¿Para qué quiere el "sistema financiero más sólido del mundo" una aportación de cincuenta mil millones de euros? ¿Para qué la "banca mejor gestionada" del planeta que se suba la cobertura de depósitos de golpe y porrazo de veinte mil a cien mil euros? ¿Para qué? Obviamente para mucho porque no hay "sistema financiero más sólido del mundo" ni "bancos absolutamente bien gestionados". Eso no existe. En el capitalismo, una entidad baumaniana líquida, todo es relativo, muy relativo. Cuanto tiene que ver con la confianza y el crédito, que es el territorio en el que la economía se funde con la psicología, es tremendamente relativo y problemático. Nuestros bancos pueden ser hoy orgullosos bastiones de eficacia y venirse mañana abajo por un rumor.
En buena medida eso es lo que ha estado pasando en estos últimos díez días de frenesí bursátil y financiero en el mundo en general y en España en particular. Estaba incubándose un pánico bancario que nadie quería reconocer ni siquiera mencionar. Pero estaba incubándose en parte por las malas noticias y los rumores sobre la situación de las grandes entidades financieras y en parte por la misma avalancha de declaraciones supuestamente tranquilizadoras de las autoridades que, según iban formulándose, ponían más y más nerviosa a la clientela; sobre todo cuando ésta contemplaba cómo al tiempo que los gobernantes, ministros, gobernadores de bancos centrales, expertos bursátiles tranquilizaban al respetable se hacían extraños movimientos de rescates, subvenciones, conferencias y reuniones. Y como nada hay más frágil que el vidrio de la confianza, cuando el sordo fragor de la tormenta fraguando en la sentina llegó al puente de mando, los poderes públicos se apresuraron a tomar las decisiones cuya necesidad negaban cuatro días antes.
Mírenlo desde otro punto de vista: cómo se acortan los plazos de la comprensión. A las autoridades españolas les ha llevado nueve meses, una gestación, entender que el "frenazo", "parón", "contratiempo" o lo que fuere era una crisis. En cambio, sólo han necesitado diez días para pasar de hablar de crisis a decir con aplomo que es la más grave que hayan visto jamás.
Visto y oído. Es la crisis más grave de las que se tiene noticia porque afecta al meollo del capitalismo, el mecanismo de la confianza y el crédito. Nadie se fía de nadie y hace bien a la vista de cómo miente todo quisque, incluido el menda del Hypo Real Estate que uno piensa debiera ser la sinceridad personificada, por banquero y por teutón. Nadie se fía de nadie y, en concecuencia, todos temen a todos. ¿Qué sucede en una situación en la que todos temen a todos? Que nos han devuelto al estado hobbesiano de naturaleza. ¿Y cómo se sale del estado hobbesiano de naturaleza? Designando un poder político, un Leviatán que concentre sobre sí todo el miedo de los hombres de forma que los libere del que se tienen unos a otros. Un poder político absoluto, pensaba Hobbes, por quien profeso tanta simpatía que siempre pienso que su sentido de "absoluto" no incluía lo arbitrario y era perfectamente identificable con el "monopolio legítimo de la violencia" del Estado de derecho, que es absoluto también.
Y aquí es donde viene el problema típico de la crisis actual: que los distintos Estados, las sociedades nacionales han sido capaces de establecer un soberano mejor o peor y así resolver el problema hobbesiano del orden social. Pero quien no ha conseguido hacerlo y no es probable que lo haga en un futuro próximo es la sociedad internacional, eso a lo que llamamos "la comunidad internacional", incapaz de criar Leviatán alguno en su seno. Los problemas son globales y las soluciones no pueden ser locales. Sin embargo lo único que quedó claro de la cumbre en París del G8 partido por dos fue su solemne fracaso, como corresponde a la grandeur de la France, cuando los alemanes se negaron a que los franceses pusieran en pie un fondo de rescate comunitario básicamente financiado, como siempre, por Alemania. Ese es el problema: la crisis económica es fundamentalmente política porque, siendo global, sólo podemos aprestar soluciones nacionales.
Que además pueden ser contrarias a los propósitos de coordinación que se profesan. Tomen el caso de España. El señor Rodríguez Zapatero asegura que la respuesta europea a la crisis debe ser colectiva y se reserva dar más detalles hasta conocer cuál es la posición de la Unión Europea (UE) sobre el asunto. Y una vez que la conoce, se la salta multiplicándola por dos desde los cincuenta mil millones de cobertura que propone la UE hasta los cien mil que gallardamente pone sobre la mesa el presidente del Gobierno cuyo ministro de Economía, señor Solbes, rechazaba cuatro días antes la idea de subir la garantía de 20.000 euros de las cuentas. Y no la han subido. ¡La han multiplicado por cinco de puro canguelo! Conste que no estoy sugiriendo con esto que el señor Solbes deba dimitir. Pero sí estoy defendiendo lo que tengo dicho: que hay que hablar mucho menos, sacar menos pecho, soltar menos baladronadas pues no está la plaza para alegrías.
Igual que nos podemos encontrar con que las decisiones que tomemos para enfrentarnos a problemas graves de índole similar sean contradictorias. Por ejemplo, el señor Trichet, gobernador del Banco Central Europeo, mantiene altos los tipos de interés porque se ve a sí mismo frente a la inflación como Perseo frente a la Gorgona. En cambio, el señor Bernanke, de la Reserva Federal en los States tiene el tipo de interés en menos de la mitad del del euro y anda pensando en bajarlo. Dos medidas contrarias para enfrentarse a un mismo tipo de problema. Precisamente sobre esto, más adelante.
De veinte mil a cien mil euros no está mal. Es tardía la decisión pero es correcta. Respecto a los cincuenta mil millones destinados a comprar activos "sanos" de los bancos para que estos dejen de restringir el crédito, no tengo las ideas muy claras. Es una pasta, algo así como tres por ciento del PIB. Supongo que la decisión habrá de tomar forma de ley, probablemente fuera sensato meterla en los Presupuestos ya que no es cantidad nimia, aunque no sé si eso es factible pero en todo caso tendrá que haber escrutinio parlamentario que averigüe qué garantías tenemos los ciudadanos de que esa pasta va a créditos a particulares y pymes y no a otras cosas; qué garantías frente a fraudes y otros ilícitos que, como vemos, para nuestro gran pasmo, se pueden cometer en el mundo bancario. Esa decisión, por tanto, será buena o mala según como salga del Parlamento.
Pero hay más. Sea buena o mala, tampoco tenemos seguridad en que su efecto sea benéfico. Veamos: la medida que propone el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero es una especie de plan de rescate gringo si bien sobre los activos "sanos" en lugar de los "tóxicos". Cincuenta mil millones de euros es más o menos la décima parte del plan gringo que son setecientos mil millones de dólares además, claro, de los ciento cincuenta mil millones que le añadieron para dar respiros fiscales a tantas empresas como fue preciso para comprar la voluntad de los necesarios congresistas y que el plan pasara. Sin embargo que haya pasado el plan no quiere decir que esté tranquilizando a nadie. Ayer el Dow Jones gastó una broma de mal gusto a la audiencia: se mantuvo toda la mañana oscilando en torno al cero y empezó a descender en un increíble High noon hasta desplomarse a la hora del cierre con un - 5,7%. ¿Debido a qué? Pues no lo sé bien pero a primera hora de la tarde salió el señor Bernanke a tranquilizar, diciendo que pensaba bajar los tipos de interés y... zas, batacazo final del Dow Jones. Otro ejemplo de que es mejor callarse. Quizá no haya relación causal entre la declaración y la caída pero así parece ¿verdad? En la madrugada de hoy, hacia el otro High noon de Tokio, el índice Nikkei estaba ya en un 4,5% en negativo. Así que supongo que la bolsa española, como el resto de las europeas volverá a bajar apreciablemente, a pesar de las medidas del Gobierno.
Imagino que el Gobierno lo ha hecho bien, pero no creo que detenga el descenso de la bolsa aunque sí, quizá, la amenaza de pánico bancario. Esos cien mil euros de garantía obedecen a un buen instinto político porque si, además de tenernos con el agua al cuello por el precio de la vida, desesperados por no encontrar vivienda asequible (¡y eso que es un derecho!) o asfixiados por unas hipotecas cuyos pagos son cada vez más altos, con salarios inferiores a los de los países europeos con los que nos comparamos e índices de precariedad superiores o directamente en el paro (y eso que el trabajo no es un derecho pero se le acerca), si además de tenernos así, digo, se nos esfuman los ahorros en los bancos aquí puede pasar algo. Y en verdad ha sido por los pelos. Habrá que exigir mayor celeridad de juicio a nuestros gobernantes. Juicio más célere y juicio más cierto.
(Las imágenes son otros tres detalles del planel central del tríptico de Hyeronimus Bosch Las tentaciones de San Antonio que se encuentra en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa).