el Parlamento acaba de aprobar y de remitir al Senado un Ley de Seguridad Ciudadana que es una Ley Mordaza, un candado a los derechos y libertades públicas, un ataque represivo y probablemente inconstitucional a la seguridad jurídica de la ciudadanía y su derecho al amparo de los tribunales. Una ley inspirada en la Ley de Orden Público de Franco. Pleitear, discrepar, salir a la calle a protestar es algo que va a quedar reservado a las grandes fortunas. Porque la democracia es suya. Como el erario público. Y la conciencia de los ciudadanos.

"Afortunadamente", piensan algunos optimistas irremediables, "están en ciernes las elecciones que, de eso, Franco, no sabía mucho". Las elecciones, sí, las elecciones. Corren rumores en los mentideros de la Villa y Corte de que andan los abogados del Estado, nuevo vector de propagandistas de la fe nacionalcatólica, buscando triquiñuelas para aplazarlas hasta enero o febrero. Conociendo el talante de los neofranquistas, Palinuro preguntaría de qué siglo. Que tampoco es preciso echar mano de la fantasía. Imagínese que sucede algo en Cataluña que justifique, aunquen sea por los pelos, una situación de excepción. Lo primero que se pedirá aplazar sine die serán las elecciones, quizá con el apoyo de los dos partidos dinásticos. 
 
Encima podrían echar la culpa a los catalanes.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dijous, 11 de desembre del 2014

El dinero, los vivos y los muertos.




I.
En el "Exódo" se narran diez plagas de Egipto. El Faraón cedió a la décima y dejó marchar al pueblo elegido. No fue necesario enviar la undécima que ya tenía Dios preparada y que, con las debidas actualizaciones, podría caer esta noche. Imagínese que mañana el mundo despertara para descubrir que el dinero, todo el dinero, todos los apuntes contables, balances, valores, cuentas, hubieran desaparecido. ¿Que pasaría? Probablemente en cosa de horas la sociedad volvería al estado hobbesiano de naturaleza. Todos contra todos y ley del más fuerte. Bueno, tampoco hace falta imaginarlo. Tenemos algún ejemplo histórico. Eso es lo que estuvo a punto de suceder en la República de Weimar entre 1921 y 1923, cuando el papel moneda dejó de tener valor y fue necesario sustituirlo por otro respaldado no por oro sino por el propio suelo alemán, en una hipoteca nacional que impuso la República. A la hiperinflación achacan muchos el ascenso del nazismo y otros esa especie de obsesión antiinflacionaria alemana que preside toda la arquitectura financiera de la eurozona, le función del Banco Central Europeo y las políticas de austeridad a rajatabla.

Es el dinero, misterio entre los misterios. Sin él, el mundo no funciona porque es el único medio universalmente aceptado para realizar las transacciones, el único medio que permite comparar valores distintos, tan distintos que no admiten ninguna otra comparación. Y esos valores ¿cómo se miden? En dinero, precisamente. Parece absurdo que el valor de lo que se equipara lo determine el que equipara y no las partes, pero es como funciona el sistema. Bastante mal, por cierto, pero su defensa suele ser que no hay otro mejor. El dinero está en la base de todos los comportamientos. Cuando abunda, todo lo esconde, lo confunde. Las bocas que se abren se tapan con dinero y nadie protesta. Cuando escasea o falta, todo se explica. Las bocas y los ojos se abren y comienza a evidenciarse que el problema no es que no haya dinero sino que está mal distribuido.
 
Entran aquí en escena los papas y los reyes, las figuras más aficionadas a soltar sermones sobre la necesidad de redistribuir la riqueza por unas u otras siempre muy excelsas razones. Pasada la palabrería, la gente percibe de modo inmediato que la mala distribución de la riqueza se debe al funcionamiento de un mecanismo inherente al dinero, el de acumulación. El dinero, el valor, son relaciones, no substancias. El capital tiende a acumularse o a perecer. Si está condenado a hundirse en una crisis indefectiblemente o se regenera después de cada crisis mediante mecanismos de destrucción creativa, como decía Schumpeter, son futuribles. De momento está y está en crisis, lo cual obliga a tomar medidas económicas y políticas drásticas que se amparan en reformas jurídicas capaces de garantizar la supervivencia del sistema si en la aplicación de aquellas pasa por turbulencias.

El elemento esencial de la acumulación capitalista, tanto en períodos de abundancia como de carestía, es la  corrupción. La corrupción es inherente al sistema capitalista. También lo era al comunista, pero eso no es ahora un consuelo. La teoría del libre mercado presume la existencia de agentes económicos angélicos, respetuosos con el juego limpio. Si acaso cayeran en malignas tentaciones, se cuenta con un ordenamiento jurídico cuya intervención represiva tiene que ser, al mismo tiempo, eficaz y tan mínima que mejor fuera inexistente. En el mundo ideal de estos relatos son los mecanismos del mercado los que impedirán la competencia desleal. Por la misma razón por la que los burros vuelan.

II.

La única diferencia entre la corrupción de la abundancia y la de la escasez es su publicidad. En épocas de prosperidad hay una especie de equilibrio de Pareto, nadie queda perjudicado, aunque otros acumulen y no trae cuenta denunciar la corrupción. En épocas de escasez, la corrupción se hace más descarnada y suscita mayor rechazo social. Las diferencias de ingresos que en España son abismales indignan al público y encienden los ánimos. ¿Qué otra razón cabe esperar cuando la gente ve cómo señoras y señores con salarios de 10.000 y 20.000€ al mes establecen un salario mínimo de 645,30€ también al mes para los demás?

La gente indignada denuncia. Las denuncias se exponen en los medios. A pesar de una labor denodada de obstrucionismo del gobierno y su partido, los tribunales actúan sobre las denuncias, se abren diligencias, procesos y el país descubre estupefacto que la corrupción es estructural, que afecta al conjunto del sistema político, muy especialmente al partido del gobierno configurado como una presunta sociación de malhechores, y que se extiende a otros sectores sociales, profesionales, empresariales, financieros y de la casa real. La corrupción es sistémica. Durante veinte años, allí donde ha gobernado el PP, ha puesto en marcha una política de saqueo y expolio de lo público que finalmente ha terminado en una orgía de privatizaciones, festoneadas de todo tipo de delitos.

Visto lo visto, el gobierno de Rajoy, con una ministra destituida por su implicación en la corrupción, sostenido por el partido al que el juez hace el mismo reproche que a la ministra dimisionaria y con un presidente él mismo acusado de haber recibido sobresueldos en negro decide recuperar la iniciativa en la lucha contra la corrrupción y presenta su producto más relevante: el portal de la transparencia al que ya la prensa está sacándole los defectos y faltas y el PSOE rechaza porque no contiene las declaraciones de bienes. Muchas de estas cosas se corregirán; otras, no, claro. Pero lo esencial aquí no es si el portal sirve o no, sino qué tipo de información contiene. ¿Trae los sobresueldos? ¿Las malversaciones? ¿Las sobrevaloraciones de costes? ¿Las múltiples formas de corrupción que se dan hasta hoy mismo, las mordidas, las comisiones? Por supuesto que no. Entonces, esta transparencia ¿qué transparenta? No los hechos, sino lo que se va a hacer a partir de ahora. Es decir, es una propuesta de borrón y cuenta nueva presentada por los responsables y beneficiarios del borrón. De risa.

Para que esta escenificación, carísima, seguro, tuviera crédito, debería ir precedida de la dimisión de los responsables de este deplorable estado de cosas, empezando por Rajoy y todos los directa e indirectamente salpicados por la Gürtel, desde Arenas a Cospedal, pasando por Aguirre. Están todos quemados. Y la prueba de que lo están es que el mismo gobierno y partido que presentan ufanos el Portal de la Transparencia son los que impiden que haya una comisión de investigación sobre la gigantesca estafa de Bankia, en la que bien parece que están todos pringados hasta las cejas.  
 
Los dos partidos dinásticos también excluyen de la transparencia las cuentas de la Casa Real. Teniendo en cuenta que el Portal tampoco dará información sobre los 11.000 millones de euros que recibe la Iglesia en transferencia directa y otros tantos por vía indirecta, la verdad es que lo de la transpaerencia es una burla, una especie de juego de trileros. Lógico. Las épocas de corrupción son ricas en vividores, logreros, gentes hábiles para medrar en situaciones dífíciles, siempre al filo de la legalidad y con una capacidad notable de maniobra porque o tienen contacto directo con el poder político o ellos mismos son ese poder político.

III.

La corrupción es actividad propia de vivos, de vivales que, en el caso de España se hace sobre un trasfondo terrible de muertos, de asesinados y enterrados en cualquier parte a lo largo y ancho de la geografía del país. El dato, frecuentemente repetido, de que seamos el segundo país después de Camboya en número de fosas anónimas permite decir que los españoles vivimos literalmente pìsando sobre nuestros muertos. Bueno, sobre los muertos de una parte de nosotros, que preferiríamos no pisarlos, porque a la otra no le importa hacerlo. El país de la corrupción, el reino de los vivos, está edificado sobre el de los muertos y no en el sentido simbólico de la sucesión de las generaciones como las hojas de los árboles, que dice Homero, sino en el más trágico y brutal de que hollamos las sepulturas de quienes están esperando una justicia que nosotros les negamos.

Ayer culminó el Congreso su villanía de dar por abrumadora mayoría la espalda a las víctimes del franquismo. La transición se edificó sobre una ley de amnistía que era de punto final y ahora se camina hacia una especie de ley del olvido. Los muertos, que se habían levantado como espectros judiciales en la Argentina, deben volver a sus fosas y muladares y abandonar toda esperanza. Los vivos están muy ocupados haciendo dinero, a lo que ahora llaman salir de la crisis. El PP ya ha dicho que no piensa retomar la tímida ley de la Memoria Histórica del PSOE ni resarcir a las víctimas del franquismo. No nos hace falta, dice la derecha, una "comisión de la verdad" . Las democracias no tienen "verdades oficiales", dice el senador del PP Muñoz Alonso. Es cierto. La verdad oficial del franquismo la fabricó el propio franquismo, según la cual en las cunetas no hay nadie asesinado y enterrado y tal es la verdad, la única verdad, que la democracia ha heredado. Que eso lo piense Muñoz Alonso, heredero ideológico y defensor de aquella tiranía y lo justifique citando a Orwell es lógico. Que lo piense el PSOE, no.

dimarts, 9 de desembre del 2014

Víctimas de tercera.


Cuesta creer que el 90% de los diputados no acuda a un acto en el Congreso sobre las víctimas del franquismo. Hay que frotarse los ojos y leer de nuevo. Pues no, al parecer no van a ir los diputados de CiU y los del PSOE. El partido que ha votado en el consistorio madrileño a favor de una placa conmemorativa del atentado de Carrero Blanco por considerarlo víctima del terrorismo.

Hay víctimas y víctimas. Viene a la memoria una noticia, probablemente apócrifa, atribuida a un diario barcelonés a mediados del siglo XIX que, al informar de un accidente ferroviario con muertos concluía: afortunadamente todos los muertos viajaban en tercera. Obviamente, las víctimas del franquismo son de tercera. Es más: no son. ¿Subleva esta diferencia de trato? ¿Por qué? ¿Por tratarse del franquismo? Nada de eso. Para la derecha gobernante todas sus víctimas son de tercera: las del 11M, las del Yak 42, las del metro de Valencia, las del tren de Angrois. No hay más que ver cómo se ha comportado con ellas. A todas las desprecia por igual. ¿No van a serlo las del alejado y cicatrizado franquismo que jamás ha condenado?

¿Y el PSOE? ¿Puede el PSOE explicar por qué habiendo avalado un reconocimiento a Carrero Blanco como víctima, no concurre a  un acto por las del franquismo? Según he leído, pretexta "problemas de agenda". Espero haber leído mal pues, si lo he hecho bien, además de una excusa, es una burla. ¿Forma parte de pacto de la transición no hacer justicia a las víctimas del franquismo?

A regañadientes el gobierno de Rodríguez Zapatero sacó adelante una timorata Ley de Memoria Histórica que, según parece, la entonces vicepresidenta del gobierno y muy católica señora Fernández de la Vega se encargó de emascular para que no sirviera para nada, como así ha sucedido. ¿Hay que entender por tanto que aquella ley era una hoja de parra y que, en el fondo, el PSOE está de acuerdo en volver a enterrar a los muertos en las fosas comunes? Sí, está de acuerdo, con gran contento de la mentada Fernández de la Vega, socialista leal a la memoria del fascismo redentor y sierva de la clerigalla.

Eso es muy fuerte. Requiere aclaración. Alguien dirá que Carrero y las otras víctimas a las que se honra lo fueron del terrorismo. Pero ¿acaso no fue el franquismo la forma más bestial, prolongada e inhumana del terrorismo? ¿No produjo cientos de miles de víctimas? ¿No ha pervertido y encanallado la sociedad española por entero? A la vista está en el comportamiento del PSOE, un comportamiento servil y cobarde. También se dice que no cabe asistir al acto porque en él se hablará de la solicitud de extradición presentada por la justicia argentina de unos ciudadanos españoles por unos presuntos delitos, lo que pone en cuestión la soberanía española.  Eso no es cierto, si se acepta, cual se supone que deberían hacer unos socialistas, el principio de la justicia universal. Y, aunque lo fuera, ¿qué? Son asuntos judiciales sobre los que no hay que pronunciarse. La cuestión es mucho más amplia y profunda: las víctimas del franquismo, ¿merecen justicia o no?

¿O son víctimas de tercera?
 
Si no lo son, si merecen justicia, déjese actuar a la justicia, que lo hará con plenas garantías para los justiciables. Y si no se quiere que intervenga la Argentina, hágase la justicia aquí.  Ábrase proceso a la Dictadura. Encárese la verdad.

dimarts, 4 de març del 2014

Resnais se va a Marienbad.

Acaba de morir nonagenario Alain Resnais que un día fuera símbolo de la nouvelle vague. O, más que morir, quizá haya desaparecido como alguno de sus personajes y retorne luego en un flash back a los que solía recurrir.

He visto poco cine de Resnais y el poco que he visto me gusta poco, desde el punto de vista puramente cinematográfico. Sus dos películas más famosas, Hiroshima mon amour y El año pasado en Marienbad son muy originales y muy poderosas. Visualmente fascinantes. Pero tienen algo de rebuscado, de artificioso, que les hacen parecer un poco cursis. Lo que es meritorio tratándose del horror de Hiroshima. Para Marienbad la cosa se explica por los escenarios. La mayor parte en el Nyphenburger Schloss, junto a Munich, el mayor palacio de Europa, con unos jardines infinitos, en donde vivía y era devorado por su locura Luis de Baviera. Y dentro del Nyphenburger, el pabellón de caza, el Amalienburg, con increíble salón de los espejos. Hay un tercer castillo, también rococó espléndido, pero no recuerdo en donde está en Munich. En todo caso, una delicia para la vista y un sopor para el entendimiento.

Resnais había empezado con fuerza rodando un documental impresionante, Nuit et brouillard, sobre los campos nazis de concentración. También hay interferencias con dos tiempos de narración alternados, pero la fuerza del tema todo lo puede. Desde que se filmó (1955) se han producido obras maestras sobre este siniestro episodio, pero Resnais fue uno de los primeros, si no el primero. El título, Noche y niebla es el del decreto de Hitler de siete de diciembre de 1941 por el que se ordenaba la desaparición forzosa de todas los individuos desafectos al régimen por la razón que fuera, en todo el Reich, incluidos países invadidos. Millones de personas se esfumaron de la faz de la tierra sin dejar rastro; ni una tumba. Luego, el delirio se concentró en la solución final con los judíos. Es el relato de Noche y niebla (otra vez el pobre Wagner cargando con el mochuelo del desvarío ajeno), una pieza de muchísimo valor. Lástima que el estilo se le complicara en preciosismos. Aunque es posible que no sea el caso en otras que no he visto y son muchas, puesto que la última que rodó lo el año pasado.

Resnais dirigió también La guerre est finie, (1966) La guerra ha terminado, considerada su película más ortodoxa, menos experimental. Lógico. El guión era de Jorge Semprún y contaba en términos literarios, al estilo de Federico Sánchez (aunque aquí el héroe, interpretado por Yves Montand, se llame Diego), el conflicto que enfrentó en 1964 a Santiago Carrillo y la mayoría de la dirección del PCE entonces en el exilio, en París, con Fernando Claudín y Jorge Semprún, dos de los intelectuales más conocidos del partido. Es una película de ambiente español (españoles en España y en el exilio francés), contada por un español y que fue protagonista del conflicto. El conflicto que terminó con una pintoresca expulsión de ambos, últimos retazos de tácticas estalinistas. Un episodio que Semprún convirtió en un guión y Claudín en sendos libracos de difícil lectura, sobre todo hoy. Claro que el film también ha envejecido. Es la historia misma la que ha envejecido. Pero cuando vi la película en 1969 me pareció excelente, de una gran audacia, reflejando una realidad, la de la vida clandestina que todos los de izquierda conocíamos a través de cauces también clandestinos, y no salía a la luz pública.

De aquel conflicto -que era muy grato ver relatado en términos literarios, incluso con toques sentimentales y eróticos, a cargo de Ingrid Thulin y Geneviève Bujold- salieron luego los llamados "claudinistas", intelectuales procedentes del PCE pero, como sucedía periódicamente, enfrentados a la dirección y consiguientemente expulsados. En el film, el protagonista tiene rasgos heroicos, es el hombre de media edad, en la plenitud de la vida, que se enfrenta por un lado a los viejos anquilosados en formulas muertas de la dirección del partido y por otro a los jóvenes intempestivos, acelerados, radicales, recién salidos del cascarón y partidarios del recurso a la violencia para derrocar la dictadura, de cuyo lado habían ido mis simpatías cuando el film se rodó. Pero el hombre heroico vence a los dos enemigos del comunismo, el izquierdismo infantil y el revisionismo senil. Y por eso se lleva a las dos chicas, su compañera y la joven radical que comprende que sus amigos (los grupúsculos de Carrillo) son unos chavales dedicados a jugar con cosas serias y sabe en dónde hay un hombre de verdad, uno que tiene también ciertos toques paternales. El guión hace lo posible por explicar la doble vida del agente revolucionario que duda del sentido, no de la causa, sino del modo de alcanzarla. Y lo consigue, aunque a veces incurra en algún tópico de thriller.

Toda la experiencia de la clandestinidad está aún por narrar y esta película de Resnais es una aportación curiosa.

El papel de Montand es sobrio, como solía, pero no tiene mucho de específicamente español. En realidad es el mismo de Grigori Lambrakis en Z (1969), de Costa Gavras, también con guión de Semprún (y fabulosa banda sonora de Mikis Theodorakis, entonces deportado dentro de Grecia) y el de Michael Santore, en Estado de Sitio, 1973, también de Gavras. Montand hace siempre la misma interpretación, ya sea un hombre de partido en la clandestinidad, un diputado comunista con aureola popular o un agente de la CIA. Montand es siempre un profesional.

dijous, 2 de gener del 2014

Por qué los fascistas de hoy son peores que los de 1939.


En 1939, cuando terminó la guerra civil desencadenada por el golpe de Estado de unos generales delincuentes y unos obispos criminales, España quedó dividida en dos partes: los vencedores y los vencidos. Estos últimos carecían de derechos de todo tipo. Nada era seguro para ellos: ni la propiedad, ni la familia, ni el honor, ni la profesión, ni la integridad física, ni la misma vida. Estaban sometidos a la voluntad y el capricho de los vencedores que los trataron sin piedad durante cuarenta años. Demasiado tiempo que ha dejado huellas imborrables en la memoria colectiva.

A su vez, el bando de los vencedores también se dividió en dos: los fascistas por convicción y  por conveniencia. Nada tengo que decir de los primeros: no engañaron nunca. Lo suyo era una tiranía basada en la opresión, la explotación, el saqueo, la tortura, el terror, el asesinato. Ya fueran civiles, militares o clérigos, los franquistas de convicción estaban en su papel, esgrimiendo el título del derecho de conquista por la fuerza de las armas.

Luego estaban los franquistas por conveniencia. No fueron responsables del genocidio, ni lo iniciaron y muchos, probablemente, abominaban de él en privado. Pero se doblegaron, se adaptaron, tuvieron miedo. Comprensible: a nadie le gusta ver cómo asesinan impunemente a tu vecino, como violan a su mujer o secuestran a sus hijos; a nadie le gusta que lo apaleen, lo torturen o lo tiren por la ventana. El miedo es reacción muy humana y no será Palinuro quien se lo reproche. Los franquistas de conveniencia se callaron y aprendieron a sobrevivir en silencio, humillados, pero seguros. Pasa siempre con las tiranías: unos se someten de grado, otros a la fuerza. Todos se someten, aunque su sumisión no suscite el mismo juicio moral. Es la cuestión del "no había más remedio"; "todos lo hicieron"; "todos levantaban el brazo"; "todos bautizaban a sus hijos". Y también la cuestión (que algunos podemos plantear -permítasenos- con legítimo orgullo) del "¿todos? Yo, no". Mis padres y mi hermano no se doblegaron. Yo tampoco. No hay más. No pedimos nada. No creemos ser más o mejores que otros. Simplemente no nos doblegamos. Y, como nosotros, bastantes más. 
Insisto. Entiendo a los franquistas de conveniencia... de entonces. Era mucho el miedo, el terror, el silencio.  ¿Y los de ahora? Ahora no hay miedo, no hay torturas, ni asesinatos (al menos, a la antigua usanza, contra la tapia de un cementerio), ni terror. Es decir, estos de hoy en el gobierno, en el PP, en los medios de la derecha, en la iglesia, no tienen nada que temer, no ya de sus compadres franquistas; ni siquiera de una izquierda que ha resultado ser abandonista y timorata. Y, sin embargo, son tan duros y desalmados como los genocidas: no hay justicia para las víctimas del franquismo, no hay reconocimiento de culpabilidad en el genocidio, no hay condena de la dictadura, ni renuncia a la memoria del franquismo, ni ilegalización de las organizaciones franquistas de todo tipo, pero sí glorificación del fascismo y prosecución, cuando no endurecimiento de su tarea reaccionaria y nacionalcatólica en el terreno legislativo.
Es decir estos franquistas de hoy, hijos, nietos, yernos, parientes, seguidores, discipulos, beneficiarios del franquismo son mucho peores que los de conveniencia de la dictadura.
Porque vuelven a ser los franquistas de convicción, que sólo admiten un régimen en el que únicamente se escuche su voz, se nieguen los derechos de todos los demás, se repriman las protestas con la máxima dureza, se desprecie la cultura, el progreso, la educación y la ciencia, se recluya de nuevo a las mujeres en la sumisión y se condene al pueblo a la miseria o a la emigración.
¿Ustedes tienen claro que habrá elecciones en 2015? Yo no.

(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre Gil de Biedma, con licencia Creative Commons).

dilluns, 23 de desembre del 2013

Más europeos contra el fascismo del gobierno español.

No es solamente la ministra francesa de Derechos de la mujer, al fin y al cabo, socialista, de origen árabe y ¡mujer! la que protesta por ese proyecto de ley contra las mujeres que acaba de perpetrar el monaguillo Gallardón por orden de los curas, que son quienes mandan en España. También el viejo, respetado y muy influyente "The Times" británico critica con dureza ese engendro nacionalcatólico en un editorial titulado "abuso de poder".

Como los fascistas del gobierno ignoran el inglés (entre otras muchas cosas), Palinuro les traduce dos párrafos (uno al comienzo y otro al final) del editorial en cuestión al tiempo que se felicita por esta nítida posición de dos grandes países de esa avanzada Europa de la que estos carcundas cada vez nos alejan más. Ojalá Europa entera alce su voz en contra de este gobierno franquista. Es una esperanza de los demócratas españoles.

"El proyecto solo lo apoya una pequeña minoría. Rompe un principio de política democrática al substituir el juicio privado de los ciudadanos individuales por las órdenes del Estado. Socava el pluralismo, restringe la libertad, hace retroceder a las mujeres en la sociedad española, daña la vida de familia e inflige daños psíquicos y físicos a las mujeres que a veces se encuentran en situaciones desesperadas. Es una mala ley que tendrá consecuencias previsibles lamentable".

El último párrafo:

"Meter del derecho penal en los asuntos de la salud de la mujer y la reflexión en conciencia es un abuso de poder del gobierno. Un gobierno constitucional no invade zonas de juicio personal que la mayoría de los ciudadanos considera que pertenece al ámbito de la familia. La ingeniería social es propia de los gobiernos autocráticos. Los amigos y aliados de España deben pedir al señor Rajoy que se lo piense dos veces".

Si yo fuera ministro de Justicia y un periódico tan serio y conservador (o, sea, de mi partido) publicara un editorial de ese calibre sobre una ley mía, se me caería la cara de vergüenza. Pero yo no soy ministro de Justicia y el ministro de Justicia "conservador" español, como todos los nacionalcatólicos fascistas, carece de vergüenza. Los señores de "The Times" no saben de quién están hablando: auténticos truhanes sin principios ni dignidad, al servicio de los curas.

dimarts, 17 de desembre del 2013

¿No le da a usted verguenza...

haber ganado unas elecciones a base de mentiras?

gobernar mintiendo sistemáticamente?

escabullir el bulto, enmudecer, no hacer declaraciones, huir de los periodistas, no admitir preguntas?

censurar y manipular las ruedas de prensa para seguir mintiendo con el auxilio de periodistas venales?

hilar necedades y estupideces una detrás de otra y en todos los rincones del planeta?

presidir uno de los gobiernos más incompetentes y desprestigiados de este país?

mentir en sede parlamentaria?

estar directamente acusado de cobrar sobresueldos ilegales durante años?

haber mantenido y promovido a un corrupto hoy en la cárcel, cuyo nombre se niega a pronunciar pero al que manda SMSs de aliento?

ser el presidente de un partido con la mayor cantidad de presuntos delincuentes de la historia de España?

poner a muchos de esos supuestos delincuentes como ejemplos de virtud cívica y eficacia política?

obstaculizar la acción de la justicia para que esta no conozca los presuntos delitos de sus partidarios?

haber establecido el despido libre y autorizado condiciones laborales rayanas en la esclavitud?

tener al 26% de la población activa en el paro?

haber generalizado la precariedad laboral?

expulsar de la sanidad pública a los sectores más necesitados?

reducir los subsidios de desempleo?

eliminar las ayudas a los dependientes?

recortar las pensiones?

subir todos los impuestos de modo inicuo y no equitativo?

expulsar a los jóvenes a la emigración y, de paso, aprovechar su exilio para decir que baja el paro cuando también es mentira?

tener a tanta gente buscando comida en los contenedoresde basura?

arrojar a las personas de sus casas y empujar a muchas al suicidio?

rescatar con el dinero de todos los españoles los bancos que sus amigos y compañeros de partido parecen haber saqueado a mansalva?

tolerar si no alentar las exaltaciones franquistas y fascistas no solo en la calle sino en su propio partido?

permitir que la iglesia mantenga y acreciente sus insultantes privilegios?

llenarse la boca con la Patria pero ser el criado de la señora Merkel?

haber estado durante años sembrando la hostilidad cuando no el odio a Cataluña, sus productos, sus símbolos, su estatuto?

hablar de diálogo con Cataluña cuando solo profiere amenazas?

vitorear la unidad nacional española mientras se excluye y anatematiza todo lo catalán?

preparar una ley mordaza para criminalizar toda protesta y castigarla desproporcionadamente con fines intimidatorios, de terror?

ser tan ruin?

                                                            ************

Me temo que no, que no le dé vergüenza.

(La imagen es una toma de un vídeo de La Moncloa, aquí reproducida según su ”aviso legal”).

dimarts, 10 de desembre del 2013

¡Qué alto hablan los muertos!


Los muertos. Los asesinados, paseados, fusilados, desaparecidos y enterrados en las innumerables fosas comunes a lo largo y ancho de España.

Durante los cuarenta años de la dictadura se decretó el silencio sobre esta tragedia. Nadie podía hablar de ella. Un silencio sostenido en el miedo de una población aterrorizada que había comprobado en sus carnes cómo los vencedores de la guerra actuaban en la posguerra sin misericordia alguna con los vencidos, asesinándolos, amedrentando a los familiares y allegados supervivientes, represaliándolos de modos arbitrarios, robándoles los hijos.

Un silencio denso, sostenido en el terror del Estado y con la complicidad de la iglesia católica que había declarado Cruzada el golpe de Estado de 1936 y la subsiguiente guerra civil. Complicidad que, en muchos casos, derivaba en colaboración activa en las denuncias, persecuciones y asesinatos. Esa misma iglesia que beatifica a sus quinientos mártires, mientras olvida a las decenas de miles asesinados por los de su bando, muchos de ellos, católicos y algunos, sacerdotes. Sacerdotes asesinados y sacerdotes asesinos. Esa es la realidad.

Un silencio que sobrevivió al franquismo y se impuso a la transición. Aquella política de “reconciliación nacional” del PCE, probablemente animada de nobles intenciones, degeneró en un olvido de los muertos que quedó torticeramente consagrado en una ley de punto final, norma antijurídica, que se llamó la Ley de Amnistía, por la que los asesinos decretaron su impunidad.
La transición arrancó con una mácula que ha acabado devorándola. Quienes sellaron aquel pacto creyeron que con él consagraban la reconciliación y quienes lo contemplamos, no supimos o no pudimos o no quisimos elevar la voz y creímos –o quisimos creer- que aquel pacto era la esperada y siempre dilatada reconciliación de los españoles que, tras reconocer noblemente sus culpas, todas, recuperarían esa unidad entre el hoy el ayer en que se basan las naciones.

Así, el silencio de la dictadura prosiguió durante la democracia, incluso con gobiernos socialistas. ¿No era cierto que la transición había traído la reconciliación?

No, no era cierto. La derecha española sigue siendo lo que era, viéndose como la vencedora de la contienda y negando toda justicia a las víctimas del franquismo. El gobierno de Zapatero aprobó una tímida, alicorta, Ley de la Memoria Histórica, que el PP en el poder incumple y ha anulado de hecho. El presidente del gobierno comenta a veces con displicencia que está harto de oír hablar del franquismo y la República.

Pero la palma de la iniquidad se la lleva ese diputado y portavoz del PP, Hernando, quien sostiene que los familiares de los asesinados solo se movilizan en busca de los suyos cuando hay subvenciones, una expresión indigna que califica a quien la profiere como un ser despreciable y sin escrúpulos. Teniendo en cuenta, además, que precisamente es su gobierno quien ha suprimido las subvenciones

Sin embargo, los muertos se han alzado y están haciendo oír su voz. Un sonido que ha cruzado el océano y ha encontrado audiencia en la Argentina, en donde una jueza que aplica la doctrina de la jurisdicción penal internacional, acuñada entre otros, por Garzón, ha puesto en marcha un procedimiento para hacer justicia a las víctimas del franquismo. Algunas de estas, valiéndose de sus propios escasos medios -y no de ninguna inexistente subvención- emprenden un viaje de 10.000 kilómetros a edades muy avanzadas para buscar allende los mares la justicia que los tribunales españoles debieron brindarles. Es el caso de esa anciana de 88 años, Ascensión Mendieta que, por fin, ha podido relatar ante un tribunal lo que lleva setenta y cuatro años callando: cómo su padre, dirigente de UGT, fue fusilado en 1939 -bajo la acusación de un vecino- por "auxilio a la rebelión", tras un juicio sumarísimo de guerra, sin derecho a defensa; una farsa. Fusilado y enterrado en secreto. Y toda la ambición de Ascensión es llevarse a la tumba cuando menos un hueso de su padre. Es imposible que los Hernandos de este mundo entiendan esto.

Y los muertos hablan cada vez más alto y más recio. Es la voz del derecho, de la justicia, de la reparación. La que el gobierno y la iglesia se obstinan en desoír, aunque ya se escucha en el mundo entero. La ONU pide al gobierno justicia para las víctimas del franquismo. Contra dos torturadores de la dictadura hay ya una petición de extradición. Y a estas, seguirán otras.

Esa voz no se puede acallar porque ya no es posible volver a matar a los muertos. Esa voz mueve a los vivos que han perdido el miedo y ven cómo crece la solidaridad hacia ellos, dentro y fuera de nuestro país. Cómo se pide (¿a qué espera la oposición para sumarse?) la constitución de una Comisión de la Verdad, que haga justicia a las víctimas y exponga a la luz pública a los victimarios.

Es una voz potente la de los muertos. La única que puede traer la verdadera reconciliación entre los españoles. 

dijous, 5 de desembre del 2013

La España peregrina.

En mis tiempos de estudiante en Alemania, allá por los años setenta, además de mis amistades de la Universidad, alemanes y españoles, tenía contacto con la emigración de nuestro país, la económica y la política. Esta estaba hegemonizada por el Partido Comunista, pero también había un grupo del PSOE que se lanzó a imprimir una revista en español con financiación del sindicato alemán del metal. Era una publicación mensual con la portada en color (siempre un naranja socialdemócrata) y un interior más modesto, en blanco y negro. Iba dirigida a los trabajadores españoles, los Gastarbeiter de nuestro país, para hablarles de las cuestiones que les interesaban (la integración, los trabajos, los permisos, los subsidios, la educación de los hijos) y que eran muy variadas porque había inmigrantes recién llegados y otros que llevaban diez o doce años. La revista se editó entre 1970 y 1977 y ahora, la Fundación Anastasio-FITEL, bajo la dirección de Manuel Fernández, Lito, ha digitalizado todos los números que pueden consultarse en la red y lo presentan el próximo día 9 en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, a las 18:00h. Será muy interesante.

Colaboré un par de años (los dos primeros, en 1970 y 1971) en la publicación con unos tostonazos doctrinarios que no leía nadie. El Express Español tenía, además de ese espíritu de guía útil y práctica, una fuerte carga antifranquista, si bien esta se hacía más visible en chistes, noticias, comentarios breves. Muy prudentemente, firmábamos con seudónimo. Y no era exceso de precaución. En un viaje que hizo a Madrid el entonces director, Carlos Pardo, la policía estaba esperándolo en el aeropuerto y se lo llevó detenido. Se armó un lío, hubo una interpelación en el Bundestag y el diputado socialdemócrata Hans Matthöffer, hace poco fallecido y muy versado en los asuntos españoles, llegó a amenazar con represalias al régimen de Franco; y el régimen de Franco dejó en libertad a Pardo.

Con estas dos almas, la politizada y la práctica, convivía una tercera, más folklórica y popular, que tenía muy buena acogida entre los lectores. Vivía en ella el llorado Manolo Fernández Montesinos, sobrino de García Lorca, granadino y gran aficionado al flamenco. Aprovechaba las giras de los artistas españoles e hispanoamericanos para hacer unas entrevistas que, releídas casi 45 años después, retratan unas gentes, una época y... un lugar, el exilio, el lugar de la España peregrina, que vuelve a ser. He reproducido la portada de la entrevista a La Singla en el nº de febrero de 1971, centenario de la Comuna de París. Ahora, Antoñita La Singla, bailaora gitana nacida en Cataluña (y catalana, según ella misma decía), tendrá 65 años y quizá esté retirada. En aquellos años, ella con veintitrés, era un torbellino en el escenario. Poco imaginable si se tiene en cuenta que nació sordomuda en una familia con 18 hijos y no arrancó a hablar y con dificultad, hasta los siete u ocho años. Su triunfo (llegó a interpretar el papel de hija de Carmen Amaya en Los Tarantos) fue el resultado de su espíritu y su fuerza de voluntad.

dimecres, 4 de desembre del 2013

Santiago y cierra España.

A ver. ¿Qué se han creído esos extranjeros? Sobre todo esos ingleses, ¿qué se han creído? ¿Que pueden meter sus narices en los asuntos internos españoles? Esos sempiternos enemigos de España, propietarios de Gibraltar solo por fastidiar, debaten en la Cámara de los Lores sobre la formación de una Comisión de la Verdad para hacer justicia a las víctimas del franquismo e indagar en los crímenes de la Dictadura de Franco. Pero, bueno, y ¿quién es la Cámara de los Lores para hurgar en asuntos internos españoles? Y asuntos del pasado, de los que Rajoy dice que ya está harto, de la República y el franquismo. ¿Que quién es la Cámara de los Lores? Pregunten a Esperanza Aguirre, que es Dama del Imperio Británico. Ella lo sabrá.

En todo caso, alguien y algo es. Incluso después de la inconclusa reforma de Blair. Su voz suele ser escuchada. Tiene autoridad. Y es literalmente una vergüenza que sea un parlamento extranjero quien recuerde a los españoles un deber de justicia que llevan 35 años incumpliendo. Un bochorno, vamos. Y tampoco es nuevo. Ya debatía a comienzos del XIX la Cámara de los Comunes sobre el absolutismo de Fernando VII y su modo de tratar a los prisioneros políticos. La cosa viene de muy atrás. En esta decisión de la cámara alta británica sin duda ha pesado la experiencia habida con general Pinochet, cuando los tribunales españoles exigieron su extradición a España, apelando a la jurisdicción penal internacional. Entonces fueron los británicos quienes actuaron con criterios políticos, de razón de Estado y no jurídicos. Pero -¡oh, pérfida Albión!- se la guardaron y la devuelven ahora siendo ellos quienes invocan los criterios jurídicos de justicia universal y los españoles quienes responderán con razones políticas, por la vía del hecho o el no hecho, vergonzantemente.

Santiago y cierra España, dirán los recios patriotas españoles, los beneficiarios de la Dictadura de Franco, los nacionalcatólicos, los enemigos del libertinaje progresista, los partidarios de la Ley Fernández Mordaza. Además, ¿a qué vienen estos británicos a dar lecciones de nada o meterse en donde no les llaman cuando hasta los chinos les han recordado (a propósito de la visita de Cameron a la China) que ya no pintan nada, que son "un país de la vieja Europa, adecuado para el turismo y los estudios en el exterior." (Palinuro se maravilla de que sean los chinos quienes acusen a los demás de "viejos". Los chinos; en fin). Pero al grano: tienen razón los asiáticos. Hay que demostrar de una vez por todas a estos valetudinarios ingleses cómo las gasta la furia española. Llamad a la Legión y que tome el Peñón.

Por cierto, ¿qué hace el embajador español en Londres, ese fino Maquiavelo del foro? Ya debería haber llamado al secretario del Foreign Office a expresar su disgusto. ¡Qué digo! Al mismo Lord Speaker por esa humillante extralimitación. Y, ya puestos, a la Reina en persona. Con nadie menos debe dignarse tratar el héroe de Perejil.

Lo fastidioso: no son solamente esos protestantes ladinos quienen resucitan la Antiespaña. También se ha sumado el Consejo de Europa, con sus 47 miembros que expresa su grave preocupación por la Ley Fernández Mordaza y eso que seguramente no se la ha leido a fondo. Esa ley es la consagración del Estado de excepción en España como situación ordinaria. Es un abuso de poder gubernativo incompatible con cualquier idea de imperio de la ley y Estado de derecho.

Nada, nada, otra intolerable injerencia extranjera en los asuntos internos soberanos de España. Otra vez la conjura masónica, anticatólica, antiespañola. Porque, veamos, ¿quién o qué es ese Consejo de Europa? ¿Forma parte de él el Vaticano? No. ¿Por qué? Porque su forma de Estado es contraria a los principios del Estado de derecho y la democracia liberal que el Consejo dice defender. ¡Ajá! ¿Lo ven? Un organismo contrario al catolicismo y, por tanto, a la misma esencial nacional española.

Nosotros, a lo nuestro: orden, obediencia, jerarquía, disciplina y a reconquistar esta Patria zaherida y ofendida por sus enemigos internos; los peores de todos. Deberíamos marcharnos del euro y de la Unión Europea y de la OTAN, y del Consejo de Europa. Debiéramos marcharnos de Europa. Quedarnos solos con nuestros fantasmas.

(La imagen es una foto de La Moncloa aquí reproducida según su aviso legal).

diumenge, 10 de novembre del 2013

Contra el olvido.


Aitor Fernández (2013) Vencidxs (359 págs.). Barcelona: Date cuenta.



Merodeando por la red, hace unas semanas encontré un crowdfunding en donde se pedía dinero para un proyecto de recuperación de memoria histórica. Debí de dar lo que se pedía porque hace dos días me llegó el foto-libro Vencidxs llamándome "mecenas", seguramente una categoría de clasificación de quienes contribuyen económicamente al proyecto.

Lo importante es el proyecto, ahora hecho realidad además de con el libro, con un vídeo y una página web. Cuatro años costó al fotoperiodista Aitor Fernández y un equipo de colaboradores que trabajaron altruistamente para recoger cien testimonios directos de otras tantas víctimas de las represión franquista, bien en la retaguardia durante la guerra, bien en toda España al concluir aquella. Son todas gentes muy mayores, actogenarios, nonagenarios, algún centenario. Varios han fallecido desde que se inició este proyecto de rescate de la memoria de uno de los episodios más siniestros de la historia de España, lo cual solo testimonia la urgencia de emprenderlo y el mérito de quienes lo han hecho sin subvenciones públicas o privadas, simplemente con sus medios y lo recaudado a través del crowdfunding

El libro tiene una parte gráfica y otra de relato. La gráfica es una serie de excelentes fotografías tipificadas: primeros planos de rostros muy ancianos y, muchas veces, también primeros planos de sus manos, ocasionalmente otras fotos relacionadas con el tema (huesos en fosas, por ejemplo) y fotografías de época, aportadas por los entrevistados, imágenes de hace setenta, ochenta años, jóvenes sonrientes, milicianos, padres, madres, hermanos, abuelos. A su vera, como colgados de las imágenes los relatos, las narraciones en primera persona de este centenar de hombres y mujeres, la mayoría de los cuales tiene padres, madres, tíos, hermanos asesinados y enterrados en las cunetas. Son gentes sencillas, procedentes de pueblos de toda España, gentes que han vivido tragedias, auténticos infiernos, y han pasado su vida calladas hasta que por fin han superado el miedo y han hablado. Algunos de ellos, bastantes, por cierto, ya habían publicado sus memorias, sus testimonios, a veces a su propia costa. Uno la tiene colgada en la red. Tal era su conciencia de haber sido testigos de algo atroz, tan espantoso que no podían permitir que cayera en el olvido.

Porque los relatos tienen estremecedoras coincidencias, una extraña uniformidad que delata cómo las represalias de los vencedores sobre los vencidos, sus sevicias, crueldades y crímenes, no eran hechos ocasionales, fortuitos, inconexos. Al contrario, respondían a un plan fríamente elaborado (tenemos las notas del general Mola para probarlo) de terror y exterminio de los adversarios políticos, entendiendo por tales todos quienes estuvieran a la izquierda de la Falange y la Comunión tradicionalista. O sea, un genocidio. Ese es el inmenso valor de este trabajo, documentar fehacientemente un genocidio.

Los elementos comunes a los relatos son: denuncias anónimas, por odio o por envidia; detenciones arbitrarias; humillaciones públicas (pelo al cero a las mujeres, aceite de ricino), violaciones, palizas, torturas, "sacas", "paseos", fusilamientos. En muchos casos queda constancia de cómo los curas señalaban a las víctimas e, incluso, participaban en su asesinato. Tratamiento inmisericorde de los vencidos, a los que había que dar un escarmiento que durara generaciones (como dura, de hecho), un régimen de terror del que no escapaban las mujeres ni los niños.

Una de las cuestiones irresueltas de la transición es qué hacer con las víctimas del franquismo, las únicas que no tienen reconocimiento ni reparación; las únicas a las que no se hace justicia. Confrontada con su responsabilidad, a título de herencia, la derecha se obstina en ignorar el pasado, sosteniendo que removerlo es reabrir "viejas heridas". En realidad es su procedencia franquista la que se lo impide. La iglesia tampoco reconoce su culpabilidad en los crímenes y, como si quisiera aturdirse, sigue consagrando mártires de su bando a cientos, con espíritu de guerra civil nuevo.

El gobierno de Rajoy hace saber a la ONU que no tiene por qué investigar los crímenes del franquismo ya que, sobre estar prescritos, han sido amnistiados por la Ley de Amnistía de 1977. Precisamente es el argumento que emplea para explicar por qué no se adhiere a la Convención de la ONU de 1968 sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. Está mal que el gobierno no se adhiera a ese texto pero no puede olvidarse que los socialistas tuvieron veinte años para hacerlo y no lo hicieron.

Para cuando llegue el momento de que tales hechos puedan verse en un tribunal de justicia (como parece está pasando en la Argentina) este libro será una pieza acusatoria clave. Ya es un baluarte contra el olvido con su tupida red de historias de gentes del campo, peones, albañiles, maestras, dependientes, sirvientes, costureras, jornaleros, anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos; suena como una coral del agravio silencioso, largos años contenido, un lamento colectivo de vivos y muertos, que no debe caer en el olvido. Que no caerá en él. 

Es nuestro pasado. Son nuestras raíces, regadas con sangre.

dimecres, 2 d’octubre del 2013

II Año triunfal.


A ver. Pues parece vuelven las esencias patrias, vuelvan del todo. En Quijorna se ha celebrado una feria retrofranquista absolutamente camp. La alcaldesa del PP -que Santa Lucía le conserve la vista- llamada al orden por los menos montaraces del partido dice no haber visto las banderas franquistas. Banderas franquistas, letreros de "¡Saludo a Franco! ¡Arriba España!"; más el Ausente, siempre presente; pendones falangistas, chatarra facha de los años treinta y cuarenta y parafernalia militar así como mercenaria. Y un cartel muy, muy significativo: Brunete. Quijorna es un pueblo esencial en la batalla de Brunete, de 1937 que, según el propio Franco, decidiría el ganador de la guerra. Uno de los enfrentamientos más sanguinarios de la contienda. Los republicanos habían tomado el pueblo en su ofensiva y amenazaban el cuartel general de Varela. La lucha final se dio en Brunete y la República encajó su primera derrota estratégica, a pesar de haber recuperado unos miserables kilómetros. Pero, ¡ay, amigo! en esos kilómetros quedó Quijorna, bajo la tiranía roja. Así que Brunete se llevó la gloria y Quijorna los palos. Franco estaba seguro de haber ganado la batalla gracias a la intervención de Santiago en la figura de una fantasmagórico jinete que, solo, arremetio contra las líneas enemigas y a bombazos destruyó sus nidos de ametralladoras, desapareciendo luego para siempre jamás. Santiago había vuelto a cerrar España en Brunete como lo hiciera en Clavijo. ¿Y no van a montar el revival franquista los de Quijorna con un gobierno municipal de aplastante mayoría del PP y un partido independiente de Quijorna que, en fin..., así como un concejal socialista que debe de tener la importancia del macetero?

Quijorna es una pieza más de ese rosario de hogueras de antaño que ha ido encendiéndose por la geografía hispana este verano en simpáticos actos de exaltación franquista de las juventudes de Nuevas Generaciones del PP, tan nuevas como la momia de Franco que sacan en las redes. Chiquilladas, según los mandos de la organización, gentes mesuradas, moderadas, de centro-derecha. Se han añadido diversas alcaldadas del mismo tenor: Franco en el corazón de algunos varas del PP que, como el suegro del ministro de Justicia, no cambian de bandera. Como tampoco los jóvenes de una cierta Alianza Nacional que irrumpieron en Blanquerna en el mejor estilo de los matones fachas al uso. Para completar, un festival de quema de trapos separatistas en Cercedilla, protagonizada por similares elementos con el fin de recaudar fondos para organizar una marcha de escuadristas a Barcelona el próximo 12 de octubre, día del orgullo patrio, a sobar el morro a los catalufos. En ese discurrir del río que nos lleva de vuelta al fascismo, la fiesta de Quijorna (¡en un colegio público! se lamentan los progres) es la última perla del II Año triunfal de Rajoy.

Por eso, vayan las generaciones nuevas familiarizándose con la simbología que llega. Ahí tienen la carátula de la primera edición (1943) del noticiario-documental (NO-DO) semanal que todos los cines habían de exhibir obligatoriamente al comienzo de sus sesiones. Llevaba un subtítulo que rezaba El mundo entero al alcance de todos los españoles y su contenido fue básicamente el mismo durante cerca de cuarenta años: exaltación del caudillo y su capacidad para sembrar España de pantanos y esperanzas y de enriquecerla a ojos vistas; su íntima, recatada y cariñosa vida familiar, viendo crecer a sus nietos en el Pazo de Meirás; su habilidad para pescar no recuerdo bien si tiburones o cachalotes o  atunes más grandes que él. Noticias del extranjero en las que se hablaban pestes de las democracias y no digamos nada del comunismo soviético y sus naciones esclavizadas por las cuales se hacían vigilias en las calles de Madrid. La iglesia tenía lugar preferente, siempre aliada al régimen, a cuyo titular paseó bajo palio por los páramos de España. La economía viento en popa, especialmente en los años del contrabando. Mucho fútbol y deportes y alguna anécdota sencilla para mostrar cuán unidos estaban el pueblo y su caudillo: un matrimonio con veintiún hijos, premiado por Franco, o una honrada mujer del pueblo a quien había tocado el Seat 600 nº 1.000 salido de fábrica.

Y así año tras año. Todos triunfales. Cuarenta años triunfales. Como este, segundo de Rajoy.

Poco a poco, las instituciones van doblegándose al espíritu de la gran nación, que renace de la postración sociata. La policía certifica que no puede recuperar información de un disco duro de Bárcenas pues está borrada a conciencia. El otro disco duro ni existe, pues lo han destruido sin que Rajoy se haya enterado. Hacienda considera que nadie en el PP ha cometido delito fiscal alguno; de haberlo hecho, ha prescrito y los otros no alcanzan la cuantía. Y eso que Hacienda, un típico órgano de la Realpolitik, considera susceptibles de gravamen incluso los ingresos irregulares y hasta ilegales.

Según Rubalcaba, que un comportamiento no sea delictivo no quiere decir que sea admisible o tolerable. Puede ser claramente inmoral. Puede. Pero no les importa. Rubalcaba vive en otro país. En una España que se ha sacado de la cabeza, producto de un acuerdo entre presuntos caballeros llamado en su momento transición sin darse cuenta de que los otros se han apeado de él hace ya tiempo.

Caso Fabra, epítome del territorio PP (básicamente Galicia, Castilla y León, Valencia, Madrid, Murcia) en los últimos veinte años. ¿Alguna duda de que se trata de un caso de caciquismo de manual? Pero de manual del siglo XIX pues la estirpe de los Fabra (como diría Rajoy) se remonta, por lo menos, al general Prim. Los presidentes de las diputaciones, todos del Movimiento Nacional, como los gobernadores civiles en tiempos del franquismo eran tramos de la carrera política de la gente del régimen. Pero los presidentes de las diputaciones manejaban una pastuqui -ya entonces-, solían enriquecerse -si no eran ricos de familia- y no se movían del terruño, en el que se perpetuaban como novelas-río. Favores, malversación, clientelismo, enchufismo, compra de votos, cohechos, ilegalidades de todo tipo constituían el crisol de la raza. Atacarlo era casi imposible. Diez años lleva Fabra procesado; nueve jueces ha devorado el proceso cual terrible Cronos, y no sé cuántos fiscales. ¿Llegará el II Año triunfal a tiempo de desbaratar ese atentado a la justicia de ver a un prohombre de la patria sentado en el banquillo?

Y lo de Fabra es casi el chocolate del famoso loro. Está por ver qué harán las huestes nacionales con Cataluña, inmersas en una dinámica endiablada: para aumentar su base electoral, la derecha tiene que acentuar la hostilidad a Cataluña, en lo cual compite con el PSOE. Basta escuchar a Rodríguez Ibarra, Patxi López o Belloch, quien pide la suspensión de la autonomía catalana. Una hostilidad que intensifica la deriva secesionista en Cataluña. Y no hablemos del conflicto que ha provocado de modo absolutamente irresponsable el señor Bauzá en Baleares, quien acabará consiguiendo que se articule un frente de Països catalans. Por no hablar del País Vasco. La respuesta masiva al asalto a Herrira amenaza con reagudizar el conflicto (ese que dicen que no hay) en la CAV.

Lo más sorprendente es que nadie quiera avisar de que el país va lanzado al desastre con unos niveles de fractura y confrontación insostenibles provocados por la ineptitud de un gobierno que solo gobierna para la patronal, la banca y la iglesia. El presidente sigue oculto. En la actualidad parece estar recorriendo el Japón, a donde ha llegado procedente de Kazijistán, en donde paró llegando de Nueva York, a donde había ido procedente de Buenos Aires, de sellar el espantoso ridículo de la Marca España, tras haberla anunciado veinticuatro horas antes en alguna ciudad del norte de Europa. Es decir, el presidente no está. Es un presidente itinerante, como la corte de los Austrias. Cuando está, tampoco está, pues no habla. El gobierno tira por donde puede y los distintos ministros siguen trabajando para amargar la vida al personal y caer mal a todo el mundo en los barómetros. El partido, acogotado por el caso Bárcenas, carece de semblante y voz con un mínimo de crédito y respetabilidad. La señora Cospedal está tan afectada por el caso Bárcenas como Arenas, Pons, el propio Rajoy, Aznar, Cascos, etc. Solo queda Floriano y queda por no haberse enterado de lo de Bárcenas. Lo que permite barruntar de qué se entera.

dimarts, 1 d’octubre del 2013

Buscadlos, desenterradlos, hacedles justicia.


Aquí todo el mundo pide "grandeza" a los demás. Siempre a los demás. Rara vez a uno mismo. Desde el lejano Kazajistán, gobernado hoy por el antiguo primer secretario del Partido Comunista de la entonces República de la Unión Soviética, Nursultán Nazarbayev, pide Rajoy "grandeza" a Mas para renunciar a la independencia y Mas le devuelve la pelota sosteniendo que la "grandeza" sería dejar votar a los catalanes en la famosa consulta del dret a decidir.

A sus vez, los enviados de la ONU, pertenecientes al Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias que llevan una semana en Madrid haciendo averiguaciones sobre las desapariciones forzosas del franquismo, instan al gobierno a tomar medidas para hacer justicia a las víctimas. Ignoro si utilizan también el término grandeza pero es claro que encajaría y podrían hacerlo. Al fin y al cabo se dirigen a un gobierno y un partido cuyas relaciones con el franquismo son, por decirlo con suavidad, estrechas. Condenó de boquilla en cierta ocasión la dictadura, pero se negó a hacerlo en el Parlamento Europeo, se niega a aplicar la Ley de la Memoria Histórica en lo que hace a los símbolos y otros restos del franquismo y no ayuda en absoluto a que los familiares de los asesinados y enterrados en fosas comunes y anónimas por todo el país, sean resarcidos y obtengan justicia. Un partido y un gobierno que justifican su actitud con el argumento de que no hay que reabrir heridas cerradas, siendo evidente que las heridas no están cerradas, como se demuestra por la permanente presión de los familiares y descendientes de las víctimas para que se haga justicia, aunque para ello hayan de acudir a la Argentina o a la ONU. Un partido que, al menor descuido homenajea a los franquistas como vencedores de la guerra civil.

El gobierno, la fiscalía, la derecha en general argumentan que, por si los presuntos delitos no hubieren prescrito, la Ley de Amnistía de 1977 cierra el paso a su averiguación. Los teóricos de la derecha suelen añadir que la guerra civil conoció demasías por ambas partes y que conviene olvidarlo, pues tal es el espíritu de la reconciliación que animó la transición.

El grupo de trabajo de la ONU viene a decir que los delitos de desapariciones forzosas no prescriben y que, el parlamento español debe derogar la Ley de Amnistía que es una Ley de punto final y proceder a hacer justicia con los desaparecidos del franquismo. 

Ciertamente, si el gobierno se pusiera manos a la obra a cumplir las recomendaciones de los comisionados de la ONU demostraría grandeza. Es obvio que el asunto de la justicia a las víctimas del franquismo es una de las diversas partes por las que la transición hace aguas. Aquella Ley de Amnistía con la que los responsables de la dictadura se blindaban jurídicamente respondía al temor de que, cambiando la situación política, ellos pudieran sufrir represalias a manos de unas izquierdas que, precisamente para garantizar lo contrario, aceptaron la Ley de Amnistía en detrimento de los derechos de las víctimas. 35 años más tarde, siendo ya obvio que la Dictadura no acarreó consecuencias negativas para quienes la sirvieron, y habiendo cambiando mucho la conciencia moral y jurídica de los pueblos en relación a este tipo de crímenes, el mantenimiento de este criterio no es justo.

La transición se hizo con olvido de las víctimas del franquismo. Los derrotados de la guerra tuvieron que aceptar la segunda derrota de la memoria: a los cuarenta años del fin de la contienda, seguirían sin existir. Pero ahora han pasado casi otros tantos y es claro que los efectos negativos que para la reconciliación pudieran haberse temido en 1978 (que jamás fueron reales) ya no pueden invocarse.

El reconocimiento del carácter criminal de la dictadura y la garantía de justicia a las víctimas sería en verdad el acto de grandeza de la derecha  que cristalizaría en la auténtica reconciliación de los españoles. Mientras eso no se haga, las heridas continuarán abiertas, entre otras cosas porque los descendientes o herederos políticos de quienes las infligieron  consideran que las víctimas se lo merecían.

Ese es el problema.

(La imagen es una foto de El reñidero, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 26 de setembre del 2013

La guerra no ha terminado.


Francisco Sánchez Pérez (Coordinador) (2013) Los mitos del 18 de julio. Crítica: Barcelona. 466 págs.


¡Otro libro sobre la guerra civil! Lo avisa el coordinador de esta obra en su excelente prólogo. Pues sí, y muy necesario y conveniente porque la guerra no ha terminado. (Viene a la memoria la peli de Resnais, La guerre est finie con un aroma nostálgico). No, la guerra no ha terminado. Sigue luchándose en otros campos, con otras armas, pero con la misma ferocidad e idéntica virulencia. Este frente, muy determinante para la guerra, que es pasado, algo reservado en gran medida a los historiadores es el historiográfico. La munición es la memoria. ¿Qué memoria? ¿La que fabricamos al dictado de nuestras convicciones y/o intereses o la que sale de los datos históricos, contrastados, irrefutables, y no permite más que una interpretación? Es una guerra sobre la interpretación de la guerra que enfrenta, a juicio de los autores de la obra, una historiografía fraudulenta, propagandística con otra seria, rigurosa, académica, basada en datos empíricos. 

Sin duda todos nos refugiamos en la segunda opción pues a nadie le gusta que le cuenten trolas o lo tomen por un pánfilo al que se pueden colocar unos rollos propagandísticos como si estuvieran científicamente probados. A nadie. Ni siquiera a quienes se dedican a la propaganda, razón por la cual sostienen siempre que sus interpretaciones están avaladas por rigurosas investigaciones históricas y que son los demás quienes se inventan los hechos. Es el problema que plantea toda propaganda: que dice no serlo. Ahora. Antaño se llevaba con un punto de orgullo, sin ir más lejos en el conflicto español: frente al Ministerio de Propaganda de la República, la Junta franquista de Defensa contó pronto con una Oficina de Prensa y Propaganda. La guerra civil también se libró en terrenos muy simbólicos. Y sigue haciéndose. 

Por eso es oportunísimo este libro. No solamente por la bulla que meten los escritores al uso del llamado "revisionismo" y el amigo Stanley Payne (que parece un brigada internacional de la derecha), todos los cuales son savia nueva para el tronco reseco de la historiografía franquista, al estilo de Joaquín Arrarás o del falangista García Venero. También ha sentado cátedra para la Historia la Real Academia correspondiente publicando un diccionario de biografías patrias, algunas de las cuales mueven un poco a risa. La más notable, la de Franco, encargada a un notable medievalista (muy oportuna la especialización, por cierto), fervoroso partidario del general biografiado. De tal modo, su texto corresponde más a las convicciones franquistas del autor que a los datos de la historia e incluso del sentido común. Que un historiador sostenga que Franco no era totalitario cuando hay documentos escritos y orales de circulación general que demuestran lo contrario porque el propio interesado confiesa serlo,  no precisa mayor comentario. Luis Suárez Fernández es el nombre de quien ha perpetrado este dislate con dineros públicos, un presidente, por lo demás de la Hermandad del Valle de los Caídos, el absurdo mausoleo en que está enterrado el dictador y miles de sus seguidores y de sus víctimas. 

El coordinador de la obra, Sánchez Pérez, hace una gran exposición de su sentido y aclara muy bien los términos de la controversia, poniendo a cada cual en su lugar, incluida la Real Academia de la Historia, que ya es universalmente célebre por incurrir en un ridículo mundial. Resume además el sentido del libro, consistente en responder a la pregunta central: ¿quién es el responsable de la guerra civil? ¿Quién tiene la culpa? ¿Quién la empezó? Con respuestas claras, basadas en investigaciones en fuentes originales, inéditas, con datos irrefutables, fácilmente contrastables. 

La tesis del libro, que está, además, organizado para apuntalarla en todas sus vertientes (militar, religiosa, política, etc.) es que la guerra la iniciaron, y es responsabilidad exclusiva suya, los militares sediciosos en connivencia con sectores civiles, partidos y políticos. Fue una "contrarrevolución preventiva", término que aparece pronto en las justificaciones frente a una revolución que no existía ni siquiera en grado de proyecto. Los rebeldes querían destruir la República y se inventaron una revolución como pretexto. 

El ataque más contundente, el arma más poderosa que deja definitivamente zanjada la controversia, viene a cargo de Ángel Viñas, cuya autoridad en la historiografía de la República y la guerra es hoy incuestionable. Aporta Viñas los contratos de compra de armamento italiano, firmados por Pedro Sáinz Rodríguez en nombre de la derecha española en su proyecto de golpe de Estado contra la República, financiado por Juan March. Los llamados "Contratos romanos", firmados el 1º de julio de 1936, antes del asesinato de Calvo Sotelo, hecho del que suele colgarse el llamado "Alzamiento Nacional" que, en realidad, bien se ve, venía siendo preparado desde mucho antes. Y no eran contratos por material para un golpe de Estado más o menos rápido, sino para una verdadera guerra.  

Dicho lo anterior, podríamos prescindir del resto del libro ya que el capítulo de Viñas da la respuesta definitiva a la pregunta planteada. Y no se crea que se trata de un oscuro asunto de eruditos, no. Hace pocas fechas, un dirigente del PP atribuía en público a la República la responsabilidad de haber causado "un millón de muertos". Ni fueron tantos como los de Gironella, a los que se referirá este buen hombre, ni son achacables a la República sino a los fascistas que se sublevaron contra ella con los que probablemente simpatice este político, pues los exonera de su responsabilidad. Pero el abandono no sería buena opción y, además, imposible porque, aunque parezca mentira en una obra de árida historiografía académica, el texto agarra como si fuera una narración literaria. Muchos de los demás capítulos son tan interesantes como el del Viñas, aunque no tengan su poder explicativo.

Si hubiera que buscar un antecesor a esta empeño, sería Herbert Routledge Southworth, al que varios de los autores del libro se refieren expresamente. Sin duda. La temprana obra del americano, El mito de la cruzada de Franco, publicada en Ruedo Ibérico en París, ya dejaba claro el edificio de patrañas y fábulas que había tejido la propaganda franquista. Sobrevive al escritor otra que creo es póstuma, en la que da cuenta de hasta dónde ha llegado en su tarea de desmitificar el franquismo, tarea en la que estos historiadores siguen empeñados con notable éxito. 

Como uno de los puntos cruciales que se tratan en el libro es el enfrentamiento en Barcelona de las izquierdas  en mayo de 1937, también se mencionan varias veces los nombres de Bolloten y Borkenau. Bolloten hacía pivotar aquí la "gran conspiración" comunista, tesis que parece convencer a Payne. Borkenau tiene otra perspectiva y su libro es más de reportaje. Lo que llama la atención en él es su agudeza de juicio. Así que, como propaganda, no vale. No lo es. De este asunto se ocupa el texto del fallecido Julio Aróstegui quien dictamina tras su notable trabajo que la pretendida revolución de las izquierdas que se invocó para justificar la sublevación militar de las derechas fue "más mitológica que real" (p. 188).

Dicha sublevación militar venía siendo en cambio preparada con mayor o menor fortuna (y con muchos elementos de típica chapuza hispana) desde años atrás a través de los agravios de una casta militar privilegiada, sobredimensionada, embriagada de su fuerza y convencida de que la República estaba tratando de convertirla en un chivo expiatorio de sus desmanes. Fernando Puell de la Villa, militar él mismo, analiza en un capítulo sobre "la trama militar de la conspiración" los elementos que alimentaban este espíritu insurreccional castrense que, a su juicio, se compone de una "mentalidad intervencionista" (p. 56), un "victimismo paranoide" (p. 58), con el añadido de algunos factores contingentes que siempre apuntaron en el mismo sentido, como la cuestión catalana (p. 61) o el supuesto "peligro bolchevique" (p. 64).

Muy informativo y sistemático resulta el capítulo de  Eduardo González Calleja, "la radicalización de las derechas", en el que distingue las corrientes de estas y da cumplida cuenta de las pintorescas relaciones que entre ellas mantenían: legitimismo carlista, catolicismo de la CEDA, alfonsismo y fascismo (p. 222). Cuatro banderías que reconocieron de inmediato que el punto de fusión de sus intereses comunes (dijeran lo que dijeran en sus proclamas) consistía en echarse en brazos de ejército.

El clérigo catalán Hilari Raguer, de la mítica abadía de Montserrat, tiene a su cargo presentar las relaciones de la iglesia católica con el "alzamiento". Un asunto crucial porque el clero funcionó desde el primer momento como el principal aliado y legitimador del golpe militar de los generales felones. Parece prudente encomendárselo a alguien que conoce la cofradía por dentro porque, en efecto, echa mano y expone información, de interés, como esa referencia al texto del canónigo magistral de Salamanca , Aniceto Castro Albarrán, El derecho a la rebeldía (p. 248) que, aunque conocido, no está lo suficientemente valorado en su importancia en cuanto entronque del golpismo del generalato con la tradición filosófico-política del derecho de resistencia.

Novedad para este crítico es la mención a la curiosa conspiración de aquel majadero que fue Eugenio Vegas Latapie, alma de todas las conspiraciones monárquicas y de Acción Española, quien pretendía organizar un atentado terrorista que provocara la guerra civil (p. 250). En el fondo, esta provocación criminal resume como una metáfora, el sentido todo de esta guerra que aún no ha terminado: quienes ansiaban acabar con la República en defensa de sus intereses de clase, estaban dispuestos a hacer lo que fuera para ello, a cometer todo tipo de crímenes y felonías... y a achacárselos después a quienes, al apoyar al gobierno legítimo, se opusieron a sus designios. En realidad, si los psicólogos quieren una muestra empírica incuestionable de esa patología que llaman proyección, inherente a la derecha española y consistente en acusar a los demás de hacer lo que ella hace, que consideren cómo los delincuentes rebeldes acabaron encarcelando, "juzgando" y asesinando a sus enemigos acusándolos de "rebelión". Tática de proyección que la derecha sigue aplicando hoy día de igual modo aunque, de momento, con efectos menos cruentos.

El capítulo de Raguer tenía que tratar el asunto de la cruzada en cuanto concepto legitimatorio esencial del franquismo emanado de la iglesia. El autor recuerda que el término no aparece en la famosa carta colectiva de los obispos españoles del 1º de julio de 1937 (p. 255) pero lo que es evidente, obispos o no obispos, es que el término echó raíces, fue esencial para la justificación de la guerra civil y la barbarie fascista desencadenada en España y, desde luego, salió de la iglesia. No de la propaganda del 5º Regimiento. Y que el Vaticano no la empleara expressis verbis tampoco quiere decir gran cosa para quien, como Raguer, seguramente conoce las muchas lenguas con que habla la Santa Sede.

El capítulo de Fernando Hernández Sánchez, "con el cuchillo entre los dientes: el mito del 'peligro comunista' en España en julio de 1936" tiene asimismo especial relevancia a los efectos específicos del libro. Remacha Hernández la idea de que la sublevación militar, producto de la previa (y única) conspiración antirrepublicana, fue una "contrarrevolución preventiva" (p. 275) y, muy convincentemente, concluye que el Frente Popular y su columna vertebral, el PCE, lucharon siempre en defensa de la legalidad republicana (p. 287). De revolución en ciernes, nada. Son incontables los testimonios que prueban cómo los comunistas se opusieron primero y yugularon después todas las ensoñaciones revolucionarias de la CNT/FAI o el POUM. Nos adentramos aquí en este episodio -ya tratado en otras partes del libro- que podríamos llamar la "guerra civil dentro de la guerra civil" que concluyó con el triunfo de los comunistas (o los estalinistas, como los llamaban los trostkistas) y la aceptación del principio de primero la guerra y luego la revolución.

En este asunto, como suele suceder en los hechos históricos, hay matices y matices. Si uno restringe el ámbito exclusivamente al escenario español, el punto de vista de Hernández es incuestionable: los comunistas pegan un giro a raíz del VII Congreso del Komintern en 1935 y pasan a propugnar la política de "frentes populares" como forma de lucha contra el fascismo. Un giro de 180º que tiene tanta justificación y elementos propagandísticos como sus posiciones anteriores. España fue una pieza más, sin duda importante, pero una más, en la formidable política de agit-prop de la Internacional Comunista, organizada en gran parte por aquel genio de la propaganda que se llamó Willi Münzenberg, posteriormente asesinado quizá por agentes estalinistas. Los comunistas en España obedecían consignas (entre otras, acabar con los "traidores" trostkistas) y las hubieran seguido aunque hubieran sido las contrarias. Reconozco que esto no cambia gran cosa en cuanto al fondo de la discusión de si había o no un "peligro comunista" en España en julio de 1936, pero hay que ir muy al fondo de las cosas y matizar bastante para los años posteriores. Bolloten, seguramente, se vendió por un plato de lentejas; pero, es de insistir, Borkenau fue mucho más perspicaz.

El capítulo de José Luis Ledesma, "La 'primavera trágica' de 1936 y la pendiente hacia la guerra civil", que es un buen complemento al de Francisco Pérez Sánchez, "Las reformas de la primavera del 36", muy concentrado en el análisis  de las distintas medidas de reforma de la República, supone un buen colofón a este recomendable libro. Ledesma no duda en calificar de "leyenda negra" lo de la amenaza revolucionaria pretextada por las derechas conspiradoras, sublevadas y golpistas (p. 311), pero matiza algo que es de justicia. No hubo una violencia especialmente significativa de las izquierdas antes de la sublevación militar (quizá fuera mayor la sistemática provocación de los pistoleros falangistas y católicos), pero sí se encendió en cierto grado a raíz de dicha sublevación. Pero eso, obviamente, requiere otro juicio. No se puede amalgamar con la anterior, como ha hecho sistemáticamente la historiografía franquista muchos de cuyos seguidores siguen produciendo esa bazofia seudohistórica y legitimatoria en defensa del que quizá haya sido el régimen más bestial, cruento, asesino y vergonzoso de la historia de este sufrido país.

Añádase a todo lo anterior con su poderosa armazón historiográfica la reproducción de los originales de las abrumadoras pruebas de cargo que aportan los autores: los contratos de Roma y en anexos los documentos elaborados por el general Mola en preparación del golpe de Estado de julio de 1936 que demuestran una clara voluntad de recurrir a la máxima violencia de la guerra para derribar la República y continuar luego con una política de represión y terror en contra de la población civil en términos que la conciencia posterior de la humanidad ha calificado de genocidio. Estos torturadores españoles que reclama hoy la justicia argentina son en realidad los servidores y perpetuadores de un régimen ilegal, delictivo, terrorista y genocida, preparado con mucha antelación a julio de 1936. Los contratos de Roma, por lo demás, ya se ha dicho, no apuntaban a un mero "golpe de Estado". Basta con ver el material bélico comprado que tan profusamente se describe. Además, lo que estas cuentas prueban asimismo es la directa implicación de Mussolini en la preparación del asalto armado contra la República española. Fueron los alemanes y los italianos quienes ayudaron decisivamente a Franco a ganar la guerra. Los rusos llegaron mucho más tarde y, por razones evidentes, pudieron hacer bastante menos.

Efectivamente, bienvenido este último libro sobre la guerra civil. Una guerra que aún no ha terminado.