Balance de la semana, del mes, del año: una crisis de la magnitud de la de 1929 que puso en tela de juicio la supervivencia del capitalismo. Unos batacazos bursátiles que carecen de precedentes. Próximo crecimiento negativo (insisto en que ésta debe de ser una de las expresiones más estúpidas que cabe encontrar por ahi y todo por no decir "decrecimiento"), recesión en puertas. La ruina. La Biblia en pasta. Es tanto el pánico, la conciencia de catástrofe, la desconfianza de la gente (esa cosa que se define como espiritual, según el Gobernador del Banco de España, don Miguel Ángel Fernández Ordóñez, más conocido como MAFO) que ya no sirven de nada las medidas más drásticas que puedan tomar las autoridades que no consiguen tranquilizar a los mercados. Estos no parecen valorar el plan de rescate de los 700.000 millones de dólares de los señores Bush y Paulson, ni las decisiones de diversos países europeos de acudir al rescate de sus entidades financieras en situación más crítica, ni las de otros de aumentar hasta el ciento por ciento la garantía de los depósitos bancarios o hasta 100.000 euros, como ha hecho España o hasta 50.000 euros, en la Unión Europea. Al contrario, según ha señalado Palinuro en varias ocasiones, parecen ser contraproducentes. Cuanto más aseguran los políticos que los ahorros no corren peligro y que el sistema financiero es sólido más desconfía el personal. Cosa explicable, aunque parezca mentira: todos reconocen en esta crisis un fenómeno de globalización. El carrusel de las bolsas lo ilustra a la perfección: cuando Tokio cierra abre Europa (Frankfurt, París, Madrid, Londres, Milán); cuando Europa está a punto de cerrar abre Nueva York; cuando Nueva York cierra abre Tokio, etc, etc. El sistema se retroalimenta teniendo datos veinticuatro horas sobre veinticuatro; está siempre activo; no duerme, no descansa, no se sienta a almorzar, no se va de vacaciones ni se pone enfermo ni hace huelga. Y o bien el mecanismo de retroalimentación ha petado o el sistema está aventurando un gambito que vaya uno a saber cómo acabará.
Parece que la panoplia de medidas posibles se ha agotado, que ya no quedan recetas fuera, naturalemte, de la muy razonable idea de nacionalizar la banca. Algunos países están considerando esta posibilidad, como los Estados Unidos, o ya lo están haciendo como en el caso del Reino Unido. ¡Quién iba a decirlo! ¡Las patrias de la señora Thatcher y el señor Reagan, los artífices de la "revolución neoconservadora" nacionalizando la banca! Menudo sarcasmo de la historia
Enfrentados a un finde de forzosa inactividad en las bolsas, los dirigentes políticos han decidido dar la apariencia de que están dispuestos a poner en marcha medidas drásticas, a afrontar el problema o, como se dice en español, idioma lleno de tauricismos, "coger el toro por los cuernos". Están decididos a ser eficientes o, cuando menos, a hacer ver que les preocupa la eficiencia, a tomar decisiones y decisiones duras. Como dicen los comunicólogos, quieren enviar un mensaje de confianza, de que aquí están ellos. Para lo cual han convocado dos cumbres: una ayer, en Washington, de los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del G7 y otra mañana en París del Eurogrupo, los quince países que formamos parte del "territorio euro". La idea es demostrar que todos, el G7 y el eurogrupo (el Reino Unido, por ejemplo, está en el G7 pero no en el territorio euro) estamos dispuestos a "tomar todas las medidas necesarias" para que los bancos y otras instituciones financieras dispongan de más liquidez. En Washington el G7 ha elaborado un un programa de cinco puntos, los siguientes:
1º) En caso de necesidad los bancos dispondrán de capital de fuentes públicas y privadas.
2º) Se garantizarán los depósitos corrientes.
3º) Habrá provisión suficiente de capital privado y público.
4º) Los contribuyentes han de quedar protegidos y deben evitarse las consecuencias perjudiciales para terceros países.
5º) Los países del G7 se comprometen a cooperar más estrechamente.
La verdad es que, en la medida en que no son confusos o reiterativos estos cinco puntos no trasmiten idea nueva alguna, ninguna innovación. Cosa comprensible porque ya se han hecho todas las innovaciones que caben en el momento. Y lo mismo pasará probablemente con la reunión del Eurogrupo que el señor Rodríguez Zapatero ha sacado a M. Sarkozy para mañana domingo. Porque después del fracaso del G4 el domingo pasado y de la reunión del Ecofin este jueves en Bruselas no se ve qué puedan decidir los jefes de Estado o de Gobierno este domingo que tenga alguna relevancia para la crisis financiera. Porque si los mercados han decidido desoír al G4 y al Ecofin, ¿de dónde sale que harán caso al Eurogrupo? ¿Porque ahora está el señor Rordríguez Zapatero?
Francamente es extraño que no se vea que la novedad de esta crisis es que la banca no está jugando con lealtad al interés público y que hay que tomar las medidas necesarias para impedir el sacrificio del interés general al particular bancario. En estas condiciones lo único verdaderamente efectivo como sabe todo el mundo de sobra, es la nacionalización, esto es, poner a la banca al servicio del interés general y no como ahora que está al revés.
(Las ilustraciones son detalles del panel central del tríptico El carro de heno (h. 1487) de Hyeronimus Bosch, de la versión que se guarda en El Escorial.)