diumenge, 19 de juny del 2011

Crónicas de la revolución indignada (III).

ANDANDO SE ENTIENDE LA GENTE

Una de las pruebas de que este movimiento del 15-M es cosa de jóvenes es que no paran. Están en todas partes, donde menos se los espera, caminan por las calles, ocupan los espacios públicos, recorren las carreteras, es una revolución en marcha, que no descansa. Una revolución que tiene al país en efervescencia con unas autoridades obligadas a mantenerse ojo avizor por si en el transcurso de alguno de sus actos públicos se les vienen encima los anonymous, con esas inquietantes caretas en estética Batman.

Para hoy, la red se pone en marcha, en columnas (y cuidado con la palabreja) que, desde los arrabales de las grandes ciudades confluirán en algún punto estratégico urbano. Como plan, recuerda el ambiente de Los miserables. La banlieu toma el centro. En Madrid, si no ando errado, el Congreso de los Diputados, Carrera de San Jerónimo. Por cierto, no sé si ya se le habrá ocurrido a alguien, pero a lo mejor se podía pedir la retirada de los dos leones que flanquean la entrada, feo recuerdo de las guerras coloniales.

Supongo que las manifas serán copiosísimas. Imagino que la gente aprovechará la ocasión para escenificar el respaldo social que tienen los indignados; o sea que la indignación general va a hacerse patente. La indignación y el hartazgo. Tanto más cuanto que será de forma pacífica. Hay una preocupación, una obsesión general por evitar la violencia. El poder acepta la desobediencia civil y la desobediencia civil acepta el poder. Puede ser grandioso.

Es momento muy trascendental porque afloran muchos debates de calado. En la izquierda socialista hay un reproche continuo a los indignados que debilitan sus posibilidades con exabruptos antipolíticos como los que igualan el PP y el PSOE que a quien benefician, obviamente, es al PP. Pero los socialistas han de darse cuenta de que, cuando piden confianza, se la piden a unos que confiaron y se han sentido defraudados.

La otra izquierda, muy fragmentada, tiene sus más y sus menos con el 15-M. El maltrato a Cayo Lara durante el bloqueo del desahucio probablemente fue injusto, pero era previsible. El 15-M está haciendo con los desahucios pura desobediencia civil, está impidiendo la aplicación de una norma vigente por considerarla injusta, como la considera injusta el conjunto de la sociedad pero no los parlamentarios del PP y del PSOE, muy sensibles a las presiones de los bancos. Los indignados están, pues, enfrentándose al Parlamento, y en Cayo Lara han visto antes al parlamentario que al hombre que coincide con ellos. Ese es un problema serio: la izquierda tiene que fundirse con el movimiento, pero no podrá hacerlo mientras mantenga sus estructuras orgánicas, ya que el movimiento no las admite. Eso de fundirse en el magma de un movimiento sin estructura orgánica parece a los grupúsculos de la izquierda un suicidio.

La obsesión por la no violencia corre pareja con la oposición a todo símbolo o signo político distintivo. No banderas. No emblemas. El movimiento sólo puede seguir siendo tal mientras, como los propios indignados dicen, "quepamos todos"; para eso es imprescindible no proponer nada concreto sino limitarse a insistir en lo que se rechaza, que es lo único que une a la gente.

(La imagen es una foto de Visentico / Sento, bajo licencia de Creative Commons).

La política catalana.

(Institut de Ciències Politiqus i Socials (1911), Anuari polític de Catalunya, ICPS, Barcelona, 184 pp.)

Hace años, cuatro si no me equivoco, que el ICPS de Cataluña edita, entre otras publicaciones valiosas, este Anuari, que suele ser buen instrumento de trabajo para quien quiera profundizar en el conocimiento de la política en Cataluña, territorio de enorme importancia en España por razón de su PIB, su demografía, su cultura y su autogobierno; un territorio con mucho peso político en el Parlamento y amplio leverage (es decir, influencia) en el Gobierno español. Es una publicación cuidada, en papel couché, con abundancia de gráficos, en cuatricromía, lo que es un lujo, que mezcla el rigor académico con la presentación periodística ya que todos los artículos traen entradillas con los párrafos más importantes (a juicio de quien los resalta, claro) del trabajo. Está dividido en cinco partes, que son siempre las mismas lo que posibilita la comprobación de evoluciones.

El orden de las partes revela una mentalidad de cultura política parlamentaria y abierta que considera que el pináculo del análisis debe ser la soberanía popular. Así la primera parte, Los processos electorals, encomendada a Joan Botella, que es un valor seguro, lidia con profesionalidad y con poco tiempo de consideración, con las elecciones autonómicas de noviembre de 2010, un vuelco espectacular de las fortunas de los partidos y, por ende, de la composición del Parlament. Al estudio de éste se dedica la segunda parte que, redactada por Fernando Domínguez García, letrado del Parlamento catalán, tiene un enfoque más formal y jurídico, que lo convierte en un excelente instrumento de consulta para quien ande en busca de una ley concreta de la legislatura, cosa nada de extrañar si se tiene en cuenta que ha sido una muy corta pero muy prolífica en lo legiferante, con treinta y siete leyes aprobadas.

Es que 2010 fue el último año de la atribulada coalición del tripartito que Montilla heredó de Maragall y revalidó luego en las elecciones de 2006, que Botella llama de "prórroga". Atribulada porque le cayó encima el conflicto del recurso de inconstitucionalidad del Estatuto, que se atascó en un Tribunal Constitucional (TC) paralizado por interés del PP en que sobre el Estatuto decidiera un TC más favorable a su punto de vista. Conocida la sentencia, Barcelona vivió la manifestación más numerosa de su historia. De ese último año del tripartito dan cuenta en la tercera parte (Govern) Matas Dalmases y Reniu Vilamala que se concentran en el organigrama del Gobierno; también datos útiles. Dentro del capítulo del gobierno aparece un apartado específico encomendado a Maite Vilalta, dedicado a los presupuestos de 2010, con una cumplida información sobre ingresos y gastos, en proporciones, por capítulos, con explicación de los capítulos, etc, así como datos sobre la valoración popular del gobierno.

Los partidos políticos (a cargo de Joan Marcet), son la cuarta parte y tienen un lugar muy destacado porque, en definitiva, como sucede sobre todo en el País Vasco, el sistema de partidos catalán es el más claro punto de referencia acerca de la muy notable peculiaridad de Cataluña en el resto de España. Las elecciones de 2010 han sido una sacudida, con variaciones importantes, sobre todo a la baja en el caso socialista y de Esquerra Republicana de Catalunya y la aparición modesta de una nueva formación, Solidaritat Catalana per la Independència que se las prometía muy felices por la subliminal vinculación entre la independencia y el fútbol.

La cuarta parte, dedicada al Àmbit local, de autoría de Esther Pano es una difícil singladura por una mar que la propia autora tiene por procelosa cuando se habla de un territorio en el que conviven 947 municipis, 40 comarques, el Consell General d'Aran, quatre diputacions, un número encara per determinar de vegueries, una àrea metropolitan i una xarxa complexa i profusa d'ens de cooperació interinstitucional.

En definitiva, la publicación está muy bien y es muy de agradecer. De hacer alguna propuesta constructiva se me ocurre recomendar que en la próxima edición se dé cabida a una parte sobre medios de comunicación, cuya ausencia en un anuario político es difícil de entender y otra, más complicada de aquilatar pero ya imprescindible, sobre ciberpolítica.

dissabte, 18 de juny del 2011

Recapitulación sobre el Diccionario franquista.

Han pasado veinte días desde que la Real Academia de la Historia presentara con pompa y circunstancia los veinticinco primeros volúmenes del Diccionario Biográfico Nacional (DBN). En ese mismo instante, oh manes de la época, el diario Público revelaba que el tal DBN era una pieza de propaganda franquista, según la cual el dictador no fue un dictador y mucho menos, totalitario. En esos veinte días Palinuro ha colgado nueve entradas sobre el asunto y ha escrito una carta abierta al señor Gonzalo Anes; igualmente ha iniciado una causa pública en Facebook titulada Retirad el libelo franquista de la Academia que, a día de hoy, cuenta con 2.028 adhesiones. Esa página de FB presentó una petición en el Congreso de los Diputados reclamando que se retirara el diccionario y dimitiera Gonzalo Anes. Además se remitieron copias a la propia Academia de la Historia. Y no sólo Palinuro: historiadores, intelectuales, políticos, personalidades de todo tipo alzaron sus voces contra el bodrio. Nadie salió en su defensa, salvo Anes y los autores de las fechorías.

Anes ha pasado de reírse de las críticas a aceptar que tiene que reformar el Diccionario y todo entreverado con un argumentario tan lamentable que sonroja reproducirlo. Empezó asegurando que el biógrafo de Franco, Luis Suárez, era liberal, se lo quitó luego de encima afirmando que fue el propio Suárez quien pidió hacer el panegírico de Franco, cosa que aquel niega. Se zambulló después en la demagogia diciendo que la RAH no censura y que el diccionario de marras es un monumento a la libertad de expresión, como si la historia no fuera la historia sino una tertulia de radio. Cualquier cosa con tal de no dimitir. Por último tragó que había que reformar pero ¡puso condiciones! Se reformaría la versión online por entonces en proyecto, pero no la de papel, salvo en sucesivas reediciones. Es decir, en el fondo, seguía riéndose del personal.

Tras la intervención del Parlamento es de suponer que esas condiciones no operen y la risa se le haya cortado. Se revisa el DBN en papel y virtual y no se distribuye la obra en tanto no estén hechas las correcciones. Es de esperar que esto sea así porque el franquismo es una perversión moral de carácter crónico en quien la padece que no renuncia jamás a su empeño. Y lo primero que ha de quedar claro es que la corrección o verificación tiene que hacerla un equipo de historiadores ajenos a la RAH, no una comisión de ésta.

¿Por qué? Porque lo que se ha manifestado en este zafarrancho es que las falsedades que contiene el DBN no son erratas ni errores ni despistes de nadie sino que responden a un intento deliberado de falsear la historia de España al modo en que el Buró Político del Partido Comunista (soviético, español, daba igual) reescribía la del comunismo según el criterio del mandamás de turno o como actuaba el ministerio de la Verdad en el 1984 de Orwell, encargado de hacer pasar por verdad la mentira. Un intento deliberado del primer gobierno de Aznar con Aguirre como ministra de Cultura, encomendado a la RAH con generosísima financiación pública, de escribir su versión de la historia de España. Y así salen bien parados los políticos del PP y mal los de PSOE, lo que ya es el colmo en una obra de historia, convertida en un tebeo. Es decir Gonzalo Anes no ha estado defendiendo un trabajo de equipo frente a críticas que apuntaran a errores o descuidos sino un proyecto ideológico de falsificar la historia de España a mayor gloria de la derecha franquista y postfranquista.

Así que ese será el siguiente paso de la página de Facebook: insistir para que la revisión sea responsabilidad de historiadores de prestigio ajenos al cónclave de zombies franquistas de la Academia. Recuérdese asimismo que, al llegar a 2.500 adhesiones, escribiremos otra petición al Rey ya que, según la Constitución, ejerce el alto patronazgo de las Reales Academias, a ver si, de paso, se clarifica eso del patronazgo, que no suena bien. Será interesante ver si el Rey avala esa versión ditirámbica del Diccionario de Franco como un hombre católico, inteligente y moderado. Él lo conoció a fondo. Estuvo veinte años a su sombra y bajo su férula.

Retirad el libelo franquista de la Academia

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

Crónicas de la revolución indignada (II). En el templo de Mammon..

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Preparándose para el gran día, el showdown, del momento, la manifa del 19-J. Los indignados reiteran su pacifismo en términos casi angélicos, aunque no carentes del sentido del humor. Los indignats catalanes piden a los provocadores que se abstengan de ir. Eso recuerda la famosa anécdota según la cual cuando el ministro de la Gobernación de Franco llamó al embajador británico preguntándole si quería que le enviara más policías para contener una manifestación frente a su embajada, el diplomático, con flema, le dijo que prefería que enviara menos manifestantes.

El Gobierno, esto es, el ministro del Interior, que es ya el que habla por todos, anuncia que habrá firmeza si "alguien lo hace mal". Está claro, es una amenaza, pero es una amenaza prudente. Nadie está interesado en que en la manifa del 19-J en Madrid pase algo. Rubalcaba se juega su candidatura a la presidencia del Gobierno y el 15-M la legitimidad de su actuación.

En algún lugar he leído (cuando lo encuentre, pondré el enlace) que los indignados valencianos planean una marcha a pie hasta Madrid supongo que con fines de presencia mediática que, con su intensa vida y capacidad de improvisación el movimiento tiene asegurada. Por cierto, al hilo de la crónica, a lo mejor estoy equivocado pero en el País Vasco no veo indignados, seguramente porque los indignables vascos llevan indignados desde los tiempos de Sabin Arana.

Pero lo más notorio que este cronista debe reseñar es el hecho de que los indignados leyeran un manifiesto durante la reunión de la junta de accionistas del Banco Santander; un manifiesto en el que se acusa a los banqueros de destruir los sueños de la gente. ¿No es hermoso? Nada de ir allí en plan de experto, economista, sabelotodo, a explicar a estos tiburones por qué no deben seguir zampándose los peces más pequeños, sino en plan indignado, poético, radical. Lo bueno es que la intervención se ha producido porque un accionista ha cedido a un indignado su derecho de palabra. Eso es pragmatismo típicamente bancario. Hay que escuchar a todos. Luego se hará lo que nos convenga. Los políticos podrían aprender. ¿Qué costaría invitar a algún representante del 15-M a hablar en alguna comisión del Congreso? Se convoca a todo tipo de personas, ¿por qué no a un indignado?

Y dicen que no es una revolución. No hay más que ver la reacción de los partidos. Los de la izquierda extraparlamentaria (por ejemplo Izquierda Anticapitalista) pero también sectores de Izquierda Unida quieren sumarse a ella, si no dirigirla y eso provoca continuos conflictos. El PSOE no sabe qué hacer, entre otras cosas porque tiene la responsabilidad del orden público en buena parte del territorio. Y el PP y la derecha mediática están furibundamente en contra. O sea, es una revolución.

La derecha compara el 15-M con Hitler, Mussolini y Franco. Lo de Hitler es un obvio tributo pagado a la Ley de Godwin, lo de Mussolini debe de ser por la marcha sobre Madrid y lo de Franco es asombroso teniendo en cuenta que según la Real Academia de la Historia fue un gobernante autoritario, no totalitario y, además, católico, inteligente y moderado. Cunde el nerviosismo mientras los indignados apuntan ahora a la Monarquía.

(La imagen es una foto de RinzeWind, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 17 de juny del 2011

Francisco Camps da una lección de democracia.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Francisco Camps, aquel a quien un amigo del alma al que no conoce de nada llamaba El curita, fue ayer formalmente investido como President de la Generalitat de Valencia en un clima muy hosco y encendido con cientos de indignados llamándolo más o menos directamente "corrupto". Así que su discurso fue igualmente encendido, crítico y hostil con quienes se le manifestaban en contra.

Habitualmente los alegatos de Camps son de una retórica barroca, a veces por lo gótico: sus adversarios quieren verlo paseado en una cuneta (¡ay, el subconsciente!) y el gobierno socialista es antiespañol y quiere instaurar un Estado de terror; a veces por lo glorioso: Valencia es, gracias a él, fórmula uno en lo terrenal, marítimo y celestial, cosa que ha certificado el Santo Padre en visita que hizo rico a más de uno en dones del Señor. Y Camps se expresa sólo con discursos pues hace ya tiempo que no responde a las preguntas de los periodistas cuando le mientan la bicha, la Gürtel.

En esta ocasión Camps se ha despachado por la vía de la teoría política y ha tenido a bien explicar a la chusma del 15-M que democracia es esto: votos y escaños lo cual es estrictamente cierto y no creo que los indignados ante portas fueran tan mastuerzos de ignorarlo. Es que estaban allí por otro motivo, porque ese concepto de democracia es insuficiente. Porque democracia es, ciertamente, votos (y escaños) pero, si solamente es esto, también puede ser demagogia, populismo plebiscitario y tiranía... de la mayoría que no es menos odiosa que la de la minoría.

Y es que en otro momento de su arrebatada filípica, Camps afirmó emocionado que su sistema de autogobierno está basado en la Constitución y la Constitución no dice que España (y, por ende, Valencia) sea una democracia sino que es un Estado social y democrático de derecho, de cuya definición Camps deja caer lo de Estado social (obviamente, porque es de derecha) y lo de Estado de derecho y esto ya no está tan claro ni es tan permisible. Para que la democracia no se corrompa en tiranía o demagogia, tiene que regir el imperio de la ley, esto es todos están sometidos a la ley, sean o no presidentes, los voten muchos, pocos o ninguno. Eso es el Estado de derecho y la ley dice que no se defrauda, no se malversa, no se practica cohecho, no se financia ilegalmente nada, etc, etc.

Así que a la lección de democracia de Camps le faltaba una segunda parte que era por lo que los indignats estaba allí con tarjetas rojas y guardando estrictamente las formas para no dar pretexto, como en Barcelona, a que se les eche encima el orden constituido, desde sus profetas hasta sus corchetes. De forma que la lección de democracia, entera, con su dimensión moral, la dieron los del 15-M.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Crónicas de la revolución indignada.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Llamar revolución a lo que está pasando en España hace un mes quizá sea mucho o quizá sea poco; nadie lo sabe. O sea que cabe llamarlo revolución igual que otros lo llaman gamberrismo, totalitarismo, chantaje y qué sé yo cuántas lindezas más. Qué sea en realidad dependerá de lo que sus protagonistas hagan de ello. Debe recordarse que no tienen plan, proyecto, guía o programa, ni organización allende la red ni, según parece, ganas de tenerlos.

Para Palinuro, es la revolución indignada o revolución de los indignados que son abrumadoramente jóvenes pero están apoyados por una proporción abrumadoramente grande de viejos, viejos del 68 y viejos del 56; su emblema es Sampedro (José Luis). Una pinza generacional contra un sistema que ambos rechazan. Unos porque no los dejan entrar en la vida laboral, que es la forma de realizarse, y otros porque los han echado de ella, en muchos casos prematuramente. Una combinación explosiva: el ímpetu juvenil y la sabiduría de la experiencia.

Se cometen errores, pero se subsanan a toda prisa. En Barcelona hubo violencia, rápidamente condenada y con mucha sensatez moral y prácticamente ya que la violencia tapó la protesta por los recortes presupuestarios, que era lo importante. En Madrid alguien agredió al alcalde, Ruis-Gallardón que, como persona, merece respeto al margen de la opinión que se tenga sobre su gestión. Hay más y debe reseñarse. Los indignados han metido la pata una vez y quieren hacerlos morder el polvo. La policía lo ha hecho tres veces (Madrid, el 15-M, que inaugura la protesta, Barcelona el 27 y Valencia unos días después) y no ha habido una sola excusa sino advertencias y amenazas.

El movimiento es totalmente nuevo. Nunca se había asistido a un intercambio tan intenso de reflexiones y propuestas desde muy distintas posiciones políticas. El debate está siendo muy interesante. Lo de la no violencia es un ejemplo. Se aboga expresamente por una resistencia pasiva. En realidad, es un movimiento de desobediencia civil de muy amplio espectro pues cuestiona la justificación de muchas facetas distintas del orden constituido. No hace falta recordarlas pues están en la mente de todos.

Y a veces esa reflexión lleva al movimiento a actividades típicas de la desobediencia de los años sesenta. Por ejemplo, los sit in, el último de los cuales se dio ayer en la bolsa de Valencia. Doscientos cincuenta jóvenes sentados en el parqué. Van a la bolsa, al Ayuntamiento, a la Generalitat, seguramente incordiarán cuando venga el Papa a reunirse con los boy scouts and girls de Dios. Estos no respetan nada. Parece como si quisieran hacer realidad aquel viejo lema revolucionario de Georg Büchner, ¡Paz a las chozas y guerra a los palacios!. ¿Y qué hago con la hipoteca? dicen las masas. Hay que frenar los desahucios, dice el movimiento.

Otro problema para la policía. Los indignados son decenas, quizá cientos de miles, están comunicados en tiempo real, son competentes y pueden multiplicar sus acciones no en forma de guerrilla urbana, como trata de encasquetar el conseller de Interior de Cataluña, sino en forma de mosaico de resistencia: doscientos a la bolsa, ciento cincuenta a los desahucios, trescientos a las subastas judiciales, doscientos a cada acto público de las autoridades, desfiles, inauguraciones, conmemoraciones, premios y galardones. No hay fuerza de policía que pueda controlar un movimiento así.

Por eso insiste Palinuro en que las autoridades dejen de considerarlo exclusivamente como un problema de orden público y traten de encarrilarlo por la vía política del diálogo. Habrá quien diga lo de siempre, que no cabe pagar precio alguno porque otro deje de protestar pero sí que hay que pagarlo sobre todo si quien lo hace reconoce, como reconoce hoy en España casi todo el mundo, que muchas de las protestas son justas. ¿O no es justo protestar por la corrupción de los políticos y sus privilegios, por la codicia sin freno de los mercados y sus principales beneficiarios, bancos, fondos de inversión, especuladores, por la prepotencia de la Iglesia, los atentados al escosistema o la cobardía de los partidos de izquierda?

Primera crónica de la revolución de los indignados.

(La imagen es una foto de Motarile, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 16 de juny del 2011

L@s violent@s eran provocador@s de la policía.


Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia



Comienzo con una vulgaridad: la fuerza del 15-M reside en que su protesta es fundamentalmente moral y en que se manifiesta de modo pacífico. Los indignados llevan un mes de asambleas y debates públicos mejor o peor argumentados pero en los que van fraguándose unas reivindicaciones que, en buena medida, gozan de un apoyo generalizado entre una población atribulada que tiende a verlas como deseables pero utópicas. Y la verdad es que hay de todo, pero no es este el momento de ponerse a examinarlas. Basta con señalar que son propuestas reformistas políticas, sociales, económicas que, al tiempo, ponen en evidencia el grado de corrupción de un sistema para el que están acuñando un término de malas asociaciones en España: el régimen.

En cuanto a la violencia, la actitud es rotunda: nada de violencia. Es asunto en que va la legitimidad de un movimiento que tiene amplia aprobación a pesar de las molestias que inevitablemente ocasiona aquí o allá. Con la violencia los indignados son como el alcalde Giuliani de Nueva York: tolerancia cero. Tanto es así que están dispuestos a ampliar su concepto que no reside sólo en el empleo de la fuerza bruta en contra de algo o de alguien sino que puede darse también de otras formas: el ruido, la suciedad, la ocupación abusiva de espacios públicos son formas de violencia. Aunque sobre esto siempre se podrá discutir porque los límites no están claros. Ocupar una emisora de radio y leer un comunicado es violencia, pero ¿puede tratarse como el incendio de un autobús?.

Por eso los vemos barrer sus acampadas, mantener silencio, esforzarse por no estorbar. Esta es una revolución hecha por gente con altura de miras y muy civilizada. No hay barricadas, ni destrozos, ni rotura de mobiliario urbano; no hay atropellos ni agresiones personales. No se da un mínimo pie a que haya represión policial violenta. Los policías, en general, aplican un protocolo de contención. La revolución tiene ribetes versallescos.

Pero, claro, en estas condiciones puede eternizarse. Ahora llega el verano, las acampadas resultan más fáciles pero, por corteses y cívicas que sean, las autoridades de toda índole las ven como un verdadero incordio con el que quieren acabar. Porque de lo que se trata es de que personas como Francisco Camps puedan tomar posesión de cargos representativos por el hecho de haber sido elegidos. Como si eso quisiera decir algo respecto al civismo del electo cuando de todos es sabido que, puesto a elegir el pueblo entre Cristo y Barrabás, eligió a Barrabás, resultado que debiera decir algo al muy cristiano Camps. Así que violencia de los indignados, ninguna y, si alguna se da, como se ha dado por desgracia en Barcelona, es de inmediato reprimida, criticada y condenada en los más duros términos por las comisiones de comunicación del 15-M que se desmarcan de ellos.

Parece así que la derecha, las autoridades y, sobre todo, la policía han descubierto que lo inteligente es minar la base de legitimidad del movimiento, la no-violencia, la resistencia pasiva. Y como éste no acaba de estallar, recurren a los agentes provocadores. El visionado del vídeo deja pocas dudas. Por supuesto, lo trataremos siempre como presunto. Pero ¿hay acto más abominable que la policía delinca? Si los responsables del orden lo son del desorden, con el fin tácito de restablecer el orden al estilo del famoso ¡El orden reina en Varsovia! no hay Estado de derecho. Esos provocadores tienen que ser identificados. En el vídeo son muy fáciles de reconocer. Alguien los ha identificado ya, sin duda alguna. Bastaba con ver por lo demás que no iban vestidos, sino disfrazados. La cuestión es que eso es ilegal y delictivo y, por tanto, los provocadores deben comparecer ante la justicia.

¿No es evidente que el movimiento 15-M actúa desde una posición fundamentalmente moral y que así consigue poner de relieve la podredumbre del sistema? Lo que se ha hecho en Madrid de impedir (por ahora) un desahucio habla por sí mismo cuando los dos partidos mayoritarios bloquean todo proyecto de ley de dación. Y si la policía actúa como bandas de matones queda ya poco por decir y menos que poco, nada, a ese consejero de Interior de la Generalitat, Puig, que utiliza con descaro lo que los ingleses llaman un innuendo al observar, al parecer irónicamente, que fue el único que entendió lo del 27 de mayo, cuando los mossos repartieron estopa con saña. Sí, lo entendió perfectamente. Ahora busca un pretexto y, si no lo tiene, lo fabrica a base de mandar a sus policias a provocar tumultos como verdaderos sicarios. Presuntamente, desde luego.

Una última cuestión sobre las descalificaciones intelectuales del 15-M. Gonzalo Anes, que sigue sin dimitir, dijo en algún momento que lo del 15-M quedaría en la historia como una nota a pie de página o algo así. Y, si de él depende, así será ya que no es un historiador sino un trujimán del Rey que lo ha hecho marqués de su propio apellido, creo. Savater llama a los indignados de Barcelona hatajo de mastuerzos. Si estamos de acuerdo en el alcance del término la verdad es que hay muchos mastuerz@s, pero no más que en otras clases de personas, políticos, periodistas, profesores, curas, empresarios, sindicalistas. Mucha gente cree que la dirigente de UPyD, Díez, es un@ de ell@s. Su intervención ayer en el Congreso culpando a Rubalcaba, el ministro que más cerca de su fin ha llevado a ETA, de ser el responsable de que los proetarras estén en las instituciones muestra gran mastuercez y abundante mala baba. En España los derechos los protegen o deniegan (los denegable) los jueces. No el ministro del Interior. Y hay más: por supuesto que los indignados tienen derecho a que se les escuche, sean cuatrocientos, cuarenta o cuatro en los términos que les parezcan, siempre que eso no redunde en perjuicio de terceros. Los derechos de los ciudadanos son originarios y su ejercicio, responsabilidad de cada cual. ¿O van a tener que pedir permiso a los censores de turno para ejercerlos?

El punto está aquí en ese perjuicio. Uno puede argumentar que la ocupación de la vía pública para asuntos particulares, por muy pacífica que sea, es siempre un perjuicio. Pero es difícil sostenerlo en un país en el que la Iglesia ocupa miles de espacios públicos con sus procesiones y los taurófilos llegan a vedar el tránsito por determinadas calles en época de encierros para poder torturar civilizadamente a las bestias sin muchos riesgos. Se dirá que lo importante no es cuántos son los que ocupan los espacios públicos de hecho sino cuántos apoyan que lo hagan. Cierto. Ese es precisamente el punto de vista de los indignados que de mastuerzos tienen lo que todo el mundo. En la calle siempre hay cuatrocientos, sean indignados, meapilas o falangistas. Y los socorridos cuatrocientos mil que se quedan en sus casas apoyan a unos o a otros. Basta con ver los resultados electorales y los barómetros de opinión. Querer ignorarlo no sólo es inmoral; es también estúpido.

(El vídeo de cabecera es de Xartigas, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 15 de juny del 2011

Cuando no hay futuro, hay presente.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Y un presente que se enseñorea del futuro porque lo están moviendo los jóvenes. Basta ver las fotos. Media de edad, veintitantos años. ¡Que bien lo decía Serrat en los sesentas! : Ara que tinc vint anys, ara que encara tinc força, que no tinc l'ànima morta, i em sento bullir la sang. Siempre son los poetas los que definen los tiempos y todos los tiempos. Porque ese bullir la sang no es privativo de los veinteañeros. La sangre bulle siempre. Al que le bulle. Al que no le bulle, tampoco le bullía cuando tenía vint anys.

Un momento, pero ¿estos de ahora no eran los jóvenes ni-ni, los que no tenían futuro, la "generación perdida"? Y perdida no en el sentido de la lost generation de mis amores sino en el más puñeteramente real del término: perdida de haber perdido el camino, de haberse perdido a sí misma y no en el aspecto moral porque son jóvenes muy formales, sino en el esencial, el laboral, que es donde se hacen las personas. La generación de las no-personas que, vaya ironía, es la mejor formada de la historia del país.

Pues estos perdidos, convertidos en indignados, han ido a encontrarse en la vía pública, en el espacio común, y lo han convertido en un ágora, trasladando un debate sobre los rasgos morales de nuestra democracia que no se da en ninguna otra parte y para el que el sistema no tiene respuesta porque él mismo reconoce estar corrompido hasta la inacción y la parálisis. Lo que acaba de suceder con el Tribunal Constitucional es una prueba irrefutable.

En esta situación el movimiento del 15-M, que lleva la iniciativa de modo sistemático, se ha convertido en una revolución que ya nadie puede detener. Ni quienes la pusieron en marcha. Y no puede detenerse porque, al no tener estructura política, nadie da las órdenes y con nadie cabe negociar nada. Tampoco se puede detener policialmente porque, al carecer de estructura orgánica, no hay nada que se pueda desmantelar y sólo cabe encarcelar a cientos y miles de personas, lo que no es ni imaginable.

Así que cuanto antes comprendan los partidos, los políticos, que no pueden seguir ignorando el fenómeno porque ya ni los deja trabajar, mejor será para todos. Cierto, cabe decir que lo que el 15-M tiene que hacer es dejar trabajar a los políticos (se refiere a los diputados del Parlament en Cataluña, que no pueden recortar a gusto con tanto alboroto), pero la verdad es que tienen escasa legitimidad. Lo han hecho muy mal; lo saben; lo confiesan; pero quieren seguir haciendolo peor. En el PP dirán lo que quieran pero un país en el que un ciudadano como Camps toma posesión de un cargo público tiene un grave problema moral. Lo sabemos todos. Pero los del 15-M lo dicen y, además, se han plantado. Es posible que parte del discurso de los políticos sea razonable: que no sea momento de andar con experimentos de envergadura como están las cosas por ahí fuera. Posiblemente. Pero si la observación no llega muy tarde de forma que la riada va a llevarse por delante los remilgos, será cosa que podrá negociarse con los indignados, que están indignados pero son muy razonables. Es más: están indignados porque son muy razonables.

Lo mejor que puede hacer el sistema (para entendernos) es dar estado a la cuestión, designar una comisión parlamentaria o algo así como interlocutor con el 15-M y negociar. Es difícil porque muchos vienen pidiendo un proceso constituyente y eso son palabras mayores. Pero como de algún modo habrá que decidir qué hacemos, si es que queremos hacer algo, alguien habrá de dar el primer paso para hablar. Porque la política es eso, hablar, entenderse, ponerse de acuerdo. Puede que la teoría sea excesiva pero es que la praxis no lo es menos.

Los partidos, en especial los de izquierda, parlamentarios o no parlamentarios, sienten una especie de fuerza que los arrastra a hacer causa común con los indignados, en algunos casos intentando convertirse en la vanguardia de estos, pretensión fracasada hasta la fecha, por lo que he podido ver. Pero está bien que la izquierda se mire en espejo del 15-M porque las reivindicaciones de este son en un noventa por cien las clásicas suyas que se habían ido quedando por el camino.

La derecha querrá llevar el asunto al territorio del enfrentamiento y la guerra. ¿Hablar? ¿Hablar con una manga de desharrapados que cultivan marihuana por las esquinas? Aquí hablan las urnas, los partidos, las instituciones. La gente, a callar. Sobre todo porque, puestos a movilizar gente, la derecha puede echar muchedumbres a las calles. Lo que no puede conseguir es que se queden de acampada una quincena en una plaza pública.

La derecha soporta también un serio handicap a la hora de hablar y es que tiene muchos asuntos por indiscutibles. Realmente muchos: la Constitución, la Monarquía, la unidad de España, la religión católica, la familia. Indiscutibles en sus peculiarisimas concepciones entre las cuales está que Franco no era un dictador. En cambio, Negrín, sí. Poco más o menos, entiendo, como el 15-M es el precursor de un movimiento totalitario. Nada menos. Y habrá que reconocer que, en cosas de totalitarismos, la derecha sabe lo que dice. Dice, por ejemplo, que el régimen de Franco no era totalitario.

¿Cómo parar una revolución pacífica que se hace por motivos morales invocando la conciencia cívica y el respeto a unas instituciones a las que literalmente se ha hecho trizas, como el Tribunal Constitucional, por ejemplo?

dimarts, 14 de juny del 2011

Evviva Italia!

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


La gente va despertando en todas partes; en los países árabes, en España, en Italia, parece que en China también en donde miles de trabajadores llevan días enfrentándose a la policía y al ejército. La aldea global se pone en marcha. La multitud está harta de que la mangoneen, la lleven de aquí para allá, le digan lo que tiene que hacer y pensar, la estafen, la opriman, la apaleen y encima se rían de ella. Gracias a las tecnologías de la información y la comunicación todos estamos relacionados con todos y nos enteramos de todo si nos interesa. Cada vez hacen falta menos intermediarios: políticos, comunicadores, periodistas, profesores, no digamos tertulianos que normalmente no tienen ni idea de lo que hablan. La gente está, estamos, porque nos afecta a todos, recuperando el principio de la autonomía kantiana que nos había sido arrebatado por unas organizaciones complejas políticas, económicas, mediáticas, cuyo primer objetivo era mantener en la sumisión infantil a aquellos a quienes servían y que, paradójicamente, eran su única razón de ser. Todo eso parece estar acabándose. La gente, la multitud, quiere decidir por su cuenta, sin escuchar ya las "explicaciones" de cientos y miles de expertos responsables de una crisis de la que saben tanto como Palinuro del cultivo de angulas en criaderos.

El ejemplo más reciente que hay que aplaudir a rabiar es ese maravilloso voto/bofetada que el electorado italiano ha propinado al imbécil del bunga-bunga. Hace años que los italianos arrastran una situación lamentable, habiéndose puesto en manos de un menda tan ridículo como despreciable pero con su voto en los cuatro referéndums han recuperado no solamente la dignidad colectiva sino el lugar que les corresponde en la avanzada de los países desarrollados. Una vez más se comprueba que controlar las televisiones y los audiovisuales hasta la extenuación, como hace este pavo, no sirve para nada si la gente no quiere. Hay que corregir por tanto ese insulso saber convencional que siempre ha irritado a Palinuro de que los medios manipulan. Es verdad, los medios manipulan a quienes quieren dejarse manipular que, a veces son muchos, a veces pocos. Pero no pueden hacer nada si la gente decide tomar su destino en sus manos, que es de lo que se trata hoy. ¿Es imaginable que alguien se acerque a Intereconomía, por ejemplo, con ánimo distinto a que le calienten los cascos con una sarta de disparates? Son los medios que no informan pero adoctrinan. Esos conservan su influencia sobre auditorios irredentos cada vez más exiguos. Los otros pierden audiencia a chorros. La información circula por la red y, aunque gran parte de esta procede de los medios de comunicacion, va reduciéndose.

Ya empiezan a aparecer teorías no de la conspiración sino de los mismísimos sabios de Sión que explican con gran facundia cómo estos movimientos, el del 15-M en España, por ejemplo, son turbias maniobras del imperialismo yankee. Prestémosles la atención que merecen, que no es mucha, vive el cielo, y vayamos a lo que importa: la revolución que no ha hecho más que comenzar es mundial y tiene que serlo necesariamente porque, en la situación de globalización en que nos encontramos, es muy difícil que ningún país pueda encontrar soluciones como si fuera el Estado comercial cerrado de Fichte. A veces se señala como ejemplo el caso de Islandia pero esta isla y sus dependencias, con una población similar a la de Córdoba capital en España, carece de relevancia en el orden internacional y no es en modo alguno comparable a un país de cuarenta y cinco millones de habitantes. Es muy envidiable lo que allí se hace, sí; pero es como si se hiciera en Córdoba. Cuando hay que movilizar a cuarenta y cinco millones (y no hablemos de doscientos o de mil doscientos) lo de Islandia queda algo pequeño.

Definitivamente esta revolución sólo puede triunfar a escala global. Ella misma se expande de forma reticular. Lo ha hecho en España; tendrá que hacerlo en Europa porque muchos destinos españoles se cuecen en Bruselas; y tendrá que hacerlo en el mundo porque muchos destinos europeos se trajinan en Washington o en Pekín. Entre tanto felicitemos a los italianos por haber hecho un corte de mangas a este engominado majadero.

(La imagen es una foto de doenner 232000, bajo licencia de Creative Commons).

Fascionario de la Academia o de cómo se marea la perdiz.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


El ministro de Educación y Ciencia se reunió ayer con el director de la Real Academia de la Historia, Gonzalo Anes, principal responsable del golpe de mano de los fascistas residuales en el Diccionario Biográfico Nacional y que ya debiera haber dimitido si tuviera un ápice de honrilla y dignidad intelectual. El motivo de la reunión era trasladar al franquista la exigencia del Gobierno de que se revise el fascionario de la RAH. Nada más. Nada de retirar la edición ni de plantear la dimisión de Anes. Eso fue todo. No está ni siquiera claro que Anes se haya comprometido a hacer algo concreto y, conociendo el país, apuesto a que el diccionario no se toca, los franquistas se quedan en sus madrigueras tan contentos y el gobierno se olvida del asunto.

El ministro es de una credulidad sin límites. Piensa que la RAH atenderá el mandato del Gobierno. Bienaventurados los pobres de espíritu. Los franquistas de la RAH no tienen intención de hacer nada. Dejarán que amaine la tormenta y seguirán a lo suyo: los panegíricos de Franco que pasan por ser historia en España. Y se habrá perdido otra ocasión de oro para informar a la juventud española y contribuir al renacer de la patria. Las excusas del ministro acerca de que la Real Academia de la Historia sólo tiene una relación administrativa con su departamento suenan a canguelo. ¿Qué tienen los franquistas que inspiran tanto temor en los demócratas? ¿No ve el ministro que, ante lo excepcional del caso, lo único que cabe hacer es echar a puntapiés a los nostálgicos de la dictadura de la Academia? ¿Cree el ministro que en Alemania o Italia alguien hubiera puesto estos lamentables pretextos a la hora de tratar con apologetas de la dictadura? ¿Cuál es la extraña enfermedad de la izquierda española? ¿Es miedo?

(La imagen es una foto de UNED, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 13 de juny del 2011

Un buen camino.


Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia

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Cuando las instituciones están podridas porque en ellas prevalecen los que Lorca Y Dalí llamarían putrefactos (con cierta variante semántica) lo mejor que puede hacer la gente decente es marcharse de ellas. Exactamente lo que han hecho los dos concejales de Esquerra Unida de Valencia, quienes han desalojado el pleno del Ayuntamiento de Alacant apenas comenzó a hablar la nueva alcaldesa, Sonia Castedo, imputada en uno de los más malolientes procesos de que está salpicada toda la Comunidad Valenciana que con mano firme dirige el curita, a su vez implicado en otros procesos de no menor relevancia.

Los dos concejales, Miguel Ángel Pavón y Ángeles Cáceres, han salido con gran dignidad del pleno y se han sumado a los manifestantes del 15-M(véase el vídeo a continuación)

en un acto pleno de significado político y que, en su aparente modestia tiene un gran alcance. Los dos concejales son en este momento la lanzadera que une dos mundos opuestos: la política parlamentaria (representada por unas instituciones bastardeadas por los corruptos) y la política extraparlamentaria (representanda por los indignados del 15-M) en una dinámica que no se sabe a dónde irá a parar aunque, desde luego, dependerá en buena medida de la valentía de la izquierda.

Parafraseando a Henry David Thoureau, Cáceres y Pavón podrían decir que hay momentos en la vida en que el lugar apropiado para una persona decente es la cárcel; aquí no es la cárcel, pero sí la exclusión de las instituciones y la unidad con la actividad extraparlamentaria. Sin duda es una decisión estupenda, una que devuelve la pelota de la corrupción, la mentira y el engaño al tejado de unos políticos que han prostituido de tal modo sus cargos que sólo parecen querer estos para seguir delinquiendo y blindarse frente a la justicia.

Creo que sería lo que tendría que hacer la izquierda, toda la izquierda, en casos clamorosos, como el de Francisco Camps: abandonar sus escaños como protesta y unirse al 15-M, que está cargado de razón. Alguien podrá decir que es una decisión tácticamente errónea porque se deja el terreno libre al curita, que podrá hacer mangas capirotes. Es verdad. Pero es lo que hace incluso con la oposición presente porque emplea su mayoría absoluta para cometer sus fechorías y la oposición es impotente. Hasta seis sentencias judiciales acumula Camps que le ordenan facilitar información a la oposición y sigue sin hacerlo. ¿De qué le sirve a la oposición mantener su política parlamentaria sino es para legitimar un sistema podrido por el predominio de una clase política corrupta? De nada. ¿Por qué no atreverse a dar ese paso, a comenzar una unidad de acción con los indignados? ¿Por temor a lo que diga la derecha? Pero ¿hay alguna duda de que la derecha siempre dirá lo más dañino y que si no lo tiene se lo inventa? Regla general para el comienzo del saneamiento de las instituciones: allí en donde haya imputados y estos gobiernen con mayoría absoluta o mediante un pacto con su marca blanca, UPyD, lo que la oposición debe hacer es despejar el campo y unirse al 15-M en la denuncia de la corrupción.

Dimita, don Gonzalo. Es lo mejor para todos,


Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia
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Al estallar el escandalazo del Diccionario Biográfico Nacional (DBN) de la Real Academia de la Historia (RAH) el solemne acto con los Reyes se convirtió en un guirigay de recriminaciones al descubrirse que el producto que los monarcas avalaban estaba agusanado, carcomido, lleno de ratas ditirámbicas de la memoria del criminal Francisco Franco. Desde entonces el Director, Gonzalo Anes no ha hecho otra cosa que balbucir falacias y sofismas a cual más pintoresco e inmoral para defenderse frente a la muy legítima y extendida demanda de que dimita por obvia falta de competencia en la materia

Palinuro ha tenido la paciencia de ir recogiendo uno a uno sus subterfugios, hipocresías, justificaciones, según iban sabiéndose más datos del atropello y las trae ahora a colación sucesiva para trazar el cuadro de una trayectoria de ignominia y abyección intelectual y moral.

Creyendo al principio que el escándalo no iría muy lejos, Anes se permitió el lujo de regañar a los españoles por su acendrado vicio de no reconocer nada nacional bueno y tirar siempre contra lo propio por asuntos menores.

Cuando ya se cruzó con el primer dato turbador, la biografía de Franco perpetrada por Luis Suárez, quiso defender a éste asegurando que era un hombre "liberal" pues en tiempos del Caudillo había votado a cátedra a un aspirante a pesar de que estaba afiliado al Partido Comunista. Es un razonamiento realmente inadmisible al que es muy aficionada la derecha: los demás tenemos que celebrar en ella y hemos de agradecerle que cumpla con su deber, como si esto fuera algo graciable y no obligado entre gente de bien. Recuerda mucho el repugnante argumento de que los españoles teníamos que agradecer a Fraga Iribarne que hubiera "civilizado" la derecha, como si fuera de recibo una derecha "sin civilizar" o un catedrático que vote por preferencias partidistas.

Visto que Suárez ya no era salvable, Anes se apresuró a dejarlo caer con escasa elegancia, diciendo que él no lo había escogido para hacer el panegírico de Franco, sino que el medievalista se había ofrecido. Suárez, a su vez, dice lo contrario. Así las cosas, resulta que el director de la academia o uno de sus más distinguidos académicos, miente. ¿No es esto ya suficiente para que una persona de honor se vaya a su casa?

Tratando de ennoblecer su posición, ante la insistencia de las críticas que ya mostraban que el desbarajuste no acababa en Franco, Anes se puso lírico, asegurando que en la RAH no se censura a nadie. Al margen de si esto es verdad o no, cosa de la que, tratándose de Anes, no podemos estar seguros, corregir los evidentes desatinos sectarios que contienen varias entradas no es censura en modo alguno sino pura actividad de lo que los ingleses llaman editing y que el señor Anes desconoce por entero o, lo que es peor, no creyó necesario realizar con entradas que hablan de la cruzada, el Alzamiento, los nacionales o que Franco era católico, inteligente y moderado.

Ya lanzado por la vía demagógica, añadió después Anes que el diccionario es un monumento a la libertad de expresión, como si en lugar de tratarse de un Diccionario de una Academia, que tiene que estar sometido a unos controles estrictos de veracidad, imparcialidad y calidad, se tratará de una serie de panfletos en una controversia política, único caso en que cabe invocar el derecho a la libertad de expresión irrestricto.

Convencido por fin de que lo suyo era un solemne patinazo que hará historia, pensó que haciendo una pequeña reformita podría capear el huracán. Reunió a sus fieles (entre los que se cuenta gente tan pintoresca como el Cardenal Cañizares, cuyos méritos para ocupar un sillón en la casa son un misterio tan insondable como el de la Trinidad en el que cree a pies juntilla) para alcanzar una solución inteligente. Se reformaría la edición online cuando estuviere, pero no la de papel, aunque quizá sí en futuras ediciones. Un obvio intento de tomar al auditorio por imbécil una vez que ya no ha quedado más remedio que confesar que la brillante obra ni es brillante ni es obra. Porque ¿cómo puede decir alguien en serio que un organismo como la Academia dirá cosas distintas sobre el mismo personaje, según que el soporte sea papel o virtual?

Anes coronó este conjunto de penosas excusas con otra más que es un ataque a todos los demócratas. Sostuvo que, en el fondo, en la dictadura, todos fuimos colaboracionistas porque, para tomar posesión como funcionario, había que jurar fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional. Es difícil encontrar un argumento más abyecto, aunque, tratándose de Anes, será cosa de esperar poco tiempo por cuanto oculta deliberadamente que dicho juramento, al ser obligatorio, carece de valor, como enseñan todas las doctrinas morales del mundo excepto la que profese el señor Anes, sea cual sea.

(La imagen es una foto de FDV via Wikimedia Commons).

diumenge, 12 de juny del 2011

Luz y sonido.

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia
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La solemne toma de posesión de las autoridades locales se vio ayer animada por la presencia de los indignados en casi todas partes con sus pancartas, su cacerolas, sus gritos, sus protestas. En Sevilla, en Valencia, en Madrid y en un sin fin de otras plazas hubo boicoteo activo a las ceremonias que los del PP llaman chantaje (esto es, extorsión), ellos y sus conciencias sabrán por qué. En varios casos hubo cargas o desalojos policiales con alguna violencia, aunque no mucha porque las autoridades tratan de evitar una dinámica de acción-represión-más acción cuyos efectos han visto y están viendo muy de cerca en los países árabes y ahora es posible que también en Turquía.

Los medios, el principal aliado, quieran o no, del 15-M, están encantados. Hay noticias por todas partes. Y cuando no son de los indignados, son de otra fuente: Álvarez Cascos en Gijón, el poderío de Bildu en el País Vasco, rematado con la joya de la corona, el ayuntamiento de Donostia. Pero lo esencial es la intervención del 15-M que es como la enojosa presencia de aquella parte del pueblo que no se siente representada en el establecimiento político y ha decidido pasar a la acción a su modo. Supongo que los alcaldes y concejales que han tomado posesión en el tumulto estarán deseando que pasen estos momentos, este movimiento, para volver a sus negocios habituales. Pero el movimiento parece ser duradero.

Y lo es porque las causas que lo pusieron en marcha siguen ahí y agravadas si cabe. En primer lugar, la política entendida como cabildeo de partidos. IU se abstiene en muchos municipios y da de hecho el gobierno al PP; en algunos casos, incluso, lo vota. En otras partes, el acceso del PP lo facilita UPyD. Pero hay muchos otros municipìos en los que gobierna el PSOE con los votos de IU. Con los votos de CiU gobiernan varios alcaldes del PP en Cataluña, incluido uno caracterizadamente xenófobo. Y es la CiU cuyo líder, Mas, acudió en cierta ocasión al notario para certificar que jamás pactaría con el PP. Retorna la teoría de la pinza y las amargas recriminaciones de una izquierda que, por lo que se ve, es incapaz de hacerlo mejor. Es fácil que las componendas entre partidos tergiversen el sentido del voto que han recibido, si se considera que el voto es como una especie de mandato. ¿Quién se atreverá a afirmar que la protesta de los indignados con su consigna de ¡No nos representan! esté fuera de lugar?

Todavía peor es el asunto de la corrupción. Más de cien imputados en procesos penales han conseguido acta de concejal o vara de alcalde. Admitido que esto de retirar sin más a los imputados en un país en donde se puede recurrir a la denuncia falsa a adversarios políticos es complicado. Pero aceptando esta complicación, cien imputados tomando posesión de cargos públicos en los que se administran dineros públicos son un espectáculo deprimente. Imputados y procesados por malversación, cohecho, tráfico de influencias, jurando y prometiendo, presidiendo comisiones. Barberá agradeciendo a Camps no su amor al dinero, al boato y al despilfarro sino ¡a Valencia! ¿Cómo afear al 15-M que ponga de manifiesto lo ridículo de esta farsa?

La mirada vacía.

El Museo Arqueológico Nacional tiene una exposición de retratos de Fayum que merece mucho la pena ver. Son trece piezas procedentes del British Museum de llamados retratos de momias de El-Fayum y pintados entre el siglo I a.d.C. y el III d.d.C. Y no deja de ser curioso que vienen en el marco del certamen anual de PhotoEspaña que, al parecer, los considera antecedentes remotos de la fotografía. Retratos son, desde luego, y con algo de ironía, teniendo en cuenta que se pintaban con fines directamente comerciales, como tareas de pintores artesanos greco-romanos en talleres egipcios, pueden asimilarse a retratos de Photomaton. Son tablas de madera pintada a la encáustica o al temple (en esta exposición son todas encáusticas) que representan del modo más fiel y realista posible a una persona concreta que hacía de modelo póstumo. Pretenden ser reproducciones exactas de lo que era alguien en vida y en la flor de la edad (básicamente la treintena) dado que su finalidad era que cada alma pudiera encontrar su cuerpo luego de la muerte para hacer juntos el viaje del más allá. Son retratos de ciudadanos del Imperio romano, personas privadas que, por vivir en Egipto, se hacían momificar. Porque ahí es donde está el meollo del cruce de tres culturas, tres civilizaciones, la griega, la romana y la egipcia.

En Egipto está el misterio, en ese Egipto que es el verdadero inventor de la inmortalidad del alma y en el que se buscan mil habilidades para hacer que cada cual, provisto de su respectivo ka se reúna con ella y parta al largo viaje de la noche del que no se vuelve. Pero, materialistas como eran al mismo tiempo (si no, no dejarían alimentos junto a los cadáveres y momias para que estos pudieran alimentarse en el más allá) y desconfiando de las potencias del alma, le proporcionaban estos retratos para que no se equivocara fatalmente en la elección pues no creían que el alma fuera omnisciente. Así que estos retratos de Fayum, que tanto recuerdan la retratística renacentista (bastante de ella también póstuma, por cierto) con la modestia de su soporte en madera, son en el fondo la pintura más metafísica que quepa contemplar.

Todos los retratos están de frente, tienen los ojos abiertos y nos miran. Pero no nos ven porque sus ojos no están abiertos para ver, pues el modelo está muerto, sino para ser vistos e identificados por un alma que antaño podía salirse por ellos. De ahí que su mirada esté vacía. Son los ojos de los muertos, que miran pero no ven.

dissabte, 11 de juny del 2011

Petición al Congreso.

Ayer presenté en el registro del Congreso de los Diputados la petición para que éste inste al Gobierno a retirar el diccionario franquista de biografías y a pedir la dimisión del director de la Real Academia de la Historia, don Gonzalo Anes. El contenido textual de la petición se encuentra en Palinuro, Petición al Congreso de los Diputados. Lo hice a título personal y como administrador de la página de Facebook Retirad el libelo franquista de la Academia, que ya cuenta con 1676 adhesiones. Quien quiera sumarse puede hacerlo en la página. También se agradecen adhesiones de gente que ayude a difundir la petición para que tenga mayor respaldo. La intención es escribir otra petición al Rey puesto que, según la Constitución, ejerce el "alto patronazgo" de las Reales Academias. Quiero oír al Rey diciendo si cree o no que Franco era "católico, inteligente y moderado", como lo define su biógrafo, Luis Suárez, en un alarde de objetividad y neutralidad o de libertad de expresión, según sentencia el director de la Academia, Gonzalo Anes en otro de lo que me parece cinismo. Porque significa que lo que dice la Academia es cosa de opinión (terreno en el que debe respetarse la libertad de expresión) y carece de toda base científica (terreno en donde la libertad de expresión está limitada por los hechos) con lo que es de preguntarse qué clase de Academia es una de opinión y en qué se diferencia de una tertulia de la radio.

A algunos, esto de ejercer el derecho de petición les parece una filfa porque presuponen que la democracia española no funciona. Y es posible que sea así; pero no se podrá saber si no se utilizan los medios que los ciudadanos tenemos a nuestro alcance para hacerla funcionar. Las quejas sobre la falta de democracia en España, que Palinuro comparte en buena medida, tendrán más peso cuando se compruebe que la ciudadanía ha agotado las posibilidades de hacerse oír sin conseguirlo. ¿Cuántas veces se ha utilizado el mermadísimo derecho de iniciativa popular? ¿Cuántas peticiones de alcance nacional se han dirigido al Congreso? Y hay motivos sobrados.

Por ejemplo, hay por lo menos un partido legal que se llama Falange. La Falange era el partido único y oficial del franquismo, del que Franco era el Jefe Nacional en ausencia del Ausente, el equivalente del Partido Nazi en Alemania o el Fascista en Italia. En ninguno de estos países es legal un partido nazi o fascista. En España, sí. Y, siendo legal, se querella por lo criminal contra un juez de la Audiencia Nacional por razones políticas, y la querella prospera. ¿No deberían los ciudadanos demócratas pedir al Parlamento que inste al Gobierno a que solicite la ilegalización de la Falange, con independencia de que sea o no aquella a la que pertenecía Aznar? Y como éste hay cientos de ejemplos. Palinuro no puede presentar docenas de peticiones pero brinda la idea de que los ciudadanos demócratas creen una central de peticiones, por así decirlo. Si no lo hacen, que no se quejen luego de que los políticos van a lo suyo, que sólo cortejan la voluntad del pueblo cada cuatro años y que el resto del tiempo se dedican a desmovilizar la ciudadanía.

Nos guste o no sólo la ciudadanía moviliza la ciudadanía y eso significa compromiso, trabajo, molestias y cierto riesgo. Quien no esté dispuesto a afrontarlos, que no se queje de falta de oportunidades para participar en las decisiones que le conciernen. Y sobre todo que no incordie enturbiando las cosas y entorpeciendo la movilización ajena. Por ejemplo, desanimando con el cuento de que, como "todos los políticos son iguales", no merece la pena hacer nada. Ese es un discurso falso que cala bien en el movimiento del 15-M y que lo hace irrelevante porque le permite formular sus agravios y sus propuestas de soluciones pero no proponer los medios prácticos de ponerlas en práctica.

Bastantes de las muy razonables reivindicaciones del movimiento 15-M pueden ser objeto de petición y no solamente al Congreso. Otras requerirán proposiciones o proyectos de ley que el Parlamento tendría ya que estar negociando con el movimiento. Pero este no tiene órgano negociador alguno que lo represente ni las autoridades han constituido comisión o comité que pueda recibir las propuestas y debatirlas con los proponentes. Pongo un ejemplo suficientemente claro: ¿no debería el movimiento 15-M estar presente de algún modo en las negociaciones tripartitas entre los sindicatos, la patronal y el gobierno? ¿Es razonable que quienes más han padecido la crisis y los que padecerán las reformas que los negociadores acuerden, los jóvenes, no puedan decir nada al respecto?

Palinuro sostiene que la consigna de Democracia real ¡ya! es muy deseable y así lo ha dicho. Pero no es un conjuro, a su enunciado no cae la democracia real del cielo como el maná sobre el pueblo elegido, sino que hay que conseguirla, ganarla, conquistarla y para eso no basta con deliberar en las asambleas con todo y ser las deliberaciones imprescindibles porque están constituyendo un ejemplo práctico de la teoría habermasiana de la democracia discursiva o dialógica.

Suele invocarse el ejemplo de Islandia. Pero las diferencias son abismales. Al margen de muchas otras hay una decisiva: los islandeses eligieron un nuevo Parlamento con mandato constituyente. Para hacer eso en España falta un trecho.