dimarts, 1 de gener del 2013

El mundo al revés.

La noche de San Silvestre es muy ruidosa y muy movida. En algunos lugares le da a la gente por echar a correr, por ejemplo, en Vallekas, en donde se organiza la famosa Maratón de San Silvestre. Anoche tuve ocasión de verla pasar por la Plaza de Atocha y, en verdad, es impresionante por la cantidad de gente corriendo y el ambiente de alegría, de comunidad que la rodea. Es una acción colectiva, espontánea, que empieza y acaba en sí misma, sin predicar ni vender nada. O sea, una gozada.
Pero, en general, tengo para mí que tanto ruido y tanto movimiento son formas de evitar quedarse parado pensando. Porque la tal nochecita del 31 tiene siempre tintes metafísicos. Se acaba un día, un mes, un año, y el personal cae en cavilaciones. Balance del pasado, perspectiva del futuro y propósitos de cambio, mudanza, de nueva vida. Y todo eso suele ser tan abrumador que muchos consideran preferible coger un matasuegras, ponerse un cucurucho en la cabeza y salir a la puerta del Sol a dar gritos.
Porque eso de proponerse un cambio de vida, habida cuenta de la experiencia de que cambiar de vida no es nada fácil, produce melancolía y nostalgia y si algo está prohibido en esta noche es la murria. La orden es divertirse. Porque cambiar la vida es imposible. La vida cambia, a buen seguro, pero no como, ni cuando, nosotros decidimos. La vida cambia y nosotros con ella; ella nos cambia; no nosotros a ella.
Cambiar la vida ha sido siempre el anhelo de todos los revolucionarios. Incluso llegó a formularse expresamente como consigna sesentayochera: changer la vie. ¿Que ha hecho la vida con todos aquellos que tan orgullosamente quisieron cambiarla? Pecios en la mar brava de la existencia.
La vida no nos pertenece; no más que el camino al caminante. Es tan inmensa e inabarcable que jamás podremos entenderla. Y hasta cuando alguien propone un cambio radical, un basta ya definitivo y provocador, la vida juega con él como el viento con las hojas muertas y pone al descubierto sus miserias.
Considérese el mapa mundi de la ilustración. Es el mundo al revés. Pero, justamente, es un intento de demostrar que el mundo no tiene revés. Es un ataque a una concepción tan arraigada en nuestras mentes como una creencia orteguiana. El mundo tiene un derecho, con Europa en el hemisferio norte y un revés, el de la ilustración, tan a propósito hecha que la leyenda sí está al derecho, para que no haya dudas. Es decir, es un ataque al eurocentrismo, esa especie de convicción íntima de que el mundo es como nosotros lo vemos. Y lo vemos como queremos.
Pues no, señor, dice alguien, la tierra es una esfera y lo único cierto de los polos es que son opuestos, pero no que uno sea el norte y otro el sur. La estrella polar no señala necesariamente el Norte; podría señalar el Sur sin cambiar de sitio; basta con cambiar los nombres. Cambiar el mapa tampoco es tan fácil. Ese provocativo mundo al revés sigue siendo tremendamente eurocéntrico. Es una reproducción plana de una proyección desde el Ecuador, una clásica proyección Mercator que magnifica las dimensiones de las tierras del "hemisferio norte" y disminuye las del "hemisferio" sur. Aquí se cambia el nombre pero la desproporción "eurocéntrica" se mantiene. Y eso sin señalar que el cartógrafo ha mantenido incólume la tradición eurocéntrica de tomar al meridiano de Greenwich como el O para el cálculo de latitudes y longitudes.
El ataque al eurocentrismo sigue siendo eurocéntrico. No es tan fácil cambiar la vida.

La otra imagen asociada con la San Silvestre es la del dios Jano, el del famoso templo y sus famosas puertas, el que da el nombre al mes de enero, con sus dos rostros. Jano es una de las figuraciones del doble, el Doppelgänger que aparece en todo tipo de fábulas y encuentro fascinante. El doble es la representacion antropomórfica de ese universal humano de verlo todo en términos de dualidad, desde su forma esencial: el ser y la nada, el Yin y el Yang, la vida y la muerte, la materia y el espíritu, el día y la noche, el bien y el mal, el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Es el maniqueísmo de todas las religiones. Todas tienen un dios y un diablo, un Ormuz y un Ahrimán.
En el caso de Jano, el dios de los solsticios, el doble adquiere una extraña dimensión porque es un doble con relación al tiempo. Un rostro mira el año anterior y otro el posterior, uno el pasado y otro el futuro. También solía representarse a Hermes como bifronte y opuesto y servía entonces de mojón en el camino, para medir la distancia recorrida y la que queda por recorrer. Algo también comprensible en términos de tiempo, como cuando se mide la distancia de un punto a otro en horas.
La alegoría de Jano como doble en el tiempo se ve en que tiene dos caras pero es una sola persona. Las representaciones populares de la figura suelen dar al rostro que mira el pasado los rasgos de un anciano y al que mira el futuro los de un recién nacido. Pero también son la misma persona. ¿Podrían representarse al revés, como el mapa mundi? Puestos a cambiar... Es difícil de imaginar pero podrían, desde luego. Sin embargo resultarían menos convincentes que la inversión cartográfica. Cabe adjudicar al viejo la condición de niño y hasta suele hacerse con ánimo algo despectivo. Pero es imposible adjudicar al niño la condición de viejo. La vida aún no lo ha cambiado.
Pues eso: feliz año nuevo. 
(La imagen es una foto de Fubar Obfusco en el dominio público).

dilluns, 31 de desembre del 2012

Ese escándalo llamado Cospedal.

Hasta el 31 de diciembre -ultimísimo día- ha esperado Cospedal para hacer pública su declaración de ingresos de 2011 a pesar de tenerla firmada desde julio. La intención es obvia: que la gente no se fije en cómo esta política predicadora de la austeridad y el sacrificio, que ha dejado sin sueldo a los diputados de la oposición, acumuló salarios públicos de modo ilegal y fraudulento a lo largo de 2011 (y años anteriores) a juicio de Palinuro.
Las cantidades y conceptos de estos devengos, insisto, presuntamente ilegales, están en esta página de Sueldos públicos que conviene leer con atención, y son los siguientes:
  • 88.897 € netos como secretaria general del PP (6.350 € al mes en 14 pagas)
  • 31.775 euros del Senado.
  • 36.082 como presidenta de Castilla-La Mancha.
  • 1.634 euros procedentes de los trienios como abogada del Estado
Con razón no quería la dama que se supiera lo que pillaba, porque es un escándalo.
Añade Cospedal en su declaración que, desde julio de 2011, solo ha cobrado el salario de presidenta de Castilla-La Mancha, mientras que por el resto de conceptos solo cobró hasta junio de 2011, cumpliendo así con la legislación de la Comunidad Autónoma. Muy bien. Estaría bueno, aunque cabe preguntarse si también ha dejado de cobrar como Secretaria General y lo más seguro es que no, que sigue. Pero no lo dice. Como abogada del Estado, no ignora que, por encima de la Ley de CLM está la legislación del Estado y que la Ley de Incompatibilidades de 1984, en vigor en su cortijo, aunque ella quiera ignorarlo, estipula taxativamente que no pueden cobrarse dos o más sueldos públicos por ningún concepto y ella ha estado cobrándolos hasta junio de 2011 y en los años anteriores. El del Senado es un sueldo público, los trienios de la abogacía del Estado, también y, aunque la mangancia y la marrullería de los políticos quiera ocultarlo, el del PP también, puesto que los partidos políticos en España se financian con cargo al erario público. Y eso sin contar con un salario que, misteriosamente, no aparece en la declaración porque debe de estar oculto en el de presidenta de la Comunidad. ¿No era Cospedal diputada del PP en CLM antes de junio de 2011 y no cobraba un salario también por ese concepto, compatibilizado con el de senadora, abogada del Estado y secretaria general del PP?
En cualquier país civilizado del mundo, esta señora habría dimitido ya y estaría devolviendo las cantidades indebidamente percibidas. Aquí no pasa nada, la dama se pone una peineta y va por ahí dando lecciones de austeridad a la gente a la que priva de sus derechos, ingresos y emolumentos.

Glosas a la valoración que la gente hace de las principales instituciones y grupos sociales.

Tomo prestado el gráfico de Metroscopia para El País de ayer. Ilustra un estupendo artículo de Fernando Garea titulado La justicia recupera prestigio que hace un agudo análisis de los datos con conclusiones muy acertadas. No obstante, Garea es periodista, escribe en un afamado medio, y está obligado a ser lo más aséptico y ponderado posible, cosa que consigue. Pero Palinuro es un humilde bloguero, escribe en un medio de su propiedad (aunque sea una que los juristas considerarían de tipo enfitéutico), lo cual le concede un mayor margen de libertad en sus apreciaciones. Esto quiere decir que expresa opiniones personales, subjetivas, si bien las fundamenta racionalmente sometidas a la aspiración kantiana de convertirse en objetivas por ganarse el acuerdo de los demás.
El cuadro es interesantísimo y refleja el estado de la opinión pública, del imaginario colectivo españoles a mediados de este diciembre con respecto a las 37 instituciones y grupos sociales más importantes en nuestro país y la oscilación de junio de este año hasta hoy. La primera conclusión es comprobar que la gente no es tonta y sabe valorar muy bien la calidad de los distintos items, sin dejarse engañar ni manipular.

Los excelentes. Intervalo del 80-99%. En los 4 primeros reglones no hay una sola institución. Son "grupos" sociales, colectividades. Resulta ilustrativo que sean los que sufren los ataques más sañudos del poder político: los recortes en I + D, la privatización de la sanidad pública y el desmoche del sistema educativo. Puede sorprender en principio el tercer lugar de la pequeña y mediana empresa. Pero se entiende con una ligera reflexión: la pequeña y mediana empresa simboliza el significado del término emprendedor para la gente corriente y moliente. Esto es, aquel que se lo monta por su cuenta, arriesga todo y se lo curra personalmente. No coincide en nada con la imagen del emprendedor de la propaganda neoliberal cuyo ejemplo más claro es el señor Adelson, propietario de Eurovegas: grandes capitales dedicados al negocio y la especulación con contactos privilegiados con el poder político que se pone a su servicio hasta el punto vergonzoso de romper un principio fundamental del Estado de derecho, el carácter de universalidad y generalidad de la ley. Si nadie recurre ante el Tribunal Constitucional esa norma aberrante, que legaliza el privilegio, nos merecemos lo que nos pasa. Así pues, los excelentes son excelentes con toda razón.

Los mejores. Intervalo del 70-79 % también eleva mucho el ánimo. A pesar de las campañas mediáticas de difamación y de la instrumentalización de algunas de ellas (pues aquí son todas instituciones) tienen el merecido reconocimiento público. Con matices. La radio ha subido 11 puntos desde junio y seguirá subiendo si la televisión continúa siendo tan mala y, sobre todo la pública, tan ignominiosamente manipulada que parece un centro de agitprop neoliberal. Es un efecto compensatorio, a pesar de que la radio aparece siempre como tecnológicamente más atrasada. La policía ha perdido 11 puntos de junio acá y seguirá perdiendo si su actuación callejera se mantiene en los niveles de agresividad, desproporcionalidad, intimidación y arbitrariedad que viene observando. Probablemente es injusto, pues ese juicio negativo debiera gravitar sobre sus mandos. pero est@s son polític@s de los que hablaremos cuando corresponde, o sea, en el fondo de la sentina. El Ejército sube 17 puntos y no bajará salvo que empiece a tontear a propósito de la cuestión catalana. Los abogados pegan un salto de 33 puntos lo cual, es de suponer, refleja el agradecimiento de la gente por su clara oposición a los desmanes del ministro de Justicia, como también sucede con los jueces, un poco más abajo. Son nuestra defensa y cuanto más independientes sean y más se enfrenten al poder, más subirán.

Los buenos. Intervalo de los 50-59%. Pasable está la cosa. La mayor alza, ya mencionada, los jueces. Insólita la presencia aquí de la defensora del pueblo, sin variación desde junio. Probablemente porque la gente no sabe quién es ni qué hace. En cuanto se entere de que es una marquesa que actúa como tal, ya veremos cuál será su puntuación. Porque esa idea de que la gente adora el tronío de la nobleza y, a falta de esta, la peineta en la cabeza, solo puede caber en la de la señora Cospedal, y no entera.

Los malos. Intervalo de los 40-49%. El salto mayor lo da el Tribunal Supremo con 41 puntos, pues parece que la gente va olvidando el bochorno de su expresidente Dívar. Suben mucho asimismo las grandes empresas españolas con 25 puntos. Pero sigue siendo significativo que se encuentren 40 por debajo de las pequeñas y medianas aventuras. Lo más llamativo es ese misérrimo 46% de la TV. Nada de extrañar. La calidad de la TV es ínfima y así se acusa en su baja valoración. Sin embargo, la TV es, con mucho, el medio de mayor audiencia, pues alcanza el 85% de la población. Y una audiencia que no se limita a mirarla así de pasada, como quien mira distraidamente un anuncio en el metro, sino que se clava frente al televisor cuatro horas y seis minutos diariamente. Es decir, la mayoría de los españoles se traga cuatro horas diarias de un producto que en su mayoría dentro de la mayoría detesta. Hay una obvia disonancia cognitiva. La iglesia católica ocupa el fondo de los malos y aun parece muy favorecida si se tiene en cuenta su trayectoria de institución conservadora, privilegiada, insolidaria, hipócrita y manipuladora del poder político dócil (todos ellos) para imponer su ideología reaccionaria al conjunto.

Los pésimos. Intervalo de los 0-39. Están quienes deben estar; todos con valoraciones negativas que se han ganado a pulso por diversos motivos: su codicia, su ineptitud, su corrupción, su intolerancia, su sectarismo, su deslealtad y su miseria moral. Ese 76% de reprobación popular a los obispos que se pasan el día metiéndose en donde nadie los llama, encendiendo conflictos, atizando el odio contra las minorías, debiera hacerlos reflexionar acerca de su función en el siglo y en la iglesia y dejar de tratar a la gente como una masa compuesta de idiotas, sus feligreses, y delincuentes, los no creyentes. El gobierno y el parlamento flanquean a los prelados en el menosprecio popular. Tanto el uno como el otro tienen tan baja puntuación que, animados por un espíritu ahorrativo, debieran despedir sin más a sus gabinetes de comunicación. Las dos instituciones carecen de todo crédito por razones conocidas pero el gobierno suscita, además, inquina, al vérsele como un agresor permanente, mientras que el parlamento solo parece inspirar desprecio. No obstante, la palma se la llevan con todos los honores los tres últimos: bancos, partidos políticos y políticos. ¡Qué acierto ponerlos juntos! Una forma gráfica y rotunda de señalar que forman una (quizá hasta delictiva) unidad, explicada a través de la actual teoría de la puerta giratoria, la clásica de las afinidades electivas o el puro hecho de que unos están al servicio descarado de los otros. En el fondo del barril, ya cerca del desagüe de la historia, los políticos individualmente considerados, cuyo retrato robot es el de un embustero, venal, corrupto, demagogo, inepto y aprovechado. Obviamente la generalización es injusta, tanto para los políticos como para los partidos, y es preciso reconocer que se trata de excepciones. Pero, como van las cosas, cabe ya preguntarse cuál es el lado excepcional, el de los corruptos o el de los honrados.

diumenge, 30 de desembre del 2012

La España oficial y la España real.

El presidente afirmaba solemne en su lamentable comparecencia del día de los Inocentes: Creo en España y en su futuro. Estaría bueno. Cabe imaginar cómo sonaría otro tipo de enunciado, por ejemplo: No creo en España ni en su futuro. Ningún presidente del gobierno puede decir algo así. Y, como tampoco es cosa de andarse con pamplinas del tipo de mediocreo en España y en su mediofuturo, la expresión primera resulta obligada y es una vaciedad. Porque si Rajoy no creyera en España y en su futuro, ¿por qué empeñarse en ser presidente del Gobierno? Para los neoliberales, tan admiradores de lo empresarial, sería como si un fabricante de quesos, por ejemplo, dijera no creo en mis quesos ni en su futuro

Son las perogrulladas de Rajoy. Adornadas, además, por el hecho de no saberse nunca qué diantres quiera decir. Porque, en efecto, ¿qué significa exactamente creer en España? Por supuesto, nada. No significa nada. Es una consigna de la España oficial, perfectamente encarnada en esa esfinge sin secreto del presidente Rajoy, especialista en la retórica vacua de creer en España, como si España fuera el misterio de la trinidad. Son expresiones genéricas, vagarosas, sin substancia concreta: saldremos de esta todos juntos, trabajando con tesón, con confianza, con comprensión. Somos un país serio, capaz de afrontar los sacrificios necesarios para salir adelante. Somos una gran nación. Pero ni una referencia específica a medidas prácticas, propuestas para resolver los problemas.

El PSOE es también parte de la España oficial pero, al estar en la oposición, no tiene por qué compartir la retórica del gobierno y puede aportar soluciones. Al parecer trae hoy una de manifiesto calado, consistente en reformar la Constitución para implantar un Estado federal. La reforma necesitará el consenso del PP y, como es harto improbable que lo consiga, ello nos evita dedicar espacio a la propuesta federal en sí misma, al menos hasta que se formule con detalle. Es bueno, sin duda, que la España oficial se digne reconocer uno de los dos grandes problemas que la atosigan, el de su planta territorial, aunque la propuesta federal esté lejos de ser la panacea como algunos se figuran. El otro, el de la crisis económica y social aguarda aún soluciones, después de cinco años de un proceso de deterioro sin precedentes.

Así pues, la España oficial conjuga el viejo españolismo huero con una propuesta de reforma de la organización territorial del Estado.

¿Y la España real? Es esta especie de democracia autoritaria en la que, a cuenta de una crisis todavía inexplicada, se desmantela aceleradamente el Estado del bienestar y se despoja de sus derechos a sectores enteros de la población, empezando por los trabajadores. La manipulación de los medios oficiales y la concepción represiva del orden público dibujan un panorama desolador con el que nadie, ni siquiera quienes lo están imponiendo, puede estar de acuerdo. Esta España real es fácil de encontrar pues se pasa el día en la calle, en manifestaciones, huelgas y actos de protesta en contra del gobierno del PP. Es una masa gente de todos las profesiones, oficios y andaduras de la vida en estado de permanente movilización, la acción de multitudes que tan pronto se manifiestan como revientan en acciones concretas todos los actos públicos de las autoridades. Esta acción colectiva, sin embargo, a duras penas se cuela en las informaciones de los medios y nunca consigue de los gobernantes un mínimo de consideración, una reflexión, una flexibilización o modificación de sus medidas más agresivas. 

Esa España real se organiza cada vez más de modo espontáneo a través de las redes. Se da, pues, la paradoja de que la España real es virtual. Pero es y tiene cada vez mayor presencia. Es una sociedad civil en marcha contra un gobierno empeñado en imponer una concepción ideológica doctrinaria radical, un modelo de capitalismo expotador y primitivo, rechazado por la mayoría de la gente (pues no debe confundirse la mayoría electoral con la social) y contrario a las convicciones jurídicas y morales contemporáneas.

Ese movimiento de multitudes, al enfrentarse al gobierno, cuestiona el conjunto del sistema político y sus fundamentos: el procedimiento electoral, la representación parlamentaria, la Constitución misma y, en la medida en que postula un proceso constituyente, rechaza las instituciones incluidos los partidos. Sin embargo, hay entre estos algunos parlamentarios, singularmente IU, y otros extraparlamentarios de la llamada izquierda anticapitalista interesados en tender puentes con el movimiento social y encontrar vías de integración y/o acción conjunta.

Son formas nuevas de acción y están por explorar. No es desdeñable que parte de la España oficial busque unidad con la España real, pero no contará con amplias expectativas en tanto el PSOE, como la fuerza mayoritaria de la izquierda en la España oficial no dé el paso de hacer una propuesta de integración de las reivindicaciones de este movimiento similar por su definición a la que hace acerca de la organización territorial del Estado.La formulación de una alternativa económica y social al neoliberalismo salvaje importado y autóctono que el país está padeciendo no es algo tan sencillo como una propuesta federal. Si no se hace, sin embargo, el abismo entre la España oficial y la real puede llegar a ser infranqueable y tomar formas inesperadas.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 29 de desembre del 2012

Las comparecencias.

En Madrid por las señaladas fechas nos llueven los discursos solemnes. Hasta el día de los Inocentes llevamos cuatro, unos con más boato y ceremonia que otros, pero todos serios, graves, circunspectos, como corresponde a las duras circunstancias del país. Madrugó la alcaldesa Botella, seguramente por las prisas de algún desplazamiento vacacional. Nos aseguró que sentía mucho la muerte de las cinco chicas del Madrid-Arena, en la que su gobierno y el de su predecesor tienen una evidente responsabilidad por dejación o negligencia con resultado de muerte. Lo hizo sentada en un sillón con una escenografía típica de La Zarzuela, acorde con los delirios de grandeza de la dama. Por eso hizo bien el Rey en espetarnos sus cavilaciones esta de vez de pie, para no parecer el replicante de la alcaldesa. De pie o sentado, los discursos del Monarca son siempre planos y deliberadamente ambiguos para que nadie se dé por aludido. En esta ocasión, además, se trataba de aludir menos aun, a fin de mantener en discreto olvido el asunto del elefante (y sus concomitancias) y el del dichoso yerno. Luego vino Rajoy e, inmediatamente después, esta vez sí, de replicante Rubalcaba. Botella, Juan Carlos I, Rajoy, Rubalcaba. No veo por qué no va a decirnos unas palabritas Ignacio González, que vuelve César invicto de la guerra contra los rojos, los médicos, los huelguistas, los sindicalistas y los que no se enteran de la era de fortuna que se abre en Madrid con su audaz privatización de la sanidad pública. Es la hora de la oportunidad, la nueva frontera, el negocio y la rebatiña. Luego se podrán ir a jugar las ganancias al gran Saloon de Eurovegas, zona exenta de España, como Texas, antes de ser estado de la Unión. Y, ya puestos, por qué no Rouco Varela. Pero no en su medio eclesial sino en una comparecencia general en la TVE. Total, es suya. Y ya va siendo hora de anunciar el comienzo de la prometida reevangelización de España que, sin duda, comienza con la renovación del voto de pobreza, con ayuda del gobierno.
La comparecencia de Rajoy, por todos calificada de previsible, no dejó a nadie por mentiroso. Nos leyó un mazo de folios (porque le escriben los textos en tamaño enorme de letra para que pueda leerlos sin dar la impresión de leer) de consideraciones requetesabidas. No quiere dejar nada al azar, no quiere jugársela en una improvisación. Lleva las explicaciones medidas: la culpa de todo es de la herencia socialista; se ha visto obligado por la realidad y las circunstancias; es conocedor del descontento de la gente pero pide confianza y comprensión; le duele en el alma el destino de los pensionistas, a quienes no pudo subir cuanto hubiera querido; si no se hubieran tomado esas decisiones ahora estaríamos en quiebra; cree haber sido equitativo en el reparto de las cargas de la crisis; no ve preciso pedir el rescate y no sabe si lo hará en el futuro; el futuro a corto pinta azabache aunque quizá en la segunda mitad de 2013 se vea alguna luz. A ese guión más o menos se atuvo en las respuestas a las preguntas de los periodistas, dejando algunas significativas por contestar, como si volvería a hacerse la foto frente a la cola del INEM a causa del paro. Del paro en sí no habló ni dijo nada concreto acerca de qué medidas lo mitigarían o qué otras harán que España despegue por fin. Se limitó a asegurar que las suyas están empezando a dar frutos. Pero no se sabe cuáles.
El personaje no entusiasma, ni se esfuerza mucho. Se pueden extraer unas u otras afirmaciones, demostrar que son falsas, engañifas o que, como suele suceder con Rajoy, ocultan aviesas intenciones. Su atribulada preocupación por los pensionistas es el preámbulo a la nueva reforma de las pensiones que recortará aun más este derecho. O las puras mentiras, como decir que se ha sido equitativo cuando se ha amnistiado a los grandes evasores, no se suben los impuestos a las grandes fortunas ni a las SICAVs, y en cambio se eliminan las subvenciones a la dependencia, se restringe el paro, se reduce la paga de los funcionarios, etc.
También es sencillo señalar las mixtificaciones y ocultaciones: la involución en materia de educación, de administración de justicia no se debe a la necesidad de hacer frente a la crisis sino a un proyecto ideológico reaccionario evidente en el hecho de que se consolida la presencia de la religión en la enseñanza pero no se tocan los privilegios de la iglesia. Lo mismo sucede con el estilo de gobierno. La mayoría absoluta parlamentaria ha devaluado por entero la función de la cámara. Es el gobierno quien legisla mediante decreto y el presidente no comparece sino de uvas a peras y su gobierno carece de control parlamentario real.
Pero lo verdaderamente llamativo de la comparecencia es la clara impresión de que Rajoy no sabe lo que dice (y por eso procura no decir nada concreto) ni lo que hace. Su programa quedó incumplido porque se encontró una situación inesperada, desconocida. Nada permite ahora suponer que conozca mejor la actual. Su gobierno produce la impresión de actuar de modo improvisado y por ocurrencias, la acusación que él hacía al de Zapatero. Así lo piensa la mayoría de la ciudadanía, según el estudio de Metroscopia para El País, el 25%  piensa que el Gobierno tiene un plan y sabe a dónde va mientras el 65% cree que improvisa sobre la marcha. Pero es una improvisación casi obligada, vistas las circunstancias, por cuanto el margen de maniobra del gobierno en el contexto europeo, y a pesar de las habituales baladronadas de campanario del presidente, es cero, a merced de las tarascadas de unos mercados erráticos que nadie parece querer o poder controlar. La soberanía de la gran nación de Rajoy es una filfa. Si Rajoy se refiere vagarosamente a la segunda mitad de 2013 como fecha de recuperación quizá sea porque en esas fechas habrá elecciones legislativas en Alemania, de cuyo resultado depende todo respecto a España.
En el interior, Rajoy se enfrenta a un problema creciente con la demanda soberanista catalana que él mismo empezó tildando de algarabía y sigue sin entender, como se demuestra con el mantenimiento de la Ley Wert. De todas formas este es el único aspecto en que parece preparado para hablar con la oposición socialista a la cual ningunea de modo sistemático. Afirma tener una coincidencia completa con Rubalcaba en la oposición al soberanismo catalán. A su vez, en su comparecencia, en efecto, Rubalcaba ha subrayado la oposición del PSOE a la independencia de Cataluña que comparte con el PP.
Comparte más cosas y una de ellas, paradójicamente, la que menos dice compartir. Afirma Rubalcaba que nunca supusieron en el PSOE que la derecha iba a ser tan agresiva en el gobierno. En otros términos, le sucede como a Rajoy: no sabía lo que le esperaba. En consecuencia, un año perdido para la oposición, tan perdida como el año. Igualmente, tampoco Rubalcaba quiere hablar de lo que no le interesa, en concreto la situación interna del PSOE, las primarias, la candidatura a la presidencia del gobierno, en definitiva despejar la incógnita del liderazgo. Siendo estos asuntos de gran importancia, aplazarlos otro año sin una garantía mínima de que no será tan perdido como el anterior quizá no sea equivalente a jugar con fuego pero sí a dejar que este se extinga.
(La imagen es una es una captura del vídeo de La Moncloa en el dominio público).

divendres, 28 de desembre del 2012

Palinura.

Palinuro, siempre tan celoso de su predio, lo cede de muy buen grado para reproducir un magnífico artículo de Inés Gestido en el digital Insurgente, un periódico de la izquierda no sectaria, pues también la hay. Es una pieza breve, clara, sencilla, actual que relata y delata una injusticia lacerante, parte del abuso general y generalmente aceptado sin discusión a que nuestra sociedad somete a más de la mitad de sus miembros. Y con la complicidad no ya de quienes lo perpetran directamente sino de tod@s l@s que no lo denuncian. Porque quienes viven en la injusticia, de ella se benefician, aunque sea involuntariamente, y no la denuncian son cómplices.
Gestido aclara además de forma diáfana y concisa qué pretende el femenismo y qué quienes lo combaten. Lo subscribo por entero excepto en su última frase que atribuyo a un exabrupto, por lo demás presente en todo el artículo, razón por la cual este tiene tanta fuerza. Salvo la última frase. El feminismo no puede propugnar dictadura alguna, ni la propia, ni en broma. Nadie es libre en una dictadura. Tampoco l@s dictador@s.
Suele llamarse extremistas a quienes relacionamos la condición femenina en el patriarcado con la esclavitud. Tanto más exagerad@s cuanto que no podemos ignorar y no ignoramos lo mucho logrado cuando hace unas décadas (tampoco tantas), en algunos puntos del planeta (no en todos, por ejemplo, no en los países musulmanes) y en algunos órdenes sociales (tampoco en todos, por ejemplo, no en la iglesia católica) se reconociera la igualdad ante la ley del hombre y la mujer. Ya se hablaba de igualdad ante la ley mucho antes, pero -eso iba de suyo- las mujeres quedaban siempre excluidas.
Mencionaré un hecho incontrovertible, como todos los hechos: la ley reconoció antes el derecho de sufragio (y por tanto la ciudadanía) a los esclavos que a las mujeres.

El expolio o el gran pelotazo.

El gobierno de la C.A. de Madrid ha consumado la expropiación del servicio público de salud a favor de la empresa privada. Lo que él mismo embellece con el término "externalizar", otros llaman "privatizar" y otros, más claros, "expoliar". Y lo ha hecho del peor modo posible, a la brava, en mitad de un tremendo conflicto social, sin asomo de consenso, por imposición del rodillo de la mayoría absoluta del PP. Que además haya concurrido el recochineo de unos diputados jugando al scrabble mientras se decidía tan grave asunto es anecdótico. Solo muestra la condición moral de quienes toman esas decisiones.
El atropello carece de toda justificación racional. La privatización no es mejor, ni más eficiente, ni más barata que el mantenimiento del estatus público del servicio, como muy bien se expone en la carta abierta a Ignacio González del Dr. José Luis Pedreira Masa. La Comunidad no ha aportado ni un solo estudio, informe o documento que pruebe lo contrario. Según la citada carta publicada en el Diario progresista ni siquiera el consejero competente en la materia, Fernández-Lasquetty, es competente en la materia. Lo cual prueba que la competencia, tanto en lo médico como en lo económico, es indiferente pues se trata de una decisión puramente política, una cacicada de ingentes proporciones en favor y beneficio de unas empresas privadas.
Es más, si hay pruebas prácticas de algo ya es de la ruina de estas privatizaciones como se prueba fehacientemente con la quiebra del privatizado hospital de Manises y el escándalo del de Collado Villalba que, confiado a la gestión de Capio, cuesta 900.000 euros mensuales a los madrileños y está cerrado. Y no es lo único. Todo cuanto se gestiona con estos criterios privatizadores acaba siendo ruinoso para la administración porque las empresas que se encargan del servicio siguen a rajatabla la conocida máxima de privatizar los beneficios y socializar la pérdidas. Lo que pasará con los hospitales y centros de salud hoy privatizados ya está prefigurado en la ruina de las radiales de Madrid, que descargan sus pérdidas sobre los madrileños y, por ende, todos los españoles. Y antes y a lo grande en la de las cajas de ahorros, gestionadas con objetivo de puro saqueo de lo público, arruinadas por prácticas erróneas cuando no delictivas, que ahora deben ser rescatadas con dineros de todos los ciudadanos.
Ese es el contenido del neoliberalismo español: poner el Estado al servicio de los intereses de las grandes empresas privadas. Literalmente.
Y ¿qué hace la izquierda, confrontada con esta agresión sin precedentes a los fundamentos del Estado del bienestar que, en su formulación constitucional de Estado social y democrático de derecho daba ya como una conquista consolidada, inamovible? ¿Qué, frente a la aniquilación del régimen jurídico de las relaciones laborales y la pérdida de los derechos de los trabajadores? ¿Qué, frente a la ruina de la educación pública en favor de la privada? ¿Qué, frente a la manipulación de los medios públicos de comunicación puestos al servicio de los intereses de esta oligarquía político-empresarial?
Muy poco, por no decir nada, lo cual es llamativo, además de lamentable, por cuanto este atropello, perpetrado en sigilo e impuesto por un trágala una vez hecho público, ha suscitado una indignación generalizada en la sociedad. Es lo menos. Recuérdese que este mismo intento de privatización del servicio nacional de salud, incluso bastante menos chapuza que el madrileño, es lo que costó el cargo a Margaret Thatcher.
No se me ocurre si no que la izquierda no tendrá perdón posible si, ante la emergencia de la situación, no se une con un programa común mínimo consistente, quizá, en un solo punto: firme propósito de volver al sector público todo lo que le haya sido arrebatado. Y conviene que lo formule ya con suficiente claridad para que quienes se aprestan a consumar el pelotazo de la privatización se lo piensen dos veces. Querrán blindar su transacción cuanto puedan y creerán que será difícil deshacer lo hecho. Más difícil parecía cumplir la promesa de traer las tropas del Irak y fue la primera medida de Zapatero. Porque si este ganó contra pronóstico las elecciones de 2004 fue, entre otras cosas y de modo decisivo, por aquella promesa.

dijous, 27 de desembre del 2012

Machismo.

Bueno, vamos a ver. Esas cuarenta y seis mujeres asesinadas -la cuota sangrienta de una violencia que tiene muchisimas más víctimas- son, o deben ser, un aldabonazo en la conciencia de la colectividad. Sumadas a las cuarenta y tantas o cincuenta y tantas del año anterior y el anterior, obligan a una reflexión a fondo sobre las causas. No podemos admitir que una determinada cantidad de hombres mate a sus parejas con la misma inevitabilidad con que a partir de ciertos grados, hierve el agua.
No podemos tratar de disfrazarlo u ocultarlo con circunloquios tan falsos como cursis. Esa violencia en el entorno doméstico con que la inenarrable ministra de Sanidad pretendió, como buena cipaya de género, escamotear el comportamiento asesino del machismo, carece de toda dignidad intelectual; como ella misma.
Tampoco podemos obstinarnos en abordarlo como una problema legal. Es preciso, sí, legislar para prevenirlo y castigarlo. Legislar más y mejor. Pero no basta con legislar. Debe abordarse con un enfoque integral, haciendo intervenir todos los factores posibles. Empezando por la educación, tanto en la escuela como en la familia y la que se transmite a través de los medios.Si el ministro Wert, otro fenómeno de la España Hurraca, sostiene que la separación por sexos en la enseñanza no es necesariamente causa de discriminación en favor o contra de nadie, juega al sofisma ya que la separación, sobre ser causa, es ya efecto de la discriminación. La separación es, obviamente, discriminación.
El enfoque integral implica la revisión permanente de una infinidad de prácticas sociales por insignificantes que puedan parecer. Es un proceso también educativo, pero del conjunto de la sociedad, a lo largo de toda la vida, no solo en la escuela. Es la aplicación de la perspectiva de género, que debiera ser universal e incuestionable porque se trata de devolver a la mitad de nosotros la dignidad que hace siglos viene negándosele. Cuando un cura italiano dice que la culpa de la violencia machista es de las mujeres por ir por ahí provocando cada vez más, u otro clérigo en Canarias achaca asimismo a la desenvoltura de los chavales la pederastia del clero, la estupefacción general apenas oculta el hecho de que se trata de manifestaciones de un sentir latente muy generalizado en la sociedad patriarcal.
Lo mismo pasa con las burlas sobre la corrección política. La prensa está llena de individuos que presumen de incorrección política a título de rebeldía, como esos lacayos del poder que dicen estar contra todo poder cuando no mandan los suyos. Suelen ser los aficionados a contar chistes verdes, generalmente denigratorios hacia las mujeres, en esas sobremesas densamente estúpidas de machos ahítos que son el orgullo de la estirpe hispana de Braulios larrianos.
Más en concreto, es preciso disipar cualquier ambigüedad, conformismo y enfrentarse a toda agresión de género, se dé como se dé. Hace unos días leí un estupendo artículo de Lorena Aguilar Aguilar en Caos en la red titulado No es piropo, es acoso callejero en donde se consideraba la costumbre del piropo una forma de agresión de género. Aunque es un poco blando para mi gusto, pues parece sugerir que si la agresión fuera "de verdad" piropo, sería admisible, me sentí identificado de inmediato con él. Hace veinte años se me ocurrió decir por la radio en Onda Cero que el piropo era una manifestación de machismo y se me vino encima una avalancha de críticas de todo tipo con los manidos argumentos en defensa de esa forma de violencia: es un arte, tampoco es para tanto, a las mujeres les gusta, es inevitable, es un reconocimiento de la belleza, es ingenio popular, etc., etc. Todas falacias de manual, generalmente esgrimidas por los mismos que justifican de modo parecido la tortura y muerte de los toros en las corridas. Hay también toques patrióticos: el piropo, amig@s es muy español. Cierto, cierto, menuda desgracia. No me consta traducción aceptable del término en otras lenguas como el francés, el alemán o el inglés. Lo más cercano parece ser cumplido, también existente en español, prueba de que no es piropo. Además de otras cosas, el piropo es una grosería.
Los asesinatos de mujeres están ya en potencia en los últimos rincones y pliegues de nuestra cultura, desde los piropos a la instrumentalización del cuerpo femenino en la publicidad, hasta en el lenguaje. Y no se diga nada de la religión. De todas las religiones. ¿Cómo no va a ser feminicida una cultura cuya religión empieza por decir que la culpa del pecado original la tiene la mujer, Eva?
Y una última consideración de rabiosa actualidad. Son los nuestros tiempos de penuria, de empobrecimiento, de desempleo, inseguridad, injusticia, atropellos. La inmensa mayoría de la población pasa penalidades. Hombres y mujeres. Pero las mujeres padecen una desgracia añadida: a su regreso a casa, su pareja puede asesinarlas. No falla: las mujeres siempre llevan la peor parte. Y, si son negras, ya ni hablamos.

El genio y el ingenio.

Es interesante la exposición del Prado sobre El joven Van Dyck. En realidad debiera llamarse el jovencísimo Van Dyck porque, aparte de morir relativamente temprano, con 42 años, el pintor de Amberes, fue muy precoz. La primera obra (de las cuarenta y tantas en exposición) en saludar al visitante es un famosísimo autorretrato con dieciséis años. No es rara la precocidad en la pintura (Dalí y Picasso mostraron su talento muy pronto, de adolescentes) y en la música (el caso de Mozart o, en otra dimensión, el de Juan Crisóstomo Arriaga, fallecido a los veinte años) y no tanto en otras artes. Las audiovisuales son más tempraneras y demuestran que el genio artístico es innato. El aprendizaje lo perfecciona, pero no lo sustituye. Se da mucho menos en las literarias. Bastante sin embargo en la poesía. Pero es que esta no es un arte literaria a secas, sino la primera y más profunda forma de la sinestesia pues consiste en encontrar la música del espíritu, expresada a través de las palabras.
Lo fascinante del autorretrato de 1515, que nos mira al desgaire, como de pasada, cual si estuviera dejándonos detrás, es la serena seguridad en sí mismo que transpira; en un crío de 16 años. A los veinte era ya maestro del gremio de San Lucas, el mejor discípulo de Rubens y pronto su igual. La compenetración con este, cuyo estilo adoptaría, haciéndolo suyo e imprimiéndole su personalidad era muy grande. Tanto que le regaló un primoroso retrato de su mujer Isabella Brant, que también era modelo del propio Rubens y puede verse en la exposición.
La muestra atribuye a Van Dyck la capacidad de trabajar simultáneamente en varios estilos. No es mérito pequeño. Por ejemplo, dos de los estilos más frecuentes son antagónicos: la exuberancia rubensiana de grandes composiciones bíblicas o mitológicas y la sobriedad austera de la retratística flamenca en la tradición de Frans Hals. Junto a los cuerpos retorcidos de animales a la manera de Snyders con quien colaboró, aparecen en la misma época los graves ciudadanos holandeses y sus señoras tod@s ataviad@s de negro y con altas golas almidonadas de encaje, al estilo del primer Pourbus.
Quiere la historia que la larga estancia de Van Dyck en Italia lo encaminara después hacia otra forma de pintura, un estilo más reposado, más elegante en el que el tumulto rubensiano se apacigua en la serenidad clásica de la escuela veneciana que hace suya con el mismo ardor con que tomó el estilo de su maestro flamenco. La Pomona de su Vertumnus y Pomona (1625) está calcada de las Dánaes de Tiziano. Ya había intentado seguir sus pasos con su retrato ecuestre de Carlos V, muy inferior al Carlos V en Muhlberg del maestro veneciano. La escuela veneciana fue decisiva en su maduración. Esa suavización de la forma, conjugada con su fondo de sobriedad y el dominio de la composición, le hizo maestro consumado en un estilo realista y elegante que le daría fama y riqueza cuando se instaló en Londres, como pintor del Rey Carlos I de Inglaterra, de quien dejaría unos cuarenta retratos, algunos magníficos, como ese triple que había de servir para un busto y la serie de retratos ecuestres. Fue el artista preferido de aquel monarca absolutista que tenía pasión por las artes. Prueba es que antes había tratado de fichar al propio Rubens, que andaba por la corte como embajador informal o medio espía. Las artes, las letras, el pensamiento, pues tuvo también como amigo y mentor a Hobbes. Todo lo cual no impidió su muerte en el cadalso en 1649. Van Dyck no solo retrató al Rey sino a una porción importante de la nobleza, sentando las bases de la espléndida retratística inglesa del XVIII, Reynolds o Gainsborough singularmente. Pero esa es otra historia. La exposición se concentra en la obra primera. Hay varias piezas sacras, de la pasión de Cristo, el prendimiento, la coronación de espinas, el descendimiento y abundantes retratos de las series de apóstoles todos en estilo que revela también la influencia y el trato de Jordaens, otro discípulo bienquisto de Rubens. Pueden contemplarse asimismo bastantes bocetos, que dan idea del modo de trabajar del artista, asunto que suele interesar a la gente minuciosa.
A título de curiosidad se entera uno de que el Aquiles descubierto por Ulises en la corte del Rey Diomedes, que siempre había supuesto obra de Rubens y Van Dyck juntos, no está claro que sea de ninguno de los dos, o solo en algunos trazos, pues es producto de taller. Juraría que el rostro de Aquiles es de Van Dyck. Ofrecía la posibilidad de plasmar su ideal de belleza, el que se atribuye a sí mismo desde el principio, una mezcla de rasgos femeninos y masculinos que aquí deberían manifestarse porque lo requiere el episodio mitológico. El astuto Ulises revela la naturaleza viril de Aquiles por debajo de su disfraz de mujer mostrándole una espada. Un tema frecuente en la pintura del XVII. Poussin lo trató varias veces. Aquí la supuesta hija que se abalanza sobre el arma y la blande con destreza recuerda al propio Van Dyck, a quien los españoles de la época llamaban Vandique.

dimecres, 26 de desembre del 2012

El espíritu de la Navidad.

La Navidad es una fiesta multitudinaria en el mundo de tradición cultural católica; muy antigua, siempre igual y siempre nueva porque es la fiesta de la renovación. Los creyentes lo simbolizan en el nacimiento de un niño al que deifican. Si dios puede hacerse niño, con mayor razón sus criaturas. Niño. Ingenuidad, maravilla, pureza, espontaneidad, sinceridad, verdad. Menudo baño de regeneración de la especie. El niño absorbe toda la miseria material y moral del año pasado y la devuelve bajo la forma de una mirada diáfana al año que viene. Sed como niños. Comportaos como niños. La Navidad es un espíritu y ese espíritu es el del deseo, el anhelo de lo bello, lo bueno y lo verdadero que reconocemos tras haberlo desconocido a lo largo del año. Pero es la Navidad, en donde todo se perdona y se olvida por obra de ese niño cuyo destino es morir crucificado. Algo incomprensible, como todos los destinos y por eso los católicos lo llaman "misterio". El de la vida humana.
Los no creyentes ven la Navidad como la cobertura eclesiástica de ritos ancestrales en los solsticios de invierno y de verano. Démeter y Perséfone, convertidas en el niño Jesús y la noche de San Juan. Esta última, más dada al petardo y la hoguera, por más popular, es menos mística. El nacimiento de un dios es todo un portento. Esta interpretación secularizada, ilustrada, adquiere rasgos militantes en contra de la liturgia católica a la que critican el no ser sino el pretexto para dar rienda suelta a los más bajos y vulgares instintos de consumo, lujo, boato y depilfarro. Seguramente es así y la cháchara de la caridad cristiana revela su podredumbre cuando la apoyan, la fomentan y la exaltan todos los grandes almacenes. Pero ¿a que suenan aquí los severos tonos de los reformadores contra la Puta de Babilonia? Contra Roma, vaya. Y ¿en nombre de qué? Del verdadero cristianismo, el de Francisco de Asis frente al de Inocencio III, quien hubo de reconocer la orden franciscana a regañadientes. Que los ilustrados critiquen la hipocresía de la iglesia en nombre de los ideales abandonados por la propia iglesia muestra que se sienten dentro de ella.
 La tradición católica, aun queriéndose universal, es una entre otras de la más profunda tradición cristiana. Esa más amplia tradición proyecta la crítica de los críticos al globo entero y revela la insoportable contradicción moral de deificar a los niños en un mundo en el que cientos de miles de ellos mueren de hambre. Ciertamente, no podemos admitir los resultados de lo que nosotros mismos hemos hecho. Bueno, quizá no nosotros, sino quienes nos gobiernan. Nunca ha estado tan difícil lo de Dios y lo del César.
La crítica se prolonga después en el uso que los poderes de la tierra hacen de la veneranda fiesta. El Rey discursea. El Papa imparte la bendición urbi et orbi. Otras magistraturas, en tradición cristiana pero no católica, aprovechan la noche de fin de año para impartir sus doctrinas. Pero todos corean el espíritu navideño. Reyes, presidentes, papas, altos dignatarios de la iglesia, grandes magnates, todos quieren personificar el ánimo regenerador que nos invade anualmente porque somos seres cíclicos en nuestra diminuta porción del ser. Diminuta pero muy profunda pues es en donde anida el yo de cada cual que piensa siempre en renovarse, regenerarse con tanta fe como falta de fe en sí mismo. El espíritu de la Navidad es una escenificación y, como nos da vergüenza reconocerlo, cargamos con el motivo a los niños a quienes no hay que romper la ilusión porque también nosotros fuimos niños.
(La imagen es una foto de Jacilluch, bajo licencia Creative Commons).

dimarts, 25 de desembre del 2012

La aversión al cambio

El cambio. Ese misterioso término de contornos imprecisos, por todos invocado para los más diversos fines. El concepto apunta a una experiencia humana universal. Todos los filósofos menos Parménides lo han aceptado; los poetas lo han ilustrado; las religiones lo han consagrado. El cambio es la vida. Solo la muerte se nos aparece inmutable, sin serlo tampoco. El cambio es y, pues es, debe ser bueno ya que aquí estamos y no hemos muerto por ahora. El cambio tiene connotación rotundamente positiva. Por esos los políticos lo invocan. Por eso y porque no compromete a nada. Porque la pregunta es: ¿exactamente qué se pretende cambiar?

Modernización, progreso, futuro. El cambio propuesto por el PSOE en 1982 pretendía poner España a la altura de los otros Estados europeos en bienestar social (sanidad, pensiones), educación, infraestructuras y eficiencia de la administración. Treinta años después, visto lo sucedido entre tanto, es legítimo plantear la cuestión de si era ese el cambio deseado por la sociedad. La abrumadora mayoría absoluta socialista de 202 diputados, superior en 16 escaños a la actual del PP, ¿era únicamente un mandato para reformar la seguridad social, el sistema educativo, el ingreso de España en la Comunidad Europea o apuntaba más alto, a la Constitución misma?
Incidentalmente debe observarse cómo los 186 diputados del PP están sirviendo a este para hacer tabla rasa con todo lo conseguido desde 1982. La sanidad, ni la educación, ni la justicia son ya servicios universales ni gratuitos; las pensiones están en el alero y, por supuesto, los derechos de los trabajadores son recuerdos de tiempos mejores. Y estamos al comienzo, en el primer año triunfal de la vieja derecha española, convertida al liberalismo radical al que tanto combatió hasta bien entrado el siglo XX.

¿Cambiar la Constitución.? Impensable e indecible. Era el texto de un acuerdo, un consenso histórico, un documento casi mágico. Había hecho posible el milagro de que los dos bandos enfrentados en numerosas guerras civiles durante doscientos años llegaran a un entendimiento. Sería un irresponsable quien lo reformara. En privado, los exégetas reconocían que el texto tenía chapuzas sin cuento que jamás funcionarían o lo harían perversamente. Todo el mundo sabía desde el comienzo que el Senado no sirve para nada, las Comunidades Autónomas estaban mal planteadas y fueron delirantemente desarrolladas, el sistema electoral era desproporcional, injusto y, conjuntamente con los partidos políticos y su posterior regulación legal, daría lugar a un sistema caciquil y una partidocracia que algunos confunden con el bipartidismo.
Pero no se podía hacer nada porque la Constitución era el modélico fruto de un consenso y los consensos no se cambian. La cuestión es, sin embargo, sencilla: si fue fruto del consenso, ¿por qué no va a cambiarse? ¿Quizá porque no fue fruto del consenso sino de la imposición y el trágala, cosa que sus hacedores y herederos no quieren reconocer unos por interés y otros por vergüenza? Los partidarios del cambio no eran tales sino de una mudanza restringida, sin tocar la Constitucion. Para los gobernantes de hoy, el cambio es lo contrario y, con la misma Constitución nos descambian el cambio de 1982 y nos dejan en donde estábamos. Treinta años de cambio se van por el sumidero de la historia.

El dinero todo lo tapa. No se podía cambiar la Constitución porque el tal consenso ocultaba una situación conflictiva que podía explotar de cualquier modo. Por eso se optó por soslayar los problemas anegándolos en dinero. El ingreso de España en la Comunidad Europea fue la entrada en Eldorado. Sobre el país se derramaron los fondos destinados a la cohesión y, una vez cohesionado, en Maastricht le dieron el espaldarazo de la moneda única para ingresar en el club de los ricos. Y así no pareció necesario encarar los problemas, guardados en cofres dorados.
En aquella Jauja moderna, los defectos constitucionales antes mencionados se tornaron en actividades delictivas y una marea de corrupción: el Senado, las CCAA, la política y los políticos locales, la patrimonialización de la administración pública a todos los niveles son los pilares que han sustentado una actividad política en los últimos veinte años hecha de redes de corrupción, malversación de fondos, estafas, pelotazos, especulaciones, un caos de delincuencia, caciquismo y abuso que no ha dejado institución sana, desde el presidente del Tribunal Supremo a la familia Real, pasando por una infinidad de administradores de las cajas de ahorros que llevan años saqueando literalmente a los impositores. Y todo mezclado con las mafias internacionales, las redes de blanqueo de dinero, la evasion de capitales. ¿O es que nadie recuerda cómo la mitad de todos los billetes de 500 euros en circulación estaba en España? Parafraseando al poeta podría decirse "venid a ver el dinero corriendo por las calles".

Hasta que viene la quiebra. No puedo dejar de pensar en el reportaje de la BBC sobre el crac español, en el que se ilustran muchas de estas cuestiones. Con la crisis financiera vino la quiebra española y ahora nos encontramos cuesta abajo y marcha atrás a toda velocidad en manos de un gobierno de la derecha decidido a hacer pagar la crisis exclusivamente a las clases medias y bajas, favoreciendo el capital financiero, las grandes empresas y sin tocar las grandes fortunas ni, por supuesto, la mayor de ellas, la de la iglesia católica y sus privilegios de Estado dentro del Estado.
Ahora sí toca cambiar la Constitución. Lo admiten hasta quienes se opusieron a ello hasta ayer, a pesar de haber propiciado un cambio constitucional en agosto de 2011 que literalmente yugula todas las demás posibilidades del Estado social. Ahora hasta Rubalcaba habla de reformar la Constitución. Es decir, de cumplir el mandato que se dio en 1982 bajo la consigna del cambio, pero no se hizo por miedo al cambio. Y hoy ¿estamos a tiempo o también esa propuesta de cambio va a quedarse corta? Porque ahora, además del desmantelamiento del Estado del bienestar, el saqueo de lo público y la negación de derechos, se alza un reto soberanista catalán muy complicado. A su vera, lo de Ibarretxe, tortitas y pan pintado. Para hacerle frente se propone reformar las constitución para convertir España en un Estado federal. Los partidarios del cambio que, en el fondo, son sus enemigos, los federalistas sobrevenidos, todavía no han conseguido explicar cómo si España no ha sabido ser un Estado autonómico sabrá ser federal.

¿Reforma o proceso constituyente? Los reformistas de hogaño, en efecto, pueden estar llegando tarde. A su izquierda y en los movimientos sociales surge la petición de un proceso constituyente. No vamos a pegarnos por los términos. La propia Constitución prevé su revisión total. Siendo así, propóngase y a ver qué sucede. No es de recibo seguir oyendo que no es conveniente reformar la Constitución no vaya a ser que los republicanos pidamos la restauración de nuestra República. Pues claro. Estamos en nuestro derecho. Hemos soportado cuarenta años de dictadura fascista, militar y clerical y treinta y siete de monarquía impuesta. Y el fracaso está a la vista. ¿Por qué no intentarlo de nuevo con una República? ¿No son todos tan amigos del cambio?

dilluns, 24 de desembre del 2012

Habla el Rey de EREspaña y dice lo de siempre: nada.

Alguien ha dicho a los expertos de La Moncloa que hay que modernizar la imagen de la Casa Real, así que, para dar sensación de plenitud, vigor y energía, en vez de sentar al Rey en su egregio sillón lo han hecho farfullar sus simplezas de pie, aunque apoyando el trasero sobre su mesa de trabajo, por cierto de preciosa madera taraceada, no vaya a perder el equilibrio como suele. Podían enseñarle a vocalizar el castellano ya que cada año es mayor la tortura de escucharlo, pero eso no debe de tener arreglo. Hasta aquí el discreto equilibrio entre tradición y modernidad.
En este país, cuya Constitución dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal el Jefe del Estado se dirige una vez al año a sus súbditos el día en que los católicos celebran el nacimiento de su dios. Y lo hace flanqueando un belén que no por minimalista es menos feo, para que no quepa duda del hilo teocrático que une al niño dios con el monarca. La alianza del trono y el altar, tan discreta como sólida, no corre peligro. No lo corrió cuando los sociatas en el gobierno resultaron ser unos meapilas, menos ahora que mandan los curas través de sus espantajos, como Wert, Báñez o Fernández Díaz.
En cuanto al contenido, pues, en fin: que paciencia y barajar. Son tiempos duros, pero el gobierno (y la oposición) animados de sublimes miras, hacen lo posible por volver a ponernos en la senda de la prosperidad. Sobre todo, la palabra clave, el centro del mensaje del Borbón es que los españoles saldremos del lodazal en que nos ha metido una pandilla de sinvergüenzas y ladrones (ejem, cosecha de Palinuro) si tenemos confianza. Es decir, fe. Fe, confianza... ¿en qué? ¿en quién? La respuesta implícita es obvia: en Rajoy. Soy republicano y no tengo en estima al Rey pero este pitorreo es demasiado hasta para el más desaprensivo de los Borbones. ¿Confianza en Rajoy? ¿En el hombre que no habla sin mentir, al que no le quedan palabras por incumplir, el peor felón y mendaz que ha pisado La Moncla? ¿Un hombre sin palabra, sin dignidad, capaz de vender lo que sea por sentarse en el sillón de mando? ¿A quién cree este rapaz que está hablando? ¿A una nación de borregos o de imbéciles? ¿Es que no ha visto él mismo que Rajoy no ha hecho otra cosa que mentir y tracionar la confianza hasta de los más indefensos una y otra vez durante un año?
El resto del farfulleo regio, a beneficio de inventario. El país pasa por una horrible crisis venida de fuera como los marcianos del espacio. Aquí no hay políticos corruptos, empresarios ladrones, yernos sinvergüenzas, bancarios delincuentes, mangantes y estafadores de todo tipo y calaña, neoliberales fascistas y fascistas neoliberales. No hay una pandilla de saqueadores dedicada a expoliar a la gente de sus derechos, sus libertades,  de su mismo patrimonio. No hay decenas de miles desahuciados. No hay suicidas. No pasa nada que no haya pasado en sus 37 años de reinado.
Un par de veces mencionó algo que, de no saber que sus palabras son milimétricamente medidas por los perros guardianes de La Moncloa, podrían sonar a posición propia, pero no pasaron de ser aliviaderos retóricos. Una de ellas consistió en decir que la austeridad debería ir acompañada de crecimiento. Como quien dice que el pedrisco podría ser aromático. Otra fue implorar que la política agresiva de este gobierno antipopular (él lo expone de otra manera) no se lleve por delante los derechos "individuales" y "sociales" que tanto ha costado conseguir.
¿En qué país vive este payo, además de Botsuana? ¿El el de Nunca Jamás? ¿Qué derechos quedan a los trabajadores, a los pensionistas, a los justiciables, a los funcionarios, a los usuarios de los servicios antaño públicos y hoy privatizados o en proceso de privatización en beneficio de unos gobernantes cuya obsesión es despojar a la gente de todo para llenarse sus propios bolsillos y los de sus allegados, clientes y enchufados?
¡Viva la República!

La derecha de toda la vida.

El gran crac español.


Ahí va el famoso documental de la BBC sobre la quiebra de España. Dura una hora y está subtitulado en español. Es muy bueno. El periodista, un hacha. Sigue todas las pistas, habla con todo el mundo y con un montaje ágil y directo, da una idea completa del carácter especial de la crisis española, con una visión objetiva, contrastada, documentada y muy gráfica. En realidad, debiera estar exhibiéndose en nuestros canales y hasta en los cines. Eso no sucederá, al menos en las televisiones públicas controladas por el PP. Está por ver si sucede en las controladas por el PSOE o en las privadas. Estas debieran estar interesadas por razones de negocio ya que es de augurar una gran audiencia. Sin duda el gobierno intentará impedir su difusión pero eso sería censurar, coartar la libertad de expresión e información, lo cual es ilegal y anticonstitucional, aunque no muy ajeno a las aficiones de la derecha. Seguramente se arriesgará a tan poco lucido paso a juzgar por su reacción hasta la fecha.

Reacciones. Empezó nuestro pintoresco embajador en Londres quien, en la mejor tradición de las repúblicas bananeras, elevó una queja y protesta a la BBC por considerar el documental denigrante e injurioso para España. Un embajador temperamental, sí señor, que habrá causado la hilaridad de la opinión británica porque debe de ser difícil encontrar un mamarracho que se ajuste mejor al topicazo del español bajito, cetrino y pomposo. Siguió la alcaldesa de Valencia, indignada por la pieza, que considera una sucia maniobra para hundir la industria turística española. Si se le ocurre -o alguien se lo sopla-, la peculiar dama de rompe y rasga invoca la leyenda negra. Una ocasión perdida. Finalmente corona el despropósito el gobierno español al criticar y lamentar el documental como algo injusto con España. Así, al oficializar y consagrar en cierto modo la queja de los dos personajes, el gobierno muestra claramente su modo de entender las cosas. Cree que el gobierno británico manda sobre la BBC como el español sobre la RTVE. En efecto, una creencia bananera.

El documental. The Great Spanish Crash es una exposición magistral sobre las causas de la quiebra española y de su peculiar naturaleza. En efecto, al iniciarse la crisis financiera internacional con la quiebra de Lehman Brothers, todo el  mundo pensó que España estaba a salvo pues no tenía participación substantiva en las hipotecas subprime. El sistema financiero español era saludable. En el minuto 36' 16'' del vídeo resulta patético escuchar a Zapatero diciendo en conferencia en Wall Street, unos días después de la quiebra de Lehman Bros., que España tenía probablemente el sistema financiero más sólido de la comunidad internacional. Un presidente que enciende un cohiba sentado sobre un barril de pólvora. Es deprimente.
La ruina estaba dentro, en lo más profundo de la sentina. Todo el sistema de cajas de ahorros estaba ahogado en las hipotecas subprime autóctonas. Repárese en la explicación que da Jordi Palafox, profesor de economía y consejero de Bancaixa (Valencia) durante varios años acerca de la composición de los consejos de las cajas: un tercio, ahorradores que no saben nada de economía; otro tercio, empresarios muchos de los cuales tienen créditos de la caja que administran; y otro tercio de políticos que instrumentalizan las cajas para sus fines. Obviamente, es una fórmula para el desastre con ribetes claramente delictivos, sobre todo cuando se recuerdan las retribuciones estratoféricas que se han estado asignando los directivos de este caos de despilfarro y latrocinio. Endeudamiento de la segunda y tercera línea del aforo: cajas y clientes hipotecados. El meollo de la quiebra española. Pura incompetencia, mezclada con enchufismo y corrupción.
Pero el documental va más allá. Pone la catástrofe española en contexto histórico en la voz e imagen de Paul Preston, quien explica el franquismo (dice de Franco que en economía era un imbécil que se creía un genio) y la transición. De esta destaca la reorganización territorial del Estado en 17 autonomías, dotadas de grandes competencias legislativas y presupuestarias. De ese modo, engarza la explicación: las taifas autonómicas usaron las cajas para sus delirantes políticas de construcción megalómana en un clima de alegre despilfarro que ha llevado al país a la quiebra. Imagino que la audiencia inglesa habrá botado sobre sus sofás al escuchar y ver cómo se gastaron 400 millones de euros en un aeropuerto en Castellón en el que no hay tráfico aéreo. Si no aviones, el aeropuerto luce, sin embargo, una gigantesca estatua de Carlos Fabra, el hombre fuerte del lugar y padre del invento que financió con dinero de todos mientras, según parece, él se enriquecía aceleradamente.

El trasfondo. Es un documental muy duro de ver porque en él quedan reflejados todos los vicios nacionales. Hace muy bien la narración en situarse sobre el trasfondo de la dictadura, aquellos años de hambre, miseria, represión y catolicismo a cristazo limpio. Porque esa época, todavía viva en la memoria de muchos, parece estar retornando. Hay escenas en el documental filmado hoy que podrían haberse tomado hace sesenta años.
Y aquí es en donde está el mensaje del documental. No se formula, pero se intuye. El gobierno y los sectores sociales que lo apoyan, la empresa, la banca, la iglesia, lo saben y por eso pretenden impedir la exhibición pública del vídeo. Por fortuna está en You Tube. Dicho mensaje es el siguiente, crudamente expuesto: ¿qué hacen las autoridades, las clases dominantes, por remediar la catástrofe que ellas mismas produjeron por su incompetencia, despilfarro, enchufismo y corrupción?
Exactamente lo mismo que Franco. Lo mismo que han hecho siempre las clases dominantes en España con el pueblo y mucho antes de Franco: oprimirlo, negarle sus derechos y expoliarlo. La política de la derecha de toda la vida. Cambian los nombres, pero no las cosas. Antes se sacrificaba el pueblo en nombre del catolicismo, el orden público, la dinastía, las guerras que España siempre perdía, la unidad de destino en lo universal y el Imperio de los harapos. Hoy es en nombre del libre mercado, la competitividad, la productividad, la deuda y el déficit cero que, como un Moloch, tritura las clases trabajadoras y despoja de su patrimonio a las clases medias. Los carcundas de antaño se han hecho todos flamantes neoliberales sin dejar de ser carcundas. Y siempre es lo mismo. Primero, el saqueo: antes los señores, espirituales o seculares, los reyes mismos se apropiaban los bienes y predios del común; hoy la clase dominante, empresarios, financieros y curas, se apropia de los servicios públicos bajo el descarnado nombre de privatización. Segundo, el expolio: ayer se proseguía la labor de estrujar al pueblo friéndolo a impuestos, tasas, gabelas, diezmos y exacciones de todo tipo, mientras los nobles y la iglesia no pagaban. Exactamente igual que hoy, cuando los ricos y los curas no pagan. Tercero, la represión: ayer se castigaba con dureza toda manifestación de crítica, oposición y resistencia. Castigos ejemplares. Hoy, asimismo, está estableciéndose un Estado policial que no respeta los derechos fundamentales de los ciudadanos, que hostiga y reprime los actos colectivos en ejercicio de esos derechos y los castiga de forma arbitraria y desproporcionada (o sea, ejemplar) y que no solamente indulta policías condenados por los tribunales como torturadores, sino que utiliza el sistema penitenciario para tomar rehenes de los que se espera una función disuasoria.
Es la derecha de toda la vida. La causa del desastre de España. Pero no de ahora. De siempre.

diumenge, 23 de desembre del 2012

El Estado policiaco.

Proyección. Es el término que emplean los psicólogos para designar la táctica preferida de la derecha española. Se trata de atribuir a los demás las intenciones propias, de acusarlos de lo que uno mismo hace. No es el clásico y socorrido "y tú más" sino un intento de ocultar las fechorías de un bando adjudicándoselas al otro. ¿Quién no recuerda a Cospedal hace un par de años denunciando a bombo y platillo el "Estado policial" que había implantado o quería implantar el PSOE? La misma Cospedal afirmaba ser objeto -ella o sus compañeros de partido- de espionaje ilegal. Por supuesto, no puede demostrar nada en los tribunales. Es más, ni siquiera acude cuando es citada en las querellas por calumnias y, cuando acude, no se ratifica en sus acusaciones. Porque son falsas. Son pura proyección pues, además, se hacen en los momentos en que se destapa algún caso propio, como el de esa increíble Gestapillo madrileña.

La Gestapillo. Según denuncias hoy en los tribunales, el gobierno de la Comunidad de Madrid pudo tejer una red de espionaje ilegal, incluso delictivo, para obtener información comprometedora sobre rivales del mismo partido del gobierno. Es un caso bastante zarrapastroso, como del neorrealismo italiano, por eso le va tan bien el nombre. Ahora, según dice El País, la policía puede estar recurriendo a métodos ilegales, también delictivos, para hundir las reputaciones de los politicos catalanes soberanistas. Que (parte de) la policía se dedique a delinquir no es nuevo en España ni en ningún lugar del mundo. La policía de Franco era, en realidad, una organización criminal, como la Gestapo alemana o la Stasi, asimismo alemana. Los socialistas españoles también pasaron su bautismo de fuego con el vergonzoso caso GAL, nunca enteramente aclarado. Ahora es el gobierno del partido que acusa a los demás de "Estado policial" quien parece recurrir a él.

Publicidad. Y en una dinámica especialmente grave porque consiste en calumniar una opción política pacífica y legal con un gran despliegue publicitario. Esas presuntas actividades delictivas de la policía probablemente sean el origen de los famosos documentos falsos que publicó en su día El Mundo con la obvia intención de dañar las expectativas electorales de CiU. Puro montaje para torpedear una opción política por ser soberanista. Se pregunta El País si los mandos del ministerio del Interior conocen estas actividades parapoliciales. Una pregunta retórica. ¿Cómo van a ignorarlas si llevan ya casi un mes investigándolas? Lo mandado ahora es la comparecencia del ministro del Interior para que, entre rezo y rezo, explique las líneas de actuación de su departamento.

Explicaciones. El ministro y los más altos cargos de Interior están obligados a explicar en sede parlamentaria su política de orden público y las actividades de las fuerzas que coordinan. En lo específico y en lo más general. Debe hacerse la luz sobre esa sórdida historia de los informes apócrifos, si son o no falsos y, si lo son, como parece, quién los ha redactado y por órdenes de quién. Pero no basta con estas explicaciones concretas. Los responsables de Interior deben explicar cuál es su actitud en general en el orden público y por qué presenta un aspecto tan autoritario y propio de un Estado policiaco.

El Estado policiaco. Hace unas fechas el gobierno indultó a cuatro agentes de la policía catalana condenados en firme por un delito, entre otros, de torturas. España no ha conseguido salir de la lista de negra de países en los que se recurre a la tortura, pero este gobierno da un paso especialmente grave al indultar a torturadores.
El gobierno tiende a entender todo acto de protesta o crítica, todo ejercicio de los derechos de libertad de expresión, reunión o manifestación como peligros de orden público y reacciona frente a ellos de modo autoritario, represivo, arbitrario y en buena medida, ilegal. La delegación del gobierno en Madrid desarrolla una actividad represiva consistente en hostigar a los ciudadanos en la calle, obligarlos a identificarse sin motivo solo para denunciarlos después y condenarlos a multas por faltas imaginarias. Es un uso de los cuerpos de seguridad que los asemeja a matones a sueldo pues su función consiste en intimidar a la ciudadanía. Esos casos en que la Guardia Civil ha detenido autocares en dirección a Madrid en los que viajaban gentes cuyo propósito era acudir a una manifestación en la capital son más propios de un estado de excepción que de normalidad democrática.  Y eso cuando no se fabrican montajes para simular que se han cometido delitos inventados por la propia policía. O se detiene y aprisiona gente de forma harto irregular a modo de rehenes.
Es obvio que las autoridades máximas del ministerio están al corriente de estas prácticas y las alientan. El mismo director general de la policía, Cosidó, proponía no hace mucho prohibir la grabación de las actuaciones policiales en las calles, es decir, pretende garantizar la impunidad de las fuerzas de seguridad cuando actúan ilegal y hasta delictivamente.
¡Cómo no van a conocer estas gentes las andanzas de sus policías en Cataluña!
El Estado policial, señora Cospedal, es el suyo.

dissabte, 22 de desembre del 2012

La unidad de la izquierda.

Llamazares acaba de presentar un libro con prólogo del juez Garzón y en el acto ha propuesto un frente de izquierda con inclusión del PSOE. Eso es puro sentido común de gente con los pies sobre la tierra, capaz todavía de razonar en román paladino (y no con las consignas de rigor) y sin temor a las consecuencias. Tres cuestiones estas merecedoras de atención singular:

Puro sentido común. En sus momentos más bajos (elecciones del 20N) el PSOE obtuvo casi el 30% del voto. A la inversa, en uno de los suyos más altos -por más bajos del PSOE- IU consiguió un 7% de sufragios. Ni las proyecciones más quiméricas atribuyen a la coalición más del 12% del voto. Resulta absurdo, pero la perversa embriaguez de las proporciones lo hacen inevitable, recordar la perogrullada de que con el 7% del voto, un partido no tiene nada que hacer. Si acaso, servir de socio menor en una coalición con el otro en la esperanza de que los equilibrios parlamentarios le permitan ser decisivo para chantajear, que es lo que hace en Extremadura, un caso vergonzoso. Lo entienden probablemente hasta las piedras: que solo sumando se gana; jamás restando. En los treinta y tantos años de democracia han sido frecuentes los casos en distintas elecciones de diferente nivel en que los votos de IU y el PSOE eran más, pero gobernó la derecha. Eso, a la derecha no le pasa casi nunca porque tiene un sentido práctico de la política, no retórico. A la izquierda, sí y, curiosamente, no le sirve de experiencia.

Razonar en román paladino. No hay más camino que esa acción unida. Pensar desde el 7% del voto que se va a atraer al otro 30% a base de insultarlo, de llamar traidores a sus dirigentes, aliados del capital, etc es absurdo. Sin duda entre los dirigentes y bases del PSOE hay gente con tendencia conservadora, incluso meapilas como Vázquez y Bono. El propio Rubalcaba tiene poco de izquierda en prácticamente ningún sentido. Pero proceder por reducción y atribuir condición de irrecuperable al conjunto del PSOE con sus siete millones de votos como base mínima, es de insistir, es absurdo. Tanto que , muy probablemente, oculta un cálculo interesado: el de impedir a toda costa la unidad porque los dirigentes de IU que ahora están al mando, probablemente carecerían de relevancia en una formación unitaria de la izquierda. Egoísmos narcisistas y personalistas de los que hay a patadas en la izquierda radical y, por eso mismo, minoritaria.
El término empleado por Llamazares de frente de izquierdas no está mal. Yo lo haría sobre un programa mínimo común aprobado conjuntamente por el PSOE, IU y cuantas otras formaciones de la izquierda lo suscriban. Y lo llamaría Programa Común de la Izquierda. El nombre estaba ya inventado. Un programa claro, rotundo, con compromiso de revocación de quienes lo incumplan y cuyo primerísimo punto debe ser: devolución al común de todo lo que los apandadores del PP han privatizado y saqueado en beneficio de ellos mismos, sus parientes, allegados, enchufados y las grandes empresas que ya les han prometido puestos de lujo cuando cesen como políticos a las órdenes de los ricos y los curas.
El contenido del resto del programa puede negociarse para alcanzar eso, un programa de mínimos de la izquierda. No es verdad que haya diferencias teórico-prácticas insalvables entre IU y el PSOE. El PSOE no es un partido neoliberal ni IU una organización revolucionaria. Probablemente una de las consignas más estúpidas y dañinas para el país haya sido la de que PSOE-PP la misma mierda es, muy aplaudida, claro, por el PP. Quienes la coreaban no tenían ni idea de lo que es la derecha de verdad. Ahora está ya claro pero es tarde, aunque los imbéciles que, creyéndose muy críticos, desmovilizaron a la izquierda y trajeron la mayoría absoluta del PP siempre podrían reflexionar un poco, si la cabeza les diera para ello. Es verdad que, en el gobierno, el PSOE es responsable de mucho desaguisado y mucha cobardía, cuando no algo peor. La reforma constitucional de agosto de 2011 y el mantenimiento de los privilegios de la iglesia católica son dos de los aspectos más llamativos, y no los únicos. Esa es una crítica que puede -y debe- hacerse al PSOE, acobardado ante el capital y la banca, porque ha hecho cosas. No es una que pueda hacerse a IU porque no ha hecho nada. Se ha limitado a hablar. Y hablar es gratis.
Pero la crítica justa a las concesiones y dejaciones del PSOE en el poder no pueden llevar a dos conclusiones erróneas: 1ª) como ha cedido en parte, el PSOE cedió en todo, y es un partido neoliberal. Mentira. Para bien o para mal, para mucho o para poco, lo que de Estado del bienestar hay (o había) en España, las libertades y derechos, los avances en igualdad, etc, son obra del PSOE. No de IU y tampoco del PP. 2ª) La amarga experiencia del último gobierno del PSOE ha desencantado a sus bases y votantes. Mentira. Ya quisiera IU tener alguna vez la fidelidad de siete millones de electores en sus horas más bajas. Es al contrario. Quien conozca la historia del PSOE sabe que esta situación será -ya lo es- un revulsivo, un acicate. En algún momento tendrá que liberarse de la rémora conservadora de la dirección actual y será entonces cuando la propuesta de Llamazares cale.

Sin temor a las consecuencias. En las dos formaciones, IU y PSOE hay guardianes egregios de las esencias doctrinales que a mí siempre me parecen payasos pero suelen alzar la voz en defensa de la pureza del dogma. Los más sectarios de IU, habitualmente leninistas que aún no han digerido del todo el ¿Qué hacer? y los más reaccionarios del PSOE, generalmente popperianos de oído que solo aspiran a sentarse en el consejo de administración de alguna gran empresa. Cualquier idea de alianza, unión, frente, pacto, programa común de la izquierda, lanza a estos dos grupos al ataque más encarnizado porque luchan por su respectivo modus vivendi. Los izquierdistas integérrimos llaman traidores a los partidarios de la unión porque prefieren seguir siendo líderes del Frente de Liberación de Judea que arrimar el hombro a una transformación progresista de la sociedad. Los derechistas del PSOE, acusan de demagogia a quienes propugnan la unidad de toda la izquierda y se pasan a la derecha en cuanto comprenden que ya no tienen más utilidad para ella dentro del PSOE y prefieren hacer caja. Tiene gracia que los guardianes de las doctrinas sean siempre los más venales.
A Llamazares y Garzón van a caerles venablos envenenados y de punta. Ya están las redes reverberando de fanáticos que quieren desenmascarar a Llamazares. Por fortuna no corren los tiempos en que gente como estos "revolucionarios" mandaba a sus contradictores al Gulag. Lo menos que dirán de ellos es que son dos submarinos del PSOE. Empezarán a llover iniciativas para que los de Izquierda Abierta sean expulsados de IU. No sé si bastará para detener el linchamiento el cálculo que parece haber hecho el propio Llamazares de que IU no será tan suicida como para escenificar una enésima escisión que quizá fuera ya su tumba. Es demasiado matizado y complejo para que los sectarios lo entiendan.
En todo caso y por lo que pueda valer, Palinuro apoya la propuesta de Llamazares.

¡Qué fácil es no entenderse!

La llamada "cuestión catalana" -parte de la "cuestión española"- contiene también una "cuestión socialista". Y esta es especialmente delicada. Por cierto, afecta asimismo a toda la izquierda española, pero son los socialistas los más tocados. El PSOE está cerrado en banda a toda idea de referéndum de autodeterminación del tipo que sea y mucho más si se pretende realizarlo en un solo territorio con una parte de la población. Es un clarísimo diremos no a un referéndum.
Ese es el punto de vista del nacionalismo español. De izquierda y de derecha: No. El No de la izquierda viene acompañado de una oferta federalista cuyo oportunismo es tan fuerte como su inviabilidad. El No de la derecha no trae contrapartida alguna. Se muestra el Código Penal, la Constitución y, si preciso fuera, el Ejército, el cual, al decir del ministro Morenés acata sin reservas la supremacía del poder civil. Tranquiliza oírlo. Lo que no tranquiliza es el propio poder civil cuya ideología autoritaria y represiva es cada vez más clara en su forma de gestionar los crecientes problemas de orden público.
La dirección del PSOE acusa al PSC y a Navarro en concreto de ambigüedad en este aspecto. Sin embargo, esa ambigüedad no es tal. El PSC distingue entre el derecho a decidir mediante referéndum y la independencia. Si no lo he entendido mal se opone a la segunda (y propugna el consabido federalismo) pero apoya el primero. Ambigüedad, cero. El PSOE niega el derecho a decidir de los catalanes porque, sostiene, está comprendido en el derecho a decidir de los españoles. El problema está ahí. Por eso dice Felipe González a Jordi Pujol que, si los catalanes deciden irse, él quiere votar.
La cuestión de quién vota es discutible. La del derecho a decidir, no. El PSC no propugna el derecho a decidir de los catalanes por capricho sino porque se lo pide una parte apreciable de su base. No hace tanto que Ernest Maragall, hermano del mítico Pasqual, dejó el PSC para fundar un nuevo partido independentista y de izquierda. Probablemente este nuevo partido acabe fusionado en ERC pero también puede ser el señuelo para la formación de una socialdemocracia independentista, que no la hay en el Principat. Para frenar esa posible sangría el PSC enarbola el derecho a decidir. Es cuestión de supervivencia y si eso no se entiende en "Madrid", el PSOE tendrá un problema. Y en "Madrid" no puede entenderse porque el no entendimiento es también cuestión de supervivencia. Una tenue simpatía del PSOE hacia el derecho a decidir y se echará encima una campaña furibundamente patriótica española del PP.
Así planteado, el problema no tiene solución, como no la tiene la "cuestión catalana". Palinuro coincide con el punto de vista del PSC y cree que el PSOE debiera hacerlo suyo. Sin duda no augura nada bueno electoralmente. Sería preciso hacer mucha pedagogía, explicar el carácter de los tiempos nuevos, la sociedad red, Europa, el debilitamiento de los Estados. Habría que hablar de España, de naciones y pueblos. Y ahí se calientan los ánimos y salen los sentimientos. Uno se siente español y otro se siente catalán y revela una mentalidad bastante primitiva el hecho de negarse a ver que la fuerza y legitimidad de un sentimiento son tantas como las del otro. Y si España se hizo en lucha contra lo "no español", habrá catalanes para los que Cataluña se hará en lucha contra lo "no catalán".
Pero todas estas consideraciones, en realidad, sobran. No hay tiempo para pedagogías. Los dos sentimientos nacionales están en curso de confrontación y es prácticamente seguro que la habrá. Las derechas no están dispuestas a ceder en nada en la forma. Si Franco hizo lo que hizo con Companys, no haya duda de que a Mas se le aplicará la ley. Sin embargo, tampoco parece verosímil este escenario. La derecha no cederá nada en la forma; lo hará en el fondo. Los dos contendientes parecen gallos enardecidos pero da la impresión de que se trata de conseguir ventaja de partida en una negociación inevitable. Toda la baladronada acabará en alguna forma de pacto fiscal para Cataluña, más o menos vergonzantemente oculto por palabrería oficial y una desactivación del espíritu anticatalán de la Ley Wert.
Con ello, desde luego, no se resolverá el problema, la "cuestión catalana", pero se aplazará para deleite de las generaciones futuras.