diumenge, 12 de juny del 2011

La mirada vacía.

El Museo Arqueológico Nacional tiene una exposición de retratos de Fayum que merece mucho la pena ver. Son trece piezas procedentes del British Museum de llamados retratos de momias de El-Fayum y pintados entre el siglo I a.d.C. y el III d.d.C. Y no deja de ser curioso que vienen en el marco del certamen anual de PhotoEspaña que, al parecer, los considera antecedentes remotos de la fotografía. Retratos son, desde luego, y con algo de ironía, teniendo en cuenta que se pintaban con fines directamente comerciales, como tareas de pintores artesanos greco-romanos en talleres egipcios, pueden asimilarse a retratos de Photomaton. Son tablas de madera pintada a la encáustica o al temple (en esta exposición son todas encáusticas) que representan del modo más fiel y realista posible a una persona concreta que hacía de modelo póstumo. Pretenden ser reproducciones exactas de lo que era alguien en vida y en la flor de la edad (básicamente la treintena) dado que su finalidad era que cada alma pudiera encontrar su cuerpo luego de la muerte para hacer juntos el viaje del más allá. Son retratos de ciudadanos del Imperio romano, personas privadas que, por vivir en Egipto, se hacían momificar. Porque ahí es donde está el meollo del cruce de tres culturas, tres civilizaciones, la griega, la romana y la egipcia.

En Egipto está el misterio, en ese Egipto que es el verdadero inventor de la inmortalidad del alma y en el que se buscan mil habilidades para hacer que cada cual, provisto de su respectivo ka se reúna con ella y parta al largo viaje de la noche del que no se vuelve. Pero, materialistas como eran al mismo tiempo (si no, no dejarían alimentos junto a los cadáveres y momias para que estos pudieran alimentarse en el más allá) y desconfiando de las potencias del alma, le proporcionaban estos retratos para que no se equivocara fatalmente en la elección pues no creían que el alma fuera omnisciente. Así que estos retratos de Fayum, que tanto recuerdan la retratística renacentista (bastante de ella también póstuma, por cierto) con la modestia de su soporte en madera, son en el fondo la pintura más metafísica que quepa contemplar.

Todos los retratos están de frente, tienen los ojos abiertos y nos miran. Pero no nos ven porque sus ojos no están abiertos para ver, pues el modelo está muerto, sino para ser vistos e identificados por un alma que antaño podía salirse por ellos. De ahí que su mirada esté vacía. Son los ojos de los muertos, que miran pero no ven.

dissabte, 11 de juny del 2011

Petición al Congreso.

Ayer presenté en el registro del Congreso de los Diputados la petición para que éste inste al Gobierno a retirar el diccionario franquista de biografías y a pedir la dimisión del director de la Real Academia de la Historia, don Gonzalo Anes. El contenido textual de la petición se encuentra en Palinuro, Petición al Congreso de los Diputados. Lo hice a título personal y como administrador de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia, que ya cuenta con 1676 adhesiones. Quien quiera sumarse puede hacerlo en la página. También se agradecen adhesiones de gente que ayude a difundir la petición para que tenga mayor respaldo. La intención es escribir otra petición al Rey puesto que, según la Constitución, ejerce el "alto patronazgo" de las Reales Academias. Quiero oír al Rey diciendo si cree o no que Franco era "católico, inteligente y moderado", como lo define su biógrafo, Luis Suárez, en un alarde de objetividad y neutralidad o de libertad de expresión, según sentencia el director de la Academia, Gonzalo Anes en otro de lo que me parece cinismo. Porque significa que lo que dice la Academia es cosa de opinión (terreno en el que debe respetarse la libertad de expresión) y carece de toda base científica (terreno en donde la libertad de expresión está limitada por los hechos) con lo que es de preguntarse qué clase de Academia es una de opinión y en qué se diferencia de una tertulia de la radio.

A algunos, esto de ejercer el derecho de petición les parece una filfa porque presuponen que la democracia española no funciona. Y es posible que sea así; pero no se podrá saber si no se utilizan los medios que los ciudadanos tenemos a nuestro alcance para hacerla funcionar. Las quejas sobre la falta de democracia en España, que Palinuro comparte en buena medida, tendrán más peso cuando se compruebe que la ciudadanía ha agotado las posibilidades de hacerse oír sin conseguirlo. ¿Cuántas veces se ha utilizado el mermadísimo derecho de iniciativa popular? ¿Cuántas peticiones de alcance nacional se han dirigido al Congreso? Y hay motivos sobrados.

Por ejemplo, hay por lo menos un partido legal que se llama Falange. La Falange era el partido único y oficial del franquismo, del que Franco era el Jefe Nacional en ausencia del Ausente, el equivalente del Partido Nazi en Alemania o el Fascista en Italia. En ninguno de estos países es legal un partido nazi o fascista. En España, sí. Y, siendo legal, se querella por lo criminal contra un juez de la Audiencia Nacional por razones políticas, y la querella prospera. ¿No deberían los ciudadanos demócratas pedir al Parlamento que inste al Gobierno a que solicite la ilegalización de la Falange, con independencia de que sea o no aquella a la que pertenecía Aznar? Y como éste hay cientos de ejemplos. Palinuro no puede presentar docenas de peticiones pero brinda la idea de que los ciudadanos demócratas creen una central de peticiones, por así decirlo. Si no lo hacen, que no se quejen luego de que los políticos van a lo suyo, que sólo cortejan la voluntad del pueblo cada cuatro años y que el resto del tiempo se dedican a desmovilizar la ciudadanía.

Nos guste o no sólo la ciudadanía moviliza la ciudadanía y eso significa compromiso, trabajo, molestias y cierto riesgo. Quien no esté dispuesto a afrontarlos, que no se queje de falta de oportunidades para participar en las decisiones que le conciernen. Y sobre todo que no incordie enturbiando las cosas y entorpeciendo la movilización ajena. Por ejemplo, desanimando con el cuento de que, como "todos los políticos son iguales", no merece la pena hacer nada. Ese es un discurso falso que cala bien en el movimiento del 15-M y que lo hace irrelevante porque le permite formular sus agravios y sus propuestas de soluciones pero no proponer los medios prácticos de ponerlas en práctica.

Bastantes de las muy razonables reivindicaciones del movimiento 15-M pueden ser objeto de petición y no solamente al Congreso. Otras requerirán proposiciones o proyectos de ley que el Parlamento tendría ya que estar negociando con el movimiento. Pero este no tiene órgano negociador alguno que lo represente ni las autoridades han constituido comisión o comité que pueda recibir las propuestas y debatirlas con los proponentes. Pongo un ejemplo suficientemente claro: ¿no debería el movimiento 15-M estar presente de algún modo en las negociaciones tripartitas entre los sindicatos, la patronal y el gobierno? ¿Es razonable que quienes más han padecido la crisis y los que padecerán las reformas que los negociadores acuerden, los jóvenes, no puedan decir nada al respecto?

Palinuro sostiene que la consigna de Democracia real ¡ya! es muy deseable y así lo ha dicho. Pero no es un conjuro, a su enunciado no cae la democracia real del cielo como el maná sobre el pueblo elegido, sino que hay que conseguirla, ganarla, conquistarla y para eso no basta con deliberar en las asambleas con todo y ser las deliberaciones imprescindibles porque están constituyendo un ejemplo práctico de la teoría habermasiana de la democracia discursiva o dialógica.

Suele invocarse el ejemplo de Islandia. Pero las diferencias son abismales. Al margen de muchas otras hay una decisiva: los islandeses eligieron un nuevo Parlamento con mandato constituyente. Para hacer eso en España falta un trecho.

divendres, 10 de juny del 2011

Escucha, izquierda.

El movimiento M-15 es una realidad multifacética, casi proteica, muy extensa... e imprevisible. Nunca se sabe qué forma tomará o en dónde se manifestará. Se coordina por el "todos y ninguno" que decía Palinuro ayer a través de asambleas y en la gran asamblea virtual de internet que tiene un ámbito de debate teórico en profundidad, con documentos, citas, pruebas, controversias en Facebook y una brigada de intervención ligera en Twitter, mediante la cual se transmiten consignas a toda velocidad en un sistema de red que carece de una pauta de organización, una jerarquía y, por tanto, no se puede desorganizar ni descabezar.

El movimiento es un fenómeno nuevo y obliga a considerarlo con mente abierta, alejada de esquemas y fórmulas. Además hay que tratarlo con la dignidad que merece, como un acto de recuperación de la voluntad popular y dejar de considerarlo un mero problema de orden público. Pasar la interlocución del ministerio del Interior al Congreso. Es el Congreso el que tiene que hablar con el M-15; no los antidisturbios.

Porque, además de no ser un peligro de orden público dado que se ajusta a un estricto pacifismo, tiene, en parte por ese mismo pacifismo, un enorme apoyo en la opinión pública. Me atrevería a decir que, a estas alturas, hay tanta gente que se siente representada en las acampadas como en el Congreso, si no más. Para probarlo bastaría un sencillo experimento: póngase a referéndum alguna de las propuestas del 15-M, por ejemplo, luchar contra la corrupción y que, entre otras cosas, los imputados no puedan ir en listas electorales. ¿Cuál se cree que sería el resultado?

Es obvio, la fuerza moral del 15-M es su sólido respaldo en la gente que se mantiene por el pacifismo a toda costa y porque no responde a las provocaciones. Sin embargo la fuerza moral no es todo. Falta la material. Desde luego que ocupar la calle es mucho. Es acabar con el monopolio del espacio público de los medios de comunicación, los partidos, las instituciones y las grandes organizaciones, desde la banca a los sindicatos, pasando por la iglesia. Por cierto, ¡qué callados están los curas! Hasta la fecha sólo se ha oído a monseñor Rouco decir que los jóvenes de hoy tienen problemas con su alma que es como decir que, si vives, respiras. Me da que están asustados con la que se puede montar en la venida del Papa si el 15-M sigue hasta julio, que tiene toda la pinta y más. Porque el Papa viene a encontrarse con la juventud. Precisamente. Mira que si llegan aquí decenas de miles de jóvenes del mundo entero y deciden montar un consejo mundial de la juventud a su modo. La Spanish Revolution irradiando al mundo entero. Pero ocupar la calle, sobre todo civilizadamente, por sí solo no hace cambiar las cosas. Para eso hace falta más fuerza material.

Aunque no mucha. El sistema político que se encuentra el 15-M está muy podrido. Es una democracia formal, sí, pero no real. Esto de la democracia real, que figura como emblema iniciático del movimiento (DRY) no hace referencia a la vieja distinción izquierdista entre democracia formal (burguesa) y democracia material (socialista) sino a la mucho más pedestre entre las formas y los contenidos. Se guardan las formas, pero se quebrantan los contenidos. El sistema no obedece a la voluntad popular sino a la de los partidos políticos que tampoco se refieren a aquella sino que son la voluntad de una oligarquía que conforma una clase política atenta a sus intereses como clase antes que a los de sus representados.

El sistema está corrupto a extremos bíblicos. ¿Cómo puede Juan Cotino poner un crucifijo en la mesa de les Corts valencianas cuando en ellas se sienta lo más granado de la imputación del caso Gürtel? ¿Cómo diantres pone a su Dios a presidir un patio de Monipodio? Porque todo da igual y el crucifijo pinta aquí tanto como lo hace en los colegios en los que los curas abusan de los niños.

¿Y cómo puede la Real Academia de la Historia publicar una biografía de Franco en la que se le tilda de "católico, inteligente y moderado", "autoritario pero no totalitario", poco menos que providencial y en modo alguno un dictador o un represor? Porque la corrupción del franquismo ha contagiado las instituciones democráticas. A propósito, séale permitido a Palinuro recordar que tiene abierta una página en Facebook con la causa Retirad el libelo franquista de la Academia, que tiene 1.618 adheridos y por si alguien quiere firmar.

La clase política en general es honrada pero hay un buen puñado de excepciones que clama al cielo y en el que se encuentran presidentes autonómicos, consejeros, decenas de alcaldes, concejales. Asimismo esa clase política disfruta de escandalosos privilegios y sin excepción alguna: los alcaldes los presidentes de comunidades autónomas se ponen los salarios que quieren, muchas veces estratoféricos. Y toda la clase disfruta de privilegios de pensiones, jubilaciones, retiros, compensaciones que nadie traga con gusto. Y por si esto fuera poco, Bono suprime un día de trabajo de sus señorías. Muchas veces lo más irritante de los privilegios no son los privilegios en sí sino la falta de sensibilidad para verlos.

La podredumbre del sistema es tan clara que son los mercados quienes gobiernan, quienes imponen sus decisiones a los órganos políticos que hace tiempo que no representan la soberanía popular. Por eso no es muy delirante considerar que el 15-M va adquiriendo modales y conciencia de poder constituyente que es lo que, en definitiva, corresponde a una revolución. De ahí que en el curso de los debates de los acampados suenen voces que piden eso, una nueva Constitución.

Llegados aquí es evidente que la izquierda, toda la izquierda, tiene que reaccionar haciendo suyas las reivindicaciones del 15-M que siempre lo fueron hasta que por los compromisos con el orden capitalista fueron abandonándolas. La única objeción que se me ocurre que pueda esgrimir la izquierda para seguir tan claramente alejada del 15-M es la necesidad de tener en cuenta el impacto de las reformas que se piden sobre el crédito del país y, en definitiva su estabilidad económica y financiera. Pero ese es un argumento en el que es perfectamente posible ponerse de acuerdo. El movimiento no niega que haya que hacer sacrificios; si hay que hacerlos, se hacen. Lo que el 15-M exige es que se repartan con equidad. Lo que no puede ser es que multitud de estadísticas muestren que es la renta salarial la que viene bajando desde hace veinte años mientras que los beneficios crecen, que el índice de Gini revele desigualdades crecientes, que los responsables directos de la crisis no solamente salgan indemnes de ella sino que, además, se enriquezcan con la penuria pública. Por eso esto es una revolución.

(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 9 de juny del 2011

El rojo y el negro

Esto que se está produciendo bajo nuestras narices es una revolución. Una que no sigue ningún modelo conocido pero que incorpora tácticas de otras varias aparte de las propias y originales. Es una revolución roja y negra. Roja porque muchas de sus reivindicaciones son de la izquierda de toda la vida; negra porque su modo de formularlas y organizarse es espontáneo, no premeditado o programado, al estilo anarquista. La revolución va desarrollándose según se producen los acontecimientos de la vida colectiva. Las asambleas se han convertido en un parlamento ciudadano interconectado entre barrios, entre ciudades mismas a través de las redes sociales. Las redes son el programa. Todos y nadie.

Así, todos y nadie han decidido trasladar la asamblea de Sol al Congreso de los Diputados. Las decisiones asamblearias recuerdan siempre los soviets de la revolución bolchevique, aunque su composición humana era muy distinta pues consistían en obreros y soldados. Pero el traslado a la Carrera de San Jerónimo actualiza las imágenes de la Revolución francesa con la Asamblea Nacional legislando bajo presión de los sans culottes que habían tomado las galerias de la augusta sede.

Es como una escalada de la revolución que viene en cierto modo caldeada por la muerte del joven a causa de la carga de los Mossos d'Escuadra en la Plaza de Cataluña. (Corrección del día 8: esta noticia de la muerte parece haber sido un bulo). La cuestión es si el Congreso puede legislar bajo la presión de la calle. Si pueden hacerlo las asambleas de las Comunidades Autónomas.

En el fondo la cuestión es si el Estado español (en realidad, cualquier Estado) puede enfrentarse a una contestación ciudadana masiva pacífica, en buena medida movida por un sector de la población que tiene tiempo para movilizarse precisamente porque está en paro. El enfrentamiento que mediante tácticas políticas de color negro (de movilización colectiva espontánea anarquista) se abre ahora tiene un intenso color rojo porque se trata de saber si hay alguna posibilidad de evitar el despido libre y gratuito, que es lo que los empresarios exigen ante una situación de tan elevado paro. El paro es la causa de la revolución y su medio de lucha.

Cuanto más se enconen las cosas, más difícil será llegar a acuerdos. Palinuro cree que le falta ya tiempo al Parlamento para debatir en uno de los plenarios que tan oportunamente quiere suprimir Bono cómo reaccionar frente a la revolución de los indignados. La verdad no se comprende que todavía no haya ni una miserable comisión parlamentaria ad hoc para establecer cómo tratar con la revolución. Y la tienen encima.

(La imagen es una foto de sergi MD, bajo licencia de Creative Commons).

Semprún: puro siglo XX.

Se lee mucho que Semprún es un autor de la memoria y que es la memoria del siglo XX. Ambas cosas a la vez no pueden ser y no son. No es solamente el escritor de la memoria; es imposible porque, aparte de revivir la memoria, escribe el presente, su presente, que duró la última mitad del siglo XX. Memoria y presente dan una mezcla explosiva en la que se fragmenta el autor para alcanzar de forma muy distinta una cantidad sorprendente de vidas ajenas en las cuales sus presentes son a su vez memorias; o también presentes, pero de otros. Hay que ver cuánta gente y de cuántas andaduras de la vida se siente interpelada por la existencia de Semprún. Unos hablan, otros callan, pero a nadie ha dejado indiferente. Amores y odios suscitó; a veces en la misma persona. Los del Holocausto lo cuentan entre los suyos. Cierto que con sus más y sus menos. Pero eso pasa con todas las asociaciones que se hagan con Semprún. También los literatos de las nuevas formas de narrativa y los intelectuales comunistas y los políticos españoles y la intelligentsia del Quartier Latin y los comunistas no intelectuales y los españoles y los franceses y su propia familia y hasta él mismo. Siempre aparecen sus más y sus menos.

Como escritor, que es lo que fue toda su vida, además de otras aficiones a las que le llevó un espíritu aventurero, lo equiparan con Camus, con Malraux y cabe encontrarle otros parangones, Silone, Koestler, escritores marcados por su experiencia con el comunismo y que también habían participado en conflictos sociales, políticos, militares. Al respecto tiene asimismo un toque estadounidense, entre Hemingway y Nelson Algren. Pero, incluso como escritor, no se asemeja solamente a escritores; por ejemplo, tenía una relación muy estrecha con Yves Montand, del que fue biógrafo y al que se parece bastante. Semprún se permite el lujo de ser muchos otros autores (lógicamente coetáneos) porque, en cambio, su objeto es siempre el mismo: él. Tantos él que da la impresión de que el tema de fondo de su obra, y de su vida, es su identidad. La identidad del hombre con muchos atributos.

A Semprún lo expulsa Carrillo del Partido Comunista en 1964 junto a Fernando Claudín. Algunos que entonces teníamos veinte años nos habíamos radicalizado a la izquierda, haciendonos pro-chinos y la escisión claudinista nos parecía derechista. Sin embargo no pasaría mucho, un par de años, para que quedara claro, al menos para mí, que los claudinistas tenían razón. Y su crítica era muy pertinente, le gustara o no al aparato anquilosado del PC o a los frenéticos maoístas. La escisión produjo dos testimonios: un pesadísimo informe de Claudín con todo tipo de documentos y una película de Alain Resnais con Yves Montand, cómo no, y Semprún en el guión. Una película impresionante, la película de Federico Sánchez y su desencantamiento del PC. Los prochinos aparecen fugazmente, como un revoloteo de gauchistes de café.

Me gusta más Semprún como guionista que como novelista. El largo viaje y Autobiografía de Federico Sánchez (el otro Federico Sánchez se despide de ustedes no es literatura sino una especie de ajuste de cuentas) están bien, pero no alcanzan la fuerza, el dramatismo de La guerra ha terminado y, sobre todo, de Z. Claro que esta última, que es un pedazo de peli, es como una confluencia de genios: Costa Gavras en la dirección, Mikis Theodorakis en la música, Yves Montand, Jean-Louis Trintignant, Jacques Perrin y Renato Salvatori como actores. Pero todo eso se convierte en lo que es gracias a la historia del asesinato de Lambrakis contada por Vasilis Vasilikos de la que Semprún sacó un guión impresionante. Esa es una película inolvidable.

Todo el mundo recuerda que Semprún era noble, descendiente de Antonio Maura y de una familia de senadores, alcaldes, etc., pero no he visto citada (lo que no quiere decir que no lo haya sido) una relación muy interesante en su vida: la de Constancia de la Mora Maura que no estoy seguro de si era su tía o su prima. Le sacaba veinte años y podía ser su tía pero también su prima. En todo caso, su pariente. De la Mora publicó un libro muy significativo antes de morir prematuramente en un accidente con 44 años más o menos, Doble esplendor, un libro que fue durante muchos años un texto canónico de la interpretación comunista de la guerra civil que traía dos luceros añadidos: era la historia contada por una mujer y de la clase alta. En realidad, un libro de propaganda que, según parece, no escribió ella, sino una novelista del Partido Comunista de los Estados Unidos, como parte de una opeación de propaganda de la Komintern. En ese mundo de compromiso político más allá del juicio moral, de conflicto militar, de desarraigo familiar, de constitución de una vanguardia revolucionaria que se le fue entre los dedos como el agua de los líquidos de Bauman, de fidelidad a una idea en cuyo triunfo definitivo se había dejado de creer, se agita la vida y la obra de Semprún que es como la parábola de la izquierda europea en el siglo XX. La parábola en busca de la identidad que parece recalar en la convicción europeísta.

(La imagen es una foto de Frachet (Own work) , bajo licencia GDLF).

dimecres, 8 de juny del 2011

¿Y aquí no hay disputa de los historiadores?

En los años ochenta del siglo XX en Alemania se dio una disputa o controversia de los historiadores (Historikerstreit) en la que participaron muy ilustres historiadores, como Ernst Nolte o intelectuales de la talla de Jürgen Habermas. En esencia el punto en debate era la naturaleza del nazismo, si podía o no considerarse algo propio de Alemania y su tradición o era producto de influencias exteriores, ajeno al "espíritu germánico" y, en definitiva, si cabía dar por cerrado ese episodio de la historia que pesaba (y pesa) como una losa sobre la conciencia alemana o si había que seguir manteniendo el recuerdo para que aquella monstruosidad no se repitiera. Por supuesto el asunto se debatió con la seriedad y la Gründlichkeit o meticulosidad que caracteriza a los alemanes y también con la sinceridad y la honradez que a su vez distinguen los debates intelectuales en Europa. No hubo una solución definitiva, ni siquiera salomónica, porque esas cosas son imposibles en las ciencias sociales, históricas, del espíritu o idiográficas (como las llamaba Rickert), pero sí se consiguió que las gentes interesadas pudieran forjarse un juicio fundado acerca de un fenómeno que afectaba a su pasado y, en buena medida, condicionaba su futuro por cuanto determinaría la memoria que transmitirían a sus hijos.

Al margen del punto concreto en cuestión (que, por lo demás nos es cercano a los españoles dados los amores primeros de Franco hacia Hitler) es obvio que este episodio apunta a una necesidad que experimenta toda colectividad, toda comunidad (Gemeinschaft, en el sentido de Tönnies), en cuanto sujeto colectivo: la de encontrar un terreno común de entendimiento en el juicio que les merece el pasado, especialmente si es conflictivo, la posibilidad de constituir un imaginario colectivo en la tradición lacaniana.

Sirva esto como introducción para enfrentarnos al último golpe de mano por el que un sector de la historiografía española, probablemente minoritario, amparado en una posición institucional de poder a la que llegó mediante las prácticas de la dictadura, ha intentado imponer con engaños y a la fuerza, en forma de trágala, un juicio de parte sobre nuestro pasado reciente, en concreto la dictadura de Franco, pretendiendo que los españoles aceptemos como cierto un dictamen exculpatorio de aquel criminal, sino claramente ditirámbico. Algo parecido a lo que, por medios más nobles, desde luego, intentaron los historiadores conservadores alemanes con el nazismo.

Se trata de un atentado, uno más, de los herederos y admiradores del fascismo español a la memoria democrática del conjunto de la comunidad (Gemeinschaft) nacional, como los franquistas hicieron siempre durante cuarenta años y, muy especialmente, una afrenta a aquellos historiadores españoles y extranjeros que no solamente no comparten esta visión parcial y militante, sino que están enfrentados a ella.

El choque tiene una importancia difícil de exagerar para la conciencia colectiva y es una llamada de atención al sentido de la responsabilidad de los historiadores que no comulgan con la visión fascista de la historia que la Real Academia pretende imponer en lo relativo a la guerra civil y el franquismo así como en algunos otros puntos controvertidos de nuestro pasado. Es cierto que algunos de estos historiadores, los más prestigiosos y/o combativos en defensa de la verdad, han escrito artículos manifestando su oposición a esta visión falsaria de la historia. Pero han sido voces aisladas, independientes, que honran a quienes las han alzado mas hacen poca mella en el conjunto del conflicto.

Y lo cierto es que éste no puede quedar así. El ataque proviene de un baluarte institucional, financiado con el dinero de todos, un lugar amurallado en el que juegan influencias, prebendas, privilegios y desde el que se ha perpetrado un secuestro organizado de la verdad, en beneficio de la minoría de siempre y que requiere una respuesta condigna en el mismo terreno.

Es hora de que los historiadortes demócratas y liberales, sorprendidos en su buena fe por esta agresión desde la caverna ideológica, se organicen, se coordinen y pongan en marcha una respuesta institucional al nivel del ataque. La respuesta no puede descansar exclusivamente sobre los hombros de una ciudadanía crítica pero lega en historiografía. Palinuro está encantado de dar la cara como ciudadano demócrata, pero los profesionales de la historia no pueden seguir ausentes de algo que los concierne como personas y como especialistas. Además solamente así podrán servir de garantía para que otros colegas quizá más jóvenes, con menos influencia, pero con igual amor por la verdad se sumen al empeño sin miedo a las represalias que este manojo de curas, semicuras y fascistas revenidos puedan ejercer y que, a no dudar, ejercerán porque está en su torcido espíritu.

Es hora de que se responda al reto que este franquismo redivivo ha lanzado con su habitual petulancia cuartelaria y de que se abra en España -quizá también en Europa- una Historikerstreit sobre las consecuencias de la única dictadura fascista que las potencias democráticas toleraron inmoralmente para desgracia del pueblo español. Nos la deben.

dimarts, 7 de juny del 2011

Petición al Congreso de los Diputados.


PETICIÓN AL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

En ejercicio del derecho de petición, reconocido en el artículo 29 de la vigente Constitución española, desarrollado por Ley Orgánica 4/2001, de 12 de noviembre, reguladora del Derecho de Petición, un grupo de ciudadanos eleva esta petición al Congreso de los Diputados a través de sus grupos parlamentarios excepto el del PP en nombre de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy, que cuenta con 1.152 adherentes por el momento:

Petición al Congreso de los Diputados en nombre de la página de Facebook Retirad el libelo
franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy.


Excmo. Sr.:

Como bien se sabe, en un golpe de mano perpetrado en la oscuridad y la manipulación de las covachas, la Real Academia de la Historia (RAH) ha publicado un sedicente Diccionario Biográfico nacional (DBN) que es un ataque a las convicciones morales hoy imperantes en la Humanidad. Constituye asimismo una agresión a la memoria democrática de nuestro pueblo que tuvo que soportar casi cuarenta años de tiranía impuesta por un militar perjuro y felón convertido luego en dictador sanguinario y genocida. Por supuesto, las consideraciones que siguen se refieren a las entradas profranquistas del DBN y no afectan a las que han escrito otros muchos historiadores honrados y colaboradores intachables que han padecido el descrédito provocado por un puñado de propagandistas sin escrúpulos.

El escándalo producido por semejante tropelía ha puesto de manifiesto que esa decisión se tomó con conocimiento de causa en un intento deliberado de falsear la historia de España al estilo orwelliano que hace bueno el famoso apotegma de que la historia la escriben los asesinos. Sólo así se explica que la biografía del criminal Francisco Franco se encargara a un rendido admirador de éste quien ha declarado que siente un profundo desprecio hacia la democracia, que la ha plagado de falsedades y que en otros casos se han seguido iguales criterios de manipulación propagandística que desprestigia un empeño colectivo.

Ante la indignación de la opinión pública, el escándalo de los profesionales de la historiografía y de reputados intelectuales españoles y extranjeros, los académicos, en una vergonzosa Junta Extraordinaria, han aceptado a regañadientes enmendar estas demasías pero con medias tintas, haciéndolo sólo en la edición digital pero no en la de papel. Con ello añaden a la falsedad el ridículo al permitir que una obra historiográfica diga cosas distintas acerca del mismo objeto según el soporte en que se haga.

Los mismos académicos han negado a la opinión pública la necesaria explicación sobre sus mentiras al respecto ya que, cuando el Director de la Academia afirma que fue Luis Suárez quien pidió hacer la biografía de Franco y el mismo Luis Suárez asegura que fue la Academia quien se la encargó, prima facie uno de los dos miente, quizá los dos. ¿Merece nuestro país una Academia cuyos académicos mienten en público? ¿No debiera dimitir uno de ellos, quizá los dos?

Es evidente que la citada indignación pública ha obligado a estos admiradores de la dictadura a reconocer parcialmente su fechoría. Pero sólo parcialmente porque la indignidad de los servidores del despotismo es coriácea. Es, pues, necesario dar un paso más y obligarlos a retirar ese atentado contra la objetividad histórica y las convicciones morales de la mayoría de la gente.

El Congreso de los Diputados que, con el Senado, es el depositario de la soberanía popular no puede permanecer indiferente ante este desafuero y debe, a nuestro juicio, implicarse en la lucha por el restablecimiento de la verdad falseada por los secuaces y herederos de quienes hace setenta años anegaron España en sangre y le impusieron un régimen de terror totalitario que duró cuarenta.

Por esta razón, la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy que, en este momento cuenta con 1.153 adherentes solicita de los representantes populares que apoyen la iniciativa de Izquierda Unida de forzar una retirada del DBN mediante una moción parlamentaria no de ley que inste al Gobierno a pedir a la Real Academia de la Historia que recoja la edición en curso y rehaga las entradas franquistas, antidemocráticas o simplemente falsas, al tiempo que solicita la dimisión del señor Gonzalo Anes quien, obviamente, no está a la altura de su misión.

Dado que, según la Constitución de 1978, corresponde al Rey el alto patronazgo de las Reales Academias, la citada página de Facebook, como paso siguiente, escribirá al Monarca pidiéndole respetuosa pero firmemente que haga frente a este atentado a la justicia y a la verdad histórica como un día lo hizo contra las pretensiones golpistas de un sector de las Fuerzas Armadas. Al fin y al cabo, la sedición de estos académicos es el equivalente ideológico de un nuevo golpe de Estado que pretende imponer una versión de la dictadura a imagen y hechura del dictador.

Madrid, 7 de junio de 2011

Ramón Cotarelo.

Quien quiera adherirse puede hacerlo en:

Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy

dilluns, 6 de juny del 2011

Cautivo y desarmado...

Hace unos años, mi amigo José Manuel Roca publicó un interesante libro titulado La derecha furiosa. Se quedó corto. Tratándose de la española, tendría que haberlo titulado La derecha rabiosa que es como está ésta después de encontrarse ocho años en la oposición y alejada del poder que considera suyo por derecho divino, de sangre, hereditario mientras que todos los que lo ocupen sin ser ella son unos usurpadores a los que hay que exterminar. Rabiosa como se demuestra por el clima de odio, insultos, agresiones, calumnias que ha creado en España desde entonces a base de emplear a sus perros mediáticos y sus políticos más coriáceos, como María Dolores de Cospedal. Ahora por fin esta derecha frenética cree ver las luces de un nuevo amanecer y, confiada, muestra la estameña cuartelaria que la caracteriza.

¿Acaso es casualidad que unos días después de su triunfo en las urnas, el director de la Real Academia de la Historia, el neofranquista Gonzalo Anes, presente a bombo y platillo un Diccionario Biográfico Nacional que está abarrotado de ditirambos hacia la dictadura de Franco y que trata a este criminal y genocida de hombre cristiano, inteligente y moderado? No no lo es sino que se trata del preludio por el que el la derecha calcula escenificar su retorno al poder (o eso cree ella) al más puro estilo franquista. En fin, como antídoto contra el franquismo rampante que invade el país, con el genocida del Pardo ganado batallas contra la conciencia democrática después de muerto, me permito recomendar mi libro recién publicado y en el que se da cuenta de cómo el verdadero lastre de la democracia española es el franquismo incrustado en las instituciones y en el alma misma de tanta gente. Algo sorprendente porque este fenómeno de la servidumbre voluntaria o de los "esclavos felices" que explicaba la permanencia de la tiranía en vida del dictador resulta que vale también para cuando el tirano ha desaparecido. Por eso se cita al comienzo del libro el famoso poema de Heinrich Heine, El déspota muere sonriendo....

Tampoco es casual que María Dolores de Cospedal haya dado orden de entrar a saco en el traspaso de poderes en Castilla-la Mancha, amenazando con no pagar las nóminas, con poner a la gente en la calle, al más puro estilo con que los falangistas entraban en los pueblos conquistados durante la guerra civil, amenazando y... cumpliendo sus amenazas.

Entre tanto, semifurtiva y clandestina, la justicia sigue su curso y destapa ahora el caso Brugal, el enésimo ejemplo de corrupción con lo que se demuestra que, en efecto, el PP es el digno sucesor del caudillo que había erigido aquel sistema que un embajador calificaba con ironía como una dictadura temperada por la corrupción. Fiel sucesor del ejemplo del adelantado de la cristiandad, el PP no es otra cosa que una organización de presuntos corruptos y chorizos... a los que, incomprensiblemente, la gente vota... hasta ahora. Resta la esperanza de que, cuando termine de ver lo que trae preparado el fascio victorioso, cambie el voto y Rajoy vuelva a perder las elecciones.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

A bombazos con la injusticia.

Es habitual vincular el anarquismo con el empleo de la violencia, como si las demás teorías políticas estuvieran libres de ella. Sin embargo es obvio que todas las teorías políticas recurren a la coacción y la fuerza. Es más, no existe otra doctrina política ajena a la violencia que la Satyagraha de Gandhi; el resto descansa más o menos reconocidamente en el uso de la violencia como razón última. El Estado, el Estado de derecho, descansa sobre el empleo de la violencia de la que reclama el monopolio. Lo que sucede es que la justifica tildándolo de legítima. Si lo es o no es algo que cada generación y cada individuo de cada generación deberá decidir en su fuero interno.

No siendo el caso del weberiano "monopolio legítimo de la violencia", el recurso a la fuerza es generalizado en todas las doctrinas revolucionarias. Lo es en las fascistas como en las marxistas. No habría pues gran diferencia con el anarquismo salvo en un asunto concreto: las demás doctrinas revolucionarias suelen argumentar que, si pudieran evitar el recurso a la violencia, lo harían y que ésta, en el fondo, no es más que un mal menor, como el Estado en San Pablo, mientras que en el anarquismo se da, o se ha dado en muchas ocasiones, una glorificación del recurso a la violencia como la forma de llevar a cabo la misión redentora de la idea e, incluso, el modo de realizar en su plenitud la vida del revolucionario. Hay incluso una justificación del terror como medio de acción y del terrorista como héroe que apenas tiene parangón en otras teorías políticas. Es verdad que, a raíz del fracaso de 1848, Marx llegó a postular la necesidad de aplicar una política de terror en una celebérrima circular de 1850, pero el movimiento marxista se apartó prontamente de esta línea teórica que, sin embargo, siguió siendo práctica habitual en sus herederos, los distintos movimientos comunistas del siglo XX, muchos de los cuales también recurrieron al terrorismo de Estado, pero siempre negando de palabra lo que practicaban de obra. Únicamente el anarquismo, o una parte importante del anarquismo, ha reivindicado consistentemente el empleo de la violencia y, a veces, del terror como la vía para la consecución de la sociedad anarquista.

De todas estas cuestiones trata el espléndido y documentado trabajo de Ángel Herrerín López (Anarquía, dinamita y revolución social. Violencia y represión en la España de entre siglos. La Catarata, Madrid, 2011, 293 pp.) pero no en esta perspectiva teórica, que no desdeña en modo alguno (son muy interesantes sus precisiones sobre el concepto de terrorismo a la altura del siglo XXI), sino desde la más empírica, consistente, fenomenológica, del relato de los hechos. Al respecto su libro es una impresionante pieza de investigación historiográfica, una obra sólida, un edificio erigido sobre un minucioso trabajo de investigación que se ha valido de todas las fuentes pertinentes al objeto por difíciles que fueran o alejadas que estuvieran, fuentes archivísticas, documentales, hemerográficas, bibliográficas, etc. No hay documento relevante para la historia que cuenta que el autor no haya manejado. Y el resultado es esta obra que está llamada a ser de referencia para el tema y el periodo estudiados durante mucho tiempo.

Pero Herrerín no se limita a relatar los hechos con mirada neutra y aparente objetividad equidistante que, en el fondo, suele ocultar una toma de partido que no se atreve a pronunciarse sino que, llegados los momentos oportunos, subraya algunas líneas de juicio sin llegar a pronunciarlo pero posibilitando que el lector con sensibilidad lo haga con abundante fundamento de causa. Ello es que, como enfoca el autor su relato, este viene a ser una especie de diálogo entre el movimiento anarquista (de cuya evolución ideológica da cumplida cuenta al presentar las controversias entre marxistas/bakuninistas, colectivistas/comunistas/individualistas, la propaganda por el hecho/la propaganda por el martirologio, el terrorismo, la huelga general, etc) y el Estado que, a los efectos de este libro, es el de la Restauración. Un diálogo bajo la forma de acción anarquista, reacción estatal bajo las formas gubernativo-represiva y legislativa, nueva acción anarquista. Herrerín subraya en varias ocasiones cómo algunos de los atentados más espectaculares (la bomba del Liceo de Barcelona en 1893) o de los magnicidios más notorios (el asesinato de Cánovas a manos de Angiolillo en 1897 en Santa Águeda) se realizan como respuestas o venganzas por ajusticiamientos, ejecuciones o meros asesinatos anteriores del Estado que, a su vez, eran respuestas a otras acciones anarquistas.

En la historia de los movimientos y fenómenos políticos, el anarquismo español que, en su origen, coincide con el de otros países europeos y el de los Estados Unidos en la etapa de la acumulación de capital producida por la intensificación de la segunda industrialización, acaba separándose de aquellos cuando en los respectivos países el movimiento se apaga pero no así en España en donde acaba constituyendo un fenómeno propio que ha movido una larga serie de estudios historiográficos tratando de explicar esta aparente anomalía. Herrerín recoge la tradición y, en algún caso, reconoce una deuda de inspiración mayor que en otros, como en el de la notable historiadora Clara E. Lida o Juan Avilés y avanza su propia explicación: el anarquismo español sobrevive al fin de siglo y la oleada de magnicidios de la época (Mackinley, Sissi, Carnot, etc) por una suma de varios fenómenos entre los que destacan tres: las circunstancias del desastre de 1898 y la concomitante crisis económica así como las desastrosas condiciones sociales del campo andaluz (como ya señalara en su día Brenan, el anarquismo español es básicamente un fenómeno catalán y andaluz con ramificaciones madrileñas), las campañas internacionales de apoyo al movimiento anarquista en España, que se despliegan a lo largo de todo el período estudiado pero tienen su apogeo con motivo del proceso de Montjuich (pp. 164-166) y la torpe y contradictoria reacción del Estado español a las sucesivas etapas de la violencia anarquista.

Este último aspecto, el de la represión gubernativa y la legislación antianarquista es, junto a las muy atinadas consideraciones del autor sobre el valor simbólico de los actos violentos anarquistas, el meollo del libro. Tomado casi se diría que por sorpresa el Estado, el gobierno de Sagasta promulga la ley antianarquista de 1894 que sólo relega a la jurisdicción militar a aquellos que atentaren contra personal militar (p. 108). Obviamente, la clave de la represión es si ésta se encarga a la jurisdicción militar o a la civil ordinaria. La continuidad de los atentados impulsa al conservador Cánovas a aprobar la nueva Ley de 1896 que ya entrega a la justicia castrense a todos los que se valieren de explosivos para la comisión de los delitos (p. 137). En aquel clima esto tampoco quería decir mucho porque, como pone de relieve Herrerín, el Estado no solamente era entonces capaz de aplicar la legislación penal con carácter retroactivo, sino de saltarse su propia delimitación de competencia jurisdiccional pasando de la civil a la militar con cualquier pretexto, como sucedió con la causa por el atentado del Liceo (p. 110). En estos sobresaltos, entre represión generalizada (teorías del complot anarquista internacional) e individualizada (teorías del atentado personal), el Estado español oscila: en 1902, el gobierno liberal de Sagasta no renueva la ley de 1896 y se retorna a la de 1894 (p. 199) pero en 1906 el también liberal Segismundo Moret hace aprobar la Ley de Jurisdicciones, a raíz de los hechos vinculados con el antimilitarismo de la revista Cu-Cut!, asunto del que el autor da cumplida cuenta (p. 250) y aún habría de asistirse a otro intento de endurecimiento de la legislación represiva a manos del conservador Maura que, a su vez, había sufrido dos atentados (pp. 214-216).

Del otro lado del "diálogo", el autor proporciona un cuadro de los principales acontecimientos y actitudes del anarquismo, algunos muy acertados y todos de considerable interés: da por buena la existencia de la controvertida Mano Negra, aunque con cierto caveat hipotético, explica la base ideológica de la doctrina de la "propaganda por el hecho" y su transición a la de lo que llama la "propaganda por la represión" que sitúa en el momento del proceso de Montjuich a raíz del atentado de la procesión del Corpus de la iglesia de santa María del Mar (p. 129), enjuicia con tino el papel que correspondía a la prensa anarquista en conexión con la solidaridad exterior para dar una imagen de la lucha reivindicativa anarquista (p. 172) y ancla sus consideraciones en las teorías expuestas por Alexander Berkman en su famoso panfleto Memorias de un anarquista en prisión que se centran en la explicación del martirologio anarquista: comisión del atentado, no elusión de la acción de la justicia, confesión del hecho, profesión de fe anarquista y muerte ejemplar. Herrerín dedica gran parte de la obra a exponer los casos en que se aplicó este protocolo como aquellos otros en que el condenado no lo siguió como en los de Santiago Salvador, ejecutado por garrote vil por el atentado del Liceo y de François Giraud por el de la iglesia de santa María del Mar. Lo hace en el contexto de detalladas explicaciones sobre los sucesivos procedimientos penales que se siguieron, lo que le permite asimismo poner de relieve la barbarie de las torturas que se infligían a los presos como la crueldad de la presión que sobre ellos ejercía la iglesia. En este contexto se abren dos críticas que cabe hacer a la obra: que es tal la cantidad de hechos -muchos de ellos muy enrevesados- y de procedimientos y tanta la información que el autor pretende aportar que en ocasiones el texto se hace farragoso y hasta difícil de entender. Asimismo, en su espíritu concienzudo el autor mezcla todos esos pormenores en ocasiones con detalladas informaciones sobre aspectos colaterales de la cuestión (elecciones, por ejemplo) que hacen perder la perspectiva adecuada de la obra que no es otra que la de cómo el anarquismo fue respondiendo al Estado y éste a aquel según se sucedían los atentados.

El capítulo cuarto de la obra, más centrado en el atentado de Mateo Morral a Alfonso XIII hace hincapié en el fenómeno de la colaboración entre anarquistas y republicanos y sigue de cerca el correspondiente proceso en el que, entre otros, compareció el pedagogo Francisco Ferrer quien fue absuelto por falta de pruebas. Está claro que, a los efectos históricos, la narración termina aquí pero, dado que el subtítulo del libro habla del periodo 1868-1909 no hubiera estado de más siquiera una mención a que Ferrer fue fusilado en 1909 y también sin mayores pruebas en el proceso por los hechos de la Semana trágica. Es verdad que es suficientemente sabido pero no lo es menos que en en ese asesinato legal pesó y mucho su relación con Mateo Morral.

El último capítulo es una interesantísima averiguación sobre la dudosa naturaleza del terrorismo barcelonés del primer decenio del siglo XX, un complejo y sórdido mundo de anarquistas, confidentes, aventureros, provocadores, agentes dobles en lo que se se lee casi con el interés de una novela de Eduardo Mendoza. La personalidad de Juan Rull, anarquista, confidente y verdadero gangster (por cuanto vendía protección contra las bombas que él mismo ponía) es la metáfora del crepúsculo de una época que habían comenzado como la aurora de un bello idea lutópico y terminaba en la sordidez de las cloacas del Estado, magníficamente narrada por el autor.

diumenge, 5 de juny del 2011

Nueve meses.

Es el reto y la ocasión de su vida. Y también un momento crucial para el país. Rubalcaba tiene nueve meses para dar la vuelta a una de las situaciones más calamitosas que haya vivido su partido y que amenaza con convertirse en una realidad de desastre para España. Su adversario, Rajoy, es una nulidad en todos los sentidos, en eso está de acuerdo todo el mundo. Pero ello no obsta para que la amenaza que supone el definitivo triunfo de la derecha sea en verdad preocupante. Rabiosos por llevar ocho años en la oposición y crecidos por la reciente victoria electoral el 22 de mayo, los populares ya han comenzado a mostrar su juego en donde tienen que ocupar los puestos de mando: será la política de la mentira, la amenaza, la destrucción del Estado del bienestar, las represalias contra los discrepantes, la aniquilación de las instituciones que puedan actuar como contrapesos, la falta de contención. Los primeros choques en Castilla-La mancha y Baleares, en donde llegan amenazando con dejar de pagar las nóminas de los funcionarios lo ponen en evidencia. Que están dispuestos a todo con tal de alcanzar el poder y ejercerlo queda claro por doquier. El último golpe de mano en la Real Academia de la Historia, consagrando la visión fascista de Franco y la guerra civil así lo acredita. Y los demócratas y la izquierda sin capacidad de reacción.

Está claro que si a Rubalcaba le gustan las dificultades, la que tiene por delante vale por todas. Se encuentra con un partido en horas muy bajas, recién salido de una derrota electoral sin precedentes, en el que le crecen los descontentos, algunos de los cuales amagan con reñirle las primarias y poner obstáculos en un camino que, despejado el que suponía Carme Chacón, prometía ser un sendero de rosas. Devolver la esperanza a los suyos, animarlos con un proyecto atractivo no va a serle fácil. No obstante, si alguien puede hacerlo es él, como demuestran su valoración en los sondeos y la furia de los ataques de la derecha. Con todo, necesitará imaginación e inventiva.

La izquierda transformadora, que sigue en cuotas de representación tan bajas que no cuenta pero resta mucho apoyo electoral al PSOE aparece crecida, con razón o sin ella, por los resultados electorales y, a estas horas, es imposible saber qué hará con sus representantes a la vista de su errático comportamiento en Extremadura.

El movimiento de los acampados, empecinado en su juicio abstracto acerca de la corrupción esencial del sistema y muy próximo a esa idea suicida (y que tanto conviene al PP) de que el PSOE y la derecha son lo mismo también es un obstáculo. Este movimiento cuenta con un apoyo difuso muy considerable que, al no canalizarse en forma orgánica alguna, no lo llevará muy lejos (y el sistema convive con él sin problemas, como se ve) pero será una dificultad añadida al empeño de Rubalcaba y, en el caso de que se produzca violencia, una dificultad que puede resultar mortal.

La paz social amenaza con estallar en mil pedazos. Seguros de su posición de fuerza, los empresarios prefieren acogotar a los sindicatos y, de paso, al Gobierno, obligándolo a hacerles el trabajo sucio y aparecer ante la opinión como el villano del cuento.

A su vez, dicha opinión pública lleva ocho años envenenada por la sarta de infamias, embustes y agresiones en que la derecha mediática ha convertido todo debate e intercambio público. Aquí no se habla, no se razona, sino que se pasa directamente al insulto y la calumnia sistemáticos, lo cual da sus frutos, como puede verse en el resultado de las últimas elecciones en que la gente, atemorizada, vota a quienes son los principales responsables de la crisis en España porque echan la culpa a los demás y amenazan con seguir haciendo lo mismo.

Sólo dos factores (aparte del empuje del propio Rubalcaba) podrían contrarrestar este negro panorama: que hubiera una recuperación económica, por leve que fuera, cosa que los empresarios estan intentando boicotear a toda costa; y que ETA depusiera definitivamente las armas, cosa que el PP también quiere frustrar como sea.

Van a ser nueve meses muy intensos, en los que el PSOE se lo juega todo y, con el PSOE, el país como proyecto progresista, moderado, democrático, equilibrado. Un país que, bien se ve, no quieren la derecha de toda la vida ni esa izquierda minoritaria pero vociferante, que sigue torpedeando la posibilidad de una sociedad progresista a base de agitar el espantajo de una transición traicionada.

En un artículo en el que, entre otras cosas, muestra no haber entendido nada en su día de Marcuse, titulado ¿Quién le pone el cascabel al gato? Santiago Carrillo retorna sobre su vieja consigna de los años setenta de la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, el viejo león traslada a los intelectuales la tarea de sacar al mundo del marasmo a que lo ha llevado el contraataque del capital una vez que el pacto social de la postguerra ha saltado en pedazos. Quizá no sería mala idea también para la situación en España de no ser porque la mitad de los intelectuales se ha pasado a las más agresivas posiciones de la derecha y la otra mitad vegeta en un paraíso de canonjías burocráticas y mediáticas y será difícil que pueda aportar nada original o rompedor en esos nueve meses de intensa lucha que esperan al candidato Rubalcaba cuyo triunfo desean tantos, entre ellos Palinuro.

(La imagen es una foto de Irekia, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 4 de juny del 2011

Faltaba la iglesia.

Los españoles sabemos por amarga experiencia de siglos que siempre que hay un conflicto social del tipo que sea, económico, político, ideológico, familiar, acaba apareciendo la iglesia católica y siempre, indefectiblemente, para defender la opción más injusta, la más favorable a los poderosos, los ricos, los dictadores, la opresión y el crimen. La controversia actual sobre el golpe de mano de los franquistas de la Real Academia de la Historia (RAH) en contra de la memoria democrática de los españoles y a favor del fascismo no podía ser una excepción.

La defensa de la tiranía ha corrido a cargo esta vez del cardenal Cañizares, un ultrarreaccionario, académico de la RAH, al que le parece de perlas que el antro al que pertenece no califique a su adorado caudillo de dictador (excusado es decir de delincuente, asesino y genocida que son términos que se le ajustan como un guante a la mano) ni a su acción de golpe de Estado. En una reciente conferencia en Madrid, ante un auditorio entregado repleto de curas y semicuras como algunos miembros del PP, por ejemplo, el señor Federico Trillo de cuya profunda religiosidad dan fe los militares españoles muertos en el accidente del Yak 42, el cardenal ha dicho que la hagiografía de Franco escrita por el rendido franquista Luis Suárez es muy objetiva, que expone datos y que los datos son lo que son. Los datos. Los datos objetivos.

Cualquier diría que estamos hablando de un empiricista íntegro, de un seguidor de Locke, incluso de un racionalista mezclado de sensualismo (si tal cosa fuera posible) y no de un hombre que pertenece a una organización que cree en los milagros y que acaba de canonizar a un Papa polaco porque, entre otras maravillas que, obviamente, nada tienen que ver con dato alguno, ha hecho algún milagro que otro. O sea, monseñor Cañizares cree a pies juntilla en los milagros o en los duros datos de la realidad, según le convenga y piensa que cabe alternar los dos discursos porque su auditorio sólo puede estar compuesto por dos tipos de personas: sus cómplices intelectuales (curas y franquistas del PP estilo Trillo) o idiotas a los que suele llamar fieles.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons)

¿Por qué fracasa la izquierda?

Fundamentalmente porque está dividida; más que dividida, fragmentada y en malísimos términos internos. Debe de haber pocas cosas tan aburridas, estúpidas (y sospechosas, dígase de paso) que esa cantinela de unas izquierdas negando a otras su condición de verdadera izquierda, arrogándose un marchamo de autenticidad que es tanto más absurdo cuanto más irrelevante social, política e intelectualmente es quien lo pretende. Esa división, además, no solamente se da en el campo orgánico, cual se echa de ver en la multiplicidad de minúsculas organizaciones que tienen como horizonte, cada vez más lejano, la revolución pendiente. Se manifiesta asimismo -y ello es lo más grave- en la diversidad de objetivos tácticos (y hasta estratégicos) que compiten entre sí sin prestarse auxilio alguno, lo que es francamente de locos. Cada uno de los grupos, grupitos o grupúsculos, portador de inmarcesibles esencias revolucionarias, se concentra en sus objetivos bajo su peculiar perspectiva e ignora sistemáticamente los de las organizaciones análogas o parejas, como si fueran de otro planeta o, algo peor, como si fueran los planes del enemigo. De forma que no es solamente que no coincidan o se unifiquen, ni siquiera que no se coordinen sino que se ignoran mutuamente, se ningunean e, incluso, se pelean hasta el punto de que muchas veces cabe preguntarse a quién combate más Izquierda Unida, por ejemplo, si al PP o al PSOE, por no hacer mención de quienes emplean su única neurona en sostener que son iguales. Ningún grupo hace siquiera mención a los objetivos de otro. Todavía no he oído a nadie del PSOE reconocer que los objetivos de los indignados acampados deben ser casi al completo los suyos. Se necesita ser inútil y corto de mollera para pensar que esta actitud sea beneficiosa a la izquierda en su conjunto.

Este desastre no se da en la derecha que se une en un solo grupo de acción concertada, como si fuera una falange macedónica. En su acción no se dan los personalismos y las necias controversias que abundan en la izquierda en donde no es infrecuente que alguien prefiera perder con tal de que no gane el vecino. Las derechas no se equivocan jamás, saben que su interés colectivo es alcanzar el poder cueste lo que cueste, anteponen siempre el beneficio colectivo a la ventaja personal y jamás se dejan confundir con cuestiones absurdas, dogmáticas, acusaciones y bizantinismos. Lo suyo es el pragmatismo de saber que, cuando se consigue el poder, luego hay reparto para todos. Pero, ante todo, hay que conseguirlo porque sólo desde el poder se transforma la realidad.

Viene lo anterior a cuento de ver cómo en las reivindicaciones de los días pasados, las diversas manifestaciones de la izquierda han actuado como si fueran compartimentos estancos, ignorándose mutuamente. A ninguna de las formaciones que se han enfrentado al golpe de mano que han dado los franquistas en la Real Academia de la Historia (RAH) se le ha ocurrido llamar en su auxilio a los indignados de Sol. Claro que a ninguno de los indignados de Sol se le ha pasado por las mientes pronunciarse sobre el conflicto del franquismo en la RAH. Al contrario, el otro día escuché a uno de ellos diciendo que eso del franquismo y la memoria histórica es algo que "no interesa al pueblo español", exactamente lo que dice Rajoy. Hace falta ser negado. De los otros grupos, proyectos, acciones de la izquierda ya ni hablo. Cada uno de ellos ensimismado en su particular batalla local en la que brillan los de la parroquia y nada más.

Y sin embargo en esa batalla que hemos librado muchos por nuestra cuenta hemos conseguido ya un primer triunfo nada desdeñable: la RAH que empezó la historia muy soberbia diciendo que no se cambiaría nada ya ha cedido y admite que tendrá que reformar el diccionario. Siempre que una posición reaccionaria del tipo que sea admite la necesidad de reformarse ante la presión del exterior, ha dado el primer paso hacia su hundimiento. La experiencia y el sentido común mandan intensificar el ataque, elevar el nivel de exigencia, apoyar a Izquierda Unida que pide la retirada del diccionario sin medias tintas ni subterfugios y apoyar también, ¿por qué no? a Palinuro que pide con abundancia de razones que dimita Gonzalo Anes además. Hay que parar los pies al fascismo en la RAH como hay que parárselos en la Puerta del Sol, en la plaza de Cataluña o donde sea. Porque solo la capacidad de movilizarse por los objetivos de las organizaciones y movimientos afines permitirá triunfar.

Sólo así se podrá también acumular el espíritu necesario para combatir las mentiras y falacias de este fascismo rampante protegido y alentado por el PP. Sólo así se podrá seguir demostrando que el franquista Luis Suárez, un hombre probablemente partidario del golpe de Estado del 23 de febrero, miente cuando dice que el régimen de Franco no era totalitario porque el totalitarismo somete el Estado al partido cuando sabe perfectamente que eso es falso, que esa no es la definición del totalitarismo y que, aunque lo fuese, cuadraría a la perfección con el franquismo dado que Franco era al mismo tiempo, Jefe del Estado y Jefe Nacional de la Falange, esto es, el partido único, de forma que si este anciano correoso que, además de provocar, gimotea, quiere que lo respeten porque, dice, tiene 87 años que empiece por no mentir como el fascista que es.

Pero la fragmentación y atomización de la izquierda, su personalismo, el narcisismo de sus líderes, su patológica desconfianza de los otros y su cerrazón a la idea de la acción común impiden sacar partido de las contradicciones del adversario. Tanto que, en algunos casos, cabe preguntarse si tiene verdaderamente objetivos y si, teniéndolos, pretende de verdad lograrlos o se siente mejor y más cómoda en la relativa irresponsabilidad de la queja y la protesta permanente de quien sabe que nunca tendrá que hacerse cargo de la situación.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

divendres, 3 de juny del 2011

No basta con corregir.

Ante la avalancha de críticas que ha caído sobre ese engendro perpetrado por los franquistas de la Real Academia de la Historia, ésta ha anunciado que en la Junta extraodinaria de hoy corregirá algunos errores en la edición digital, que se publicará cuando Dios sea servido y en posteriores ediciones de papel, no en la presente. Es decir que ignora olímpicamente las protestas de multitud de especialistas, de infinidad de historiadores, de múltiples intelectuales, de organizaciones y colectividades de todo tipo; que no presta atención a las manifestaciones a su misma puerta y la anunciada interposición de varias querellas así como otros tipos de acciones públicas en las redes sociales (entre ellas la de Palinuro que pide retirar la edición y que dimitan los responsables). Pero esta gente ¿qué se ha creído?

Sin duda aceptar que hay errores y disponerse a "corregirlos" es un paso adelante en comparación con la soberbia y el desprecio con que Gonzalo Anes se enfrentó a las primeras críticas, dando a entender que estaban movidas por la ignorancia, el revanchismo o algo peor. Sin duda un adelanto; pero para él, que a lo mejor así va aprendiendo algo de lo que debe ser el espíritu crítico, la honradez intelectual y la modestia de los investigadores. Pero no es ni de lejos suficiente para todos los demás, que sabemos de qué van estas cosas. Hay que tener en cuenta, además, que el propósito anunciado todavía empeora más la situación: a) porque postpone ad calendas graecas la enmienda de los errores; b) porque, caso de proceder a enmendarlos, lo haría con el mismo espíritu falsario con que los ha perpetrado; c) porque una vez "corregidos" se produciría la chusca situación de dos ediciones de la misma obra que dirían cosas distintas. Ciertamente que este último supuesto no se daría porque Anes sabe de sobra que esa segunda edición jamás vería la luz, con lo que vuelve a mostrar que toma a la gente por idiota, como viene haciendo.

Porque, señor mío, eso no son errores. Eso es un intento deliberado de reescribir la historia en clave franquista y fascista, de falsear los hechos, de embellecer una dictadura criminal, de justificar a un tirano genocida. Un intento deliberado, deliberadamente encargado al mayor hagiógrafo de Franco con que cuenta esa institución que usted por desgracia dirige, con la intención de imponer una visión falsa de la historia y perpetuar el espíritu de la guerra civil, probablemente en cumplimiento del mandato que le hicieron a usted los neofranquistas Aguirre y Aznar cuando le dieron el dinero de los fondos públicos para cometer ese atropello. Y no se diga que se utilizan palabras mayores porque menores son para referirse a unos sujetos que tienen el descaro de escribir que el criminal Francisco Franco fue un hombre católico, inteligente y moderado. ¿Es que creen ustedes que están en los tiempos de su admirado caudillo, cuando se decían estas cosas porque el que decía las contrarias acababa indefectiblemente en la cárcel o en el paredón?

Ya no hay corrección que valga. Han deshonrado ustedes la Academia, han prostituido la noble labor de la historiografía, han estafado a cientos de honrados profesionales con cuyo buen nombre han pretendido encubrir sus fechorías, han defraudado la confianza que la sociedad ha depositado en ustedes. No son ustedes dignos de seguir en una función que no son capaces de realizar y lo único que les queda por hacer es dimitir, como les recomienda Palinuro en la entrada siguiente.

Carta abierta al señor Gonzalo Anes.

Muy señor mío: el pueblo español sufrió durante cuarenta años una de las más ignominiosas dictaduras que hayan visto los tiempos. Suprimidos los partidos políticos, eliminada la libertad de prensa, de expresión, de culto, reunión y manifestación, perseguidos cuando no torturados, encarcelados o fusilados los disidentes, una de las más antiguas naciones de la tierra hubo de ver cómo se ensalzaba hasta la divinización a un militar asesino y genocida con la bendición de la Iglesia católica, mientras los fascistas y sus paniaguados ocupaban todos los espacios y suprimían el debate intelectual.

Al día de hoy viene a resultar que los herederos y beneficiarios de aquel fascismo (el único en Europa que, por conveniencias de la guerra fría no fue eliminado por las armas), pretenden embellecerlo y justificarlo a través del Diccionario Biográfico Nacional que la Real Academia de la Historia bajo su dirección está editando. Si las mentiras, falsedades e infamias que estos franquistas han vertido en las páginas del citado Diccionario las escribieran en sus publicaciones, no habría gran cosa que objetar. Pero el caso es que lo han hecho en una obra oficial de España como país democrático y Estado de derecho, lo han costeado con dineros públicos y el último responsable de esta tropelía es usted.

Escribo esta carta como administrador de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy que en tres días cuenta ya con 581 adherentes y nos asiste el derecho a que no se empleen los dineros de nuestros impuestos en justificar la vergüenza de una dictadura que mantuvo a España aislada del concierto de las naciones civilizadas durante casi medio siglo.

Confrontado con esta dura realidad ha tratado usted de recurrir a logomaquias y sofismas inadmisibles para justificar lo que carece de justificación, esto es, que una democracia glorifique a un dictador, un golpista y un genocida. En cualquier país de Europa, especialmente los que han padecido dictaduras similares a la española, ambas cosas, publicar el libelo y pretender justificarlo después, serían motivo de dimisión inmediata. Francamente, no veo por qué no lo hace usted.

Ramón Cotarelo.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

dijous, 2 de juny del 2011

Retirad ya esa basura y dimitid.

Se cumple lo que decía Palinuro en una entrada anterior (La desvergüenza de los franquistas), esto es, que no se trata solamente de que el franquista Luis Suárez haya puesto su huevo podrido en un cesto por lo demás impoluto. Se trata de que todo el cesto es una gusanera de fascistas y meapilas. Es cierto que el tal Luis Suárez es un propagandista de la Dictadura en todos los foros que controla, al que su cobardía impide llamar por su nombre aquello que defiende cuando ha de hacerlo fuera de su covacha. Pero no es únicamente eso. Según va profundizándose, se ve que las demás entradas son igual de falsas, torpes y/o irrisorias. Público muestra cómo estos propagandistas sostienen que la guerra civil fue una cruzada y otras descarnadas mentiras de este jaez. O sea, no es que en una obra de historiografía y biografía por lo demás digna se haya colado un par de disparates, no. Es que todo lo que tiene que ver con la guerra civil y el franquismo está escrito por los defensores y herederos de uno de los bandos en desprestigio y detrimento del otro. Se trata de que, en este terreno, el Diccionario Biográfico es una reedición de los repugnantes manuales de Formación del Espíritu Nacional, unos textos llenos de embustes, insultos, provocaciones y estupideces que son los que más hen hecho por debilitar y aniquilar el espíritu nacional de los españoles al identificarlo con la causa de los golpistas y los asesinos.

Y esto no tiene remedio. El mal está causado y, mientras crece la indignación en todos los sectores, lo único sensato que cabe hacer es retirar y destruir la edición en todo aquello que ofende la verdad y el espíritu crítico y poner de patas en la calle a los responsables de esta vergüenza, empezando por el director del lugar, Gonzalo Anes, si carece de la dignidad de dimitir. Palinuro no cree de recibo que con el dinero de sus impuestos se defienda el genocidio franquista, aunque sea vergonzantemente y con la boca chica, como hacen estos fascistas revenidos a los que ya no queda ni el coraje de sus opiniones.

Parece lógico que los Reyes hayan apadrinado la presentación de este atentado a la verdad y la honestidad intelectual. Al fin y el cabo, deben mucho al dictador. Se lo deben todo y ya se sabe lo de ser agradecidos. ¿No dijo Juan Carlos en cierta ocasión que en su presencia nadie se atreviera a hablar mal de Franco? Ahora bien, aquí no se trata de hablar mal sino de hacer su panegírico. Se trata del derecho de las víctimas, sus allegados y descendientes, así como de todas las personas amantes de la democracia y de la verdad, a decir que Franco fue un golpista, un asesino y un genocida. Le guste o no a Juan Carlos y a su esposa a quienes este golpista benefició pues sin él hoy no serían nada.

Se ha señalado que esta Academia es un antro de reaccionarios y nostálgicos de la dictadura que se reproduce a base de enchufes y carece de prestigio entre los verdaderos historiadores. No obstante, algún académico o académica que ha llegado hasta aquí valiéndose de sus influencias, en sus años mozos fue antifranquista, que era lo único decente que se podía ser entonces. ¿Qué ha pasado con él/ella? ¿Está arrepentido/a de su actitud de entonces? ¿Ha renegado de su juventud? ¿Se ha vendido? Al fin y al cabo, la derecha tiene mucho dinero, posiciones, relaciones, ventajas y es lucrativo bailarle el agua y comer en su mano. Pero, al mismo tiempo, es muy exigente y nada ingenua y quienes se le venden han de apear todo decoro y dignidad, como los criados. Tiene gracia que, en su desmedida ambición y su materialismo garbancero, algún/a antiguo/a izquierdista crea haber hecho un negocio cambiando su trenka de progre por una librea de lacayo/a sólo para descubrir al cabo de los años que el espíritu cuenta y la conciencia también.

(La imagen es una foto de Photospain, bajo licencia de Creative Commons).

Valor y ejemplo de l@s acampad@s.

Saber cuándo llega la revolución a tu vida no es fácil. Requiere apertura de espíritu, curiosidad intelectual, inquietud, sinceridad y capacidad de autocrítica. Es imposible verla llegar y por lo tanto adoptar una actitud razonable ante ella cuando se vive presa del dogmatismo, especialmente el dogmatismo revolucionario. Aquellos rígidos comunistas primero estalinistas y luego antiestalinistas (pero siempre los mismos) que no vieron llegar la revolución de mayo del 68 todavía siguen sin entenderla. Y lo mismo pasa hoy con la de los indignados/acampados. En cuanto las cosas no se ajustan a los esquemas que las almas simples se han hecho a modo de andadores por la vida, ya no entienden nada. Y lo peor no es que no entiendan, sino que es fácil que se pongan en contra: el progreso es la perversión; las máquinas destruyen el trabajo y la riqueza; el arte abstracto es un cuento de inútiles; los Beatles no saben cantar; mayo del 68 es la revuelta de los niñatos; acampasol es un rollo de okupas. La estupidez no conoce límites.

Hasta los más necios se han dado cuenta ya de que la crisis general del capitalismo, en conjunción con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (tics), el hundimiento del comunismo y la vivencia de las nuevas generaciones, ha puesto en marcha un proceso de cambio social y de protagonismo revolucionario de la multitud encabezada por los jóvenes que carece de parangón en la historia y que, cuando alguien quiso poner fin a ésta, la han dejado abierta a todos los vientos del cambio y la incertidumbre.

Como todo lo nuevo, lo original y nunca visto, la revolución de los indignados desconcertó al poder, suscitó (y suscita) fuertes enemistades sobre todo entre la derecha más reaccionaria (al estilo de la clericoliberal Aguirre y el liberofascista Aznar) y descarados intentos de instrumentalizarla entre la izquierda más o menos acomodada con el sistema. Los primeros brotes en los países árabes fueron saludados con universal alegría porque permitían sentar plaza de progre a cientos, miles de kilómetros del lugar de uno y reducirlos a una especie de curiosidad étnica cuando no meramente tribal. Pero casi nadie cayó en la cuenta de qué pasaría si aquellas simpáticas y heroicas revueltas de jóvenes y mujeres cruzaban la línea de la "alianza de las civilizaciones". Ya lo han hecho. Los indignados de la Puerta del Sol, que se extienden por todo el continente europeo, son el resultado del panfleto de Hessel y la revuelta tunecina.

Y el efecto de esta revolución está siendo evidente. El poder está viéndose obligado a contemporizar. Por dos veces (una en Madrid y otra en Barcelona) ha pretendido desalojar y las dos veces ha tenido que retroceder, asustado ante lo que podía suceder, dado el inmenso apoyo social que suscita un movimiento pacífico, espontáneo, asambleario y muy maduro. Un movimiento que está demostrando que hay espacios exentos en la sociedad y que no es obligatorio que el Estado tenga el monopolio de la violencia para que se respete el Estado de derecho y la seguridad jurídica. Es decir, está demostrando que es posible alcanzar la utopía.

La consecuencia más notable e inmediata del movimiento es que la gente, toda la gente, está perdiendo el miedo a protestar, a manifestarse, a hablar y debatir; que los poderosos, cualquiera sea su ámbito, no son indiscutibles ni intangibles y que la sociedad gana y se enriquece con esta revuelta permanente.

La Asociación de Víctimas del franquismo va a concentrarse ante la sede de la Real Academia de la Historia para protestar por el golpe de mano que los fascistas en su interior pretenden dar en contra de la memoria histórica. Un golpe de mano que es paralelo al que los tribunales dieron contra dicha memoria a través de la ignominiosa persecución al juez Garzón. Es el espíritu de acampadasol, una forma nueva de entender la democracia y el derecho de los ciudadanos a decidir en lo que es de su incumbencia. La grandeza de los jóvenes de acampasol es que no solamente se han sacudido la tutela de las generaciones rancias sino que han enseñado a éstas el camino de su propia emancipación.

Palinuro se encuentra en Caracas, pero su ánimo está en la Puerta del Sol y, en ejercicio del poder de bilocación de la tradición pitagórica, también ante la sede de los carcamales de la Academia de la Historia. Con un ruego a los allí acampados: haced como en la Puerta del Sol y no os vayais en tanto los franquistas que han perpetrado el atentado contra la memoria democrática del pueblo no reparen su infamia.

(La imagen es una foto de gloop!, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 1 de juny del 2011

Diez preguntas sobre la Real Academia de la Historia y una sobre los españoles.

  • 1ª: ¿Por qué se redacta un diccionario biográfico nacional? Porque, llegado el PP al poder, al orwelliano grito de quieren reescribir la historia de España, la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, de acuerdo con el otro culto del Gobierno, Aznar, decidieron reescribir orwellianamente la historia de España, según la ideología seudoliberal y carcunda que los caracteriza y para ello contaban con la inestimable colaboración de un núcleo de franquistas sufragado con dineros públicos.

  • 2ª: ¿Por qué se nombra a Luis Suárez, miembro del Opus Dei, director de la Hermandad de la S. C. del Valle de los Caídos, consejero editorial de Razón Española, furibundo franquista claramente totalitario, y medievalista para redactar la entrada de Franco, como si éste fuera Fruela? Porque la tarea no es historiográfica sino de propaganda ideológica.

  • 3ª: ¿Por qué acepta el franquista Luis Suárez escribir la entrada de Franco? Para legitimar la dictadura porque es partidario de ella y, en consecuencia, enemigo -eso sí, sin tener el valor de decirlo- de la democracia y el Estado de derecho.

  • 4ª: ¿Por qué el director de la Academia, Gonzalo Anes, afirma que fue el el propio Suárez quien pidió redactar la entrada pero Suárez dice "que se la encargó la Academia?" Porque la verdad les da igual y lo que les importa es salir airosos de esta indigna trapacería.

  • 5ª: ¿Por qué pueden mentir en público los académicos de la Real Academia de la Historia, ya que es obvio que uno de los dos miente? Porque no actúan como académicos ni como historiadores sino como apañadores (por no usar otro término) de un encargo ideológico.

  • 6ª: ¿Por qué Suárez dice que un historiador no puede emplear el término dictador porque es un juicio de valor pero, dos sillones más allá, Seco Serrano dice que el gobierno de Negrín fue prácticamente dictatorial? Porque estos "historiadores" no hacen historia sino Formación del Espíritu Nacional, que es lo suyo, esto es, justificar el golpe fascista y denigrar el legítimo gobierno republicano para el cual no hay una sola palabra justa en toda la obra; es decir porque, aunque no se atreven porque les falta lo que hay que tener, coinciden con la historia franquista, al estilo de Joaquín Arrarás.

  • 7ª: ¿Por qué Suárez distingue entre autoritario y totalitario para decir que Franco no era lo segundo (aunque él decía que sí lo era) pero Anes sostiene que, en el fondo son lo mismo? Porque los que en el fondo son lo mismo son Franco, Suárez y Anes.

  • 8ª: ¿Por qué no es público ya el modo en que se han distribuido los 5,8 millones de euros que ha costado al erario público la obra con la que estos ideólogos partidarios de los golpistas de 1936 pretenden fijar para siempre su visión de la historia de España dejando en las cunetas la de los que están en las cunetas?

  • 9ª: ¿Por qué se siguen conservando usos y costumbres de la época del totalitarismo fascista que sus partidarios niegan hoy cobardemente cuando son los primeros beneficiarios de la violenta reorganización manu militari que los facciosos triunfantes hicieron de la institución en 1939? Porque su misión es mantener vivo el legado franquista que han recibido.

  • 10ª: ¿Por qué se trata con respeto, como si fueran académicos, a un grupo de ideólogos de facción al servicio de una causa que todo el mundo civilizado repudia? Porque sigue vivo el miedo que el terror de la Dictadura inculcó en el alma de los españoles, que no se atreven a poner en su sitio a sus herederos y beneficiarios, desde los curas a los últimos aprovechados de la monarquía.

  • 11ª: ¿Por qué permite el pueblo español que los delincuentes que se alzaron en armas contra la legalidad republicana y sus herederos ideológicos, partidarios y paniaguados sigan dictando el canon de la memoria cuando decenas de miles de asesinados por la vesania de los facciosos aún yacen sin nombre ni sepultura en los muladares y caminos de España? Porque para eso sirvió el terror de la Dictadura.

    (La imagen es una foto de alejandro blanco, bajo licencia de Creative Commons).


Considerad la posibilidad de sumaros a la causa qued he abierto en Facebook:

Retirad el libelo franquista de la Academia/Withdraw the Francoist libel from the Academy.