dilluns, 6 de juny del 2011

Cautivo y desarmado...

Hace unos años, mi amigo José Manuel Roca publicó un interesante libro titulado La derecha furiosa. Se quedó corto. Tratándose de la española, tendría que haberlo titulado La derecha rabiosa que es como está ésta después de encontrarse ocho años en la oposición y alejada del poder que considera suyo por derecho divino, de sangre, hereditario mientras que todos los que lo ocupen sin ser ella son unos usurpadores a los que hay que exterminar. Rabiosa como se demuestra por el clima de odio, insultos, agresiones, calumnias que ha creado en España desde entonces a base de emplear a sus perros mediáticos y sus políticos más coriáceos, como María Dolores de Cospedal. Ahora por fin esta derecha frenética cree ver las luces de un nuevo amanecer y, confiada, muestra la estameña cuartelaria que la caracteriza.

¿Acaso es casualidad que unos días después de su triunfo en las urnas, el director de la Real Academia de la Historia, el neofranquista Gonzalo Anes, presente a bombo y platillo un Diccionario Biográfico Nacional que está abarrotado de ditirambos hacia la dictadura de Franco y que trata a este criminal y genocida de hombre cristiano, inteligente y moderado? No no lo es sino que se trata del preludio por el que el la derecha calcula escenificar su retorno al poder (o eso cree ella) al más puro estilo franquista. En fin, como antídoto contra el franquismo rampante que invade el país, con el genocida del Pardo ganado batallas contra la conciencia democrática después de muerto, me permito recomendar mi libro recién publicado y en el que se da cuenta de cómo el verdadero lastre de la democracia española es el franquismo incrustado en las instituciones y en el alma misma de tanta gente. Algo sorprendente porque este fenómeno de la servidumbre voluntaria o de los "esclavos felices" que explicaba la permanencia de la tiranía en vida del dictador resulta que vale también para cuando el tirano ha desaparecido. Por eso se cita al comienzo del libro el famoso poema de Heinrich Heine, El déspota muere sonriendo....

Tampoco es casual que María Dolores de Cospedal haya dado orden de entrar a saco en el traspaso de poderes en Castilla-la Mancha, amenazando con no pagar las nóminas, con poner a la gente en la calle, al más puro estilo con que los falangistas entraban en los pueblos conquistados durante la guerra civil, amenazando y... cumpliendo sus amenazas.

Entre tanto, semifurtiva y clandestina, la justicia sigue su curso y destapa ahora el caso Brugal, el enésimo ejemplo de corrupción con lo que se demuestra que, en efecto, el PP es el digno sucesor del caudillo que había erigido aquel sistema que un embajador calificaba con ironía como una dictadura temperada por la corrupción. Fiel sucesor del ejemplo del adelantado de la cristiandad, el PP no es otra cosa que una organización de presuntos corruptos y chorizos... a los que, incomprensiblemente, la gente vota... hasta ahora. Resta la esperanza de que, cuando termine de ver lo que trae preparado el fascio victorioso, cambie el voto y Rajoy vuelva a perder las elecciones.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

A bombazos con la injusticia.

Es habitual vincular el anarquismo con el empleo de la violencia, como si las demás teorías políticas estuvieran libres de ella. Sin embargo es obvio que todas las teorías políticas recurren a la coacción y la fuerza. Es más, no existe otra doctrina política ajena a la violencia que la Satyagraha de Gandhi; el resto descansa más o menos reconocidamente en el uso de la violencia como razón última. El Estado, el Estado de derecho, descansa sobre el empleo de la violencia de la que reclama el monopolio. Lo que sucede es que la justifica tildándolo de legítima. Si lo es o no es algo que cada generación y cada individuo de cada generación deberá decidir en su fuero interno.

No siendo el caso del weberiano "monopolio legítimo de la violencia", el recurso a la fuerza es generalizado en todas las doctrinas revolucionarias. Lo es en las fascistas como en las marxistas. No habría pues gran diferencia con el anarquismo salvo en un asunto concreto: las demás doctrinas revolucionarias suelen argumentar que, si pudieran evitar el recurso a la violencia, lo harían y que ésta, en el fondo, no es más que un mal menor, como el Estado en San Pablo, mientras que en el anarquismo se da, o se ha dado en muchas ocasiones, una glorificación del recurso a la violencia como la forma de llevar a cabo la misión redentora de la idea e, incluso, el modo de realizar en su plenitud la vida del revolucionario. Hay incluso una justificación del terror como medio de acción y del terrorista como héroe que apenas tiene parangón en otras teorías políticas. Es verdad que, a raíz del fracaso de 1848, Marx llegó a postular la necesidad de aplicar una política de terror en una celebérrima circular de 1850, pero el movimiento marxista se apartó prontamente de esta línea teórica que, sin embargo, siguió siendo práctica habitual en sus herederos, los distintos movimientos comunistas del siglo XX, muchos de los cuales también recurrieron al terrorismo de Estado, pero siempre negando de palabra lo que practicaban de obra. Únicamente el anarquismo, o una parte importante del anarquismo, ha reivindicado consistentemente el empleo de la violencia y, a veces, del terror como la vía para la consecución de la sociedad anarquista.

De todas estas cuestiones trata el espléndido y documentado trabajo de Ángel Herrerín López (Anarquía, dinamita y revolución social. Violencia y represión en la España de entre siglos. La Catarata, Madrid, 2011, 293 pp.) pero no en esta perspectiva teórica, que no desdeña en modo alguno (son muy interesantes sus precisiones sobre el concepto de terrorismo a la altura del siglo XXI), sino desde la más empírica, consistente, fenomenológica, del relato de los hechos. Al respecto su libro es una impresionante pieza de investigación historiográfica, una obra sólida, un edificio erigido sobre un minucioso trabajo de investigación que se ha valido de todas las fuentes pertinentes al objeto por difíciles que fueran o alejadas que estuvieran, fuentes archivísticas, documentales, hemerográficas, bibliográficas, etc. No hay documento relevante para la historia que cuenta que el autor no haya manejado. Y el resultado es esta obra que está llamada a ser de referencia para el tema y el periodo estudiados durante mucho tiempo.

Pero Herrerín no se limita a relatar los hechos con mirada neutra y aparente objetividad equidistante que, en el fondo, suele ocultar una toma de partido que no se atreve a pronunciarse sino que, llegados los momentos oportunos, subraya algunas líneas de juicio sin llegar a pronunciarlo pero posibilitando que el lector con sensibilidad lo haga con abundante fundamento de causa. Ello es que, como enfoca el autor su relato, este viene a ser una especie de diálogo entre el movimiento anarquista (de cuya evolución ideológica da cumplida cuenta al presentar las controversias entre marxistas/bakuninistas, colectivistas/comunistas/individualistas, la propaganda por el hecho/la propaganda por el martirologio, el terrorismo, la huelga general, etc) y el Estado que, a los efectos de este libro, es el de la Restauración. Un diálogo bajo la forma de acción anarquista, reacción estatal bajo las formas gubernativo-represiva y legislativa, nueva acción anarquista. Herrerín subraya en varias ocasiones cómo algunos de los atentados más espectaculares (la bomba del Liceo de Barcelona en 1893) o de los magnicidios más notorios (el asesinato de Cánovas a manos de Angiolillo en 1897 en Santa Águeda) se realizan como respuestas o venganzas por ajusticiamientos, ejecuciones o meros asesinatos anteriores del Estado que, a su vez, eran respuestas a otras acciones anarquistas.

En la historia de los movimientos y fenómenos políticos, el anarquismo español que, en su origen, coincide con el de otros países europeos y el de los Estados Unidos en la etapa de la acumulación de capital producida por la intensificación de la segunda industrialización, acaba separándose de aquellos cuando en los respectivos países el movimiento se apaga pero no así en España en donde acaba constituyendo un fenómeno propio que ha movido una larga serie de estudios historiográficos tratando de explicar esta aparente anomalía. Herrerín recoge la tradición y, en algún caso, reconoce una deuda de inspiración mayor que en otros, como en el de la notable historiadora Clara E. Lida o Juan Avilés y avanza su propia explicación: el anarquismo español sobrevive al fin de siglo y la oleada de magnicidios de la época (Mackinley, Sissi, Carnot, etc) por una suma de varios fenómenos entre los que destacan tres: las circunstancias del desastre de 1898 y la concomitante crisis económica así como las desastrosas condiciones sociales del campo andaluz (como ya señalara en su día Brenan, el anarquismo español es básicamente un fenómeno catalán y andaluz con ramificaciones madrileñas), las campañas internacionales de apoyo al movimiento anarquista en España, que se despliegan a lo largo de todo el período estudiado pero tienen su apogeo con motivo del proceso de Montjuich (pp. 164-166) y la torpe y contradictoria reacción del Estado español a las sucesivas etapas de la violencia anarquista.

Este último aspecto, el de la represión gubernativa y la legislación antianarquista es, junto a las muy atinadas consideraciones del autor sobre el valor simbólico de los actos violentos anarquistas, el meollo del libro. Tomado casi se diría que por sorpresa el Estado, el gobierno de Sagasta promulga la ley antianarquista de 1894 que sólo relega a la jurisdicción militar a aquellos que atentaren contra personal militar (p. 108). Obviamente, la clave de la represión es si ésta se encarga a la jurisdicción militar o a la civil ordinaria. La continuidad de los atentados impulsa al conservador Cánovas a aprobar la nueva Ley de 1896 que ya entrega a la justicia castrense a todos los que se valieren de explosivos para la comisión de los delitos (p. 137). En aquel clima esto tampoco quería decir mucho porque, como pone de relieve Herrerín, el Estado no solamente era entonces capaz de aplicar la legislación penal con carácter retroactivo, sino de saltarse su propia delimitación de competencia jurisdiccional pasando de la civil a la militar con cualquier pretexto, como sucedió con la causa por el atentado del Liceo (p. 110). En estos sobresaltos, entre represión generalizada (teorías del complot anarquista internacional) e individualizada (teorías del atentado personal), el Estado español oscila: en 1902, el gobierno liberal de Sagasta no renueva la ley de 1896 y se retorna a la de 1894 (p. 199) pero en 1906 el también liberal Segismundo Moret hace aprobar la Ley de Jurisdicciones, a raíz de los hechos vinculados con el antimilitarismo de la revista Cu-Cut!, asunto del que el autor da cumplida cuenta (p. 250) y aún habría de asistirse a otro intento de endurecimiento de la legislación represiva a manos del conservador Maura que, a su vez, había sufrido dos atentados (pp. 214-216).

Del otro lado del "diálogo", el autor proporciona un cuadro de los principales acontecimientos y actitudes del anarquismo, algunos muy acertados y todos de considerable interés: da por buena la existencia de la controvertida Mano Negra, aunque con cierto caveat hipotético, explica la base ideológica de la doctrina de la "propaganda por el hecho" y su transición a la de lo que llama la "propaganda por la represión" que sitúa en el momento del proceso de Montjuich a raíz del atentado de la procesión del Corpus de la iglesia de santa María del Mar (p. 129), enjuicia con tino el papel que correspondía a la prensa anarquista en conexión con la solidaridad exterior para dar una imagen de la lucha reivindicativa anarquista (p. 172) y ancla sus consideraciones en las teorías expuestas por Alexander Berkman en su famoso panfleto Memorias de un anarquista en prisión que se centran en la explicación del martirologio anarquista: comisión del atentado, no elusión de la acción de la justicia, confesión del hecho, profesión de fe anarquista y muerte ejemplar. Herrerín dedica gran parte de la obra a exponer los casos en que se aplicó este protocolo como aquellos otros en que el condenado no lo siguió como en los de Santiago Salvador, ejecutado por garrote vil por el atentado del Liceo y de François Giraud por el de la iglesia de santa María del Mar. Lo hace en el contexto de detalladas explicaciones sobre los sucesivos procedimientos penales que se siguieron, lo que le permite asimismo poner de relieve la barbarie de las torturas que se infligían a los presos como la crueldad de la presión que sobre ellos ejercía la iglesia. En este contexto se abren dos críticas que cabe hacer a la obra: que es tal la cantidad de hechos -muchos de ellos muy enrevesados- y de procedimientos y tanta la información que el autor pretende aportar que en ocasiones el texto se hace farragoso y hasta difícil de entender. Asimismo, en su espíritu concienzudo el autor mezcla todos esos pormenores en ocasiones con detalladas informaciones sobre aspectos colaterales de la cuestión (elecciones, por ejemplo) que hacen perder la perspectiva adecuada de la obra que no es otra que la de cómo el anarquismo fue respondiendo al Estado y éste a aquel según se sucedían los atentados.

El capítulo cuarto de la obra, más centrado en el atentado de Mateo Morral a Alfonso XIII hace hincapié en el fenómeno de la colaboración entre anarquistas y republicanos y sigue de cerca el correspondiente proceso en el que, entre otros, compareció el pedagogo Francisco Ferrer quien fue absuelto por falta de pruebas. Está claro que, a los efectos históricos, la narración termina aquí pero, dado que el subtítulo del libro habla del periodo 1868-1909 no hubiera estado de más siquiera una mención a que Ferrer fue fusilado en 1909 y también sin mayores pruebas en el proceso por los hechos de la Semana trágica. Es verdad que es suficientemente sabido pero no lo es menos que en en ese asesinato legal pesó y mucho su relación con Mateo Morral.

El último capítulo es una interesantísima averiguación sobre la dudosa naturaleza del terrorismo barcelonés del primer decenio del siglo XX, un complejo y sórdido mundo de anarquistas, confidentes, aventureros, provocadores, agentes dobles en lo que se se lee casi con el interés de una novela de Eduardo Mendoza. La personalidad de Juan Rull, anarquista, confidente y verdadero gangster (por cuanto vendía protección contra las bombas que él mismo ponía) es la metáfora del crepúsculo de una época que habían comenzado como la aurora de un bello idea lutópico y terminaba en la sordidez de las cloacas del Estado, magníficamente narrada por el autor.

diumenge, 5 de juny del 2011

Nueve meses.

Es el reto y la ocasión de su vida. Y también un momento crucial para el país. Rubalcaba tiene nueve meses para dar la vuelta a una de las situaciones más calamitosas que haya vivido su partido y que amenaza con convertirse en una realidad de desastre para España. Su adversario, Rajoy, es una nulidad en todos los sentidos, en eso está de acuerdo todo el mundo. Pero ello no obsta para que la amenaza que supone el definitivo triunfo de la derecha sea en verdad preocupante. Rabiosos por llevar ocho años en la oposición y crecidos por la reciente victoria electoral el 22 de mayo, los populares ya han comenzado a mostrar su juego en donde tienen que ocupar los puestos de mando: será la política de la mentira, la amenaza, la destrucción del Estado del bienestar, las represalias contra los discrepantes, la aniquilación de las instituciones que puedan actuar como contrapesos, la falta de contención. Los primeros choques en Castilla-La mancha y Baleares, en donde llegan amenazando con dejar de pagar las nóminas de los funcionarios lo ponen en evidencia. Que están dispuestos a todo con tal de alcanzar el poder y ejercerlo queda claro por doquier. El último golpe de mano en la Real Academia de la Historia, consagrando la visión fascista de Franco y la guerra civil así lo acredita. Y los demócratas y la izquierda sin capacidad de reacción.

Está claro que si a Rubalcaba le gustan las dificultades, la que tiene por delante vale por todas. Se encuentra con un partido en horas muy bajas, recién salido de una derrota electoral sin precedentes, en el que le crecen los descontentos, algunos de los cuales amagan con reñirle las primarias y poner obstáculos en un camino que, despejado el que suponía Carme Chacón, prometía ser un sendero de rosas. Devolver la esperanza a los suyos, animarlos con un proyecto atractivo no va a serle fácil. No obstante, si alguien puede hacerlo es él, como demuestran su valoración en los sondeos y la furia de los ataques de la derecha. Con todo, necesitará imaginación e inventiva.

La izquierda transformadora, que sigue en cuotas de representación tan bajas que no cuenta pero resta mucho apoyo electoral al PSOE aparece crecida, con razón o sin ella, por los resultados electorales y, a estas horas, es imposible saber qué hará con sus representantes a la vista de su errático comportamiento en Extremadura.

El movimiento de los acampados, empecinado en su juicio abstracto acerca de la corrupción esencial del sistema y muy próximo a esa idea suicida (y que tanto conviene al PP) de que el PSOE y la derecha son lo mismo también es un obstáculo. Este movimiento cuenta con un apoyo difuso muy considerable que, al no canalizarse en forma orgánica alguna, no lo llevará muy lejos (y el sistema convive con él sin problemas, como se ve) pero será una dificultad añadida al empeño de Rubalcaba y, en el caso de que se produzca violencia, una dificultad que puede resultar mortal.

La paz social amenaza con estallar en mil pedazos. Seguros de su posición de fuerza, los empresarios prefieren acogotar a los sindicatos y, de paso, al Gobierno, obligándolo a hacerles el trabajo sucio y aparecer ante la opinión como el villano del cuento.

A su vez, dicha opinión pública lleva ocho años envenenada por la sarta de infamias, embustes y agresiones en que la derecha mediática ha convertido todo debate e intercambio público. Aquí no se habla, no se razona, sino que se pasa directamente al insulto y la calumnia sistemáticos, lo cual da sus frutos, como puede verse en el resultado de las últimas elecciones en que la gente, atemorizada, vota a quienes son los principales responsables de la crisis en España porque echan la culpa a los demás y amenazan con seguir haciendo lo mismo.

Sólo dos factores (aparte del empuje del propio Rubalcaba) podrían contrarrestar este negro panorama: que hubiera una recuperación económica, por leve que fuera, cosa que los empresarios estan intentando boicotear a toda costa; y que ETA depusiera definitivamente las armas, cosa que el PP también quiere frustrar como sea.

Van a ser nueve meses muy intensos, en los que el PSOE se lo juega todo y, con el PSOE, el país como proyecto progresista, moderado, democrático, equilibrado. Un país que, bien se ve, no quieren la derecha de toda la vida ni esa izquierda minoritaria pero vociferante, que sigue torpedeando la posibilidad de una sociedad progresista a base de agitar el espantajo de una transición traicionada.

En un artículo en el que, entre otras cosas, muestra no haber entendido nada en su día de Marcuse, titulado ¿Quién le pone el cascabel al gato? Santiago Carrillo retorna sobre su vieja consigna de los años setenta de la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, el viejo león traslada a los intelectuales la tarea de sacar al mundo del marasmo a que lo ha llevado el contraataque del capital una vez que el pacto social de la postguerra ha saltado en pedazos. Quizá no sería mala idea también para la situación en España de no ser porque la mitad de los intelectuales se ha pasado a las más agresivas posiciones de la derecha y la otra mitad vegeta en un paraíso de canonjías burocráticas y mediáticas y será difícil que pueda aportar nada original o rompedor en esos nueve meses de intensa lucha que esperan al candidato Rubalcaba cuyo triunfo desean tantos, entre ellos Palinuro.

(La imagen es una foto de Irekia, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 4 de juny del 2011

Faltaba la iglesia.

Los españoles sabemos por amarga experiencia de siglos que siempre que hay un conflicto social del tipo que sea, económico, político, ideológico, familiar, acaba apareciendo la iglesia católica y siempre, indefectiblemente, para defender la opción más injusta, la más favorable a los poderosos, los ricos, los dictadores, la opresión y el crimen. La controversia actual sobre el golpe de mano de los franquistas de la Real Academia de la Historia (RAH) en contra de la memoria democrática de los españoles y a favor del fascismo no podía ser una excepción.

La defensa de la tiranía ha corrido a cargo esta vez del cardenal Cañizares, un ultrarreaccionario, académico de la RAH, al que le parece de perlas que el antro al que pertenece no califique a su adorado caudillo de dictador (excusado es decir de delincuente, asesino y genocida que son términos que se le ajustan como un guante a la mano) ni a su acción de golpe de Estado. En una reciente conferencia en Madrid, ante un auditorio entregado repleto de curas y semicuras como algunos miembros del PP, por ejemplo, el señor Federico Trillo de cuya profunda religiosidad dan fe los militares españoles muertos en el accidente del Yak 42, el cardenal ha dicho que la hagiografía de Franco escrita por el rendido franquista Luis Suárez es muy objetiva, que expone datos y que los datos son lo que son. Los datos. Los datos objetivos.

Cualquier diría que estamos hablando de un empiricista íntegro, de un seguidor de Locke, incluso de un racionalista mezclado de sensualismo (si tal cosa fuera posible) y no de un hombre que pertenece a una organización que cree en los milagros y que acaba de canonizar a un Papa polaco porque, entre otras maravillas que, obviamente, nada tienen que ver con dato alguno, ha hecho algún milagro que otro. O sea, monseñor Cañizares cree a pies juntilla en los milagros o en los duros datos de la realidad, según le convenga y piensa que cabe alternar los dos discursos porque su auditorio sólo puede estar compuesto por dos tipos de personas: sus cómplices intelectuales (curas y franquistas del PP estilo Trillo) o idiotas a los que suele llamar fieles.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons)

¿Por qué fracasa la izquierda?

Fundamentalmente porque está dividida; más que dividida, fragmentada y en malísimos términos internos. Debe de haber pocas cosas tan aburridas, estúpidas (y sospechosas, dígase de paso) que esa cantinela de unas izquierdas negando a otras su condición de verdadera izquierda, arrogándose un marchamo de autenticidad que es tanto más absurdo cuanto más irrelevante social, política e intelectualmente es quien lo pretende. Esa división, además, no solamente se da en el campo orgánico, cual se echa de ver en la multiplicidad de minúsculas organizaciones que tienen como horizonte, cada vez más lejano, la revolución pendiente. Se manifiesta asimismo -y ello es lo más grave- en la diversidad de objetivos tácticos (y hasta estratégicos) que compiten entre sí sin prestarse auxilio alguno, lo que es francamente de locos. Cada uno de los grupos, grupitos o grupúsculos, portador de inmarcesibles esencias revolucionarias, se concentra en sus objetivos bajo su peculiar perspectiva e ignora sistemáticamente los de las organizaciones análogas o parejas, como si fueran de otro planeta o, algo peor, como si fueran los planes del enemigo. De forma que no es solamente que no coincidan o se unifiquen, ni siquiera que no se coordinen sino que se ignoran mutuamente, se ningunean e, incluso, se pelean hasta el punto de que muchas veces cabe preguntarse a quién combate más Izquierda Unida, por ejemplo, si al PP o al PSOE, por no hacer mención de quienes emplean su única neurona en sostener que son iguales. Ningún grupo hace siquiera mención a los objetivos de otro. Todavía no he oído a nadie del PSOE reconocer que los objetivos de los indignados acampados deben ser casi al completo los suyos. Se necesita ser inútil y corto de mollera para pensar que esta actitud sea beneficiosa a la izquierda en su conjunto.

Este desastre no se da en la derecha que se une en un solo grupo de acción concertada, como si fuera una falange macedónica. En su acción no se dan los personalismos y las necias controversias que abundan en la izquierda en donde no es infrecuente que alguien prefiera perder con tal de que no gane el vecino. Las derechas no se equivocan jamás, saben que su interés colectivo es alcanzar el poder cueste lo que cueste, anteponen siempre el beneficio colectivo a la ventaja personal y jamás se dejan confundir con cuestiones absurdas, dogmáticas, acusaciones y bizantinismos. Lo suyo es el pragmatismo de saber que, cuando se consigue el poder, luego hay reparto para todos. Pero, ante todo, hay que conseguirlo porque sólo desde el poder se transforma la realidad.

Viene lo anterior a cuento de ver cómo en las reivindicaciones de los días pasados, las diversas manifestaciones de la izquierda han actuado como si fueran compartimentos estancos, ignorándose mutuamente. A ninguna de las formaciones que se han enfrentado al golpe de mano que han dado los franquistas en la Real Academia de la Historia (RAH) se le ha ocurrido llamar en su auxilio a los indignados de Sol. Claro que a ninguno de los indignados de Sol se le ha pasado por las mientes pronunciarse sobre el conflicto del franquismo en la RAH. Al contrario, el otro día escuché a uno de ellos diciendo que eso del franquismo y la memoria histórica es algo que "no interesa al pueblo español", exactamente lo que dice Rajoy. Hace falta ser negado. De los otros grupos, proyectos, acciones de la izquierda ya ni hablo. Cada uno de ellos ensimismado en su particular batalla local en la que brillan los de la parroquia y nada más.

Y sin embargo en esa batalla que hemos librado muchos por nuestra cuenta hemos conseguido ya un primer triunfo nada desdeñable: la RAH que empezó la historia muy soberbia diciendo que no se cambiaría nada ya ha cedido y admite que tendrá que reformar el diccionario. Siempre que una posición reaccionaria del tipo que sea admite la necesidad de reformarse ante la presión del exterior, ha dado el primer paso hacia su hundimiento. La experiencia y el sentido común mandan intensificar el ataque, elevar el nivel de exigencia, apoyar a Izquierda Unida que pide la retirada del diccionario sin medias tintas ni subterfugios y apoyar también, ¿por qué no? a Palinuro que pide con abundancia de razones que dimita Gonzalo Anes además. Hay que parar los pies al fascismo en la RAH como hay que parárselos en la Puerta del Sol, en la plaza de Cataluña o donde sea. Porque solo la capacidad de movilizarse por los objetivos de las organizaciones y movimientos afines permitirá triunfar.

Sólo así se podrá también acumular el espíritu necesario para combatir las mentiras y falacias de este fascismo rampante protegido y alentado por el PP. Sólo así se podrá seguir demostrando que el franquista Luis Suárez, un hombre probablemente partidario del golpe de Estado del 23 de febrero, miente cuando dice que el régimen de Franco no era totalitario porque el totalitarismo somete el Estado al partido cuando sabe perfectamente que eso es falso, que esa no es la definición del totalitarismo y que, aunque lo fuese, cuadraría a la perfección con el franquismo dado que Franco era al mismo tiempo, Jefe del Estado y Jefe Nacional de la Falange, esto es, el partido único, de forma que si este anciano correoso que, además de provocar, gimotea, quiere que lo respeten porque, dice, tiene 87 años que empiece por no mentir como el fascista que es.

Pero la fragmentación y atomización de la izquierda, su personalismo, el narcisismo de sus líderes, su patológica desconfianza de los otros y su cerrazón a la idea de la acción común impiden sacar partido de las contradicciones del adversario. Tanto que, en algunos casos, cabe preguntarse si tiene verdaderamente objetivos y si, teniéndolos, pretende de verdad lograrlos o se siente mejor y más cómoda en la relativa irresponsabilidad de la queja y la protesta permanente de quien sabe que nunca tendrá que hacerse cargo de la situación.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

divendres, 3 de juny del 2011

No basta con corregir.

Ante la avalancha de críticas que ha caído sobre ese engendro perpetrado por los franquistas de la Real Academia de la Historia, ésta ha anunciado que en la Junta extraodinaria de hoy corregirá algunos errores en la edición digital, que se publicará cuando Dios sea servido y en posteriores ediciones de papel, no en la presente. Es decir que ignora olímpicamente las protestas de multitud de especialistas, de infinidad de historiadores, de múltiples intelectuales, de organizaciones y colectividades de todo tipo; que no presta atención a las manifestaciones a su misma puerta y la anunciada interposición de varias querellas así como otros tipos de acciones públicas en las redes sociales (entre ellas la de Palinuro que pide retirar la edición y que dimitan los responsables). Pero esta gente ¿qué se ha creído?

Sin duda aceptar que hay errores y disponerse a "corregirlos" es un paso adelante en comparación con la soberbia y el desprecio con que Gonzalo Anes se enfrentó a las primeras críticas, dando a entender que estaban movidas por la ignorancia, el revanchismo o algo peor. Sin duda un adelanto; pero para él, que a lo mejor así va aprendiendo algo de lo que debe ser el espíritu crítico, la honradez intelectual y la modestia de los investigadores. Pero no es ni de lejos suficiente para todos los demás, que sabemos de qué van estas cosas. Hay que tener en cuenta, además, que el propósito anunciado todavía empeora más la situación: a) porque postpone ad calendas graecas la enmienda de los errores; b) porque, caso de proceder a enmendarlos, lo haría con el mismo espíritu falsario con que los ha perpetrado; c) porque una vez "corregidos" se produciría la chusca situación de dos ediciones de la misma obra que dirían cosas distintas. Ciertamente que este último supuesto no se daría porque Anes sabe de sobra que esa segunda edición jamás vería la luz, con lo que vuelve a mostrar que toma a la gente por idiota, como viene haciendo.

Porque, señor mío, eso no son errores. Eso es un intento deliberado de reescribir la historia en clave franquista y fascista, de falsear los hechos, de embellecer una dictadura criminal, de justificar a un tirano genocida. Un intento deliberado, deliberadamente encargado al mayor hagiógrafo de Franco con que cuenta esa institución que usted por desgracia dirige, con la intención de imponer una visión falsa de la historia y perpetuar el espíritu de la guerra civil, probablemente en cumplimiento del mandato que le hicieron a usted los neofranquistas Aguirre y Aznar cuando le dieron el dinero de los fondos públicos para cometer ese atropello. Y no se diga que se utilizan palabras mayores porque menores son para referirse a unos sujetos que tienen el descaro de escribir que el criminal Francisco Franco fue un hombre católico, inteligente y moderado. ¿Es que creen ustedes que están en los tiempos de su admirado caudillo, cuando se decían estas cosas porque el que decía las contrarias acababa indefectiblemente en la cárcel o en el paredón?

Ya no hay corrección que valga. Han deshonrado ustedes la Academia, han prostituido la noble labor de la historiografía, han estafado a cientos de honrados profesionales con cuyo buen nombre han pretendido encubrir sus fechorías, han defraudado la confianza que la sociedad ha depositado en ustedes. No son ustedes dignos de seguir en una función que no son capaces de realizar y lo único que les queda por hacer es dimitir, como les recomienda Palinuro en la entrada siguiente.

Carta abierta al señor Gonzalo Anes.

Muy señor mío: el pueblo español sufrió durante cuarenta años una de las más ignominiosas dictaduras que hayan visto los tiempos. Suprimidos los partidos políticos, eliminada la libertad de prensa, de expresión, de culto, reunión y manifestación, perseguidos cuando no torturados, encarcelados o fusilados los disidentes, una de las más antiguas naciones de la tierra hubo de ver cómo se ensalzaba hasta la divinización a un militar asesino y genocida con la bendición de la Iglesia católica, mientras los fascistas y sus paniaguados ocupaban todos los espacios y suprimían el debate intelectual.

Al día de hoy viene a resultar que los herederos y beneficiarios de aquel fascismo (el único en Europa que, por conveniencias de la guerra fría no fue eliminado por las armas), pretenden embellecerlo y justificarlo a través del Diccionario Biográfico Nacional que la Real Academia de la Historia bajo su dirección está editando. Si las mentiras, falsedades e infamias que estos franquistas han vertido en las páginas del citado Diccionario las escribieran en sus publicaciones, no habría gran cosa que objetar. Pero el caso es que lo han hecho en una obra oficial de España como país democrático y Estado de derecho, lo han costeado con dineros públicos y el último responsable de esta tropelía es usted.

Escribo esta carta como administrador de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy que en tres días cuenta ya con 581 adherentes y nos asiste el derecho a que no se empleen los dineros de nuestros impuestos en justificar la vergüenza de una dictadura que mantuvo a España aislada del concierto de las naciones civilizadas durante casi medio siglo.

Confrontado con esta dura realidad ha tratado usted de recurrir a logomaquias y sofismas inadmisibles para justificar lo que carece de justificación, esto es, que una democracia glorifique a un dictador, un golpista y un genocida. En cualquier país de Europa, especialmente los que han padecido dictaduras similares a la española, ambas cosas, publicar el libelo y pretender justificarlo después, serían motivo de dimisión inmediata. Francamente, no veo por qué no lo hace usted.

Ramón Cotarelo.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

dijous, 2 de juny del 2011

Retirad ya esa basura y dimitid.

Se cumple lo que decía Palinuro en una entrada anterior (La desvergüenza de los franquistas), esto es, que no se trata solamente de que el franquista Luis Suárez haya puesto su huevo podrido en un cesto por lo demás impoluto. Se trata de que todo el cesto es una gusanera de fascistas y meapilas. Es cierto que el tal Luis Suárez es un propagandista de la Dictadura en todos los foros que controla, al que su cobardía impide llamar por su nombre aquello que defiende cuando ha de hacerlo fuera de su covacha. Pero no es únicamente eso. Según va profundizándose, se ve que las demás entradas son igual de falsas, torpes y/o irrisorias. Público muestra cómo estos propagandistas sostienen que la guerra civil fue una cruzada y otras descarnadas mentiras de este jaez. O sea, no es que en una obra de historiografía y biografía por lo demás digna se haya colado un par de disparates, no. Es que todo lo que tiene que ver con la guerra civil y el franquismo está escrito por los defensores y herederos de uno de los bandos en desprestigio y detrimento del otro. Se trata de que, en este terreno, el Diccionario Biográfico es una reedición de los repugnantes manuales de Formación del Espíritu Nacional, unos textos llenos de embustes, insultos, provocaciones y estupideces que son los que más hen hecho por debilitar y aniquilar el espíritu nacional de los españoles al identificarlo con la causa de los golpistas y los asesinos.

Y esto no tiene remedio. El mal está causado y, mientras crece la indignación en todos los sectores, lo único sensato que cabe hacer es retirar y destruir la edición en todo aquello que ofende la verdad y el espíritu crítico y poner de patas en la calle a los responsables de esta vergüenza, empezando por el director del lugar, Gonzalo Anes, si carece de la dignidad de dimitir. Palinuro no cree de recibo que con el dinero de sus impuestos se defienda el genocidio franquista, aunque sea vergonzantemente y con la boca chica, como hacen estos fascistas revenidos a los que ya no queda ni el coraje de sus opiniones.

Parece lógico que los Reyes hayan apadrinado la presentación de este atentado a la verdad y la honestidad intelectual. Al fin y el cabo, deben mucho al dictador. Se lo deben todo y ya se sabe lo de ser agradecidos. ¿No dijo Juan Carlos en cierta ocasión que en su presencia nadie se atreviera a hablar mal de Franco? Ahora bien, aquí no se trata de hablar mal sino de hacer su panegírico. Se trata del derecho de las víctimas, sus allegados y descendientes, así como de todas las personas amantes de la democracia y de la verdad, a decir que Franco fue un golpista, un asesino y un genocida. Le guste o no a Juan Carlos y a su esposa a quienes este golpista benefició pues sin él hoy no serían nada.

Se ha señalado que esta Academia es un antro de reaccionarios y nostálgicos de la dictadura que se reproduce a base de enchufes y carece de prestigio entre los verdaderos historiadores. No obstante, algún académico o académica que ha llegado hasta aquí valiéndose de sus influencias, en sus años mozos fue antifranquista, que era lo único decente que se podía ser entonces. ¿Qué ha pasado con él/ella? ¿Está arrepentido/a de su actitud de entonces? ¿Ha renegado de su juventud? ¿Se ha vendido? Al fin y al cabo, la derecha tiene mucho dinero, posiciones, relaciones, ventajas y es lucrativo bailarle el agua y comer en su mano. Pero, al mismo tiempo, es muy exigente y nada ingenua y quienes se le venden han de apear todo decoro y dignidad, como los criados. Tiene gracia que, en su desmedida ambición y su materialismo garbancero, algún/a antiguo/a izquierdista crea haber hecho un negocio cambiando su trenka de progre por una librea de lacayo/a sólo para descubrir al cabo de los años que el espíritu cuenta y la conciencia también.

(La imagen es una foto de Photospain, bajo licencia de Creative Commons).

Valor y ejemplo de l@s acampad@s.

Saber cuándo llega la revolución a tu vida no es fácil. Requiere apertura de espíritu, curiosidad intelectual, inquietud, sinceridad y capacidad de autocrítica. Es imposible verla llegar y por lo tanto adoptar una actitud razonable ante ella cuando se vive presa del dogmatismo, especialmente el dogmatismo revolucionario. Aquellos rígidos comunistas primero estalinistas y luego antiestalinistas (pero siempre los mismos) que no vieron llegar la revolución de mayo del 68 todavía siguen sin entenderla. Y lo mismo pasa hoy con la de los indignados/acampados. En cuanto las cosas no se ajustan a los esquemas que las almas simples se han hecho a modo de andadores por la vida, ya no entienden nada. Y lo peor no es que no entiendan, sino que es fácil que se pongan en contra: el progreso es la perversión; las máquinas destruyen el trabajo y la riqueza; el arte abstracto es un cuento de inútiles; los Beatles no saben cantar; mayo del 68 es la revuelta de los niñatos; acampasol es un rollo de okupas. La estupidez no conoce límites.

Hasta los más necios se han dado cuenta ya de que la crisis general del capitalismo, en conjunción con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (tics), el hundimiento del comunismo y la vivencia de las nuevas generaciones, ha puesto en marcha un proceso de cambio social y de protagonismo revolucionario de la multitud encabezada por los jóvenes que carece de parangón en la historia y que, cuando alguien quiso poner fin a ésta, la han dejado abierta a todos los vientos del cambio y la incertidumbre.

Como todo lo nuevo, lo original y nunca visto, la revolución de los indignados desconcertó al poder, suscitó (y suscita) fuertes enemistades sobre todo entre la derecha más reaccionaria (al estilo de la clericoliberal Aguirre y el liberofascista Aznar) y descarados intentos de instrumentalizarla entre la izquierda más o menos acomodada con el sistema. Los primeros brotes en los países árabes fueron saludados con universal alegría porque permitían sentar plaza de progre a cientos, miles de kilómetros del lugar de uno y reducirlos a una especie de curiosidad étnica cuando no meramente tribal. Pero casi nadie cayó en la cuenta de qué pasaría si aquellas simpáticas y heroicas revueltas de jóvenes y mujeres cruzaban la línea de la "alianza de las civilizaciones". Ya lo han hecho. Los indignados de la Puerta del Sol, que se extienden por todo el continente europeo, son el resultado del panfleto de Hessel y la revuelta tunecina.

Y el efecto de esta revolución está siendo evidente. El poder está viéndose obligado a contemporizar. Por dos veces (una en Madrid y otra en Barcelona) ha pretendido desalojar y las dos veces ha tenido que retroceder, asustado ante lo que podía suceder, dado el inmenso apoyo social que suscita un movimiento pacífico, espontáneo, asambleario y muy maduro. Un movimiento que está demostrando que hay espacios exentos en la sociedad y que no es obligatorio que el Estado tenga el monopolio de la violencia para que se respete el Estado de derecho y la seguridad jurídica. Es decir, está demostrando que es posible alcanzar la utopía.

La consecuencia más notable e inmediata del movimiento es que la gente, toda la gente, está perdiendo el miedo a protestar, a manifestarse, a hablar y debatir; que los poderosos, cualquiera sea su ámbito, no son indiscutibles ni intangibles y que la sociedad gana y se enriquece con esta revuelta permanente.

La Asociación de Víctimas del franquismo va a concentrarse ante la sede de la Real Academia de la Historia para protestar por el golpe de mano que los fascistas en su interior pretenden dar en contra de la memoria histórica. Un golpe de mano que es paralelo al que los tribunales dieron contra dicha memoria a través de la ignominiosa persecución al juez Garzón. Es el espíritu de acampadasol, una forma nueva de entender la democracia y el derecho de los ciudadanos a decidir en lo que es de su incumbencia. La grandeza de los jóvenes de acampasol es que no solamente se han sacudido la tutela de las generaciones rancias sino que han enseñado a éstas el camino de su propia emancipación.

Palinuro se encuentra en Caracas, pero su ánimo está en la Puerta del Sol y, en ejercicio del poder de bilocación de la tradición pitagórica, también ante la sede de los carcamales de la Academia de la Historia. Con un ruego a los allí acampados: haced como en la Puerta del Sol y no os vayais en tanto los franquistas que han perpetrado el atentado contra la memoria democrática del pueblo no reparen su infamia.

(La imagen es una foto de gloop!, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 1 de juny del 2011

Diez preguntas sobre la Real Academia de la Historia y una sobre los españoles.

  • 1ª: ¿Por qué se redacta un diccionario biográfico nacional? Porque, llegado el PP al poder, al orwelliano grito de quieren reescribir la historia de España, la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, de acuerdo con el otro culto del Gobierno, Aznar, decidieron reescribir orwellianamente la historia de España, según la ideología seudoliberal y carcunda que los caracteriza y para ello contaban con la inestimable colaboración de un núcleo de franquistas sufragado con dineros públicos.

  • 2ª: ¿Por qué se nombra a Luis Suárez, miembro del Opus Dei, director de la Hermandad de la S. C. del Valle de los Caídos, consejero editorial de Razón Española, furibundo franquista claramente totalitario, y medievalista para redactar la entrada de Franco, como si éste fuera Fruela? Porque la tarea no es historiográfica sino de propaganda ideológica.

  • 3ª: ¿Por qué acepta el franquista Luis Suárez escribir la entrada de Franco? Para legitimar la dictadura porque es partidario de ella y, en consecuencia, enemigo -eso sí, sin tener el valor de decirlo- de la democracia y el Estado de derecho.

  • 4ª: ¿Por qué el director de la Academia, Gonzalo Anes, afirma que fue el el propio Suárez quien pidió redactar la entrada pero Suárez dice "que se la encargó la Academia?" Porque la verdad les da igual y lo que les importa es salir airosos de esta indigna trapacería.

  • 5ª: ¿Por qué pueden mentir en público los académicos de la Real Academia de la Historia, ya que es obvio que uno de los dos miente? Porque no actúan como académicos ni como historiadores sino como apañadores (por no usar otro término) de un encargo ideológico.

  • 6ª: ¿Por qué Suárez dice que un historiador no puede emplear el término dictador porque es un juicio de valor pero, dos sillones más allá, Seco Serrano dice que el gobierno de Negrín fue prácticamente dictatorial? Porque estos "historiadores" no hacen historia sino Formación del Espíritu Nacional, que es lo suyo, esto es, justificar el golpe fascista y denigrar el legítimo gobierno republicano para el cual no hay una sola palabra justa en toda la obra; es decir porque, aunque no se atreven porque les falta lo que hay que tener, coinciden con la historia franquista, al estilo de Joaquín Arrarás.

  • 7ª: ¿Por qué Suárez distingue entre autoritario y totalitario para decir que Franco no era lo segundo (aunque él decía que sí lo era) pero Anes sostiene que, en el fondo son lo mismo? Porque los que en el fondo son lo mismo son Franco, Suárez y Anes.

  • 8ª: ¿Por qué no es público ya el modo en que se han distribuido los 5,8 millones de euros que ha costado al erario público la obra con la que estos ideólogos partidarios de los golpistas de 1936 pretenden fijar para siempre su visión de la historia de España dejando en las cunetas la de los que están en las cunetas?

  • 9ª: ¿Por qué se siguen conservando usos y costumbres de la época del totalitarismo fascista que sus partidarios niegan hoy cobardemente cuando son los primeros beneficiarios de la violenta reorganización manu militari que los facciosos triunfantes hicieron de la institución en 1939? Porque su misión es mantener vivo el legado franquista que han recibido.

  • 10ª: ¿Por qué se trata con respeto, como si fueran académicos, a un grupo de ideólogos de facción al servicio de una causa que todo el mundo civilizado repudia? Porque sigue vivo el miedo que el terror de la Dictadura inculcó en el alma de los españoles, que no se atreven a poner en su sitio a sus herederos y beneficiarios, desde los curas a los últimos aprovechados de la monarquía.

  • 11ª: ¿Por qué permite el pueblo español que los delincuentes que se alzaron en armas contra la legalidad republicana y sus herederos ideológicos, partidarios y paniaguados sigan dictando el canon de la memoria cuando decenas de miles de asesinados por la vesania de los facciosos aún yacen sin nombre ni sepultura en los muladares y caminos de España? Porque para eso sirvió el terror de la Dictadura.

    (La imagen es una foto de alejandro blanco, bajo licencia de Creative Commons).


Considerad la posibilidad de sumaros a la causa qued he abierto en Facebook:

Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy.

dimarts, 31 de maig del 2011

La desvergüenza de los franquistas.

No, no basta con revisar ese engendro que ha parido la vetusta caterva franquista atrincherada en la Real Academia de la Historia (RAH). Y no basta porque si, como es de suponer, se lo dan a revisar a los tipos directamente responsables de la propaganda, harán lo mismo cambiando algún que otro término. Porque estos ultraderechistas nostálgicos de la dictadura están ya más allá de toda recuperación. Tómese el caso del más rematado de ellos, el tal Luis Suárez, quien decía ayer que "un historiador no puede emplear el término dictador porque sería un juicio de valor". Es decir, además de un ultrarreaccionario (cosa que se prueba con sus publicaciones en Razón Española), este hombre es un soberbio convencido bien de que sus compatriotas somos tontos a los que se puede engañar (más o menos lo mismo que parece pensar el director de la RAH) o que sigue viviendo en los tiempos de su admirado caudillo autoritario en los que él y quienes son como él, podían hablar y los demás tenían que callar. Porque el mismo autor califica a Franco en esa entrada de católico, inteligente y moderado. Es posible que un asesino como Franco sea católico; los católicos sabrán. Su inteligencia sin duda parecerá grande a los ojos de la de Suárez; todo es relativo en esta vida. Y en cuanto a que fuera moderado, ¿no es moderado un juicio de valor? Tratando de salvarse de la quema, este franquista empedernido, como la pescadilla, se muerde la cola.

No, no basta con pedir la revisión de la obra. A la vista de lo que ya se sabe, me juego el cuello a que toda ella rezuma la visión reaccionaria, liberticida, meapilas, agresiva, xenófoba e imbécil de la carcunda nacional que los españoles llevamos trescientos años soportando y cuya más perfecta manifestación es el franquismo. Será de ver lo que diga el diccionario biográfico de Miguel de Molinos, de Rafael del Riego, del Empecinado, de Larra, de Olavide, etc, etc. Así cabe presumir a la vista de lo que ya se conoce de Aznar y Aguirre, los dos neofranquistas que encargaron el trabajo sabiendo muy bien lo que hacían: entregar el dinero público a un grupo de reaccionarios adocenados a fin de dejar escrita para la posteridad una historia de España que pudiera celebrar Torquemada. El caso más infame, el de Aguirre que, con la falta de integridad que la caracteriza, sufragó la obra con el dinero ajeno a mayor gloria de Franco pero se permite el lujo de hacer demagogia, asegurando en otro lugar que Franco era socialista.

No, no basta con pedir la revisión de la obra. Hay que pedir su retirada y examen por una comisión de historiadores de verdad. Y hay que pedir también las responsabilidades pertinentes. Porque este atentado a la honradez intelectual y la historiografía profesional, perpetrado por un grupo de retrógrados está lejos de ser un hecho fortuito, casual, insólito. No. Fue algo planeado como se demuestra por cuanto se dio entrada a Stanley Payne, un historiador gringo de extrema de derecha, para maltratar la figura de Pasionaria, mientras que se dejaba fuera a Paul Preston, uno británico especialista en la guerra civil; por cuanto se confió la biografía de Azaña a un hombre contrario en todo a él, mientras que se orillaba al historiador especialista en el biografiado, Santos Juliá. Más claramente: reconocía ayer Gonzalo Anes que el propio Luis Suárez había pedido encargarse de la biografía de Franco. Pero Suárez es un medievalista y su relación con Franco no es la de un historiador sino la de un fiel seguidor. Y eso lo sabía Anes desde el principio. Si después dice no haber leído el texto que sobre Franco pudo haber escrito un desaforado franquista, no merece desempeñar el puesto que desempeña.

Pero hay más. Anes trató de defenderse ayer con argumentos infumables y sofismas (véase la correspondiente entrada de Palinuro, titulada Historiadores y falsarios) que quizá pudieran explicarse por la sorpresa de ver lo que se le venía encima. Pero es que, horas más tarde, ya más calmo, ha continuado recurriendo a "argumentos" inadmisibles para defender la propaganda franquista del texto que sólo permiten ya deducir que el Director es, en efecto, perfectamente consciente de lo que ha sucedido y responsable de ello. Dice ahora Anes, deslizándose ya por la pendiente de la mixtificación, que no importa tanto que el tal Suárez llame autoritario pero no totalitario a Franco porque, en realidad vienen a significar lo mismo, lo cual es mentira, como él sabe muy bien y, si no lo supiera, ya se encarga de mostrárselo el propio Suárez que los diferencia claramente. Añade el director en la misma información que casi es mejor que se use el término autoritario antes que dictador porque, dice, los jóvenes de hoy no saben bien qué sea una dictadura. Esta es una argucia intelectual tan pobre que da vergüenza escucharla. No, no basta con pedir la revisión. Visto el desbarajuste que los franquistas le han montado y, si quiere demostrar que no es el principal causante de ello, sólo le queda la vía de la dimisión.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

El arte y la lucha de clases.

Quiere la fortuna, el destino, el azar o lo que sea que coincidan en el tiempo y a muy escasa distancia la una de la otra dos exposiciones que representan los dos polos de la lucha de clases en el ámbito artístico. Quiere igualmente tan traviesa fuerza que el arte que ambas exhiben sea la de la fotografía. Son la exposición sobre Jacques Henri Lartigue del Caixaforum, titulada Un mundo flotante. La fotografía de Jacques Henri Lartigue y la otra la que puede verse en el Reina Sofía, a tiro de piedra de la anterior Una luz dura, sin compasión. El Movimiento de la Fotografía Obrera, 1926-1939. Los dos polos de la lucha de clases, la burguesía y el proletariado a través de la fotografía.

Lartigue es hijo de un rico banquero que le regala su primera cámara a los ocho años. El niño se aficiona al arte y le dedica su larga vida (1894-1986), realizando una enorme cantidad de fotos acompañadas de unos diarios en los que va anotando sus impresiones. Esa imagen del niño que a los ocho años se fotografía en la bañera con mi hidroplaneador de juguete, haciendo que la criada accione el disparador de la máquina recuerda el mundo de Marcel Proust, de las clases ricas en París de principios del siglo XX. El propio Lartigue afirmaba que él pretendía fotografiar la felicidad. Por eso, esa foto de mi cuarto con mi colección de coches de carreras, tomada a ras de suelo con nueve años, revela un entorno de lujo, de vida de niño rico.

Y eso es lo que estuvo fotografiando, ciertamente que de modo personalísimo, muchas veces genial, toda su vida: el lujo, la riqueza, el dinero, la dolce vita de la burguesía, sus hermosas mujeres en el Bois de Boulogne en 1911, sus entretenimientos preferidos, los aviones, los coches de carreras, las estancias en playas de la Costa Azul, en Normandía, sus refinados entretenimientos. A lo largo de los años veinte y treinta del siglo XX no hay una sola referencia en esta obra fotográfica a los conflictos sociales y políticos de la época, producto de la gran crisis económica de 1929 que mandó a la gente al paro, a la miseria, al hambre.

El arte de Lartigues es extraordinaria, tiene un dominio del encuadre sin igual y transmite al tiempo la impresión de un mundo real y evanescente. Retrata a sus parientes, a sus primos, a sus mujeres, a veces en actitudes poco convencionales, como en el retrete y siempre los representa sorprendidos, cual si no supieran que los estaban fotografiando, y en muchos casos no lo sabían, por ejemplo, en los retratos que tomaba de las paseantes por el Bois, captadas à la dérobée al igual que haría más tarde Walker Evans, que fotografiaba a la gente en el metro de Nueva York sin que se diera cuenta, mediante objetivo disimulado.

Es un mundo fascinante, tan perfecto y ordenado que incurre en todas las contravenciones o sorpresas permitiéndose el lujo de no dar nada por supuesto y esos son los momentos que capta Lartigues, quien ejerció también como pintor, aunque con mucho menos éxito, pero no dando la impresión de que se trata de algo excepcional sino perfectamente cotidiano: una rueda torcida de una máquina de jugar a derrapar por los caminos, la caída involuntaria a la piscina desde un trampolín, los saltos repentinos de una jugadora de tenis. La fotografía de Lartigues es la fotografía de los triunfadores.

En el Reina Sofía, a escasos doscientos metros, se exhibe la fotografía de los perdedores.

Se trata de una exposición del movimiento llamado de la fotografía obrera, en unos años de conflictividad social agudizada. Este movimiento tuvo dos polos, el llamado "conglomerado" mediático de Willi Münzenberg en Alemania y el movimiento llamado Foto Soviética en la Unión Soviética. Los dos eran hombres del Partido Comunista y de la IIIª Internacional. El "conglomerado" de Münzenberg abarcaba la famosa revista Die Arbeiter Illustrerte Zeitung (AIZ), periódicos diarios, una editorial y una productora de cine, con una fuerte presencia social en la Alemania de la época ya que sólo la AIZ tenía una tirada de medio millón de ejemplares. Mijail Koltsov fue el alma de la política de impulsar la fotografía amateur en la URSS para que fuera el propio proletariado quien narrara sus condiciones de vida y trabajo a través de este medio mecánico y artístico.

Había una intensa colaboración entre el polo alemán y el soviético, con frecuente intercambio de material. Los dos habían llegado a la misma conclusión: que la fotografía era un arma decisiva en la lucha por la emancipación de la clase obrera... a condición de que la realizara el propio proletariado, para evitar los sesgos de los fotógrafos burgueses. En la obra de estos únicamente se reflejaba su mundo y nada del de los trabajadores, sus condiciones de vida, su miseria, la explotación. Eran los tiempos en que seguía rigiendo la idea de que la emancipación de los trabajadores había de ser obra de los trabajadores mismos.

Pero esta era la ideología. En la práctica, el material que los obreros enviaban a las publicaciones (AIZ, Fotografía soviética y otros medios de propaganda) solía ser impublicable de forma que, en definitiva, el movimiento de la fotografía obrera estuvo siempre dominado por los fotógrafos profesionales, Tina Modotti, Eugen Heilig, Arkadi Shaiket, Semen Fridliand, Robert Capa, Gerda Taro, etc y, por supuesto, el caso especialísimo de John Heartfield (quien había "anglificado" su nombre germánico de Johann Herzfeld), inventor del fotomontaje y autor de alguno de los más famosos, como el que se ve aquí.

Münzenberg, quien había comenzado en las juventudes comunistas, puso en marcha la Internationale Arbeiter Hilfe (IAH) para ayudar a la Unión Soviética durante la hambruna de 1921, de donde saldría el Socorro Rojo y de la necesidad de difundir su mensaje acabó surgiendo la AIZ. Era un genio de la propaganda. Consiguió la colaboración de prestigiosas figuras de las artes, la foto, el cine, Barbusse, Paul Strand, Joris Ivens. Sobre todo el último, hizo un documental de propaganda sobre la Unión Soviética. Münzenberg acabó enfrentado a la Internacional y al Partido Comunista y murió en circunstancias poco claras de un tiro por la espalda en una evacuación en Francia. A su vez, Koltsov fue el gran maestro de la propaganda soviética y como tal, enviado a la guerra civil de España como corresponsal soviético y agente ruso. A su regreso a la URSS fue detenido en la Gran Purga de 1940 , condenado y ejecutado ese mismo año.

Los fundadores del movimiento corrieron una suerte parecida al mismo movimiento. Este, que pretendía retratar y dar a conocer las luchas del proletariado occidental y su miserable situación tanto en Europa occidental como en la URSS así como la vida de los obreros soviéticos en el exterior pereció con el triunfo del nazismo en un lado y la imposición definitiva del estalinismo en el otro. La primigenia idea de elaborar una fotografía de clase frente a la fotografía burguesa, individual, acabó convertida en una fotografía del Estado, oficial, frente a la libre occidental.

Pero, mientras duró, la fotografía obrera fue un aldabonazo en la conciencia social, la repentina confirmación de que, por debajo de la superficie de un mundo tranquilo y elegante, rugía una tormenta de injusticias y rebeliones que tarde o temprano saldría a la superficie como una guerra o una revolución.

La lucha de clases. La fotografía de Lartigue es el reflejo elegante de un mundo en decadencia, al borde del abismo pero que ha sobrevivido y en el que las personas están tomadas en su radical individualidad. La del movimiento de la fotografía obrera es el de un mundo revolucionario que se quería emergente y nuevo pero que no se ha conservado y en el que las personas simbolizan grupos, clases enteras y los conflictos que relatan son colectivos.

dilluns, 30 de maig del 2011

Historiadores y falsarios.

Francisco Franco Bahamonde se alzó en armas en 1936 contra el gobierno legítimo de la República que había jurado defender, junto a otros delincuentes militares. Tres días después, el ministerio de la Guerra, por decreto, lo separaba del ejército así como a sus cómplices. Al continuar en su rebeldía, los facciosos, con su jefe Franco a la cabeza, sumieron su país en una terrible guerra civil que duró tres años. La única guerra que el ejército español ha ganado en tres siglos: la guerra contra su propio pueblo. Tanto durante la contienda como después de ella, los malhechores sublevados pusieron en práctica un plan sistemático de exterminio de los adversarios políticos, defensores de la legalidad republicana, mediante la tortura, el asesinato, el secuestro de personas, especialmente niños, las ejecuciones extrajudiciales y el terror. Según diversas fuentes solventes se calcula que entre 1936 y los años 50, los delincuentes franquistas asesinaron a unas 150.000 personas.

En el curso de su dominio usurpado pusieron en marcha una dictadura totalitaria que excluía toda posibilidad de discrepancia de forma que nadie que dijera que el gobierno del criminal Francisco Franco era ilegal se libraba cuando menos de la cárcel. Dado que ahogaron toda expresión que no fuera suya es obvio que ellos y sus seguidores son los únicos responsables de aquel régimen execrable en el que unos facinerosos que regían el país en provecho propio y de sus compinches, hacían como que éste era un Estado al uso ordinario.

Hoy, 36 años después de la muerte del dictador y del restablecimiento de un régimen de libertades, resulta que la Real Academia de la Historia publica un diccionario biográfico en no sé cuántos volúmenes en uno de los cuales se dice que el fascista sanguinario Franco fue un gobernante católico, inteligente y moderado. ¡Moderado! La entrada la firma el historiador Luis Suárez, director de la Santa Hermandad del Valle de los Caídos y hombre relacionado, al parecer, con la Fundación Francisco Franco, ambas asociaciones de extrema derecha dedicadas a embellecer la la obra siniestra de la dictadura. Y lo hace en un texto oficial, pagado con el dinero de todos, incluidos los descendientes de los asesinados por el faccioso sublevado. Algo hemos ganado los españoles: ya no tenemos que escuchar obligatoriamente los encendidos elogios a la clarividencia del Caudillo, salvador de la Patria y centinela de Occidente que le prodigaban los Luis Suárez de turno durante los cuarenta años de la dictadura. Ahora se dice vergonzantemente que fue un gobernante autoritario pero no totalitario.

Al margen de si esa controversia totalitarismo-autoritarismo, enunciada originariamente por Hannah Arendt y luego por Raymond Aron, recogida por Juan J. Linz para caracterizar el franquismo y resucitada por Tusell, sirve para algo más que para embellecer la dictadura y justificar los asesinatos de un régimen ilegal e ilegítimo al que sus 40 años detentando el poder no hicieron más legal ni más legítimo, se da la paradójica circunstancia de que el hagiógrafo de la dictadura, Luis Suárez, más papista que el Papa, oculta que el propio Franco proclamaba a los cuatro vientos que lo suyo era un un Estado totalitario. Asimismo, José Antonio Primo De Rivera, en su famoso discurso fundacional del Teatro de la Comedia del 29 de octubre de 1933, decía que "venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes". Y Ramiro Ledesma Ramos, fundador de las JONS declaraba en Los problemas de la Revolución Nacional-Sindicalista que una de las realidades más sugestivas y profundas sobre la que se apoya nuestro movimiento es su inflexible destino totalitario.

Podría decirse que, si bien estas intenciones totalitarias estaban en el origen del régimen faccioso, posteriormente la realidad de los hechos le obligó a ceder y abandonar el totalitarismo. Pero esto también es falso. El punto 6 del programa de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas, FET y de las JONS, el partido único, decía: "Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical. Nadie participará a través de los partidos políticos. Se abolirá implacablemente el sistema inorgánico, representación por bandos en lucha y Parlamento del tipo conocido." Franco fue el Jefe Nacional de ese partido de siempre, su régimen mantuvo la estructura seudorrepresentativa de la familia, el municipio y el sindicato, los partidos políticos estuvieron prohibidos hasta su muerte y la Cortes no fueron otra cosa que un circo de payasos y mercenarios que aplaudían sus ocurrencias. Es decir, el régimen fue totalitario del principio al final de acuerdo con sus propios postulados y el Luis Suárez que firma ese escrito, un franquista que reescribe la historia adaptándola a sus peculiares convicciones. Un ideólogo y un propagandista de una causa innoble.

En ningún momento de la entrada se dice que Franco fuera un dictador. Sin embargo, la doctrina de su régimen lo ensalzaba como un caudillo por la gracia de Dios. Si un caudillo por la gracia de Dios no es un dictador, ¿qué es? En el colmo no se sabe ya si del dislate o la mala fe, el director del organismo, Gonzalo Anes, en entrevista a El País sostiene que Franco fue un dictador, no creo que haya nadie que no lo reconozca hoy en día, de donde se sigue que Luis Suárez no es nadie o Gonzalo Anes no sabe lo que dice. El resto de la entrada es igual de falso, manipulador y embustero. Otorga al franquismo una Constitución, lo que es llevar el afán de disfrazar el fascismo a extremos que ni los fascistas originarios, que despreciaban las constituciones, alcanzaron y relata las patrañas propias de la hagiografía franquista.

Por lo demás, el mismo director de una Real Academia de la Historia que ha quedado a la altura de los órganos orwellianos en 1984 dice que él no leyó la entrada dedicada a Franco. Sin embargo, sí tenía que saber que Luis Suárez, además del cargo citado, forma parte del consejo de redacción de la revista de ultraderecha Razón Española, fundada por Gonzalo Fernández de la Mora, ministro que fue de Franco, dedicada a enaltecer la memoria del dictador y propagar sus virtudes y en donde se dan cita todos los franquistas de cierto relieve del país. Es decir, cree que la gente no se entera y que se la puede despreciar. Lo único decente que puede hacer el dicho director es retirar de la circulación el libelo que su organismo ha perpetrado con el dinero de todos los españoles, en lugar de hacerse el ofendido y de protestar porque, con toda justicia, se lo critiquen cuando es lo menos que se puede hacer con semejante ignominia.

Añádase a ello que, como muchos de quienes vivieron la dictadura, tiene tal cobardía intelectual que hace suyos como lógicos los abusos de la tiranía. Véase la justificación que da de porqué a su juicio el tal Luis Suárez es objetivo: Es un hombre liberal, que en la época de Franco consiguió que hiciesen catedrático de Historia Medieval a Julio Valdeón, que estaba afiliado al Partido Comunista. Es independiente y un magnífico investigador. Esto es, debemos agradecer como muestra de generoso liberalismo que Suárez hiciera lo que tenía que hacer y por lo que le pagaban que es votar por un hombre para catedrático en función de su competencia y no de su afiliación política. Ese es el triunfo moral del franquismo: meter tal miedo en el cuerpo a la gente que, en el colmo de la abyección intelectual, ésta acaba aceptando como favor y agradeciendo como muestra de generosidad lo que no es sino el derecho a que los demás cumplan con su deber. En verdad, Anes coronaría su obra dimitiendo de un puesto que no ha sabio desempeñar.

diumenge, 29 de maig del 2011

Los propósitos de Rubalcaba.

El Comité Federal del PSOE de ayer sancionó el acuerdo previo a que habían llegado el día anterior los barones y Zapatero: primarias pro-forma con un candidato ungido por los notables del partido, Rubalcaba. Fue el contenido de la entrada del viernes en Palinuro, titulada Solución in extremis. Entre otras cosas allí se decía que la medida del acierto o el error de la solución adoptada la dará seguramente la virulencia de la reacción mediática de la derecha que promete ser intensa. E intensa ha sido. Uniforme, la prensa de la derecha hablaba de "dedazo", excepto El Mundo que lo hacía de "golpe de Rubalcaba". Alguno llevaba su ultrajado sentido de la dignidad al extremo de decir que los socialistas debían pedir perdón al PP o a Rajoy (no recuerdo bien) por acusarlos de hacer lo que ellos mismos han hecho. El famoso mecanismo de la proyección que la derecha domina con maestría. Y como si los casos fueran lejanamente comparables. El nombramiento de Rajoy fue tan dedazo que unos años después, algunos gerifaltes del PP lo cuestionaban y en un caso cuando menos, el de Aguirre, se amagó con reñirle el cargo. En el de Rubalcaba, si ha intervenido algún dedo, ha sido el de múltiples manos. Su designación despide cierto tufo oligárquico, según decía Palinuro ayer, pero de dedazo, nada.

Zapatero y Rubalcaba se lanzaron un par de flores deportivas. El Presidente llamó a Rubalcaba sprinter, capaz de ganar las elecciones en diez meses. Y Rubalcaba coorrespondió calificando a Zapatero de corredor de fondo al que la posteridad reconocerá sus muchos méritos. Así quedó ayer cerrado el destino del todavía Secretario General: listo para el juicio de la historia y solo por aquello de la soledad del corredor de fondo. Cerrada la operación, con el presidente in pectore a las órdenes del presidente en funciones, lo que suceda a partir de ahora no es ni de lejos previsible. Lo único casi seguro es que a las primarias sólo comparecerá Rubalcaba con lo que la medida de su aceptación en el PSOE la dará la proporción de abstenciones y votos en blanco que se produzcan que no parece vayan a ser copiosos.

Rubalcaba, que no es hombre para perder el tiempo porque, siendo mayor, no tiene mucho, ha comenzado bravío, afirmando que sale a ganar y que lo hará con un proyecto ilusionante centrado en el empleo.

Certero lo del empleo porque es la lacra por excelencia, aunque la cuestión no es nombrarlo sino explicar cómo se va a reducirlo. En cuanto al "proyecto ilusionante", hay una conferencia política en el horizonte, que los sociatas han pactado en lugar del temido congreso y es de suponer que en ella se decidirán nuevas líneas de actuación que el proyecto de Rubalcaba recogerá, también de suponer. Dado que el proyecto está por definir cree Palinuro que alguna sugerencia propuesta con la mejor fe puede colarse.

La primera es que el PSOE debe girar a la izquierda. Si no en las medidas de corte económico y social, al menos de momento, sí en las de orden político. Los políticos son el tercer tema de preocupación de los españoles según repetidos barómetros del CIS. Y con razón. En su conjunto la clase política española acumula tal cantidad de privilegios que es un escándalo. El proyecto ilusionante podría empezar detallando medidas concretas para acabar con esta situación de abuso, de sueldos duplicados, triplicados, estratosféricos, pensiones desmesuradas por breves años de servicios, sobresueldos, canonjías, una orgía de cochazos oficiales... Si el PSOE se compromete a acabar con esto ganará muchos puntos en la estima pública.

Asimismo, hay que comprometerse a erradicar la corrupción que no se limita a los privilegios de los políticos ni mucho menos sino que afecta a las relaciones ilegales entre los cargos públicos y los intereses empresariales privados como se prueba hasta la saciedad con el caso Gürtel. Y hay que comprometerse a acabar con la corrupción empezando por la de las propias filas. Porque aunque el PSOE no tiene nada parecido a la Gürtel, aparecen múltiples imputados en sus listas y eso tiene que terminar.

Todo el mundo reconoce que la ley electoral vigente es injusta, que beneficia al PP y al PSOE y perjudica a los demás partidos de ámbito nacional/estatal. Un mínimo sentido del fair play obliga al PSOE a defender la reforma del sistema electoral. El resultado será que PP y PSOE perderán presencia parlamentaria (mucha más el primero que el segundo) y en cambio la ganarán otras opciones minoritarias que hasta ahora están excluidas del Congreso o tienen una representación minúscula. Con un sistema más proporcional, el Parlamento probablemente se escorará a la izquierda no monopolizada por el PSOE.

Palinuro, viejo librepensador, cree que el citado proyecto debe incluir el firme propósito de separar la Iglesia del Estado de verdad. El PSOE tiene que perder el miedo a la jerarquía católica sobre todo porque no por ceder es ésta menos agresiva. Se daría además la ventaja de que no habría que escuchar a monseñor Rouco diciendo que los problemas más serios de los jóvenes están en su alma cuando es obvio que el que más problemas con su alma tiene es el propio monseñor.

Gran parte de esta reorientación a la izquierda implica que el PSOE tendrá que acercar posiciones con el movimiento del 15-M. Éste habrá de darse alguna forma de organización que permita dialogar con él y el PSOE tendrá que designar a su vez alguna forma de comisión para hacerlo; no puede seguir ignorando un movimiento que ha demostrado ser pacífico, multitudinario, maduro y cuyas reivindicaciones, en gran medida, son las de la izquierda.

A este respecto interesa insistir en que el mayor peligro que tiene Rubalcaba (y en el que nadie parece reparar) es la gestión que haga del movimiento de los indignados. Una reacción represiva que desencadenara una oleada de violencia sería un traspiés serio para el sprinter que pondría en riesgo su carrera.

(La imagen es una foto de psoe extremadura, bajo licencia de Creative Commons).

Paseando por la utopía.

Bajo el título Construir la Revolución. Arte y arquitectura en Rusia 1915-1935, el Caixaforum de Madrid acaba de inaugurar una exposición sobre el constructivismo ruso de los primeros tiempos de la revolución bolchevique. Trata de dar cuenta de la influencia de algunas vanguardias artísticas de la época, rusas o no rusas, como el vorticismo, el rayonismo, el futurismo en la arquitectura. La exposición trae alguna obra de pintores como Alexander Rodchenko, el gran Malevich o Gustav Klutsis, autor de muchos de los más famosos carteles soviéticos. Y muestras de diversos edificios construidos bajo las pautas arquitectónicas vanguardistas, obras de Melnikov o Golosov entre otros. Prácticamente todas en fotos, desde perspectivas variadas, lo que permite hacerse idea de los edificios, pero no en maquetas.

En casi todas las edificaciones hay una palpable influencia de Le Corbusier y el alemán Erich Mendelsohn, ambos muy preocupados por hacer un tipo de construcción urbana que fuera funcional, avanzada, y satisficiera necesidades colectivas. Y la verdad es que, con excepción de alguna muestra sorprendente como la Torre de radiodifusión Shábolovka, se trata de obras (fábricas textiles, imprentas, casas comunales de obreros, residencias, edificaciones con fines culturales), que debían glorificar y expandir el espíritu productivista de los primeros tiempos de la Revolución y que recuerdan el espíritu español de educación y descanso en los años cincuenta. Dado que los materiales con que se construyeron los edificios eran malos y no tuvieron la conservación adecuada, muestran una pobre vejez con deterioros difíciles de raparar.

La ambición de construir la ciudad ideal es un viejo anhelo del racionalismo utópico que empieza ya a tomar forma plástica en algunas obras renacentistas, por ejemplo, en la ciudad ideal, de Piero della Francesca, a fines del siglo XV y se desarrolla en algunas de las más bellas obras de Andrea Palladio en el XVI, hasta reaparecer en la pintura metafísica de Giorgio di Chirico que tanto influyó en el surrealismo. La vanguardia rusa acometió ese mismo empeño como un reto revolucionario: la ciudad comunista había de ser un ámbito de belleza y funcionalidad regido por la razón de la historia: el trabajo y la producción al servicio de la emancipación del ser humano. Pero con la implantación definitiva del estalinismo, el realismo socialista y la supremacía otorgada a la producción industrial al servicio del Estado y sus necesidades de defensa militar, todas las ilusiones futuristas quedaron arrumbadas y el desarrollo urbanístico se hizo según lo predeterminado en los planes quinquenales. Así surgieron auténticas pesadillas como Magnitogorsk, en los urales o Akademgorodok en la lejana Siberia. Es decir, el constructivismo quedó finalmente como un intento fallido de dar con un urbanismo y una arquitectura revolucionarios con muestras que hoy se conservan como piezas de museo y que configuran la ironía de que el futurismo pueble el mundo del irrecuperable pasado.

Hay sin embargo en la exposición una pieza por la que ya merece la pena visitarla, que es una de las maquetas del famoso proyecto de Vladimir Tatlin de Torre en homenaje a la IIIª Internacional (en la foto), de 1919. Una sorprendente construcción que recuerda la torre de Babel (al menos en la versión de Brueghel) que había de dominar con su ciclópea estructura metálica todo Leningrado desde una de las orillas del Neva. Jamás llegó a construirse pero el proyecto me ha parecido siempre una muestra extraordinaria y muy bella del espíritu internacionalista bolchevique. Recuérdese que la IIIª Internacional se consideraba a sí misma como "el estado mayor de la revolución mundial". También respondía al espíritu constructivista de la época por cuanto contenía en su eje interior cuatro espacios geométricos distintos, un cono, una pirámide, un cubo y un trapecio que giraban sobre sí mismos a distintas velocidades y que estaban destinadas a albergar distintos departamentos de la IIIª Internacional. Eso en cuanto a sus aspectos funcionales. Pero su estructura alígera y helicoidal trasmite con mucha fuerza el ideal revolucionario del progreso dialéctico que lanza a la humanidad como una flecha a la conquista de los cielos. Como en la torre de Babel. El futurismo era el arte del comunismo y el comunismo era el futuro.

La ironía de la historia quiere que ahora, en cambio, al igual que la corriente artística, sea el pasado.

(La imagen es una foto de tomislavmedak, bajo licencia de Creative Commons).