dijous, 17 de maig del 2007

Municipales: zETAp traidor.

Ánimo que ya sólo quedan diez días para las elecciones municipales y autonómicas. ¿Municipales? ¿Autonómicas? Aquí de lo que menos se habla es de los municipios y de las Comunidades Autónomas, excepto de la Vasca, claro es, por las sólitas razones. En primer lugar el peso de la campaña lo llevan los señores Rodríguez Zapatero, Rajoy y Aznar, un presidente del Gobierno, un candidato a presidente del Gobierno y un ex-presidente del Gobierno, ninguno de los cuales aspira a responsabilidades municipales. Interviene asimismo la jerarquía eclesiástica, cuyo municipio no es de este mundo. Y salvo el señor Rodríguez Zapatero, que habla algo de política municipal, aunque en términos cuasi celestiales, los demás se valen de términos cuasi infernales, pero no se refieren a los ayuntamientos ni por pienso. Tanto daría que hiciera campaña el Rey, en función de ese viejo proverbio español de que "el mejor alcalde, el Rey" aunque, cuando lo intentó Su Majestad, hablando de Irlanda, la derecha desempolvó la guillotina.

El arzobispo de Pamplona, dando pruebas de una exquisita sensibilidad democrática, mínima y casta, como la del poverello d'Assisi, anima a votar en los ayuntamientos a ¡partidos de extrema derecha! de esos que sólo piensan en el Imperio. Los otros dos puntales de la derecha en esta campaña municipal y autonómica, los señores Rajoy y Aznar rivalizan a ver cuál de ellos suelta la infamia más gruesa sobre el presidente del Gobierno, traidor a las víctimas, rompedor de España, vendido, rendido, prosternado, genuflexo ante ETA, pactador con ETA, negociador con ETA, ETA de ETA, De Juana de chiquitos, Otegi tan campante, Batasuna riéndose de los españoles, las instituciones llenas de etarras, como si fuera la carcoma, Navarra profanada como una vestal por los bárbaros del Rh.

La pregunta es ¿por qué la acusación de entrega a ETA? y ¿por qué con esta obstinación, reiteración y contundencia? No es porque haya pruebas de ello; lo contrario es lo que hay, con sistemáticos desmentidos del Gobierno. ¿Por qué entonces? Por la obstinación de ETA de no cumplir sus amenazas, por la falta de atentados. Es fuerte, pero es así. Mientras no haya atentados, hay una posibilidad de que ETA deje las armas y esa es una perspectiva que levanta sarpullido en el PP porque implica que es el PSOE el que abre el proceso de pacificación del Pais Vasco, que es cosa que quiere hacer el PP y, como ya se probó en la "tregua trampa" de Aznar, negociando lo que sea y como sea. Es verdad que es fuerte. Pero es. Un atentado de ETA beneficia a este PP de la claudicación socialista. Fuerte, insisto; pero es lo que ellos mismos piensan:

"Vd., señor Zapatero, ha cedido para que no le pongan bombas y, si no cede, le ponen bombas".
Es decir, la única prueba que el PP está dispuesto a admitir de que el señor Zapatero no se ha rendido a ETA es que le pongan una bomba. Con esa falta de lealtad al sistema democrático, la derecha no merece ganar las elecciones.

dimecres, 16 de maig del 2007

Primarias, primarios y primates.

Después de dos meses diciendo que las próximas elecciones del día 27 serán unas primarias que van a enterarse Pablo Iglesias y estos radicales del PSOE de hoy, viene ahora el registrador de la propiedad, señor Rajoy a decir que, de primarias, nada. Reacciona así a las noticias sobre sondeos, que pronostican un mal resultado para el PP, con pérdidas más o menos cuantiosas y, en el mejor de los casos, conservación de posiciones tras reñidas batallas. Por cierto, seguimos sin saber cuánto gana el registrador, dado que no ha respondido a las diligentes averiguaciones de Miguel Ángel Aguilar en El País, en las que apunta la posibilidad de que, además de sus sueldos, esté cobrando el 25% de los ingresos del registro del que es titular en servicios especiales.

Así pues, las elecciones del 27 de mayo ya no son "primarias". Estaría bien que por una vez corrigieran las derechas su yerro pues enmendar es de sabios. Pero no es el caso, no han enmendado el yerro, sino que han acumulado otro sobre el primero. Las elecciones del 27 de mayo no pueden ser "primarias" en ningún caso ya que sólo son primarias las elecciones para determinar quién será candidato en las siguientes, pero dentro de un mismo partido. No existen elecciones primarias entre partidos distintos. Querían decir que estas elecciones del próximo 27 de mayo serán un "adelanto" de las de marzo de 2008. Y vaya si van a serlo: un adelanto, un anticipo, un avance, una muestra. Se ve a la gente con verdaderas ganas de dar un varapalo electoral al PP que lleva tres años francamente insufrible.

E insufrible sigue. Si ya lo de las primarias era un poco de risa, ¿qué decir de la técnica del disco rayado en relación con la política antiterrorista del Gobierno? Hace falta ser primario para ignorar todas las informaciones y datos y seguir repitiendo machaconamente que el Gobierno ha pactado, está pactando o pactará con ETA, que hay un proceso de rendición en marcha y que ETA-Batasuna (todo es una, Fuenteovejuna) estará en las instituciones porque Cetapé (que es como el respetuoso registrador de la propiedad llama al señor Rodríguez Zapatero en sus mítines) quiere. Esto de insultar cuando se habla, sin parar, qué fascista es ¿verdad?

Llaman "primarias" a lo que no lo son, siguen siendo primarios en la elaboración de sus discursos y, cuando las cosas se complican, incluso por la vía penal, de las muchas que hay abiertas en España a causa de la corrupción municial, reaccionan de una forma tan desaforada y extemporánea que parecen primates. El señor alcalde de Alhaurín el Grande (Málaga), del PP y su concejal de Urbanismo, en libertad bajo fianza de 100.000 € cada uno e imputados en proceso penal por los presuntos delitos de prevaricación y cohecho, han salido de los juzgados afirmando que: "los etarras están en la calle y los humildes detenidos”. “Ésta es la política de Zapatero”. Esta manía de atribuir al presidente del Gobierno todas las decisiones que toman los jueces españoles (hicieron lo mismo en el caso de la señora Pantoja) revela dos cosas: a) no tienen ni idea de cómo funciona la administración de justicia en España, pero insultan a lxs jueces, a lxs que consideran mandadxs del Gobierno. b) Así es como les gustaría actuar a ellxs.


El lindo don Diego.

¡Qué sacrificada vida la de los padres recientes! Con esto de la paternidad responsable no es posible andar por ahí de teatros tanto como fuera del gusto de uno. Ayer pillamos casi de casualidad la última representación de "El lindo don Diego", de don Agustín Moreto (el de "El desdén con el desdén"), que veislo ahí en vera efigie. No me hubiera perdonado perdérmela porque está muy bien.

Es una obra muy galana y lopesca de este autor del siglo de oro de origen italiano que parece lleve la commedia dell'arte en la sangre. Es rápida, ingeniosa, chispeante, en verso rimado corrido y lleno de juegos de palabras. Una vieja fábula, la del carácter afectado, vacío y necio que toma el ejemplo del "Narciso en su opinión", de Guillén de Castro al que le tienen buscado parentesco con el "El soldado fanfarrón" (Miles gloriosus), de Plauto que imita a su vez al alazon del teatro griego. No acaba de convencerme. El lindo no es tanto un fanfarrón como un vacuo pagado de sí mismo. La descendencia del "Narciso" de Castro, en cambio, es evidente. Alguno de los personajes llega incluso a comparar a don Diego con el personaje de la mitología griega. Pero, al margen de otras diferencias muy a favor de la obra frente a su modelo, medio siglo anterior, hay una digna de reseñar porque prueba a qué velocidad evolucionaba la mentalidad en aquellos años del siglo XVII en que los personajes hablaban de viajes transatlánticos con una soltura que muestra que el mundo era español. Ella es que mientras la obra del valenciano se concentra en la intriga de los planes del padre y el modo en que los personajes los frustran, en ésta la acción se fundamenta en una consideración importante de filosofía moral: ¿deben las hijas aceptar sin rechistar la decisión del padre a la hora de adquirir estado o pueden hacer valer sus inclinaciones y sentimientos personales cuando no coinciden con los designios paternos? Sólo el hecho de plantearlo en aquella sociedad tan cerradamente patriarcal es un adelanto y da a la obra de Moreto el carácter de eso que hoy aburre un poco pero antaño era revolucionario, esto es, ser una obra "con mensaje".

De aburrida la pieza no tiene nada. Sobre su carácter de ingenioso enredo, el montaje que ha hecho el director irlandés Denis Rafter y la interpretación de Fernando Conde y lxs demás, le añaden un ritmo trepidante que evita el riesgo de engolamiento que suelen tener las obras en verso rimado. La escenografía mínima e intemporal impide los anacronismos y deja el escenario diáfano, lo que permite al director tratar la obra como una especie de ballet. Para ello ha introducido un coro de tres doncellas a modo de duendes que no me convence gran cosa y ha pautado la representación con algunos breves cortes musicales que, en cambio, sí me parecen un acierto. Era un programa de música rusa fundamentalmente, reconocí "La noche en el monte pelado", las "Danzas polovtsianas", los "Cuadros en una exposición" y "Kalinka", de las otras tres piezas no ando tan seguro. En todo caso, encajaban perfectamente con el escenario diáfano, la magnífica iluminación y la elegancia de los figurines. O sea, un placer.

La interpretación, de altura. Si en la función de estreno los actores acusan el nerviosismo de cómo saldrá la obra, la de despedida se hace con la seguridad de la obra dominada y acabada, la nostalgia del adiós y las ganas de dejar buen recuerdo. Supongo, además, que el teatro esté lleno ayuda mucho. Conde borda el don Diego y la pareja de criadxs/graciosxs, Mosquito y Beatricilla, son el elemento esencial para añadir a la clásica comedia de enredo el elemento liviano de burla y farsa, al que también apoyan las dos primas casaderas.

Este Moreto, que no alcanzó gran éxito en su vida y del que no sabemos mucho, está en esta pieza a la altura de su estricto coetáneo Molière y muestra su misma agudeza y capacidad para retratar a un tipo humano eterno, y fustigar así los vicios de su tiempo y de todos.

dimarts, 15 de maig del 2007

El Tribunal de Estrasburgo, Mister X y aquella conspiración.

Habiéndose aclarado ya que la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del otro día sobre el recurso planteado por don Rafael Vera es una especie de "presentencia" que viene a adelantar el contenido de la sentencia dentro de unos meses, parece que queda algún tiempo para reflexionar sobre este interesante asunto. La "predecisión" invita al señor Vera a determinar el tipo de reparación que estime oportuno, adelantando así que el Tribunal considerará que su proceso y condena a 10 años por el asunto de Segundo Marey fueron injustos, a pesar de mediar una sentencia del Tribunal Supremo español, corroborada por otra del Tribunal Constitucional.

Las relaciones entre el Tribunal de Estrasburgo y las instancias judiciales y jurisdiccionales nacionales de los países signatarios del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, entre ellos España, son complejas y ambiguas. Las decisiones del Tribunal de Estraburgo son obligatorias en los países, pero las del Tribunal Supremo y el Constitucional español son inalterables. De ahí que el efecto del pronunciamiento del Tribunal Europeo sea exclusivamente moral.

Moral, pero con la fuerza de un terremoto. Quienes sostuvimos que el proceso, la sentencia del Supremo y la del Constitucional fueron injustos, tuvimos que callarnos para que no se nos acusara de desacato a la justicia. Pero ¿qué justicia? ¿Qué justicia había en una instrucción realizada por el juez Garzón con el fin de vengarse de quienes él creía que se la habían jugado cuando estuvo en el ministerio del Interior con un cargo del Gobierno socialista? Una instrucción en la que fueron piezas esenciales sicofantes como Amedo. ¿Qué justicia en una sentencia condenatoria del Supremo sin pruebas materiales y basada tan solo en la apreciación subjetiva de dos careos? Un proceso realizado en mitad de un clima de ley de Lynch ¿Qué justicia en la decisión del Tribunal Constitucional dando por bueno este atropello? Ahora, la decisión de Tribunal de Estrasburgo ha venido a levantar la losa que pesaba sobre quienes consideramos que aquellos veredictos eran injustos y a reponer al señor Vera (y, por extensión, al señor Barrionuevo) en el ejercicio de su derecho, conculcado precisamente por los jueces. No lo digo yo; lo dice el Tribunal de Estrasburgo.

Un terremoto. Después de esto queda claro que tanto el señor Garzón como los magistrados del Supremo y los del Constitucional que votaron a favor de la condena (hubo cuatro que lo hicieron en contra) no actuaron como jueces sino como parte de aquella histérica campaña política y mediática de linchamiento que trataba de destrozar al gobierno socialista de entonces, valiéndose para ello de la justicia. Una auténtica vergüenza. Los políticos del PP, los periodistas que los azuzaban (especialmente el señor Ramírez, siempre perejil de estas operaciones turbias) fijaron el objetivo de la cacería en don Felipe González, a quien tildaron de "señor X", ingeniosa denominación que puso en marcha el señor Garzón y que desde entonces han repetido no solamente los miembros y beneficiarios directos de esta conspiración, sino también algunos descerebrados que dicen ser de izquierdas. Para tratar de conseguir su objetivo no dudaron en pasar por encima del derecho a la presunción de inocencia del señor Vera, no vacilaron en condenador injustamente a dos personas, en deshacer sus vidas.

Y esto ¿va a quedar así? ¿Los responsables de este atropello van a irse de rositas? De Ramírez, Álvarez Cascos y otros de esa cuerda, acostumbrados a decir o dejar de decir según les vaya en la feria no hay que esperar nada. Pero el señor Garzón, así como los magistrados que condenaron injustamente al señor Vera y los de Constitucional que sancionaron la injusticia, personas de honor, es de suponer, tienen el deber moral de pronunciarse sobre el parecer del Tribunal de Estrasburgo y decirnos a los justiciables qué opinan del fallo cuando se produzca.

El viaje del Papa.

En América Latina se concentra la mayor parte de los católicos del mundo y es razonable que el Papa acuda a animar a su feligreses. Lo tiene muy claro. Hace unas fechas decía a los peregrinos en Roma con motivo de la meditación mariana del 6 de mayo, que:

"Es mi primera visita pastoral a América Latina, y me preparo espiritualmente para encontrarme con el subcontinente latinoamericano, donde vive casi la mitad de los católicos de todo el mundo, muchos de los cuales son jóvenes. Por eso ha sido denominado el "continente de la esperanza": una esperanza que concierne no sólo a la Iglesia, sino a toda América y al mundo entero".
Es decir, hay que animar a la parroquia. El Vaticano está preocupado por el descenso en la cantidad de católicos del continente y el avance fulgurante de las confesiones evangélicas a las que S.S. considera "sectas", convencido, es de suponer, de que la suya no lo es.

Pero no parece que este Pontífice esté consiguiendo el eco y la resonancia de sus antecesores y mucho menos que sea capaz de encontrar los discursos adecuados a las circunstancias. Ya en otros momentos anteriores ha demostrado una considerable falta de tacto y de diplomacia, cosa extraña tratándose del Vaticano y que sólo puede explicarse por su cualidad más sobresaliente, su soberbia, producto de lo que considera su superioridad intelectual.

Llegar al subcontinente americano con una doctrina reaccionaria, contraria a la teología de la liberación y a los problemas reales de los habitantes no lo va a llevar muy lejos en su empeño. Y como la gente no es tonta, se da cuenta del doble y hasta triple juego papal, lo que tampoco va a procurarle muchas simpatías. Decir que la Iglesia no debe meterse en política y pedir al presidente del Brasil un trato de favor para ella reconocido por el Estado, al tiempo que se encadena un discurso político tras otro interfiriendo en los problemas de la región es un caso patente de doble moral que ha permitido al presidente Lula decir al Santo Padre que Brasil es un Estado aconfesional.

Ponerse a bramar contra el aborto y la contracepción, amenazando con la excomunión de los diputados que voten a favor de la primera cuando en el Parlamento de México D.F. acaba de aprobarse la normativa de interrupción voluntaria del embarazo, equivale a inmiscuirse en los asuntos políticos de otro Estado.

Cuestionar el "autoritarismo" del señor Hugo Chávez es algo que puede caer simpático a quienes, como este bloguero, detestan todos los populismos, incluidos los de izquierdas, pero es otro juicio aventurero procedente del máximo representante de la organización más autoritaria del planeta, el que se otorga infalibilidad cuando habla "ex-cathedra", cosa que aún no ha hecho el señor Chávez, aunque quizá no convenga darle ideas.

Decir que los sistemas marxistas sólo provocaron destrucción económica e ideológica es un overstatement y completarlo sosteniendo que el capitalismo neoliberal produce robo y expolio de las riquezas naturales es un understatement.

La afirmación de que el catolicismo no se impuso a la fuerza a los pueblos precolombinos es una negación tan crasa de un hecho histórico que casi parece que el Papa tome a los latinoamericanos por idiotas. Y algo de eso debe de haber en su sorprendente recriminación final, echando en cara a los católicos latinoamericanos su "machismo", que no me parece superior al del Papa, los cardenales y el resto de castos machos eclesiásticos.

Es posible que las sotanas que rodean al Papa lo convenzan de que ha sido un viaje apostólico muy productivo. Da la impresión, sin embargo, de que haya sido contraproducente. Este alemán de recias convicciones reaccionarias ha ido a un lugar del que ignora todo a adoctrinar a unos seguidores a los que desprecia. En efecto, cada vez es más patente la soberbia del intelectual católico Ratzinger, antiguo Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe.

Vuelta a las andadas.

El blog vuelve a aparecer desconfigurado cuando se visualiza con Explorer y sigo sin tener ni idea de cómo remediarlo, así que, a riesgo de parecer pelmazo, vuelvo a recabar ayuda por si alguien sabe cómo arreglarlo. Seguí los consejos que me dio iokikn hace unos días: reduje drásticamente la cantidad de posts que se pueden visualizar de una vez, dejándolos reducidos cinco días y puse las fotos en el centro. El desperfecto pareció arreglarse. Pero ha vuelto. He llegado a reducir los posts a dos días y hasta he aprendido a poner las imágenes en pixeles relativos, pero sigue saliendo desconfigurado. Así que renuevo mi llamamiento, pido disculpas a quienes vean el blog con explorer y lxs animo a pasarse a Firefox, que se baja gratis de la red y no da tantos problemas como el maldito explorer.


dilluns, 14 de maig del 2007

Reflexión sobre la izquierda (y VII).

Termino la serie que espero haya sido útil. Con todo lo visto, no sé si lo que viene a continuación es en verdad lo que defendía Ségolène Royal en las presidenciales francesas, pero es lo que a mí me hubiera gustado que defendiese, esto es, el programa de una izquierda de hoy para los países del capitalismo avanzado, según mi punto de vista. Sin olvidar que estos países presentan peculiaridades nacionales que no pueden pasarse por alto. No es verosímil un programa internacional completo de la izquierda, como si esto fuera la Komintern, pero sí pueden apuntarse las bases de uno de mínimos que arranca de un breve exordio negativo y sigue con un desarrollo más extenso en positivo.


El exordio negativo implica que, en la medida en que los países capitalistas avanzados son Estados democráticos de derecho, el uso de la violencia para fines políticos debe estar taxativamente excluido y toda opción revolucionaria que implique violencia, descartada. Esta negación debe ser clara, contundente y explícita. Nada hace más daño a las expectativas electorales de la izquierda que la ambigüedad respecto al hipotético uso de la violencia, y no se hable ya del terror, implícito en las confusas proclamas revolucionarias de la franja lunática del radicalismo.


El desarrollo positivo se divide, a su vez, en tres grandes apartados que estructuran el programa de la izquierda actual, engarzándolo con la reformulación de la trilogía revolucionaria francesa: libertad, igualdad, solidaridad.


• Libertad. El sistema político objetivo de la izquierda es la democracia entendida como regla de la mayoría y sufragio universal. La democracia como un fin en sí mismo y no como un medio para la consecución de algún otro sistema político no democrático, con independencia de que sus partidarios lo llamen "verdadera", "auténtica", "genuina" democracia. Esta forma de democracia es la representativa, que pivota sobre la supremacía del Parlamento entre los poderes del Estado. Dentro de ese marco caben sin duda todas las propuestas de profundización de la democracia (democracia participativa, deliberativa, formas de la directa a través de las nuevas tecnologías, etc) que se estimen oportunas. La única condición que deberán cumplir será la de tener la aquiescencia de la mayoría.


El Estado democrático, como Estado al servicio de toda la sociedad, debe estar libre de interferencias de grupos específicos de interés, especialmente los religiosos del tipo que sean. El Estado ha de ser laico, como condición imprescindible para llevar adelante políticas de reformas institucionales que amplíen las libertades sociales de los ciudadanxs en cuanto a las formas de organizar sus relaciones privadas en la vida cotidiana.


El Estado laico democrático basado en la regla de la mayoría debe tener un eficaz sistema de protección de los derechos de la minorías, valiéndose para ello de cuantos mecanismos sean compatibles con el Estado de derecho, desde las formas de la discriminación positiva a favor de minorias desfavorecidas hasta el derecho de autodeterminación de las minorías territoriales de índole nacional que los avatares de la historia hayan incluido en sus fronteras. La mejor garantía de ese sistema es la aplicación estricta del principio kantiano de publicidad de todas las decisiones que afecten a terceros.


• Igualdad. El instrumento más eficaz que la izquierda democrática ha puesto en marcha en pro de la igualdad y la justicia social ha sido el Estado de bienestar (Eb). La prueba a contrario reside en los furibundos ataques que ha venido recibiendo desde la derecha y desde la izquierda no democrática, si bien ésta ha pasado a ser ahora una intransigente defensora del Eb desde que entró en aguas turbulentas de crisis a fines del siglo XX.


El Eb sólo es concebible en una economía de mercado, es decir, capitalista. No hay alternativa de conjunto viable al capitalismo ni a la economía de mercado, como la historia ha demostrado contundentemente. El Eb es una forma corregir y ordenar el capitalismo y de transformar la economía de mercado en una economía social de mercado, basada en la fórmula de "tanto mercado como sea necesario y tanto Estado como sea posible". No es la sustitución del capitalismo por alguna forma de socialismo.


Por tanto, la acción de la izquierda democrática será en pro de políticas igualitarias y redistributivas utilizando todos los mecanismos posibles (financieros, monetarios, presupuestarios, etc) en sede parlamentaria para conseguir los máximos grados de cohesión e igualdad social, compatibles con la competitividad de las respectivas economías.


• Solidaridad. La izquierda democrática tiene un campo de acción nacional y otro internacional. En este último, debe favorecer el crecimiento y el desarrollo de los países del Tercer Mundo, luchando no solamente por ampliar las políticas de ayuda pública y privada al desarrollo, sino también por establecer condiciones de igualdad y justicia en las relaciones internacionales, especialmente las comerciales, que hoy brillan por su ausencia. La consigna que debe presidir la acción internacional de la izquierda es la de "comercio justo".

La izquierda debe dar asimismo una respuesta a la globalización que no puede ser una mera oposición estéril, ya que el fenómeno es imparable y, bien gestionado, positivo. Su acción debe ir orientada a encauzar la globalización, garantizar la libertad de circulación de capitales, mercancias, servicios y personas (lo que implica adoptar una actitud positiva respecto a las migraciones) y, al mismo tiempo, regular los intercambios financieros con propuestas como las de Attac, y garantizar asimismo la igualdad en otros aspectos concretos de la globalización, en concreto los informativos y culturales. Debe asimismo la izquierda arbitrar políticas multiculturales que hagan compatibles la tradición de los valores ilustrados que defiende con las peculiaridades culturales nacionales, cosa difícil, pero no imposible.


Obviamente la acción internacional de la izquierda debe estar inspirada en principios conservacionistas y ecologistas y fundamentada en un espíritu resueltamente pacifista, para lo que habrá de luchar por convertir el unilateralismo agresivo actual de los EEUU con apoyo de la Unión Europea y otros Estados capitalistas avanzados en una forma genuina de multilateralismo. Por supuesto, tampoco esto es fácil, pero debe recordarse que lo importante es arbitrar la políticas para hacerlo posible.


Por supuesto, hay muchos asuntos aquí que cabe matizar, profundizar y expandir. Se trata de un programa de mínimos de la izquierda democrática que permite ver que ese programa existe, no es utópico, sino realista y tampoco se confunde con el de la derecha neoliberal.

El último metro.

Para fomentar el amor al buen cine, la 2 de TVE programó anoche El último metro, de François Truffaut a las tres de la madrugada; de tres a cinco. Y merece la pena. Tengo para mí que sea la mejor película de Truffaut y mira que las hizo buenas. Pero donde las otras son buenas, ésta es excepcional, un peliculón, un prodigio de montaje, de ritmo, de dirección, de interpretación, de música. No es de extrañar que fuera archipremiada. No hay aspecto o detalle, del sonido al color, pasando por los juegos de iluminaciones, que no estén cuidados al extremo de parecer todos espontáneos, independientes y, al tiempo, integrados en una compleja historia que es como la imagen en un espejo del cruce de otras varias historias, ninguna de las cuales es la historia de la peli porque ésta es eso, una imagen, el resultado del entrecruzarse de las otras que no tiene lugar en la pantalla sino en la cabeza de los espectadores.

El relato se articula en tres niveles, uno externo, el París ocupado por los alemanes; otro inmediato, los ensayos para el estreno de una obra de teatro; otro interno, los sentimientos de los personajes implicados en los otros dos niveles, con sus peripecias particulares. A su vez, cada uno de estos planos incide y condiciona a los otros dos a través de un ingenioso mecanismo: un director, judío alemán, Lucas Steiner, (Heinz Bennent) aparentemente huido pero refugiado en realidad en el sótano del teatro, dirige secretamente los ensayos. Para ello se vale de su mujer, Marion Steiner (Catherine Deneuve), la principal actriz de la obra en ensayo, único personaje que actúa en los tres niveles y los comunica. Es de destacar que en cada uno de los planos Catherine Deneuve interpreta un papel distinto: directora del teatro (no de la obra) en el nivel exterior, actriz principal en el inmediato y esposa en el interior, por si alguien tenía dudas sobre la capacidad de esta inmensa actriz, verdadera protagonista de la historia. Lucas escucha los ensayos mediante una especie de tronera y luego imparte sus instrucciones a su mujer cuando ésta acude a verlo por las noches. Esos ensayos, a su vez, son estrechamente vigilados por un colaboracionista francés, un comisario de espectáculos que quisiera cazar a Steiner.

Es frecuente comparar El último metro con La noche americana y es muy cierto en cuanto a la forma de narración, esto es, cómo se monta un espectáculo (una peli en La noche americana y un drama en El último metro) en mitad del torbellino de la vida diaria y cómo incide ésta en aquel y viceversa. Se parecen mucho en el entrecortado y velocísimo ritmo y en el permanente juego de espejos entre la realidad y la ficción teatral; los dos personajes que se enamoran en la pieza se enamoran en la realidad y ello hace más dramática la pieza. ¡Ah, la paradoja del comediante!

Pero lo que complica la historia es el contenido y aquí la referencia es a Jules et Jim, cosa que se menciona con mucha menos frecuencia, probablemente porque J&J no tiene tan buena fama. Y, sin embargo, los paralelismos son muy intensos: una relación triangular de dos hombres, Lucas Steiner y el actor que da la réplica a Marion Steiner en la obra que ensayan, Barnard Granger (Gérard Depardieu), que aman a la misma mujer y una mujer, Marion Steiner, que ama a los dos hombres. Para mayor similitud, de los dos hombres que, además, se aprecian cuando se conocen, uno es alemán y el otro francés y su historia trascurre durante una guerra, la primera en J&J y la segunda en ésta. Y todavía más, en ambos relatos se introduce una referencia literaria alemana de la mano del alemán, claro. En J&J a Las afinidades electivas, de Goethe y en El último metro, a La montaña mágica, de Mann. Referencias que sirven para sublimar la situación triangular y convertirla en una hermosa relación de una especie de serena y feliz pansexualidad.

Me divierte pensar que la penúltima magnífica escena, un sanatorio que es teatro dentro del teatro, es el final de la adaptación que hace Lucas Steiner de La montaña mágica y que Gérard Depardieu es Hans Castorp mientras que Marion Steiner es Claudia Chauchat, pero no estoy seguro porque la imagen que tengo de Chauchat no coincide por entero con la descripción que de la mujer hace Lucas Steiner.

Pero eso son bobadas. El último metro es una obra de arte que mejora a J&J puesto que si ésta era una película de una novela, aquella, si no me equivoco, no viene de novela alguna; es cine puro.

diumenge, 13 de maig del 2007

Reflexión sobre la izquierda (VI).

La crítica de la derecha a la izquierda se ha dado en el terreno institucional y en el de las ideas. Me refiero a la crítica nueva, la de ahora a la izquierda de ahora. No hace falta mencionar la que llamaríamos "clásica", según la cual la izquierda se mueve por utopías pues su postulado esencial, la igualdad, no es realizable y si lo fuera, no sería deseable. Cuando pone manos a la obra, la izquierda solamente alumbra órdenes políticos autoritarios o dictatoriales y sistemas económicos inviables. Todo eso está ya más que visto y refutado.


La crítica actual de carácter institucional es un ataque al Estado del bienestar, considerado el resultado más representativo de la acción de la izquierda. La derecha lo formula en términos comedidos por cuanto sabe que el Estado del bienestar, en cuanto Estado asistencial, goza de mucha popularidad en la opinión pública. De tal forma la crítica apunta al carácter ineficaz, burocratizado, esclerótico y proclive a la corrupción del Estado de bienestar, pero lo hace en nombre de los ideales que el Estado del bienestar se supone que realiza, igualdad, redistribución, etc; es decir, el Estado del bienestar es contraproducente para los objetivos del Estado del bienestar: el salario mínimo es contrario al pleno empleo, los subsidios de paro desmovilizan a la mano de obra y otras argucias de ese tipo.


Con todo, el resultado de esta crítica, especialmente fuerte en los años noventa, ha sido la reforma de los Estados de bienestar; no su desmantelamiento. Estos Estados de bienestar son más o menos avanzados en cuanto al nivel de prestaciones sociales, pero todos ellos se han mantenido, a pesar de que los sectores públicos de las economías hayan desaparecido en los procesos de privatización. Se demuestra así que la categoría del Estado de bienestar no depende del carácter público de las economías, sino del carácter público de los servicios y la amplitud y eficacia de su prestación.


En este terreno la izquierda ha resistido bastante bien el ataque a los Estados de bienestar y ha aportado reformas e innovaciones. La derecha no cuestiona, al menos frontalmente, las instituciones de la seguridad social, las pensiones, los sistemas educativos, la sanidad pública. Como privatizar estos servicios sería perder las elecciones, la derecha pretende cohonestarlos con la gestión privada. Pero sólo el hecho de que ésta sea la propuesta demuestra que la crítica al Estado del bienestar tiene límites claros.


De otro tipo son las críticas a las ideas de la izquierda en sus últimas manifestaciones. Escojo tres ejemplos concretos de muy diverso porte.


• La crítica a la sedicente "superioridad moral de la izquierda". Se oye con mucha frecuencia. La señora Aguirre la formula recurrentemente. Lo que equivale a alancear moros muertos, como se decía en una época en que nadie pensaba en la alianza de las civilizaciones. Lo digo porque no sé con seguridad de dónde sale eso de la superioridad moral de la izquierda. No recuerdo a ningún izquierdista sosteniendo la peregrina tontería de su "superioridad moral". Lo que sí suele pasar es que la izquierda fundamente sus opiniones y propuestas en criterios morales, en valores morales, pero de ahí no se sigue que reclame para sí superioridad moral alguna. Lo sorprendente es que, quienes dicen que en la acción política hay que invocar valores y principios entienda luego que cuando se hace eso mismo, se esté por ello arrogándose una superioridad moral. Esto sólo puede entenderse si alguien deduce que la fundamentación ética de las propuestas equivale a una pretensión de superioridad moral. Es decir, el problema está más en la cabeza que critica que en la cosa que dice criticar.


• La denuncia del "pensamiento único". También un enunciado frecuente en la derecha. Y también sorprendente por cuanto, que yo sepa, esto del "pensamiento único" es una invención relativamente reciente de la izquierda, pero precisamente como crítica a la derecha. Nunca me pareció aceptable el concepto por el contenido ni por la forma. Con él se quería denunciar el intento de hacer prevalecer un modo determinado de entender ciertos fenómenos, especialmente el de la globalización. Pero esto se ha dado muy frecuentemente en la historia. Muchas veces ha habido opiniones dominantes, pero eso no quiere decir que el fenómeno pueda caracterizarse de "pensamiento único". Sea como sea, ahora es la derecha la que dice rebelarse contra el de la izquierda. Es decir, además de su poca fortuna, el "pensamiento único" es un argumento bumerán. Bumerán y degenerativo porque ¿cuál es o en qué consiste el "pensamiento único" de la izquierda, que es una concepción del mundo caracterizada por la diversidad de sus planteamientos?


• La virtud republicana o cómo los valores laicos, civiles, democráticos son más propios de la derecha que de la izquierda. En España, en donde esto de la "virtud republicana" se ajusta mal al recinto político en que se habla, el valor que se enarbola es el "patriotismo constitucional". Otra apropiación indebida de otro concepto a su vez mal empleado. No hemos de entretenernos en el mal empleo sino sólo en señalar que lo que pretende es contrapesar con algo el nacionalismo español. La idea era probar a los nacionalismos no españoles que no tenían que prestar lealtad a otro nacionalismo, el español, sino a una norma jurídica, un producto de la razón orientado al bien común con la Constitución. Ya en sí misma esta propuesta es absurda cuando se piensa en esos nacionalismos no españoles que ven a la Constitución como emanada de la nación española, pero se convierte en ridícula cuando la esgrime la derecha que parte del supuesto de que, en efecto, la Constitución española es legítima y digna de obediencia porque es una emanación de la nación española.


No veo que el ataque teórico de la derecha a la izquierda sea verosímil; pero sí veo que, en parte como consecuencia de ello, la izquierda está en necesidad de explicarse a sí misma y decir cuáles sopn sus opciones en el mundo contemporáneo. Sobre ello, mañana.


Vuelven las manifas parcanteras.

Hacía tiempo que no se veía la bandera fascista de España en una manifa del PP y ayer volvió a salir, como se ve en la foto que saco de El plural, de un artículo de Luis Marchal. Ya están de nuevo en la calle, en las manifas de la AVT-PP, en donde luego el señor Rajoy no las ve, enmarcando la demagogia más desaforada. Porque lxs convocantes y quienes hablan encendidamente en los discurso finales poniendo de relieve la injusticia de que un asesino de 25 personas esté dándose el vidorro en San Sebastián, mienten a mansalva. El asesino de 25 personas ya cumplió su pena y carece de sentido pedir más justicia para él, salvo que se trate de la "justicia de Peralvillo", que es de la que entienden estos agitadores profesionales. El que está dándose el vidorro donostiarra es el De Juana que fue condenado (injustamente, a juicio de muchxs, entre ellxs de este bloguero) por publicar dos artículos bastante malos en Gara. Por lo tanto, quien debería manifestarse hoy en todo caso sería la señora Gallizo, directora general de prisiones y algún otro a quienes, según la sentencia, amenazaban aquellos indescriptibles artículos.

No merece la pena molestarse en explicar lo evidente: en esas manifas en nombre de las víctimas y en contra de De Juana, ni De Juana ni las víctimas cuentan. Esas manifas son algaradas callejeras del PP contra el Gobierno y, a estas alturas, bastante ridículas, con gamberros de postín y sacristía.

dissabte, 12 de maig del 2007

Reflexión sobre la izquierda (V).

Las elecciones presidenciales francesas se han interpretado también como lógica consecuencia del actual desconcierto de la izquierda y vigorosa ofensiva de la derecha. Iniciado con anterioridad al hundimiento del bloque comunista, el fenómeno se consolidó con el triunfo conservador de la era Thatcher/Reagan (lo privado contra lo público) y parece haberse hecho apabullante con la "revolución de los neocons (curiosa afición conservadora al empleo de términos de la tradición izquierdista) y aspecto visible de eso que José ("Pepín") Vidal Beneyto ha analizado en una serie en El País llamada "La derechización del mundo". Cabe interpretarlo como una sustitución de la hegemonía ideológica de la izquierda por la de la derecha.

Conocemos algunos datos significativos. Parte importante de la argumentación neoconservadora ha sido obra de intelectuales izquierdistas que se han pasado a la derecha. Son los extrotskystas estadounidenses, varios antiguos sesentyocheros franceses o los viejos comunistas y hasta "prochinos" españoles. Ya me permití señalar en un post anterior de la serie este interesante fenómeno psicológico/sociológico de la mutación colectiva de racimos de intelectuales antes marxistas, marxistas-leninistas o corrosivos sesentayocheros que sientan hoy plaza de conservadores, tradicionalistas y hasta reaccionarios. A las razones allí apuntadas cabe añadir otra, la de la tendencia intelectual a decir una cosa y hacer otra, a criticar el conformismo y practicarlo, a oponerse al caciquismo y clientelismo y valerse de ellos con frenesí, a valorar la rebeldía del individuo y recitar prontuarios de doctrina.

Sean cuales sean las razones, una de las consecuencias más obvias de ese trasvase masivo es que los teóricos de la derecha conocen y emplean el aparato conceptual de la izquierda porque lo manejaron "desde dentro", igual que José Martí conocía las entrañas del "monstruo" por haber vivido en su interior. Precisamente el concepto que mejor han sabido utilizar en su beneficio ha sido al gramsciano de "hegemonía". Las derechas han comprendido la sabiduría "técnica" que se encerraba en las famosas palabras de Goebbels en el VI Congreso del Partido Nazi en Nürberg, Alemania:

"Está bien tener un poder que descansa sobre los fusiles. ¡Pero es mejor y más satisfactorio ganarse el corazón del pueblo y conservarlo!
Digo "técnica" porque eso, en principio, puede predicarse en pro de las más diversas y hasta contrapuestas doctrinas, esto es, "convencer" en lugar de "vencer". Pero eso ¿cómo se hace? Como lo hacía Herr Goebbels: valiéndose de los medios de comunicación, de la prensa y la radio, organizando y adoctrinando a los "camaradas" intelectuales, orientando a los "camaradas" artistas. Como en la Unión Soviética, en definitiva, en donde había una "ciencia proletaria" y una "justicia de clase" en todo equivalentes a la "ciencia aria" y la "justicia de la raza". En definitiva, mediante el empleo de lo que el marxista gramsciano Althusser llamaba "aparatos ideológicos del Estado" que por supuesto incluían a la universidad, importante centro de fabricación de ideología y doctrina.

La lucha es por "el corazón del pueblo". Por supuesto, también se recurre a los fusiles (los "aparatos represivos del Estado" en la terminología althusseriana) cuando se estima preciso. De momento, sin embargo sólo se estima preciso en la periferia del imperio, en Irak, distintas partes de África, Oriente Próximo, etc. En en el centro, en las viejas metrópolis, todavía se juega al juego de la hegemonía ideológica entre otras cosas porque la derecha puede ganarla y, de hecho, la gana. Testigos, Bush, Sarkozy, Merkel, Berlusconi (hoy de sabático), el giro al conservadurismo en algunos países nórdicos, el reinado des deux pères Ubu en Polonia. Una derecha que ha hecho una amalgama de valores tradicionales conservadores con otros del liberalismo tradicional, formando una especie de vademécum mal avenido que se compone, entre otras cosas, de religión, familia, tradición, autoridad, moral sexual, darwinismo social, individualismo, competitividad, relativismo, pragmatismo y hasta laicismo.

La amalgama se ha impuesto como conciencia de la época a través de tres aciertos dignos de consideración: la retórica, el contenido y la forma:

  • La retórica: es muy de ver cómo el establishment ideológico neocon presenta su empeño como la lucha del David conservador contra el Goliat izquierdista cuando la realidad hace ya muchos años que es la contraria. Las universidades occidentales son hoy centro de fabricación de ideologías conservadoras, como el proceloso mundo de las Fundaciones o los think tanks y, desde luego, los omnipresentes medios de comunicación. ¿Hay algo parecido al imperio Murdoch en la izquierda? ¿Algo similar al Bild Zeitung en Alemania? ¿Al imperio mediático de Berlusconi en Italia? ¿Cuantos medios de derechas hay en España? ¿Cuántos de izquierda? Sólo conozco un periódico de cierto porte de izquierda en Francia, Libération y, tras la crisis económica, la compra por Rothschild y el cese del director, July, tampoco lo es ya. En España no hay ni uno. El País es un diario de centro-derecha liberal que, claro, al lado de los trogloditas de la derecha, casi parece furibundamente anarquista. La izquierda carece de medios, mientras que la derecha los tiene todos. Porque si de televisiones hablamos...

  • El contenido. En la posmodernidad, que ha decretado la muerte de los "grandes relatos", de los sistemas congruentes, cerrados, omniexplicativos y consagrado el imperio de lo efímero, fragmentario, disonante y contradictorio, como herencia ilustrada de desconfianza frente a los dogmas, no se ve con malos ojos la disonancia cognitiva que se manifiesta cuando el PP español, por ejemplo, afirma ser un partido laico, es decir, repica y, al mismo tiempo, va de monago en la procesión. Tampoco que el señor Sarkozy diga que hay que desregular y dar cancha libre a la iniciativa privada mientras promete mantener el llamado "modelo social francés". El contenido se ha hecho tan fragmentario, débil e insignificante como una videojuego.

  • La forma. La derecha parece haber aceptado el principio de legitimidad democrática (que se basa en la regla de la mayoría, consagrada en la preeminencia del Parlamento en el juego institucional), a pesar de que tradicionalmente ha preferido la legitimidades dinástica y carismática. Aquí se da otra de las disonancias cognitivas más llamativas, la que rechina en la fórmula de "monarquias parlamentarias", consagrada en los textos constitucionales, conjuntamente con su hermano el oximoron de "monarquías democráticas". Ello no obsta para que la derecha siga su sorda batalla por vaciar de contenido a la democracia valiéndose para ello de una sistemática deslegitimación del Parlamento. La Asamblea Nacional francesa de la Vª República, como se sabe, no tiene reservada la plena competencia legislativa y, en otros países, por ejemplo en los EEUU, se insiste en detraer de los poderes parlamentarios competencias decisivas en la función de dirección política, especialmente la de presupuestación, a base de imponer un límite constitucional a la capacidad del Congreso para aprobar presupuestos con déficit. Un principio que se ha convertido también en requisito y exigencia para los países de la EU que, cuando pasan de ciertos límites incurren en procesos sancionadores, aunque no siempre porque aquí opera la ley del embudo, esto es, según quien incurra en el comportamiento sancionable.

    La hegemonía de la derecha en el mundo occidental (en el caso de otros "mundos" podría debatirse, pero no me parece descabellado considerar que el Islam, de traducirse a términos políticos occidentales, se sitúa en el conservadurismo y me quedo corto) se ha desplegado en un frente muy agresivo de crítica a la izquierda cuyos principales argumentos consideraremos mañana.

  • En manos del pasado.

    En el corazón del Madrid de los Austrias, a escasa distancia de San Francisco el Grande, tiene mi amigo Ramón Adell (en la foto, con un servidor; el otro es Héctor) en un viejo y agradable local, un tesoro documental e iconográfico, una impresionante colección de publicaciones, folletos, panfletos, carteles, estampas, cromos, fotos, cintas, videos, pins, clips, insignias, medallas, bolígrafos, ceniceros y todo cuanto pueda imaginarse correspondiente a los años de la transición española. Parece mentira que en tan angosto espacio (aunque sabiamente distribuido) quepa encontrar tanta muestra viva de una realidad muerta.

    En mitad de la acumulación, Ramón, que es uno de esos estudiosos que ha convertido su vocación en una devoción y ésta en una obsesión, parece desmaterializarse, proyectarse sobre el objeto que saca de un cajón, acariciándolo con la palabra, como si lo descifrara. Iba a decir eso tan socorrido de que en el local ramoniano (sí, sí, porque algo de "ramoniano" tiene esa afición por los objetos, algunos de los cuales, una plancha de hierro, o una careta antigás de la primera guerra mundial recuerdan readymades), parece detenerse el tiempo. Pero no es verdad; el tiempo se detiene y se solaza en el exterior. En el interior se agita y sobresalta, vuela hacia atrás y hacia delante, como en una misteriosa navette, viaja desde un diploma formado de puño y letra por los golpistas del 23 F a una foto actual del rey en traje de campaña, y retorna a una placa del somatén franquista. Porque, una vez que te has aventurado por los recovecos de la memoria, puedes ir a buscar las raices de la transición a la dictadura de Primo.

    En el mes de junio, con motivo del trigésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas, Ramón inaugura una exposición de su material en el centro de la UNED de "Escuelas Pías" en Lavapiés. Ya avisaré con anterioridad, por si alguien se anima a ir. He visto las dispositivas del material y merecerá la pena.

    El espíritu coleccionista se reproduce por mitosis cuando encuentra otro objeto de su pasión en torno al cual general un nuevo núcleo. Así, el tesoro iconográfico de la transición española comparte ya espacio con uno muy distinto, aunque relacionado con él por el proceso que simboliza: la transición rusa. En la primera foto, la vitrina del fondo exhibe una abigarrada colección de insignias, pins, medallas y medallones soviéticos y si se mira con atención en la segunda foto, en un anaquel del fondo, justo encima de la cabeza de Ramón, se vislumbra una matrioschka ucraniana cuyo personaje exterior es Viktor Yushchenko. La orden de Lenin, la orden de Octubre...como quien dice la Orden del Imperio Británico, la de Alfonso X el sabio con la diferencia de que aquellas son muestras en noble metal de un Estado que se ha desvanecido como la Atlántida, dejando tras de sí una variadísima chatarra simbólica que Ramón recoge, ordena y clasifica con la misma meticulosidad con que Rousseau recogía hierbas del campo.

    El Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

    La sentencia del TEDH dando la razón al recurso presentado por Rafael Vera contra su condena en el Tribunal Supremo español equivale a una oleada marina que afecta de lleno a la Justicia española. Sin efectos jurídicos directos, plantea una cuestión moral que debiera provocar algún tipo de reacción.

    De entrada, desde luego, quienes sin hacer ninguna concesión a los GAL defendimos siempre que el proceso contra Vera y Barrionuveo era injusto, ya desde la vengativa instrucción del juez Garzón; quienes pensamos que la sentencia del Tribunal Supremo era injusta porque se condenaba a los acusados sin pruebas materiales incontestables y en base a unos careos entre Sancristóbal y García Damborenea por un lado y José Barrionuevo, ex-ministro del Interior, por el otro, donde el tribunal apreció subjetivamente la culpabilidad de Barrionuevo estamos de enhorabuena, aunque la sentencia sólo afecte al señor Vera, que es quien ha recurrido.

    Ya nadie podrá devolver a Vera y Barrionuevo el tiempo que perdieron en la cárcel pero ahora caben varias posibilidades: andar con mayor precaución en el nuevo e inmediato proceso que espera al señor Vera; buscar el modo que jurídicamente sea viable para reponer al señor Vera (y, por extensión, al señor Barrionuevo) en el ejercicio de sus derechos quebrantados y de su dignidad lesionada, con pública exposición de aquel clima de acoso que desde unos medios (siempre los mismos, empezando por El Mundo, como hoy) llevaron a una administración torcida de la justicia, y caiga quien caiga; analizar la función de los medios de comunicación y su colusión con los políticos que llevó a una situación tan irrespirable en la que, en buena medida, la sentencia venía ya preescrita en las intervenciones del poder político. ¿O nadie recuerda al señor Álvarez Cascos, vicepresidente por entonces del Gobierno, declarando que si el Supremo no fallaba en el sentido que a él y a los suyos convenía defraudaría a la sociedad?

    Y una última cuestión: ahora resulta que quienes se solidarizaban a las puertas de la cárcel de Guadalajara no sólo no eran cómplices, como han estado insinuando políticos y periodistas de la derecha, sino ciudadanos dignos que protestaban contra los abusos.

    No sé cómo, pero hay que hacer algo porque se reconozca públicamente la ignominia de aquellos años y cada cual quede en el lugar que le corresponde. Quienes orquestaron tamaño atropello, desde el juez Garzón, hasta el periodista Ramírez, pasando por los políticos del PP que lo alentaron y se beneficiaron de él, no pueden irse de rositas.

    divendres, 11 de maig del 2007

    Reflexión sobre la izquierda (IV).

    Una de las opiniones más extendidas sobre la consecuencias de las recientes presidenciales francesas es que el Partido Socialista tendrá que "refundarse" y decidir si trata de mantener su espacio propio y abrirse a los centristas de Bayrou (al fin y al cabo, una derecha civilizada) o busca un terreno común con las formaciones a su izquierda, comunistas, trotskystas, alterglobalizadores. Es un dilema característico de la socialdemocracia desde hace mucho tiempo, prácticamente desde que, a raíz de la Iª Guerra Mundial, la IIª Internacional se escindió, dando lugar a la IIIª, la comunista. Ayer quedé en postear sobre las diferencias dentro del campo de la izquierda, especialmente socialdemócratas y comunistas.

    Esa tensión en la socialdemocracia estalló inmediatamente después de la muerte de Engels, en 1895, en el llamado "debate del revisionismo". Bernstein y otros sostenían que el fin revolucionario, la sustitución de la sociedad capitalista por la socialista, era irrealizable y que la socialdemocracia debía actuar con criterios reformistas, pero sin cuestionar el capitalismo. Rosa Luxemburg, Karl Liebcknecht y otrxs, mantenían que eso era una traición y que el partido debía preservar su objetivo revolucionario. Las dos tendencias convivieron mal que bien dentro del partido que tenía dos programas, el "máximo" y el "minimo". Algo parecido pasó con el PSOE en los años treinta, en su seno convivían un alma reformista y un alma revolucionaria.

    La ambigüedad socialista se resolvió por fin en el caso alemán cuando en el famoso congreso de Bad Godesberg, en 1919, el SPD aceptó el capitalismo. Era manifestar por escrito lo que ya practicaban muchos partidos socialistas europeos, esto es, la economía de mercado, la democracia no estaban en discusión. Frente a ellos, los comunistas mantuvieron el fin revolucionario y, aunque participaban en la política democrática, seguían pensando en la democracia como una etapa hacia el socialismo, que presuponía la abolición del capitalismo y del mercado. Se trataba de una izquierda revolucionaria. Mientras existió el bloque de los países del llamado "socialismo real", se mantuvo este enfrentamiento entre las dos fuerzas de la izquierda. Hubo un intento de desligar a los comunistas occidentales de los países comunistas a través de una propuesta que se llamó "eurocomunismo" en las años setenta y que, en lo esencial, consistía en presentar partidos comunistas que aceptaran la democracia como un fin en sí mismo. El intento, especialmente en Italia, Francia y España, tropezó con el inconveniente de que ese espacio político estaba ya ocupado por el socialismo democrático.

    Al hundirse el bloque soviético, a comienzos de los años noventa, se abrió una crisis de supervivencia en los partidos comunistas que se habían quedado sin referente. Desde entonces el comunismo en las sociedades democráticas ha ido perdiendo presencia y relevancia políticas. No siendo capaces de dar una explicación del hundimiento del "socialismo realmente existente" (que había dejado de existir como por arte de magia), ni de justificar su existencia o explicar su programa a partir de ese momento, unos partidos comunistas simplemente se disolvieron, otros se "refundaron" a veces como grupos meramente testimoniales y otros entraron en alianzas electorales con otras formaciones de izquierda para hacer lo que el coñac según el famoso poema de garcía Lorca, que "se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas".

    Esa es la diferencia entre las dos izquierdas occidentales: el socialismo no cuestiona el capitalismo, el mercado y la democracia y se concibe como una izquierda reformista y el comunismo sí cuestiona el capitalismo y el mercado, pero no, en principio, la democracia, en lo que constituye una formulación inverosímil e imprecisa. Forma parte de esta dicotomía el hecho de que los comunistas suelan negar la condición de "izquierda" a los socialistas por haber abandonado la finalidad revolucionaria anticapitalista y los socialistas, a su vez, nieguen esa misma condición de "izquierda" a los comunistas por entender que no son democráticos.

    Desde el punto de vista de este humilde bloguero ambas formas son la izquierda, lo que sucede es que la propuesta revolucionaria es hoy una perspectiva bastante confusa en las sociedades capitalistas avanzadas sobre la que pesa el colapso del sistema soviético y que no hace ganar elecciones, mientras que el socialismo reformista tiene una tendencia recurrente a dejar de lado sus políticas reformistas y adaptarse a las exigencias del guión del mercado capitalista.

    El ejemplo más claro de lo anterior puede verse en los avatares del Estado del bienestar. La fórmula es claramente socialdemócrata y socialdemócratas (junto a democristianos en muchos casos) quienes la pusieron en marcha y cosecharon grandes éxitos en la segunda posguerra. Pero también fueron socialdemócratas (en la estela de los neoliberales) quienes, a partir de los años ochenta, reformaron drásticamente los Estados del bienestar y privatizaron prácticamente todos los sectores públicos en las economías capitalistas.

    Y en ese juego entre una izquierda democrática reformista y mayoritaria, que alterna gobiernos con la derecha y, a veces, en alianza con ella, y la izquierda revolucionaria, minoritaria sin esperanzas reales de formar gobiernos como no sean locales, se mueve hoy la polémica entre la izquierda y la derecha actuales acerca de lo que dire algo mañana.

    "Tory" Blair se retira.

    El señor Blair dijo ayer que el 27 de junio presentará su dimisión como Primer Ministro (PM) a la Reina. Pone así fin a 10 años de mandato en los que ha ganado tres elecciones generales con mayorías abrumadoras las dos primeras, esto es, 179 diputadxs en 1997 y 164 en 2001, y muy holgada en 2005, de 66 diputadxs. Ha sido el PM más joven del Reino Unido y el socialista que más tiempo seguido ha gobernado. Vino abanderando una concepción del "nuevo laborismo" llamada Tercera vía, básicamente teorizada por Anthony Giddens y que, en lo esencial, era el tradicional pragmatismo anglosajón aplicado al mundo de hoy.

    Muchxs dirán que Blair será recordado por haber puesto al Reino Unido al servicio de la política exterior de los EEUU y, sobre todo, por su participación en la criminal aventura del Irak, acerca de lo cual, el PM ya en funciones dijo que había hecho "lo que creía era justo". Es posible, pero nunca se sabe quién sí y quién no será recordado y por qué motivo. Aparte de su desastrosa política exterior también se le echa en cara su política económica, considerada una continuación del thatcherismo, aunque haya tenido la suerte de haber coincidido con un ciclo de coyuntura alta, lo que ha permitido mitigar los malos efectos sociales de todo thatcherismo.

    Pero Blair también ha sido el PM de otros actos de gobierno por los que asimismo merece ser recordado: en primer lugar, la implantación del salario mínimo, del que Gran Bretaña había carecido hasta entonces. Y no menor importancia, a mi juicio, tiene su reforma constitucional, es decir, la reforma de la Cámara de los Lores que se ha democratizado y la "devolución" (esto es, descentralización política) de poderes a Gales y Escocia, que aún no tienen ni una parte de las competencias que tiene en España el País Vasco. Y, en este terreno, su logro más importante ha sido la pacificación del Ulster.

    ¿Pesarán todos estos aciertos lo suficiente para contrarrestar el baldón del Irak en la memoria de las gentes? El tiempo lo dirá. Lo que está claro es que se va un hombre que ha marcado una época, un "animal político" pleno al que quizá perdieron sus "malas compañias", los señores Bush y Aznar. ¿A quién se le ocurre?

    Blogorismos.

    La alcaldada.

    Leo en el InSurGente que el alcalde del PSOE de Espera (Cádiz), Luis Fernández Jurado, piensa rifar un piso entre quienes asistan a sus mítines. Y ha habido gente que ha cuestionado el carácter reciamente español del PSOE; que si la E de las siglas ya no priva o que si el partido quiere entregar España al enemigo. Rumores falsos, alarmismos. ¿Hay algo más español que una buena alcaldada?


    Los candidatos

    Ayer vi en TeleMadrid el debate de los tres candidatos a la alcaldía de la capital. Vaya sobo que dio Ruiz Gallardón al señor Sebastián. Pero ¿cómo se le ocurre a este paracaidista poner en solfa la dedicación del alcalde a los asuntos madrileños? El señor Sebastián no es ni concejal y al otro le han salido los dientes prácticamente dedicado al Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, a veces como oposición, a veces como gobierno. Lo habrá hecho mejor o peor , pero lo ha hecho. No, en política no vale todo.


    En huelga de hambre.

    El señor Julián Muñoz, exalcalde de Marbella, hoy en la cárcel, ha cesado en su huelga de hambre a menos de una semana de haberla comenzado, de un modo tan inexplicable como inexplicable fue su comienzo. Han tomado el relevo cuatro de los acusados en el juicio del 11-M, tres presuntos autores intelectuales (sic) y un supuesto autor material. Ya veremos cuánto aguantan estos, aunque por sus costumbres religiosas estarán, supongo, acostumbrados a ayunos y penitencias. Pero una cosa es el Ramadán y otra no probar bocado durante días y días y días y sin un motivo claro que lo justifique. En fin, que Alá los ilumine que no sé yo si las huríes los querrán famélicos.

    dijous, 10 de maig del 2007

    Reflexión sobre la izquierda (III).

    Abordamos ahora la cuestión pendiente de qué sea la izquierda y qué la derecha. Como carecemos de una definición nítida, universalmente aceptada, cosa frecuente en el vocabulario de las ciencias humanas, tendremos que tratar de construir una concepto razonable y distintivo. Para ello volvemos al momento histórico en que aparece el término, la Asamblea Nacional de la revolución francesa, nos preguntamos qué defendía cada uno de los dos bloques y el asunto está claro: la derecha defendía el mantenimiento del ancien régime, con el Rey a la cabeza y la izquierda defendía su abolición, con el Rey también a la cabeza.

    Pero ese debate ya no es actual. Al ancien régime se lo ha llevado el vendaval de la historia, aunque parte de la izquierda sigue cuestionando la Monarquía allí en donde existe. Y, sin embargo, según vemos, sigue habiendo izquierda y derecha. No es buen camino, por tanto, tratar de buscar nuestro concepto en el qué se debatía tanto como en el cómo se debatía, esto es, bajo qué presupuestos. Para la izquierda el ancien régime era injusto porque consagraba privilegios y, por ende, desigualdades. Esa injusticia no era parte del orden inmutable de las cosas, del orden "natural" o de la voluntad divina, sino producto de la actividad de los seres humanos y de las relaciones entre ellos y cabía ponerle remedio, eliminarla, mediante la acción de esos mismos seres humanos, cambiando las dichas relaciones entre ellos. Frente a esta concepción, la derecha no experimentaba el régimen de privilegios como injusto, lo consideraba parte del orden natural (o divino) de las cosas y no pensaba que fuera necesario transformarlo mediante la acción humana. Es más, tenía la peor opinión de las teorías que justificaban tal intervención que pronto se conocería con un nombre que hizo fortuna a lo largo de los 200 años posteriores, la revolución. Basta leer las diatribas de Edmund Burke, pensador conservador por antonomasia en contra de las aberraciones "anarquistas" de las declaraciones de derechos a las que otro conservador, Jeremy Bentham, llamaba "falacias anarquistas".

    Ahora sí, ahora parece que hemos encontrado unos criterios que permiten distinguir la izquierda de la derecha por encima de las cuestiones contingentes de la historia y atribuir el marchamo de izquierda o derecha a comportamientos anteriores a la revolución francesa (recuérdense las palabras del Manifiesto del Partido Comunista) y posteriores a ella, hasta el día de hoy. La izquierda cuestiona el orden existente cuando lo considera injusto, consistiendo la injusticia básicamente en las desigualdades entre las gentes, cree que dicha injusticia es resultado de la organización social y propone cambiar ésta al estar convencida de que ello es posible.

    Y esta forma de razonar ¿qué es? Tampoco estamos muy seguros. El término ideología no es muy feliz. Los marxistas le dieron un tinte poco recomendable al vincularla con las condiciones materiales de existencia y, en definitiva, equipararla a una forma de conciencia falsa. Como nadie quiere tener una "conciencia falsa", la ideología era siempre la que tenía el adversario y no uno mismo. Tampoco la versión, digamos vulgar, no marxista, de ideología como conjunto más o menos congruente de ideas tuvo mejor fortuna desde que Daniel Bell y otros, a veces muy conservadores y hasta ultrarreaccionarios, como Gonzalo Fernández de la Mora, diagnosticaron el fin de las ideologias en la época feliz del capitalismo desarrollado y la sociedad de consumo. Más wagneriano, Fernández de la Mora lo llamaba el crepúsculo de las ideologías. Recuérdese la anécdota de los años 7o: "¡Afíliate al Partido Comunista! ¿Y qué hago con el seiscientos?"

    Si la izquierda (y la derecha) no son ideologías, ¿qué son? Algo así como "concepciones del mundo", "cosmovisiones", Weltanschuungen, en la medida en que este concepto filosófico diltheyano ha ido, digamos, popularizándose y convirtiéndose un poco en un término "passepartout": una forma de ver las cosas, que tiene tanto que ver con las cosas mismas como con nuestra forma de ser, la educación que hemos recibido, la socialización que hayamos tenido, las Erlebnisse de Dilthey, traducidos por Ortega como vivencias de cada cual. Si no se toma como un abuso del autor de La rebelión de las masas, podría entenderse como un sistema de ideas y creencias al mismo tiempo, entendiendo las creencias, ya se sabe, como aquello en que "se está".

    Se es de izquierdas y "se está" en la izquierda, lo cual quizá ayude a entender ese curioso y muy frecuente fenómeno de que, en el curso de la biografía de las personas, un porcentaje apreciable de éstas evoluciona de la izquierda a la derecha. No me refiero a evoluciones dentro del Lager de la izquierda entre posiciones, digamos, más o menos moderadas, sino un vuelco completo, un cambio de concepción del mundo o Weltanschuung de la izquierda a la derecha, una experiencia estadísticamente frecuente en nuestras sociedades, que no se compensa, sin embargo por unas trasferencias similares en el otro Lager. Los cambios de la izquierda a la derecha son muy frecuentes; los de la derecha a la izquierda, escasísimos. Volveré sobre los casos prácticos de esta mudanza dentro de un par de posts. Aquí me limito a dejar constancia de que sucede y la única explicación que se me ocurre es que, como son cambios biográficos que suelen caracterizar a la juventud y la edad madura (no hay cuidado, que no vuelvo sobre las edades de la vida, aunque son muy ilustrativas al respecto) parece obvio que la cosmovisión juvenil es más proclive a la izquierda que la madura. ("Quien a los veinte años..., etc).

    Lo que me interesa ahora y será objeto del post de mañana, es investigar las transformaciones y cambios dentro del campo de la izquierda y específicamente, las relaciones entre sus dos mayores corrientes en la parte más importante del siglo XX, esto es, los socialdemócratas y los comunistas, tratando ambos de responder a la cuestión de qué actitud se adopta ante el capitalismo (el equivalente del ancien régime al día de hoy y qué sentido tiene que ambas corrientes se nieguen mutuamente el derecho a autodesignarse como izquierda.

    Satánicas sotanas.

    Monseñor Fernando Sebastián, Arzobispo de Pamplona se ha pasado veinte pueblos, recomendando a sus feligreses que voten por:

    "Comunión Tradicionalista Católica, Alternativa Española, Tercio Católico de Acción Política, Falange Española de las JONS."
    Si ya está mal que los curas digan a la gente lo que tienen que votar, peor lo está que, además, le digan que vote a la extrema derecha. Vamos, que suena a nacionalcatolicismo del 39.

    Monseñor Sebastián se queja de que sus palabras se han sacado de contexto. Es la excusa que ponen siempre quienes meten la pata cuando se les calienta la boca. También la señora Botella, esposa del señor Aznar dice que las palabras de su marido se han sacado de contexto. Pero eso es imposible porque las palabras de Aznar nunca tienen contexto pues suelen ser unas memeces achuladas y entrecortadas que carecen de toda estructura y relación interna. En el caso del Obispo sí hay contexto y Monseñor Sebastián añade a su petición de voto una consideración que parecería animar a un voto meramente testimonial:

    "Todos ellos son partidos poco tenidos en consideración. Tienen un valor testimonial que puede justificar un voto. No tienen muchas probabilidades de influir de manera efectiva en la vida política, aunque sí podrían llegar a entrar en alianzas importantes si consiguiesen el apoyo suficiente de los ciudadanos católicos."
    Reintroducir el contexto en las observaciones de Monseñor Sebastián sólo indica que la gente puede pronunciarse sobre si Monseñor Sebastián es un fascista o un merluzo o ambas cosas a la vez. En todo caso, me apunto a la campaña de no pagar a la Iglesia en la declaración de Hacienda que ha puesto en marcha Manuel Rico y he sacado de su blog, Periodismo incendiario.

    dimecres, 9 de maig del 2007

    Reflexión sobre la izquierda (II).

    Entre los comentarios que llueven sobre las presidenciales francesas vuelven dos característicos leit motive de las derechas desde hace muchos años: uno dice que por azares del destino y algunas otras causas menos abstrusas la izquierda, antaño identificada con los avances, el progreso, la innovación, se ha hecho retardataria, mientras que la derecha, que pasaba por eso mismo, está hoy pletórica de iniciativa, empuje y renovación. Todavía me bulle en la cabeza un libro de Vázquez Rial llamado La izquierda reaccionaria. El otro comentario, más radical y más antiguo que éste, dice sencillamente que la contraposición izquierda-derecha carece ya de sentido, que está superada.

    Empezando por la última: la oposición izquierda-derecha es muy antigua. Probablemente tanto como la humanidad. Lleva este nombre, como sabemos, desde la Revolución francesa pero me da la impresión de que ésta no hizo sino bautizar more geometrico una dicotomía humana que se pierde en la noche de los tiempos. Dicen Marx y Engels en su famoso Manifiesto del Partido Comunista que:

    "Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes".
    Esto es, el Manifiesto interpreta la historia en el sentido de oposiciones binarias que algunos llamarán maniqueas. Suele decirse que las visiones maniqueas son simplificadoras y por tanto desaconsejables. Según y cómo porque también son reflejo de la estructura misma del ser. El mundo, con nosotros dentro, se nos aparece a base de contraposiciones maniqueas: luz/oscuridad, materia/espíritu, bien/mal, día/noche, vida/muerte. Nada, pues, de extraño que la política en cuanto actividad humana se organice asimismo maniqueamente.

    A las contraposiciones de Marx y Engels podríamos añadir bastantes más: creyentes/no creyentes, colonos/colonizados, globalizadores/globalizados y, en la forma nítidamente política que le dio Carl Schmitt y resume todas las demás, con independencia del tiempo y el espacio, amigo/enemigo, inteligente trasunto del "opresores/oprimidos" del Manifiesto. En todas estas contraposiciones políticas podrá siempre descubrirse una "izquierda" y una "derecha", especialmente en la dicotomía autorreferencial schmittiana.

    Así que hay izquierda y derecha para rato. Es más, es la única contraposición vigente en todas las sociedades políticas contemporáneas. Por ello aburre citar al bueno de Alain cuando, ya a comienzos del siglo XX, hace 100 años, decía que quienes niegan la vigencia de la dicotomía izquierda-derecha son siempre de derechas. Y así sigue siendo. Y eso cuando no son directamente fascistas. ¿No decían los joseantonianos que ellos no eran de izquierdas ni de derechas, "sino todo lo contrario"? Se trata del complejo de la derecha de negarse a sí misma como Pedro al Señor y su deseo de emborronar el cuadro. Pero no conozco a nadie de izquierdas que no se reconozca como tal. Es más, las diferentes izquierdas rivalizan por apropiarse el término y, de paso, negar su uso a las demás, como si fuera un copyright.

    El segundo comentario, el de la izquierda "reaccionaria" y la derecha "innovadora" es una variante pobre del primero. Si se miran bien, todos los "cambios", las "innovaciones" de la derecha consisten siempre en una propuesta de volver a una situación anterior. El neoliberalismo quiere volver al liberalismo del mercado irrestricto. El señor Sarkozy quiere volver al orden, la autoridad, la jerarquía y que los niños se levanten cuando entre el profe en clase. El señor Bush quiere volver a la idea de la creación divina de las especies. Las derechas españolas, a Isabel y Fernando. Toda "innovación" de la derecha es en realidad una restauración. Si, frente al intento, la izquierda, a veces (no siempre) defiende lo ya conseguido o establecido, sólo se le podrá llamar "reaccionaria" a base de sofismas. Defender el derecho del trabajo y la contratación colectiva, por ejemplo, frente al intento de la derecha de retornar al régimen de indefensión contractual de los trabajadores del primer capitalismo no es reaccionario; lo reaccionario es lo otro. Y, como eso, todo: la izquierda sigue siendo la rupturista e innovadora en todos los órdenes de la vida porque eso es lo que es esencialmente la izquierda, disconformidad con el presente e intentos de superación en base a fórmulas nuevas de las que unas son más felices que las otras. Mientras que la derecha se opone a toda mudanza con uñas y dientes y, cuando propone algún cambio, es para retornar a un estadio previo. Llamar a eso innovación es hacer demagogia.

    Por supuesto, las consideraciones anteriores valen para todos aquellos cambios sociales que están dentro de lo que los seres humanos pueden razonablemente planificar, moderar, programar, reformar. Asimismo hay cambios que se producen de modo espontáneo, con independencia de los criterios programáticos de las concepciones políticas y frente a los que cabe pronunciarse, tomar posiciones, prevenir consecuencias, pero sería absurdo sostener que es uno u otro quien los haya iniciado. Nadie puso en marcha el capitalismo que no es el resultado de la aplicación de programa o "blueprint" alguno; como nadie puso en marcha la globalización, que arrancó cuando lo hizo y ni siquiera estamos de acuerdo sobre cuándo lo hizo, dándose diferencias de criterio de cientos de años.

    Es a la hora de reaccionar frente a las concretas relaciones de fuerzas de las distintas etapas sociales donde la izquierda se distingue claramente de la derecha. Ésta aceptará el orden constituido como esté y entenderá que, si hay que cambiar para mejorar, será regresando a algún punto anterior. Mientras que la izquierda, disconforme con ese orden constituido, tratará siempre de negarlo y superarlo, buscando fórmulas nuevas, no ensayadas con anterioridad. Claro esto es como cuando los químicos esperan al resultado de una reacción antes de pronunciarse sobre la naturaleza de un compuesto. Asimismo nos obliga a precisar algo más qué sea la izquierda y, por extensión, la derecha, lo que queda para mañana. Pero algo está claro: hay izquierda, hay derecha y no son lo que los propagandistas de la derecha dicen que son.