dijous, 14 de novembre del 2013

Guardianes de la vida eterna.


La milenaria China nos visita, bajo la forma de los llamados guerreros de Xián del ejército de terracota que acampan en el centro de arte Fernando Fernán Gómez, en la madrileña Plaza de Colón. Es la segunda vez que vienen en unos diez años pero parecen nuevos y hasta rejuvenecidos con sus curiosos sombreros, sus corazas, sus pantalones, espadas de bronce, objetos de jade, sus caballos con sus arneses. Es una ínfima avanzadilla del ejército que hizo esculpir para acompañarlo en su mausoleo el creador del primer imperio y primer emperador chino, Qin Shihuang, en el siglo III a. d. C. Y su héroe epónimo pues, según ciertas fuentes está en la etimología de "China", aunque otras lo nieguen.

Este Qin Shihuang fue un personaje extraordinario, que tiene la historiografía dividida y no solo en lo referente a su nombre sino también su persona, su carácter, su gobierno. Una tradición lo presenta como un déspota cruel y despiadado y otra como un gobernante clarividente y estas tradiciones a veces se alternan en el tiempo. En la actualidad parece tener buena prensa. Mao Tsetung lo valoraba mucho por haber creado la nación china y haberla defendido de los asaltos de los bárbaros nómadas del Norte. De hecho fue él quien hizo erigir la primera de las varias murallas de la China, de la que ya solo quedan vestigios. Ese buen nombre actual viene también propiciado por la conclusión de que la leyenda según la cual mandó enterrar vivos a cuatrocientos letrados, legistas, literatos, sabios es eso, una leyenda.

No obstante, el emperador Qin debía de profesar cierta inquina a los intelectuales porque lo que sí parece más cierto es que mandó quemar todos los libros de pensamiento que se encontraran y prohibió el cultivo del confucianismo. Solo esto es ya una revolución, dada la centralidad moral (medio religiosa, medio civil) de Confucio en aquel país. Recuerda la revolución de Akhenaton en Egipto más de mil años antes: un emperador que quiere cambiar los sentimientos, las creencias, la moral, la religión de un pueblo. Lo decisivo en el chino no es que se hiciera llamar Qin, sino Shi que, según tengo entendido, quiere decir "divino". O sea, el primer emperador decía ser dios, una pretensión en la que le han seguido muchos hasta el día de hoy.

El atributo esencial de dios es la inmortalidad y actualmente hay acuerdo general en que el emperador Qin estaba poseído de un frenesí: ser inmortal. Envió expediciones a lejanas tierras en busca del elixir de la vida eterna y, si no ando desencaminado, murió de regreso de un viaje en el que, además de asegurar su imperio, buscaría esa pócima maravillosa. Y, mientras tanto, ¿qué hacía? Había mandado esculpir su ejército en arcilla, al tamaño natural, uno a uno. Lo que se dice, un trabajo "de chinos" porque, aunque los cuerpos y miembros están hechos en serie con moldes, los rostros están individualizados y, por ahora, se han descubierto ocho mil. Una obra gigantesca en la que se empleó para excavar más de 20.000 metros cuadrados y construir el mausoleo unos 700.000 prisioneros de guerra. Si Qin no conseguía la inmortalidad, quería ir a la otra vida protegido por el que había sido la columna de su poder, el ejército, soldado por soldado, arquero por arquero, caballo por caballo. Y, según dice la historia, en algún momento tuvo un ejército de 100.000 hombres.

Aquí es donde, me malicio, entra la prohibición de Confucio. El venerado maestro había dejado dicho que se enterrara a los muertos sin nada o con alguna baratija de valor simbólico. Estaba en contra de los enterramientos de boato por varias razones. La obra del emperador no encajaba en la doctrina, así que fuera doctrina y fuera libros. Él a construir su ejército para presentarse en el más allá en toda su gloria. Luego, los sobresaltos de la historia, los reinos en lucha, las revoluciones, el hundimiento de la dinastía, hicieron que aquel enorme mausoleo se lo tragara literalmente la tierra, quedara sepultado en el olvido. No estoy muy seguro de si se mantuvo la memoria siquiera como leyenda.

El hecho es que en 1974 unos campesinos, cavando para hacer un pozo, dieron con este prodigioso mundo subterráneo, con sus ocho mil figuras individualizadas, una excavación que aún no se ha concluido pero que, al parecer, alguien ha calificado como la octava maravilla del mundo. No es muy original, pero se hace uno una idea viendo además esta exposición que suple su carácter infinitesimal con diversos recursos, incluidos vídeos y abundante información, alguna especialmente pertinente. Por ejemplo esa que recuerda que el color gris uniforme de las figuras es lo que queda tras dos mil doscientos años de lo que fue una viva policromía. Algo que tendemos a olvidar a tal extremo que nos cuesta imaginar también coloreadas las estatuas griegas y romanas. Y lo estaban.

Los expertos discuten sobre el significado de esta obra increíble y abundan las teorías y las especulaciones: la magnificencia del poder, el símbolo de la defensa, el sentido industrial de la organización social china, su fuerza expansiva, su unidad nacional. Todas razones verosímiles, especialmente para los legos. Palinuro, lego entre los legos, tiene una: en realidad, el ejército de terracota debía de cumplir una función similar al sudario que tejía y destejía Penélope; una función de distracción. Mientras Qin buscaba desesperadamente el elixir de la vida eterna quizá creyera tener entretenida y engañada a la muerte suponiendo que esperaría a que todo su ejército estuviera esculpido y en perfecta formación de marcha. Vaya uno a saber lo que pensaba un personaje tan extraño. Pero, desde luego, tenía mucho poder. Y ese poder lo había enloquecido al extremo que podemos ver perfectamente ilustrado en esta exposición. La locura de un hombre que quería hacerse acompañar al otro mundo por todo su ejército en efigie pero también por los cientos de miles que infelices que trabajaron en la obra y a los que se ejecutaba en ella según iba avanzando.

dimecres, 13 de novembre del 2013

La marca España es la basura.


El texto es la basura. El pretexto es la basura. El contexto es la basura. En España ha caído la basura al modo en que las langostas cayeron sobre Egipto en la novena plaga. Todo se ha llenado de basura: la realidad del día a día, convertido en noche, las conversaciones de las gentes, las discusiones de los mentideros, los ukases del poder, las homilías de los curas. La retórica se ha hecho de muladar y estercolero. Si antes eran los pobres -cada vez más numerosos y de clases sociales algo superiores- quienes buscaban afanosos las desechos, ahora son estos los que se ofrecen a la vista del todo el mundo, avanzan, crecen se agrandan. Ya son la imagen tópica de Madrid. Y están a punto de serlo de la marca España cuyo recorrido triunfal por los medios planetarios deja una estela de corrupción, abuso, suciedad y miseria que hace innecesario revivir la leyenda negra. El símbolo europeo de España es la basura. No la comida-basura o la televisión-basura sino el país-basura.

La cuestión es si realmente nos merecemos esto.

Si nos merecemos una alcaldesa como Ana Botella, no electa para el cargo sino poco menos que infiltrada, y que ha dado pruebas sobradas de una fabulosa incompetencia para gestionar algo más complejo que su make up. El siniestro episodio del Palma Arena (cinco muertes y ningún responsable) ya fue motivo suficiente para una dimisión fulminante. En lugar de ello, la vara mayor se plantó en Buenos Aires a hacer un ridículo planetario con la relaxing cup of coffee en un Madrid por el que dos meses después no se puede caminar sin serio peligro para la salud. Quien no es capaz de retirar la basura de la vía pública -servicio por el que los madrileños pagan altísimas tasas- pretendía traer los Juegos Olímpicos de 2020, fecha para la cual, de seguir la misma alcaldesa, Madrid sería un gigantesco vertedero. La basura es la cuenta final de la incompetencia de la señora Botella. Tanta que hasta su partido le exige ya perentoriamente que limpie las calles, una exigencia, me temo inútil (¡y eso que Botella fue concejala de medio ambiente!) porque sospecho que ni siquiera entiende el conflicto, el lío de contratas, subcontratas, recontratas que ella misma ha organizado.

Si nos merecemos un ministro de Educación cuyas declaraciones son tildadas de basura por el portavoz de la Comisión. Los medios españoles, que son pundonorosos, precisaron luego que el portavoz dijo rubbish y que rubbish no solo significa "basura". No, también significa "tontería", "estupidez", "memez", "gilipollez" y hasta "caca", además de "basura". Y no sé qué será peor. Faltó tiempo a Rajoy para salir en defensa cerrada de su ministro en quien, como el Padre con el Hijo en el Jordán, tiene puestas todas sus complacencias. Pero, a diferencia del Padre, Rajoy, que no domina los tiempos, defendía a Wert de la metedura de gamba de las becas Erasmus y antes de que, a continuación, metiera la otra gamba con su rubbish.

Incidentalmente, los europeos siguen siendo bastantes educados y si el portavoz se valió de un término tan fuerte mostraba cierta irritación porque, en sus declaraciones, Wert atribuía a la UE su propia intención, esto es, suprimir o demediar las becas Erasmus cuando la Comisión se aprestaba a hacer lo contrario. Una prueba evidente de mala fe y malas artes.

Rajoy tendrá ahora que hacer una segunda defensa, respaldar otra vez a su ministro metegambas pues el PSOE ya ha pedido por vez segunda su dimisión. Muy bien. ¿Y quién respalda al respaldador, a Rajoy? ¿Quién es él para respaldar a nadie? Nada más presentarse en Europa, al comienzo de su mandato, el eurodiputado británico Nigel Farage lo calificó de el líder más incompetente de Europa y, hasta le fecha, nadie parece haberle ganado en esa primacía a pesar de que, como decía el mismo Farage, se enfrenta a una intensa rivalidad

Y de la basura física, material, maloliente y la política, repulsiva, pasamos directamente a la moral. En las Baleares la policía ha detenido a un empresario que supuestamente explotaba a los trabajadores pagándoles 70 € semanales por cinco días de diez horas diarias de trabajo, vamos, 1,4 euros la hora, supongo que neto porque tampoco pagará la seguridad social. La basura de la esclavitud. A esto ha llevado la conjunción de la crisis y la reforma laboral de la derecha. Una reforma dictada por la patronal y articulada por un especialista en la materia, catedrático de Derecho del Trabajo, a quien el gobierno ha compensado por acabar con su asignatura nombrándolo presidente del Tribunal Constitucional, por si hay alguna duda respecto a la constitucionalidad de la explotación, la esclavitud y los salarios de hambre. Pasen y vean la marca España. Se escribe con caracteres chinos.

El propio Rajoy es, si se me permite la licencia poética, un presidente basura, "en sí" y "para sí", como dirían los hegelianos pues, sabiéndose basura, se oculta debajo de todas las alfombras, sus ministros, sus plasmas, su guardia pretoriana parlamentaria, su mester de propaganda en los medios, sus asociados y conmilitones en las vastas redes barcénigas y gürtelianas. Hasta su gente comienza a mirarlo ya con reticencia y un punto de repugnancia.

No, no es una exageración o una obsesión. Es una realidad deprimente. La basura lo ha anegado todo, emporcado y ensuciado todo. Se indulta arbitrariamente a los delincuentes si son de los nuestros; se ignoran sus delitos o no se persiguen si son personajes de alcurnia; se prostituyen todos los códigos deontológicos de todas las instituciones y profesiones; se toleran enriquecimientos fabulosos por medios delictivos y se los amnistía si se descubren; se desprecian los derechos de los ciudadanos, a los que se hostiga y reprime con violencia; o se les mutila; o se les mata sin más; se castigan desproporcionadamente comportamientos que muchas veces vienen impuestos por la necesidad y la miseria a que se ven arrojados quienes los realizan; se suprimen los derechos de los trabajadores, los parados, los pensionistas; se eliminan las ayudas públicas a fines de justicia social destinados a otros ostentosos, como conservar la memoria del último dictador criminal que tuvo el país; se imponen formas, estilos, creencias, identidades y se reprimen las que no nos gustan; los políticos (sean o no "clase", "casta" o "pandilla"), que decretan estrecheces y sacrificios para la población, viven en el lujo y el despilfarro del dinero de todos. Lo ha dicho hasta el Papa de Roma y, al oírlo, ¿quién en España no ha pensado que se refería a nuestro país?

Los curas. Los curas no lo han pensado. Al contrario. El arzobispo de Granada defiende y apadrina un libro machista escrito por una mujer con el título de Cásate y sé sumisa. Más basura. Vieja. Apestosa. Eso de "sé sumisa" lo argumentaba mucho Pilar Primo de Rivera, la hermana del Ausente y antes, Fray Luis de León, y antes... En fin, que no es nuevo. Es basura consagrada. Salvo que se trate de una burla, que todo puede ser. No creo que lea el libro, pero a lo mejor está escrito en el espíritu de Camille Paglia, que tiene su fondo, vaya usted a saber. Lo que convierte el asunto en basura es la intervención del prelado, aplaudido, seguramente por Rouco. "Sé sumisa"; tal es la respuesta de la España de Trento a esas especies semidiabólicas del actual Papa sobre la importancia de las mujeres en la iglesia. La importancia de la sumisión, sí señor. Si el esclavo no es sumiso, aquí no hay quien viva, Santidad. Si fueran sumisas, los hijos de Dios no las matarían; o no las matarían tanto. Es que, en el fondo-fondo, los curas son hombres y los hombres, curas.

Dicen las autoridades de todo tipo estar muy preocupadas con la "desafección ciudadana", que corroe la legitimidad de nuestra democracia. "Desafección" no es la palabra. La palabra es "pesimismo", "desaliento", "desánimo", "abatimiento", "desesperación". Elijan. España está hundida, anegada en su propia basura.

La basura es la marca España. 

(La imagen es una foto de Bart Evenson, bajo licencia Creative Commons).

dimarts, 12 de novembre del 2013

La conferencia del PSOE y la basura del PP.


La atención mediática suscitada por la conferencia política del PSOE ha llevado a segundo plano otras cuestiones de no menor enjundia. Paradójicamente el evento socialista serviría de cortina de humo para que no se hablase de los últimos disparates de la derecha en el gobierno español y, específicamente, en el madrileño. Que no se hablase de Bárcenas, quien continúa con su pausada estrategia de revelación de más presuntas irregularidades del PP; de las becas Erasmus del ministro Wert, empeñado en suprimirlas por ser vías de acceso de las gentes sin medios a los estudios; de la congénita incapacidad de Ana Botella para gestionar nada más complicado que su personal make up, como se prueba con esa increíble huelga de las basuras en Madrid; o del enésimo desatino autoritario de Rajoy, quien declara que los artículos 1 y 2 de la Constitución son innegociables, que no hay nada que negociar ni dialogar y eso como muestra de la disposición a negociar.

Celoso el PP en un principio del protagonismo mediático del PSOE, pretendió oscurecerlo fabricando un argumentario por el que su gente y sus periodistas a sueldo probarían la inanidad, la inutilidad del esfuerzo socialista. Pero no debía de estar muy convencido de su oportunidad ni debía de darle mucha importancia porque encargó la tarea a Carlos Floriano, en la seguridad de que nadie le haría caso. Como sucedió. En el fondo, lo inteligente para el PP era que los socialistas se llevaran todo el protagonismo dos o tres días. La cortina de humo se haría más densa y no era preciso alertar a la gente con juicios malignos y falsos, tópicos y maledicencias de poca monta.

Así que, exultantes, los socialistas afirmaban haber recuperado la iniciativa, mostrando su capacidad de generar ideas, propuestas y soluciones de consenso para los problemas internos de su partido. El PSOE tiene una acreditada capacidad para llegar a acuerdos en su interior y preservar su unidad, que lo diferencia de otras fuerzas de izquierda, más dadas a enfrentamientos domésticos, anatemas, purgas y escisiones. A lo mejor por ello niegan estas a aquel su condición de izquierda.

El acuerdo más complicado al que los socialistas han llegado es el que afecta a las primarias. Tomás Gómez se quedó solo proponiendo fecha. Nadie lo siguió. El partido cerró filas en torno a la propuesta de que sea el Comité federal el que dije el plazo. Eso no es, evidentemente, poner puertas al campo. Pero se le acerca. De aquí a las primarias, los distintos candidatos pensarán sus estrategias, tomarán posiciones y orientarán su acción en el sentido de la candidatura. Serán inevitables planes, acuerdos. Es obvio que Carme Chacón no va a quedarse quieta; ni Patxi López; ni Emiliano García Page; seguramente ni Tomás Gómez y solo queda que Madina dé un paso al frente. Y Rubalcaba aún no ha ejercitado su derecho a decidir, que él sí se lo reconoce a sí mismo.

No sé si puede llamarse a eso haber recuperado la iniciativa, pero está bien que el partido se mueva, se agite, porque así también se debatirán proyectos y algunas de las cuestiones que la conferencia política ha silenciado o soslayado pueden volver a salir a debate. Y saldrán.

Mientras tanto, en el PP podrían responder si van a hacer algo con respecto a los cuatro nuevos problemas que han tenido la habilidad de provocar en las últimas 72 horas. En concreto:

- Si el gobierno y el partido van a colaborar por fin con la justicia en lugar de entorpecerla y si Rajoy va a asumir la evidente responsabilidad política que tiene en el caso Bárcenas/Gürtel.

- Si el ministro Wert va a dimitir visto su fracaso no solo con las becas Erasmus sino son su Ley orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación (LOMCE) que no tiene detrás más que los votos del PP y, por tanto, nace muerta.

- Si Rajoy va a adoptar una actitud de diálogo con la Generalitat catalana, en lugar de cerrarse en banda a todo intercambio y de estar propiciando ese choque que se dice querer evitar.

- Si Ana Botella, por fin, va a dimitir, vista su incapacidad para conseguir que los madrileños tengamos un servicio de recogida de basuras por el cual pagamos nuestras tasas e impuestos. Llena de pasmo que una alcaldesa incapaz de garantizar la limpieza de las calles pidiera traer los Juegos Olímpicos 2020 a la capital con tanto ahínco como para hacer el ridículo. Ella, que quería "limpiar" las calles de prostitutas y mendigos, ni siquiera puede limpiarlas de los montones de bolsas de basuras.

(La imagen es una captura del twitter de Verbal Kint).

Comic de guerra.

Guy Delisle (2013) Crónicas de Jerusalén. Bilbao: Astiberri, 333 págs.



Guy Delisle es un conocido autor francocanadiense de comics novelados de variada temática, alimentada a veces por viajes a lugares alejados y exóticos. Tiene un dibujo sencillo, nada recargado, muy suelto, con un ojo para sutiles expresiones faciales. Las viñetas utilizan toda la panoplia de recursos, con mucha influencia de la fotografía y el cine en cuanto a los encuadres. Los textos son minimalistas, equilibrados. El conjunto muestra una lejana influencia de Hergé y Tin Tin que aparece expresamente citado en esta historia. Claro que también lo están muchos otros, si bien contemporáneos.

En 2008, la esposa de Delisle, perteneciente a Médicos sin fronteras, aceptó incorporarse a una misión de la ONG de un año en Gaza y el matrimonio, con dos hijos pequeños decidió aceptarla. Mientras ella actuaba en la franja, él residiría en Jerusalén, en el barrio de Beit Hanina, justo enfrente de unos asentamientos israelíes. Él se ocuparía de los niños y del hogar, en una experiencia de amo de casa y emplearía su tiempo libre en visitar el conjunto del país, trabajando en sus dibujos. Al final encontró que había hecho tantos de ellos que podría reunirlos para contar sus aventuras (que fueron muchas) en Israel y el resultado es este libro, el punto de vista de un occidental avanzado, partidario de la igualdad de sexos, en un país (mejor dicho, en dos países superpuestos) en donde esta deja mucho que desear, liberal, vagamente progresista, procedente de otro país democrático, estable, pacífico, en el que, salvo las andanadas independentistas de Quebec, nunca pasa nada. El resultado es este testimonio gráfico, apuntes sobre el terreno de una experiencia en un lugar del planeta en el que, a diferencia del suyo, puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Crónicas de guerra en dibujos de comic y narradas en primera persona. 

Tenía interés por conocer su visión de un lugar que yo también conocí y recorrí, si bien hace ya casi veinte años. Un viaje por Israel/Palestina deja un recuerdo imborrable y un deseo de volver o, cuando menos, de enterarse de cómo han evolucionado las cosas. Delisle, con más tiempo y medios que yo, compró un coche (que, por cierto, dice haber vendido a un español al marcharse) mientras que yo alquilé uno. Pero con él recorrí el país y estuve en casi todos los lugares que visitó el dibujante: Tel-Aviv, Jerusalén, Hebrón, Acre, Masada, el Mar Muerto, Cisjordania y, desde luego, Gaza. No llegué a estar en Ramala, pero me da la impresión de que él tampoco fue a Jericó o Cesárea.

Mi curiosidad era saber, conocer, ver (es lo bueno que tienen los libros gráficos, fotos o comics) permiten visualizar las cosas y cómo cambian. La zona no está jamás en paz y tranquila, especialmente en los territorios ocupados. En verdad, lleva más de 2.000 años siendo escenario de conflictos y guerras, lo cual no está nada mal como signo distintivo de las tres religiones monoteístas del mundo que reconocen aquí sus orígenes. Pero, cuando yo estuve, reinaba una relativa calma: un par de atentados y el estado de sitio permanente con la multiplicidad de check points a lo largo y ancho del país. Durante la estancia de Delisle, sin embargo, se produjo la infausta operación Plomo fundido, al filo de las Navidades de 2008 y comienzos de 2009, durante la cual los aviones israelíes bombardearon repetidamente Gaza, causando más de mil muertos, innumerables heridos y destrozos, habiendo empleado en la operación bombas de fósforo blanco. También entraron los carros de combate y los inevitables bulldozers para los derribos de cientos de viviendas.

En el resto, Palestina sigue más o menos como hace veinte años, pero con todos los conflictos exacerbados y alguna que otra barbaridad nueva, como ese muro de hormigón de ocho metros de alto y (hasta la fecha) unos 500 kms que, cuando esté terminado, rodeará completamente Cisjordania con unos 700 kms. En cuanto a la convivencia de las dos comunidades, israelíes y palestinos (o árabes)  las cosas también están como antaño pero mucho peor. Allí donde coexisten, los israelíes abusan y tiranizan a los árabes. Especialmente los colonos, amparados por el ejército. El caso paradigmático es Hebrón, la ciudad con la tumba de los cuatro patriarcas (dos del lado israelí y dos del árabe). Un exiguo puñado de unos 600 colonos, que viven en el centro en un barrio fortificado guardado por los militares, condiciona de tal manera la vida de una ciudad de más de 200.000 habitantes que partes de ella son zonas intransitables y otras están abandonadas. Quien visite Hebrón se habrá hecho una idea de lo que sucede en Israel. En los territorios ocupados, muchísimo peor.

La situación de los palestinos es desesperada y, con todo, resisten. Los echan de sus casas, les destruyen sus medios, les retsringen sus movimientos, dejan sus instalaciones desabastecidas. Pero ellos resisten. Delisle cuenta entrevistas con los soldados israelíes de la organización Breaking silence, esto es, militares israelíes dedicados a denunciar los abusos de los otros militares. Hace veinte años tal cosa era impensable. A lo mejor vamos avanzando.

Cuando no trata del omnipresente conflicto, Delisle narra el día a día de la población judía, sus fiestas, Purim, Pesaj, la memoria de la Shoah, el sábado, el Yom Kippur, etc. Da cuenta de las infinitas divisiones de sus sectas, ultraortodoxos (en el barrio de Mea Sheakim), los mesiánicos (los que creen que Cristo es el Mesías), los jasídicos, etc. Aunque la ONG de su mujer lo emplea para relaciones con los palestinos, su observación se dirige más a los israelíes, dejando constancia de algo que muy poca gente conoce: hay más libertad en Israel a la hora de informar sin pelos en la lengua sobre las operaciones militares y de denunciar los abusos de las FID (Fuerzas Israelíes de Defensa) de la que hay fuera, por ejemplo en Europa. El supuesto es claro: Israel es una democracia rodeada de países que no lo son y, en su política interna, tiene una mácula que es infringir los derechos humanos de la población palestina en los territorios ocupados, si bien los árabes asentados en territorio israelí son reconocidos como ciudadanos y ejercen sus derechos políticos.

Pero el país se considera  en guerra, incumple las resoluciones de la ONU, desoye los consejos de sus aliados y persigue una deliberada campaña de segregación y apatheid en el interior, mientras que extrema sus medidas de seguridad en el exterior, muchas veces violando normas y principios del derecho internacional. Cualquiera que haya pasado por los controles israelíes en los aeropuertos de embarque lo ha experimentado. Delisle hubo de sufrirlos dos veces y parecen haber agotado, sino su flema británica, porque es de origen francés, sí su cachaza bretona.

Otro elemento que hace el libro de muy grata lectura. Al ser la crónica ilustrada de un viaje, contiene abundante información sobre el día a día de un dibujante de comics que tiene que hacer de amo de casa en territorio extraño, a veces hostil. Son experiencias de trato cotidiano que nos hacen ver cómo funciona una sociedad que lleva medio siglo militarizada, pero conserva los mecanismos de producción y reproducción del poder civil, bajo una presión del elemento religioso al lado de la cual la de los católicos en España parece el reinado del librepensamiento. 

dilluns, 11 de novembre del 2013

No, no son iguales.


Lo mejor de la conferencia política del PSOE fue su clausura. Palinuro ha seguido atentamente el evento en varias entradas (Los jarrones chinos parlantes; PSOE: fuego de fogueo; y ¿Esto es todo?) con un espíritu crítico, ligeramente escéptico, muy interesado en el desarrollo de los acontecimientos y por último resignado a una conclusión que los economistas llaman subóptima. La gran maquinaria del mayor partido de la oposición, y hasta hace poco de gobierno, se había estremecido en una tarea de revisión, actualización y rejuvenecimiento. Pero, luego, se imponía la inercia de los viejos armatostes. Al fin y al cabo, como recordaron varios dirigentes, el PSOE tiene ciento treinta años y cuando algo ha resistido tanto tiempo no es fácil darle la vuelta como si fuera un calamar. Además, cualquier cambio que se le haga, tiene mucha repercusión porque afecta a multitud de equilibrios, formas, rutinas ya casi tradicionales.

Por eso, entre discursos, ponencias, enmiendas, pasilleos, declaraciones, acuerdos y votaciones, el cónclave llegó a su cuasi-final, dejando una generalizada sensación de perplejidad decepcionada: ¿hemos convocado una conferencia política para dejarlo todo como está? Bueno, como está, no. Algunas cuestiones quedaron precisadas, unas para bien (a juicio de Palinuro), como la recuperación de los derechos, el blindaje del Estado del bienestar, la política fiscal; otras para menos bien, como la imprecisión de la cuestión territorial o las ambigüedades sobre lo que debiera ser hace años ya la tajante separación entre la iglesia y el Estado; y otras para mal, como la cuestión de la República. La fórmula según la cual el PSOE, siendo republicano, apoya la monarquía, corresponde a la más firme ortodoxia cristiana, ya fijada en el concilio de Calcedonia, según la cual Cristo es una sola persona, como el PSOE es un solo partido; pero tiene dos naturalezas, igual que el PSOE, una esencial, republicana y otra de conveniencia, monárquica. O sea, quienes insistimos en el republicanismo solo y único, en el fondo, somos monofisitas.

Acababa, languidecía, la conferencia cuando el domingo, sin avisar, llegó la catarsis: un sensacional discurso de Rubalcaba que puso en pie al auditorio e hizo emocionarse a más de un veterano periodista de los de la batalla de la transición. ¡No somos iguales!, rugía el viejo zorro convertido en león. Vuelve la izquierda, vuelve la energía, la decisión, la voluntad de cambio. Vuelve el PSOE, el PSOE ha vuelto. Hay mucha miga en esa expresión. Quiere decir que se había ido. En realidad, la expresión acuñada sería: se había retirado a los cuarteles de invierno, aunque fuera verano. Pero vuelve; vuelve como partido; como instrumento para conseguir algunos cambios sociales de presumible amplia repercusión electoral; un programa no de máximos pero sí de mínimos viables y nada superfluos como andan las cosas. Rubalcaba estuvo muy bien subrayando que no son lo mismo. Claro que no. Y los hechos hasta hoy (no todos, pero sí muchos de ellos) lo avalan en sus propósitos. Un programa de izquierda posible, realista, capaz de concitar apoyo electoral mayoritario. Todavía podrá precisarse más y es claro que se necesita un nombre que simbolice este conjunto de propuestas. Por ejemplo, devolución. El PSOE se propone devolver a los distintos sectores de la sociedad (trabajadores, parados, pensionistas, mujeres, jóvenes, funcionarios, dependientes, niños) los derechos que una política antipopular del partido popular les ha arrebatado. Devolución.

Pero hay más en la expresión y en el discurso. Queda saber quién llevará adelante esos propósitos regeneracionistas de la democracia y el Estado del bienestar. Es decir, la sombra de las primarias. Y la cuestión de si Rubalcaba se presentará o no a ellas. Podría haber aprovechado el momento de exaltación que consiguió para anunciar su propósito. Pero no lo hizo. Ha vuelto a aplazar la clarificación y, se quiera o no, con el aplazamiento, se avivarán las inquietudes internas. Según parece, los llamados "barones" dan por descontada la retirada de Rubalcaba. Me inclino a suponerlo. Mi interpretación es que la categoría del discurso viene a ser como el canto del cisne, bello por lo que representa. Rubalcaba, enardecido por el patriotismo de partido, se apresta a ponerlo, reavivado y listo para la acción, al servicio de la candidatura de quien obtenga el respaldo mayoritario. Si lo hace, pasará con honores a la historia del PSOE. Pero no tiene por qué hacerlo. Muchos dirán que eso es suicida pues es imposible ganar unas elecciones cuando el noventa por ciento de los votantes no se fían de ti. Pero es que el asunto es más complicado.

Veamos: el PSOE está en situación de presentar un programa mínimo de la izquierda muy viable y que seguramente tendrá apoyo mayoritario, dado el descontento universal con las políticas del PP. Necesita, sin embargo, un candidato con tirón y respaldo. Para eso se hacen unas primarias abiertas. Supongamos que se presentan siete aspirantes. ¿Puede hacerse candidato a un aspirante que alcance el 20 por ciento de los votos porque los demás aun tienen menos? Sin duda, si Rubalcaba se presenta, tendrá un apoyo masivo que no bajará del cuarenta y tantos por ciento. ¡Ah, pero Rubalcaba es el pasado y nos lleva a la derrota en 2015! Muy probablemente. Con todo, hay una forma sencilla de evitarlo: preséntese un(a) candidatx capaz de ganar no a los otros bisoños sino a Rubalcaba. Ahí está el mérito.

Por lo demás, esa es buena lid y Rubalcaba tiene perfecto derecho a entrar en ella. A lo que no creo que lo tenga es a postergar sine die la fecha de las primarias.

(La imagen es una captura del vídeo de El País.

España una, cincuenta y una y dos ciudades.


Jaime Ferri Durá (Dir.) (2013) Política y gobierno en el Estado autonómico. Valencia: Tirant lo Blanch, 463 págs.



Entre los numerosos misterios que encierra España, considerada como el “enigma histórico” de Sánchez Albornoz, no es el menor el de su articulación territorial. Guste o no guste a los españoles, la historia de nuestro país es un continuo tejer y destejer de formas organizativas para encuadrar a sus habitantes en ámbitos político-administrativos que den sentido a sus vidas, las faciliten y hagan del país en su conjunto algo más próspero y mejor. La prueba de que, hasta la fecha, tal cosa no se ha conseguido es que hace casi cuarenta años inauguramos una nueva planta y esta aparece sometida a fuertes tensiones que amenazan con romperla.

Si alguien cree que tal amenaza proviene exclusivamente de los nacionalismos independentistas más o menos periféricos, solo se quedará con media canción. La otra media la entonan formas no nacionalistas y no independentistas de entender la organización y convivencia territorial del Estado. En efecto, es dudoso que las tendencias centrífugas hayan causado mayor daño a la legitimidad del Estado autonómico que el hecho de que este se haya desplegado en todas sus potencialidades y haya llevado a una exacerbación de los particularismos localistas y la práctica irrefrenable del caciquismo, ambos responsables de que el apoyo popular a la fórmula autonómica actual en España no sea muy alto. Sin duda, la corrupción, como uno de los fenómenos de la época, es difícil de entender, analizar y combatir pero de lo que no hay duda es de que es responsable de la caída del prestigio de las CCAA. Es difícil contener la indignación cuando se ve cómo una cuadrilla de verdaderos forajidos lleva más de veinte años robando a los valencianos (y a todos los españoles), esquilmando las arcas públicas y enriqueciendo a unos políticos/mangantes del PP y sus adláteres y compinches en el proceloso mundo de la delincuencia organizada gracias a las llamadas "instituciones de autogobierno".

Sin duda es injusto generalizar y no es cierto que todas las CCAA autónomas se hayan administrado con el mismo grado de corrupción y presunta criminalidad que Valencia que más parece un reinado de la Camorra o la Cosa Nostra. Pero lo cierto es que el ejemplo valenciano, aunque con menor intensidad, se ha extendido a otras comunidades como Madrid, Murcia, Andalucía, Galicia o Baleares. Desde luego,  ello no es consecuencia de las estructuras autonómicas mismas pero, por supuesto, estas ayudan.

Así que, aunque el libro en comentario es un trabajo objetivo, académico, riguroso, imparcial del funcionamiento del Estado español en cuanto Estado de las autonomías, leyéndolo, no solo se aprende mucho sobre los caracteres de nuestro Estado en cuanto a su base territorial sino sobre los motivos por los cuales aparece parasitado por presuntas organizaciones de malhechores que persiguen el enriquecimiento ilícito de estos y la destrucción de la base estatal.

En el comienzo de la obra, una especie de introducción general sobre el modo en que el Estado autonómico se ha gestado y engordado, Jaime Ferri (“la construcción del sistema autonómico”) sostiene que está sometido a una “espiral centrífuga inacabable” (p. 22, 40). Traza la historia más reciente de la formación de España como Estado deteniéndose en las peculiaridades de Cataluña y el País Vasco y considera la articulación del Estado autonómico desde la Constitución hasta la malhadada LOAPA. Claro que eran otros tiempos. No estoy muy seguro de que el Constitucional actual hubiera actuado con aquella ley como lo hizo el otro. Sigue con acierto los avatares políticos de los últimos años, mezclando la política nacional con los de los sucesivos gobiernos, el “Plan Ibarretexe” (p. 54) y la reforma del Estatuto catalán de la que advinieron estos lodos (para otros amanecer radiante) de la exacerbación del independentismo catalán. La conclusión entre irónica y prudente del autor es que, después de treinta años, el balance del Estado autonómico está “abierto”, algo que le parece “más positivo que negativo” (p. 60), lo que tampoco suena precisamente a parabienes.

Esther del Campo García (“territorio y poder en perspectiva comparada”) plantea un buen cuadro descriptivo sobre los modelos o tipos ideales de organización territorial de los Estados, divididos en unitarios y compuestos y estos en autonómicos y federales (p. 70) con todas las cautelas pues, como siempre con los tipos ideales, los reales suelen ser más confusos y algo chapuceros. Así, España viene a ser un “federalismo encubierto” (p. 77). He perdido ya la cuenta de los eufemismos de los expertos para calificar España de Estado federal sin llamarla federal. No hay duda de que la descentralización territorial estuvo muy de moda a fines del siglo pasado. Que siga siendo algo de interés general en plena vorágine de la globalización es asunto distinto. Para Del Campo, resignada, entiendo, a la esencial indefinición española,”lo que importa son los procesos” (p. 87). Algo así como cuando te dicen que lo importante no es ganar sino participar.

Eliseo López Sánchez, Joaquín Sánchez Cano y Álvaro Aznar Forniés (“las instituciones autonómicas y su funcionamiento”), parecen ser jóvenes promesas de la politología española y, como tales, ha debido corresponderles el típicamente académico honor de habérselas con lo más árido: la descripción del entramado institucional de las CCAA, verdadera selva laberíntica, entre cuyos oscuros parajes pueden perderse los más aguerridos expertos. Territorios exentos en los que medran personajes e intereses locales que dan a la organización autonómica española ese aspecto un poco absurdo de intentar calzar en un molde racionalista rígido la imprevisible proliferación de las castas caciquiles con las más pintorescos mangantes. Traten de encontrar parangón en la Europa cartesiana a personajes como Baltar o Fabra. Los autores lo hacen muy bien, y el resultado resulta lo suficientemente sistemático, metódico e indigesto para cumplir con creces la evidente finalidad del libro de ser un manual; con distintos registros, pero un manual. Solo recomendaría para alcanzar el objetivo plenamente que, en una segura reedición del texto, los autores presten alguna atención al poder judicial autonómico y no lo dejen tan solo en el legislativo y ejecutivo.

Juan Carlos Cuevas Lanchares, un autor con otro tipo de preocupaciones, menos en un terreno institucional y más en otro ideológico o teorético, acomete el análisis de los “hechos diferenciales”. Es una buena idea y el resultado del esfuerzo, prometedor. Los “hechos diferenciales” son como el pedigrí de las partes componentes de esta realidad proteica que es España. Pero su afanosa generalización lleva al concepto a un terreno casi caricaturesco. Los tales “hechos diferenciales” se han generalizado por impulso de la idea del “café para todos” de la segunda ola autonomista. España viene así a ser un agregado de diecisiete “hechos diferenciales” y dos barruntos de tal cosa en las ciudades de Ceuta y Melilla. Hasta Madrid cuenta con el “hecho diferencial” de carecer de “hecho diferencial” (p. 175), lo que viene a ser como una plasmación autonómica de la paradoja musiliana de la identidad del hombre sin atributos. Llegadas aquí las cosas está claro que convendría ponerse de acuerdo sobre el alcance semántico del concepto de “hecho diferencial” para que no parezca solamente un intento de aguar las expectativas de Cataluña, País Vasco y, si acaso, Galicia ya que, en último término, “hechos diferenciales” los hay en cada villorrio. ¿O cree alguien que es lo mismo un leonés de la Maragatería que un segoviano? ¿Un madrileño de Móstoles que otro de La Moraleja?

Francisco Javier Loscos Fernández, (“los sistemas de financiación”), un reconocido experto en la materia, sintetiza en más de ochenta densas páginas la intendencia de este complejo armatoste del Estado autonómico. Es una exposición sistemática que, de nuevo como en el caso del capítulo sobre las instituciones, cumple de sobra la función propedéutica del conjunto del libro con un rigor y una prolijidad que pueden ser algo áridos; es decir, ideal como texto. Porque el alumno puede encontrar aquí todas las claves y fórmulas de los diversos modelos de financiación del mencionado laberinto académico. Hasta accede a los cálculos y fórmulas matemáticas de los regímenes de concierto o convenio (p. 240), que esos sí que son “hechos diferenciales”, como suspiran, llenos de envidia, los nacionalistas catalanes. El autor, quien tiene una visión optimista del tema y considera positiva por lo fexible (a la fuerza ahorcan; esta idea de “flexibilidad” quizá sea la más repetida en el libro) entiende que la financiación del Estado autonómico ha ido construyéndose pari passu con el propio Estado y en su exposición se guía por los principios que, en teoría, han de regir el proceso: suficiencia, autonomía y solidaridad (p. 255) Principios que la obstinada y díscola realidad política se empeña en ahormar aquí y allí cuando le parece y que, salvo si el gobierno central está en manos de una mayoría absoluta incuestionable, seguirá haciéndolo. No en balde el autor vuelve una y otra vez –para tratar de ignorarlo- sobre el hecho de que el reparto al 50% de los ingresos fiscales principales (IRPF e IVA) entre el Estado y las CCAA dé una pobre imagen de la respectiva responsabilidad política de las administraciones a la hora del feed-back de la opinión pública sobre las necesidades de financiación.

Luis Pérez Rodríguez, Eva Martín Coppola y Pedro Pablo Martín Parral, de nuevo otras tres promesas politológicas se atreven con un capitulo también medular en este asunto: las políticas públicas en materia de sanidad, educación y algunas cuestiones de la seguridad social como la dependencia (p. 294). En realidad, el capítulo viene a ser como un complemento parcial del de Loscos pues mientras este estudia los ingresos, nuestros autores lo hacen con los gastos, si bien no todos, ya que se limitan a los aspectos más típicos del Estado del bienestar, obviando transportes, infraestructuras, etc. Considerando que España es un “Estado autonómico del bienestar”, la cuestión que mejor resume su exposición es la pregunta final: “¿qué ocurrirá con el Estado autonómico a raíz de los actuales recortes del Estado de bienestar?” (p. 306) Pues dependerá de quién gane las próximas elecciones generales y de por cuánto las gane.

Paloma Román Marugán, (“los sistemas de partidos de las Comunidades Autónomas”), aporta su reconocida competencia y ya larga experiencia al análisis de uno de los aspectos a veces más intrincados y sorprendentes de nuestro tema: los partidos. Román enmarca las diecisiete CCAA y dos ciudades dentro del contexto de un hipotético sistema estatal que ya en sí mismo, presenta caracteres difíciles, como el hecho de que la autora admita que, al clasificarlo, tanto quepa considerarlo como “multipartidismo moderado” o “bipartidismo” (p. 317), con lo cual ya va el lector preparándose para cuando llegue el plato fuerte, esto es, la clasificación de los 19 sistemas de partidos de España, tarea de la que Román Marugán sale airosa confeccionando un muy ilustrativo cuadro de los sistemas autonómicos (p. 329), siguiendo los criterios de Sartori y en donde, en muchos casos, decidir si el sistema de partidos de tu comunidad es bipartidismo o multipartidismo depende de que en él actúen fuerzas como la Unión del Pueblo Leonés, el Partido Riojano o la Agrupación Herreña.

Argimiro Rojo Salgado y Enrique José Varela Álvarez (“la buena gobernanza del Estado autonómico: un largo camino por recorrer”) hacen casi un enunciado programático de su capítulo al señalar de entrada que queda trecho. Tiene mérito abordar la cuestión valiéndose de un concepto cuya equivocidad es tan evidente que tiene uno la sospecha de que hasta el título es redundante por cuanto no son pocos quienes atribuyen al término “gobernanza” ya de por sí una connotación positiva de forma que no habría “mala gobernanza”. En todo caso, valiéndose de una acepción instrumental a la que los autores llegan por agregación (p. 344), concluyen que las relaciones intergubernamentales del Estado autonómico son esenciales para su gobernanza pero que esta presenta déficit considerables (p. 356). Y tanto. En la medida en que por gobernanza entendamos una amplísima panoplia que va desde administrar bien los regadíos hasta acuñar una identidad colectiva como región, nacionalidad o nación lo más obvio es que el Estado autonómico tiene que recuperar la cultura de la negociación y el consenso (p. 359), cosa nada fácil en un mundo exterior lleno de señuelos a favor de la centrifugación como se ve por el hecho de los autores hablen de un “más allá del Estado-Nación” en el contexto de la globalización (p. 364). En efecto, un largo camino por recorrer hasta contestar a la pregunta que formulan al final: “¿es posible la buena gobernanza autonómica?”, a la que no responden con un “sí” o un “no”, sino con un “depende” (p. 369).

Argimiro Rojo, que hace doblete, redacta un interesante e innovador capítulo sobre “la acción exterior de las regiones: el caso de las Comunidades Autónomas” en el que resalta que dicha acción exterior, un tema siempre delicado, parece ya estar “institucionalizada” (p. 381) y no solamente por la aportación de las regiones a la Unión Europea que la tiene más o menos prevista (p. 388) sino porque dicha aportación será un elemento positivo en pro de la “buena gobernanza europea”, cosa que aun se verá más, según Rojo, a medida que Ley de Acción y del Servicio Exterior del Estado ponga orden en este mundo para que la acción exterior de las CCAA sea una “realidad reconocida, consolidada y normalizada” (p. 399).

Javier Gómez de Agüero López, (“las relaciones institucionales de las Comunidades Autónomas”) presenta un trabajo minucioso sobre un aspecto esencial, cambiante, difícil y muy problemático, el de la multiplicidad y variedad de relaciones de todo tipo entre las CCAA, entre las CCAA y la administración del Estado y entre aquellas y la Unión Europea sobre todo a través del Comité de las Regiones, pero no solo de este. Estas relaciones vienen siendo hasta la fecha un campo de vectores cruzados de todo tipo, a través de la cooperación multilateral (conferencias sectoriales), la cooperación bilateral (comisiones bilaterales de cooperación, convenios de colaboración) o la conferencia de presidentes, que viene a ser la instancia decisiva, una especie de “consejo europeo” a escala peninsular (p. 410). En cualquier caso, lo que el capítulo deja en claro es que el principal defecto de un sistema que no cumple con las expectativas es la falta de un órgano adecuado de coordinación de este abigarrado conjunto de relaciones en distintos planos. Debiera serlo el Senado pero, como bien se sabe, no lo es. En su ausencia debiera serlo la Conferencia de presidentes; pero tampoco lo consigue con lo que, al final, quienes vienen a rellenar esta laguna son los partidos políticos (p. 422), cosa poco avisada por cuanto estos, por su naturaleza y sus condiciones no debieran ser puntales de sistema alguno que pretenda estabilidad y continuidad.

Antonio Garrido (“las reformas estatutarias”), aunque hace un sucinto repaso histórico para situarnos en el marco diacrónico de los mecanismos de reformas de los estatutos, no se interesa tanto por dichos mecanismos como por sus resultados prácticos y, en concreto, se centra en el análisis de lo que llama la “tercera ola” de reformas y los estatutos de segunda generación (entre 2004 y 2011) (p. 429). El símil de la “tercera ola” tiene prosapia ensayística, aunque algún relativista, conociendo el país y sus paisanos, pueda apostar que quizá se alcance la “novena ola” que hunde su aciaga fama en lo más profundo del romanticismo. Corona el autor su capítulo con unas atinadas observaciones respecto a los contenidos y similitudes de los estatutos de la tercera ola, claramente articulados en torno a las tres grandes cuestiones que afectan al Estado autonómico: los derechos, las competencias y la financiación (p. 444). Con harta sabiduría concede atención solo de pasada a los temas identitarios, cuya relevancia a estos efectos de difundir conocimientos por medio de la enseñanza es relativa y quizá encuentren mejor acomodo en aquello de los “hechos diferenciales”.

En fin, buen repaso, muy actualizado, al Estado autonómico por lo que este vale.

diumenge, 10 de novembre del 2013

¿Esto es todo?


Pues sí, así parece. Sin duda, el titular de prensa es simplificador, pero certero: el PSOE acepta haber cometido errores y se compromete a luchar contra la desigualdad. Estaría bueno. La igualdad es el signo distintivo de la izquierda, según explicaba hace ya muchos años Norberto Bobbio. Quizá no sea suficiente, pero es necesaria. No era preciso reunir una conferencia para algo tan obvio. Lo de aceptar errores en público sí es relativamente nuevo en un tiempo en el que hasta los derrotas se convierten en victorias en diferido. Pero no estoy seguro de si han pasado de la mera aceptación a un terreno más pantanoso como el de enunciar exactamente de qué errores se trata. Para no andarnos por las ramas: ¿qué pasa con el artículo 135 de la CE? Pues fuera de cierta mala conciencia, no se ve que pase mucho más. El PSOE propone reformar la Constitución pero ese punto es intangible; si acaso, se propone añadirle algo que lo mitigue. Así que el reconocimiento de errores, me temo, se queda a beneficio de inventario.

No obstante es preciso esperar el documento definitivo. Los de base (de los que ya hablamos hace un par de días) se habrán visto modificados por los debates y enmiendas. Pero no es previsible que haya modificaciones muy significativas o substanciales. Es decir, la conferencia fija la posición del PSOE en todos los asuntos públicos. Pero sigue haciéndolo de un modo desdibujado. En algunas cuestiones (por ejemplo, la separación de la iglesia y el Estado) siguen sin estar claras las intenciones socialistas entre "renegociación" de los acuerdos de 1979 o simple y llana denuncia de ese vergonzoso texto.

La renovación ideológica tan trompeteada hace meses se queda en un posibilismo chato que no llega a reformista. Hay avances puntuales, como esa propuesta de legislar la igualdad retributiva de hombres y mujeres. Pero la tónica general es la moderación más extrema. No se cuestiona el modelo productivo y se proponen políticas ortodoxas, haciendo esfuerzos porque las financien las rentas más altas, aunque con poca esperanza. Sin duda, se concreta el propósito que más espera la gente: cómo revertir el expolio de derechos y el destrozo del Estado del bienestar ocasionado por el PP, cómo devolver al común lo que esta presunta asociación de malhechores le ha robado en beneficio propio. Su propuesta es constitucionalizar el derecho a la salud, la educación y otros servicios públicos, lo que hace exclamar a cierta prensa de izquierda pero algo bobalicona que el PSOE gira la izquierda. Sería cierto si esos derechos no estuvieran ya incluidos en la Constitución que hasta proclama el derecho a una vivienda digna. O sea, si girar a la izquierda es volver al punto de partida ni hay giro ni hay izquierda.

En realidad, la conferencia ha servido para acordar una tregua en la guerra por la sucesión, esa guerra que, según la dirección, no existe. La consigna era clara: no toca hablar de primarias. Y es de lo único de que se ha hablado, para llegar a un acuerdo por mayoría: será el comité federal el que decida la fecha. A todo esto tampoco está ahora claro a qué y quién afectan esas primarias, si al secretario general, al candidato a la presidencia o a los dos. Surge en el horizonte la sombra de la bicefalia. Si algo faltaba al PSOE para dar imagen de desconcierto y parálisis interna era esta conferencia cuyo único resultado parece haber sido que quienes aspiraban a suceder al líder acallen sus exigencias, se avengan a una especie de arbitraje y, entre tanto, velen sus armas. Se antoja magra cosecha. Sobre todo porque ahora ya no hay señuelo de renovación ideológica por delante que esgrimir. Ese cartucho está quemado. A los efectos prácticos, podían haberse ahorrado el evento.

Pero no a los simbólicos. Era propósito de la dirección que la conferencia no se entretuviera en asuntos políticos de mayor calado, como la cuestión catalana o la republicana y, de esta manera, yendo al business as usual, ocultar el verdadero giro del PSOE, no hacia la izquierda, sino hacia la derecha o, como diría González, "el centro". En verdad, la reunión puede pasar a la historia como la contraparte de aquel famoso congreso de 1979 (el llamado Bad Godesberg español) en que el mismo González extirpó el marxismo del espíritu del PSOE. Esta conferencia cierra el ciclo entonces iniciado: además de no marxista, el PSOE es un partido dinástico y nacional. Esa ha sido la verdadera "renovación ideológica". Vistos los tiempos, el partido se hace de lo que los críticos llaman el régimen aunque, con intenciones retóricas de estirarlo por la izquierda. Hasta cuánta izquierda, está por ver. Susana Díaz es alada mensajera del gobierno PSOE-IU al ejemplo andaluz. Pero nadie más le ha coreado el grito. Y menos el secretario general, muy sabedor de que las alianzas las dictan las urnas, no los propósitos. Y, aunque aliarse con estos comunistas post-comunistas no es tan arriscado como hace cincuenta años, no deja de ser una perspectiva inquietante para que estas gentes de orden la vean con buenos ojos.

No coincido con el modo de entender la cuestión catalana y tampoco la republicana pero, en lo demás, suscribo los propósitos del PSOE. ¿Cómo no? Tienen un aspecto declarativo, preambular, inocente y son bastante tibios. En fin, que menos da una piedra.

Lo que no puedo entender ni justificar es que la conferencia no haya tenido tiempo de ocuparse específicamente de la cuestión de la memoria histórica ni de aclarar a la ciudadanía qué propone hacer el PSOE con respecto al proceso judicial abierto en la Argentina para depurar responsabilidades por los crímenes de la dictadura franquista y pedir la extradición de los presuntos torturadores y criminales. Puede que lo haya hecho, pero los medios no lo consideraran importante y no nos enteráramos. Pero me inclino a pensar en un imperdonable olvido. El PSOE no puede seguir sin prestar la debida atención al hecho de que cientos, miles, de sus militantes fueron asesinados por sus ideas y aún yacen enterrados en fosas anónimas por toda España. Parece mentira que ni siquiera en esto, un deber que entienden hasta los pueblos más primitivos de honrar a los propios muertos, esté el PSOE a la altura de las circunstancias.

En fin, hagan ustedes las primarias cuanto antes. Es la única forma de salir de este marasmo en el que los tiene el conservadurismo de su actual dirección.

Contra el olvido.


Aitor Fernández (2013) Vencidxs (359 págs.). Barcelona: Date cuenta.



Merodeando por la red, hace unas semanas encontré un crowdfunding en donde se pedía dinero para un proyecto de recuperación de memoria histórica. Debí de dar lo que se pedía porque hace dos días me llegó el foto-libro Vencidxs llamándome "mecenas", seguramente una categoría de clasificación de quienes contribuyen económicamente al proyecto.

Lo importante es el proyecto, ahora hecho realidad además de con el libro, con un vídeo y una página web. Cuatro años costó al fotoperiodista Aitor Fernández y un equipo de colaboradores que trabajaron altruistamente para recoger cien testimonios directos de otras tantas víctimas de las represión franquista, bien en la retaguardia durante la guerra, bien en toda España al concluir aquella. Son todas gentes muy mayores, actogenarios, nonagenarios, algún centenario. Varios han fallecido desde que se inició este proyecto de rescate de la memoria de uno de los episodios más siniestros de la historia de España, lo cual solo testimonia la urgencia de emprenderlo y el mérito de quienes lo han hecho sin subvenciones públicas o privadas, simplemente con sus medios y lo recaudado a través del crowdfunding

El libro tiene una parte gráfica y otra de relato. La gráfica es una serie de excelentes fotografías tipificadas: primeros planos de rostros muy ancianos y, muchas veces, también primeros planos de sus manos, ocasionalmente otras fotos relacionadas con el tema (huesos en fosas, por ejemplo) y fotografías de época, aportadas por los entrevistados, imágenes de hace setenta, ochenta años, jóvenes sonrientes, milicianos, padres, madres, hermanos, abuelos. A su vera, como colgados de las imágenes los relatos, las narraciones en primera persona de este centenar de hombres y mujeres, la mayoría de los cuales tiene padres, madres, tíos, hermanos asesinados y enterrados en las cunetas. Son gentes sencillas, procedentes de pueblos de toda España, gentes que han vivido tragedias, auténticos infiernos, y han pasado su vida calladas hasta que por fin han superado el miedo y han hablado. Algunos de ellos, bastantes, por cierto, ya habían publicado sus memorias, sus testimonios, a veces a su propia costa. Uno la tiene colgada en la red. Tal era su conciencia de haber sido testigos de algo atroz, tan espantoso que no podían permitir que cayera en el olvido.

Porque los relatos tienen estremecedoras coincidencias, una extraña uniformidad que delata cómo las represalias de los vencedores sobre los vencidos, sus sevicias, crueldades y crímenes, no eran hechos ocasionales, fortuitos, inconexos. Al contrario, respondían a un plan fríamente elaborado (tenemos las notas del general Mola para probarlo) de terror y exterminio de los adversarios políticos, entendiendo por tales todos quienes estuvieran a la izquierda de la Falange y la Comunión tradicionalista. O sea, un genocidio. Ese es el inmenso valor de este trabajo, documentar fehacientemente un genocidio.

Los elementos comunes a los relatos son: denuncias anónimas, por odio o por envidia; detenciones arbitrarias; humillaciones públicas (pelo al cero a las mujeres, aceite de ricino), violaciones, palizas, torturas, "sacas", "paseos", fusilamientos. En muchos casos queda constancia de cómo los curas señalaban a las víctimas e, incluso, participaban en su asesinato. Tratamiento inmisericorde de los vencidos, a los que había que dar un escarmiento que durara generaciones (como dura, de hecho), un régimen de terror del que no escapaban las mujeres ni los niños.

Una de las cuestiones irresueltas de la transición es qué hacer con las víctimas del franquismo, las únicas que no tienen reconocimiento ni reparación; las únicas a las que no se hace justicia. Confrontada con su responsabilidad, a título de herencia, la derecha se obstina en ignorar el pasado, sosteniendo que removerlo es reabrir "viejas heridas". En realidad es su procedencia franquista la que se lo impide. La iglesia tampoco reconoce su culpabilidad en los crímenes y, como si quisiera aturdirse, sigue consagrando mártires de su bando a cientos, con espíritu de guerra civil nuevo.

El gobierno de Rajoy hace saber a la ONU que no tiene por qué investigar los crímenes del franquismo ya que, sobre estar prescritos, han sido amnistiados por la Ley de Amnistía de 1977. Precisamente es el argumento que emplea para explicar por qué no se adhiere a la Convención de la ONU de 1968 sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad. Está mal que el gobierno no se adhiera a ese texto pero no puede olvidarse que los socialistas tuvieron veinte años para hacerlo y no lo hicieron.

Para cuando llegue el momento de que tales hechos puedan verse en un tribunal de justicia (como parece está pasando en la Argentina) este libro será una pieza acusatoria clave. Ya es un baluarte contra el olvido con su tupida red de historias de gentes del campo, peones, albañiles, maestras, dependientes, sirvientes, costureras, jornaleros, anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos; suena como una coral del agravio silencioso, largos años contenido, un lamento colectivo de vivos y muertos, que no debe caer en el olvido. Que no caerá en él. 

Es nuestro pasado. Son nuestras raíces, regadas con sangre.

dissabte, 9 de novembre del 2013

PSOE: fuego de fogueo.


Ya está en marcha la conferencia del PSOE. Y se nota mucho. Bárcenas y hasta Aznar pasan a segundo plano. O a quinto, en donde suele estar Rajoy. Las demás izquierdas se desgañitan avisando como Pedro con el lobo que el PSOE no es de izquierda, opinión tan respetable como la contraria. El caso es que el evento, conferencia o cónclave socialista es tema del día. Y comienza este echándose a la izquierda por boca de Elena Valenciano, para quien el PSOE saldrá de la conferencia más rojo, más morado y más verde. Buena fórmula, voto a bríos. Palinuro la aplaude de todo corazón y solo substituiría el "morado" por "violeta". Cuestión de gustos.

No obstante, la misma Valenciano parece haber dado una rueda de prensa sin preguntas. Si es así, nadie esperaba que el ejemplo de Rajoy encarnara en el campo adversario. Quienes hablan de PPPSOE van a ponerse las botas. Porque Valenciano asegura en su incuestionable intervención que en esta conferencia puede hablarse de todo. Pero, al parecer, no con todos. No es un comienzo feliz. Y ya que el PSOE va de compromisos de futuro, comprométase firmemente a no dar jamás ruedas de prensa sin admitir preguntas. 

Es tal el interés de la dirección en impedir que se hable de las primarias que probablemente no se hable de otra cosa. De hecho, así es. Haciendo honor al carácter congresual de la conferencia esta es un bullir de conciliábulos, pasillos, cafetería y reservados. Ya hay quien ha detectado una especie de conjura de barones y allegados para pactar una fecha para las primarias. Pero también habrá contraconjura. Tomás Gómez, siempre hiperactivo, quiere fijar la consulta en febrero y no descarta ir en tándem con Carme Chacón. Eso está bien. Aquí nadie descarta nada. Ni Rubalcaba descarta presentarse cuando se convoquen las innombrables.

Pero la cuestión de los primarias no es solamente un mero capricho, una obcecación de jóvenes promesas que tienen prisa por vestir la púrpura del mando. Es algo lógico. La petición no es absurda. Incluso escuchando las razones de quienes pretenden postergarlas. Se trata ahora, dicen, de "conectar" con la ciudadanía por medios programáticos, se trata de presentar una alternativa viable y coherente a la situación actual. Las primarias no tocan. Lo que esta posición (la del secretario general) soslaya es que no bastan las propuestas. Hay que ponerles cara. El tiempo es de imagen y en la imagen fían las gentes su juicio. La cuestión obvia es ¿cómo va la gente a apoyar un programa alternativo si el rostro que lo acompaña es el de uno de los responsables de la situación cuya superación se busca? El empeño de Rubalcaba por coronar su vida política con otro intento electoral es comprensible y humano. Pero la realidad es muy terca. No solamente tiene un problema de liderazgo, como señala González; es que carece de crédito en la opinión pública. Y así no se ganan elecciones.

El PSOE ha lanzado ya varias propuestas concretas sobre equidad en la tributación e igualdad salarial real de los hombres y las mujeres y, sin duda, a estas seguirán muchas otras, hasta armar un programa de reformas posibles y seguramente tan sensatas como esas. Pero no sé si conseguirá evitar los debates sobre las grandes cuestiones.  He leído en algún sitio, no sé en dónde, que podría admitir un referéndum sobre la forma política del Estado. Lo dudo mucho, cuenta habida de que Rubalcaba ya ha dictaminado que el PSOE es un "partido republicano que se siente a gusto en la Monarquía parlamentaria". Será él; el partido como tal, no puede sentirse nada; y los republicanos que en él militan, de gusto, menos.

La otra gran cuestión es la catalana. Rubalcaba repite a quien quiere oírle que está en contra del derecho de autodeterminación. Él y su partido. Así,  como dice Valenciano, "se puede hablar de todo" aunque, bien se ve, con límites; no de todo. De autodeterminación no se puede hablar porque el jefe odia el concepto. Quiere substituirlo por el de federalismo, mediante el cual el PSOE piensa se amansará la efervescencia catalana. Si alguien duda de la eficacia del recurso, cuenta habida de que el PSOE ni lo ha aplicado jamás ni siquiera lo ha argumentado, se le hace ver que el partido está embebido de cultura federalista como demuestra  el hecho de que el órgano encargado de marear con las primarías se llame comité federal. Por cierto, como podía llamarse comité in partibus.

Se hablará de ambos asuntos (monarquía/república y organización territorial del Estado), quiera o no quiera Rubalcaba, pero se hablará con poco rigor, con vista a muy corto plazo y sin especificar gran cosa. Y ello es así precisamente porque no está aún decidido quién haya de dirigir el partido y quién haya de ser el candidato en las próximas elecciones. 

Las primarias debieran ser cuanto antes.

El sueño del surrealismo.


José Jiménez es el comisario de una exposición en el Thyssen sobre El surrealismo y el sueño, un título provocativo al contraponer dos términos que, en cierto modo, suelen darse por sinónimos. Razona, sin embargo, Jiménez que, si bien hasta la fecha se ha indagado mucho sobre la relación entre el surrealismo y lo onírico en un sentido, por así decirlo, transversal (el sueño como medio para la representación surrealista), no hay prácticamente nada sobre la contraposición directa del surrealismo con el sueño como objeto de la misma representación. Está muy bien visto y es la idea de una exposición muy interesante, articulada cuidadosamente en ocho apartados distintos, bautizados con títulos poéticos ("la conversación infinita", "el agudo brillo del deseo") o cargados de referencias ("yo es otro", "más allá del bien y del mal") que tratan de armar aquella imagen del sueño como el terrain vage en el que se expresa el surrealismo.

El primer paso es la referencia a los precedentes o antecesores, con un par de cuadros del aduanero Rousseau, Arp, de Chirico y especial parada y fonda en Odilon Redon. Esto de los precedentes es campo muy subjetivo. Los propios surrealistas reclamaban algunos (por ejemplo, Jarry) y, en otros casos,  el de los simbolistas (Klinger, Ensor, Moreau o Böcklin) hay una cercanía palpable. Aunque se me hace que el gran padre inspirador es el Bosco, el pintor de la muerte, que es, bien se sabe, un sueño prolongado.

Subraya Jiménez en sus notas que es notoria la presencia de mujeres, no solo como objetos sino como sujetos de la representación. En efecto, hay una nutrida presencia de mujeres y es muy interesante ver juntas muestras de todas ellas, Remedios Varo, Eleonora Carrington, Dorothea Tanning, Leonor Fini, con puntos de contacto y, de casos más particulares, aislados, personalísimos, Dora Maar, Toyen, Kay Sage o Meret Oppenheim. En algunos casos con multiplicidad de obra: pintura, dibujo, fotografía.

Porque el surrealismo ha impregnado terrenos adyacentes, incluida la escultura (hay piezas de Giacometti y Miró), los objetos y, por supuesto, el cine. La exposición incluye siete vídeos, algunos de obras muy conocidas, como La edad de oro, El perro andaluz o Recuerda, de Hitchkock, con la famosa secuencia de Dalí. Dalí está muy presente y también Magritte y Delvaux. Pero hay mucha más gente (son 173 piezas), viejos conocidos, como Masson, Ernst o Tanguy (por cierto, el marido de la infeliz Kay Sage), Breton, el pirado de Artaud, el fotógrafo Brasaï, Man Ray; otros a los que no es frecuente ver en exposiciones, Joseph Cornell, óscar Domínguez; y otros que tiene uno que ir a mirar en el catálogo para ilustrarse.

Las representaciones oníricas en su intenso simbolismo suelen ser patentes y, de no serlo, las explicaciones en la exposición son de enorme ayuda. A veces hacen bucle. La presencia de Freud se hace ver en la Gradiva descubre las ruinas antropomorfas daliniana con la trasposición de Gala en Gradiva.

El surrealismo es una realidad que emana del sueño y, cuando se vuelve sobre este y lo interpreta, se interpreta a sí mismo como arte; se psicoanaliza y representa todo lo que la realidad ordinaria tiene refoulé.

divendres, 8 de novembre del 2013

Los jarrones chinos parlantes.


El símil es de Felipe González (FG), cuando dejó de ser presidente. Todavía muy impresionado por un viaje a la China, en donde aprendió la sabiduría confuciana de la indiferencia hacia el color de los gatos, concluyó que los expresidentes son como los jarrones chinos, muy apreciados por todos, pero verdaderos estorbos. Venía a aconsejar a los de su género moderación, discreción y, en definitiva, silencio. Por entonces, los únicos expresidentes eran Suárez y Calvo Sotelo y los dos, uno hasta su muerte y el otro hasta caer gravemente enfermo, supieron ajustarse al modelo sin que se les pidiera. Suárez jamás fue por ahí impartiendo lecciones de nada a nadie y todos sabemos que acumulaba un tesoro de experiencias.

Han sido los ex-presidentes posteriores quienes han roto esa regla de oro. En primer lugar, el propio FG y, en segundo, el ubicuo José María Aznar (JMA), quien no pierde ocasión de regañar a su sucesor en sus permanentes comparecencias en los medios con los más diversos motivos; de regañar al sucesor y pronunciarse a su modo y según su Minerva sobre los más graves problemas de España. Ayer estaba presentando el segundo tomo de sus memorias en compañía de su señora, Josep Piqué y un buen puñado de ex-ministros suyos, Zaplana, Acebes, Tocino, Mayor Oreja, Aguirre. Estaba también Ignacio González. El toque plural lo ponía José María Fidalgo que, de secretario general de CCOO ha pasado a doctrino de la FAES. El caso es encontrar unas siglas. La ausencia de miembros del gobierno fue clamorosa: ni un mal ministro; ni Wert; y tampoco Rajoy. Nadie. Mandaron a un oscuro secretario de Estado que ni sale en las fotos y al director general de la policía, seguramente no por razón del cargo, aunque nunca se sabe.

Tiempo habrá de hablar del libro, pomposamente titulado El compromiso del poder. Los trozos que van filtrándose a través de los medios apuntan a un nuevo ejemplo de prosa aznarina, ditirámbica hasta el empacho hacia su grandeza personal y muy agresiva hacia todos los demás, especialmente los adversarios políticos, a los que zahiere e insulta con tantas razones y motivos como los que tiene para el autobombo: ninguna. Esa patochada que dice haberle dicho a Chávez (ahora que este ya no puede desmentirlo) de "Mira Hugo, si yo hubiera querido dar el golpe contra ti, te aseguro que tú, ahora, no estabas aquí" se comenta por sí sola. Hay muchas otras perlas. El personaje es fiel a su propia caricatura.

En la presentación no criticó a Rajoy, cual acostumbra. Realmente, no tuvo tiempo porque lo dedicó todo a hablar bien de sí mismo, el milagro, recuérdese, y a poner de ejemplo sus legislaturas, del que los demás debieran aprender en lugar de hacerlo todo al revés. En cualquier caso, por una vez se quedó corto. Fidalgo, arrastrado por su propio entusiasmo por los gobiernos de Aznar, llegó a decir que el resultado de las elecciones de 2004, que ganaron los socialistas, fue una "tremenda injusticia". Vaya con el ex-secretario general de CCOO. Claro que, al otro lado de Aznar estaba Piqué quien, en su juventud militó en la izquierda, creo que en la comunista. El cuadro es: la derecha franquista de toda la vida flanqueada por dos izquierdistas arrepentidos. Más que una foto, es una lección moral que permite preguntarse con razón cuántos de quienes hoy más vociferan en la izquierda, presentarán las memorias de Rajoy dentro de diez o veinte años.

Sea como sea, esta enésima aparición del jarrón chino de la derecha escenifica una línea de fractura del PP bastante visible entre un ala de halcones y un gobierno de azoradas palomas.

El otro jarrón chino también hizo acto de presencia con otro libro bajo el brazo. Este no parece ser de memorias. FG rechaza la idea de escribir unas porque dice que es un género muy insincero. Es cierto, pero aun así, el género memorias es muy interesante. Hasta las mentiras ayudan a entrever la verdad. Cosas de la naturaleza humana.

Este otro libro, al parecer, es un ensayo sobre el liderazgo, supongo, porque se titula En busca de respuestas. El liderazgo en tiempos de crisis, que sugiere un lema para un congreso. Hablar de liderazgo lo ha llevado a considerar el de Rubalcaba y, aunque tiene a este como "la mejor cabeza política de España", le adjudica un "problema de liderazgo". Habló poco del libro que, por cierto, presentó él solo, sin "arroparse", como suele decir la prensa, con viejos compañeros de fatigas. FG no es muy dado a la especulación teórica. Prefiere pronunciarse sobre la realidad práctica a golpe de intuición y suele encontrar oídos favorables, lo cual demuestra no que tenga razón, sino que él sí es un líder hasta cuando ejerce de jarrón chino, desobedeciendo su propia conseja y en clara evidencia de que a menudo no tiene razón. Como todo el mundo.

Mucho más libre que Aznar, la comparecencia de FG fue, incluso, beligerante. Respondió a las preguntas indiscretas de los periodistas sobre asuntos del partido, primarias y el PSC. Y también a la insólita cuestión de si piensa volver cuando es obvio que no se ha ido jamás y que ocupa el único lugar que razonablemente puede ocupar, el de un jarrón chino parlanchín. Una especie de asesor olímpico, aúreo, que juega con su remanente de liderazgo y el mucho prestigio que tiene entre los suyos.

Por último, el más reciente jarrón chino, Zapatero, también amaga con unas inminentes memorias. Los políticos piensan que el cumplimiento de un mandato equivale a un giro en sus vidas que los incita a escribir sus recuerdos. A veces demasiado pronto. A Zapatero puede pasarle como a Willy Brandt quien escribió unas memorias y, muchos años después, escribió otras, algo así como los Veinte años después de los Tres Mosqueteros. En todo caso, se nota la bisoñez de Zapatero en esto de ir de jarrón chino. El otro día, en la fiesta de La Razón, un panfleto antisocialista y antizapateril, estaba como eso, como un jarrón chino, en compañía de Rajoy, Sáenz de Santamaría, los Príncipes de Asturias, Aznar, etc. Completamente fuera de lugar.

dijous, 7 de novembre del 2013

Inauguración del Máster de Política y Democracia. UNED.


El viernes, 8 de noviembre, a las 12:00 inauguramos el Máster de Política y Democracia con una lección magistral impartida por la catedrática de Filosofía y consejera de Estado Amelia Valcárcel sobre el tema que figura en el cartel. Por cierto, no se hará en el salón de actos, como reza el dicho cartel porque hemos tenido un accidente: una rotura de una cañería ha inundado la "pecera" del salón  y no podremos grabar la conferencia en streaming. Por ello, el acto se traslada al salón A de la contigua Facultad de Derecho que, de momento, está en secano.

Espero que guste la imagen del cartel. Es un dibujo de Edward Burne-Jones, un prerrafaelita tardío. La imagen del Minotauro es fabulosa y la obra tiene mucho humor.

Entrada al acto, libre.

¿Conectan? La conferencia política del PSOE.


Mañana inauguran los socialistas su anunciada jamboree ideológica. Viene precedida de casi dos años de deterioro de la imagen pública del partido y sus dirigentes, de algunos brotes de tensiones internas normalmente pacificadas, inquietudes, bastante runrún, declaraciones y contradeclaciones y debates mas o menos sordos sobre candidaturas y sucesiones. Es decir, ha despertado interés y levantado expectativas, además de las muy anunciadas sobre renovación ideológica. La organización ha hecho un buen trabajo colgando en la red el material por debatir en abierto. Incluso hay demasiado. Tiene un Documento marco de 143 páginas, una especie de preámbulo o declaración de principios que luego desarrolla y precisa (aunque no mucho) en una Ponencia con otras 384. En total, los asistentes al evento deberán haber embuchado 527 páginas de árida lectura más o menos programática cargada de infinitivos. Lo dudo, aunque es lo que se supone. A ese tocho han de añadirse los miles de enmiendas. Tienen para debatir y votar.

Elena Valenciano, felizmente recuperada de una neumonía, subraya el espíritu abierto del encuentro y hace especial hincapié en el debate sobre primarias también abiertas, aunque escurre el bulto al hablar de fechas, justo lo que más interesa a esos chismosos de periodistas y, con ellos, a la opinión, muy aficionada, gracias a la tele, a ver los eventos políticos como reality shows. Añade la vicesecretaria general, muy orgullosa, que está previsto una especie de estallido de creatividad en un espacio digital nuevo que actuara pari passu con la conferencia, llamado PSOE Lab en el que se fabricarán contenidos en espacios MediaLab, DataLab y KeyLab que colgarán y distribuirán, supongo, por las redes, al estilo de Basesenred (Twitter), Nuevas tecnologías sbt (Facebook), etc. Signo de los tiempos; eso está bien. Ya el uso del verbo conectar indica la voluntad de estar al día.  Conviene facilitar información a los internautas que forman una curiosa corrala.

Los contenidos son lo esencial. La lectura es indispensable. Los documentos son a veces farragosos, excesivamente prolijos, tienen lagunas y reiteraciones y despiden un aroma a generalidad y ambigüedad, propias por lo demás de este tipo de escritos de carácter tentativo, propuestos para discusión y enmienda. Extraer una idea definida de ellos es muy difícil (aunque no imposible) y, para ahorrarse esfuerzo, no está mal ver qué opinan los responsables antes de empezar. Y nada más claro que el secretario de organización, Óscar López, quien ya entra en faena asegurando que la única izquierda, la izquierda real, es el PSOE. Es una orientación. Parece incluso que el ex-ministro Sebastián se la ha tomado en serio y se ha enfadado.

En todo caso, quiere ser un documento para la izquierda. Eso se verá cuando las tropecientas páginas queden reducidas a las diez o quince de una plataforma electoral que es lo que después se difunde por los audiovisuales y lo que llega a la gente, o sea a los votantes. La conferencia se convoca para legitimar ideológicamente un programa de acción. Lo decisivo será lo que conste en ese programa. Viendo así los documentos, a Palinuro se le ocurren dos o tres observaciones.

No hay ni mención de los dos grandes asuntos, uno sobrevenido y otro heredado, esto es, Cataluña (y la cuestión de la autodeterminación) y la Monarquía. Esta se menciona en la última página de la ponencia, a modo de estrambote, para pedir que se actualice en cuestión de igualdad de género y se prevea la posibilidad de una Reina (otra vez la ley sálica y la pragmática sanción) con lo que, se supone, se da por indiscutible la institución y la República no aparece ni en pintura. En cuanto al sobrevenido (en realidad, también heredado), el problema catalán, se hace sentir en dos referencias en passant a la federalización de España. No es mucho. No compromete a nada y tampoco parece ser el bálsamo de Fierabrás.

No hay cuestionamiento alguno del modo de producción capitalista. Se habla de crecimiento, sostenibilidad y empleo, es decir, salida de la crisis dentro del marco del capitalismo, con algunos retoques generalmente imprecisos. Por supuesto, de la idea del de-crecimiento (que proponen sectores radicales de la izquierda) aquí ni se habla. Ni tampoco de nacionalización de la banca, ni de banco público y, al considerar la política fiscal, se insiste mucho en la lucha contra el fraude y se hace una lejana referencia a su carácter progresivo, sin mayores precisiones sobre la presión fiscal o el modo en que se remodelará la proporción entre fiscalidad de las rentas y la de las empresas. Todo el apartado de pensiones está, por lo menos, anticuado. Se insiste en retornar al Pacto de Toledo cuando el gobierno ya ha sacado adelante su reforma unilateral para cargarse el sistema público de jubilaciones.

La ponencia tampoco es taxativa y rotunda en el propósito que tiene más gancho electoral porque es el que entiende todo el mundo: reversión de todas las medidas de la derecha que hayan supuesto merma y restricción de los derechos de las personas. Algo así se dice con referencia específica a la sanidad y la educación. Pero debe ampliarse a todos los campos de unas políticas públicas que no es que sean solo ideológicas; es que son claramente clasistas y atentan todas contra el principio de igualdad. No dejar las cosas en el aire. Al menos las que no lo necesitan. Otras son más problemáticas. Por ejemplo, se habla de la institución de un salario mínimo universal. Será interesante ver qué sale de ello.

En las relaciones iglesia-Estado, el documento es de una prudencia exquisita. No se habla de denunciar los acuerdos con el Vaticano de 1979 pero sí de reformarlos según ello se siga de una futura ley de libertad religiosa que bien podía ser la que los mismos socialistas proyectaron en tiempos de Zapatero pero luego metieron en el cajón del olvido, asustados por las consecuencias. No es una perspectiva ilusionante. Tampoco hay una clara decisión de exigir a la iglesia católica que cumpla de una vez los tales acuerdos y se financie como su dios le dé a entender, pero no a costa de todos los españoles, incluidos los que adoran a otro dios o a ninguno.

Hay muchísimas más cosas en los documentos y seguramente muy interesantes, que darán lugar a apasionantes debates. Pero, según el conjunto del planteamiento, el PSOE aparece como un partido nacional español federalista, dinástico, acogido al marco teórico económico neoliberal con reparos y no muy específicas medidas correctoras. Por ejemplo, la única vez que se menciona el famoso artículo 135 de la Constitución no es para pedir su abolición, sino para compensarlo con el reconocimiento de algunos derechos con el mismo nivel de constitucionalidad. 

La ausencia más clamorosa es la de cualquier mención a la Ley de la Memoria Histórica. La única es tangencial, para referirse a los hijos de emigrados y exiliados, a quienes dicha Ley reconoce la nacionalidad española. Nada más. Y mucho menos un propósito de derogación de la Ley de Amnistía de 1977, es decir, de la ley de punto final, o de hacer justicia a las víctimas del franquismo, acatando los autos que dicte el tribunal argentino que instruye la causa por los crímenes de Franco.

Por decirlo de algún modo al uso: no está mal, pero es un documento de mínimos muy mínimos.