En la primera parte de la reseña del libro de Vila-Coia (Diario No Velado de La Habana, Madrid, Lapinga ediciones, 2008, 564 págs.), la previa a la presentación en el FNAC de Madrid, expuse lo que se puede llamar los aspectos más subjetivos del diario que recoge la estancia de Vila-Coia en La Habana durante unos ocho meses entre 2002 y 2003. Para esta segunda entrega he reservado los aspectos "objetivos", la imagen que de la situación política, económica y social de la isla da nuestro autor. Recuérdese que no se trata de un estudio sistemático, sino de un diario, alimentado con impresiones día a día y, por lo tanto, desordenado y algo caótico. Pero lo que el escrito pierde en estructura lo gana en espontaneidad e inmediatez. Recuérdese asimismo que Vila-Coia no paró en su estancia, que habló con todo tipo de personas, recogió muchísima información detallada, lo fotografió todo, anduvo en todas partes y, en consecuencia, la imagen que ofrece no está mediada por la propaganda del régimen, ni siquiera inducida por éste como solía suceder con los sistemas socialistas, que invertían muchos recursos en publicitarse pero sólo dejaban ver de así mismos lo que les interesaba enseñar.
En opinión de Vila-Coia los pilares de la legitimidad cubana son: a) carisma de Fidel; b) la fe en la Revolución; y c) la amenaza del imperialismo yanqui (p. 73). El sistema político, sin embargo, se caracteriza por la ausencia de libertades políticas (p. 82), la inexistencia de la libertad de prensa. Ésta es clamorosa, al extremo de que los medios simplemente no publican los sucesos que incomodan al régimen (p. 242) y ejerce una cerrada censura, como se prueba a través de una experiencia propia del autor al que la policía requisó unas fotos que había tomado el primero de mayo (p. 504). La falta de respeto a los derechos humanos y libertad de expresión alcanzó un punto culminante en el que Vila-Coia se extiende con bastante razón: el fusilamiento de tres ciudadanos condenados a muerte por haber secuestrado una embarcación con intención de huir de la isla. Es el hecho que, al parecer, la prensa cubana no dio noticia de las ejecuciones hasta pasados tres días (p. 476) lo que impulsa a Vila-Coia a equiparar a Castro con Franco (p. 477). El sistema electoral es una farsa porque las elecciones no son competitivas (p. 293). Tampoco hay justicia propiamente hablando en Cuba (p. 110) donde lo único que funciona es la seguridad (p. 142), lo que equivale a decir, la policía y un complejo sistema de vigilancia de la población, de coacción, amenaza y sistemática denuncia a través de las redes de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) (p. 269).
En los aspectos económicos la crítica es aun más demoledora. El sistema económico es un desastre, una mezcolanza sincrética de capitalismo y socialismo (p. 201) en la que se da una aguda explotación de los trabajadores que vienen a ganar unos ciento treinta pesos al mes por jornadas de cuarenta y cuatro horas semanales (p. 231) de forma que, en realidad, el país es "capitalismo de Estado" en donde se esquilma a los trabajadores (p. 280), a los que se permite que ganen unas míseras cantidades para ir tirando en situación de absoluta penuria (p. 291). Considera el autor que con ello el Estado cubano se configura como "el mayor ladrón" del país (p. 369) que mantiene una economía "dolarizada" (p. 29) lo quiere decir que para quienes tienen dólares (que son aquí como los ricos) no hay bloqueo (p. 235), esa sempiterna excusa que emplean las autoridades para justificar el desastre en que vive la isla.
Niega el autor el habitual argumento/excusa según el cual esta situación de miseria e injusticia queda compensada por el hecho de que la atención sanitaria y la educación sean gratuitas porque, dice, lo mismo pasa en los países capitalistas sin que tengan que sufrir los otros fenómenos concomitantes (p. 101), lo que no me parece un argumento muy convincente. Tampoco es necesario encontrarlo: esa situación de bajísimas condiciones de vida y buenos sistemas educativos y de salud era lo que sucedía en los países "socialistas" de Europa central y oriental de los que la gente huía como de la peste y a los que no quieren volver ni locos, lo mismo que sucederá en Cuba, supongo, cuando los cubanos puedan hablar libremente, situación que no se sabe cuándo llegará cuenta habida de que, como recuerda el autor, la vigente Constitución afirma que Cuba jamás volverá al capitalismo (p. 358). En verdad estas cláusulas de eternidad en política (como el Imperio de los mil años, de Hitler, que duró doce) son enternecedoras. En todo caso, vuelva o no el capitalismo a Cuba, coincido con el autor en que el propósito oficial de construir una sociedad habitada por un "hombre nuevo" ha resultado un fracaso por entero (pp. 360, 410)
No debe concluirse de esta reseña que nuestro autor esté movido por lo que los comunistas de catecismo suelen llamar un "anticomunismo visceral" (truco que utilizan para desactivar cualquier crítica) sino que, antes al contrario, cuando formula críticas a Cuba suele acompañarlas con otras paralelas a España en donde tampoco le parece que haya verdadera libertad de expresión, libertades a secas (p. 48), derecho de manifestación y crítica (p. 429). Es más, cada vez que topa con algún cubano ajeno al conformismo, cinismo y corrupción dominantes en la sociedad y que parece creer de buena fe en los ideales de la revolución, suele animarse y confirmar que también son los suyos (pp. 26, 95. 147), hasta el extremo de que le subleva que la gente se haya adaptado al sistema político tiránico y económico de explotación y llega a decir que los verdaderos gusanos no son los cubanos que se han ido a Miami sino los que se han quedado en la isla pero no hacen nada por cambiar el orden dominante (p. 339).
En resumen una visión crítica, minuciosa, fresca y bastante demoledora de la isla.
Por último, el libro se cierra con un apotegma que, al no estar atribuido a nadie, juzgo sea cosecha de Vila-Coia y dice así: "La feminización de las sociedades es el principio de su decadencia", expresión con la que no puedo estar más en desacuerdo tanto por lo que dice como por lo que presupone porque ¿qué quiere decir "feminización de las sociedades"? O se refiere al hecho de que las mujeres están en claro proceso de emancipación o "feminización" es el equivalente de "afeminamiento". Si se trata de lo primero, el juicio es una profecía tan caprichosa como la de Fátima ya que, al no haberse dado dicha emancipación jamás antes en la historia, nada nos autoriza a decir cuál será su consecuencia. Si se trata de lo segundo es una afirmación moralizante, arbitraria y bastante reaccionaria, de esas que atribuían el hundimiento del Imperio Romano al "afeminamiento" de sus costumbres. Una broma, vamos.